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5 características de un

líder siervo
MINISTERIO

Todos los que profesan ser cristianos están de acuerdo en que un líder cristiano debe ser un líder que
sirve. Jesús no pudo ser más claro:

“Y Jesús les dijo: Los reyes de los gentiles se enseñorean de ellos; y los que tienen autoridad sobre ellos
son llamados bienhechores. Pero no es así con vosotros; antes, el mayor entre vosotros hágase como el
menor, y el que dirige como el que sirve”, Lucas 22:25-26.

En donde no siempre se llega a un acuerdo es en cómo debe verse el liderazgo de servicio en una
situación dada. A veces los líderes siervos lavan los pies de los demás, por así decirlo (Jn. 13: 1-17),
pero otras veces reprenden (Mt. 16:23), e incluso disciplinan (Mt. 18: 15-20). A veces sirven a sus
propias expensas (1 Co. 9: 7), pero otras veces emiten mandatos fuertes (1 Co. 5: 2; 11:16).

Metiéndose en aguas fangosas

Otros factores enturbian las aguas aun más para nosotros. Para comenzar, todos los líderes cristianos
tienen pecado que mora en ellos, lo que significa que incluso en el apogeo de su madurez, aún seguirán
siendo siervos defectuosos. Añade a esto el hecho de que la mayoría de los líderes no han alcanzado
todavía su grado de madurez. Añade a esto el hecho de que todos los seguidores cristianos también
tienen pecado que mora en ellos y la mayoría no ha alcanzado nuestro grado de madurez tampoco.
Añade a esto el hecho de que diferentes temperamentos, experiencias, dones, y llamados influyen en
cómo ciertos líderes tienden a servir, y cómo ciertos seguidores tienden a percibir ese liderazgo; el
intento genuino de servir de un líder podría ser interpretado por un seguidor genuino como un intento de
“tener control de su fe” (2 Co. 1:24). Y luego están los líderes que son lobunos y egoístas quienes,
mientras engañan a sus seguidores, aparentan comportarse por un tiempo de manera similar a los líderes
siervos.

Así que, la determinación de si un líder está actuando de un corazón de servicio semejante a Cristo
requiere un discernimiento comprensivo, paciente, y humilde. No es sencillo. No hay una descripción de
líder siervo que aplique para todos. Las necesidades y contextos en la iglesia en general son muy amplias
y variadas, y requieren diferentes tipos de líderes y dones. Debemos cuidarnos de nuestros propios
prejuicios en la evaluación de los corazones de los líderes. Cada uno de nosotros es más o menos atraído
por ciertos tipos de líderes, pero nuestras preferencias pueden ser poco fiables e incluso estándares poco
misericordiosos.

Las marcas de un líder siervo

Aun así, el Nuevo Testamento nos enseña a actuar con la debida diligencia en el discernimiento de la
aptitud de un líder cristiano (véase, por ejemplo, 1 Tim. 3:1-13). ¿Qué características buscamos en un
líder que sugieren que su orientación fundamental es el servicio semejante a Cristo? Esta lista no es de
ningún modo exhaustiva, pero aquí hay cinco indicadores fundamentales.
1. UN LÍDER SIERVO BUSCA LA GLORIA DE SU AMO.

Y su Amo no es su reputación o la circunscripción de su ministerio; es Dios. Jesús dijo: “El que habla de
sí mismo busca su propia gloria; pero Aquél que busca la gloria del que Lo envió, El es verdadero y no
hay injusticia en El” (Jn. 7:18). Un líder cristiano es un siervo de Cristo (Ef. 6:6), y demuestra a lo largo
del tiempo que Cristo —no la aprobación del público, la posición, o la seguridad financiera— tiene su
lealtad primaria. En esto él “jura en perjuicio propio, y no cambia” (Sal. 15:4).

2. UN LÍDER SIERVO BUSCA SACRIFICIALMENTE EL MAYOR GOZO DE


AQUELLOS A QUIENES SIRVE.

Esto no entra en conflicto con buscar la gloria de su Maestro. Jesús dijo: “El que entre ustedes quiera
llegar a ser grande, será su servidor… así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para
servir y para dar Su vida en rescate por muchos” (Mt. 20:26,28). Sea cual sea su temperamento, mezcla
de dones, capacidades, o esfera de influencia, hará los sacrificios necesarios con el fin de perseguir el
“progreso y gozo en la fe” de las personas, que resulta en la gloria de Dios (Fil. 1:25; 2:9-11).

3. UN LÍDER SIERVO RENUNCIARÁ A SUS DERECHOS EN LUGAR DE


OSCURECER EL EVANGELIO.

Pablo lo dijo de esta manera: “De todos me he hecho esclavo para ganar al mayor número posible” (1
Co. 9:19). ¿Qué significaba esto para él? Significaba que en ocasiones se abstenía de ciertos alimentos y
bebidas, o rechazaba el apoyo financiero de aquellos a quienes servía, o trabajaba con sus propias manos
para proveer para él mismo, o pasaba hambre, o vestía humildemente, o era golpeado, o estaba sin hogar,
o soportaba irrespeto dentro y fuera de la iglesia (1 Co. 4:11-13; 9:4-7). Y él decidió no casarse (1 Co.
9:5). Todo esto antes de ser martirizado. La barra de servicio de Pablo puede haber estado
extraordinariamente alta, pero todos los líderes siervos cederán sus derechos si creen que más serán
ganados para Cristo como resultado.

4. UN LÍDER SIERVO NO ESTÁ PREOCUPADO POR TENER VISIBILIDAD O


RECONOCIMIENTO PERSONAL.

Como Juan el Bautista, un líder siervo se ve a sí mismo como un “amigo del novio” (Jn. 3:29), y no se
preocupa por la visibilidad de su propio rol. Él no considera aquellos con funciones menos visibles como
menos importantes, ni codicia roles más visibles como más significativos (1 Co. 12:12-26). Él busca
administrar el cargo que ha recibido de la mejor manera posible, y gustosamente deja la asignación de
los roles a Dios (Jn. 3:27).

5. UN LÍDER SIERVO SE ANTICIPA Y GENTILMENTE ACEPTA EL


MOMENTO DE SU DESCENSO.

Todos los líderes sirven solamente durante una temporada. Algunas temporadas son largas, algunas
cortas; algunas son abundantes, algunas austeras; algunas son registradas y recordadas, la mayoría no.
Pero todas las temporadas terminan. Cuando Juan el Bautista reconoció el final de su temporada, dijo:
“Y por eso, este gozo mío se ha completado. Es necesario que El crezca, y que yo disminuya” (Jn. 3:29-
30).

A veces, un líder es el primero en reconocer el final de su temporada, a veces otros lo reconocen


primero, y a veces Dios permite que una temporada termine injustamente para propósitos que el líder no
puede entender en ese momento. Sin embargo, un líder siervo gustosamente cede su papel para el bien
de la causa de Cristo, porque su identidad y su confianza no están en su llamado, sino en su Cristo.

Sé misericordioso con tus líderes

Ningún líder cristiano terrenal es la encarnación perfecta de estas cinco marcas fundamentales de un
siervo. Solo Jesús tiene esa distinción. La gran mayoría de nuestros líderes son siervos imperfectos que
tratan de ser fieles.

Así que, algunos de los regalos más grandes que podemos dar a nuestros líderes son: 1) nuestro ánimo
explícito cuando vemos cualquiera de estas gracias en ellos (soltar nuestras lenguas), 2) tenerles
paciencia en silencio cuando tropiezan (retener nuestras lenguas), y 3) nuestro juicio comprensivo y
nuestra amable retroalimentación respecto a las decisiones que plantean preguntas y preocupaciones
(refrenar la lengua). Y las tres se pueden aplicar con la misma facilidad ya sea al hablar de nuestros
líderes como al hablar con ellos.

Si un líder necesita ayuda para reconocer el final de su temporada, que sus amigos fieles le den un apoyo
amoroso, amable, gentil y paciente, y si es necesario, reprimenda.

Pero a veces, como Diótrefes (3 Jn. 9), los defectos pecaminosos de un líder son demasiado
perjudiciales, o como Judas (Luc. 6:16), demuestran ser un lobo. A ese punto una respuesta
misericordiosa sería que los seguidores apropiados, piadosos y maduros tomen la iniciativa servicial de
reprender (Mt. 16:23), e incluso disciplinar (Mt. 18:15-20). Sabremos que hemos llegado a ese punto
porque, después de una temporada de observación, se verá claramente que estas cinco marcas están
notoriamente ausentes en ese líder.

9 maneras de levantar
líderes en tu iglesia MINISTERIO

Nota del editor:


Este artículo fue adaptado del capítulo 10 del libro de Mark Dever, Discipling: How to
Help Others Follow Jesus [Discipulando: cómo ayudar a otros a seguir a Jesús] (Crossway,
2016).
El Nuevo Testamento está lleno de instrucción sobre cómo discipular a los creyentes en general, pero de
vez en cuando también se enfoca particularmente en cómo levantar líderes en la iglesia. Por ejemplo,
Pablo le dice a Tito: “Por esta causa te dejé en Creta, para que pusieras en orden lo que queda, y
designaras ancianos en cada ciudad como te mandé” (Ti. 1:5). Luego describe cómo deben ser estos
ancianos. De manera similar, le dice a Timoteo que busque “hombres fieles aptos para enseñar también a
otros” (2 Tim. 2:2).

De la misma manera, me gustaría ofrecer consejos sobre cómo he trabajado personalmente para
encontrar, animar, y levantar otros líderes en mi iglesia, ya sea para servir en mi iglesia o eventualmente
en otras iglesias. Muchos de los asuntos discutidos a continuación se aplican al discipulado de manera
más amplia. Después de todo, los criterios enumerados para un anciano en Tito 1 y 1 Timoteo 3 deberían
caracterizar a cada cristiano, excepto el requisito de no ser recién convertido y el de ser apto para
enseñar. Es decir, los objetivos de discipular a un creyente y a un posible líder de iglesia son
básicamente los mismos.

Sin embargo, quiero poner especialmente en los ancianos la responsabilidad de pensar en cómo levantar
futuros líderes. Esa es una de sus obligaciones particulares. Samuel Miller (1769-1850) dijo una vez:

Dondequiera que estés, intenta siempre adquirir y mantener una influencia en los jóvenes. Son la
esperanza de la iglesia y del Estado; y el que desempeñe un papel decisivo en llenar sus mentes con
sentimientos de sabiduría, virtud, y piedad, es uno de los más grandes benefactores de su especie. Por lo
tanto, son dignos de tu atención especial e inagotable… En pocas palabras, emplea cada método
cristiano para unirlos a tu persona y ministerio, y para inducirlos a tomar interés desde temprano en los
asuntos de la iglesia.

Aquí hay nueve pasos para levantar líderes en tu iglesia.

1. Pastorea con los requisitos bíblicos en mente

El lugar para comenzar es con los requisitos que Pablo da a Timoteo y a Tito:

“Si alguno aspira al cargo de obispo, buena obra desea hacer. Un obispo debe ser, pues, irreprochable,
marido de una sola mujer, sobrio, prudente, de conducta decorosa, hospitalario, apto para enseñar, no
dado a la bebida, no pendenciero, sino amable, no contencioso, no avaricioso. Que gobierne bien su
casa, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad (pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia
casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?); no un recién convertido, no sea que se envanezca y
caiga en la condenación en que cayó el diablo. Debe gozar también de una buena reputación entre los de
afuera de la iglesia, para que no caiga en descrédito y en el lazo del diablo”, 1 Timoteo 3:1-7,
también Tito 1:6-9.

