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Universidad de Buenos Aires

Facultad de Psicología

Tesis de grado
Primer Cuatrimestre 2017

Título: “Psicodrama Comunitario: el


devenir del psicólogo”

Alumna: Ana Luz Zamora L.U:33956448-0


Tutor: Carlos Marano D.N.I:12076939

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Índice

Introducción…………………………………………………………………………………...……3
Temas……………………………………………………………………………………………….4
Estado del Arte…………………………………………………………………………………..…5
Objetivos…………………………………………………………………………………………...13
Metodología………………………………………………………………………………………..13
El rol del psicólogo……………………………………….………………………………..14
Reflexiones finales…………………………………………………………………………23
Bibliografía………………………………………………………………………………………....24

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“Un verdadero procedimiento terapéutico debe tener como objetivo a la totalidad de
la humanidad”
J.L. Moreno
"El poder es un problema no sólo cuando se lo ejerce abusivamente, en un marco
dominante y opresor, sino también cuando se ignora que se lo posee”
Maritza Montero

Introducción:
El presente trabajo apunta a proponer y plantear al psicodrama como herramienta
de intervención en el ámbito comunitario. Para ello abordaremos primero, al
psicodrama y su recorrido como dispositivo desde su creación, su desarrollo.
Luego, abordaremos “lo comunitario” para, finalmente, definir y ofrecer
puntualizaciones sobre el rol del psicólogo en el ámbito comunitario a través del
psicodrama. Se intentará visibilizar la utilidad de las mencionadas prácticas, sus
posibles modos de intervención y el entrecruzamiento que se da entre ambas
lógicas en relación al rol.
El devenir del rol apunta a los múltiples atravesamientos con los que cuenta el
psicólogo, a modo de “la caja de herramientas” planteada por Foucault, y la
posibilidad de utilizarlas de un modo y en un contexto que lo requiera.
Finalmente, se presentarán experiencias específicas en el marco del psicodrama
comunitario.

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Temas
Los temas a tratar en esta investigación son:
● El Psicodrama: su recorrido histórico, como dispositivo grupal, características del rol del
coordinador, sus bases teóricas. Se presentarán los aportes de los autores: Moreno
(como creador del dispositivo), Eduardo Pavlovsky, Hernán Kesselman (fundadores en
Argentina), Giles Deleuze, Juan Carlos De Brasi, Dalmiro Bustos.
● Lo grupal: se utilizará como marco general la teoría de grupos. Se tomarán autores
como : Didier Anzieu, Ana María Fernández, Ana María del Cueto, Serge Levobici.
● Lo comunitario: se tomarán los aportes de los autores: Maritza Montero, Antonio
Lapalma, Orlando Fals Borda, Saúl Fuks, Mario Robirosa, Paulo Freire.
● Psicodrama comunitario: tal como se mencionó, se presentarán experiencias de
específicas de la prácticas. Las experiencias fueron aportadas por Carolina Wajnerman,
Daniel Tarnovsky, Bernardo Kononobich, María del Carmen Bello, Malenka Pavlovsky,
Fernanda Saint Lary y Celia García Dávila.

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Estado del Arte

El Psicodrama fue creado por Jacobo Levi Moreno, nacido en Rumania en 1889 y
fallecido en EE.UU (donde realizó toda su carrera) en 1974. Moreno, estudió
medicina, matemáticas y filosofía en la Universidad de Viena, obteniendo su grado
en 1917 y se caracterizó por su interés en lo social, en los marginados, lo cual
rompió con el movimiento médico de su época. Su amor por el teatro espontáneo y
el teatro terapéutico son los antecesores del psicodrama.
En 1925 va a vivir a EE. UU., donde desarrolló y sistematizó lo que dará en llamar
La Sociometría. La misma posee tres ramas: El sociodrama, la psicoterapia de
grupo y el psicodrama.
La base del psicodrama para Moreno es que a través del drama representado se
produzca un efecto catártico, tiene que existir verdadera espontaneidad y
creatividad, distinto a lo estereotipado (Albizuri de García, O., 1986)
Las experiencias morenianas en el comienzo de sus descubrimientos tuvieron una
matriz común: se gestaban en condiciones de grupalidad: sus primeras
instituciones, sus primeras intervenciones se producen en grupos humanos in situ:
pandillas, comunidades, agrupamientos, instituciones. Los grupos con los que
Moreno se inicia, por otro lado, son colectivos que se forman en los márgenes del
discurso social: niños, prostitutas, refugiados, bordes de la sociedad de su época,
masas de alta incidencia a lo instituyente, proclives a la resistencia ante los cánones
instituidos de lo social: grupos aislados, rechazados o rechazantes, denegados de
los saberes de su histórico-social. (Pavlovsky, C., 1998.)

El Primer Congreso Internacional de Psicodrama se realizó en París en 1964 (para


ese año Eduardo Pavlovsky ya había fundado la Asociación Argentina de
Psicodrama iniciando la formación de psicodramatistas en el país), luego fue en
Barcelona en el 1966 y en 1969 se realizó en Bs. As. con la presencia de Jacob
Moreno y su esposa, Zerka Moreno, que contó con cerca de 2000 inscriptos. En
Brasil, primero Rojas y luego sobretodo la continuidad de Bustos, Médico nacido en
La Plata creador del Instituto de Psicodrama en 1977 en Argentina, llevaron allí la
formación de la experiencia psicodramática argentina.

