no.
Martí:
Un traductor
llamado José Martí:
una valoración necesaria
Lourdes Arencibia Rodríguez
Traductora y profesora. Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
L a obra del traductor José Martí es una faceta
relativamente poco estudiada y menos divulgada
de esa cabeza pensante de talla universal e inagotable
fuente de erudición que es nuestro Apóstol. En este
ensayo me propongo abordarla a partir de una lectura
que intentará ser abarcadora —y creo también que
novedosa— de un segmento importante de su
producción intelectual, objeto y resultante de un acto
implícito o explícito de mediación lingüística y cultural.
¿Por qué la traducción y por qué Martí? A estas dos
preguntas, que nos formulamos en nombre de un
hipotético lector, hemos pretendido responder en una
investigación inédita sobre el tema —mucho más
amplia que estas líneas— al que me he dedicado en los
últimos años con auténtica pasión, que aborda el estudio
crítico de la utilización que Martí hizo de la traducción
como puente intercultural (para qué tradujo); de su
reflexión sobre esa modalidad de la comunicación
interlingüística mediada (cómo tradujo y sus criterios
sobre aquellos a quienes enjuició); y de la obra que tiene
Mención en el Premio Temas de ensayo 1998, en la modalidad de
Humanidades.
97
Un traductor llamado José 15: 96-108,
unajulio-septiembre de 1998.
valoración necesaria
en su haber propiamente como traductor (qué tradujo
y a quiénes).
Por las limitaciones de espacio, este trabajo recoge,
de forma muy resumida, las líneas dominantes de ese
tema, en una primera aproximación. He procurado que
esas líneas se hagan patentes fundamentalmente en uno
de los más señalados ejemplos de la actividad
traductora martiana, como fue su proyecto de
divulgación cultural y sociopolítico, llevado a cabo con
un propósito educativo y humanista a través de su
periodismo y de sus propias concepciones sobre la
mediación interlingüística.
Una investigación realmente no concluye nunca. Por
el contrario, siempre permanece abierta a la crítica
constructiva y al enriquecimiento. A ello convoco a
todos cuantos en lo adelante se motiven por el tema.
Traductor por oficio y por deleite
El profesor Miguel Angel Vega Cernuda ha
establecido una relación directa y paralela entre el nivel
(cualitativo y cuantitativo) de traducción de un país y su
Lourdes Arencibia Rodríguez
nivel cultural.1 El siglo XIX —que da paso en el mundo a
una época que ve su estructura social y cultural conmovida
en sus cimientos por la industrialización y por la
dominante cultural de la burguesía— es, en todas partes,
un período clave para la traducción. En Occidente, se
traduce todo y de todos los idiomas. Cuba no escapa a
los efectos de ese fenómeno, al que su status colonial da
perfiles singulares.
Por tanto, en el medio culto de la Cuba decimonónica
y, muy particularmente, en tres escenarios que marcaron
el siglo desde sus espacios singulares: el de las tertulias
literarias, el de la prensa periódica y el de la comunidad
cubana exiliada por razones políticas en los Estados
Unidos y, en menor medida, en otros países —donde la
figura y la actividad de Martí alcanzan un peso muy
señalado en la segunda mitad de la centuria—, no puede
soslayarse el relevante papel que desempeñó la labor de
los traductores cubanos en la conformación de un cuadro
de época. La traducción en el XIX no solo alcanza uno
de sus momentos más activos en Cuba como vehículo
de acercamiento a otras culturas, sino que desempeña
un papel en el proceso de formación de su literatura.
No exagero al decir, entonces, que traducir en el siglo
XIX fue una necesidad, a juzgar por la frecuencia del
quehacer y la talla de los hacedores. Para comprobar
cuán pródiga fue esta época en traductores cubanos de
relieve intelectual, baste con recordar a Antonio Bachiller
y Morales, Cirilo Villaverde, los hermanos Sellén, los
Guiteras Font, los de Armas y Céspedes, José Antonio
Saco, Félix Varela, Néstor Ponce de León, José María
Heredia, José Ignacio Rodríguez, Diego Vicente Tejera,
José del Perojo, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Laura
Mestre y tantos otros, más o menos contemporáneos
de Martí, que alargarían innecesariamente esta relación; y
señalar, a la par, que aquellos cultivadores del género
consideraron ese quehacer como actividad asociada al
prestigio cultural de quien la ejercía y no solo como un
modus vivendi o un recurso de evasión. Cabría decir de
ellos que fueron «intelectuales del Primer mundo nacidos
en el subdesarrollo».2
Es improcedente señalar aquí los aciertos o defectos
de esa producción del XIX (que de todo hubo) porque
sería hacer correr la tinta de otro tintero. Solo afirmar
que Martí fue el traductor cubano más descollante y
prolífico de ese siglo, por la utilización tan cabal y
completa que hizo de esa mediación cultural, al ponerla
en función de un relevante proyecto divulgativo, cuya
importancia para el mundo hispanoparlante trasciende
los límites de su época. Nada más pensar en lo que
significó seleccionar y traducir las dos terceras partes del
material que utilizó en los Estados Unidos para sus
crónicas periodísticas bastaría para incursionar, no sin
asombro, en una realidad que no hemos estado muy
acostumbrados a sopesar desde ese ángulo.
98
Empero, no existe todavía, que sepamos, una
valoración integral y abarcadora de esa faceta de la obra
del cubano universal, con certeza ante la importancia,
trascendencia y prioridad que para todos sus
compatriotas y para el continente han tenido y tienen
su pensamiento político y su acción revolucionaria y,
en segundo término, su propia producción literaria, no
menos descollante en las letras americanas. No faltan,
sin embargo, investigadores de mucha valía —cubanos
y extranjeros— que han dedicado su saber y su pluma
a estudiar aspectos puntuales y muy específicos de
determinadas traducciones martianas. Los trabajos de
Amaury Carbón, Elina Miranda, Manuel Llanes, Mayra
Rodríguez, Iván Schulman, Ana María Alvarez Sintes,
Hilario González, Dorta Contreras, Carmen Suárez
León, Francisco Vales y otros colegas, así lo atestiguan.
Lo cierto es que, además de poeta, maestro,
ensayista, critico literario, periodista, personalidad cimera
de la historia revolucionaria de la mayor de las Antillas,
artífice de su gesta emancipadora y paladín del
pensamiento político antimperialista en nuestro
continente, Martí también fue, por oficio y por deleite,
traductor y crítico de traducciones, y sobre todo un
gran promotor de la cultura y de las ideas del
humanismo, sir viéndose de esa mediación
interlingüística, y fundamentalmente intercultural, que
su conocimiento de otras lenguas le propició.
De hecho, su labor intelectual, vinculada durante
largos años al periodismo, la edición y la creación,
estuvo más inmersa en el mundo de las lenguas y de la
traducción de lo que parece a primera vista y hasta de
lo que él mismo quiso admitir, pese a que había
declarado: «Mis instrumentos de trabajo son mi lengua
y mi pluma...».3
Tampoco resulta exagerado afirmar que Martí ha
sido el teórico cubano más sobresaliente en materia de
traducción en la pasada centuria, y uno de los primeros
en pronunciarse sobre ese tema en América Latina.
En su muestra de traducciones quedan señalados
los principales, por no decir todos los posibles abordajes
estudiados hasta hoy en el marco de este quehacer: la
traducción literal, la adaptación, la versión libre, la
funcional, la traducción directa, la implícita, la inversa,
la autotraducción, la producción del texto paralelo. Se
atrevió con todos los géneros: poesía, novela, cuento,
ensayo, textos científicos, utilitarios, divulgativos....
El análisis de cada una de sus propuestas,
contrastadas con los textos originales y con las que han
hecho otros traductores de esas mismas obras así lo
demuestra.4
En distintos lugares y contextos de su obra integral,
Martí aborda y se pronuncia sobre las principales
cuestiones que son objeto de estudio de la traductología
moderna, como el problema de la fidelidad al sentido:

«El nervio, la impaciencia, la fuga, la novedad en el
decir, [...] acá ha querido el traductor ponerlas como
aparecen en el texto inglés, sin más alarde de estilo ni
paramentos de imaginación»;5 al autor: «Traducir no es
[...] mostrarse a sí propio a costa del autor, sino poner
en palabra de la lengua nativa al autor entero, sin dejar
ver un solo instante la persona propia»; 6 al de las
equivalencias textuales y situacionales: «“La escena fue
tocante” ese tocante es, por supuesto, traducción del frappant
francés; solo que frapper en francés, tiene más acepciones
que la mera de tocar con la que se la traduce al castellano
¿pues no se puede decir, correcta y galanamente: la
escena fue conmovedora?».7 Propugna el análisis del
discurso como método de traducción.