No hay nada extraordinario en estas virtudes. Sin embargo, como oí decir a Don Carson una vez, un
anciano hace extraordinariamente bien lo que un cristiano ordinario debe hacer. Es un modelo para todo
el rebaño. Es un cuadro de madurez para todos.

En ocasiones pregunto a los jóvenes si han pensado en servir como ancianos, y lo hago temprano en su
discipulado, sabiendo que pueden estar a años de estar calificados y listos. Es mi manera de preguntar si
servir y construir a la iglesia es una de sus ambiciones, y si no, ¿por qué no? Es decir, una buena
herramienta de discipulado para cada cristiano es esta lista (a excepción de ser apto para enseñar).

Dicho esto, no creo que Pablo quiera proporcionar una lista exhaustiva de lo que debe ser un anciano.
Por ejemplo, nunca dice: “lector fiel de la Biblia”, u “hombre de oración”, aunque creo que cada anciano
debe ser esas dos cosas. Cuando se trata de levantar líderes en general, y hombres que la iglesia apoye
financieramente en especial, creo que también debemos buscar dones naturales de liderazgo. Quiero
promover y equipar a hombres que al parecer pueden ayudar a avanzar el cristianismo en lugares a
donde yo nunca iré: el futuro más allá de mi muerte.

Quiero promover y equipar a hombres que al parecer


pueden ayudar a avanzar el cristianismo en lugares a donde
yo nunca iré: el futuro más allá de mi muerte.
¿Significa esto que estoy transgrediendo Santiago 2:1 al tener favoritos? No lo creo. Santiago se
preocupa por favorecer indebidamente a los ricos. El mal discernimiento y la discriminación incorrecta
no hacen que todas las distinciones sean malas. Recuerda, Pablo le dice a Timoteo que busque “hombres
fieles” que puedan “enseñar a otros”, así como hombres que “aspiren al oficio de obispo”. Un hombre
puede aspirar por las razones equivocadas, pero un hombre que no aspira en absoluto no está calificado.

En última instancia, debes pastorear hombres con la mira en los requisitos bíblicos. Esa es la línea base.
Y cuando un hombre demuestra los dones naturales que tiene en que la gente lo sigue, más puedes
buscar oportunidades para que él practique ser líder.

2. Adoptar una posición de búsqueda

Si deseas levantar líderes, necesitas estar en posición de observación permanente. Esta debe ser tu
postura, especialmente si eres un anciano. El anglicano Phillip Jensen de Sydney habla de “jóvenes que
vale la pena observar”. ¿Puedes nombrar a algunos jóvenes así a tu alrededor?

Los pastores deben ser profundamente oportunistas en cuanto a levantar más pastores. Y toda la iglesia
debe tener una profunda confianza en que el Señor quiere que se levanten nuevos líderes.

Mantengo mis ojos abiertos de varias maneras. Me mezclo con la congregación e interactúo con ellos.
Voy a la puerta después de los servicios dominicales y noto quién dice qué, o quién está interactuando
con quién. Me esfuerzo por proporcionar muchas oportunidades de enseñanza en la vida semanal de
nuestra iglesia donde puedan surgir maestros talentosos. Orar a diario por todo el directorio de la
membresía de la iglesia también trae personas a la mente.

3. Pasa tiempo personal

Pasar tiempo con la gente es parte crucial de levantar líderes, así como Jesús llamó a los discípulos a
acompañarlo al monte para que estuvieran “con él”.

Tristemente, veo que muchos pastores construyen muros a su alrededor. Ellos no son hombres que
estarán levantando más líderes, al menos no directamente. No estoy diciendo que necesites ser
extrovertido, pero un pastor sí tiene que encontrar alguna manera de pasar tiempo con otros líderes
potenciales en su iglesia. Hebreos 13 exhorta a la iglesia a seguir el ejemplo de sus ancianos. ¿Cómo
pueden hacerlo si no conocen a sus líderes de cerca? El llamado de Pablo a la imitación requiere ese
mismo tiempo.

Así que un pastor necesita encontrar formas de pasar tiempo con hombres más jóvenes. Los almuerzos
pueden ser cruciales. En aquellas ocasiones en que mi esposa me pide que vaya a la tienda, por lo
general empiezo a sudar frío por temor a comprar algo que no debo (problema mío, no de ella), y por eso
a menudo llevo a un hermano conmigo. De esa manera, podemos pasar tiempo intencional juntos, y él
puede compartir mi culpa si me equivoco en algo. Meto a la gente en mi horario de preparación de
sermones también, incluyendo un almuerzo dedicado a lluvia de ideas sobre la aplicación, y una lectura
previa el sábado por la noche. Estas reuniones no solo mejoran el sermón, sino que también me permiten
escuchar la opinión de gente diferente, y animarlos.

Todos estos ejemplos están diseñados en torno a mí, mi trabajo, y mi horario. Averigua qué horario
funciona para ti, y mete discípulos en ese horario.

4. Promueve confianza

Si deseas ver líderes, tu postura general debe estar caracterizada por una disposición a promover la
confianza. Habiendo vivido en diferentes lugares y viajado, sé que tal disposición varía de un lugar a
otro. Pero creo que es una característica del amor: el amor cree todas las cosas y espera todas las cosas (1
Co. 13:7). Probablemente tienes miembros de tu iglesia a quienes el Señor ha confiado con grandes
talentos, pero para que se descubran, alguien debe confiar de antemano en ellos, dándoles crédito. Los
buenos líderes lo hacen. No esperan a que la gente se pruebe a sí misma, y luego les da oportunidades de
enseñanza. No, ellos ven el indicio de algo que, con un poco de estímulo, podría crecer y florecer. Así
que dale crédito y deja que el joven discípulo lo gaste.

Muchos líderes, con la mejor motivación, pueden ser demasiado conservadores en esto. Más de una vez
he visto pastores mayores que son incapaces de afirmar el liderazgo de nadie. O he presenciado cómo los
hombres se convierten en ancianos laicos y, a continuación, suben la escalera de su casa en el árbol para
que nadie más pueda entrar, pidiendo de posibles ancianos más de lo que nadie jamás ha pedido. Ahora
bien: vas a cometer errores. No le atinarás al cien. Yo no lo he hecho. Pero definitivamente me arriesgo
en el liderazgo. Vale la pena. Dios es soberano. Cristo edificará su Iglesia. Así que demos el paso y
tomemos algunos riesgos.

Las congregaciones, por su parte, deben ser pacientes con los jóvenes en el liderazgo, ya que cometen
errores de jóvenes. A menudo digo a las iglesias que no tengan miedo de nominar a un cachorro de león.
Puede rayar el piso o dañar algunos muebles, pero si eres paciente con él, tendrás un león que te amará
para toda la vida.

5. Delega responsabilidades

Este punto está ligado al anterior. ¿Cómo promueves la confianza? Delegando responsabilidad y
oportunidad. Hay varios componentes en esto:

Da a la gente la oportunidad de liderar.

Mantén en silencio una lista de hombres en tu congregación que piensas que podrían ser buenos
maestros, oradores públicos, líderes de servicio, o maestros de la escuela dominical. Pruébalos
delegando. Nuevamente, reconozco que algunos pastores se sienten muy protectores con respecto a sus
rebaños: “Pero Mark, el Espíritu Santo me ha puesto por supervisor”. Ahí es donde digo: Cuando
mueras, amigo, la iglesia estará bien. Y debes ayudar a que esté mejor aflojando tus riendas ahora y
preparando a otros líderes delegando. Tu meta no es construir tu reino. Tu objetivo es capacitar a otros
dándoles oportunidades para dirigir y enseñar.

Pierde votos y discusiones.

Delegar autoridad significa ceder una medida de control. Y si estás dispuesto a hacer eso, necesitas estar
dispuesto a perder votos o no siempre tener la última palabra. No todo debe ir por donde tú quieres. ¡Si
nunca dejas que la gente conduzca de una manera contraria a tu propia opinión, no estás dejándolos
liderar realmente! Por lo tanto, sí, puede que te sientas decepcionado al perder en uno u otro tema, pero
la ganancia de animar a otros líderes a liderar es una mejor inversión a largo plazo (sin mencionar que
bendice a la iglesia con los dones de su sabiduría).

Cultiva el respeto por otros líderes.

Hace algunos años, nuestro pastor adjunto y yo estábamos de pie en la plataforma al frente de la iglesia
antes de que comenzara un estudio bíblico. Él estaba por dirigirlo. Mientras jugábamos hablando entre
nosotros, le di unas palmadas en la cabeza (él es más bajo que yo). Él inmediatamente me llevó a un lado
y me dijo amable pero firmemente: “Mark, detente. No puedes tratarme así delante de la congregación si
quieres que me respeten”. Una vez que lo dijo, me pareció tan obvio. ¡Por supuesto! Necesitaba tratarlo
públicamente como un líder y trabajar para cultivar en la congregación ese respeto hacia él.

6. Da y recibe retroalimentación

Una vez que delegues responsabilidades y oportunidades para ministrar, también necesitas crear
estructuras de retroalimentación. Para empezar, eso significa mostrar a aquellos que estás discipulando
cómo dar y recibir crítica de forma piadosa. Sé honesto y tierno con los hermanos sobre cosas que
podrían mejorar.

Tu habilidad para dar crítica piadosa crecerá grandemente al modelar lo que significa invitar y
recibir crítica piadosa. Para alentarla, trato de recibir comentarios críticos sin responder (no es que
siempre tenga éxito), incluso si no estoy de acuerdo con la crítica. Respondo si pienso que el comentario
engañará a otros, pero si derribo cada crítica constructiva que me ofrezca uno más joven, especialmente
después de que he invitado la retroalimentación, él aprenderá rápidamente que es vano (y vergonzoso)
ofrecerme sus opiniones de manera directa. ¡Y eso sería de lo menos útil para mí! Siempre hay espacio
de mejora en mi ministerio. Los comentarios que he recibido durante 20 años me han ayudado mucho a
servir mejor a la iglesia.

Además de modelar lo que significa dar y recibir críticas piadosas, también debemos modelar el dar
estímulo piadoso. Pablo tenía muchas cosas críticas que decir a la iglesia de Corinto, pero abre su carta
dando gracias a Dios por ellos (1 Co. 1:5, 7). No creo que Pablo estuviera halagando a los corintios.
Creo que estaba reconociendo correctamente lo que Dios había hecho. ¿Acaso no debemos reconocer
que lo que viene de Dios pertenece a Dios, como las evidencias de la gracia en las vidas de los demás?
Alentar a los aspirantes a líderes debe enseñarles a alabar a Dios.

Muchas veces he visto a hombres, particularmente chicos más jóvenes, actuar como si el verdadero
liderazgo se mostrara en la corrección de los demás. Es por eso que a menudo los sermones de los
jóvenes son regaños. Lo que no han descubierto es que suele lograrse más mediante el ánimo. Hay
momentos para regañar, pero del 80 al 90 por ciento de lo que esperas corregir puede lograrse mediante
el ánimo. Si miras hacia atrás en tu vida y consideras qué te influyó más, probablemente te darás cuenta
de que fue la gente que creyó en ti. Como Henry Drummond una vez dijo: “Te darás cuenta, si piensas
por un momento, de que las personas que influyen en ti son las personas que creen en ti. En un ambiente
de sospecha, los hombres se marchitan; pero en esa atmósfera se expanden y encuentran aliento y
compañerismo educativo”.
Hay momentos para regañar, pero del 80 al 90 por ciento
de lo que esperas corregir puede lograrse mediante el
ánimo.
Cuando observo que los hombres que estoy discipulando animan y critican a mí o a los demás, aprendo
tanto de ellos como de lo que están comentando. Es como estar en una galería de arte y no mirar las
pinturas, sino a la gente observando las pinturas. ¿A qué se sienten atraídos? ¿Qué enfatizan? La
creación de buenos lazos de retroalimentación, si eres un pastor, ayuda a que todo este discipulado
suceda.