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Eduardo “Tato” Pavlovsky, médico psiquiatra, actor, dramaturgo y director (1933-
2015), expresa el modo en que el psicodrama comenzó a cuestionar el encuadre
clínico psicoanalítico y continúan con la impronta con la que Moreno comenzó:
“Algunos de nosotros en esos años (69,70,71) nos preguntabamos qué función
social le correspondería al psicodrama. Conocíamos algunos terapeutas grupales
norteamericanos con quien realizamos experiencias en Bs. As. y para quiénes lo
social no tenía forma de incluirse en los grupos. El Psicodrama y Lo Grupal estaban
incluidos en un contexto social-histórico-singular y donde la evolución de los
pacientes no sólo podía encararse pensando desde la clínica de lo grupal sino
también del nivel de conciencia de los terapuetas sobre los amplios vectores de la
población que permanecían excluidos socialmente y son síntomas agravados por la
exclusión y la miseria.”
Fueron los jóvenes psicoanalistas europeos quienes junto con los argentinos
Hernán Kesselman (Médico psiquiatra, psicoanalista, psicodramatista y
psicoterapeuta argentino) y Armando Bauleo (psicoanalista también), fundaron el
Movimiento Plataforma Internacional en 1971 y que culminó en la Argentina con la
formación de grupos Plataforma y Documento - que se escindieron de la A.P.A y de
la I.P.A- por los mismos motivos de cuestionamiento institucional al psicoanálisis
oficial de la A.P.A desligado de las preocupaciones sociales y de su forma de
inclusión en la clínica. El psicodrama Latinoamericano, tanto en sus versiones
brasileras, argentinas o uruguayas, ha dado prueba de experiencias sociales
psicodramáticas, donde el psicodrama aparece como un conglomerado de
intervenciones institucionales que se realizaron en las calles, produciendo nuevos
sentidos y subjetividades. Tal es así, que en los setenta se realizó en reiteradas
ocasiones, encuentros cerca de Retiro bajo el nombre de “psicodrama público”.
(Pavlovsky. E., 2003, p.3).
Sin embargo, no se separan del contenido psicoanalítico, tal es así que Eduardo
Pavlovsky escribe en 1970 “Psicodrama Psicoanalítico con grupos”, con
“Psicoterapia de grupo de niños y adolescentes” (1968) como antecedente.
Es decir, que lo que se abandona es la ideología intelectual que le imponía la
escuela psicoanalítica y se comienza a utilizar para la población más necesitada
modificando la posición ética profesional. El grupo se convirtió en un terreno de
franca experimentación no de interpretación.

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Más adelante el autor escribe junto a Hernán Kesselman y Luis Frydlewsky La
escena temida. Manual para coordinadores de grupo (Buenos Aires, Siglo XXI,
1976) reeditado bajo el nombre Las escenas temidas del coordinador de grupo
(Madrid, Fundamentos, 1979), que surge a partir de la investigación del lugar del
coordinador. Luego, escribe Psicodrama. Cuándo y por qué dramatizar. ( Pavlovsky
E., Martínez C. y Moccio F. , Editorial Proteo, Buenos Aires 1971).
Luego de su época de exilio logra publicar y sistematizar su método la Multiplicación
Dramática (Editorial Búsqueda, 1989 y 1991) que nació como un intento de buscar
un camino alternativo al reduccionismo del psicoanalismo y psicodramatismo.
Retomando a Pavlovsky “Surge como método de investigación para el conductor
grupal: Su eje de pasaje sería del concepto de resonancia que fue enunciado en
“Escenas temidas” desarrollado en “La multiplicación dramática”, enriquecido por
Foukles (grupoanalisis) y abierto desde 1986 con Umberto Eco (“Obra abierta”)
hacia la transfusión con otros quehaceres y saberes: ni multi, ni interdisciplina o
transdisciplina” (Pavlovsky. E. 1989 p.8). Significa crear otros espacios tiempos a
través de la multiplicidad de versiones de los integrantes del grupo, se
desterritorializa la historia a partir de una o varias líneas de fuga que escapan
constantemente del contorno concreto de la versión dramática inicial.
Son dispositivos que ponen en acto ya no la noción de diferencia como alteridad
sino que producen diferencias y en tal hacer multiplican multiplicidades. La potencia
del dispositivo se halla en las capacidades que habilita para dar lugar a la expresión
del devenir de las experiencias acontecidas durante la multiplicación dramática
como a las modalidades de elucidación y reflexión de ellas, es decir, en su
capacidad de configurar heterogénesis.
Esta idea deleuziana de diferencia de diferencias que no remiten a ningún centro o
idéntico se acompaña a la idea de no repetición que no remite a ningún origen; se
trata de hacer diferencias más que ser diferente; de este modo remite a diferencias
de intensidades, no a la alteridad. Es un poder ser, un poder de ser abierto, activo
que en este hacer diferencias va produciendo multiplicidades. (Fernández A.M.
2008)

Se puede ubicar aquí la experiencia que fue sistematizada por Bernardo


Kononobich en su libro "Psicodrama Comuni-tario con Psicóticos" (Amorrortu
Editores 1984) realizada en el Hospital Borda en 1975 junto a Eduardo Pavlovsky.

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Esta experiencia representa el movimiento descrito anteriormente que se estaba
gestando en esa época por profesionales movilizados por las problemáticas que los
rodean. Si bien, el marco teórico que utilizaban era el psicoanálisis, frente a la
angustiante realidad que enfrentaban en el Hospital deciden utilizar el psicodrama
como herramienta para movilizar esas angustias y enfrentar el sufrimiento de ellos
mismos y sus pacientes. El autor ya lo define como una experiencia de psicodrama
comunitario, ya que el encuentro contaba con la participación de todos pacientes y
trabajadores del hospital.
Otra experiencia destacable, acontece en la época de la Guerra de Malvinas en
nuestro país. El terapeuta Dalmiro Bustos (1985), médico psiquiatra que dedicó su
formación a la psicoterapia y llegó a ser Director del Instituto de Psicodrama de
Moreno en New York, conmovido por el llamado de su hijo mayor al servicio militar,
decidió crear un grupo terapéutico para padres y familiares de los soldados. El
grupo fue abierto y espontáneo, llegaron a acudir entre 100 y 500 personas por
reunión, y funcionaba como grupo de descarga de las ansiedades y elaboración.