En las notas que aparecen al final del «Prólogo» a su
traducción de Mes fils de Victor Hugo —verdadera
lección para traductores— dice:
Esprit: juicio claro. Insuperable dificultad. Siempre lo fue
esta palabra francesa, encarnación del ser francés y en extremo
exclusiva, y por esto, sí entendida por los que entienden el
carácter de la nación, pero no traducible para los que tienen
distinto carácter nacional, [...] Y aun crece la dificultad esta
vez. Esprit no significa en esta frase de Víctor Hugo lo que
siempre se dijo con esprit. Esprit significó siempre brillantez
imaginativa, talento ingenioso, talento elegante, vivo,
acertado, fácil. Antes esprit era una cualidad: aquí, Víctor
Hugo lo transforma en una personalidad. No es el esprit
que se tiene: es un esprit que se es. Más grave, más severo,
más completo, más amplio. Ingenio se dice algunas veces,
pero juicio tuvo a mis ojos mejores condiciones de sólida
amplitud que ingenio. Y como esprit es claridad, yo dije:
juicio claro. Esto no es todo: esto no es completo, esto no
es cierto: pero es todo lo más cierto que en mí pude hallar.
Más adelante lo traduzco: espíritu; pero allí no es la entidad
juiciosa, es el germen esencial, el impalpable movedor, el
pequeño Zeus, lo que vive de Dios en cada hombre. Esta
vez he quedado más contento.8
Esa misma obra le da ocasión para desarrollar el
tema de la unicidad del texto literario:
Ideas son fuerzas madres, que van y vienen, [...] y, siendo
en sí las mismas, allá esplenden [...] en las inteligencias
levantadas, aquí iluminan [...] en los ingenios suaves y
tranquilos. Pero son ideas, y verdad, y fuerzas, y grandezas,
y allí donde las hallo, yo me hallo [...] y si se concentran
todas las ideas altas en una nevadísima cabeza, en esa cabeza
vivo yo. Y como todo esto vive, y brota todo de aquella
cabeza universal, [...] lo amé y lo traduje con placer.9
En otra, el tratamiento de la historicidad del original.
En un comentario a propósito de las propuestas de
otros traductores, escribe:
No traduce bien sino aquel que, por un señalado favor de
la naturaleza, tiene el don de reproducir en la mente la
época en que el autor traducido escribió y la vida íntima del
autor. El capitán Burton ha escrito su traducción en aquella
lengua antigua y donosa que se hablaba en la Corte de la
reina Elizabeth, y tiene su libro, además de estos méritos
que avaloran la traducción, el de poner ante los ojos, como
99
Un traductor llamado José Martí: una valoración necesaria
si fueran cosa presente, aquellos tiempos de amores y
caballerías.10
Ocupan también su atención las diferencias de
enfoque entre un texto literario y otro de carácter
general, las que existen entre la lengua fuente y la lengua
meta. En la célebre carta del 9 de abril de 1895, instruye
a María Mantilla:
En francés hay muchas palabras que no son necesarias en
español. Se dice —tú sabes— il est, cuando no hay él
ninguno, sino para acompañar a est, porque en francés el
verbo no va solo: y en español, la repetición de esas palabras
de persona —del yo y él y nosotros y ellos— delante del
verbo, ni es necesaria, ni es graciosa.11
Señala las ventajas del «buen método de comparar
continuamente una lengua con otra, para señalar sus
identidades y descubrir sus diferencias»,
...viendo cada literatura de por sí, en lo que tiene de primaria,
o tomó de las otras, ya estudiando la misma pasión en
todas ellas, para anotar los modos de decirlas, y sus razones,
ya comparando a los poetas de un temple, o de una época,
a ver cómo caía la luz igual en diferentes vasos [...] como se
saca de sus literaturas, en que se ve a la vez lo romántico y
lo real, sin más diferencia que las que pone en la imaginación,
por los sujetos peculiares, el país y época de cada poesía...12
Y alerta sobre la posición del traductor en sus
relaciones con el autor:
Su traducción requiere un grandísimo cuidado, una especie
de creación, porque ha de ser un vaciamiento exacto de lo
que se ha dicho en nuestro modo de decirlo; porque como
es mente tan ahondadora y tan hecha de dividir, precisar y
ajustar —no cabe desatender una palabra suya, porque es
desatender una idea, no torcerla, porque es mermar y
debilitar su pensamiento.13
En suma, demuestra la importancia del estudio
contrastivo en el análisis crítico de las traducciones:
«Nueve traducciones van con esta hechas de las
“Luisiadas” a la lengua inglesa, y de ellas la única
comparable a la excelente que publica ahora Burton, es
la que en 1565 publicó Fanshaw».14
Destacó también el papel que desempeña el
aprendizaje y manejo de los idiomas extranjeros en la
formación del individuo, y el de la lengua como factor
de unidad nacional. Al respecto señalaba: «Nuestros
jóvenes estudiantes deberían reunirse, y estudiar
asiduamente en privado a más del francés, el inglés y el
alemán. Vive hoy fuera de su tiempo el que no puede
leer estas lenguas».15 En otro fragmento reflexiona sobre
la utilidad del estudio de las lenguas tanto antiguas como
modernas:
Una lengua no debe estudiarse por ella misma, sino por lo
que hay escrito en ellas. Porque una lengua en sí, no es más
que una prueba —con cada idioma repetida, de la aptitud
del hombre para dar nombre a los objetos, sensaciones e
imaginaciones, y para combinar después con música
(armonías) y proporción las palabras que crea. Para aprender
Lourdes Arencibia Rodríguez
este simple hecho, no hay que estudiar una sola lengua,
puesto que la nueva existencia de lenguas diversas lo va
probando. Si reglas tiene una lengua, reglas tiene otra: y
quien haya estudiado griego y latín, no se atreverá a decir
que son lenguas más regulares que las que ahora hablamos,
ni que obliguen a mayor atención, comparación y deducción
que el estudio de las lenguas modernas.16
Martí fue de los primeros en darse cuenta de que
los vertiginosos avances que se estaban operando en la
ciencia y la técnica de la naciente sociedad industrial en
que vivía, requerían compartir el peso de los temas
puramente literarios con los dedicados a la divulgación
científica a la hora de seleccionar los textos para traducir.
«De toda la literatura del mundo —apunta— una
tresava parte corresponde a la medicina que, con sus
ciencias aliadas, ha dado como 120,000 volúmenes y
doble número de folletos. Estas sumas aumentan a
razón de 1,500 volúmenes y 2,500 folletos por año».17
Pese a que no era bilingüe desde la infancia, su
permanencia de quince años en un país no
hispanohablante lo obligaba cotidianamente a moverse
entre códigos lingüísticos diferentes, de manera que el
trasvase expreso o implícito de una lengua a otra —no
solo del inglés— llegó a ser en su vida un hecho natural,
ora como lengua/fuente o como lengua/meta, en uno
de los dos polos de su comunicación, pareados con el
español. Poseía, además, una vastísima cultura rayana
en la erudición. No era el suyo, entonces, un caso de
plurilingüismo solamente; se trataba también de
pluralidad de culturas.
Por sus indiscutibles dotes de poeta y prosista y su
dominio absoluto del español, su lengua materna, tenía
condiciones como pocos para que en su persona se
diera la simbiosis del mejor lector y el mejor escritor,
cualidades indispensables en un traductor.
Sin el propósito de magnificar el peso de esa
actividad específica en la vida y obra de Martí, sino
con el ánimo de restituirle el lugar que reclama en su
contexto natural, ¿cómo no le vamos a abrir un espacio
al estudio de un aporte de ese relieve?
Impensar, transpensar
En todas las facetas de la obra de Martí se advierte
una gran unidad de propósitos, y la traducción no es
sino una pieza en esa articulación. La obra martiana en
su totalidad, es expresión por diferentes vías y medios
del gran proyecto sociopolítico y humanista al que
dedicó toda su vida: el mejoramiento del hombre, con
todos y para el bien de todos, en este caso particular
desde y por la cultura. Aplicó siempre un enfoque
combinatorio equivalencista y funcionalista de la
traducción, adelantándose a las más modernas teorías
para abordar esa tarea, como son las que tienen en
100
cuenta no solo el trasvase del mensaje que transmite el
autor del texto fuente, sino la composición, la época y
los intereses de los lectores a quienes va destinado el
texto meta.
