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La pobreza de tiempo en México.

Conceptos, métodos y situación actual

Araceli Damián1
Centro de Estudios Demográficos y de Desarrollo Urbano
El Colegio de México

… ahora quería recuperar el tiempo perdido, palabras estas insensatas entre las
que más lo sean, expresión absurda con la cual suponemos engañar la dura
realidad de que ningún tiempo perdido es recuperable
(José Saramago, La caverna, 2000)

Introducción

El enfoque dominante para la identificación de la pobreza en México y en el


mundo basa su análisis en el método de la línea de pobreza (LP) o método del
ingreso (véase World Bank, 1993; CEPAL-PNUD, 1992; CEPAL, varios años,
INEGI-CEPAL, 1993; Lustig y Székely, 1997, Comité Técnico para la Medición de
la Pobreza, 2003). Este enfoque considera como pobres a aquellos hogares cuyo
ingreso está por debajo de una línea de pobreza. Por otro lado, también se han
elaborado estudios basados en el método de las necesidades básicas
insatisfechas (NBI), en los que se definen las variables e indicadores (educación,
vivienda, acceso a la salud, etc.) que determinará si un hogar es pobre o no; el
nivel mínimo para cada indicador y, los hogares que quedan por debajo de este
umbral son considerados como pobres (véase Coplamar, 1982; Conapo, 1993;
Mack y Lansley, 1985; Desai y Shah, 1988). Ambos métodos son incompletos. De
acuerdo con Boltvinik (1992), el primero ignora elementos tales como la
educación, los servicios de salud o la calidad y el espacio de la vivienda. 2 El
segundo no considera al ingreso como parte de las fuentes de bienestar de los
hogares. Ninguno de estos métodos considera al tiempo que requieren los
hogares para el trabajo doméstico, la educación, la recreación y el descanso.
Para ilustrar la importancia de tomar en cuenta al tiempo como parte de la
medición de la pobreza imaginemos dos hogares hipotéticos cuyo ingreso es igual
a la línea de pobreza de $1,000.00 per cápita y, por tanto, desde el punto de vista
de la pobreza por ingresos no serían considerados como pobres. El primer hogar

1
está conformado por Juan, quien vive con su esposa e hijo de 3 años. Juan gana
$3,000.00 y su esposa se hace cargo del cuidado del menor y del trabajo
doméstico. El segundo hogar está conformado por Ana y su hijo de once meses.
Ana es una trabajadora doméstica que gana $2,000.00. No tiene con quien dejar a
su hijo, pagar una guardería está fuera de su alcance, por lo tanto tiene que
amarrarlo para salir a trabajar. A pesar de que, desde el punto de vista del ingreso,
estos dos hogares están en circunstancias similares, tienen diferencias abismales
en términos de su disponibilidad de tiempo y por tanto en su calidad de vida.
El presente artículo tiene como objetivo:
1) Presentar una revisión de distintos aportes teórico que han dado lugar al
desarrollo de metodologías de medición de la pobreza de tiempo;
2) exponer los dos métodos de medición de la pobreza que consideran al
tiempo como una variable para su medición, el del estándar generalizado de
pobreza propuesto por Vickery (1977) y el índice de exceso de tiempo de trabajo
(ET), que forma parte del Método de Medición Integrada de la Pobreza
desarrollado por Boltvinik (1992, 1999, 2000a);
3) Evaluar con evidencia empírica los parámetros normativos utilizados para
el cálculo de pobreza de tiempo del MMIP, con base en encuestas de ingreso y
gasto de los hogares (ENIGHs) y de empleo (ENE).
4) Comparar las diferencias en el uso de tiempo entre pobres y no pobres
por esta dimensión con base en el módulo de uso de tiempo levantado en forma
paralela con la ENIGH, 1996.
5) Analizar en que forma modifica el cálculo del porcentaje de pobres al
combinar la pobreza de ingreso con la de tiempo.
6) Presentar el perfil sociodemográfico de los pobres de tiempo en México.

El tiempo como un recurso esencial para la satisfacción de necesidades

El tiempo es un recurso fundamental de los hogares y su disponibilidad (o su


carencia) afecta directamente la calidad de vida. Aun cuando existen numerosos

2
trabajos que han estudiado al tiempo desde diversas perspectivas, muy pocos lo
han vinculado al análisis de la pobreza. 3 No obstante, en la literatura sobre
pobreza existen diversas referencias a la necesidad de incorporar al tiempo en su
medición. Por ejemplo, a principio de los noventa el comité encargado de revisar el
método oficial para medir la pobreza en Estados Unidos reconoció que “dos
familias con similares recursos económicos pueden tener una vasta diferencia en
recursos de tiempo que de alguna manera debe ser tomada en cuenta para
determinar su bienestar material” (Citro y Michael, 1995: 422). A pesar de
reconocer la veracidad del viejo adagio “tiempo es dinero”, dicho comité no llegó a
un acuerdo de cómo incorporar este recurso en la medición de la pobreza y, por
tanto, lo excluyeron de la medición. Este comité basó su trabajo en la propuesta
desarrollada por Vickery, que se analizará más adelante, y en el trabajo de
Haveman (en coautoría con otros autores).4
Asimismo, Piachaud (1987) afirma que uno de los aspectos largamente
ignorados en la definición y medición de la pobreza es el tiempo y la producción
doméstica. De acuerdo con este autor “la pobreza es frecuentemente definida
como la falta de recursos monetarios. El ingreso es normalmente definido como
control sobre los recursos, pero por conveniencia este control es medido como
ingreso monetario. Para fines de comparación entre distintas situaciones, el
control sobre los recursos debería incluir una medida de producción doméstica –la
cual depende del tiempo y las oportunidades” (p. 155). No obstante, este autor no
hace una propuesta concreta sobre cómo incorporar al tiempo en la medición de la
pobreza, sino que deja este tema dentro de una agenda de investigación.
Oscar Altimir (1979: 20) en su estudio pionero sobre la pobreza en América
Latina afirma que ”los hogares cuenta con el recurso constituido por el tiempo y las
habilidades de sus miembros, que pueden aplicar a actividades remunerativas o a
otros quehaceres, dentro del condicionamiento impuesto tanto por los mercados
de trabajo como por el medio social.” Mas adelante sostiene que los hogares
solventan sus necesidades mediante la aplicación de sus recursos (tiempo,
habilidades, empresas o activos para generar ingresos o venderlos para financiar
gastos de consumo) y del ejercicio de sus derechos (prestaciones de la seguridad

3
social o acceso a los sistemas subsidiados de educación, salud y vivienda) (Ibid.
pp. 21). No obstante, a pesar de que señala que “la medición de la pobreza sobre
la base de una definición multivariada que tenga en cuenta diferentes dimensiones
del bienestar es posible” (p.24), opta por utilizar al ingreso como la única variable
para la medición de la pobreza. Argumenta que existen dificultades en la
agregación de indicadores múltiples del nivel de vida en un solo indicador (p.25).
Desde el enfoque de las necesidades humanas, Doyal y Gough (1991: 190)
establecen que la ausencia de tiempo libre (después de considerar las actividades
productivas y reproductivas) es un indicador para evaluar la satisfacción de la
autonomía, una de las dos necesidades humanas básicas identificadas por estos
autores.5 Otros enfoques consideran al tiempo de manera indirecta. Por ejemplo,
Townsend (1979: 250) en su famoso libro sobre la pobreza en Gran Bretaña
propone como indicadores para medir el grado de privación estándar de un hogar:
si éste no ha tenido una semana de vacaciones el los últimos doce meses; si los
adultos no han invitado a algún amigo en las últimas cuatro semanas; si no han
salido fuera con un amigo en ese mismo periodo de tiempo; si no han tenido una
tarde o noche de entretenimiento en la última semana. Siguiendo la tradición de
Townsend, pero incorporando la percepción de la población sobre lo que es
necesario para la mayoría de ésta en un estudio reciente de la Gran Bretaña
(Gordon et al., 2000) incluye preguntas sobre la necesidad de contar con ciertos
bienes o realizar algunas actividades que afectan la disponibilidad de tiempo en el
hogar. Los bienes y actividades que se relacionan con la disponibilidad de tiempo
(y que fueron considerados como necesarios por la mayoría de la población ) son:
visitar a amigos o a familiares; celebrar ocasiones o fiestas especiales, como
navidad; asistir a la escuela de los hijos en días especiales (día del deporte, por
ejemplo); tener un hobby o actividad recreativa; tener lavadora de ropa; recoger a
los niños de la escuela; tener una comida con amigos o familiares; tener televisión;
realizar un asado o comida especial una vez a la semana; y disfrutar de
vacaciones una vez al año.6
Desde la economía neoclásica la disponibilidad de tiempo se ha abordado
en relación a la restricción que impone el trabajo doméstico (pero sobre todo el

4
cuidado de menores) a la participación laboral. De esta forma, como lo señala
Boltvinik (2004, cap.3) el hogar ideal (en sentido Weberiano) para los economistas
es aquel en que todos sus miembros son asalariados, realizan todas sus comidas
fuera del hogar y contratan los servicios de lavado, planchado y aseo del hogar.
Los requerimientos de tiempo para trabajo doméstico serían igual a cero,
necesitándose únicamente tiempo para el trabajo remunerado y el consumo. Así
las actividades realizadas por los hogares se llevarían a cabo exclusivamente en
la esfera del mercado (la venta de fuerza de trabajo y la compra de mercancías
para el consumo). De esta manera, los hogares se convertirían en unidades puras
de consumo, mientras que las empresas se especializarían en la producción /
comercialización y el Estado sería el arbitro entre los demás agentes sociales y el
encargado de proveer bienes públicos y servicios colectivos. Este modelo, sin
embargo, tiene serias dificultades para funcionar, sobre todo por la existencia de
hogares con requerimientos de crianza de menores, ya que la intervención de la
fuerza de trabajo familiar es (prácticamente) inevitable, aunque el empleo de
servidores domésticos o la crianza de menores en establecimientos
especializados pueden disminuir fuertemente esta necesidad.
En el esquema neoclásico del modelo de la organización económica de los
hogares (véase Becker, 1965) se reconoce que éstos requieren de tiempo para
realizar diversas actividades que quedan fuera del ámbito del mercado. Para este
enfoque los hogares buscan el bienestar de sus miembros no sólo mediante la
venta o renta de sus recursos para obtener el ingreso para comprar bienes y
servicios,7 sino que “sus recursos son utilizados dentro del hogar para producir
bienes y servicios que contribuyan al bienestar de sus miembros: alimento, ropa,
vivienda, servicios básicos de salud, socialización, cuidado, amor, esparcimiento,
entre otros” (Bryant, 1990: 2).
En este modelo el tiempo es uno de los principales componentes de los
recursos físicos y humanos con los que cuentan los hogares para buscar su
satisfacción (o bienestar). Dentro de lo que se denominan actividades de trabajo
se encuentran las mercantiles y las no mercantiles (o también llamadas
domésticas) (Bryant, 1990: 7). En este modelo la maximización de la satisfacción

5
(o del bienestar) por parte de los hogares está sujeto a restricciones monetarias y
de tiempo. De acuerdo con Bryant (1990: 9) desde “los cincuenta y sesenta los
economistas reconocieron la importancia del tiempo como una restricción del
comportamiento. Debido a que el consumo involucra tiempo además de bienes y
servicios, diversos académicos se dieron cuenta de que los hogares enfrentaban
una restricción tanto de ingreso, como de tiempo limitado. Además, los recursos
de tiempo y dinero están íntimamente relacionados debido a que el ingreso de los
hogares aumenta a costa del recurso tiempo: los hogares intercambian su tiempo
por sueldos y salarios en el mercado de trabajo.”
Más allá de las innumerables debilidades de este modelo, 8 lo que importa
resaltar aquí es que se reconoce al tiempo como un recurso necesario para que
los hogares realicen diversas actividades vitales para el funcionamiento de la
sociedad en su conjunto y puedan satisfacer cabalmente sus necesidades
básicas. Sin embargo, la forma dominante de medir la pobreza considera al
ingreso como el único recurso para medirla. Es decir, está rezagado con respecto
a la teoría económica, en la cual se sustenta.

La medición de la pobreza de tiempo

En la actualidad se pueden identificar dos métodos de medición de pobreza


desarrollados de manera independiente y que incluyen al tiempo como una
9
variable fundamental para medirla. El primero propuesto desde la economía
neoclásica por Vickery (1977) y otro desde la perspectiva de las necesidades
humanas y las fuentes de bienestar de los hogares por Boltvinik (1992, 1999). Una
de las diferencias más fuertes entre los dos métodos de pobreza de tiempo es que
mientras Vickery tiene como objetivo determinar el máximo número de horas que
los adultos del hogar (mayores de 17 años) pueden dedicar al trabajo doméstico y
extradoméstico, Boltvinik busca establecer la carencia de tiempo libre en el hogar.

La maximización del tiempo de trabajo (doméstico y extradoméstico)

6
Vickery (1977) elaboró una propuesta alternativa a la forma oficial de medir la
pobreza en los Estados Unidos, sin embargo, sus propuestas no han sido
retomadas hasta el momento. Su propuesta se basa en los postulados de Gary S.
Becker (1965) sobre la asignación del tiempo en los hogares. Becker señala que
existe un costo monetario para las actividades no productivas que debe ser
considerado en la función de utilidad de los hogares, ya que el tiempo dedicado a
éstas podría haber sido utilizado productivamente. De acuerdo con este autor los
hogares son unidades tanto productivas como maximizadoras de utilidad (Ibid:
494-495). Critica a los economistas que separan tajantemente la producción del
consumo, suponiendo que la primera ocurre en las empresas, mientras que el
segundo se presenta en los hogares. De acuerdo con Becker “un hogar es
realmente una ‘pequeña fábrica’: combina bienes, materias primas y trabajo para
limpiar, alimentar, procrear y producir bienes útiles” (Ibid: 496). El enfoque del
ingreso total, como Becker llama a su propuesta, permite, según el autor, unificar
el tratamiento de todo tipo de sustituciones entre ingreso pecuniario y no
pecuniario, independientemente de su naturaleza o si éste se lleva a cabo en el
trabajo o en el hogar.
Becker sostiene que si bien el costo de oportunidad del llamado “consumo
productivo” (dormir, comer y hasta jugar) ha sido considerado en el pensamiento
económico, éste no había sido incorporado en el análisis de la toma de decisiones
en el hogar.10 De esta forma, los miembros del hogar que son relativamente más
eficientes en las actividades del mercado usarán menos de su tiempo en las
actividades de consumo y viceversa (Becker, 1965: 512). De esta forma, los
hogares enfrentan una restricción no sólo de ingreso sino también de tiempo.
Siguiendo el pensamiento de Becker, Vickery (1977: 27) sostiene que “si el
mínimo nivel de consumo para no ser pobre requiere tanto de dinero como de
producción doméstica, entonces los estándares oficiales de pobreza no miden
correctamente las necesidades de los hogares”. Vickery (1977: 29) propuso un
método de medición de la pobreza que llamó el estándar generalizado de
pobreza,11 el cual considera la carencia de ingreso y de tiempo. Uno de los
supuestos básicos de su modelo es que ni el nivel mínimo de tiempo 12 ni el de