En Francia, coincide con la experiencia argentina en el sentido de que es iniciado


por psicoanalistas de niños, que trabajando en instituciones descubren el
psicodrama como recurso privilegiado para el trabajo clínico con la infancia, la
adolescencia y sobretodo lo grupal. Los pioneros allí del psicodrama fueron Lebovici
y Anzieu, es de destacar, que han llevado a cabo la primer formación de terapuetas
que utilizan el psicodrama como dispositivo. Para Anzieu, el espacio psicodramático
puede particularizarse de diferentes maneras, está próximo a lo que Winnicott llamó
espacio transicional. La actividad psicodramática apunta, entre otras cosas, a
reconstruir el área transicional y a restaurar la capacidad de simbolización y de
creatividad, a devolver al sujeto la confianza con la vida y en sí mismo (Pavlovsky,
E. 1989).
Pavlovsky explica porqué el psicodrama argentino se ha diferenciado del francés,
fundamenta que han estado menos pendientes del psicoanálisis:
“La creatividad, por ejemplo, desde Moreno hasta nosotros, no entra en ninguna
concepción psicoanalítica habitual y ha sido un instrumento dramático específico
desde donde nosotros hemos inferido muchas conclusiones. (Pavlovsky E. 1989
p.36)

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El psicodrama se define como una psicoterapia de grupo y encuentra su marco
teórico en la teoría de grupos evitando soluciones reductoras y manteniendo la
posibilidad de sostener algunas tensiones entre lo singular y lo grupal. En este
sentido, lo grupal es un instrumento privilegiado para evitar la captura de sentido.
Argentina se caracterizó en la época de los ‘70 por una demanda social a lo grupal,
se produce un cuerpo social agitado, momento de auge de las luchas populares.
Entre ellos se encuentra Pichón Riviere, psiquiatra nacido en Suiza (1907- 1977)
creador de la teoría de grupos conocida como “grupo operativo” como metodología
de trabajo. El Dispositivo de los grupos cuenta con varias localizaciones
fundacionales, que crean las condiciones para la institucionalización de tecnologías
en los más variados campos de aplicación. Cada uno de ellos crea condiciones
para la producción de determinados efectos de grupo - y no otros- ( Fernández A.M.
2008).
El grupo, en tanto espacio práctico, genera efectos singulares e inéditos, despliega
la producción de sus formaciones, la generación de multiplicidades imaginadas e
imaginarias, invenciones simbólicas y fantasmáticas, como así también sus niveles
de materialidad ( De Brasi, J.C. 1987).

Para introducirnos al ámbito donde está enmarcada esta investigación, es preciso


saber que la Psicología Comunitaria nació indisolublemente ligada al contexto
histórico, social y político en que se desarrolla su práctica. En nuestro país nació en
el contexto de la dictadura militar, cuestión que limita el avance de la práctica, sin
embargo, se desarrolla un importante número de programas comunitarios en esa
década junto con el auge de las ONGS (Giorgi V. 1998). La práctica junto a los
sectores populares era el eje de la cuestión y es de destacar que la mayor parte de
las intervenciones era en zonas periféricas urbanas con sectores marginados.
Maritza Montero en su texto “Vidas Paralelas. Psicología Comunitaria en
Latinoamérica y en Estado Unidos” afirma - tal como lo habíamos mencionado
anteriormente- que en los años setenta se producen una serie de movimientos
sociales necesarios para una concepción de la psicología volcada hacia los grupos y
a sus necesidades, hacia una concepción distinta de la enfermedad y de la salud,
centrada en el sujeto humano concebido como un ser más activo (p. 19).
Desarrollos como los de Bleger, Ulloa, Rodrigué o Pichón Riviére, en nuestro país,
describen prácticas e instrumentos que ya habían sido desarrollados por la

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psicología social estadounidense, latinoamericana o europea, y que fueron
“traducidos” a los dialectos clínicos de la época a fin de “encajar” y lograr la
coherencia con el paradigma dominante del momento. (Fuks S., Lapalma A. 2011)
La psicología Comunitaria nace en Estados Unidos, puntualmente en la conferencia
de Swampscott, Massachussetts (Conference on the Education of Psychologists for
Community Mental Health), celebrada en 1965, a partir de la cual se inician una
serie de programas de acción, publicaciones que registran sus primeras definiciones
y logros. A partir de 1975, comienzan a crearse en Latinoamérica distintos
programas de psicología comunitaria en universidades: Puerto Rico 1975, Colombia
1976, México 1977. Esto se debe a la urgencia que surge en el territorio frente a las
problemáticas sociales que, a su vez, limita la posibilidad de teorización previa.
Esa época se caracteriza por una búsqueda de modelos y fundamentos teóricos y
metodológicos diversos, se puede mencionar la influencia de la sociología, de la
investigación acción (Fals Borda y Freire), del construccionismo social. (Montero M.
1994)

El modelo de intervención psicosocial comunitaria más expandido en la región es


aquel en el cual una comunidad, trabajando con un equipo psicológico, asume el
control y las decisiones acerca de una situación que la afecta, que puede ser por
ejemplo, de carácter sanitario, de vivienda, ambiental, de recuperación del espacio
comunal, educativo, e inicia un proceso de crecimiento grupal e individual que
incluye a los psicólogos (agentes externos), y genera un movimiento en el cual
instituciones públicas pueden ser involucradas, pero no como rectoras de la acción
sino como proveedoras de servicios exigidos por la comunidad. (Montero M. 1994)

Carolina Wajnerman (2012) dedica una publicación para explicar el devenir del
psicodrama comunitario, gestándose como un dispositivo que trasciende lo clínico y
las cuatro paredes de una institución para llegar a la comunidad. En palabras de la
autora:
“A la hora de realizar un análisis o una intervención en las comunidades, podríamos
pensar que más allá de “algo” a ser conocido que preexiste a nuestra acción de
conocer, la comunidad es una construcción dinámica. Esta visión se encuentra en
consonancia con la idea de que la comunidad se constituye en y por una praxis “.

