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Dinámicas de urbanización y políticas urbanísticas en ciudades medias interiores. De expansión y dispersión a reformulación: ¿Hacia un urbanismo más ¿urbano??
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Cuenca, 2008
ESCUDERO GÓMEZ, Luis Alfonso
Los centros comerciales, espacios posmodernos de ocio y consumo : un
estudio geográfico / Luis Alfonso Escudero Gómez.– Cuenca : Ediciones
de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2008
249 p.; 24 cm.– (Monografías ; 56)
ISBN 978-84-8427-625-8
1. Centros comerciales 2. Ordenación del territorio 3. Geografía
económica I. Universidad de Castilla-La Mancha, ed. II. Título III.
Serie
339.378.2
711.552.1
911.3
Colección MONOGRAFÍAS no 56
1ª ed. Tirada: 500 ejemplares.
I.S.B.N.: 978-84-8427-625-8
D.L.: CU-xxx-2008
Fotocomposición e Impresión: AGSM.
Impreso en España (U.E.) - Printed in Spain (U.E).
Para Ana, por todo y siempre.
ÍNDICE
Página
1. INTRODUCCIÓN.................................................................................... 13
a) Objetivos del trabajo.................................................................................. 15
b) Metodología............................................................................................... 19
c) Organización de los contenidos.................................................................. 20
9
4. REFERENCIA HISTÓRICA DEL NACIMIENTO Y EXPANSIÓN
DE LOS CENTROS COMERCIALES..................................................... 101
a) Rastreando precedentes: las galerías comerciales...................................... 101
b) El primer mall y su rápida proliferación.................................................... 105
10
7. ESPACIOS URBANOS POSTMODERNOS............................................ 201
a) Espacio privado, espacio público............................................................... 203
b) Arquitectura y diseños para el consumo.................................................... 207
c) Los centros de la ciudad difusa.................................................................. 210
d) Lugares de referencia en los centros urbanos tradicionales....................... 217
e) Espacios de renovación urbana.................................................................. 222
f) Conclusiones............................................................................................... 226
Agradecimientos................................................................................................. 253
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INTRODUCCIÓN
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Ellos, con otros compañeros de viaje como los parques temáticos, simboli-
zan y aglutinan las dinámicas más novedosas de las áreas urbanas o, lo que es lo
mismo, de los presentes comportamientos sociales en el espacio. Por ejemplo,
los centros comerciales se constituyen en base a la máxima de Eco para iden-
tificar la realidad hoy donde todo parece verdadero, luego todo es verdadero
(Eco, 1985, p. 20); y así es en estos complejos, en su interior todo es ideal e
hiperreal, ficticio, sin duda, pero, contradictoriamente, tan cierto como pueda
ser la nueva realidad que se construye en nuestros días. El artificio supera a su
origen, alcanza una percepción social que acaba dándole una identidad de rea-
lidad, con más fuerza que aquello que imita o sin importar que provenga de la
pura invención. Los estereotipos de sociedades o lugares son asumidos como
copias, forzosamente limitadas del espacio real. Imitaciones tan parecidas
(idealizadas y perfeccionadas) a la realidad que ya no es necesario conocer el
original. Es el precio de la imagen, la misma que determina el éxito o fracaso
de una ciudad, una empresa o una actividad en nuestra sociedad, el juego de lo
ficticio donde los centros comerciales son símbolos perfectos.
Con vocación de geógrafos urbanos, con el interés de abordar cuestiones
vivas de los espacios de la ciudad, procesos en transformación en el devenir
del presente, volcamos la mirada en los centros comerciales. Una de las justi-
ficaciones iniciales es precisamente el destacar los elementos que conforman
la ficción en estas referencias urbanas de ocio y consumo. El mall es uno de
los fenómenos más próximos y contundentes y precisamente por ello, se nos
escapa mediante su traslúcida cercanía (Dávila, 2005).
Reiterar que los centros comerciales representan un hito en la actividad
diaria de las ciudades en la actualidad como áreas económicas y de recreación
y, por lo tanto, de participación social en diversas escalas se convertirá en la
tesis fundamental sobre la que abordaremos este estudio y sobre la cual nos
detendremos en los diferentes aspectos tratados. Comprobar la veracidad de
este principio es observable en cualquier núcleo urbano donde aparezca esta
figura. También podemos recurrir a una aprehensión indirecta de la ciudad a
través de los medios de comunicación de masas, de las referencias culturales
o de la conversación para reconocer la importancia de los centros comercia-
les en los actuales usos urbanos. Pongamos por ejemplo la cinematografía y
recuperaremos películas donde los centros comerciales son el escenario para
la ficción, de hecho, filmes como las comedias adolescentes norteamericanas
de Amy Heckerling Aquel Excitante Curso (1982) o Fuera de Onda-Clueless
(1995), la conocida obra de Paul Mazursky Escenas de una Galería (1991), la
notable Shopping (1993) producción británica de Paul Anderson o la española
Adosados (1996) de Mario Camus son referencias que utilizaremos en nues-
tro texto. Pero quizás sea Mallrats (1995), del director norteamericano Kevin
14
Introducción
Smith, la que mejor pueda representar estos espacios y la que sugerimos como
visionado introductorio a la lectura de estas páginas. Con un nombre que hace
referencia en Estados Unidos a las personas que obsesivamente pasan su ti-
empo libre en un centro comercial, se basa esta película, dentro de un barrio
residencial de clase media-alta con casas unifamiliares con jardín, modelo
residencial suburbano prototípico de América del Norte, en la existencia del
Mall* como:
- Área comercial, con establecimientos generales (supermercados) y
otros muy específicos (como tiendas de cómics o algo tan especializado
como un establecimiento de galletas).
- Área hostelera y de alimentación.
- Espacio de ocio: cines, espectáculos televisivos, concursos.
- Área de paseo y de relaciones humanas, en especial para los adoles-
centes protagonistas que utilizan el centro comercial para diferentes
vínculos sociales, por ejemplo citas amorosas que consisten en ir de
compras (shopping en el término anglófono).
* Un término inglés utilizado en Norteamérica, y popularmente extendido en el resto del mundo, para referirse a los
centros comerciales planificados y cerrados, que emplearemos ocasionalmente, y que identifica perfectamente nuestro
objeto de estudio.
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aplicar teorías generales sobre los centros comerciales, pero, como en otros
ejemplos donde se han desarrollado, dichas tesis se resquebrajan cuando se
comparan casos reales y concretos dado que los individuos que acuden a los
malls no actúan siempre ni homogénea ni racionalmente, como se presupone.
La dimensión económica de los grandes espacios comerciales ha quedado ya
suficientemente explicada por la dinámica política y económica del sistema
capitalista global, que ha encontrado en el fenómeno de la agrupación y la
concentración la forma de negocio más rentable; no obstante, analizar la pro-
funda interrelación que se ha establecido entre ocio y consumismo demanda
todavía reflexiones más amplias que ayuden a clarificar el complejo y hetero-
géneo concepto de espacios comerciales (Asensio, 1992, p. 10).
Proponemos
Valor primario de:
Los procesos sociales y econó-
micos que explican la difusión
y éxito de los centros comercia-
les, así como de sus consecuen-
cias territoriales (urbanas).
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Introducción
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18
Introducción
b) METODOLOGÍA
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Los centros comerciales son espacios urbanos singulares que aúnan las
funciones anteriormente exclusivas de los centros urbanos tradicionales y
las reúnen en arquitecturas limitadas, con unas reglas, caracteres y aspectos
muy singulares que desentrañaremos a lo largo de los capítulos del trabajo.
Organizamos de este modo nuestro estudio centrándonos, en primer lugar,
en un análisis de los problemas de definición de qué es realmente un centro
comercial. Como sucede reiteradamente en las ciencias sociales y humanas,
ocupadas en un ser contradictorio y complejo, el individuo, resulta compli-
cado dar una noción clara y universal del objeto de estudio. Las investigacio-
nes anteriores sobre centros comerciales han discutido abiertamente sobre
este problema terminológico, y en este primer apartado presentaremos este
debate, las múltiples definiciones de este espacio y, finalmente, acotaremos
en los recintos planificados y cerrados nuestro tema de investigación.
La doble vertiente de áreas de consumo y ocio nos ocupará en el si-
guiente capítulo. En él trataremos singularmente esta doble funcionalidad
de los centros comerciales y reconoceremos la perfecta simbiosis entre estos
dos conceptos, los cuales, por otra parte, también definen con apreciación
notable a nuestra sociedad. El hecho de que el disfrute del tiempo libre y la
compra compulsiva de objetos caracterice los usos sociales, y en el caso de
los núcleos urbanos en mayor grado todavía, y que los centros comerciales
se especialicen en ambas funciones explicará el éxito alcanzado por estos
espacios y, al mismo tiempo, su enorme atractivo para un estudio geográfico
urbano como el que nos ocupa.
Tras tratar la funcionalidad comercial y recreativa de los centros comer-
ciales introducimos un largo paréntesis para hacer un estudio descriptivo y
más tradicional desde el punto de vista teórico de estos establecimientos.
Seguimos así un esquema clásico que introduzca los orígenes y desarrollo
histórico de los malls, y sus diferentes realidades geográficas en nuestros
días, concluyendo con una referencia más amplia a los centros comerciales
en nuestro país, España (ver fig. no 3).
20
Introducción
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Introducción
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2. CENTROS COMERCIALES,
DEBATE PARA UNA DEFINICIÓN Y TIPOLOGÍAS
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Centros comerciales, debate para una definición y tipologías
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* Shopping centers es un término inglés que se utiliza con un significado sinónimo al de mall, palabra que ya hemos
empleado frecuentemente, y que se ajustaría al español “centro comercial”.
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Centros comerciales, debate para una definición y tipologías
como válida para “centro comercial”. De hecho, este autor nos habla de centro
comercial abierto o de centro comercial de área urbana como contraposición
a los centros comerciales concebidos como una concentración artificial y
planificada de establecimientos dentro de un mismo edificio. Por eso prefiere
añadirle el adjetivo “abierto”, dado que con él se señala expresamente el ca-
rácter no cubierto de un espacio comercial al que se pretende dotar de cierta
unidad en la gestión y comercialización (Molinillo, 2002, p. 174). Señala así
que la denominación más correcta y fiel a la realidad de centro comercial es la
correspondiente a la de área comercial urbana, especialmente el caso concreto
del centro de la ciudad, el tradicional distrito central de negocios. No obstante,
también reconoce que las acciones a desarrollar para implantar una gestión e
imagen unitaria en estas áreas comerciales urbanas no implican la existencia
de una planificación previa a la implantación de los establecimientos, por lo
que no se daría una de las condiciones que la práctica totalidad de autores se-
ñalan como característica esencial de los centros comerciales (Ibíd., p. 174).
El centro comercial abierto sería, tal y como se concluyó en el I Congreso
Nacional de Centros Comerciales Abiertos, celebrado en febrero de 2000 en
Huelva, una fórmula de organi-
zación comercial, con una ima-
gen y estrategia propia, que
cuenta con la implicación de to-
dos los agentes de un área deli-
mitada de una ciudad, con una
concepción global de oferta co-
mercial, servicios, cultura y ocio
(Molinillo, 2002, p. 175). Su ob-
jetivo es la reactivación de la si-
tuación socioeconómica de su
entorno, abarcando todos los as-
pectos relacionados con el área
tales como la circulación, el
aparcamiento, la peatonaliza-
ción, el mobiliario urbano, la
limpieza, el ajardinamiento, la
rehabilitación de inmuebles o la
animación de calles, entre otros
(Ibíd., p. 14). De esta forma, el
Figura 6. Croquis del área comercial centro urbano tradicional, allá
en Carnaby Street (Londres). donde se localizó en el pasado de
Fuente: fotografía del autor. forma dispersa el comercio, en el
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Los centros urbanos, áreas comerciales clásicas de la ciudad, se han ido es-
pecializando en negocios de lujo o singularizados, y adoptando la imagen del
centro comercial. Unos centros comerciales (los planificados y exentos) que, a
su vez, partían de la especialización y concentración de sus establecimientos,
rasgos iniciales de las áreas centrales de la ciudad, para hacer la competencia
y sustituir la función central de estos espacios tradicionales. Ahora los centros
urbanos recurren a la imitación del mall para intentar recuperar su anterior
franquicia comercial dentro de la ciudad. El original imita a la ficción, y la co-
pia se convierte en la verdadera realidad. Es por ello más interesante estudiar
como el centro comercial planificado ha impuesto su voluntad.
De hecho, dentro de este debate terminológico, hay que reconocer que
son mayoría los ejemplos que relacionan “centro comercial” con un espacio
determinado, preferentemente con una ordenación previa, especializado en
la venta al por menor y caracterizado por una alta concentración de estable-
cimientos. Muchos autores se desvinculan así de una definición territorial
más amplia y se concentran en la arquitectónica, aunque no por ello llegan a
un acuerdo común ya que incluyen en sus concepciones de nuevo una larga
gama de tipologías y variedades distintas de centros comerciales. Si bien, un
rasgo repetido por todos ellos es la identificación de una superficie comercial
de gran tamaño con una extensa sala de ventas, hallamos múltiples matices
importantes que llevan a incluir o no un complejo como centro comercial en
función de las distintas descripciones.
La unión entre el término “centro comercial” y la idea de complejo cerrado
es la que presentan precisamente las definiciones de las asociaciones priva-
das relacionadas directamente con esta forma de comercio. La Asociación
Española de Centros Comerciales (AECC) lo delimita como un conjunto de
establecimientos comerciales independientes, planificados y desarrollados por
una o varias entidades, con criterio de unidad, cuyo tamaño, mezcla comer-
cial, servicios comunes y actividades complementarias están relacionados con
su entorno, y que dispone permanentemente de una imagen y gestión unitaria
(aedecc.com, 2003). Muy similar es la definición del organismo internacional
al cual pertenece la asociación española, el International Council of Shopping
Centers (ICSC). El mismo nos habla del shopping center como un grupo de
tiendas y otros establecimientos comerciales que ha sido planificado y desa-
rrollado por uno o varios propietarios. Poseen un área de aparcamiento y el
tamaño del centro y su orientación están generalmente determinados por las
características del mercado del área comercial servida por este establecimien-
to (icsc.org, 2003).
