El desarrollo de las comunidades humanas, orientan sus propósitos hacia
la consolidación de una mejor calidad de vida, para ello se direccionan eventos
que sustenta la efectiva concreción de acciones formativas enmarcadas en la educación, para el bienestar tanto individual como colectivo. En tal sentido, este proceso de mediación como concepto amplio, abarca fenómenos objeto de las ciencias humanas relativos a la reproducción social, el saber y los valores de cada generación, e implica una interacción cultural en la cual los colectivos sociales se insertan es sus espacios y desarrollan prácticas, saberes, socializan e integran en pro de una formación con efectivo impacto en los diversos asentamientos sociales. Siendo así, la participación en la modelación intencionada y formal de un sujeto estudiante, requiere no solo la participación de la escuela como organización base en el proceso, sino también su familia, comunidad y cualquier otro sujeto significante que aporte para bien en la labor educativa. Para ello, la ordenación progresiva para el engranaje perfecto de estos agentes educativos se encuentra en los procesos de gestión, ello permite la orientación con base en las funciones gerenciales y demás competencias administrativas inherentes que buscan la eficiencia y eficacia organizacional en pro de una educación con evidentes vestigios de calidad. Al respecto, Hernández (2010), expresa: Cualquier poder político se inviste, o se enmascara, de ideología y, por supuesto, también la “educación” concreta que propone o despliega cualquier gobierno afirma, o cree afirmar, sus cimientos en una determinada ideología, para, a partir de ahí, encaminarse a la consecución de sus fines específicos (p. 136).
Esta gestión escolar permeada por las políticas educativas, se destacan
como líneas generales propuestas por los entes rectores de la educación que se manifiestan en función de mecanismos propios de la realidad, en atención a ello, se manifiesta un compendio de elementos que son el fundamento en el desarrollo de la educación dentro del país, en función de ello, se planean acciones que promueven el logro de la calidad de la misma, en este sentido, es necesario prestar atención a las políticas educativas, puesto que desde allí emergen acciones propias de la realidad circundante. En este sentido, la educación constituye un fenómeno inherente al perfeccionamiento ciudadano, a la formación de un ser integral, de allí se evidencia lo propuesto por Morín (1999): En fin, en las democracias, los individuos se convierten en ciudadanos relativamente libres. Están sometidos a sus deberes para poder disfrutar de sus derechos. De ahí la importancia antropológica de la democracia en el sentido de instituir posibilidades de libertad humana (pp. 6-7).
Desde lo expuesto la educación, es uno de los elementos con los cuales
cuenta el ser humano, en razón de construir una cultura del saber, amparado en procesos importantes como es el caso de la enseñanza y el aprendizaje, situaciones que se desarrollan a nivel micro dentro de la misma. En este compromiso educativo, las constituciones, leyes, reglamentos, resoluciones, declaraciones, y otros instrumentos legales, así lo defienden. Y para darle cumplimiento, los gobiernos tienen el deber de acometer esfuerzos y destinar los recursos necesarios en favor del respeto, protección y garantía de la persona hacia la inserción en la enseñanza obligatoria y gratuita, particularmente la primaria. De acuerdo con el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la Organización de las Naciones Unidas (CDESC), estos esfuerzos albergan unas condiciones esenciales interrelacionan entre ellas. A saber: la disponibilidad, la accesibilidad, la aceptabilidad y la adaptabilidad. De esta forma, la disponibilidad se refiere a la dotación de infraestructuras educativas que cuenten con el equipamiento necesario de funcionamiento en los espacios geográficos en que se instale la institución. En relación con la accesibilidad, la garantía radica en proteger a las personas vulnerables en virtud de su origen étnico, disponibilidad económica, religión, procedencia geográfica. En cuanto a la aceptabilidad, la educación debe tener relevancia según el contexto en que se imparte, así como la edad, las necesidades y las capacidades evolutivas propias de las personas. Por su parte, la adaptabilidad considera la diversidad cultural para diseñar currículos flexibles y adecuados a las realidades sociales. Desde la primera condición esencial, la de disponibilidad, es responsabilidad del Estado garantizarles a las organizaciones educativas las edificaciones y el equipamiento material y didáctico pertinente. De igual forma, este compromiso alude a la contratación de personal