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El cuerpo defectuoso.
1 - “Hay una gran diferencia entre los defectivos inferiores y los de alto grado. El comportamiento social de un
idiota, un imbécil y un morón (débil mental) es extremadamente diferente. Los dos primeros pueden formar un
grupo casi inofensivo, pero el último tiene una gran importancia en el estudio de la delincuencia infantil. Desde
este último punto tienen más importancia los subnormales que los anormales propiamente dichos.” C. Tobar
García. Educación de los Deficiente Mentales en los Estados Unidos. Necesidad de su Implantación en la
Argentina. H. Andreotta. Buenos Aires. 1933. Pp- 23
2 - Ibidem. 35.
Los trastornos neurológicos, en estos casos, se manifestaban a través de la
inestabilidad y la hiperemotividad. La primera producía agitaciones contínuas y
movimientos del cuerpo (tics, muecas, etc.), y parecían progresar hasta la pequeña
epilepsia, que precipitaba al cuerpo convulsivo en su paroxismo motriz. El inestable
cubría un amplio espectro de conductas que iba de la pereza, indisciplina y
negativismo; pasaba por la sugestibilidad, plasticidad y tendencias a la imitación;
para llegar a la rigidez, impulsividad, hostilidad y a la masturbación.
La emotividad podía estar exaltada o inhibida. En el primer caso se trataba de
niños demostrativos que al ser interrogados tenían crisis de sudor, reacciones
vasomotrices vivas y lágrimas. En el segundo, había inhibición, palidez, voz baja y
negatividad. Uno podía evolucionar hacia la histeria, mientras que el otro podía
hacerlo hacia la esquizofrenia.
Este segundo grupo –que componía los “behavior problems”– era el de los
atrasados escolares, que podían evolucionar hacia la neurosis ya establecida, la
delincuencia infantil y el crimen, El tratamiento médico-pedagógico, tras la rápida
segregación era el instrumento adecuado para una correcta intervención. El
ambiente familiar y social (hijo natural, primogénito, relaciones familiares, malos
tratos o defectos de crianza durante la infancia, etc.) era el directo responsable del
destino final.
En la neurosis, a pesar del fondo constitucional, aparecía indicado el recurso a la
psicoterapia –el psicoanálisis entre éllas– a la vez que se señalaba su presencia en
los niños con coheficiente normal o superior.
Este recurso, que va a abrir los circuitos extraescolares de la normalización psi,
trazará los segmentos para una original división. Por un lado los “anormales
verdaderos”, destinatarios privilegiados de la segregación escolar; por el otro, “los
falsos anormales”, que podrán o no deslizarse hacia sus contornos según responda
el hogar, la escuela o la intervención psi.
Ambos circuitos estarán atravesados por otra línea que corta longitudinalmente
todo el recorrido de su particular extensión. Se trata de una línea que recorta el
cuerpo y sus defectos físicos, para condensar en él toda las antiguas condenas
(morales, intelecuales, sociales, etc.) que el encierro había hundido en el cuerpo de
la infancia miserable y marginal. 3
Encontramos en estos primeros trazos toda una población de seres
extraordinarios que la nueva sensibilidad imponía integrar. Ante la promoción del
cuerpo virtuoso y saludable contrastaba fuertemente la aparición de esos rostros
silenciados que el internamiento estaba conminado a liberar.
El niño desnutrido y raquítico; el de la calle, con sus vicios y libertades; el niño
abandonado, vagabundo, trabajador con sus cuerpos deformados por la
enfermedad; el niño rebelde y aquel que la intimidación le impedía hablar, salían
ahora a la luz del día y poblaban el horizonte cotidiano que se debía encaminar.
Junto a estas figuras de la pobreza y la miseria vemos surgir una nueva,
vinculada a ella, pero que se diferenciaba por algunos rasgos que le aportaban
singularidad. El discurso médico designaba a esta figura como la ”deficiencia
verdadera”, en tanto situaba los sindromes que demostraban el peso evidente de la
organicidad. 4
La sensibilidad moderna que predicaba el cuidado de la infancia había permitido
la aparición de los nuevos cuadros diferenciales. El síndrome de Down, la
3 - Tales condenas quedarían fijadas al cuerpo defectuoso en la medida en que el nuevo discurso las
preservaba detrás del disfraz teórico y doctrinal.