7. Fomenta la autoridad piadosa

Muy a menudo hoy en día la gente no entiende lo que un don de autoridad piadosa puede ser. El
aumento de los líderes nos obliga a enseñar acerca de la autoridad piadosa, y fomentarla. Jesús
ciertamente enseñó a sus discípulos sobre el buen uso de la autoridad (Mt. 20:25-27).

El mundo caído usa mal la autoridad y miente sobre la autoridad bien usada. La mentira básica de
Satanás a Adán y Eva fue que Dios realmente no podía amarlos y al mismo tiempo decirles que no.

La verdadera naturaleza de la autoridad se hizo evidente para mí hace años cuando estaba predicando a
través de 2 Samuel. Las “últimas palabras” de David son sorprendentes:

“El que con justicia gobierna sobre los hombres, que en el temor de Dios gobierna, es como la luz de la
mañana cuando se levanta el sol en una mañana sin nubes, cuando brota de la tierra la tierna hierba por
el resplandor del sol tras la lluvia”, 2 Samuel 23:3-4.

La buena autoridad bendice a los que están bajo esta. Los nutre. La gente gravitará hacia una autoridad
saludable que se desgasta por el bien de aquellos bajo su cuidado, en lugar de usarlos para su propio
bien. Mira cómo una familia prospera bajo buenos padres, o un equipo bajo un buen entrenador.

El abuso de la autoridad por parte de los pastores es un


pecado terriblemente destructivo y particularmente
blasfemo.
Es por eso que el abuso de autoridad por los pastores es un pecado terriblemente destructivo y
particularmente blasfemo. Además, las historias de predicadores de prosperidad que compran aviones
privados por decenas de millones de dólares señalan algo increíblemente retorcido y satánico. Estos
“pastores” refuerzan la mentira que Satanás silbó en el oído de Adán y Eva en el Edén: esa autoridad es
solo una manera de abusar de ti para beneficio del líder.

Gracias a Dios, el Rey en la cruz nos muestra que lo contrario es cierto cuando se trata de la autoridad
piadosa.
Así como Jesús enseñó a sus discípulos en el uso piadoso de la autoridad, y lo modeló en sí mismo, así
también nosotros debemos hacerlo con los hombres que estamos levantando en el liderazgo.

8. Espere claridad

Los líderes en la iglesia deben saber cómo ser inusualmente claros en la doctrina y enseñar la verdad en
general. Esto es una implicación de lo que Pablo enseña a los líderes de Éfeso en Hechos 20. Y es su
presuposición a lo largo de sus cartas a Timoteo y a Tito.

Un líder debe poseer claridad sobre la verdad. Debes buscar personas que tengan una capacidad natural
para responder a la pregunta, “¿Por qué?”. Y necesitan ser especialmente claros sobre ciertos temas: los
asuntos más básicos de la teología y el evangelio; aquellas doctrinas que distinguen a tu iglesia de otras;
y aquellas enseñanzas en la Escritura que están bajo fuego y no son populares en el mundo en general.

9. Fomenta una cultura de humildad

Lo que estas ocho prácticas anteriores requieren es una cultura de humildad. El discipulado cristiano
depende de tal humildad que expulsa la envidia.

No es ningún signo de humildad en mí si estoy viendo a otro ministro y pensando que “podría hacerlo
mejor”, o sintiéndome desanimado porque “nunca podría hacerlo tan bien”. Dios hace diferentes cosas
buenas con diferentes personas. Somos como distintos instrumentos en la orquesta, y un buen líder
ayuda a cada persona a encontrar su lugar. ¿Por qué el trombón estaría celoso del timbal? Cada uno se
puede disfrutar por lo que es.

Una manera de ver todo mi ministerio es preparando a mi


iglesia para el próximo pastor.
Fomentar una cultura de humildad significa trabajar en contra del temor al hombre. Y lo hacemos, por
supuesto, aprendiendo a temer al Señor. Antes de que los hombres asistan al internado pastoral en mi
iglesia, les pedimos que lean el libro de Ed Welch, When People Are Big y God Is Small [Cuando las
personas son grandes y Dios es pequeño]. Si no conoces ese libro, lo recomiendo encarecidamente. Todo
aspirante a líder debe aprender a reconocer el miedo del hombre en sí mismo. Una forma de verlo en un
nuevo interno es cuando aparece en nuestra iglesia y se siente amenazado por otros líderes fuertes. Sin
embargo, quiero líderes fuertes, tantos como pueda. Después de todo, una manera de ver todo mi
ministerio es preparando a mi iglesia para el próximo pastor.

En general, la humildad nos lleva a hablar cuando debemos hablar y a permanecer en silencio cuando
debemos permanecer en silencio. Nos lleva a ser tiernos y de piel gruesa. Quiero ver prosperar a la
iglesia de Dios al ver levantarse a más líderes humildes. Creo que mi humildad es parte de cómo eso va a
suceder.

¡Qué gozo es servir a Dios para discipular a otros! ¿Por qué no pasar tu vida haciéndolo?
El liderazgo que
permanece MINISTERIO

Nota del editor:


Este es un fragmento adaptado de Un líder de convicciones: 25 principios para un
liderazgo relevante (B&H Español, 2017), de Albert Mohler.
Admiramos con razón las cosas duraderas. Ese instinto casi siempre es correcto, en especial, cuando se
trata de compromisos y llamados. Honramos a las parejas que tienen matrimonios largos y duraderos, y
reconocemos a la gente por sus extensos períodos de servicio. Podemos vivir en una cultura de
gratificación instantánea y con períodos de concentración cada vez más breves, pero aun así, sabemos
admirar lo que permanece.

Esto es especialmente cierto cuando hablamos de liderazgo. Los líderes que dejan las marcas más
grandes son aquellos con muchos años de trayectoria. Un impacto grande requiere un período extenso de
liderazgo, y el líder que desea producir un cambio debe asumir un compromiso público de perseverar.
Las organizaciones son asombrosamente resistentes al cambio.

Aun cuando el cambio se produce, puede deshacerse en un instante si la gente regresa a los viejos y
arraigados hábitos de pensamiento y de trabajo. El líder más eficaz sabe permanecer en la tarea, decidido
a lograr que se cumpla.

El líder más eficaz sabe permanecer en la tarea, decidido a


lograr que se cumpla.
La paciencia es una virtud altamente honrada por los cristianos. La Biblia revela que la paciencia es uno
de los frutos del Espíritu Santo. El apóstol Pablo oró para que los creyentes fueran “fortalecidos con todo
poder según la potencia de su gloria, para obtener toda perseverancia y paciencia, con gozo” (Col. 1:11,
LBLA). Es evidente que la paciencia, la perseverancia y el gozo van juntos. Pablo también le dijo a
Timoteo que predicara “con mucha paciencia e instrucción” (2 Ti. 4:2, LBLA).

El liderazgo requiere madurar, aprender, adaptarse, repensar, y reequiparse. Ninguna de estas cosas se
logra rápida o fácilmente. Demasiados líderes pasan de una posición a la otra, una y otra vez,
precisamente porque no quieren soportar las lecciones que solo el tiempo y la antigüedad pueden
enseñar. Saltan de una posición y aterrizan en la otra, con lo cual elaboran un largo currículum, pero sin
arrojar ninguna sombra. Se privan a sí mismos y privan a aquellos que lideran de las lecciones que se
obtienen solo mediante la perseverancia y la experiencia. Son prueba de la espantosa verdad de que
puedes servir en una posición de liderazgo sin jamás liderar de verdad.

Los líderes por convicción valoran la permanencia por otra razón fundamental: la permanencia de la
verdad. Las verdades que sostenemos y las creencias que valoramos adquieren la forma de convicciones
que enmarcan cada aspecto de la realidad. Nuestra misión es ocuparnos de que esas convicciones se
conozcan, se crean y se traduzcan en una acción combinada y significativa. La verdad es eterna,
establecida por el Dios eterno. Aquellos que conocen la convicción para liderar deben poseer el
compromiso de permanecer y la capacidad de esperar. La verdad permanece y nosotros también
debemos hacerlo

10 características de un
líder humilde MINISTERIO

Las historias recientes de pastores famosos y líderes de adoración apostatando me han hecho pensar en
la idea del liderazgo cristiano. Si los líderes caen en desgracia a regañadientes debido a un fracaso moral
o renuncian públicamente a su fe en Instagram para ser más “auténticos”, una cosa está clara: la
humildad no es un factor contribuyente.

Aunque no me considero un líder humilde —puedo ser descarado y cabezota (tanto en sentido literal
como figurado)—, por la gracia de Dios he sido bendecido al servir con muchos líderes humildes. He
visto muchos más desde la distancia.

En lo que he observado, he podido notar 10 rasgos comunes de los líderes que demuestran humildad, en
contraste con aquellos que demuestran orgullo. Al proteger nuestros corazones de los engaños
penetrantes del orgullo y, especialmente los líderes, de las tentaciones tóxicas del poder, es bueno
reflexionar sobre cuáles de estos rasgos marcan nuestras propias vidas.

Líderes humildes vs. líderes arrogantes

1. Los líderes humildes tienden a compartir sus recursos, tengan poco o mucho. Los líderes
arrogantes tienden a atesorar sus recursos, y están dispuestos a compartir solo si obtienen algo a
cambio.
2. Los líderes humildes tienden a construir puentes, y se niegan a demonizar o descuidar a los
demás. Los líderes arrogantes tienden a trabajar solos, y se niegan a asociarse con otros,
especialmente aquellos que tienen puntos de vista diferentes.
3. Los líderes humildes tienden a ignorar los chismes, pues son lo suficientemente sabios como
para saber que siempre hay otro lado de la historia. Los líderes arrogantes tienden a difundir y
oír chismes, siempre queriendo escuchar lo peor de los demás para sentirse mejor.
4. Los líderes humildes tienden a ser hacedores de reyes, sin exigir ser ellos los reyes. Los líderes
arrogantes tienden a buscar atención, y prefieren quemar puentes o llegar con armas de fuego si
no se salen con la suya.
5. Los líderes humildes tienden a celebrar los logros de los demás y no los suyos. Los líderes
arrogantes tienden a ignorar los logros de otras personas si no beneficia su agenda.
6. Los líderes humildes tienden a dar el beneficio de la duda, pues saben que nadie está siempre en
su mejor momento. Los líderes arrogantes tienden a asumir lo peor, y son incapaces de ver las
vigas en sus propios ojos.
7. Los líderes humildes tienden a apreciar los matices, ya que saben que se han equivocado
muchas veces antes. Los líderes arrogantes tienden a ver todo extremadamente blanco y negro, y
están poco dispuestos a considerar puntos de vista contrarios.
8. Los líderes humildes tienden a ser empáticos, y a menudo priorizan a las personas sobre las
ideas. Los líderes arrogantes tienden a ser rígidos, incapaces de recibir críticas constructivas.
9. Los líderes humildes tienden a aceptar la rendición de cuentas, porque saben cuánto la
necesitan. Los líderes arrogantes tienden a rechazar la rendición de cuentas, y la consideran una
molestia o una pérdida de tiempo.
10. Los líderes humildes tienden a reconocer sus errores, ya que saben que están lejos de ser
perfectos. Los líderes arrogantes tienden a culpar a los demás por sus defectos o fracasos, y no
están dispuestos a reconocer sus propias tendencias pecaminosas.