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La autora hace una distinción entre las intervenciones hechas al aire libre o lugares
cerrados, ya que no definen el alcance comunitario de la experiencia, el espacio
sólo se trata de un factor que define una comunidad y centrarnos en ello resultaría
reduccionista. Dicho artículo es producto de su trabajo final para el curso de
especialización en Intervenciones Psicodramáticas en Grupos, Familias y Redes
Sociales (USAL); luego presenta otra intervención que tuvo lugar en Quito,
Educador en el marco Seminario “Intervención Comunitaria, Arte y Participación”
(Universidad Politécnica Salesiana); y además cuenta que en la actualidad se llevan
a cabo encuentros de psicodrama comunitario desde JUPSI para TRA-COM (Juego
y Psicodrama para el Trabajo Comunitario) de la Casona Cultural de Humahuaca
(Ciudad de Buenos Aires).

En esta línea, Msc. Celia García Davila (2011) aporta una experiencia de
psicodrama utilizado para una comunidad específica, en este caso en situación de
desastre. Desde la Maestría de Psicodrama y Procesos Grupales del Centro de
Orientación y Atención Psicológica “Alfonso Bernal del Riesgo” (COAP) (de la
Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana) se logró conseguir
financiamiento para intervenir a parte de la población de Pinar del Río (Cuba)
afectada por los ciclones.
Aporta un gran ejemplo, que da cuenta del uso del psicodrama como herramienta en
distintos contextos para abordar amplias y diferentes problemáticas.

Ubicando experiencias de psicodrama comunitario, un tiempo atrás, encontramos


encuentros que se realizaron en la época de crisis del 2001 en nuestro país. En ese
entonces, se llevó a cabo el Primer Socio-drama público y simultáneo en
Latinoamérica (Bello M.C, 2002), el psicólogo Daniel Tarnovsky describe allí una
experiencia de psicodrama en plazas -puntualmente en la plaza Martín Fierro, San
Cristóbal- donde, a través de escenas psicodramáticas se trabajan problemáticas de
los habitantes de aquél barrio.
Más adelante, en el año 2007, el autor antes mencionado, sistematiza una
intervención psicodramática en una escuela pública en contexto de conflicto
planteada por una maestra, experiencia que define como el uso de técnicas
dramáticas para la salud y la creatividad en las prácticas pedagógicas (Tarnovsky,
D. 2007).

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Por otro lado, también en el ámbito escolar, existen intervenciones psicodramáticas
de la mano de Malenka Pavlovsky y Fernanda Saint Lary, ambas directoras de la
Escuela de Psicodrama Eduardo Pavlovsky (escuela que ha incorporado en su
formación la orientación comunitaria de la cual provengo).
Se puede inferir que la escuela se presenta como territorio en el quedan de
manifiesto las problemáticas que la sociedad padece y/o atraviesa, donde es
llamado allí nuevamente el psicodrama, a través de un taller en la zona de la villa
31, para abrir la problemática. En esta ocasión se trata puntualmente de un episodio
de discriminación, combinado con violencia ( Pavlovsky M. y Saint Lary F., 2016)

Esta línea, la psicóloga y psicodramatista uruguaya María del Carmen Bello relata
en su libro “Jugando en serio” (2002) una diversidad de experiencias de psicodrama
que fueron realizadas en su Escuela Mexicana de Psicodrama, principalmente
aplicadas al psicodrama pedagógico, al cual define como a la formación de
psicodramatistas.
Sin embargo, relata en ese libro una intervención realizada en México en una casa
donde un hombre (ex-niño de la calle) albergaba niños de la calle. Allí realizó una
serie de encuentros con estos niños donde utilizó el psicodrama como dispositivo
para intervenir. En el mencionado libro, la autora sostiene “El grupo es entonces una
encrucijada de distintas prácticas que permite el trabajo en equipo y es un puente
hacia la comunidad”( Bello M.C. 2002 p.16).

El problema de este tipo de intervenciones, es que la urgencia o la espontaneidad


de su uso dificulta la sistematización de la práctica, por lo que cuesta encontrar
relatos de experiencias que existieron.

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Objetivos
● Delimitar el rol del psicólogo a través de intervenciones psicodramáticas en
el ámbito comunitario.
● Visibilizar la práctica del psicodrama como recurso para el trabajo en el
ámbito comunitario.
● Analizar la articulación entre los conceptos que construyen el rol del
coordinador en el psicodrama y la intervención del psicólogo comunitario.
● Analizar y justificar el entrecruzamiento entre ambas prácticas a través de
experiencias específicas como ejemplo.

Metodología
La presente investigación, es una investigación de diseño exploratorio, de carácter
cualitativo. Se recurrirá pues, a la búsqueda de material bibliográfico de las distintas
materias de exploración grupal y comunitaria de la carrera de Psicología de la
Universidad de Buenos Aires. Además, se intentará aportar material en relación al
tema planteado, de manera de ampliar sustento teórico.
A partir de la recopilación, lectura y análisis de los distintos autores y textos
seleccionados, se procederá a la articulación de los conceptos teóricos delimitados
en los temas, para así lograr dar respuesta a los objetivos planteados en torno al
psicodrama comunitario, idea princeps que guía la realización de este trabajo.
Para ello, resulta necesario hacer un repaso por los aportes y el desarrollo que ha
llevado a cabo el psicodrama como dispositivo. Para, en segunda instancia, abordar
las características principales del ámbito comunitario justificando el
entrecruzamiento entre ambas prácticas.