7
ingreso13 por sí solos son suficientes para proveer un estándar de vida sin
pobreza.
Esta autora propone calcular una línea de pobreza (LP) que incluye una
cantidad de dinero adicional para pagar bienes y servicios que sustituyan el
trabajo doméstico (o cuidado de menores) si el hogar no cuenta con suficientes
horas-adulto para realizarlo. Uno de los principales problemas del índice de
Vickery es que supone que todos los adultos del hogar están dispuestos a trabajar,
a la tasa salarial prevaleciente, que no existen periodos de desempleo y que, si se
trabajan menos horas de las que podrían hacerlo los adultos es por razones de
preferencia. De acuerdo con el autor, la falta de horas-adulto desfavorece sobre
todo a los hogares monoparentales encabezados por mujeres, quienes deberían
de recibir una mayor compensación en los programas oficiales de ayuda contra la
pobreza dada su carencia de tiempo.
Vickery propone remediar este problema mediante el establecimiento de
normas de ingreso y de tiempo requerido para trabajo doméstico y extradoméstico.
Plantea que “los recursos de cada familia están determinados por sus activos y
por el número de horas adulto disponibles para ganar ingreso en el mercado o
para producir bienes y servicios de consumo fuera de éste.”
Para construir el índice del estándar generalizado, Vickery (1977: 29)
supone que los miembros del hogar requieren tener un tiempo mínimo (T 0)
(además del necesario para mantenerse física y mentalmente sano), para
administrar el hogar (y en su caso, para supervisar a las personas contratadas
para llevar a cabo las labores domésticas necesarias) y para convivir entre ellos
con el fin de que éste funcione como unidad, independientemente del ingreso con
el que cuenten, y un mínimo de dinero para satisfacer sus necesidades básicas
(M0) independientemente de la cantidad de tiempo disponible en el hogar. Un
segundo supuesto es que ninguno de los niveles mínimos de tiempo y dinero son
suficientes por sí mismos para proveer un estándar de vida sin pobreza. Si sólo se
cuenta con la cantidad de tiempo T 0 (o de dinero M0), entonces el hogar necesita
una cantidad de dinero M1 (o de tiempo T1) para alcanzar el umbral de pobreza
(gráfica 1). La curva del umbral de pobreza que representa la combinación de

8
dinero y de tiempo mínimos para tener un estándar de vida sin pobreza puede
verse en la curva que forman los puntos AB de la gráfica 1.
Para establecer las normas de tiempo mínimo requerido en el hogar la
autora se basó en una encuesta de presupuesto de tiempo realizada en Estados
Unidos a 1400 hogares de clase media con la presencia de jefe de hogar y esposa
en 1967. Las normas de requerimientos de trabajo doméstico están basadas en
los tiempos que dedican a las actividades domésticas los hogares con
desempleados, dado que Vickery supone que los hogares pobres son “menos
eficientes” que la clase media para realizar este tipo de actividades.
Por otra parte, la norma de ingreso mínimo está basada en la “canasta
alimentaria económica” definida por el departamento de Agricultura de los Estados
Unidos como nutricionalmente adecuada para casos de “emergencia de uso
temporal cuando los recursos están bajos” (itálicas agregadas). El costo de esta
canasta es multiplicada por tres para obtener el ingreso total mínimo o M 0. El
punto T1, M0 representa la combinación del mínimo de insumos de mercado con el
correspondiente tiempo necesario para que el hogar no sea pobre. Por su parte
M1, T0 corresponde a la situación en donde la máxima substitución de dinero por
tiempo no mercantil se ha hecho para mantener el nivel de consumo del hogar en
el umbral de pobreza. M1 es igual a M0 más la cantidad de dinero necesaria para
contratar el tiempo de otros para realizar las labores domésticas o adquirir bienes
producidos en el mercado (Vickery, 1977 31-32).
Vickery establece como norma de tiempo mínimo necesario para el
mantenimiento físico y mental sano de una persona 81.4 horas a la semana (7.6
horas diarias para dormir, 0.3 para descansar, 1.2 para comer, 1.1 para cuidados
personales y 10 horas de tiempo libre a la semana). Tomando en cuenta que una
semana consta de 168 horas, las disponibles por cada adulto en el hogar para
realizar trabajo doméstico o extradoméstico son de 86.6 (T m) (Vickery, 1977: 33).
Los requerimientos de tiempo de trabajo doméstico (T 1) dependen del número y
edad de los miembros del hogar (véase cuadro 1). Así por ejemplo, un hogar
conformado por un adulto y un menor requeriría 57 horas a la semana de trabajo
doméstico. Si el adulto trabajara 40 horas a la semana, le quedan disponibles 46.6

9
horas para dedicarse al trabajo doméstico. Por lo tanto el hogar requerirá, además
del dinero para cubrir la canasta mínima (M 0), un ingreso adicional que le permita
contratar el tiempo de una persona por alrededor de 10 horas a la semana, o
pagar los servicios que no puedan ser cubiertos dentro de las 46.6 horas de las
que dispone (ejemplo, lavado de ropa, comidas fuera de casa, guardería, etc.) Si
el hogar no cuenta con este ingreso adicional, entonces es considerado como
pobre.14
Al utilizar el estándar generalizado de pobreza aumenta el número de
hogares pobres encabezados por mujeres con presencia de miembros de hasta 17
años de edad que se incrementa en 14% (272,000 hogares más con estas
características), lo que a su vez aumenta el porcentaje total de pobreza de 8.8% a
9.3% del total de hogares en Estados Unidos en 1973 (Vickery, 1977: 34-35).
La propuesta de Vickery puede criticarse desde diversos puntos de vista.
En primer lugar se construyó con una visión minimalista tanto de la línea de
pobreza como de los requerimientos de tiempo libre en el hogar. Como fue
señalado, la línea de pobreza utilizada sólo debe ser consumida temporalmente o
en caso de emergencia. Se podría preguntar si la pobreza de los hogares tiene un
carácter temporal o de emergencia. Por otra parte el establecimiento de canastas
mínimas ha sido criticado sobre la base de que ignora el hecho de que los hábitos
de las personas no están determinados por tal ejercicio de minimización (Sen,
1984: 12).
Además, la línea de pobreza utilizada por Vickery está totalmente alejada
de las prácticas sociales, ya que supone que los hogares pueden comprar muy
pocos productos en el mercado y que por tanto todos los alimentos consumidos
por los miembros del hogar son preparados en casa (incluyendo las “entre
comidas” o “snacks”). Esto requeriría que al menos un miembro del hogar dedicara
todo su tiempo disponible a trabajo doméstico y que fuera un eficiente
administrador(a) con habilidades para comprar inteligentemente (Vickery, 1977:
30, itálicas agregadas), situación que no concuerda con la disponibilidad de
tiempo-adulto en la mayoría de los hogares pobres.

10
Por otro lado, en lo que se refiere al cálculo de la pobreza de tiempo Vickery
asigna un precio de substitución del tiempo de trabajo doméstico por bienes y
servicios adquiridos en el mercado muy bajo. 15 Además, el cuidado de menores es
una actividad que tiene por lo general mayores costos que el del pago al trabajo
doméstico y, por tanto, los hogares con requerimientos de este tipo de servicio
quedarían clasificados como no pobres, a pesar de que su ingreso resulte
insuficiente para cubrir esta necesidad.
La norma de tiempo libre de 10 horas a la semana es muy baja para los
estándares socialmente observados. Suponiendo que estas horas se disfrutan los
domingos, los adultos no tendrían derecho siquiera de mirar la televisión entre
semana. Situación que se aleja considerablemente de la realidad. 16

El enfoque del tiempo libre

Desde el enfoque de las necesidades humanas, Boltvinik (1992, 1999, 2003) ha


planteado que para la satisfacción de éstas los hogares disponen de seis fuentes
de bienestar, entre las cuales se encuentra el tiempo disponible para educación,
recreación, el descanso y las tareas domésticas.17 Siguiendo a diversos autores
(Marx, Markus, Sen, Maslow; Doyal y Gough, Lederer; Kamenetzky), Boltvinik
establece que las necesidades humanas son el elemento constitutivo del
florecimiento humano,18 pero que no es a partir de este eje en el que podemos
llegar al concepto de pobreza. El corte para distinguir a los pobres de los no
pobres debe realizarse en el eje del nivel de vida. Para Boltvinik (2003: 11) “la
diferencia entre ambos ejes consiste en que en el del florecimiento humano está el
ser humano completo, con todas sus necesidades y capacidades, mientras que en
el del nivel de vida están solamente los elementos económicos de dichas
necesidades”.19
El autor plantea que existen tres tipos de satisfactores de las necesidades
humanas: los objetos (bienes y servicios), las relaciones y las actividades. En
todos los casos se requiere que el individuo invierta tiempo personal. Sin embargo,
mientras que en algunos casos el tiempo es un satisfactor secundario (como el

11
tiempo que dedicamos a comer, aunque no lo es el dedicado al abasto de
alimentos y a su preparación), en otros cobra mucha mayor centralidad, como es
el caso de las relaciones y las actividades (Boltvinik, 2003: 17).
Para obtener estos tres tipos de satisfactores los hogares cuentan con las
seis fuentes de bienestar antes señaladas. A partir de éstas Boltvinik (1992)
desarrolló el Método de Medición Integrada de la Pobreza. Este método combina
el de la LP y el de necesidades básicas insatisfechas (NBI). Además, incorpora un
índice que mide el exceso de tiempo de trabajo (ET). 20 Este autor parte de una
crítica a las mediciones de pobreza basadas en los métodos parciales de LP o
NBI. De acuerdo con él, la limitación principal de estos métodos “consiste en que
proceden, el primero, como si la satisfacción de necesidades básicas dependiera
solamente del ingreso o del consumo privado corriente de los hogares; y el
segundo, en sus aplicaciones usuales, elige indicadores de satisfacción de
necesidades que básicamente dependen de la propiedad de activos de consumo
(vivienda) o de los derechos de acceso a servicios gubernamentales (agua,
eliminación de excretas y educación primaria), por lo cual implícitamente deja de
tomar en cuenta las demás fuentes de bienestar. Es decir, en la medida en que las
fuentes de bienestar consideradas por ambos métodos son distintas, el autor
concluye que más que procedimientos alternativos, como se les suele considerar,
son complementarios (Boltvinik, 1992: 355).
Asimismo, señala que las fuentes de bienestar tienen distintos grados de
sustituibilidad. Por ejemplo, con un mayor ingreso se pueden sustituir algunos
derechos de acceso a bienes o servicios gubernamentales, atendiendo
necesidades como salud y educación privadamente, o bien, sustituir la no-
propiedad de algunos activos de consumo (verbigracia, rentar una vivienda). Sin
embargo, no hay sustituibilidad entre algunas fuentes. Con ingresos adicionales no
se puede sustituir la falta de tiempo disponible para educación y recreación; si no
están desarrolladas las redes básicas de agua y drenaje, no será posible (o será
muy caro) acceder a estos servicios (Boltvinik, 1992, 355). Con el fin de evitar
duplicidades, Boltvinik identifica cuales fuentes de bienestar tienen que ser
verificadas por LP (las necesidades que dependan fundamentalmente del

12
consumo privado corriente) y cuales por NBI (las necesidades que dependen
conceptualmente o de manera preponderante -y para la mayoría de los hogares-
del gasto público, y de la inversión acumulada del hogar).
Para el cálculo del tiempo disponible se utiliza en el MMIP el índice de
exceso de tiempo de trabajo (ET). Este índice permite clasificar a los hogares
entre pobres y no pobres por tiempo, de acuerdo con la disponibilidad de personas
en el hogar para llevar a cabo el trabajo doméstico y extradoméstico. Cabe
resaltar que una preocupación fundamental de Boltvinik al elaborar este índice fue
considerar si los hogares cuentan con tiempo libre una vez que hayan cubierto sus
actividades necesarias en el ámbito doméstico y éxtradoméstico. El autor
considera que la cantidad de tiempo libre está, en parte, socialmente determinada
ya que “depende de las costumbres sobre la duración de la jornada de trabajo,
sobre los descansos semanales y anuales, inversamente de los ingresos del hogar
(los hogares con problemas de ingresos se verán impulsados a intentar alargar las
jornadas de trabajo o a incorporar más miembros a dicha actividad) y de
preferencias individuales” (Boltvinik, 2000a: 5.) Asimismo, la necesidad de tiempo
de recreación varía de acuerdo con la edad de los miembros del hogar. Por
ejemplo, el tiempo necesario para actividades lúdicas es mayor para los niños y
adolescentes, que para los adultos. A continuación presentaré una evaluación de
los parámetros normativos del ET.

El índice de exceso de tiempo de trabajo, ET

El calcula del ET considera el tiempo dedicado por todos los miembros del
hogar en edad de trabajar (de 12 años y más) a trabajo extradoméstico y los
factores que influyen en la determinan de los requerimientos de tiempo de trabajo
doméstico en el hogar.21 La norma de tiempo para dedicarlo a trabajo
extradoméstico o doméstico es de 8 horas, seis días a la semana. Esta norma se
estableció con base en el artículo 123 constitucional que señala como jornada
laboral máxima. De manera implícita se considera al trabajo doméstico con el
mismo estatus que el extradoméstico. Cabe resaltar que la definición de número

13
de horas es normativa, es decir es lo deseable. En la práctica muchas personas
trabajan extradomésticamente ó domésticamente más de 8 horas diarias y tienen
poco, si no es que ningún tiempo libre, aún en fines de semana.
De manera implícita el ET reconoce un tiempo necesario para llevar a cabo
otras actividades que permiten el mantenimiento físico y mental de una persona
(alimentación, sueño, aseo personal), así como para otras actividades (tiempo
libre, traslados, etc.). Boltvinik (2000a) supone un tiempo necesario para
actividades de cuidado y mantenimiento personal (sueño, alimentación y aseo) de
10 horas diarias. Al sumar éstas con el tiempo para el trabajo doméstico y/o
extradoméstico da como resultado una norma de 18 horas diarias que cada adulto
puede realizar; tiempo que Boltvinik denomina obligado. De las restantes 6 horas
por día se considera deseable, que el adulto dedique a tiempo libre entre 2 y 4
horas, y el tiempo restante (de 2 a 4 horas) implícitamente se supone está
destinado a tiempo de traslado a escuela o trabajo y otras actividades (trabajo
comunitario, etc.). El autor considera al tiempo libre como la antítesis del tiempo
obligado.
Asimismo, se define el número de miembros que normativamente pueden
realizar el trabajo doméstico y/o extradoméstico. Éste se determina entre aquellos
que de 15 a 69 años de edad. El límite inferior de edad se estableció con base en
la norma de educación contenida en el MMIP, que establece como mínimo de
instrucción la secundaria completa, suponiendo que los menores de esta edad
deben dedicar tiempo completo al estudio y/o juego (u ocio). También están
excluidos por razones de edad los miembros de 70 años y más bajo el supuesto
de que es en esta edad en la que las personas se retiran en mayor proporción del
mercado laboral.22
Para determinar el número de personas en el hogar que normativamente
puede dedicarse al trabajo extradoméstico, el ET descuenta a los ocupados que
no trabajaron la semana de referencia,23 así como una fracción del tiempo de
aquellos miembros de 15 a 69 años de edad que declararon estar estudiando. La
norma en este caso establece que éstos pueden dedicar hasta 20 horas al trabajo

14
doméstico y/o extradoméstico. Se descuenta a los incapacitados en el hogar 24 y
los requerimientos de jornadas de trabajo doméstico del hogar (RJTD j).
La ITD aumenta con la necesidad de acarreo de agua en el hogar (AA); con
la carencia de acceso a servicios de cuidado de los menores de hasta 10 años
(CASCM); y con la carencia en el hogar de equipo ahorrador de trabajo doméstico
(refrigerador, lavadora, licuadora y vehículo de motor) (CEATD). 25 Una vez
obtenidos los valores de ITD, a los hogares se les asigna un número de jornadas
de trabajo doméstico. El cuadro 2 muestra el número de jornadas requeridas de
acuerdo al tamaño del hogar, la presencia de menores de 10 años y el valor de la
intensidad de las jornadas de trabajo doméstico (baja, media y alta). 26 Por ejemplo,
un hogar de hasta tres miembros sin menores de diez años requeriría de entre 0.3
a 0.7 jornadas de trabajo doméstico dependiendo de si cuenta o no con equipo
ahorrador de trabajo doméstico y requiere o no acarrear agua. En el otro extremo
tenemos un hogar conformado por nueve miembros o más, con presencia de
menores, que requerirá de entre 1.4 a 1.8 jornadas de trabajo doméstico
dependiendo del valor de ITDj.
Al número de jornadas de trabajo doméstico requeridas (RJTDj) se
descuenta a los servidores domésticos que trabajan en el hogar j. Esto se hace
cuando en la ENIGH se registra que el hogar hizo el pago de servicios domésticos
o tiene la presencia de servidores domésticos residentes. 27
A nivel normativo, el índice ET equivale a 1, esto significa que en los
hogares donde tienen este valor no hay exceso de tiempo de trabajo
extradoméstico, ni se trabaja por debajo de la norma. Los hogares donde hay
exceso de tiempo de trabajo tienen un ET superior a 1 y son pobres por tiempo.
Cuando el ET es inferior a 1 los hogares no son pobres por tiempo.
Existen ciertas similitudes entre la propuesta de Vickery y la de Boltvinik, no
obstante los parámetros de tiempos dedicados a ciertas actividades varían
considerablemente. Por ejemplo, ambos autores consideran que el tiempo
dedicado a sueño, aseo y alimentación es de 10 horas diarias. No obstante
Vickery considera un total de sólo 12 horas a la semana entre descanso y tiempo
libre y Boltvinik le asigna a estas actividades hasta 50 horas a la semana. Otra

15
diferencia sustancial es que Vickery supone que un adulto puede dedicar 49 horas
a la semana al trabajo y traslado a éste y otras 36.6 horas más al trabajo
doméstico. Boltvinik, por su parte, considera que la jornada máxima de trabajo
extradoméstico o doméstico (o combinados) es de 48 horas (aunque en ciertos
casos se deberían considerar más hora para traslados).