Martí aborda su proyecto no solo desde la posición
de un testigo crítico y motivado, o desde la de un lector
curioso de cara al recurso de la traducción, sino como
partícipe directo, voluntarista, de ese proceso de
proyección de imágenes e ideas de una cultura a otra; en
la medida en que, además de por la vía de la traducción
directa, desde los Estados Unidos, diariamente, y durante
años, hizo llegar a sus lectores hispanoparlantes un
enorme caudal de ideas e informaciones transpensado
en español; vale decir, el trasvase que realizaba, a la lengua
y a la cultura hispánicas, de un modo de vida que descubre
y explica. Incluye todos los niveles y estratos de esa
sociedad, en una singular muestra de democratismo
cultural y un nivel de comprensión poco común del
fenómeno del multiculturalismo como rasgo definitorio
de la nación norteamericana, lo que lo convierte en el
mejor cronista de esa realidad.
Lo más sobresaliente de la producción martiana que
cabe en este acápite es el propósito divulgativo que mueve
al autor-traductor para trasladar a sus lectores ese flujo
noticioso, y los criterios de selección de materiales que
moviliza en función de ese logro.
Motivado por ese particular fenómeno de trasplante
cultural de pueblos enteros a un espacio geográfico, Martí
aproxima a sus lectores a una visión integrativa del mundo
y de la cultura desde la ciudad que las abarcaba a todas:
Nueva York. Para ello se sirve fundamentalmente de lo
que en traductología se denomina traducción implícita
(la que se practica mentalmente al leer un texto en lengua
extranjera para utilizar después, de algún modo, su
contenido), aunque también recurre mucho a la
traducción directa.
En la implícita, Martí traductor controla sus
operaciones de lectura a partir de su lengua materna, el
español. Se trata fundamentalmente de operaciones
cognitivas realizadas sobre un material lingüístico en el
que los conceptos que articulan el texto le permiten re-
escribirlo, desde la perspectiva de su propia apropiación
a través de la lectura, como un texto diferente. En este
proceso, se manifiestan muy claramente las diferencias
entre un lector común y el lector-traductor.
«La re-escritura es una constante histórica», postula
André Lefevère18 y rara vez se toma en cuenta cuando
interviene en procesos de traducción implícita. La
producción que se analiza aquí, por ende, atañe al copioso
material escrito fundamental, aunque no exclusivamente,
en inglés, que le sirvió como texto-fuente a Martí para
redactar en español las informaciones que relataba y
acotaba con maestría singular en las páginas de los
diarios para los que trabajaba.

En todas las facetas de la obra de Martí se advierte una gran
unidad de propósitos, y la traducción no es sino una pieza en
esa articulación. La obra martiana en su totalidad, es
expresión por diferentes vías y medios del gran proyecto
sociopolítico y humanista al que dedicó toda su vida: el
mejoramiento del hombre.
De manera que cuando Martí postula, en 1875, que
«traducir es impensar y transpensar»,19 esa definición se
aplica no solo a lo que llamaremos el trasvase lingüístico
en el sentido cabal de la más ortodoxa definición de la
traducción directa, que va del proceso al resultado a
través de una secuencia de actos conscientes de
apropiación, interiorización, procesamiento y recreación
del pensamiento de un autor, que se expresa en un
idioma, para llevarlo a otro; y que —en el caso concreto
de nuestro estudio—, se plasma en los resultados del
desempeño martiano como traductor de oficio y de
afición; sino que también se aplica al trasvase cultural,
igualmente im-pensado y trans-pensado, solo que en
otra dimensión, que madura y lleva a cabo en los quince
años que duró su exilio político.
En puridad, Martí venía gestando su proyecto ya
desde 1877, y por tanto, pasa por varias etapas.
«Ya que tenemos este buen libro a mano,
traduciremos sus noticias», decía acerca una obra sobre
la cría de ganado lanar.20 En beneficio de sus lectores
de los países ganaderos del Cono Sur y a pedido del
uruguayo Enrique Estrázulas, Martí hace un análisis muy
pormenorizado de las razas, rendimiento en carne, lana,
cría, condiciones de embarques y precios del ganado.
Para ello, consulta y re-elabora los materiales en inglés
que se procuraba.
Día por día revisé todo el Sun el año pasado. Es lo único de
sustancia que he podido sacar de conversaciones y libros y
de un viaje a Orange County, y de una larga plática con la
redacción del American Agriculturist del Orange Judd Co.,
que son los que más saben de esto. He consultado el Diario
Oficial de los criadores de Vermont.21
Y así iba procediendo con todos los demás
materiales que hallaba de interés.
Roberto Fernández Retamar señala acertadamente
que «la primera maduración de la idea martiana de
América —aunque preparada en tierras de México—
[...] no vendría a hacerse realidad sino en Guatemala».22
Por eso el primer documento que escogemos para
calzar nuestra tesis, es la fundamentación que hace Martí
de su propuesta para la creación de la Revista
Guatemalteca, una publicación que, sin embargo, nunca
llegó a ver la luz. No obstante, esa fundamentación le
servirá al cubano como «primer borrador» del
101
Un traductor llamado José Martí: una valoración necesaria
proyecto que algún tiempo después va a presentar a
Manuel Mercado y a Pablo Macedo para realizarlo
desde los Estados Unidos, por la vía del periodismo
(El Partido Liberal, La Opinión Nacional, La Nación ¡hasta
llegar a más de veinte diarios!, como él mismo confiesa
y finalmente en la reorientación de La América); a través
de una revista para niños y jóvenes, La Edad de Oro, o
de sus incursiones en el mundo de la edición, etc. En
ese primer esbozo, argumenta:
Las riquezas de Guatemala son poco conocidas, el comercio
intelectual con Europa es escaso; esto explica la creación de
mi periódico [...] responde la Revista a mi deseo de dar a
conocer cuanto Guatemala produce y puede producir, y de
hacer generales las noticias de letras y ciencias, artes e
industrias, privilegio hoy del escaso número de afortunados
a quienes es fácil saborear las excelentes revistas europeas.
Yo conozco a Europa, y he estudiado su espíritu; conozco
a América y sé el suyo. Tenemos más elementos naturales,
en estas nuestras tierras [...] que en tierra alguna del
Universo; pero tenemos menos elementos civilizadores,
porque somos mucho más jóvenes en historia, no
contamos seculares precedentes y hemos sido, nosotros
los latinoamericanos, menos afortunados en la
educación.[...]
¿Quién entre nosotros sabe, amén de cierto gremio de
escogidos, que bien sé que aquí hay hombres cuya erudición
corre pareja con la de pueblos adelantados— quién sabe
entre nosotros qué libros salen de las prensas de Hetzel y
de Bouret, de Rivadeneira y de Navarro? ¿Quién lleva cuenta
de tantas delicias de Jules Claretie, de Pierre Veron, de Charles
Mazade? ¿Quién toma nota de tanta máquina asombrosa
que en la América del Norte es gran ahorro de brazos,
trabajo alado, maravilla de seguridad y presteza? Apenas
los poetas [...] nos envían [...] sus versos. Dramáticos
insignes de España y de Francia; filósofos alemanes,
científicos, místicos imponentes, obra humana, nos son
hoy, en lo común desconocidos, ya porque temen los
libreros no verse remunerados de los gastos que la
introducción de los numerosos libros nuevos acarrea, ya
porque no inspira mucho interés lo que frecuentemente
no se trata, ya porque son escasos los suscriptores a esos
grandes periódicos de Europa.23
Jamás Martí concibió, sin embargo, esta tarea de
mediación y de establecimiento de un puente entre
culturas, en función de la «europeización» del continente
hispanohablante, ni de su «norteamericanización»
ulterior. No está hablando de subordinación de una
nación a otra, mucho menos de asimilación de una
Lourdes Arencibia Rodríguez
cultura por otra, sino de retroalimentación a partir de
dos niveles de desarrollo diferentes, entre naciones y
pueblos de distintas edades, de distinta maduración,
de diferentes posibilidades y niveles de intercambio en
muchos planos; que deben y pueden aprender a
conocerse y a respetarse sobre la base del
reconocimiento a los mutuos valores.