4 - Dentro de esta categoría debemos ubicar también, las esperiencias del sufrimiento psíquico, que emergen
desde una superficie amplificada por la problemática social y cultural, tal como veremos enseguida.
enfermedad de Tay-Sachs, de Wilson, la esclerosis degenerativa, etc..,
comenzaban a conocerse en los ámbitos médicos y desde allí progresaban hacia
una mayor visibilidad.
No es que estos cuadros no hayan existido antes de su descubrimiento sino que
la gran mayoría de los niños que presentaban alguno de ellos eran ocultados o
morían debido al escaso progreso de la medicina o a la poca predisposición familiar
para su cuidado. 5
En la conjunción de las nuevas subjetividades que surgían y las antiguas
exclusiones que se liberaban se elaboró una original geografía. En élla, el cuerpo
deforme, vicioso y enfermo irá a desatar los horrores que la medicina y la educación
especial deberán conjurar.
El atavismo volvía amplificado por el discurso médico que iluminaba los rostros
de aquellos que eran identificados como los sujetos de una intervención especial.
Una nueva subjetividad anormal había surgido en el mismo lugar dónde se
esperaba encontrar los cuerpos magníficos y dóciles del disciplinamiento
institucional. El deficiente pasó a metaforizar los antiguos temores producidos por
las taras orgánicas de las clases bajas, que quedaban excluidas del aparato
productivo, a la vez que desataban los nuevos fantasmas de la anormalidad.
El discurso psiquiatrico-escolar que institucionalizó a la educación especial
estaba atravesado por una hipocrecía central. El mismo gesto que promocionaba
las nuevas y neutras clasificaciones y promovía las formas benévolas de la
intervención, establecía un espacio de brutal segregación para el niño que definía
como deficiente mental. El nuevo encierro, edificado fuera de los margenes de la
escuela común, recuerda a aquella otra experiencia que, desde el fondo de la
época clásica, condenó a los locos y a todos los que habitaron el mundo de la sin-
razón.
El retrasado escolar
5- Hacia mitad del siglo XX, cuando en Europa había disminuido en pocos años la mortalidad infantil del 20 al 2
%, existía todavía un alto porcentaje con relación a los niños anormales. En 1955 una estadística atribuía un 60
% de mortalidad a los niños con síndrome de Down que sobreviven hasta el quinto año. R. S. Record y A.
Smith. Incidence, mortaly and sex distribution of mongoloid defectives. Brit. J. prev. soc. Med. 9, 10 (1955). En
Chr. Wunderlich. El Niño Mogólico. Ed. Científico Médica. Barcelona. 1972. P. 7.
Moragas afirmaba que las causas de dicha mortalidad había que buscarla, en muchos casos, en el
escepticismo de los padres, quienes "no han hecho nada para procurarles una vida sana y no se sintieron con
ánimos para luchar contra las enfermedades cuando éstas llegaron.” J. de Moraga. Las Oligofrenias. Ed.
Augusta, S.A. Barcelona. 1969. P. 65.
centraban todas las preocupaciones y determinaban la urgencia al recurso
segregador.
Existe una espontaneidad y una verdad en este discurso sobre el deficiente que
lo distingue de las descripciones, clasificaciones y elaboraciones teóricas de los
médicos.
El discurso pedagógico dice en su simplicidad y sin necesidad de invocar el
fondo psíquico, el terreno constitucional, el temperamento o el carácter, quien es el
niño deficiente y cual es el destino que se irá a programar.
El niño deficiente era el alumno que no aprendía como los otros, el que se
atrasaba, repetía, se rebelaba o se ausentaba, y debía ser segregado del medio
natural. El deficiente era al alumno atrasado, era también el sujeto anormal
En algunos discursos esta verdad adquiría una generalidad extrema. Inés
Gomez, una maestra de Catamarca, describía la situación de la escuela de su
provincia hacia mitad del siglo XX, en especial con relación a la situación del niño
“difícil o irregular” 6 . Aseguraba que al no existir en toda la provincia de Catamarca
ningún instituto especial de educación diferencial –lo que constituía un problema–
era necesario que estos niños asistieran a la escuela común, donde en la mayoría
de los casos eran postergados en el grupo escolar. Se trataba de niños tímidos, que
presentan falta de madurez social y verbal, que era la consecuencia de una
situación social inferior o del hogar adoptivo. La observación no registraba “taras o
anomalías profundas”, en tanto se afirmaba que “los niños irregulares expresaban,
por lo general, trastornos de conducta.”
