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El lamento de las mujeres Palenqueras mujeres han ideado y asumido un lugar histó rica, política,

ancestral y espiritualmente constituido.


“¡Ay Popi!, ¡Adiós, Popi!, ¡Adiós, Popi!,
Ademá s de estremecerme con los lekos de la mamá, las
¡Ve a descansar, Popi!”
amigas, la abuela, las primas y las vecinas de “Popi”, me
Habían pasado ya varios días desde la primera vez que en conmovieron las escenas que acompañ aron el camino hasta la
casa de Gladys, escuché la historia de “Popi”: una palenquera casa de Gladys por una de las calles del pueblo, cuando me
de 33 añ os que durante má s de la mitad de su vida había encontré frente a frente con el carro que traía en su interior el
enfrentado la crueldad de una enfermedad que poco a poco se cuerpo de “Popi”, justo en ese momento, cuatro mujeres se
iba apoderando de cada uno de los rincones de su cuerpo. encontraban limpiando el frente de sus casas y al ver llegar a
Supe de ella una tarde en la que Gladys mencionó su nombre y “Popi” lanzaron sus traperos, y con voces profundas,
me advirtió que iría a acompañ arla antes de que ocurriera lo quebrantadas y sincronizadas, como si se tratara de un coro,
que todo el pueblo sabía que en cualquier momento podría empezaron a lamentarse y a entonar “¡Ay, Popi!, ¡Adió s, Popi!,
ocurrir. ¡Ve a descansar, Popi!”

Hasta que ocurrió . Lo supe cuando me encontraba en la Casa Ante el anuncio de las mujeres, la casa de “Popi” se revistió
del Saber Palenquero “Rafael Cassiani Cassiani” y en medio de inmediatamente de mú sica vallenata con la voz de Diomedes
la realizació n de uno de los talleres con “Kasimba de sueñ os” Díaz, pues era su cantante preferido:
[1] interrumpió el espacio una mujer que se acercó al oído de
“Hija
Hortencia para entregarle la noticia que inmediatamente tanto puedo amarte pero no puedo ordenarte
transformó su expresió n y la obligó a abandonar el lugar. toda tu felicidad aunque quisiera salvarte
“Popi” había muerto. Unos minutos después empecé a hay un mundo inevitable que por ti debes andar”
escuchar los lamentos de las mujeres que se encontraban
reunidas con la abuela de “Popi” en una casa cercana a la Casa
del Saber. Todo aquello era un homenaje que parecía evocar el dolor de
la partida, pero también la alegría de la vida y la vida en
Los que yo llamé lamentos, realmente eran lekos, se trata de libertad. Horas má s tarde, al acercarme nuevamente a la casa
lamentos aú n má s profundos, prolongados y melancó licos, de “Popi” fui testigo del abrazo y de la compañ ía, de la mú sica
propios de la intensidad con la que se experimenta la muerte que como siempre, insiste en pasearse por los senderos má s
–y la vida- en San Basilio de Palenque. decisivos y decisorios de la vida o de la muerte con la
pretensió n ú ltima de hacerse - y de paso hacernos –
Durante las horas que vinieron fui testigo de una serie de
inmortales. Observé cuidadosamente lo que ocurría al
acontecimientos que terminaron por confirmarme que
interior del patio de la casa, lo cual podía divisarse desde
Palenque es el lugar en el que se entretejen verdaderas
afuera; alrededor del fogó n y las calderas se encontraban
relaciones de parentesco radicales [2], y que en ellas, las
nuevamente las mujeres protagonizando la escena: todas Esto, tomando en consideració n los postulados má s
ellas, juntas, preparando la comida que sería repartida sobresalientes que, desde los feminismos negros,
posteriormente a los acompañ antes y dolientes. comunitarios y descoloniales han venido planteando la
urgente necesidad de re-pensar los sujetos del feminismo,
Afuera, rodeando el ataú d, también estaban ellas, má s
superando la exclusividad otorgada a los aná lisis derivados de
mujeres, abrazadas entre sí, entonando los lekos y las
la categoría género, y posicionando aquellas prá cticas y
canciones con las que despedían a “Popi”. Estaban cuidando
discursos descolonizantes que, ideados y recreados por
de ella, vigilando su partida y custodiando su viaje, y así
mujeres y por hombres dentro de sus comunidades y al calor
mismo estaban cuidá ndose entre sí, acompañ ando el dolor
de las luchas desatadas en favor de la vida, se comportan
para que el infortunio fuera compartido y se hiciera leve con
como verdaderos campos políticos de acció n y pensamiento, y
los días.
como escenarios para las reflexiones acerca de los lugares
El anterior, es un breve relato que hace parte de una –posible- entretejidos por las mujeres al interior de sus nichos de
etnografía de cará cter feminista y antirracista que pretende existencia cotidiana dando cuenta de la histó rica capacidad de
encontrar en las historias de la plaza y las escenas cotidianas, creació n que los sujetos y las colectividades han puesto en
fuentes vá lidas para la elaboració n de reflexiones que marcha a fin de subvertir el orden de injusticia
permitan alimentar y tensionar las discusiones acerca de estructuralmente constituido, e insurgir habitando el mundo
temá ticas urgentes para el debate feminista como el cuerpo, el de maneras muy otras, afirmando a vida y asegurando la
territorio, la ritualidad, la ancestralidad, las emociones, los permanencia en comunidad, llenando de contenido histó rico,
afectos y el cuidado. político y ancestral el siguiente enunciado:

Justamente, estos ú ltimos campos de conocimiento y –senti- “La protesta má s anti-capitalista -y por tanto humanista- es
pensamiento- han ocupado un lugar significativo en mi cuidar a otros y cuidarse a sí mismo, adoptar la prá ctica
recorrido gracias a las mú ltiples anécdotas y experiencias con histó ricamente femenina y por tanto invisibilizada de cuidar,
las que me he encontrado en San Basilio de Palenque, y que atender, nutrir. Tomarse en serio las vulnerabilidades y
me han permitido pensar en el –posible- trá nsito epistémico fragilidades y precariedades de cada uno, y apoyarlas,
por el que pueden atravesar prá cticas, actitudes, creencias y honorarlas, empoderarlas. Protegernos, promulgar y practicar
discursos que, como el cuidado de la vida, la construcció n de comunidad. Una afinidad radical, una socializació n
los afectos y la consolidació n de relaciones vecinales pueden interdependiente. “
ser reconocidos a partir de su vinculació n ancestral y
comunitaria, y como escenarios, prá cticas y lugares –ya no-
feminizados, y sí, como escenarios, prá cticas y lugares
radicalmente feministas.
Cuando justo esa noche, en medio de los comentarios y
barullos, y como a menudo suele suceder, se fue la luz en el
Pueblo. En casa nos encontrá bamos reunidas todas: la mamá ,
las hijitas, las vecinitas, las primitas y las amiguitas; en cuanto
se instaló la oscuridad, se despertó el temor que durante los
días anteriores habían suscitado los rumores de la aparició n
de la Mohana, temor que inmediatamente intentó ser mitigado
con los juegos y las rondas que la mamá y las hermanas
El arrullo de las mujeres Palenqueras
mayores empezaron a idear para las má s pequeñ as: el
Cuando el reloj marca las seis de la tarde, y cuando el reloj teléfono roto; intentando transmitir un mensaje cualquiera,
marca las 6 de la mañ ana, en San Basilio de Palenque se podía tratarse de un trabalenguas o una frase en Lengua
encienden las historias, las leyendas y los cuentos que lo Palenquera que casi siempre terminaba siendo transformado
convierten en un lugar para soñ ar e imaginar. El Mohan y la por Sharik, una de las má s pequeñ as y quien parecía disfrutar
Mohana, Catalina Luango y los demá s personajes que su papel protagó nico al romper el teléfono.
parecieran componer el á rbol genealó gico de las familias
Luego del teléfono apareció el sapo sapito sapo, un juego de
palenqueras, aparecen tras la ventana de las anécdotas y los
palmas al que se debe acudir con velocidad y destreza.
relatos de los mayores que con picardía rememoran y
Después de los juegos, llegaron las canciones que todas
transmiten lo que vieron, lo que les contaron o lo que alguna
entonaban con el propó sito inicial de acelerar el tiempo al
vez, detrá s de la puerta, lograron escuchar.
ritmo de la mú sica, pero que yo quise entender como una
No había pasado mucho tiempo desde el día en que por el excusa para compartir, para abrazarse, para morirse de la risa,
pueblo empezó a merodear el rumor de que la Mohana había para tejer historias y para terminar de espantar los miedos
vuelto a aparecer en el arroyo, rumor que logró despertar la que para ese momento ya nadie parecía recordar.
curiosidad en unos y el temor en otros, particularmente en los
Cuando regresó la luz, una de las niñ as me confesó que a pesar
niñ os y las niñ as hasta quienes había llegado aquel murmullo
de la oscuridad, uno de sus momentos favoritos, era cuando se
con el afá n de disciplinarlos, atemorizarlos o simplemente
iba la luz en Palenque, pues las canciones y los juegos a los
hacerlos partícipes de una de las historias que mayor eco ha
que me referí con anterioridad no habían sido una casualidad
tenido en el Pueblo: La Mohana, cuentan los mayores,
de esa noche; es decir, -y de acuerdo a lo que quisiera seguir
corresponde al espíritu de una mujer que con sus encantos
creyendo- se convierten en una suerte de ritual gestado por las
busca capturar a niñ os y a hombres del pueblo de Palenque
mujeres de la comunidad, que como muchos otros, cumple la
para llevarlos a vivir a su fantá stico mundo [1].
funció n de cuidar y acompañ ar al compá s de la mú sica, las
carcajadas y la jarocheria [2].