Evaluación de los parámetros del ET

Existen diversas interrogantes sobre los parámetros normativos en los cuales se


basa el cálculo de la pobreza de tiempo por medio del ET. Para analizar las
normas utilizadas me basé en los microdatos del módulo de uso de tiempo que fue
levantado por primera vez en la ENIGH de 1996 y en los datos publicados la
Encuesta Nacional de Empleo (ENE) de 1996 (con el fin de que las dos fuentes se
refieran al mismo año).28 Asimismo analicé el trabajo de Vickery (1977) y Barbieri
(1984) que han medido el tiempo de trabajo doméstico.
Antes de proseguir con el análisis es importante mencionar que las
encuestas presentan algunos problemas de información. Por un lado, tenemos la
ENE tiene una sola pregunta sobre el tiempo que las personas de 12 años y más
dedican a los quehaceres del hogar, el cuidado de niños, de ancianos o de
enfermos; otra para el estudio; y una más pare el tiempo dedicado a los servicios
gratuitos a la comunidad. Uno de los problemas fundamentales de la encuesta es
que la información resultante es bastante general ya que, por un lado, no se
enumeran las actividades a incluir dentro de las domésticas, y por otro, una sola
persona en el hogar responde por el resto de los otros miembros. Probablemente,
la percepción del ama de casa (o de quien responda la encuesta) en cuanto al
tiempo que participan los distintos miembros del hogar en quehaceres domésticos
sea bastante subjetiva y/o desinformada. La ENIGH de 1996, por su parte, tiene
un cuestionario bastante detallado de las distintas actividades domésticas y
extradomésticas que pueden ser realizadas durante la semana (planchado, lavado
de ropa, recreación, trámites bancarios, cuidado de otros miembros, etc.) No

16
obstante, tiene problemas de contabilización del tiempo dado que algunas
actividades que se pueden realizar simultáneamente son registradas de manera
separada. Por ejemplo, la encuesta tiene un pregunta para cuidado de niños, otra
para ancianos y otra para enfermos; existen casos en los que al sumar estas tres
actividades resulta que algunas personas les dedican más de 20 horas diarias a
estas tres actividades en su conjunto. Lo mismo sucede con el trabajo doméstico,
la recreación, etc.; cada actividad tiene una pregunta específica y no podemos
saber cuáles se realizaron simultáneamente, por ejemplo, tejer y mirar televisión
son actividades que muchas mujeres realizan simultáneamente y sin embargo son
contabilizadas por separado. Para el análisis que se presenta a continuación
supuse un máximo de 16 horas diarias para la dedicación de cualquier tipo de
actividad o al conjunto de éstas.
Iniciaré el análisis de la norma máxima de 48 de trabajo extradoméstico y/o
doméstico que pueden realizar los miembros del hogar. Es importante resaltar que
este parámetro considera en igualdad de derecho de tiempo libre a todos aquellos
que participan en cualquiera de los dos tipos de trabajo, sean hombres o mujeres.
Para analizar la consistencia de esta norma he calculado la cantidad de
tiempo dedicado a trabajo extradoméstico ó doméstico de aquellas personas que
declararon dedicarse exclusivamente a cualquiera de estas dos actividades en la
ENE y la ENIGH (véase cuadro 3). Ambas encuestas registran tiempos de trabajo
extradoméstico promedio muy cercanos a la jornada de 48 horas, aunque en la
ENIGH los tiempos promedio son más altos debido a que se incluye el tiempo
dedicado al segundo trabajo, mientras que la ENE, a pesar de ser una encuesta
de empleo, no cuenta con esta información. De esta forma tenemos que la ENE
registra 47.6 horas a la semana dedicadas al trabajo principal y la ENIGH 49.8
dedicadas al trabajo principal y secundario. Los hombres dedican un poco más de
tiempo a esta actividad (47.7 y 50.0 horas de acuerdo a la ENE y ENIGH,
respectivamente), que las mujeres (45.5 y 46.8 horas, respectivamente).
En lo que se refiere al trabajo doméstico las encuestas presentan mayores
diferencias. La ENE registra un promedio de 42 y la ENIGH de 56 horas a la
semana de trabajo doméstico para la población que declaró dedicarse

17
exclusivamente a esta actividad. Esta variación puede deberse a los problemas de
captación de información sobre uso de tiempo antes mencionados.
El número promedio de horas semanales que los hombres dedican a
trabajo doméstico (cuando sólo se dedican a éste) es de cerca de 16 horas tanto
en la ENE como en la ENIGH. La ENE reporta que las mujeres dedican en
promedio 44.3 horas y la ENIGH 60.8 horas a la semana (alrededor de 10 horas
diarias seis días a la semana). Aún cuando los valores de la ENIGH son altos y
están por encima de la norma de 48 horas a la semana, parte de ello se debe a la
duplicidad de tiempos por actividad.
No obstante, suponiendo que estos valores fueran ciertos, significaría que
las personas que realizan exclusivamente trabajo doméstico lo hacen
aproximadamente dos horas diarias por encima de la norma, tiempo equivalente al
que miembros del hogar, que trabajan extradomésticamente, destinan transporte,
sobre todo en las grandes ciudades. 29 Por otro lado, el dato derivado de la ENE
queda por debajo de la jornada de 48 horas a la semana, aunque se acerca
bastante (0.93 de una jornada). A pesar de los problemas de captación
mencionados, los datos aquí presentados me permiten afirmar que la norma de 48
horas se acerca bastante al tiempo promedio que aquellos que se dedican
exclusivamente a una de las dos actividades: el trabajo extradoméstico o el
doméstico (a excepción de los hombres dedicados al trabajo doméstico), por lo
cual podemos concluir que esta norma resulta consistente con la práctica social.
Pasemos ahora a analizar los requerimientos de trabajo doméstico en los
hogares. Esta es un área donde es difícil encontrar consensos en términos de
normas, dado que el tiempo dedicado a esta actividad depende de muchos
factores difíciles de controlar empíricamente (entre otros, preferencia, habilidades,
etc.) Por ejemplo, un persona puede considerar suficiente barrer su casa dos
veces a la semana, mientras que otra considere necesario realizarlo diariamente.
Por otro lado, el trabajo doméstico varía de acuerdo con las características
demográficas del hogar (v.g. número de personas en el hogar, ciclo de vida, etc.).
No obstante, se pretende que las normas representen los mínimos de limpieza
necesarios.

18
Como ya lo he mencionado, en el ET los requerimientos de jornadas de
trabajo doméstico dependen del número de miembros en el hogar, presencia de
menores de hasta 10 años, acceso a cuidado de los mismos (guarderías y
escuelas), disponibilidad de equipo ahorrador de trabajo doméstico y necesidad de
acarreo de agua. Esto da como resultado un rango de jornadas de trabajo
doméstico que va desde 0.3 en hogares con menos de 4 miembros y sin menores,
hasta 1.8 en hogares con 9 miembros y con presencia de menores de 10 hasta
años (véase cuadro 2).
Comparando los requerimientos de jornadas de trabajo doméstico del ET
con los establecidos por Vickery30 encontramos ciertas diferencias. Por ejemplo,
según Vickery, el número de jornadas domésticas requeridas en los hogares varía
de 0.65 en hogares unipersonales hasta 1.54 en hogares con 2 adultos y 6 o más
menores de hasta 14 años de edad (véase cuadro 1). Estas normas son
comparables con las correspondientes a las de intensidad alta en la propuesta de
Boltvinik. Esto se debe a que Vickery supone que los hogares con estos
requerimientos de tiempo sólo cuentan con el ingreso mínimo necesario para no
ser pobres y que por tanto no tienen capacidad para adquirir ciertos bienes en el
mercado (todos los alimentos son preparados en casa, no hay lavadora de ropa y
no se paga por este servicio, no se contrata o paga por cuidado de menores, y en
general no cuentan con automóvil) (véase Vickery, 1977: 44). En el caso de
Boltvinik se refiere a hogares sin equipo ahorrador de trabajo doméstico, que
requieren acarrear agua y no cuenta con vehículo de motor.
Los requerimientos de jornadas de trabajo doméstico para hogares
pequeños en ambos autores son casi idénticas (0.65 en Vickery y 0.7 en Boltvinik
para hogares con requerimientos de trabajo doméstico intenso), aunque la
composición de los hogares es distinta. Mientras que para Vickery se trata de
hogares con un solo adulto, para Boltvinik pueden ser hogares de hasta tres
adultos. Traducido en número de horas Vickery asigna como requerimiento de
trabajo doméstico para una sola persona más de cinco horas seis días a la
semana, lo que a mi juicio resulta excesivo. En la propuesta de Boltvinik este tipo
de hogares también tendrían asignado un requerimiento similar (no obstante su

19
porcentaje en el total de hogares es apenas 1.8%) sin embargo se encuentran
incluidos también los hogares con dos y tres personas sin menores de 10 años,
que si podrían requerir un tiempo de trabajo doméstico de esta magnitud
(representando 11.9% del total).
En el rango superior no hay grandes diferencia ya que Vickery supone que
los hogares de 8 miembros y más (2 adultos y 6 niños) requieren 1.54 jornadas de
trabajo doméstico (10.5 horas diarias) y Boltvinik supone para hogares con
similares características (hogares de entre 4 y 8 miembros, con la presencia de
menores de 10 años) 1.5 jornadas. No obstante, Boltvinik considera la existencia
de hogares con mayores requerimientos de jornadas laborales (con hasta 1.8
jornadas).
Por otro lado, es interesante observar que Barbieri (1984) encontró tiempos
de dedicación al trabajo doméstico similares a los supuestos por los dos autores
anteriores. De las 17 (de 36) mujeres en su estudio que no contaban con servicio
doméstico o especificaron dedicarse al trabajo doméstico exclusivamente,
declararon que dedicaban a esta actividad entre 0.85 a 1.54 de jornadas
semanales, rango que varía de acuerdo al tamaño y la presencia de menores de
hasta 10 años en el hogar (véase Barbieri 1984, cuadro IV-4: 105 y cuadro V-4:
185).31 Las normas de tiempo de trabajo doméstico requerido por los hogares
establecidos por Vickery y los resultados observados por Barbieri me permiten
afirmar que las normas para el cálculo de los requerimientos de trabajo
domésticos del ET están en el orden de magnitud correcta.
No obstante, la clasificación por tamaño de hogar en el ET requiere de una
mayor desagregación ya que más del 70% de la población se concentraba en
1996 en el estrato de 4 a 8 miembros por hogar. Asimismo, es necesario realizar
una mayor desagregación de los requerimientos de jornadas de trabajo doméstico
para los hogares con presencia de menores de hasta 10 años de edad ya que las
necesidades de trabajo doméstico aumentan de acuerdo al número de hijos en el
hogar. En 1996 el 72% de los hogares tenía menores de 10 años, con uno el 24.2,
con dos el 22.8 y el resto (25%) de los hogares tenía 3 menores y más.

20
De la misma forma y en la medida en que la sociedad mexicana
experimente la transición demográfica, y la oferta de lugares de cuidado de
ancianos no aumente (o sea económicamente inaccesible para la mayoría de la
población), se requerirá en mayor medida contar con tiempo para el cuidado de
los adultos mayores. Esta situación, que no contemplada el cálculo del ET,
aumentarán los requerimientos de trabajo doméstico, aspecto que en un futuro no
muy lejano tendrá que ser incorporado en los estudios de pobreza de tiempo.
A pesar de la necesidad de desagregar a mayor detalle los requerimientos
de jornadas de trabajo doméstico de acuerdo a las características de los hogares
es importante señalar que el índice de ET, tal y como se encuentra actualmente
nos permite aproximarnos a los requerimientos de tiempo para esta actividad en
los hogares mexicanos. Asimismo el ET distribuye a los hogares de manera
coherente, por ejemplo, en 1996 los hogares sin menores se concentraban
básicamente en los estratos de baja intensidad de trabajo doméstico (18.7% del
total de los hogares) y en menor medida de intensidad media (8.24%), siendo casi
nula la existencia de hogares sin menores con requerimientos con intensidad alta
(0.71%). En contraste, los hogares con presencia de menores de hasta 10 años se
concentraban en primer lugar en el estrato de intensidad media (39.12%), y
posteriormente en el de intensidad baja (25.9%), teniendo menor importancia el
porcentaje de hogares de ese tipo con requerimientos de intensidad alta (7.31%)
(véase el cuadro 4).
Otro parámetro a evaluar en la fórmula de ET es el de los límites de edad
de los miembros del hogar que normativamente pueden participar en el mercado
de trabajo o en el trabajo doméstico. El rango es de 15 a 69 años de edad. El
límite inferior está basado en la norma educativa del propio MMIP, es decir para no
ser considerado como pobre en materia educativa se debe contar al menos con
secundaria, la cual es cubierta a los 15 años aproximadamente. 32 De acuerdo con
el módulo de uso de tiempo en los hogares de la ENIGH, de la población de entre
8 y 14 años de edad sólo el 9.7% realiza trabajo extradoméstico (6.2% estudia y
trabaja y 3.5% sólo trabaja). La ENE sólo tiene información para la población de
12 a 14 años de edad y reporta una participación laboral del 17.3% comparada

21
con 15.7% de la ENIGH para este mismo rango de edad (véase gráfica 2). De este
17.3% la mayor parte (82%) corresponde a menores que trabajan en zonas menos
urbanizadas (hasta 15 mil habitantes) donde su participación en actividades
agropecuarias es más común. De hecho, en el caso de las áreas más urbanizadas
(mayores de 15 mil habitantes), la tasa de participación para este grupo de edad
es de tan solo 7.6%. Por otra parte, es importante considerar que en el siguiente
grupo de edad, de 15 a 19 años de edad, la tasa de participación aumenta
considerablemente: a 44.3% en la ENE (incluyendo áreas más y menos
urbanizadas) y a 42% en la ENIGH. Dado el bajo porcentaje de participación para
los menores de 15 de edad y el fuerte cambio en la participación en el siguiente
rango de edad, la norma de 15 años para el cálculo de la pobreza de tiempo en los
hogares es consistente con la práctica social
En el caso del límite superior de edad sólo analizaré los datos de la ENIGH
dado que la publicación de la ENE agrupa en una categoría al grupo de edad de
65 años y más y requiero de un mayor desglose para evaluar este parámetro. 33 La
tasa de participación laboral llega a su punto máximo en el grupo de edad de 35 a
39 años (73.03%, aunque la participación masculina llega a su punto máximo en el
grupo de edad de 30 a 34 años y la femenina continúa creciendo hasta el rango de
40 a 44 años, véase gráfica 2). A partir de esa edad inicia una ligera pero
constante disminución de la tasa de participación y no es sino hasta el grupo de
edad de 70 a 74 años que se observa una disminución drástica de la tasa de
participación que pasa del 44.9 al 37.1%. La participación masculina es la que
sufre la mayor reducción ya que pasa de 70.35 a 56.99%, mientras que la
femenina se ubica en niveles menores a 20%. Por lo tanto, tomando en cuenta
que lo que se busca es evaluar las normas del ET, se considera la edad de 69
años el límite máximo apropiado para participar en el trabajo extradoméstico.
En lo que se refiere al trabajo doméstico la única fuente de información por
grupo de edad con la que cuento es el módulo de uso de tiempo de la ENIGH
1996. En esta podemos constatar que los hombres de 8 años y más tienen una
alta participación en este tipo de actividad: 59.1%; no obstante, con un bajo
número de horas promedio a la semana: 9.8 horas a la semana (con una mediana

