Sei sulla pagina 1di 6

El tercer ser món en desafío a los nazis

Po r el obi s po v on Gal en

El tercer sermón que fue predicado en la Iglesia de St. Lambert


el 3 de agosto de 1941, donde el obispo ataca la práctica de
eutanasia de los nazis y condena los “asesinatos misericordio-
sos” que se practicaban en su propia diócesis.1

[La siguiente porción es del libro: “Cardinal von Galen”, por el Rev. Heinrich Portmann, traducido por R.L. Sedgwick, 1957,
pp. 239-246.]

Mis amados hermanos,

En el evangelio de hoy leímos un evento inusual: Nuestro Salvador llora. Sí, el Hijo de Dios derrama lágrimas.
Quien llora debe sufrir angustia mental o física. En ese momento Jesús aún no padecía dolor físico y aun así
lloraba. Cuán profundo tormento el que debió sentir en su corazón y en su alma. Sí, Él, el hombre más valiente
de todos, derramó lágrimas. ¿Por qué llora? Se lamenta por Jerusalén, la ciudad santa que tanto ama, la capital
de su raza. Llora por sus habitantes, por sus propios compatriotas que no pueden ver el juicio que caerá sobre
ellos, el castigo que su divina presencia y justicia ha pronunciado. “Ay, si ustedes también pudiesen entender,
sobre todo en este día lo que se les ha concedido, ¡los caminos que pueden traerles paz!” ¿Por qué no lo supo la
gente de Jerusalén? Jesús ya les había explicado la razón unos momentos antes. “Jerusalén, Jerusalén… cuánto
he anhelado recoger y juntar a tus hijos, como la gallina que reúne a sus polluelos bajo sus alas; ¡y ustedes se
rehusaron! Yo, su Dios y Rey lo he deseado, pero ustedes no quieren nada de mí”. Esa es la razón de las lágrimas
de Jesús, de las lágrimas de Dios… Lágrimas por el mal gobierno, la injusticia y el rechazo voluntarioso del hom-
bre hacia Él y por los males que esto ha provocado, los cuales, en su divina omnisciencia, Él prevé y los cuales
debe decretar dentro de su justicia…Cosa horrenda es cuando el hombre antepone su voluntad a la voluntad de
Dios, y ese el motivo del lamento de nuestro Señor sobre Jerusalén.

1
El te rc e r s e r món e n de s a f í o a l o s n a z i s , po r e l o b i s po v o n G a l e n

¡Mis fieles hermanos! En la carta pastoral elaborada por la Jerarquía Alemana el 26 de junio en Fulda, asig-
nada para leerse en todas las iglesias de Alemania el 6 de julio, expresamente dice: “De acuerdo con la doctrina
católica, existen mandamientos incuestionables que no son obligatorios cuando el obedecerlos requiere dema-
siado sacrificio, pero hay obligaciones de conciencia sagradas de las cuales nadie puede desatarnos y debemos
cumplirlos aun pagando el precio de la muerte misma. En ningún momento y bajo ninguna circunstancia sin
excepción, puede un hombre, excepto en guerra y en defensa legal, tomar la vida de una persona inocente”.
Cuando esta pastoral fue leída el 6 de julio, aproveché la oportunidad para agregar esta exposición:
En los últimos meses se ha reportado que con instrucciones de Berlín, pacientes que han sufrido largas en-
fermedades aparentemente incurables, han sido sacados por la fuerza de sus hogares y clínicas. A sus parientes
se les ha informado de su muerte y cremación, y que deben reclamar sus cenizas. Existe poca duda de que estos
numerosos casos de muertes inesperadas de personas dementes no son naturales, sino a menudo inducidas
deliberadamente, y son el resultado de la convicción de que no es ilegal tomar la vida indigna de ser vivida.
Esta horrorosa doctrina intenta justificar el asesinato de hombres inocentes y busca sancionar legalmente
el asesinato forzado de inválidos, minusválidos, los incurables y los incapacitados. He descubierto que la prác-
tica aquí en Westfalia es producir un listado de tales pacientes que serán removidos como ‘ciudadanos impro-
ductivos’ y después de un período les darán muerte. Esta misma semana, el primer grupo de estos pacientes fue
enviado de la Clínica Marienthal, cerca de Münster.
El párrafo 21 del Código Penal de la Ley aún está vigente. Éste dice que cualquiera que asesine deliberada-
mente a un hombre por medio de un acto premeditado será ejecutado como asesino. El fin es proteger a los
asesinos de estos inválidos, miembros de nuestras propias familias, en contra de este castigo legal, que los pa-
cientes que serán asesinados sean transferidos de su domicilio a alguna institución distante. Luego se confirma
la muerte como la causa de alguna enfermedad, pero como son cremados inmediatamente es imposible que
cualquiera de sus familiares, o incluso la policía, pueda verificar si la muerte fue o no por causas naturales.
He recibido información que en el Ministerio del Interior y en el Ministerio de Salud, no se ha hecho esfuer-
zo alguno por esconder el hecho de que un gran número de dementes ya han sido deliberadamente asesinados
y que muchos también lo serán.
El Artículo 139 del Código Penal expresamente declara que cualquiera que tenga conocimiento de parte de
una fuente fiable de cualquier plan en contra de la vida de un hombre y no lo informa a las autoridades o a la
víctima, será castigado…
Cuando se me informó de la intención de remover a varios pacientes de Marienthal para darles muerte,
dirigí la siguiente carta registrada el 29 de julio al Fiscal Público, al Tribunal de Münster, y al Jefe de la Policía
de Münster:
“Se me ha informado esta semana que un considerable número de pacientes de la clínica provincial de
Marienthal será transferido como ciudadanos calificados de “improductivos” hacia la institución Richenberg,
donde serán inmediatamente ejecutados; y de acuerdo con la opinión general, esto ya se ha llevado a cabo en el
caso de otros pacientes que han sido transferidos de la misma manera. Puesto que este tipo de procedimiento
no solo es contra la ley moral, tanto divina como natural, sino que también es penado por la ley, según el
Artículo 211 del Código Penal, es mi obligación ineludible, de acuerdo con el Artículo 139 del mismo Código,
informar a mis autoridades de los sucesos. Por tanto, exijo inmediata protección para mis compatriotas ame-
nazados de esta manera, y en cuanto a aquellos que tienen el propósito de transferirlos y asesinarlos, y también
exijo ser informado de su decisión”.
Aún no he recibido noticias de los pasos dados por estas autoridades. El 26 de julio escribí y despaché una
protesta en términos muy fuertes a la Administración Provincial de Westfalia, la cual es responsable de las clí-
nicas que recibieron la confianza del cuidado y tratamiento de estos pacientes. Mis esfuerzos fueron infructuo-
sos. El primer grupo de personas inocentes ha salido de Marienthal bajo pena capital y he recibido el informe
que no menos de ochocientos casos de la institución de Waestein ya se han ido. Por lo tanto, debemos esperar

2
El te rc e r s e r món e n d e s a f í o a l o s n a z i s , po r e l o b i s po v o n G a l e n

las noticias de que estos indefensos y desventurados pacientes perderán sus vidas tarde o temprano. ¿Por qué?
No porque hayan cometido crímenes dignos de la pena capital ni porque hayan atacado a sus guardianes o
enfermeras de forma que éstos hayan tenido que defenderse con violencia, lo cual sería legitimo o acertado en
casos específicos, como lo es la muerte de un soldado enemigo armado en una guerra justa.
No, estas no son las razones por las que los infortunados pacientes reciben la pena de muerte. Es simple-
mente porque, según algún médico o por la decisión de algún comité, no merecen vivir porque son “ciudadanos
improductivos”. La opinión es que ya que no pueden producir dinero, son máquinas obsoletas, comparables
con alguna vaca vieja que ya no produce leche o algún caballo que no tiene patas. ¿Qué se hace con un mon-
tón de máquinas improductivas y con el ganado enfermo? Son eliminados. No tengo intención de continuar
con esta comparación. El caso aquí es que no son máquinas ni ganado que existen para servir al hombre y
proporcionarles abundancia. Estos pueden ser legítimamente descartados cuando ya no cumplen su función,
aquí lidiamos con seres humanos, con nuestros prójimos, hermanos y hermanas, los pobres y los inválidos…
Improductivos, ¡quizá!, ¿pero han perdido por eso su derecho a vivir? ¿Tenemos tú y yo el derecho a vivir sólo
porque somos “productivos”? Si se establece el principio de que los seres humanos improductivos pueden ser
asesinados, entonces que Dios ayude a todos esos inválidos que para poder producir fortuna, han dado todo y
hasta sacrificado las fuerzas de sus cuerpos. Si todas las personas improductivas pueden ser eliminadas violen-
tamente, entonces… ¡Ay de aquellos soldados valientes que regresan a casa, heridos, mutilados o enfermos!
Una vez que se admita el derecho de matar a las personas improductivas… Entonces ninguno de nosotros
podrá estar seguro de su vida. Estaremos a la merced de un comité que puede colocar a un hombre en la lista
de los improductivos. No habrá protección policial, ninguna corte que vengue el asesinato e inflija castigo
al asesino. ¿Quién podrá confiar en un médico? Él únicamente tendría que certificar que sus pacientes son
improductivos y recibir así la orden de asesinar. Si esta horripilante doctrina se permite y es practicada, es
imposible conjurar la degradación a la cual esto puede llevar. La sospecha y la desconfianza serán sembradas
dentro de cada familia. ¡Vendrá una maldición sobre los hombres y el pueblo alemán si quebrantamos el santo
mandamiento “No matarás”, el cual fue dado a nosotros por Dios en el Monte Sinaí con relámpagos y truenos,
y el cual Dios, nuestro Creador, imprimió en la conciencia humana desde el comienzo de los tiempos! ¡Ay de
nosotros los alemanes si además de dar licencia a esta ofensa tan horrible también permitimos que se cometa
con impunidad!
Ahora les daré un ejemplo concreto de lo que sucede aquí. Un hombre humilde de cincuenta y cinco años
de una parroquia de un país cerca de Münster, podría darles su nombre, ha sido cuidado en una clínica de
Marienthal por algunos años por sufrir de algún trastorno mental. Él no estaba loco y sin esperanza, de hecho
recibía visitas y siempre estaba alegre de ver a su familia. Hace unos quince días recibió la visita de su esposa y
un hijo soldado que había llegado a casa de luchar en el frente. Este hijo era muy dedicado a su padre. Su par-
tida fue triste, ya que probablemente no se volverían a ver pues el soldado iría a la batalla. La verdad es que es
posible que el hijo nunca vuelva a ver a su padre ya que éste está en la lista de los “improductivos”. Se le rehusó
admisión a un miembro de la familia que había sido enviado para visitar al padre en Marienthal y fue infor-
mado que el paciente había sido transferido bajo las órdenes del Consejo de Ministros de la Defensa Nacional.
Su paradero es incierto. La familia recibirá una notificación oficial cuando fuese el momento. ¿Qué contendrá
esta notificación? ¿Será como todas las demás, que indican que el hombre está muerto y que sus cenizas serán
enviadas con un recibo de la cantidad de dinero a enviar para cubrir los gastos? Y ahora, el hijo, que arriesga
su vida en el frente por sus compatriotas alemanes, no verá más a su padre. Estos son los hechos reales y los
nombres de todas las personas de esta historia están disponibles.
“No matarás”. Dios escribió este mandamiento en las almas de los hombres mucho antes que cualquier
código penal dispusiese un castigo por el asesinato, mucho antes que cualquier corte procesara y vengara el ho-
micidio. Caín, quién mató a su hermano Abel, fue un asesino mucho antes que las cortes o estados existieran, y

3
El te rc e r s e r món e n de s a f í o a l o s n a z i s , po r e l o b i s po v o n G a l e n

al ser plagado por su conciencia confesó. “La culpabilidad tan grande como la mía es demasiado grande como
para encontrar perdón… Y andaré errante sobre la tierra, un fugitivo; cualquiera que me conozca me matará”.
Por causa de su amor por nosotros, Dios ha impreso estos mandamientos en nuestros corazones y nos los
ha manifestado. Expresan la necesidad de nuestra naturaleza, la cual fue creada por Dios. Son verdades funda-
das en la razón, incambiables y fundamentales de nuestra vida social, agradables a Dios, saludables y sagradas.
Con estos preceptos, Dios, nuestro Padre, desea juntarnos a nosotros, sus hijos, cerca de Él como la gallina abri-
ga sus polluelos bajo sus alas. Si somos obedientes a sus mandatos entonces seremos protegidos y preservados
en contra de la destrucción con que nos amenazan, así como los polluelos bajo las alas de su madre. “Jerusalén,
Jerusalén… Cuán a menudo he estado listo para reunir a mis hijos, como lo hace la gallina con sus polluelos
bajo sus alas; ¡y ustedes lo rechazaron!”
¿Se repite la historia aquí en Alemania, en nuestra tierra de Westfalia, en nuestra ciudad de Münster?
Alemania, ¿dónde está tu obediencia a los preceptos de Dios? El octavo mandamiento dice: “No dirás falso
testimonio en contra de tu prójimo”. ¿Cuán a menudo vemos este mandamiento quebrantado pública y desver-
gonzadamente? En el séptimo mandamiento leemos: “No robarás”. ¿Quién puede decir que la propiedad está a
salvo cuando nuestros hermanos, los monjes y monjas, son obligados violentamente a salir de sus conventos, y
quién ahora protege la propiedad si es secuestrada ilegalmente y nunca es devuelta?
El sexto mandamiento nos dice: “No cometerás adulterio”. Considera las instrucciones y garantías estable-
cidas sobre los temas del amor libre y los hijos fuera del matrimonio en la notoria carta abierta de Rudolf Hess,
quién desde entonces ha desaparecido, y el cual apareció en la Prensa. Observa la inmoralidad e indecencia en
todos lados hoy de Münster. Nuestros jóvenes no respetan el decoro en sus vestimentas. Mientras tanto, la mo-
destia, el custodio de la pureza es destruida y el camino al adulterio queda abierto.
¿Cómo observamos el cuarto mandamiento el cual ordena la obediencia y el respeto a los padres y superio-
res? La autoridad paternal está en su punto más bajo y es constantemente debilitada por las demandas hechas a
los jóvenes en contra de los deseos de sus padres. ¿Cómo se puede mantener un verdadero respeto y obediencia
consciente a la autoridad del Estado, ni qué hablar de guardar los mandamientos divinos, si se lucha en contra
de la fe del único y verdadero Dios?
Por mucho tiempo los primeros tres mandamientos no han sido considerados en la vida pública de Alema-
nia ni tampoco aquí en Münster… El día de reposo es profanado. Los días santos obligados son secularizados y
ya no se observan en el servicio de Dios. Se mofan de su nombre, lo deshonran y muy a menudo blasfeman. En
cuanto al primer mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”, en vez del único y verdadero Dios,
los hombres han creado a sus propios dioses, dictados de sus caprichos, para adorar a la naturaleza, al Estado,
la nación o a la raza. En las palabras de san Pablo, para muchos su dios es su barriga, su alivio, para el cual
todo se sacrifica, hasta la conciencia y el honor, por la gratificación de los sentidos carnales, por la riqueza y
ambición. Que no nos sorprenda que luego reclamen privilegios divinos y que busquen hacer de sí mismos los
señores de la vida y la muerte.
“Y al acercarse, al ver la ciudad, lloró por ella y dijo: ‘¡Cómo quisiera que hoy supieras lo que te puede traer
paz! Pero eso ahora está oculto a tus ojos. Te sobrevendrán días en que tus enemigos levantarán un muro y te
rodearán, y te encerrarán por todos lados. Te derribarán a ti y a tus hijos dentro de tus murallas. No dejarán ni
una piedra sobre otra, porque no reconociste el tiempo en que Dios vino a salvarte’”.
Jesús sólo vio los muros y torres de la ciudad de Jerusalén con su ojo humano, pero con su presciencia divi-
na vio más allá hasta el corazón de la ciudad y sus habitantes. Vio su obstinación maligna, terrible, pecaminosa
y cruel. El hombre, una criatura transitoria, contrapone su voluntad maligna a la voluntad de Dios. Ese es el
motivo por el cual Jesús lloró por ese pecado sin temor y su inevitable castigo. Dios no será burlado.
¡Cristianos de Münster! ¿Vio el hijo de Dios en su omnisciencia sólo a Jerusalén y su pueblo? ¿Lloró sólo
por ellos? ¿Es acaso Dios el protector y Padre sólo de los judíos? ¿Sólo Israel rechaza su verdad divina? ¿Son las
únicas personas en desechar las leyes de Dios y hundirse en la ruina? ¿Acaso Jesús, quien todo lo ve, vio también

4
El te rc e r s e r món e n d e s a f í o a l o s n a z i s , po r e l o b i s po v o n G a l e n

nuestro pueblo alemán, nuestra tierra de Westfalia y el Bajo Rin, y nuestra ciudad de Münster? ¿Acaso no ha
llorado también por nosotros? Por miles de años nos ha instruido, a nosotros y a nuestros padres en la fe. Él
nos ha dirigido por su Ley. Él nos ha nutrido con su gracia y nos ha reunido hacia Él como lo hace la gallina
con sus polluelos bajo sus alas. ¿Acaso vio el Hijo de Dios que todo lo sabe, que en nuestro tiempo tendría que
pronunciar la misma sentencia de muerte? “No dejarán ni una piedra sobre otra, porque no reconociste el tiem-
po en que Dios vino a salvarte”. Esa ciertamente es una terrible sentencia.
Mis queridos hermanos, confío que no es muy tarde. Es momento de que reconozcamos hoy lo que nos
puede traer paz, lo que puede salvarnos y evitar la ira divina. Debemos admitir abiertamente y sin reserva
nuestro catolicismo. Debemos mostrar por nuestras acciones que viviremos nuestras vidas obedeciendo los
mandamientos de Dios. Nuestro lema debe ser: “Primero la muerte que el pecado”. Con oración piadosa y
arrepentimiento podemos hacer que caiga sobre todos, nuestra ciudad y nuestra amada tierra de Alemania, su
gracia y perdón.
Pero aquellos que persisten en incitar el enojo de Dios, los que injurian nuestra fe, que odian sus man-
damientos, que se asocian con los que aíslan a nuestros jóvenes de su religión, que roban y exilian a nuestras
monjas y monjes, que condenan a muerte a nuestros inocentes hermanos y hermanas, nuestros seres humanos
prójimos, evitamos absolutamente estar cerca de ellos para no corrompernos con su estilo de vida blasfemo, el
cual nos dejaría vulnerables a ese mismo castigo que Dios debe y va a infligir a todos los que, como la desagra-
decida Jerusalén, anteponen sus deseos a los de Dios.
“¡Oh, mi Dios! Concédenos a todos en este mismo día, antes de que sea muy tarde, una verdadera com-
prensión de las cosas que traen paz. ¡Oh, sagrado corazón de Jesús! Oprimido hasta las lágrimas por la ceguera
y pecados de los hombres, ayúdanos por tu gracia a buscar siempre lo que te complace y rechazar lo que no te
agrada, para que podamos morar en tu amor y encontrar reposo para nuestras almas. Amén”.

NOTA
1. www.priestsforlife.org/preaching/vongalen41-08-03.htm

Potrebbero piacerti anche