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OPINIÓN
TRIBUNA:
Solamente tres veces en mi vida he visto llegar a León Felipe. Y siempre. venía
desde muy lejos, porque aquel grande justiciero poeta, al igual que el grito que
él amó, parecía venir desde un mundo lejano. O de la profundidad que ni él,
quizá, conociera, pero que lo disparaba veloz hacia nosotros, como una
arrebatada, una candente flecha silbadora.La primera vez fue en Madrid.
Aquella confiada España de los primeros años de la República. Allí lo
saludamos. Allí lo quisimos. Allí, puede decirse, lo conocimos. Y allí, también,
una noche le dijimos adiós. Porque el poeta caminante, siguiendo ese destino
suyo que creyérase siempre fue el éxodo, se alejaba nuevamente.
Así que en aquella noche junto a él, estaban todos los poetas de España, y con
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A León Felipe, en su homenaje | Edición impresa | EL PAÍS https://elpais.com/diario/1976/05/04/opinion/200008802_850215.html
La segunda vez, yo, vi Regar esta segunda vez a León Felipe a otro Madrid muy
diferente. Aquel Madrid ya de los aires desoladores por las calles. Al Madrid
desventurado de las noches sin fin bombardeadas y las grandes albas
heroicas, serenas, impasibles.
Venía también León desde muy lejos. Con un sencillo «goodbye, Panamá», el
poeta se había despedido de la cátedra de literatura, en uno de los breves
descansos de su vida, que en la Universidad de aquel país desempeñaba.
Y entonces fue cuando, de pronto, sintió un estirón de las raíces que nunca se
habían desgajado. Pisó León otra vez tierra de España. ¡Y Federico ya no
estaba! Había, no se sabe en qué sitio, quizá un pobre nido, una piedra
perdida, un tallo matinal, manchado con su sangre.
Verdadera uña y carne, llegó León a Madrid para poner también su vida de
español al tablero, para empapaprse y confundirse con el corazón dérraniado
de sus hermanos y sentir arrancársele por primera vez, desde las cuevas de
sus entrañas, ese tremendo grito justiciero, ese clamor por la justicia que
desde aquellos días lo empujó y lo acosó y lo desasosegó, llevándolo de un
lado para otro como un león rugiente. Como un león que fuera conciencia de
los olvidadizos, de los agazapados, de los tibios, de los enfriados, de todos
aquellos que no creen, como él pensaba, en la redención del hombre por las
lágrimas.
Era el poeta acusador porque para algo él vio, él tocó la España muerta, con
sus ojos, porque para algo se pasó aquel otoño en el paseo del Prado,
contando muertos. Contando muertos por las plazas y parques, contando
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A León Felipe, en su homenaje | Edición impresa | EL PAÍS https://elpais.com/diario/1976/05/04/opinion/200008802_850215.html
La tercera vez encontré a León Felipe en Buenos Aires, y al cabo de unos años
de no verlo, pero de oírlo, sin embargo. Y no era únicamente Federico, sino
Antonio y Miguel, los que no estaban. Cuando los españoles del éxodo nos
encontramos, y más cuando uno de ellos se llama León Felipe, es como si
chocaran, si se unieran pedazos de tierra vagabundos, trozos vivientes de una
entraña lanzados a lo alto, dispersos por una mala tromba.
Allí me tropezaba con España. Allí chocaba. Allí me daba contra alguien muy
vivo, muy sangrante, muy desesperado, muy animoso.
¡Era un ángel, un niño, un hombre! Uno de los hombres más puros. Uno de los
poetas más buenos de España.
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