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Nuestra época actual, época del predominio del Discurso
Capitalista, se rige por una ética opuesta a la del potlatch.
La sociedad contemporánea es llamada también "sociedad de
consumo". Se rige por las reglas del mercado y se caracteriza por “El
imperio del tener”: “tanto tienes tanto vales”.
Es una sociedad que empuja al goce inmediato. El imperativo
del discurso actual es ¡Debes gozar mas!. Mediante el bombardeo
constante de objetos de consumo la promesa es: cuanto más se
consuma, más se goza y el Mercado exige el goce y sostiene la
promesa de un goce absoluto. Además hay un intento de uniformar
los modos de gozar.
La sociedad contemporánea es además la de la globalización,
de la “Aldea Global” que por un lado genera el desdibujamiento de los
límites o diferencias pero por otro y como respuesta genera un
aumento de la exclusión o segregación social, que se manifiesta bajo
la forma de racismo, xenofobia, fundamentalismos, etc. Freud nos
hablaba del “narcisismo de las pequeñas diferencias”. A. Eidelsztein
nos dice, en relación al discurso de las ciencias, pero lo podemos
vincular con la globalización en general, que “dada la
universalización generada por la ciencia, se considera a todos los
sujetos por igual, borrando así las diferencias particulares propias de
la condición subjetiva. (…) Los seres humanos modernos, los de fin
de este siglo se desesperan tratando de hallar la diferencia que
fundamente su identidad y la manera más frecuente e inútil de
hacerlo es segregando al de al lado.”
Se propicia la fragmentación o ruptura del lazo social
Las relaciones con los otros se vuelven menos estables.
En la sociedad actual predomina la cultura de la imagen. Han
ganado protagonismo los medios masivos de comunicación y han
despertado un gran atractivo las nuevas tecnologías sobre todo
internet. A través de las pantallas se ofrecen una hiperabundancia de
mensajes, imágenes y sonidos; prolifera lo visual. La imagen misma
se ha constituido en un objeto de consumo.
El principal objetivo es consumir. ¿Qué se consume? Bienes
materiales, sustancias de todo tipo, por ejemplo objetos tecnológicos,
droga, alcohol, comida, imágenes, etc. Inclusive debemos pensar ya
no solo en sujetos que consumen objetos sino que los propios sujetos
se han convertido en objetos de consumo.
Por ejemplo, como afirma E. Sinatra respecto a la TV (y
también podemos agregar Internet) la misma es omnivoyeur o sea
todo mirada: todo y a todos mira. Los sujetos miran TV (son tele-
gozantes) y el mirar produce goce pero también son mirados por un
aparato que tiene en cuenta todo el tiempo que más ofrecerle a ese
sujeto que lo mira para sostener el circuito del consumo.
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También la sexualidad ha entrado dentro de la lógica de los
objetos de consumo a través de los sex-shop, hot line, sexo virtual,
etc.
Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Qué produce en la subjetividad
la proliferación de objetos cuando se trata, en la constitución del
sujeto, del objeto perdido?
La pulsión no tiene objeto pero lo encuentra. La proliferación y
oferta permanente de objetos va en la dirección del encuentro
constante con el objeto.
Y para ser sujetos deseantes y poner en juego nuestro deseo
algo deber estar perdido, faltar. Si se ofrecen continuamente objetos,
¿Qué lugar queda en la sociedad actual para la emergencia del sujeto
deseante?
La oferta permanente de objetos de consumo genera la ilusión
de poder taponar la división del sujeto.
Sin embargo, cuanto más se consume, más se evidencia que la
satisfacción hallada no es la esperada. Y aparece el malestar.
Al decir de Lacan la angustia es “la falta de la falta”.
La época actual configura modalidades particulares de subjetividad y
de malestar en la cultura.
Es importante intentar distinguir entre el concepto de sujeto y
el de subjetividad.
Ignacio Lewkowicz utiliza el término “subjetividad socialmente
instituída”. El autor afirma que “la subjetividad no es el contenido
variable de una estructura humana invariante sino que interviene en
la constitución de la estructura misma”.
En palabras del autor: “Esta subjetividad resulta de marcas
prácticas sobre la indeterminación de base de la cría sapiens. La
indeterminación del recién nacido recibe una serie de marcas que la
ordenan. (…) Estas marcas socialmente instauradas mediante
prácticas hieren a la cría (…) Los enunciados de los discursos que con
su capacidad de donación de sentido compensan esas heridas,
constituyen la estructura básica de esa subjetividad instituída. (…) La
subjetividad queda determinada por esas marcas y ese sentido. Sin
embargo, la subjetividad instituida jamás es exhaustiva. La
instauración misma produce un reverso de sombra.”