[¿S]aben en Europa, en nuestra misma América saben,
cuántas bellezas, cuántas riquezas, cuántas industrias
naturales encierra este pueblo [...]? ¿Se ha dicho bien a los
viajeros cuánto hay aquí que admirar; a los poetas, cuán
hermoso espectáculo; a los industriales, cuánto campo
nuevo; a los agricultores, cuánta olvidada tierra pudieran
explotar? [...] en respuesta a la natural y curiosa demanda
de noticias europeas [...] [v]erteré con juicios míos, cuanto
sobre adelanto de ciencias, mejoramiento de artes y
publicaciones de libros en los otros mundos sepa...24
En este contexto, es oportuno señalar que se ha
divulgado poco el interés marcado que siempre
demostró Martí por destacar las culturas y lenguas
precolombinas que tuvieron su asentamiento en
Centroamérica. Sin embargo, el Maestro se preocupó
siempre por difundir toda la información de primera
mano que fue obteniendo. Por ejemplo, la de los últimos
hallazgos arqueológicos de la cultura maya que extrajo
de sus conversaciones con el científico Le Plongeon y
su esposa, a quienes conoció personalmente durante su
estancia en México,25 que viene a completar con nuevos
datos los estudios precedentes llevados a cabo por
Diego de Landa y, sobre todo, por el célebre
americanista, el abate Pierre Brasseur de Bourbourg.26
Publica reseñas de libros importantes a partir de su
traducción implícita, como la de «Guatemala, la tierra
del Quetzal» de W. I. Brigham, que aparece en El
Economista Americano,27 y sobre todo la información que
extrae de las obras de Daniel S. Brinton, el más notable
de los americanistas estadounidenses.
La primera de las crónicas martianas sobre el tema
concierne a una memoria que Brinton expuso —antes
de repensarla como libro— en un congreso de
especialistas que tuvo lugar en Copenhague, donde el
sabio antropólogo puso de manifiesto cuán rico,
«apropiado y flexible era el vocabulario de los
aborígenes» y donde presentaba «no solo hechos y
deducciones, sino lista de documentos», uniendo a la
obra «un índice de todo lo que hoy se conoce y se tiene
como escrito por autores indígenas».28
En otra de sus crónicas, donde señala cuán poco se
sabe de la literatura de los indios de América, informa
sobre un proyecto editorial de Brinton que atañe nada
menos que a una Librería29 de literatura americana
aborigen que, por entonces, ya acumulaba cuatro tomos.
Efectivamente, Martí reporta que el filadelfiano,
con lo mucho que sabe de Etnología y Arqueología [...]
lleva publicados en su biblioteca de literatura aborigen Las
102
leyendas mayas, una Gramática de la lengua cakchiquel y Autores
Aborígenes de América y sus Obras. El último de esos tomos
es una «traducción cuidadosa de El Gregüence, comedia
maestra escrita después de la conquista en un dialecto
burdo, mezcla de castellano bajo y náhuatl corrompido
[...] con diálogo unas veces, y con danzas otras [...] Parece
que El Gregüence tiene notable música, lo que hace de él una
como zarzuela india. Brinton la pone como la única comedia
original de autores indios conocida, y con examen
minucioso y citas oportunas demuestra que en espíritu,
trazo, estilo y desarrollo, la farsa es india pura, y lo único
que tiene de mestizo es el lenguaje.30
Por último, por la traducción que hace Martí de
Brinton, nos enteramos de que este suscribía las tesis
de quienes afirmaban que el hombre americano «no
pudo proceder de ninguno de los mamíferos fósiles
conocidos en el continente; acaso vino del oeste de
Europa por el puente de tierra preglaciar que la unía a
América, y de Asia luego».31
La historia del continente americano ocupa el interés
del cronista/traductor y por eso reproduce todo lo
que el Engineering publica del estudio que realiza el señor
Crosby sobre la barrera coralina que rodea a Cuba, en
apoyo de la teoría geológica de Darwin.32
El proyecto educativo cultural martiano, como
hemos señalado, conoce una segunda etapa estando ya
Martí en Nueva York. Le escribe a su amigo el mexicano
Manuel Mercado, allá por 1887:
Ya hoy se necesita bracear más que antes y extractar con
calor y sentido, y tocar a todas las fases de la vida, y acercar
más el periódico a la vida real, si se quiere hacer un diario
bueno. [...] ¿Por qué no escoge material más variado, y
siempre fino, conciso y anecdótico, de la prensa extranjera,
cada día con su artículo, del Figaro, de Le Temps, de El Liberal,
El Globo, La Epoca, de España, el Saturday Review, de Londres,
y tanta revista de los tres países, llena siempre de materia
suculenta? ¿Por qué, y de aquí le ayudo con cuanta
originalidad pueda, no publica el domingo una hoja literaria
que sea sonada? ¿Por qué, como hacen aquí con éxito todos
los periódicos, no publica a mediados de semana, para
venta más que para suscripción, una edición especial [...]
con lo de más interés que en la semana haya publicado, y
un extracto fresco y vivo de las noticias de toda ella? Esta
última novedad creo que sería especialmente productiva e
interesante.33
Esa idea que había introducido con miras a revitalizar
y modernizar la prensa mexicana a tono con los tiempos
y con los posibles intereses de sus lectores, va tomando
forma en un programa más estructurado y atañe ahora
a la organización, desde la corresponsalía de El Partido
Liberal, del flujo de información con destino a México,
una iniciativa que si bien Martí llevó a cabo también
con otros diarios de la región, se orientó sobre todo
hacia el país azteca por razones de proximidad
geográfica, por las relaciones particulares que México
siempre sostuvo con su vecino de la frontera norte y
por el conocimiento que Martí tenía de esa situación.

«México necesita irremisiblemente un origen de
información constante y sereno sobre los elementos,
acontecimientos y tendencias de los Estados Unidos»,
escribe Martí a Mercado. Antes ha dicho: «Tengo la
mano muy hecha a escribir sobre cosas de este país
para diarios de afuera [por] mis estudios y análisis sobre
las cosas de esta tierra, y su carácter, elementos y
tendencias».34
En varias de sus cartas a Mercado insiste en el tema:
Dos cosas se me ocurren, y una la tenía pensada mucho
tiempo ha: ¿vendría bien para el Diario Oficial de México
[...] una especie de redacción constante de asuntos
norteamericanos, estudiados, sin comentarios
comprometedores, en cuanto, y ahora es mucho e
importantísimo, hiciesen relación a todos los pueblos de
nuestra raza y en especial al mexicano? Alerta se ha de estar
allí a todo esto sin que por eso se parezca alarmista. Ese
sería el mejor modo de ir haciendo opiniones y previsión,
sin alarmarlos.35
Ahora bien, coincido plenamente con el análisis que
hace Roberto Fernández Retamar en su Prólogo a José
Martí. Nuestra América, cuando explica que si bien es
obvio que no todos los juicios que Martí hace de los
Estados Unidos en sus escritos reflejan igual crudeza,
también conviene tener presente que no le fue dado
publicar todo lo que pensaba porque desde muy
temprano fue víctima de la censura y porque tenía que
escoger entre perder «esa tribuna leída en todo el ámbito
de la lengua, o [proceder] de manera astuta e indirecta.
Optó, naturalmente por lo segundo.36 Y así lo explica:
Mi otro plan es este: escribo todo lo que en este haya
ocurrido de notable: casos políticos, estudios sociales,
noticias de letras y teatros, originalidades y aspectos
peculiares de esta tierra. Muere un hombre notable: estudio
su vida. Aparece, acá o en cualquier parte del mundo, un
libro de historia, de novela, de teatro, de poesía; estudio el
libro. Se hace un descubrimiento valioso: lo explico, luego
de entenderlo. En fin, una Revista, hecha desde New York
sobre todas las cosas que puedan interesar a nuestros
lectores cultos, impacientes o imaginativos; pero hecha de
modo que pueda publicarse en periódicos diarios [...] de
estos artículos, unos serían de crítica, otros de bibliografía,
otros de biografía, otros, los que interesarían más acaso,
correspondencias sobre varias materias.37
En septiembre de 1887, participa a su interlocutor
cómo enviaría sus textos, y su explicación resulta harto
elocuente para calzar nuestra tesis sobre la utilización
que hacía de la traducción implícita: «Traducidos no le
mandaré los recortes, por falta material de tiempo, y
porque de los más de ellos, y de casi todos, valdría
más que traducirlos, extractarlos, para que la sección
fuese más variada y mejor servida».38
Por fin, en esta otra epístola precisa más aún su
propuesta:
[P]restar desde aquí [Nueva York] un servicio serio al
periódico [El Partido Liberal] sobre los temas que más le
103
Un traductor llamado José Martí: una valoración necesaria
conviniesen y en la forma que le fuera más útil. Podría, si
eso no pareciese bien, escribir tres artículos semanales de a
dos columnas, puestos en el correo en día fijo, sobre un
libro notable, sobre la vida de una persona contemporánea
que esté llamando la atención, sobre una peculiaridad de
aquí que llame la atención de allá, sobre asuntos, libros,
personas, comercio de los demás países hispanoamericanos
que son aún allá poco conocidos, y yo conozco bien, porque
desde hace años leo mucho de ellos y recibo los libros de
sus autores y lo mejor de su prensa: e irían en esos artículos
muchas cosas de Europa, que el cable lleva allá en esqueleto,
pero aquí llegan en cartas telegráficas largas y especiales, de
modo que yo, con lo que dicen y lo que sé de Europa,
puedo vestirlas —teatro, política, exposiciones, crónica
corriente— y mandarlas a México, como si se tomase de
los periódicos del país, mucho antes de que los periódicos
llegasen, y antes que ningún periódico las tuviese, porque
aquí las trae el cable con seis días por lo menos de
anticipación [...] y así podría ahora emplear en trabajo más
simpático el tiempo que empleo en traducciones mortales
de hierros y tuercas, o en buscar traducciones que no
vienen.39
Ejemplos concretos que ilustran cómo se practicó
el periodismo de opinión ejercido por Martí desde los
Estados Unidos en beneficio de México, extrapolable
a los demás pueblos del continente, por las similitudes
que guardan entre sí, son los siguientes trozos referidos
a los términos del comercio que los Estados Unidos
proponen a su vecino mexicano. En el que se reproduce
a renglón seguido, Martí utiliza una combinatoria de
traducción directa y traducción implícita. Las alusiones
directas al método seguido, el uso de comillas para
citar los trozos traducidos directamente del diario
estadounidense, y los comentarios sobre las
motivaciones que calzan sus equivalencias de traducción
sobre los usos verbales que incluye el propio Martí junto
a la propia sustancia textual de su crónica, vienen en
apoyo de nuestras tesis.