La propia administración española delimita la figura del centro comercial
en este sentido de recinto cerrado y con un plan previo al señalar que se
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nos ocupa en este estudio pero también las grandes superficies comerciales,
los grandes almacenes, los hipermercados o los parques de fabricantes. Todos
ellos son establecimientos comerciales previamente diseñados que participan
de algunos de los rasgos recogidos en las descripciones de “centro comercial”
señaladas. Aunque nosotros trataremos específicamente los centros comercia-
les que aúnan funciones de consumo y ocio mediante la tipología del mall nor-
teamericano, conviene en este primer capítulo referirse a estas otras formulas
de comercio urbano concentrado y de gran tamaño.
Por ejemplo, una “gran superficie comercial” es definida como una unidad
comercial cuya área de venta es superior a los 400 m2 (Grupo Aduar, 2000, p.
179). Puede estar formada por la agrupación de varios comercios de pequeñas
dimensiones (mercados de abastos, galerías de alimentación, tiendas-pasillo),
y la gran superficie comercial propiamente dicha o hipermercado, poseído en
exclusividad por una empresa. Son grandes consumidoras de suelo, casi siem-
pre en propiedad, generan mucho empleo (aunque precario y, normalmente,
de bajos salarios) y se comportan como uno de los elementos que actúan con
mayor poder de transformación espacial (Ibíd., p. 179). Su mayor oferta de
productos y el menor coste los convierten en atractivos irresistibles en un
mercado de consumo consolidado por el aumento progresivo del nivel de vida
de la población. Su localización ha sido frecuentemente objeto de profundos
estudios de mercado, que plantearon los viales principales y los barrios más
poblados como los de mayor aptitud.
Resulta difícil distinguir las grandes superficies comerciales de los centros
comerciales, sobre todo en el caso de que las primeras estén complementa-
das por múltiples comercios individuales (además algunas veces se autode-
nominan como “centro comercial”, ver fig. no 8) y porque, al fin y al cabo,
los centros también son áreas de comercio de gran tamaño. En esta cuestión
establecer un límite resulta complicado aunque se pueda recurrir para ello al
aspecto formal o arquitectónico como medio de diferenciación más factible:
los centros comerciales se agrupan en un establecimiento cerrado distribuido
en varios niveles mientras que las grandes superficies se distribuyen habi-
tualmente en una sola planta baja muy extensa. No obstante, más allá de esta
distinción de forma (con excepciones en ambas tipologías) consideramos
que es en la funcionalidad donde debemos establecer una frontera, pues los
centros comerciales poseen siempre una componente primordial de atrac-
ción mediante un espacio de ocio y esparcimiento, mientras que las grandes
superficies comerciales se centran más en el aspecto puramente comercial.
En los malls, como veremos, el cliente habitual complementa la compra con
otras actividades de ocio, mientras que en las grandes superficies comerciales
la adquisición de productos es el fin casi exclusivo.
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Centros comerciales, debate para una definición y tipologías
Cuando una gran superficie comercial ha sido ampliada ella misma por
una oferta de ocio, a través de multicines, áreas de paseo, discotecas, res-
taurantes u otros servicios, hemos considerado que funcionalmente adopta
las mismas finalidades que un centro comercial y, como tal, la incluimos en
nuestro análisis. En este ejemplo evolucionado la gran área comercial sería
un foco de atracción del mismo modo que lo es cuando aparece incluida en un
mall. De hecho, como trataremos, muchos centros comerciales convencionales
incluyen en alguno de sus niveles una gran superficie comercial, integrada
en su arquitectura. No obstante, cuando el modelo de gran superficie es el
que responde a la definición anteriormente indicada, es decir, un hipermer-
cado en una nave rectangular cerrada dedicada exclusivamente a la venta
de productos, consideramos que no debemos incluirla dentro del modelo de
centro comercial.
Una versión más reducida de las grandes superficies comerciales son los
“supermercados”. Se trata de salas de ventas, que poseen un amplio número
de referencias de productos de gran consumo (alimentación, droguería y per-
fumería) y que vende en régimen de autoservicio con pago único a la salida,
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com, 2003, y AECC, 2002, p. 69). Una taxonomía geográfica que nos ayudará
a entender como estos complejos comerciales llevan sus funciones de centrali-
dad a diferentes espacios de la ciudad, sustituyendo a otras áreas o generando
vórtices urbanos de nueva creación.
La división en diferentes categorías elaborada por su parte por el
International Council of Shopping Centers es casi idéntica a la de la AECC
(que está integrada, recordémoslo, en la primera). Cambian las unidades
métricas de metros cuadrados a squares*, los topónimos por su homónimos
ingleses y algunos detalles, como el establecimiento de los focos de atracción,
en la siguiente clasificación (icsc.org, 2003):
- Centros de vecindad (neighborhood center), para compras diarias
realizadas por personas del área más próxima. 30.000-150.000 squa-
res. Uno o más focos de atracción (hipermercados) que ocupan el
30-50% de la superficie.
- Centros de comunidad (community center), su área de atracción sería
mayor al caso anterior, así como su superficie, 100.000-350.000 squa-
res. Dos o más focos de atracción (tiendas de descuento, hipermercados,
grandes superficies especializadas) que ocupan el 40-60% del área.
- Centros regionales (regional center), frente a las dos anteriores tipolo-
gías se trataría de un establecimiento de más tamaño con tiendas relacio-
nadas entre sí y con una amplia área de aparcamiento. A él se dirigirían
personas de un mayor radio de acción. 400.000-800.000 squares. Dos o
más focos de atracción que ocupan el 50-70% de la superficie.
- Centros superregionales (superregional center), similar al centro regio-
nal, pero de mayor tamaño y con varios pisos. Más de 800.000 squares.
Tres o más focos de atracción que ocupan el 50-70% de la superficie.
- Centros especializados o de moda (fashion/specialty center), en este caso
serían espacios cerrados donde destaca un sector comercial en concreto,
normalmente, el textil y complementos. 80.000-250.000 squares. Carece
de focos de atracción aparte de los relacionados con el sector moda.
- Centros de poder (power center), grandes recintos dedicados
a la venta de productos a bajo precio y a todo tipo de ofertas.
250.000-600.000 squares. Tres o más focos de atracción (grandes
superficies comerciales especializadas).
- Centro temático o de festival (theme/festival center), con una afluencia
mayoritariamente turística, el ocio y la restauración son sus principales
componentes. 80.000-250.000 squares. Carece de focos de atracción
aparte de restaurantes y áreas de ocio.
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* 1 milla=1.609,344 m.
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3. LOS MALLS, ESPACIOS DE CONSUMO Y DE OCIO
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3. 1. CENTROS COMERCIALES
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a) LA SOCIEDAD DE CONSUMO
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de los objetos y servicios en venta para alcanzar ese mejor desarrollo personal,
y, por ello, de los lugares donde se exponen, en especial en aquellos especiali-
zados en el arte del consumo como los centros comerciales.
En una sociedad de consumo se produce realmente cualquier cosa, por
ejemplo a través de los medios de comunicación de masas podemos com-
probar que el objeto más absurdo se convierte en atracción de consumo. En
nuestra sociedad, en especial en los países desarrollados, se asume que las ne-
cesidades básicas están satisfechas, se elimina su capacidad de crear hambre
de consumo. Por esto, serán los productos y servicios no determinadamente
necesarios para nuestra supervivencia los que movilicen el consumo, entonces
resulta que el deseo es su única motivación (López Levi, 1999, p. 54). Los
centros comerciales nos ofertan en sus cientos de tiendas reunidas en un solo
espacio, climatizado y adornado para consumir, estos objetos innecesarios pero
apeteciblemente consumibles. Allí podemos ampliar nuestra imprescindible
colección de Dvds en la tienda correspondiente o comprar nuestra repentina
necesidad de comida mexicana en el restaurante especializado en esta restau-
ración, por poner dos ejemplos de la riquísima gama de productos y servicios
que encontraremos en estos maravillosos lugares. Su oferta crea y fuerza a la
demanda a consumir los productos y servicios del centro comercial, y lo hace
porque los señalados usos sociales del valor del consumo nos disponen, y nos
hacen ser compradores moldeables, a la adquisición de cualquier objeto que
nos publiciten.
Seguramente leyendo estas líneas el lector podrá pensar que se exagera el
poder del consumo. Puede creer que la sociedad de consumo se adapta a su
forma de ser y no al revés, que realmente el no adquirirá ni comerá los ejem-
plos que hemos señalado, que sólo adquiere lo que a él le gusta, por mucho
que se le oferten miles de productos distintos, él elige, hace uso del gran valor
humano del libre albedrío. En los centros comerciales hay una concepción
de individualidad (aspecto altamente valorado en nuestra sociedad) ya que,
como individuos, seleccionamos nuestro consumo; pero ¿es realmente así?
¿No somos nosotros quienes nos insertamos en uno de los nichos del gusto
y comportamiento ya previstos por la sociedad del consumo? ¿No funcionan
los servicios de marketing de las empresas analizando nuestras compras y los
servicios que adquirimos para hacer sus campañas publicitarias? Veámoslo a
través de un ejemplo de comercio en Internet (como señalaremos, una fórmula
incluso más actualizada que la del mall para nuestra sociedad de consumo):
entrando en una conocida y líder página de venta en la red de productos de ocio
y entretenimiento, amazon.com (2007), se nos solicita la búsqueda de aquello
que deseamos. Ellos ofertan miles de libros, Cds, Dvds, aparatos electrónicos
y múltiples mercancías, pero, generalmente, somos nosotros quienes elegimos.
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Los malls, espacios de consumo y de ocio
Tras la búsqueda aparece el objeto solicitado, pero esta página al mismo tiem-
po nos presenta una sección en la cual nos informa de que las personas que
han adquirido tal libro o lo que fuere también han comprado estos otros pro-
ductos. Hagan la experiencia, verán que en ese listado aparecen objetos que
ya poseemos o que quisiéramos comprar, descubrirán que todos pertenecemos
a un determinado estante de consumidores. Los centros comerciales basan su
éxito en atender individualmente cada conjunto de posibles consumidores, y
de hacerles creer que el centro está especialmente diseñado para ellos y su
¿libre albedrío? Es un método sencillo, en el ejemplo de Internet se demuestra
que se puede realizar instantáneamente.
Por otro lado, la lógica del consumo se presenta de forma tal que una per-
sona experimenta la infelicidad cuando se topa con un producto que no puede
comprar (López Levi, 1999, p. 224). Entonces, dicha mercancía, que antes no
era importante, se convierte en inaccesible y necesaria. El poder de atracción
del consumismo en nuestra sociedad, con sus connotaciones socioculturales
superiores a los propios valores económicos y de utilidad del objeto, hacen
que aquello de lo cual una semana antes ni siquiera conocíamos su existencia
se convierta al poco en algo imprescindible para nuestra vida. Ayer era el
lavavajillas, el compact-disc, el video, el ordenador, la moda x... hoy, el micro-
ondas, el reproductor mp3, el Dvd, el teléfono móvil, la moda y... (todos ellos
fácilmente adquiribles en el centro comercial). Las compras son, de hecho,
una fuente importante de información. La mayoría de las personas incorporan
inventos, ideas y descubrimientos cuando pueden comprarlos, y los cono-
cen a través de la publicidad y su hallazgo en los establecimientos (una visita
a un centro comercial es siempre el descubrimiento de algo novedoso). No
obstante, no es una información completa, sino que está asociada a imágenes
falsas o parciales de la necesidad del nuevo producto, que deja al antiguo obso-
leto o que hace inefable nuestra vida anterior sin él. En un anuncio publicitario
televisivo sobre los teléfonos móviles que incorporaban una cámara fotográ-
fica digital, un aldeano ridiculiza a un grupo de adolescentes que no poseen el
nuevo invento; afortunadamente por un precio módico es posible cambiar ya
el anterior aparato por el nuevo. El individuo se pliega así dentro de la fantasía a
causa de su propia autenticidad de consumidor (Eco, 1985, p. 45).
La idea que sostiene esta creación de necesidad hacia los nuevos productos,
que engrasa continuamente la maquinaria del consumo, renovándola y fortale-
ciéndola, no es otra que el placer. Es el placer el que sustenta la obsolescencia
del objeto, servicio, lugar e información. La mercancía es consumida por su
papel hedónico y por su significado social, no por su verdadera ¿utilidad? En
este contexto, las apariencias, la imagen, adquieren el significado principal pues
el valor del objeto resulta más estético que funcional. Los propios productos
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que consumimos son poco durables en dos sentidos, por su calidad física
y por su validez (López Levi, 1999, p. 58). No consumimos para cubrir una
necesidad exclusivamente funcional ni para solventarla definitivamente con la
compra, lo hacemos por placer, por el propio que nos otorga la adquisición y
por el fundamental de la posesión de aquello que deseamos. Como cualquier
otro hecho placentero, una vez realizado pierde su significado, tras la compra,
y una vez que la mercancía nos pertenece, es necesario consumir algo nuevo,
más evolucionado, diferente, algo que no tengamos y que podamos lucir en
nuestro ámbito social. Para los individuos más recalcitrantes contra este modo
de funcionar del consumo, para aquellos que prefieren la compra duradera, el
sistema económico actual se encarga de realizar mercancías poco longevas.
Aunque no quisiéramos renovar nuestro coche, nuestro vestido, nuestro equipo
informático o nuestros libros, estos se quedan ellos mismos obsoletos ante la
rápida velocidad evolutiva del consumo. Al mismo tiempo, las prestaciones de
los nuevos coches, las modas textiles más actuales, los increíbles ordenadores
de nuevo diseño y el best-seller que todo el mundo ha leído creará en nosotros
una necesidad irresistible de consumir. El producto deja de apreciarse en el
momento en que puede ser sustituido por otro que dé lugar a más satisfacción
y tenga un mayor reconocimiento social que el anterior (López Levi, 2006, p.
79). El centro comercial nos llama, en su interior encontraremos lo más nuevo
y lo más necesario.
