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UNIVERSIDAD DEL BÍO-BIO

FACULTAD DE EDUCACIÓN Y HUMANIDADES


DEPARTAMENTO DE CIENCIAS SOCIALES
MAGÍSTER EN HISTORIA DE OCCIDENTE

Texto: Alejandro Magno. El destino de un mito. Cap. 10 y cap. 14.


Autor: Claude Mossé
Alumno: Luis Zapata Silva

Se analiza a partir de las anécdotas contadas por Plutarco en su Vida de Alejandro


la personalidad de Alejandro Magno. Sus cualidades pueden agruparse en cuatro
rúbricas: el valor y la tenecidad, el dominio de sí, la generosidad y la bondad, y un
comportamiento “filosófico” dictado por la razón. Su valor físico y la tenacidad del rey,
se vende manifiesto al no dudar en ecorrer el riesgo de perder su realeza al atacar a
los pueblos bárbaros que amenazaron el reino por el Oeste y en el Norte. Su
generosidad se manifiesta tanto en la relación con los griegos como con los
macedonios e iraníes. Tuvo un comportamiento digno de un filósofo. De ahí procedía
el dominio sobre sí mismo; procedía también esa resistencia a los placeres y al lujo.
Es esa actitud filosófica la que explicaría su preocupación por la verdad. Esta
sabiduría, esta sophrosyne, era fruto de las enseñanzas de Aristóteles. Su objetivo, no
era hacer, como Isócrates aconsejó a Filipo,de los bárbaros los “ilotas” de los griegos,
sino civilizarlos. Pero su mayor mérito “filosófico” fue el de considerar a la humanidad
entera como una única comunidad, mezclando griegos y bárbaros, teniendo como
objetivo someter a la tierra entera a una única ley de la razón, a una única politeia,
haciendo de todos los hombres un solo demos.

Alejandro emprendió la campaña de Asia como hegemon de los griegos. El objetivo


consistía en realizar un proyecto de Filipo, quizá inspirado por el rétor ateniense
Isócrates. Este, invitó al rey de los macedonios a ponerse al frente de una guerra
contra los bárbaros. Esa guerra tendría como primer objetivo liberar del yugo persa a
las ciudades griegas de Asia y tomar venganza de los daños infringidos con
anterioridad a los griegos., y especialmente a los atenienses, por Jerjes.

Rostovtzeff hace un análisis en el que presentaba el mundo nacido de la conquista


de Alejandro como un “nuevo mundo” que permitió a los griegos pasar de una
economía todavía primitiva a formas mucho más “racionales” y “modernas” de
desarrollo económica. La instalación de los griegos en Asia y en Egipto tuvo como
consecuencia inevitable una ampliación geográfica del mundo griego que se tradujo en
una extensión de los intercambios comerciales. Regiones que habían permanecido
hasta entonces aisladas del comercio mediterráneo se encontraron integradas en él.
Pero las dos transformaciones más significativas fueron, por una parte el
desplazamiento de los ejes del comercio marítimo, y por otra, el desarrollo de la
moneda. Estos rasgos nuevos de la economía afectaron esencialmente a los medios
urbanos. El desarrollo de las ciudades fue, la característica principal de ese “nuevo
mundo” naido de la conquista.
El mundo griego era un mundo urbanizado. Fue alrededor de las ciudades donde
se constituyó el tipo de Estado más característico de la Grecia clásica, la ciudad. La
ciudad, centro de la vida política y religiosa, controlaba un territorio rural más o menos
extenso, que pertenecía a los ciudadanos. La vida urbana, con las actividades
políticas, religiosas y también artesanales y comerciales de las cuales era el centro,
seguía siendo el rasgo distintivo de esta civilización. Fueron igualmente razones
estratégicas las que le impulsaron a multiplicar las fundaciones durante la conquista.
La mayoría de estas ciudades nuevas presentaban el aspecto de una ciudad griega
tradicional: en el centro, el ágora, rodeada de los principales edificios públicos y
santuarios. Se encontraba también allí un teatro y un gimnasio. El gimnasio era el
lugar de reunión de los jóvenes de la ciudad. Era el símbolo de lo que caracterizaba la
paideia, la educación griega: el atletismo y la cultura poética, pero una educación
“democratizada” en la medida en la que todos los hechos tenían acceso a ella. No
cabe duda de que estas fundaciones fueron centros de difusión del modo de vida
griego, pero un modo de vida que siguió siendo el rasgo diferencial de una minoría
entre las poblaciones de Asia y de Egipto. La cuestión que se plantea ahora es saber
en qué medida esta presencia griega modificó las estructuras de las sociedades
orientales. Se ha comparado a menudo la emigración griega en Oriente con un
fenómeno “colonial”. Los griegos establecidos en Oriente formaban un grupo
privilegiado, unido por una lengua común, la koiné, derivada del dialecto ático y que
terminó por imponerse a todos, debido a intereses convergentes, por un modo de vida
y de prácticas sociales que tendían a uniformarse, frente a un mundo oriental que
conservaba su diversidad.