Cristo, el líder perfecto

Jesús no es solo un modelo a seguir y admirar; Él es la


imagen a la que nos estamos conformando.
Quizá esta lista te abruma. ¿Cómo llegaré a ser un líder humilde?, te preguntas. Pero la belleza del
evangelio es que, en Jesús, ya tenemos el modelo perfecto de liderazgo humilde. Y no es solo un modelo
a seguir y admirar; Él es la imagen a la que nos estamos conformando por el poder del Espíritu Santo en
nosotros.

Jesús muestra que el liderazgo humilde comienza en la cruz: “Quien quiera ser grande entre ustedes debe
ser su servidor, y quien sea el primero entre ustedes debe ser su siervo. Así como el Hijo del Hombre no
vino para ser servido sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos” (Mt. 20:26-28). El líder-
siervo que se inclina para lavar los pies de los infieles (Jn. 13:1-17) pone de cabeza la idea que el mundo
tiene del liderazgo. Él nos muestra el camino hacia arriba (Lc. 22:26), y que el postrero será el primero
(Mt. 20:16). En su reino, la ambición egoísta conduce a la muerte, mientras que servir a los demás hasta
el punto de la muerte conduce a la vida (Fil. 2:2-9).

Incluso para los cristianos, que tienen el modelo perfecto de humildad en Jesús, ese tipo de liderazgo
sigue siendo una lucha. Esto es un testimonio a la incansable atracción del orgullo en nuestros
corazones. Por supuesto, el mundo del posicionamiento en las redes sociales, la construcción de
plataformas, y la obsesión con las celebridades no ayuda. Pero pocas cosas confunden más al mundo y
endurecen los corazones hacia el evangelio que seguidores de Jesús que secuestran Su nombre para
promocionarse ellos mismos. ¿Por qué nosotros, que llevamos el nombre del hombre más humilde de la
historia, seríamos tan pomposos? Eso es confuso y da tristeza.

La necesidad de un liderazgo humilde, el de cristianos que realmente se parecen a Cristo en la forma en


que viven y lideran, es urgente. Que podamos controlarnos con sobriedad y volver a comprometernos
humildemente por Su causa, para nuestro testimonio y Su gloria.

Las 4 “C” del liderazgo


bíblico MINISTERIO
¡El liderazgo importa! Importa en el hogar. Importa en el lugar de trabajo. Importa en equipos deportivos
y en grupos musicales. Y, por supuesto, el liderazgo es importante en la iglesia.

El liderazgo es un tema tan importante que parece no haber fin de escribir, vender, y comprar libros de
liderazgo. De hecho, pudiéramos decir que este artículo se trata sobre el liderazgo y tiene como
propósito ayudar a los pastores a crecer en su liderazgo de la iglesia. Pero, ¿cómo debemos evaluar a los
líderes, tanto los líderes hoy como los de mañana? Desafortunadamente, nosotros (y nuestras iglesias)
evaluamos a los líderes con base en su capacidad y resultados. ¿Puede “predicar”? ¿Está la iglesia
“creciendo”?

Ahora, antes de entrar en lo que estoy a punto de decir sobre el liderazgo, permíteme ofrecer una
nota: no soy un experto en liderazgo (lo que sea que signifique eso). Sin embargo, he cometido muchos
errores de los cuales el Señor me ha enseñado mucho. De todos modos, lo que diré sobre el liderazgo no
depende de haberme inscrito en “la escuela de los duros golpes pastorales”. En cambio, lo que diré
depende de lo que la Escritura misma dice sobre el liderazgo en la iglesia. Y de acuerdo con las
Escrituras, hay cualidades más importantes para evaluar a los líderes que la “capacidad” y los
“resultados”. Permíteme ofrecer, entonces, algunos pensamientos bíblicos sobre la evaluación y el
desarrollo del liderazgo.

El pastor debe ser un hombre que sigue la santidad y se


caracteriza por luchar contra el pecado.
Al evaluar a los líderes de la iglesia (tanto líderes actuales como potenciales), considera estas cuatro “C”
del liderazgo bíblico:

Carácter: Mientras que tendemos a elevar la capacidad como si fuera la cualidad más alta para el
liderazgo, la Biblia destaca el carácter: hombres de carácter piadoso, como se describe en 1 Timoteo 3:1-
14 y Tito 1:5-16. La cualidad básica del carácter de un hombre piadoso es que sea irreprochable. Estar
por encima del reproche significa que cuando (no “si…”) las acusaciones lleguen contra un pastor, sean
desechadas porque no caracterizan al acusado. Pablo comparte cuatro áreas en las que un anciano debe
estar por encima de cualquier reproche:

 Irreprochable en su carácter: el pastor, aunque no se espera que sea perfecto, debe ser un
hombre que sigue la santidad y se caracteriza por luchar contra el pecado: “irreprochable,
marido de una sola mujer, sobrio, prudente, de conducta decorosa, hospitalario, apto para
enseñar, no dado a la bebida, no pendenciero, sino amable, no contencioso, no avaricioso” (1 Ti.
3:2-3).
 Irreprochable en su vida familiar: el pastor debe ser un hombre que primero haya demostrado
madurez al pastorear bien su propio hogar. Debe ser fiel a su esposa, sin descuidarla. Debe
amarla y cuidarla. Debe ser fiel en su crianza al disciplinar a sus hijos. Si alguien no puede
administrar su propia casa, ¿cómo podrá administrar la casa de Dios (1 Ti. 3:4-5)?
 Irreprochable en su vida pública: el pastor también debe ser de buena reputación ante los
extraños (1 Ti. 3:7). ¿Cómo liderará un pastor si no tiene una buena reputación?

Convicción: Un pastor también debe ser un hombre de convicciones bíblicas y sin reproche en su vida
doctrinal. Debe ser un creyente maduro (no un nuevo converso). “Debe retener la palabra fiel que es
conforme a la enseñanza, para que sea capaz también de exhortar con sana doctrina y refutar a los que
contradicen” (Ti. 1:9).
Cuidado: La palabra pastor indica alimentación, protección, y el cuidado de un rebaño. Los pastores o
ancianos, entonces, están llamados a “pastorear el rebaño de Dios que está entre ustedes” con amor y
compasión, liderando con el ejemplo (1 Pe. 5:1-4). Algunas evidencias de un hombre que cuida del
rebaño son: está con el rebaño cuando se reúne en el día del Señor (mañana y tarde, si así se
acostumbra); está con la iglesia cuando se cuida entre ella públicamente, en las reuniones de miembros;
se preocupa por mostrar amor a otros miembros (como orar por los miembros, visitar a los enfermos o en
prisión, practicar la hospitalidad con otros miembros de la iglesia); se preocupa por otros hermanos al
entablar relaciones de discipulado; y cuida de los no creyentes al compartir el evangelio regularmente.

Capaz: Si bien las Escrituras enfatizan el carácter sobre la capacidad, el pastor debe ser un hombre que
sea “capaz de enseñar” (1 Ti. 3:2). Él debe poder no solo enseñarle al pueblo de Dios la Palabra de Dios,
sino que también debe poder refutar con amabilidad y paciencia a quienes se oponen al evangelio, para
que el Señor pueda concederles el arrepentimiento, incluso a los enemigos del evangelio (2 Ti. 2:24-26).

Debemos considerar a hombres que están por encima de


cualquier reproche y que aman a la iglesia lo suficiente
como para cuidar y proteger al rebaño.
Estas cuatro “C”, si se demuestran a lo largo de un tiempo (1 Ti. 5:22), producen credibilidad. En
nuestra iglesia utilizamos la siguiente fórmula de liderazgo cuando estamos considerando hombres para
el cargo de pastor (anciano):

C (carácter) + C (convicción) + C (cuidado) + C (capacidad) = Credibilidad

———————————————————————–

T (tiempo)

Nuevamente, no soy un experto en liderazgo, pero las Escrituras son claras: para los cargos públicos en
la iglesia, debemos considerar a hombres que están por encima de cualquier reproche y que aman a la
iglesia lo suficiente como para cuidar y proteger al rebaño, alimentándolo con la Palabra de Dios. Como
pastor, luchemos por ser hombres así, y busquemos cultivar a hombres así en nuestras iglesias. A medida
que nos enfocamos en la fidelidad como líderes, somos libres de confiar en el Señor para recibir
cualquier resultado que Él considere que sea apropiado para bendecirnos

Los líderes comprenden


las cosmovisiones MINISTERIO
Nota del editor:
Este es un fragmento adaptado de Un líder de convicciones: 25 principios para un
liderazgo relevante (B&H Español, 2017), de Albert Mohler.
El liderazgo es el mayor desafío intelectual que se pueda imaginar. Seamos sinceros: el liderazgo sería
mucho más fácil si los seres humanos fuéramos menos complejos, pero así es como somos. Hasta el
mundo de nuestros pensamientos es más complicado de lo que solemos darnos cuenta.

Las cosmovisiones operan organizando las ideas. En el ámbito más básico de nuestro pensamiento, cada
uno de nosotros opera basado en una comprensión unificada del mundo. Como dice Sowell, estas
cosmovisiones son “las formadoras silenciosas de nuestros pensamientos”. Hasta podría decirse que son
conjuntos de ideas que hacen que el mundo sea operativo para nosotros. Si no creyéramos estas ideas, no
sabríamos cómo interpretar el mundo. No podemos reevaluar nuestra comprensión básica de la realidad
cada vez que nos despertamos. Los juicios morales básicos forman parte sustancial de nuestra
cosmovisión.

Una cosmovisión centrada en Dios lleva todo problema, asunto, o preocupación cultural a someterse a lo
que la Biblia revela, enmarcando toda comprensión dentro del propósito supremo de traer mayor gloria
para Dios. Esta tarea de traer todo pensamiento cautivo a Cristo requiere más que un pensamiento
cristiano aleatorio y debe entenderse como la tarea de la Iglesia, y no como la mera preocupación de los
creyentes en forma individual. La recuperación de la mente cristiana y del desarrollo de una cosmovisión
cristiana integradora requerirá la más profunda reflexión teológica, la más consagrada aplicación de la
erudición, el compromiso más sensible con la compasión, y el valor necesario para enfrentar todas las
preguntas sin temor.

El cristianismo le trae al mundo una comprensión única del


tiempo, de la historia, y del significado de la vida.
El cristianismo le trae al mundo una comprensión única del tiempo, de la historia, y del significado de la
vida. La cosmovisión cristiana contribuye con una comprensión del universo y de todo lo que hay en él,
señalando algo muy superior a un mundo material que entró en existencia solo a través del tiempo y del
azar. Los cristianos comprenden que toda la creación se dignifica por el solo hecho de que fue Dios
quien la creó. Al mismo tiempo, comprendemos que debemos ser mayordomos de esta creación y que no
debemos adorar lo que Dios ha creado. Comprendemos que cada ser humano ha sido hecho a imagen de
Dios y que Él es el Señor de la vida en cada etapa del desarrollo humano. Honramos la santidad de la
vida humana porque adoramos al Creador.

Todo cristiano tiene la responsabilidad de desarrollar una cosmovisión auténticamente cristiana, pero los
líderes se enfrentan a ese deber de un modo que es aún más urgente. Debemos ser fieles en el
discipulado de la mente antes de poder esperar fidelidad y madurez en aquellos a quienes guiamos.

El liderazgo es el arte humano consumado. Requiere nada menos que los líderes moldeen la manera en
que sus seguidores ven el mundo. El líder debe moldear la manera en que los seguidores piensan sobre lo
que es real, lo que es verdad, lo que es correcto y lo que es importante. Los cristianos saben que toda
verdad está unificada y, por ende, estas cuestiones también lo están. Los líderes apuntan a lograr un
cambio duradero y un alineamiento común respecto a estos asuntos.