Mas que palabras propias, que por venir de labios latinos,
podrían parecer alardes de teoría, importan las que al pie
traducimos, en que el Herald, diario de hechos [...] censura
a su modo, con claridad igual a su crudeza, el sistema
proteccionista, que apenas compensa al país con el beneficio
de adquirir algunas industrias imperfectas, de los obstáculos
que al amor de ellas se levantan, de la áspera contienda
entre los industriales favorecidos y tercos y la nación gravada
y ahogada, y el daño y riesgo en que pone a un país la
acumulación de una población industrial que se ha de hallar
al fin, por lo excesivo y caro de su producción, sobrada para
el país y muy cara para los ajenos [...] Dice el Herald: Aún
ahora, los ferrocarriles que desde este país están siendo
introducidos en México están casi exclusivamente bajo el
poder de ciudadanos de los Estados Unidos, y el capital
americano se ha invertido en considerables cantidades en
empresas de México. Cualesquiera que hayan sido nuestras
desventajas cuando solo existía entre los dos países el
comercio marítimo, los norteamericanos poseeremos (y
este futuro lo expresa el Herald con su will absoluto, y no el
shall que deja abierto campo a la posibilidad o a la duda, el
shall cortés), todas las ventajas comerciales que deben surgir
de la terminación de los ferrocarriles.40
Lourdes Arencibia Rodríguez
Casi un año antes había traducido ya para los
mexicanos, el texto del tratado comercial entre los
Estados Unidos y México que por aquella fecha
acababa de ser revelado al público, toda vez que el
Senado de los Estados Unidos había decidido dar a la
luz el documento, pero señalando que una acción como
esa incumbía igualmente a todos los pueblos de la
América Latina que comerciaban con los Estados
Unidos. Y avisa: «No es el tratado en sí lo que atrae a
tal grado la atención; es lo que viene tras él. Y no
hablemos aquí de riesgos de orden político; a veces, el
patriotismo es la locura; otras veces, como en México
ahora, es más aún que la prudencia: es la cautela [...]
hablamos de riesgos económicos». Y reproduce
comentados los artículos del tratado que juzga más
notables, con las opiniones que expresa el diario The
Sun de Nueva York y «otros de menos influencia en
Washington», en torno a las consecuencias que tendría
para México la aplicación del acuerdo,41 a la par que
invita a los lectores a reflexionar sobre el texto y sus
implicaciones.
La que hemos denominado tercera etapa del
proyecto corresponde al período en que Martí se
desempeña como director de La América.
En junio de 1883, La América, «revista mensual de
industria, comercio y agricultura e intereses generales
hispanoamericanos», fundada por E. Valiente y Co., se
reestructura y comienza a operar a cargo de La América
Publishing Co. El presidente es R. Fornés y como
director funge José Martí.
En el artículo titulado: «Los propósitos de La
América bajo sus nuevos propietarios», de factura
martiana, que se da a la estampa en el número de enero
de 1884, se exponen los objetivos declarados de la
publicación en su nueva etapa:
Convertirse en «el obser vador vigilante de los
trascendentales y crecientes intereses de la América Latina
en la América Sajona, el explicador de la mente de los
Estados Unidos del Norte ante la mente de aquellos que
son en espíritu, y serán algún día en forma, los Estados
Unidos de la América del Sur; [...] el punto de reunión y
cita, en suma, de los intereses y pensamientos de las dos
Américas». [...]
De unas tierras le piden que sea periódico exclusivamente
literario. Hermoso sería un periódico de este género; pero
los tiempos son graves, y acaso temibles, y ni un ápice
menos que críticos. Se van levantando en el espacio, como
inmensos y lentos fantasmas, los problemas vitales de
América: —piden los tiempos algo más que fábricas de
imaginación y urdimbres de belleza. Se puede ver en todos
los rostros y en todos los países, como símbolos de la
época, la vacilación y la angustia.— El Mundo entero es
hoy una inmensa pregunta.
De otras tierras desean que La América se convierta en el
exponente serio, en el avisador prudente, en el explicador
minucioso de las cuestiones fundamentales, y ya en punto
de definición, que se presentan impacientes y dominantes
104
a la América Española. [...] Pero hoy por hoy, por razones de
cautela, de conservación y de origen, La América no será más
que el germen y la preparación de este [...]
Definir, avisar, poner en guardia, revelar los secretos del éxito,
en apariencia, —y en apariencia solo— maravilloso de este
país; facilitar con explicaciones compendiadas y oportunas y
estudios sobre mejoras aplicables, el logro de éxito igual,
—¡mayor acaso, sí, mayor, y más durable!— en nuestros
países; es decir a la América Latina todo lo que anhela y
necesita saber de esta tierra que con justicia le preocupa, e irlo
diciendo con el mayor provecho general, con absoluto
desentendimiento de toda pasión o provecho de personas,
y con la mira siempre puesta en el desenvolvimiento de las
artes prácticas, y el comercio inteligente, bases únicas de la
grandeza y prosperidad de individuos y naciones: —he ahí
los propósitos presentes, y como el alba de los propósitos
futuros, de La América en su nueva condición.42
La afirmación conclusoria de Martí es harto elocuente:
«Hay provecho como hay peligro en la intimidad
inevitable de las dos secciones del Continente Americano».
Uno de los trabajos más importantes por su
trascendencia sociopolítica para las naciones de América
Latina que ilustra fehacientemente cómo operaba en la
práctica Martí en esta tercera etapa, es, sin dudas, el
material que trata sobre el Congreso Interamericano
—que los Estados Unidos convocaron y que se realizó
entre 1889 y 1890—, antecedente de la doctrina del
panamericanismo y embrión de la Organización de
Estados Americanos (OEA).
Para trasladar a sus lectores latinoamericanos todas
las incidencias de este acontecimiento de importancia
palmaria para la región, Martí tuvo que realizar una intensa
labor de traducción, tanto directa como implícita, y en
sus crónicas reveló el papel que desempeñó en el
transcurso de la conferencia esta modalidad de la
comunicación interlingüística mediada, para propiciar el
entendimiento y salvar la barrera del idioma entre
hablantes de distintas comunidades lingüísticas.
No solamente brindó una prolija información a partir
de sus análisis y re-elaboración de lo que publicaba la
prensa norteamericana (cita y traduce titulares y
comentarios tomados de The Evening Post, Times, Luck,
Harper, Administrator, Mail and Express, The Herald, The
Tribune, The Star, The Sun ), sino que hace una
caracterización de los delegados y de los protagonistas
principales del importante evento que inició sus sesiones
en Washington, el 2 de octubre de 1889. Esto permite a
los interesados seguir, en todo momento, la actuación
de los delegados de sus países respectivos, el cabildeo y
los debates: «ya andaba en la calle impresa [...] la relación
excesiva del debate secreto», anuncia.43
El siguiente fragmento de la carta que escribe a
Manuel Mercado desde Nueva York, el 21 de
noviembre de 1889, en pleno Congreso, nos da una
visión de la agilidad desplegada por el periodista Martí
para enviar con celeridad a su redacción de México los

textos reelaborados y traducidos por él, para no perder
«la primicia» de un material de primera mano, sacado
de «las prensas calientes» y así garantizar la publicación
en El Partido Liberal del proyecto del Zollverein en su
primera versión, que la prensa neoyorkina sacó,
naturalmente, en inglés:
Lo que sí le ruego es que me mande enseguida al periódico,
por su interés y actualidad, el artículo sobre el proyecto del
Zollverein, según va a presentarlo el Gobierno de Estados
Unidos. Por el asunto merece tratar de publicarlo antes que
otro lo traduzca. Yo lo he copiado a la letra de las prensas
calientes, y aún temo de que de Washington haya ido,
aunque creo que se publicó aquí por primera vez.44
Ese documento aparece identificado en la
compilación que hizo Ernesto Mejía Sánchez titulada:
Otras crónicas de Nueva York con el número XVI (107).45
El Partido Liberal lo publicó en su entrega del 3 de
diciembre de 1889 y contiene múltiples citas traducidas
literalmente por Martí de los comentarios que hicieron
los diferentes órganos de prensa norteamericanos sobre
el plan de Unión Aduanera que la Secretaría de Estado
norteamericana intentaba presentar a la Conferencia de
Washington por intermedio de su portavoz, Warner P.
