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FUNDAMENTOS FILOSÓFICOS.
● Humanista.
● Emancipadora.
● Liberadora.
● Participativa.
● Democrática.
● Equitativa y
PILARES FUNDAMENTALES.
● APRENDER A VALORAR: Darle valor a las cosas, apreciar lo bueno y lo malo, las virtudes y
defecto.
● APRENDER A REFLEXIONAR: autoevaluarse, asumir los errores, buscar salidas a los conflictos
pacíficamente.
COMPONENTES CURRICULARES.
● Atención alimentaria
Cuando se habla de refundar la República para establecer una sociedad democrática, participativa
y protagónica, multiétnica y pluricultural, estamos hablando en primer término de un cambio en la
dimensión axiológica de los/as venezolanos/as, además de un cambio en las dimensiones,
ontológicas y epistemológicas, partiendo del cambio de las relaciones económicas y sociales para
la formación de un nuevo ciudadano.
Adquirir Virtudes Sociales significa el Amor propio, en una conjunción inseparable de Sentir y
Pensar, sobre el suelo moral de la máxima «Piensa en todos para que todos piensen en ti», que
persigue simultáneamente el beneficio de toda la sociedad de cada individuo. Para vencer la
ignorancia y para vivir en República se debe rectificar las ideas (Luces) y moderar el amor propio
(Virtudes), son beneficio de la educación. Simón Rodríguez extrema el principio de la
generalización a la educación misma. Se requiere entonces de un ciudadano y una ciudadana cuya
formación integral está basada en un desarrollo equilibrado de las Luces y las Virtudes Sociales
(1840), que le permitan vencer los grandes males que aquejan a la sociedad: la ignorancia, la
ignominia, la exclusión, la corrupción y la injusticia. Finalmente, el postulado de Rodríguez sobre la
construcción política-histórica de los ciudadanos libres de la América, implica la posibilidad del
desarrollo de una pedagogía republicana, proyecto original para la formación de ciudadanos y
ciudadanas libres. Para Rodríguez el ser histórico y político se constituye mediante la interacción
de sujetos dentro de relaciones de poder diferentes: la libre cooperación, la solidaridad y el bien
común o fin
La Educación Popular
Las ideas de Simón Rodríguez son la principal fuente filosófica de la Revolución Bolivariana en la
educación. Sus planteamientos sobre una educación inclusiva y una formación republicana crítica
Para entender la filosofía educativa del pueblo Venezolano es necesario conocer su historia, él
como un sistema capitalista gobernaba a un pueblo casi al margen de sus necesidades, anhelos,
expectativas y esperanzas. Saber cómo una nación rica cultural, social y económicamente, en dos
gobiernos antes del presidente Hugo Chávez derrocho todos esos recursos. Es por eso que el
pueblo Venezolano en cabeza de su presidente apuesta por un sistema de gobierno socialista en el
cual todos contarán y fueran escuchados, y se realizan las reformas necesarias para que este
modelo trascienda, es así como se crea una nueva Carta Magna, y se modifica la misión y visión de
los poderes del estado y entre ellos la educación. El actual Currículo Nacional Venezolano, expresa
autonomía de pensamiento, en la frase creamos o erramos (Simón Rodríguez, 1828), permitiendo
la libertad de crear sin perjuicio alguno, solo por la satisfacción de ser un ser libre de pensamiento
que comprenda que el camino al éxito está lleno de obstáculos que no siempre se van a poder
sortear en el primer intento.
Por último, y no porque así se aprecie en el Currículo Nacional Venezolano, puesto que se
menciona en diferentes apartes en todo el texto, sino por capricho del autor que quiere resaltar la
frase más motivadora encontrada en texto pedagógico alguno y que a su criterio encierra y
describe muy bien la filosofía implícita y explícita del actual currículo Venezolano. “
Pensar cada uno en todos, para que todos piensen en él” (Simón Rodríguez, Sociedades
Americanas, 1828). Esta frase encierra a concepto del autor un mensaje internacional de principios
de siglo, emitido por Jesucristo mismo “Que os améis unos a otros como yo os he amado” (Juan
13:34-35, Santa Biblia).Es primordial entender que mientras se ande como rueda suelta no será
posible engendrar una gran nación, que el principio de toda gran nación es la unión, y que esta
solo se consigue si todos jalonan para el mismo lado, pensando en su prójimo sin distingo alguno,
unidos solos por el bien común. El Currículo Nacional Venezolano, fue creado, para responder a las
necesidades de su pueblo en el contexto que se desarrolla, por lo cual las ideas pedagógicas se
enmarcan en los pensamiento que acerca de la materia han desarrollado los pensadores
Venezolanos de la educación, como son los casos de: Simón Bolívar, Simón Rodríguez, Ezequiel
Zamora, entre otros. Demostrando con esto que la educación debe y tiene que ser pensada para
responder a las necesidades del pueblo que educa de acuerdo a sus necesidades y contexto que se
desarrolla, y eso solo se logra aplicando modelos pedagógicos autóctonos, y no un modelo
extranjeros que responde a las necesidades y contextos de los pueblos que lo desarrollaron. Tal es
el caso de Colombia un país que no solo comparte frontera con Venezuela sino mucha de su
historia colonial, libertadora y patriótica al igual que algunas culturas indígenas y folklores. Dichos
países hermanos, difieren en la actualidad en sus sistemas de gobiernos pero ambos buscan por
medio de su Currículo educativo: ratificar su cultura, el libre desarrollo de la personalidad, la
igualdad de género, una formación ética y moral, avances tecnológicos, valores, protección al
medio ambiente, fomentar la solidaridad internacional. Como es de esperarse entre estos dos
currículos engendrados de doctrinas políticas diferentes, para responder cada una a su criterio
político- social acorde a su entorno y contexto, se presenta puntos de bifurcación, entre los cuales
podemos destacar el fin de la educación. Mientras que el Currículo Nacional Bolivariano el fin de la
educación “es preparar a los nuevos
republicanos y las nuevas republicanas para afrontar exitosamente las exigencias sociales y
personales de cada etapa de la vida” (CNB), en el currículo Colombiano o Ley 115 del 94 Ley
General de Educación de Colombia el fin de esta es “Formar una conciencia educativa para el
esfuerzo y trabajo” (Ley 115 del 94, Art 13 inciso g, Colombia).
