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REMEDIOS PARA EL CORAZON

La muerte de doña María Trinidad Arias está cubierta de un gran misterio,


sobretodo después de las cartas encontradas, por la policía, en su casa.
Escritos que datan de los años de 1910 a 1914, período en el que la
difunta vivió en Sonora, y donde se hizo de su gran amiga: Gregoria Olivo,
al grado que cuando doña Trini se traslada a Morelia, le encarga a sus
animalitos. Como prueba del afecto y buen cuidado de estos, le hace llegar
los saludos a su ama:“ Abrazos de tus animalitos el Teco, la Chilchota, la
Monita, el Chiles y la Mucha” .
Para demostrarle su agradecimiento, Trini hace llegar un consejo de
amores a Goyita: “no hagas caso de un pretendiente que se quiere casar
contigo, pues él no tiene mas bienes que su misma familia, no te
conveniente”.
Las curaciones de doña Mari, también eran solicitadas para
remediar otras dolencias, un hombre le pide ayuda para “apasionar” a su
novia, “servicio que sería muy bien pagado”.
Pero doña María Trinidad, también tenía su corazoncito y como tal
había sufrido desengaños:
“ Dices que eres él mismo que en tu pecho la llama de otros tiempos arde
que el nido del amor no está deshecho que para amarnos otra vez no es
tarde; te engañas no lo creas ya la duda hecho en mi corazón fuertes raíces,
mi fe en el amor perdida es ancla de un ave destrozada, ancla en el fondo
de la mar caída.
Hace tiempo se fue la primavera llego el fúnebre invierno sombrío se fue
nuestro amor, ave viajera y las aves se van cuando hace frió.”
Para otros, los remedios del corazón recetados por Trini, tenían gran
efecto por lo visto para ella ... no.
Historia basada y adaptada del expediente número 153, del año de 1935,
del Juzgado Primero Penal Morelia.
Autora: Alicia Colin Ávalos. Escribiente del AMHPJM
EL MUERTO DE LA BARRANCA*

Autor: María Guadalupe Estrada Chávez.


Escribiente del Archivo Histórico del Poder Judicial y pasante de la
licenciatura en Historia.

La historia comienza un día 5 de mayo de 1897 a orillas de Coalcomán,


cuando unos arrieros pasando cerca de la Barranca de los Farias,
alcanzaron a ver en el fondo el cadáver de un hombre, de inmediato dieron
aviso al alcalde, quien al trasladarse al lugar de los hechos, reconoció al
que en vida llevó el nombre de Lázaro Marmolejo, presentaba a mitad del
pecho una herida al parecer causada con arma de fuego, y por manchas de
sangre encontradas alrededor del cadáver, se creyó que el cuerpo había
sido arrastrado.

Desde ese día, los habitantes de la región empezaron a comentar


sobre las apariciones del muerto de la barranca, seguramente era el pobre
Lázaro que aprovechando la oscuridad del camino, sacaba cada susto a los
valientes que se atrevían a pasar por ahí, después de la medianoche.

Según los lugareños, el espíritu no descansaría en paz hasta que


atraparan a los culpables. Así empezaron a circular diversas versiones
sobre el móvil del asesinato, como aquella que mencionaba que el motivo
sería cobrar una recompensa ofrecida por Santos Valencia, Tomás Cortés
y Francisco Mojica, el pago: tres pesos a quien privara de la vida a
Marmolejo por bandolero; también salieron a relucir problemas de faldas,
situación que fue efectivamente el motivo del crimen. Finalmente, las
averiguaciones llegaron a la conclusión que el autor del asesinato era un
tal Desiderio Preciado.
Pero las apariciones no pararon ni con el agua bendita arrojada por
el cura del pueblo, ni las misas ofrecidas en memoria del muertito, ni
mucho menos con la encarcelación del homicida. Sin embargo, meses mas
adelante, una mañana calurosa los pobladores de la villa, asombrados se
empujaban para alcanzar a leer un cartelón que pegado en la presidencia
municipal, decía:

DESIDERIO PRECIADO

REO DEL DELITO DE HOMICIDIO CALIFICADO


COMETIDO EN LA PERSONA DE
LÁZARO MARMOLEJO

“ A QUIEN VENADIO”

FUE SENTENCIADOA SUFRIR LA PENA DE


MUERTE Y SERÁ FUSILADO
EL LUNES 27 DEL ACTUAL A LAS DIEZ DE LA MAÑANA, EN LA
CARCEL PUBLICA DE ESTA VILLA.