Para el autor, el hombre no se agota en lo instituído por las
prácticas y discursos que lo han estructurado. Si bien la subjetividad
resulta de dichas marcas, “no hay marca que al marcar efectivamente
una superficie en actividad no produzca además un exceso, o un plus,
o un resto”. Ese resto “es un efecto excedentario de lo instituído que
no resulta asimilable al campo de lo instituido (…) se produce como
efecto incalculable de la operación”. Y a partir de él se constituye el
sujeto.
El autor afirman entonces que la “subjetividad es socialmente
instituida”. Por otra parte, postula un “envés de sombra”, que escapa
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a la socialización o es irrepresentable. Freud nos hablaba del “núcleo
patógeno”, Lacan del “objeto a”.
Dichos conceptos son un requisito necesario para poder pensar en
la posibilidad de transformación histórica de la subjetividad instituída.
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En este sentido en la relación entre sujeto y subjetividad está lo
que permanece (lo estructural) y lo que cambia (los discursos,
prácticas, representaciones de una época) pero entre ambos la
relación no es entre lo interno y lo externo sino de extimidad.
En el texto “El malestar en la cultura” Freud nos enseña que el
malestar es estructural, es inherente al sujeto y a la cultura. El sujeto
para devenir como tal debe renunciar al goce absoluto.
Sin embargo, las formas que adopta dicho malestar dependen de
las particularidades de la cultura o de lo simbólico de cada época. El
malestar cambia de formas en la medida que las sociedades van
cambiando. Podríamos afirmar que el malestar en la cultura actual
no es el mismo que el malestar en la cultura de la época de Freud.
En la clínica actual se nos presentan nuevas formas de
presentación del padecimiento subjetivo. ¿Cuáles son las nuevas
formas del malestar en la cultura?
Predominan nuevas presentaciones en las que se observa una
brecha insalvable entre el discurso y los actos o entre el discurso y el
cuerpo o sea son sujetos cuyo discurso es normativo, que no puede
diagnosticarse como psicótico pero cuyo cuerpo aparece como un
cuerpo “loco” y los actos que realiza también son actos “locos” o de
riesgo. Aparecen conductas vinculadas al consumo sin límite o de
rechazo al consumo, como las adicciones, la bulimia, anorexia. La
ingesta de sustancias o la negación a las mismas pone en riesgo el
cuerpo y lo daña. O se observan presentaciones donde predomina la
impulsividad o las actuaciones, y los sujetos van por la vida de acting
en acting. También aparece la lesión en el cuerpo de los fenómenos
psicosomáticos o presentaciones donde predomina la angustia.
En la clínica actual si bien nos encontramos con las estructuras
clásicas o con límites inamovibles (neurosis, psicosis, perversión)
también nos encontramos con estructuras que por la detención en
algún momento de su constitución, no se han sellado o sea sujetos
que se han detenido en algún momento de la constitución subjetiva.
Podríamos afirmar que las nuevas formas de padecimiento
poseen efecto sintomático para el psicoanálisis mismo ya que nos
lleva a plantearnos nuevos interrogantes o preguntas respecto a la
teoría y práctica analítica.
Además de las nuevas presentaciones del malestar (a las que
no podemos llamar todavía síntomas propiamente dichos) nos
encontramos con nuevas formas de formulación de las demandas de
tratamiento (demandas cada vez más imperiosas, de soluciones o
respuestas rápidas, de tratamientos breves) y por lo tanto con la
necesidad de pensar en nuevos tipos de intervenciones (no solo el
uso de interpretaciones y construcciones) y en nuevas direcciones de
la cura. Se trata de pensar hoy en “variantes de la cura tipo”.
¿Puede utilizarse el dispositivo analítico ideado por Freud
originariamente para el trabajo analítico con las nuevas patologías?
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El Dispositivo analítico creado por Freud (que implica el uso del
diván, la regla fundamental de la asociación libre, el manejo de la
transferencia y las resistencias, la interpretación de las
manifestaciones del inconciente, etc.) fue diseñado para el trabajo
analítico con pacientes adultos neuróticos y fue creado en el contexto
de principios de siglo XX.
