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Traducción de

L u c ia n o P a d il l a L ó p e z
LOUIS-JEAN CALVET

LINGÜÍSTICA
Y COLONIALISMO
Breve tratado de glotofagia

Fondo de C ultura E c:o n ó m ic a

M éxico - A rgentina - B rasil - C hile - C olombia - E spaña


E stados U nidos de A m érica - G uatemala - P erú - V enezuela
Primera edición en francés, 1974
Primera edición en español, 2005

Calvet, Louis-Jean
Lingüística y colonialismo ; Breve tratado de glotofagia. -
r ed. - Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2005.
296 p p .; 21x13,5 cm. (Colee. Lengua y Estudios Literarios)
Traducido por: Luciano Padilla López,
ISBN 950-557-654-4
1. Lingüística. I. Padilla López, Luciano, trad. II. Título
C D D 410

Título original: Linguistique et colonialisme. Petit traité de glottophagie


ISBN de la edición original: 2-228-89511-3
© 1974, 1979, 1988, Éditions Payot
O 2002, Éditions Payot & Rivages, París, para la edición de bolsillo
D . R. © 2005, F o n d o de C u l tu r a E co n ó m ic a d e A rg e n tin a , S.A.
El Salvador 5665; 1414 Buenos Aires
fondo@fce.com.ar / www.fce.coin.ar
Av. Picacho Ajusco 227: 14200 México D.F.

ISBN: 950-557-654-4
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Im p r e s o e n l a A r g e n t i n a - P h in te d i n A rg e n tin a
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
R obar a un h o m b re su lenguaje, en no m b re de ese
m ism o lenguaje: allí com ienzan codos los asesina­
tos legales.
R oland B arthes

¡,ick wold be ti gentilman ¡fhc cunde speke fresske.


Proverbio m edieval inglés
P r e fa c io a la n u e v a e d ic ió n
DE LINGÜÍSTICA Y COLONIALISMO
A LA POLITOLOGÍA LINGÜÍSTICA

Exactamente a comienzos de la década de 1970 yo empezaba a dar


clases de lingüística en la Sorbona. Por una senda paralela, como pe­
riodista del semanario Politique bebdo, seguí los distintos movimien­
tos minoritarios que en ese entonces surcaban toda Francia. Eso me
llevó a escribir acerca de la canción regional o minoritaria (entre otros,
Alan Stivell, Marti, Joan Pau Verdier), de los movimientos que se
oponían a la instalación del ejército francés en la meseta de Larzac, de
los combates de la ETA en el País Vasco, del FlB en Bretaña, del ira en
Irlanda, de los malgaches que manifestaban al grito de “Francés, len­
gua de esclavo”, por sólo nombrar algunos. Además de esos artículos
periodísticos, publiqué en varias revistas textos más teóricos: por ejem­
plo, sobre la canción bretona, en el órgano del PSU;1 o sobre el colo­
nialismo lingüístico en Francia, en Les Temps Modernas, la revista que
dirigía Jean-Paul Sartre,2 texto que anticipa el posterior lingüística y
colo)tialismo, y del que constituirá un capítulo. Un día, Jean-Luc Pidoux-
Pnyot, que en esa época estaba al frente de las Editions Payot, me sugi­
rió pensar en un libro que presentase de modo teórico y sintético lo que
lluía, disperso, a través de esos distintos artículos. Dicha sugerencia
nominal fue uno de los orígenes de Lingüística y colonialismo.
En pándelo, yo había descubierto el África negra en Bamako, Malí.
Allí había dado un taller de formación de profesores de francés. Ya
habían pasado nueve años de mi partida del Túnez natal; y en Bamako

11.ouis-Jean Calvet, “La chanson breconne”, en: Critique socialiste, enero de 1973.
1 L.ouis-Jean Calvet, “Le colonialisme linguistique en France", en: I.es Temps
Mtuiernes, septiembre de 1973.

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10 LINGÜÍSTICA Y COLONIALISMO
reencontraba algo de mi infancia y de mi adolescencia. Quizá colo­
res, olores, pero ante todo una situación lingüística que me resultaba
familiar. Todavía no había leído el artículo de Ferguson sobre la
diglosia, pero -si medito al respecto—sentía confusamente que am­
bas situaciones tenían en común ese modelo: en el Malí indepen­
diente, la dominación de una lengua oficial -el francés—sobre una
decena de lenguas africanas; en el Túnez de mi adolescencia, la mis­
ma dominación del francés sobre el árabe, el maltés, el italiano. Volví
a Malí al año siguiente, siempre por motivos pedagógicos; luego, en
1971, permanecí más tiempo, para cumplir con el encargo de la
Unesco de realizar una gramática del bambara. Esas estadías, así como
los recuerdos de Túnez que éstas habían reavivado, fueron el segundo
origen de Lingüística y colonialismo. En ese entonces, yo buscaba una
manera de hacer política en la lingüística, por medio de la lingüística,
y consecuentemente mi respuesta del momento surgía a la vez del
cruce entre esas dos experiencias (Túnez, África negra) y del cruce
entre dos prácticas históricas, de las cuales una había servido a la otra
como modelo, como campo de experimentación (la constitución lin­
güística de Francia, la vertiente lingüística de la colonización). Más
tarde me fascinó —y hoy sigue haciéndolo- esa suerte de esquizofrenia
que permitía a Noam Chomsky ser, en su vida “civil”, un hombre
comprometido políticamente y, por otra parte, en su vida científica,
un formalista que niega a la lengua toda característica social. Mi pro­
yecto era —lo es en todo momento—estrictamente inverso: construir
una lingüística que tome en cuenta plenamente ese aspecto social de
la lengua.
Lingüística y colonialismo vio la luz en abril de 1974. La acogid.i
que le brindó la prensa (artículos: muchos y más bien favorables), l;r.
traducciones (a las lenguas italiana, alemana, serbocroata, española,
gallega) no me sorprendieron excesivamente: yo no había percibido
cuán difícil, hoy aún más que entonces, es para una obra de human:
dades llegar al gran público. Sin embargo, poco a poco, el éxito (sin
duda, relativo...) del libro me devolvió una imagen difícil de aceptai.
Tanto en Francia (entre los militantes bretones, vascos, occitanos...)
I
PREFACIO A LA NUEVA EDICIÓN 11
'
ÉOmo en África, Lingüística y colonialismo se había convertido en una
llUirte de devocionario, y se me investía de un rol que no había elegi-
nO' Como por naturaleza soy algo haragán, durante mucho tiempo
Hlj4 pora más adelante el desafío de retomar intuiciones de Antoine
Mílllec para construir una auténtica lingüística social y, antes que
el cuerpo y enfrentar el problema, giré alrededor de él, abor-

0 desde distintos ángulos, bajo distinta luz. Efectivamente,


litaba pensar que la descripción de las lenguas era lo más fácil
istia, que era conveniente dejarla en manos de los aplicados
idedores de la lingüística, de los mecánicos de la lengua, y
10 LINGÜÍSTICA r COLONIALISMO
reencontraba algo de mi infancia y de mi adolescencia. Quizá colo­
res, olores, pero ante todo una situación lingüística que me resultaba
familiar. Todavía no había leído el artículo de Ferguson sobre la
diglosia, pero -si medito al respecto- sentía confusamente que am­
bas situaciones tenían en común ese modelo: en el Malí indepen­
diente, la dominación de una lengua oficial -el francés- sobre una
decena de lenguas africanas; en el Túnez de mi adolescencia, la mis­
ma dominación del francés sobre el árabe, el maltes, el italiano. Volví
a Malí al año siguiente, siempre por motivos pedagógicos; luego, en
1971, permanecí más tiempo, para cumplir con el encargo de la
Unesco de realizar una gramática del bambara. Esas estadías, así como
los recuerdos de Túnez que éstas habían reavivado, fueron el segundo'
origen de Lingüística y colonialismo. En ese entonces, yo buscaba una
manera de hacer política en la lingüística, por medio de la lingüística,
y consecuentemente mi respuesta del momento surgía a la vez del
cruce entre esas dos experiencias (Túnez, África negra) y del cruce
entre dos prácticas históricas, de las cuales una había servido a la otra
como modelo, como campo de experimentación (la constitución lin­
güística de Francia, la vertiente lingüística de la colonización). Más
tarde me fascinó -y hoy sigue haciéndolo- esa suerte de esquizofrenia
que permitía a Noam Chomsky ser, en su vida “civil”, un hombre
comprometido políticamente y, por otra parte, en su vida científica,
un formalista que niega a la lengua toda característica social. Mi pro­
yecto era —lo es en todo m om ento- estrictamente inverso: construir
una lingüística que tome en cuenta plenamente esc aspecto social de
la lengua.
Lingüística y colonialismo vio la luz en abril de 1974. La acogida
que le brindó la prensa (artículos: muchos y más bien favorables), las
traducciones (a las lenguas italiana, alemana, serbocroata, española,
gallega) no me sorprendieron excesivamente: yo no había percibido
cuán difícil, hoy aún más que entonces, es para una obra de humani­
dades llegar al gran público. Sin embargo, poco a poco, el éxito (sin
duda, relativo...) del libro me devolvió una imagen difícil de aceptar.
Tanto en Francia (entre los militantes bretones, vascos, occitanos...)
PREFACIO A 1A NUEVA EDICIÓN I)
como en África, Lingüística y colonialismo se había convertido en una
suerte de devocionario, y se me investía de un rol que no había elegi­
do. Como por naturaleza soy algo haragán, durante mucho tiempo
deje para más adelante el desalío de retomar intuiciones de Antoine
Meillet para construir una auténtica lingüística social y, antes que
poner el cuerpo y enfrentar el problema, giré alrededor de él, abor­
dándolo desde distintos ángulos, bajo distinta luz. Efectivamente,
reconfortaba pensar que la descripción de las lenguas era lo más fácil
que existía, que era conveniente dejarla en manos de los aplicados
emprendedores de la lingüística, de los mecánicos de la lengua, y
dedicarse a trabajos más amplios. Así, después de Lingüística y colo­
nialismo me interesé por las lenguas vehiculares, la tradición oral, las
lenguas de los mercados; más tarde, por la lingüística urbana, procu­
rando cada vez mostrar los vínculos entre lenguas y sociedad sin ver­
daderamente intentar obtener de ello la realización de una teoría ge­
neral, cuya evidente complejidad me hacía pensar que no contaba
con los medios necesarios para afrontarla.
Pero escapar de la teoría es difícil. En abril de 1982, yo había
organizado en la Sorbona un coloquio sobre la sociolingüística del
Magrcb, y había invitado a Pierre Encrevé —quien había seguido
conmigo cursos de André M artinety, en 1976, había prologado la
edición francesa de Modelos sociolingüísticos de William Labov—a
un almuerzo con los ponentes. Allí estaban, según recuerdo, Abdallah
Bounfour, Almud Boukous, Dalila Morsly, Salem Chaker, Tai'eb
Baccouche y algunos otros. Encrevé me había escuchado hablar de
los swaifác Marraquech -de hecho, acerca de una investigación que
nunca se retom ó-, y me dijo: “Lo que tú haces es sociología de la
lengua”. Yo nunca me había planteado el problema de saber qué
hacía: me manejaba intuitivamente o seguía mi gusto; y las diferen­
cias entre sociología del lenguaje y sociolingüística no me preocu­
paban demasiado. Consideraba que la mirada de los lingüistas al
abordar las relaciones entre lenguas y sociedad (sociolingüística) y

’ Siento predilección por ese plural árabe del término suq, o sotik, si así se prefiere.
12 LINGÜÍSTICA Y COLONIALISMO
la de los sociólogos acerca de esas mismas relaciones (sociología de
la lengua) constituían dos modos distintos de eludir el problema
central: el estatuto social de la lengua. Y que en ambos casos se
intentaba que creyéramos en la existencia de un objeto langue, cuya
única tarea, en mi opinión, era hacer más fácil el trabajo de crear
una ciencia -la lingüística estructural—y justificar una lingüística
que sólo contara con un punto de vista interno sobre la lengua. Y
me sentía bastante de acuerdo con Jean-Paul Sartre, quien a propó­
sito de Michel Foucault había declarado que el estructuralismo era
el último obstáculo erigido por la burguesía contra el marxismo. A
mi criterio, el problema 110 era por tanto hacer sociolingüística o
sociología de la lengua, sino (socio)lingüística. Ese “socio” entre
paréntesis estaba destinado a desaparecer el día en que llegáramos a
imponer la idea laboviana de que la sociolingüística era la lingüísti­
ca. Mucho más tarde, todo eso me llevó a proponer otro abordaje de
los hechos de lengua, para empezar, en un libro,4 luego en un artícu­
lo:5 en 1974 110 sabía cuál era mi ubicación en la escala que iba de lo
analógico a lo digital, de la sociología de la lengua a la lingüística; por
más que rehuyera tajantemente lo digital, o al menos lo eludiera,
ahora sé que allí no había un verdadero problema, y que debemos
poner el cuerpo ante el conjunto de situaciones de lengua, en un
movimiento de zoom que va de lo analógico a lo digital. Seguir ese
rumbo hizo que en 1993 escribiese, en un pequeño libro dedicado a
la sociolingüística, que la noción de comunidad lingüística era inuti-
lizable y que lo más conveniente era analizar a las comunidades socia­
les en su aspecto lingüístico.6 Uno o dos años más tarde, William
Labov, quien acababa de leer mi libro, me decía, sucintamente, que
esa idea le hubiera gustado a su “maestro” Uriel Weinreich, sin que yo
sepa si así evitaba dar su opinión ante mí o si expresaba su aproba­
4 Louis-JeanCalvet, Pour une écologie des langues du monde, París. Plon, 1999.
5 Louis-JeanCalvet, en colaboración con Lía Varcla, “De l’analogique au digital.
Á propos de sociologie du langage et/ou sociolinguisiique et/ou linguistique”, en:
Langage et Socidté, núm. 89, septiembre de 1999.
* Louis-Jean Calvet, La Sociolinguisiique, París, puf, col. “Que sais-je?”, 1993.
PREFACIO A IA NUEVA EDICIÓN 13
ción. Pero queda claro que, a mi entender, allí residía el nodo central:
tomar como punto de partida lo social, no lo lingüístico.
Se habrá notado que todo lo anterior constituye un intento de eva­
luar, a veintiocho años de su primera publicación, el lugar ocupado
por Lingüística y colonialismo en mi trayectoria científica. Pero los
libros tienen vida propia, siguen su camino, son interpretados dentro
de distintos horizontes y tienen efectos que también conviene eva­
luar. Esos efectos conciernen sin duda en primer lugar a los lectores:
su modo de recibir un texto, de emplearlo en sus prácticas (para eso
están hechos los libros). Sin embargo, el autor no queda exento. A lo
largo de casi tres décadas, la imagen que de mí devolvió mi público
europeo, africano o latinoamericano muchas veces me irritó. Me sen­
tía encerrado dentro de un rol -ser el denunciante de la “glotofagia”-
que me quitaba libertad de acción y me deparó algunas sorpresas.
Así, algunos esperantistas vieron en Lingüística y colonialismo la justi­
ficación para su combate y me invitaron muchas veces a sus reunio­
nes, en las cuales los decepcionaba al decirles que, en mi opinión, el
esperanto no podía encarnar una respuesta a los problemas lingüísticos
del mundo. En África, muchos militantes de las lenguas endógenas
hacían de mí el abanderado de su lucha, mientras que las institucio­
nes de la francofonía me consideraban un temible izquierdista que
accionaba contra su lengua...
Esas evaluaciones evolucionaron, sin duda, hacia un estadio más
moderado. Por mi parte, no reniego de la sustancia de este libro, pero
seguí meditando, escribiendo y sobre todo analizando muchas situa­
ciones. Todas estas actividades me llevaron a relativizar una cierta can­
tidad de afirmaciones. Así, a comienzos de la década de 1970 en Fran­
cia, el tema del “colonialismo interno” nutría los discursos bien pen­
santes; y, naturalmente, soy consciente de que mi libro alimentó esa
visión. Desde ese momento, recorrí el mundo en todas las direcciones
y vi la verdadera colonización económica, cultural y lingüística, la ver-
(ladera opresión. Si pienso que los corsos, los bretones o los martiniqueses
tienen un derecho inalienable a su lengua identitaria, no considero que
14 LINGÜÍS TICA Y COLONIALISMO
Córcega, Bretaña o las Antillas sean hoy colonias, con el mismo estatu­
to del Congo, Argelia o Chad. Pero, en ese tipo de situaciones, los
locutores son confrontados con el vector lingüístico de la globalización,
con un cilindro compresor que también podría ser calificado de
glotófago. Simplemente, los desafíos ya no son los mismos, las amena­
zas son más extendidas, involucran a otras lenguas, que hasta ahora
uno podía considerar protegidas. Más allá del itinerario científico que
intenté resumir más arriba, ése es el motivo de la auténtica continuidad
que creo percibir entre este libro y mi trabajo actual: del análisis cientí­
fico-militante de las prácticas lingüísticas al intento de comprender los
efectos lingüísticos de la globalización, para poder intervenir, ejercer
un control o imponerse sobre ellos.
Desde cierto punto de vista, la actitud sigue siendo la misma, pero
los análisis que le sirven de sustento son más complejos. Así, propuse
dar cuenta de la vertiente lingüística de la globalización con ayuda del
modelo gravitacional7 que resumiré rápidamente. Es sabido que sobre
la faz de la Tierra se hablan gran cantidad de lenguas, entre seis mil y
siete mil, según las evaluaciones. Esas lenguas pueden ser reagrupadas
en familias (romance, semítica, bantú, etc.); pero ello no quita que, en
su pluralidad, conformen un gran desorden babélico. El modelo
gravitacional permite poner un poco de orden, al partir de dos princi­
pios: las lenguas se vinculan entre ellas por medio de los bilingües, y los
sistemas de bilingüismo están jerarquizados, determinados por las rela­
ciones de fuerzas. Así, por ejemplo, un bilingüe árabe-bereber en Ma­
rruecos siempre tiene como primera lengua el bereber; un bilingüe wolof-
francés en Senegal siempre tiene como primera lengua el wolof; un
bilingüe alsacianó-francés de Alsacia siempre tiene como primera len­
gua el alsaciano, etc. En consecuencia, arribamos a una representación
de los vínculos entre las lenguas del mundo en términos de gravitacio­
nes superpuestas en torno a lenguas-eje de distintos niveles. En el cen­
tro tenemos una lengua hipercentral, el inglés, pivote del conjunto del
sistema, cuyos hablantes manifiestan una fuerte tendencia al monolin-

7 Véase Louis-Jean Calvet, Pour une ecologie des langues du monde, o¡>. cit.
PREFACIO A LA NUEVA EDICION 15
giiismo.8 Alrededor de esa lengua hipercentral gravitan una decena de
lenguas supracentrales (español, francés, hindi, árabe, malayo y otras),
cuyos hablantes, cuando adquieren una segunda lengua, aprenden ya
sea el inglés o una lengua del mismo nivel, esto es, otra lengua
supracentral. Aquéllas son, a su vez, ejes gravitacionales de unas cien o
doscientas lenguas centrales, alrededor de las cuales gravitan, por últi­
mo, de cinco mil a seis mil lenguas periféricas. Dentro de esa organiza­
ción tridimensional y piramidal, cimentada sobre el sistema de los bi­
lingüismos, será fácil comprender que la mayor amenaza pesa, a causa
de su transmisión más aleatoria, sobre las lenguas periféricas, que prác­
ticamente nunca son segundas lenguas y cuya expansión es eventual,
sostenida sólo por la vitalidad de las comunidades que las tienen como
primera lengua. Eso nos remite, en parte, al planteo de Lingüistica y
colonialismo.
En consecuencia, ese modelo gravitacional es una representación
abstracta de los vínculos entre lenguas, una configuración abstracta
de relaciones concretas que se entablan en un lugar determinado, en
una situación dada y con hablantes dados. En la actualidad, dicho
modelo me es útil en el ámbito de las políticas lingüísticas, según la
perspectiva de aquello que llamopolitologia lingüística, lo cual es para
las políticas lingüísticas como la politología (o ciencia política) es
para los políticos. Si el inglés, lengua de la globalización, amenaza la
diversidad, el desafío tiene una extensión aún mayor, por cuanto está
en juego el conjunto de las lenguas del mundo. Los grandes grupos
lingüísticos (árabe, chino, español, francés, malayo, portugués) están
dominados por la lengua hipercentral, el inglés, o van en camino de
serlo. Al mismo tiempo, se encuentran en situación de dominio
ante las lenguas centrales o periféricas. Cualquier intento de inter­
vención sobre ese sistema mundial debería tomar en cuenta esas
dos corrientes.

