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EDITORIAL | 1/19/2017 12:00:00 AM



La peste: Colombia está enferma


de corrupción
La corrupción se ha desbordado y ya ni siquiera las cifras sirven para
dimensionarla. Un informe de la Procuraduría de octubre del año pasado
la ubicaba en unos $22 billones, pero algunos precandidatos
presidenciales la estiman en $65 billones al año.

La peste: Colombia está enferma de corrupción Foto: 123RF

El tsunami que se está gestando alrededor de las confesiones


de Odebrecht, considerada una de las empresas más grandes de
infraestructura en el planeta, por el pago de sobornos para
quedarse con decenas de proyectos a lo largo de América
Latina, vuelve a poner a la corrupción en el radar de la opinión.

Al cierre de esta edición, además de la vinculación del ex viceministro de


Transporte Gabriel García y del exsenador Otto Bula, se esperaba que
fueran divulgados nuevos nombres y que se ‘prendiera el ventilador’ por
parte del exfuncionario para revelar a dónde fueron a parar los US$11
millones en coimas pagadas para ganar proyectos en Colombia.

Los escándalos por corrupción no se detienen. Hace apenas unos


meses fueron las denuncias sobre la Refinería de Cartagena, con
sobrecostos millonarios, y de Bioenergy –la planta de etanol–,
que apenas está entrando en operación. Pero a diario las noticias
incluyen desfalcos, nuevos carteles y mafias enquistadas en las
operaciones públicas y privadas. Interbolsa, SaludCoop, los carteles que
se han tomado la alimentación escolar y los que están en productos de
consumo masivo; el desangre en la infraestructura de los Juegos
Nacionales en el Tolima, las irregularidades en algunos sistemas de
transporte masivo, seguido de un etcétera enorme.(Para saber cuánto le
cuesta al país, no se pierda el video: Reficar y otros escándalos que
nos habrían ahorrado la tributaria)

La corrupción se ha desbordado y ya ni siquiera las cifras sirven


para dimensionarla. Un informe de la Procuraduría de octubre del año
pasado la ubicaba en unos $22 billones, pero algunos precandidatos
presidenciales la estiman en $65 billones al año.

Este nivel de recursos perdidos genera una profunda


indignación en la opinión, que pide a gritos sanciones,
resultados y la aplicación de las normas o la creación de unas
nuevas para hacerle frente a este flagelo. Además, esa furia se
vuelve más evidente cuando se conoce que quienes han liderado esos
procesos son personas que han tenido acceso a la mejor educación y
formación; y empresas que hace apenas unos años eran modelo de
estrategia y crecimiento.

Pero el riesgo ahora es que la efervescencia empiece a perderse con el


paso de los días, pues se trata, sin lugar a dudas, de uno de los temas
claves para resolver en el futuro próximo en Colombia.

La explicación es evidente, pues parece que nadie ha dado con la clave


para combatir y terminar con esta peste. Según un informe del
Observatorio de la Secretaría de Transparencia de la Presidencia de la
República, solo uno de cada cuatro corruptos paga cárcel, 25% de
los condenados queda con detención domiciliaria y el porcentaje
de condenas en firme no supera los dos años. La impunidad es
el mejor aliado de la corrupción.

La decisión del Fiscal, el Procurador y el Contralor de hacer un frente


común ante los hechos de corrupción es fundamental en el ejercicio de
recuperar la confianza en las instituciones y en la Justicia, pero no es
suficiente. Será necesario una aplicación más radical de la ley,
con normas disuasorias y preventivas, y el mayor compromiso
no solo de las entidades del Estado –como las autoridades
regionales de vigilancia, consideradas por algunos como cómplices en
muchos de los casos de corrupción– sino también del sector privado.

La corrupción es una peste para el crecimiento, el desarrollo


económico y la equidad. Se ha convertido en un obstáculo para la
economía colombiana, como lo han afirmado el Foro Económico Mundial
y el Consejo Privado de Competitividad, y ha sido uno de los factores
más problemáticos para hacer negocios en el país durante los últimos
diez años, pues “desestimula la inversión y el crecimiento económico, al
tiempo que aumenta los niveles de desigualdad, e incluso distorsiona los
incentivos del sector público, reduciendo su eficiencia”, dice el reciente
Informe de Competitividad del Consejo Privado.

Le puede interesar: Hartos con la corrupción

Agrega el estudio que durante la última década Colombia no ha logrado


mejorar en el índice de percepción de la corrupción de Transparencia
Internacional, e incluso ha empeorado en temas como favoritismo,
control de la corrupción, desvío de fondos públicos, sobornos y
comportamiento ético del sector privado, entre otros.

De acuerdo con las cifras de Transparencia por Colombia, para


83% de los colombianos la situación en vez de mejorar está
empeorando y la crisis se está profundizando.

Ad portas de la intensificación de la campaña electoral por llegar a la


Presidencia de la República, la corrupción será ‘el caballo de
batalla’ de la próxima elección presidencial. Cada uno de los
candidatos tendrá en su agenda fórmulas para enfrentar este cáncer que
se está llevando los recursos públicos y acabando la competencia en la
contratación pública.

Sin embargo, más allá de un saludo a la bandera y de caer en la


tentación de lugares comunes, el país tendrá que asumir con mayor
vigor y exigencia las fórmulas para enfrentar la corrupción o, de lo
contrario, nos ahogaremos, como lo mencionó recientemente el
periodista Juan Gossaín, en el apestoso pantano de podredumbre moral.

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