La posición dominante de los helenos en los Estados orientales nacidos de la


conquista de Alejandro no pudo dejar de tener consecuencias en el plano cultural. La
civilización helenística fue la ciudad fundada por Alejandro durante su breve estancia
en Egipto: Alejandría. Mientras Atenas seguía siendo el foco de la filosofía y allí se
desarrollaban, al lado de la Academia y del Liceo, nuevas escuelas, Alejandría se
convirtió en un gran foco de especulaciones. Basta citar el nombre de Euclides, cuyos
Elementos fundaron durante siglos las reglas de las matemáticas; Eratóstenes, que
era a la vez geógrafo, cartógrafo, matemático y dirigió la Biblioteca; del astrónomo
Aristarco de Samos, entre tantos otros. Al lado del Museo, la Biblioteca se convirtió en
un importante centro de investigaciones filológicas. Allí se encontraban las grandes
obras del pasado. Pero la Biblioteca no contenía únicamente las grandes obras de la
literatura griega. Tambien se emprendieron traducciones de obras pertenecientes a lo
que el gran historiador Arnaldo Momigliano llamó las “Sabidurías bárbaras”.

Es en el plano religioso donde se aprecian mejor los límites de la helenización del


mundo oriental. Hay que recordar, lo que era la religión griega: un conjunto de rituales
que no implicaban ni adhesión personal ni proselitismo. En las ciudades griegas, la
vida religiosa se inscribía en el marco de las prácticas sociales y políticas.

Los fenómenos del sincretismo se percibían esencialmente en medios urbanos. En


otras partes, en el campo, las religiones orientales resistían a la helenización. Del
análisis de las formas que tomó la helenización de Oriente se puede concluir que, la
primera y menos discutible es la difusión de la lengua griega, esta koiné que subsistió
como lengua “oficial”, incluso después del dominio de Roma sobre Oriente
mediterráneo. Ciertamente, las masas campesinas se mantuvieron en su gran mayoría
unidas a sus hablas locales. Pero el griego se convirtió en la lengua de las poblaciones
urbanas, griegos e indígenas helenizados. La segunda, que fue el desarrollo urbano lo
que tradujo más espectacularmente la difusión del helenismo. Es, en efecto,
Alejandría, lo que traduce mejor la introducción del helenismo en Oriente, no solo en el
plano cultural, en relación con la influencia ejercida por el Museo y la Biblioteca, y el
papel de este último en la difusión de la cultura griega clásica, sino también en el plano
económico, al convertirse en el principal centro de intercambios del Mediterráneo. Sin
embargo, el breve reinado de Alejandro no dio nacimiento a un vasto Estado territorial,
puesto que las tierras conquistadas fueron enseguida desmembradas.

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