Sutton, a la sazón cónsul general de los Estados Unidos
en México. Martí traduce:
«Otro modo —continúa Sutton— de ajustar la Liga
Aduanera, sería el de convenir una vasta escala de derechos
comunes sobre todas las importaciones, de cualquier clase
que fueran, y que cada país cobrase los derechos de lo que
entrase por sus puertos. Esto es hoy completamente
irrealizable. Hay demasiados intereses hostiles, locales y
nacionales, que hacen esto imposible por ahora. No se
puede pensar en establecer en las condiciones actuales, una
tarifa uniforme para todos los países». Y concluye así,
«Mientras más se estudien los detalles de esa Liga Aduanera,
más difícil me parece intentar más de lo que al principio
sugerí, esto es: declarar libres de entrada en todas las
naciones de la Liga a ciertos artículos, y fijar en cierto número
de otros un derecho uniforme basado en el peso. Y de
tiempo en tiempo se podía ir ampliando o reduciendo
estas listas, según pareciese que lo requerían las necesidades
comerciales de cada nación». Ahora se comprende por qué
pregunta el diario vecino, «¿pues para qué es entonces el
Congreso?»
El Evening Post cierra su artículo así: «El informe de Mr.
Sutton es una prueba clara de la imposibilidad de realizar
nada en este pomposo tema del Zollverein Americano.
Pueden volver a la tranquilidad los europeos alarmados.
El paso más atrevido que osa recomendar el perito
nombrado para presentar la proposición, no llega a diez
pulgadas, y aun así viene con tantos síes y peros que ni ese
paso siquiera cree el proponente que pueda darse, cortísimo
como es. Supóngase lo imposible, y dese por hecho que la
Conferencia llegue a convenir algo por ese tenor: todavía
habría que aguardar a que lo ratificasen veinte Congresos y
Ejecutivos, y a que se deroguen o modifiquen otras tantas
tarifas. Tan visionario es el plan, que probablemente no
llegará a tratarse en serio en la Conferencia de Naciones».46
105
Un traductor llamado José Martí: una valoración necesaria
Sobre la forma en que se resolvía el problema de la
comunicación entre los participantes al evento, Martí
nos ofrece también informaciones: «Y más cuando entre
los delegados son muchos los que desconocen el
inglés»;47 un problema que encontró solución en la
colaboración que prestó José Ignacio Rodríguez y
Hernández, jefe de traductores de la sección española
de la Oficina Internacional de las Repúblicas
Hispanoamericanas con sede en Washington, quien
actuaba en la conferencia en calidad de Secretario de la
Comisión de Derecho Internacional y de la Extradicción,
y como intérprete: «de un lado tiene al cubano José
Ignacio Rodríguez, —narra Martí refiriéndose a la
composición de la mesa presidencial— experto en
ambas lenguas, 48 en el arte de despuntar con la
traducción hábil las arengas hostiles, y en desenvolver
los casos más intrincados del derecho. De otro está
Fergusson, el secretario norteamericano [...] que toma
al vuelo el castellano que oye, y lo vierte al inglés como
le suena, sin azucararlo ni ponerle miel».49
A los buenos oficios de Rodríguez acudiría también
Martí para obtener los textos de los discursos de los
delegados. En una carta que le envía en 1890, dice:
«[o]frecí a Sánchez Peña pedir a usted, para un encargo
que me hizo, los discursos en inglés que pronunció sobre
el Zollverein en la Conferencia [...] Me sería también
necesario el segundo discurso de Henderson».50
De la labor de los traductores en la propia
Conferencia, Martí también nos brinda referencias. Es
sabido que los delegados suelen acudir a los traductores
para obtener determinados textos de su interés, a
sabiendas de que son los primeros que los manejan y
que les son entregados por sus autores mucho antes de
que se pronuncien o se entreguen a Secretaría: «Y al día
siguiente, que era domingo, iba como con alas uno de
los delegados del Norte, para que el traductor, que
pasó la noche encorvado, sobre las cuartillas, le enseñase
aquellas donde se echa abajo el argumento de que el
ochenta y cinco por ciento de lo que viene de la otra
América, entra libre en el Norte».51
En fin, del desarrollo mismo de las sesiones nos
describe la célebre escaramuza entre James G. Blaine,
secretario de Relaciones Exteriores de los Estados
Unidos y el delegado de la Argentina, Manuel Quintana,
cuando llega un momento en que el norteamericano,
que presidía la sesión y la delegación de su país, no
capta un punto de orden. «Traducen confusos los
intérpretes —narra Martí— [e]l presidente solicita pues,
que se le traduzca la intervención del delegado argentino
párrafo por párrafo por lo que este, molesto, exige
que se haga lo propio con la respuesta de Blaine».52
Que sepamos, Martí es uno de los primeros autores
en destacar en su periodismo, expresa y reiteradamente,
el tema de la cultura de masas y del esparcimiento
Lourdes Arencibia Rodríguez
El problema del fondo y la forma en la traducción siempre
ha sido el gran dilema de los traductores. Martí lo resuelve a
partir de una dialéctica entre dos acciones que llama
impensar y transpensar.
colectivo. En efecto, cualquier lectura atenta de sus
propuestas extrae sin dificultades la enseñanza de que
tanto puede enriquecerse espiritual e intelectualmente
el individuo y alcanzar el mismo goce estético cuando
asiste a una función de ópera, acude a la playa o a las
montañas de Catskill, participa en las festividades del
Día de Acción de Gracias o en las exhibiciones de rodeo
de las comunidades autóctonas en las afueras de Nueva
York, o acude a una feria de vacas; temas estos que
más de una vez ocupan las crónicas que elabora. Hemos
escogido este último para ilustrar el punto:
Vamos ahora adonde mañana irá todo Nueva York, a la
«feria de vacas» en Madison Square. Hay que criar las alas, y
que ejercitar las manos. Bien es que Rosa Cleveland enseñe
historia en su lenguaje flameante, y es bien que los ricos de
Nueva York, los mismos que han regalado en estos días al
Museo del Parque Central cuadros famosos, organicen para
estímulo de la industria una exhibición que va a ser célebre,
de vacas lecheras. «El Partido» irá a verlas despacio, para
contar a los agricultores lo mucho que enseñan, pero ya
hoy son interesantes, aun cuando en la confusión de los
trabajos preparatorios no alegran las pintorescas lecherías
los banderines y las luces, las músicas y las lecheras
agraciadas, en sus vestidos de alemanas y de suizas, que
dicen han de ser cosa de verse. Las veremos.53
Sin que la huella de la traducción sea tan obvia en
estos textos como lo ha sido en otros que nos han
servido para calzar nuestros argumentos, es lícito pensar
que no toda la información que se ofrece en ellos la
extrajo Martí de su visión directa de los hechos que
narra.
Me parece justo cerrar el acápite destacando la
acogida que tuvo en determinados espíritus sensibles
el proyecto martiano materializado en La América.
Opiniones como la de Antonio Zambrana, cuyos
elogios Martí reproduce en febrero de 1884 para
conocimiento de todos los lectores de la citada
publicación, significaron un indudable estímulo para el
Apóstol. Dice Zambrana a Martí:
La América es por fin lo que yo soñaba, en estos mismos
días he leído algunos números que antes no había tenido
ocasión de ver, y en todos encuentro cosas admirables;
pero en el último cristalizó mejor el concepto fundamental
del periódico, y hay más espacio para el aire puro.
