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TALLER SOBRE LA INICIACIÓN CRISTIANA

EN LA SAGRADA ESCRITURA

El concepto de “iniciación cristiana” no es bíblico, sin embargo en las escrituras hay


abundantes testimonios de este fenómeno humano y de fe.

Un destacado autor, especialista en Liturgia, Dionisio Borobio, en su libro “La


iniciación cristiana” define a la misma como “aquel proceso por el que una persona es
introducida al misterio de Cristo y a la vida de la Iglesia, a través de unas mediaciones
sacramentales y extra sacramentales, que van acompañando el cambio de su actitud
fundamental, de su ser y existir con los demás y en el mundo, de su nueva identidad
como persona cristiana creyente” (Borobio, D. La iniciación cristina, 1996,33)

Como ya se ha referido y también lo enseñan los documentos de la Iglesia, la iniciación


cristiana es un “proceso”. Desde luego que esta característica responde a una realidad
antropológica. El hombre necesita de un tiempo y un espacio para adaptarse a nuevas
realidades. Es deudor de una cultura, de un ambiente social; carga con su propia
historia, sus límites y posibilidades; responde a un grupo de referencia, a un sistema de
valores, categorías, costumbres, etc.

Señalamos apenas estos datos a tener en cuenta, sin la intención de profundizar sobre la
iniciación cristiana como fenómeno socio-religioso pero que nos dan pie para
reflexionar sobre nuestro tema: la iniciación cristiana en la Biblia.

Es sobre todo en las cartas paulinas y en el libro de los Hechos donde encontramos no
una definición o explicación organizada sobre la iniciación cristiana pero sí algunos
datos significativos de los que se puede deducir una concepción y una práctica
elemental de iniciación.

Una vez más Borobio puede ilustrarnos con algunos párrafos del mencionado texto que
sintetizan la idea de iniciación como proceso con sus “pasos”:

“Es evidente que para pertenecer a la comunidad de seguidores o discípulos de Cristo es


necesario que se verifique un cambio, que implica pasar del pecado a la vida, del
hombre viejo al hombre nuevo, de las tinieblas a la luz, de la esclavitud de la ley a la
libertad del Espíritu… Y que esto se expresa de forma especial en el bautismo,
verdadera participación e inmersión en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo
(Rom 6,1-14)”

En ocasiones, junto al bautismo, aparecen otros ritos que son como complementarios y
necesarios, entre los que se destaca la “imposición de las manos” para el don del
Espíritu Santo y la participación en el acontecimiento pentecostal, signo de la
pertenencia a la comunidad de los discípulos (Hch8,14-17;19,1-7). Incluso para la
primera comunidad también la reunión y el “partir el pan por las casas” es uno de los
elementos necesarios e identificatorios de los discípulos de Cristo (Hch 2,1-4; Heb 6,4-
6)”. (Borobio, D. La iniciación cristiana, 1996,28)
2

Podemos afirmar, leyendo los textos de Hechos y de Pablo, que estos elementos estaban
concatenados para expresar la nueva vida del cristiano y la participación e introducción
en el misterio de Cristo y en la vida de la comunidad; que incluyen una predicación o
catequesis para la conversión y la fe; que conllevan una expresión ritual diversa por la
que dicha participación e introducción (iniciación) se realiza.

Para sintetizar: de los textos del Nuevo Testamento podemos encontrar los siguientes
datos:

1. La iniciación cristiana es un don, un llamado

2. La iniciación cristiana es un proceso

3. Supone la conversión y aceptación libre de Cristo

4. Implica un conocimiento mínimo sobre quién es Jesús y su mensaje y una


voluntad de seguimiento e imitación

5. El mensaje de salvación es ofrecido por Jesús y luego por los Apóstoles

6. La adhesión a Cristo por la fe se sella con los sacramentos

7. Es en la comunidad eclesial donde se realiza este proceso

Nuestra intención ahora es tomar algunos textos del Nuevo Testamento y señalar
algunos de estos elementos que pueden ayudar a encontrar esa concepción bíblica de
iniciación a la que nos referimos.

El primer texto elegido es del evangelio de Juan. En el capítulo 9 de este evangelio


tenemos un conmovedor testimonio sobre un encuentro particular con Jesús en donde
podemos ir verificando las etapas de este proceso que lleva a un hombre a encontrarse
con Jesús y a dejarse transformar por Él.

Primer Texto: Juan 9

Curación de un ciego de nacimiento.

1 Vio, al pasar, a un hombre ciego de nacimiento.

2 Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus


padres, para que haya nacido ciego?»

3 Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se


manifiesten en él las obras de Dios.
3

4 «Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado


mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.

5 Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.»

6 Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el
barro los ojos del ciego

7 y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir


Enviado). Él fue, se lavó y volvió ya viendo.

8 Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían:
«¿No es éste el que se sentaba para mendigar?»

9 Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le
parece.» Pero él decía: «Soy yo.»

10 Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?»

11 Él respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me


untó los ojos y me dijo: `Vete a Siloé y lávate.' Yo fui, me lavé y vi.»

12 Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?» Él respondió: «No lo sé.»

13 Lo llevan a los fariseos al que antes era ciego.

14 Era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.

15 Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la


vista. Él les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.»

16 Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque


no guarda el sábado.» Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador
realizar semejantes signos?» Y había disensión entre ellos.

17 Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de él, ya que
te ha abierto los ojos?» Él respondió: «Que es un profeta.»

18 No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego,


hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista

19 y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació
ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?»

20 Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que este es nuestro


hijo y que nació ciego.

21 Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los


ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede
hablar de sí mismo.»
4

22 Sus padres decían esto por miedo a los judíos, pues los judíos se
habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como
Cristo, quedara excluido de la sinagoga.