El psicoanálisis es una práctica que no surge en cualquier
momento histórico-social sino en aquel donde se presentaron ciertas
condiciones de posibilidad para su surgimiento.
Fue creado para intentar responder a una demanda de malestar
de una subjetividad particular que no es la subjetividad de la época
actual.
El momento histórico-social en el cual surge el psicoanálisis es
un momento de predominio de la Ciencia donde la razón de
independiza de la fé. El modelo prevalerte es el de las Ciencias
exactas. Al decir de Lacan “El sujeto del psicoanálisis es el sujeto de
la ciencia” en tanto hay algo que la ciencia no puede abarcar en
relación al sujeto y allí es donde el psicoanálisis tiene un lugar. El
psicoanálisis se ocupa de lo que en la ciencia queda como resto: el
goce. El goce no es cuantificable, objetivable, generalizable, no puede
someterse a leyes generales que lo expliquen o regulen. Dice Lacan
que el psicoanálisis es “hijo de la ciencia” porque tiene relación con la
ciencia pero no es una ciencia y se ocupa de lo que la ciencia no
puede abarcar.
La ciencia forcluye al sujeto y es gracias a esa forclusión que el
psicoanálisis encuentra las condiciones de posibilidad de surgimiento.
Es por eso que podemos pensar que el discurso actual permite al
psicoanálisis tener un lugar ya que continúa forcluyendo al sujeto ya
que si bien es un discurso que incluye la noción de goce, en tanto
empuja al goce, empuja a un goce uniforme, lo cual implica no
considerar que el vínculo del sujeto con el goce es particular.
¿Cómo pensar al psicoanálisis en una época de configuración
de nuevas subjetividades?
Como afirma S. Amigo “La ética del potlatch, que es la ética del
psicoanálisis es estrictamente inversa a la ética capitalista”.
En el potlatch, la importancia no recae en los objetos
intercambiados porque los objetos no son para ser acumulados sino
que lo central es el mismo acto de intercambio y la capacidad de
perder. El énfasis está puesto en la pérdida lo cual nos remite a la
paradoja constitutita del sujeto que es la ganancia a partir de la
pérdida.
El psicoanálisis postula que el sujeto solo se constituye como tal
a partir de la pérdida de goce. La constitución del sujeto supone una
renuncia a la satisfacción completa. Es el precio a pagar por la
entrada en la cultura.
Toda dirección de una cura implica una posición ética.
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La ética del psicoanálisis no busca el bienestar del paciente o su
adaptación social. La ética de psicoanálisis sostiene la concepción de
sujeto deseante, en falta y la particularidad en su modalidad de goce.
La ética vinculada al discurso capitalista excluye al sujeto en
tanto particular y único, ya que tiende a la uniformidad de los goces y
a la generalización de las respuestas ante el malestar.
El discurso de la época actual sostiene la posibilidad de tratar al
malestar sin tener en cuenta al sujeto del inconciente.
La ética del psicoanálisis es la ética del deseo y por lo tanto de
la castración. Al decir de Lacan “la castración quiere decir que el goce
debe ser rechazado para que pueda ser realcanzado en la escala
invertida de la ley del deseo”
Hay diversas formas de recuperar o realcanzar el goce.
El psicoanálisis sostiene la idea del recupero de goce a partir de la
pérdida.
La ética capitalista sostiene la posibilidad de recupero de goce
sin perdida, por acumulación y tendiendo a la sutura de la hiancia
constitutiva del sujeto.
En una época donde impera el empuje al goce el psicoanálisis
sigue siendo una práctica distinta.
Si bien las formas de presentación malestar han cambiado, con
lo que nos seguimos encontrando es con un sujeto que se constituye
en el campo del Otro y con modos particulares de goce. Nuevamente
lo que permanece y lo que cambia.
La dirección de la cura que nos propone el psicoanálisis apunta
a explorar cual es la relación de un sujeto particular con el goce.
Por lo tanto, si bien la sociedad actual se caracteriza por el
empuje al goce, el psicoanálisis se ocupa de analizar las modalidades
de goce de un sujeto particular apelando al recurso de la palabra.
Por otra parte, si bien el deseo no tiene objeto que lo colme,
(“nada más conveniente para un mercado capitalista”) hay
condiciones particulares del deseo.
El psicoanálisis encuentra ahí, aun hoy su lugar, en los
intersticios de lo particular del goce y del deseo, intentado ceñir lo
imposible a traves de la palabra y a partir de una posición ética.
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Bibliografía