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El rol del psicólogo

Se ha intentado introducir, que el psicodrama como dispositivo permite ser utilizado


como una herramienta que aboga por el trabajo grupal, por lo cual puede
incorporarse perfectamente a nivel metodológico en una intervención comunitaria.
Principalmente, el psicodrama permite abrir una puerta hacia la dimensión
comunitaria, entendiendo que cada uno pertenece a distintas comunidades.
En este sentido, la perspectiva comunitaria invita a ser parte, tener parte y tomar
parte en una comunidad y el psicodrama ofrece modos de interacción apropiados
para ese fin.
Ahora bien, en la práctica es preciso puntuar algunos conceptos fundamentales que
hacen al rol del psicólogo, uno de ellos es el estar molecular del coordinador de
psicodrama. Pavlovsky y De Brasi lo definen de la siguiente manera
“ En el coordinador, el eje de su actividad no está centrado en la comprensión, sino
en la percepción de líneas que se van trazando y van surgiendo partir del diálogo y
de los diferentes códigos corporales de los participantes. El cuerpo del coordinador
debiera dejarse atravesar sin resistencia por estas líneas de ensayos, bocetos que
van surgiendo sin verdadera significación, sin verdaderos sentidos. Llegar entonces
a poder establecer este tipo de contactos abiertos de percepción de líneas y
bocetos, es función del estar molecular del coordinador.” (Pavlovsky E., De Brasi
J.C, 2000, p.161).

Con una lógica Deleuziana, los autores plantean un rol que se define en
contraposición a lo rígido que implica aquí una significación de la escena, ella
irrumpiría el devenir de los múltiples sentidos que ofrece una acción. Alude, a la
capacidad de poder “entrar y salir” de la escena, donde la creatividad exige la
tolerancia del sinsentido. Pavlovsky dice que a mayor experiencia del coordinador,
mayor posibilidad de desaparición, se trata de un estar abierto a la percepción de lo
que allí sucede y no cargarla de sentidos.La subjetividad del coordinador no es lo
que él siente, sino lo que es capaz de dejar pasar a su través, se trata del
movimiento que puede generar su quietud.

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Su subjetividad está presente, dejándose afectar - dejarse atravesar- con lo que
está sucediendo y mediante el uso de diferentes técnicas debe permitir el
despliegue de las intensidades-acción.
Sin embargo, el estar molecular se define en relación con el estar molar, donde la
escenografía del coordinador aparece más recortada en el aquí y ahora del cuerpo
de los actores, del drama procesado a través de los integrantes del grupo. El
coordinador aparece más limitado entonces por el escenario, está más pendiente de
los cortes desde donde puede intervenir e intenta ordenar las líneas en un sentido
posible. En el estar molar surgen los marcos referenciales y los “estilos” (moreniano,
pichoniano, psicoanalítico, etc) del coordinador que adquieren densidad, se ordenan
campos de caos. Ambos estados se entrecruzan permanentemente en el quehacer,
pero es necesidad del coordinador entrenarse para saber instalarse cada vez más
ágilmente entre ambos estares. (Pavlovsky E., De Brasi J.C, 2000)
Se puede inferir, que no se trata de que el coordinador le adjudique un sentido a lo
que allí sucede, ni un saber que deba ser develado, sino simplemente sentidos que
circulan.
Es posible hacer una analogía con el rol de facilitador de la psicología comunitaria,
donde la base es concebir a la comunidad como cognoscente y no meramente
como cognoscible, y de esta forma, la comunidad es activa en la construcción del
conocimiento así como en la forma de pensarse y concebirse a sí misma.
Maritza Montero (1994) sostiene que los profesionales de la psicología no se
definen como expertos/tas, como los /las dueños/ñas del conocimiento en una
relación asimétrica, sino como agentes de cambio social, como catalizadores del
cambio, a veces como facilitadores del cambio. El facilitador, renuncia al
protagonismo único o central y adopta un rol dialogante e igualitario, con el fin de
facilitar la participación.
La autora Ferullo de Parajón (2006) considera que el psicólogo es un facilitador del
incremento del poder y, en consecuencia, el tipo de participación apropiada es la
participación crítica en tanto es la que más se adecúa como potencial disparador de
los efectos potenciadores de los sujetos que se buscan obtener: crecientes niveles
de conciencia, de capacidad autogestiva y organizativa, de posibilidad de asumir
compromisos y responsabilidades tanto en relación con cuestiones personales
como sociales.

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Por lo tanto, se comparte en ambas disciplinas el concepto de horizontalidad en
cuanto a concebir las relaciones en términos de igualdad donde el saber circula.
Esto alude a una dimensión epistemológica, donde el sujeto construye una realidad,
que a su vez lo transforma, lo limita y lo impulsa. Ambos están siendo construidos
continuamente, se trata de un proceso dinámico. Ya no es posible hablar de sujeto-
objeto puesto que ellos son igualmente sujetos cognoscentes.

Por otro lado, es preciso conocer el modelo de intervención de la psicología


comunitaria, según Maritza Montero (1994) es aquel en el cual una comunidad,
trabajando en un equipo psicológico, asume el control y las decisiones acerca de
una situación que la afecta, e inicia un proceso de crecimiento grupal e individual,
que incluye a los psicólogos (agentes externos). Así, el énfasis está entonces no en
la creación y mejoramiento de servicios en la comunidad por parte de
organizaciones especializadas que son fortalecidas a tal efecto, sino en la
transformación y fortalecimiento de grupos humanos que pasan a ser los agentes de
su propio cambio.
En esta línea, la psicología comunitaria hace del concepto participación el eje de su
práctica, entendida como el ejercicio de un rol para ser parte, tener parte y tomar
parte en una comunidad. Alude a la capacidad de apropiarse de la acción, sólo así
una comunidad podrá empoderarse, abandonando el tradicional asistencialismo
ejercido por las políticas sociales donde la acción se le impone desde arriba.
Cabe aclarar que suele confundirse lo comunitario como tareas que “ayudan” a la
comunidad o que el psicólogo llega allí como una especie de “mesías”, cuando el
eje principal es que los mismos participantes de la comunidad logren apropiarse de
las herramientas y participar en la resolución de sus propios problemas y /o
necesidades.
Una manera de entender la comunidad ya no sólo como aquella dimensión
carenciada, vulnerable, sintomatologizada, pasiva, depósito de ‘intervenciones’,
objeto de estudios, como marca cierta tendencia de científicos, planificadores,
funcionarios institucionales, gestores y trabajadores comunitarios. Esta tendencia
que la vemos aplicada a todas las comunidades, se hace más evidente cuando
se habla de comunidades periféricas o de vulneración social.
Retomando a la autora Ferullo de Parajón (2008), la participación siempre supone
complejos procesos- donde están presentes sobre determinaciones personales y

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contextuales- que inciden en la implicación y consecuente afectación de los sujetos
que participan. Así concebida es, básicamente, un proceso de inclusión constitutiva
de los sujetos en el orden humano. Esto nos plantea inmediatamente su relación
con el poder, entendido en su acepción más amplia, como potencia del ser, a partir
de lo cual hemos propuesto que toda participación es un acto de ejercicio del poder,
que asume diferentes formas y produce distintos efectos según la red de
sobredeterminaciones en juego en cada caso. Por lo tanto, cabe pensar la práctica
como emancipadora social en sus fines.

En este punto se puede equiparar la noción de participación a la noción de


agenciamiento utilizada en psicodrama. Tomando la lectura que hace De Brasi J.C
(1994), en la práctica se trata de un concepto que se opone básicamente a la idea
de estructura, sistema o forma. Está tomado de la terminología marxista, de la
noción de apropiación, sólo que el agenciamiento no separaría la producción de
deseo. La noción de agenciamiento es la noción de apropiación deseante que
reemplaza a nociones como sistema, estructura, etc. Trabajando la noción de
agenciamiento agencian deseo y se apropian de la noción en tanto freudiana de
deseo, como marxista de producción.
Se puede pensar que son distintas formas de nombrar lo mismo, si participar se
trata de apropiarse desde el deseo y producir sentido. A esto, se puede agregar,
que los dispositivos crean condiciones de posibilidad para que los agenciamientos
se efectúen o no, se produzcan unos y no otros.
El agenciamiento es un concepto de Deleuze, quien sostiene que si el sentido es el
acontecimiento, éste se produce por el agenciamiento. Resulta necesario definir lo
que el autor entiende por sentido: “El sentido no es nunca principio ni origen, sino
producto. No hay que descubrirlo, restaurarlo, ni reemplearlo, sino que hay que
producirlo, mediante una nueva maquinaria” (Deleuze G., Lógica del sentido, p. 198)
Es interesante la idea de que “ el sentido insiste para existir” introducida por el autor
y tomada por el psicodrama.
Fernández A.M (2008), aporta una conceptualización de la noción de
agenciamiento, sostiene que implica dos instancias: por un lado, estados de cosas,
estados de cuerpos que se penetran, se mezclan, se transmiten afectos; por el otro,
enunciados, regímenes de enunciados; los signos se organizan de una nueva
forma, aparecen nuevas formulaciones. Estas dos instancias constituyen dos modos

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de formalización: de expresión y de contenido. En tal sentido, Deleuze y Guattari
distinguen agenciamientos maquínicos de efectuación y agenciamientos colectivos
de enunciación. Ambos son indisolubles ya que todo agenciamiento implica ambas
formalizaciones. En la enunciación, en la producción de enunciados, no hay sujeto
sino agentes colectivos y en el contenido del enunciado nunca se encontrarán
objetos sino estados maquínicos. Ambos no cesan de entrecruzar sus valores y sus
segmentos. Los agenciamientos de enunciación no se reducen al sujeto, ni a las
palabras, ni a los significantes, sino al conjunto de los enunciados, a los diferentes
regímenes de signos que configuran los agenciamientos de expresión de lo posible;
son máquinas de expresión que desbordan el sujeto y el lenguaje. Los
agenciamientos de efectuación no remiten a un objeto sino a un estado de mezcla
de los cuerpos de una sociedad (sus atracciones, repulsiones, simpatías, rechazos,
etc.) que afectan los cuerpos unos en relación con otros, pero es una máquina
social que excede todo objeto.

Retomando al creador del psicodrama, Moreno J. L (1945), dice que el encuentro


existencial es, en su expresión más profunda de comunicación, más que una
colección de roles. Sobrepasa el psicodrama. Para esta clase de encuentro no
existe terapia específica. No hay necesidad de ella. Es, en sí mismo, una forma de
terapia. Resulta interesante observar que el énfasis está puesto en el encuentro en
sí mismo como terapéutico y cómo se puede enlazar con el concepto de
agenciamiento, ya que el encuentro tampoco se reduce a los sujetos y cumple con
la condición de producción, es decir, el encuentro debe producirse.
El autor más adelante continúa “Pero, para las formas de encuentro que no
alcanzan esta experiencia, el psicodrama es la terapia más apropiada que
conocemos. Es la terapia para toda clase de personas, para la humanidad entera.
Nadie queda afuera. El psicodrama permite al protagonista construir un puente más
allá de los roles que desempeña en su existencia diaria, sobrepasar y trascender la
realidad de la vida como la vive, para alcanzar una relación más rica de encuentro
de la que sea capaz” (Moreno J.L.,1945,p.42)
Es de destacar esta noción sobre el psicodrama que plantea Moreno, si lo
comunitario se trata de empoderarse, de desarrollar habilidades, de agentes
transformación, de crear redes, de apropiarse del acto, de participar, de ser parte,
tomar parte y tener parte, como se ha mencionado anteriormente…¿Se trata de