23 Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene; preguntádselo a él.»

24 Llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le


dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un
pecador.»

25 Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que


era ciego y ahora veo.»

26 Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los


ojos?»

27 Él replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué


queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros
discípulos suyos?»

28 Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese


hombre; nosotros somos discípulos de Moisés.

29 Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no


sabemos de dónde es.»

30 El hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros no


sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos.

31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es


religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha.

32 Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un


ciego de nacimiento.

33 Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada.»

34 Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos


das lecciones a nosotros?» Y le echaron fuera.

35 Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose


con él, le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?»

36 Él respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»

37 Jesús le dijo: «Le has visto; el que está hablando contigo, ése es».

38 Él entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.

39 Y dijo Jesús:
5

«Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven,
vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.»

40 Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «¿Es


que también nosotros somos ciegos?»

41 Jesús les respondió:

«Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: `Vemos',


vuestro pecado permanece.»

Comentario a Juan 9

Sin ánimo de agotar toda la riqueza que nos ofrece el texto y teniendo presente el
objetivo de este encuentro señalamos algunas ideas para la reflexión.

1) Situación del ciego: está solo, tiene carencias, está en búsqueda, tiene una historia personal
y hasta una “carga social”. De Jesús no sabe nada, sólo lo oye:”Soy luz del mundo”

2) Los que rodean al ciego:

a) los apóstoles, con “inquietudes teológicas”

b) los vecinos, incrédulos, curiosos, enjuiciadores

c) los fariseos: inquisidores, hirientes, incrédulos y soberbios

d) los padres: miedosos, no se involucran

3) Pasos que da el ciego:

a) Cumple con los rituales

b) Se reconoce como “agraciado”: “soy yo” (v9)

c) Va teniendo un conocimiento progresivo e interior sobre quién es Jesús: “ese


hombre que se llama Jesús”(v11); “es profeta”(v17); “viene de parte de
Dios” (v 33); “creo, Señor” (v 38)

d) Al conocimiento suma la defensa, la confesión de fe, el discipulado (v27-33)

4) Jesús, que ya había proclamado “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8,12) confirma esta
revelación con el milagro.

Conclusiones:

El ciego es modelo del creyente, del que hace el proceso de iniciación cristiana. Pasa de
su situación de necesidad y búsqueda de la luz y la verdadera vida a la adhesión a Cristo
en quien encuentra no sólo la capacidad de ver con los ojos humanos sino de “ver”
(=conocer) con los ojos de la fe, al Dios verdadero que transforma su vida entera.
6

La frase del v15 “me lavé y ahora veo” evoca al bautismo cristiano que, en la Iglesia
primitiva, fue llamado "iluminación". El paralelismo entre el caso del ciego y el
bautismo cristiano aparece con claridad suficiente. Incluso se encuentran las frases del
ritual: ¿Crees en el Hijo del hombre?...Creo, Señor (Jn 9,35-38). La forma de narrar el
milagro en Jn 9,7 evoca también el acto del bautismo. Ciertamente este relato era leído
con motivo de la celebración del bautismo.

En la discusión-investigación que sigue al milagro se hace muy claro que la visión, el


"ver", es símbolo de la fe; depende de lavarse o no en la fuente de Siloé, el Enviado;
depende de la aceptación o rechazo de Jesús en cuanto el enviado del Padre.

El verdadero milagro, que es Jesús, produce un doble efecto: es luz para aquellos que
conocen su oscuridad, la necesidad que tienen de ser iluminados; es oscuridad para los
que creen bastarse a sí mismos para aclararlo todo, incluso el misterio de su propia
oscuridad.

Los ciegos comienzan a ver, los que creen ver se quedan ciegos (Jn 9,39). La luz es la
gran oportunidad que se le ofrece al hombre, pero no se le impone.

SEGUNDO TEXTO: Hechos 2. Pentecostés.

1 Al llegar el día de Pentecostés*, estaban todos reunidos con un


mismo objetivo. 2 De repente vino del cielo un ruido como una
impetuosa ráfaga de viento, que llenó toda la casa en la que se
encontraban. 3 Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que
se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; 4 se llenaron
todos de Espíritu Santo y se pusieron a hablar en diversas lenguas,
según el Espíritu les concedía expresarse.

5 Residían en Jerusalén hombres piadosos, venidos de todas las


naciones que hay bajo el cielo. 6 Al producirse aquel ruido la gente
se congregó y se llenó de estupor, porque cada uno les oía hablar en
su propia lengua. 7 Estupefactos y admirados decían: «¿Es que no
son galileos todos estos que están hablando? 8 Pues ¿cómo cada uno
de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa: 9 Partos,
medos y elamitas; los que habitamos en Mesopotamia, Judea,
Capadocia, el Ponto, Asia, 10 Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de
Libia fronteriza con Cirene; los romanos residentes aquí, 11 tanto
judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos proclamar en
nuestras lenguas las maravillas de Dios? 12 Todos estaban
estupefactos y perplejos y se decían unos a otros: «¿Qué significa
7

esto?» 13 Otros, en cambio, decían riéndose: «¡Están llenos de


mosto!»

14 Entonces Pedro, presentándose con los Once, levantó la voz y les


dijo: «Judíos y todos los que vivís en Jerusalén: Que os quede esto
bien claro y prestad atención a mis palabras: 15 Éstos no están
borrachos, como vosotros suponéis, pues es la hora tercia del día, 16
sino que es lo que dijo el profeta: 17 Sucederá en los últimos días,
dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre todo mortal y profetizarán
vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros jóvenes verán visiones y
vuestros ancianos soñarán sueños. 18 Y también sobre mis siervos y
sobre mis siervas derramaré mi Espíritu. 19 Haré prodigios arriba en
el cielo y signos abajo en la tierra. 20 El sol se convertirá en
tinieblas, y la luna en sangre, antes de que llegue el Día grande del
Señor. 21 Y todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.

