Sei sulla pagina 1di 4

CONCLUSIONISMO: EL ARTE DE HIPOTECAR TU FELICIDD A LOS RESULTADOS

Publicado por MAYA el junio 22, 2016 a las 3:36pm

Publicado Por Jennifer Delgado.

¿Te has preguntado alguna vez si tu valía como persona está


determinada por las cosas que has construido, hecho, producido o
terminado o si tu valor reside simplemente en vivir intensamente
cada instante con pasión, amor, curiosidad y deseo de crecer? 

¿Te has preguntado si marcarte una meta y perseguir


determinados objetivos realmente te hace feliz o, al contrario, se
convierten en una fuente de tensión y ansiedad? 
.
¿Te has preguntado si no estarás hipotecando tu felicidad,
subordinándola a los resultados que alcanzarás, hipotéticamente,
en un futuro?
La vida es mucho más que una serie de ciclos frenéticos en busca
de resultados

Desde hace siglos la filosofía oriental, sobre todo el budismo y el


taoísmo, nos dice que el secreto de la felicidad consiste en
aprovechar el “aquí y ahora”. Sin duda, es una idea fascinante que
también ha llegado a la Psicología, pero lo cierto es que muy pocos
logran ponerla en práctica. De esta manera, termina por
convertirse en una frase vacía que repetimos de vez en cuando.

Sin embargo, la sociedad actual, que anda muy desligada de ese


tipo de pensamientos, nos transmite un mensaje muy preciso y
erróneo que nos obliga a vivir bajo presión y nos impide desarrollar
al máximo nuestras potencialidades. 
 
Desde pequeños nuestros padres nos transmiten la idea de que
debemos dejar de jugar y de soñar lo más pronto posible, debemos
aprender a usar los instrumentos de nuestra cultura, esos que nos
permiten construir cosas, aprender una profesión y producir
resultados. El mensaje es muy claro: la vida consiste
fundamentalmente en ciclos que se dividen en: proyectar, ejecutar
y concluir.
 
Si lo pensamos un poco, nos daremos cuenta de que todo lo que
hacemos se rige por estas tres fases. Desde pequeños nos
motivan, primero en el ámbito familiar y luego en la escuela, a
proyectar, ejecutar y terminar un proyecto detrás de otro. Primero
son los estudios, luego la carrera, después el trabajo... y debemos
mostrar los resultados como prueba de nuestra valía. Los
resultados tienen la prioridad sobre el proceso, sobre las
actividades en sí mismas. 

En la escuela nos motivan a estudiar, pero todo está configurado


de tal forma que lo más importante es la calificación. En el deporte
también somos juzgados por nuestros resultados, no por la pasión
o el esfuerzo que ponemos en el entrenamiento. En el trabajo
ocurre lo mismo, así como en la vida social, nuestro valor es
directamente proporcional a las cosas que hemos construido,
realizado, terminado o acumulado.
De hecho, diferentes expresiones que usamos a diario lo
confirman: “es un gran emprendedor, ha construido una empresa
importante” o “es una excelente escritora, ha vendido muchos
libros”. Por otra parte, para indicar que una persona ha fracasado
utilizamos frases como “no ha hecho nada en su vida”. 

En resumen, todo parece indicar que las personas son más


valiosas, importantes, capaces, inteligentes o incluso felices en la
misma medida en que hayan sido capaces de terminar algo. De
esta forma, el éxito y la felicidad se entrelazan con los resultados, y
la pasión, el esfuerzo y el amor quedan fuera de la ecuación. Nos
convertimos en víctimas del “conclusionismo”, si se me permite el
neologismo.

El conclusionismo: La trampa mortal en la que todos caemos


 
Con el paso del tiempo, la presión por terminar las cosas y
alcanzar resultados se convierte en una parte de nuestra
personalidad, en una vara que usamos para medirnos. No puede
ser de otra manera si cuando miramos a nuestro alrededor solo
encontramos a personas que miden su valor en términos de lo que
han logrado o, peor aún, acumulado.

Sin embargo, no nos damos cuenta de que esa presión por


terminar y tener resultados genera un estrés continuo que
terminará agotándonos, física y mentalmente. Por eso, muchas
personas, cuando llegan a ese punto en el que ya no pueden más,
se preguntan qué sentido tiene su vida si no han logrado esas
cosas que para la sociedad son importantes. Se sentirán como
unos fracasados, aunque no lo sean. Y en esos casos, no es
extraño que aparezca la depresión o la ansiedad. 
.
Sin embargo, en realidad se trata simplemente de una cuestión de
perspectiva, y de cambiar las preguntas que nos planteamos.
¿Por qué? La pregunta mágica

Para salir de la tela de araña que nosotros mismos hemos


construido a nuestro alrededor, debemos plantearnos una
pregunta que los niños se hacen continuamente: ¿por qué? Esa
simple pregunta abre muchas puertas porque a partir de ella
surgen otras preguntas, como “qué quiero de verdad” o “qué
necesito realmente para ser feliz”.
 
Estas preguntas se convertirán en instrumentos que nos ayudarán
a crear un mapa, a determinar una ruta indicativa que nos guíe a lo
largo del camino. Por supuesto, podemos desviarnos un poco,
pero siempre motivados por la pasión, el deseo y la curiosidad, no
por la obligación o las opiniones ajenas.
 
Por ejemplo, si eliges un trabajo en base a lo cerca que queda de
casa, el salario que cobrarás o lo cómodo que podrás estar, tu vida
no cambiará. Te quedarás en tu zona de confort, donde morirás un
poco cada día a mano del aburrimiento, la rutina y la falta de
estímulos. 
 
Sin embargo, si eliges el trabajo pensando en lo que te gusta y
satisface, este no será una obligación sino que terminará
enriqueciendo tu vida pues es probable que te obligue
continuamente a ampliar tu zona de confort. Se trata de un cambio
de perspectiva importante porque tienes que empezar a pensar en
lo que te gusta y en lo que quieres, y luego elegir aquello que te
permite caminar en ese sentido. 

Regresando a la filosofía budista, si en tu vida solo cuentan los


resultados, y crees que solo te sentirás feliz cuando termines algo,
tu mente siempre estará en el futuro. Esa presión te impedirá ser
feliz y disfrutar del aquí y ahora. Si vives así, es probable que al
final te preguntes qué sentido ha tenido todo. Quizá solo entonces
te darás cuenta de que los resultados son simplemente números
vacíos y de que el conclusionismo no conduce a ninguna parte.

Potrebbero piacerti anche