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La nueva teoría de crecimiento está principalmente representada por el trabajo de Paul Romer (1986; 1990), Robert Lucas

(1988), Robert Barro (1990) y Sergio Rebelo (1991). Sin embargo, estos desarrollos tienen como antecedente el seminal
trabajo de Arrow (1962) y el trabajo de Frankel (1962).

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El modelo de crecimiento Solow-Swan consideró el progreso tecnológico como aspecto más importante del aumento
sostenido en la productividad por trabajador. La tesis de Romer, leída en 1983 y supervisada por José Scheinkman y Robert
Lucas Jr., mostró representaciones matemáticas de modelos económicos en los que el cambio tecnológico es consecuencia
de una acción promovida y coordinada tanto en el campo de la investigación como del desarrollo. Romer publicó dos
artículos, en 1986 y 1990, en la Journal of Political Economy que iniciaron las investigaciones en el campo de la teoría del
crecimiento endógeno.

El surgimiento de la teoría del crecimiento endógeno Uno de los principales aportes de la teoría del crecimiento endógeno
ha sido haber reorientado la atención de las investigaciones de los economistas en torno a la teoría del crecimiento (Sala-i-
Martin 2002: 5). Luego de su apogeo entre la década de 1930 y mediados de la década de 1960, la literatura económica
perdió interés en el tema del crecimiento económico (Dutt 2003: 67). En los años setenta, el interés se hallaba enfocado en
el campo de la macroeconomía, centrándose en los desarrollos del ciclo económico, las expectativas racionales y los temas
de desempleo, dado el contexto de crisis debido a la caída del sistema de Bretton Woods y al estancamiento provocado por
el alza de los precios del petróleo. Sin embargo, el agotamiento en la teoría del crecimiento se debía también a factores
internos y metodológicos: la ausencia de datos de series de tiempo confiables para un número representativo de países, la
escasa evidencia empírica y las dificultades para realizar estudios empíricos que permitieran comprobar las implicancias de
los modelos, fueron aspectos que desanimaron a los economistas de continuar el trabajo en la teoría del crecimiento
(Medina-Smith 1996). Se produjo además un distanciamiento entre la teoría del crecimiento y la teoría del desarrollo, a
pesar de que empíricamente se encuentran entrelazadas. Mientras el interés por los temas de crecimiento económico se
apagaba, la teoría del desarrollo económico se acercaba más a las ciencias sociales como la Antropología, la Sociología y la
Ciencias Política, alejándose progresivamente de la teoría del crecimiento. De este modo, la teoría del crecimiento se
distanció de la realidad que buscaba explicar (Bardhan 1993). En los años ochenta, los desarrollos de diversos autores
retomaron los temas de crecimiento desde una perspectiva neoclásica extendida para incorporar nuevas características
que permitieran explicar mejor los hechos estilizados del crecimiento. La nueva teoría del crecimiento contribuyó al
renacimiento del crecimiento económico mediante la introducción de nuevos temas (De Mattos 1999: 190), entre ellos, la
endogeneidad del progreso técnico, la importancia de la acumulación de capital humano, el aprendizaje en el trabajo, la
relevancia de la inversión en investigación y desarrollo (I&D), la competencia imperfecta, las externalidades producto de la
difusión del conocimiento, los retornos crecientes a escala, la importancia de las instituciones y el manejo de la política
económica.

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