22 «Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre


acreditado por Dios ante vosotros con milagros, prodigios y signos
que Dios realizó por su medio entre vosotros, como vosotros mismos
sabéis, 23 a éste, que fue entregado según el determinado designio y
previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la
cruz por mano de unos impíos; 24 a éste Dios le resucitó librándole
de los lazos del Hades, pues no era posible que lo retuviera bajo su
dominio; 25 porque David dice refiriéndose a él:

Veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que está a mi


derecha para que no vacile. 26 Por eso se ha alegrado mi corazón y
alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará, en la esperanza 27
de que no abandonarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu
santo experimente la corrupción. 28 Me has hecho conocer caminos
de vida, me llenarás de gozo con tu presencia.

29 «Hermanos, permitidme que os diga con toda franqueza que el


patriarca David murió y fue sepultado y su tumba permanece entre
nosotros hasta el presente. 30 Pero como él era profeta y sabía que
Dios le había asegurado con juramento que se sentaría en su trono
uno de su linaje, 31 vio el futuro y habló de la resurrección de Cristo,
que ni fue abandonado en el Hades ni su carne experimentó la
corrupción. 32 A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros
somos testigos. 33 Así pues, exaltado por la diestra de Dios, ha
recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado;
esto es lo que vosotros veis y oís.

34 Pues David no subió a los cielos y sin embargo dice: Dijo el Señor
a mi Señor: Siéntate a mi diestra 35 hasta que ponga a tus enemigos
8

por escabel de tus pies. 36 «Sepa, pues, con certeza todo Israel que
Dios ha constituido Señor y Cristo a ese Jesús a quien vosotros
habéis crucificado.»

37 Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los


demás apóstoles: «¿Qué hemos de hacer, hermanos?» 38 Pedro les
contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar
en el nombre de Jesucristo, para perdón de vuestros pecados; y
recibiréis el don del Espíritu Santo; 39 pues la Promesa es para
vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para
cuantos llame el Señor Dios nuestro». 40 Con otras muchas palabras
les conjuraba y les exhortaba: «Poneos a salvo de esta generación
perversa». 41 Así pues, los que acogieron su palabra fueron
bautizados. Y aquel día se les unieron unas tres mil personas.

42 Se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la


comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. 43 Pero el temor
se apoderaba de todos, pues los apóstoles realizaban muchos
prodigios y signos. 44 Todos los creyentes estaban de acuerdo y
tenían todo en común; 45 vendían sus posesiones y sus bienes y lo
repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. 46 Acudían
diariamente al Templo con perseverancia y con un mismo espíritu,
partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y
sencillez de corazón, 47 alabando a Dios y gozando de la simpatía de
todo el pueblo. Por lo demás, el Señor agregaba al grupo a los que
cada día se iban salvando.

Conclusiones:

Según el libro de los Hechos, este aprendizaje de la vida cristina, realizado en el seno
mismo de la comunidad, comprende cuatro dimensiones básicas:

1) la enseñanza de los Apóstoles, que supone tanto el conocimiento como la adhesión al


mensaje del evangelio, atestiguado por los apóstoles

2) la vida en comunión, que comprende la fraternidad, como nuevo estilo de vida,


conforme al evangelio

3) la asiduidad en la fracción del pan y en la celebración del don de la salvación de Dios

4) la perseverancia en la oración y en la alabanza a Dios


9

Comentario a Hechos 2 2,1-13

El día de pentecostés. Pocas dudas existen actualmente de que este relato es una
construcción artificial, creada por Lucas con una clara intención teológica. Las
menciones previas del Espíritu (en particular Hch 1,5), tan presente en la obra de Lucas,
llegan a su culminación en esta página.

La comunidad se apresta así para llevar a cabo su misión de anunciar el evangelio,


aunque Lucas no suele utilizar este término.
10

Comunidad y Espíritu son los dos polos del capítulo y, como consecuencia, palabra y
vida. Es como un resumen de la teología lucana que ha de dar sentido, coherencia y
unidad al resto del libro

La escenografía (viento, lenguas de fuego, ruido...) recuerdan el "día del Señor" de los
profetas, es decir, una manifestación especial de Dios, teofanía o visión. Con ello se
muestra que empieza una nueva etapa de la acción de Dios, la definitiva, en la historia
de la salvación. Esto lo subraya la cita de Joel (Jl 3,1-5), muy pertinente, ya que en su
sentido original se habla de una efusión del espíritu (todavía con minúsculas en el
Antiguo Testamento) de Dios con efectos maravillosos. Se trata, pues, de la última edad
del mundo, del tiempo escatológico de la salvación.

El protagonista es naturalmente el Espíritu de Dios que ha de entenderse como la fuerza


y presencia activa del Señor que obra la salvación de los hombres, si bien es cierto que
el carácter personal de este Espíritu aparece cada vez más en los textos lucanos.

De este modo se inaugura la comunidad de los salvados que hacen presente y visible la
presencia divina en el mundo.

El Espíritu está en relación con el Jesús glorificado (véase Hch 1,5.8) aun cuando este
punto está en Hechos menos explicitado que en el evangelio de Juan. Pero esa conexión
queda suficientemente clara en el discurso que sigue inmediatamente (Hch 2,33).

El Espíritu constituye al grupo de discípulos en testigos ante todos los pueblos,


representados por los oyentes (Hch 2,9.11). No hay fronteras para la salvación. Todos
están destinados a ella. La dimensión universal es bien clara. Y no sólo en cuanto
destino, deseo o posibilidad, sino como realidad presente.

