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Radomir Sevillano
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4 de diciembre de 2010
Y en aquellos días los hombres buscarán la muerte,
pero no la hallarán;
y ansiarán morir,
pero la muerte huirá de ellos.
Ap.9:6

i
Parte I.

juegos

1
e encanta el verano. Pasamos el día jugando en el parque, yo y todos mis amigos.
M Las chicas también juegan con nosotros. Hay varias a las que gusta el fútbol
y para nosotros es un amiguete más. Mi mamá siempre vigila desde lo lejos, sin
perdernos de vista.
Mamá está triste y no se por qué. Muchas veces grita a papá y él sale de casa y
vuelve muy tarde, cuando ya estamos durmiendo mi hermanita y yo.
Cada vez somos menos niños para jugar. No se que pasa. Mis amigos no están. Se
han ido. Nadie me dice por qué.
Papá apenas habla con mamá. Se ha puesto a arreglar algo, no sabemos qué. Abra-
zo a mi hermanita, cuando veo a mi madre tan triste y mi papá encerrado en la
habitación.
Un día veo a Papá salir de casa con algo en las manos. Creo que es una escopeta o
algo así. Siempre jugamos en el patio con ellas. Mamá le grita, le suplica que no vaya.
Mamá le sujeta del brazo con todas sus fuerzas, papá la empuja con fuerza y mamá
cae.
Papá no ayuda a mamá a levantarse.
Un més más tarde aparece la guardia en casa. Preguntan por Papá. Mamá dice
que está visitando a un familiar. Preguntan que dónde. Ella dice que no sabe bien la
dirección. Sólo dice una ciudad. Los miembros de la guardia dicen que volverán dentro
de un mes.
Mamá llora mucho, me abraza, dice que no quiere que me lleven. No se por qué
dice eso. . .
Poco antes de un mes mamá hace las maletas y nos viste en plena noche. No sabemos
qué ocurre. Nos dice que no hagamos ningún ruido. Que vamos a hacer un gran viaje.
Yo me enfado porque papá debería volver ya y cuando lo haga no estaremos.
Mamá dice que papá no volverá. Yo no la creo, le dijo a la guardia que papá volvería.
Ella dice que lo hizo para salvarme. No entiendo nada, me enfado, lloro. Mamá me
intenta abrazar pero yo no me dejo. Me intento soltar con todas mis fuerzas. Abofeteo
a mamá.
Me libero y corro hacia la puerta. Salgo a la calle llorando. Mamá corre detrás de
mí. . .
De repente, aparecen luces por todas partes, no veo nada, oigo ladridos, gritos.
Mamá se detiene detrás de mi. Está paralizada, muy asustada.
Entre las luces se acercan varias sombras. Ponen esposas a mamá y la meten en un
furgón. También las personas de blanco cogen a mi hermanita y se la llevan.

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Me cogen y me llevan en otro furgón, esas personas de blanco que me sonríen de
forma extraña. Yo no quiero estar allí. Quiero estar con mi mamá, con mi hermanita,
con papá.
Lloro y lloro, pero a nadie parece importarle.

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Parte II.

Celos

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os celos más opresores son aquellos relacionados no tanto con tu pareja, sino con
L la persona que nunca te ha amado.

Brigitte amaba con locura a su marido. Le obedecía en todo. Estaba siempre dis-
puesta a servirle, a agradarle. En lo único en lo que no podía contenerse es en sus
celos. Necesitaba saber dónde estaba a cada momento. No le gustaba ni que estuviera
con sus amigos. Que la abandonara a ella y a sus hijos para luchar contra el orden
establecido, fue una mera excusa. Ella lo sabía y no podía dejar de culparse por ello.
Irónicamente su marido también era celoso, pero nunca lo fue con ella. Lo fue con
todos sus amores platónicos de juventud. Alguna vez que le pilló borracho, pudo
enterarse de sus obsesiones más ocultas. Cada de una de las chicas de las que se había
enamorado, había cumplido un patrón parecido. Le había usado, le había mentido, le
había vendido la moto de que tal o cual chico no le interesaba y luego, tras liarse con
él, venía a pedirle consejo pues estaba hecha un lío y necesitaba un amigo en quien
confiar.
Para eso no tenían a sus amigas. Esas solo servían para salir. No, era más fácil el
amigo que estaba loco por ellas, que lo daría todo y que sentía como sus tripas se
revolvían al pensar que todo había sido una fantasía en su cabeza. Que la mujer a la
que consideraba inteligente, coherente y sincera, era una más.
Imaginaba obsesivamente a ese hombre de palabras vacías y despreciable tomán-
dolas, abrazándolas. Y era una imagen que le martirizaba, le quitaba el sueño, impedía
continuar una amistad con esa persona. Aunque esa “amistad” no dejara de ser la de
una persona usando a otra y pensando que con leves gestos, denotaba su buen corazón.
Y el nivel de tolerancia de él cambiaba. Las mentiras y contradicciones a las que no
daría demasiada importancia considerándolas como “humanas” y también propias de
él, tratándose de sus amores platónicos eran inaceptables. Las tachaba de personas no
válidas por el sólo hecho de haber mentido, de haberse mentido y de haber demostrado
cierto egocentrismo, tan propio de la mayor parte de las personas.
Y él cayó en el mismo error. Se casó con una mujer con la que siempre se dijo que
no tendría nada. Hablaba demasiado, siempre de sí misma, no era capaz de escuchar
y pensaba más en su apariencia que en otra cosa. Pero estaba tan desengañado, tan
harto de sueños imposibles, de anhelar mujeres con cuyas inseguridades no tendría
que jugar para seducirlas, que eligió a una solo por el tamaño de sus pechos y porque
era dócil.

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Sencillamente para tener siempre una cama caliente y alguien que supuestamente
no le daría problemas.
Pero se equivocaba. Ella tenía celos de todo, era posesiva. Sus inseguridades hacían
que siempre temiera perderle. No soportaba que tuviera amigos, vida propia, algo
que no estuviera relacionado con ella. Aparecía en el momento menos indicado para
controlarle, incluso cogió sin permiso el teléfono de todos los allegados y llamaba en
cuánto no sabía algo de él.
Y posiblemente todo viniera, por el tamaño de sus pechos. Al ver que en el instituto
todo el mundo la miraba, se le subió a la cabeza, trató con altivez a sus amigas y usó
en todo lo que pudo a sus amigos. Pasados unos años no le quedaba nadie. Apareció
él y se agarró a ese hombre como una tabla de salvación.
Lógicamente, todas las amistades de él la detestaban. A pesar de que le veían cada
meses, era imposible estar con él sin que ella llamara por alguna trivialidad y le tuviera
al teléfono media hora mientras el amigo esperaba con visible impaciencia.
A pesar de que ella estrangulaba a quien abrazaba, él no quería dejarla. De alguna
forma la quería, le había cogido cariño. Se entregaba a él con pasión, le deseaba con
locura. Y eso estimulaba su ego masculino olvidándose muchas veces de todo lo demás.
Como muchos hombres, se conformaba con cualquier cosa. Lo importante era poder
echar un polvo y que le dejaran a uno tranquilo. No conseguía lo segundo, pero lo
compensaba lo primero, al menos en un principio.
El siguiente error fue tener un hijo. Antes siempre tenía en la cabeza, que si se
hartaba, podía tomar la puerta e irse. Pero ahora el hijo le esclavizaba. Ella no quiso
abortar. Él, en un principio tampoco quiso que lo hiciera. Aún estaba algo sedado por
la lujuria satisfecha. Pero al poco tiempo se empezó a dar cuenta del error que estaba
cometiendo.
Ella, como muchas otras mujeres mediocres, egoístas, necesitadas de dar sentido a
sus vidas, decidió tener el hijo, a pesar de que notaba que su matrimonio no funciona-
ba. Que su marido cada vez estaba más alejado de ella y su deseo se iba apagando.
Luego intentó cambiar para él, cuando vio que ya no lo deseaba, que rehuía su
compañía. Dejó por un tiempo las constantes quejas, reproches, insatisfacciones por
no darle él la vida que no consiguió ella por si misma. Quiso crear un ambiente familiar
agradable para su hijo.
Durante un tiempo funcionó y él volvió a desearla. Así nació la niña.

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Parte III.

