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EN LA SAGRADA ESCRITURA
Señalamos apenas estos datos a tener en cuenta, sin la intención de profundizar sobre la
iniciación cristiana como fenómeno socio-religioso pero que nos dan pie para
reflexionar sobre nuestro tema: la iniciación cristiana en la Biblia.
Es sobre todo en las cartas paulinas y en el libro de los Hechos donde encontramos no
una definición o explicación organizada sobre la iniciación cristiana pero sí algunos
datos significativos de los que se puede deducir una concepción y una práctica
elemental de iniciación.
Una vez más Borobio puede ilustrarnos con algunos párrafos del mencionado texto que
sintetizan la idea de iniciación como proceso con sus “pasos”:
En ocasiones, junto al bautismo, aparecen otros ritos que son como complementarios y
necesarios, entre los que se destaca la “imposición de las manos” para el don del
Espíritu Santo y la participación en el acontecimiento pentecostal, signo de la
pertenencia a la comunidad de los discípulos (Hch8,14-17;19,1-7). Incluso para la
primera comunidad también la reunión y el “partir el pan por las casas” es uno de los
elementos necesarios e identificatorios de los discípulos de Cristo (Hch 2,1-4; Heb 6,4-
6)”. (Borobio, D. La iniciación cristiana, 1996,28)
2
Podemos afirmar, leyendo los textos de Hechos y de Pablo, que estos elementos estaban
concatenados para expresar la nueva vida del cristiano y la participación e introducción
en el misterio de Cristo y en la vida de la comunidad; que incluyen una predicación o
catequesis para la conversión y la fe; que conllevan una expresión ritual diversa por la
que dicha participación e introducción (iniciación) se realiza.
Para sintetizar: de los textos del Nuevo Testamento podemos encontrar los siguientes
datos:
Nuestra intención ahora es tomar algunos textos del Nuevo Testamento y señalar
algunos de estos elementos que pueden ayudar a encontrar esa concepción bíblica de
iniciación a la que nos referimos.
6 Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el
barro los ojos del ciego
8 Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían:
«¿No es éste el que se sentaba para mendigar?»
9 Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le
parece.» Pero él decía: «Soy yo.»
14 Era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos.
17 Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de él, ya que
te ha abierto los ojos?» Él respondió: «Que es un profeta.»
19 y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació
ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?»
22 Sus padres decían esto por miedo a los judíos, pues los judíos se
habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como
Cristo, quedara excluido de la sinagoga.
37 Jesús le dijo: «Le has visto; el que está hablando contigo, ése es».
39 Y dijo Jesús:
5
«Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven,
vean; y los que ven, se vuelvan ciegos.»
Comentario a Juan 9
Sin ánimo de agotar toda la riqueza que nos ofrece el texto y teniendo presente el
objetivo de este encuentro señalamos algunas ideas para la reflexión.
1) Situación del ciego: está solo, tiene carencias, está en búsqueda, tiene una historia personal
y hasta una “carga social”. De Jesús no sabe nada, sólo lo oye:”Soy luz del mundo”
4) Jesús, que ya había proclamado “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8,12) confirma esta
revelación con el milagro.
Conclusiones:
El ciego es modelo del creyente, del que hace el proceso de iniciación cristiana. Pasa de
su situación de necesidad y búsqueda de la luz y la verdadera vida a la adhesión a Cristo
en quien encuentra no sólo la capacidad de ver con los ojos humanos sino de “ver”
(=conocer) con los ojos de la fe, al Dios verdadero que transforma su vida entera.
6
La frase del v15 “me lavé y ahora veo” evoca al bautismo cristiano que, en la Iglesia
primitiva, fue llamado "iluminación". El paralelismo entre el caso del ciego y el
bautismo cristiano aparece con claridad suficiente. Incluso se encuentran las frases del
ritual: ¿Crees en el Hijo del hombre?...Creo, Señor (Jn 9,35-38). La forma de narrar el
milagro en Jn 9,7 evoca también el acto del bautismo. Ciertamente este relato era leído
con motivo de la celebración del bautismo.