Richard Weaver tenía razón cuando afirmó sin rodeos que “las ideas tienen consecuencias”. Sin duda, es
así. Las ideas impulsan la historia y moldean otras ideas. Por eso, la realidad de la cosmovisión es tan
importante. El líder eficaz cambia la manera de pensar de sus seguidores respecto al mundo.
3 cosas que debes
cuidarte de decir al
inicio del servicio MINISTERIO

Obviamente, el contexto importa, y no hay necesidad de ser dogmáticos acerca de cómo iniciamos un
servicio de adoración de manera informal (o incluso formal), pero aquí hay algunos clichés
introductorios comunes que creo que vale la pena considerar en términos de su utilidad para la adoración
de la congregación.

1. “¿Cómo están todos hoy?”.

Es sincero. Es agradable. Suena interesado. Pero a veces es una forma extraña de tratar de que todos
estén “listos” para el servicio. Cuando un líder de adoración lo grita, es también un comienzo
discordante para lo que debería ser un momento de exaltación corporativa del Dios vivo, pero en
cambio, suena como el comienzo de un concierto.

“¿Cómo están todos?” es lo que grita el cantante en un show, esperando la respuesta requerida —e
igualmente cliché— de “¡wooos!” de la multitud.

Además, invariablemente habrá algunas personas, si no muchas, que se han reunido y que no están bien
en lo absoluto. Llevarán heridas, miedos, y preocupaciones. La presión para responder positivamente
puede reforzar inadvertidamente la idea de que la iglesia es donde se supone que debemos fingir que
todos estamos bien. En lugar de eso, pregúntales en persona cómo están. Y dilo en serio. Así que piensa
en evitar el alboroto al principio del servicio. No siempre es inapropiado. Pero puede que no siempre
valga la pena.

Pero hay otra cosa que a menudo se dice desde el frente que es un poco peor:

2. “No los escuché. Dije: ¿cómo están todos?”

Aquí es donde el que da la introducción expresa estar decepcionado por el nivel de respuesta de la
congregación a su consulta de apertura. Es gracioso, es lindo. La intención es que el que da la bienvenida
quiere que la congregación esté comprometida y lista para la adoración. Es un buen deseo. Pero la forma
en que esto puede surgir (una vez más aclaro: no siempre) es una especie de avergonzar a la
congregación por no responder adecuadamente a quien dio la bienvenida.

En el peor de los casos, para las personas mencionadas anteriormente que pueden estar sufriendo, esto se
siente como una presión a mentir. Para otros, es como si estuviéramos midiendo el nivel de desempeño
congregacional. Para todos, es un poco raro. El que da la bienvenida no intenta hacer algo negativo al
decir esto, pero a veces puede ser una forma extraña de comunicar que la congregación está allí para
validar o apaciguar a los que están en el escenario.
3. “¿Dónde está todo mundo?”.

Lo he dicho. Si eres pastor o alguien que ha estado al frente de un servicio, es probable que también lo
hayas dicho. No intentamos decir algo negativo con ello. Por lo general, esto se dice cuando hay un un
santuario inusualmente vacío o escasamente atendido. Nos llama la atención. Queremos saber, ¿nos
perdimos unas vacaciones o algo así?

Pero lo que se dice inocentemente a veces se puede entender como que los que están allí no son
importantes. Puede que no estén “todos”, pero algunas personas lo están. Decir “dónde está todo mundo”
puede sonar como “ustedes no son suficientes”.

Nuevamente, no es algo por lo que yo sea demasiado paranoico, pero ciertamente es algo para pensarlo
bien. Considera la forma en que esto podría afectar las almas sensibles que se han presentado y están
listas para adorar, y no se han preparado para ser parte de su sentimiento de decepción por el nivel de
asistencia.

Entonces ¿cuáles son las alternativas?

El llamado a la adoración indica que nos hemos reunido


por iniciativa del Señor.
Muchos de nosotros hemos pronunciado estos clichés de introducción antes, y muchos de nosotros
continuaremos diciéndolos. Probablemente no son un gran problema. Pero si nuestras reuniones están
diseñadas intencionalmente para guiar a las personas hacia la belleza del evangelio y la santidad de
exaltar a nuestro Dios santo, al menos vale la pena evaluar de nuevo cómo lo hacemos. Es probable que
tu liturgia (orden de adoración) dicte cómo le das la bienvenida a las personas a tu reunión, pero hay
algunas alternativas simples y directas que pueden iniciar una reunión de adoración con el pie derecho:

1. El tradicional llamado a la adoración

¿Por qué pedirle a la gente que se ponga de pie para leer las Escrituras o para tener una sencilla oración?
Tradicionalmente, muchas iglesias comienzan la adoración con un llamado a la adoración para indicar
que nos hemos reunido por iniciativa del Señor. Es una forma sencilla y bíblica de contrarrestar la
implicación a veces inadvertida de que nos reunimos para llamar a Dios, en lugar de que sea al revés.

2. “Estoy/estamos contentos de que estés aquí”

Si tu servicio comienza con anuncios u otro tipo de bienvenida pastoral, ¿qué te parece expresar simple y
alegremente tu felicidad por las personas que eligieron reunirse con su iglesia esta mañana? Decirle a la
gente que estás contento de que están allí, ya sea un miembro que siempre es diligente para asistir o un
invitado que ha venido por primera vez, es una excelente manera de comunicar que tu propósito es
servirles y que sean refrescados y cambiados por la gracia que encontrarán.

3. Una simple instrucción a ponerse de pie y adorar

Puede sonar formal, pero si comienzas con canto, simplemente haz que el líder de la adoración le pida a
la congregación que se ponga de pie y luego diga algo breve como: “Adoremos al Señor juntos”. Ese es
el tipo de cliché que va con el propósito de la reunión y comunica la prioridad de Dios mismo
10 desafíos comunes que
enfrentan los pastores MINISTERIO

La mayoría de los pastores son increíbles. Me siento honrado de servirles, y mi aprecio por ellos crece
cada día.

Por ejemplo, hace poco realicé una encuesta en redes sociales en la que pedí a algunos pastores que
compartieran sus desafíos más comunes de cuidado pastoral. El volumen de respuestas fue enorme, un
número impresionante. Pero aun más impresionantes fueron las historias de amor y preocupación que
estos pastores tienen por sus congregaciones. Quieren cuidarlas. Quieren lo mejor para ellas. Quieren
ayudar a aliviar sus dolores.

Entonces, en su mayor parte, los desafíos no son los miembros en sí, sino la capacidad para poder
satisfacer todas las necesidades pastorales que tienen los miembros. Aquí hay diez cosas que los pastores
dijeron que representaban sus mayores desafíos de cuidado pastoral.

1. Tiempo. Las necesidades de atención pastoral son siempre más grandes que el tiempo
disponible para satisfacer esas necesidades. Varios pastores expresaron la tensión de satisfacer
las necesidades de sus propias familias al tratar de satisfacer las necesidades de los miembros de
la iglesia.
2. Expectativas. No le lleva mucho tiempo a un nuevo pastor descubrir que no puede cumplir con
todas las expectativas que los miembros de la iglesia tienen del cuidado pastoral. Los pastores
siempre decepcionan a alguien. Por lo general, son criticados por no satisfacer las necesidades.
Esto es una carga y frustración para los líderes de la iglesia.
3. Fatiga emocional. Los pastores ven muchas necesidades emocionales, físicas, mentales, y
espirituales. Ven los dolores más profundos y las situaciones más terribles. A menudo son
incapaces de separarse del dolor que ven casi todos los días.
4. El síndrome de “puedo arreglarlo”. Muchos pastores son reparadores por naturaleza y
personalidad. Pero muchas situaciones de cuidado pastoral desafían la solución, al menos a
corto plazo. Los pastores, como consecuencia, se sienten frustrados y sin esperanza.
5. Tratar con miembros tóxicos. Un pastor me dijo que había pasado la mitad de su semana
tratando con miembros tóxicos y con miembros heridos por personas tóxicas. El cuidado
pastoral de esta naturaleza tiene poca recompensa.
6. Envejecimiento de las congregaciones. Para ser claros, ningún pastor me dijo nada negativo
acerca de las necesidades pastorales de los adultos mayores. El desafío es el número creciente
de necesidades a medida que los miembros envejecen. Muchos pastores están sirviendo a
congregaciones donde más de tres cuartos de los miembros activos tienen 70 años o más.
7. Fallos en la comunicación. A veces se espera que los pastores sean omniscientes. Obviamente,
se perderán una visita al hospital si no saben que la persona está en el hospital. Cuando un
pastor fue confrontado por perderse una visita debido a su falta de conocimiento, el miembro de
la iglesia respondió: “Bueno, deberías haberlo sabido”. Suspiro.
8. Cuidado pastoral exclusivo. Algunos miembros de la iglesia todavía creen que los pastores
deben hacer todo el ministerio del cuidado pastoral. Esta frase infame se repite con demasiada
frecuencia: “Para eso le pagamos al pastor”. A muchos pastores les gustaría equipar a los santos
para hacer el trabajo del ministerio, pero esos santos no quieren nada con eso.
9. Visitas al hospital. Dependiendo del contexto demográfico, algunos pastores tienen que pasar
la mayor parte del día en una sola visita al hospital. Un pastor me dijo que la mayoría de sus
miembros van a un hospital en una ciudad a casi dos horas de distancia. Lamentó el poco tiempo
que tenía para la preparación de sermones porque pasaba mucho tiempo en el auto yendo al
hospital.
10. La situación especial de los pastores bivocacionales. Estos desafíos se exacerban cuando el
pastor es bivocacional. La mayoría de las iglesias están dispuestas a pagarle a un pastor a
tiempo parcial mientras que esperan que trabaje a tiempo completo.

Amo a los pastores. Amo sus corazones. Me encanta cómo aman sus iglesias. La próxima vez que veas a
tus pastores involucrados en algún aspecto del cuidado pastoral, diles cuánto los aprecias. Muchas veces
no escuchan palabras así, de afirmación y aliento. Tus palabras pueden hacer una gran diferencia para
aquellos que nos sirven tan bien

6 consejos para jefes


cristianos VIDA LABORAL

Estar en una posición de autoridad no solo trae ciertos privilegios, sino también grandes
responsabilidades. El mundo entiende muy diferente estos privilegios y responsabilidades a lo que Dios
dice. Para muchos, ser un buen jefe es sinónimo de productividad, y por eso existe un sinfín de estudios
y estrategias de mercado que nos ayudan a alcanzar estas metas. Pero para el creyente, ser un buen jefe
va más allá de la productividad y las metas laborales.

¿Eres jefe o eres líder?

Si en tu trabajo tienes personal a tu cargo, es importante que te hagas esta pregunta: ¿eres jefe o eres
líder? Entender la diferencia entre ambas cosas te ayudará a enfocar tus esfuerzos en lo que es
verdaderamente importante para la gloria de Dios (Col. 3:17).

Ser jefe no es igual a ser líder. El jefe vela por sus propios intereses, pero el líder tiene cuidado de sus
subordinados y los dirige con su ejemplo. El jefe tiene una posición impuesta que le da la autoridad para
exigir lo que él quiera, y en muchos casos, lo hace por medio de infundir temor. Pero el líder dirige a su
equipo a través de su influencia, y les motiva a cumplir los objetivos con firmeza y amor.

Si deseas crecer en tu liderazgo, entonces escucha con atención los siguientes consejos.

Serás un mejor jefe en la medida que reflejes a Jesús en tu


vida.