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como nos indica Zárate (1991), en las ventajas que obtienen los comercios y
servicios de situarse juntos: poder comparar al comprar, publicidad, comple-
mentariedad y constituir una imagen común de consumo en el centro comer-
cial. Diversos economistas se han encargado ampliamente de demostrar esa
implicación puramente comercial que identifica el mall. Desde la ley de la
oferta y la demanda se puede identificar perfectamente el desarrollo económi-
co de los centros comerciales (Juan Vigaray, 1998, p. 48). Ante una demanda
dada de una población determinada que representa un cierto nivel de consu-
mo, que posee unos hábitos concretos de compra, que debe ser satisfecha y
que, al serlo, otorgará una renta y beneficio a su cobertura, se oferta en los
centros comerciales ventajas comparativas en competencia con otras fórmulas
comerciales, una imagen del centro y de sus establecimientos comerciales y un
entorno urbano determinado con beneficios en términos distancia y accesibili-
dad a los potenciales consumidores (ver el ejemplo en la fig. no 11 del croquis
de accesos al centro comercial “Porto Pi”, en Palma de Mallorca). Oferta y
demanda confluyendo, sistema en perfecto orden; aunque, recordemos que,
además, en función del valor social del consumo la oferta tiene la fuerza de
crear y capturar a la demanda.
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ser ahora los aspectos que constituyen la imagen de los centros comerciales.
Elementos tales como la variedad y cantidad del surtido, el ambiente, el as-
pecto exterior, el acceso y la comodidad de los transportes, las facilidades
de pago, la disponibilidad de aparcamiento... hacen que un área de compra
determinada transmita a los consumidores una imagen que repercutirá en un
aumento de las visitas al centro comercial. Pero sobre todas estas ideas se im-
pone un estereotipo menos tangible que identifica al mall como la opción ideal
para realizar nuestras compras, ver una película de cine, ir a comer o pasar la
tarde del domingo. Es el truco de los profesionales de la mercadotecnia, que
logran manipular los sentidos de manera que el consumidor no se dé cuenta de
ello (López Levi, 1999, p. 119).
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* Incluso hay un “Día Sin Compras”, el 24 de noviembre, como concienciación ante el irracional consumo de nuestra
sociedad. No obstante, los centros comerciales no cierran tal día, su actividad realmente tampoco se ve especialmente
afectada (acabamos de constatarlo).
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Por otro lado, la función comercial de los malls contiene otro elemento
común, cuestión que ya vimos en el debate terminológico. Nos referimos
a la existencia de uno o varios focos de atracción. Con la misma finalidad
que la creación de una imagen de marca o el aprovechamiento de diferentes
eventos especiales, en el reclamo de los consumidores hacia el centro comercial,
como rasgo esencial de estos complejos, siempre aparece algún componente
que destaca sobre el resto de tiendas y servicios y actúa como motor de la oferta
del centro. Ese rol ha hecho que a estos focos de atracción se les denomine me-
tafóricamente como locomotoras, pues impulsarían al resto de estableci-
mientos del centro comercial, o también como tiendas ancla (López Levi,
1999, p. 72), igualmente haciendo un símil en relación con el transporte.
El término locomotora es el más extendido entre los investigadores, y se
admite que como característica del centro comercial está la disposición
de una o varias de ellas entre las que suelen destacar un hipermercado,
que combina adecuadamente su extensión comercial superior y su mayor
oferta con otras superficies comerciales medianas, tiendas especializadas y
servicios de ocio y entretenimiento (Mas Hernández, 1999, p. 213).
De hecho, las propias grandes superficies comerciales, en sus ejemplos
más complejos, han evolucionado funcionalmente hacia la conversión en
centros comerciales, mediante la anexión de múltiples tiendas y funciones
de ocio y recreación (cuestión que estudiamos en el capítulo 2). Pero el
ejemplo arquetípico de locomotora de centro comercial es el hipermercado
incluido en uno de sus niveles, y cuya marca se puede llegar a asociar a la del
propio mall, como vemos en el caso del centro comercial de “Montigalà”,
en la provincia de Barcelona, que recogemos en la fig. no 13. El logotipo
de la gran superficie comercial “Continente” (en España hoy pertenecien-
te a otra gran empresa francesa del sector, “Carrefour”) se destaca en la
torre que enriquece la portada arquitectónica de este centro. Este mismo
ejemplo sirve también como referencia para indicar la evolución de las
locomotoras de los centros comerciales desde un papel casi exclusivo de
las grandes superficies comerciales al hecho de que otros establecimientos,
principalmente servicios de ocio (en “Montigalà” el logo de una sala de
multicines aparece en la misma torre al tiempo que el de un restaurante
perteneciente a la empresa del hipermercado), adquieren este rol, como
nos extenderemos más adelante.
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Figura 14. Mercado de abastos, del centro comercial “La Vaguada”, Madrid.
Fuente: fotografía del autor.
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ciudades en malls urbanos se mantiene una alternativa viable para esta varie-
dad tradicional. El asociacionismo de los comerciantes minoristas, imitando
el modelo mayorista, y las estrategias llevadas a cabo por estas asociaciones
son la prueba evidente de esta rendición de los centros urbanos a la idea de
centro comercial.
En la temprana fecha de 1957, justo cuando se iniciaba la extensión de los
centros comerciales por Estados Unidos pero, desde luego, todavía no habían
alcanzado su gran éxito posterior, se creó la ya citada International Council
of Shopping Centers (ICSC) como una organización sin ánimo de lucro, que
hoy posee unos 40.000 asociados en 80 países y su sede central está en Nueva
York (aedecc.com, 2003), la ciudad global por excelencia. Su objetivo era y es
proporcionar información y promocionar la industria de los centros comercia-
les a través de reuniones, seminarios, programas educativos, investigaciones,
publicaciones, exposiciones y acciones de promoción legislativa. En nuestro
país, mucho más tardíamente, en 1980 (pero, por otro lado, también coinci-
diendo con el primer impulso de aparición de centros comerciales en territorio
español) se creó la igualmente nombrada Asociación Española de Centros
Comerciales (AECC), organización que aglutina y representa los intereses de
la industria de los centros comerciales (aedecc.com, 2003). Una entidad libre
e independiente sin ánimo de lucro, formada por más de 220 socios, integrada
en el ICSC y, en realidad, con los mismos objetivos que la asociación inter-
nacional pero aplicados a España. La gama de asociados pertenecientes a esta
asociación ilustra la importancia adquirida por los centros comerciales y su
dimensión multidimensional en diferentes sectores y servicios, más allá de
las propias grandes superficies comerciales. Según el catálogo de la AECC
(aedecc.com, 2003) entre sus miembros figuran comerciantes, cadenas de
comerciantes y franquicias; grandes almacenes e hipermercados, centros
comerciales, promotores inmobiliarios, consultores de proyectos y de co-
mercialización, gestores de centros comerciales y patrimonio inmobiliario;
ingenieros, arquitectos, estudios de arquitectura y contratistas; propietarios
de centros comerciales; empresas de comunicación, publicidad y animación;
proveedores de servicios al comercio, economistas y abogados, instituciones
financieras y fondos de pensión y cámaras de comercio y ayuntamientos. En
definitiva, todas las áreas del terciario que participan de la actividad comercial
en estos complejos y que demuestran la vitalidad y relevancia de los mismos,
así como su especificidad dentro de las funciones urbanas y dentro de la
terciarización de las ciudades en la actualidad, al incluir algunos de los sec-
tores considerados como los más dinámicos dentro la economía urbana. La
expansión de los centros comerciales ha ido así acompañada por una idea de
participación y asociación, entendible dentro de la construcción de imagen
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Figura 15. Cartel del Centro Comercial Abierto en el centro histórico de Málaga.
Fuente: fotografía del autor.
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e) LAS FRANQUICIAS
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Por ello, la imagen del logo es uno de los principales elementos con los
que cuenta el sistema de franquicias y en el que se apoya la mayor parte de
su difusión. Ya conocemos la estrecha relación que existe entre el centro co-
mercial y las marcas, una simbiosis sostenida por el valor de la imagen de
ambos; así que las franquicias, al basarse igualmente en el poder del logo,
hallarán también en el mall un espacio físico único de propagación. Además,
teniendo en cuenta que estas franquicias buscan el crecimiento y la expansión
continua y la formación de una estructura de red, los centros comerciales son
los nodos ideales para su constitución y difusión (Los centros comerciales
permiten poner en el mercado un número de locales que, de otra forma, nunca
existirían, dice un franquiciado en una encuesta del sector –franquiciashoy.es,
2007). De este modo, repasando las principales franquicias de España (Cuesta
Valiño, 2004) aparecen marcas perfectamente reconocibles en los centros co-
merciales: “Viajes Marsans”, “McDonald’s”, “Barceló Viajes”, “Telepizza”,
“Mango”, “Burger King”, “Intersport”, “Beep”... Así, en los datos correspon-
dientes a los centros comerciales de España, en función de la tenencia de los
establecimientos, y que recogemos en la fig. no 16, vemos que el comerciante
individual posee el 50% de los mismos y la otra mitad se reparte entre un 32%
de las cadenas comerciales y un 18 % de las franquicias (más de 8.000 esta-
blecimientos están franquiciados) (Cruz del Río Rama, 2007). De estas cifras
se desprende que el hecho de contar con comercios reconocidos como cadenas
y franquicias es bastante importante (Frasquet del Toro y Vallet Bellmunt,
2001, p. 33). Además, la tendencia es a una mayor presencia de las cade-
nas comerciales y de las franquicias frente al propietario individual (Hervas,
2001), fenómeno identificable en cualquier mall que visitemos, no importa
dónde, simplemente con una rápida identificación de las marcas y tiendas que
se repiten y que nos son globalmente conocidas.
Cadenas
comerciales
32%
Propietarios
individuales
50%
Franquicias
18%
Figura 16. Formas de tenencia en los centros comerciales de España.
Fuente: Cruz del Río Rama (2007).
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Figura 17. Ejemplo de marca global: tienda “Nike” en el centro “Festival Park”,
Mallorca. Fuente: fotografía del autor.
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a un mayor consumo y, por lo tanto, a una mayor ganancia por parte de los
fabricantes y/o comerciantes.
En este contexto de consumo, los propios centros comerciales son tan
susceptibles a los cambios en la moda y a la renovación como cualquier otro
producto. Como dijimos, cualquier mercancía, servicio o información deja de
apreciarse en el momento en que pueda ser sustituido por otro que produzca
la misma satisfacción y tenga un mayor reconocimiento social que el anterior
(López Levi, 1999, p. 58). Esta norma empuja a los centros comerciales a su
renovación constante (la principal ha sido la cada vez mayor participación de
su función de entretenimiento en lugar de la comercial, como detallaremos a
continuación), pero también a la constante competencia de nuevas formulas
comerciales que amenazan su éxito, del mismo modo que estos complejos han
adelantado al comercio minorista tradicional de los centros de las ciudades,
tales como los factory outlets y el comercio por Internet.
De este modo, los centros comerciales se renuevan y amplían para com-
petir, en especial los más antiguos; sino el riesgo de la obsolescencia es alto,
y en nuestras ciudades también podemos comprobar fácilmente que existe un
margen de centros triunfadores y centros perdedores dentro del marco general
del éxito de la idea “centro comercial”. En la I Conferencia sobre Tendencias
en Centros Comerciales organizada por la AECC (2003) se remarcaba esa
necesidad de regeneración constante de estos complejos. Uno de los cambios,
ya indicados, ha sido el incremento del tamaño de los establecimientos comer-
ciales para adaptarse a las nuevas formas de consumo y ocio, las exigencias
de los consumidores y los nuevos sistemas de venta (Lázaro, Pozo y Ruiz,
2000, p. 126). Otra estrategia adoptada en la evolución actual de los centros
comerciales ha sido la aparición de malls muy especializados, principal-
mente, como trataremos, los nuevos y grandes complejos de ocio donde la
participación de locales comerciales es mucho menor y donde llega a desa-
parecer la locomotora tradicional del hipermercado; pero no por ello estos
renovados centros abandonan su fin máximo de vender, solamente que ahora
se vende más fantasía y menos materia. También los centros comerciales han
tendido a adoptar estrategias novedosas de otras grandes superficies comer-
ciales como los parques de fabricantes, y así, en especial en Estados Unidos y
Canadá, espacios innovadores y líderes de los centros comerciales, proliferan
ya malls exclusivos de tiendas especializadas en objetos antiguos, de segunda
mando, defectuosos, ofertas de remanentes, etcétera. Centros que imitan el
éxito alcanzado por formulas de comercio minorista de descuento, como la
gran empresa norteamericana “Wal-Mart”, y los factory outlets, de hecho
uno de su principales competidores, y que, como en su día sucedió con el
mall, se están extendiendo por Europa y el resto del mundo (de momento en
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Figura 18. Fotocomposición con imágenes de los complejos de “Value Retail” en las
áreas urbanas de Dublín, Barcelona, París y Milán. Fuente: valueretail.com (2007).
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Del mismo modo se actúa a nivel comercial pues están presentes en todos
ellos una serie de marcas globales y, después, en cada centro aparecen tam-
bién marcas nacionales. De hecho, la estrategia principal de estos factory
outlets es la de servir a determinadas firmas con un prestigio reconocido
(sólo por citar alguna y situar al lector mediante sus nombres familiares:
Ralph Lauren, Loewe, Versace, Tommy Hilfiger..., ver fig. no 19) para liquidar
sus excedentes y remanentes en tiendas de marca mediante el atractivo del
descuento en el precio. Fórmula que resulta beneficiosa a todos los agentes
comerciales implicados en la operación: al promotor, al poder contar así con
establecimientos de marcas reconocidas, y a las empresas transnacionales de
estas firmas, que encuentran en el modelo del factory la oportunidad de ren-
tabilizar mercancías que, de otro modo, tendrían difícil salida, y sin que ello
suponga un desprestigio para la marca. El consumidor, finalmente, halla en
este engaño la ilusión de poder comprar a menor precio mercancías de estas
firmas, o incluso poder acceder así a sus productos dado que los importes
normales quedarían fuera de su alcance.
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Figura 20. “Las Rozas Village” y “La Roca Village” dos factory outlets periurbanos.
Fuente: lasrozasvillage.com y larocavillage.com (2007).
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Figura 21. Valla publicitaria del centro comercial “El Palmeral” en las
proximidades de “Las Rozas Village”. Fuente: fotografía del autor.