8 A esa tendencia ni siquiera permanecen ajenos los lingüistas... Víase Robert Le


Page, “Why have I remained monolingual?”, en: Éducation et sociétés plurilingües,
núm. 10, junio de 2001, pp. 83-87.
16 LINGÜÍSTICA Y COLONIALISMO
Este breve texto, pedido por mi editor como prefacio a la cuarta edi­
ción de Lingüística y colonialismo, me brindó la oportunidad de re­
flexionar a la vez acerca de mi trayectoria científica y política, y acerca
de los efectos de la intervención sobre distintas situaciones que im­
plica, a veces, un libro. Si bien yo soy, desde luego, responsable de lo
primero, no soy más que el iniciador de los últimos. Con todo, esos
efectos me interesan y me interpelan, por más que a veces me irriten.
A menudo me sucede, en discusiones con lectores jóvenes, que no
me reconozco en su manera de interpretar mi libro. Pero, sobre todo,
llego a lamentar que lo consideren una suerte de culminación, una
consigna ne varietur, cuando mi deseo era invitar a la acción. En ese
campo, es tarea de los “oprimidos lingüísticos” desarrollar sus pro­
pios análisis y elaborar sus modos de intervención a partir de análisis
externos para cambiar su presente y su futuro.
Ya lo he dicho: cambiaron las distintas situaciones, las cosas se
hicieron más complejas, o más bien se nos presentan en una modali­
dad más compleja. En efecto, no cabe duda de que cada vez han sido
más complejas, pero simplificadas por nuestra mirada, por los instru­
mentos de análisis a nuestra disposición (el estructuralismo, la oposi­
ción simplista entre dominadores y dominados, etc.). Dicha compleji­
dad vuelve inoperantes los análisis sumarios o demagógicos que se tra­
ducen en reivindicaciones de defensa de las lenguas amenazadas -como
quien defiende a las focas bebé-, sin preguntarse cuál es la utilidad
social de esas lenguas. En efecto, existe en la práctica un principio
que, según creo, siempre debería estar presente en el momento de
resolver qué política lingüística ha de adoptarse (hoy, las políticas
lingüísticas me parecen un ámbito de intervención fundamental): las
lenguas están hechas para ser útiles a los seres humanos, y no a la inversa.
Al releer Lingüística y colonialismo bajo la luz de este principio, no
tengo la impresión de tener que cambiar una sola palabra. En cam­
bio, tengo ante todo la sensación de haber hecho en esa época, sin
saberlo, política lingüística, pues este libro representaba una inter­
vención sobre las situaciones lingüísticas. Intervención que, como
una botella tirada al mar, esperaba que otros actuaran. Desde esta
PREFACIO A LA NUEVA EDICIÓN 17
perspectiva, algún día habría que hacer (acaso yo lo haga) un análisis
de los efectos de dicha intervención sobre las políticas lingüísticas en
las antiguas colonias. Temo que dicho análisis muestre que mi libro
actuó más sobre los discursos que sobre las prácticas, que sirvió de
alimento para denuncias, tomas de posición, en una palabra, para
adoptar posturas antes que acciones. Eso querría decir que todavía
quedan muchas cosas por hacer.
L o u is - J e a n C a l v e t
octubre de 2001
INTRODUCCIÓN

Este libro nació de una doble experiencia. Experiencia de la lingüísti­


ca, que el autor enseña desde hace cinco años, y de los países colonia­
les y neocoloniales donde pasó la mitad de su vida. ¿Qué relaciones
mantienen una ciencia humana y el colonialismo? Hacia la mitad de
este volumen se postula, como se verá, una doble relación enríe am­
bos: una relación de producción parcial, en el plano ideológico, y una
relación de descripción.
Hoy disponemos de cierta cantidad de estudios acerca de la historia de la
lingüística o, más bien, de la lingüística en tanto ciencia de reciente apa­
rición; acerca de la historia del abordaje del lenguaje y las lenguas. Por
sólo citar textos recientes, Georges Mounin, R. H. Robins, Maurice Leroy,
G. Lepschy, C. Tagliavini, entre otros, reunieron y valorizaron impor­
tantes documentos. Esto, sin hablar de los estudios específicos: C.-G.
Dubois para el siglo xvi, M. Duchet y C. Porcet respecto del XVIU, así
como S. Auroux, y demás. Esos trabajos, bien informados -a veces muy
bien- no responden a la finalidad que nos fijamos aquí. Ya sea que pre­
senten el abordaje del lenguaje en relación con la epistemología del siglo
que los ocupa (ése es, por ejemplo, el proceder de Auroux) o que
reexaminen esa historia según lo que pensamos hoy de la lengua (como
observamos en Mounin, por ejemplo), la mayor parte de las veces se
mantienen en un punto de vista interno: el abordaje de la lengua (luego,
la lingüística en el sentido saussureano del término) es un mecanismo
que avanza por sí solo. Y ese punto de vista deja de lado un hecho impor­
tante: la teoría (lingüística, sin duda, pero mi planteo es verdadero de
modo más general) siempre tiene recaídas seculares; ya sea que directa­
mente se oriente a los problemas del momento o que la utilice la ideolo­
gía en el poder, siempre cumple un rol histórico, político.
19
20 LINGÜÍSTICA Y COLONIALISMO
Para empezar, mi intención aquí es mostrar cómo, a fin de cuentas,
el estudio de las lenguas propuso cierta visión de las comunidades
lingüísticas y de sus relaciones, y cómo pudo utilizarse esa visión para
justificar la empresa colonial (capítulos I y n). Las que se conoce como
ciencias humanas están atrapadas dentro de un cepo secular: sin im­
portar si quieren hacerlo —y con gran frecuencia no quieren, o fingen
no quererlo-, hablan de nosotros, de nuestros conflictos, de nuestras
luchas. Y muchas veces la traducción que brindan de ello, quieran o no
(pero, llegadas a este punto, lo admiten más fácilmente), se utiliza, para
provecho de algunos, en esos conflictos y en esas luchas. Desde luego,
no consisten, salvo excepciones marginales, en desviaciones volunta­
rias: aparentemente, ya no vivimos en la época de N. Marr. Hoy las
cosas son más sutiles, y eso las vuelve aún más peligrosas.
Como hace falta empezar por alguna parte, vamos a hacer un segui­
miento del abordaje de lenguas y lenguaje a partir del Renacimiento.
Ese estudio no será histórico, no pretenderá un carácter exhaustivo.
Simplemente, procurará fijar cotas y mostrar el vínculo entre dicho
abordaje y los fenómenos imperialistas de expansión, ya sea contempo­
ráneos (capítulo v) o en relación de continuidad con otros. Se estudia­
rá, entonces, ese vínculo en todas sus traducciones ideológicas y políti­
cas, sobre el trasfondo del devenir histórico de la sistemática actitud
peyorativa hacia la lengua del otro: el racismo y el colonialismo. Desde
cierto punto de vista, la lingüística fue, hasta el despuntar de nuestro
siglo, un modo de negar la lengua de los otros pueblos. Esa negación,
junto con otras, constituía el fundamento ideológico de nuestra “supe­
rioridad”, de la superioridad del Occidente cristiano por sobre los pue­
blos “exóticos” que habríamos de doblegar alegremente. Así, el discur­
so del “lingüista” acerca de las lenguas preparó el de los políticos
anexionistas, el de los teóricos del colonialismo. Maupertuis-Jules Ferry:
el mismo combate. Ése podría ser el título, si con él quisiéramos resumir
ese punto de vista en una fórmula fácil y provocativa.
Desde luego, el problema lingüístico es un problema derivado, de
segundo rango en el desarrollo del proceso colonial. Pero la lingüísti­
INTRODUCCIÓN 21
ca, encarada a contracorriente del colonialismo como su preparación
en el nivel ideológico, también puede ser utilizada en su mismo curso
para describirlo desde la perspectiva de las relaciones entre lenguas: se
intentará seguir el avance de la opresión de un pueblo sobre otro a
través de los avatares de las lenguas habladas por esos pueblos (capí­
tulo in). Para ello se utilizarán las técnicas clásicas de descripción lin­
güística (capítulo iv). Sin embargo, esa descripción sólo nos interesa
en la medida en que pueda guiar, ser de ayuda para la acción. Lejos de
haber desaparecido, el fenómeno colonial sobrevive bajo su aspecto
clásico y bajo la máscara de seudoindependencias; en todos esos ca­
sos, los problemas que propone este libro son fundamentales, entre
otros: ¿cuál es el estatuto de la lengua dentro de la opresión colonial y
neocolonial?, ¿qué actuación hay que reservarle en la lucha por la libe­
ración nacional? Respecto de esos puntos no hay respuestas definitivas.
Estas, en última instancia, sólo pueden provenir de las luchas en curso.
Sólo hay preguntas, preguntas que es difícil eludir (capítulo vi).
El conjunto de propuestas teóricas, del modelo que se haya podido o
intentado elaborar, se aplicará luego a una cierra cantidad de casos
específicos. Aquí, los ejemplos desarrollados son pocos y heterogé­
neos: la constitución imperial del hexagone [Francia] (capítulo vil),
las relaciones entre una lengua africana dominada y la lengua dom i­
nante (capítulos IX y x ) ; por último, un intento de evaluación del
último estadio del imperialismo cultural francés, la francofonía (ca­
pítulo Xl). Pero queda por hacer el trabajo principal. Queda para los
lingüistas con interés en el tema hacerse cargo de esa tarea en sus
respectivos países. Después de estar al servicio del colonialismo, como
se intenta demostrar aquí, la lingüística—esto es, los lingüistas—debe­
ría y podría luchar contra el neocolonialismo, oponiendo al imperia­
lismo lingüístico y a la actitud peyorativa respecto de las lenguas do­
minadas que lo nutren día a día un lento trabajo de descripción de
lenguas locales, trabajo muy concreto y en ocasiones ingrato: entre
otras cosas, establecer sistemas de transcripción, léxicos, redactar obras
en esas lenguas, crear periódicos. Esc combate no es, como algunos
22 LINGÜÍSTICA Y COI.ONIA1.ISMO
podrían creer, marginal: es un combate por el hombre, por su dere­
cho a una existencia en el centro de su cultura, por su derecho a vivir
la vida que él elija.
Al respecto, es interesante recorrer el artículo que el diccionario
Robert dedica al término “civilización”:
1. El hecho de poblar con colonos, de transformar en colonia.
2. Puesta en valor, explotación de los países transformados en colonias.
En efecto, ese artículo presenta una ausencia notable: faltan los coloni­
zados. Las colonias serían, entonces, países vacíos, a los cuales llegarían
los colonos venidos de la otra ribera para instalarse sin problemas. En
ello no hay olvido, o, antes bien, ese olvido no se debe al azar; para
justificar la empresa colonial en términos de “cultura” occidental, del
humanismo con que tanto machacaron en nuestros oídos, había que
olvidar la existencia de los otros. El primer antropófago llegó desde
Europa; devoró al colonizado. Y, en el ámbito específico que nos ata­
ñe, devoró sus lenguas: glotófago, entonces. Por lo demás —¡vamos!—
esas lenguas no existían. Nada más que dialectos, en especial jergas...
Sí, el artículo del diccionario Robert no es casual. Yo recién lo leí des­
pués de terminar este libro. Podría haber servido de punto de partida.
Louis-Jh a n C a l v e t
enero de 1974
P r im e r a p a r t e

PROBLEMAS GENERALES
I. LA TEORIA DE LA LENGUA
Y EL COLONIALISMO

Un objeto sólo existe en virtud de las descripciones que se hacen de él.


Esas sucesivas descripciones siempre son productos: el hombre contem­
pla el mundo inmediato y lo interpreta ideológicamente. En ese preciso
momento la interpretación vuelve a insertarse en su práctica social, que la
justifica y encuentra justificación en ella. El propósito de este capítulo es
mostrar cómo el descubrimiento del mundo, impulsando a las comuni­
dades a pensar sus vínculos, llevó a que algunas de ellas teorizaran su
superioridad sobre las demás: esos enunciados teóricos estaban en condi­
ciones de participar en la justificación de la empresa colonial.
Indudablemente, se podría llevar adelante esa demostración a partir
de distintos ejemplos —el derecho, la religión—dondequiera que se acepte
explícitamente la relación entre comunidades diferentes. De hecho, éstas
se preocuparán únicamente por la lengua, porque es forzoso acotar el
planteo; pero además porque la práctica colonial a la que brindaron una
teorización todavía perdura. Así, se verá que no bay diferencia sustancial
entre, por ejemplo, la política lingüística de la Revolución Francesa den­
tro de su territorio y la que condujo la tercera República en las colonias;
y también que esa política lingüística sigue siendo la misma en la Francia
posterior a la Ley Deixonne y en los territorios “francófonos”.
I.a teoría de la lengua es asunto antiguo, por más que lo habitual
lea remontar el origen de la lingüística a Ferdinand de Saussure. Los
historiadores de la lingüística citan, por ejemplo, a Pañi ni, cuya des­
cripción del sánscrito prefigura una visión “fonológica” de la lengua.1
' Véase, por ejemplo, R. H. Robins, A Short History in Linguistics, Londres,
longman, 1967, pp. 144-148 [trad. esp.: Breve historia de la lingüística, Madrid,
Cátedra, 2000]; y G. Mounin, Histoire de la linguistique, pp. 66 y ss. [trad. esp.:
Ilhloria de la lingüística. Desde los orígenes al siglo xx, Madrid, Credos, 1995].

25
I. LA TEORÍA DE LA LENGUA
Y EL COLONIALISMO

Un objeto sólo existe en virtud de las descripciones que se hacen de él.


Esas sucesivas descripciones siempre son productos: el hombre contem­
pla el mundo inmediato y lo interpreta ideológicamente. En ese preciso
momento la interpretación vuelve a insertarse en su práctica social, que la
justifica y encuentra justificación en ella. El propósito de este capítulo es
mostrar cómo el descubrimiento del mundo, impulsando a las comuni­
dades a pensar sus vínculos, llevó a que algunas de ellas teorizaran su
superioridad sobre las demás: esos enunciados teóricos estaban en condi­
ciones de participar en la justificación de la empresa colonial.
Indudablemente, se podría llevar adelante esa demostración a partir
de distintos ejemplos —el derecho, la religión- dondequiera que se acepte
explícitamente la relación entre comunidades diferentes. De hecho, éstas
se preocuparán únicamente por la lengua, porque es forzoso acotar el
planteo; pero además porque la práctica colonial a la que brindaron una
teorización todavía perdura. Así, se verá que no hay diferencia sustancial
entre, por ejemplo, la política lingüística de la Revolución Francesa den­
tro ele su territorio y la que condujo la tercera República en las colonias;
y también que esa política lingüística sigue siendo la misma en la Francia
posterior a la Ley Deixonne y en los territorios “francófonos”.
La teoría de la lengua es asunto antiguo, por más que lo habitual
lea remontar el origen de la lingüística a Ferdinand de Saussure. Los
hlitoriadores de la lingüística citan, por ejemplo, a Panini, cuya des­
cripción del sánscrito prefigura una visión “fonológica” de la lengua.1
1 Víase, por ejemplo, R. H. Robins, A Short History in Linguistics, Londres,
hillginau, 1967, pp. 144-148 [trad. esp.: Breve historia de la lingüística, Madrid,
t Mlulra, 2000); y G. Mounin, Histoire de la linguistique, pp. 66 y ss. (trad. esp.:
Hliloria de la lingüistica. Desde los orígenes al siglo xx, Madrid, Credos, 1995J.

25
26 PROBLEMAS GENERALES
Pero incluso esa referencia es ideológica: es partícipe de una determi­
nada apreciación de la lingüística contemporánea que -si se contem­
pla la historia del abordaje del lenguaje con los gemelos de la escuela
estructural—es llevada a privilegiar entre sus ancestros a aquellos pa­
sibles de una promoción al rango de precursores. De Panini (tal como
nos lo presentan) a la fonología, persiste una idéntica modalidad de
escapar en dirección a la técnica; idéntico rechazo de la filosofía, con­
siderada —con pleno derecho, en esa oportunidad- como no científi­
ca. Sin embargo, la “filosofía” es reveladora por lo que ella expresa y la
“técnica” presupone. Así, se puede encontrar en un diálogo de Platón,
el Crálilo, una de las primeras visiones ideológicas de la lengua y de
las lenguas (esto es, a fin de cuentas, de las relaciones entre las comu­
nidades que hablan esas lenguas). Mi intención aquí no es desarrollar
ese ejemplo; pero la noción de rectitud de las palabras, acompañada
de un juicio de valor acerca de su modo de composición, no carece de
interés: postulando un más allá del lenguaje respecto del cual se po­
dría arbitrar sobre la rectitud o no rectitud de un vocablo —palabras
bien y mal formadas-, Platón introducía tranquilamente la idea de
que el griego era una lengua bien formada; eso equivalía a decir que
las otras lenguas, las lenguas bárbaras, estaban mal formadas (por lo
demás, Platón no conocía ninguna de ellas, y esa circunstancia es
tanto más significativa cuanto que para Platón no es un problema de
comparación de lenguas sino el modo de afirmar un principio, prin­
cipio que en él ya es una herencia cultural e ideológica).
El más allá del lenguaje postulado por Platón era metafísico: en el
siglo xvi será teológico. Este período será el primero que estudiare­
mos, pues en él pueden hallarse a la vez dos elementos interesantes en
su conjunción: una forma embrionaria de teoría de la lengua y el
conocimiento de gran cantidad de lenguas hasta ese entonces desco-
nocidas.
LA TEORÍA DE 1A LENGUA Y EL COLONIALISMO 27
E l siglo xvi : ia pirAm ide

El siglo XVI francés está marcado por un florecimiento de obras acerca de


la lengua y el lenguaje. La intención que tenían en común era, la mayoría
de las veces (si se exceptúan las gramáticas que comienzan a aparecer),
buscar el origen de las lenguas. No tamo por motivos científicos -por
más que en ocasiones ciertos textos, especialmente los referentes al he­
breo, tienen un interés científico- como por motivos teológicos.
En pocas palabras, la tesis es cercana a la siguiente: las desdichas
del género humano datan de la confusión de las lenguas en Babel;
recuperemos la lengua original y recuperaremos el paraíso. Natural­
mente, esta posición teológica no es compartida por todos (en espe­
cial, Calvino y Lutero tienen más interés en castigar a Babel y en sus
consecuencias que en la lengua prebabélica); pero la generalidad si­
gue esa vertiente. Como destaca Claude-Gilbert Dubois: “Las teorías
lingüísticas del Renacimiento parecen ser, la mayor parte del tiempo,
un intento de recuperar el Paraíso perdido por vía gramatical o
etimológica".2 Esa lengua originaria sólo puede ser una lengua noble:
se buscará ese ancestro entre el latín, el griego y el hebreo.
Ya esa noción de lengua noble debe ser destacada: cruza las lenguas
sagradas, las lenguas de las que se conoce una literatura antigua, las
lenguas enseñadas en el College de France; en suma, se halla en la
intersección de una cierta cantidad de cánones respecto de lo respeta­
ble en esa época. Ante esas lenguas nobles, las lenguas vulgares mere­
cen menor consideración: desde luego, se las empieza a escribir, pero
no tienen caución religiosa alguna; y, sin duda, la causa de que en
este punto Lutero y Calvino se aparten de la generalidad reside en
que las lenguas locales, las lenguas realmente habladas por el pue­
blo, son tenidas en cuenta por la Reforma.3 A propósito de ello,
resulta significativo el programa de estudios que Gargantúa destina
‘ Claude-Gilbert Dubois, Mytbcetlangageauxvie. sieele, Bordeaux, Ducros, 1970,
p. 20 .
'Al respecto, véaseTullio De Mauro, “Mínima Lingüistica”, en: 11Mutino , núm.
21, Bolonia, 1970.
28 PROBLEMAS GENERALES
a Pantagruel:4 aprender griego, latín, hebreo, caldeo, árabe. Griego,
latín y hebreo servirán para frecuentar las Sagradas Escrituras; el ára­
be, para estudiar medicina, etcétera. Sin embargo, llamativamente las
lenguas europeas contemporáneas están ausentes.
En consecuencia, al inicio se dispone de dos grupos: por una parte,
las tres lenguas sagradas; por otra, las lenguas vulgares. Pero, como el
triunvirato no estaba de moda, se procurará refinar esta jerarquía. Poco
importa aquí el detalle de las (numerosas) discusiones: generalmente se
considera lengua primordial el hebreo.5Pero desde ese entonces se plan­
tea un problema: el estatuto de las lenguas vulgares ante el hebreo. La
“investigación lingüística” se tornará un nido de serpientes en el que
cada cual tratará de demostrar que su lengua es la más cercana a la
lengua primera o, cuando menos, a las lenguas sagradas.
Para empezar, un florentino, Pierfrancesco Giambullari, va a afir­
mar que su lengua (esto es, el toscano) viene del hebreo por mediación
del ctrusco.6 El interés de esa filiación postulada era doble: afirmar la
afinidad con la lengua originaria (y, en consecuencia, valorizar el toscano)
y rechazar la noción de lengua surgida del latín, que implicaba, al me­
nos en opinión de Giambullari, un proceso de degeneración.
Por su parte, Joannes Goropius va más lejos. Invierte el esquema y
postula en el origen una lengua germánica. Sus argumentos: en todas
las lenguas se encuentran términos germánicos y, de por sí, el término
germanos significaría “aquellos que congregan”:7
Un hombre presa del deseo de congregar se llama, para hablar con los
términos adecuados, germano', por ello los germanos se ufanaban abierta­
m ente de un origen indígena para la extensión de ese nombre en Galia .8

' Rabelais, CEuvres, libro ll, cap. vm, París, Garnier, 1950.
' Véase en especial Gessncr, Duret, Percrius y Postel, cuyas obras constan en la
bibliografía.
'' 1! K Giambullari, II (¡ello, Florencia, 1546.
I Goropius, Origines Antwerpianae sive Cimmeriorum iiecceselana novem libros
• Amberes, 1569; y Claude-Gilbert Dubois, op. cit., pp. 85-86.
* l litad» por Claude-Gilbert Dubois.
LA TEORÍA DE LA LENGUA Y EL COLONIALISMO 29
Los franceses, que en esta carrera habían sacado ventaja a Goropius,
veían en los galos a los descendientes de Noé (¡acaso en hebreo Gallim
no significa “salvado de las aguas”!) y, así, presentaban su candidatura al
puesto de príncipe heredero.9 Por lo demás, esa hipótesis (¡!) conlleva
un viraje, una suerte de encarrilamiento: lo poco de galo que se conoce
no permite vincularlo al hebreo (pese a gallim), pero se cree saber, a
través de una indicación de César, que los druidas se valían de caracte­
res griegos. ¡No se diga más! De allí en adelante, los franceses se vuelcan
hacia el griego y pugnan por demostrar las profundas afinidades entre
lengua francesa y lengua griega (se notará el rápido paso del galo al
francés: el bretón, por ejemplo, no se toma en cuenta). Ése es el origen
de las obras de Jean Bodin (Methodus adfacilem historiarían cognitionem,
1566), Henri Estienne ( Traite de la conformité du langage frunzáis avee
legrec, 1569), entre otros. Se proponen distintas teorías, que tienen por
finalidad demostrar la excelencia de la tesis “céltica” y combatir la de
Cioropius. I os galos son en su origen civilizaciones griegas y romanas,
lian ocupado los territorios germánicos (de donde surgen las afinidades
léxicas reseñadas por Goropius), están en el origen de la cultura.10
De nada vale aquí sonreír. Lo que cuenta es la subordinación de la
reflexión acerca de la lengua a los distintos nacionalismos: la carrera
por el derecho a la sucesión es una carrera lingüístico-política. Por si
fuera poco, así bosquejado, el esquema evolutivo de las lenguas es
piolundamente eurocentrista. Sólo las lenguas alemana y francesa (y
ti toscano; pero Giambullari es un caso aislado) pueden pretender el
primado. ¿Y las otras lenguas? Se insertarán en una pirámide cuya
bote (que, por supuesto, abarca la mayor cantidad de lenguas) es con-
forin ada por las lenguas bárbaras:
Se llama bárbaras a todas las lenguas con excepción del latín y el griego.
Kxccptuamos igualmente el hebreo, porque es la más antigua, y una suer-

* ( ¡uillaume Postcl, Apologie de la Gaule, París, 1552.