Coalcomán, Junio 24 de 1898.

Llegándose la fecha señalada se le pregunto al reo su última


petición: llamar al sacerdote para que se le ministren los auxilios
espirituales de la religión católica y poder morir espiritualmente en paz.
Una vez cumplida su petición, se le preguntó si deseaba ser vendado o no,
a lo que él aceptó, y poniéndose en guardia la artillería al mando del
Teniente de infantería, Jesús Servin de la Mora, éste ordena la acción.
Cuentan los vecinos que a partir de ese día el alma en pena del
muerto de la barranca, pudo descansar en paz.

* En la Ludoteca Virtual del Museo Histórico del Poder Judicial se


presentan adaptaciones de casos localizados en el Archivo Histórico
del Poder Judicial y esta corresponde al expediente que se le envía.

PASIÓN SECRETA

1916 fecha en la que Cuitzeo de la Laguna vio el nacimiento de


Juanita, niña de origen mestizo, con hermosos ojos y una sonrisa sin
igual, fue llevada al registro civil hasta diez días después de su nacimiento
ya que, según cuenta su padre, por esos tiempos los revolucionarios
andaban por esos rumbos. Juanita fue creciendo bajo el mando estricto y
conservador de su padre don Eligio Campos y doña Balbina Tinoco de
Campos, familia de gran prestigio dedicada al comercio desde los años de
la colonia, legado transmitido de generación a generación. A los pocos
meses de nacida Juana y debido a la revuelta armada, la familia decidió
emigrar a la capital del estado, con la esperanza de encontrar tranquilidad
y sosiego, estableciéndose en una casa del centro. Al paso de los años
Juanita fue instruida en las tareas del hogar, era una muchacha bien
educada, de grandes virtudes y una hermosura sin igual, morena, de
figura espigada, ojos grandes, sonrisa coqueta y una finura y delicadeza en
sus movimientos, comparada solo con la hermosa Mintzita, niña y más
tarde mujer que atravesaría, aun, sin saberlo una historia de amor. Fue
en el año de 1930 cuando ella solo contaba con 14 años de edad; cuando
un domingo en el que la familia Campos acudía, como tradicionalmente lo
hacia, a la Capilla de Nuestra Señora de Lourdes a escuchar misa, cuando
Juanita al salir de la Capilla, sintió la mirada de un joven, no tuvo tiempo
para observar a detalle de donde provenía esa mirada. Sin embargo, al filo
de las ocho de la noche por el balcón de la bella joven, comenzó a escuchar
un golpeteo en el cristal de la ventana, cuestión que la inquieto,
inmediatamente se asomo y cual fue su sorpresa al observar a un joven
alto moreno, bien parecido, de aproximadamente 15 años, que sin mas ni
mas, aventó un papel en el que decía:

“Señorita con el debido respeto, deseo expresarle mi amor y mi admiración


ya que es usted la mujer más bella que mis ojos han mirado, deseo
conocerla, el próximo domingo al salir de misa, encontrándonos en la
calzada de San Miguel”, su atento admirador Rosalio N.

El domingo siguiente, poco antes de dar por terminada la misa, la


hermosa Juana acudió a su cita. Rosalio, emocionado al ver a la bella
joven, corrió y sin mas ni más tomo su mano, charlaron un breve
momento, ya que estaba por terminar la misa y comenzaba a salir la
gente. Entre la multitud se vio a don Eligio salir apresurado buscando
a su hija que corriendo rápidamente a la entrada del templo, fingió una
terrible jaqueca, de la cual informó a su padre. Eligio y su familia, sin
sospechar, regresaron juntos a casa. Ya en su habitación, Juana
recordaba su encuentro secreto con Rosalio; al paso de los días
continuaron los encuentros literarios que daban forma a una:

PASIÓN SECRETA

“No pretendo que me ames como te amo


aunque un volcán ardiente me devora
solo quiero que sepas que me inflamo
callando mi pasión abrasadora... ”
“Que el ángel de la
dicha cubra de
hermosas flores
el sendero por
donde andes que
nunca sufras que
nunca llores, esto
desea quien te ama,
Rosalio N.”