Entendí que en las casas de Palenque se comparte la alegría, el


temor y el infortunio, que así como las plantas y los santiguos
cumplen una labor sanadora para los cuerpos, los juegos, la
mú sica y los arrullos se comportan como un bá lsamo para los
males del espíritu y la exaltació n de la vida.

Fue así como esa noche, el temor se disipó y la casa se


convirtió en un mundo, el mundo de los cuidados y de los
afectos; es decir, el mundo pedagó gico por excelencia, si
tenemos en cuenta que nada enseñ a tanto y de manera tan
profunda como el juego, las caricias, los susurros, el abrazo, y
arrullo y la’ cucullita.

[1] Arrieta, Leidis. Alvarez, Herlinda. Transmisió n oral de la


cultura. UNAD, 2015.

[2] Jarocheria significa “alegría” en lengua palenquera.


inalmente con eso me gustaría cerrar, pensando justamente
en los activismos feministas mú ltiples y fructíferos que
sugieren este texto. Como señ alan: “Ya vivimos en el
apocalipsis constante. En inglés, como también en muchos
idiomas, escriben muchos activistas con quienes nos
relacionamos en un vínculo afectivo y de manera trans-
fronteriza. Así que má s que rehuir a hablar en las palabras de
un compañ erx de activismo que vive en el otro lado de la
tierra, debemos prepararnos para seguir estableciendo
vínculos de traducció n que nos permitan comprender que si
bien no todos tenemos los mismos tipos de opresiones de
raza, clase o género, existe una agenda global del feminismo
que entiende los espacios minoritarios y de violencia en
muchos lugares del planeta como propios”[5] Esto de alguna
forma me recordó lo escrito por su compañ ero de CUDS,
Felipe Rivas, hace algunos añ os al hablar de la teoría queer y
su llegada a Abya Yala. Como señ ala, se conocen de sobra en
estas tierras las violencias centradas en ciertos cuerpos y
subjetividades, las mismas que motivaron la apropiació n de la
palabra denigrante “queer” por parte de activistas en el
“Global North”.[6] También vuelvo a Hedva, quien señ ala que:
“La protesta má s anticapitalista es cuidar al otrx. Es asumir la
es histó ricamente
prá ctica de cuidar, nutrir, y acoger que
feminizada, y, por ende, invisibilizada. Es tomar
en serio la vulnerabilidad, la fragilidad y la
precariedad de otra persona, apoyarla, honrarla
y empoderarla. Protegerse. Un parentesco
radical”.[7] Díaz y Mijail nombran de otra forma
este parentesco radical al momento de hablar de
la micro-política del “vecindario” imaginado, del
activismo en conjunto entre las “vecinas” de
CUDS. En un momento en lo cual dentro de Chile,
como el resto del mundo, se está llegando a
reforzar discursos misó ginos, machistas, homo-
lesbo-transfó bicos, anti-migrantes y racistas,
creo que este activismo del “vecindario” – de la
disidencia sexual y del transfeminismo – se
posiciona como particularmente importante. Por
cierto que ahora es el momento para combatir,
abiertamente y con toda nuestra fuerza, a los
Trump, Le Pen, y Johnson, a los Temer, Macri, y
Piñ era. Este libro es un molotov tirado
directamente en contra de estas figuras, una
catedral tomada por lxs abortistas, un feminismo
en llamas.

De una prá ctica feminizada a una prá ctica


radicalmente feminista

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