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XIX se
inicia en
España
con dos
hechos
relevantes:
Tanto la prohibición de la tortura como la abolición de la esclavitud serán definitivas: los distintos
cambios constitucionales posteriores, con sus catálogos más amplios o reducidos de libertades
individuales, en ningún caso volverán a contemplar su reintroducción legal.
Durante el siglo XIX en España la inestabilidad política es constante: los enfrentamientos entre
liberales y realistas se traducen en una sucesión de "pronunciamientos" (golpes de estado) y
"restablecimientos".
La mencionada Constitución de Bayona en realidad era una "carta otorgada", ya que no fue
elaborada por los representantes de la Nación, sino impuesta por Napoleón. Al margen de no ser de
hecho una constitución, fue el primer documento español que recogió en parte el espíritu de la
Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano proclamada en Francia en
1789. Además de la prohibición de la tortura, recogía derechos como la inviolabilidad del domicilio, la
libertad personal y los derechos de los detenidos y los presos.
En 1812 se aprobó la Constitución de Cádiz. Tuvo una duración efímera, puesto que tras la
finalización de la Guerra de la Independencia y la reposición de Fernando VII, fue abolida. Fue
restablecida en 1820, derogada nuevamente en 1823 y restablecida de nuevo en 1836, siendo
sustituida por la Constitución de 1837 y ésta, a su vez, por la Constitución de 1845.
En estas constituciones se reconocían los derechos de los detenidos, la inviolabilidad del domicilio y
el derecho de propiedad, mientras que la libertad de imprenta y de pensamiento se garantizaban
parcialmente. No reconocían la libertad religiosa, el sufragio era censitario y los derechos de reunión
y manifestación se contemplaban con limitaciones:
"No cabe duda de que la Carta gaditana [1812] marcó el paso del antiguo régimen al sistema
político liberal, que se puede resumir en los principios de soberanía nacional y división de
poderes. Ahora bien, no debe confundirse esto con un régimen democrático, parecido al
actual, ya que, entre otras limitaciones, el poder ejecutivo lo seguía ejerciendo el monarca y el
sufragio universal excluía a buena parte de la población: mujeres, pobres, analfabetos,
sirvientes, negros, criollos o indios. (...) Si bien la Constitución de 1812 otorgó importantes
libertades modernas (de expresión, imprenta, reunión, propiedad y seguridad), dejó al margen
una muy importante: la libertad religiosa. Las circunstancias históricas particulares, derivadas
del enorme peso del catolicismo y, sobre todo, de la influencia del clero en la sociedad,
impusieron al liberalismo español esta cortapisa, si bien fue compensada con la abolición
inmediata de la Inquisición."
No obstante, factores como la inestabilidad política y social, algunas limitaciones de las libertades
(recogidas en la Ley de Defensa de la República y en la Ley de Orden Público) y la brevedad del
periodo republicano, impidieron que se pudiera consolidar un modelo respetuoso con el ejercicio de
las libertades fundamentales. Se produjo una progresiva radicalización tanto de izquierdas como de
derechas, los líderes moderados de las dos tendencias eran boicoteados y una creciente ola de
violencia culminó con numerosos atentados contra líderes rivales.
"¿Cómo se pudo meter España en una guerra civil cuando los que querían guerra eran muy
pocos? La mayoría de la población no quería la guerra pero se vio forzada por los extremistas
de ambas partes. (...) Ningún país ha sufrido más que España a causa de la retórica
extremista. La retórica de Calvo Sotelo o de Largo Caballero. Algunos dicen que las palabras
no matan, pero yo no lo creo. Las palabras matan, pueden matar."
Las Leyes Fundamentales del Reino, un conjunto de ocho leyes aprobadas gradualmente a partir
de 1938, regulan el marco legal de la dictadura. Una de estas leyes es el Fuero de los
Españoles (1945), en el que se establecen los derechos y deberes de los ciudadanos. Reconocía
teóricamente el derecho a la libertad de expresión, el secreto de la correspondencia, la libre elección
del lugar de residencia, la inviolabilidad del domicilio, el derecho de reunión y asociación, y a no ser
retenido arbitrariamente por la policía. No obstante, todos estos presuntos derechos estaban
condicionados por el artículo 35, que especificaba que podían ser suspendidos total o parcialmente
durante el tiempo que se considerara oportuno, un artículo que fue ampliamente utilizado durante la
dictadura, convirtiendo en papel mojado los mencionados derechos.
