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Gregor Sauerwald
Los quinientos años de las tesis de Lutero, dada la hermandad ecuménica que presentamos y el
recuerdo de la teología de la cruz, a la que asociamos la liberación de la teología con la opción por los
pobres, como Juan Luis Segundo la hizo patente, podrían invitar a reflexiones culturales locales sobre esta
razón postsecular.
En un artículo anterior (Lutero a los 500 años / Relaciones n° 401) presentamos el panorama actual de
las discusiones en Alemania sobre la relevancia histórica de Lutero y una reflexión teológica ecuménica a
partir de una posición católica progresista.
Nos proponemos ahora considerar algunas resonancias de la Reforma en el Uruguay, para culminar
con el pensamiento del teólogo jesuita Juan Luis Segundo y su propuesta 'protestante', liberadora de la
teología dominante, ya hoy en día casi olvidada.
Una visita a la Congregación Evangélica Alemana de Montevideo ha sido inspiradora para recordar en
el Uruguay la exitosa lucha por el reconocimiento de la libertad religiosa de Nuestro hermano Martinus y
nos anima a buscar huellas protestantes en la historia de este país.
EXPERIENCIAS EN EL URUGUAY
El autor, curioso en cuanto a lo que se hace público en el Uruguay respecto al quinto centenario de la
Reforma de Lutero, sobre el cual había escuchado muy poco, asistió el 30 de mayo a un evento del Ciclo de
conferencias 2017 con el título Lutero reformador, organizado por el Instituto Salesiano de Formación, la
conferencia Las razones de Lutero, del pastor O. Burgoa (Iglesia Luterana del Uruguay), el único
conferencista del Ciclo cuya voz es presentada como luterana. Valiente persona, con un amplio saber
biográfico y teológico respecto al tema, con mucho conocimiento local de lo histórico, pero invitado por los
salesianos y en presencia de una audiencia del Instituto compuesta por casi sesenta personas (ningún
joven, la mayoría de edad avanzada), por lo tanto en terreno ajeno, es decir de visita.
El pastor no enfocó la radicalidad de la ruptura luterana en teología y su concepción del mundo y la
correspondiente praxis revolucionaria en la que Lutero arriesgó su vida, desgastándose así el Hermano
Martinus, débil de salud psicofísica, reatrapado finalmente en las limitaciones históricas, hoy reaccionarias
que califican su siglo. Fracasó el pastor en la última parte de su charla en la evaluación global de Lutero:
después de haber mencionado en passant no el evento revolucionario de 1517 en Wittenberg, sino el año
1518, remarcable sin embargo por mencionar una exposición de Lutero en Heidelberg sobre una teología
de la cruz, en sus términos teológico-filosóficos como ruptura con la escolástica medieval, a partir de
enfocar lo que él mismo había vivido en su tiempo y lugar: Anfechtungen, tremendas preocupaciones e
inquietudes a causa de los parámetros de su mundo, angustias por el infierno, a las que opone,
refugiándose en el evangelio, la fe en la cruz, un sola fide, la sola gratia.
Ello es inspiración todavía para el teólogo protestante Jürgen Moltmann y su Teología de la esperanza
(1961), en analogía a El principio de la esperanza de Ernst Bloch (1954-59), y también para el jesuita Jon
Sobrino, teólogo de la liberación con su tesis de doctorado en Frankfurt/M Una comparación de las
cristologías de W. Pannenberg, (también teólogo protestante) y J. Moltmann (1975), doctor honoris causa
de la Universidad de Muenster, Facultad de teología católica, bajo J. B. Metz. El pastor termina su
exposición con la crítica negativa a cómo Lutero manejó la sedición de los campesinos. Y eso sin haber
hablado de la miseria abismal católica, de la que ya hablamos citando al Cardenal Lehmann, confesando él
las grandes fallas católicas. Si bien es verdad que el ecumenismo es tema de otra conferencia del Ciclo, no
hubo tampoco ninguna mención ecumenista que Las razones de Lutero podrían haber implicado.
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Con inspiración y apoyo de Bernarda Monestier.
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Luego de haber escuchado al pastor Burgoa, el autor de este artículo se ve confirmado en cuanto al
valor de presentar un panorama más amplio de las discusiones en Alemania: podrían interesar a los
uruguayos con su historia aplastante del laicismo, el Uruguay donde vive el autor desde 2001, un país de
separación radical e ideológica de estado y religión con el efecto que, según Juan Luis Segundo en 100 años
de la iglesia en Uruguay (1878-1978), conferencia inédita, Parroquia San Juan Bautista, Pocitos, 1978, en Mi
testimonio (1959), constata la tesis de que la influencia de la iglesia (católica) en esa época ha sido mínima:
«Recuerdo que cuando yo comencé el trabajo de sacerdote aquí, se daba por sentado en todas partes, que
todos esos ambientes (la enseñanza, el mundo obrero etc.) eran impenetrables.