22
de 5.7 horas). Las mujeres de 8 años y más, en cambio no sólo tienen una alta
participación en el trabajo doméstico (85.9%), sino también un mayor número de
horas: 41.7 a la semana (con una mediana de 36 horas). El bajo número de horas
de los hombres se compensa, en parte, con una participación laboral mucho más
alta que la de las mujeres (76.96% contra 36.98%) y en menor grado, debido a
que los hombres laboran en promedio un mayor número de horas (48 contra 36
horas a la semana). Si consideramos a la población de entre 15 y 69 años de edad
(rango para calcular pobreza de tiempo), 20.8 millones de hombres trabajan, de
los cuales el 66.1% también participa en labores domésticas, lo que nos habla de
un total de 12.5 millones de hombres que participan en ambas actividades (con un
promedio de horas dedicadas a ambas actividades y al transporte de 66.6). Por
supuesto, de las mujeres en este rango de edad que trabajan (10.7 millones) un
mayor porcentaje también realiza labores domésticas, el 96.2% (10.3 millones de
mujeres con un promedio de 75.2 horas a la semana incluyendo tiempo de
transportación). La conclusión a la que me lleva esta información es que a pesar
de que existe una gran diferencia en el tiempo de trabajo doméstico desempeñado
entre hombres y mujeres, cuando unimos este tiempo al extradoméstico y al de
transporte la diferencia se reduce considerablemente.
Ahora bien, tomando en cuenta al conjunto de la población de entre 15 y 69
años de edad que trabaja y/o realiza labores domésticas, tenemos que los
hombres dedican en promedio 55.8 horas a la semana (incluyendo el tiempo de
transporte), mientras que las mujeres lo hacen 62.6 horas. 34 Esta diferencia se
reduce aún más cuando consideramos las medianas: 57.5 horas para los hombres
y 62.5 para las mujeres. Es claro que la información disponible nos habla de que
las mujeres tienen una pobreza de tiempo más aguda que los hombres, no
obstante, las diferencias no son considerables.
Dada las disparidades en la cantidad de tiempo dedicado al trabajo
doméstico la simple tasa participación en esta actividad no me permite evaluar la
conveniencia en el uso de los límites inferior y superior de edad contenidos en la
fórmula de ET. Una opción es utilizar las tasas equivalentes de participación en el
trabajo doméstico,35 las cuales me permiten medir de manera homogénea la

23
cantidad de tiempo que los diferentes grupos de edad dedican a esta actividad. La
participación equivalente masculina se reduce considerablemente a sólo el 12.5%
mientras que la femenina continúa en niveles altos (74.6%). La tasa equivalente
masculina es bastante baja en todos los rangos de edad y tiende a valores más
altos en edades avanzadas. El niveles más alto de participación masculina se da
en el grupo de edad de 30 a 34 años (20.2%), con 14.4 horas promedio dedicas a
trabajo doméstico. A partir de este punto la participación masculina baja hasta el
rango de edad de 50 a 54 años de edad, ubicándose en niveles del 10% con sólo
8 horas de trabajo doméstico a la semana. La tasa equivalente se recupera,
representando 19.0% del grupo de 75 a 79 años de edad, con 13.3 horas a la
semana (véase gráfica 3). Dada la baja participación equivalente masculina en
esta actividad, no se pueden establecer con claridad los límites inferior y superior
para participar en esta actividad. Por lo que se considera válida la evaluación de
los límites inferior y superior de edad del trabajo extradoméstico, ya que esta
actividad ocupa la mayor parte del tiempo masculino.
En el caso del trabajo doméstico femenino tenemos, por un lado, altas tasas
de participación en la mayoría de los rangos de edad y, por otro, una variabilidad
considerable en el número de horas que las mujeres declararon dedicarse a esta
actividad. Las mujeres de entre 8 y 11 años de edad tienen en promedio casi once
horas de trabajo doméstico a la semana, las que están en los rangos 25 a 29 y 30
a 34 lo hacen en promedio 65 horas (véase gráfica 3). A diferencia de los varones,
en este caso sí encontramos un patrón en los cambios en la participación
equivalente de las mujeres. La participación en el rango de edad de entre 12 y 14
años es de 24.8%, con un promedio de 15 horas a la semana, ésta aumenta
considerablemente en el rango de 15 a 19 años al 41%, con un promedio de 24
horas a la semana de trabajo doméstico, es decir, media jornada de 48 horas. En
término del límite superior tenemos que la participación femenina cae fuertemente
de 84.8% en el rango de 65 a 69 años a 65.6% en el de 70 a 74 años (bajando
fuertemente también el número de horas de 46 a 38). Por tanto, podemos afirmar
que los parámetros utilizados en el ET se acercan a la práctica social si tomamos
en cuenta los cambios en la participación femenina en el trabajo doméstico.

24
Por último me interesa analizar la norma de participación de los estudiantes,
la cual establece que deberían dedicar 28 horas al estudio y 20 horas al trabajo
extradoméstico a la semana. En la ENIGH el promedio de horas dedicadas al
estudio (por todos aquellos que declararon hacerlo) fue de un poco más de 29. No
obstante, de los que declararon estar trabajando y estudiando declararon dedicar
en promedio 25.7 horas al trabajo y 23.5 al estudio. La ENE, por otra parte, reporta
29.4 horas al estudio y 28.3 al trabajo cuando la población de 12 años y más
declaró dedicarse a ambas actividades. Por tanto, con base en esta evidencia
podemos decir que la norma establecida en el ET es consistente con los
parámetros empíricos de tiempo dedicado a ambas actividades por los
estudiantes.
Hasta aquí he analizado las normas son más controvertidas en el cálculo de
pobreza de tiempo (ET). Los resultados obtenidos me permiten afirmar que los
parámetros utilizados nos acercan en gran medida a la problemática de la
carencia de tiempo en los hogares y que por tanto el índice nos permite clasificar
con un alto grado de certeza a los hogares de acuerdo con su carencia de tiempo.

Diferencias en el uso de tiempo de los hogares pobres y no pobres de tiempo

Una vez analizadas las normas y parámetros con los cuales se mide la pobreza de
tiempo, me interesa constatar, con base en el módulo de uso de tiempo de los
hogares de la ENIGH 1996, si se observan diferencias en el uso del tiempo de los
hogares una vez clasificados como pobres y no pobres de tiempo de acuerdo con
el ET. El tiempo promedio que dedicaron los miembros de hogares pobres que
declararon participar en los quehaceres domésticos (limpiar casa, lavar traste y
ropa, planchar, cocinar, tirar basura, acarrear agua, recoger leña y reparaciones en
el hogar) fue de 24 horas a la semana (0.5 jornadas de trabajo de 48 horas a las
semana, véanse cuadros 5 y 6), cantidad muy similar a la que declararon dedicar
los miembros de hogares no pobres de tiempo (22.9 horas o 0.48 de una jornada).
La diferencia en el tiempos dedicado a cuidado de menores, ancianos y enfermos
es mayor (de 0.58 contra 0.53, respectivamente). Pero, la desigualdad aumenta al

25
obtener el promedio del tiempo dedicado a ambas actividades y al destinado a
otras actividades domésticas realizadas fuera del hogar (traslado de otros a
escuela, a médicos, etc., compras para abastecer el hogar, pagos y trámites
bancarios y de servicios). Al conjunto de todas las actividades antes mencionadas
he denominado “trabajo doméstico”. Los pobres de tiempo dedican a éste 0.80
jornadas de 48 horas a la semana, en comparación con 0.66 de los no pobres de
tiempo. Esto significa que en la práctica la población que fue clasificada como
pobre de tiempo realiza 20% más de trabajo doméstico que los no pobres (véase
cuadro 6).
Los pobres de tiempo que declararon trabajar extradomésticamente dedican
a esta actividad ligeramente más tiempo que los no pobres de tiempo (de 0.97
contra 0.92 jornadas, o 46.5 contra 44.2 horas, respectivamente). La magnitud de
la pobreza de tiempo se constata al obtener el promedio del tiempo dedicado a lo
que he denominado trabajo doméstico, extradoméstico y al destinado a transporte.
De esta forma tenemos que los pobres de tiempo dedican a estas actividades 67.7
horas a la semana (11.28 horas seis días a la semana), en comparación con los
no pobres que dedican 51.9 horas (8.65 horas, véase cuadro 5). Es decir que los
miembros de los hogares pobres de tiempo realizan casi 30% más de trabajo
doméstico y extradoméstico (incluyendo transportación a escuela y trabajo) que
los no pobres de tiempo.
En contraste los miembros de los hogares de pobreza de tiempo dedican un
menor número de horas al estudio, a la recreación al cuidado personal que los no
pobres de tiempo. Los pobres de tiempo dedican en promedio 26.5 horas a la
semana al estudio, 17.5 a la recreación y 5 al arreglo personal, contra 30.5, 19.7 y
5.5 horas, respectivamente, de los no pobres de tiempo (véase cuadro 5).
Los datos hasta aquí analizados nos permiten afirmar que las normas y
requerimientos contenidos en el cálculo de ET son coherentes con las diferencias
en el uso de tiempo que los hogares declararon en el módulo de uso de tiempo de
la ENIGH 1996. Por tanto, podemos afirmar que este índice nos acerca a las
diferencias que existen en la calidad de vida de la población en términos de su
disponibilidad de tiempo.

26
Cómo modifica el cálculo de la pobreza de tiempo el porcentaje de pobres

Para calcular la pobreza de ingreso-tiempo, el ingreso se combina con el tiempo


dividiendo el ingreso del hogar entre el índice de exceso de tiempo de trabajo
antes de compararlo con la línea de pobreza. Dado que a nivel normativo el índice
ET equivale a 1, en los hogares donde no hay exceso de tiempo de trabajo
extradoméstico, ni se trabaja por debajo de la norma, el ingreso permanece sin
variación. Los hogares que tienen exceso de tiempo de trabajo su ET es superior a
1, son pobres por tiempo y su ingreso se reduce al dividirlo entre el valor de ET.
Cuando el ET es inferior a 1, en los hogares el tiempo dedicado al trabajo
extradoméstico está por debajo de la norma por lo que son no pobres por tiempo y
su ingreso aumenta al dividirlo entre el índice. Este último ajuste solo se realiza en
hogares cuyo ingreso es igual o mayor a la línea de pobreza (LP). Cuando el
ingreso está por debajo de la LP se supone que los miembros del hogar trabajan
por debajo de la norma debido a razones involuntarias, por ejemplo, desempleo o
imposibilidad de encontrar empleos de tiempo completo 36 y por tanto, su ingreso
no se ajusta (véase Boltvinik, 1999, anexo metodológico).
En los apartados anteriores me basé en la ENIGH 1996 dado que, al
momento de elaboración de este artículo, era la única que contaba con el módulo
de uso de tiempo de los hogares utilizado para evaluar los parámetros normativos
del ET. A continuación utilizaré los datos de la ENIGH 2000 para tener una visión
más actualizada del fenómeno de a pobreza de tiempo. Si sólo consideráramos al
ingreso como el único indicador del bienestar, la pobreza en México para el año
2000 se ubicaría en 66.9% del total de la población (sin ajuste a cuentas
nacionales).37 No obstante, al incorporar el cálculo de la pobreza de tiempo este
porcentaje aumenta a 71.3 (véase cuadro 7). Esto significa que la pobreza se
incrementa en más de 4 puntos porcentuales,38 (un aumento de 3.8 millones de
pobres).
Lo más relevante al calcular la pobreza de ingreso-tiempo es el cambio que
se observa en la composición por estratos. Si la pobreza sólo se calcula mediante

27
el ingreso, el porcentaje de indigentes es de 36.4, 39 cuando incluimos al tiempo
este estrato aumenta a 41.8% de la población en el 2000 (véase cuadro 7). Esto
quiere decir que un gran porcentaje de pobres por ingreso (muy pobres y pobres
moderados)40 tienen una enorme limitación de recursos de tiempo y dinero. Por lo
tanto, la única forma de reducir la pobreza de estos hogares es mejorando los
niveles de ingreso de sus trabajadores ya que no cuentan con tiempo o recursos
humanos disponibles para, en caso de mejorar las condiciones económicas,
aumenten el número de horas o de miembros dedicados a generar ingreso.
El cuadro 8 muestra los movimientos que se dan desde los estratos de
ingreso a los de ingreso-tiempo, cuando se incorpora este último recurso a la
medición de la pobreza. El 36.2% de los muy pobres por ingreso se convierte en
indigente por ingreso-tiempo dado su exceso de tiempo de trabajo. El 14.5% de
los pobres moderados se convierte en muy pobre y el 16.0% en indigente. El 16%
de la población que tiene satisfechos sus requerimientos de ingreso, pero no de
tiempo, se convierte en pobre moderado, el 6.8% en muy pobre y 4.1% en
indigente dada su carencia de tiempo. Estos cambios contrastan con el bajo
porcentaje de la clase media por ingreso que se convierte en pobre por ingreso-
tiempo (3%). Sin embargo, dado que un buen porcentaje de hogares trabaja por
debajo de la norma y, por tanto, tiene amplia disponibilidad de tiempo, el 22.3% se
convierte en clase alta. Asimismo, ningún hogar de la clase alta por ingreso se
convierte en pobre por ingreso-tiempo y sólo el 7% pasa a ser clasifica como clase
media dado que son hogares que trabajan en exceso.
El cálculo de la pobreza de tiempo resalta las dificultades que enfrentan los
pobres cotidianamente en términos de su disponibilidad de tiempo y, por tanto,
pone de manifiesto que la precariedad en sus condiciones de vida no es sólo el
resultado de bajos ingresos sino también de la escasez de tiempo. Asimismo, nos
ejemplifican que las disparidades sociales no sólo se dan en términos de ingreso
sino también de tiempo.