La misma salvación es entendida por todos, cada uno en su lengua. La dimensión


comunitaria es también muy importante en todo el pasaje. Un grupo recibe el Espíritu;
un grupo lo anuncia y crea, a su vez, una comunidad de convertidos. El nuevo Israel se
hace misionero al recibir el don del Espíritu. Se podría decir que con esta realidad nace
la Iglesia o, al menos, nace pública y oficialmente, comenzando a anunciara Jesús y su
significado para todos los hombres.

Es de notar que todo el pasaje tiene una clara intención teológica, como acaba de
exponerse. Por tanto son de mucha menor importancia los temas de la historicidad, es
decir, lo que ocurrió exactamente aquel día.

2,14-41 Discurso de Pedro. Lucas pone aquí un ejemplo de la predicación de la primera


comunidad y de sus efectos. Lo coloca en boca de Pedro, portavoz y jefe de los Doce.

Es un discurso construido por el autor de Hechos y no una transcripción de las palabras


de Simón, aunque uno puede suponer razonablemente que en algún momento inicial se
dijo algo parecido a esto.
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Este discurso se parece a los otros discursos del libro (Hch 3,12-26; 4,8-12; 10,34- 43;
13,16-41). Todos ellos tienen un núcleo central que procede del kerigma primitivo y lo
resume: presentación breve de Jesús, anuncio de su muerte y resurrección, salvación que
brota de ellas. Estos puntos parecen ser el contenido fundamental de la predicación
cristiana primitiva. Lucas los transmite en sus discursos, que están enriquecidos, por
otra parte, con muchas citas de la Escritura, aquí del salmo 16 aplicado a Jesús (Hch
2,25-28.31) y del 110 (Hch 2,34). En este anuncio tiene un puesto primordial la
resurrección y exaltación de Jesús (Hch 2,32-33), atribuida al Padre con formulación
muy antigua. También la dimensión soteriológica es muy importante.

El anuncio de Cristo no se queda en algo meramente teórico o distante, sino que tiene
repercusiones en quienes lo aceptan.

Este aspecto salvífico se expresa en la fórmula para que queden perdonados vuestros
pecados y entonces recibiréis el don del Espíritu Santo (Hch 2,38).

El capítulo es una poderosa síntesis de toda la concepción teológica de Lucas. Puesto en


cabeza del libro de los Hechos, ilumina el desarrollo del mismo y traza sus grandes
directrices. El día de Pentecostés se cumple la promesa escatológica del Espíritu, que
inspira la proclamación apostólica universal y la aceptación gradual del mensaje,
creando así una comunidad salvífica y un tiempo intermedio de salvación que tiende a
su plenitud definitiva en el día del Señor.

Pentecostés resulta hoy también de enorme actualidad, porque la Iglesia continúa


viviendo de aquella efusión repetida siempre en ella. Los temas de la salvación presente,
el Espíritu como fuerza de vida del creyente y fuente de evangelización, el testimonio
ante todos, la comunidad... todos los temas que Lucas presenta en su narración no sons
ólo sucesos de aquel momento, sino del presente. Lo importante es que los cristianos
actuales crean y se abran a su acción. Como aquellos primeros.

2,42-47 Vida en la comunidad. El acontecimiento de pentecostés adquiere proyección


eclesial en este "sumario", y cobra un carácter normativo al describir los rasgos
característicos y esenciales de la vida de la Iglesia naciente. No es un enunciado de
principios teológicos abstractos, sino la descripción de una "vida". La primera
comunidad, nacida del agua del bautismo y del Espíritu, vive perseverante en apretada
unidad, en "comunión" ,en torno a los apóstoles y en la celebración litúrgica: fracción
del pan (con toda probabilidad, la celebración litúrgica de lacena del Señor) y oraciones.
La "vida" eclesiales .afeito de la presencia y aliento del Espíritu Santo que, con su
venida, manifiesta un "culto" en el Espíritu, una "unidad" en el Espíritu, un
"crecimiento" en y por el Espíritu.

Naturalmente este sumario no es ni quiere ser una historia de la comunidad


jerosolimitana, aunque puede tener ciertas bases históricas. Se trata, sobre todo, de una
descripción que pretende servir de modelo a la Iglesia e iglesias de todos los tiempos.
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El rasgo predominante es la unión-comunión de los cristianos en torno a los apóstoles


(Hch 2,42-43) que enseñan y manifiestan la salvación. Es importante también en esta
vida de la comunidad la oración y la fracción del pan. Por último la comunidad de
bienes. Es aquí donde más se nota la visión idealizada de esa comunidad. Si la
organización económica hubiera sido como aquí se describe (Hch 2,44), apenas se
explicarían textos donde se supone que el vender las propiedades es algo digno de
mención, como el caso de Bernabé en Hch4,36, o se dice que Ananías y Safira podían
libremente disponer de lo suyo (Hch 5,4); ni tampoco otros que afirman cómo había,
murmuraciones por las desigualdades materiales(Hch 6,1). Esto significa que en la
comunidad primitiva hubo también problemas con la comunión de bienes. Esta
descripción es más bien algo a lo que toda comunidad cristiana debe aspirar confiando,
en la fuerza del Espíritu.