1. Aprende de otros líderes. Aunque los libros sobre liderazgo empresarial abundan, las mejores
lecciones las encontrarás en la Biblia. Las historias de Moisés, Josué, David, o Salomón, no solo
nos permiten aprender de sus éxitos, sino también de sus fracasos y errores. Por sobre todo,
enfócate en Aquel quien fue y es el líder perfecto: Jesús (Heb. 12:2).
2. Trata a tu subordinado como a ti mismo. Mientras que el mundo nos enseña que un jefe no
debe “ensuciarse las manos”, la Biblia nos recuerda que debemos ser benevolentes y modelar lo
que queremos que nuestros subordinados hagan, tal como lo hizo Jesús (Mt. 20:25-27).
3. Usa más el “nosotros”, y menos el “yo”. El egoísmo ha dominado a muchos jefes que
terminan atribuyéndose los éxitos, sin tomar en cuenta el esfuerzo de su equipo. En cambio, la
Biblia nos hace ver constantemente la importancia del trabajo en conjunto (1 Co.
3:6, 12:13, 21). ¿Cómo puedes saber si estás siendo un líder egoísta? ¡Escucha tus propias
conversaciones! Si frecuentemente dices: “yo hice”, “yo traje”, “yo inventé”, “yo logré”, tarde o
temprano te quedarás solo.
4. Sé flexible. Procura estar abierto al cambio, pues en ocasiones te darás cuenta que hay mejores
maneras de hacer las cosas. El apóstol Pablo usaba métodos distintos para lograr sus objetivos,
dependiendo del tipo de audiencia a la que apelaba. A veces hablaba en hebreo, para contar la
historia de Israel y sus profetas (Hch. 13, 22), y otras veces en griego, para testificar del Dios
Creador a los atenienses (Hch. 17:16-34). “A todos me he hecho todo, para que por todos los
medios salve a algunos” (1 Co 9:22).
5. Exhorta en privado. Si debes llamarle la atención a algún subordinado, hazlo en privado. Si lo
haces frente a otros terminarás humillándolo, en lugar de alentarlo a mejorar. Se ha dicho antes
que el líder reprende en privado, pero elogia en público.
6. Guarda tus palabras y actitudes. Es común que un líder trabaje con altas demandas, las cuales
provocan tensión, y que deba lidiar con personalidades conflictivas que le lleven a perder los
estribos. Por eso es importante entregar el control de nuestras vidas al Espíritu Santo, de modo
que no caigamos en el error de usar palabras corrompidas o actitudes indignas de un hijo de
Dios (Ef. 4:29-31; Pr. 16:32).

Serás un mejor jefe en la medida que reflejes a Jesús en tu vida. De esta manera, podrás fijar tu mirada
más allá de las metas y la productividad, para enfocarte en influenciar a tu equipo y llevarlos no solo
más cerca de sus metas laborales, sino mejor aún, más cerca del conocimiento de Dios.

La importancia de la
narrativa en el
liderazgo MINISTERIO

Nota del editor:


Este es un fragmento adaptado de Un líder de convicciones: 25 principios para un
liderazgo relevante (B&H Español, 2017), de Albert Mohler.
Las verdades más importantes cobran vida a través de las historias, y un liderazgo fiel no puede
separarse del buen uso y el poder de las historias. Un líder excelente sabe cómo guiar a partir del poder
de la narrativa que enmarca la identidad y la misión de aquellos que lidera, y sabe cómo poner su propia
historia al servicio de los demás en pro de una historia mayor.
Somos criaturas de narrativa y Dios nos hizo así. Nos diferenciamos, en parte, del resto de los animales
porque somos los guardianes de las historias. Ni siquiera podemos contarle a otro quiénes somos sin
narrar una historia y tampoco deberíamos intentarlo.

Los expertos en liderazgo suelen enfatizar la importancia de la misión y la visión organizativas, pero
estas realidades vitales tienen poco significado separadas de la historia que explica en primer lugar por
qué es importante lo que hacemos. Necesitamos comenzar con la historia y dejar que el resto venga
después.

El liderazgo relevante surge de la creencia del propio líder de que la historia es verdad, que importa y
que debe expandirse y a la vez continuar. La historia debe creerse con convicción, contarse con
convicción, y administrarse con convicción.

El líder cristiano nunca puede tener una perspectiva que se


limite a este mundo, por más urgente que pueda ser la
misión.
En un sentido, toda la vida del líder se convierte en una extensión de esa historia. Se conduce a la
organización o movimiento mientras la historia adquiere vida y se le infunde energía. Si la historia no es
digna de tu propia vida y de las vidas de los demás, déjala y busca una causa digna de tu servicio. Si lo
es, el líder debe reconocer que la historia es central.

La Biblia no es tan solo un libro de historias. Revela una gran narración de principio a fin. Muchos
cristianos sacan la idea de los eruditos literarios y ahora hablan de la metanarrativa de la Biblia: una
línea histórica que abarca todo. En la Biblia, Dios ha revelado la historia que se encuentra subyacente en
toda verdadera historia y en la cual todas ellas encuentran su significado. Es la historia de la decisión de
Dios de glorificarse al salvar pecadores a través de la expiación que logró su propio Hijo. Como Cristo
mismo dejó en claro, cada palabra de la Escritura sirve para narrarla.

Cualquiera sea el contexto del liderazgo, el líder cristiano debe estar ligado a esta historia. Eso es lo que
somos, lo que creemos, y lo que esperamos también que otros conozcan. Los movimientos, las
congregaciones, y las organizaciones que lideramos forman parte de esto. Aun cuando el líder cristiano
trabaje en una organización secular, sabe que su significado y misión se deben completamente a esa
historia. El líder cristiano puede entregarse a una causa secular digna, precisamente porque conoce el
amor de Dios por este mundo y por la humanidad. Pero el líder cristiano nunca puede tener una
perspectiva que se limite a este mundo, por más urgente que pueda ser la misión.

La convicción para liderar se arraiga en esa historia y se expresa a través de nuestras propias historias
individuales y de las historias de las organizaciones que lideramos. El entusiasmo del líder proviene
directamente de la historia y la energía de la organización fluye junto con ella.

Esto es el liderazgo por convicción. El líder con convicción no ama ni vive la historia porque sabe que es
poderosa. Sabe que es poderosa precisamente porque es verdad.
Los líderes son maestros
MINISTERIO

Nota del editor:


Este es un fragmento adaptado de Un líder de convicciones: 25 principios para un
liderazgo relevante (B&H Español, 2017), de Albert Mohler.
Una de las preguntas más importantes que podemos hacerle a una persona es: “¿Quién ha influenciado
más en tu vida?”. Muchos de nosotros señalaremos rápidamente a los padres y luego a un maestro. Si
miras prácticamente todas las listas de personas influyentes que se mencionan en este contexto, los
maestros van a la cabeza. ¿Por qué? La razón es simple. Los maestros cambian nuestra manera de ver el
mundo y suelen cambiar la comprensión que tenemos de nosotros mismos.

Puedo pensar, en este mismo momento, en varios maestros que cambiaron mi vida. Algunos me
entusiasmaron con nuevos temas de aprendizaje; otros me alentaron a expandir mis ambiciones. Unos
pocos vieron en mí lo que ni yo veía en mí mismo. Los más influyentes cambiaron mi manera de
comprender el mundo. Esos maestros me dieron herramientas de aprendizaje que alteraron la trayectoria
de mi vida. Aún siguen enseñándome, años después de haber estado en sus clases.

Todo gran líder es un gran maestro, y los más grandes aprovechan cada oportunidad para enseñar bien.
Por cierto, las ideas conducen el mundo y las creencias determinan las acciones. El líder que desea
producir un cambio a largo plazo, duradero y determinante en una organización, tiene que ser un maestro
que lidere y que cambie las mentes para transformar la organización.

El énfasis en el líder como maestro puede ser una novedad en las escuelas de negocios, pero debería ser
una acción instintiva en los líderes cristianos. Después de todo, la Biblia eleva la enseñanza como la
primera marca de la Iglesia y la ubica como una responsabilidad primaria. La Gran Comisión es un
mandamiento a ir y hacer discípulos a todas las naciones, “… enseñándoles a guardar todo lo que les he
mandado” (Mt. 28:20).

Los líderes más eficaces son maestros imparables. Enseñan


mediante la palabra, el ejemplo, y por la pura fuerza de la
pasión.
Sin embargo, el Nuevo Testamento también contiene una advertencia sobre la mayordomía de la
enseñanza y un vigorizante recordatorio de por qué el líder tiene una responsabilidad mayor. Santiago
escribió: “Hermanos míos, que no se hagan maestros muchos de ustedes, sabiendo que recibiremos un
juicio más severo” (Stg. 3:1). Esta es una declaración importante. Cuando asumimos la responsabilidad
del liderazgo, nos exponemos a un estándar superior en el juicio de Dios.

Los mejores maestros contagian su entusiasmo y amor por lo que tratan de enseñar. No debería
sorprendernos que, así como su entusiasmo por lo que enseñan es contagioso, también lo sea su llamado
a enseñar. La mayoría de los que lideramos y enseñamos lo hacemos porque nuestras propias vidas
fueron impactadas por aquellos que nos guiaron y nos enseñaron.
Agustín afirmó que el maestro debe apuntar a movilizar a sus estudiantes, así como el líder debe
movilizar a sus seguidores a la acción. Su principal preocupación era lo que significaba movilizar a los
seguidores en términos de emoción e interés, pero se preocupaba aún más por que llevaran vidas fieles.
Hasta que la convicción no se transforma en acción, no produce ningún cambio en el mundo.

Los líderes más eficaces son maestros imparables. Enseñan mediante la palabra, el ejemplo, y por la pura
fuerza de la pasión. Transforman sus corporaciones, instituciones, y congregaciones en organizaciones
de aprendizaje. Además, aquellos a quienes lideran son aprendices activos que añaden valor y pasión al
trabajo.

Cuando el líder es más eficaz, enseñar y liderar se convierten en una fuerza de energía. Cuando esto
sucede, no puedes esperar otra cosa que no sea la transformación.

Estimado nuevo pastor:


5 palabras de aliento
MINISTERIO

Querido nuevo pastor:

Me siento alentado por el trabajo que Dios está haciendo en ti y por medio de ti al llamarte a servir como
pastor. Como escribió el apóstol Pablo: “Si alguien aspira al cargo de obispo, buena obra desea hacer” (1
Tim. 3:1).

Es bueno, sin duda, pero también peligroso.

Uso esas frases “en ti” y “por medio de ti” intencionalmente, porque cuando Dios levanta a un hombre
para usarlo en el ministerio pastoral, nunca lo deja en la condición en que lo encontró. No puede. Dios
debe moldearlo en el instrumento correcto para construir Su cuerpo. Dios te ha llamado, y estoy seguro
de que te está preparando para la tarea.

No puedo mejorar las palabras que Pablo le dijo a un joven pastor llamado Timoteo, en 1 Timoteo 4:6-
16. Con base en estos párrafos y varios otros escritos suyos, ofrezco cinco líneas de aliento.

1. No te dejes intimidar por la juventud y la inexperiencia.

No importa cuántos años Dios te dé en el ministerio,


siempre serás un estudiante en su academia ministerial.
Dios te ha llamado. Él te equipará y te guiará. Así como un soldado aprende las mejores estrategias de
guerra en el campo de batalla, tu preparación vendrá en las trincheras del ministerio. Antes de que pase
mucho tiempo el largo estudio, las experiencias, la meditación, la oración, los fracasos y sufrimientos, y
las victorias difíciles te harán crecer en tu vocación, para que seas un recipiente apropiado para el uso del
Maestro.

Aprenderás a ser un pastor cuidando ovejas. Y no importa cuántos años Dios te dé en el ministerio,
siempre serás un estudiante en su academia ministerial.

2. Sumérgete en las cosas de Dios, especialmente en la Biblia.

Esto puede sonar trillado, incluso condescendientemente obvio, pero sentirás la tentación de sumergirte
en otras cosas. Eres un ministro del evangelio y, como tal, debes conocer las buenas nuevas y todas las
verdades relacionadas con el evangelio, de la misma manera que el que trabaja en un banco domina los
pormenores de los billetes y monedas.