Características de los pobres de tiempo

28
La pobreza de tiempo se refiere a la carencia que los hogares sufren de éste
debido a que sus miembros trabajan en exceso o no tienen recursos humanos
suficientes para cubrir sus requerimientos de trabajo doméstico (incluyendo
cuidado de menores). Esto tendrá como consecuencia la desatención o abandono
de otras actividades, como el estudio, la convivencia familiar, o el tiempo libre en
general.
De acuerdo al cálculo del ET, la incidencia de la pobreza de tiempo en
México en el 2000 fue de 48.3% de la población. La intensidad (o brecha) de la
pobreza de tiempo entre los pobres fue de 0.4915. En contraste, los no pobres de
tiempo tenían un exceso de tiempo libre (con una brecha de –0.3762), es decir
que su disponibilidad de tiempo libre, una vez descontados sus requerimientos de
trabajo doméstico y el dedicado al trabajo extradoméstico, está por arriba de las
normas (véase cuadro 9).
La mayor parte de los hogares pobres de tiempo eran a la vez pobres de
ingreso (67.7%),41 por lo tanto, no tenían la posibilidad de adquirir en el mercado
bienes y servicios que sustituyeran sus necesidades de trabajo doméstico
(cuidado de menores, servidumbre, alimentos preparados fuera de casa, etc.). El
restante 32.7% de los pobres de tiempo, lo no eran pobres por ingreso, por lo que
posiblemente puedan adquirir o contratar una parte o todos los bienes y servicios
que sustituyen el trabajo doméstico.
Los pobres de tiempo tienen una intensidad del trabajo doméstico (ITD) de
0.7172 (véase cuadro 9). No obstante, mientras que éstos tienen mayores
carencias en lo que se refiere a acarreo de agua (AA) (con valores de 0.53 contra
0.38 de los no pobres de tiempo) y carencia de equipo ahorrador de trabajo
doméstico (CEATD) (con valores de 0.84 contra 0.58, respectivamente, véase
cuadro 9), en lo que se refiere a la carencia de acceso a servicios de cuidado de
menores de hasta 10 años (CASCM), tanto pobres como no pobres de tiempo se
encuentran en situación similar (con valores de 0.79 para ambos grupos). Es
importante señalar que en los países desarrollados por lo general se asume que la
variable que más peso tienen para diferenciar la disponibilidad de tiempo entre
hogares es el cuidado de menores (véase Garfinkel y Haveman, 1977 y Whiteford

29
y Hicks, 1993). Podemos deducir de los datos analizados hasta aquí que en
nuestro país tanto pobres como no pobres de tiempo se enfrentan a este
problema, y que las diferencias las encontramos sobre todo en la disponibilidad de
agua entubada y de algunos bienes durables.
Los pobres de tiempo requieren en promedio un poco más de una jornada
de trabajo doméstico, cifra superior a la de los no pobres de tiempo que requieren
0.76 jornadas. Además, tienen un número mayor de miembros excluidos para
realizar el trabajo extradoméstico (1.1 contra 1.0). Debido a lo anterior y a que los
pobres de tiempo tienen un número menor de miembros de entre 15 y 69 años de
edad (2.1 contra 3.2 de los no pobres de tiempo), el número promedio de
personas que normativamente están disponibles para realizar trabajo
extradoméstico es de 1.1 contra 2.3 de los no pobres de tiempo. Por lo tanto, el
número de horas trabajadas en promedio a la semana por los miembros que
normativamente están disponibles para trabajo extradoméstico es de 71.9 para los
pobres de tiempo y de 28.90 horas para los no pobres de tiempo (véase cuadro 9).
En otras palabras, dado que para medir la pobreza de tiempo se establece como
norma 48 horas de trabajo extradoméstico a la semana como máximo por persona
disponible, los pobres de tiempo tiene un exceso de tiempo de trabajo de 23.9
horas a la semana, mientras que los no pobres de tiempo tienen un exceso de
tiempo libre de 19.1 horas a la semana.42
Aún cuando el número de horas trabajadas por los miembros del hogar (en
el trabajo principal y secundario, W) se divida entre el promedio de ocupados en el
hogar, la diferencia en el número de horas trabajadas entre pobres y no pobres de
tiempo es sustancial, con un promedio de 47.3 horas a la semana para los pobres
de tiempo y de 40.13 horas para los no pobres de tiempo (véase cuadro 9). Esta
diferencia no es tan fuerte como la observada al incluir los requerimientos de
trabajo doméstico. De ahí la importancia de incluir este tipo de trabajo para el
cálculo de la pobreza de tiempo.
El mayor número de horas trabajadas de los pobres de tiempo por miembro
disponible para trabajo extradoméstico (o por ocupado) no se traduce en un mayor
ingreso; éstos tienen un ingreso mensual por adulto equivalente 43 de $2,369 contra

30
$3,182 de los no pobres de tiempo (pesos de agosto de 2000) (véase cuadro 9).
Cabe hacer notar que mientras que el 97.2% del ingreso de los pobres de tiempo
proviene del trabajo (salarios, ganancias y autoconsumo), para los no pobres de
tiempo este porcentaje es de 87.8%, dependiendo un poco más de las
transferencias (12.2%, sobre todo jubilaciones e indemnizaciones, véase cuadro
10), aspecto que analizaremo0s más a detalle cuando veamos las diferencias
urbano-rural.

Perfil sociodemográfico de los pobres de tiempo

Una de las preocupaciones en el análisis de la pobreza de tiempo ha sido


identificar a aquellos hogares que se encuentran en desventaja en términos de
disponibilidad de horas adulto en el hogar (en el enfoque de Vickery), o bien de los
que sufren carencia de tiempo libre (en el enfoque de Boltvinik). Vickery (e
implícitamente Whiteford y Hicks, 1993, también) supone que son los hogares
monoparentales los que principalmente padecen carencia de horas adulto. Por
otra parte, no consideran, a diferencia de Boltvinik, que el tiempo dedicado a
trabajo doméstico también depende de la disponibilidad de equipo para realizarlo.
A la luz de los distintos enfoques de pobreza de tiempo, y ante el desconocimiento
de este fenómeno en nuestro país, esta sección tiene como finalidad analizar el
perfil sociodemográfico de los pobres, contrastar este perfil con los supuestos
antes mencionados y, de esta forma, identificar que tipo de hogares (no sólo
monoparentales) están en desventaja dado su carencia de tiempo libre.
El tamaño del hogar de los pobres de tiempo es ligeramente menor al de los
no pobres de tiempo (4.2 contra 4.4 miembros en promedio). Si bien la diferencia
no es sustancial, la estructura por edades es totalmente distinta. Los hogares
pobres de tiempo tienen una menor disponibilidad de miembros en edad para
realizar las tareas domésticas y extradomésticas (2.1 vs. 3.2). Por otra parte, los
pobres de tiempo tienen un promedio mayor de menores de hasta 10 años de
edad (1.4 contra 0.7 de los no pobres por tiempo, véase cuadro 11), por lo que sus
requerimientos de cuidado de éstos es mayor. Sin embargo, como lo mencioné

31
con anterioridad, el índice de carencia de servicio a acceso para el cuidado de
menores es casi igual en ambos grupos (ligeramente mayor para los pobres de
tiempo con 0.7886, contra 0.7870 de los no pobres de tiempo). Esto refleja la falta
de oferta de servicio de guardería o maternal que enfrentan tanto los pobres como
los no pobres de tiempo en nuestro país.
La pobreza de tiempo afecta en mucho mayor medida a los hogares
nucleares que a los ampliados (53.4% y 34.2% de su población es pobre de
tiempo, respectivamente, véase cuadro 9).44 Los hogares nucleares tienen un
porcentaje más alto de pobres de tiempo debido a que tienen un menor número de
personas de entre 15 y 69 años de edad, que puedan realizar tanto trabajo
doméstico como extradoméstico.
No obstante, los hogares ampliados que son pobres de tiempo tienen una
ITD más alta que los hogares nucleares en igual condición (con 0.7528 y 0.7050,
respectivamente, véase cuadro 9). Esto se debe a que los primeros tienen una
carencia de acceso a cuidado de menores más alta (con un índice CASCM de
0.9460, comparada con 0.7588 en hogares nucleares pobres, véase cuadro 9).
Ello puede deberse a dos factores; el primero, a que los hogares ampliados tienen
un mayor número de adultos disponibles que pueden hacerse cargo de los
menores. El segundo, y probablemente el más importante, es su bajo ingreso
mensual (por adulto equivalente), el cual es mucho más bajo que el de los hogares
pobres de tiempo nucleares ($1,752.02 contra $2,127.32, respectivamente) y, por
tanto, existe una restricción financiera que impide llevar a los niños a maternal y
guardería, que por lo general son servicios privados.
Cabe mencionar que son los hogares unifamiliares a los que afecta más la
pobreza de tiempo (75.9%). Esto se debe a que al estar constituidos por una sola
persona pueden rebasar muy fácilmente la norma máxima de trabajo doméstico
y/o extradoméstico.45 Por ejemplo, un 33% de personas viviendo en este tipo de
hogares trabajan 48 horas o más. Estas personas son clasificadas
automáticamente como pobres al requerir tiempo adicional para trabajo doméstico.
Asimismo, más del 30% de los hogares unipersonales resultaron con
requerimientos de trabajo doméstico de media jornada o más a la semana. Esto

32
supone que alrededor de un tercio de las personas en este tipo de hogares
requieren dedicar al menos cuatro horas diarias de lunes a sábado a trabajo
doméstico, por lo que, si trabajan extradomésticamente más de 4 horas diarias,
quedan clasificados como pobres de tiempo.46
En cuanto a la pobreza de tiempo por tipo de jefatura en el hogar tenemos
que el porcentaje de población pobre es más alto en los de masculina (48.8%) que
en los de femenina (45.4%, véase cuadro 12). 47 No obstante, la intensidad de la
pobreza es ligeramente más alta en éstos últimos (de 0.49 contra 0.50).
Por otra parte, la pobreza de tiempo se asocia más con el número de
menores de hasta 10 años, dado que ésta aumenta en la medida en que crece la
presencia de éstos en el hogar, indistintamente del tipo de jefatura (exceptuando
los de jefatura femenina con 3 o más menores, cuyo porcentaje es de 53.3% en
comparación con el 63.5% en los hogares con dos menores, véase cuadro 12).
Una posible explicación del menor porcentaje de pobreza de tiempo en hogares
con jefatura femenina puede deberse a que el promedio de menores en el hogar
es inferior al de los de jefatura masculina (de 0.7 contra 1.1, respectivamente).
La intensidad de la pobreza (ET) también tiende a ser mayor al aumentar el
número de menores de hasta 10 años (con excepción de los hogares con tres o
más menores y jefatura femenina). El valor de este índice varía de 0.36 en
hogares sin menores con jefatura masculina a 0.61 en los de jefatura femenina
con dos menores en el hogar (véase cuadro 12). Como se puede observar en el
cuadro 12, en los hogares que no tienen ningún menor, o tienen uno o dos, las
intensidades de pobreza son más altas en los de jefatura femenina.
Una de las principales preocupaciones de Vickery era la desventaja en
número de horas adulto disponibles de los hogares monoparentales (sobre todo
los encabezados por mujeres), y que si éstos no eran pobres por ingreso no
recibían compensación monetaria por dicha desventaja. Sin embargo, en México
la posible omisión de los hogares cuyo ingreso sea igual o mayor a la LP, pero que
padecen pobreza de tiempo afecta tanto a hogares encabezados por hombres
como por mujeres. Si sólo consideramos la pobreza por ingreso, el 66.8% de la
población viviendo en hogares jefaturados por hombres era pobre, porcentaje que

33
sube a 73% cuando combinamos las variables de ingreso-tiempo. En el caso de
los hogares con jefatura femenina el porcentaje aumenta de 56.4% a 61.6 por
ciento.
Por otra parte, la disponibilidad de adultos para trabajo doméstico y
extradoméstico no es sustancialmente distinta según el sexo del jefe del hogar. En
los hogares con jefes masculinos y con presencia de menores de hasta 10 años,
hay 2.7 miembros de entre 15 y 69 años de edad, de los cuales 1.5 pueden
dedicarse a trabajo extradoméstico; en los hogares jefaturados por mujeres los
valores son casi los mismos (2.6 y 1.4, respectivamente). No obstante, el primer
tipo de hogares tiene un número mayor promedio de menores de hasta 10 años
(1.9 contra 1.7).
Otra de las características de la pobreza de tiempo es que tiene una
estrecha relación con la edad del jefe. Como se ve en el cuadro 13, los hogares en
los que el jefe tiene entre 12 y 30 años de edad, el 71.5% de la población padecía
pobreza de tiempo; esta proporción baja rápidamente a medida que nos movemos
a edades más altas del jefe del hogar hasta un mínimo de 27.8% (véase cuadro
13). No obstante, para los hogares con jefe de 61 años y más, el porcentaje vuelve
a subir a 43.5%, porque cae drásticamente el número promedio de personas
disponibles para el trabajo extradoméstico. Por otra parte, la intensidad de la
pobreza de tiempo (ET) es más alta para los hogares más jóvenes, debido sobre
todo a que tienen un menor número de miembros disponibles para trabajo
extradoméstico (véase cuadro 13).
Finalmente, quiero referirme a las diferencias de la pobreza de tiempo en el
ámbito urbano y rural. Este tipo de pobreza afecta en mayor grado a las zonas
rurales, tanto en términos de porcentaje de población pobre (50.5% contra 47.6%
en las urbanas) como en intensidad de la pobreza de tiempo (0.5420 contra
0.4727, véase cuadro 9). Los pobres de tiempo en las áreas rurales tienen una
mayor intensidad de trabajo doméstico y, por lo tanto, mayores requerimientos de
tiempo de trabajo doméstico (con un ITD de 1.08 contra 0.59, y RTD de 1.11
jornadas contra 0.97 en las áreas urbanas, véase cuadro 9). Una vez más
encontramos que no existe una diferencia importante en lo que se refiere a la

34
carencia de acceso a cuidado de menores de hasta 10 años de edad, ya que en el
ámbito rural la intensidad de este indicador es de 0.80 contra 0.78 en el urbano.
Asimismo, a pesar de que el número promedio de miembros de entre 15 y 69 años
de edad es casi el mismo para los pobres de tiempo en las áreas rurales y
urbanas, el número de miembros excluidos para trabajo extradoméstico es mayor
en las primeras. Como consecuencia el número de horas trabajadas por miembro
disponible en el hogar es más alto en las rurales (75.9 horas a la semana contra
71.3 en las urbanas).
Las diferencias entre pobres y no pobres de tiempo en el ámbito urbano son
consistentes (es decir, los pobres tienen una ITD y un promedio de horas
trabajadas por miembro disponible mas alto que los no pobres de tiempo), en
cambio en el rural, los hogares pobres de tiempo tienen una intensidad del trabajo
doméstico prácticamente igual a la de los no pobres de tiempo (1.08 contra 1.01,
respectivamente). Lo que hace la diferencia entre ambos tipos de hogares es el
bajo número de horas trabajadas por miembro disponible en los hogares no pobre
(véase cuadro 9).
No obstante no ser pobres de tiempo las condiciones de vida en el medio
rural son, en promedio, muy precarias. Este grupo poblacional tiene un ingreso
mensual por adulto equivalente promedio de $1,115 pesos, ligeramente por debajo
del de los pobres de tiempo rurales ($1,128 pesos). 48 Es importante resaltar que
sólo en el ámbito rural los no pobres de tiempo tienen ingresos inferiores a los
pobres de tiempo. Probablemente los no pobres de tiempo en el ámbito rural se
enfrentan a una marcada falta de acceso a actividades generadoras de ingreso.
En el ámbito urbano, a pesar del menor número de horas trabajadas
promedio en los hogares no pobres de tiempo, su ingreso mensual por adulto
equivalente es sustancialmente mayor al de los pobres de tiempo ($3,755.20 y
$2,762.84, respectivamente, véase cuadro 9). En el medio urbano la población
depende más del ingreso por trabajo, éste representa el 98.4% del ingreso total de
los pobres de tiempo y el 88.5% del correspondiente ingreso total de los no pobres
de tiempo. En cambio en el medio rural estos porcentajes son de 88.5% y 80.2%,
respectivamente. Otra diferencia importante es que mientras que en el ámbito

35
urbano el autoconsumo sólo representa el 1.6% del ingreso de los pobres de
tiempo, en el rural constituye el 5.5%. En el ámbito rural son importantes también
otras fuentes de ingreso, como las becas recibidas de organismos
gubernamentales y no gubernamentales y el ingreso proveniente de otros países,
que en total suman el 7% del total ingreso de los pobres y el 19% del de los no
pobres de tiempo. En cambio en el medio urbano estas fuentes representan el
1.2% y 2.3%, respectivamente. Los no pobres de tiempo en el medio rural son los
que tienen una mayor diversidad de fuentes de ingreso distintas a las del trabajo
(véase cuadro 10). Esta situación influye para que, a pesar de que tienen pocas
horas trabajadas, su ingreso sea similar al de los pobres de tiempo.