El verdadero milagro, que es Jesús, produce un doble efecto: es luz para aquellos que
conocen su oscuridad, la necesidad que tienen de ser iluminados; es oscuridad para los
que creen bastarse a sí mismos para aclararlo todo, incluso el misterio de su propia
oscuridad.
Los ciegos comienzan a ver, los que creen ver se quedan ciegos (Jn 9,39). La luz es la
gran oportunidad que se le ofrece al hombre, pero no se le impone.
34 Pues David no subió a los cielos y sin embargo dice: Dijo el Señor
a mi Señor: Siéntate a mi diestra 35 hasta que ponga a tus enemigos
8
por escabel de tus pies. 36 «Sepa, pues, con certeza todo Israel que
Dios ha constituido Señor y Cristo a ese Jesús a quien vosotros
habéis crucificado.»
Conclusiones:
Según el libro de los Hechos, este aprendizaje de la vida cristina, realizado en el seno
mismo de la comunidad, comprende cuatro dimensiones básicas:
El día de pentecostés. Pocas dudas existen actualmente de que este relato es una
construcción artificial, creada por Lucas con una clara intención teológica. Las
menciones previas del Espíritu (en particular Hch 1,5), tan presente en la obra de Lucas,
llegan a su culminación en esta página.
Comunidad y Espíritu son los dos polos del capítulo y, como consecuencia, palabra y
vida. Es como un resumen de la teología lucana que ha de dar sentido, coherencia y
unidad al resto del libro
La escenografía (viento, lenguas de fuego, ruido...) recuerdan el "día del Señor" de los
profetas, es decir, una manifestación especial de Dios, teofanía o visión. Con ello se
muestra que empieza una nueva etapa de la acción de Dios, la definitiva, en la historia
de la salvación. Esto lo subraya la cita de Joel (Jl 3,1-5), muy pertinente, ya que en su
sentido original se habla de una efusión del espíritu (todavía con minúsculas en el
Antiguo Testamento) de Dios con efectos maravillosos. Se trata, pues, de la última edad
del mundo, del tiempo escatológico de la salvación.
De este modo se inaugura la comunidad de los salvados que hacen presente y visible la
presencia divina en el mundo.
El Espíritu está en relación con el Jesús glorificado (véase Hch 1,5.8) aun cuando este
punto está en Hechos menos explicitado que en el evangelio de Juan. Pero esa conexión
queda suficientemente clara en el discurso que sigue inmediatamente (Hch 2,33).
Es de notar que todo el pasaje tiene una clara intención teológica, como acaba de
exponerse. Por tanto son de mucha menor importancia los temas de la historicidad, es
decir, lo que ocurrió exactamente aquel día.
Este discurso se parece a los otros discursos del libro (Hch 3,12-26; 4,8-12; 10,34- 43;
13,16-41). Todos ellos tienen un núcleo central que procede del kerigma primitivo y lo
resume: presentación breve de Jesús, anuncio de su muerte y resurrección, salvación que
brota de ellas. Estos puntos parecen ser el contenido fundamental de la predicación
cristiana primitiva. Lucas los transmite en sus discursos, que están enriquecidos, por
otra parte, con muchas citas de la Escritura, aquí del salmo 16 aplicado a Jesús (Hch
2,25-28.31) y del 110 (Hch 2,34). En este anuncio tiene un puesto primordial la
resurrección y exaltación de Jesús (Hch 2,32-33), atribuida al Padre con formulación
muy antigua. También la dimensión soteriológica es muy importante.
El anuncio de Cristo no se queda en algo meramente teórico o distante, sino que tiene
repercusiones en quienes lo aceptan.
Este aspecto salvífico se expresa en la fórmula para que queden perdonados vuestros
pecados y entonces recibiréis el don del Espíritu Santo (Hch 2,38).
