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Un tiempo considerable de lectura y meditación, me ha permitido conocer, hasta el tedio

de la repetición, que la razón siempre mantiene los ojos abiertos para no confundirse de
objeto. Pues, según la Escritura, (la cual conoce perfectamente los secretos de la razón al
igual que los demonios conocen y comprenden las palabras de Dios) ‹‹ ¿Qué padre de
vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le
dará una serpiente? ››. Nunca, ciertamente. Haría falta estar ciego para no saber que agarro
lo que quiero dar. No en vano, los filósofos han afirmado que la razón es la contemplación
de la verdad con los ojos del alma o con los ojos de la icónica ave de Minerva. A este
nivel, sería absurdo sugerirle a la razón una ‹‹cerradita de ojos››, ni siquiera cuando el
pescado está en las narices. Hasta donde sé, solo en el cristianismo de primera mano es
permitida una sugerencia semejante, pues el apóstol Pablo afirma que la resurrección de
los muertos sucederá en un abrir y cerrar de ojos y la venida de Cristo sucederá cuando
nadie se lo espere; es decir cuando nadie vea, tal y como el ladrón viene en la noche. A
medida que la razón ve y contempla, el cristianismo pestañea. A menudo suele decirse
que el cristianismo bíblico es una mentira, una ilusión y algo absurdo, fuera de tono. Pero,
en alguna parte de mí, temo que estas afirmaciones incurran realmente en una herejía,
pues, irónicamente, el pestañeo es una imagen más acorde al mundo en que vivimos que
la pretensión racional de mantener los parpados inmóviles. Con visión sempiterna y de
punta a punta, es claro que a la razón pertenece la facultad de frenar y parar. Para un
científico sería absurdo que un ser humano cayera cinco veces en el mismo error que ya
comprendió y para Platón es inadmisible que un cochero solo haga que sus caballos se
encabriten más y más hasta el punto de perder el control. Aquí, nuevamente, me gustaría
insinuar que para el cristianismo bíblico, si siete veces cae el justo, siete veces se levantará
y, aún más, siete veces el cielo saltará de alegría por un solo pecador que, en la aurora de
la ‹‹tarde››, casi dando la noche y al final del día, se arrepienta de corazón. El punto es el
mismo, ¿cuál de las dos imágenes es más real y menos ideal en relación con nuestro
mundo? Esta cuestión ya la dejaré en manos del lector. Como Kierkegaard diría, mi deber
en la tierra tampoco es decirlo y aclararlo todo. De cualquier forma, tampoco podría dar
una respuesta, porque simple y llanamente tengo un pecado que necesita creer en la visión
cristiana de las cosas, que suplica por perdón, aunque ya sea ‹‹tarde›› y, como dicen las
abuelas, aunque ‹‹lo cogió la noche››. De no ser así, un amigo de vida me dijo una vez, al
ver mi desastre y al estar locamente inspirado por mis actos, que yo debería asumir la
consciencia de Eichmann y, personalmente, aceptar eso les quitaría el entusiasmo a todas
mis actividades

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