Juana, al paso del tiempo, se dio cuenta que su enamorado era de origen
humilde, ya que su familia se dedicaba a la panadería, ella sabia
perfectamente que sus padres nunca habrían permitido ese romance; aun
así, continuaron con su amor secreto por varios meses, hasta que
decidieron escapar hacía Acámbaro. Así, el día jueves 6 de marzo de 1931,
a las tres de la tarde como de costumbre llegó de su negocio don Eligio
Campos y cual fue su sorpresa al ver a Balbina, su mujer ahogada en
llanto, inmediatamente pregunto, que ocurría, esta mirando a su hijo de
apenas ocho años le dijo: cuéntale a tu padre lo que ha sucedido, entonces
el niño platicó que al filo del medio día, Juanita acudió en compañía de él
y de su madre a la capilla de nuestra Señora de Lourdes, en algún
momento llegó Rosalio en un automóvil y huyó con Juanita. De la misma
forma don Eligio Campos, expreso lo acontecido ante el juez, donde levanto
la denuncia por rapto en contra de Rosalio N. Incluso llevo a testificar a
dos de sus mejores amigos, los cuales declararon, que Juanita, era una
muchacha seria, que en ningún momento se le había observado platicar
con algún muchacho, que siempre, salía acompañada de su señora madre;
aun sin asimilarlo, don Eligio exigió se girara un exhorto al juez de
Acámbaro de donde era oriundo Rosalio. Grande fue su sorpresa al
enterarse que se habían casado y que vivían en Guadalajara, don Eligio
ciego de coraje, no lo podía creer y exigió, se mostrara el acta de dicho
matrimonio, cual fue su sorpresa al ver que, la Pasión Secreta se había
consumado.

Historia basada y adaptada del expediente, número 87,del año de 1931,


J1°, Penal, Morelia.
Autor: Eduardo Soto Báez, Escribiente del AHPJM.

LOS VAGOS
Cada pueblo tiene a sus personajes y la Villa de Charo no era la excepción.
Todas las mañanas se podían observar a las mujeres ir al molino de doña
Bibianita, era de suponer que se sabía la vida de todo el pueblo, pues
mientras se preparaba el nixtamal se cocían los pormenores de los
habitantes de aquel sitio. Otros lugares de reunión eran la almoneda,
propiedad de don Evaristo y la cantina, su dueño era don Cirilo, ahí los
hombres comentaban sus aventuras amorosas, y de lo pesada que había
estado la jornada de trabajo.
Pero entre todos los habitantes destacaban tres individuos, que eran
la sal y la pimienta de Charo: don Chuy Martínez y los hermanos Ramón y
Antonio Maciel, conocidos como los vagos. Por las tardes, en la plaza
principal, entretenían con sus pícaras narraciones, a todo aquel que se
detenía a escucharlos, entre risas, silbidos y gritos de emoción, describían
desde el histórico encuentro de Hidalgo y Morelos hasta la llegada de
Maximiliano a tierras michoacanas.
Cierto día, en pleno inicio de la primavera del año de 1868 fue
detenido don Chucho y llevado ante el Teniente de Justicia del lugar, se le
acusaba de peleonero, borracho y de andar en la vagancia, en sus
declaraciones dijo franca y sinceramente que sí le gustaba beber, pero lo
hacía porque “su cuerpo se lo pedía para fortalecerse”; declaro no
tener oficio, “cualquier trabajo era bueno con tal de tener dinero para el
aguardiente. El castigo impuesto fue la cárcel por un mes y trabajos
forzados.
Más tarde, hasta las oficinas de don Basilio García, Jefe de Policía de
Charo, llegaba el ruido del escándalo provocado, en la cantina, por los
hermanos Maciel, disparaban sin ton ni son, aventando botellas, mesas
y sillas. ¡Vaya zafarrancho! Al lugar acudió inmediatamente el
comandante, acompañado con su respectiva escolta para detenerlos,
también fueron encarcelados y sentenciados a tres meses de prisión.

¡Qué tristes se sentían las tardes calurosas de Charo, sin sus vagos!

Los vecinos del pueblo que conocían a los detenidos, exigieron los
dejaran en libertad. Don Faustino Oropeza, Amanda Perdomo, Aniceto
Chavira, Nepomuceno Colín, entre un grupo de más de cuarenta
declararon que:
“conocemos a los vagos, son bebedores consuetudinarios, pero
no hacen mal a nadie, Ramón Maciel trabaja en una fábrica de
fideo, Antonio no tiene oficio y por eso se emplea en lo que puede y
don Chucho vive de la caridad”

También se dijo que tanto don Chucho como los hermanos Maciel eran
aficionados al aguardiente pero eso si no dañar a la gente, solo
causaban risa cuando ya no podían sostenerse de pie y se quedaban
donde primero les llegaba la noche, en realidad las quejas de los
vecinos del lugar eran solo por el aspecto de vagos y por bebedores;
algunas veces llevaban serenatas a las muchachas acompañando a
algún enamorado a cambio de copa. La mayoría de las personas que
fueron a declarar coincidieron en que los vagos no hacían mal a nadie,
lanzaban piropos decentes a las muchachas y estas sin ofenderse,
sonreían al escucharlos.

Finalmente, tras las averiguaciones realizadas para poder actuar y


castigar a los vagos, se les dictó la siguiente sentencia que: de por vida
continuaran narrando sus peculiares historias Eso sí, sin provocar
escándalos como aquella vez.

Así, la Villa de Charo recupero a sus vagos y las divertidas tardes en la


plaza principal.

Historia basada y adaptada del expediente sin número 13, del año de
1868, del Juzgado Primero Penal de Morelia.
Autor: Luis Arturo Rivera López, Escribiente del AHPJM.

EL ULTIMO SUPLICIO

Mi abuelo siempre nos advertía: ni se les ocurra pasar solos, después de la


media noche por la calle del Ultimo Suplicio, en la casa marcada con el
número 13, muy cercana a la Plaza de San Francisco. Por mas que
preguntábamos, él jamás quería responder, lo único que sabíamos era que
ese sitio no estaba habitado desde hace mas de un siglo.
Un día nos armamos de valor mis primos Manolo, Israel y yo, y logramos
escabullirnos a la tienda de doña Clemente y que está exactamente
enfrente del citado inmueble, esperamos marcara el reloj de Catedral la
hora temida: las doce de la noche. Lo que a continuación ocurrió jamás lo
creerán: se ilumino la vieja casona y claramente pudimos observar como
que el interior se escuchaba una música, esa música que sale en las
películas “viejitas”, a través de los cristales de las ventanas se apreciaba a
mucha gente disfrutando de una fiesta.

Israel nos dijo repentinamente: ¡vean unos hombres están entrando a la


casa por la azotea¡ .. Sus rostros no los pudimos distinguir entre la
penumbra de la noche, empezamos a escuchar disparos y terribles gritos,
una masacre se estaba dando en esa casa.¡

Sin poder moverme de mi escondite, claramente alcance a ver entrar a


unos gendarmes que valientemente controlaron la situación, sacaron a
empujones a varios individuos que por su facha parecían gavilleros; y por
los sobrenombres mencionados por los propios vigilantes se comprobaba
actividad delictuosa, así vimos al Patilludo González, El Trotacalles Parra,
El Chaparro Cortes y El Barbicerrado Avalos. Todos estos individuos tenían
algo en común, en sus ojos se apreciaba mucho odio. Por comentarios de
los policías nos enteramos que acababan de asesinar a toda la familia de
don Ignacio Amescua, dueño de la hacienda “La Huerta”.