Por otro lado, las propias marcas de los factory suelen estar representadas
en los centros comerciales cercanos, pero en ello también hay una estrategia
de aprovechamiento de ventajas. De esta manera, las firmas favorecen de la
cercanía de una tienda normal para resaltar el carácter rebajado del comercio de
descuento. Sin embargo, estas marcas globales también suelen contar con una
tienda principal de temporada que tiende a ubicarse en los espacios centrales del
área urbana correspondiente, bien como comercio especializado tradicional
bien en el mall central, y por lo tanto alejada de la competencia directa de
las tiendas de descuento ubicadas en estas áreas periurbanas. De esta
forma se maneja la máxima cuota de mercado posible: el consumidor que
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* Utilizamos aquí el término “hiperrealidad” por primera vez, y lo repetiremos a menudo a lo largo del estudio, para
definir situaciones y espacios donde, en nuestra sociedad, la diferencia entre realidad y ficción se difumina y lo falso pasa
a ser verdadero, incluso en un estado más perfecto que la propia realidad.
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Figura 23. Puerta principal de “Las Rozas Village”. Fuente: fotografía del autor.
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Figura 24. Aparcamiento de “Las Rozas Village”. Fuente: fotografía del autor.
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Figura 25. Calle de “Las Rozas Village”. Fuente: fotografía del autor.
Aún así, el comercio digital es ya hoy una nueva revolución del con-
sumo, aunque como a todas las revoluciones le podemos encontrar pre-
cedentes, principalmente en el comercio por correo. Esta práctica, tan
antigua como el propio servicio postal, ya suponía una venta a distancia
de un producto, habitualmente por catálogo, sin la necesidad de un con-
tacto físico entre comprador y vendedor, y, de hecho, sigue muy vigente,
sobre todo en países avanzados de baja densidad de población como los
propios EE.UU. o Australia. Entre ver un catálogo, rellenar un formulario
y recibir un paquete y acudir a una pantalla para enviar electrónicamente
tu petición y adquirir algo hay obvias similitudes (sobre todo porque, salvo
los productos totalmente digitales, que por otra parte tienen un margen de
mercado en constante crecimiento –por ejemplo, en el comercio financiero
o en el de las apuestas deportivas–, los objetos reales comprados en la red
son finalmente recibidos en el domicilio del comprador a través de un servicio
postal); pero, como en tantos otros procesos actuales, las diferencias, hasta el
punto de poder ser calificadas como revolucionarias, vienen dadas por algo
tan geográfico como la escala. Las funciones espacio, tiempo y cantidad se
disparan en el comercio electrónico en relación con el postal como, si se nos
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un festejo carezca de un patrocinio privado. Pero detrás del ocio del mall está
siempre la idea de consumir y de gastar, aún cuando tenga lugar un pasacalle
carnavalesco o un concurso libre de fotografía, un desfile de modelos o lo que
se le ocurra al encargado de la promoción del centro. El ocio también se vende,
y mucho más, por supuesto, en los servicios mayoritariamente presentes en
estos complejos, y los más atractivos, por otro lado, como cines, restaurantes o
salas recreativas, todos ellos de pago. De hecho, por ejemplo, en España según
la Encuesta Continua de Presupuestos Familiares del año 2004 (ine.es, 2007)
el gasto real medio por persona en el apartado de ocio, espectáculo y cultura
se sitúa en el 7,96% del gasto total y, de manera general, fundamentalmente
en los países más avanzados, el sector del ocio acaba constituyendo una
parte cada vez más creciente de las economías nacionales. En los centros
comerciales no sólo se consume cuando se compran productos, y con ello se
disfruta, y por lo tanto es una actividad de ocio; sino que cuando se accede
a un servicio especializado de recreo básicamente se consume entreteni-
miento, con un precio y un valor económico. Incluso en el caso de que una
actividad de ocio de uno de estos complejos sea gratuita tendrá, al menos,
un valor publicitario, de creación de imagen, para el centro comercial. Una
promoción donde el ocio y la cultura, como sucede en los propios medios
urbanos, agregan una función de construcción de imagen cuyo beneficio
llega a rebasar en muchos casos al meramente pecuniario (recordemos que
el éxito comercial del mall se sustenta en su imagen).
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Figura 27. El centro comercial como lugar de encuentro social para adolescentes
(Centro “Mercado Puerta de Toledo”, Madrid). Fuente: fotografía del autor.
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Los adolescentes disponen de más tiempo libre para deambular por el in-
terior del centro comercial, y el suficiente grado de independencia individual y
movilidad como para hacerlo. Obviamente poseen menos dinero para gastar
que el público adulto, pero cualquiera que recuerde haber sido adolescente
o que tenga un hijo en esa edad sabe de su capacidad para conseguir sub-
venciones paternas para estar a la moda de los productos ofrecidos por estos
complejos. Pero el éxito del mall para esta edad no es sólo el consumo de ob-
jetos sino, sobre todo, las actividades sociales (ver fig. no 27). Para la juventud
urbana actual los centros comerciales son los centros sociales del ahora, donde
relacionarse, divertirse y enamorarse, donde también encontrar el primer
trabajo eventual (Crawford, 1992, p. 15) y donde dejar pasar las horas de
su tiempo libre. Funcionalidad social que también es asumida cada vez en
mayor grado por la población adulta, donde el centro comercial ha sustituido
la función de sociabilidad anteriormente propiedad en las ciudades de las
calles y plazas principales. Estos establecimientos se han convertido, como
ampliaremos, en unos espacios privados que sustituyen la heterogeneidad, las
casualidades y la libertad electiva de la calle, la plaza y el barrio (Bohigas,
1995, p. 3). En palabras del director general de una empresa europea promo-
tora (“AM”) de centros comerciales pretendemos crear espacios de vida, que
nuestros centros vengan a sustituir el papel que desempeñaban las plazas de
las ciudades (en Pastor, 2004, p. 10).
El ejemplo extremo, el que a pasos agigantados se está copiando en las
ciudades del resto del mundo, es el estadounidense, donde a adolescentes (que
disponen de carné de conducir desde los 16 años) y a adultos resulta del todo
normal recorrer hasta cientos de kilómetros para disfrutar del ocio y hacer sus
compras en un mall (Verdú, 1996). Si cuando, además, en el centro comercial
tienen lugar alguna conmemoración o evento especial (que estudiábamos
en el capítulo anterior), pongamos por ejemplo la Navidad, estos comple-
jos alcanzan el máximo de la perfección creando una escena seductora
y amanerada, una postal en la que es posible penetrar (Amendola, 1998,
p. 269), el lugar para hacer el uso social y de ocio principal de nuestros
días: comprar, realmente no importa el qué ¿verdad? (repasemos nuestras
últimas compras navideñas).
Igualmente, otro grupo social que hemos detectado a través de nuestra observa-
ción participante, sobre todo en los complejos españoles, altamente representado
en los centros comerciales es el incluido en la eufemísticamente conocida
como tercera edad. El número de ancianos en estos establecimientos empieza
a destacarse en cuanto fijemos la vista en la gente, y no en las ofertas del mall.
Si seguimos mirando veremos que su comportamiento difiere del de los otros
colectivos, que están sentados o pasean a un ritmo lento, que normalmente no
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séptimo arte no deja de ser una actividad de ocio presente en las ciudades
desde su propio origen y que, con diferentes avatares, ha atraído a la población de
las ciudades en los últimos cien años. No se trata pues de ninguna forma de entre-
tenimiento alternativa y novedosa, pero aún así el cine se ha constituido como la
gran actividad de ocio dentro de los centros comerciales (ver fig. no 28).
El cine ha renacido en estos espacios gracias a las grandes multisalas con
las últimas tecnologías en proyección y sonido, y con todas las comodidades
y servicios que se han discurrido para complementar el visionado de una pe-
lícula (en centros comerciales de Filipinas se puede cenar al mismo tiempo
que se disfruta de un film -icsc.org, 2003). Ha asumido el señalado papel de
locomotora y se convierte en motor de atracción de los centros comerciales
(García Escalona, 2000, p. 99). Los propios multicines participan de la idea
del mall de conjunción de ocio, el ver una película supone una distracción,
pero de pago claro, y consumo, en su modernizado interior podemos adquirir
toda una parafernalia de productos (refrescos, palomitas, chucherías...). Un
ejemplo, en Madrid, y en espacios como la Corona Sur de su área metropo-
litana, el 93,5% de las salas de cine se sitúan en estos recintos comerciales
(AA.VV., 2001, p. 66).
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La fuerza del cine ha hecho que, incluso, hoy en día las grandes distri-
buidoras tengan un fuerte poder de negociación en la creación de los centros
comerciales, hasta el punto de que los promotores de los mismos busquen
otras alternativas como motor de estos complejos (Pastor, 2002). De hecho,
un reducido grupo de empresas de distribución y exhibición cinematográfica
han concentrado la mayor parte de las salas y determinan las películas que se
proyectan, tal y como también sucede en los principales sectores comerciales
donde, como vimos, un pequeño número de marcas controlan las cuotas prin-
cipales de mercado. Sirva de ejemplo a nivel europeo el grupo “UGC Ciné
Cité” que cuenta hoy con más de 500 salas distribuidas en 4 países europeos
(Francia, España, Bélgica e Italia) que han totalizado más de 39 millones de
espectadores en 2004. Esta empresa, además, ha tenido una formidable y re-
ciente progresión abriendo más de 187 salas entre 2000-04 en malls: 30 en
Italia, 17 en Bélgica, 70 en España (en centros comerciales de Getafe (Madrid),
Los Barrios (Cádiz) y Valencia), y otras 70 en Francia (ugc.es, 2007). En nues-
tro país podemos encontrar igualmente empresas como “Yelmo Cineplex”,
fundada en 1981, cuando empiezan a aparecer los centros comerciales en
el territorio español, y especializada en la exhibición de cine en los centros
comerciales aprovechando su efecto locomotora (yelmocineplex.es, 2007).
“Yelmo” posee 313 salas de cine, mayoritariamente en centros comerciales
repartidos entre Madrid, Barcelona, A Coruña, Lugo, Pontevedra, Asturias,
Las Palmas, Tenerife, Fuerteventura, Alicante, Álava, Málaga y Roquetas
de Mar (Almería).
Este acaparamiento por parte de unas pocas empresas ha sido posible,
precisamente, por la enorme difusión geográfica de los centros comerciales
y el éxito de los mismos y, dentro de ellos, de la fórmula cinematográfica
de los multicines. Al tiempo que se extendían los malls por el mundo, en un
proceso de concentración empresarial, con todas las complicadas variantes de
fusión y relación que el capitalismo transnacional dispone para este fin, pocos
y determinados grupos empresariales se han apoderado de la mayoría de la
exhibición de filmes y, además, suelen poseer otros intereses comerciales en
sectores y establecimientos comunes en los centros comerciales.
Un ejemplo, en el que intentaremos no perdernos, podría ser el de “Loews
Cineplex Entertainment Corporation”, el tercer mayor grupo de exhibición del
mundo, con más de 2.200 pantallas repartidas por distintos países a través de
firmas como “AMC Entertainment” o el 50% de la citada empresa española
“Yelmo Cineplex”. En 2004 “Loews” fue vendido, junto al grupo “Cinemex”,
a un conjunto de empresas inversoras formado por “Bain Capital” (una firma,
con sede en Boston, de inversión privada global que gestiona varios fondos
de capital, incluyendo fondos privados, capital riesgo, inversiones públicas
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Otras variantes de ocio ya han sido aplicadas con éxito en Estados Unidos,
una vez más la vanguardia difusora, donde hay desde áreas para jugar al balon-
cesto o pequeños parques temáticos hasta museos integrados dentro del centro
(Milian en Alonso, 1998). Las tipologías de entretenimiento y diversión, ade-
más del cine, desarrolladas en los centros comerciales abarcan realmente todo
lo que una sociedad del ocio como la nuestra pueda demandar: exposiciones
fotográficas, festivales, calles museo, escaparates museo, música, mercados
populares, mercados medievales, festividades ocasionales, concursos, juegos,
desfiles de moda, eventos deportivos... (Molinillo, 2002, pp. 223-225). De
hecho, lo normal es que se combinen muchas de estas posibilidades de entre-
tenimiento ofreciéndose al visitante al centro comercial la mayor cantidad de
ofertas de ocio posible en poco tiempo. Un proceso que se enmarca en nuestro
gusto actual por el cambio continuo de canal y el consumo corto y simultáneo
de múltiples actividades, es decir, de lo que, a falta de un mejor término, llama-
remos zapeo (al fin y al cabo, ya lo hace también la Real Academia de la Lengua
Española). En el mall se puede zapear constantemente dada su alta oferta de activi-
dades de diversión. Además, también muy acorde con nuestros usos sociales (por
ejemplo, el uso diario de la televisión), esta oferta de ocio se basa principalmente
en el mínimo esfuerzo del receptor, en el aceptado rol de espectador.
En los ejemplos más desarrollados podemos hallar megacentros comer-
ciales y de ocio con una mezcla de espectáculo y entretenimiento, un modelo
exportado nuevamente por los malls norteamericanos donde se produce hoy
una síntesis del parque temático, el deporte profesional, las celebridades de
Hollywood y las compras (Klein, 2001, p. 90). Centros comerciales en los
cuales su visión consiste en una impura mezcla de la “Ciudad de Nike”, de
“Planet Hollywood” y del sector de marketing de la NBA que conduce direc-
tamente a las cajas registradoras (Ibíd., p. 90).
Una gama amplia que ha convertido a los centros comerciales en auténti-
cos parques de ocio como nos demuestran en nuestro país ejemplos como los
centros madrileños “Heron City” (ver fig. no 29) y “Equinnocio” donde pode-
mos encontrar boleras, gimnasios, juegos recreativos, restauración y tiendas
relacionadas directamente con el tiempo libre (Pastor, 2001), o el caso que
estudiaremos al detalle de “Xanadú”, también en Madrid, donde la nieve
y los deportes de invierno son las novedosas ofertas de entretenimiento.
Muchos de los centros comerciales actuales incorporan miniparques temá-
ticos o complejos familiares de entretenimiento de diverso tipo para ser cada
vez más competitivos (Hannigan, 1998, p. 179), cada vez más atractivos.