111 Víanse, sobre todo, Guillaume Postel, Histoire memorable des expéditions depuys
k tiélufefitictespor les Gauloys ou Fran(oys depuis la Francejusques en Asie ou en Thrace
H fH l'(Irientalepartie de l'F.urope; y Claude-Gilbert Dubois, op. cit., pp. 86-92.
28 PROBLEMAS GENERALES
a Pantagruel:4 aprender griego, latín, hebreo, caldeo, árabe. Griego,
latín y hebreo servirán para frecuentar las Sagradas Escrituras; el ára­
be, para estudiar medicina, etcétera. Sin embargo, llamativamente las
lenguas europeas contemporáneas están ausentes.
En consecuencia, al inicio se dispone de dos grupos: por una parte,
las tres lenguas sagradas; por otra, las lenguas vulgares. Pero, como el
triunvirato no estaba de moda, se procurará refinar esta jerarquía. Poco
importa aquí el detalle de las (numerosas) discusiones: generalmente se
considera lengua primordial el hebreo.5 Pero desde ese entonces se plan­
tea un problema: el estatuto de las lenguas vulgares ante el hebreo. La
“investigación lingüística” se tornará un nido de serpientes en el que
cada cual tratará de demostrar que su lengua es la más cercana a la
lengua primera o, cuando menos, a las lenguas sagradas.
Para empezar, un florentino, Pierfrancesco Giambullari, va a afir­
mar que su lengua (esto es, el toscano) viene del hebreo por mediación
del etrusco.6 El interés de esa filiación postulada era doble: afirmar la
afinidad con la lengua originaria (y, en consecuencia, valorizar el toscano)
y rechazar la noción de lengua surgida del latín, que implicaba, al me­
nos en opinión de Giambullari, un proceso de degeneración.
Por su parte, Joannes Goropius va más lejos. Invierte el esquema y
postula en el origen una lengua germánica. Sus argumentos: en todas
las lenguas se encuentran términos germánicos y, de por sí, el término
germanos significaría “aquellos que congregan”:7
Un hombre presa del deseo de congregar se llama, para hablar con los
términos adecuados, germano ; por ello los germanos se ufanaban abierta­
mente de un origen indígena para la extensión de ese nombre en Calia.*

4 Rabelais, CEuvres, libro ll, cap. vm, París, Garnicr, 1950.


5 Vcasc en especial Gessncr, Durct, Pererius y Posrel, cuyas obras constan en la
bibliografía.
* R F. Giambullari, H Cello, Florencia, 1546.
? J. Goropius, Origines Antwerpiunae sive Cimmeriorum Recceselana novem libros
complexa, Amberes, 1569; y Claude-Gilbert Dubois, op. cit., pp. 85-86.
" Cirado por Claude-Gilbert Dubois.
I.A TEORÍA DE LA LENGUA Y EL COLONIALISMO 29
Los franceses, que en esta carrera habían sacado ventaja a Goropius,
veían en los galos a los descendientes de Noé (¡acaso en hebreo Gallim
no significa “salvado de las aguas”!) y, así, presentaban su candidatura al
puesto de príncipe heredero.9 Por lo demás, esa hipótesis (¡!) conlleva
un viraje, una suerte de encarrilamiento: lo poco de galo que se conoce
no permite vincularlo al hebreo (pese a gallim), pero se cree saber, a
través de una indicación de César, que los druidas se valían de caracte­
res griegos. ¡No se diga más! De allí en adelante, los franceses se vuelcan
hacia el griego y pugnan por demostrar las profundas afinidades entre
lengua francesa y lengua griega (se notará el rápido paso del galo al
francés: el bretón, por ejemplo, no se toma en cuenta). Ése es el origen
de las obras de Jean Bodin (Methodus ad facilem bistoriarum cognitionem,
1566), Henri Estienne (Tini té de la conformité du langage frangais avec
legrec, 1569), entre otros. Se proponen distintas teorías, que tienen por
finalidad demostrar la excelencia de la tesis “céltica” y combatir la de
Goropius. Los galos son en su origen civilizaciones griegas y romanas,
han ocupado los territorios germánicos (de donde surgen las afinidades
léxicas reseñadas por Goropius), están en el origen de la cultura.10
De nada vale aquí sonreír. Lo que cuenta es la subordinación de la
reflexión acerca de la lengua a los distintos nacionalismos: la carrera
por el derecho a la sucesión es una carrera lingüístico-política. Por si
fuera poco, así bosquejado, el esquema evolutivo de las lenguas es
profundamente eurocentrista. Sólo las lenguas alemana y francesa (y
el loscano; pero Giambullari es un caso aislado) pueden pretender el
primado. ¿Y las otras lenguas? Se insertarán en una pirámide cuya
base (que, por supuesto, abarca la mayor cantidad de lenguas) es con­
formada por las lenguas bárbaras:
Se llama bárbaras a todas las lenguas con excepción del latín y el griego.
Exceptuamos igualmente el hebreo, porque es la más anrigua, y una suer-

" Guillaume Postel, Apologie de hi Gctule, París, 1552.


Véanse, sobre todo, Guillaume Postel, Histoíre mimorabledes expéditions depuys
k Muyfilíeles por les Gauloys ou Franfoys depuís la Francepisques en Asie ou en Thrace
H tH ¡'Oriéntalepartie de IFurope; y Claude-Gilbert Dubois, op. cit., pp. 86-92.
30 PROBLEMAS GENERALES
te de ancestro de las demás; amén de ello, es lengua sagrada inspirada por
Dios."
De allí surge el interés de esta carrera por la sucesión: al provenir más
o menos directamente del hebreo (o, por qué no, por haberle dado
nacimiento), las lenguas 110 serían sino menos bárbaras. Algunos son
más moderados, como Du Bellay (Déjense et ilLustration de la langue
frangaise), pero sus argumentos son sofocados por la multitud.
¿A qué se debe esa histeria? Para empezar, en Europa los hablantes
de las lenguas locales comenzaron a sublevarse contra el empleo ex­
clusivo del latín y el griego en literatura. Ésa es la orientación del
intento de la Pléiade, especialmente de D u Bellay: todas las lenguas
son válidas; por lo demás, todas tienen la misma fuente. De allí en
más, ¿por qué privilegiar una de ellas? Pero esa relativización sobrepa­
sa largamente un intento generalizado de hegemonía. Las rivalidades
políticas europeas explican en parte a Goropius, Postel, Estienne y
otros; la lucha entre Valois-Angouléme y los Habsburgo, Carlos V, la
derrota francesa en Paviay la paz de Cambrai (1525, 1529): sin duda,
todo eso está presente en el origen de las controversias acerca del
origen de las lenguas. No es casual que la oposición “teórica” entre
tesis céltica y tesis germánica sea isomorfa con el conflicto Valois-
Habsburgos.
Pero también es destacable la suerte reservada a las lenguas 110 euro­
peas, definitivamente empujadas hacia las lenguas bárbaras, a la parte
baja de la pirámide. Sin embargo, se empieza a conocer las lenguas, e
incluso se les dedica obras: turco, sánscrito, árabe, algunas lenguas in­
dígenas de Brasil, chino, y otras.12Sin embargo, 110 tienen derecho a ser
aceptadas en esa carrera por las prerrogativas. Las relaciones entre len­
guas se conciben como relaciones sociales: hay una jerarquía, con una
cima (para unos pocos elegidos) y una base en que se encuentra la
masa. Esa organización piramidal de las lenguas, es decir, de los pue­
blos que las hablan, hace recordar un poco la arquitectura de la torre de
11 Gomad Gessner, Mitbridates, citado por Claude-Gilbert Dubois.
12 Véase Guíllaume Mounin, op. cit., pp. 124-125.
LA TEORÍA DE IA LENGUA Y EL COLONIALISMO 31
Babel, pero sobre todo la organización social de la época. Claude-Gilbert
Dubois señala justamente al respecto que las metáforas de Henri Estienne
a veces se toman prestadas al lenguaje de casta:
El gran desorden que hay en nuestro lenguaje procede, en su mayor par­
te, de que los Señores de Corte se dan el privilegio de legitimar los térmi­
nos franceses bastardos y naturalizar los extranjeros.13
Así, y eso no debe sorprendernos, el modo en que se analiza el conjun­
to de las lenguas y las relaciones que entablan está profundamente de­
terminado por la organización social desde cuyo seno se escribe y por
los conflictos que oponen la comunidad del escritor a otras comunida­
des. Por lo general, en lo que respecta al siglo xvi, las historias escolares
y universitarias no consideran más que a Du Bellay y a la Pléiade, esto
es, a la franja moderada de ese movimiento. Pero la militancia francófila
de ese siglo da testimonio de un ultrachauvinismo que sólo encuentra
un par en la militancia germauófila a la que se opone. Por otra parte,
debe destacarse que no sólo existen los Habsburgo (y por ende la opo­
sición a las tesis de Goropius), no sólo las lenguas de ultramar se em­
piezan a despreciar; en Francia también existen, en el interior del país,
los bretones y los languedociens, a quienes se empieza a imponer la
lengua francesa: el Languedoc pasó a la dominación francesa durante el
siglo XIII; Bretaña acaba de ser “unida” a Francia (1532) y la ordenanza
de Villiers-Cotteréts (1539) acaba de imponer el francés en los actos
jurídicos. Cosa curiosa -o lógica-: esos problemas parecen ausentes de
In literatura del momento. Se habla de los galos y de los druidas, pero
lio de los bretones, no se toma en consideración la lengua de oc. En la
práctica, las lenguas ya están en el poder político o no son lenguas. En
tic aspecto, el título de una obra de Bourgoing14 es significativo: las len-
guus romances no abarcan más que el francés, el italiano y el español.
" H, Estienne, Traite de la canformité du langage franjáis avec le grec, 1569. El
•llltrnyado me pertenece.
11 (ñeques Bourgoing, De origine, usu et ratione vulgarium vocum linguaegallicae,
(htllúte el bispanicae, París, 1 583.
32 PROBLEMAS GENERALES
Esas distintas vertientes, eurocentrismo (y exclusión de las len­
guas de ultramar que se empieza a conocer), nacionalismo (sobre
todo en oposición a la casa de Austria) y centralismo, la mayor par­
te de las veces presentes de manera implícita, muestran que con
respecto a este único período es imposible separar la historia de la
ciencia (incluso si la ciencia lingüística está en una fase tan embrio­
naria) de la historia propiamente dicha. Al plantear teorías sobre
relaciones entre las lenguas, se piensa en relaciones entre las com u­
nidades; y, entonces, la ideología dominante de la época está am­
pliamente presente.

E l siglo xvii : el po der real

Centralismo y nacionalismo siempre están presentes, durante el siglo


xvii, en el pensamiento gramatical, por intermedio de una cierta can­
tidad de preguntas que giran, todas, en torno al uso: ¿qué lengua
escribir? ¿Dónde hallar su modelo?, etc. Las respuestas serán distin­
tas, pero no necesariamente contradictorias; y acaso uno pueda opo­
ner, como a menudo se hizo, Vaugelas a Malherbe. Como se sabe,15
Malhcrbe se había fijado como tarea expurgar en la lengua francesa
tanto los préstamos de lenguas extranjeras y de las distintas lenguas
francesas como los provincialismos. Su broma, citada por Racan,
perdura en todas partes: “Cuando se le preguntaba su opinión acerca
de algún término francés, usualmente él remitía a los estibadores de
Port-au-Foin, y decía que eran sus maestros en materia de lenguaje”.
De ello se hizo un principio rector, con dificultades para percibir su
significación exacta, pues la intención de Malherbe no es por cierto
elegir el habla de un determinado grupo social (los estibadores) en
detrimento del habla de otro grupo social. Es, en la senda abierta por
15 Conocemos su doctrina fundamentalmente a través de dos textos: el C-ommentaire
sur Desportes, publicado en 1825; y las Mémoirespour la vie de Malherbe de Racan,
1672, a los que se puede agregar la Académie de l'art poétique de Picrre de Deimier,
1610.
LA TEORÍA DE LA LENGUA Y EL COLONIALISMO 33
Henri Estienne, luchar contra el peregrinismo lingüístico, así como
tres siglos más tarde Étiemble luchará contra el “franglés”. Desde esa
perspectiva, el estibador no simboliza una clase: simboliza París, con­
tra la provincia y contra lo extranjero.
Por lo demás, sus adversarios no yerran: no se defienden tanto en
su condición de aristócratas como en la de poetas que exigen una
libertad estilística de mayor magnitud. “Despojan la poesía de liber­
tad, de dignidad, de riqueza y, para decirlo brevemente, de flor, fruto
y esperanza”, escribe Madeinoiselle de Gournay,16y Mathurin Régnier,
así como Théophile de Viau, refuta a la escuela de Malherbe por los
mismos motivos. Sin duda, Régnier le reprocha que tome su modelo
en el pueblo:
¡Cómo! D ebem os, entonces, para hacer gran obra
Que se defienda de la calumnia y del tiem po,
Que halle algún lugar entre los buenos autores
Hablar com o en Saint-Jcan hablan los estibadores .17

Y Balzac, en el retrato que traza de él, escribe:


Ese doctor en lengua vulgar acostumbraba decir que desde hacía muchos
años trabajaba en degasconar a la corte y 110 podía llegar a térm ino.1"

Pero una simple lectura de las Stances a Du Périer o de la O de au Roí


Louis XIII muestra que Malherbe nada tenía de “doctor en lengua
vulgar” (le habría causado gracia leer esos versos a los estibadores del
mercado Saint-Jean), y que su principal intención era ante todo
degasconar, esto es, luchar contra los términos extranjeros. Aquí y allá
je le reprocha que haga referencia al pueblo, mientras que esa referen­
cia es completamente reaccionaria [poujadiste]: en ella, él encuentra
lina prueba por el absurdo de lo justo de sus posiciones, como un
Mademoiselle de Gournay, L'Ombre, 1627.
17 M. Régnier, Satire IX, Le Critique outré.
I#J.-L. Guezde Balzac, Socrate chrétien, 1632.
34 PROBLEMAS GENERALES
picardo que hoy fuera a reprocharle a Barthes su léxico con el pretex­
to de que los bravos de los mercados" no lo entienden. Pero Malherbe
no escribe para el pueblo (que, por otra parte, no sabe leer); escribe,
como todo el mundo en esa época, para una ínfima minoría, y su
afán de simplificación no tiene otro carácter más que estético: entre
él y sus adversarios se entabla una querella de estetas. Pero aquella
estética también reposa sobre una determinada idea de la lengua, que
toma parte tanto del chauvinismo (¡abajo los términos extranjeros!)
como del centralismo (¡abajo los términos provinciales!), y en él pare­
ce ser pertinente eso antes que otra cosa.
Tampoco cuenta con gran fundamento la contraposición con
Vaugelas, tal como se la practica a menudo. En un primer abordaje,
él parece muy moderno en su rechazo de la norma y sus constantes
remisiones al uso: “Tanto da que me proponga instaurarme juez de
los diferendos de la lengua: no pretendo pasar más que por un simple
testigo, que declara cuanto lia visto y oído”.1’ Pero desde que acome­
te la tarea de definir aquello que entiende por uso, las cosas resultan
mucho más claras; hay buen y mal uso. Esa dicotomía está próxima a
recubrir la oposición entre corte y pueblo: “El mal uso se forma de la
mayor cantidad de personas, que casi en todas las cosas no es el me­
jor; y, por el contrario, el bueno no se compone de la pluralidad, sino
de la élite de las voces, y en verdad se llama maestro de las lenguas a
aquél”. Por supuesto, la contraposición con Malherbe parece tajante:
este último pretende informarse en la fila de la bolsa de trabajo [place
de greve] y aquél entre los “eruditos de la lengua”. Pero, más allá de
que la autoridad lingüística conferida al “pueblo” por Malberbe fuera
completamente retórica (¡Racan no nos muestra que haya ido a in­
vestigar a la Place de Gréve!), en último término los dos puntos de
vista se completan: uno cimenta la supremacía de la nobleza sobre el
pueblo (Vaugelas); el otro, la supremacía de París sobre la provincia
(Malherbe). Así, a fin de cuentas, ambos contribuyen a la justifica-
’ Calvet utiliza la expresión forts des bulles. El genitivo connota tono o lenguaje
popular: véase el diccionario Roben, s. v. baile. |N. deT.]
19 Vaugelas, “Prefacio”, Remarques sur k langue franftiise, París, 1647.
LA TEORÍA DE LA LENGUA Y EL COLONIALISMO 35
ción de la autoridad real. No resulta i«diferente señalar que, impulsa­
do por Richelieu, el rey crea la Academia Francesa entre Malherbe y
Vaugelas. Las letras patentes del 29 de enero de 1635, así como los
estatutos de la Academia (en especial el artículo 24) muestran abier­
tamente que para el poder se trata de “aportar a nuestra lengua reglas
claras”, desde luego, para “tornarla pura, elocuente y capaz de tratar
de artes y ciencias”,20 pero también para asentarla y reforzarla como
la lengua propia del reino. Con ello, el centralismo político se blin­
daba un instrumento de centralización lingüística, y la Academia se
veía munida de un auténtico monopolio21 que da pleno testimonio
del sentido de la empresa, líe hecho, las diferencias entre Malherbe y
Vaugelas son espejismos: en las cuestiones de fondo están, acaso sin
saberlo, de acuerdo; y la Academia habrá de defender el francés tanto
contra el mal uso criticado por Vaugelas como contra las gasconadas
fustigadas por Malherbe.
Por el contrario, la oposición es más real entre la noción de gramá­
tica defendida por Vaugelas y la desarrollada en la Grammairegenérale
et raisonée de Port-Royal. Antes que interrogarse acerca de los usos
lingüísticos, Arnauld y Lancelot desean hacer una “obra de razona­
miento” que trate “de varias lenguas” e indague “los motivos de mu­
chas cosas que son o comunes a codas las lenguas o específicas de
algunas”.22 Es notable esa referencia a “todas las lenguas”, tanto más
cuanto que reaparece con bastante frecuencia en la obra: “Una cosa
común a todas las lenguas vulgares de Europa” (p. 92); “La pri­
mera, en su enorme mayoría, es la misma en todas las lenguas” (p.
104); “es bueno señalar algunas máximas generales que son de gran
2,1 Artículo 2A tle los estatutos y reglamentos de la Academia, redacrados por
Richelieu.
11 Así, Furetiere, miembro de la Academia, será excluido de ella en 1685 por
lldhct publicado un Diccionario, en virtud de un privilegio concedido en 1674 a la
Academia, que prohibía “a todos los impresores y libreros imprimir cualquier diccio­
nario nuevo de la lengua francesa, sin importar cuál pudiere ser su título, antes de la
publicación de la Academia Francesa".
A. Arnauld y C. Lancelot, Grammaire générale et raisonnée, reed., París, Paulet,
l% ‘>, p. 3.
36 PROBLEMAS GENERALES
uso en todas las lenguas” (p. 105), y otras tantas. Ahora bien, como
con justicia hace notar Georges Mounin,23 en los hechos, la Grammaire
sólo cita algunas lenguas, ante todo el latín y el francés. Cuando, en
raras ocasiones, cita otras, es para someterlas aun molde preestablecido.
Así, cuando se propone un cuadro de las vocales (pp. 12-13), se nos
explica que los alfabetos latino, griego y hebreo bastan para armar un
bosquejo de los sonidos de todas las lenguas; cuando se quiere sugerir
que “el orden lógico” es el propio del francés, se toma un ejemplo
latino, Dominus me rcgit, carente de sentido, pues en esa lengua el
orden es libre, etcétera.
Por supuesto, esas aproximaciones e insuficiencias podrían expli­
carse por un insuficiente conocimiento de las lenguas del mundo.
Pero no hay nada de ello. Al intensificarse los viajes de los navegantes,
desde comienzos del siglo xvn se empieza a tener una idea bastante
exacta de la configuración del globo terráqueo. En 1605 se descubre
Australia; en 1742, Nueva Zelanda; se busca un paso hacia Asia en
América del Norte (Hudson en 1610; Baffin en 1616). Las costas de
África son bien conocidas, como testimonia el mapa exacto de sus
contornos que aporta Pierre Davity;24 ya hace tiempo que Marco Polo
fue a China (permaneció allí de 1272 a 1292); en suma, Europa tiene
una imagen del mundo que empieza a volverse clara,25 y, correlativa­
mente, conoce una cierta cantidad de lenguas del mundo. Por otra
parte, se toma prestado de Contad Gessner su título Mithriclates para
numerosas obras que reseñan las lenguas26 (Megiser, por ejemplo, cita
cuatrocientas); aparecen obras dedicadas a lenguas específicas (etío­
pe, turco...); en consecuencia, el descubrimiento del mundo es acom­
pañado por un descubrimiento de las lenguas. A ello se debe la impo­
sibilidad de considerar las particulares ausencias que testimonia la
Guillaume Mounin, op. cit., p. 131.
Davity, Description de l’Afrique, París, 1637.
24 Pierre
25 Al respecto, véase, por ejemplo, Frédéric Mauro, UExpansión curopéenne, 1600-
1870, París, puf, 1964 [trad. esp.: La expansión europea (1600-1870), Barcelona,
Labor, 1968].
2t' Guillaume Mounin, op. cit., pp. 134-135.
IA TEORÍA. DE LA LENGUA Y EL COLONIALISMO 37
Grammaire de Port-Royal como ausencias técnicas: sus redactores
contaban con los medios para abrevar de una cantidad importante
de fuentes. El hecho de tratar “todas las lenguas” por intermedio de
algunas lenguas europeas -ante todo, por intermedio del francés-
es una opción ideológica, mucho más que una marca de incompe­
tencia.
Lo que aquí se pone en tela de juicio es, desde luego, el postulado
de base de esa obra. “Hablar es explicar uno mismo sus pensamientos
con signos”, se lee desde la primera página de la Grammairc; y el
título de la Logique de Port-Royal precisa: Logique ou l’a rt de penser
[Lógica, o el arte de pensar]. El vínculo postulado entre lógica y len­
guaje se pone así de manifiesto, ¡y aparece en todas las páginas dc'la
Grammairel Hay una organización lógica que se manifiesta en todas
las lenguas, en el nivel sintáctico. A un punto tal que la única manera
de concebir el problema del aprendizaje de las lenguas extranjeras
consiste, en el siglo xvn, en razonar acerca del aprendizaje de un vo­
cabulario extranjero: al tener las lenguas una misma organización ló­
gica, cambiar de lengua es simplemente cambiar de palabras.57
Así, todos esos abordajes coinciden y colaboran con la fundación
de la superioridad de la lengua francesa. Malherbe y Vaugelas están
más bien en posiciones defensivas que, sobre todo en Malherbe, se
traducen en reacciones de rechazo. Esos señores de Port-Royal, por el
Contrario, están en posiciones ofensivas. Los primeros teorizan la su­
perioridad de la lengua: al ser la más cercana al orden lógico, la len­
gua francesa es la más noble. Y, en los tres casos, hallamos en el abor­
daje de la lengua (y, por lo tanto, de las lenguas, por oposición) un
modo de encarar el problema de las relaciones entre la comunidad a
la que pertenecen los autores y las otras comunidades de las que se
tiene conocimiento. Se trate de la provincia, del extranjero inmedia­
to o de los países “exóticos”, todas esas comunidades hablan lenguas
condenadas por el pensamiento parisiense, ya sea que este último se