Indiferencia

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o hay juego más sádico que el de la indiferencia. No hay error mayor que el de dar
N explicaciones a quien no las merece. Es un privilegio que hay que dosificar con
unos pocos elegidos. Sólo se puede conceder a aquellas personas que han demostrado
a lo largo de los años que tienen un gran corazón, que huyen del egoísmo, que tienen
sentido de autocrítica y capacidad de escuchar.
El resto de las personas que exigen explicaciones por todo, pero nunca las dan o
mienten, merecen ser tratadas con crueldad. Y no por un mero placer sádico, sino por
pura supervivencia.
Al dar explicaciones sacas a la persona de su tormento y le das la oportunidad de
cargarlo sobre ti, de relativizarlo, trivializarlo, no entenderlo y generar en ti impoten-
cia, frustración, ira y derrota.
Con la indiferencia es completamente distinto. Cuando superas la barrera moral
en la que crees deberle a esa persona una explicación, puede contemplar desde una
posición dominante como esa persona elucubra, jugar con tu poder y disfrutar dando la
información justa, casi nunca relevante y ver como esa persona que antes te dominaba
ahora sufre sin saber por qué.
Pues la igualdad, solo la buscan algunas personas antes referidas. El resto de los
seres mortales solo buscan estar por encima y temen con toda su alma estar por
debajo. No buscan nada más trascendental o auténtico. Sólo la mera dominación
moral, intelectual o sexual. . .
Y es por ello que mostrar empatía, piedad hacia esas personas que no la han tenido
contigo, que meramente te usan y luego olvidan, es un regalo envenenado que única-
mente te perjudicará si le es concedido a quien no lo merece.
La indiferencia es hermosa, es necesaria. Te permite focalizar tu vida en las cosas
que importan, en las personas que importan. Te permite avanzar, analizar las cosas
con frialdad. Hacer un punto y aparte y soltar lastre.
Sin ella, te quedas atrapado, arrastrado por los caprichos y necesidades de las per-
sonas débiles y mediocres, carentes de escrúpulos morales, personas egocéntricas que
nunca asumirán sus errores, que siempre se considerarán víctimas de las circunstan-
cias. A personas así, es mejor aislarlas y dejarlas morir.
Pero él tardó en darse cuenta. No lo aplicó como debiera, con esas personas que amó,
pero que únicamente le usaron. Hacia esas personas siempre sentía como si les debiera
algo cuando lo único que pudiera deberles es el hermoso sentimiento que despertaron
sin saberlo y que le motivó a intentar ser mejor persona.

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Había un vínculo masoquista en que pareciera estar agradecido a quien le tortura,
aunque todo lo bueno que él hubiera podido sentir, había salido de su alma y el origen
era circunstancial.
Y sin embargo, quien no tenía culpa de nada, sus hijos, sufrían de esa indiferencia
cobarde, porque le recordaban que tenía una obligación, que no era libre, le esclaviz-
aban con su necesidad de afecto. Y todo eso no lo soportaba.
Al igual que no soportaba ya a su mujer, siempre quejándose por todo, incapaz de
ser feliz por sí misma. Extrapolando sus problemas y necesidades hacia su familia.
Pero las pretensiones de ella habían bajado y eran hasta cierto punto coherentes.
Era él, quien ahora no deseaba dar su brazo a torcer. Estaba cansado, harto. La
detestaba. Y nada le daba más placer que no hacerle caso cuando sufría. Hacer como
que no existía. Incluso a veces llegar, mostrarse brevemente afectuoso con ella, echar
un polvo y volver a ignorarla. Aprovechándose de que ella no quería rechazarle nunca,
deseaba demasiado que él volviera a ella como para negarle algo. Pero ya no había
posibilidad. Le había perdido.
A base de controlarle, de todo tipo de comportamientos desesperados para no
perderle, había conseguido con su actitud que ocurriera lo que más temía. . .

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Parte IV.

La reunión

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n el centro de la ciudad, se alza un inmenso edificio muy parecido a los que con-
E struía Stalin en las naciones conquistadas como gracioso regalo hacia sus súbdi-
tos. Actualmente los hay por todo el mundo, en cada una de las capitales de las provin-
cias donde se encuentran las administraciones locales que responden ante un gobierno
unificado. Hombres de todas las edades y razas estan reunidos en una inmensa sala.
En el centro hay un holograma mostrando el planeta tierra en tres dimensiones. No
hay casi luz, apenas pueden verse los rostros. Ya no tienen que reunirse como años
atrás en Hoteles con la excusa de llevar a cabo discusiones “intelectuales”. . .

- ¡Apenas podemos mantener el control! - dice 54


- ¡Habrá que reclutar a más guardias! - responde 32
- ¿pero como?, la población cae vertiginosamente - contesta airado 15
- Algo falla, ahora hay paz, un único gobierno. La gente debería ser feliz, repro-
ducirse, no sublevarse - dice 27
- Se suponía que al establecer una base común para controlarlo todo, una única
moneda, leyes homogéneas, todo sería más fácil - 78
- Lo es, pero las personas al perder su libertad tienen dos formas de reaccionar,
deprimirse y morir como animales enjaulados o luchar. - 33
- Ahora son más libres de lo que lo eran antes. - 12
- ¿tú crees que ahora son más libres? - 7
- Ahora no viven con el miedo a una guerra. - 25
- Quizás eso les daba razones para vivir, para luchar por algo. Tiene un lado estim-
ulante tener un enemigo. - 6
- La vida siempre plantea retos, no es necesario tener alguien a quien matar. - 98
- Puede ser, pero quizás nuestro excesivo control de todos los procesos de la vida
de cada individuo le ha llevado a reaccionar como no esperábamos. - 10
- ¿por qué? En Estados Unidos funcionaba. La gente aceptaba pérdidas de libertad
en nombre de la seguridad. Leyes para todo que controlaban su vida al milímetro. Y
amaban a su país y eran felices. -12
- No todos eran felices y poco a poco se iban dando cuenta de que no era tan ideal.
- 54
- No hay imperio sin esclavos. - 7
- No olvidemos que en la URSS no funcionaba, la gente estaba tan hastiada de que
el estado lo decidiera todo, que perdían el interés en la vida. A pesar de tener buenos

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hospitales y un sistema educativo respetable, no querían reproducirse. Las mujeres
soviéticas perdían el interés en todo. - 66
- Bueno, también hay que tener en cuenta que no se tomaban la molestia en prevenir
a sus ciudadanos de la muerte. Los aviones se estrellaban, las centrales estallaban,
mucha gente moría por causa de productos químicos utilizados en los cultivos. 41
- Eso también ocurría en China y no paraban de crecer. - 32
- Obviamente, pero China en ese momento crecía de forma exponencial. Pero mira
ahora que muchas de sus empresas y su forma de gobierno han controlado el resto del
planeta, volvemos a tener el mismo problema. - 56
- Pero no podemos volver al estado anterior de cosas, perderíamos el control. Lle-
garía algún patriota que nos impediría tener acceso a los recursos de su país. Es
sencillamente impensable. Mira los problemas que dió en el pasado ese payaso de
Chávez. - 29
- Escuchemos la opinión de 13, al fin y al cabo es el que controla la seguridad. -
expuso 2 tras un paciente silencio escuchando una discusión que no llevaba a nada.

Nadie se había percatado de la presencia de 13 hasta entonces, pero para todos era
un espíritu omnipresente. Se enteraba de todo, dado que controlaba la guardia y la
inteligencia. Sus agentes estaban colocados en todo el planeta, en cada ministerio y
ayuntamiento. Todos los miembros del consejo lo sabían y se guardaban muy bien de
tener su propia seguridad contratada. Cada corporación tenía su pequeño ejército “por
si acaso”, nunca reconocido. Eran meros escoltas. La guardia se encargaba de controlar
que cada corporación no pudiera adquirir armamento pesado. Era un acuerdo al que
todos habían llegado para evitar futuras guerras.
Toda guerra se hacía en el plano político o económico. La privatización y liberal-
ización de los mercados había llevado a la desaparición de los estados. Una persona
sólo valía lo que pudiera pagar. Había libertad total, pero como es obvio utilizada por
los poderosos para llevar a cabo todo tipo de abusos y usar como excusa las leyes de
mercado.
Ya nadie protegía a los débiles, salvo la guardia, creada y mantenida por un consejo
mundial, supuestamente democrático, donde se entraba a golpe de talonario. Para lo
único que existía el estado era para controlar la seguridad. El dinero y los servicios
fluían con toda libertad y no se quedaban estancados en ningún sitio. A pesar de cuánto
había aumentado la productividad y de la sobrada capacidad para producir todo tipo
de bienes para la población, un gran porcentaje vivía en la miseria más absoluta.

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A nadie parecía importarle, pues más del 50 % de la población tenía acceso a una
serie de bienes básicos: Comida y televisión basura. No les importaba que sólo los
ricos pudieran mandar a sus hijos a las Universidades, y tampoco parecía importarles
arruinarse en caso de tener una enfermedad grave.
Asumían, que no trabajaron lo suficiente, que no supieron ahorrar, invertir su dinero
en el seguro adecuado entre la maravillosa oferta que hay al mejor precio y calidad.
Aceptaban con calma la mediocridad de sus vidas mientras sus órganos se pudrían
y sus hijos caían en el mismo círculo en el que solo importa el mercado, el consumo.
La vida se resumía a eso. Se resume a eso.

13 habla con mucha lentitud. Conoce el efecto que eso causa en sus oyentes, ansiosos
por llegar a una respuesta pero sin poder parar de escucharle hipnotizados.

- Creo que 6 tiene razón, hay que darles una guerra. - su afirmación despierta
desconcierto. ¿una guerra contra quien? Ya no hay enemigos. Los únicos rivales son
las corporaciones que se matan por recursos y mercados. 13 continua tras apagarse el
murmullo y algunas respuestas de sorpresa.
- En la actualidad están brotando distintos grupos que se rebelan contra este orden.
Algunos son conscientes de que esta libertad es falsa, dado que casi todo se lo quedan
otros mientras ellos trabajan duro y muchas veces se quedan sin nada.
13 prosigue:
- Sería buena idea dejarles ganar.

Tras esa afirmación, los presentes estallan en gritos airados. Le tachan de blasfemo,
como si estuviera en la Edad Media y mancillara el nombre de Dios.

- Pensad, si algo nos ha enseñado la historia, es que al final son los mismos los
que gobiernan. Pero durante bastantes décadas pensarán que algo ha cambiado. Tras
ese tiempo, harán otra revolución, morirá gente prescindible y los nuevos poderes
necesitarán de nosotros dado que controlamos la producción de todo.
Los gritos se convirtieron en un murmullo reflexivo. La discusión continuó durante
semanas. . .

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Parte V.

El sacrificio

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egaló su hijo a la causa, lo abandonó sabiendo lo que le pasaría, con la excusa de
R vencer al sistema, pero con el verdadero motivo de librarse de esa responsabil-
idad. Le puso un chip para saber cuál era el proceso de reclutamiento. Para saber si
había algo que podía activar o bloquear a los guardias si éstos se descontrolaban.
No le importó mucho sacrificar a su hijo. Le recordaba demasiado a su madre, con
las mismas necesidades afectivas. Incapaz de valerse por sí mismo. Incluso si era un
chiquillo, esperaba de él ya que fuera un hombre.
De quien le había dolido separarse, era de su hija. Ella representaba de alguna
forma, el amor que siempre esperó de una mujer, puro, incondicional. Y su pequeña
hija parecía darle eso. Pensó en llevársela en cuánto tuviera la ocasión, pero no sabía
si eso podría perjudicarla a ella o a su causa.
Intentó saber dónde se la habían llevado, pero la infiltración era extremadamente
difícil. Sólo podían trabajar en los estamentos del gobierno personas fanatizadas a
quienes habían lavado el cerebro desde la infancia más tierna. Se habían encontrado
pocos casos de rebeldía tras la entrada en el “programa”. Lo poco que se sabía es
que usaban tecnología del más alto nivel para controlar cada pensamiento de los
subalternos.
Y sabía, que si abandonaba a su mujer antes de que su hijo cumpliera los siete años,
el estado declararía que ella no era apta para educar a sus hijos en soledad, dado que
no había sido capaz de salvar su matrimonio. Le arrebatarían la patria potestad y su
hijo entraría a formar parte de la guardia con toda posibilidad dada la visible caída
demográfica y la mayor dificultad para mantener el control en esa aparente calma.

A veces tenía pesadillas, pesadillas horribles. Veía a su hijo crucificado, cubierto


de sangre. Y a su hija, abusada en algún burdel de los que regentaba la guardia para
los poderosos. Se despertaba pegando gritos en la pequeña habitación que usaba para
esconderse.

Pero nada iba a detenerle. Hacer caer esta forma de gobierno era lo único que daba
sentido a su vida.
Aunque en el fondo de su corazón sabía, que unos pequeños grupúsculos terror-
istas nada podían hacer. El sistema era demasiado grande. Sólo concienciando a la
población para que pusiera fin a todo, se obtendría la victoria. Toda otra acción sólo
generaría resentimiento por parte de las víctimas inocentes que en toda guerra debe
haber.

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Parte VI.

La cena

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n uno de los restaurantes más elegantes de la ciudad se reune 13 con una hermosa
E joven.
A pesar de estar acostumbrado no puede dejar de impresionarse al verla caminar
hacia su mesa. Ella llega algo tarde, pero la espera ha merecido la pena. Lleva un
hermoso vestido de noche y al caminar le sonríe levemente jugando con sus ojos, su
forma de andar, todo ello de forma sutil pero efectiva.
Él disimula mostrando toda la indiferencia que puede, pero sin dejar de ser cortés.
Ya esta acostumbrado a seguirles el juego. A halagarlas, pero no mostrar el deseo que
puede llegar a sentir. Siempre jugando con la duda.
Ella, ante esa incertidumbre, se ve estimulada a provocarle más. A rozarle casual-
mente la mano al coger algo, a agacharse para mostrar su escote, a mesarse el pelo o
rozar con sus delicadas manos su cuello o sus hombros mientras él hace como que no
mira.
Esta es su tercera cita. Ha costado concertarla. Ambos tienen vidas muy ocupadas,
aunque ella esté obsesionada por capturar a su presa, cosa que por supuesto no quiere
dejar ver. Todo ha de seguir su juego.. . .

Ambos tienen una educación excelente y no desentonan en ese restaurante. Sus


formas son exquisitas. Hablan varios idiomas y se codean con lo mejor del mundo. Él
tiene un pasado muy humilde, pero poca gente lo sabe. Lo disimula con celo en una
sociedad oligárquica dominada por las élites que controlan el mercado. La idea ingenua
es que cualquiera puede hacerse rico de la noche a la mañana. Pero casualmente el
pastel se lo reparten al final los mismos.
Ella es de una de las familias más importantes de la ciudad. La han educado para
ser ambiciosa y trabajadora, para conseguir llegar a lo más alto cueste lo que cueste.
Él le da esa posibilidad. Por muy poderosa que sea su familia, él es la llave a algunos
de los puestos de más influencia del planeta. Y tiene acceso a la información personal
de todos los enemigos de la familia.
Sus padres no la juzgarán por lo que ella pueda estar haciendo. Al fin y al cabo, han
hecho lo mismo. Las personas son meros instrumentos para un fin mayor, el poder.
Pero en caso de que él también busque sólo mero poder, ha de darle un cebo, por
lo que quiere mostrarle cuántas influencias tiene su familia y lo rentable que podría
ser una relación meramente comercial si sus irresistibles encantos no hacen mella en
él. Nunca le ha pasado antes, pero no descarta la posibilidad. Ninguna mujer antes ha

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conseguido mucho de él, al menos que se sepa. Tiene una terrible reputación en ese
sentido.
Pero hasta ahora todo va bien. Él se muestra encantador, escucha, opina, muestra
interés, es gracioso e inteligente.
Ella intenta impresionarle sacando el tema de conversación, hablando de las per-
sonas con las que ha tenido contacto y de lo que se ha hablado, como algo profundo
y trascendental:

- Anoche estuvimos cenando con los Goldstein - él no dice nada y sigue comiendo
dándole pie a ella a que continúe.
- Hablamos de los viejos tiempos que algunos trabajadores añoran. Aquellos en los
que papá estado se ocupaba de todo.
A él parece llamarle la atención el tema, presumiendo lo que se va a decir, tantas
veces repetido. Quiere ver si ella dirá algo original o repetirá como una descerebrada
lo que la propaganda ha inculcado a las masas.
- ¿y qué dijisteis que no se dijera ya?
- Mi hermana, que es más joven e ingenua se encaró con ellos y con mis padres. Se
pasa el día leyendo y cree que no vivimos en el mejor de los mundos posibles, la muy
idiota.
Él sonríe levemente. No queda claro si lo hace pensando en la hermana o en la
hermosa y altiva joven que juzga con desprecio las ideas que no son suyas. Le da pie
a que continúe con su monólogo.
- Lo interesante es que como es tan joven, no recuerda lo corrupto que era el estado,
todos los recursos que se perdían en funcionarios inútiles, en burocracia, ayudas a
quienes no las necesitaban. No ve la eficiencia actual que hay en todo. No es consciente
de la libertad que vivimos. Ahora cada persona tiene justo lo que merece. Tiene más,
el que trabaja más. No me da pena la gente que esta en la miseria. Sólo han sido unos
vagos que se han pasado la vida delante de la televisión mientras bebían.
Al final él responde algo. Siempre mantiene el control y es difícil atisbar alguna
emoción en sus palabras. Pero claramente, algo le ha molestado:
- ¿puedes responderme a una pregunta? ¿te has ganado con tu sudor la casa en la
que vives, los vestidos que llevas, el coche que conduces?

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Ella se queda sobresaltada. No esperaba esa respuesta. Él siempre es atento y parece
comulgar con lo que ella piensa.

- No, pero lo haré en breve. En cuanto termine la carrera. Nadie me ha regalado


las horas que he pasado estudiando idiomas, asignaturas, preparándome un futuro.
- ¿crees que podrías haber hecho lo mismo si hubieras tenido que trabajar desde
que cumpliste dieciséis años?
- Por supuesto - dice ella con altivez - soy una chica trabajadora y ambiciosa. Me
hubiera costado más, pero creo que lo habría conseguido igualmente. Muchas de las
personas más ricas del planeta tuvieron comienzos humildes.
- Eso es cierto, pero mira cuántas partieron de esas condiciones y cuántas no.

Ella se pone a la defensiva.

- Me sorprende que tú, que estas a cargo de la integridad de este sistema, manifi-
estes esas ideas.

Él duda, le puede salir mal este momento de sinceridad. Pero parece que le da igual.

- No me interpretes mal, el otro sistema era peor, daba a quienes no lo merecían.


Y al fin y al cabo, es imposible que un sistema funcione si los padres no pueden dejar
nada a los hijos. Perderían su principal motivación para ser emprendedores.
- Te estás contradiciendo entonces.
- No, sólo digo, que mucha gente tiene lo que tiene sin merecerlo. Que sea un sistema
estable que produce dinero no quita que tenga su lado injusto.
- ¿qué harías entonces? ¿desheredar a los hijos ricos? ¿poner un impuesto que no
dejara nada que puedan invertir en nuevas ideas?
- No, pero es una idea que suena de lo más divertida - sonríe él con perveridad -
Creo que estimularía mucho a los jóvenes mimados a trabajar duro y dejar de drogarse
todas las noches mientras se lo pasan bien con todas esas personas ambiciosas que
mercadean su cuerpo por favores político-económicos.
- No son así todos, ni la gran mayoría. Además, se prostituye quien quiere. Siempre
se puede tener un trabajo honesto.

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- Bueno, se ha demostrado que los hijos de las clases altas, suelen tener problemas
parecidos a los de las clases bajas. Unos por tener demasiado y otros por no tener
nada. ¿consideras que la prostitución no es un trabajo honesto?
- ¿tienes algo en contra de la gente rica? - dice ella perdiendo un poco el control.
- No he dicho eso, al fin y al cabo son los que hacen que el mundo avance.
- Tú lo has dicho, cosa que no hacen esos borrachos que se pasan el día viendo la tele.
Por mucho que pongan sus manos para el trabajo, son completamente sustituibles. Y
respecto a la prostitución, me dan asco y pena las personas que venden así su cuerpo
y que no son capaces de ser amados sin pagar.
- Todos somos prescindibles. Lo más peligroso es pensar que no.
- Tu también entonces.
- Por supuesto. Yo más que nadie.
- ¿por qué?
- Porque son muchos los que desearían prescindir de mí - dice él con una sonrisa
malévola. Ella también sonríe y así le quitan hierro al asunto. Han terminado de ce-
nar y él le propone bailar al ver la mirada de ella hacia las parejas. Todo un truco de
indirectas sutiles.

Le agarra firmemente de la cintura y la acerca para un lento tango argentino. Ella


domina varias formas de baile. Él también. Bailan con armonía y lentitud. Ella siente
su fuerza y seguridad y se deja llevar. Por un instante olvida sus ambiciones y disfruta
con la música, con el cuerpo de él pegado al suyo.
Por un momento, desearía una vida sencilla, desearía enamorarse, casarse como
han hecho ya algunas de sus amigas al creer encontrar la pareja perfecta o el partido
perfecto para sus ambiciones.
Se acuerda de todas las chicas, amigas, conocidas de la familia, que han llegado a
los treinta años y tienen un pánico horrible a quedarse solas. Todo porque jugaron con
sus candidatos unas, porque no sabían lo que querían otras. Y ya con esa edad, todos
los que valían la pena se han casado y ellas, por no estar solas terminan con cualquier
infeliz, que tiene una posición económica desahogada y una familia poderosa detrás,
pero ningún atractivo personal.
Por un momento, desearía amar y no pensar en nada más. Ni dinero, ni ambiciones,
conspiraciones, pactos familiares. Nada.

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En ese instante empieza a olvidarse de todo y sólo desea que él la bese, que la abrace
y la desee, que se fundan en una sola persona. Está bailando con uno de los hombres
más poderosos de la tierra y apenas puede contener su emoción.
Él la besa levemente en los labios mientras ella tiembla. Aparta su boca de la de ella
y continúa bailando como si nada hubiera pasado. Ella queda colgada de sus brazos
como un maniquí. Sigue el baile instintivamente pero ha perdido sus fuerzas, su pasión
en el baile. Él lo nota y le propone tomar una copa en la barra y descansar.
Ella le propone que salgan y vayan pasar la noche juntos. Se sorprende a sí misma
con ese impulso tan directo y nuevo para ella. Él acepta y van a un Hotel. Nadie sabe
dónde vive y pretende mantenerlo.

La noche se vuelve salvaje, como nunca había sido para ella. Esta hipnotizada, en-
loquecida. Se pliega a los caprichos y fantasías de él y poco a poco todo degenera. Su
cuerpo termina lleno de cortes, moratones. No hay delicadeza en lo que fue un fino
rostro y un maravilloso cuerpo.

Tarda en darse cuenta de lo que ha ocurrido. Cuando se despierta todo le duele.


Se mira al espejo y chilla horrorizada. ¿qué ha hecho? ¿era eso amor? ¿deseo? ¿mera
locura?
Busca, pero no le encuentra. Lo que sí encuentra es una grabación. En ella contem-
pla lo que ocurrió anoche. Sólo se la puede ver a ella. El vídeo es concienzudo en ese
sentido. En ningún plano se le ve a él. Al final del vídeo, un comunicado:

Con los débiles a los que tú y tu familia despreciáis tengo algo piedad, pero imbéciles
que creen poder utilizarme, ninguna. Tu familia es mucho menos poderosa de lo que
te hace creer. No tienen ningún poder sobre mí. Pero ahora yo lo tengo sobre ti. A
partir de ahora, trabajarás para mí o toda tu reputación se acabará. No habrá futuro
para ti, como no lo hay para todos los “vagos” que sólo ven la tele. Verás que todo tu
esfuerzo no servirá de nada si así me place.
Y respecto a lo que dijiste de la prostitución. Disiento. Esas personas son mucho
más honestas que nadie en tu familia. Alquilan su cuerpo y cobran por ello. Nada hay
más sincero que esa acción. Tú y los tuyos os aprovecháis de lo que algunos incautos
pudieran sentir y les exprimís hasta que estallan. Y sin embargo aún hay idiotas que
os consideran gente respetable. Y lo peor de todo, es que pensáis que lo sois y os per-

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mitís juzgar a los que están por debajo a nivel económico.

Hoy había aprendido varias lecciones. La que más le chocó fue la menos relevante
de todas. Ese hijo de la grandísima puta. . . tenía humanidad.
Y con casi total seguridad, no volvería a pensar en amar. . .

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Parte VII.

Una emboscada

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os años pasan. Las estadísticas de suicidios aumentan, como las de los asesinatos
L y el maltrato familiar. Nadie parece enterarse. Aunque el acceso a la información
es público, ningún periódico relevante muestra interés en publicarlo. “No es noticia”,
dicen. Detrás de cada periódico hay un Lobby. Como ya mencionara Orwell acerca
de lo ocurrido en la guerra civil española, los periodistas son meros mercenarios que
cuentan la mentira por la que les pagan. Y cuando mueren todas las personas que han
vivido esos sucesos, solo queda la mentira del bando ganador. Y las personas prefieren
creer lo que dicen los grandes medios a buscar la información por su cuenta. Reina la
pereza, la decadencia. Todo el mundo asume esa realidad como la única verdadera. Es
lo que les han vendido y la propaganda se ha cuidado mucho de no mostrar ninguna
otra realidad perturbadora. En la televisión casi todo lo que se muestra son noticias
del pasado, la decadencia y crímenes del comunismo, el nazismo, la pobreza vivida en
los países proteccionistas.
La racionalización llevada a extremos ha desencandenado en volver a aplicar las
leyes eugenésicas. Todo aquel que nace con alguna deficiencia es esterilizado y llevado
a campos de trabajo dónde muere pronto. Se evita a toda costa que el estado tenga
que mantener a personas inútiles. También se impide que personas que tomen drogas
o beban más de la cuenta puedan tener hijos. Todo gracias a unas leyes perfectamente
racionales que buscan el bien común.
Según los estudios de algunos economistas, la legalización del aborto fue la conse-
cuencia de que se redujera la delincuencia en Nueva York años más tarde. Y el que
Ceaucescu forzara a las rumanas a tener hijos, motivo de su caída, dado que esa
sobrepoblación posterior en Rumanía de hijos no deseados, llevó a su derrocamiento
entre otros motivos.

Y fueron todas esas personas, que en pos de un bien común iban a ser apartadas o
eliminadas, las que formaron la masa crítica de un movimiento de resistencia. Unos
para sobrevivir a la muerte física, y otros, no perseguidos, para sobrevivir a la muerte
espiritual.
En un bosque cercano a uno de los edificios de Stalin (como los llamaban los insur-
rectos, aunque ninguno recordara ya por qué. La educación recibida por la mayor parte
de la población estaba orientada a desempeñar un oficio. Todo demás conocimiento
era prescindible) se preparan para recibir a un convoy de la guardia. Disponen de
aparatos que interferirán en las comunicaciones por radio. Y de trampas portátiles
para vehículos.

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Sólo quieren recuperar a un hombre. Todos los demás pueden morir. Saben que son
tres vehículos y los observadores ya han anotado en cual va su objetivo.
El primer vehículo tropieza con la trampa y se detiene bruscamente. Caen disparos
desde los árboles y laterales. El objetivo está en el segundo vehículo, los otros dos
estallan, consiguiendo solo algunos hombres salir de ellos.
Supuestamente son los hombres mejor preparados para el combate. Pero como su
entrenamiento se ha focalizado en su lealtad y fanatismo, son valientes, pero irra-
cionales. No conciben retirarse y avanzan hacia la muerte sin dudarlo.
Los mercenarios que trabajan para las corporaciones eliminando posibles focos de
resistencia dentro de su compañía como directivos descontentos o sindicalistas mo-
lestos, son mucho más eficientes, pero a cambio, sobornables e inestables.
Capturar a la presa viva tampoco es fácil, dispara sin piedad a todo lo que se mueve.
Pero ya había un francotirador preparado sólo para él con un dardo sedante.
Ningún guardia intenta rendirse y luchan hasta estar todos muertos.
Apagan a toda prisa los fuegos que han aparecido con la esperanza de que tarden
un poco en darse cuenta de que ha habido un ataque.
Se alejan tras escanear el cuerpo de su presa en busca de algún dispositivo de
localización. Encuentran uno y lo anulan.
Le llevan a un zulo no muy lejos de allí. Lo han estado preparando durante bastante
tiempo en espera de tener todo listo para secuestrarle.
Son dos pequeños cuartos, en uno de ellos estará encerrado él. No hay ni dónde
dormir. Sólo una silla. En el otro, tienen distintos dispositivos electrónicos.
Lo primero que hacen es extraer la información del chip que puso su padre conectado
a las sinapsis cerebrales y que ha estado grabando durante los últimos años todo lo
que él veía y oía.
Posteriormente lo envían a distintas células para que sus científicos analicen toda
la información. Con suerte, en breve conocerán la manera de controlar a la guardia y
podrán llegar al poder con un mínimo derramamiento de sangre.

Tras décadas viviendo en una sociedad individualista y consumista, dónde la vida


humana no vale nada y todo se mide en función de su precio, estos hombres y mujeres
contemplan una nueva esperanza y no pueden ocultar su felicidad.

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Parte VIII.

Non, Je ne Regrette Rien

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Un cuarto a oscuras, con algunos libros y un par de botellas vacías. Suenan can-
ciones de antaño, de Edith Piaf. Una tras otra, las más representativas. Un hombre
susurra las canciones. Se las sabe de memoria.

- No me arrepiento, no, no me arrepiento - dice con voz queda.

Recuerda todo por lo que ha pasado en los últimos años. Recuerda a su mujer y
a sus dos hijos. Está harto de hacerlo, harto de recordar. Prefiere pensar en cuándo
era joven, en los besos y abrazos de algunas de sus novias. En cómo cerraban los ojos
cuando les acariciaba el rostro con ternura, en la timidez, en el cariño, en la soledad,
el anhelo.
También en los celos, en estar siempre obsesionado con la misma mujer, año tras
año. Pensar una y otra vez en lo que debió decirle y no se atrevió por no destruir
las pocas esperanzas que le quedaban con ella. A pesar de que las mismas frases
martirizaban su cerebro día tras día a lo largo de los años. . . “no somos amigos”.
Era como si ella siempre quisiera pensar que podían ser amigos, que el soportaría
lo que sentía por ella, aceptaría sin chistar su rechazo, pero estaría allí cuando ella
le necesitara. Era lo que le martirizaba, se repetía en su cabeza. Le obsesionaba no
habérselo dejado suficientemente claro. Que no se puede tener todo. Que no se puede
pedir lo que no se da.
Y cómo, cada vez que estaba con otra mujer, se acordaba de ella con más intensidad
que nunca, sentía como si la traicionara, no era capaz de entregarse, todo lo hacía de
forma mecánica, como un animal.
Y ahora años después, recapitulaba sobre su vida, sobre la familia que creó y
traicionó, junto a muchos de sus compañeros. Y se repetía una y otra vez que no
se arrepentía. Que hizo lo correcto.
Y al final, solo quedaba la soledad.
Pero cuando estaba con ellos, tampoco funcionaba. Trabajaba 12 horas al día para
intentar pagar la hipoteca, el seguro médico y otros gastos que iban surgiendo como la
educación de sus hijos. Si claro, podría haber estudiado para ganar más dinero. Pero
no todo el mundo tenía diez años de sueldo íntegro para pagar la Universidad.
Solo los privilegiados de las familias pudientes y un reducido porcentaje de genios
becados para dar prestigio a la Universidad. Los demás mortales, por mucho que
trabajaran, se quedaban fuera.

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Te dejaban llegar al río pero no beber. Y eso debía cambiar. . .

Alguien entra en la habitación en silencio. Él continúa escuchando la canción de


Edith Piaf y repite el estribillo “Je ne regrette”.

- Si, si me arrepiento. . . - dice de repente con voz triste.

Suena un disparo y él cae. Una voz femenina susurra en su oído del que mana
sangre. . . “arrepiéntete”
Sus ojos se abren levemente mostrando un último momento de lucidez. Y al poco
tiempo sus pupilas se dilatan y su boca exhala un último suspiro.

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Parte IX.

La caja

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na sala pequeña. Se encuentra un hombre completamente maniatado, confuso,
U frustrado. No comprende cómo les han pillado. Se pregunta qué ha podido ocur-
rir.

Aparece 13. . .

- ¿cómo lo habéis hecho?


- Si te lo cuento, no saldrás vivo de aquí, salvo que nos ayudes.
- Dudo que lo haga - dijo él con desafío.
- Yo en cambio tengo mucha fe en que lo harás - dice 13 sonriendo de forma extraña.
- Entonces cuéntamelo, porque está claro que vivo no saldré y tampoco voy a
colaborar.
- Es sencillo. Localizamos el chip que pusiste a tu hijo y gracias a ingeniería genética,
genera un campo único que hizo que en todo momento pudiéramos localizarle. Las
células cuyos movimientos podemos dirigir y orientar, eran las responsables de ese
campo único y detectable con la tecnología adecuada.
- ¿y por qué le dejásteis entrar?
- Porque así él espiaría lo que quisiéramos, vosotros enviaríais esa información a
todas las células. Información que podríamos rastrear con mucha facilidad pues tu
hijo vio sólo lo que quisimos que viera.
- Así que su entrenamiento fue falso desde el comienzo.
- Sí, por eso ahora que le hemos usado, no nos sirve para nada y será eliminado.
- ¡No puedes enviarle a la caja! ¡No ha hecho nada!
- ¿cómo sabes lo de la caja?
- Mucha gente desaparece. El nombre del sitio, era cuestión de tiempo.
- En cualquier caso olvidas que tu hijo ahora sabe demasiado y por el bien común,
tiene que morir.
- Para vosotros el fin siempre justifica los medios.
- Digámoslo asi - responde 13 con voz algo triste.
- ¿dudas?
- No dudo, te doy la razón.
- Pareciera que no te gusta - dice el preso con sorna.
- Tienes razón. Pero es lo que hay. . . - dice pensativo 13 - mientras que tiene la
mirada vacia - ¡dejémonos de historias! ¡hablemos de negocios!
- Claro, hablemos - responde él fingiendo entusiasmo.

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- La sociedad actual está en declive. Tú y tus locos ganaréis algún día, pero no
gracias a vuestras pobres acciones, sino cuando la gente no pueda más con esta libertad
opresiva que ya nadie se cree.
- Hablas como un rebelde.
- Hablo como alguien que siempre ha sabido en qué bando estar. Pero tienes que
entender una cosa. Tus locos imbéciles no pueden seguir existiendo, son demasiado
fanáticos, carecen de ideas realistas y al llegar al poder sólo conseguirían una reacción
contraria entre la gente.
- Eso no puedes saberlo.
- Se más de historia que tú por lo que veo. Mira la revolución francesa, la revolución
bolchevique. Generaron tanto odio que el régimen que pretendían derrocar volvió
reforzado. Hizo falta medio siglo para empezar a hacer las cosas de forma moderada.
Fue el vivo ejemplo de qué ocurre cuando intelectuales que únicamente sabían leer
libros y escribir discursos se enfrentaron al hecho de gobernar personas. Y cuando
la gente reaccionó en contra de sus teorías, decidieron exterminarla en pos del bien
común para amoldar a los supervivientes aterrorizados al ideal que perseguían. Pero
todo fue vano.
- Eran otros tiempos.
- Por mucho que nos engañemos, no nos diferenciamos mucho de las personas de hace
miles de años. Nos guían las mismas necesidades y problemas, los mismos egoísmos y
ambiciones. Las mismas bajas pasiones. Que quieras pensar que el hombre actual es
más “civilizado” me parece engañarse a uno mismo.
- Antes los hombres todo lo resolvían mediante la violencia. Ahora se buscan otras
alternativas.
- ¿de veras? ¿cómo lo que hicisteis con tu hijo? Le sacrificaste sin escrúpulo alguno.
Le usaste como cobaya. Matasteis a todos esos hombres.
- No quedó más remedio.
- Gandhi se reiría de tus palabras. Y has hecho lo mismo que los que están en el
poder. Justificar el fin mediante los medios.
- Bueno, ¿me has secuestrado para charlas filosóficas? - responde él cuando se queda
ya sin argumentos.
- No. Te voy a decir lo que vamos a hacer. Dentro de un tiempo, se os dejará
ganar, dado que vuestra victoria es sólo cuestión de tiempo. Se volverá a ese estado
proteccionista que reclamáis, pero yo y muchos de nosotros, os daremos la clave de
ese poder.

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- ¿así de fácil?
- Casi. Queda una cosa. Hay que sacrificar a los idiotas, a aquellos puristas del
pensamiento único que sólo generarían matanzas.
- Esos son muchos.
- Lo se. Sólo se os dejará vivir a unos pocos, los justos que transmitan la idea y que
utilicen a los muertos como mártires para que la idea tenga fuerza.
- Otra vez el fin justifica los medios.
- Si, pero tendrás más poder del que jamás soñaste y podrás llevar a cabo tu idea.
- A costa de muchas vidas inocentes.
- Nadie es inocente y menos aquel que sólo espera llegar al poder para llevar a cabo
una carnicería.

Por todo el planeta salen de las torres de Stalin miles de guardias. Sincronizados.
Asaltan cientos de edificios y atrapan a sus ocupantes. Son llevados a las torres con
la máxima celeridad, sin disimular nada. No se celebran juicios ni se menciona nada
en la prensa. Son calificadas como detenciones habituales. Aquella noche, millones
de seres humanos, son conducidos en fila, desnudos hacia una gran sala. Es un cubo
perfecto, de las paredes se desprende un brillo rojizo y hay un extraño olor.
Niguno sale. . .

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Parte X.

Amistad

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ras la lección recibida por 13 se encontraba completamente descolocada. No sabía
T qué hacer. No le apetecía ver a su familia, dar alguna explicación de lo suce-
dido. Tenía que pensar y no podía hacerlo en ninguno de los sitios a los que estaba
acostumbrada. Siempre encontraría a algún conocido o “amigo”.
Dudaba si tenía amigos. Varias de sus amigas habían tenido contacto con 13 antes
que ella. Ahora pensaba que todas habían sido reclutadas, y por qué no, sus amigos
a través de ellas. Nunca les escuchó hablar mal de él. Todo eran silencios cuando se
sacaba el tema o alguna frase neutral.
Y ahora empezaba a tener significado. Sus propios amigos le habían hecho la cama.
Ya no podía confiar en nadie. Sus padres siempre se lo dijeron, pero nunca pensó que
llegaría a esos extremos la realidad.
Y se fue dónde nunca la buscarían. A un barrio proletario. Alquiló una habitación
barata sorprendiéndose a sí misma por las condiciones del sitio dónde viviría algún
tiempo.
Iba con frecuencia a los parques, dónde podía ver a los niños de los demás. Empezó
a sentirse vacía por no haber tenido hijos aun, a pesar de ser muy joven. Ni siquiera
había terminado la carrera. Pero envidiaba a esas madres que contemplaban a sus
hijos con atención, a pesar de las vidas tan difíciles que podían llevar.
Sólo ahora se planteaba que quizás no era tan fácil llegar a fin de mes para muchas
personas. Que en el estado totalmente liberalizado, dada la demanda y oferta de
trabajo, las personas menos preparadas no iban a recibir nada. Lo veía al contemplar
las hileras de trabajadores que iban a las fábricas, con ropas raídas.
Hasta entonces todo eso no lo había visto en esos medios que leía con voracidad,
desde los centros comerciales en los que se gastaba grandes sumas de dinero en ropa y
joyas. Había estado completamente ciega y repetía como un loro lo que sus familiares
y mentores le habían dicho toda su vida.
Y a base de ir al mismo parque que alguna corporación había regalado para mejorar
su imagen, construido con los materiales más baratos y completamente abandonado
tras la foto de rigor, conoció a otra mujer, algo más mayor que ella, solitaria, que
observaba a esos niños ajenos con profunda melancolía.
Tras verse día tras día por las tardes, ya que ella trabajaría, empezaron a saludarse
y no mucho más tarde empezaron a hablar.
Cada una a su manera había sufrido la crueldad de un hombre. Su común desgracia
hizo que se sintieran muy unidas, a pesar de que en otras circunstancias su diferencia
de clase, hubiera significado una gran barrera.

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Y poco a poco, fueron ideando un siniestro plan

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Parte XI.

13

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n amplio apartamento, con los últimos lujos y comodidades. Le falta quizás ser
U más acogedor. Es sencillamente moderno, con lo más selecto que se puede com-
prar. Nada es dejado al azar y parece más un escaparate que un sitio para vivir y tener
una familia.
Una mujer ve la televisión con un suntuoso vestido. Un cigarrillo cae lánguidamente
de sus dedos, mientras la otra mano sostiene un vaso con licor.
Está viendo “Qué bello es vivir”. La maravillosa escena en que los protagonistas
intentan hablar con un amigo común, novio de ella a través del teléfono, mientras sus
rostros se acercan y ambos se ponen muy tensos. Ella está claramente enamorada, él
lo va descubriendo por momentos.
Es una de las escenas más románticas de la historia del cine. Sencilla y perfecta.
A ella se le saltan las lágrimas y con manos temblorosas acerca el vaso a su boca.

Su marido llega tarde, muy tarde. Ha estado trabajando todo el día. Ella tiene una
jornada laboral más normal. Cuando ve la copa, se ve en su rostro ira contenida. No
quiere decir nada, no desea gritar, pero todo se ve en el brillo de sus ojos. Ella lo sabe,
pero le da igual. Ni le mira, continúa con la película.
Él apaga la pantalla para enfado de ella.

- ¿por qué?
- ¿por qué. . . qué?
- He intentado proporcionarte todo lo que querías.
- Si, pero nunca estás en casa.

Él parece enfurecerse por momentos, pero intenta no perder el control.

- Querías vestidos, porque cuando eras una adolescente no podías vestir como las
demás, querías muebles caros, querías un buen coche, querías un apartamento en el
mejor sitio de la ciudad. ¿cómo crees que se paga eso?
- Yo no sabía que para ello no podría ver a mi marido.
- Claro, tú solo pides, te quejas, muestras tu eterna insatisfacción, pero no entiendes
que todo en esta vida requiere de un esfuerzo, un sacrificio.
- Por supuesto, es todo culpa mía - dice ella con resignación.
- Yo no he dicho eso. Sólo intento decirte que no se puede tener todo.
- Entonces deja el trabajo, que todo vuelva a ser como antes - suplicó ella.

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- ¿ahora? ¿cuándo estoy a punto de alcanzar un alto cargo de la seguridad mundial?
¡tu estás loca!
- Si, estoy loca - dice ella herida, con voz cada vez más baja.
- Perdona, no quería ofenderte. Pero tienes que entender, que perder ahora esta
oportunidad, sería una lástima.
- Entonces no lo haces por mí ni por mis caprichos, lo haces por tí.
- No exactamente. Empecé todo eso por ti, para hacerte feliz, pero descubrí que
también le daba sentido a mi vida progresar en mi carrera, que era la forma de ganarme
tu amor y respeto.
- Eso eran chiquilladas. Ahora lo único que necesito es que estés más a mi lado.
- Creo, que si estoy más a tu lado, será contraproducente. No te ayudará. Tienes
que aprender a valerte por ti misma, a tener vida propia.
- Tengo trabajo y amigos, sólo reclamo algo más de tu tiempo.
- Creo que dependes demasiado de mí.
Ella decidió callarse. Veía que no lo entendía. Él se fue a la cama, ella prefirió con-
tinuar con la película. El final le pareció demasiado ingenuo. Le molestó y se fue al
baño.

Se levanta por la mañana y encuentra la cama vacía. Se dirige rutinariamente al


baño sin pensar todavía en ello. Encuentra a su mujer en la bañera, completamente
inmóvil. Su brazo cae a un lado y en el suelo hay un gran charco de sangre seca. Él se
queda inmóvil, sin saber qué hacer. Saca el cuerpo de la bañera y lo abraza, acaricia
los cabellos mojados. Cuando no puede más pega un grito espeluznante.

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Parte XII.

Venganza

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raíz de sus encuentros, decidieron asociarse para acometer su venganza hacia los
A hombres que las habían perjudicado. Brigitte se infiltraría en la resistencia para
encontrar a su antiguo marido y Sofía, haría creer a su nuevo jefe, que le seguía la
corriente hasta encontrar su punto débil.
Cada una representó su papel a la perfección y parecieron servir a los ideales de
muchos de los suyos.
Intercambiaban información. Así cada una de ellas hacía méritos para escalar. De-
nunciaban las posiciones de los líderes importantes haciéndose muy valiosas en sus
respectivas organizaciones.
Constantemente se producían matanzas en ambos bandos. Y ellas se hacían cada
vez más poderosas.

Las mujeres crean vida, mientras los hombres se matan. Ese era su lema y la matan-
za el justo castigo.

El mundo iba entrando en una anarquía cada vez mayor. 13 parecía satisfecho con
el trabajo de ella y no abusó de su poder de dominio para obtener algún favor sexual.
Ella suponía que no le debían faltar candidatas ebrias por su imagen de poder o
ambiciosas.
Brigitte no olvidó a sus hijos a pesar del odio hacia su marido. Intentó averiguar
dónde estaba Josephine, dado que quizás tendría más posibilidades de salvación.
El programa de reinserción diseñado para todos los niños provenientes de familias
problemáticas, financiado íntegramente por algunas corporaciones, buscaba sacar el
máximo beneficio de su inversión. Y según las aptitudes físicas e intelectuales se iba
orientando a esos niños a un oficio u otro.
Como alguien debía pagar su manutención y educación, que en el fondo solo bene-
ficiaría en el futuro a esa corporación y no al individuo, se les daba un préstamo, que
debían devolver durante las siguientes décadas.
Los precios de toda esa organización estaban inflados, pues las corporaciones pacta-
ban entre ellas para que no hubiera competencia.
Y los niños, desde su más tierna infancia, debían dinero, como ocurrió durante
décadas con los países del tercer mundo, cuyas deudas siempre fueron imposibles de
pagar y el dinero prestado, utilizado para el beneficio de unos pocos.
Josephine era muy guapa y nadie dudó en mostrárselo. Siempre la adulaban y le
enseñaron todo acerca de la belleza y la seducción. Su mundo se resumía a eso. A

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estar siempre guapa, a gustar a los demás, a agradar con la voz, con la mirada, con
la conversación. A ser sofisticada, sutil, amable.
Las adulaciones, el ser el centro de atención de muchos, mitigaban en parte lo mucho
que echaba de menos a sus padres y hermano.
Y pronto, su fina inteligencia le hizo darse cuenta de que todo eso no valía nada. Y
decidió adquirir otros conocimientos, acudir a la sabiduría del pasado, a los libros, que
eran relativamente fáciles de encontrar en la red, gracias a un puñado de entusiastas.
Las hermosas historias de amor que descubrió a través de Balzac, Dumas, las ideas
de emancipación de Ibsen o D.H. Lawrence, la filosofía política y económica de Marx.
Todo ello le llevó a tener una visión algo distinta a los suyos.
Le dio una conciencia distinta de sí misma, llenó parcialmente el vacío de su vida,
al ver que había otras formas de vivir, de amar, de pensar, de actuar. No todo era
gustar a los demás. No todo era belleza.
Y aunque su instinto de supervivencia le llevó a continuar llevando a cabo su papel,
en su interior la vida avanzada de otra forma. Sus planes empezaban a ser distintos y
pensaba en cómo llevarlos a cabo.
Cada día, veía la vida de forma más positiva y pensaba en un gran futuro. . .
Su madre la encontró trabajando como “escort” sin que ella pareciera ser del todo
infeliz haciéndolo. Asumiendo el rol que le habían educado y llevando a cabo un
pensamiento propio en lo más profundo de su ser. Y tenía la ventaja de que se mentía
menos a sí misma que muchas otras mujeres, que se casaban por dinero, pero lo
llamaban amor, que se aprovechaban de los hombres y lo llamaban amistad.
Era mejor que todas ellas y no se lo ocultaba a sí misma por esa pequeña porción
de orgullo, para soportar que alguien la señalara.

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Parte XIII.

Interrogatorio

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a aparición de su madre, supuso un cambio radical en su vida. Apenas la recordaba
L y el encuentro fue frío, pues no sabían ni de qué hablar. Pero ambas se alegraban
por haberse reencontrado. El único problema es que atrajo la atención de la guardia.
Brigitte, llevaba tiempo siendo vigilada.
Nadie sabía que fuera agente doble. Sólo Sofía, que ocultaba su nombre a todos,
incluido su jefe, que lo aceptaba sin protestar.

Un coqueto apartamento, con un solo dormitorio en un salón con cocina americana


y una barra para servir copas. Hay cortinas rojas, no muy llamativas, pero elegantes.
Alfombras, muebles llenos de libros. Los clientes al entrar, siempre se sorprenden al
ver que una mujer de su oficio colecciona libros antiguos. Siempre les dice que le gus-
tan como adorno y los clientes parecen satisfechos con esa respuesta. Tiene la teoría
de que temen a una mujer que piense, que les analice, que tenga la capacidad de juz-
garles, no sólo mediante el sexo sino gracias a una buena capacidad de razonar.

Entra la guardia y se la encuentran leyendo tranquilamente y tomando un zumo.


La cogen sin más dilación tras amordazarla y taparle el rostro con una bolsa de tela.
Es llevada a una de las torres de Stalin y metida en una sala de interrogatorios. Está
muy asustada, apenas puede respirar a través de la bolsa y la tela se pega a su nar-
iz que absorbe el aire con ansiedad. Por fin suena una voz, completamente desconocida.

- Hola hermana.

Ella por un momento deja de respirar, no sale de su asombro.

- ¿tú? ¿qué haces aquí y por qué lo estoy yo?


- Porque tenemos serios indicios para pensar que trabajas para un grupo terrorista.
- ¿yo? Yo sólo trabajo como “escort”, ¡como me educaron desde cría!
- No le eches la culpa a los demás de tus propias decisiones. Vivimos en una sociedad
libre.
- Oh si, por supuesto. No hay más que verte a ti - repuso ella con sarcasmo.
Su hermano no se inmuta. Su entrenamiento, todos los cambios genéticos, le inducen
a no sentir prácticamente nada.
- Bien, ¿quien es tu contacto?
- No se de qué me hablas, no tengo ningún contacto. ¡Solo trabajo!

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- Ya lo creo, trabajas muy bien y tienes entre tus clientes a muchos altos cargos del
gobierno. Y tu madre, nuestra madre, lleva tiempo siendo vigilada por sus actividades
del todo sospechosas y sus contactos con terroristas.
- Entonces, ¿por qué no la detenéis a ella y sí a mí?
- Todo a su debido tiempo. Primero se empieza por los peones.
- Que profunda metáfora para un descerebrado como tú.
- Veo que no estás dispuesta a colaborar. Lo haremos de otra forma.
Al instante entró un equipo médico con maletines. Le inyectaron drogas y conec-
taron diversos dispositivos a su cabeza.
Se repitieron las mismas preguntas. Ella respondía lo mismo, dado que nada sabía.
Todos estaban frustrados. No concebían el haberse equivocado. Era todo demasiado
obvio.

Su ira, su irracionalidad, les lleva a golpearla salvajemente. Ella intenta cubrir su


cuerpo desnudo en posición fetal, mientras le dan patadas en todas partes. Su rostro
es desfigurado, pierde varios dientes. Su hermano es el que con más ira golpea.
Se intenta abstraer en su mundo, a lo que leyó en tantos libros y su dolor es algo
más llevadero. No hace nada más que soportar los golpes estóicamente. Por fin paran
y la dejan tirada en la puerta de su casa. Nadie sospechará, pues es algo normal pegar
a una puta y así lo verán todos.

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Parte XIV.

Perdón

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ofía fue escalando cada vez más. Salvó a su amiga de un triste final gracias a su
S poder. Nadie supo de dónde había venido la orden, pero fue acatada.
Y preparó su plan de venganza. 13 parecía confiar en ella plenamente, tras los
grandes progresos que habían hecho en materia de seguridad. Aunque el plan de usar
al hijo no había sido idea suya, fue gracias a ella, que el padre pudo encontrar al hijo
e intentar averiguar algo.
Y también gracias a ella, el hijo fue liberado para dar satisfacción a su madre,
aunque no dejara de ser un criminal uniformado.
El guardia, abandonado por los suyos, se encontraba perdido, se sentía traicionado.
Lo había dado todo a la causa y sólo le habían utilizado.

Un vagabundo mendiga en las calles, una hermosa señorita pasa a su lado y le mira
con piedad. Al instante le reconoce y en sus ojos por breves momentos aparece una
expresión de horror. Al final le da algo de dinero. Al día siguiente le trae unas mantas
y comida. Él no entiende nada. Nadie había sido tan generoso con él hasta entonces.
Era visto y tratado como escoria, como alguien que estaba así porque le gustaba. Y
en parte era cierto. No tenía ganas de luchar. Su vida había sido la guardia y ya no
le quedaba nada. Sólo su frustración, un sentimiento que apenas había conocido hasta
entonces.
La señorita que le trata con tanta generosidad, impropia de los tiempos individualis-
tas y materialistas actuales, siempre se tapa el rostro. Él tampoco la mira demasiado.
Siente vergüenza de sí mismo, de que le reconozcan.

Pero mientras tanto, las desapariciones en masa para mantener el control han em-
pezado a hacer mella en la población. Ya nadie se cree las mentiras del gobierno y el
descontento reina.
Tras décadas de pasividad motivada por la satisfacción superficial del consumismo,
la gente vuelve a sentir rabia por estar siendo utilizados, manipulados, metidos en una
rueda productiva dónde lo único importante es el dinero y el éxito. Dónde la libertad
es económica, pero la felicidad sólo alcanzable por unos pocos, mientras los demás
viven esclavizados por sus deudas y su propia irresponsabilidad consumista.
Los diversos grupos subversivos han aceptado al fin que tienen un enemigo común
y que los cambios ya los decidirán más tarde. Llevan años comunicándose entre ellos
utilizando métodos primitivos al estar las redes controladas de manera no oficial.

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Optan por una solución no violenta, para no obtener la reacción contraria. Van a
parar el país. Se han comunicado con diversos líderes sindicales de todo el planeta.
Los pocos que aún tienen algo de influencia.
Por la red se anuncia una huelga indefinida y se expande como una mecha por todo
el planeta. Se reivindica el fin del mercado libre y el control corporativo de la vida de
todos los seres del planeta, la protección de los débiles, el acceso a una educación y
sanidad gratuitas. Se busca otra vez un atisbo de igualdad que el dinero controlado
por unos pocos necesariamente quita.
El gobierno se alarma mucho y comienza la desinformación. En los medios se co-
munica que grupos violentos están atacando sedes del gobierno, asesinando, violando,
destruyendo comercios. Muestran imágenes para demostrarlo. Se cortan todas las co-
municaciones con el pretexto de aislar a los insurrectos y evitar que reciban apoyo.
Saben que la única manera de que fracase el levantamiento es impidiendo la comuni-
cación entre los distintos nodos.
Pero ya lo tenían previsto los insurrectos y desde lo más alto de diversos edifi-
cios, emiten señales de luz con unos focos que habían instalado hace tiempo. Y asi se
comunican entre las distintas localidades a través de un patrón ya estudiado. Sorpren-
dentemente la guardia no estaba al tanto de este sistema, no ha habido filtraciones.
El gobierno siente cada vez más pánico. Acuden a 13 pero este se encuentra en
paradero desconocido. Sólo Sofía sabe donde está. Se ha puesto en contacto con ella
en cuánto ha empezado la huelga y para su sorpresa le ha dicho dónde vive. Algo que
no sabe nadie más.

En las calles, aparecen miles de guardias. Marchan como militares, sin romper la
formación. Suenan tambores, trompetas. Sus orígenes están en la tradición militar y es
un espectáculo contemplarles. Su vestimenta, su forma de andar, los sonidos, todo está
estudiado para conseguir un efecto mayor. Por todas las ciudades se puede escuchar
el paso cadencioso de la guardia mientras el resto de la población calla atemorizada.
Pero nadie va a trabajar, así, día tras día. Las fábricas están paradas. Se establece un
sistema solidario de trueque. Pero los productos escasean inmediatamente y comienzan
los asaltos a los comercios. Es la excusa que la guardia necesitaba.
Comienzan los disparos a la población de forma indiscriminada. Por las calles fluyen
ríos de sangre y arden muchos edificios. Las comunicaciones entre ciudades no con-
siguen interrumpirse. Hay muchas torres con luz y la guardia está desbordada, pues

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los insurrectos tienen cada vez más armas.

Sofía llega al apartamento de 13 y la puerta se abre sin llamar. El apartamento es


muy sencillo y sólo se observan algunas cosas antiguas como un par de cuadros, vasijas
y algunos libros. Observa en silencio el apartamento mientras espera la aparición de
su jefe, pero no viene a recibirla por lo que decide buscarle.
Está sentado en frente de la ventana, contemplando los colores que la ciudad en
llamas muestra en el atardecer. Sin mirarla comenta:
- Hermoso, ¿verdad?
- Si - dice ella, mientras desenfunda un cuchillo.
- Estoy desarmado - dice él sin siquiera mirarla, sabiendo qué ha estado esperando
ella todo este tiempo.
Ella duda, no se esperaba que él conociera su intención de matarle. Quizás fue
demasiado buena, demasiado leal, algo se lo hizo ver. Al fin y al cabo, si él había
sobrevivido todos estos años a pesar de las conjuras de todas las corporaciones, debía
saber juzgar a la gente y sus propósitos.
Pero ya no es tan fácil como cuando pensaba hacerlo por sorpresa. Ahora este
hombre la está mirando, fijamente, con completa tranquilidad. En los ojos de él se
refleja una profunda tristeza, un anhelo por morir.
No sabe qué hacer, intenta ganar tiempo mientras lo piensa:
- ¿por qué les has permitido ganar?
- Nuestro sistema estaba condenado. Que yo les ayudara solo lo ha adelantado un
poco y supongo, que evitará muchas muertes.
- Está muriendo mucha gente fuera.
- Más gente moriría si el levantamiento fracasa y hay que hacer otro más tarde. Y
mira a través de la ventana. Todos esos edificios, los disparos, el brillo de las luces.
Después de décadas la gente vuelve a luchar por algo, a morir por algo. Es maravilloso.

Ella se quedó en silencio, se acercó a él y le obligó a quitarse la ropa mientras le


ponía el cuchillo en el cuello. Se desnudó a su vez y le abrazó con fuerza en la cama.
No era capaz de matarle, sólo pudo decir: “si cariño, es maravilloso”

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