Otro informe, esta vez de dos maestra de La Plata 7 , permitía identificar mejor a
los atrasados del discurso escolar. Los “niños de aprendizaje lento”, según la
denominación utilizada en la provincia de Buenos Aires, integraban los grados ”A”
del circuito diferencial. En el área del lenguaje, estos niños presentaban inmadurez
en la expresión oral y escrita, aunque estuvieran en condiciones de “superar las
dificultades del aprendizaje de la lecto-escritura.” Entre los factores que incidían en
la producción del retraso se incluía la indiferencia o miseria moral y física de los
padres; el idioma extranjero que se hablaba en mucho de los hogares de donde
provenían estos alumnos; el trabajo pesado que producía torpeza motora y limitaba
el aprendizaje de la escritura; la falta de contacto social; la timidez del niño retraido;
la exitación del inquieto; la “zurdería”, etc.
La profesora Victoria S. de Costafreda, de la dirección de Excepcionales de la
misma provincia, situaba de manera precisa a la población de la escuela diferencial:
“En los grados de la escuela común suele haber niños que no siguen a los
demás, dan muestras de abulia, de inhibición, no se interesan por la clase,
indiferentes a toda iniciativa, no cumplen ninguna tarea y constituyen una
rémora para el maestro.
Para atender a estos niños que sin tener una deficiencia profunda, nunca
debe bajar el nivel mental de 60, deben crearse los grados diferenciales
anexos a las escuelas comunes, sobre todo en los lugares donde no hay
escuela especial ni tampoco la posibilidad de crearse dependencias para tal
fin.
Asistencial. San Luis. 1958. En Anales del Instituto de Investigaciones Psicopedagógicas. Op. cit. Pp. 94.
7 - M. Guido Lavalle y María E. Albina: El Problema del Lenguaje en los Grados Diferenciales. Segundas
Jornadas de Pedagogía Asistencial. San Luis. 1958. En Anales del Instituto de Investigaciones
Psicopedagógicas Op. cit. Pp- 48.
Los alumnos que integrarán estos grupos son aquellos que señalamos
como rezagados, sin llegar a tener una deficiencia grave, son los que no
siguen al maestro y que con el tiempo van a engrosar las filas de los
resentidos, inadaptados y hasta delincuentes.” 8
El Monitor de la Educación Común: La Enseñanza de Anormales. 6ª Confeencia. Nº 641. 1926. Pp. 324
12 -
13- El Monitor de la Educación Común. La Enseñanza de Anormales. Curso de Perfeccionamiento para la
Enseñanza de Retardados Anormales. 20ª Conferencia. Nº 658. 1927. Pp.776.
Obsérvelo un instante: le falta el ojo derecho y el izquierdo ha quedado
maltrecho después de un prolongado sufrimiento; en la piel del cráneo
existen indelebles cicatrices. Y, sin embargo, este muchacho no ha estado en
ningún combate, no ha asistido a ninguna batalla, pero en cambio ha
sostenido una lucha tenaz por la vida en sus pocos años y ha sido en ella
que uno de los órganos de los sentido más nobles ha sido mutilado.
Contémplelo pensando que desde su más tierna niñes no tuvo una madre
cariñosa que endulzara su existencia, que careció de la dirección de un padre
que supiera encaminarlo por la buena senda, que fue creciendo y su razón se
abrió entre extraños en el Asilo o en el Hospital, y que allí donde debiera
haber hallado el buen ejemplo, la sabia dirección, la instrucción necesaria,
sólo encontró la conjuntivitis granulosa que casi lo deja ciego y tuerto
ciertamente, la tiña que al fin parece extinguida, y, por último, una educación
tan rudimentaria de que dará una prueba la autobiografía que tengo el agrado
de adjuntarle.
Como Ud. verá, ha desempeñado las más extrañas ocupaciones: ha sido
colchonero, cochero, peón, dependiente, sirviente, mucamo, empleado de
correo, agente de policía, soldado y no sé qué más.
Lo original de este muchacho es su apego a la Casa de Aislamiento,
donde contraje el cólera en 1886. Siempre que la suerte lo abandona vuelve
a la Casa de Aislamiento, como quien diría a la casa paterna, que en la
mente de todo ser se graba como un recuerdo indeleble y a la cual siempre
se vuelve aunque más no sea con la imaginación para sentir la ilusión feliz de
las caricias paternales, el placer sin igual de contemplar otra vez los mudos
testigos de nuestros juegos de la niñez.
Para este hombre sus lares son el Hospital, y allí torna siempre que la
fatalidad de su destino lo abandona.