17 Véase, por ejemplo, Géraud de Cordemoy, Discoursphysitjue de la parole, 1666,


pp 19-20 y 57-58 de la edición de 1704.
38 PROBLEMAS GENERALES
rehúse a tomar de ellas términos como préstamo, o que pretenda
juzgarlas en nombre de un criterio postulado como universal (la lógi­
ca) y, de hecho, inspirado en las estructuras del francés.

L e n g u a , je r g a y d e s ig u a l d a d e n e l s ig l o x v iii

El siglo x v iii establece con el que lo precede una relación de filiación


y originalidad. La filiación involucra fundamentalmente la teoría del
signo, ámbito en que incluso alcanza el súmmum del conservaduris­
mo: el diccionario de Tirévoux, al igual que la Encyclopédie, retoma
palabra por palabra la definición de signo que daba la Logique de
Port-Royal. En cambio, la originalidad se manifiesta respecto del ori­
gen de las lenguas, problema caro a ese siglo que, como veremos, de
buena gana intenta situarse con relación a los “salvajes” que le hacen
conocer los cada vez más frecuentes viajes... El origen y la formación
de las lenguas serán abordados como problemas de comparación (¿cuá­
les son las relaciones entre nuestras lenguas y las de los otros, las de los
salvajes?), a partir de dos postulados que todos los autores admiten
sin discusión: el postulado sensualista, surgido de la teoría de
Condillac, sobre la que reposa toda la segunda mitad del siglo;28 y la
idea de que las lenguas, simples en su origen, se complican poco a
poco con la aparición y el refinamiento de la reflexión.
El propio Condillac, en su Cours d'étudc pour l’instrucúon du prince
de Parme,29 aplicó sus ideas a la lengua. Al principio era lo que él llamó
“lenguaje de acción”, es decir, “los gestos, los movimientos del rostro y
los acentos inarticulados”; y, en su comienzo, las lenguas no fueron más
que un suplemento de ese lenguaje de acción, pero tan sólo ofrecían
una sucesión de términos, un léxico concreto, sin “gramática”, o sea,
sin ley de concatenación. Entonces se designaban objetos (Condillac

2S El Tratado de las sensaciones data de 1754.


rl Erienne Bonnot de Condillac, Cours d'étude pour l'instruction du prince de Parme,
1775, véase Varia Lingüistica, Duros, 1970, pp. 149-211.
LA TEORÍA DE LA LENGUA Y EL COLONIALISMO 39
propone como ejemplos árbol, fruto, lobo); luego, acciones (ver, tocar,
comer, huir)-, y las únicas frases posibles eran del tipo fruto comer, lobo
huir, árbol ver. El léhguaje gestual suplía las imperfecciones de esa len­
gua primaria.30 Inmediatamente después vinieron los términos adecua­
dos para designar las operaciones del intelecto: “sustantivos, adjetivos,
preposiciones y un solo verbo: el verbo s e r ' Así, la historia de la len­
gua y la del pensamiento por fuerza forman un todo: 'Además hay que
destacar que nos ha llevado mucho tiempo poder expresar, en proposi­
ciones, todas las miras del espíritu, y que, en consecuencia, las lenguas
tan sólo pudieron perfeccionarse muy lentamente”.32
Por ende, se desarrolla una idea de progresión armónica en que
lengua y pensamiento son estrictamente paralelos: los avances de
una manifiestan avances del otro, y el carácter inacabado de uno
torna imposible el acabamiento de la otra. Ineludiblemente, todo el
mundo está de acuerdo acerca de estas posiciones. A M aupertuis,
por ejemplo, le falta poco para decir lo mismo que Condillac. Es­
cribe: “En sus comienzos, todas las lenguas eran simples. No deben
su origen más que a hombres simples y bastos, que en un principio
no conformaron más que los pocos signos que precisaban para ex­
presar sus primeras ideas”.33 Rousseau sostiene más o menos las mis­
mas ideas; la aparición de la lengua se vincula con las pasiones (no
con las necesidades: allí se percibe la influencia de Condillac), “ni
hambre ni sed, sino amor, odio, piedad, cólera Ies arrancaron las
primeras voces”;3<í y la lengua evoluciona a la par que el pensamien­
to se hace más agudo. Incluso extiende ese principio a la escritura,
que se vuelve a su vez testimonio del estado de refinamiento de una

30 Ibid., pp. 203-205.


31 Ibid., p. 206. Esto no se efectúa sin recordar un pasaje de la Grammttire de I'on-
Royal que remite toda frase verbal al esquema [francés] "est + participio presente”.
31 Ibid, p. 2 1 1 .
J) Pierre-Louis Morcan de Maupertuis, Réflexions philosophiques sur l\origine des
¡tingues et la significación des mots, 1748.
" Jean-Jacques Rousseau, Essai sur I'origine des ¡tingues, Bibliothéque du graphe,
f,, p. 505 [trad. esp.: Ensayo sobre el origen de las lenguas, Madrid, Akal, 1980].
40 PROBLEMAS GENERALES
lengua (y, por ende, de un pensamiento): “Otro-recurso para com­
parar las lenguas y juzgar acerca de su antigüedad se deriva de la
escritura, en proporción inversa a la perfección de ese arte. Cuanto
más basta es la escritura, más antigua es la lengua”35 (de allí en más,
qué pensar de los pueblos cuya lengua 110 se escribe...). También
Adam Smith suma su voz a este concierto: al principio el hombre
designó los elementos de su experiencia {árbol, caverna, fuente) con
nombres propios (un solo árbol, etcétera), que poco a poco se con­
virtieron en nombres comunes (y, en consecuencia, abarcan una
multitud de objetos similares): la antonomasia (o la sinécdoque)
estaría en el origen de la expansión de las lenguas y de la división en
clases, géneros, especies.. .;’r’
De esa visión del origen de las lenguas resulta un procedimiento
heurístico. ¿Cómo estudiar el origen de nuestras lenguas? -se pre­
gunta Maupertuis—. La respuesta es simple: basta con tomar la ver­
tiente de “las jergas de los pueblos más salvajes”, que —cercanas al
magma lingüístico originario— deberían enseñarnos muchas cosas
acerca del origen de nuestras lenguas. Adam Smith sigue la misma
senda y, cuando intenta imaginar “el primer paso hacia la formación
de un lenguaje”, figura la escena de “dos salvajes” que van a brindarse
una “jerga primitiva”.37 La “gramática”, como ninguna otra ciencia
de ese siglo, será puesta en relación con esa evolución de la jerga
primitiva hacia el lenguaje evolucionado. En su prefacio al Hermes de
Harris, Fran^ois Thurot escribe al respecto: “Hemos visto nacer la
ciencia gramatical entre los griegos, una vez que su lengua se hubo
perfeccionado por completo, y que los filósofos hubieron comenza­
do a aplicarla a las teorías puramente especulativas y de razonamien­
to: en Francia la veremos renacer en cuanto, tras adquirir nuestro
idioma el más alto grado de perfección, hayamos tenido poetas, ora­
dores y, en último término, filósofos”, y “por ende, en ese momento
Ibid., p. 508.
55
5,1 Adawi Smith, “Considerations sur l’origine ct la formatioit des langues”, en:
Varia Lingüistica, op. cit., p. 310.
37 Ibid., p. 307.
1A TEORÍA DE LA LENGUA Y EL COLONIALISMO 41
en que nuestra lengua había adquirido su más grande perfección existió
para nosotros la gramática general y filosófica”.3"
Ya se percibe a través del vocabulario cómo se presenta el etnocen-
trismo que sustenta ese abordaje de la historia de las lenguas: hay
salvajes y civilizados, lenguas y jergas-, término, este último, con fuer­
tes connotaciones de carácter peyorativo, como ya testimoniaba en el
siglo anterior este pasaje de Moliere: “¡Será imprudente! Llamar jerga
al lenguaje basado sobre la razón y el buen uso”.3’
Pero lo que más importa aquí es que esa visión histórica se pro­
yecta sobre ese siglo, que esa postulación diacrónica se conglomera
diacrónicamente: Maupertuis va a buscar los vestigios de las len­
guas antiguas en las lenguas contemporáneas; eso implica, desde
luego, que hic el mine existen lenguas civilizadas y lenguas salvajes:
“Ese estudio es importante, no sólo por la influencia que las len­
guas ejercen sobre nuestros conocimientos, sino incluso porque en
la arquitectura de las lenguas se pueden hallar vestigios de los pri­
meros pasos que dio el espíritu humano. Sobre ello, acaso las jergas
de los pueblos más salvajes puedan sernos más útiles que las lenguas
de las naciones más ejercitadas en el arte de hablar”.'10 Por su parte,
Rousseau intenta enunciar las características generales de las “len­
guas primeras” o “lenguas primitivas”: aquéllas estaban formadas
por “voces” e implicaban pocas “articulaciones” (voces = vocales;
articulaciones = consonantes), tenían muchos “acentos” (tonos) y
“gran número de sinónimos para expresar el mismo ser en sus dis­
tintas relaciones”.41 Ahora bien, Rousseau ilustra su planteo, inclu­
so con mayor claridad que en otros textos a nuestra disposición,
Comparando esas lenguas “primitivas” con lenguas contemporáneas:
Con el chino respecto de los tonos, con el árabe en cuanto a los
linónimos. “En ciertos aspectos se parecería a la lengua china; en
,s Fran^ois Thurot, Tableau des progris de la Science grammaticale, 1796, reed.,
París. Ducrot, 1970, pp. 97 y 103-104.
w Moliere, Las mujeres sabias [Les Femmes savantesj, II, vi.
Varia Lingüistica, op. cit., p. 27.
41 Jcan-Jacques Rousseau, Essai sur ¡'origine des langues, op. cit., p. 507.
40 PROBLEMAS GENERALES
lengua (y, por ende, de un pensamiento): “Otro-recurso para com­
parar las lenguas y juzgar acerca de su antigüedad se deriva de la
escritura, en proporción inversa a la perfección de ese arte. Cuanto
más basta es la escritura, más antigua es la lengua”35 (de allí en más,
qué pensar de los pueblos cuya lengua no se escribe...). También
Adam Smith suma su voz a este concierto: al principio el hombre
designó los elementos de su experiencia {árbol, caverna, fuente) con
nombres propios (un solo árbol, etcétera), que poco a poco se con­
virtieron en nombres comunes (y, en consecuencia, abarcan una
multitud de objetos similares): la antonomasia (o la sinécdoque)
estaría en el origen de la expansión de las lenguas y de la división en
clases, géneros, especies...36
De esa visión del origen de las lenguas resulta un procedimiento
heurístico. ¿Cómo estudiar el origen de nuestras lenguas? -se pre­
gunta Maupertuis—. La respuesta es simple: basta con tomar la ver­
tiente de “las jergas de los pueblos más salvajes”, que -cercanas al
magma lingüístico originario—deberían enseñarnos muchas cosas
acerca del origen de nuestras lenguas. Adam Smith sigue la misma
senda y, cuando intenta imaginar “el primer paso hacia la formación
de un lenguaje”, figura la escena de “dos salvajes” que van a brindarse
una “jerga primitiva”.37 La “gramática”, como ninguna otra ciencia
de ese siglo, será puesta en relación con esa evolución de la jerga
primitiva hacia el lenguaje evolucionado. En su prefacio al / lermes de
Harris, Fran^ois Thurot escribe al respecto: “Hemos visto nacer la
ciencia gramatical entre los griegos, una vez que su lengua se hubo
perfeccionado por completo, y que los filósofos hubieron comenza­
do a aplicarla a las teorías puramente especulativas y de razonamien­
to: en Francia la veremos renacer en cuanto, tras adquirir nuestro
idioma el más alto grado de perfección, hayamos tenido poetas, ora­
dores y, en último término, filósofos”, y “por ende, en ese momento
” Ibid., p. 508.
36 Adam Smirli, “Considerations sur l’origine et la formarion des langues”, en:
Varia Lingüistica, op. cit., p. 310.
37 Ibid., p. 307.
IA TEORÍA DF. IA LENGUA Y EL COLONIALISMO 41
en que nuestra lengua había adquirido su más grande perfección existió
para nosotros la gramática general y filosófica”. 18
Ya se percibe a través del vocabulario cómo se presenta el etnocen-
trismo que sustenta ese abordaje de la historia de las lenguas: hay
salvajes y civilizados, lenguas y jergas-, término, este último, con fuer­
tes connotaciones de carácter peyorativo, como ya testimoniaba en el
siglo anterior este pasaje de Moliere: “¡Será imprudente! Llamar jerga
al lenguaje basado sobre la razón y el buen uso”.39
Pero lo que más importa aquí es que esa visión histórica se pro­
yecta sobre ese siglo, que esa postulación diacrónica se conglomera
diatónicam ente: Maupertuis va a buscar los vestigios de las len­
guas antiguas en las lenguas contemporáneas; eso implica, desde
luego, que hic et nunc existen lenguas civilizadas y lenguas salvajes:
“Ese estudio es importante, no sólo por la influencia que las len­
guas ejercen sobre nuestros conocimientos, sino incluso porque en
la arquitectura de las lenguas se pueden hallar vestigios de los pri­
meros pasos que dio el espíritu humano. Sobre ello, acaso las jergas
de los pueblos más salvajes puedan sernos más útiles que las lenguas
de las naciones más ejercitadas en el arte de hablar”.'*0 Por su parte,
Rousseau intenta enunciar las características generales de las “len­
guas primeras” o “lenguas primitivas”: aquéllas estaban formadas
por “voces” e implicaban pocas “articulaciones” (voces = vocales;
articulaciones = consonantes), tenían muchos “acentos” (tonos) y
“gran número de sinónimos para expresar el mismo ser en sus dis­
tintas relaciones”.''1 Ahora bien, Rousseau ilustra su planteo, inclu­
so con mayor claridad que en otros textos a nuestra disposición,
comparando esas lenguas “primitivas” con lenguas contemporáneas:
con el chino respecto de los tonos, con el árabe en cuanto a los
sinónimos. “En ciertos aspectos se parecería a la lengua china; en
3RFratujois Thuroc, Tablean des progres de la science grammaticalc, 1796, rccd.,
París, Ducrot, 1970, pp. 97 y 103-104.
MMoliérc, Las mujeres sabias [Les Femmes savantes], II, Vi.
1,11 Varia Lingüistica, op. cit., p. 27.
41 Jean-Jacques Rousseau, Essai sur ¿origine des Zangues, op. cit., p. 507.
42 PROBLEMAS GENERALES
otros, a la griega; en otros, a la árabe” En consecuencia, las cosas
están claras: hallamos aproximaciones a esas jergas originarias en
ciertas lenguas (¿que entonces se vuelven jergas?) contemporáneas.
Allí se presenta un fenómeno muy generalizado en el siglo xvni:
consiste, dentro de distintos dominios, en dar satisfacción a la mo­
dernidad de Europa mediante su contraposición con el salvajismo
prehistórico del resto del mundo y la transformación de esa disper­
sión geográfica en sucesión histórica, al poner en perspectiva diacró-
nica lo sincrónico. La teorización del vínculo con el otro, con el dife­
rente, pasa por su digestión; pues el otro no es ni puede ser más que
un estadio antiguo de nuestra propia historia, más que una forma
inacabada de nuestra propia perfección. Jean Biou propuso la idea de
que para el siglo xvm la única forma de admitir culturas diferentes era
introducirlas en el sistema de coordenadas europeo, deglutirlas:
Para concluir, intentemos al menos reflexionar acerca de la opinión gene­
rosa que Occidente supo ofrecer a las culturas que encontró: la asimila­
ción que -nuestras almas bellas lo deploraron a menudo-operó casi siem­
pre demasiado tarde, cuando indios, negros o árabes tomaron conciencia
de su existencia separada o se les dio muerte. Por su connotación biológi­
ca, ya el término remite a una antropofagia consumada. La ideología del
lluminismo es caníbal en cuanto niega al otro en su diferencia para rete­
ner de él sólo lo que puede asimilar (faire soi).
Para nosotros, por supuesto, se trata sólo de una parte de ese festín,
de glotofagia: las lenguas de los otros (pero detrás de las lenguas se
tiene en la mira las culturas, las comunidades) no existen sino como
pruebas de la superioridad de las nuestras; no viven más que negati­
vamente, fósiles de un estadio de nuestra propia evolución respecto
del cual ya dimos vuelta la página. Así, nuestras lenguas, las lenguas
de Europa occidental (que muy pronto ha de ser la Europa colonial)
representan el ‘‘despliegue acabado de la madurez racional, término y
culminación de los errores y balbuceos, apogeo de una trayectoria
a Ibid., p. ^07.
IATEORÍA DE I.A LENGUA Y EL COLONIALISMO 43
que ella justifica trascendiéndola”.'®3 Esa glotofagia, cuya finalidad es
el confort, lleva en germen el racismo y la justificación del fenómeno
colonial que ha de sucedería poco después. No resulta indiferente
destacar que el agenciamiento ideológico que se inflige a las distintas
lenguas es estrictamente paralelo a otros agenciamientos de cualquier
especie: así, lo más frecuente es que los diccionarios de ese siglo glo­
sen el término negro con e s c la v o participando en una organización
ideológica que otorga entidad de naturaleza a determinados estatutos
que engendró nuestra cultura. Con la fuerza de la superioridad que
mana de su culminación histórica postulada, Occidente está prepara­
do para la aventura colonial, que de hecho consistirá en ir con nues­
tras lenguas adonde habitan esos hablantes de jergas. Pero ese racis­
mo, constitutivo del abordaje del lenguaje durante el siglo XVIII, sin
embargo conserva un último rastro de humanismo que perderá muy
pronto, y que debemos enfatizar como conclusión: cree en la posibi­
lidad de pasar de un estadio histórico a otro, en la posibilidad de
evolución de la jerga hacia la lengua. Para él, la desigualdad emana de
un estadio diferente de avance, no de una inferioridad esencial: en el
fondo, esos salvajes son nuestra marca en la historia, un recuerdo de
nuestros propios orígenes. Eso no modifica en nada a lo anterior, al
fenómeno de glotofagia que alcanza en esc punto su fuente y que,
bajo otras formas, habrá de desarrollarse hasta nuestros días; con todo,
todavía estamos lejos del racismo moderno, ese que aparece en el
siglo xix, en especial con Gobineau; racismo que aparejará un quie­
bre entre los grupos, que rechazará cualquier idea de origen común.
Entonces, se pasará de la oposición entre hombres y pre-hombres a la
que enfrenta a hombres y no-hombres.