Ante el discurso de Pedro el día de Pentecostés, primer anuncio kerigmático o kerigma


sobre Jesucristo (Hch 2,14-26) los oyentes se muestran conmovidos y preguntan:”Que
hemos de hacer hermano?”. Pedro responde enumerando las condiciones necesarias
para entrar a formar parte de la comunidad mesiánica de la salvación: “Convertíos y que
cada uno de vosotros se haga bautizar en nombre de Jesucristo; y recibiréis el don del
Espíritu Santo”(Hch, 2,37-41)

Según el libro de los Hechos, este aprendizaje de la vida cristina, realizado en el seno
mismo de la comunidad, comprende cuatro dimensiones básicas:

1) la enseñanza de los Apóstoles, que supone tanto el conocimiento como la adhesión al


mensaje del evangelio, atestiguado por los apóstoles

2) la vida en comunión, que comprende la fraternidad, como nuevo estilo de vida,


conforme al evangelio

3) la asiduidad en la fracción del pan y en la celebración del don de la salvación de Dios

4) la perseverancia en la oración y en la alabanza a Dios


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Las etapas de la Iniciación Cristiana

 El precatecumenado: caracterizado por la primera evangelización (kerigma).


Consiente en ¨ el anuncio claro y decidido del Dios vivo y de Jesucristo, enviado
por aquél para la salvación de todos…¨.

 El catecumenado: Es un tiempo prolongado, durante el cual, los candidatos, por


medio de la instrucción pastoral y de prácticas apropiadas, deben llegar a una
maduración suficiente de la fe inicial que manifestaron en su ingreso al
catecumenado.

 La catequesis: impartida por los obispos, sacerdotes, los diáconos o los


catequistas y los laicos, organizada de un modo gradual y presentada en forma
íntegra, acomodada al tiempo litúrgico y enriquecida con celebraciones de la
palabra.

 La práctica de la vida cristiana: animados por el ejemplo y la ayuda de los


responsables y de los padrinos, más aún de toda la comunidad, los catecúmenos
se van acostumbrando a orar a Dios con más facilidad, a dar testimonio de la fe.
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 El testimonio de vida y la profesión de su fe, por los cuales, los catecúmenos


deben aprender a cooperar activamente en la evangelización y en la edificación
de la Iglesia.

 La purificación e iluminación: para proporcionar una preparación espiritual


más intensa. Este periodo tiene más carácter de retiro espiritual que de
catequesis, y se destina a una profunda purificación interior, por medio del
examen de conciencia y de la conversión de vida.

Comentario a Juan 9

8, 12 Jesús les habló otra vez diciendo:

«Yo soy la luz del mundo;

el que me siga no caminará en la oscuridad,

sino que tendrá la luz de la vida.» (Jn 8,12)

Jesús, luz que juzga al mundo

(9,1-10,42) El punto de partida de esta quinta sección es la curación del ciego de


nacimiento. Si Cristo puede hacer que un ciego vea, ello demuestra que él mismo es la
luz. Y si es la luz tiene que hacer que un ciego vea. Pero la luz produce
automáticamente un juicio. La idea del juicio había sido apuntada ya en Jn 3,19- 21.
Aquí el juicio va dirigido en concreto contra aquellos que quieren apagar esta luz
mediante el proceso suscitado a propósito de la curación del ciego de nacimiento. Tanto
en Jn 9 como en Jn 10 Jesús tiene delante a las clases dirigentes del pueblo -el judaísmo
oficial que acaban de juzgar y excomulgar al ciego de nacimiento y, en él, a Jesús
mismo y a los cristianos (Jn 9,22). Lo mismo que en Ez 34, que es el patrón sobre el que
se construye la alegoría del buen pastor, el juicio contra los pastores va acompañado de
la promesa y presencia del buen pastor.

9,1-12 Sexto signo: el ciego de nacimiento.

Los discípulos de Jesús tenían un falso concepto de la retribución (Jn 9,1-4). Según la
mentalidad antigua, el bienestar y la desgracia eran fruto lógico de la conducta moral
adecuada o extraviada, respectivamente (Rom 6,23). Desde este principio general era
evidente considerar la enfermedad como consecuencia del pecado. A los rabinos les
preocupaba, en particular, la carencia o deformidad de todo tipo con las que naciese un
hombre.
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Si el sufrimiento y cualquier clase de enfermedad era consecuencia del pecado, la causa


de los defectos de nacimiento había que buscarla en los padres o antepasados.

Los discípulos de Jesús, hijos de su tiempo, participaban de esta misma mentalidad.

Jesús se opone radicalmente a ella, y justifica la enfermedad como un instrumento para


esclarecer la afirmación de Jesús yo soy la luz.

Es el segundo de los célebres "yo soy". El contexto histórico nos lo ofrece la fiesta de
los tabernáculos (Jn 8,12). Uno de los ritos más bellos, impresionantes y significativos
era la iluminación del atrio de las mujeres, en el templo.

Para el Antiguo Testamento y para el judaísmo, la luz era símbolo de la ley y de la


sabiduría. De ambas se decía que eran la luz de los hombres. En el mundo helenista la
luz simbolizaba el conocimiento de Dios. Los primeros cristianos consideraron el
evangelio como la luz. Con su auto-presentación, Jesús atribuye a su persona lo que se
había dicho de la ley, de la sabiduría, del conocimiento de Dios y del evangelio. Yo soy
la luz, es decir, la ley, la sabiduría, el conocimiento de Dios, el evangelio. Jesús ilumina
el misterio de la existencia humana y procura la salvación a los hombres, que la habían
esperado de la ley.

Para ello es necesario que el hombre aproveche la luz del día, es decir, la presencia de
Jesús.

Su ausencia significa la irrupción del mundo de las tinieblas, del mundo anti divino.
Esta historia milagrosa tiene como finalidad demostrar la veracidad de la afirmación de
Jesús-sobre la luz, que es él mismo. Quien cura a un ciego de nacimiento -sin
posibilidad alguna de recuperación, como se dice expresamente en Jn 9,32- demuestra
que es la luz.