Nada alteraría yo ahora a su estructura. Aunque usted se
atormente escribiendo sobre máquinas y sobre cultivos,
el caso es que, fuera de un delicioso libro de Pozos Dulces,
nunca había leído yo con encanto trabajo alguno sobre
estas materias; que tal encanto es útil: que eso es un
106
realismo de buena ley; que Ud. da a algunos de esos
artículos el aire de un cuento de Cervantes o una Geórgica;
y que es un periódico el ministerio que a La América toca,
la literatura está mejor así, —como un jardín junto a un
taller—, que como un gran parque central en que pasearan
los latinoamericanos, —que sin necesidad de estímulo
gastan ya demasiado en fantaseo sin mezclar las fuerzas
de su vida.
Pero si no deseo más, —tampoco deseo menos. Ojalá
que no falte en número alguno, —ya que siempre se ha
de hablar de libros nuevos— algo sobre libros viejos. Las
pocas líneas que Ud. dedica a H. Spencer y su definición
de Emerson, bastan para probar que tengo razón.[...]
En resumen, con orgullo de compatriota y con satisfacción
profunda, como americano, mando a Ud., mi querido
amigo, una felicitación entusiasta.54
Martí, traductor de culturas
Traducir es impensar.
Yo creo más [...] Traducir es transpensar...
Todo lo que hemos expuesto hasta aquí nos
reafirma en el convencimiento de que no se puede
circunscribir la profunda definición que Martí hace de
la traducción en el Prólogo a Mes Fils de Víctor Hugo,
a su acercamiento al célebre autor francés, ni al ámbito
de la traducción literaria. Yo creo que la labor de im-
pensamiento y de trans-pensamiento del Martí traductor
de culturas tiene una dimensión mayor.
Personalmente, creo que entre las muchas
definiciones que cabría hacer de la cultura podría
aceptarse la que la considera también —y subrayo el
carácter no taxativo de ese término— como la manera
en que el Yo individual y el Yo colectivo traducen o
interpretan su realidad y la enriquecen. Para utilizar los
conceptos martianos, es el resultado acumulativo de la
labor de «im-pensamiento» y de «trans-pensamiento»
que ha hecho el hombre a través de su historia y que se
expresa en su comportamiento social e individual, en
sus proyecciones, en su modo de vida, en su manera
de pensar, en sus creaciones, en su discurso.
Por eso cuando califico el proyecto martiano de
«cultural» tengo siempre presente esa definición.
A mi modo de ver, Martí concebía el acercamiento
a una obra intelectual como un acto de traducción en
ese sentido más amplio, como una labor de im-

pensamiento/trans-pensamiento consecuente y más allá
del ámbito de la operación lingüística de trasvase.
A esta conclusión llego por mi propia lectura im-
pensada de una carta de Martí a Manuel Mercado en
apariencia intrascendente que, sin embargo, siempre llamó
mi atención en este contexto. Me refiero a la reflexión
que hace del proceso de revisión que Mercado realiza
del folleto Guatemala.
Ahí le mando el resto de mi libro [...] adivine lo que no entienda,
que Ud. sabe de eso. [...] de él me asombra —no que haya salido
con algunas erratas, sino que haya salido con tan pocas, —el
cariño de Ud. penetró mi espíritu, lo vio a través de mi escritura
incomprensible. No sé cómo darle las gracias por el supremo
esfuerzo que ha hecho Ud. traduciendo mi libro.55
Señalo la carga semántica del verbo «traducir» en el
párrafo final: el problema del fondo y la forma en la
traducción siempre ha sido el gran dilema de los
traductores. Martí lo resuelve a partir de una dialéctica
entre dos acciones que llama impensar y transpensar.
Impensar es, como diría Fina García Marruz, pasar del
«tema» a la «mirada». «Necesito “ver” antes (con los ojos
del pensamiento) lo que he de escribir», confiesa Martí. 56
Así lo percibe también Iván A. Schulman, el
distinguido investigador norteamericano de la obra
martiana:
Sus traducciones deben releerse como trans/textos —es
decir, creaciones originalmente de otros escritores, las cuales
sin embargo mediante el vehículo de la traducción se
trans/forman y se injertan en los códigos expresivos del arte
literario, los conceptos morales, y la función combativa de la
literatura martiana. Traducir involucra la labor de transferir,
es decir, de crear un trans/texto, no solo porque se viste lo
otro —la obra original— de los signos lingüísticos de otra
cultura —la hispánica— sino porque en el proceso se
introduce un intermediario —el traductor— cuyas
concepciones estéticas e ideológicas de algún modo se insertan
en el nuevo texto, cuyo original ha escogido para incorporarlo
a su obra.57
Impensar y transpensar son vías martianas para llegar
al hecho cultural que se materializa en el texto meta. No
son categorías opuestas, ni se trata de una lucha de
contrarios, son aproximaciones complementarias al texto
del que necesita apropiarse para recrear. Toda traducción
entraña un compromiso. Traducir es opción y es también
responsabilidad autoral que se comparte. Los pares
categoriales que tradicionalmente se han considerado
opuestos en traducción, como son traducción literal/versión
libre; traducción/adaptación; fidelidad/adaptación, lo
mismo que impensar/transpensar, indican básicamente una
estrategia traslativa que aplica al texto meta en forma
global o parcial. La decisión y la viabiliad dependen de
la ideología subyacente al proyecto específico que el
traductor Martí acomete en cada caso.
Ese doble enfoque se manifiesta, pues, en mayor o
menor medida, en todas sus opciones de traducción y
107
Un traductor llamado José Martí: una valoración necesaria
está presente lo mismo cuando decide expresamente
reproducir «en la mayor cantidad de castellano» lo que
en Hugo supone creación (opciones léxicas, recursos
sintácticos y constantes figurativas), que cuando opta
por que el aspecto fonológico, en la traducción que
hace de los poemas de Poe, reproduzca lo más
fielmente posible los valores fundamentales del original,
o por dejar, en las anacreónticas, a un lado la rima en
favor del acento.
Hay labor de transpensamiento y de impensamiento,
en el sentido martiano, al trascender el original de
Laboulaye para patentizar en su «Meñique» que a la
hora de juzgar la sustancia y la inmanencia de la creación
literaria prefiere aquellas obras donde las realidades de
la vida, con sus aciertos y escollos, no queden
encubiertas ni edulcoradas tras los prodigios de la
ficción, sino que afinquen valores más sólidos que los
que transmitían muchas de las realizaciones
«consagradas» de la cuentística tradicional para niños y
jóvenes; o al ensayar en Ramona una labor de co-creación
autor/traductor para lograr una especie de simbiosis
entre el proyecto de redención social de los indios de
Baja California que aborda Helen Hunt Jackson y su
propia ideología. Todo ello, a fin de que su propuesta
se convierta en un texto nativo que el lector de la cultura
meta acepte sin reservas, como sustituto pragmático
del original de donde procede y quede claro su
replanteamiento im-pensado y trans-pensado de los
conceptos sarmientinos de barbarie y civilización.
Queda identificado para Martí y para el lector
latinoamericano quién es el depredador bárbaro y quién
el humano civilizado. Son claras también sus opciones
de traducción en la excelente versión que realiza de
Misterio de Hugh Conway, cuando hace patente su
capacidad para entender lo otro, lo ajeno, aunque no
corresponda con su gusto artístico, llevando a primer
plano valores de mayor permanencia y replanteando
así la función de la novela en momentos de transición
socioeconómica de la sociedad norteamericana .
Pero también hay labor de impensamiento y
transpensamiento —porque toda elección en el
traductor Martí obedece a una lectura personal y a un
objetivo—, cuando introduce el concepto de cultura
de masas, transformándose, para sus lectores
hispanohablantes, en ese hombre inteligente, al pie de
la rueda, que le explicó a él en inglés todo cuanto se
muestra en la exhibición de ferrocarriles de Chicago,
«acaso la única noticia que de ella anda en lengua de
Castilla», y describe:
No fue aquella, como otras, exhibición muda, más curiosa
que útil, de la que sacan los visitantes mayor asombro en
los ojos que novedad activa en las ideas y provecho en la
mente: fue una exhibición explicada, práctica, de utilidad
inmediata [...] Al pie de cada rueda había un hombre
inteligente que explicaba sus funciones[...] aquellos a
Lourdes Arencibia Rodríguez
quienes la Exposición podía aprovechar de algún modo,
fueron a ella en masa. [...] Ese es el hombre moderno: de
pie junto a las ruedas de trabajo, mira serenamente al futuro.
Y estudia la vida, y analiza sus elementos. Hasta que los
obreros no sean hombres cultos no serán felices.58
En resumen, eso y no otra cosa es apropiarse del
alma del texto y recrear intuitivamente un sentido,
convertirse en artífice de la forma del pensamiento de
un creador que se expresa en otro idioma e im-pensarlo
y trans-pensarlo en una especie de comunión entre la
letra y el espíritu, entre la fidelidad y la creación.