113 Judith Schlangcr, “L’enfance de rhumanité", en: Diogenc, núm. 73, citada por
Jcan Biou.
** Al respecto, véase S. Delasallc, I.. Valensi, “Le mot n¿gre dans les dictionnaires
de l’ancien régime”, en: Languejranfaise, núm. 15, septiembre de 1972.
44 PROBLEMAS GENERALES
El s ig l o x ix : d e f e n s a e il u s t r a c ió n d e l a E u r o p a a r ia

Las páginas anteriores ya eran presurosas, escritas a mano alzada,


sin indagar entre la inmensa bibliografía pertinente a las lenguas
más que para marcar a grandes rasgos distintas tendencias. Cual­
quier estado de la cuestión consiste ya no en una historia, incluso
embrionaria, del abordaje de las lenguas, sino en un interrogante
acerca del estatuto histórico de ese abordaje: cómo en la teoría del
lenguaje y de las lenguas se halla al mismo tiempo la marca de una
representación ideológica de las relaciones entre las distintas comu­
nidades y el germen de una práctica ulterior, uno de cuyos elemen­
tos sería esa representación. Todo estriba, entonces, en seguir una
pista, lo cual ya constituye una selección, y seguirla rápidamente,
para liberar de obstáculos el terreno: no es nuestra intención ser
exhaustivos.
Las faltas y los peligros inherentes a ese abordaje serán aún más
evidentes en lo referido al siglo xix. Pero, a la vez, ese período nos
permite discriminar toda la ambigüedad de lo que generalmente se
designa “progreso científico”.
En efecto, no se puede negar que la proliferación de textos de todo
tipo característica de las primeras décadas del 1800 hará que la lin­
güística dé un paso importante. El interés por el sánscrito; los estu­
dios tendientes a probar el parentesco entre sánscrito y latín, griego,
francés, alemán, etcétera; el estudio de la evolución fonética (véase,
por ejemplo, las leyes de Grimm): todo eso forma parte de la consti­
tución de una lingüística comparativa, último estadio presaussureano.
El propio Saussure concuerda en el reconocimiento de los avances
efectuados en esa época, cuando escribe a propósito de E Bopp: “Ilu­
minar una lengua por medio de la otra, explicar las formas de una
con las formas de la otra: eso era algo que hasta entonces no se había
hecho”.45 Sin lugar a dudas, la noción de sistema, que aparece en el

1,5 Ferdinand ele Saussure, C.ours de linguistique. genérale (1916), París, Payot, 1973,
p. 14 [trad. esp.: Curso de lingüística general, Buenos Aires, Losada, 1945].
LA TEORÍA DE LA LENGUA Y EL COLONIALISMO -Í5
título del volumen de Bopp,46 no es exactamente nueva. De hecho,
desde el siglo xvm se encuentran intuiciones semejantes. Así, el artí­
culo “Etimología” de la Encyclopédie (sin firma, pero generalmente
Itribuido a Turgor) empieza a razonar en términos de factores inter­
nos de evolución, mientras que las obras del presidente Des Brosses o
De Court de Gébelin'17 consideran la lengua como una materia so­
metida a las leyes físicas y mecánicas de la naturaleza: en todo m o­
mento se cortan las raíces sociales de la lengua; pero esta última em­
pieza a aparecer como un conjunto, un sistema que tiene sus propias
leyes. No obstante, durante el siglo xix estallará la gramática general y
los “gramáticos” van a inclinarse hacia la historia y la comparación de
lenguas, efectuando de ese modo un “salto adelante” de importancia
desde el punto de vista técnico: leyes fonéticas, reconstrucción del
indoeuropeo, gérmenes de la glotocronología, etcétera. No insistire­
mos acerca de ese período; ya se encuentran buenas descripciones en
los manuales de historia de la lingüística: más bien, nos detendremos
sobre el revés de la trama.
De hecho, esc aspecto técnico ampliamente positivo encuentra,
Como siempre, su réplica en elementos que, bajo el amparo de la
"ciencia” reposan sobre la ideología y justamente llegan a manchar de
ambigüedad la noción de progreso técnico. Ya lo hemos visto: una
franja completa de la visión antigua, de amplio predominio durante
el siglo xvi, y posteriormente nunca impugnada, se desmorona. Ya
no se cree en la monogénesis y en el hebreo como lengua madre. E
Schlegel propone en su obra de 18084íl una tipología de las lenguas
basada en la productividad relativa de las raíces: habrá lenguas flexivas,
cuyas raíces son productivas, y lenguas no flexivas, sin raíces (en ellas,

46 F. Bopp, Systhne de conjugaban de la langue sanscrite compuré á celui des langues


grecques, latines, persanes etgermaniques [Überdas Conjugationssystem der Sanskritsprache,
in Vergleichung mitjenem der griechiscben, lateinischen, persischen und germanischen
Spracbe], 1816.
47 Des Brosses, Traite de la formation mécanique des langues, 1765; Court de Gébelin,
Histoire naturelle de la parole, 1776.
4" F. Schegel, Über die Spracbe und Weisheit der Indien.
44 PROBLEMAS GENERALES
El s ig l o xix: d e f e n s a e il u s t r a c ió n d e la E u rop a a r ia

Las páginas anteriores ya eran presurosas, escritas a mano alzada,


sin indagar entre la inmensa bibliografía pertinente a las lenguas
más que para marcar a grandes rasgos distintas tendencias. Cual­
quier estado de la cuestión consiste ya no en una historia, incluso
embrionaria, del abordaje de las lenguas, sino en un interrogante
acerca del estatuto histórico de ese abordaje: cómo en la teoría del
lenguaje y de las lenguas se halla al mismo tiempo la marca de una
representación ideológica de las relaciones entre las distintas comu­
nidades y el germen de una práctica ulterior, uno de cityos elemen­
tos sería esa representación. Todo estriba, entonces, en seguir una
pista, lo cital ya constituye una selección, y seguirla rápidamente,
para liberar de obstáculos el terreno: no es nuestra intención ser
exhaustivos.
Las faltas y los peligros inherentes a ese abordaje serán aún más
evidentes en lo referido al siglo xix. Pero, a la vez, ese período nos
permite discriminar toda la ambigüedad de lo que generalmente se
designa “progreso científico”.
En efecto, no se puede negar que la proliferación de textos de todo
tipo característica de las primeras décadas del 1800 hará que la lin­
güística dé un paso importante. El interés por el sánscrito; los estu­
dios tendientes a probar el parentesco entre sánscrito y latín, griego,
francés, alemán, etcétera; el estudio de la evolución fonética (véase,
por ejemplo, las leyes de Grimm): todo eso forma parte de la consti­
tución de una lingüística comparativa, último estadio presaussureano.
El propio Saussure concuerda en el reconocimiento de los avances
efectuados en esa época, cuando escribe a propósito de E Bopp: “Ilu­
minar una lengua por medio de la otra, explicar las formas de una
con las formas de la otra: eso era algo que hasta entonces no se había
hecho”.45 Sin lugar a dudas, la noción de sistema, que aparece en el

45 Ferdinand de Saussure, Cours de linguistique genérale (1 y 16), París, Payot, 1973,


p. 14 [trad. esp.: Curso de lingüística general, Buenos Aires, Losada, 1945].
LA TEORÍA DE LA LENGUA Y EL COLONIALISMO 45
título del volumen de Bopp,46 no es exactamente nueva. De hecho,
desde el siglo xvni se encuentran intuiciones semejantes. Así, el artí­
culo “Etimología” de la Encyclopédie (sin firma, pero generalmente
atribuido aTurgot) empieza a razonar en términos de factores inter­
nos de evolución, mientras que las obras del presidente Des Brosses o
De Court de Gébelin'*7 consideran la lengua como una materia so­
metida a las leyes físicas y mecánicas de la naturaleza: en todo mo­
mento se cortan las raíces sociales de la lengua; pero esta última em­
pieza a aparecer como un conjunto, un sistema que tiene sus propias
leyes. No obstante, durante el siglo xix estallará la gramática general y
los “gramáticos” van a inclinarse hacia la historia y la comparación de
lenguas, efectuando de ese modo un “salto adelante” de importancia
desde el punto de vista técnico: leyes fonéticas, reconstrucción del
indoeuropeo, gérmenes de la glotocronología, etcétera. No insistire­
mos acerca de esc período; ya se encuentran buenas descripciones en
los manuales de historia de la lingüística: más bien, nos detendremos
sobre el revés de la trama.
De hecho, ese aspecto técnico ampliamente positivo encuentra,
como siempre, su réplica en elementos que, bajo el amparo de la
“ciencia” reposan sobre la ideología y justamente llegan a manchar de
ambigüedad la noción de progreso técnico. Ya lo hemos visto: una
franja completa de la visión antigua, de amplio predominio durante
el siglo xvi, y posteriormente nunca impugnada, se desmorona. Ya
no se cree en la monogénesis y en el hebreo como lengua madre. E
Schlegel propone en su obra de 1808',R una tipología de las lenguas
basada en la productividad relativa de las raíces: habrá lenguas flexivas,
cuyas raíces son productivas, y lenguas noflexivas, sin raíces (en ellas,

¥' F. Bopp, Systéme de conjuga¡son de la Litigue ¡amerite comparé h celui des ltingues
giecques, latines, persanes et germaniques ¡Überdas Conjugationssystem der Sanskritsprache,
ín Vergleichung mitjenem der griechischen, l/iteinischen, persisehen undgermanischen
Sprache], 1816.
47 Des Brosses, Traitédelaformation mécanique des langues, 1765; Cauri de Gébelin,
Histoire naturelle de la parole, 1776.
4,1 F. Schegel, Über die Sprache und Weisheit der Indien.
•16 PROBLEMAS GENERALES
todas las unidades son raíces, lo cual da el mismo resultado). Se pasa
inmediatamente a una tipología tripartita, que distingue:
— lenguas aislantes, cuyas unidades son invariables; no se puede
distinguir radical y elementos gramaticales: su modelo es el chi­
no;
— lenguas aglutinantes, cuyas unidades se componen de un radi­
cal al que se añaden afijos gram aticales segmentables y
analizables (ejemplo tipo: el curco);
— lenguas flexivas, cuyos afijos no son segmentables y se presentan
amalgamados (modelo latino).
Esa tipología no es en sí misma impugnable: Bloomfield la retomará
en términos semejantes,'19 remitiéndola a dos tipos (lenguas analíticas
y lenguas sintéticas); y los diccionarios de lingüística modernos no la
cuestionan.'50 Sin embargo, será trasladada al ámbito histórico, pues­
ta en perspectiva diacrónica, luego jerárquica, en especial en A.
Schleicher, quien posrula que todas las lenguas fueron aislantes, que
algunas se volvieron aglutinantes y finalmente las más refinadas se
volvieron flexivas. Allí existe una influencia simultánea de I legel y
Darvvin, y una prolongación de las intuiciones del presidente Des
Brosses o De Court de Gébelin: la lengua es un organismo natural
vivo, que se desarrolla y tiende a la muerte. Es la tesis del declive de
las lenguas; después de la evolución caracterizada por los tres estadios
(aislante-aglutinante-flexivo) las lenguas comenzaron a morir.
¿Cóm o explicar ese declive de las lenguas a lo largo de la historia? La
mayor parte de los comparatistas -especialm ente Bopp y Schleicher- lo
atribuyen a la actitud del hom bre histórico respecto de la lengua, una
actitud de usuario: trata la lengua com o un sim ple instrum ento de co­
m unicación, cuyo em pleo debe hacerse lo más cóm odo y económ ico

45 Leonard Bloomfield, Le Langage, París, Payot, 1970, p. 195ltrad. esp.: El len­


guaje, Lima, Universidad Nacional San Marcos, 1964],
5" Véase, por ejemplo, el Dictionnaire de linguistique, París, Larousse, 1973.
1.ATEORÍA DE LA LENGUA Y EL COLONIALISMO 47
posible. Las leyes fonéticas estarían motivadas precisamente por esa ten­
dencia al menor esfuerzo que sacrifica la organización gramatical en aras
de una com unicación a bajo costo .51

Lo que nos interesa de dicha estratificación es ante todo su aspecto


normativo-eurocentrista. Las lenguas flexivas son las más evolucio­
nadas (ése es el aspecto normativo) y se corresponden como por azar
con las lenguas indoeuropeas (aspecto eurocentrista). Llegados a este
punto, hay que destacar todo cuanto separa a esa visión de la que
prevalecía en el siglo xvi. En ese entonces, los conflictos lingüísticos
estaban ligados a los choques entre nacionalismos europeos, en espe­
cial con el choque franco-alemán. Ahora, después del lento descubri­
miento del mundo que signa los siglos xvn y xvm, estamos en plena
defensa de Occidente contra el resto del planeta: ya no se trata de
demostrar la superioridad del francés sobre el alemán, o viceversa,
sino la superioridad de las lenguas indoeuropeas sobre las otras.
Además, esa unidad lingüística se plantea como unidad racial: se
pasará del parentesco lingüístico a la unidad primitiva de la raza. En ese
punto convergen gran cantidad de “tendencias”: la de los comparatistas,
que de allí postulan la mayor perfección de las lenguas indoeuropeas, la
de las ciencias naturales que, con Mendel, se lanzan hacia la noción de
herencia, en su forma más general, que tiende a prestar atención al
“origen” de todas las cosas (es el ur- alemán, en este caso indudable­
mente la Urspmche). En cuanto al tema que nos ocupa, el cruce de esas
tendencias, se inclina hacia la noción de lo ario. Littré definía ese tér­
mino de la siguiente manera: “nombre dado al conjunto de pueblos
que hablan sánscrito, persa, griego, latín, alemán, eslavo y celta. Las
lenguas arias, también llamadas japéticas, indoeuropeas”. Así, demos­
traba que en la época en que redacta su diccionario ya se efectuó la
asimilación entre unidad lingüística y unidad racial. Pero, entretanto,
el conde de Gobineau vadeó un paso aún más importante, plantando
51 Oswald Ducrot y Tzveran Todorov en Dictionnaire encyclopédique des scienccs
du ¡angage, París, Senil, 1972, pp. 25-26 [trad. esp.: Diccionario enciclopédico de las
ciencias del lenguaje, Buenos Aires, Siglo xxi, 1976, pp. 21-28].
48 PROBLEMAS GENERALES
la superioridad originaria de la raza aria por sobre las otras. Algunos
trataron de “blanquear”, de exculpar a Joseph Arthur de Gobineau. En
especial, J. Gaulmier, quien trató de demostrar que nada tiene que ver
con aquél la utilización posterior del término ario?1 pues había razona­
do ampliamente en términos de declive de las civilizaciones y desapari­
ción de los arios en el transcurso de la historia: en Gobineau no habría
existido ni un mínimo atisbo de racismo contemporáneo, ya que los
arios de que hablaba ya no existían. La argumentación es algo expeditiva,
y la lectura directa de los textos de Gobineau está lejos de justificarla: el
autor presenta en todo momento el carácter biofísico como base del
elitismo.51 De hecho, tan sólo el desprecio que siente por sus contem­
poráneos mengua su racismo, como, por ejemplo, testimonia el siguiente
pasaje: “Me rehúso por completo a ese modo de argumentar que consiste
en decir: todos los negros son ineptos; y mi principal motivo para abste­
nerme de ello es que me vería forzado a reconocer, como compensación,
que todos los europeos son inteligentes, y yo me mantengo a cien leguas
de semejante paradoja”.54 Pero ya la elección del término ario es intere­
sante y reveladora. En su origen, el término parece ser aquel por cuyo
intermedio se designan a sí mismas, por oposición a los aborígenes ne­
gros que ellas dominaban, ciertas tribus indoiranias entre el siglo xvni y el
X antes de nuestra era. Y el Rigvcda presenta a esos negros (por ende, los

no-arios) como a demonios: sin nariz, con tres cabezas, etcétera.


En la práctica, el origen del término plantea problemas complejos; y
Émile Benveniste, quien realiza trabajo de orfebre en ese campo, tras
señalar que el término arya “es una designación que se aplican a sí
mismos los hombres libres en oposición a los esclavos”,55 llega a la con­
52 J. M. Gaulmier, Le Spectre de Gobineau, París, Pauvert, 1965.
53 Véase -además de Gobineau, lissai sur 1‘inégalité des mees humaines- el análisis
que realiza Colecte Guillauinin, L’IcUologie raciste, París-La Haya, 1972, en especial
pp. 56-57, n. 1 , y pp. 65-66, n. 1 1 .
54 Citado por R. Lalou, Histoire de Lt litteraturefranfaise contemporaine, París, G.
Gres, 1922.
55 Émile Benveniste, Vocabulaire des institutions itido-européennes> París, Éd. de
Minuit, 1969, t. i, p. 368 [trad. esp.: Vocabulario de Lis instituciones indoeuropeas,
Madrid, Taurus, 1983]. Véanse también P. Thiemc, Der Fremdlingim Riguedn, Leipzig,
XA TEORÍA DE LA LENGUA Y EL COLONIALISMO 49
clusión de que, tanto entre los indios como entre los iranios, esa noción
señala “el despertar de una conciencia nacional”,56 pero se niega a to­
mar posición acerca del étimo. Con todo, de esas vacilaciones etimoló­
gicas aparecen con claridad dos semas fundamentales: el término arya
parece haber denotado una superioridad social y/o una superioridad
racial. Ahora bien, justamente allí reside el centro de la argumentación
de Gobineau. Para él, la progresiva degeneración étnica es la base de una
superioridad doble: la de los invasores del Norte entre los invadidos del
Sur; y su correlativa, de la nobleza sobre el pueblo. Claro está que la ¡dea
no es nueva, incluso se la toma directamente de Boulainvilliers: “Los
galos se volvieron sujetos, los franceses fueron amos y señores. Desde la
conquista, los franceses originarios fueron los verdaderos nobles, y los
únicos en condiciones de serlo”.57 Sin embargo, asociada en Gobineau
a los descubrimientos de los gramáticos comparatistas (quienes -digá­
moslo de una vez—mediante sil teoría de estadios y degradación de las
lenguas le preparan el terreno) y al primado de la herencia que, entre
Darwin y Mendel, es “el clima” de esa época, va a brindar un modelo
ideológico aplicable a distintas situaciones.
En él, por una pane, el aristócrata contrarrevolucionario, el hijo del guardia
de las 'Fullerías, revisó con gran seriedad el conflicto entre nobleza y Ter­
cer listado como una guerra entre francos salios o ripuarios y los
galorromanos que aquéllos vencieron. Por la otra, el aficionado a los via­
jes y las lenguas incidcntalmente toma conocimiento de las exploracio­
nes de los lingüistas en las etimologías comunes a las lenguas de Europa
(salvo el finés, el húngaro y el vasco) y al grupo sánscrito-persa. Compo­
niendo ese germen arcaico de ideología con ese descubrimiento muy
positivo, él creaba ex nihilo las razas arias o semíticas.5*

1951 y G. Dumézil, L’Idéologie tripartite des Indo-Européens, Bruselas, colección


“Catoinos", vol. 31, 1958.
5f’ Émilc Benvenistc, op. cit., p. 373.
57 Citado por Jean-Pierre Paye, Tbéorie du récit. Introduction aux langages totalitaires,
París, Hermán, 1972, p. 22.
58 Jean-Pierre Faye, Langages totalitaires. Critique de la raison narrative, París,
Hermán, 1972, p. 178 ¡trad. esp.: Los lenguajes totalitarios, Madrid, Taurus, 1975].
50 PROBLEMAS GENERALES

Así, lucha de clases y lucha de razas podrán alternarse (sobre la base


de esa alternancia operará más tarde la ideología nazi); pero, de mo­
mento, la teorización de la superioridad lingüística de Europa tiene
su réplica en una teorización de su superioridad racial y, glorificada y
justificada la conquista de la Galia por los francos (que el franco se
hiciera noble formaba parte del derecho del conquistador), lo serán,
por contragolpe, las conquistas coloniales de Francia. Los antiguos
siervos —por esencia, inferiores—momentáneamente se transforma­
rán en colonizados antes de volverse, algún tiempo más tarde, prole­
tarios.
De ese modo, el innegable progreso científico que encarnaba la
hipótesis indoeuropea --en sí mismo, impregnado de ideología racista
por su teoría marginal de estadios—se ve englobado en una teoría más
vasta, no excluyentemente racista (por más que la base de la teoría de
Gobineau disponga en los dos extremos de la escala a los arios, supe­
riores, y los negros, inferiores, y, por ejemplo, a los semitas, que eran
soslayados, se los vea ubicados hacia lo alto de la escala), sino antes
bien elitista, y nsas elites son en idéntica medida (y, cronológicamente,
en ese orden) raciales y sociales. Cuando al colonialismo le haga falta
justificar su empresa, le bastará con tomar elementos de esa teoría de
la superioridad del colonizador (del conquistador llegado del Norte)
y eventualmente sumarles una pizca de humanismo (ellos son infe­
riores -dice, en suma, Jules Ferry-, y nuestro deber es llevarles la
civilización). Maurice Houis resaltó el vínculo entre teoría lingüística
y práctica colonial:
Así se injertó la idea de lenguas primitivas en sus estructuras y elementa­
les en sus potencialidades. Los trabajos de africanistas como Delafosse y
Westermann aportaron una caución salvaje a la política colonial. Esa con­
junción, que también es iln compromiso entre ciencia y política, forma
parte de la historia de la lingüística negroafricana. Sin ella, no se com­
prenderá el reporte de Davesne acerca de “La lengua francesa, lengua de
civilización en el África occidental francesa”, publicado el año 1933 en
Saint-Louis, que justifica, entre otros asuntos, la exclusividad del francés
LA TEORÍA DE LA LENGUA Y EL COLONIALISMO 51
en la enseñanza sobre la base de un desprecio, con aires de ciencia, de las
lenguas africanas.59