La condición de actividad de los pobres y no pobres de tiempo

En concordancia con la distinción entre pobres y no pobres de tiempo, la


participación laboral de los miembros en edad de trabajar (de 12 años y más) era
de 65.9% y de 47.5% respectivamente en el 2000. La mayor participación laboral
de los pobres de tiempo se observa tanto en hombres como mujeres. Así, la tasa
de participación masculina era de 83.0% para los pobres de tiempo y de 70.3%
para los no pobres de tiempo y la femenina de 49.8% y de 27.5%,
respectivamente. Aún en el caso de los hogares en los que hay presencia de
menores de hasta 10 años de edad la participación femenina es más alta para los
pobres de tiempo (45.7% contra 22.6%).
Dada la alta participación en el mercado de trabajo de los pobres de tiempo,
su población inactiva representa tan sólo el 34.1% de la de 12 años y más, en
comparación con 52.5% en los hogares no pobres de tiempo. Asimismo, los
pobres de tiempo tienen un menor porcentaje de miembros en edad de estudiar
(entre 6 y 25 años de edad) dedicados exclusivamente a esta actividad (12.2%
contra 18.1% de los no pobres de tiempo).49
Por otra parte, a pesar de que los pobres de tiempo tienen mayores
requerimientos de trabajo doméstico (una jornada semanal contra 0.76 jornadas
de los no pobres de tiempo, véase cuadro 9), el porcentaje de población que

36
declaró dedicarse exclusivamente al trabajo doméstico es más bajo para este
grupo poblacional (17.8% contra 26.1% de los no pobres de tiempo).
Los datos hasta aquí analizados muestran que los pobres de tiempo tienen
un menor número de adultos en el hogar que puedan participar en el mercado de
trabajo y en las labores domésticas. A pesar de ello, en estos hogares se da una
mayor tasa de participación laboral.

Los pobres por ingreso pero no por tiempo50

Existe un grupo de hogares clasificado como pobre por ingreso pero no por
tiempo. Es decir, que a pesar de que su ingreso es insuficiente para cubrir sus
necesidades esenciales, no todos los miembros disponibles para trabajo
extradoméstico están participando en el mercado de trabajo.
Vickery sostiene que la existencia de este tipo de hogares (pobres de
ingreso pero ricos de tiempo) indica preferencias en los hogares; en éstos los
adultos destinarán demasiado tiempo a actividades que no generan ingreso,
cuando podrían destinar un mayor número de horas al trabajo remunerado, sin
menoscabo de sus requerimientos de trabajo doméstico. Afirma que cuando se
dan estos casos, los hogares deben ser definidos como voluntariamente pobres. Y
por lo tanto no serían “merecedores” de apoyo gubernamental. Vickery ha sido
criticada al suponer lo anterior dado que asume que todos los adultos pueden y
están dispuestos a trabajar el número de horas que deseen al nivel de ingreso
prevaleciente, independientemente de la demanda de trabajo (véase Citro y
Michael, 1995, anexo).
Boltvinik supone que la existencia de hogares cuyo ingreso es menor a la
línea de pobreza pero que tienen tiempo disponible para dedicarlo al trabajo
remunerado se debe, sobre todo, a la falta de oportunidades laborales. Como
pudimos observar con anterioridad, esta situación se presenta con mayor agudeza
en el medio rural en donde las oportunidades laborales son muy limitadas. Para el
año 2000, el 33.7% del total de la población en México era pobre de ingreso pero

37
no de tiempo. Este fenómeno afecta en mayor proporción a la población rural
(44.6% del total) que a la urbana (28.5% del total, véase cuadro 14).
La precariedad en las condiciones de vida de los hogares pobres por
ingreso pero no por tiempo se refleja en el bajo nivel de ingreso corriente mensual
por adulto equivalente que era de $1,063.56 pesos ($1,244.59 en las áreas
urbanas y $699.46 en las rurales), muy por debajo de la LP del MMIP ($1,711.86
pesos por adulto equivalente y $1,693.63, respectivamente). Su ingreso mensual
promedio es similar al de la población consistentemente pobre (por ingreso y por
tiempo), pero a diferencia de éstos, su participación laboral es más baja (sólo
39.8% de los no pobres de tiempo pero si por ingreso contra 60.8% de los
consistentemente pobres).
Los pobres de ingreso pero no de tiempo tienen un mayor número de
miembros en edad de realizar trabajo doméstico y extradoméstico (3.4 contra 2.2
de los consistentemente pobres). Una vez excluidos los miembros de entre 15 y
69 años de edad que normativamente no pueden trabajar extradomésticamente
(porque se requiere que realicen trabajo doméstico, son estudiantes o
incapacitados) a los consistentemente pobres les resta 1.1 personas para trabajo
extradoméstico y a los no pobres de tiempo pero si de ingreso 2.3 personas. Dado
el bajo número de horas trabajadas por miembro disponible en el hogar (w/k) de
los no pobres de tiempo pero si de ingreso, podemos suponer que gran parte de
ellos enfrenta serias dificultades para encontrar empleo.
La mayor precariedad en la calidad de vida, sin embargo, la padecen los
consistentemente pobres (que en el 2000 representaban el 32.7% del total de la
población). Además de tener un ingreso por debajo de la LP, su exceso de tiempo
de trabajo fue de 0.5342. En cambio el grupo de no pobres de tiempo pero si de
ingreso tuvo un “exceso” de tiempo libre, con una brecha negativa de 0.3779
(véase cuadro 15). Los consistentemente pobres tienen una intensidad del trabajo
doméstico más alta, pero sobre todo un número de horas trabajadas por adulto
disponible en el hogar mucho mayor (de 73.99, comparadas con 29.23 horas a la
semana en los hogares pobres por ingreso pero no por tiempo, véase cuadro
15).51

38
La presencia de menores de hasta 10 años en el hogar influye también de
manera significativa en la posibilidad de ser consistentemente pobres (es decir
pobre por ingreso y por tiempo). En el cuadro 16 se puede observar que el mayor
porcentaje de los hogares sin menores se encuentra clasificado como
consistentemente no pobre (34.4%). En cambio, entre los hogares con menores
de hasta 10 años la celda de mayor peso es la de consistentemente pobres
(43.2%).

La dinámica entre la pobreza de ingreso y la de tiempo entre 1984 y 2000 52

Con base en el índice de ET demostré en otros estudios que no existe suficiente


evidencia para suponer que cuando la economía entra en crisis y el producto
interno bruto (PIB) se contrae, los hogares tienen la posibilidad de aumentar el uso
de su fuerza de trabajo para contrarrestar la caída del ingreso (véase Damián,
2002, y en prensa). Durante el periodo 1984-1992, a pesar de que el ingreso real
de los hogares disminuyó de manera abrupta y la pobreza por ingreso registró un
aumento pronunciado (de 41.3% a 57.8% del total de la población), se dio un
incremento muy ligero en la intensidad de la pobreza de tiempo. Por otra parte, se
observó que entre 1984 y 1989, años caracterizados por una fuerte contracción
económica, mientras el porcentaje de población consistentemente pobre aumentó
de 20.5 a 26.6%, el de los pobres por ingreso pero no por tiempo creció aún más,
de 20.8 a 28.9% (véase cuadro 17). Por el contrario, para 1992, cuando la
economía mostraba signos de recuperación, el porcentaje de población en
hogares pobres por ingreso pero no por tiempo disminuyó ligeramente a 28.2%.
Durante los noventa, los cambios en la pobreza de ingreso y de tiempo
confirman que los hogares no tienen posibilidad de aumentar su esfuerzo laboral
en periodos de crisis. Los noventa se caracterizaron por la fuerte recesión
económica sufrida a partir de la crisis financiera de diciembre de 1994.
El cuadro 18 muestra los resultados de la pobreza de tiempo y de ingreso
correspondientes al periodo 1994-2000. 53 En 1996, año en el que las
consecuencias de la crisis de diciembre de 1994 se reflejan claramente (la

39
pobreza por ingreso aumentó de 64.3 a 74.7%), el porcentaje de hogares pobres
por ingreso, pero no por tiempo se ubica en el nivel más alto de toda la década,
llegando a casi el 40% de la población. A medida que la economía se va
recuperando el porcentaje de hogares pobres de ingreso pero no de tiempo tiende
a disminuir, pasando a 36.3% en 1998 y a 33.7% en 2000.
Cabe resaltar que aun cuando la economía se recuperó, la pobreza por
ingreso en el 2000 se ubicó por encima del porcentaje observado en 1994. Esto
significa que, a pesar de que las posibilidades de empleo hayan mejorado y se
haya observado un mayor número de miembros de los hogares utilizando su
fuerza laboral, esto no compensó la caída en el ingreso sufrida durante la crisis.
Esta evidencia confirma una vez más que los cambios en la cantidad de
trabajo extradoméstico realizado por los hogares tienden a ser procíclicos, es
decir, éstos pueden aumentar su esfuerzo laboral en la medida en que la
economía se expande. Con base en los resultados empíricos de la década de los
ochenta y noventa podemos afirmar que el modelo neoliberal adoptado por el
gobierno mexicano (y muchos otros países en desarrollo) ha sido incapaz de
lograr un crecimiento económico sostenido que permita absorber el esfuerzo de
trabajo adicional que muchos hogares requieren para mejorar sus condiciones de
vida.

Conclusiones

La carencia de tiempo afecta diversas esferas de nuestra existencia humana, que


no se relacionan directa o necesariamente con la pobreza de ingreso. Por ejemplo,
algunas patologías sociales o individuales (delincuencia, desintegración familiar,
deserción escolar, depresión, angustia, etc.) frecuentemente se atribuyen a la
dificultad que enfrentan los hogares para acceder a un ingreso suficiente para
satisfacer sus necesidades humanas básicas. Sin embargo, se hace poca
referencia a que estas dificultades se presentan también por la falta de tiempo.
La mayor incorporación de mujeres al mercado laboral (ante la falta de
ingreso suficiente, o bien por el deseo de trabajar), sin el desarrollo de un sistema

40
estatal generalizado para el cuidado de menores (o alternativas accesibles para la
mayoría de la población), obliga a muchas madres a dejar a los menores solos en
casa (amarrados, encerrados, etc.), lo que aumenta el riesgo de accidentes y crea
sentimientos de abandono e inseguridad en éstos. Otras mujeres optan por
dejarlos al cuidado de familiares o vecinos, sin que puedan asegurar el buen trato
hacia ellos, ni el tipo de valores y normas sociales transmitidos.
Las cosas más básicas del comportamiento humano requieren de la
disponibilidad de tiempo de adultos para enseñar y transmitir las normas éticas,
morales, sociales y de uso de los objetos producidos por el hombre. En lo que
respecta a las normas de uso de los objetos producidos, desde la antropología
marxista, Giörgy Markus (1985: 22) señala que “las capacidades y las
necesidades humanas desarrolladas en el pasado se encuentran ya, como hadas
madrinas, en su forma objetivada, a la cabecera de su cuna, en un mundo en el
cual los resultados de toda la precedente evolución social están ya a su
disposición en forma material, le es posible empezar su desarrollo no en la
incoación del primer principio, sino en el punto en que las generaciones anteriores
lo han dejado”. Sin embargo, hace referencia a la necesidad de que los hombres
desarrollen “en sí mismos –en alguna medida– las cualidades humanas
específicas que permiten el uso “adecuado” de los objetos del trabajo.” Este
desarrollo requiere de la socialización del conocimiento de generación a
generación.54 Igualmente importante son las normas sociales del empleo de los
objetos, ya que mientras las de uso son técnicas, las sociales permiten, demandan
o prohíben prácticas específicas dependiendo del sujeto o de la circunstancia. 55
Desde la psicología, Maslow (1954: 17-23) plantea en su jerarquía de las
necesidades humanas, que una vez satisfechas las fisiológicas (como el hambre),
el individuo requiere satisfacer otras necesidades humanas de mayor jerarquía
entre las que se encuentran la seguridad, el afecto, la autoestima y, finalmente, la
autorrealización. Enfatiza el efecto destructor que tiene en los menores el moverse
constantemente, el no vivir en un ambiente seguro, libre de miedo, ansiedad y
caos, así como la necesidad de vivir estructuradamente con orden, límites, etc. Un
menor abandonado por falta de tiempo, tendrá seguramente serias dificultades

41
para avanzar en la realización de necesidades de mayor jerarquía y, por tanto, una
menor posibilidad de alcanzar la autorrealización (o florecimiento humano).
Desde un enfoque sociológico, la posibilidad de participar en el estilo de
vida dominante (desde la perspectiva de Towsend y posteriormente Gordon) pasa
necesariamente por la disponibilidad, no sólo de ingreso, sino también de tiempo
para dedicarlo a diversas actividades o relaciones humanas. Si bien el ingreso
juega un papel preponderante en la determinación de la existencia de privación, la
falta de tiempo también limita la participación en el estilo de vida.
A lo largo del trabajo se ha discutido que los recursos monetarios no son los
únicos que determinan el nivel de bienestar de los hogares. Éste está íntimamente
determinado por la relación entre ingreso y tiempo. 56
Asimismo, la pobreza de tiempo y los distintos componentes del índice de
exceso de tiempo trabajo nos permiten conocer una dimensión de las condiciones
de vida de los hogares que los enfoques dominantes para medir la pobreza,
basados exclusivamente en el ingreso, ocultan. Si bien la pobreza de ingreso
identifica a los hogares que no pueden adquirir bienes y servicios en el mercado
para satisfacer sus necesidades humanas básicas, 57 la dimensión de la pobreza
de tiempo nos muestra que aún cuando éstos puedan adquirirlos, requieren
realizar además diversas actividades y/o establecer un conjunto de relaciones
humanas para satisfacerlas. Por ejemplo, para satisfacer la necesidad de
alimentación se requiere adquirir alimentos (ingreso) y prepararlos para su
consumo (tiempo). Si la vivienda no cuenta con agua entubada, quedará
clasificado como pobre por el método de NBI, pero esta situación no sólo afecta la
salud e higiene en el hogar, sino que también implica la necesidad contar con el
tiempo (y esfuerzo) para acarrear agua.
Por lo tanto, el método dominante para medir la pobreza, es decir el de la
línea del ingreso, es inadecuado para determinar los niveles de pobreza y la
calidad de vida en los hogares. Es de fundamental importancia el incorporar el
tiempo en una medida oficial de pobreza, dado que los parámetros para
determinar el apoyo que reciben los hogares sólo toman en consideración los
recursos económicos, recibiendo igual compensación hogares con distintos

42
requerimientos de tiempo, lo que aumenta la desigualdad en hogares con mayores
necesidades de tiempo, por ejemplo.
A pesar de que diversos investigadores han reconocido la relevancia del
tiempo en la determinación del bienestar de los hogares (Piachaud, Altimir, Becker,
Bryant, Citro y Michael, Boltvinik, etc.) no existe consenso de cómo abordar esta
problemática en el estudio de la pobreza y el nivel de vida. Hemos identificado
aquí dos enfoques desarrollados de manera independiente y con distintas
perspectivas que abordan explícitamente la pobreza de tiempo, el de Vickery y el
de Boltvinik. La diferencia fundamental entre los enfoques es que mientras Vickery
busca determinar el máximo tiempo posible para la dedicación de adultos al
trabajo doméstico y extradoméstico, Boltvinik intenta identificar los hogares en los
que sus miembros carecen de tiempo libre, estableciendo como norma máxima
para la suma de trabajo doméstico y extradoméstico 48 horas a la semana por
persona adulta.58 De acuerdo con este autor, en una sociedad como la nuestra,
donde un importante porcentaje de trabajadores están sujetos a labores
enajenantes o empleos insatisfactorios, la condición esencial para alcanzar el
máximo florecimiento humano (o autorrealización) es la disponibilidad de tiempo
libre.59
El análisis de los parámetros de las normas y requerimientos contenidos en
el índice de exceso de tiempo de trabajo ha demostrado, por un lado, que éstas
están en el orden de magnitud acorde con las prácticas sociales y, por otro, que la
metodología nos permite identificar a aquellos hogares con mayores carencias de
tiempo. Muestra de ello es que en 1996 los pobres de tiempo, clasificados
mediante el ET, realizaban, de acuerdo con el módulo de uso de tiempo de la
ENIGH 1996, 30% más de trabajo doméstico y extradoméstico en su conjunto.
Una vez reconocida la importancia de considerar al tiempo como un
elemento fundamental del bienestar de los hogares se identificaron aquellos que
carecen de la posibilidad de disfrutar de tiempo libre. De acuerdo con el cálculo del
índice de pobreza de tiempo los hogares con hijos menores de hasta 10 años son
los que sufren las más serias restricciones de tiempo, además de tener una alta
probabilidad de padecer también de pobreza de ingreso.

43
Los pobres de tiempo tienen un alto nivel de participación laboral, una
significativa carencia de equipo ahorrador de trabajo doméstico y una mayor
necesidad de acarreo de agua. No obstante, la carencia de cuidado de menores
afecta tanto a hogares pobres y no pobres de tiempo. Por tanto, es importante que
tanto el gobierno federal y los locales fomenten el acceso a guarderías para
los(as) trabajadores(as) de bajos ingresos, dotando de éstas a las zonas de bajos
recursos económicos.
Es importante considerar también que tanto el gobierno federal como el del
DF han instrumentado programas de ayuda a hogares con jefatura femenina. No
obstante, la evidencia mostró que la pobreza de tiempo afecta en una proporción
ligeramente mayor a los hogares con jefatura masculina, sobre todo a aquellos
con tres y más menores de hasta 10 años en el hogar. También quedó claro que el
porcentaje de pobres de tiempo aumenta considerablemente de acuerdo al
número de menores, independientemente del tipo de jefatura. La intensidad de la
pobreza de tiempo (a diferencia de la incidencia) sí es mayor en los hogares con
jefatura femenina, sobre todo en los casos en donde se da la presencia de uno o
dos menores de hasta 10 años de edad.
En las áreas rurales la precariedad del trabajo doméstico es mayor,
afectando la disponibilidad de tiempo sobre todo de las mujeres (pertenezcan
éstas o no a los hogares pobres de tiempo), dado que existe una carencia
importante de equipamiento ahorrador de trabajo doméstico, siendo ellas las que
desempeñan la mayor parte de este tipo de trabajo.
Los resultados muestran también una situación paradójica y a la vez
dramática. Un gran porcentaje de los hogares pobres por ingreso tienen recursos
humanos disponibles para el trabajo extradoméstico y, sin embargo, a pesar de su
bajo nivel de ingreso, no se encuentran ocupados. Dado el alto porcentaje de
hogares en esta situación difícilmente podemos decir que no participan en el
mercado laboral por preferencias individuales, como se ha pretendido explicar en
otros ejercicios de medición de la pobreza de tiempo. 60 Este fenómeno es más
grave en el ámbito rural, donde se hace evidente la falta de oportunidades para la
generación de ingreso, ya que más del 40% del total de la población vive en

44
hogares pobres de ingreso y no pobres de tiempo. Podemos decir, por tanto, que
el actual modelo de desarrollo es excluyente, ya que no logra incorporar a una
considerable proporción de la población en edad de trabajar.
De igual manera, el trabajo confirma que, en periodos de crisis, los hogares
tienen escasas posibilidades de aumentar su esfuerzo laboral y contrarrestar la
caída de los ingresos. El porcentaje de la pobreza por ingreso aumentó
drásticamente con las crisis de los ochenta y los noventa. Al mismo tiempo, se
observó un aumento de los hogares pobres por ingreso pero no por tiempo, que
cuentan con recursos humanos disponibles que podrían haber utilizado dada la
baja en el ingreso y que sin embargo, se quedaron “ociosos”.
Por otra parte, la evidencia muestra que a pesar de que la economía
recuperó su ritmo de crecimiento después de las crisis, y con ello se aumentaron
las posibilidades de participación laboral, los hogares no han logrado recuperar los
niveles de vida observados antes de las crisis.
Un aspecto importante de resaltar se refiere a las precarias condiciones de
los hogares consistentemente pobres (es decir por tiempo y por ingreso, que
representan un poco menos del 50% de los pobres por ingreso). De continuar la
política restrictiva salarial, fiscal y presupuestal, estos hogares no lograrán mejorar
sus condiciones de vida ya que no cuentan con recursos humanos disponibles
para participar en el mercado laboral (en caso de existir empleos), además de
recibir salarios muy bajos.

45
46
1
Profesora-Investigadora, El Colegio de México
2
Si bien en algunos casos la línea de pobreza considera el gasto en educación u otros satisfactores (uno de los
ejemplos más completos realizados en México es la Canasta Normativa de Satisfactores Esenciales elaborada
por COPLAMAR, 1982), por este método no se verifica si la población ha alcanzado un nivel educacional
mínimo o si cuenta con acceso a servicios públicos gratuitos. Supongamos dos hogares con un ingreso igual a
la línea de pobreza, uno de ellos tiene acceso a la seguridad social, el otro no. Si un miembro del segundo
hogar sufre una enfermedad grave y/o crónica tendrá que gastar en medicamentos, dejando insatisfechas otras
necesidades básicas. En cambio, en el primer caso, el acceso a servicios de salud gratuitos evitará que el hogar
tenga un gasto adicional y con ello seguir satisfaciendo el resto de sus necesidades básicas. Es claro que no
podemos suponer que ambos hogares tienen el mismo nivel de vida.
3
Para una revisión exhaustiva de las distintas corrientes que analizan teóricamente los conceptos de tiempo y
de tiempo libre, véase Mc Phail Fanger, 2004.
4
La propuesta de Haveman no se analizará aquí dado que el índice que desarrolló no puede ser considerado
propiamente un método de medición de la pobreza, ya que no mide la situación actual en la que viven los
hogares, sino el potencial que tienen para generar ingreso. En su enfoque, el tiempo (horas adulto disponibles)
es una variable importante en la determinación de ese potencial. Propuso que para el diseño de los esquemas
de apoyo oficial para los pobres en Estados Unidos se debe identificar, no solo el nivel de ingreso de los
hogares, sino su capacidad para generarlo. Dicha capacidad depende del número de horas-adulto para el
trabajo extradoméstico, del dinero que los hogares reciben por intereses, dividendos, rentas, manutención y
otros ingresos misceláneos distintos a las transferencias gubernamentales. Una vez calculado dicho potencial,
se descuenta un número de horas para cuidado de menores (cuando los hay en el hogar) o bien una cantidad
de dinero para contratar servicio de cuidado de éstos, ya que se considera a esta actividad la única que puede
reducir la participación laboral de los adultos (véase Garfinkel y Haveman, 1977).
5
La otra necesidad básica es la salud física, la cual tiene dos componentes: la probabilidad de sobrevivencia y
las enfermedades físicas. Proponen como indicadores para evaluar la satisfacción del primer componente la
esperanza de vida por edad y la tasas de mortalidad por edad y de los menores de cinco años; de la segunda,
la prevalencia de incapacidades, niños con deficiencia en su desarrollo, porcentaje de población sufriendo de
dolor severo, y las tasas de morbilidad.
En lo que respecta a la autonomía proponen los siguientes componentes (e indicadores) para medirlos: 1)
persistencia de enfermedades mentales (psicosis, depresión o alguna otra enfermedad mental); 2) privación
cognoscitiva (falta de conocimientos relevantes culturalmente, analfabetismo, falta de habilidades matemáticas,
científicas y otros conocimientos básicos cuasi-universales) y; 3) oportunidades para llevar a cabo una actividad
económica (desempleo o alguna otra medida de exclusión de roles sociales, y falta de tiempo libre).
6
Este trabajo se basó en una encuesta representativa de hogares levantada en Gran Bretaña en 1998-1999. El
criterio para que un bien o actividad fuese considerado como necesarios fue que más del 50% de los
entrevistados declararan que ningún hogar o familia en Inglaterra deberían de carecer de éste (véase Gordon,
et al., 2000).
7
Una de las características de los hogares en este esquema es que deben tener recursos con los cuales la
satisfacción pueda ser alcanzada y que estos recursos deben ser compartidos entre sus miembros.
8
Por ejemplo, supone que los hogares son una unidad en donde a todos sus miembros les preocupa el
bienestar de los otros, y que todos los recursos son compartidos para maximizar el bienestar de todos en el
hogar. Otra debilidad importante es el hecho de que el modelo de organización de los hogares supone que
éstos tienen como formas alternativas de mejorar su bienestar el dedicarse al trabajo doméstico o
extradoméstico y que, por lo tanto, tienen la posibilidad de elección. No obstante, es difícil hablar de elección
entre tiempo dedicado a trabajo doméstico y a participación laboral cuando hogares pobres no tienen suficientes
recursos monetarios para cubrir sus necesidades mínimas.
9
La dimensión del tiempo destinado a diversas actividades por los distintos miembros del hogar ha sido
explorado básicamente por los estudios de género, haciendo énfasis en la cantidad de tiempo que las mujeres
dedican al trabajo doméstico y/o extradoméstico (Barbieri, 1984; Shelton, 1992, INEGI, 1998). Algunos de estos
trabajos tienen como antecedente los estudios desarrollados en los setenta sobre el presupuesto de tiempo
(budget-time) en las familias (véase por ejemplo Walker y Woods, 1976). Asimismo, otros estudios han
enfatizado que el aumento de la participación femenina en el mercado de trabajo ha provocado que cada día
más mujeres tengan que hacer frente a la doble demanda de trabajo: el doméstico y el extradoméstico,
situación que se ve afectada por las crisis económicas (García y Oliveira, 1994; Oliveira, Eternot y López, 1999;
García, Blanco y Pacheco, 1999). Existen también una serie de documentos con información estadística con
enfoque de género que nos permiten ver las diferencias en la cantidad de tiempo dedicada a estas labores entre
mujeres y hombres, así como entre diversos miembros del hogar (INEGI, 1998, 1999 y 2000).
Si bien estos estudios nos muestran las grandes diferencias de género, sobre todo en lo que se refiere
al tiempo dedicado al trabajo doméstico y extradoméstico (situación que discutiremos más adelante), ninguno
nos permite vislumbrar la pobreza de tiempo por hogar.
10
Becker señala que el único esfuerzo realizado por los economistas de su época con relación al tiempo
disponible en los hogares se concentraba en el cálculo del costo de oportunidad de estudiar, o bien el del ocio
frente al trabajo productivo.
11
Douthitt (1993) calculó la pobreza de ingreso-tiempo en Canadá utilizando la metodología propuesta por
Vickery.
12
El tiempo mínimo necesario incluye el requerido para el mantenimiento físico y mental sano de sus miembros;
el requerido para trabajo doméstico (preparación de alimentos, limpieza y cuidado del hogar, cuidado de ropa,
cuidados de niños, compras de abastecimiento, y administración del hogar) y el tiempo libre (10 horas a la
semana). Los requerimientos de trabajo doméstico están en función de la presencia de menores y del número
de adultos en el hogar.
13
La norma de ingreso mínimo en el esquema de Vickery está basada en la “canasta alimentaria económica”
definida por el departamento de Agricultura de los Estados Unidos como la nutricionalmente adecuada para
casos de “emergencia de uso temporal cuando los recursos son bajos” (itálicas agregadas).
14
En un trabajo más reciente Whiteford y Hicks (1993) calculan una canasta normativa de satisfactores (budget
standards) para hogares monoparentales considerando un costo adicional debido a la desventaja en
disponibilidad de tiempo que tienen estos hogares en comparación con los que tienen la presencia de los dos
padres. Para su cálculo se basan en una encuesta de presupuesto de tiempo y comparan las diferencias del
dedicado a trabajo doméstico y extradoméstico en ambos tipos de hogares. Hacen especial énfasis sobre la
carencia de atención que sufren los menores y falta de tiempo libre de los adultos en los hogares
monoparentales. Estos autores calculan que “si una madre o padre soltero desea tener un estándar de vida
modesto pero adecuado, y tener la misma cantidad de tiempo libre que disfruta una madre trabajando tiempo
parcial en una familia con ambos padres presentes, entonces se requiere duplicar la tasa salarial estimada para
obtener este nivel de vida. Aún cuando esto ocurra, los niños en una familia monoparental seguirán teniendo
solo la mitad del potencial del tiempo de un adulto que disfrutan niños en familias con dos padres. Si la madre
quisiera compensar por el efecto de ello a sus hijos, entonces la tasa salarial tendría que incrementarse una vez
más” (p.234-235).
15
M1 y M0 son calculados asumiendo un valor promedio de sustitución de trabajo doméstico de $2.0 y $2.5 US
dólares por hora. No obstante la misma autora reconoce que estos valores son “conservadores” para el año del
cálculo (1973), dado que en 1967 el valor del salario de una trabajadora doméstica era de $2.5.
16
Esta cantidad de tiempo libre a la semana está muy por debajo de los estándares para los adultos en Estados
Unidos a mediados de los sesenta, cuya media en la encuesta utilizada por la autora era de 36 horas a la
semana en 1966 (véase Vickery, 1977, anexo). Asimismo, en una encuesta de presupuesto de tiempo realizada
en Gran Bretaña a mediados de los noventa se encontró que los adultos que disfrutaban de menor tiempo libre,
los que vivían en hogares monoparentales con dos menores de entre 4 y 10 años de edad, dedicaban 19.3
horas en promedio a esta actividad. En contraste, en hogares con dos adultos y dos menores en el mismo
rango de edad, dedicaban 35.5 horas en promedio a tiempo libre (véase Whiteford, Peter y Leslie Hicks, 1993:
231). Podemos decir entonces que el tiempo libre que Vickery establece como norma está muy lejos de la
práctica social en países desarrollados.
Por último, cabe resaltar que Vickery no toma en consideración para el cálculo de pobreza otros indicadores
incluidos en NBI.
17
Las otras cinco fuentes son: el ingreso corriente (monetario y no monetario); los derechos de acceso a
servicios o bienes gubernamentales de carácter gratuito (o subsidiados); la propiedad, o derechos de uso, de
activos que proporcionan servicios de consumo básico (patrimonio básico); los niveles educativos, las
habilidades y destrezas, entendidos no como medios de obtención de ingreso, sino como expresiones de la
capacidad de entender y hacer; y la propiedad de activos no básicos y la capacidad de endeudamiento del
hogar.
18
El concepto de florecimiento humano proviene de la filosofía analítica y es similar al de autorrealización, el
cual tiene la jerarquía más alta en la teoría de las necesidades humanas desarrollada por Maslow (1954).
19
Las necesidades afectivas forman parte de las necesidades humanas, sin embargo, una niña de una familia
rica que se siente sola no se convierte en pobre por la falta de afecto.
20
El MMIP ha recibido diversas críticas sobre todo en lo que se refiere a la determinación de los bienes
incluidos en la canasta normativa de satisfactores esenciales (CNSE), con base en la cual se calcula la pobreza
por LP (véase pie de página 23). También ha sido criticado en torno a la forma de calcular la pobreza por NBI.
Las críticas a detalle y la respuesta que ha dado el autor pueden consultarse en Boltvinik (2000b). Es
importante señalar que el componente de pobreza de tiempo no ha recibido hasta ahora crítica alguna.
21
La fórmula para calcular pobreza de tiempo es como sigue:
ET= (1+Wj) / (W* kj*) = (1+Wj) / 48kj*
| para kj* > 0
| para kj* = 0 y Wj = 0, ET = 1
| para kj* = 0 y Wj > 0, ET = 1
Si ET > 2, ET = 2, Si ET < 0.1, ET = 0.1
donde
W j: horas semanales totales trabajadas extradomésticamente en el hogar j. Incluye las horas dedicadas al
trabajo principal y secundario
W*=48: norma constitucional de horas de trabajo semanales
kj*: número de personas, en el hogar j que están disponibles para trabajar extradomésticamente
kj*= Nj15-69 - hj | para hj ≤ Nj15-69
kj*= 0 | para hj > Nj15-69
donde
Nj15-69: personas de 15 a 69 años de edad en el hogar j
h j: personas, en el hogar j, excluidas del trabajo extradoméstico,
hj = ONTj + (0.5833) ESTj + INCj + (RJTDj -JSDj), | donde
ONTj: ocupados que no trabajaron la semana de referencia
ETSj: estudiantes
INCj: incapacitados
RJTDj: requerimientos de la jornada de trabajo doméstico
JSDj: jornadas desempeñadas por servidores domésticos.
22
Agradezco el comentario de uno de los dictaminadores anónimos en torno a la posibilidad de modificar los
límites de edad tanto inferior como superior para calcular el número de miembros disponibles para trabajo
doméstico, dado que existen menores de 15 años y mayores de 70 que realizan diversas tareas domésticas,
aún cuando no sea de tiempo completo. La propuesta consiste en utilizar una fracción de su tiempo para el
cálculo del ET, por ejemplo 0.2 de una jornada de 48 horas para los miembros de 11 años de edad.
Desafortunadamente, realizar esta modificación requiere de una evaluación de la propuesta misma, lo que
rebasa los objetivos de este trabajo.
Asimismo, se propone modificar los límites de edad para el cálculo de los miembros que
normativamente pueden trabajar extradomésticamente a 12 años y 80 años de edad. No concuerdo con dicha
propuesta dado que, si bien en México se capta información de horas trabajadas a partir de los 12 años, es
deseable que los que realizan estudios de secundaria dediquen tiempo completo a esta actividad, como se
expone más adelante. Por otra parte, el límite superior no sólo considera los cambios en las tasas de
participación laboral (ver más adelante), sino también la posibilidad de que por cuestiones de salud estos
miembros no pueden dedicarse a las labores domésticas.
23
Dado que en las encuestas no se tiene información del número de horas normalmente trabajadas por éstos.
24
Si bien algunos incapacitados pueden realizar algunas de las actividades relacionadas con el trabajo
doméstico (o extradoméstico) no podemos asumir de manera generalizada (como propone uno de los
dictaminadores) que estos miembros son aptos para realizar dichas actividades, dado que las encuestas no
especifican si pueden o no hacerlo o el tipo de incapacidad que padecen.
25
La fórmula para calcular la intensidad del trabajo doméstico es:
ITDj = (AAj + CEADTj + CASCMj) / 3 | para hogares con menores de hasta 10 años
ITDj = (AAj + CEADTj) / 2 | para hogares sin menores

