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Creo que todos tenemos conciencia de que somos un país ingobernable y esa
ingobernabilidad es sólo un aspecto del estado del caos social en que nos
debatimos. ¿Es sólo cuestión de cambiar un gobierno, un modelo, una
tendencia política o al final del día lo que se necesita es un cambio de la
sociedad misma? Se requiere un cambio profundo del esquema jurídico, pero
basta con preguntarnos: ¿De quienes depende estos cambios? ¿Acaso los
mismos que se involucran en actos corrompidos y de delincuencia
organizada, y que muchos de ellos están incrustados en los organismos
responsables de cambiar, autorizar, aprobar, ratificar, validar o legitimar
leyes de devolución de lo robado o cualquier castigo, pena, multa, condena o
penalización? Tal quimera, tal suicidio ético de estos deshonrados
atracadores se desvanece entre sus cinismos y desvergüenzas.
¿Cuál es el país que tiene ex Vicepresidentes en la cárcel por delinquir y les
siguen pagando 4.500 dólares mensuales por sus bochornosos y
desfalcadores actos? ¿Cuál es el país en dónde alguien fue presidente por un
día y tiene dos sueldos para toda la vida? ¿Cuál es el país en dónde se
comprueba que tienen títulos falsos y siguen en sus trabajos estatales?
Mientras al pequeño honesto emprendedor le “pisan los talones” buscando “la
quinta pata al gato” y que a pesar de llevar todo en orden, las entidades de
control de rentas, de seguros, de lo laboral entre otros, siempre le encuentran
alguna falla para multarle, los altos dirigentes se compran mansiones en
Miami.
Faltaría tiempo y papel para la interminable lista de bazofias nauseabundas
que tenemos que ver en el día a día, nuestras noticias no son más que
fabricadores de indignación y decepción que a la larga afectan la tranquilidad
y el bienestar colectivo desde el punto de vista de la salud mental y
consecuentemente física.