Según el libro de los Hechos, este aprendizaje de la vida cristina, realizado en el seno
mismo de la comunidad, comprende cuatro dimensiones básicas:
Comentario a Juan 9
Los discípulos de Jesús tenían un falso concepto de la retribución (Jn 9,1-4). Según la
mentalidad antigua, el bienestar y la desgracia eran fruto lógico de la conducta moral
adecuada o extraviada, respectivamente (Rom 6,23). Desde este principio general era
evidente considerar la enfermedad como consecuencia del pecado. A los rabinos les
preocupaba, en particular, la carencia o deformidad de todo tipo con las que naciese un
hombre.
15
Es el segundo de los célebres "yo soy". El contexto histórico nos lo ofrece la fiesta de
los tabernáculos (Jn 8,12). Uno de los ritos más bellos, impresionantes y significativos
era la iluminación del atrio de las mujeres, en el templo.
Para ello es necesario que el hombre aproveche la luz del día, es decir, la presencia de
Jesús.
Su ausencia significa la irrupción del mundo de las tinieblas, del mundo anti divino.
Esta historia milagrosa tiene como finalidad demostrar la veracidad de la afirmación de
Jesús-sobre la luz, que es él mismo. Quien cura a un ciego de nacimiento -sin
posibilidad alguna de recuperación, como se dice expresamente en Jn 9,32- demuestra
que es la luz.
En la mente del evangelista el proceso abierto por los fariseos sobre el caso de la
curación de un ciego de nacimiento que tanta resonancia había tenido entre la gente
sencilla, pretende demostrar la veracidad de la afirmación de Jesús: Yo soy la luz (Jn
8,12; 9,5).
Este relato nos ofrece el cuadro más bello y completo del significado de la obra de
Cristo mediante la acentuación de la dimensión de la fe y sus inevitables
confrontaciones con el mundo no creyente. Por esta razón vamos a hacer nuestros
comentarios teniendo delante el relato de una manera global, poniendo de relieve el
proceso de la fe, que se halla perfectamente reflejado en la narración. El "lavado", el
bautizado, el creyente, el que acepta al Enviado, comienza a ver, es iluminado, pasa de
las tinieblas a la luz; no de repente ni de una forma claramente perceptible al exterior
(como refleja el hecho de que unos reconozcan al que había sido ciego y otros no), pero
profundamente experimentado en el interior. El decía "soy yo". Se alude al poder
transformante de la palabra de Jesús. En su contacto, el hombre deja de ser como antes
(2 Cor 5,17). También se acentúa que la acción de Jesús divide a los hombres. La
utilización de la saliva estaba prohibida en sábado (Jn 9,14).
16
La acción de Jesús está por encima de prohibiciones infantiles. En este caso es sinónima
de que el judaísmo estaba caducado. Debía ser sustituido por algo nuevo. 9,13-21 Los
fariseos investigan el caso.
Este relato refleja bien las fuertes tensiones que existían entre el judaísmo y el
cristianismo. Nótese que Jesús, personalmente, se halla fuera de la refriega desde Jn 9,8
hasta Jn 9,34. Toda la atención está polarizada en torno al ciego que ha comenzado a ver
y en la actitud de los dirigentes judíos hacia él y hacia sus padres (Jn 9,22.34). Estos se
hallan amedrentados por aquellos. Este miedo refleja la situación de persecución que
sufren los cristianos a causa de la campaña que los judíos han desatado contra ellos.
9,22-34 Decreto de excomunión. Los padres del ciego tienen miedo al decreto de
excomunión. Dicho decreto fue dado por el judaísmo oficial contra los cristianos en la
década de los años 70, cuando el judaísmo fariseo, al prevalecer sobre los demás
partidos, impuso sus propias normas y criterios. Esto ocurrió en el concilio que
celebraron en Jamnia o Jabne para reconstruir el judaísmo deshecho por la intervención
sangrienta de Roma.
Lo ocurrido posteriormente se nos cuenta como que ya hubiese tenido lugar en tiempos
de Jesús. Otras referencias a dicho decreto de excomunión tenemos en Jn 12,42 y en Jn
16,2.
Los dirigentes judíos caen aquí en una patente contradicción con lo que han afirmado
acerca de los orígenes y procedencia de Jesús (Jn 7,27-28: éste sabemos de dónde es.