Pero él describe un estado posterior, muy diferente. De hecho, el rol


de la teoría de la lengua en el conjunto de la empresa colonial se pone
de manifiesto en tres momentos distintos. El del precolonialismo,
que este capítulo intentó bosquejar: el pensamiento europeo, teori­
zando su interacción con lo otro, transforma relaciones de diferencia
en relaciones de superioridad. El del colonialismo activo, en cuyo trans­
curso la descripción lingüistica propiamente dicha funciona sobre las
bases de la teoría anterior y la satisface al mismo tiempo que da satis­
facción al propio colonialismo: Houis describe aquí ese estadio; vol­
veremos sobre él en el capítulo iv. Por último, el del neocolonialismo,
período en cuyo transcurso el problema lingüístico adquiere en oca­
siones una importancia primordial. En ese contexto, la actitud lin­
güística es al mismo tiempo condición y máscara de la actitud políti­
ca y económica: nos ocuparemos de ese tema en el capítulo v y en
otros pasajes relacionados con él.
Lo anterior equivale a decir que, si la teoría del lenguaje y de las
lenguas pudo ser puesta al servicio del colonialismo, 110 se debe a una
casualidad, no es atribuible a intervención del azar o a una cierta
habilidad. Maurice Houis habla de “caución erudita a la política co­
lonial”, de “compromiso entre ciencia y política”, como si se pudiera
condenar moralmente ese descarriarse de una ciencia “neutra”: en
este primer capítulo hemos intentado sugerir todo lo contrario. Aca­
so sea posible sostener la “neutralidad” de las ciencias a las que se
llama exactas, siempre que esa perspectiva no se imponga de manera
evidente. Pero la problemática es mucho más notoria en lo relativo a
las ciencias que se conoce como humanidades: resulta difícil percibir
cómo, al enunciar teorías acerca de las relaciones sociales, éstas po­
dían proporcionar la ideología que toma a su cargo esas relaciones

55 Maurice Houis, Anthropoiogie linguistique de i ’A frujuc noire, París, PUF, 1971,


pp. 30-31.
52 PROBLEMAS GENERALES
sociales y las convierte en lenguaje. Pero sucede todo lo contrario. Esa
conversión en lenguaje, en discurso, de las relaciones sociales toma,
de por sí, como base el aporte de esas ciencias: desde ese punto de
vista, la secuencia comparatistas-Gobineau-colonialismo-discurso sobre
el colonialismo es ejemplar.
“Cada siglo tiene la gramática de su filosofía”, escribía Antoine
Meillet/’0 Como se habrá comprendido, esa proposición nos parece
muy incompleta y, por afán de simplificar, la reemplazaremos por la
siguiente conclusión: cada sociedad tiene la lingüística de sus relacio­
nes de producción.

s" Antoine Meillct, Linguistique bistorique ct linguistique générale, vol. 1, París,


Champion, 1921, p. vm.
II. DIALECTOS Y LENGUA

El término dialecto parece tener su primer testimonio en la literatura


Francesa en 1565, salido de la pluma de Ronsard, quien en su Abrego
ie l ’a rtpoélique aconseja de este modo a los poetas:
Sabrás elegir con destreza y adecuar a tu obra las palabras más significati­
vas de los dialectos de nuestra Francia, sobre todo cuando no cuentes con
ninguna tan buena ni tan apropiada en tu nación; no precisas cuidarte de
que los vocablos sean gascones, poitevinos, norm andos, manceaux,'
lioneses o de otros países, con tal de que sean buenas y que cabalmente
signifiquen lo que tú quieres decir.

¿Cuál es aquí el sentido del término? Ante todo, destaquemos que se


lo asocia a país (esto es, región, provincia) y a nación (esto es, aproxi­
madamente lo mismo: la antigua universidad de París estaba conforma­
da por cuatro nations: Francia, Picardía, Normandía y Germania): en­
tonces, el dialecto es el habla de una región, el langage usitéde Rabelais,1
connota provincialismo, pertenencia a los confines del reino.
Es importante señalar, además, que el francien' no aparece en la
enumeración de Ronsard; por otra parte, no debe sorprendernos que
así sea: el francien ya se había “vuelto” francés, la lengua de Francia,
que para los poetas de la Pléiade es conveniente como reemplazo de
las lenguas latinas o griegas. Al oponerse a la lengua del régimen cen­
tralizado, se define, entonces, los dialectos ante todo por su caracte-

‘ Del Mainc, hasta 1790 “provincia". Pasó a la Corona en 1481. Su capital era l.e
Mans, de cuyo nombre deriva el gentilicio. |N . deT.j
1 Fran?ois Rabelais, Paniagruet, libro vi, a propósito del “cscholier limosin".
“ El dialecto característico de íle-de-France que se impuso corno base del francés
moderno. [N. de T.]

53
54 PROBLEMAS GENERALES
rísticaprovincial (rasgo evidente en el texto citado). Pero también los
caracteriza una antigüedad: son restos, rastros, pliegues que son aso­
ciados con una nobleza debida a la edad; en suma: “hablas” cuyas
antiguas palabras aseguran a la lengua francesa raíces propias. Al res­
pecto, Du Bellay habla incluso de reliquias:
No tengas duda de que el uso moderado de dichos vocablos da gran
majestuosidad tanto a los versos como a la prosa: tal como hacen las
reliquias de los santos en las cruces, y otros objetos preciosos consagrados
a los templos.2
En ambos casos, la lengua (francesa) se encuentra en posición privile­
giada: ante todo, geográfica y políticamente, por ser la lengua de Fran­
cia, frente a los dialectos regionales; luego, históricamente, pues, ante
esos dialectos vistos como reliquias históricas, es la lengua moderna.
Por ende, desde su origen se encuentra en este uso no científico del
término un dejo de glotofagia: los dialectos reafirman, le otorgan cédu­
las de nobleza y antigüedad. En el siglo siguiente, Moliere utilizará
ampliamente la diferencia lingüística como elemento cómico. Sus per­
sonajes hablan naturalmente francés (en este contexto, naturalmente
debe tomarse en oposición a cultura/mente); pero a veces bajo esa páti­
na aparecen otros idiomas. En Don Juan,3 Charlotte, Mathurine y Pie­
rio t hablan una lengua (de hecho, en la terminología de la época, una
jerga) que es a la vez connotación de lugar (llevados por la corriente,
Don Juan y Sganarelle están lejos de París) y de clase (los aldeanos). Y,
en El Burgués gentilhombre!' el autor utiliza con fines cómicos a un
turco fruto de la fantasía, a medias inventado y a medias romanizado.
En ambos casos, la prenda en juego es la diferencia social y/o geográfica
implicada por esas diferencias lingüísticas. El “nuco” 110 corre mejor
suerte que el “dialecto” del territorio francés ya que, cuando Monsieur
JJ. ilu Bellay, Défense et illusiration de la langue fiattfaise, 11, 6 .
Don Juan, 11,1, 2, 3 y 4 [trad. esp.: Don Juan, Barcelona, Planeta, 2002],
3 Moliere,
4 Moliere,Le Bourgeois gentilbomme, iv, 4 y 5, v, 1 [trad. esp.: El burgués gentil­
hombre, Barcelona, Bragueta, 1974],
DIALECTOS Y LENGUA 55
Jourdain, recientemente investido mamamouchi, ‘ imita ese lenguaje,
su mujer exclama: “Pero ¿qué es esa jerga?”. Una vez más, la diferencia
se convierte en elemento cómico y en señal de inferioridad del otro:
nos reímos de los que no somos (o incluso, con idéntico resultado, nos
reímos de que el otro no es como nosotros).
Esa ambigüedad semántica no abandonará jamás al término. Los
dialectos recién habrán de volverse objeto de estudio en el siglo xix:
en efecto, a principios de siglo comienza a manifestarse, bajo la in­
fluencia del romanticismo, un interés por las producciones “popula­
res”, a la vez que los comparatistas empiezan a utilizar los “dialectos”
en su abordaje histórico de las lenguas (Jacob Grimm, R. Rask, entre
los primeros; más tarde, hacia fin de siglo, Gastón Paris y el abad
Rousselotcn Francia, Ascoli en Italia, etc.). En 1876, Georges Wenlcer
emprendió los trabajos que lo llevaron a su Sprachatlas des deutschen
Reichs, y en 1898, Jules Gilliéron inició los que habrán de tomar
forma concreta en su célebre Alias linguistique de la Franca: la dialec­
tología entró en el ámbito de la ciencia lingüística. Sin embargo, no
por ello la noción de dialecto se esclarece o precisa; todavía falta un
largo trecho. “Es difícil decir en qué consiste la diferencia entre una
lengua y un dialecto”, declara Saussure,5 y alega zonas de transición,
isoglosas, ondas de innovación: para él no es cuestión de fijar un
mapa de dialectos, sino a lo sumo un atlas de rasgos dialectales (y
remite justamente a los trabajos de Gilliéron y de Wenker). “Dialec­
to” es, entonces, un concepto geográfico, al menos si se indaga al
respecto a partir de los pasajes que acabo de referir; pero algunas
páginas antes, Saussure lo definía históricamente: los dialectos son el
producto de la evolución de las lenguas; evolución que nunca es uni­
forme y desemboca “en la creación de formas dialectales de toda ín­
dole”.6

' Es parte del engaño urdido por Cleome y su criado para que el primero pueda
casarse con su enamorada Lucile, hija de M. Jourdain. |N. de T.]
5 Ferdinand de Saussure, Cours de linguistique générale, np. cit., p. 278.
f' ¡bicL, pp. 272-274.
56 PROBLEMAS GENERALES
Antoine Mcillet, en su prefacio a las Langues du monde? utiliza
una terminología un poco menos flotante. Después de definir elparler
(habla local] como el “conjunto de medios lingüísticos empleados
por un grupo local dentro de un grupo que ocupa un área extensa”,
esto es, como la forma local de una lengua, escribe: “Por lo general,
dentro de un grupo lingüístico extenso se constata que ciertas hablas
locales presentan rasgos en común y los hablantes de determinadas
regiones tienen el sentimiento de pertenecer a un mismo subgrupo:
en tales casos, se dice que esas hablas locales forman parte de un mis­
mo dialecto".8 En consecuencia, “dialecto” es únicamente un concep­
to sincrónico, ya que la evolución, por sí sola, no puede arribar más
que a nuevas lenguas: “En la medida en que los habitantes de distin­
tas provincias dejan de entenderse, se puede decir que la lengua co­
mún es reemplazada por nuevas lenguas”/' La diferencia es importan­
te, pues en el primer caso (en Saussure), el dialecto es un subproducto
histórico de la lengua (que, por otra parte, Saussure curiosamente
tiende a definir con la existencia de una literatura, véase Cours, p.
278), mientras que en el segundo (en Meillet) el dialecto es simple­
mente una forma de habla local geográficamente extendida de la len­
gua. Como noción diacrónica, el dialecto es necesariamente una no­
ción relativa: si las lenguas A, B, c , etc., son dialectos de una lengua a ,
esta última, junto con otras lenguas -b , c, etc.-, indudablemente es
un dialecto do una lengua ct que, a su vez, junto con otras lenguas -(i,
y, etc.—, es en igual medida dialecto de una lengua X, y eso hasta el
infinito, o casi. Entonces, si se mira hacia el pasado, un “idioma” es
dialecto; si se mira hacia el futuro, lengua. En este punto, la taxono­
mía es cuestión de punto de vista, de orientación histórica. Sin em­
bargo, como concepto sincrónico, el dialecto no es más que un me­
dio para describir las variaciones lingüísticas contemporáneas. Nues­
tra intención no es, en este momento, hacer un deslinde entre esas

7 Antoine Mcillct, Langues du monde, París, Socicté de Linguistique, 1924.


* Antoine Meillet, Linguistique historique et linguistique genérale, op. cit., t. ti, p. 67.
5 Ibid., p. 53.
DIALECTOS Y LENGUA 57
dos visiones, sino mostrar que esta imprecisión en las definiciones
comparte rasgos con un uso extralingüístico de los conceptos de len­
gua y dialecto -conceptos de los que la colonización hizo amplio
uso-, a la vez que es la aceptación consciente de un legado prelingüís-
tico (véase, por ejemplo, el sentido del término en Ronsard).
Las definiciones fluctuantes de Saussure dejan que ronde una duda.
Cuando él escribe:
Librada a sí misma, la lengua 110 conoce más que dialectos, de los cuales
ninguno gana terreno de los demás; de ese m odo, está destinada a un
fraccionamiento indefinido. Pero, ya que —al desarrollarse- la civiliza­
ción multiplica las comunicaciones, se elige, por una suerte de convención
tácita, uno de los dialectos existentes para hacer de él el portador de todo
cuanto interesa al conjunto de la nación,

da a entender que la diferencia entre lengua y dialecto no es de índole


lingüística sino política: la lengua nunca sería más que un dialecto
adoptado por el conjunto de la nación. Pero nunca se dan los medios
para llevar hasta sus últimas consecuencias esa intuición, puesto que
su descripción de los hechos lingüísticos se pretende histórica y en su
forma de encarar la evolución nunca hace referencia a los fenómenos
sociales. Por lo demás, la visión que tiene de la extensión del dialecto
al estadio de lengua es particularmente idílica: aquí habla de “con­
vención tácita”, en otros puntos señala: “algunos gobiernos, como el
de Suiza, admiten la coexistencia de numerosos idiomas; otros, como
el francés, aspiran a la unidad lingüística”.10 Convención tácita o aspi­
ración-. más adelante veremos que estamos ante dos eufemismos para
designar salvajes guerras entre lenguas, ellas mismas emblemas y pro­
ductos de conflictos más materiales.
Lo que importa, por el momento, es hacer notar que esas ambi­
güedades en el seno mismo de la lingüística alentaron, propiciaron,
un uso desde el sentido común, contrapuesto -p o r su Junción social,

1(1 ¡bid.., p. 41.


58 PROBLEMAS GENERALES
no cognitiva- Jos términos lengua y dialecto. Estableciendo esas oposi­
ciones poco seguras, el uso tiende, entonces, a erigir una esencia de la
lengua y una del dialecto. Ahora bien, aquí también la existencia es
anterior a la esencia: el francés no es una lengua para toda la eterni­
dad o con fueros divinos. Tuvo su devenir histórico, desde el dialecto
[rancien y durante un proceso que nada tiene de lingüístico. Sin em­
bargo, la literatura lingüística permitió, o dejó, que se creyera en la
validez teórica de esa oposición en un ámbito que no era el suyo.
Edward Sapir ya había percibido la dificultad en 1931 y, tras vol­
ver con vigor a la definición genealógica de dialecto, escribía:
En 1111 uso m enos técnico o abiertamente popular, el término “dialecto”
tiene connotaciones bastante diferentes. I labiitialm ente se adm ite que el
lenguaje hum ano se presenta bajo una determinada cantidad de formas
reconocidas, bien diferenciadas y normalizadas, llamadas “lenguas”; y, a
su vez, estas últimas tienen una cierta cantidad tic: subvariantes de menor
valor llamadas dialectos [...]. Esa confusión se debe fundamentalmente a
que el problema de la lengua se vio identificado con el de la nacionalidad
en el grupo cultural y étnico más am plio, que termina absorbiendo la
tradición local. Por lo general, la lengua de una nacionalidad de ese tipo
se basa sobre un dialecto local que adquiere preeminencia en el ámbito
cultural y se desarrolla a expensas de otros dialectos, en su origen m unidos
del mismo prestigio."

Pero para la época esos escrúpulos y vacilaciones no impiden a Leonard


Bloomfield mezclar, con arrojo, los conceptos anteriores. En su obra
El Lenguaje, sucesivamente define el término como forma local de
idioma nacional; luego, como idioma “hablado por la clase con me­
nos privilegios” contrapuesto a la lengua nacional; y, finalmente, como
derivado (en el eje diacrónico) de una lengua.12 Llegados a este pun­
to, una de las cuestiones que se plantean es que el concepto de dialec­
to no está en relación unívoca con una situación lingüística precisa.

" Kdward Sapir, Linguistique, París, Payot, 1953, pp. 66-67.


Bloomfield, L.e I.angage, np. cit., pp. 52; 53-5-1 y 294-298.
12 1.conard
DIALECTOS Y LENGUA 59
De hecho, según qué definición se adopte, puede implicar monolin-
giiismo o diglosia: en cuanto forma local de hablar, el dialecto está
solo; pero, de ser el habla de la clase privilegiada, se opone a otras
formas. Ése es el motivo de que, como veremos, la ambigüedad ini­
cial pudiera dar lugar a interpretaciones tendenciosas inmediatamen­
te convertidas en uso político: el dialecto vago y mal definido de los
lingüistas se transformaba en el ‘'chapurreo” de los colonialistas.
Más allá de las apariencias, las cosas hoy no resultan más claras.
Tomemos en consideración, por ejemplo, el siguiente pasaje, referen­
te a la situación lingüística en Alsacia:
En las regiones bilingües del este de Francia, hay tíos lenguas en contacto:
la primera, que es un dialecto, varía de una aldea a otra, el hablante sólo
puede utilizarla en la com unidad aldeana dentro de la que vive y en las
com unidades vecinas; los patoisants se ven obligados a conocer una se­
gunda lengua, una lengua nacional, una koine de la que se valen para
comunicarse con hablantes originarios de otras regiones.13

Entonces, alsaciano y francés son en principio “dos lenguas”; más


adelante, la primera se vuelve "un dialecto”, y quienes la hablan son
llamados patoisants. Esa caricatura es, desde luego, producto de las
confusiones y los acercamientos previos que liemos destacado. En
especial, allí la definición del francés y del alsaciano es —bajo la cober­
tura del discurso lingüístico, neutro y científico—por completo dife­
rente: el concepto de lengua nacional es evidentemente jurídico y
político, y no habría que contraponerle más que el de lengua no na­
cional. Pero la confusión entre lo lingüístico y lo social es tal que, en
ausencia de verdadera ciencia social de los hechos lingüísticos (la cual,
en cualquier estado de la cuestión, 110 podría conformarse más que
volviendo a partir del análisis marxista de los hechos sociales), la mayor
parte de las veces quienes hacen la descripción transitan entre distin­

11 Marthe Phiiipp, “La prononciation du franjáis en Alsace”, La Linguistique,


1967,1, p. 63.
60 PROBLEMAS GENERALES
tas postulaciones inconciliables para el estado actual de los basamen­
tos de la lingüística.
Con todo, en textos más recientes se encuentra una relativización
y un empleo más prudente de esos términos: por ejemplo, Todorov y
Ducrot señalan que “la mayor parte de las veces, la lengua oficial es
simplemente un habla regional que se expandió de modo autoritario
al conjunto de una nación”.14 Debe destacarse la aparición del con­
cepto de autoridad, pues todavía sigue siendo infrecuente. En efecto,
en un volumen aún más reciente, se puede leer:
El dialecto es la forma de una lengua que tiene su propio sistema léxico,
sintáctico y fonético utilizada dentro de un perímetro más restringido
que el de dicha lengua,

lo que en todo momento no es más que una nueva formulación para


la definición de Meillet; y más adelante:
Utilizado habitualm entc por dialecto regional en oposición a “lengua”,
dialecto es un sistema de signos y reglas combinatorias de igual origen
que otro sistema al que se considera lengua, pero que no lia adquirido el
estatuto cultural y social de esa lengua respecto de la cual se desarrolló
independientem ente.15

En consecuencia, se imponen dos evidencias: desde el estricto punto


de vista de la estructura interna, según esta definición no hay diferen­
cia alguna entre una lengua y un dialecto (ambos poseen “su propio
sistema léxico, sintáctico y fonético”; la diferencia reside en un estatu­
to adquirido. Pero la índole de ese estatuto y los procesos de su adqui­
sición no resultan muy claros: ¿a qué equivale “cultural”, cuando se
sabe que durante la Edad Media los distintos “dialectos” (normando,
picardo, francien...) tenían una literatura de igual importancia? ¿Y
social? De hecho, parece que una vez más los autores vuelven a sentir
14 Oswald D u c ro t y Tzvcran Todorov, o¡>. cit., p. 80.
15 Dictionnaire de linguistique, op. cit.
DIALECTOS Y LENGUA 61
la necesidad de dar una definición no lingüística de la oposición len­
gua / dialecto, pero no se dan los medios para llegar a las últimas
consecuencias de esa tendencia. ¿En nombre de que criterios habrá
de decidirse respecto del estatuto cultural y social de las distintas ha­
blas regionales para luego considerarlas lenguas o dialectos? El pro­
blema se plantea tanto menos cnanto que los lingüistas no se preocu­
pan por clasificar: dan por válida una clasificación anterior, es decir,
una situación de hecho. Sistemáticamente, se bautiza “lengua” a la
lengua nacional, “dialectos” a las lenguas 110 nacionales; y, por ende,
lo borroso de la definición se hace necesario, al servicio de la situa­
ción tal como se presenta.
Partiendo de ese estado de hecho y bautizando sus constantes, los
lingüistas no sólo aseguraron las relaciones de fuerza existentes, sino
que incluso participaron en la actitud peyorativa respecto de esos
constituyentes. André Martinet, por ejemplo, proponía que en nada
hay que distinguir entre dialecto /, “linguistic forms used by unilinguals
in theiroral communication”, es decir, aquello que los estadounidenses
llaman dialecto de Chicago o de Nueva York (forma local de hablar) y
dialecto 2, “linguistic forms used as vernacular by bilinguals i, their
communication with some particular members of che community”.16’
Luego, algunas páginas más adelante, se negaba a denominar “len­
guas” a los “dialectos 2”, pues “a language is understood to enjoy a
estatus which can by no means be granted to many dialects 2 that
only survive as the impoverished médiums of retarded segments of a
community”.17” Sería realmente difícil hacer mejor separación entre

,r>Andr¿ Martinet, A Functional View o f Language, Oxford, Oxford University Press,


1962, p. 112.
* “Formas lingüísticas usadas por hablantes unilingües en su comunicación oral”;
"formas lingüísticas usadas como vernaculares por hablantes bilingües su comunica­
ción con algunos miembros específicos de la comunidad." [N. de I.]
17Ibid., p. 113.
“‘“Se supone que la lengua goza de un estatus que 110 puede garantizarse por
medio alguno a varios dialectos 2, que sólo sobreviven como los medios empobreci­
dos de franjas retrasadas de una comunidad.” [N. de T.]
62 PROBLEMAS GENERALES
lenguas nobles y lenguas retrasadas... Y más adelante aún —a propó­
sito del vasco, del flamenco, del bretón—, Martinet habla de “non-
Romance forms ofspeech”, de “vernacular”, evitando cuidadosamente
el término “language”, lengua,18 que en consecuencia parece reserva­
do a las formas de hablar propias del poder. En un mismo lance, el
dialecto resulta ser no sólo una lengua que no tiene el poder, sino
incluso un habla local cuya misma esencia, por causa de las caracte­
rísticas provinciales o rurales de esc idioma (pues la lengua en el po­
der es hablada ante todo en la capital, luego en las metrópolis de las
provincias; véase el capítulo m) recibe un tratamiento peyorativo: es
inferior por naturaleza. Indudablemente, algunos lingüistas intenta­
ron un abordaje más histórico, como E. Bourciez, quien escribía:
El dialecto de lle-deTrance, en la forma específica en que se lo hablaba
en París, terminó suplantando, por m otivos políticos, a los demás com o
lengua literaria. D esde fines del siglo xti, afianzaba su preeminencia, y se
expandía cada vez más, en relación directa con los avances de la realeza y
la consiguiente centralización administrativa. D e todas formas, los otros
dialectos (incluida la lengua de oc, en el sur) fueron definitivamente re­
ducidos a la condición d e patois recién a partir del siglo XV.”

