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2019
LA RELACIÓN JURÍDICA ABOGADO-CLIENTE: ¿ARRENDAMIENTO O
DOCUMENTO:
MANDATO?
ASIGNATURA PRÁCTICA FORENSE I
FECHA: DICIEMBRE 2019 PÁGINA: 2 DE 11
Con la entrada en vigor del Código Civil de 1889 comienza la moderna discusión
sobre el carácter o naturaleza de la relación que une al abogado con su cliente
como consecuencia de la aceptación del encargo, que va a afectar de forma
directa a la deontología profesional por resultar determinante a la hora de
establecer los límites de la obligación de Diligencia.
La calificación del contrato que une al abogado con su cliente como contrato
de arrendamiento de servicios, se desprende, entre otras, de las sentencias del
Tribunal Supremo de 16 de febrero de 1935 (R.462), 6 de octubre de 1989
(R.6891), 25 de mayo de 1992 (R.4378), 17 de noviembre de 1995 (R.8735), y
15 de noviembre de 1996 (R.7977). Calificación que considera el propio
Tribunal más moderna en relación con la posición doctrinal por él mismo
mantenida en sentencias de primeros del siglo XX (14 de junio de 1907, 25 de
febrero de 1920, y 22 de enero de 1930), que consideraba dicha relación como
propia del contrato del mandato, y que sufrió un giro determinante en la
primera de las citadas, del año 1935, para tomar el camino del contrato de
arrendamiento.
Siendo claro con carácter general, y salvo excepciones que deberán estudiarse
aparte, que el objeto del contrato de prestación de servicios jurídicos es la
defensa jurídica, la aplicación de los anteriores criterios impone determinar con
carácter previo qué sea ésta, siendo necesario señalar los siguientes elementos:
1) La defensa jurídica no es una actuación o prestación que se consuma
instantáneamente o en un solo acto, por dilatado que éste fuera, sino que es
un proceso o cadena de actuaciones, judiciales, extrajudiciales o mixtas, que se
desglosa en múltiples actos y se desarrolla en múltiples direcciones, con una
dinámica dialéctica en la que cada actuación genera una reacción que a su vez
hay que contestar y así sucesivamente. Pudiendo afirmar que se trata de un
auténtico negocio complejo y normalmente prolongado, cuyo seguimiento y
dirección reclaman una permanente sucesión de decisiones y actuaciones que,
en estricta técnica, deben denominarse en su conjunto como propias de una
auténtica “gestión”. Por lo que podríamos definirla como la gestión de un
negocio constituido por la solución de un conflicto a favor de un determinado
interés.
Pero pronto, en un tiempo pretérito indeterminado del siglo XX, los ciudadanos
con problemas jurídicos dejaron de acudir al Procurador cuya existencia
desconocían en su mayoría, para acudir directamente al abogado al que
encomendaban, directamente ya, todo cuanto tuviera que ver con su defensa
y el cual se ocupaba, entre otras cosas, de elegir al Procurador si era necesario,
para que éste realizara las funciones de representación procesal que la ley le
encomendaba, al cual en la mayoría de los casos jamás llegaba y llega a conocer
el justiciable que se relaciona exclusivamente con el abogado. Lo cual ocurre
cada vez con más intensidad, por más que la nueva ley rituaria se haya
explayado en conferir al procurador funciones de mandatario con más
intensidad incluso que su predecesora.
por sustitución (ex art. 1721 C.c.) que tendrá encomendadas exclusivamente
las funciones específicas de representación procesal que determina la LEC para
dicho profesional.
BIBLIOGRAFÍA
Referencias
1. Del Rosal, Rafael (2018) La relación jurídica abogado-cliente: ¿arrendamiento o
mandato?. Revista Electrónica. Ética Jurídica. Documento en línea. Consultado el
10/08/2015, desde http://eticajuridica.es/?p=16