MONUMENTO A LA PROTESTA

Descripción conceptual de la propuesta

Juan Caicedo
RESUMEN

Monumento a la protesta, es una escultura

interactiva que surge de una hibridación entre
las formas típicas de una escultura abstracta
y otra estructura prevalente en la ciudad: el
gimnasio al aire libre. Proponiendo un juego de
mediación y contradicción entre la tradición de
escultura moderna de la ciudad, la relación entre
los vestigios de las manifestaciones públicas, y
la apropiación de los ciudadanos de este tipo de
mobiliario urbano utilitario.

CONCEPTO
Los monumentos se erigen con la intención de conmemorar
acontecimientos, situaciones o personajes con alguna relevancia
histórica, son instrumentos para “recordar” algo o rendir cierta idea
de homenaje. Por sus formas, materiales y dimensiones -por lo
general imponentes y con cierta solemnidad- hacen eco de valores
explícitos de las sociedades sobre los que se cimientan actitudes
consideradas deseables, nobles o dignas de ser recordadas,
admiradas.
Además de éstos, existen otros valores no nombrados que
hacen igual parte de la idiosincrasia de las sociedades, estos a
los que Gregory Ulmer llama valores abyectos; Ulmer en su texto
Monumentos Electrónicos habla de aquellos valores que no se
nombran, pero forman parte fundamental de las actitudes de las
sociedades y de los sacrificios que los permiten. Menciona como
ejemplo sacrificios que son valorados y conmemorados para
asegurar la libertad en instancias heroicas, en su mayoría militares y
los pone en contraste con los sacrificios abyectos que son resultado
de la búsqueda de la libertad que permiten la existencia de los
medios de transporte individuales.
Una escultura pública que hace parte del patrimonio de la ciudad es
un monumento a algo.
* En 2003 durante una conferencia presentada a los
estudiantes del programa de Artes plásticas de la
Universidad Nacional de Colombia, Xibillé presentó su
texto De la villa a la Metrópolis, un recorrido por el arte
urbano de Medellín.
Ahí afirma sobre las piezas en cuestión:
la ciudad moderna nos deja así una nueva imagen
[compuesta por] espacios diseminados y fragmentarios
[…] los grandes edificios que compiten por ser el más
alto de todos cuantos se han construido, las residencias
que han llenado las lomas de el Poblado salpicadas de
monumentos y esculturas que nadie ama porque están
aprisionadas y vedadas al ciudadano por guardianes a
sueldo […]
La tradición de escultura pública de Medellín, con su fuerte presencia
de abstracción geométrica, ha mostrado que estas estructuras en
tres dimensiones que no representan nada más que a sí mismas, nos
ha dejado un patrimonio escultórico que en muchos casos, nadie
vive y nadie ama*.
La mayoría de piezas escultóricas de la tradición abstracta y
geométrica que habitan la ciudad pretenden una recepción
basada únicamente en lograr un acceso cognitivo a través de la
inteligibilidad universal de la forma, y como reacción colateral se
convierten en piezas con una recepción casi nula, formas que,
aunque ocupan espacios significativos en el paisaje, son fácilmente
ignorables. En ocasiones esta invisibilidad se ve interrumpida
cuando piezas que poco o nada figuran en fotos turísticas o
publicaciones sobre la ciudad, son vandalizadas o usadas y habitadas
de manera ilegítima por los ciudadanos: Croquis de Ronny Vayda
utilizada por el grupo on board a modo de halfpipe para grabar un
video utilizando las curvas de la pieza como pista; la Puerta de San
Antonio (del mismo autor) utilizada como orinal hasta el punto de
necesitar ser restaurada y ser montada en un pedestal recubierto en
cerámica para evitar futuras intervenciones diuréticas.