Reflexione sobre este caso, uno de los más felices, pues no deseo
ofrecerle otros más desgraciados, que pueblan las cárceles y presidios, y
piense todo lo bueno que puede Ud. hacer al frente de esa institución del
‘Patronato de la Infancia’, para que los niños abandonados que recoge
alcancen un porvenir mejor.
Y entretanto haga de su parte todo lo que pueda protegiéndolo con su
influencia; hágalo colocar en algún empleo modesto, en la seguridad que
habrá realizado una buena obra, que este individuo la tendrá en cuenta toda
su vida, porque es agradecido.
Se lo estimará especialmente, su atento amigo. José Penna” 14
La palabra del médico, sin mediaciones, más cercana a los sentimientos que
cuando queda filtrada por el aparato conceptual, encendida por el entusiasmo de
una buena obra prometida y merecida, acorta la distancia que separa toda
teorización del referente que se pretende invocar.
La descripción aporta las referencias: el cuerpo devastado, la infancia perdida,
las instituciones tutelares, la desocupación, la derelicción de un hombre que desde
niño circula entre el asilo, el hospital, la escuela diferencial y la calle.
La clínica escolar nos ofrece también algunos testimonios. Una presentación de
historias clínicas destinada a fundamentar la necesidad del emplazamiento especial
“A.H. F., historia núm. 2.066. Tiene 13 años. Presenta grandes anomalías del
comportamiento, humor variable, irascibilidad, impulsividad. Es celoso, egoísta,
agresivo con sus hermanos y su madre, aunque tiene arrepentimiento fácil. En
una oportunidad agredió a su madre con un cuchillo. Manifiesta el paciente que
se da cuenta de ello, pero que no lo puede evitar, como si se tratara de una
obsesión impulsiva. En otras oportunidaddes amenaza denunciar al padre si lo
castiga o lo echa de la casa, pues tiene la obligación de mantenerlo hasta los 21
años, por ser enfermo. Manifiesta también que conoce por anticipado cuándo le
van a venir sus ‘ataques’, ‘porue se siente más bueno y obediente y tiene ganas
de trabajar’. En esas oportunidades se levanta de noche, limpia y arregla la
casa, barre, etc. Otras noches, en cambio, se escapa hasta la estación Lanús,
que dista más de veinte cuadras despobladas, vaga o toma el tren a
constitución.
Hurta dinero a su madre, y se justifica diciendo que, de todos modos, ‘ella es
una tonta que fía a los clientes’. 15
El texto psiquiátrico anota también que este niño ha sufrido ataques de tipo
epiléptico, que no progresa en la escuela porque es lento, pobre de ideas e
imaginación, que posee relativa capacidad crítica, viscosidad psíquica, explosividad,
psicoplasticidad y personalidad bipolar; en definitiva, se trata “realmente” de un
enfermo mental.
Rarezas de la conducta, extravagancias, locura son medicalizadas e incluidas en
un abanico de intervenciones que fijan las coordenadas de una subjetividad
anormal.
Estas historias nos muestran una figura nueva que se recorta del universo de la
intervención médico-escolar. El retraso y la enfermedad mental configuraron un
particular anudamiento que va a ingresar tempranamente en dicho espacio
confusional.
Sería necesario ampliar el contexto de tal anudamiento, y situar en la atmósfera
tardía de los treinta –en el espacio trágico que va entre las dos guerra– la crisis
profunda de la sociedad, del pensamiento y de la consciencia ética. La ciencia, la
religión, la escuela, y en general la mayoría de las instituciones modernas eran
conmovidas por la irrupción caótica de las transformaciones económicas,
intelectuales, culturales y morales, mientras que una suerte de angustia existencial
surgía tras las formas diversas del síntoma social.
En ese contexto, lejos de los dispositivos institucionales, se elaboró una
experiencia estética y filosófica vinculada al universo que la elaboración psiquiátrica
conseguía silenciar. Dicha experiencia, se hacía especialmente sensible en una
zona de la narrativa porteña, que alcanzaba en la obra de Roberto Arlt su mayor
densidad.
La narrativa arltiana nos trae los rostros y las voces olvidados de toda una
población de delirantes y anormales que habitaba los bordes de la ciudad. La
15 - C. Tobar García: Temas de Psicquiatría Escolar. Op. cit. Pp. 28.
prostituta visca, el miserable sordo, el delirante castrado, el rufián melancólico, el
tuberculoso, el jorobado muestran en sus cuerpos impuros las marcas más
genuinas que produce un anudamiento singular. En el cruce –siempre polémico y
conflictivo– del sujeto y la realidad colectiva, vemos cómo la angustia de esa época
infame se hacía cuerpo y síntoma social.
