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Dones espirituales

Al hablar de dones espirituales y de cómo sabemos cuál es nuestro don, tal vez lo primero
que debemos entender es que la Biblia nos da al menos cuatro listas sobre los dones
espirituales (1 Co. 12:4-6,8-10, 28-30; Ro. 12:3-8; Efe. 4:11; 1 Pe. 4:10-11), y ninguna de
estas listas son exhaustivas. Con esto quiero aludir a que el propósito de las listas no es
nombrar cada uno de los dones espirituales manifestados a lo largo de la historia de la
iglesia. Aunque debemos cuidarnos de los abusos (¡se me hace fácil imaginar a alguien
diciendo que tiene el don espiritual de ver fantasmas o de contar dinero!), la Palabra parece
enseñar que el Señor provee a Su Iglesia de los dones (y las personas con los dones)
necesarios para el momento (cp. 1 Co. 12:7).

Dios entrega los dones para la edificación de la iglesia (1 Co. 12:7; 1 Pe. 4:10; Efe.
4:11)[1]. El apóstol Pedro nos manda a utilizar los dones “para que en todo Dios sea
glorificado mediante Jesucristo” (1 Pe. 4:11). Como partes diversas de un mismo cuerpo, la
Palabra enseña que cada creyente es recipiente de al menos un don (1 Pe. 4:10; Efe. 4:7;
Ro. 12:6). Además, “toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto” (Stg. 1:17), es
decir que aun una persona posea un talento natural y no un don espiritual (por ejemplo, un
buen oído musical o facilidad para hacer deportes), es un regalo de Dios y puede ser usado
por Él para el bien de la iglesia.

Entonces, ¿cómo puedo saber cuáles son mis dones?

Al hablar de este tema, Juan Sánchez arroja claridad:

Una vez que pensemos que hemos encontrado la respuesta (“Tengo el don de
_______…”) podemos limitarnos en el cómo, dónde y cuándo servimos. Por
ejemplo, es posible que tenga el don de la enseñanza (como han afirmado los
demás), pero eso no limita mi servicio. Imagínate que se esté organizando el salón
después de un almuerzo de la iglesia, otros hermanos están ayudando con las mesas
y las sillas y buscan mi ayuda, a lo que yo respondo “Ah, perdónenme ¡pero yo soy
el maestro! Enseñar es mi don espiritual. Lo mío no son sillas y mesas”. Eso no
sería una actitud cristiana.

Aunque tenga un propósito noble al tratar de conocer cuál es mi don, la mejor forma de
preguntarnos sobre nuestros dones es preguntar sobre nuestras capacidades de servicio en la
iglesia. Es decir, en vez de preguntarnos “¿Cúal es mi don espiritual?”, una mejor pregunta
es “¿Cómo puedo servir a mi iglesia?”. Hay gran diversidad dentro de los ejemplos de
dones espirituales, y hay gran diversidad dentro de las necesidades en una iglesia. Y los
poseedores de los dones no son más especiales unos que los otros (después de todo, ¡son
regalos!).

Entonces, ¿cómo puedo saber en qué área servir en mi iglesia? El primer paso del creyente
es la oración. Ve delante del Señor y exprésale tu deseo de servirle. Pasa tiempo con Él
meditando sobre este tema. Mientras oras, puedes ir donde algún líder y expresarle tu deseo
de servir, aun no tengas claro dónde hacerlo. Asegúrate de prestar atención a las áreas de
necesidad en tu congregación, pues esas son las áreas donde los dones son manifestados.
Luego de estos pasos, a la hora de enfocar tu fuerza y atención en un área específica de
servicio, yo te diría que hay dos principales cosas a tomar en cuenta: confirmación interna y
la confirmación externa.

En cuanto a lo primero, la confirmación interna, debes ver a qué área te sientes llamado.
Qué es algo a lo que gravitas, algo que sientes que haces correctamente. Qué te gusta hacer
dentro de la iglesia. Esto va a requerir de prueba y error, y tampoco puedes esperar que la
primera vez que prediques o que organices algún evento harás todo a la justa medida. Pero
dentro de ti de seguro hay cosas que entiendes sabes hacer y disfrutas hacer. Esto puede ser
enseñar, como también puede ser colocar sillas, manejar el dinero, orar por otros, aconsejar,
tocar algún instrumento, o simplemente trabajar mucho para ofrendar mucho a la iglesia.

En cuanto a la confirmación externa, debes ver a qué área entienden los otros que estás
capacitado. ¿A qué área te invitan más regularmente a que sirvas? ¿Cómo responden a tu
enseñanza? ¿Qué opinión tienen de la forma que organizas las sillas? ¿Qué piensan tus
pastores? ¿Tus compañeros en el grupo de alabanza? ¿Los otros en el comité de finanzas?
Debo notar que si hay una disparidad entre la confirmación interna y la externa, es muy
posible que el equivocado seas tú, por lo engañoso del corazón, y por la sabiduría de la
multitud de consejos. Por tanto, la confirmación externa es al menos igual de importante
que la interna, y posiblemente más.

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