capacitado en las áreas correspondientes, con una remuneración acorde con la misión, además de proveer instalaciones sanitarias y agua potable. Estas tareas, atribuyen una dimensión operativa a las organizaciones educativas, en tanto ponen en juego los elementos que intervienen para la consecución de un proyecto educativo dentro de las realidades escolares. En ese sentido, el hecho de ir en pos de un proyecto revela la misión que ha de mover a la organización educativa. Entonces, la estructura organizativa y los recursos humanos se imbrican para imprimirle dinamismo, lo que favorece un análisis que supera la consideración individual de cada uno de ellos. Se plantea aquí la interrelación entre los elementos de la disponibilidad con los de la accesibilidad, la aceptabilidad y la adaptabilidad, como condiciones esenciales antes señaladas, que se erigen bajo el respeto, protección y garantía de la educación gratuita y obligatoria. Desde una realidad psicosocial, los recursos humanos actúan dentro de las organizaciones educativas. La instrucción y la enseñanza-aprendizaje, objeto de la didáctica, se llevan a cabo en los centros escolares. Estos procesos entran en juego para fusionarse en acciones ejecutadas por tales recursos, en respuesta a las políticas educativas emanadas desde los gobiernos. De esa forma, los recursos humanos actúan en unas edificaciones dotadas de unos materiales dentro de una geografía determinada, e inmersos dentro de una cultura. Todos estos elementos están implícitos en la calidad educativa, la cual, como elemento fundamental en el desarrollo de la educación, es esencial para que la misma refleje indicadores de gestión, encaminados al logro del éxito y por ende a la constitución de fenómenos inherentes a conseguir un impacto significativo de la educación en la sociedad. Al respecto, Sautel (2004) manifiesta: “La meta es la articulación de un tramado de categorías conceptuales que permitan deconstruir y reconstruir la problemática educativa contemporánea, comprender las actuales transformaciones en contextos más amplios y analizar desafíos presentes y futuros” (p. 1). Al amparo de tal concepción, la política educativa adquiere un carácter político totalizador. Expresada bien sea por su carácter instrumental o comunicativo, materializándose a través de los sistemas educativos. El sistema educativo asume así la puesta en práctica de la política educativa, expresada como factor de cohesión social y desarrollo socio-político. Desde otro ángulo, eminentemente positivista, significa un curso de acción, entendida como proceso de decisión o como un programa de acción. Lo que sesgadamente limita su curso de acción y lo reduce a un espacio de racionalidad eminentemente instrumental, negando así las posibilidades de cambio. Lo anterior responde al hecho de que la sociedad se hace cada vez más compleja y sus límites interiores dan cabida a nuevos espacios de. racionalidad, expresadas como zonas intermedias entre el hecho educativo y la sociedad civil. Esto puede explicar que la política acontece fuera del primero, y que su incidencia en el desarrollo socio-político sea menos determinante que instituciones civiles muy activas como los sindicatos, la iglesia, corporaciones, etc. Con base en lo anterior, es pertinente manifestar que la calidad educativa desde el punto de vista gerencial se enmarca en la generación de aprendizajes significativos y para la vida, es de esta forma como los elementos implícitos en la gestión de la organización educativa inciden de manera significativa en la misma, dado que es la formación el principal indicador de la calidad de la educación. Es así como la constitución de conocimientos subyace de la misma y esta permite que se viabilice el impacto de la educación en la realidad, es decir, cuando se determina la calidad de formación del educando, es allí donde se verifica la construcción de evidencias incidentes de manera positiva desde la gestión, enmarcados en la calidad educativa. Al respecto, Rincón (2010) expone: La política de mejoramiento de la calidad pretende que todos los niños y jóvenes del país, sin importar su condición social, económica o cultural, accedan al sistema educativo, desarrollen competencias básicas y sean individuos aptos para convivir en la sociedad; de igual manera, uno de los propósitos es que la educación tenga como función preparar a los educandos para una vida laboral. Aquí es posible descubrir la intención de la política de mejorar la calidad de la educación, de acuerdo con la formación en competencias y no con la idea de mejorar las condiciones sociales de los individuos, una pretensión que demuestra nuevamente la indiferencia frente a las desigualdades evidentes en el país (p. 40).