Pero éstas no son más que excepciones: entre los lingüistas, no hay
tendencia a leer históricamente las relaciones entre las lenguas, sino
antes bien a hacer un borramiento de la historia y a endurecer las
posiciones adquiridas. Tanto la descripción como su teorización fijan
las relaciones de fuerza existentes en relaciones de naturaleza; el azar
histórico se torna necesidad.
Decir que de ese modo la lingüística se pone (se puso) al servicio
de la glotofagia y de la ideología colonialista podría ser tomado como
evidencia de una suerte de terrorismo intelectual que buscara señalar
en todas partes el poderío de la ideología dominante. Sin embargo,
111 Ibid., p. 119.
'' Edouard Bourciez, Précis de bhnnétiquc frnncaise (8' ed.), París, Klincksieck,
1958, p. xv.
DIALECTOS Y LENGUA 63
no hay que perder de vista que las recaídas en esa curiosa oposición
realizada entre dialecto y lengua funcionaron en dos importantes di­
recciones. Por una parte, según la visión habitual acerca del proble­
ma, se halla el sentido común, que retomó, amplificándola, la actitud
peyorativa hacia el dialecto iniciada por los lingüistas; por la otra, la
descripción do las lenguas de los países colonizados realizadas por los
lingüistas.

L a c u l p a b il iz a c ió n l in g ü ís t ic a

En los hechos, la actitud peyorativa respecto del “dialecto” no es sólo


obra de aquellos que pueden considerarlo lengua de los otros: a veces
también se torna obra de sus propios hablantes sometidos a la pre­
sión de la ideología. Se entiende bastante bien que Balzac destine
semejante desprecio en Les Cbouansa. la lengua bretona (el "patois de
ese país”, “el idioma bajo bretón”, “los sonidos roncos de una voz
bretona”, etc.), desprecio que en ocasiones roza el racismo. Es here­
dero directo del desprecio dieciochesco por la “jerga”. También se
entiende que, en su prefacio de 1801 a Atala, Chateaubriand -des­
pués de utilizar, en pocas páginas, siete veces el término salvaje- pue­
da escribir: “Es un salvaje que está civilizado más que a medias, pues
no sólo sabe las lenguas vivas, sino incluso las lenguas muertas de
Europa”. Acaso incluso se comprenda que en 1851 George Sand pueda
declarar ingenuamente en la “noticia” que hace de introducción a su
La mare au diable: “No hice nada nuevo al seguir la inclinación que
lleva al hombre civilizado a los encantos de la vida primitiva”. En
todos estos casos, la impostura funciona en la cómoda contraposi­
ción entre salvaje (o primitivo) y civilizado. Ya lo hemos señalado en
el capítulo anterior: dicha oposición es estrictamente paralela a la
también muy cómoda oposición entre jerga y lengua.
Sin embargo, acaso sea menos comprensible que en 1867 Zola -en
una novela completamente destinada a denunciar la justicia venal,
los garitos, a la burguesía acaparadora, a los banqueros inescrupulosos;
64 PROBLEMAS GENERALES
dedicada, en consecuencia, a defender al pueblo: Les Mystéres de
Marseille- lograra no deslizar siquiera una palabra de la lengua de ese
pueblo. Un caso aún más significativo es el del poeta marsellés Victor
Gelu. Muy influenciado por el compositor de canciones Béranger,
comenzó a escribir en occitano después de hacer unas quince cancio­
nes en francés. Pero la relación que tenía con esa lengua, su lengua,
permanecerá en todo momento marcada por la actitud peyorativa
centralizadora que hemos intentado reconstruir. Así, en 1840, en el
prólogo a una recopilación de sus textos, Gelu señala:
Tom é mis héroes del último grado de la escala social, pues no se podía
ubicar de m odo apropiado nuestro patois en otro sitio que no fuera su
boca, pues excluye toda idea de gracia y 110 puede expresar adecuadamen­
te más que la fuerza; porque esc dialecto es brutal e im petuoso com o el
viento del nordeste que le dio origen y le dejó su impronta de huracán, ya
que incluso las mujeres, tan agradables sin embargo, se vuelven horribles
cuando articulan ese lenguaje diabólico.

Más tarde, en 1848, el poeta es candidato en las elecciones legislati­


vas, y él, que cantaba en occitano canciones políticas (por ejemplo,
en el momento de la guerra de Crimea obtenía un franco éxito con
una violenta requisitoria contra la conscripción, “Veusa Métgi”, so­
bre la melodía de “A la frontiére” de Bérat); él, que de ese modo era
comprendido por el pueblo marsellés “de la calle, del puerto, del
mercado”, como escribía él mismo, no supo aprovechar esa oportu­
nidad que se ofrecía de dar a su lengua un estatuto “noble” haciendo
su campaña en provenzal. En especial, queda la memoria de un aficln
dirigido “a los obreros marselleses”, firmado “Victor Gelu, molinero”
y completamente redactado en francés. La presión ideológica ya era
lo suficientem ente fuerte com o para que un intelectual, aun
autodidacta, considerase a la francesa como la única lengua noble del
territorio nacional, la única capaz de comunicar una determinada
cantidad de conceptos serios. Para Victor Gelu, el occitano es la len
gua para hablarle al pueblo, la lengua de los barrios bajos de Marsella,
DIALECTOS Y LENGUA 65
pero indudablemente no es la lengua para hablar a París, hacia París,
y para llegar a la Asamblea.20
Algo más carde, el socialista bretón Émile Masson, tras afirmar
respecto del bretón: “no es un patois, es una verdadera lengua”, escri­
be: “la propaganda libertaria, sin importar dónde se realice, debe adop­
tar el dialecto de la región”,21 cayendo di mismo en la trampa que
denunciaba. De hecho, la fuerza de la ideología es tal que hasta quie­
nes defienden sus lenguas oprimidas contra la centralización glotófaga
son a veces víctimas de olla. ¡Qué decir entonces de aquellos que,
hablando su lengua, no adquirieron recursos para criticar la visión de
ella brindada por la ideología dominante! Para ellos, el único refugio
es la culpabilidad en arrepentimiento: sí, por supuesto, hablamos esta
lengua de salvajes, este dialecto, este patois; pero nuestro deseo más
añorado es hablar francés. Nuestros inhábiles labios todavía no lo
consiguen: tan habituados están a balbucear nuestras extrañas pala­
bras. Pero al menos nuestros hijos aprenderán la lengua. A partir de
ese instante, los combates de retaguardia propios de un Gelu o un
Masson ya no tienen mucho sentido: defienden el bretón o la lengua
de oc ya no contra la lengua imperial, contra el jacobinismo triunfan­
te, sino contra los mismos bretones y occitanos. La tradición de acti­
tud peyorativa vinculada al falso par teórico lengua-dialecto, que se
pierde en el tiempo pero siempre es retomada y renovada con una
pátina “científica” por los lingüistas, se abrió camino hasta lo más
profundo del pensamiento de la gente.

L a DESCRIPCIÓN COLONIAL

Las cosas se hicieron aún más claras cuando los lingüistas comenza­
ron a describir las lenguas de las regiones colonizadas. En primer
!<l Acerca de Victor Gelu, véase V. Gelu, Canfons causidjisper G. Basalgas, eso de
Mnntpellier, 1972.
Jl Émile Masson, en: Les Temps nouveaux, 6 de junio de 1912, reeditado en: Les
llrtta >is et le socialisme, París, Maspéro, 1972, p. 186.
64 PROBLEMAS GENERALES
dedicada, en consecuencia, a defender al pueblo: Les Mystéres de
Marseille- lograra no deslizar siquiera una palabra de la lengua de ese
pueblo. Un caso aún más significativo es el del poeta marsellés Victor
Gelu. Muy influenciado por el compositor de canciones Béranger,
comenzó a escribir en occitano después de hacer unas quince cancio­
nes en francés. Pero la relación que tenía con esa lengua, su lengua,
permanecerá en todo momento marcada por la actitud peyorativa
centralizadora que hemos intentado reconstruir. Así, en 1840, en el
prólogo a una recopilación de sus textos, Gelu señala:
Tom é mis bérocs del últim o grado de la escala social, pues no se podía
ubicar de m odo apropiado nuestro patois en otro sitio que no fuera su
boca, pues excluye toda idea de gracia y no puede expresar adecuadamen­
te más i]ue la fuerza; porque ese dialecto es brutal e im petuoso com o el
viento del nordeste que le dio origen y le dejó su impronta de huracán, ya
que incluso las mujeres, tan agradables sin embargo, se vuelven horribles
cuando articulan ese lenguaje diabólico.

Más tarde, en 1848, el poeta es candidato en las elecciones legislati­


vas, y él, que cantaba en occitano canciones políticas (por ejemplo,
en el momento de la guerra de Crimea obtenía un franco éxito con
una violenta requisitoria contra la conscripción, “Veusa Métgi”, so­
bre la melodía de “A la fio atiere” de Bérat); él, que de ese modo era
comprendido por el pueblo marsellés “de la calle, del puerto, del
mercado”, como escribía él mismo, no supo aprovechar esa oportu­
nidad que se ofrecía de dar a su lengua un estatuto “noble” haciendo
su campaña en provenzal. En especial, queda la memoria de un afiche
dirigido “a los obreros marselleses”, firmado “Victor Gelu, molinero”
y completamente redactado en francés. La presión ideológica ya era
lo suficientem ente fuerte com o para que un intelectual, aun
autodidacta, considerase a la francesa como la única lengua noble del
territorio nacional, la única capaz de comunicar una determinada
cantidad de conceptos serios. Para Victor Gelu, el occitano es la len­
gua para hablarle al pueblo, la lengua de los barrios bajos de Marsella,
DIALECTOS Y LENGUA 65
pero indudablemente no es la lengua para hablar a París, hacia París,
y para llegar a la Asamblea.20
Algo más tarde, el socialista bretón Émile Masson, tras afirmar
respecto del bretón: “no es un patois, es una verdadera lengua”, escri­
be: “la propaganda libertaria, sin importar dónde se realice, debe adop­
tar el dialecto de la región”,21 cayendo él mismo en la trampa que
denunciaba. De hecho, la fuerza de la ideología es tal que hasta quie­
nes defienden sus lenguas oprimidas contra la centralización glotófaga
son a veces víctimas de ella. ¡Qué decir entonces de aquellos que,
hablando su lengua, no adquirieron recursos para criticar la visión de
ella brindada por la ideología dominante! Para ellos, el único refugio
es la culpabilidad en arrepentimiento: sí, por supuesto, hablamos esta
lengua de salvajes, este dialecto, este patois; pero nuestro deseo más
añorado es hablar francés. Nuestros inhábiles labios todavía no lo
consiguen: tan habituados están a balbucear nuestras extrañas pala­
bras. Pero al menos nuestros hijos aprenderán la lengua. A partir de
ese instante, los combates de retaguardia propios de un Gelu o un
Masson ya 110 tienen mucho sentido: defienden el bretón o la lengua
de ocya no contra la lengua imperial, contra el jacobinismo triunfan­
te, sino contra los mismos bretones y occitanos. La tradición de acti­
tud peyorativa vinculada al falso par teórico lengua-dialecto, que se
pierde en el tiempo pero siempre es retomada y renovada con una
pátina “científica” por los lingüistas, se abrió camino hasta lo más
profundo del pensamiento de la gente.

L a DESCRIPCIÓN COLONIAL

Las cosas se hicieron aún más claras cuando los lingüistas comenza­
ron a describir las lenguas de las regiones colonizadas. En primer
30Acerca de Victor Gelu, véase V. Gelu, Canfons causidasper G, ttasalgm, CF.0 de
Montpellier, 1972.
21 Émile Masson, en: Les Temps nouveaux, 6 de junio de 1912, reeditado en: Les
Bretons et le socialisme, París, Maspéro, 1972, p. 186.
66 PROBLEMAS GENERALES
lugar, esa misma empresa de descripción estaba desde su inicio man­
chada por una seria falta constitutiva: en realidad no podía consistir
en una descripción de las lenguas, pues el Verbo nos estaba reservado.
A lo sumo podía prestar oído con conmiseración a los gorgoteos bár­
baros cuyo sitio eran el museo o el circo. Da testimonio de ello un
sorprendente artículo para Le Fígaro perpetrado en 1893 por el gober­
nador Bayo!. En ese entonces, refiriéndose a la resistencia del rey de
Dahomey, Béhanzin, contra los ejércitos del colonialismo francés, este
señor declaraba tranquilamente: “Acaso una vez terminada la presente
guerra, ya sin tener que combatir por su rey, amazonas y jefes se enrolarán
a sueldo de un Barnum' para ir de gira por toda Europa. Si sólo uno de
nuestros compatriotas tiene la misma paciencia que en otro tiempo
tuvo el señor d’Avezac, podrá enriquecer a la ciencia con una gramática
y un diccionario franco-dahomeno”.22 No seríamos capaces de emplear
mejor modo para dar a entender que esas “lenguas” -pasibles de estoica
transcripción y estudio- hallan su lugar privilegiado en el circo, donde
podrá hallarlas el erudito civilizado que tenga el alma bien templada,
entre el acre olor de las leoneras y el estiércol de los caballos.
Desde luego, hay gente más seria. Pero, en la mayor parte de los
casos, la gente más seria y mejor intencionada que a comienzos de
la colonización intentó estudiar las lenguas de los pueblos coloniza­
dos no pudo deshacerse de esa visión ideológica de las situaciones
lingüísticas. Así, cuando Maurice Delafosse estudia las lenguas del
antiguo Sudán, exporta esa oposición entre lengua y dialecto y la
aclimata de la manera más simple que existe: todo es dialecto, nada
es lengua, al menos hoy en día nada es lengua. Por ejemplo, cuando
se ocupa del bambara, del malinke y del diula, los presenta como
tres dialectos de una lengua, el mande, de la que habrían surgido23
* El Barnum era uno de los circos con mayor despliegue de atracciones de la
época. [N. deT.]
11 Citado por R. Cornevin, en reedición de Maurice Delafosse, Haut Sénégal
Níger, j. i, p. xi.
25 Maurice Delafosse, La Langue mandingue et íes dialectcs, París, R Geuthner,
1929, t. i, p. 10.
DIALECTOS Y LENGUA 67
-hipótesis sin duda históricamente correcta-, Pero ¿por qué no con­
ceder el nombre de lengua más que al mande, desaparecido desde
hacía tanto tiempo? ¿Por qué no detenerse en la relación entre man­
de y bambara y, por otra parte, entre bambara, malinke y diula, del
mismo modo que en la relación entre latín y francés, español e ita­
liano? Allí interfieren dos concepciones de dialecto. La concepción
dialéctica, relativamente científica, nos permite con toda evidencia
rotular el bambara o el malinke como dialectos del mande, exacta­
mente como nos permite designar al francés dialecto del latín . Pero
la concepción peyorativa, racista y colonialista, veda considerar el
francés y el bambara como dos vehículos de comunicaciones simi­
lares. Además, el francés se escribe; el bambara no. El francés es la1
lengua de un pueblo con larga tradición cultural; algo que el bambara
no es. Por último, y acaso sea lo fundamental, el francés es la lengua
del colonizador blanco; el bambara, la del colonizado negro. Esa
negativa a afirmar la igualdad entre Blanco y Negro, entre coloniza­
dor y colonizado, con plena naturalidad se ve expresada en la des­
cripción lingüística con la dupla lengua / dialecto. Indudablemen­
te, sería más adecuado decir que la utilización de esa dupla entraña
a la vez una aceptación y una reafirmación de esa actitud segrega-
cionista; pero la diferencia no es más que de matiz, pues aquí se ve
el compromiso constitutivo entre una ciencia “humana” (la lingüís­
tica) y las necesidades sociales de la sociedad dentro de la cual se
desarrolla (el capitalismo en su etapa imperialista). Esa confusión
cómplice no es sólo una enfermedad infantil de la lingüística africa­
nista. Más cerca de nosotros, L. Homburger mezcla alegremente
los conceptos de lenguas, dialectos e idiomas. Siguiendo las huellas
de Delafosse, ella sistemáticamente presenta como dialectos las
marcas contemporáneas de la lengua m ande.24
Podríamos multiplicar los ejemplos. Lo que tiene peso aquí es so­
bre rodo sugerir el lazo constante entre una ciencia en vías de consti-

24 Lilia Homburger, Les Langues négro-africaines et lespeuples qu't les parlent, París,
Payot, 1941, pp. 8 y 46.
68 PROBLEMAS GENERALES
tuirsey la sociedad en que se desarrolla. Por mucho que puedan decir
al respecto los cultores celosos de la ciencia “neutra” (y, el Cielo nos
libre, nunca falta alguno), no es cierto que la lingüística sea una mo­
dalidad de análisis de la lengua recortada de la sociedad, es decir, de la
lucha de clases. La coherencia entre la contraposición de lengua y
dialecto, que a fin de cuentas retuvo el sentido común, y las distintas
manifestaciones del imperialismo (racismo, glotofagia, y otras) es
demasiado grande como para que podamos atribuirla al azar. Ya hici­
mos énfasis sobre el paralelismo entre los pares lengua-dilecto y civi­
lizado-salvaje. Pero hay otros que entran perfectamente en el mismo
campo dicotómico. El menosprecio por el “dialecto”, lengua del co­
lonizado (y entonces, por definición, del salvaje), es estrictamente
paralelo al menosprecio por la organización social o familiar de esos
mismos colonizados. Así, en Europa, tenemos Estados, naciones,
pueblos y demás, según la inspiración del escritor; pero, en África, la
mayor parte de las veces, sólo tenemos tribus. Yves Person señala in­
cluso que en la antropología inglesa el uso extensivo de este último
término lleva a situaciones paradójicas: “Entonces los hausa, que son
al menos quince millones, serían una tribu; pero los 120 mil islande­
ses, un pueblo y una nación”.25 Eso nos llevaría a una armoniosa or­
ganización dicotómica sobre la cual se cimentaría el confort del Oc­
cidente colonialista:
Civilizado - salvaje
Lengua - dialecto
Pueblo (o nación) - tribu

A esta lista, naturalmente, puede añadirse elementos.