Por ejemplo, el ambiente de la enseñanza, era absolutamente impenetrable, anticlerical, etc.»
Segundo recuerda una iglesia separándose y aislándose cada vez más en su concepción de unos bienes
sobrenaturales que se perdían completamente en el Uruguay: «Alrededor de 1934... llega a su máximo la
hostilidad popular hacía la iglesia. Unos años más tarde, cuando yo tuve que como novicio enarbolar la
sotana, pasear por Montevideo era simplemente oír insultos en todas partes...» (pp. 37/33)
Por otro lado, vale la pena señalar que en el Brasil, según el pastor brasileño Cláudio Kupka, de Porto
Alegre: «Era una vergüenza ser luterano, perseguidos por los católicos, asediados por las iglesias
pentecostales: quinientos años después de la reforma, los luteranos en Brasil siguen viviendo como minoría
discriminada.»
(http://www.dw.com/de/es-war-eine-schande-lutheraner-zu-sein/a-38774692);
(http://www.blickpunkt-
lateinamerika.de/index.php?id=3457&no_cache=1&tx_ttnews%5Btt_news%5D=13763&cHash=26
d22576f064ee3c0ff6d0ef4e8a85ef; consultado el 12.05.17)
En comparación con la poco agradable situación de los luteranos en Brasil, con algunas mejoras
últimamente por cierto ecumenismo, los católicos uruguayos siguen actualmente, al parecer sintiéndose no
a gusto en su convivencia con el laicismo dominante en el país. Así puede entenderse la invitación del
cardenal Sturla con motivo del último fin de año, a manifestar su fe vía telas de navidad colgadas en los
balcones y luego las imágenes de la virgen debido a la discusión en cuanto a instalar o no su estatua en un
lugar público. En este proceso de una tal ‘emancipación’, los feligreses han podido escuchar en la homilía
del Domingo de Ramos en la que el mismo cardenal con cierto orgullo, al oponer creer y no creer, la gente
de afuera y de adentro de la iglesia, se jactaba de la gran ventaja de tener fe. Muy por el contrario se
destaca la figura del papa Francisco en sus caminos por el mundo, luchando por el reconocimiento de los
pobres y miserables, pidiendo misericordia y acompañamiento a toda la gente de buena fe, con o sin fe,
incluyendo así también a quienes no creen. En una coincidente perspectiva podemos ubicar al teólogo
también jesuita Juan Luis Segundo, con su opción por los pobres tanto en su teología como en su praxis de
diálogo en los grupos de reflexión integrados por creyentes y no creyentes, y a tantos otros sacerdotes
silenciosos comprometidos vitalmente con esa causa.
1a. digresión: Al poder en la alemana ciudad de Muenster llegaron legalmente los anabaptistas en
1530, pero se desgastaron en su autoridad por imponer crueldades y fueron, por último, liquidados por los
católicos, también de manera brutal: las jaulas de hierro de los tres líderes, torturados y ejecutados, en su
tiempo con los cuerpos, siguen colgadas todavía en la torre de San Lamberti, la iglesia principal de la
ciudad, un triunfalismo aberrante. Más tarde en Muenster, en 1648, los católicos firmaron la paz de la
Guerra religiosa de los Treinta Años (los protestantes lo hicieron en la vecina ciudad de Osnabrueck). En
esta misma ciudad nací, estudié y me formé como romanista y filósofo, doctorándome en la Ilustración
francesa. En la Facultad de teología de la Universidad de Muenster brilla hoy la teóloga ecumenista Sattler.
Facultad de teología católica donde terminaron sus grandes carreras Johann Baptist Metz con su Teología
después de Auschwitz y el consecuente programa de una Teología Política, y Karl Rahner, jesuita, figura
destacada para el revolucionario Concilio Vaticano II, y también el joven, todavía progresista Joseph
Ratzinger.
En los primeros años de este siglo, viviendo yo en Montevideo y Piriápolis, tuve que aguantar en la
homilía de una misa de Confirmación, sacramento bajo la consigna del Espíritu Santo, el espíritu del amor, a
un obispo uruguayo de origen alemán patologizando y así difamando a los protestantes como ‘rengos’, por
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su falta de veneración a la virgen María. La entablada correspondencia de protesta no tuvo ningún eco
positivo, pues quedó sin éxito, a pesar del hecho de que los combatientes de esta querella habían conocido
bien a Segundo, con quien integré durante tres años uno de sus grupos de reflexión (1979-82). Ahora la
pregunta es, si Segundo compartiría esta tesis sobre el Hermano Martinus, o sencillamente, si hubo ya en
su vasta obra alguna alusión concreta al protestantismo como fuente de inspiración para lo que se destaca
en su pensamiento combatiente por una liberación de la teología. Nuestra tesis es que, a pesar del hecho
de que de manera directa no haya esta referencia, por lo que sabemos, su teología es ‘protestante’ en el
sentido de que aquella lucha liberadora parte de una situación de fe a la que no corresponde la teología
oficial, ahora de un sola fide en circunstancias latinoamericanas y europeas de la segunda mitad del siglo
XX, expuesto el valiente jesuita en tiempos de la dictadura a amenazas de los militares (para ellos era
‘progresista’ y como tal expulsable y extinguible), no contó con apoyo en el correr de los años de su
comunidad jesuita ni de la jerarquía de la iglesia local, cobarde ante las posibles amenazas de restricción
por parte de Roma. Una iglesia más bien conservadora y temerosa excluyó a Segundo de la docencia en sus
instituciones, el Seminario Diocesano y la Universidad Católica (véanse abajo sus mismas palabras en la
entrevista de 1994, así como la cúpula romana, bajo el papa Juan Pablo II y su jefe ideológico Joseph
Ratzinger, con sus agresiones a los teólogos de la liberación), así Segundo por su sola escritura, un tipo de
exégesis a la altura de la conciencia de una ilustración avanzada, patente en el círculo hermenéutico de
este gran pensador occidental en su interpretación bíblica, quedó aislado en el medio local.