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un aval para que el ciudadano sea consciente de estar ante un espacio notable
dentro de la ciudad. Diariamente en los malls podemos encontrar ejemplos de
esta interactuación cultura, ocio e imagen y, finalmente, consumo. Escogemos
al azar, a través de la publicación de una noticia en un medio de comunicación
de masas como el diario “El País” (Perrín-Heredia, 2003, p. 10), una muestra
trivial realizada en el centro madrileño “La Vaguada”. En el mes de junio
de 2003 en este complejo madrileño se organizó una exposición-muestra de
fotografías, fichas técnicas y objetos de artesanía de países como Angola,
Venezuela, República Checa o Aruba (sic). Aparte de la inclusión equivocada
entre los Estados del mundo de una isla caribeña perteneciente al Reino de
los Países Bajos, la globalización a escala era completada con oficinas de
turismo para informar a los asistentes de estos sitios idílicos (Ibíd., p.10).
A esta oferta de cultura, geografía y consumo a través de la artesanía y las
proposiciones de lotes turísticos se le añadía una dosis de entretenimiento
mediante el sorteo de varios premios a los visitantes, incluidos un viaje para
poder alcanzar sus sueños (Íd.). La noticia se cerraba con la que podría ser la
frase anuncio perfecta para este centro comercial: la muestra transforma los
pasillos de La Vaguada en caminos de ensueño para viajes imaginarios (Íd.).
La relación entre ocio y centro comercial también ha hecho factible llevar
esta tipología de comercio urbano allá donde ya existe una importante activi-
dad recreativa. Un área de instalaciones deportivas o de parques temáticos, las
opciones más comunes en EE.UU., se complementa en su oferta de entreteni-
miento con el mall, creándose una superinfraestructura de ocio. En España, por
ejemplo, son cada vez más los centros que se sitúan en estadios de fútbol y en
plazas de toros. Así, ya existen complejos comerciales en el estadio Santiago
Bernabéu madrileño (el centro “La Esquina”) o en el donostiarra de Anoeta (el
centro “Illumbe” que dispone de la habitual oferta de ocio propia: restauran-
tes, cines, bolera, discotecas); y hay proyectos similares en Barcelona, Murcia
o Vigo y en las plazas de toros de “Las Arenas” de Barcelona o en la de Alcalá
de Henares, en Madrid (Pastor, 2002c, p. 6).
En el caso de la plaza taurina barcelonesa lo que tiene lugar actualmente es
una importante obra de reconversión urbana transformándola en un centro co-
mercial (ver fig. no 31). De hecho, el proyecto lo firma el despacho de Richard
Rogers, premio Pritzker de arquitectura de 2007, y es llevado a cabo por la
promotora inmobiliaria “Sacresa”, aunque también participan una filial del
grupo editorial “Planeta” y la constructora “ACS”. Con una inversión prevista
de 100 millones de euros, el nuevo mall contará con más de 100.000 m2 de
superficie total construida dedicados a una variada oferta comercial, lúdica
(con las omnipresentes 12 salas de cine y un club deportivo con zona termal y
de salud acuática o spa) y de restauración, incluyendo un aparcamiento para
98
Los malls, espacios de consumo y de ocio
ANTES DESPUÉS
99
4. REFERENCIA HISTÓRICA DEL NACIMIENTO
Y EXPANSIÓN DE LOS CENTROS COMERCIALES:
UNA INVENCIÓN ESTADOUNIDENSE
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Referencia histórica del nacimiento y expansión de los centros comerciales
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Luis Alfonso Escudero Gómez
surgió el crecimiento desaforado de los núcleos urbanos por una periferia cada
vez más lejana (mediante el también extendido modelo norteamericano de las
urbanizaciones suburbiales de viviendas unifamiliares con jardín dispuestas
en geométricos planos ortogonales), y la necesidad de encontrar una tipología
comercial que se adaptase a este modelo urbano; la proliferación del automó-
vil como el medio de transporte urbano que, por supuesto, también tuvo lugar
con gran antelación en Estados Unidos sobre el resto de los países industriali-
zados; el desarrollo más avanzado del sistema capitalista que ha hecho que en
este país se adelanten muchos de los cambios que ha experimentado este modo
de producción, incluidos los relacionados con los usos de consumo masivo y
todas sus implicaciones que ya analizamos (norteamericanas siguen siendo la
mayoría de las marcas globales, aquellas que, desde zapatillas deportivas hasta
hamburguesas, están representadas en el casi 100% de los centros comerciales
del mundo); y la relación de una mayor disponibilidad de tiempo libre con mo-
delos de entretenimiento privado y consumista también se produce en primer
lugar en Estados Unidos, donde la costumbre de espacios públicos urbanos y
de la celebración de actos culturales y festejos era mucho menor que en las
centenarias ciudades europeas, por ello aquí pronto se asoció la función ocio
con la compra, el cine, el deporte y con el lugar donde se podía encontrar todo
eso, el centro comercial. En realidad, cada uno de los rasgos identificativos
de los centros comerciales tiene su primera manifestación en el sistema social
y económico estadounidense, así que solamente aquí podrían haber surgido
realmente estos complejos, y las galerías comerciales europeas no son más
que unos antecedentes románticos y lejanos de los mismos.
Curiosamente, los verdaderos precedentes de los centros comerciales,
es decir, aquellos que acabaron derivando en estos nuevos complejos y que
surgieron en el país de origen de todo el proceso, EE.UU., no son galerías
comerciales cerradas sino áreas comerciales al aire libre, es decir, ni más ni
menos que mercados al uso tradicional europeo. Agrupaciones de comercios
en infraestructuras externas construidas a propósito para esta función econó-
mica comenzaron a aparecer en Estados Unidos en los años 1930, e incluso
antes (en 1922 se construyó la “Country Club Plaza” en un área suburbial de
Kansas City, un grupo de tiendas sólo accesible en coche –Feinberg y Meoli,
1991, p. 426). Se trataría de áreas comerciales de tipo vecinal en forma de
tiras, donde las locomotoras eran entonces un supermercado y una farmacia
(López Levi, 1999, p. 91). Espacios comerciales comunes en localizaciones
abiertas formadas por irregulares disposiciones de pabellones. Un modelo
similar a las plazas de abastos europeas que fue evolucionando rápidamente
en mayor complejidad. De acuerdo a la inquietud norteamericana de magnifi-
car y engrandecer, de lograr el máximo beneficio que reclama el capitalismo,
104
Referencia histórica del nacimiento y expansión de los centros comerciales
estas áreas comerciales al aire libre eran cada vez más extensas e incluían
tiendas y comercios más especializados y, por todo ello, atraían a visitantes
de espacios más lejanos que la estricta área vecinal que las circundaba. En
1931 el “Park Shopping Village”, en Dallas, se convirtió en el primer conjunto
de comercios que poseía su propia área de aparcamiento para automóviles
(Feinberg y Meoli, 1991, p. 426). Espacios como la “Garden Plaza Center”,
inaugurada en 1938 en Nueva Jersey, eran literalmente malls a la intemperie
(Sechet, 1997, p. 28). Antes de que apareciese el considerado primer centro
comercial, su arquitecto diseñador, Víctor Gruen, se dedicaba a construir
áreas comerciales de este tipo como la “Northland Center”, en Detroit en
1954 (López Levi, 1999, p. 95).
Así se llega al año 1956 cuando, firmado por el indicado Víctor Gruen, se
construye el “Southdale Center” en la ciudad de Edina, dentro del área urbana
de Minneapolis en el Estado de Minnesota, el que en un acuerdo extrañamente
generalizado es considerado como el primer centro comercial (Crawford, 1992,
p. 21; Feinberg y Meoli, p. 426; López Levi, 1998, p. 95; Shopping malls...,
1985, p. 11). Se trata del primer mall cerrado completamente y el ejemplo que
cambiará a las anteriores áreas comerciales al aire libre en los nuevos centros
urbanos de ocio y consumo planificados de las ciudades norteamericanas (ver
fig. no 34). Una transformación en la cual contribuyó también funcionalmente
este centro. Gracias a las ventajas que la fórmula de arquitectura individua-
lizada y separada del exterior otorgaba en materia de imagen y de desarrollo
independiente, los promotores del “Southdale Center” incorporaron un pe-
queño zoo para niños, un área de comidas, una oficina de correos y la tribuna
para el anual Minneapolis Symphony Ball (un baile), en un espacio abierto
del complejo al que denominaron como Garden Court (patio ajardinado).
“Southdale” también se utilizó para la realización de espectáculos, como galas
de caridad, eventos comunitarios y hasta concursos radiofónicos (southdale.
com, 2003). De un modo aparentemente sencillo se había incorporado el ocio
al centro comercial, y automáticamente había tenido lugar su simbiosis con
el consumo. Al mismo tiempo, de la nada este mall había incorporado una
plaza, cubierta, y ajardinada además, para la realización de eventos culturales,
festivos y sociales. El producto “centro comercial” estaba creado en toda su
complejidad y su atractivo era ya imparable. El centro de Edina llegaba a pro-
porcionar entre sus servicios un helipuerto con vuelos regulares a las cercanas
ciudades de Minneapolis y Saint Paul, y al aeropuerto (Ibíd.).
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Luis Alfonso Escudero Gómez
Figura 34. Centro comercial “Southdale Center”, Edina (EE.UU.), foto de 1956.
Fuente: southdale.com (2003).
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Referencia histórica del nacimiento y expansión de los centros comerciales
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Luis Alfonso Escudero Gómez
cambios introducidos en los centros comerciales (el más notable, como vimos,
la cada vez mayor importancia del factor ocio) seguirán la misma pauta de
difusión desde el vanguardista Estados Unidos hacia el resto del mundo. Por
esta razón, conviene que dentro de la parte correspondiente a nuestro análisis
descriptivo geográfico de los centros comerciales nos detengamos en primer
lugar en los malls de EE.UU. y, secundariamente, Canadá.
Finales del siglo XVIII- -Unos antepasados lejanos: los pasajes y las galerías
XIX comerciales europeas.
1920-1930 -Áreas comerciales al aire libre en EE.UU.
1930-1950 -Estas áreas son cada vez más extensas y especializadas
y atraen a visitantes más lejanos.
-1931- “Park Shopping Village”, en Dallas, el primero
que poseía su propia área de aparcamiento para auto-
móviles (Feinberg y Meoli, 1991).
1956 -Víctor Gruen construye el “Southdale Center” en el
área urbana de Minneapolis, en el núcleo periférico de
Edina, considerado el primer centro comercial del tipo
mall (Feinberg y Meoli, 1991, Crawford, 1992, López
Levi, 1998…).
-Este centro ya incorporaba la función ocio: un peque-
ño zoo, una sala de baile y el desarrollo de concursos
radiofónicos.
1957 -Se funda el International Council for Shopping Centers
(ICSC).
1958 -Primer y modesto precedente europeo en el área
metropolitana de París, en Rueil-Malmaison (Sechet,
1997). No obstante, hasta 1969 no se abren los dos
primeros grandes centros comerciales franceses (en el
área de París de nuevo y en Niza).
1960-1970 -Rápida multiplicación de los centros comerciales en
Estados Unidos y Canadá. Difusión a Japón y a países
de influencia anglófona, como Australia.
1970- -Difusión, a ritmos no uniformes y con diferencias
locales, por toda Europa. En 1980 aparece el primer
centro comercial en España, “Baricentro”, en Barberà
del Vallès (Barcelona).
-Finalmente, expansión a ciudades de países periféricos.
Tabla 1. Breve cronología del nacimiento y expansión de los centros comerciales.
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Referencia histórica del nacimiento y expansión de los centros comerciales
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- Suburbanización creciente.
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b) LOS MEGACENTROS
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Referencia histórica del nacimiento y expansión de los centros comerciales
* Desgraciadamente, la supuesta seguridad de los centros comerciales no impidió que en uno de ellos, en el de Westroads
Mall (Omaha, Nebraska), sucediese el 5 de diciembre de 2007 un hecho similar: la matanza de ocho personas por parte
de un tirador de 20 años. Aunque el sistema de vigilancia con videocámaras facilitó la posterior reconstrucción de los
hechos.
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Luis Alfonso Escudero Gómez
Figura 41. Plano de “The New Manhattan Mall”, Nueva York (EE.UU.).
Fuente: folleto informativo (2003).
Por otro lado, ya no hay espacio urbano que escape a la influencia de estos
establecimientos. En pleno centro de Manhattan, en la ciudad neoyorquina,
por excelencia el centro urbano referencia del planeta urbano, se levanta el
“The New Manhattan Mall”, con sus tres pisos de comercios y los mismos
rasgos compartidos que cualquier otro centro comercial similar de Estados
Unidos (ver fig. no 41).
Es este modelo de centro comercial el que ha sido exportado al resto del
mundo, el que coloniza las áreas periféricas y centrales de las históricas ciu-
dades europeas, de las urbes japonesas o de las australianas, y el que ocupa un
lugar cada vez más importante en los macrocefálicos núcleos urbanos de los
países menos desarrollados.
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5. REALIDAD MUNDIAL
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Realidad mundial
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Figura 43. Centros comerciales en Glasgow (Reino Unido): Plano del “Princes Square” y
fachada de las “Buchanan Galleries”. Fuente: folletos informativos (2002).
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Realidad mundial
Figura 44. Cúpula del centro comercial de Postdamer Platz, Berlín (Alemania).
Fuente: fotografía del autor.
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b) LA PECULIARIDAD EUROPEA
Los centros históricos, los espacios por excelencia de las ciudades euro-
peas, reserva de la tradición urbana del viejo continente y acumuladores de
denominaciones como Patrimonio de Humanidad, tampoco son ajenos, como
estamos viendo, a la difusión de los centros comerciales. Contrariamente, es-
tos complejos también tienden a poseer a las ciudades europeas en el corazón
de las mismas, en su casco antiguo. En muchas urbes, entremezclados con
las calles y plazas más significativas, aparecen nuevos malls que fagotizan la
centralidad propia de estas áreas privilegiadas hacia su interior. De esta forma,
en Europa los centros comerciales, además de su disposición primigenia en
la periferia de las ciudades, pronto penetraron en el centro histórico de las
ciudades. Como ocurrió en el núcleo suizo de Lucerna, muchas veces lo han
hecho ocupando algún edificio simbólico de estos espacios únicos. El ejem-
plo suizo se ubica en el hotel Schweizerhof, un inmueble que testimonia el
ritmo pausado con el que la ciudad de Lucerna se asoma al lago de los Cuatro
Cantones (Diener & Diener, 2001, p. 72). Aquí se sustituyeron las cocheras y
el ala de cocinas por la nueva sede de un centro comercial. En una operación
de renovación del centro histórico que abrió un vivo debate público en la urbe
ante el temor que con la reforma desapareciera también el notable interior del
hotel (Ibíd., p. 72.).