Con relación a su situación durante la República, los derechos de las mujeres sufren un notable
retroceso: se pierden derechos reconocidos en la Constitución de 1931 y las mujeres se ven
reducida al papel de esposas y madres. Sin el consentimiento del marido no podían administrar sus
bienes, trabajar, abrir cuentas bancarias, solicitar el pasaporte o poner una denuncia. Estaban
obligadas a seguir al marido dondequiera que él fijase la residencia y no tenían patria potestad sobre
los hijos hasta que muriese el padre (hasta 1970, el padre podía darlos en adopción sin
consentimiento de la madre). Naturalmente, el divorcio, aprobado en 1932 por la República, también
se había abolido.
"Cuando, a finales de los años cincuenta, comenzó un proceso de apertura de España hacia el
exterior y una política de industrialización modernizadora del país, también se introdujeron
algunas modificaciones en una legislación a todas luces arcaica. Así es como en 1958 y en
1961, por ejemplo, se publicaron sendas leyes que, en el plano de la vida civil y laboral,
introducían algunas reformas tímidas, asentadas en una premisa que, entonces, era
absolutamente novedosa: la no discriminación por razones de sexo respecto a la capacidad
jurídica de las mujeres, es decir, respecto a sus derechos y obligaciones. Pero se aclaraba
que este principio de no discriminación hacía referencia a las mujeres ¡solteras! Porque las
menores de edad (entonces hasta los veintiún años, aunque las hijas no podían abandonar el
hogar paterno hasta los veintitrés años, "salvo para tomar estado") estaban bajo la tutela de
los padres y las casadas bajo la tutela de sus maridos."
Manuel Ortiz Heras. Mujer y dictadura franquista. Universidad de Castilla. www.uclm.es (2007)
>> otros fragmentos
En un intento de mejorar su imagen internacional y romper su aislamiento, España consiguió el
ingreso en las Naciones Unidas en 1955. Su admisión (como en el caso de otros países), fue el
resultado de intereses estratégicos internacionales vinculados al enfrentamiento entre los países
soviéticos y Estados Unidos, más que de su adhesión a los principios promulgados en la Carta de las
Naciones Unidas, ya que el respeto de los derechos humanos a mediados de los años cincuenta en
la España franquista dejaba mucho que desear
Posteriormente, España se fue sumando a los distintos documentos sobre derechos humanos
promulgados por las Naciones Unidas (la siguiente lista no es exhaustiva; entre paréntesis, el año de
ratificación por parte de España):
Con el objetivo de afrontar esta situación, el 28 de julio de 2006 el Consejo de Ministros aprobó la
propuesta de Ley de Memoria Histórica. Tras múltiples negociaciones y modificaciones de su texto,
el 30 de octubre de 2007 la ley fue aprobada por el Congreso, con la oposición de algunos partidos:
unos por considerarla insuficiente y otros por considerarla inoportuna. Entre otros aspectos, la ley
hace una condena expresa del franquismo, compromete a la Administración, cuando los allegados lo
soliciten, en las tareas de localización e identificación de los desaparecidos (algunos aún en fosas
comunes) y declara la ilegitimidad de los juicios franquistas, (de las condenas y sanciones dictadas
por motivos políticos e ideológicos durante la dictadura).
La Ley del divorcio aprobada en 1981 y la Ley del aborto aprobada en 1985 pusieron también de
manifiesto la polarización existente dentro de la sociedad española, en la medida que sus
respectivas redacciones y aprobaciones (así como sus posteriores modificaciones), se han visto
envueltas en duras polémicas, argumentando sus opositores que representaban retrocesos en
materia de derechos humanos.
La tramitación de la Ley sobre los matrimonios homosexuales, aprobada en 2005, supuso un nuevo
enfrentamiento entre sus promotores y sus detractores. La ley modificó el Código Civil, sustituyendo
las palabras "marido" y "mujer" por "cónyuges", y las palabras "padre" y "madre" por "progenitores".
Además amplió el artículo 44 con la afirmación de que "el matrimonio tendrá los mismos requisitos y
efectos cuando ambos contrayentes sean del mismo o de diferente sexo". Con esta ley España se
convirtió en el tercer país del mundo, después de Bélgica y Holanda, en permitir los matrimonios
entre homosexuales.
En los ámbitos de la ingeniería genética y la reproducción asistida, así como en relación con las
reivindicaciones para la regulación de la eutanasia y el suicidio asistido, en la actualidad se están
reproduciendo parecidos enfrentamientos.
Para cerrar este breve recorrido sobre la evolución y la situación de los derechos humanos en
España habría que desarrollar también otros puntos, de los que nos limitamos a enunciar sólo
algunos: