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Taller – Reseña: Más información, menos conocimiento – Tuiteo, luego existo - ¿Para

qué existe el profesor?


Estudiante: Daniela Gómez Restrepo
Docente: Susana Inés González Sawczuk

Mario Vargas Llosa, en su artículo Más información, menos conocimiento, nos invita a
cuestionarnos sobre la idea de que el internet es una herramienta a nuestro servicio. El autor
se basa en el libro que escribe Nicholas Carr, quien estudió literatura en Dartmouth College
y Harvard, y disfrutaba leer en su juventud. Sin embargo, Carr se vio sorprendido por los
aparentes beneficios que traían los ordenadores, y navegó encantado por la red durante
muchos años, y se hizo un experto en las nuevas tecnologías, hasta que un día descubrió que
“había dejado de ser un buen lector, y, casi, casi, un lector. Su concentración se disipaba
luego de una o dos páginas de un libro, y sobre todo si aquello que leía era complejo y
demandaba mucha atención y reflexión”. El libro que Nicholas escribe tras habérsele
revelado las implicaciones que traía consigo el uso del internet, si bien reconoce los aportes
que realizan los servicios de Google, Twitter y Facebook, por ejemplo, afirma que emplearlos
implica pagar un precio.

El libro, dice Vargas Llosa, reivindica las teorías de Marshall MacLuhan, quien afirmó que
“el medio es el mensaje” para referirse a los mass media y principalmente a la televisión, y
cuyo postulado parece estar aún vigente si se aplica además al internet. Los medios pueden
ser vistos como prolongaciones de nuestro cuerpo, y la red bien podría ser una extensión de
nuestro cerebro. Pese a que esta extensión podría parecer muy positiva si se le mira
superficialmente, el autor se muestra preocupado cuando dice que nuestro cerebro “se va
adaptando poco a poco a ese nuevo sistema de informarse y de pensar, renunciando poco a
poco a las funciones que este sistema hace por él y, a veces, mejor que él”. El problema radica
entonces no en que el internet extienda nuestras capacidades cognitivas, sino en que pretenda
reemplazarlas; que aumente la capacidad de los ordenadores a costas de la nuestra.

Vargas Llosa se expresa también sobre el impacto que la red puede y ha tenido sobre los
estudiantes, quienes afirma, “han sido condicionados para contentarse con ese mariposeo
cognitivo a que los acostumbra la red […], han quedado en cierta forma vacunados contra el
tipo de atención, reflexión, paciencia y prolongado abandono a aquello que se lee”. Un

-Umberto Eco, “Tuiteo, luego existo” y “¿Para qué sirve el profesor?”, en De la estupidez a la locura. Cómo vivir en un
mundo sin rumbo. Barcelona: Lumen, 2016.
-Mario Vargas Llosa, “Más información, menos conocimiento”. El País, 2011.
alumno puede preguntarse por qué debería tomarse el trabajo de las leer miles de páginas que
ofrece una obra original, cuando a dos clics halla un resumen bien elaborado por alguien
online.

Respecto a la influencia que esta nueva tecnología tiene sobre los estudiantes, se encuentra
estrechamente relacionado el texto ¿Para qué sirve el profesor? de Umberto Eco. Eco trae a colación
una anécdota en la cual un estudiante, para provocar su maestro, le pregunta: “Perdone, pero en la
época de internet, ¿usted para qué sirve?”. Para dar respuesta a esta impertinente interrogante que
propone el alumno, el autor comienza por admitir que no solo el internet, sino también medios
como la radio, la televisión e incluso el cine, han transmitido, desde hace mucho, información a los
niños en el ámbito extraescolar. Ciertamente el internet ofrece datos que tal vez incluso el docente
desconozca, y la facilidad con la que se obtienen es espléndida, mas Eco señala algo de suma
importancia: “Lo que hace que una clase sea una buena clase no es que en ella se aprendan fechas
y datos, sino que se establezca un diálogo constante, una confrontación de opiniones, una discusión
sobre lo que se aprende en la escuela y lo que ocurre fuera de ella.” (Pág. 90) Finalmente, el autor
indica que decidir qué información resulta útil y qué no, es un “arte sutil” (Pág. 91). Pues el internet
da todo, menos la capacidad de buscar, filtrar, seleccionar y aceptar o rechazar estos datos que
ofrece.

En su texto, Tuiteo, luego existo, Eco realiza asimismo una crítica al contenido vano que puede
hallarse online, y que, como ha dicho, es importante saber filtrar. Tras contar una serie de anécdotas
personales en las que narra sus experiencias con gente que cree erróneamente haberse comunicado
con él a través de Twitter, el escritor italiano se queja de la pululación de información basura que
puede hallarse en internet. Eco admite el impacto que esta red social ha tenido, al punto de parodiar
el postulado de Descartes, de modo que ahora es Tuiteo ergo sum. Con todo esto, es el mismo
impacto, es la cantidad de gente que accede a esta red social, lo que la convierte en una fuente de
postulaciones irrelevantes. “Dicen de todo y más, cada uno lo contrario del otro, y en conjunto no
transmiten la idea de lo que piensa la gente sino solo de lo que dicen algunos pensadores sin ton ni
son” (Pág. 40) El autor compara Twitter con el “Bar Sport” de cualquier pueblo, al que acude
cualquiera a expresar sus opiniones faltas de fundamentación, que poco o nada influyen sobre el
devenir de la sociedad. Si hay alguna celebridad o autoridad académica tuiteando, es, tal vez,
reflexiona el escritor, porque alguien les ha convencido que es una buena estrategia para fidelizar a
los usuarios de la web.

-Umberto Eco, “Tuiteo, luego existo” y “¿Para qué sirve el profesor?”, en De la estupidez a la locura. Cómo vivir en un
mundo sin rumbo. Barcelona: Lumen, 2016.
-Mario Vargas Llosa, “Más información, menos conocimiento”. El País, 2011.

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