Sei sulla pagina 1di 1

MI BAUTISMO

Hace un par de años, un muchacho casi desconocido me hizo el más sencillo, el más hermoso y el más importante de los
regalos que he recibido en toda mi vida. Era un muchacho de Madridejos, el pueblo en que yo nací. Y ya no me acuerdo
de qué pequeño favor había hecho yo a aquel muchacho. Lo cierto es que, al regresar a Madridejos, me envió la más
hermosa joya que jamás me han regalado: dos fotografías. Una de mi partida de bautismo y otra de la pila donde fui
bautizado. Cómo se le ocurrió a este muchacho enviarme ese regalo es algo que no sé. Pero lo que sí sé es que me llenó
de alegría y me hizo, con aquel regalo, uno de los mayores favores que me han hecho en mi vida. Porque aquellas dos
fotografías me hicieron pensar muchísimo.
¿Cómo era posible que yo no hubiera ni siquiera sabido hasta entonces la fecha exacta en que me bautizaron? ¿Cómo era
posible que yo desconociera totalmente el nombre del cura que me bautizó, que jamás hubiera rezado por él? En la vida
quedamos agradecidos hacia quien nos regala un libro y ni nos acordamos de quien nos ha dado lo más importante de
nuestra vida de cristianos. Nos felicitamos los unos a los otros en el día de nuestro cumpleaños y ni sabemos el día de
nuestro cumple-bautismo.
Aquel muchacho nunca imaginará el favor que me hizo con su regalo: fue para mí como si el bautismo me rebrotara
dentro, como si tomara conciencia de algo que valoraba teóricamente, sí, pero que tenía olvidado allá con el fondo de los
años.
Hoy... me gustaría a mí hacerles un regalo similar. Recordarles a ustedes una fecha de la que no guardamos recuerdos
porque ocurrió siendo todos muy chiquitines y que fue, sin embargo, el día fundamental de nuestra vida como cristianos.
Aquel día pasamos de ser simplemente hombres a verdaderamente hijos de Dios, empezamos a ser hermanos de Jesús
miembros vivientes de la Iglesia. Todo cuanto después hemos hecho como cristianos brota de aquel día.
¿Lo tienen también ustedes olvidado? ¿Han dado ustedes gracias a Dios por él?
Déjenme que les pida que hoy corran ustedes a su álbum de fotografías y observen las del día de su bautismo, si las tienen.
Y que, mirándolas, dejen que corran por sus ojos lágrimas de gozo porque aquel chiquitín, que entonces éramos, fue
asumido por Dios como hijo suyo. ¡Bendita sea el agua que nos bautizó! ¡Benditas las manos que lo hicieron! ¡Benditos
sean Dios y la Iglesia que nos recibieron en su casa!
P. José Luis Martín Descalzo, 1 agosto 1983

Potrebbero piacerti anche