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Lutero yendo aún más allá en su radicalidad al enfocar de esta manera lo histórico sobrenatural de la vida
humana.
NECESIDAD DEL DIÁLOGO ENTRE CREYENTES Y NO CREYENTES
Para terminar, una referencia a La religión en los límites de una razón postsecular (Gregor Sauerwald:
Reconocimiento en diálogo, Montevideo, Grupo Magro, 2010, pp. 241-258), una ponencia presentada en
Mendoza hace pocos años con motivo de un homenaje a Arturo Andrés Roig, filósofo liberacionista y amigo
personal, tenía como intención presentar El nuevo tema: razón y fe, al asociar el fuerte debate en torno a
un nuevo Habermas, con aquel de un nuevo Artigas: Jürgen Habermas: Entre el naturalismo y la religión -
Disertaciones filosóficas, Frankfort/M, Suhrkamp, 2005, y Mario Cayota: Artigas y su derrota: ¿Frustración o
desafío?, Montevideo, Taurus, 2007. Habermas, filósofo y sociólogo agnóstico, parte del hecho de que la
sociedad alemana como otras sociedades europeas, es pobre en solidaridad y recuerda la tesis del
reconocido alemán Ernst-Wolfgang Boeckenfoerde, jurista, constitucionalista y filósofo del derecho, una
tesis formulada ya a mediados de los 60 del siglo pasado, que afirma que el Estado liberal democrático es
por sí mismo incapaz de engendrar solidaridad, lo que lo anima a buscar el diálogo con las comunidades
religiosas que se destacan por su convivencia lograda, invitándolas a colaborar en el Estado, con la
condición de que se comuniquen de tal manera que todos puedan entenderlos y participar en el diálogo.
Así se exige a las dos partes que hagan concesiones, lo que siempre presupone el diálogo exitoso. Y Mario
Cayota con su publicación brinda a los lectores uruguayos la imagen de un Artigas nuevo, un Artigas
religioso al dar a su libro una función reveladora en este Uruguay de hoy, de fuerte tradición laica por la
estricta separación Estado-Iglesia, iglesia católica. Es el Artigas del Reglamento de 1815, inspirado en su
formación franciscana, con un proyecto que da prioridad a los infelices, una opción por los pobres avant la
lettre.
La comunidad del homenaje a Roig, en Mendoza, el maestro incluido, no mostró interés en esta
perspectiva, tampoco en lo que se esconde detrás del concepto razón postsecular con lo que el anterior
Habermas de la Ética del discurso, en la tradición de un Kant destrascendentalizado, y su comprensión de
una religión en los límites de la razón, va más allá de su razón secular, autodeclarada menesterosa de la
religión. El ensayo de Reyes Mate, el filósofo español, también con un doctorado en teología con la
dirección de Johann Baptist Metz, bajo el título La religión en una sociedad postsecular (2008) sintetiza que
la laicidad de la sociedad postsecular es una secularización o emancipación de la religión y al mismo tiempo
una forma secularizada de la religión: «Y en Las posibilidades políticas y morales de una razón que viene de
Jerusalén, Mate desarrolla su tesis de la racionalidad anamnética, una razón memorial, que no viene de
Atenas, no tiene nada que ver con la anamnesis platónica, sino que viene de Jerusalén, según sus espíritus
rectores Walter Benjamin y Johann Baptist Metz...» (Sauerwald 2010, pp. 251- 52). Ampliando la memoria
nos preguntamos, si la fiesta de los quinientos años de las tesis de Lutero, con la hermandad ecuménica
que presentamos, así como el recuerdo de la teología de la cruz, a la que asociamos la liberación de la
teología con la opción por los pobres, como Juan Luis Segundo la hizo patente, podrían invitar también a los
latinoamericanos, los uruguayos incluidos, a unas reflexiones culturales locales sobre esta razón
postsecular.