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Realidad mundial
Figura 45. Plano del centro “Vía Catarina”, un complejo comercial dentro
de la Baixa de Oporto (Portugal). Fuente: folleto informativo (2001).
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Realidad mundial
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DENSI-
DAD (m2
CUOTA CRECI-
POBLA- TOTAL de SBA
PAÍS EURO- MIENTO
CIÓN SBA m2 por 1.000
PEA (%) EN 2001 (%)
habitan-
tes)
Alemania 82.100.000 9.640.503 14,2 4,1 117,4
Austria 8.100.000 1.807.354 2,7 3,8 223,1
Bélgica 10.200.000 851.536 1,3 0,0 83,5
Dinamarca 5.330.000 903.149 1,3 0,0 169,4
Eslovaquia 5.400.000 254.540 0,4 74,2 47,1
Eslovenia 5.200.000 94.900 0,1 - 18,3
España 41.116.842 6.240.230 9,2 9,4 151,8
Finlandia 5.200.000 794.000 1,2 13,1 152,7
Francia 59.700.000 12.165.341 17,9 0,6 203,8
Grecia 10.600.000 105.659 0,2 56,9 10,0
Holanda 15.850.000 4.498.632 6,6 2,5 283,8
Hungría 10.000.000 633.241 0,9 5,0 63,3
Irlanda 3.800.000 764.137 1,1 4,1 201,1
Italia 57.700.000 5.881.324 8,6 4,1 101,9
Luxemburgo 441.000 109.517 0,2 0,0 248,3
Noruega 4.500.000 2.356.733 3,5 3,6 523,7
Polonia 38.600.000 2.413.500 3,5 33,8 62,5
Portugal 10.000.000 1.393.438 2,0 10,2 139,3
Reino
60.000.000 12.851.879 18,9 3,0 214,2
Unido
Rep. Checa 10.300.000 557.396 0,8 15,4 54,1
Suecia 8.880.000 2.737.420 4,0 0,7 308,3
Suiza 7.200.000 994.597 1,5 5,7 138,1
Total 460.217.842 68.049.026 100 4,6 147,86
132
Realidad mundial
En el año 2002 (ver tabla no 2), siguiendo los datos de la AECC que no in-
cluyen la totalidad de los países del continente y que ignoran los complejos
con una superficie inferior a 5.000 m2 y con menos de 10 tiendas así como
a los parques de fabricantes, había en Europa más de 68 millones de m2 de
superficie bruta alquilable (SBA) en centros comerciales, con una densidad
de 147,88 m2 de SBA por 1.000 habitantes y un crecimiento del 4,6% en
el último periodo anual. Según la SBA total destacaban como extremos el
Reino Unido y Francia, con más de 12 millones de m2, y Eslovenia con tan
sólo 94.000 m2. Los dos primeros países más Alemania reunían más de la
mitad de la SBA de los países europeos analizados por esta fuente, el 51%.
Utilizando la densidad de m2 de SBA por 1.000 habitantes como comparati-
va, Noruega, con 523,7, Suecia, con 308,3, y Holanda, con 283,8, ocupaban
los tres primeros lugares. El Estado con una menor densidad era Grecia,
con tan sólo 10. En el año anterior a estos datos los países europeos donde
había aumentado más la superficie de centros comerciales eran naciones
del este como Eslovaquia, Polonia o la República Checa, y países con un
mayor margen de crecimiento como Grecia. Por el contrario, naciones de
pequeño tamaño dentro de la Unión Europea mostraban el crecimiento más
reducido, 0 para el caso de Bélgica, Dinamarca y Luxemburgo, así como
Francia por una, como veremos, política restrictiva para la expansión de
estos complejos.
Una fuente diferente, la empresa londinense de servicios de investigación
“Healey & Baker”, muestra que en Europa había en 2003 aproximadamente
63 millones de m2 de SBA (icsc.org, 2003). De ellos, el 42% se localizaban
en Francia y el Reino Unido, seguidos por Alemania, 12%, España, 11%, e
Italia, 8%. A la parte central y oriental europea sólo le corresponderían 2,5
millones de m2 de SBA. La densidad sería según esta fuente de 95,6 m2 de
SBA por 1.000 habitantes, siendo Suecia con una proporción de 320 el país
con una mayor densidad.
Más cifras para ilustrar la expansión de los centros comerciales por el
viejo continente (extraídas de icsc.org, 2003): el Reino Unido, el país eu-
ropeo con una mayor SBA, tiene 840 centros comerciales localizados en el
centro urbano de sus ciudades y 516 (incluidos los parques de fabricantes)
en la periferia urbana, un total por lo tanto de 1.356 complejos; en Francia,
hay unos 600 centros comerciales (ver ejemplo regional en fig. no 47), en
Austria 120 y en Portugal 61. Una empresa promotora de estos estableci-
mientos, como es “Rodamco Europe”, llega a poseer un total de 64 centros
en ocho países: la República Checa, Dinamarca, Francia, Alemania, Hungría,
Holanda, España y Suecia.
133
Luis Alfonso Escudero Gómez
134
Realidad mundial
Cuando, con todo, los centros comerciales son ya una realidad palpable en
los países europeos, la cuestión no fue tanto el impedir la aparición de estos
establecimientos sino de regular su expansión (por supuesto con diferencias
a todas las escalas, ya que estas dificultades en muchos casos no se hallaron
en absoluto e incluso también se ha dado el caso contrario, con políticas de
ordenación favorables a la propagación de los malls). En términos generales,
hoy para un centro comercial, en especial los de mayor tamaño, lograr los per-
misos correspondientes para su construcción puede ser un proceso complicado
y costoso. Los países de Europa occidental (allí donde precisamente los malls
son mayoritarios dentro del continente) disponen de limites restrictivos para la
aparición de nuevos centros comerciales y, según los propios especialistas del
sector, en los años futuros obtener licencias será todavía más difícil (icsc.org,
2003). En la tabla 2 comprobamos que en Bélgica, Dinamarca y Luxemburgo
ya se paralizó totalmente en 2001 la creación de nuevos centros, en Francia
se redujo a un crecimiento de su SBA en un 0,6% y en Suecia a un 0,7%.
En países con una amplia representación de estos complejos se mantiene su
expansión, pero en proporciones menores a años anteriores, en el Reino Unido
era del 3% y en Alemania del 4,1% (contando aquí un mayor incremento en la
parte oriental que en la occidental).
Especialmente notable es el caso de Francia, donde se ha detectado el pe-
ligro que estos centros comerciales representan para el tejido social (Cancio,
1994, p. 30). Las autoridades, que anteriormente se manifestaban partidarias
de las grandes superficies y centros comerciales (Francia es el segundo país
europeo con una mayor SBA de centros comerciales), hoy se están oponiendo
a la implantación de este tipo de espacios ante el efecto que conllevan de
desaparición del comercio tradicional en sus ciudades y villas. Se pretenden
corregir errores anteriores provocados por leyes, como la Ley Royer y otras,
que dieron muchas facilidades a los grandes casos de especulación urbana del
suelo, de favoritismo y clientelismo, de financiación ilegal de partidos y de
políticas de comisionismo múltiple (Ibíd., p. 30). Actualmente en Francia se
conceden muy pocos permisos para la puesta en marcha de grandes espacios
comerciales. En Lieusaint (Seinte-et-Marne), por ejemplo, el proyecto del
centro comercial “Francilia”, de 45.000 m2 de superficie de venta, previsto
para convertirse en el centro de la ciudad nueva de Senart, fue rechazado por
la oposición de varios alcaldes de la zona.
Este proceso de limitación a los nuevos centros comerciales, que es mucho
más laxo en los países del sur de Europa, desaparece claramente en la parte
oriental del continente. Como un proceso más de la expansión del capitalismo
en los países del este europeos los centros comerciales han aparecido en sus ciu-
dades principales, y allí siguen encontrando un amplio margen de crecimiento
135
Luis Alfonso Escudero Gómez
136
Realidad mundial
No nos detendremos tanto en las otras pocas áreas que, afortunadas ellas,
entran dentro de lo que se llama mundo desarrollado. Por supuesto, en todas
aparecen los centros comerciales con sus reiterativos caracteres. Forman parte
de la realidad urbana actual, símbolos del consumo y del ocio allí donde se
sitúan, del mismo modo que lo son en Norteamérica y Europa. Incluso pueden
llegar a alcanzar un nivel simbólico mayor en la cultura urbana de estos paí-
ses. En una especie de simbiosis extraña de postmodernidad y personalidad
milenaria así ocurre en Japón, donde su sociedad, siempre infranqueable en
su totalidad a nuestra mirada occidental, ha adoptado al mall como un espacio
único y preferente. En cualquier ciudad japonesa la vida gira alrededor de los
centros comerciales como si un suburbio norteamericano se tratase, pero todo
sobredimensionado, si cabe, a la enésima potencia.
Sirva de ejemplo un centro comercial construido por John Erde en Fukuoka.
Ya sabemos que este arquitecto estadounidense está considerado como un
maestro del centro comercial. En Japón ha realizado el “Canal City Hakata”,
una extraordinaria y futurista catedral urbana (Amendola, 1998, p. 162), don-
de se mezclan espacios comerciales y de encuentro y diversión, erigiéndose
como el nuevo centro de la ciudad (ver fig. no 49).
137
Luis Alfonso Escudero Gómez
Esas «reinitas», conocidas desde hace muchos años como las «reinas de
Polanco», son las que han contribuido a darle esa personalidad y sabor tan
particular que tiene el centro comercial de Polanco. Ellas son las que verda-
deramente reinan entre los marchantes y demás comerciantes. Sin ellas este
centro no sería tan animado, tan sofisticado y, mucho menos, tan próspero.
LOAEZA, G. (2004): Polanco, p. 132.
138
Realidad mundial
139
Luis Alfonso Escudero Gómez
Por otro lado, es en los países pobres donde tiene lugar hoy en día el ma-
yor crecimiento urbano, de la mano de la migración y el éxodo rural masivo.
Cualquier proyección de la población urbana mundial incluye para el futuro
un crecimiento espectacular de las ciudades de estos Estados. En esta realidad
urbana excluida, fuera de las capitales globales que rigen el orden internacio-
nal, ¿qué ocurre con los centros comerciales? ¿Existen? Y si es así, ¿a quiénes
sirven? ¿En qué se diferencian de los de los países ricos? Existen, sí, y son
iguales funcionalmente a los de Norteamérica o Europa, aunque socialmen-
te presenten distinciones según las regiones y todos marcan las diferencias
140
Realidad mundial
Una de las grandes regiones que forman parte de los espacios mundiales
con ingresos medios y bajos, y que destaca por su elevado nivel de urbaniza-
ción, es Iberoamérica. También es un área de contacto con el rico vecino del
norte, donde se originaron los centros comerciales. De esta forma, se daban
como premisa inicial dos factores favorables para la proliferación en este terri-
torio de los malls: el alto porcentaje de población urbana y la difusión natural
de estos complejos hacia el sur desde EE.UU. En la isla caribeña que forma el
Estado Libre Asociado de Puerto Rico, la industria estadounidense, por ejem-
plo, encontró desde un primer momento un ámbito de expansión del mall de
tal forma que, hoy, en una reducida superficie de 9.104 km2 y en un territorio
que registra estadísticas socioeconómicas dignas de un país pobre hay unos
500 centros comerciales (Lamba-Nives, 2006). Estos complejos puertorrique-
ños (que también han interesado a varios investigadores locales, destacan-
do, por ejemplo, la obra de Dávila Santiago (2005), un profundo análisis de
los centros comerciales aunque, a diferencia del presente estudio, centrado
básicamente en aspectos sociológicos más que en los espaciales –este autor
también está preparando una monografía sobre la historia del mall en Puerto
Rico) son aprovechados como laboratorio para las grandes cadenas y com-
pañías productoras para experimentar que mercancías serán más fácilmente
aceptadas en el mercado iberoamericano (Ibíd.), cuestión que también se está
realizando en el modelo de tiendas de descuento del tipo “Wal-Mart” que pro-
liferan por la isla (Alameda, 2003). Si además le unimos que, generalizando,
el espejo social iberoamericano es el modo de vida norteamericano, pronto
entenderemos que estamos ante un espacio donde los centros comerciales han
arraigado fácilmente.
Así lo han hecho en el sur del río Grande, y en el vecino mexicano se repro-
duce un modelo de realidad que se refiere al centro comercial estadounidense
(López Levi, 1999, p. 44). Del mall se hace en las principales ciudades de
141
Luis Alfonso Escudero Gómez
México una copia, una ilusión que logra que el visitante se sienta en su in-
terior como perteneciente al Primer Mundo. Tal vez las ciudades del país no
sean como los norteamericanas, pero en sus centros comerciales se pueden
encontrar los mismos productos que en el vecino desarrollado norteño. Eso
sí, para la mayoría de la población el acceso a los mismos es imposible más
allá de la mirada y la fantasía.
En países de ingresos medios como México, con un alta proporción de
población urbana (su capital es de las ciudades más pobladas del planeta, sino
la más), una elevada desigualdad social y una clara influencia de la cultura
global estadounidense, los centros comerciales segregan. Aquí hay complejos
como los de los países desarrollados pero en ellos sólo consume una minoría
social de clases media y alta. La mayor parte de la población no puede com-
prar ni divertirse en estos establecimientos, pues sus recursos económicos no
alcanzan. Los centros comerciales se convierten, de hecho, en un elemento
espacial urbano de primer orden de segregación social en ciudades, como las
mexicanas, donde residencia y trabajo marcan ya de por sí una clara diferencia
entre minoría privilegiada y mayoría empobrecida. De esta forma, en estos
complejos, los pocos ciudadanos que pueden disfrutarlos se encierran física
y mentalmente. Los edificios de los centros comerciales son fuertes urbanos
donde el contacto social se limita a los que disponen de medios suficientes,
y allí hacer la ilusión colectiva de una ciudad desarrollada, sin pobreza, de
tiendas y servicios de ocio, distinta a la realidad cotidiana de fuera.