Parafraseando a John Piper: “Cuando se haya ido Twitter, y todos olviden Facebook, tendrás tu Biblia.
Domínala”. La Palabra de Dios debe ser la piedra angular de tu ministerio, ya que formará la sustancia
de todo lo que predicas y enseñas. El puritano Richard Baxter hizo una famosa exhortación a los jóvenes
pastore1s, a “predicar como si nunca predicarás de nuevo, como un moribundo a hombres moribundos”.
Eres un hombre moribundo, llamado a proclamar la Palabra de vida a hombres moribundos.

Nada cambiará corazones y renovará mentes como la Biblia. Léela. Memorízala. Ora con ella. Predícala.
Apréciala. La Palabra de Dios es también el carbón que alimenta el fuego de tu propia transformación.
Así que ocúltala en tu propio corazón, pidiéndole a Dios que te capacite para someterte a sus gloriosas
demandas.

3. Mantén una estrecha vigilancia sobre tu vida y tu doctrina.

De nuevo, las palabras de Pablo en otros lugares aplican aquí y, si reflexionas sobre sus implicaciones, te
sostendrán: “Sino que golpeo mi cuerpo y lo hago mi esclavo, no sea que habiendo predicado a otros, yo
mismo sea descalificado” (1 Co. 9:27). Lee la Palabra de Dios una y otra vez. Memorízala. Ora que seas
iluminado. Lee los 66 libros cada año, si es posible. Sin embargo, no confundas el conocimiento
teológico con la competencia ministerial.

Pon un guardia en las paredes de tu vida mental, también. Proverbios 23:7 nos recuerda: “Pues como
piensa dentro de sí, así es él”. Aprende la sana doctrina. Enseña la sana doctrina. Vive la sana doctrina.
¿Qué tan importante es esto? El cielo y el infierno están en la balanza: “Persevera en estas cosas, porque
haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te escuchan” (1 Ti. 4:16). Una
batalla estratégica en esta guerra interior continua es tu propia predicación. Predícate tus sermones antes
de entrar al púlpito, y predícalos a los demás. Ten cuidado de no traficar con la verdad que no hayas
vivido.

Un lugar clave en este campo de batalla será tu hogar. Debes buscar la reforma en tu propia familia antes
de hacerlo en la de Dios. Lo que haces con tu pequeño rebaño en casa tiene el potencial de aumentar o
minar tu influencia en el rebaño más grande (1 Ti. 3:4-5), y proporciona un campo de entrenamiento
vital para tu servicio en la iglesia. Tu esposa e hijos constituyen la primera congregación por la cual
debes dar cuenta a Dios.

4. Pon un ejemplo de piedad para otros creyentes.


El ministerio de la iglesia local te pone bajo un microscopio. Esto es para tu beneficio. Como Pablo
instruyó a Timoteo: “Sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe, y pureza” (1 Tim.
4:12). Esta es simplemente otra forma de decir que eres un hombre en santificación, así que persigue la
santidad con determinación. De esta manera, servirás como un ejemplo para aquellos que están bajo tu
ministerio. La búsqueda de la santidad asegurará que te conviertas en un hombre de oración, porque solo
a través del riego de la gracia de Dios germinarán las frutas dulces.

Además, el orgullo será tu enemigo más resistente. La humildad es esencial para un cristiano; sin
embargo, en el ministerio te resultará la virtud más elusiva. Debes perseguirla por encima de todo,
porque es el tributario del que fluyen todas las demás gracias: amor, alegría, paz, paciencia. Una ayuda
fuerte en la búsqueda de la humildad es la oración incesante (1 Ts. 5:17). En la oración admitimos
nuestra debilidad y nuestra constante necesidad de gracia. Dios debe actuar a nuestro favor si algo bueno
va a suceder. Tu necesidad es constante, de ahí la advertencia a orar constantemente. Esto te ayudará a
mantenerte en tu lugar, y a Dios en el suyo.

5. Prepárate para el calvario: el camino del sufrimiento.

Tu antiguo hombre debe morir si quieres ser eficaz en la


causa de Cristo.
En mil aspectos diferentes, el ministerio es una sentencia de muerte. Esto también es algo bueno: tu
antiguo hombre debe morir si quieres ser eficaz en la causa de Cristo. Él murió y tú también. Si vas a ser
criado para caminar en la nueva vida, primero debes morir.

Cuando Pablo habla de entrenar para la piedad, compara el ministerio con prepararse para un riguroso
esfuerzo atlético. Se sufre mucho para ponerse en forma para un maratón. Corres a lo largo de un camino
serpenteante y lleno de obstáculos para llegar a la línea de meta. Así es en el ministerio. El veredicto de
las Escrituras tiene la claridad del agua: no hay corona sin cruz. El sufrimiento del pastor es normal. A
veces sufre a manos de su propia gente, a veces a manos de un mundo caído. De cualquier manera, Dios
usará el sufrimiento para conformarte a la imagen de su Hijo. Como dijo Juan Bunyan: “El cristiano
debe ser como una gran campana: cuanto más la golpeas, más claramente suena”.

Pablo sufrió. Jesús sufrió. Calvino y Lutero sufrieron. Edwards sufrió. Spurgeon sufrió. Vas a sufrir.
¿Cómo? No lo sé. Como dijo un antiguo creyente, Dios no rompe el corazón de cada hombre por igual.

Así que sumérgete, en cuerpo y alma, en las cosas de Dios. Debes darte cuenta que no puedes hacer
crecer la iglesia; eso le toca a Dios, es lo que Él ha prometido hacer (Mt. 16:18). Descansa en eso y
busca la santidad y la fidelidad. Así Dios te perfeccionará en un instrumento desplegado para su reino y
gloria
3 mentiras peligrosas
que creen los líderes de
ministerios
MINISTERIO

Otro día, y otro líder cae. O así parece. Se siente como si estuviéramos constantemente conmocionados
por líderes grandes y piadosos que han implosionado. Nuestros corazones se afligen cuando escuchamos
sobre aventuras amorosas, indiscreciones morales, y lapsos significativos en la integridad de
entrenadores, políticos, líderes del mercado, e incluso pastores. Los líderes de ministerios cristianos
parecen obtener mayor escrutinio público, ya que las personas esperan —acertadamente— que caminen
en santidad, sean irreprochables, y pongan en práctica los sermones que predican.

Aunque parece que se trata de una epidemia, no somos los únicos que hemos visto caer a grandes
líderes. Mientras pensamos: “¡No puedo creer que esto le haya sucedido a él!”, imagina la sorpresa de
aquellos que llegaron a saber de la caída del rey David. Era conocido como “un hombre según el corazón
de Dios”. Escribió salmos, conquistó enemigos, unió al pueblo de Dios, y recibió la promesa de Dios de
que su trono duraría para siempre.

Antes de vivir en el palacio, se ocultó del antiguo rey en cuevas y despertó al amanecer cantando,
regocijándose de que Dios era su refugio (Sal. 57). Antes de ser rey, dijo: “Los que a El miraron, fueron
iluminados”, y animó a otros diciendo: “Apártate del mal y haz el bien” (Sal. 34).

Pero no fue así en una noche en la terraza del palacio.

La implosión

En esa noche fatídica David no encontró refugio en el Señor, sino en los brazos de una mujer casada. En
esa noche no miró al Señor apartándose del mal, sino que miró al mal y se apartó del Señor. Si tan solo
hubiera escuchado sus propios sermones, sus propios salmos. Si tan solo una miríada de líderes
escuchara sus propias palabras.

Un edificio que implosiona se ve alto y poderoso desde el exterior mientras que los explosivos se
colocan estratégicamente para derribarlo en el momento justo. De la misma manera, hay mentiras
explosivas que tumban a líderes de ministerios desde adentro. Por fuera las cosas se ven normales y
buenas, incluso vibrantes y prósperas, pero los explosivos están ahí. Es muy posible hacer crecer un
ministerio mientras tu corazón por Dios se enfría.

Es muy posible hacer crecer un ministerio mientras tu


corazón por Dios se enfría.
En los últimos años he pensado mucho sobre líderes de ministerio caídos. He visto implosionar a líderes
piadosos que amo y respeto, y he observado mentiras explosivas debajo de la superficie que causan
consecuencias devastadoras para amigos, familiares, ministerios, y un mundo que observa.

Estas mentiras también provocaron la caída de David, y su efecto es igual de destructivo si las creemos
hoy. Aquí hay tres de esas mentiras.

Mentira 1: “Es solitario ser un líder, y está bien”.

La historia de la caída de David comienza con su aislamiento después de enviar a Joab y sus oficiales a
luchar. Joab más tarde le confrontaría a David por el censo, pero Joab no estaba allí la noche en que
David paseaba por la terraza del palacio. David había despachado a los hombres que podrían haberle
pedido cuentas. La gente en el palacio estaba impresionada con él y no estaba dispuesta a decirle la
verdad. Dietrich Bonhoeffer tenía razón al decir: “El pecado exige tener al hombre a solas“.

Los líderes de ministerio a menudo pueden predicar sobre


la comunidad y construir estructuras para la comunidad
mientras viven en aislamiento.
El cliché de que ser un líder es ser solitario fácilmente puede sacar a un líder de la comunidad y llevarlo
al aislamiento.

El dolor de la vida y el ministerio pueden tentarnos a rodearnos de personas que validan nuestro
pensamiento, que están impresionados con nosotros, y que nos darán todo lo que pedimos. Los líderes de
ministerio a menudo pueden predicar sobre la comunidad y construir estructuras para la comunidad
mientras viven en aislamiento. Y esto no está bien.

Los líderes deben arriesgarse a vivir en comunidad, porque el aislamiento es más arriesgado. Cuando
David implosionó, lo hizo en aislamiento. Cuando se arrepintió, lo hizo en comunidad.

Mentira 2: “El aburrimiento es una etapa temporal”.

No puedo contar las veces que líderes de ministerio han confesado que “no tienen desafíos”, o que están
“en una temporada aburrida”. Solía ignorar la confesión, pero ahora veo el aburrimiento como una señal
de alarma.

David estaba inquieto y aburrido en la terraza. David, quien antes veía a Dios como su refugio y su copa
de bendición, ya no estaba satisfecho en Dios cuando se levantó de su cama y buscó algo más para
satisfacerlo.

El aburrimiento no es solo una etapa; es desviar la mirada


de Aquel que nunca aburre.
El aburrimiento no es solo una etapa; es desviar la mirada de Aquel que nunca aburre. Y cuando nuestros
corazones pierden el asombro y la maravilla de Dios, nos alejamos de Él hacia cosas que nos destruirán.
Mentira 3: “Como soy el líder, merezco estas cosas”.

David se enteró de que Betsabé estaba casada con uno de sus hombres que luchaba por él en el campo de
batalla. La llamó de todos modos, básicamente diciendo: “Yo soy el rey y consigo lo que quiero”. David
seguramente se sintió con derecho debido a sus victorias, sondeos de aprobación, y logros. Sintió que se
lo debían. Cuando Natán confrontó a David, señaló la ingratitud de David por todo lo que el Señor le
había dado.

A medida que aumenta el sentir de que me lo merezco, la


gratitud por la gracia siempre disminuye. Y a medida que
disminuye la gratitud por la gracia, la probabilidad de caer
es exponencialmente mayor.
Cada vez que un líder siente que se le debe algo, el líder ha olvidado que tenemos lo que hemos recibido
por Su gracia (1 Co. 4.7). A medida que aumenta el sentir de que me lo merezco, la gratitud por la gracia
disminuye. Y a medida que disminuye la gratitud por la gracia, la probabilidad de caer es
exponencialmente mayor.