Medellín está llena de esculturas formalmente herméticas, distantes
al espectador, con un emplazamiento físicamente inaccesible,
como la de Ramírez Villamizar en la avenida Oriental o las múltiples
esculturas dentro de los cerramientos de las unidades residenciales,
una tradición impulsada entre la clase media alta por la historia
violenta del país, particularmente de la ciudad, una especie de
impuesto de obra de arte que en los 80’s impulsó la producción
escultórica en la ciudad.
Las esculturas tanto abstractas como figurativas de la ciudad se han
enfrentado a las realidades del espíritu del lugar de manera abrupta:
la casa amarilla de Luis Fernando Peláez es vandalizada para robarle
el cobre de un inmenso grabado que tenía en su interior en su primer
emplazamiento antes de ser movida a la universidad de Antioquia.
La obra Cromointerferencia de Carlos Cruz Diez instrumentalizada
para esconder droga por los consumidores en Carlos E Restrepo y la
violencia de los noventa que modificó permanentemente la paloma
original de Fernando Botero.
La continua intervención no deseada sobre las piezas escultóricas
que habitan el paisaje urbano y como al afectarse se vuelven visibles,
hace difícil negar la apropiación que se tiene de ellas y del espacio
público cuando se ejerce el derecho de protesta, una expresión
C
ciudadana colectiva que hace parte un valor importante para la
democracia: el establecer formas de relación críticas indispensables
entre las diferentes instancias del poder y los ciudadanos que
contiene riesgos y sacrificios inherentes.
Este proyecto, Monumento a la protesta, se propone como
una estructura que toma la forma de una escultura abstracta y
geométrica, que se materializa citando tropos arquitectónicos,
haciendo un guiño a la formación de numerosos de los artistas que
generaron el ya mencionado panorama escultórico. Una sola línea
que sugiere (A) un recinto, (B) un pórtico y (C) un obelisco, con
una forma que insinúa una escultura modernista autónoma. Esta
escultura propone una hibridación con otra estructura axiomática
prevalente en la ciudad: el gimnasio al aire libre.
Opuestos a las esculturas públicas abstractas en principio, pero
similares en su formalidad, los gimnasios al aire libre son estructuras
cuya forma responde a sus propias lógicas: no representan cosas
externas ni pretenden ser alegóricas, solucionan técnicamente
problemas funcionales. Son coloridas, pensadas con la permanencia
como principio esencial y formalmente autónomas.

El Monumento a la protesta propone una relación con la tradición
de la escultura moderna de la ciudad, pero propone una relación
diferente con el público.
Un gimnasio al aire libre superpuesto a una escultura abstracta
que más allá de permitir ejercitarse, promueve ejercer movimientos
que aluden a formas de tratar con la autoridad que regula un valor
abyecto crucial para la democracia: la protesta.
En la escultura se propondrán seis ejercicios que aluden a tres
actitudes distintas frente a la autoridad: el burpee y las enterradas,
como entrenamiento para ser efectivo en la sumisión, las barras
regulares y la bicicleta que ejercitan la huída y el press de hombro
para una sola mano y la polea para ejercitar la confrontación.
Los gimnasios a cielo abierto son en este momento una tipología de
mobiliario urbano que es utilizado y apropiado por los ciudadanos
de manera excepcional, favorece la aglomeración y el encuentro
multitudinario, y a su vez la introspección individual. Se propone
hibridar estas formas y usos imaginados con las dinámicas
colaterales de la zona (el paso de protestas) y se pretende que
la interacción continuada con la escultura, minimice su potencial
deterioro durante las marchas que pasan por el lugar.
LUGAR
Medellín ha visto un cambio en las formas que ha tomado la
demostración pública ligada a la protesta. Desde hace unos años
al igual que en muchas ciudades del mundo, el espacio público
se ha armamentizado y en contraparte, la protesta pública se ha
popularizado.
Las escenas de demostración a favor o en contra de diversos
acontecimientos han acogido a números extensos de ciudadanos
por fuera de los tradicionales grupos como los gremios de
transporte o la salud o las universidades y colegios públicos y la
cara de las ciudades ha cambiado con la difusión de estrategias
de arquitectura defensiva y simultáneamente entidades como el
Esmad, han adaptado estrategias de neutralización explícitas y el
discurso público y los medios han hecho lo propio con maneras de
neutralización simbólicas.
El Monumento a la protesta se postula para ser emplazada
sobre el Paseo Bolívar en el costado nororiental del cruce entre
las vías Bolívar y San Juan, una zona recientemente renovada,
bastante visitada en el día a día y que por su ubicación hace parte
obligada de los recorridos de la inmensa mayoría de las marchas y
demostraciones que se dan en la ciudad.
 El espacio público es un viejo habito. Las palabras “espacio público”
son engañosas; cuando, aparece la imagen de un lugar físico
que puedo señalar y donde puedo estar. Debería estar pensando
en una cualidad; pero en lugar de eso me imagino una tipología
arquitectónica, y me imagino una plaza o el parque de una ciudad[...]

Vito Acconti