En la mente del evangelista el proceso abierto por los fariseos sobre el caso de la
curación de un ciego de nacimiento que tanta resonancia había tenido entre la gente
sencilla, pretende demostrar la veracidad de la afirmación de Jesús: Yo soy la luz (Jn
8,12; 9,5).

Este relato nos ofrece el cuadro más bello y completo del significado de la obra de
Cristo mediante la acentuación de la dimensión de la fe y sus inevitables
confrontaciones con el mundo no creyente. Por esta razón vamos a hacer nuestros
comentarios teniendo delante el relato de una manera global, poniendo de relieve el
proceso de la fe, que se halla perfectamente reflejado en la narración. El "lavado", el
bautizado, el creyente, el que acepta al Enviado, comienza a ver, es iluminado, pasa de
las tinieblas a la luz; no de repente ni de una forma claramente perceptible al exterior
(como refleja el hecho de que unos reconozcan al que había sido ciego y otros no), pero
profundamente experimentado en el interior. El decía "soy yo". Se alude al poder
transformante de la palabra de Jesús. En su contacto, el hombre deja de ser como antes
(2 Cor 5,17). También se acentúa que la acción de Jesús divide a los hombres. La
utilización de la saliva estaba prohibida en sábado (Jn 9,14).
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La acción de Jesús está por encima de prohibiciones infantiles. En este caso es sinónima
de que el judaísmo estaba caducado. Debía ser sustituido por algo nuevo. 9,13-21 Los
fariseos investigan el caso.

El que ha llegado a la luz es sometido a constantes interrogatorios, tanto por parte de la


gente sencilla como por parte de sus dirigentes. Para estos comienza a ser una persona
incómoda. Es un riesgo muy grave para la jerarquía de valores que ellos han establecido
como definitiva.

Jesús cuestionaba o negaba abiertamente dicha jerarquía de valores en relación con


temas muy importantes: el mismo concepto de Dios, hecho a su medida; el concepto del
prójimo, en el que no entraban los pobres ni aquellos que sufrían algún tipo de
marginación; la ley, que ellos habían absolutizado...

Este relato refleja bien las fuertes tensiones que existían entre el judaísmo y el
cristianismo. Nótese que Jesús, personalmente, se halla fuera de la refriega desde Jn 9,8
hasta Jn 9,34. Toda la atención está polarizada en torno al ciego que ha comenzado a ver
y en la actitud de los dirigentes judíos hacia él y hacia sus padres (Jn 9,22.34). Estos se
hallan amedrentados por aquellos. Este miedo refleja la situación de persecución que
sufren los cristianos a causa de la campaña que los judíos han desatado contra ellos.

9,22-34 Decreto de excomunión. Los padres del ciego tienen miedo al decreto de
excomunión. Dicho decreto fue dado por el judaísmo oficial contra los cristianos en la
década de los años 70, cuando el judaísmo fariseo, al prevalecer sobre los demás
partidos, impuso sus propias normas y criterios. Esto ocurrió en el concilio que
celebraron en Jamnia o Jabne para reconstruir el judaísmo deshecho por la intervención
sangrienta de Roma.

Lo ocurrido posteriormente se nos cuenta como que ya hubiese tenido lugar en tiempos
de Jesús. Otras referencias a dicho decreto de excomunión tenemos en Jn 12,42 y en Jn
16,2.

La conversación con el ciego se centra en la persona de Jesús, que aparece como el


auténtico milagro y la única causa de la verdadera iluminación. Pero este milagro
solamente se abre a la fe, queda cerrado a la simple investigación, sobre todo cuando la
investigación no es imparcial y se halla prejuzgada, motivada y dirigida por las
conclusiones que previamente se quieren deducir. Al que había sido ciego le piden los
judíos que "dé gloria a Dios" (Sal 68,35; Jos 7,19), es decir, que diga la verdad; pero la
"verdad" que ellos deseaban oír.

Se insiste intencionadamente en la contraposición entre Moisés y Jesús. Las dos


personas designan dos alianzas, la antigua y la nueva, el judaísmo y el cristianismo. La
segunda supera a la primera en la misma proporción en que el evangelio supera a la ley;
en la misma medida en que Jesús supera a Moisés (Jn 9,28-31; 1,17). Previamente a la
investigación del caso, los dirigentes judíos se habían pronunciado ya por la
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culpabilidad de Jesús. Y se apoyaban para llegar a la conclusión de su culpabilidad en


las palabras de la Escritura: el hombre que quebranta el sábado es un pecador y
blasfemo. Y ese era claramente el caso de Jesús. La seguridad de su postura en relación
con la culpabilidad de Jesús, la justifican apelando a su condición de pertenencia al
discipulado de Moisés: Dios le había enviado a Israel, y los milagros que había
realizado se convertían en la mejor prueba de la legitimidad de su misión. En cambio,
de Jesús no saben ni siquiera de dónde es. De nuevo recurren al argumento de la
ignorancia de la procedencia de Jesús, de dónde era originario, para justificar el rechazo
de la fe que él reclamaba y de las aspiraciones que manifestaba.

Los dirigentes judíos caen aquí en una patente contradicción con lo que han afirmado
acerca de los orígenes y procedencia de Jesús (Jn 7,27-28: éste sabemos de dónde es.

En nuestro texto se dice lo contrario. Remitimos a lo dicho en aquel lugar). La réplica


del ciego iluminado no se deja esperar. Y, como buen dialéctico, utiliza los mismos
argumentos de quienes le atacan, es decir, recurre a la Sagrada Escritura. Todo el mundo
sabe, argumenta el ciego que ha sido curado, y lo sabe por la escritura \Sal 66,16ss;Prov
15,29), que Dios no escucha a los pecadores.

¿Por qué ha escuchado a Jesús, que ha realizado en mí el milagro de la iluminación?


