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Pablo estaba en la cárcel, sufriendo por su fidelidad a Dios (ver Filipenses 1:12-13).
Él mismo lo describe como un tiempo de “tribulación” (v.14). Fue en ese momento que los
filipenses decidieron enviarle una ofrenda económica. Evidentemente, dicha acción animó a Pablo
tremendamente; y vemos en ella, la mano de Dios, obrando para el bien de Su siervo.
Pablo expresa su agradecimiento a la iglesia, y de paso establece ciertos principios importantes
que debemos notar:
1. Cuando un hermano pasa por un tiempo difícil, incumbe a los otros
miembros de la Iglesia apoyarle. Esa es la esencia de la verdadera comunión
cristiana; lo que llamamos, la “koinonía” (ver Filipenses 1:5). En el v.14 y el v.15, los
verbos, “participar” y “participó” son la traducción del verbo, “koinonía”.
5. Cuando somos fieles a Dios, Él es fiel con nosotros. Cuando somos generosos con
los siervos de Dios; Él será generoso con nosotros (v.19).
6. Todo lo que hacemos (sea nuestro servicio a Dios, u ofrenda para la obra, debe ser
para la gloria de Dios el Padre v.20).
Pablo concluye la carta con un saludo personal (v.21a), y trasmitiendo los saludos de otros
(v.21b-22).
Reflexión:
La vida cristiana es el resultado de la gracia del Señor Jesucristo en nosotros. Él es quien comienza
la buena obra (Filipenses 1:6); y Él es quien hace que esa obra persevere y produzca los frutos que
glorifican al Padre. Con justa razón Pablo empieza la carta deseando que la gracia de Dios se
manifieste más y más en los filipenses (Filipenses 1:2), y termina del mismo modo (v.23). Todo lo
que somos, y lo que tenemos, lo debemos al amor inmerecido de Dios.