El aislamiento, el aburrimiento, y el orgullo no son pecados a domesticar, sino pecados a matar. Están
destruyendo a otros. Pueden destruirnos a nosotros también

Cómo delegar liderazgo


efectivamente MINISTERIO

En un contexto de liderazgo, la tarea de delegar se hace imprescindible. La razón básica es que un solo
individuo no es capaz de realizar todas las actividades necesarias para lograr un objetivo, ya sea en una
entidad o en una organización. Se necesita delegar tareas y responsabilidades a una tercera persona.

Delegar es una labor que podemos definirla como dar a un individuo u organismo un poder, función, o
responsabilidad para que los ejerza en sustitución de uno.

Oswald Sanders introduce este tema en su libro Liderazgo espiritual diciendo:

“Una de las facetas del liderazgo es la capacidad de reconocer las aptitudes y limitaciones de otros,
combinada con la capacidad de ubicar a cada persona en el cargo que se desempeñe mejor”.

Sin embargo, para el líder no solo importa reconocer las aptitudes y limitaciones del equipo, sino
también tener la precaución debida al delegar responsabilidades.
¡El líder no cuenta con todos los dones, talentos, aptitudes,
o habilidades! En cambio, ha sido llamado a trabajar en
equipo.

LA BIBLIA Y EL TRABAJO EN EQUIPO

En la Biblia hallamos ejemplos del tema. Sin embargo, uno de los que nos muestra más fácilmente la
tarea de delegar es el episodio donde Moisés fue asesorado por su suegro Jetro.

En Éxodo 18, el pueblo de Israel estaba en el desierto y tenía como líder y juez a Moisés. Jetro vio que
Moisés enfrentaba cargas tan pesadas que no se podían tolerar, pues trataba con problemas de la mañana
a la noche. ¡Manejaba todo el gobierno de una nación! Jetro notó que Moisés no podía mantener ese
nivel de vida, iba a colapsarse y el pueblo también. Por lo que su consejo, en resumen, fue: ¡Delega!
Pero hazlo sabiamente, sobre gente confiable y preparada para ello (v. 21-22).

Sin embargo, para llegar a este punto necesitamos humildemente entender que necesitamos un equipo
para lograr un objetivo.

Al tocar el tema de los dones espirituales, Pablo indica:

“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Hay diversidad de ministerios, pero
el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios el que hace todas las
cosas en todos. Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común”, 1 Corintios
12:4-7.

El apóstol muestra así que, aunque hay diversidad de dones, ministerios, y operaciones, es un mismo
Espíritu el que hace todas las cosas, y el propósito de la manifestación del Espíritu es el bien común.
Dios ha diseñado que, en el contexto de su iglesia, los diversos dones que tienen distintas personas sean
utilizados para el bien de toda la comunidad. No obstante, esto no es distinto en un contexto empresarial
y aun familiar.

Este es un principio básico: ¡el líder no cuenta con todos los dones, talentos, aptitudes, o habilidades! En
cambio, ha sido llamado a trabajar en equipo. La metáfora que utiliza Pablo es la de un cuerpo, donde
cada miembro realiza una función particular con un propósito en común.

Comprender esto es fundamental para que el líder delegue. Sin embargo, no es lo único a lo que debe
atender.

LO QUE NOS IMPIDE DELEGAR

Existen factores que obstaculizan el desarrollo apropiado del liderazgo organizacional, ya sea en un
contexto eclesiástico como en uno corporativo, y estos factores impiden al líder dar poder a otros para
llevar a cabo las acciones que sean necesarias.
La actitud del líder debe ser de humildad y servicio, de
entrega absoluta a la causa de su Señor. El evangelio nos
enseña y desafía a vivir de una manera que refleje a su
mensajero original: Cristo.
El Dr. Miguel Núñez, enseñando acerca del liderazgo, indica actitudes que hacen que un líder se rehuse
a trabajar en equipo. Estas actitudes están relacionadas básicamente a su carácter, y debe prestarles
atención si desea progresar en su desarrollo y el crecimiento de la organización. Una de ellas es el ego;
querer llevarse los créditos y no admitir que no puede hacer ciertas cosas. Por otro lado, la inseguridad
hace que un individuo se sienta amenazado al colaborar con otras personas. Finalmente, un
temperamento rígido e inflexible hace difícil aceptar las opiniones de otros.

LO QUE NECESITAMOS PARA DELEGAR

Luego de que Jetro culminó su asesoría, Moisés lo escuchó y aplicó el consejo. Dios usó a Jetro para
traer un consejo sabio al líder israelita. Moisés tuvo la suficiente humildad para modificar su actividad
(Ex. 21:25-26).

Nosotros necesitamos también, en primer lugar, esta clase de humildad. Instando a los filipenses a vivir
con una actitud humilde, Pablo trae como estímulo el ejemplo de Cristo:

“Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma
de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo
tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se
humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”, Filipenses 2:5-8.

La actitud del líder debe ser de humildad y servicio, de entrega absoluta a la causa de su Señor. El
evangelio nos enseña y desafía a vivir de una manera que refleje a su mensajero original: Cristo. Cuando
miras la vida de Jesús y ves la cruz, puedes notar una actitud, un espíritu, una motivación humilde. De
hecho, mientras enseñaba a sus discípulos, Jesús los instaba a aprender de Él, quien posee las cualidades
fundamentales de un carácter santo: mansedumbre y humildad (Mat. 11:29).

El líder necesita recordar que él vive para la gloria de Dios.


Nada de lo que podamos hacer en el liderazgo tiene que ver
con nosotros.
Ciertamente el talento es importante, pero no suficiente para triunfar. Como alguien dijo: debemos ser la
generación de la toalla y el lebrillo. Un líder cristiano, independientemente de su contexto, debe
caracterizarse por una actitud humilde y servicial.
En segundo lugar, el líder necesita recordar que él vive para la gloria de Dios. Nada de lo que podamos
hacer en el liderazgo tiene que ver con nosotros. La vida del cristiano, sin importar el contexto en el que
se encuentre, tiene que ver con Cristo, su evangelio, y su gloria. Pablo entendió esto cuando escribió:

“Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que
ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por
mí”, Gálatas 2:20.

Podemos encontrarnos con un cargo en la alta gerencia de una corporación internacional que genera
millones de dólares al año, o como parte del liderazgo pastoral de una pequeña iglesia en una zona rural
recóndita de Latinoamérica. No importa el lugar, pertenecemos a Cristo y vivimos para su gloria, por lo
cual nuestro trabajo es sagrado y los resultados tienen que lograr que la gente lo reconozca a Él. Si el
líder tiene este principio fundamental presente en su día a día, entonces no le será difícil delegar.

CONSEJOS COTIDIANOS PARA DELEGAR EFICAZMENTE

Permíteme entonces sugerir algunos consejos respecto al tema de la delegación:

1. Delega a gente que esté preparada.

Vemos un ejemplo de esto cuando Pablo escribió a Timoteo: “Y lo que has oído de mí en la presencia de
muchos testigos, eso encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Ti.
2:2).

El líder debe asegurarse de que la persona que le sigue tenga clara la importancia de delegar. El líder
sabe que parte del ADN del reino de los cielos tiene que ver con enseñar a otros para que estos a su vez
hagan lo mismo, pero necesita garantizar que el liderazgo sustituto sea capaz de llevar la carga; que sea
lo suficientemente responsable como para terminar la carrera.

Pablo sabía que la misión era más grande que las habilidades de pocos hombres finitos. Confiaba en
Dios y creía en su Palabra y obra, pero sabía que Dios usaría voces, manos, y pies humanos para
extender el evangelio. Por esto le enfatiza a su pupilo: encarga a hombres fieles, es decir, dignos de
confianza. Hombres que estén listos para la misión.

De igual manera, cuando tengas que delegar a otro, asegúrate que este tenga la preparación que demanda
la tarea.

2. Delega sin desconectarte de la tarea.

Al final del evangelio de Mateo se nos relata:

“Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id,
pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el fin del mundo”, Mateo 28:18-20.
En este pasaje, la gran comisión, vemos claramente la tarea delegada a la Iglesia: hacer discípulos de
todas las tribus de la tierra. Ahora bien, notemos que el Señor no se ha desconectado de ella. Él ha dicho
que estará con nosotros.

En el ejemplo de Jesús aprendemos que en el liderazgo no


podemos desconectarnos de la tarea delegada. La
responsabilidad final de la labor sigue siendo del líder.
En el ejemplo de Jesús aprendemos que en el liderazgo no podemos desconectarnos de la tarea delegada.
La responsabilidad final de la labor sigue siendo del líder.

3. No delegues sin dar instrucciones claras.

Si delegarás una tarea, asegúrate de que las ideas y los conocimientos que transmitas sean lo
suficientemente claros y precisos como para garantizar que la misma sea ejecutada en el tiempo,
contexto, espacio, y con los recursos planificados para ello.

Veamos otra vez el ejemplo de Jesús. Él delegó una misión a la Iglesia. Pero su instrucción no ha sido
incierta, transmitida con inseguridad o de forma dudosa. ¡No! Su mandato ha sido preciso. Además, Él
ha proporcionado los recursos necesarios para llevar a cabo la misión. Nos ha dado el Espíritu Santo que
empodera, capacita, y supervisa a sus siervos para la implementación de su reino en la tierra en los
corazones de los pecadores salvados.

4. No delegues sin manifestar claramente tus expectativas.

Todo líder espera un desempeño excelente en la ejecución de una función delegada. Sin embargo, esa
expectativa debe ser comunicada con claridad para que sea entendida por el ejecutor. Es común juzgar la
labor de los demás con base en expectativas no transmitidas, o transmitidas pobremente.

El líder no puede asumir que un miembro del equipo entiende lo que se le pide y que comprende la
calidad con que se espera se ejecute una tarea. El resultado de no aclarar a tu equipo las expectativas de
los trabajos delegados es un equipo desmotivado, que no confía del todo en su líder. Estas cosas
trascienden a todos los niveles y aspectos de la organización.

Por tanto, cuando delegues, comunica bien tus expectativas al miembro del equipo, consulta si ha
comprendido lo delegado, y pídele retroalimentación.

Aprender a delegar fortalecerá tu liderazgo, ampliará tu


efectividad, disminuirá tus debilidades, dividirá tu carga de
trabajo, y multiplicará el impacto de tu equipo.

5. Da seguimiento a la ejecución de la tarea.


Como bien sabemos, lo que no se mide no se controla. Y lo que no se controla no se puede dirigir
adecuadamente. La responsabilidad del líder no termina cuando delega la tarea, sino cuando recibe la
apropiada retroalimentación y ratifica la ejecución de la misma como se esperaba. Por tanto, el
seguimiento es vital.

CONCLUSIÓN

Liderar es un arte y un gran desafío. Pero una tarea encomiable. Aprender a delegar fortalecerá tu
liderazgo, ampliará tu efectividad, disminuirá tus debilidades, dividirá tu carga de trabajo, y multiplicará
el impacto de tu equipo.

Para hacerlo de forma eficaz, debemos tener una actitud humilde y estar conscientes de que somos
hechura del Señor, creados para obras que ya Él planificó de antemano para que andemos en ellas, y que
esas obras son para su gloria (Ef. 2:10; 1 Co. 10:31).

El trabajo en equipo no es una opción. Para lograr los objetivos que tenemos, debemos delegar en otros
que tienen los dones, la preparación, las experiencias, y los conocimientos que aportan efectivamente a
las metas. Hagamos esto instruyendo al equipo apropiadamente, manifestando las expectativas que se
tienen, y dando el seguimiento que amerita.

¡Que Dios nos ayude a servirle mejor!

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