18
construir un puente más allá de los roles que desempeña en su existencia diaria,
sobrepasar y trascender la realidad de la vida como la vive?
Desde sus comienzos el psicodrama fue pensado para la comunidad, resaltando el
valor del encuentro que en él se produce. El autor toma una traducción de la palabra
germana begegnung que significa más que encuentro, contacto corporal,
confrontación, oposición y lucha, ver y percibir, tocar y entrar en el otro, compartir y
amar, comunicación intuitiva primaria, con palabras o gestos…Da una pauta de
aquello que intenta propiciar el rol del coordinador de psicodrama, en principio como
Moreno lo pensó.
En este sentido, para el psicodrama, lo primero es el vínculo. El autor Dalmiro
Bustos (1985) retoma la el concepto de factor telé que desarrolló Moreno para
describir que todo vínculo está dinámicamente estructurado por dicho factor.
Se denomina tele a todas las transacciones que ocurren entre las personas. El
factor tele tiene dos ramas, una llamada tambien tele que asegura el encuentro e
implica una correcta percepción recíproca; la otra es la distorsión de la percepción y
se denomina transferencia.
El autor antes mencionado, establece que toda comunicación debe ser desde el YO-
TÚ y no desde el YO- ÉL. Diferencia así dos posiciones, una cara a cara, de
encuentro, donde la fusión de experiencias y conocimientos estrucura un vínculo
donde se mira desde sí. Nadie objetiviza, nadie hace objeto al otro de su
experiencia, no hay portaobjetos donde se colocan los seres humanos. La otra
posición es la del observador científico objetivante que congela al interlocutor. Esta
posición YO-ÉL no tiene cabida en psicoterapia psicodramática ni en sus trabajos a
nivel pedagógico o social. En todo trabajo donde el psicodrama está presente
aparece la posición YO- TÚ de encuentro. Así el alumno no es objeto de aprendizaje
sino que debe ser participante activo, espontáneo, de lo contrario queda como un
simple acumular información que no se debe confundir con el conocimiento.
El encuentro vive en el “aquí y ahora”, va más allá de la empatía y de la
transferencia, forman un “nosotros”.
En su concepción, todos en el grupo son agentes terapéuticos y todo grupo lo puede
ser con respecto a otro grupo. Este dispositivo aspira a lograr agrupación de sus
miembros, para los fines que persigue. No trata solamente a los individuos sino a
todo el grupo y a los individuos que están en relación con él. En su definición ve a la
sociedad humana total como al verdadero paciente.

19
Moreno afirma que trabajar en grupo sin una fundamentación sociométrica,
antropológica y microsociológica, sólo con la interpolación del análisis individual, es
imposible. La regla fundamental es la interacción libre y espontánea, y el objetivo es
favorecer la integración del individuo y el grupo. (Albizuri de García, O. 1986)

No se aleja de cómo Maritza Montero (2004) define el rol del psicólogo, no como
experto dueño del saber, que se relaciona con alguien que no sabe, sino como el de
alguien que posee un saber que le permite actuar, pero que a la vez necesita del
saber poseído por ese interlocutor, agente de su propia transformación, con el cual
necesitará trabajar interactivamente a fin de producir las transformaciones
acordadas entre ambos. Por esta razón se habla de agentes externos - los
psicólogos- y agentes internos - las personas interesadas de las comunidades.

Fuks y Lapalma (2011) sostienen que la misión como psicólogos/as comunitarios es


co-construir alternativas de fortalecimiento y confrontar creativamente los desafíos
de las complejas subjetividades emergentes. Los sujetos necesitan construir con los
otros/as las narrativas y relatos de vida que sostienen y generen sentimientos de
continuidad e historicidad para sus existencias, que permitan enorgullecerse de sus
habilidades, competencias y creatividades, y que permitan atesorar la memoria de lo
vivido como capital relacional y simbólico. Al tomar en cuenta los valores y
principios de la psicología comunitaria latinoamericana, una parte innegociable de
su misión radica en facilitar procesos reflexivos de dimensión local, a fin de permitir
la emergencia de alternativas a los ideales promovidos (vendidos) como “lo nuevo”,
“ lo avanzado” y “lo deseable” que aparecen como transversales a las categorías
socioeconómicas.
Entonces, el psicólogo interviene allí con el fin de construir narrativas y relatos que
sostienen el sentimiento de comunidad, la cual alude a una dimensión subjetiva
social, y definido por la psicología comunitaria como “el sentido que tienen los
miembros -de una comunidad- de pertenecer, el sentimiento de que los miembros
importan los unos a los otros y al grupo. Y una fe compartida de que las
necesidades de los miembros serán atendidas mediante su compromiso de estar
juntos”. (Montero M, , p.216)
El psicodrama sirve para aportar desde lo singular de cada participante, no sólo los
diferentes sentidos que aportan a construir un encuentro - en el sentido antes