Además, el milagro realizado es tan extraordinario-dar la vista a un ciego de nacimiento
(Jn 9,32)- que no puede haber sido hecho por un pecador. Aquel que me ha dado la
vista, el que ha realizado en mí el milagro de la iluminación, tiene que haber sido
enviado y legitimado por Dios. El ciego iluminado afirma de Jesús lo que sus oponentes
decían de Moisés.

En consecuencia, no se puede rechazar a Jesús apoyándose en el argumento de la


ignorancia de su procedencia. Es un argumento que no se tiene en pie.

El ciego de nacimiento personifica el proceso de la fe. Primero se limita a contar los


hechos (Jn 9,11). Después, y partiendo de ellos, descubre que Jesús es profeta (Jn 9,17);
que Dios le ha escuchado. Por tanto, Jesús no es pecador (como pensaban los judíos),
sino piadoso y justo (Jn 9,31); es el Señor (Jn 9,38).

El ciego se convierte en modelo de todos los creyentes. ¿No será ésta la finalidad más
importante de todo el relato o, al menos, una de las más importantes?

En Jesús se cumple la promesa antigua, y se hace realidad la esperanza universal que


tiene el hombre de ver, de aclarar el misterio de la existencia, de iluminar el sentido de
la propia vida (Is 35,5; cuando Isaías se refiere a que los ojos de los ciegos se abrirán
pretende afirmar que entonces, en los tiempos del Mesías, tendrá lugar el conocimiento
de Dios y la justicia del corazón. Eso es lo que significa la "visión" anunciada).

9,35-41 Ceguera espiritual. La frase del que había sido ciego, me lavé y ahora veo (Jn9,
15b) evoca inevitablemente el bautismo cristiano que, en la Iglesia primitiva, fue
llamado "iluminación". El paralelismo entre el caso del ciego y el bautismo cristiano
aparece con claridad suficiente. Incluso tenemos apuntadas las frases del ritual: ¿Crees
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en el Hijo del hombre?...Creo, Señor (Jn 9,35-38). La forma de narrar el milagro en Jn


9,7 evoca también el acto del bautismo. Ciertamente este relato era leído con motivo de
la celebración del bautismo.

Su ritual ha podido influir en la presentación del relato. En la discusión-investigación


que sigue al milagro se hace muy claro que la visión, el "ver", es símbolo de la fe;
depende de lavarse o no en la fuente de Siloé, el Enviado; depende de la aceptación o
rechazo de Jesús en cuanto el enviado del Padre.

El verdadero milagro, que es Jesús, produce un doble efecto: es luz para aquellos que
conocen su oscuridad, la necesidad que tienen de ser iluminados; es oscuridad para los
que creen bastarse a sí mismos para aclararlo todo, incluso el misterio de su propia
oscuridad.

Los ciegos comienzan a ver, los que creen ver se quedan ciegos (Jn 9,39). La luz es la
gran oportunidad que se le ofrece al hombre, pero no se le impone.

Comentario a Hechos 2 2,1-13

El día de pentecostés. Pocas dudas existen actualmente de que este relato es una
construcción artificial, creada por Lucas con una clara intención teológica. Las
menciones previas del Espíritu (en particular Hch 1,5), tan presente en la obra de Lucas,
llegan a su culminación en esta página.

La comunidad se apresta así para llevar a cabo su misión de anunciar el evangelio,


aunque Lucas no suele utilizar este término.

Comunidad y Espíritu son los dos polos del capítulo y, como consecuencia, palabra y
vida. Es como un resumen de la teología lucana que ha de dar sentido, coherencia y
unidad al resto del libro

La escenografía (viento, lenguas de fuego, ruido...) recuerdan el "día del Señor" de los
profetas, es decir, una manifestación especial de Dios, teofanía o visión. Con ello se
muestra que empieza una nueva etapa de la acción de Dios, la definitiva, en la historia
de la salvación. Esto lo subraya la cita de Joel (Jl 3,1-5), muy pertinente, ya que en su
sentido original se habla de una efusión del espíritu (todavía con minúsculas en el
Antiguo Testamento) de Dios con efectos maravillosos. Se trata, pues, de la última edad
del mundo, del tiempo escatológico de la salvación.

El protagonista es naturalmente el Espíritu de Dios que ha de entenderse como la fuerza


y presencia activa del Señor que obra la salvación de los hombres, si bien es cierto que
el carácter personal de este Espíritu aparece cada vez más en los textos lucanos.

De este modo se inaugura la comunidad de los salvados que hacen presente y visible la
presencia divina en el mundo.
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El Espíritu está en relación con el Jesús glorificado (véase Hch 1,5.8) aun cuando este
punto está en Hechos menos explicitado que en el evangelio de Juan. Pero esa conexión
queda suficientemente clara en el discurso que sigue inmediatamente (Hch 2,33).

El Espíritu constituye al grupo de discípulos en testigos ante todos los pueblos,


representados por los oyentes (Hch 2,9.11). No hay fronteras para la salvación. Todos
están destinados a ella. La dimensión universal es bien clara. Y no sólo en cuanto
destino, deseo o posibilidad, sino como realidad presente.

La misma salvación es entendida por todos, cada uno en su lengua. La dimensión


comunitaria es también muy importante en todo el pasaje. Un grupo recibe el Espíritu;
un grupo lo anuncia y crea, a su vez, una comunidad de convertidos. El nuevo Israel se
hace misionero al recibir el don del Espíritu. Se podría decir que con esta realidad nace
la Iglesia o, al menos, nace pública y oficialmente, comenzando a anunciara Jesús y su
significado para todos los hombres.

