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Universidad de Chile

Departamento de Pregrado
Cursos de Formación General
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Curso: Concepciones de lo Humano

G. Bataille(1897-1962)
Sol podrid
Traducción de Juan Manuel Garrido W.

G. Bataille
(1897-1962)

Sol podrido

El sol, humanamente hablando (vale decir, por cuanto se confunde con la noción de
mediodía), es la concepción más elevada. Es también lo más abstracto, porque es imposible
mirarlo fijamente en dicho momento. Para terminar de describir la noción de sol en el espíritu
de aquél que, debido a la incapacidad de los ojos, debe necesariamente emascularla, hay
que decir que ese sol posee poéticamente el sentido de la serenidad matemática y de la
elevación de espíritu. En cambio si, pese a todo, se lo fija con suficiente obstinación, hay
supuesta cierta locura y la noción cambia de sentido porque, en la luz, ya no es la
producción sino el desecho lo que aparece, vale decir la combustión, expresada bastante
bien, sicológicamente, por el horror que provoca una lámpara de arco en incandescencia. En
suma, el sol fijado se identifica a la eyaculación mental, a la espuma en los labios y a la
crisis de epilepsia. Y así como el otro sol (ese que no se mira) es perfectamente bello, éste
que miramos puede ser considerado como horriblemente feo. Mitológicamente, el sol visto
se identifica con un hombre que degüella un toro (Mitra), con un buitre que devora el hígado
(Prometeo); con ése que mira con el toro degollado o con el hígado devorado. El culto
mitríaco del sol culminaba en una práctica religiosa muy expandida: desnudo se metía
alguien en una suerte de fosa cubierta por un enrejado de madera sobre el cual un
sacerdote degollaba un toro; así, de pronto recibía una ducha de sangre tibia, acompañada
de un ruido de lucha del toro y de mugidos: simple manera de recoger moralmente las
virtudes del sol enceguecedor. Es obvio que el toro mismo –claro que degollado– es por su
parte una imagen del sol. Asimismo ocurre con el gallo, cuyo grito horrible, peculiarmente
solar, siempre es vecino de un grito de degolladura. Puede agregarse que el sol también ha
sido expresado mitológicamente por un hombre degollándose a sí mismo y también por un
ser antropomorfo desprovisto de cabeza. Todo esto nos conduce a decir que el summum de
la elevación prácticamente se confunde con una caída súbita, y de inaudita violencia. El mito
de Ícaro es singularmente expresivo de este punto de vista: parte claramente el sol en dos,
uno que resplandece en el momento de la elevación de Ícaro y otro que hizo la cera
fundirse, determinando la defección y la caída chillona cuando Ícaro se aproximó
demasiado.

Esta distinción de dos soles a partir de la actitud humana es de enorme importancia por el
hecho de que, de ese modo, los movimientos sicológicos descritos no son, en su impulso,
momentos desviados y atenuados por elementos secundarios. Pero esto indica por otra
parte que sería a priori ridículo tratar de determinar equivalencias precisas de tales
movimientos en una actividad tan compleja como la pintura. No obstante es posible decir
que la pintura académica correspondía más o menos a una elevación de espíritu sin exceso.
En la pintura de hoy, en cambio, la búsqueda de una ruptura de la elevación llevada hasta
su extremo, y de un resplandor con pretensión enceguecedora, participa en la elaboración o
en la descomposición de las formas, pero esto a lo sumo se manifiesta en la pintura de
Picasso.

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