20
desarrollado-, sino que abre una puerta para abordar una temática/problemática de
un modo dinámico, de un modo que des-dramatiza la cuestión y fundamentalmente
aporta diferentes miradas. Juega con la tensión singular- grupal-comunidad para
desplegar la escena, que una vez allí, ya no es de nadie - ya no le pertenece al
protagonista- sino que es de todos, la escena se ha socializado en el grupo y desde
ese lugar florece un campo de resonancias en cada uno.
En este punto es destacable el valor que le atribuía Moreno a la espontaneidad,
entendida como la capacidad de respuesta adecuada en un momento
determinado y que vincula la creatividad, la vemos en un estado de emergencia,
que se ubica fuera del estereotipo social y la reproducción mecánica.
En su tesis de maestría Lara M. (2010), desarrolla el concepto de dramatización,
como una categoría enraizada al concepto drama -denominación que proviene del
griego y que significa acción- refiere a la movilización emocional, palabras y
gestualidades que en espontaneidad logra en el espacio de la escena su
representación. Sostiene que, sólo en la representación de sí mismo, en la
creación dramatizada de su propia imagen, es que puede alcanzar ese proceso
transformador. La audiencia no transfiere la acción a otros, ni para que la piense
o represente; ella misma es protagonista de su propia acción dramática. Al
cambiarla, ensaya posibles soluciones, pruebe alternativas de cambio, se
entrena para la acción real. Es un espacio y un momento de aprendizajes: para
asimilar posibles aplicaciones en dimensiones cotidianas, en las realidades de
todos los días. Por eso no es un simple espectador: es un espect-actor.
Esto es lo que sucede a través de la multiplicación dramática, dispositivo
desarrollado por Pavlovsky E. y Kesselman H. como una nueva forma para abordar
el trabajo psicodramático (mencionado anteriormente), que mediante la
espontaneidad, se transforma en esa capacidad creativa, nueva, que produce otra
forma, por fuera de la repetición.
Para que haya multiplicación dramática se necesitan básicamente dos cosas; “a) la
escena de un protagonista y b) las improvisaciones que cada integrante del grupo
realizará en forma de escenas por el efecto de resonancia que en cada integrante
produce la escena inicial”. (Kesselman H. y Pavlovsky E., 1989, p.8).
Si se piensa sobre el orígen de la palabra multiplicación y sobre sus distintas
acepciones, los autores afirman que “Multiplicar proviene de plico: pliegue,
desplegar e implicarse” (Kesselman H. y Pavlovsky E., 1989, p.70). En las antiguas

21
concepciones, la palabra multiplicación se acercaba más a la idea de crecimiento,
de expansión, que no es igual que extensión sobre una cosa, la mera repetición de
algo, que bloquea las posibilidades de aprendizaje y creación.
Lo que se ensaya es la propia potencialidad de cada uno, ya que todos poseemos
esas capacidad de creación, el hombre revolucionario es el que se convierte en
artífice de su creación y su destino.
El psicólogo debe propiciar estos espacios, darle lugar al juego, a la productividad
imaginaria. El coordinador debe aceptar el desafío que implica jugar a ser el
creador, facilitando la mayor cantidad posible de conexiones entre los integrantes
del grupo, para esto no debe ofrecer resistencia y entregarse sin cuestionamientos
ni presiones, al sinsentido.
El psicodrama, como el juego, como el objeto transicional de Winnicott es, ante
todo, condición de ficción en un espacio. La vida, para Moreno es un escenario,
como puro acontecimiento: allí acontece la vida, la muerte, la locura, las pasiones...
La espontaneidad apunta al margen de disponibilidad al juego, entendiendo a éste
no sólo como epifenómeno que actúa y refuerza los fines biológicos y/o sociales,
sino como fenómeno sui-géneris. (Pavlovsky C. 1998)
Tal como afirma Pavlovsky E. (1982), hay una elección feroz y descarnada, una
lucha contra la encrucijada de los determinismos que encierran al creador, y sólo él,
y bajo ese margen de libertad y responsabilidad impregna un último sentido a su
singularidad, es decir, colorea con sus propias tintas los parámetros de su historia
individual y de su inserción social.
Se puede afirmar que la participación en espacios de creación colectiva constituye
distintos modos de subjetivación en tanto propone y propicia la construcción y
producción de nuevas subjetividades; así como nuevas formas de ser/estar en el
mundo.

22
Reflexiones finales

El presente trabajo no pretende ofrecer conclusiones certeras sobre el tema


planteado, sino abrir una puerta y, con un poco de audacia tal vez, instituir nuevas
formas de abordaje para el campo comunitario.
Según lo desarrollado, se puede afirmar que una articulación teórico-práctica entre
el psicodrama como dispositivo y la psicología comunitaria, como modo de
intervención es posible.
La intención es que sirva de estímulo para nuevas formas de intervención, como
una herramienta alternativa para el rol del psicólogo. Hemos visto que es posible
utilizar el psicodrama en el campo educativo, en un hospital psiquiátrico, en
situación de emergencias sociales, en una comunidad específica, con niños que
viven en la calle, etc.
Es por esto que se plantea el rol y la intervención del psicólogo en tanto devenir, ya
no como un rol estático o cerrado, sino como un rol continuamente atravesado por
múltiples experiencias, un rol que está siendo.
Importa resaltar la dimensión epistemológica que comparten ambas prácticas,
donde el sujeto construye una realidad, que a su vez lo transforma, ambos están
siendo construidos continuamente y a la comunidad se la concibe como
cognoscente, donde el saber circula con los profesionales.
Como reflexión final interesa resaltar que la participación en espacios de creación
colectiva constituye distintos modos de subjetivación en tanto propone y propicia la
construcción y producción de nuevas subjetividades; así como nuevas formas de
ser/estar en el mundo. Destacando el valor que cobra propiciar espacios para
desarrollar la espontaneidad con un fin común, ensayando la creatividad como una
forma de resolución de conflictos y/o necesidades, creando múltiples sentidos.
El campo y la práctica resultan complejos, en relación a sus múltiples
atravesamientos, pero se ha intentado bosquejar aquellas categorías y referencias
teóricas relevantes que hacen a una conceptualización del psicodrama y la
psicología comunitaria en su implementación para intervenciones grupales,
institucionales y comunitarias.

23
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25

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