Poco a poco, todo en la casona se volvió penumbra; nosotros pensamos


que por fin podríamos salir de nuestro escondite, pero sí todo nuestro ser
estuvo a punto de colapsar por lo ya visto, tuvimos que presenciar algo
mucho peor, tardíamente pudimos entender la advertencia del abuelo: de
la casa salían, horribles gemidos, gritos exigiendo castigo para los que
acababan de llevarse ... Nunca supimos de donde sacamos fuerzas y por
fin pudimos correr hacia la casa del abuelo, nos metimos a la cama y con
mucho trabajo conciliamos el sueño. A la mañana siguiente preferimos no
comentar nada, pero el abuelo dejo soltar la siguiente pregunta: ¿quieren
saber qué fin tuvieron los asesinos?, Israel, Manolo y yo nos quedamos
sumamente asombrados ... Y al unísono respondimos que sí¡

El abuelo inició la narración: para ser exactos esos asesinatos ocurrieron


en el mes de agosto del año de 1848 y toda la ciudad se horrorizó por los
sucesos; efectivamente lograron capturar a los homicidas. Sin embargo, se
inició el proceso criminal ante las autoridades competentes y, estas sin
ninguna duda, aplicaron el artículo 51 de la ley del 6 de septiembre de
1829: los ladrones y asesinos en gavilla deben ser irremisiblemente
condenados al Ultimo Suplicio o en otras palabras, a la pena de muerte.
Los desalmados tuvieron el valor aún de pedir clemencia, la sociedad
moreliana estaba conmocionada... Pero el día 2 de octubre del año
mencionado se hizo justicia y en punto de las ocho de la mañana, en la
Plaza de Armas se llevo a cabo su ejecución; sus cuerpos fueron
entregados a la Hermandad de la Misericordia, haber si Dios los
perdonaba.

Le preguntamos al abuelo que por qué sabía esa historia ... él tristemente
respondió se que ya no me queda mucho tiempo de vida y, así como
ustedes no lograron contener su curiosidad y fueron a la Calle del Ultimo
Suplicio, yo también hice lo mismo, y nuestros antecesores de igual forma.
De hoy en adelante deberán de vigilar que nadie entre o se acerque a esa
casa, difundir el temor entre la gente, esto no un castigo es una misión
importante ... así estamos ayudando a esas almas en pena a alcanzar la
paz.
Autora: María Guadalupe de la Sancha Flores. Escribiente del AMHPJEM.
OBSESION

El sol era muy intenso, a pesar de ser invierno quemaba como nunca la
piel, el astro rey; en el ambiente monótono y tranquilo del lugar la
ociosidad hacía de las suyas. Acostumbrado a esa rutina el presidente
municipal de Acuitzio, cierto día se encontraba degustando un rico café en
sus oficinas, cuando llegó Juanito Chavira acompañado de la bola de
escuincles que se juntaban a jugar por las tardes a las orillas del pueblo.
Bastante espantados le dijeron que por el Camino Grande junto al
huisache, olía muy feo y que al acercarse vieron a un muerto.

Las autoridades efectivamente encontraron un cadáver en avanzado estado


de descomposición; destacaban dos puñaladas a la altura del corazón, la
mano derecha sostenía un pañuelo blanco, bordado con la inicial R, y un
puñado de cartas arrugadas y manchadas de sangre; un sombrero negro
estaba sobre el muertito. De lo poco que pudieron reconocer las
autoridades al difunto fue que era un hombre blanco, de ojos y cabello
oscuro, labios gruesos y nariz chata, portaba un pantalón café, camisa
blanca, chaleco y saco negro; “era buena ropa”, al menos eso comento el
presidente municipal y los testigos de su asistencia.

Al llevarse a cabo el levantamiento del cuerpo, se giro un exhorto a la


población para la identificación del cadáver, terrible fue para la familia
González, perteneciente al Rancho de Las Peñas, enterarse de la noticia del
hallazgo de un muerto, puesto que su hijo menor, Meliton, tenía varios
días desaparecido. Rápidamente el jefe de la familia, señor don Hilario
González, prominente hacendado de la región, se dirigió con la autoridad
municipal, solo para confirmar que se trataba de su vástago.