A renglón seguido, ofrecemos una visión de
conjunto de la obra referenciada de traducción directa
de Martí que, en su mayoría, salvo la que corrió por
encargo de las casas editoriales (Appleton, La Edad de
Oro y crónicas muy puntuales), no se destinó a la
imprenta:
Traducciones conocidas de José Martí
Traducción literaria
Poesía (traducciones y versiones)
«A Mistery de Lord Byron», I-E. (no se conserva)
«Canción de Auguste Vacquerie», F-E. (no se conserva)
«Los dos príncipes», de Helen Hunt Jackson, I-E.
«Adiós», de Ralph Waldo Emerson, I-E.
«Annabel Lee», de Edgar Allan Poe, I-E.
«El Cuervo», de Edgar Allan Poe, I-E. (inconclusa)
«No siempre es mayo», de Henry W. Longfellow, I-E.
«La canción de Hiawatha», de Henry W. Longfellow,
I-E. (inconclusa)
«La Rima», de Augusto de Armas, F-E.
«Lalla Rookh», de Thomas Moore, I-E. (no se conserva)
«Oda a Delio» de Horacio, L-E. (dos versiones)
«A su lira», de Anacreonte, G-E.
«A las mujeres», de Anacreonte, G-E.
«Al amor», de Anacreonte, G-E.
«A la paloma», de Anacreonte, G-E.
«A sí mismo», de Anacreonte, G-E.
«Al vivir mi envidia», de Anacreonte, G-E.
«A una muchacha», de Anacreonte, G-E.
«A los amores de sí mismo», de Anacreonte, G-E.
«A la cigarra», de Anacreonte, G-E.
«Los trabajos y los días», de Hesíodo, G-E.
Prosa (traducciones y versiones)
Mis hijos, de Víctor Hugo, F-E.
«Meñique», de Edouard de Laboulaye, F-E.
«El camarón encantado» (cuento eslavo, no está
confirmada la lengua fuente ni el autor).
«Los dos ruiseñores», de Hans Christian Andersen (no
está registrada la lengua fuente).
«La montaña y la ardilla», de Waldo Emerson, I-E.
«Un idilio de Pascua», de André Théuriet, F-E. (no se
conserva)
108
Ramona, de Helen Hunt Jackson, I-E.
Misterio, de Hugh Conway, I-E.
Atrocidades en Cuba, de Lila Warig de Luaces, I-E.
Traducciones de textos no literarios:
Antigüedades griegas, de J. H. Mahaffy, I-E.
Antigüedades romanas, de A. S. Wilkins, I-E.
Nociones de Lógica, de W. Stanley Jevons, I-E.
Fuentes variadas utilizadas en su periodismo
Reflexiones teóricas sobre la traducción:
Prólogo a Mis hijos (1875)
Prólogo a Misterio (1885)
Comentarios sobre las traducciones de «Las Luisíadas»,
de L. V. de Camoens (1882)
Crítica sobre la traducción de G. de Zéndegui de
H. Hjorth Boyensen (1887)
Carta a María Mantilla del 9 de abril de 1895.
Leyenda:
I-E: de inglés a español
F-E: de francés a español
L-E: de latín a español
G-E: de griego a español
Teniendo a la vista este cuadro, permítaseme hacer
una reflexión final: cualquier traductor que tenga en su
haber una obra de tal magnitud, aun sin argumentación
de ningún tipo que lo calce, reclamaría con razón una
valoración y un espacio entre los cultivadores de esta
actividad en su país, y en cualquier parte, y más cuando
ese traductor se llama José Martí. Si a ello se suma que
el cubano se manifestó con singular lucidez y
profundidad sobre aspectos teóricos de una disciplina
que todavía estaba lejos de mostrar una línea de
pensamiento coherente, y que aún hoy, más de un siglo
después de haber enunciado Martí sus postulados, la
traductología no ha incorporado esas reflexiones a su
haber teórico, por tener de ellas un conocimiento
insuficiente, entonces, en vez de preguntarnos: ¿Por qué
Martí?, sería mejor decir...¡cómo no Martí!
Notas
1. Miguel Angel Vega Cernuda es director del Instituto Universitario
de Lenguas y Traductores de la Universidad Complutense de Madrid,
España, y director de su revista Hieronymus complutensis, el mundo de
la traducción, a cuyo Consejo editor me honro en pertenecer desde su
primera entrega.
2. Comentario de la Doctora Ana Cairo Ballester, profesora de la
Universidad de La Habana .
3. José Martí, Obras Completas, t. 20, Editora Nacional de Cuba, La
Habana, 1965, p. 91. En lo adelante se consignarán solo las iniciales,
el tomo y la página.
 Un traductor llamado José Martí: una valoración necesaria
4. Ello forma parte de la investigación integral que realizo del 33. O. C., t. 20, pp. 110-1.
traductor José Martí, si bien no puede ser abordado en este ensayo
por obvias razones de espacio. 34. Ibídem, pp. 84-5.

5. O. C., t. 24, p. 40. 35. Ibídem, p. 77. Cabe señalar que el proyecto concretamente con
el Diario Oficial a que se alude en este trozo, nunca pudo llevarse a
6. Ibídem. vías de hecho, no así, como se sabe, con otras publicaciones.
7. O. C., t. 23, p. 148. 36. Roberto Fernández Retamar, ob. cit., pp. 14-5.
8. O. C., t. 24, pp. 15-6. 37. O. C., t. 20, p. 77.
9. O. C., t. 23, pp. 139-41. 38. Ibídem, p. 115.
10. Ibídem. 39. Ibídem, pp. 140-1.
11. O. C., t. 20, p. 217. 40. Artículo publicado en La América (Nueva York, febrero de
1884), O. C., t. 7, pp. 30-2.
12. O. C., t. 22, p. 50.
41. Artículo publicado en La América (Nueva York, marzo de
13. Ibídem. 1883), O. C., t. 7, pp. 17-22.
14. O. C., t. 23, pp. 139-41. 42. O. C., t. 8, pp. 265-9.
15. Ibídem, p. 200. 43. O. C., t. 6, p. 85.
16. O. C., t. 22, p. 276. 44. O. C., t. 20, p. 153.
17. O. C., t. 23, p. 64. 45. Véase Ernesto Mejía Sánchez, Otras crónicas de Nueva York,
18. André Lefevère, Translation, Rewriting and the Manipulation of CEM-Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1983, pp. 126-8.
Literary Fame, Routledge, Londres/Nueva York, 1992. 46. «El proyecto del Zollverein», en Ernesto Mejía Sánchez, ob.
19. Definición que desarrolla en el Prólogo a su traducción de Mes cit., p. 128.
fils de Victor Hugo, O. C., t. 24, p. 15-8. 47. O. C., t. 6, p. 68.
20. O. C., t. 28, pp. 208-9. 48. Las lenguas de trabajo de la conferencia fueron el inglés y el
21. Se trata de la Vermont Merino Sheep Breeders Association. español. (L.A.R.)
(L.A.R). Véase O. C., t. 20, p. 190-1 y 193. 49. O. C., t. 6, p. 85.
22. Roberto Fernández Retamar, «Martí y la revelación de nuestra 50. O. C., t. 20, p. 367.
América», prólogo a José Martí. Nuestra América, La Habana, Casa
de las Américas, 1974, p. 9. 51. O. C., t. 6, p. 82.
23. O. C., t. 7, p. 104. 52. Véase la descripción martiana de la sesión en O. C., t. 6, p. 99.
24. Ibídem, pp. 105-6. 53. O. C., t. 11, p. 208.
25. Véase O. C., t. 7, pp. 177-9; t. 8, pp. 327-9; y t. 23, pp. 68-9 y 54. O. C., t. 28, pp. 222-3.
198-9.
55. O. C., t. 20, p. 41. El énfasis es mío (L.A.R.)
26. Véase Lourdes Arencibia Rodríguez, «La traducción: Mare
Nostrum muchos siglos después», Hieronymus Complutensis, n. 1, 56. O. C., t. 21, p. 186.
Universidad Complutense de Madrid, 1995, pp. 53-61. 57. Iván A. Schulman, «Transtextualización y socialización fictivas.
27. O. C., t. 7, pp. 180-3. Misterio y Ramona», Anuario del Centro de Estudios Martianos, n. 13,
1990, p. 289.
28. O. C., t. 5, p. 337.
58. O. C., t. 8, pp. 352-7.
29. Interferencia lingüística del inglés en el español de Martí:
«librería» por «library». (L.A.R)
30. O. C., t. 5, p. 342.
31. Ibídem.
32. O. C., t. 28, pp. 227-8. ©
, 1998.

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