A estos caracteres responde, por ejemplo, el centro comercial más notable
de Ciudad de México. Abierto en 1992, el “Interlomas” se halla en la mitad
del área más rica de la capital mexicana (ver fig. no 51), su promoción lo
señala como un mall para familias que tuvieran un ingreso mayor a 75 salarios
mínimos mensuales (López Levi, 1999, p. 103). Estas diferencias sociales lo
delimitan de los centros de los países desarrollados, no los propios rasgos intrín-
secos de los complejos mexicanos; verbigracia, la mayor ancla de estos centros
son los cines (Ibíd., p. 104).
El país más poblado, más extenso y con una población urbana total mayor de
Iberoamérica es ese aglutinador de máximos que es Brasil, donde la desigual-
dad y el contraste soportan cualquier límite que nuestra imaginación les pueda
imponer. En las ciudades brasileñas, donde las favelas se reproducen en áreas
degradadas sin propietarios, calles, infraestructuras o equipamientos, un cuadro
blanco en los mapas oficiales, una amalgama de vida urbana pobre, también
tienen cabida los centros comerciales. Es más, hoy en día son el lugar favorito
para el paseo y la compra por parte de la minoría privilegiada de este país. Un
ejemplo, el centro comercial “Rio-Sul” ha ganado el estatus de postal típica de Río
de Janeiro al lado del Pan de Azúcar o del Corcovado (Ferreira, 1996, p. 114).
142
Realidad mundial
Figura 51. Fotosatélite del centro comercial “Interlomas” (parte derecha inferior
de la imagen) localizado en un área suburbana de clase alta de Ciudad de México.
Fuente: arquinauta.com, (2007).
143
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centros comerciales –Diario “El País”, 2005b, p. 9). Por supuesto, el actual
crecimiento chino no se extiende por la totalidad de este inabarcable país
sino sobre todo por su costa pacífica, y, en concreto, por sus principales
núcleos urbanos. Estas ciudades, que registran un polo de desarrollo eco-
nómico espectacular en la actualidad, adoptan rápidamente los malls como
nuevos centros urbanos, lugares donde experimentar el consumo y las
formas de ocio occidentales. Y el crecimiento de la superficie de los cen-
tros comerciales resulta igualmente espectacular, en Beijing entre julio de
1998 y junio de 1999 se construyeron un total de 16 complejos. El proceso,
como tantos otros en la economía china, tiende a adquirir dimensiones
desproporcionadas, con complejos de cada vez mayor tamaño. De hecho,
en 2005, de los diez centros más grandes del mundo, cinco se localizan ya en
China (los otros cinco en Estados Unidos y Canadá, cuna del mall) (Ibíd.,
p. 9), y los dos primeros de mayor superficie, superando al reconocido,
estudiado y citado caso del “West Edmonton Mall”, son los de “South
China Mall” (ver fig. no 53), en el núcleo de Dongguan con un área total
2,92 millones de m2 en los que se incluyen parques temáticos, hoteles y
hasta un río artificial que responde a los cánones de hiperrealidad habituales
148
Realidad mundial
149
Luis Alfonso Escudero Gómez
Con este establecimiento chino se cierra una realidad que se extiende por
la costa pacífica asiática donde el mall es hoy el principal espacio público y
de vida urbano, eso sí, dedicado al mercado y al consumo como en los países
desarrollados. En el resto del continente asiático la difusión de los centros
comerciales no es tan elevada como en el área del Pacífico, bien porque
el proceso se encuentra en una fase previa todavía bien porque se trate de
una región especialmente subdesarrollada y pobre donde estos complejos
todavía no se han acercado. En cualquier caso, en el resto de las princi-
pales ciudades asiáticas en diferente medida van apareciendo los centros
comerciales, incluso imponiéndose a milenarias tradiciones comerciales
anteriores. Por ejemplo, en la capital turca, Estambul, en el año 1988 ya se
abría el primer centro comercial denominado “La Galería” (icsc.org, 2003)
y hoy encontramos ejemplos como el de “Cevahir” (ver fig. no 54). Una
modalidad postmoderna en un país de comerciantes que ha facilitado que los
consumidores turcos puedan acudir ya a los malls a comprar, ver películas
o simplemente pasear.
África expone la pobreza extrema dentro del subdesarrollo. En cualquier
índice de desarrollo humano serán africanos la mayoría de los países que
ocupen los peores lugares. Desde el punto de vista de la urbanización se
trata del continente con una tasa menor de población urbana, en muchos
Estados claramente superada por la rural. Aún así, algunas de las ciudades
más pobladas del mundo, como El Cairo (donde los centros comerciales
han tenido ya una importante difusión, tal y como estudia Abaza, 2001) o
Lagos, son africanas, y también lo son algunos de los ritmos más altos de
crecimiento urbano en determinados países.
Las ciudades africanas no viven fuera del mundo global, sino no sería
este último tal, y se incluyen en todos los procesos de la actual fase del
capitalismo global. La tiranía del mercado y el deseo de ser seres consu-
midores destacan en todas ellas, y estos son, como sabemos, los incentivos
que necesitan los centros comerciales para su implantación. En el contexto
mundial la representación de estos complejos en el continente africano es
mucho menor a otras regiones, pero ya están presentes y en determinados
países funcionan con su conocido elevado nivel de éxito.
Fundamentalmente es el caso de Sudáfrica, donde al final de 1999 ha-
bía más de 230 centros comerciales abiertos (icsc.org, 2003); hecho que
convierte a este país en uno más donde estos establecimientos están firme-
mente asentados en las formas urbanas. En Sudáfrica podemos encontrar
así ejemplos tan llamativos como el “Gateway Theatre of Shopping” en
150
Realidad mundial
151
6. REALIDAD NACIONAL:
LOS CENTROS COMERCIALES EN ESPAÑA
Casi como en una tarde de esas infatigables con la chica por los Zaras y
Mangos.
RODRÍGUEZ REGUEIRA, J. L. (2002): Itinerarios consumistas,
narrativas empresariales y relatos antropológicos, p. 205.
a) ORIGEN Y DIFUSIÓN
En realidad, fue en el año 1980 cuando apareció el primer centro comer-
cial en España, con obvio retraso dentro del contexto europeo, pero tampoco
se trataba de que nuestro país fuera pionero en este aspecto y sí de seguir
la tradicional demora en el trasvase de los procesos contemporáneos de
nuestra frontera. Se trataba de “Baricentro”, un complejo situado en Barberà
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Luis Alfonso Escudero Gómez
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Realidad nacional: los centros comerciales en España
de los centros comerciales en España, con los picos de los años 1993 y 1998,
con 29 nuevos complejos, y 1998 con 32. Desde ese año hasta la actualidad
se mantiene la expansión de estos establecimientos en nuestro país a un ritmo
elevado, alcanzándose en el año 2003, con 36 nuevos centros comerciales, el
número máximo de aperturas.
Figura 55. Entrada del centro comercial “Madrid-2” o “La Vaguada”, Madrid.
Fuente: fotografía del autor.
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Realidad nacional: los centros comerciales en España
de ocio, que requieren estos complejos. Tal hecho provoca que la SBA de los
malls aumente en semejante grado. Hoy se inauguran cada vez más centros
comerciales de mayor tamaño (Pastor, 2008, p. S).
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Millones de euros
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LO-
TIPO DE APARCA-
No % SBA % CA- % %
CENTRO MIENTO
LES
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Figura 59. SBA (%) de los centros comerciales de España por tipologías.
1981-1990 1991-2000
De esta forma proliferan hoy los centros regionales por los espacios de
densidad de población más alta de España, destacando las áreas metropoli-
tanas de Barcelona y Madrid, así como en las costas de Valencia, Málaga y
Cádiz, el País Vasco y las Islas Canarias (ver fig. no 60). Aplicando el indica-
dor de la Superficie Bruta Alquilable (SBA) total de los centros comerciales
a escala autonómica en el año 2006 (ver fig. no 61) vemos una concentración
en Canarias, Cataluña, Comunidad Valenciana y País Vasco, con áreas entre
500.000 y 1.500.000 m2 y, por encima de ellas, en la Comunidad Autónoma de
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Figura 60.
Centros comer-
ciales regio-
nales, grandes
y temáticos en
España (2002).
Fuente: AECC
(2002).
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Andalucía y, sobre todo, Madrid (2.478.621 m2), con una superficie supe-
rior a 1.500.000 m2. Por el contrario, Baleares, Cantabria, Extremadura,
Navarra y La Rioja tienen menos de 250.000 m2. En cualquier caso, se
nos presenta un mapa de España donde ninguna región carece de estos
recursos comerciales, los cuales, además, no han dejado de crecer mientras
escribimos estas líneas.
En los últimos veinte años, los centros comerciales, en todas sus formas,
pero en especial en las correspondientes al modelo de mall, combinaciones
de ocio y consumo en un solo espacio planificado, no sólo se han implantado
en España sino que se han propagado rápidamente, en especial en el último
decenio. El éxito de estos espacios como nuevos lugares de referencia urbana
dentro de sociedades vinculadas a la compra y al disfrute del tiempo libre
ha propiciado dicha evolución y ha forzado, además, a que sean los centros
comerciales de mayor tamaño, los que mejor se ajustan al indicado formato de
mall, los que se hayan incrementado en mayor medida en los últimos años.
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Bricolaje y electrodomés-
5% 5% 21%
ticos
Servicios 4% 4% 3%
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Centros Comerciales
Ciudad Población (1999)
(1980) (2000)
Madrid 2.789.052 4 26
Barcelona 1.503.451 2 15
Valencia 739.412 1 5
Sevilla 701.927 0 7
Zaragoza 603.367 0 7
Málaga 530.553 1 6
Bilbao 358.467 0 2
Las Palmas 354.757 0 3
Murcia 353.504 0 6
Palma de Mallorca 326.993 1 4
Valladolid 319.998 0 6
Córdoba 311.708 1 4
Total 8.891.190 10 91
Tabla 6. Ciudades españolas con más de 300.000 habitantes (1999) y sus centros
comerciales (1980 y 2000). Fuente: Heras (2001, p. 38).
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e) ESTUDIOS DE CASOS
1) A Coruña
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Figura 63. Planos del primer y segundo piso del centro comercial
“Cuatro Caminos”, A Coruña. Fuente: Escudero (1997).
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papel decisorio que tienen en el sector del mall las firmas de distribución y
exhibición cinematográfica.
De nuevo es el barrio en el cual se sitúa el que otorga el nombre al centro
comercial. El complejo se halla emplazado en el polígono coruñés de “Los
Rosales”, en el extremo noroeste de la ciudad, en el contacto con otras áreas
residenciales que se fueron ocupando desde los años 1950 sucesivamente en
este sector urbano (es el caso de barrios como Labañóu o el Agra do Orzán).
Se trata de un espacio residencial nuevo, que se construye al tiempo que el
centro comercial, con unas superficie de medio millón de metros cuadrados,
y más de 5.000 viviendas que acabaron acogiendo paulatinamente un total de
20.000 personas (Escudero, 2002). Este polígono residencial supone, junto
al de Matogrande situado en la salida suroeste de la urbe, la más reciente
renovación del espacio urbano coruñés, y casi el último intento posible para
aprovechar el suelo urbanizable disponible (es conocido el emplazamien-
to peninsular de la ciudad coruñesa y sus graves problemas de espacio
derivados del mismo). Un ambicioso proyecto de urbanización al cual
la construcción de un centro comercial supuso un empuje trascendental a la
hora de crear una dinámica positiva en el desarrollo de este nuevo barrio.
La localización de un centro comercial dentro de un polígono residencial
periférico de reciente construcción es un fenómeno bastante común que se
repite, sin ir más lejos y como veremos, en la vecina ciudad de Santiago de
Compostela en los casos del polígono de Fontiñas y el centro comercial “Área
Central”; y también en espacios altamente especializados en estos complejos
como el área metropolitana de Barcelona. Citar, como ejemplo comparable,
el complejo de “Montigalà” en Badalona, uno de los principales núcleos del
área urbana barcelonesa, el cual está ubicado en un polígono de expansión de
nueva creación con usos residenciales, deportivos, industriales y comerciales
(a través del mall). Se emplaza en un espacio de privilegiados accesos que
incluyen una autopista que enlaza con el cinturón urbano de Barcelona y con
la costa norte a través del área del Maresme. El centro comercial se localiza
en una de las nuevas áreas residenciales de este polígono catalán, en donde
se han edificado 2.000 viviendas, que en un principio se utilizaron como Villa
Olímpica de Prensa, durante los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 (una
renovación de estos equipamientos del evento que revitalizó ampliamente el
urbanismo del área metropolitana condal, y que también se repite en la propia
villa olímpica central donde se ha abierto el complejo “Centre de la Vil.la”).
Las características del complejo que asume la función de centralidad de este
polígono son las habituales, y similares a las del ejemplo coruñés: locales
comerciales, restaurantes y multicines, además de un hipermercado que actúa
como locomotora (Asensio, 1992, pp. 190-192).
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Figura 65. Centro comercial “Los Rosales”, A Coruña. Fuente: Escudero (1997).
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Así, son los locales hosteleros los que están más numerosamente representados
en el centro hasta un total de 20 ejemplos. Seguidamente, son las tiendas de
moda, con 16 comercios, las de hogar y complementos, con 14, y las de servicios,
también con 14, las que tienen una mayor representación; los tres sectores
comparten el peso comercial de este centro. Un lugar mucho más secundario
lo ocupan los establecimientos de joyería, imagen y sonido y alimentación
que, conjuntamente, tienen un total de 9 tiendas.
Figura 66. Planos del primer y segundo piso del centro comercial “Los Rosales”,
A Coruña. Fuente: Escudero (1997).
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Realidad nacional: los centros comerciales en España
Figura 67. Espacio de ocio del centro comercial “Los Rosales”, A Coruña.