El ciego se convierte en modelo de todos los creyentes. ¿No será ésta la finalidad más
importante de todo el relato o, al menos, una de las más importantes?
9,35-41 Ceguera espiritual. La frase del que había sido ciego, me lavé y ahora veo (Jn9,
15b) evoca inevitablemente el bautismo cristiano que, en la Iglesia primitiva, fue
llamado "iluminación". El paralelismo entre el caso del ciego y el bautismo cristiano
aparece con claridad suficiente. Incluso tenemos apuntadas las frases del ritual: ¿Crees
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El verdadero milagro, que es Jesús, produce un doble efecto: es luz para aquellos que
conocen su oscuridad, la necesidad que tienen de ser iluminados; es oscuridad para los
que creen bastarse a sí mismos para aclararlo todo, incluso el misterio de su propia
oscuridad.
Los ciegos comienzan a ver, los que creen ver se quedan ciegos (Jn 9,39). La luz es la
gran oportunidad que se le ofrece al hombre, pero no se le impone.
El día de pentecostés. Pocas dudas existen actualmente de que este relato es una
construcción artificial, creada por Lucas con una clara intención teológica. Las
menciones previas del Espíritu (en particular Hch 1,5), tan presente en la obra de Lucas,
llegan a su culminación en esta página.
Comunidad y Espíritu son los dos polos del capítulo y, como consecuencia, palabra y
vida. Es como un resumen de la teología lucana que ha de dar sentido, coherencia y
unidad al resto del libro
La escenografía (viento, lenguas de fuego, ruido...) recuerdan el "día del Señor" de los
profetas, es decir, una manifestación especial de Dios, teofanía o visión. Con ello se
muestra que empieza una nueva etapa de la acción de Dios, la definitiva, en la historia
de la salvación. Esto lo subraya la cita de Joel (Jl 3,1-5), muy pertinente, ya que en su
sentido original se habla de una efusión del espíritu (todavía con minúsculas en el
Antiguo Testamento) de Dios con efectos maravillosos. Se trata, pues, de la última edad
del mundo, del tiempo escatológico de la salvación.
De este modo se inaugura la comunidad de los salvados que hacen presente y visible la
presencia divina en el mundo.
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El Espíritu está en relación con el Jesús glorificado (véase Hch 1,5.8) aun cuando este
punto está en Hechos menos explicitado que en el evangelio de Juan. Pero esa conexión
queda suficientemente clara en el discurso que sigue inmediatamente (Hch 2,33).
Es de notar que todo el pasaje tiene una clara intención teológica, como acaba de
exponerse. Por tanto son de mucha menor importancia los temas de la historicidad, es
decir, lo que ocurrió exactamente aquel día.
Este discurso se parece a los otros discursos del libro (Hch 3,12-26; 4,8-12; 10,34- 43;
13,16-41). Todos ellos tienen un núcleo central que procede del kerigma primitivo y lo
resume: presentación breve de Jesús, anuncio de su muerte y resurrección, salvación que
brota de ellas. Estos puntos parecen ser el contenido fundamental de la predicación
cristiana primitiva. Lucas los transmite en sus discursos, que están enriquecidos, por
otra parte, con muchas citas de la Escritura, aquí del salmo 16 aplicado a Jesús (Hch
2,25-28.31) y del 110 (Hch 2,34). En este anuncio tiene un puesto primordial la
resurrección y exaltación de Jesús (Hch 2,32-33), atribuida al Padre con formulación
muy antigua. También la dimensión soteriológica es muy importante.
El anuncio de Cristo no se queda en algo meramente teórico o distante, sino que tiene
repercusiones en quienes lo aceptan.
Este aspecto salvífico se expresa en la fórmula para que queden perdonados vuestros
pecados y entonces recibiréis el don del Espíritu Santo (Hch 2,38).
creando así una comunidad salvífica y un tiempo intermedio de salvación que tiende a
su plenitud definitiva en el día del Señor.
Según el libro de los Hechos, este aprendizaje de la vida cristina, realizado en el seno
mismo de la comunidad, comprende cuatro dimensiones básicas: