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¿Y la lucha social, la solidaridad y la acción directa? Siempre ahí, desde lo cotidiano, en todas partes...

(por HS)

Parece haberse olvidado en estos tiempos posmodernos que hace tan sólo unos 90 años las
organizaciones obreras mayoritarias en todo el mundo encaraban inmensas luchas que ni siquiera la
historia oficial puede aún dejar de mencionar, en algún subcapítulo de un manual de historia o en alguna
fecha destacada en el calendario. Pero más allá de algunas diferencias en la forma de enfrentar sus
problemas, entre aquella sociedad y la nuestra, impacta ver la diferencia en el contenido de esas luchas,
en la definición misma que aquellos compañeros hacían de “el problema”.
Y resulta que no pedían “salarios dignos para todos”, con la sobriedad para reconocer que la
relación amo/esclavo, o patrón/obrero, no puede ser calificada de digna bajo ningún punto de vista. Ni
“aumentos” de sueldo, concientes de que las migajas concedidas hoy por la patronal y el estado serían
absorbidas de inmediato por la misma ley de la oferta y la demanda que pretende ser más importante que
la vida misma. Ni tampoco ser “legalizados”, descreyendo sabiamente de toda reglamentación impuesta por los de arriba. Y es que si se atrevían, no
a pedir sino a intentar imponer, en cada enfrentamiento, en cada lucha, la libertad y la igualdad, la justicia social para todos, es porque aún tenían la
capacidad para ver más allá de las alternativas de sometimiento que ofrecía (y ofrece) el sistema social de la desigualdad y la jerarquía.
De la experiencia cotidiana, del diario enfrentamiento con la injusticia social, nació la idea de que esa sociedad de libres e iguales, antes
que posible o no, era necesaria. Y se la llamó anarquía o comunismo anárquico. Y se convirtió en el norte que impedía que los egoísmos políticos o
económicos, propios del sistema con el que se intentaba terminar, confundiera a los arribistas, los amigos del poder, con los hijos del pueblo, los
compañeros con los que día a día se compartían las necesidades y lo que se podía dar, la ayuda mutua y la convicción de que la desigualdad y la
opresión debían terminar.
Mucho tiempo ha pasado, y muy eficiente ha sido el esfuerzo del poder por confundir y someter al pueblo argentino.
La capacidad de soñar con un mundo mejor se ha perdido, como que era la expresión de una cotidianeidad de relaciones fraternales,
solidarias y rebeldes entre los trabajadores, hoy mucho más preocupados por escalar posiciones que por destruir la escalera de la jerarquía social.
Perdidos estos lazos sociales que animaban a más, el “movimiento obrero” se fue entregando al representativismo más irresponsable. Los golpes de
la represión estatal y del capitalismo, así como la prédica jerarquizante y delegativa de peronistas, marxistas y sindicalistas, fueron convirtiendo a las
asociaciones gremiales en lo que son hoy: poco más que extensiones de secretarías del Estado, encargadas de contener el mundo del trabajo para que
no rompa los límites estrechos de acción (e incluso de pensamiento) que el Estado y el Capital le asignan. Y la ley, el reglamento de juego que los
poderosos siempre han dictaminado para el pueblo, se asumen como principio y fin de la lucha reivindicativa: “dentro de la ley todo, fuera de la ley
nada”. La irresponsabilidad del trabajador en pensar incluso su situación concreta de explotación y cómo superarla es una manifestación más de
cómo el pueblo se ha acostumbrado a abandonar casi toda problemática en manos de sus “luchadores profesionales”.
Así hemos visto en los últimos meses a los sindicatos volver a levantar reivindicaciones con alguna seriedad, dado que el descontento de
los trabajadores, si no era encausado pronto por “los mediadores”, amenazaba a organizarse de forma autónoma y salir a expresarse sin el bozal de
sus intermediarios habituales. Y ni aún las idas y venidas del SUTE, la desinformación a todos los trabajadores de la educación de lo que pasaba,
pudieron frenar las medidas que los delegados sindicales impulsaban en los plenarios. Hasta que su cúpula decidió por su cuenta, muy
“responsablemente”, acatar la conciliación obligatoria, respetando la ley a rajatabla y no así a los trabajadores que dicen representar, que ya agitaban
el paro de 72 horas en todas las escuelas. La decepción de los docentes se notó claramente en la bajísima adhesión al paro que quisieron brindar
como compensación la cúpula del SUTE y el gobierno, y en su ausencia total en la última movilización del sindicato frente a casa de Gobierno,
además de las acusaciones directas a esta cúpula de traidores.
Pero este tipo de “revelaciones” no deben inmovilizarnos ni hacernos pensar que nada puede hacerse. De hecho será así y estaremos cada
vez peor si nonos relacionamos y discutimos entre los compañeros nuestra situación y qué haremos para modificarla pronto. Mientras tanto cabe
echar un vistazo a distintas luchas reivindicativas actuales que se han atrevido a retomar las únicas prácticas netamente propias de la clase
trabajadora, aquellas que siempre se han conocido como acción directa.
Tanto ocultadas como censuradas como el “mal ejemplo”, estas medidas de acción directa se multiplican a la par de la desilusión del
pueblo en “sus representantes”. Cabe mencionar, por ejemplo, la lucha de los portuarios de Mar del Plata, que han llegado a quemar las empresas en
las que trabajan y hasta las oficinas del sindicato que, de común acuerdo con la burguesía, se negaba a declarar la huelga que ya sostenían de hace
tiempo los trabajadores. Del mismo modo, los enfrentamientos con la policía, que impedía a los trabajadores manifestarse en las provincias del sur
argentino o a los pescadores y los trabajadores de la madera en el sur y centro de Chile, han demostrado el hastío del pueblo frente a los avances del
poder en sus vidas y, a la vez, cómo el Estado ha vuelto a asesinar trabajadores o a permitir que se les dispare sin dar excusas siquiera. Los
trabajadores del cobre del norte de Chile han protagonizado una larga huelga salvaje con enormes piquetes de micros quemados y sin dudar en
sabotear las máquinas cuando la empresa consiguió acercar carneros a ellas para ponerlas a funcionar. En contra de la minería contaminante, pueblos
habitualmente tranquilos como los de San Carlos y General Alvear, han desarrollado piquetes, huelgas y acciones realmente impresionantes hasta
conseguir lo que se propusieron. Hasta la alta adhesión al boicot al tomate y otras nuevas propuestas de boicot, o la inasistencia a las urnas en las
últimas elecciones (del 25% del padrón) pese a las amenazas de sanciones legales y el fuerte voto negativo (un 5% más) son indicadores de estas
tendencias.
En fin, que este tipo de acciones no han sido sacadas de ningún manual de táctica sindical ni se le han ocurrido a ningún brillante orador o
ideólogo de la revolución. Son prácticas realmente propias del proletariado, del pueblo que harto de que lo humillen se atreve a levantarse y hacer
sin pedir permiso ni fijarse si dentro del reglamento de juego del capitalismo vale o no jugar de este modo. Si se toma conciencia de que el juego
consiste en que nosotros perdamos y ellos ganen se hace evidente la necesidad de patear el tablero. Y esto es lo que siempre se ha entendido como
lucha social: el atreverse a dar la pelea por un mundo mejor, sin pastores ni mediadores, sino en base a la autoorganización, la solidaridad y la acción
directa. Y sólo de aquí, del compartir y avanzar con compañeros, puede que renazca la confianza en que un mundo mejor es posible, la sociedad de
libres e iguales, la anarquía...

¿Y por qué decimos: ni iglesia, ni estado ni partido..? ¡Por cosas como éstas..! (por L)

Que iglesia, estado y partido son enemigos del pueblo lo decimos siempre, y la realidad termina dándonos la razón. En cada espacio buscan
imponer su poder y desarmar la autoorganización y el libre diálogo de las personas.
En el Encuentro Nacional de Mujeres XXII (ENM) realizado en la ciudad de Córdoba este año, son hechos los que evidencian esta
hipótesis y acá van algunos:
1- La iglesia, como siempre, no dejó de dar presencia y boicotear cada taller en que se hicieron presentes sus fieles ovejas. Hasta mandó a matones a
mezclarse entre la gente en el escrache que se hizo frente a la catedral, golpeando a compañeras; y también a muchachos jóvenes a infiltrarse en
la peña de mujeres realizada en el Club Juniors. Por suerte, pudimos identificarlos y luego de ser escrachados, se alejaron.
2- MAS, PO y PTS, con la agrupación Pan y Rosas, desarmaron una asamblea realizada en torno a la "Campaña nacional por el derecho al aborto
legal, seguro y gratuito" en la Facultad de Ciencias Exactas. Dado que se había superado la capacidad del espacio, las militantes convencieron a
las mujeres allí presentes de que se continuara "la charla" afuera. Cuando salieron a la vereda se encontraron conque había un gran escenario ya
preparado, carteles y banderas partidistas aparateando el espacio y chupándose la convocatoria como si fuera actividad de partido. ¿El resultado?,
la reunión se dividió con el enojo y las que se quedaron, pocas, tuvieron que oír a las dirigentes políticas dar su opinión del tema.
Además, otras de sus acciones, fue tratar de colar consignas de sus partidos en las conclusiones de los talleres en los que se presentaron y durante
la marcha ofertaban sus candidatos para las próximas elecciones.
3- El estado, otro enemigo, sigue dando claras evidencias de proteger a los más ricos y a la iglesia. En cada taller se debatió de esto y los casos
fueron múltiples: una mujer a la que se le niega la ligadura por ser menor de treinta, siendo que tiene ya tres cesáreas y es riesgoso otro posible
embarazo; traslados a otras provincias a miembros de la iglesia que han abusado de menores; denuncias de que la misma iglesia o secretarías del
estado le decían a mujeres golpeadas que había que esconder o aguantar el maltrato de su pareja mientras se esperaba un cambio de actitud;
decenas de desalojos a familias con pocos recursos; desapariciones y asesinatos o muertes dudosas a personas que cuestionan el poder del estado;
abuso policial; complicidad de los medios, que otra vez y como siempre, señalaron como pico turístico la presencia de más de veinte mil mujeres
en la provincia, etc.
Tanto la iglesia como los partidos se terminan transformando en dispersadores de la autoorganización, identificándose y fusionándose en
procedimientos de dirigencia con la bandera como camiseta. ¡Iguales! La bandera como religión y la religión como bandera.
Demuestran que no les importa la gente, que se trata de imponer y no de construir y que no vale la pena el diálogo, el debate y la
proyectualidad, sino la foto para el periódico, la captación y la publicidad. Funcionales al estado, si es que no parte del mismo.
Y no es así, al contrario, ¡sostenemos que el diálogo abierto y constructivo y el debate es lo que permite que cada persona desarrolle su
libertad, para una sociedad sin opresores ni oprimidos! Porque no sirve la destrucción del estado, el partido y la iglesia como realidades físicas sino
destruimos primero la conciencia de la necesidad de iglesia, estado y partido.
La libertad e igualdad, la posibilidad del desarrollo integral, sin que existan diferencias sociales, culturales ni económicas; se construye
cada día, en cada espacio, en cada diálogo, y principalmente, empezando desde nosotros y nuestro entorno más cercano, abriendo la comunicación
pero siempre como encuentro con la otra persona y no como avasallamiento dictatorial.

A saquear y contaminar a otra parte: pequeñas luchas, grandes victorias (por HS)

Ya desde el primer número del OyL hablábamos de la resistencia del pueblo de San Carlos a la explotación metalífera a cielo abierto en su
territorio. Desde el primer momento nos interesamos en esta lucha y decidimos sumarnos. Con el tiempo se extendió a toda la provincia, cuando
otros departamentos tomaron conciencia de que no sólo el pueblo de San Carlos sería el directo afectado por la contaminación, el saqueo y el uso
privilegiado del agua que estos emprendimientos probadamente significan. Para muestra bastaban los desastres que las mineras ya dejaban en
Catamarca y San Juan.
En principio el Frente Diamante realizó una amplia tarea de difusión en escuelas, medios y otros espacios que interesó rápidamente al
pueblo de San Carlos. Pronto se sucedieron las manifestaciones, cortes de ruta y asambleas multitudinarias que los políticos locales salieron a
sofocar con una ordenanza que prohibía, ya en el 2005, toda actividad que implicara la explotación de oro y cobre en ese departamento. Pero este
parche legal no convenció a los vecinos que siguieron manifestándose en cada espacio disponible (con afiches en vehículos, negocios y casas,
pasacalles, actividades artísticas, etc.), hasta que esta conciencia, y la confianza en que el pueblo como tal sí podía y debía hacer algo contra las
imposiciones del capital minero y el estado, se extendió y tomó forma de asambleas populares en Tunuyán, Tupungato, San Rafael, Mendoza,
General Alvear y Malargue. Los grupos se relacionaban y se coordinaban acciones. Y así se pudieron organizar en la misma capital provincial
panfleteadas, conferencias, el acampe con actividades frente a la legislatura, la movilización a contramarcha del Carrusel Vendimial y hasta un
escrache a la casa del gobernador.
Cuando los ánimos comenzaban a decaer en un departamento se levantaba otro que retomaba la pelea con nueva fuerza. Y así, pese a las
presiones (de patotas sindicales por ejemplo), las persecuciones (como a la asamblea de Malargüe por su misma municipalidad) y la complicidad de
los medios con las mineras, se llegó a junio del 2007.
A la presión que seguían haciendo las demás asambleas se sumó con decisión el pueblo entero de General Alvear, que protagonizó una
pueblada como hace tiempo no se veía en Mendoza. Y desde el 6 al 20 de junio se sucedieron los masivos cortes de rutas nacionales, las asambleas
generales y las huelgas salvajes convocadas por el pueblo mismo. Pese a las amenazas de la policía y el gobierno, la convicción y la confianza del
pueblo en sí mismo prevaleció, y así la Cámara de Diputados de la provincia tuvo que salir de urgencia el 20 de junio a prohibir por ley lo que el
pueblo ya había prohibido de hecho. Se impedía la “prospección, exploración, explotación y/o industrialización de minerales metalíferos obtenidos
a través de cualquier método extractivo”.
Mucho se podría agregar para enriquecer este relato. Limitaciones de espacio nos lo impiden. Pero lo importante es rescatar este tipo de experiencias
colectivas, en las que el pueblo se hace conciente de una necesidad real, alcanza una idea común y cobra confianza en sí mismo para llevarla a la
práctica. Entonces se autoorganiza y adopta (o inventa) los medios necesarios para sortear los obstáculos que el poder intenta imponerle. Luchas más
pequeñas pero con este mismo contenido se dan más seguido de lo que podría creerse. De hecho hemos participado en un par de ellas. Pero el valor
especial de las victorias que así se obtienen se hace evidente en cada rostro. En el día después de todos los participantes. En la recuperación de la
dignidad como ser humano, que decide y actúa según su sentido de justicia social y que, a partir de ese momento, sabe que se puede. Quede como
ejemplo, como postal de este sentimiento de liberación, la imagen del pueblo entero de General Alvear celebrando reunido en la ruta y en la plaza su
victoria. La del pueblo contra quienes sólo ven en él una masa consumidora, un recurso renovable, un puñado de votos...

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