En este sentido, la calidad de la educación se encamina hacia el pleno
dominio de una cultura científica, donde la sociedad del conocimiento tome consideraciones implícitas en acciones encaminadas a la mejora personal y social del ser humano, donde se refleje la actuación de la escuela en el comportamiento de los ciudadanos, es de esta manera como se logra desde la educación contribuir con la mejora del aparato científico, en el cual se promueve un pensamiento crítico-reflexivo amparado en el desarrollo de la sociedad para el cual se requiere un proceso de gestión escolar adecuado para que exista la calidad educativa. De acuerdo con lo anterior, la calidad de la educación promueve la obtención de los resultados en una entidad educativa, los mismos deben ser óptimos encaminados a la construcción de un modelo de gestión que promueva cambios significativos en la ejecución de las actividades para que de esta manera se logren afianzar mecanismos que sirvan de base en la construcción de evidencias propias de la realidad, donde se valore el contexto como punto de partida en la concreción de la calidad de la educación. Se incrementa la urgente necesidad que se ajuste la gestión escolar en atención a las políticas educativas como aporte a la calidad educativa, desde la aplicación y concepción de la gestión escolar a la luz de las políticas educativas, en las diferentes acciones sociales que emergen de la raíz de cada institución educativa, donde se orienta el potencial creativo de cada ser humano, y alcance el pleno ejercicio de su personalidad a través de un proceso de formación y transformación integral, donde la interrelación de todos los actores de quehacer educativo expresen el proceso de gestión escolar de manera global e integrado. De allí que la adecuación del proceso de gestión escolar en atención a las políticas educativas como aporte a la calidad educativa, sea una desafiante necesidad, que implique un proceso metodológico acumulativo y progresivo, a través de la cual, la gestión escolar, convierta la calidad educativa en objeto del conocimiento. De esta manera es ineludible comprender las políticas educativas, puesto que las mismas son los entes rectores que guían de manera significativa la gestión escolar, como lo expresa Rincón (2010): …la transformación que se busca a través de la política colombiana de educación se refiere a la capacitación para el desarrollo de los sectores productivos y para el progreso económico del país dentro del concierto de las naciones. En esta afirmación, es evidente que aspectos como la adquisición de conocimiento en cuanto valor en sí mismo, el carácter crítico y la reflexión no son tenidos en cuenta dentro de los propósitos de la política educativa, puesto que de lo que se trata es de la utilidad, de la gestión y de la eficacia del conocimiento (p. 43).
De manera que estas acciones se encaminan hacia establecer la
proactividad de las instituciones en relación a la mejora de la misma para alcanzar un impacto significativo en la realidad. Ello contribuye con el fortalecimiento de los sujetos en la sociedad, con acciones de diario desempeño educativo que se dirigen al fortalecimiento del proceso de enseñanza y aprendizaje pertinente a todos los actores del quehacer educativo, con atención a la integralidad de la educación como formadora de individuos para la vida. Se hace necesario, entonces, el impulso de transformaciones que alienten la implementación de estrategias positivas en la gestión escolar, tendentes a la contribución satisfactoria de la calidad educativa que merece la sociedad. REFERENCIAS
Hernández, J. (2010). Ideología, educación y políticas educativas. Revista
Española de Pedagogía, Año LXVIII, Nº 245, enero-abril 2010.
Morín, E. ¡999). Antropología de la libertad. Gazeta de Antropología, No. 6.
España.
Rincón, O. (2010). Análisis de la política educativa actual en Colombia desde
la perspectiva teórica de Pierre Bourdieu. Magistro, Vol. 4, No. 8.
Sautel, S. (2004). Problemática educativa contemporánea. Seminario -
Programa 2004. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Universidad de La Plata, Argentina.