Fuente: Escudero (1997).
Cuando escribíamos el artículo de 1997 los dos casos estudiados eran los
únicos existentes en la ciudad coruñesa, pero esta urbe, con un área urbana de
unos 350.000 habitantes (incluimos al municipio central y a los que lo rodean),
ha dado lugar a la aparición ya de un tercer mall (además de la otra oferta co-
mercial de la ciudad que incluye varias grandes superficies comerciales y unos
citados grandes almacenes). Se trata del referido “Puerto Centro de Ocio”,
abierto en el verano de 2005. Su propio nombre nos señala su orientación
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Figura 68. Foto aérea y detalle del exterior del centro “Puerto Centro de Ocio”,
A Coruña. Fuente: aytolacoruna.es (2006).
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Realidad nacional: los centros comerciales en España
que incluye una falsa fachada de cristal. Este centro ocupa una superficie
construida de 17.508 m2 y dispone de 460 plazas de aparcamiento (en un espa-
cio de alta congestión de estacionamiento, como es el centro urbano coruñés,
supondrá un recurso muy valorado). No obstante, el conjunto se completa con
una valla que lo rodea, impermeabilizando su contacto con el puerto, y ha sido
diseñado de espaldas al mar como una unidad singular. Frente a una posible
actuación de recuperación y mejora del borde costero del centro histórico, se
ha optado por la creación de un conjunto cerrado en sí mismo y que invita
a acceder en automóvil (Sanz, 2006). Antes que la recuperación del ámbito
marítimo para los ciudadanos mediante la creación de espacios públicos se ha
preferido la privatización, por el nuevo edificio de consumo y ocio gestionado
a través de una empresa privada.
Su equipamiento incluye una oferta de 42 establecimientos en tres plantas.
Entre ellos, el “Puerto Centro de Ocio” destaca más, como su nombre indica,
por su oferta recreativa que por la comercial. En esta, el sector de la hostelería
es el más representado, y en todas sus modalidades: cafeterías, restaurantes
(con la conocida presencia de franquicias de comida rápida y de marcas como
en otros muchos centros comerciales españoles) y lugares de ocio nocturno
(con vistas al mar, claro, y con horario de apertura hasta las 3 de la madru-
gada). No obstante, la locomotora vuelve a ser una sala de multicines, ahora
de la empresa “Filmax”, con 11 espacios para unos 2.600 espectadores. La
estimación de visitantes del centro es, según los promotores, de ¡5 millones
al año!, quizás demasiado optimista, pero ya es real que el primer mes de
existencia, de la mano de su presentación, fueron 600.000 los que lo visitaron
(aytolacoruna.es, 2006). La distribución por pisos organiza en la planta baja,
y de acceso, las tiendas y restaurantes, en la primera planta los cines y un área
de restauración de comida rápida, y los locales de ocio nocturno y restaurantes
más especializados en la segunda planta.
La empresa promotora de este nuevo complejo es, como señalamos, la
misma que la del centro “Cuatro Caminos”, la firma local “Superco”. La in-
versión se calcula en 20 millones de euros, y la creación de empleos en 300.
Esta empresa gallega es la clara prueba del éxito económico de los centros
comerciales, dado que además de los centros coruñeses ya tienen en funcio-
namiento en la región los de “Camelias” en Vigo, “Pontevella” en Ourense
y “Pontiñas” en Lalín (Pontevedra). Gracias a los resultados de estos esta-
blecimientos gallegos también ha logrado extenderse al resto del territorio
nacional mediante los proyectos de centros en la localidad barcelonesa
de Castelldefels y en la madrileña de Aranjuez. Se ubica así en los dos
principales espacios urbanos de España, y también los que focalizan el
mayor número de centros comerciales.
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2) Santiago de Compostela
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ALIMENTACIÓN
COMPLEMENTOS Y
HOGAR
HOSTELERÍA
MODA
SERVICIOS
OTROS
Figura 70. Planos del primer y segundo piso del centro comercial “Área Central”,
Santiago de Compostela. Fuente: Escudero (2000).
3) Madrid-Xanadú
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Figura 72. Obras de construcción del centro comercial “La Vaguada”, Madrid.
Fuente: enlavaguada.com (2003).
Esta idea reconcilió a todas la partes implicadas en el proyecto, vecinos,
arquitectos, empresa y ayuntamiento (Asensio, 1992, pp. 137-138 y 142), y el
centro comercial se inauguró en noviembre de 1983 con una amplia superficie
de 87.000 m2 y recibiendo, además, el premio de la ICSC al Mejor Centro
Comercial Europeo. De hecho, la Web del centro afirma que la construcción
de “La Vaguada, Madrid 2” fue finalmente un factor de mejora ecológica del
entorno (enlavaguada.com, 2003). El camino a la proliferación de los centros
comerciales en el área metropolitana de Madrid, y en el conjunto del país, se
había abierto así con honores por encima de las reivindicaciones vecinales,
la de los habitantes de una barrio, el del Pilar, que hoy forman la primera área
de mercado del complejo, el cual está a punto de cumplir un cuarto de siglo
(ver fig. no 73). Como afirma Castells (en Susser, 2001, p. 216) “La Vaguada”
nunca llegó a ser un espacio libre para vecinos liberados.
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f) REFLEXIÓN FINAL
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7. ESPACIOS URBANOS POSTMODERNOS
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Main Street (y que también sufre la competencia del señalado centro “Porto
Pi”). No obstante, ya conocemos las distintas características y finalidades de
una y otra, y como el espacio público del mall no deja de ser, paradójicamente,
un espacio privado cerrado.
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de la ciudad, pero bajo la dirección hacia el consumo. De esta forma, los centros
comerciales recrean los elementos característicos del modelo urbano tradi-
cional, integrando en formas coherentes funciones específicas pero segre-
gando en espacios autosuficientes sus componentes más significativos. Son
espacios construidos y perfectamente diseñados por expertos en promoción,
economistas, arquitectos, ingenieros, diseñadores de interiores, paisajistas,
relaciones públicas... para creer una hiperrealidad destinada a la venta.
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Figura 82. Lado exterior del complejo “Heron City”, Las Rozas (Madrid).
Fuente: fotografía del autor.
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- El cambio del modo de vida, según el autor los decenios que siguieron a
la Segunda Guerra Mundial vieron cambios profundos como el aumento
del poder adquisitivo o del trabajo femenino. En concreto, el segundo
punto va a favorecer la voluntad de hacer el conjunto de las compras en
un mismo espacio.
- La multiplicación del parque automovilístico: en 1970, el 60% de los
hogares franceses ya tenía al menos un coche.
- El desarrollo de las periferias urbanas: la llegada de una importante
parte de la población a los espacios periféricos y los banlieues va a
acompañar el desarrollo de los complejos comerciales.
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Espacios urbanos postmodernos
Frasquet y Molla (1997, pp. 149-140), también nos indican los factores
que favorecieron la difusión del éxito de los centros comerciales, y aunque
sea desde un punto de vista más general, se puede comprobar la coincidencia.
Así, hablan de:
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Por ejemplo, la fig. no 86, en ella vemos un edificio noble del centro
histórico de la ciudad gallega de Lugo reconvertido en el centro comercial
“Pazo de la Maza”; allí los escudos de su fachada de granito son buenos
ejemplos del simbolismo postmoderno, de la deconstrucción del lenguaje
histórico, en este caso por algo más pragmático, el consumo. En su interior,
otro ejemplo, son habituales las exposiciones con sentido historicista del tipo
“Lugo Ayer”, compuesta por fotografías antiguas de la ciudad, “As Fontes”,
con imágenes de las fiestas de San Froilán, santo patrón de Lugo, durante años
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Luis Alfonso Escudero Gómez
En los centros urbanos, los malls han actuado como piezas de rejuveneci-
miento. Un proceso que se inicia también en las urbes norteamericanas. En
Estados Unidos, donde se desarrolló este modelo de complejos comerciales, los
espacios urbanos centrales de muchas ciudades lo copiaron: el “City Center”
de Indianápolis, el “Fenuill Hall” de Boston, el “South Street Seaport” o el ya
citado “The New Manhattan Mall” ambos de Nueva York, el “Harbour Place”
de Baltimore… (Feinberg y Meoli, 1991, p. 426). Una dinámica que se extiende
por los espacios centrales, e históricos, de las ciudades europeas como, un simple
ejemplo más, con la “Saar-Galerie” que en 1989 cerraba uno de los últimos va-
cíos urbanos que la Segunda Guerra Mundial había dejado en la ciudad alemana
de Saarburg (en el área del Saar); una manzana dentro del casco urbano donde
se ubica un edificio de valor histórico-artístico restaurado como mall. Estos
centros comerciales localizados en espacios urbanos centrales suelen presentar
una reinterpretación del valor funcional de estas áreas. Así, normalmente, y para
218
Espacios urbanos postmodernos
sobrevivir en espacios de alta renta de suelo (frente a las más baratas localiza-
ciones periurbanas) estos complejos añaden otros usos terciarios, además del
comercial y de ocio, tales como hoteles u oficinas. Se convierten de este modo
en grandes instalaciones de servicios, combinando los aspectos propios a los
equipamientos de consumo con los usos tradicionales de los CBD.
De esta forma, los centros comerciales, con una preponderancia de espacios
comerciales y de ocio, se están instalando también en los centros urbanos. Una
tendencia con ejemplos tan significativos como las “Rathaus Galerien” del
centro histórico de la ciudad austriaca de Innsbruck (el paraíso de las compras
para gente de gusto refinado según su propia promoción –innsbruck-tourismus.
com, 2006). Allí, un promotor híbrido, la administración local (agente público)
y un grupo de empresarios y propietarios locales (agente privado), planteó un
programa simbólico y complejo: construir un hotel abierto sobre el espacio
público de la plaza; conectar el conjunto con una red de circulaciones públicas
cubiertas; y, además, crear una planta baja comercial, similar a las de las tiendas
de los grandes almacenes, incluyendo desde locales de comida rápida hasta res-
taurantes tradicionales (Revista “El Croquis”, 2001, p. 138). Este caso de mall
austriaco amalgama buena parte de los principios que hemos descrito.
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Figura 89. Publicidad del centro comercial periférico “Cyta”, Innsbruck (Austria).
Fuente: ekz-cyta.com (2006).
El éxito de estos centros de compra y ocio, su adaptación a los gustos sociales
y a las normas del mercado, da lugar a que estén presentes pues en la periferia,
su lugar original, y en el centro urbano. Su poder de captación y difusión es tan
grande que no hay cultura ni uso urbano que escape a su alcance. Incluso posi-
cionamientos socioculturales distintos, minoritarios o no tradicionales se dejan
alcanzar por la fórmula del centro comercial. De esta forma, la cultura urbana
postmoderna más innovadora o alternativa, alejada por declaración propia de
los cánones del consumo y de la globalización puede dar lugar a complejos
comerciales propios como el “Mercado de Fuencarral” en Madrid.
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Figura 92. La lonja del Puerto de Santa María, Cádiz, reconvertida en el centro de
ocio “La Pescadería”. Fuente: fotografía del autor.
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f) CONCLUSIONES
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Figura 95. Parque de la terraza del centro comercial “La Vaguada”, Madrid.
Fuente: fotografía del autor.
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los tópicos que percibimos de este país como las cervecerías castizas lo hacen
con los españoles; los multicines reproducen los formatos hollywoodienses
de su espectáculo (ver fig. no 96); las boutiques nos inundan de postales de
belleza con paisajes urbanos o rurales estereotipados, etcétera, los ejemplos
de esta hiperrealidad se encuentran en cada metro cuadrado de los centros
comerciales).
Los centros comerciales funcionan porque así los valora y los demanda la
sociedad de nuestro tiempo, y porque son ejemplos perfectos de las normas de
mercado global que la mundialización ha homogeneizado planetariamente. Por
supuesto que los mismos sueños son diferentes para cada clase social o, aunque
coincidan, son desigualmente realizables, y por ello los centros comerciales no
pueden ser todos ellos iguales; y de hecho, una diversidad fundamental que po-
demos encontrar entre estos complejos no refleja la ciudad, ni el país ni tampoco
la cultura del lugar donde se sitúan, sino los hábitos de clase y el poder adqui-
sitivo de su público. Por ejemplo, la especialización, el lujo y los precios de los
establecimientos del centro comercial “Moraleja Green” (ver fig. no 97), situado
en la exclusiva urbanización madrileña que aporta la primera palabra al nombre
del mall (la segunda se relaciona con la orientación golfista del entorno dado
que se sitúa junto al “Golf Park Madrid” y está conectado al mismo), son muy
superiores a los de “La Vaguada” o a los de “Xanadú”, complejos madrileños
ya conocidos y con un público más popular. Lo mismo sucedería en Barcelona
con el “Pedralbes Centre” que la AECC identifica como un centro comercial con
una buena selección comercial de Barcelona, para vestir con las últimas ten-
dencias, tomar un café, almorzar, tomar rayos UVA, adquirir prensa, comprar
flores, contemplar exposiciones, cambiar el mobiliario, etcétera (AECC, 2002,
p. 33). Su singularidad social se deriva cuando añaden que personajes famosos
lo visitan porque es un centro con glamour en Barcelona (Ibíd., p. 33).
Figura 97. Croquis y vista del centro comercial “Moraleja Green”, Madrid.
Fuente: folleto informativo (2003).
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8. BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES DE ESTUDIO
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Bibliografía y fuentes de estudio
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Bibliografía y fuentes de estudio
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Bibliografía y fuentes de estudio
- PASTOR, Ana María (2004): “La otra llave del éxito”, suplemento
Propiedades, Diario El País, Madrid, 30/1.
- PASTOR, Ana María (2008): “El supertamaño de Islazul”, suplemento
Propiedades, DIARIO EL PAÍS, Madrid, 23/5.
- PELLICER, Lluís (2006): “Un grupo inversor australiano compra el centro
comercial “Heron City” por 138 millones de euros”, edición “Cataluña”,
Diario El País, Madrid, 1/12.
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Luis Alfonso Escudero Gómez
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Agradecimientos
Gracias a mis padres, José Luis y María Luisa, por darme la vida y preocu-
parse siempre por mi formación y bienestar.
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