CONCLUSIÓN
Los sistemas educativos propenden por la estabilidad de las naciones, inculcando en cada
educando, un concepto propio de patria, identidad y filosofía de vida, enmarcado en el medio y
contexto en el que se desarrolla el individuo. Los currículos son pensados por los mandatarios para
que respondan a los intereses de la nación acorde a su modelo político y social étnico y cultural,
tal es el caso de Colombia y Venezuela dos naciones hermanas con mucho en común, folklore,
etnias, historia colonial, libertadora y patriótica; pero cuyos modelos políticos perfilan sus
Currículos de tal forma que varía la concepción y fines de la educación entre patria y patria.
Escuela y Sociedad
Los sistemas educativos tienden a reflejar y a reproducir a las sociedades de las que son parte. Hay
momentos, sin embargo, en los que la “concordancia” entre escuela y sociedad se vuelve
problemática.
Durante muchas décadas, el sistema educativo mexicano presentaba afinidades electivas fuertes
con la sociedad y la economía del país. Por el lado de la escuela, estas afinidades tenían algo que
ver con los contenidos curriculares, pero anclaban fundamentalmente en prácticas cotidianas y
recurrentes dentro y fuera del aula. Las escuelas mexicanas tenían como cometidos básicos:
“fabricar mexicanos”; aportarle a los educandos los conocimientos y destrezas básicos requeridos
para realizar actividades repetitivas (memorizar, repetir); y socializarlos en las peculiares maneras
de sobrevivir un entorno marcado por múltiples esquizofrenias y fracturas.
Una función absolutamente central del sistema educativo consistía, así, en entrenar a niños y
jóvenes para navegar con éxito una realidad en la que resultaba crucial, por ejemplo, priorizar la
subordinación a la autoridad —de corte básicamente personal— por sobre casi cualquier otra cosa
(entre otros, la información llegada a través de los sentidos), así como aprender a lidiar con la
brecha pertinaz y gelatinosa, entre las reglas formales (por ejemplo, llegar a tiempo) y las reglas
informales (la “puntualidad” depende de quien se trate) a través de las cuales se organizaba la
convivencia efectiva entre desiguales profundos.
Durante mucho tiempo, los resultados educativos resultaron funcionales para una sociedad
desigual, para una economía que crecía y que requería trabajo repetitivo, y para un sistema
político en el que la materialización concreta de la “participación ciudadana” pasaba por la
pertenencia—indispensable—en alguna corporación y/o en alguna red clientelar que exigía voto,
asistencia a marchas y demás, a cambio de beneficios particulares, así como por el respeto a los
repartos de poder vigentes.
La progresiva modernización social y económica del país, fue erosionando la funcionalidad del
sistema educativo para el desarrollo del país. La liberalización económica, la descentralización
política y la alternancia, terminaron por ampliar la brecha entre escuela y sociedad. Una economía
integrada al mundo y un sistema político más plural y competitivo, parecían requerir otro tipo de
escuela: una escuela productora de sujetos pensantes, críticos, creativos y autónomos.
El problema es que, como tantas otras veces, la apuesta mexicana por la modernidad de los 80 y
90, terminó siendo parcial y produciendo una exacerbación de las diferencias. El Mexiquito
moderno y global, por un lado, y el Mexicote atrapado en las viejas formas y en los patrones de
siempre. En lo educativo, la tensión se resolvió, también, separando: educación privada para los
modernos o los que aspiran a ello, y educación pública para los atrapados sin salida, en un
presente sin muchas ventanas. Solución muy imperfecta, pero funcional para la reproducción del
status quo.
Imaginar otra escuela posible, una en la que la reproducción de la colectividad importe, pero en la
que también importe darle alas a los niños y a los jóvenes mexicanos para que se hagan de sus
propias vidas no pasa, prioritariamente, por pruebas estandarizadas o por despedir más o menos
maestros. Pasa, primero que nada, por imaginar el país que queremos, y hacer de la escuela un
vehículo central para darle viabilidad a ese proyecto colectivo.