En los laberintos de esta singular experienca estética, aprendemos los distintos
nombres de la angustia y la forma en que el sujeto encalla en el dolor y la
desesperación. Allí apreciamos la dimensión más inmediata de esos cuerpo
anatemizados, que aullan, pierden consistencia o reclaman una muerte imposible,
cuando no programan un exterminio o el reinado del mal.
En el paisaje arltiano hay una invocación constante a la simbología más
recurrente de aquella época infame. La ciencia y la tecnología, Nietzsche y Marx,
Dios o los dioses, el capitalismo, el anarquismo, la violencia, el hambre y la
prostitución recorren el universo del mundo marginal y atraviesan los cuerpos que
constituyen dicha humanidad.
Pero también hay una referencia permanente al cuerpo y al dolor. En realidad, el
cuerpo es el dolor y aquél no es otra cosa que la Verdad que sufre. La existencia
subjetiva no se revela allí más que cuando el cuerpo es presentificado por la
experiencia del dolor. 16 En los márgenes, el cuerpo no es otra cosa que sufrimento
reclamado como evidencia existencial.
Cuando la angustia se vuelve extrema, la subjetividad se desliza hacia una
experiencia del cuerpo que es estallido, despedazamiento o caída en el abismo. 17
Las alternativas a ese destino escabroso parecen resumirse en el delirio, la
invención siempre postergada o las diversas expresiones de una maldad que es
también perversidad.
El cuerpo del dolor mostraba en sus efectos de delito y locura el quiebre de una
ilusión. La armonía perdida de la belle epoque se revelaba crudamente en esa
población de anormales que de repente surgía, tan próxima y tan distante a la vez,
al tiempo que enunciaba la razón más inmediata de su inequívoca verdad.
Brúscamente, un rayo ilumina el paisaje y muestra la línea muy débil que separa
ese mundo obscuro y terrible del espacio sagrado de la razón. Por un segundo
permanece visible esa temible unidad que había sido recorrida ya por Nietzsche,
Goya, Van Gogh, que también atraerá a Ebequer –muy cerca de Arlt – e irá a
extraviar el alma de Artaud. Razón y locura parecen aproximarse en una intima
cercanía y deslizarse de una a otra en una peligrosa confusión.
Esa grieta que se abría en el corazón de la época y que era expresada en una
singular experiencia colectiva de la angustia parece sellar la suerte de un discurso
que se preparaba para dar respuesta al conflicto que rasga toda la superficie social.
El psicoanálisis podrá ocupar un lugar en la cultura, luego del primer recibimiento
indiferente y de su posterior despliegue que amplía considerablemente la superficie
de esa recepción.
16 - “A su vez –reflexiona el astrólogo– los ingenieros y los políticos dicen: Para que el nervio no duela son
necesarios tantos estrictos metros cuadrados de sol, y tantos gramos de mentiras poéticas, de mentiras
sociales, de narcóticos psicológicos, de mentiras noveladas, de esperanzas para dentro de un siglo... y el
Cuerpo, el Hombre, la Verdad, sufren porque mediante el aburrimiento tienen la sensación de que existen, como
el diente podrido existe para nuestra sensibilidad cuando el aire toca el nervio.” R. Arlt. Los Lanzallamas.
Claridad. Bs. As. S/F. Pp. 16.
17 - Erdosain en el paroxismo de su angustia experimenta el estallido corporal: “En cuanto se rompa el retén, mi
cabeza volará a las estrellas. Me quedaré con el cuerpo sin cabeza, la garganta volcando como un caño,
chorros de sangre...” Hipólita, ante la tristeza extrema experimenta en su cuerpo la operación real de una
mutilación: “Tengo la sensación que me arrancaron el alma con una tenaza, la pusieron sobre un yunque y
descargaron tantos martillazos, hasta dejármela aplastada por completo.” Ibidem, Pp. 50 y 12.
También encontramos esta experiencias de desintegración corporal en Horacio Quiroga
Una particular experiencia estética permitió rescatar del silencio a locos y
anormales. Privados del lenguaje y recluidos por el dispositivo escolar-psiquiátrico-
tutelar, todo un conjunto de seres desterrados comenzaba a salir a la superficie,
invocando con su inquietante presencia a los monsturos de la razón.