| donde
AAj: necesidad de acarreo de agua
CEADTj: carencia de equipo ahorrador de trabajo doméstico (refrigerador, lavadora, licuadora y vehículos de
motor)
CASCMj: carencia de acceso a servicios de cuidado de los menores
Los indicadores de ITDJ pueden tomar valores 0, 1 y 2, donde 0 es satisfacción de la necesidad y 2 carencia
total.
La ITDj es una media simple de sus tres componentes. Esta fórmula puede ser modificada utilizando
ponderadores para dar distinto peso a cada una de las actividades, dependiendo por ejemplo del tiempo
dedicado a ellas por el conjunto de la sociedad. Sin embargo, la intensión de este trabajo no es modificar la
fórmula original, sino evaluar los resultados obtenidos a partir de la misma y proponer modificaciones para se
tomadas en cuenta más adelante.
Por otra parte, agradezco una vez más el comentario del dictaminador que propone considerar otras variables
que afectan la intensidad de trabajo doméstico, como el número de cuartos. Supongamos dos hogares con seis
miembros, uno viviendo en una vivienda con dos y otro con cuatro cuartos, el segundo requerirá más tiempo de
trabajo doméstico. Este comentario será tomado en cuenta para futuros ejercicios.
26
El número de jornadas requeridas de trabajo doméstico en los hogares están determinadas con base en los
criterios propios de Boltvinik, por lo que su evaluación cobra particular importancia.
27
Existe un problema operativo con este cálculo. Cuando el hogar realiza el gasto en servicio doméstico, se
descuenta una jornada de trabajo doméstico completa independientemente de que el/la servidor(a)
doméstico(a) no trabaje la jornada completa o seis días a la semana, ya que no se cuenta con esta información
en la encuesta. Asimismo, cuando las personas dedicadas al servicio doméstico no residen en el hogar, la
encuesta solo registra el gasto en este tipo de servicio y no el número de personas pagadas para ello. En estos
casos sólo se descuenta una jornada, a pesar de que en algunos hogares puedan estar trabajando más de
un(a) servidor(a) doméstica(a).
28
Este trabajo fue elaborado en el 2002 y en esa fecha sólo se encontraba disponible el módulo de uso de
tiempo de 1996. En 1998 se levantó otro módulo sobre uso de tiempo en la ENIGH, sin embargo, el cuestionario
sólo preguntaba sobre las actividades del día anterior, lo que no permitía el análisis del uso de tiempo durante
una semana completa. En la actualidad se cuenta con otra encuesta de uso de tiempo de los hogares, 2002,
ésta si tiene información sobre las actividades realizadas a lo largo de la semana. Sin embargo, al momento de
elaborar la versión final de este trabajo (Julio de 2004) aún no cuento con el procesamiento y evaluación de la
calidad de la misma.
29
Por ejemplo, en la investigación realizada por Salazar (1999) en cuatro colonias populares de la ciudad de
México encontró que los trabajadores que utilizan transporte público realizan entre dos y tres transbordos,
además de realizar esperas de hasta 30 minutos en cada uno (pp.127-130).
30
Los requerimientos establecidos por Vickery se basan en la observación del tiempo dedicado al trabajo
doméstico tanto del esposo como de la esposa. Incluye preparación de alimentos, limpieza del hogar, limpieza
de ropa, cuidado de otros miembros del hogar, administración y abastecimiento del mismo.
31
Se trata de mujeres de clase media que especificaron si contaban o no con servicio doméstico y si tenían
hijos o no, y de mujeres de la clase obrera dedicadas exclusivamente al trabajo doméstico.
32
La Constitución Mexicana establece como límite mínimo de edad para trabajar legalmente los catorce años de
edad, el cual tiene una diferencia con la norma del MMIP de tan solo un año (Artículo 123, Fracción III).
33
La ENE y ENIGH tienen comportamientos similares en cuanto a los cambios en la tasa de participación en los
diferentes grupos de edad. Los datos de la ENIGH son un poco más altos que los de la ENE dado que el
periodo de referencia en la primera es el mes anterior y en la segunda la semana anterior. Para el grupo de
edad de 65 años y más la participación es de 34.4% en la ENIGH y de 31.9 en la ENE.
34
Es importante señalar que la información sobre trabajo doméstico es muy inexacta en la encuesta de uso de
tiempo de los hogares, 1996, por lo que las cifras al respecto deben tomarse con reserva.
35
Las tasas de participación en el trabajo doméstico equivalentes (TPTDE) se calculan como sigue:
TPTDE = ( TD/48) / Pt
TD: horas trabajadas domésticamente a la semana por todas las personas que declararon hacerlo.
Pt: Población total
36
Dado que no existe un seguro de desempleo en México los datos sobre este fenómeno no son confiables.
Asimismo, debe considerarse que la PEA está constituida por todo aquel que haya trabajado al menos una hora
en la semana con o sin pago. Muchas personas clasificadas como pobres por ingreso trabajarán en empleos
precarios de tiempo parcial, sin que esto refleje necesariamente una preferencia, dada la imposibilidad de cubrir
sus necesidades básicas trabajando en este tipo de empleos.
37
Dado que existe una subdeclaración de los ingresos recibidos en los hogares, los datos de las ENIGHs son
generalmente ajustados a los proporcionados por las cuentas nacionales para posteriormente realizar el cálculo
de pobreza. Sin embargo, al momento de elaborar este artículo no se contaba con la información de cuentas
nacionales para realizar el ajuste.
38
Al incorporar a la pobreza por ingreso-tiempo la dimensión de las necesidades básicas insatisfechas, y así
considerar las tres dimensiones del MMIP, el porcentaje de pobres en el 2000 era 77.2.
39
Se clasifican como indigentes en el MMIP y en los otros componentes parciales (LP, NBI y ET), a todas las
personas que vivan en hogares donde el valor de la intensidad o brecha de la pobreza (I) es mayor que 0.50. Es
decir, se trata de hogares que cumplen, en promedio, menos de la mitad de las normas definidas.
40
Los muy pobres son los hogares cuya intensidad de la pobreza es mayor que 0.33 y menor o igual a 0.50. Es
decir, es población que cumple entre la mitad y dos terceras partes de las normas. Los pobres moderados son
los que tuvieron intensidades mayores que cero pero menores o iguales a 0.33.
41
En el MMIP la pobreza por ingreso se obtiene comparando el ingreso por adulto equivalente con el costo de la
canasta normativa de satisfactores esenciales (CNSE). La CNSE fue desarrollada por Coplamar (1982)
basándose en la ENIGH 1977 y ha sido actualizada según el índice nacional de precios al consumidor. La
CNSE ha sido utilizada por diversos autores para el cálculo de la pobreza en México (Boltvinik, varios años,
Hernández-Laos, 1992; Alarcón, Diana, 1994; Levy, Santiago, 1994; Damián, 2002 y en prensa; Pánuco
Laguete y Székely, 1996). Estos últimos autores han señalado que la CNSE es la “única base confiable en el
país sobre los requerimientos de las necesidades básicas y precios” (Pánuco Laguete y Székely, 1996: 220).
La CNSE ha sido criticada por la inclusión de algunos bienes contenidos en ella. Boltvinik, quien
coordinó los trabajos para calcular la CNSE en Coplamar, ha publicado recientemente artículos explicando la
metodología seguida (no conocida ampliamente hasta hace poco) y responde a las críticas señaladas
públicamente por diversos autores (véase Boltvinik, 2000b y Boltvinik y Marín, 2003). Por otra parte, el listado
de los bienes contenidos en la CNSE (y en algunos casos la frecuencia en el uso de algunos satisfactores
incluidos en la CNSE) fue sometido a una evaluación realizándose una encuesta de percepciones en el 2000
(levantada por el Procuraduría Federal del Consumidor –PROFECO) a 2,400 adultos, de otros tantos hogares,
en 18 ciudades del país en la que se les preguntó si los bienes los consideraban necesarios, deseable pero no
necesarios y no necesarios ni deseables. La lista incluye, entre otros, los rubros de la CNSE que han sido
materia de disputa.
Los rubros de la CNSE que la población no consideró necesario (que por demás no corresponden a los
que han generado más críticas, como el refrigerador o la lavadora), representan un costo del 6%, por lo que su
peso en la determinación de la pobreza por ingreso es mínimo (Boltvinik y Marín, 2003). Por otra parte, aún
cuando existan desacuerdos en la lista de bienes y servicios incluidos en la CNSE esta forma de medir la
pobreza (budget standards) tiene, como lo señala Jonathan Bradshaw (1993: 237), la ventaja de que cualquiera
puede modificar la lista si no está de acuerdo con ella.
42
La medición de la pobreza de tiempo se enfrenta con la misma dificultad que la de ingreso en el sentido de no
poder diferenciar cómo se distribuyen las cargas de trabajo doméstico al interior del hogar. Por lo que
posiblemente puedan existir personas pobres de tiempo en hogares que fueron clasificados como no pobres de
tiempo.
43
Para obtener el ingreso por adulto equivalente, cada miembro del hogar se transforma, mediante un
coeficiente, en un valor en términos de adultos equivalentes. Para su cálculo se determinan los requerimientos
calóricos de distintos grupos de edad, sexo y tipo de actividad. Una vez obtenido el número de adultos
equivalentes en el hogar, su ingreso se divide entre este número (véase Boltvinik, 1999, Anexo metodológico).
44
Estos dos tipos de hogares concentraban al 97.6% de la población en el 2000.
45
En este tipo de hogares vivía tan sólo el 1.8% de la población en el 2000.
46
Cabría preguntarse si la norma que va de 0.3 a 0.7 jornadas (equivalente en horas semanales desde 14.4
hasta 33.6) para este tipo de hogares es muy alta. Si se observa el cuadro 9 se apreciará que los hogares
unipersonales fueron agrupados con los de hasta 3 miembros.
47
El 85.4% de la población vivía en hogares con jefatura masculina y el 14.6% en hogares con jefatura
femenina en el 2000.
48
También está muy por debajo de la LP utilizada en el MMIP para zonas rurales ($1,693.6 pesos).
49
Esto es a pesar de que el peso de este grupo de edad en el total es similar en ambos grupos (41.1% y 43.3%
de población en los pobres de tiempo y no pobres de tiempo, respectivamente).
50
Es importante aclarar que en esta sección sólo analizaré la relación entre la pobreza de ingreso contra la
pobreza de tiempo. En ningún caso me referiré a la relación entre pobres según el MMIP y los pobres de
tiempo, ya que sería un razonamiento circular, dado que el ET es uno de los componentes del MMIP (además
de LP y NBI).
51
Aún cuando consideremos el número total de horas trabajadas por el promedio de miembros ocupados en el
hogar subsiste la diferencia: los pobres de ingreso y de tiempo trabajaron 46.47 horas a la semana, mientras
que los no pobres de tiempo 39.76.
52
Es importante señalar que la evolución de la pobreza de tiempo en esta sección no incorpora el componente
de carencia de acceso a cuidado de menores, ya que las ENIGHs de los ochenta y la de 1992 no contenía
información suficiente para el cálculo del índice CASCM. Por tanto, para hacer comparables los datos de los
ochenta y noventa se calculó la ITD únicamente con los otros dos componentes (AA y CEATD). Por tanto, los
resultados para el año 2000 son ligeramente distintos de los proporcionados en el texto precedente.
53
Los resultados sobre pobreza de ingreso que presento a continuación no son comparables con los de los
ochenta y los de 1992 expuestos hasta ahora debido a que no están ajustados a cuentas nacionales. Esto se
debe a que, por un lado, a partir de 1994 hubo un cambio en la metodología para el cálculo de cuentas
nacionales y, por otro, la información más reciente de cuentas nacionales (2000) no se encontraba disponible al
momento de la elaboración de este artículo.
54
En una entrevista que realicé reciente en el marco de una investigación en proceso, educadoras de
guarderías públicas en la Ciudad de México manifestaron el atraso con el que se incorporan nuevas generación
a los niveles de kinder y preescolar. Señalan problemas como por ejemplo, el que niños mayores de tres años
no saben hacer uso de vasos o tazas para beber líquidos, dado que no han recibido en sus hogares la atención
para eliminar el biberón.
55
En su lectura sobre la esencia humana y las necesidades humanas en Giörgy Markus, Boltvinik (2003)
ejemplifica la existencia de normas sociales de la siguiente manera “mientras la regla (implícita de uso de un
cigarrillo es que debe encenderse con fuego y el humo debe ser aspirado, etc., la norma social de su empleo
prohíbe fumar a los menores y a todos en ciertos lugares.”
56
Sin olvidar también el papel que juega el acceso a los bienes y servicios públicos, los activos de los hogares,
las habilidades y conocimientos.
57
Identificadas implícitamente o explícitamente, dependiendo del método de línea de pobreza elegido. Para el
análisis de diversas variantes de este método, véase Boltvinik, 2000b.
58
Definida ésta como aquellas personas de entre 15 y 69 años de edad que se encuentren disponibles, véase
notas al pie 17 y 23.
59
Lo anterior sin desconocer la posibilidad de que durante el tiempo libre se produzca la enajenación del
individuo mediante actividades que no fomenten su capacidad creadora. Al respecto véase Toti (1975).
60
Véase Vickery (1977).

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