Iniciadas las investigaciones se interrogo primero a los familiares de


Melitón. El hermano mayor, de nombre Jesús y con el que siempre había
compartido todas sus andanzas, a pregunta expresa de las autoridades:
¿de quién sospechas? Y arrugando la frente con un gesto de lamento dijo -
¡yo se lo dije!. Le advertí que andar con esa mujer le traería problemas, el
juez le inquirió – que a quién se refería, contundentemente respondió – a la
viuda María de Jesús García. Entonces, narro que su hermano y la
mencionada García sostenían un amasiato desde hacia varios meses, pero
relativamente poco tiempo atrás todo había terminado, negándose ella a
terminar la relación, recurriendo incluso a la brujería para retenerlo y no
le extrañaría que ella lo hubiera matado, puesto que su hermano estaba
por casarse con Ramona Fuentes, “muchacha de buena familia y sin
compromisos”. De la misma forma, los padres del difunto declararon que
efectivamente Meliton estuvo obsesionado un tiempo con María de Jesús,
incluso la había presentado en el templo para casarse, pero que ellos se
opusieron logrando que su hijo se alejara de aquella mujer e iniciara una
relación con Ramoncita, joven de su total agrado, y quien precisamente era
la dueña del pañuelo bordado, encontrado en la mano de él y destinataria
de los escritos hallados en el cadáver.

Inmediatamente se giro la orden de aprehensión en contra de Maria de


Jesús García por el delito de homicidio, al llegar los gendarmes al domicilio
de la acusada se encontraron con la sorpresa de que tenia varios meses de
no vivir ahí porque se había “arrejuntado” con don Antonio Núñez, una
vez que había terminado su amasiato con Meliton. Sobre su paradero, se
supo había partido a la ciudad de Morelia para atenderse de unos males
físicos que la aquejaban .

Para continuar las investigaciones, se pidió a las autoridades de Morelia


auxiliaran en el caso. Localizándola en la cama número 8 del hospital Civil
de Morelia, inmediatamente se le interrogó y sin ningún remordimiento
confeso haber matado a Meliton por amor y celos. Pues no podía creer que
después de todos los momentos maravillosos que habían pasado juntos,
“él la cambiara por la Ramona”; había intentado de todo para retenerlo, fue
con doña Chole, la santera para darle toloache, incluso salió con otros
hombres para provocarle celos pero ni así consiguió despertar
nuevamente en él, la pasión y amor que un día le profesara.

Así que, planeo todo: sabia que su amado Meliton pasaba todos los días
por el Camino Grande, en punto de las 6 de la tarde, ahí lo espero
pacientemente por fin en medio de la puesta de sol, observo a un hombre
bien vestido, de complexión delgada y sobre todo muy guapo, ¡ era él ¡, sin
dudar lo abordo para reclamarle su indiferencia, empezaron a discutir
acaloradamente y cuando menos se dio cuenta, su amante sacó entre sus
ropas un cuchillo para amenazarla de muerte: ¡ o me dejas en paz o te
mato!- Asustada y dolida por el desprecio, se abalanzo sobre él, forcejearon
y sin pensarlo, encajó el arma en aquel corazón que ya no era para ella.
Melitón cayó instantáneamente, el verlo herido no conmovió a la mujer al
contrario, le propino la estocada final, clavándole de nueva cuenta el arma
en el corazón, a la vez que decía:-¡ si no eres para mi, no serás para
nadie!......

Maria de Jesús fue condenada a 6 años de prisión, sin embrago, conservó


una de las cartas que Meliton traía consigo a la hora de su muerte y
aunque no eran para ella, todos los día leía una y otra vez esas líneas
dedicadas a su rival de amores, pero que ella fantaseaba y aseguraba que
su antiguo amor le había escrito:
Yo no se decir lo que en el alma por compasión ven a mis brazos
siento, tanto yo no se si el sufrir dueña, mi ángel de amor que
será el que te adora, solo te ama
el consuelo de mi llanto ven y con el alma ven y consuela
calma este fuego que detona el corazón que triste goza
mi pecho por piedad te lo y llora por tu amor.
ruego que no olvides mi amor
Sep.9,1899.
Historia basada en el expediente N° 142 de 1891, del Juzgado Segundo de
lo Penal de Morelia
Autor: Eduardo Soto Báez. Escribiente del Archivo Histórico del Poder
Judicial del Estado de Michoacán.

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