Es de notar que todo el pasaje tiene una clara intención teológica, como acaba de
exponerse. Por tanto son de mucha menor importancia los temas de la historicidad, es
decir, lo que ocurrió exactamente aquel día.

2,14-41 Discurso de Pedro. Lucas pone aquí un ejemplo de la predicación de la primera


comunidad y de sus efectos. Lo coloca en boca de Pedro, portavoz y jefe de los Doce.

Es un discurso construido por el autor de Hechos y no una transcripción de las palabras


de Simón, aunque uno puede suponer razonablemente que en algún momento inicial se
dijo algo parecido a esto.

Este discurso se parece a los otros discursos del libro (Hch 3,12-26; 4,8-12; 10,34- 43;
13,16-41). Todos ellos tienen un núcleo central que procede del kerigma primitivo y lo
resume: presentación breve de Jesús, anuncio de su muerte y resurrección, salvación que
brota de ellas. Estos puntos parecen ser el contenido fundamental de la predicación
cristiana primitiva. Lucas los transmite en sus discursos, que están enriquecidos, por
otra parte, con muchas citas de la Escritura, aquí del salmo 16 aplicado a Jesús (Hch
2,25-28.31) y del 110 (Hch 2,34). En este anuncio tiene un puesto primordial la
resurrección y exaltación de Jesús (Hch 2,32-33), atribuida al Padre con formulación
muy antigua. También la dimensión soteriológica es muy importante.

El anuncio de Cristo no se queda en algo meramente teórico o distante, sino que tiene
repercusiones en quienes lo aceptan.

Este aspecto salvífico se expresa en la fórmula para que queden perdonados vuestros
pecados y entonces recibiréis el don del Espíritu Santo (Hch 2,38).

El capítulo es una poderosa síntesis de toda la concepción teológica de Lucas. Puesto en


cabeza del libro de los Hechos, ilumina el desarrollo del mismo y traza sus grandes
directrices. El día de Pentecostés se cumple la promesa escatológica del Espíritu, que
inspira la proclamación apostólica universal y la aceptación gradual del mensaje,
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creando así una comunidad salvífica y un tiempo intermedio de salvación que tiende a
su plenitud definitiva en el día del Señor.

Pentecostés resulta hoy también de enorme actualidad, porque la Iglesia continúa


viviendo de aquella efusión repetida siempre en ella. Los temas de la salvación presente,
el Espíritu como fuerza de vida del creyente y fuente de evangelización, el testimonio
ante todos, la comunidad... todos los temas que Lucas presenta en su narración no sons
ólo sucesos de aquel momento, sino del presente. Lo importante es que los cristianos
actuales crean y se abran a su acción. Como aquellos primeros.

2,42-47 Vida en la comunidad. El acontecimiento de pentecostés adquiere proyección


eclesial en este "sumario", y cobra un carácter normativo al describir los rasgos
característicos y esenciales de la vida de la Iglesia naciente. No es un enunciado de
principios teológicos abstractos, sino la descripción de una "vida". La primera
comunidad, nacida del agua del bautismo y del Espíritu, vive perseverante en apretada
unidad, en "comunión" ,en torno a los apóstoles y en la celebración litúrgica: fracción
del pan (con toda probabilidad, la celebración litúrgica de lacena del Señor) y oraciones.
La "vida" eclesiales .afeito de la presencia y aliento del Espíritu Santo que, con su
venida, manifiesta un "culto" en el Espíritu, una "unidad" en el Espíritu, un
"crecimiento" en y por el Espíritu.

Naturalmente este sumario no es ni quiere ser una historia de la comunidad


jerosolimitana, aunque puede tener ciertas bases históricas. Se trata, sobre todo, de una
descripción que pretende servir de modelo a la Iglesia e iglesias de todos los tiempos.

El rasgo predominante es la unión-comunión de los cristianos en torno a los apóstoles


(Hch 2,42-43) que enseñan y manifiestan la salvación. Es importante también en esta
vida de la comunidad la oración y la fracción del pan. Por último la comunidad de
bienes. Es aquí donde más se nota la visión idealizada de esa comunidad. Si la
organización económica hubiera sido como aquí se describe (Hch 2,44), apenas se
explicarían textos donde se supone que el vender las propiedades es algo digno de
mención, como el caso de Bernabé en Hch4,36, o se dice que Ananías y Safira podían
libremente disponer de lo suyo (Hch 5,4); ni tampoco otros que afirman cómo había,
murmuraciones por las desigualdades materiales(Hch 6,1). Esto significa que en la
comunidad primitiva hubo también problemas con la comunión de bienes. Esta
descripción es más bien algo a lo que toda comunidad cristiana debe aspirar confiando,
en la fuerza del Espíritu.

Ante el discurso de Pedro el día de Pentecostés, primer anuncio kerigmático o kerigma


sobre Jesucristo (Hch 2,14-26) los oyentes se muestran conmovidos y preguntan:”Que
hemos de hacer hermano?”. Pedro responde enumerando las condiciones necesarias
para entrar a formar parte de la comunidad mesiánica de la salvación: “Convertíos y que
cada uno de vosotros se haga bautizar en nombre de Jesucristo; y recibiréis el don del
Espíritu Santo”(Hch, 2,37-41)
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Según el libro de los Hechos, este aprendizaje de la vida cristina, realizado en el seno
mismo de la comunidad, comprende cuatro dimensiones básicas:

1) la enseñanza de los Apóstoles, que supone tanto el conocimiento como la adhesión al


mensaje del evangelio, atestiguado por los apóstoles

2) la vida en comunión, que comprende la fraternidad, como nuevo estilo de vida,


conforme al evangelio

3) la asiduidad en la fracción del pan y en la celebración del don de la salvación de Dios

4) la perseverancia en la oración y en la alabanza a Dios

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