En este punto, todo el problema radica en saber, en cuanto con­
cierne directamente a los propósitos de este libro, si la lingüística
tiene una función social o una fundó*' cognitiva. La ideología tiene,

25 Yves Person, “L’AFriquc noirc et ses frontiéres”, en: Revite Fratifaise d'Études
Politiques Africaines, núm. 80, agosto de 1972, p. 23 n.
DIALECTOS Y LENGUA 69
por cierto, ante todo una función social: está allí para “defender” a
una clase (en el caso de la clase en el poder, la ideología dominante) o
a un grupo, mientras que la ciencia pura (si tal cosa existe) tendría
ante todo una función cognitiva. Sin embargo, la lingüística está en
una posición falsa respecto de esa dicotomía: muchas veces su fun­
ción social prima por sobre su función cognitiva
Por eso debemos abandonar dichas denominaciones —lengua, dia­
lecto—cuyo uso es a menudo discutible, y cuyas definiciones contra­
dictorias 110 pueden compensar las desviaciones. Y, ya que la tendencia
en este asunto es mezclar lo sincrónico y lo diacrónico, podemos adop­
tar de modo provisorio la siguiente terminología, que nos permitirá
dar cuenta en este libro del hecho colonial en el ámbito lingüístico.
Todo lo anterior deja en claro ostensiblemente que el dialecto nunca es
más que una lengua trillada, y que la lengua es un dialecto que ha
triunfado políticamente. O, para ser más precisos, un dialecto cuyos
hablantes adquirieron una determinada forma de poder por interme­
dio de determinadas formas sociales y políticas dentro de un deter­
minado marco económico. Pero esas definiciones no nos permiten
volver a utilizar una vez más ambos términos, pues hoy connotan
demasiado los compromisos ideológicos que intentamos mostrar an­
tes: la lingüística no se hace impunemente el cerbero de un estado de
hecho imperialista. Desde luego, podríamos proclamar, como el can­
tante belga Julos Beaucarne: “Si Luis XVI se hubiera instalado en
Namur, toda Francia hablaría el valón de Namur. Fl francés es un
patois que triunfó, que se impuso en el hit-parade de las lenguas”.
Pero esos ajustes no tienen gran peso ante más de un siglo de uso
desvirtuado. Así, para evitar todo riesgo de malentendidos, en las
páginas que siguen ya 110 utilizaremos el término dialecto y, cuando
las relaciones lingüísticas que tratemos se incluyan en relaciones de
fuerza (lo que, con toda seguridad, será el caso más frecuente), habla­
remos únicamente de lengua dominada y lengua dominante. Reservare­
mos el término “dialecto” para su uso estrictamente diacrónico.
III. EL PROCESO COLONIAL
A NIVEL LINGÜÍSTICO

El colonialismo nunca es exclusivamente el enfrentamiento -en el


cual estaría ausente la lucha de clases- entre dos comunidades. Fenó­
meno económico-político, tiende a reproducir allí donde se hace
manifiesta la división de clases sostenida en su lugar de proveniencia.
Dentro de las situaciones coloniales también puede encontrarse en
todo momento una franja de colaboradores locales que se enriquecen
con la explotación del pueblo, de su pueblo (aquel del que salieron):
burgueses vende patria...
Pero también acompañan al colonialismo fenómenos secunda­
rios muy poco estudiados. Por ejemplo, es llamativo que ni Bujarin
{La economía mundial y el imperialismo, 1917) ni Lenin {El impe­
rialismo fase superior del capitalismo, 1917) den importancia a los
factores que no sean económicos: el primado de la infraestructura
deviene, entonces, en la desaparición de las superestructuras. Por lo
demás, esa tendencia todavía prevalece hoy, si se evalúa un volumen
reciente de Pierre Jalée, L'Impérialisme en 1970} Sin embargo, el
imperialismo no es tan sólo (por más que lo sea de modo preponde­
rante) un fenómeno económico: justamente, hasta aquí hemos in­
sistido en los factores culturales y, con mayor precisión, lingüísticos
que forman parte de su basamento. Los capítulos anteriores abor­
daron sobre todo esos factores, remontando el curso de esa coloni­
zación. Más adelante veremos su importancia al seguir la corriente
de esa colonización, en especial a propósito de las luchas de libera­
ción y del neocolonialismo. Pero de momento vamos a intentar cir­

1 Pierre Jalée, L'Impérialisme en 1970, Maspéro, París, 1970 [trad. esp.: El impe­
rialismo en 1970, México, Siglo xxi, 1970],

7)
72 PROBLEMAS GENERALES
cunscribir ese mismo proceso de colonización en su manifestación
lingüística, de seguir en el terreno de las relaciones entre lenguas
dominadas y lengua dominante, de las relaciones más abarcadoras,
que las engloban.

E l DERECHO A DAR NOMBRE

Todo empieza al asignar nombres. El desprecio por el otro (es decir, el


desconocimiento o la incomprensión del otro desprovistos de cuidado y
esfuerzo por conocerlo o comprenderlo) se manifiesta desde los primeros
contactos prccoloniales en la empresa taxonómica. Es un fenómeno viejo
como el mundo, que consiste en dar al otro nombres peyorativos, térmi­
nos que a menudo hacen referencia a las diferencias lingüísticas, conver­
tidas una vez más en desigualdad: los griegos bautizan bárbaros a quienes
hablan una lengua distinta de la suya; los eslavos dieron a los alemanes
un nombre, nemits, que originariamente significa “mudo”; en Malí, el
pueblo bobo lleva un nombre que en bambara significa “mudo”, etc. De
modo más general, los invasores, exploradores o comerciantes denomi­
nan a su arbitrio a quienes tienen ante ellos, a los que por distintos moti­
vos consideran sus inferiores. Durante el siglo vi, en Gran Bretaña, mien­
tras los galeses se llaman a sí mismos cymry (“compatriotas”, en galés), los
invasores anglosajones les dan un nombre que persistirá y que significa
“extranjeros”: Wclsh. En el siglo xi, cuando el cronista El Bekri escribe en
su Descripción del África septentrional:
Detrás de ese país hay otro llamado Melel, cuyo rey lleva el título de El-
Molesmanr2
evidentemente quiere decir que los arabófobos bautizaron así (con
un término que significa “el musulmán”) a un rey de lengua malinke.

1Abu-Obeid El Bekri, Description de lAfrique septentrional, edición árabe y france­


sa, Argel, 1912, p. 333.
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 73
Se encuentran ejemplos similares en todos los enclaves precoloniales
o coloniales. En esa línea, los indios de América del Norte son bauti­
zados de manera fantasiosa: los leni-lenapes (“pueblo del comienzo”)
llegaron a atribuirse el nombre de un héroe inglés, Lord de La Ware,
y se volvieron para la posteridad los delaware\ los dakota, los nakota y
los lakota, tres grupos de un mismo pueblo, se vieron bautizados de
manera genérica sioux, por deformación de la pronunciación france­
sa (nadouessioux) del término que se utilizaba en chippewa para nom­
brarlos; los franceses también bautizan nez percés [“narices horada­
das”] a un pueblo cuyos guerreros tenían la costumbre de llevar un
anillo en la nariz, etcétera.1
Ese desprecio por las denominaciones autóctonas corrobora un
desprecio más amplio hacia los pueblos; antes de que llegaran los
conquistadores, los territorios y los habitantes no existían (porque no
tenían nombre, o al menos porque todos actuaban como si 110 tuvie­
ran nombre), y cada cual designa a pueblos y lugares como mejor le
parece. Así, África occidental al sur del Sahara será llamada por los
árabes Sudán, término que originariamente significa “negro”. Los
primeros navegantes portugueses llamaron no dos carnerroes al río Wuri,
denominación que por sinécdoque muy pronto habría de extenderse
a la región. Así, será camerones en español, cameroons en inglés, Kamerun
en alemán y cameroun en francés: hoy, por gracia recibida de ese bau­
tismo, los kotoko, los bamileké, los fang, los fali, los duala, etc., son
“camerunenses”. Para ello, bastó que los marinos portugueses vieran
camarones en el río Wuri. Ese derecho a dar nombre es la vertiente
lingüística del derecho a tomar posesión. E 11 1653, una compañía de
doce nobles franceses recibe de Mazarin la concesión de la Guyana,'1
y ese dominio sobre el territorio (que por supuesto 110 pertenece a
nadie: Mazarin tiene derecho a disponer de él, a dárselo a quien de­
see) forma parte del mismo fenómeno: como es sabido, en lingüística
taxonomía y segmentación van a la par, pero aquí se trata de segmen­

3VéaseII. H.Jackson, Un siécle de déshonneur, París,UGE, 1972,p p .37, 156y 203.


4 Véase J.-M. Hureault, Franfais et Iridiens en Guyane, París, 1972, p. 78.
74 PROBLEMAS GENERALES
tación de territorio en distritos, de exacción, de apropiación. Hay un
reparto -geográfico, económico- del mundo; sin embargo, la taxo­
nomía da cuenta de ello. Vale decir que ese fenómeno es susceptible
de un análisis semiológico, al menos si se acepta esta sugerencia de
Roland Barthes: “La tarea futura de la semiología es mucho menos
establecer léxicos de objetos que hallar las articulaciones que los hom­
bres infligen a lo real; diremos utópicamente que semiología y taxo­
nomía, si bien aún 110 han nacido, acaso estén llamadas a su absor­
ción en una ciencia nueva, la artrología o ciencia de las divisiones”.5
Se fuerza sólo un poco la metáfora al decir aquí que la división colo­
nial comienza con la segmentación taxonómica.
El corte que representan las fronteras coloniales testimonia, ope­
rando sobre amplias extensiones, ese mismo derecho artrológico. Se
articula el territorio según las leyes (y, ante todo, según los intereses)
del colonizador. Yves Person cita, a propósito de las fronteras africa­
nas, este sorprendente pasaje de Lord Salisbury:
H em os em prendido el trazado de líneas sobre los mapas de regiones que
el hombre blanco nunca babía pisado. Por nuestra parte, nos hemos re­
partido montañas, riberas y lagos, apenas incom odados por esa pequeña
dificultad de que nunca sabíamos exactamente dónde se hallaban esas
montañas, esas riberas y esos lagos/'

Cuando en 1914 se moviliza a regimientos africanos y norafricanos


hacia la masacre francoalemana, aparece la misma libertad taxonómica:
los árabes se vuelven /trincáis (vocablo que más tarde dará el término
racista bicoi) y los negros bambulas. Da cuenta de ello gran cantidad

5 Roland Barthes, Éléments de sémiolope, París, Senil, 1971, p. 130 [trad. esp.:
Mementos de semiología, Barcelona, Paidós, 1993].
r' Yves Person, “L’Afrique noirc et ses frontiéres”, o¡>. cit., p. 18.
' earabiyy, -i “árab e">arbi>arbicof>bicnt. La derivación de este préstamo del árabe
marca también un grado creciente de desprecio. O tra hipótesis lo señala como posi­
ble préstamo del francés ambique, con interferencia del español arábico, y posterior
aféresis. Hay, además, tina forma posterior apocopada; bic. [N. de T.]
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 75
de canciones que a continuación se escriben para levantar la moral de
las tropas:
C ’est moi 1c bel arbicot
Toujours kif kif bourricoc
J’d anse com m e les Africains
Les pas les plus coquins.

[Yo soy el buen ámbito


Siempre todo me da igual
Bailo com o los africanos
Los pasos más libertinos.]’

o bien:
Bam-bou-lah
C ’est un fils de l’Afrique
Un syinpatique Sénégalais.

[Bam-bu-la
Es un hijo / nativo de África
Senegalés simpático.]

A veces hay quien, no contento con rebautizar a esa carne de cañón,


incluso le vuelve a dar toques de color:
Quand la mere patrie
Appcla ses enfants
Nos bons Noirs d’Algérie (¡!)
Répondirent: présent.

* El segundo verso de esta composición marca un muy probable “color local”


argelino. La locución k if k if bourricot es, en sentido estricto, la suma de kif k if [ár.
“asno”] y del calco del esp. borrico. Bien podría traducirse, entonces, como “ siempre
burro, burro, borrico”. [N. deT.)
76 PROBLEMAS GENERALES
[Cuando la madre patria
Convocó a sus hijos
Nuestros buenos negros de Argelia
Respondieron: ¡presente!]7

Pero el ejemplo más acabado de esta artrología colonial y racista sigue


siendo la historia del término con que se designa en francés al antro­
pófago: cannibale. Por lo demás, el diccionario etimológico de O.
Bloch y_ W. von Wartbure° es definitivamente explícito
« i--. 1 1al respecto:
Cannibale, préstamo del español caníbal, alteración de caríbal que, a
su v<-“z, proviene de caribe, término de la lengua de los caraibes (o
caribes) de las Antillas, que pasa por tener como significado estricto
osado’ y sirve para designarlos”. De hecho, ese vocablo aparece por
puniera vez en el Diario de navegación de Cristóbal Colón, quien
amalgama su deformación del térm ino cariba (en principio, él
transcribe canibd) y la información conforme a la cual los caribes
c o m ería n carne humana. En 1 5 8 0 , Montaigne retoma el término en
sus Ensayos (“Des cannibales”). Dichos Ensayos son traducidos al in-
8^s por un amigo de Shakespeare, Giovanni Floro. Shakespeare lee la
°bra y sin duda la utiliza para crear en su obra La Tempestad un perso­
naje deforme y reducido a la esclavitud por Próspero. Su nombre no es
mas que un simple anagrama de Caníbal: Caliban.BAsí se completa un
ciclo, y la historia de ese término es claramente la excepción que confir-
ma nuestra regla: por una vez el extranjero retoma el nombre que en
vcrdad se dan a sí mismos los indígenas, se produce un viraje de su
sentido y sirve para designar de modo peyorativo en principio a esos
indígenas, luego al conjunto de sus hermanos dominados.

fragm entos tic, respectivamente, “Le Bel Arbicot”, letra de 7.. Duc; “Bam-bou-
lali! , |ctra ,]c Albert Dcligny y “Les Arbicots”, letra de Stéphane Morel. Estas can­
ciones, junto con otras 12 mil, se encuentran depositadas en los archivos de la pre­
fectura de policía de París, sitio en que se las depositó a causa de la censura previa.
Véase R. Fernández Retamar, Caliban cannibale, París, Máspero, 1973 [ed. esp.:
Todo Caliban, Concepción, Chile, Cuadernos Atenea, 1998].
F.L PROCESO COLONIAI. A NIVEL LINGÜÍSTICO 77
Sin lugar a dudas se retrucará que ese fenómeno es más amplio y
da cuenta de una dificultad generalizada para reproducir fónicamente
las palabras del otro. El argumento no es en medida alguna pertinen­
te, pues la mayor parte de los pueblos de Europa son llamados en las
otras lenguas del continente con términos que representan ligeras
deformaciones del vocablo autóctono. Para tomar nuestros ejemplos
del francés, los términos russe (russki), ungíais (english), italien (ita­
liano), espugnol (español) no están muy lejos del término original.
Pero las relaciones económicas y políticas (tanto como la visión ideo­
lógica de esas relaciones) entre Francia, Rusia, Italia, etc., eran muy
distintas a las existentes entre Europa occidental y sus futuras colo­
nias. En el primer caso, el derecho a dar nombre es estrictamente
limitado (se toma en cuenta las denominaciones locales); en el segun­
do, no tiene barreras. En eso consiste toda la diferencia.
Diferencia importante, pues define la antesala del colonialismo
lingüístico que ahora describiremos.

P r im e r e s t a d io : el c o l o n ia l is m o n a c ie n t e

Se sabe que cualquier invasión se efectúa muy velozmente con la im­


plantación de grupos de militares y administradores, luego de comer­
ciantes, por lo general en las ciudades: en un primer momento, el
combate lingüístico se librará en torno a esos grupos. En efecto, como
recordaba al comienzo de este capiculo, se abre camino una clase de
colaboradores locales que, por necesidad e interés, van a utilizar la
lengua del invasor. Desde luego, consisten ante todo en lo que hoy se
llama burguesías vende patria, pero esa función fue ejercida a tiempo
completo por distintas categorías sociales: comerciantes, juristas, etc.
Paralelamente, y por los mismos morivos de interés y necesidad, otro
grupo social va a aprender la lengua dominante: el personal domésti­
co que el invasor recluta en el territorio. Por último en situaciones en
que artes y letras viven del poder, esa expresión también adopta la
lengua dominante. En consecuencia, ese primer estadio es ante todo
76 PROBLEMAS GENERALES
[Cuando la madre patria
Convocó a sus hijos
Nuestros buenos negros de Argelia
Respondieron: ¡presente!]7
Pero el ejemplo más acabado de esta antología colonial y racista sigue
siendo la historia del término con que se designa en francés al antro­
pófago: cannibale. Por lo demás, el diccionario etimológico de O.
Bloch y W. von Wartburg es definitivam ente explícito al respecto:
“Cannibale, préstamo del español caníbal, alteración de caríbal que, a
su vez, proviene de caribe, térm ino de la lengua de los caraibes (o
caribes) de las Antillas, que pasa por tener como significado estricto
‘osado’ y sirve para designarlos”. 1)e hecho, ese vocablo aparece por
primera vez en el Diario de navegación de Cristóbal Colón, quien
amalgama su deformación del térm ino cariba (en principio, él
transcribe caniba) y la información conforme a la cual los caribes
comerían carne humana. En 1580, M ontaigne retoma el término en
sus Ensayos (“Des cannibales”). Dichos Ensayos son traducidos al in­
glés por un amigo de Shakespeare, Giovanni Floro. Shakespeare lee la
obra y sin duda la utiliza para crear en su obra La Tempestad un perso­
naje deforme y reducido a la esclavitud por Próspero. Su nombre no es
más que un simple anagrama de Caníbal: Caliban.8 Así se completa un
ciclo, y la historia de ese término es claramente la excepción que confir­
ma nuestra regla: por una vez el extranjero retoma el nombre que en
verdad se dan a sí mismos los indígenas, se produce un viraje de su
sentido y sirve para designar de modo peyorativo en principio a esos
indígenas, luego al conjunto de sus hermanos dominados.

1 Fragmentos de, respectivamente, “Le Bel Arbicot", letra de Duc; “Bam-bou-


lah!", letra de Albert Deligny y “Les Arbicots”, letra de Stéphane Morel. listas can­
ciones, junto con otras 12 mil, se encuentran depositadas en los archivos de la pre­
fectura de policía de París, sitio en que se las depositó a causa de la censura previa.
* Véase R. Fernández Retamar, Caliban cannibale, París, Mííspero, 1973 [ed. esp.:
Todo Caliban, Concepción, Chile, Cuadernos Atenea, 1998).
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 77
Sin lugar a dudas se retrucará que ese fenómeno es más amplio y
da cuenta de una dificultad generalizada para reproducir fónicamente
las palabras del otro. El argumento no es en medida alguna pertinen­
te, pues la mayor parte de los pueblos de Europa son llamados en las
otras lenguas del continente con términos que representan ligeras
deformaciones del vocablo autóctono. Para tomar nuestros ejemplos
del francés, los términos russe (russki), tingláis (english), italien (ita­
liano), espagnol (español) 110 están muy lejos del término original.
Pero las relaciones económicas y políticas (tanto como la visión ideo­
lógica ile esas relaciones) entre Francia, Rusia, Italia, etc., eran muy
distintas a las existentes entre Europa occidental y sus futuras colo­
nias. En el primer caso, el derecho a dar nombre es estrictamente
limitado (se toma en cuenta las denominaciones locales); en el segun­
do, no tiene barreras. En eso consiste toda la diferencia.
Diferencia importante, pues define la antesala del colonialismo
lingüístico que ahora describiremos.

P r im e r e s t a d io : el c o l o n ia l is m o n a c ie n t e

Se sabe que cualquier invasión se efectúa muy velozmente con la im­


plantación de grupos de militares y administradores, luego de comer­
ciantes, por lo general en las ciudades: en un primer momento, el
combate lingüístico se librará en torno a esos grupos. En efecto, como
recordaba al comienzo de este capítulo, se abre camino una clase de
colaboradores locales que, por necesidad e interés, van a utilizar la
lengua del invasor. Desde luego, consisten ante todo en lo que hoy se
llama burguesías vende patria; pero esa función fue ejercida a tiempo
completo por distintas categorías sociales: comerciantes, juristas, etc.
Paralelamente, y por los mismos motivos de interés y necesidad, otro
grupo social va a aprender la lengua dominante: el personal domésti­
co que el invasor recluta en el territorio. Por último en situaciones en
que artes y letras viven del poder, esa expresión también adopta la
lengua dominante. En consecuencia, ese primer estadio es ante todo
78 PROBLEMAS GENERALES
resultado de una situación económica', la lengua dominante es adopta­
da por aquellos que, territorialmente, están cerca del poder, o son sus
representantes, y por aquellos que tratan con él (grandes comercian­
tes o personal doméstico). Por supuesto, ese bilingüismo no concier­
ne más que a un pequeño grupo de individuos: la inmensa mayoría
de la población permanece monolingüe.
Los ejemplos de esta situación abundan. De modo muy general, la
expansión lingüística se produce en un solo sentido: 110 se trata de
vasos comunicantes, sino de inyección. Así, por un René Caillé que
aprende por obligación el árabe, y luego el mandinga, antes de partir
hacia Tombuctú (quería hacerse pasar por egipcio), tenemos cente­
nas de miles de casos en que el invasor 110 conoce siquiera una pala­
bra de la lengua dominada y, por ende, impone la suya a sus interlo­
cutores locales. Lo que aquí más importa es que ese fenómeno primi­
genio es exterior a cualquier ideología: en el punto inicial 110 hay
acción meditada y concertada, sino simplemente manifestación lin­
güística de una relación de fuerza. Así, al comienzo de nuestra era, en
el país de Gales, la situación se corresponde bastante bien con la des­
cripción que acabamos de realizar. En 54 a. C., los romanos empren­
dieron la conquista de Inglaterra. Se introducen en el país de Gales
en 47: permanecerán allí cerca de 450 años. Ocupación eminente­
mente militar, efectuada con cuatro plazas fuertes instaladas en los
cuatro extremos del país: Deva, Segontium, Isca y Maridunum. Aho­
ra bien, la mayor parte del país sigue hablando britónico; tan sólo las
clases superiores son bilingües, alrededor de los centros romanos.9
Por otra parte, veremos en el próximo capítulo que la cantidad tan
limitada de términos latinos en galés moderno (rondan los 600) tes­
timonia que la presencia romana nunca pasó de ese primer estadio:
en los hechos, no presupone nada en lo concerniente a las etapas
posteriores del proceso. El mismo fenómeno se presenta algunos si­
glos más tarde en la Bretaña armoricana: la corte ducal adopta muy

’ Véase Armand Ix Calvez, Un cas de bilinguisme, le pays de Galles, Lannion,


Revue Skol, 1970, p. 14.
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 79
pronto el francés y el latín. Los poetas siguen ese movimiento. El
último poeta cortesano de tendencia bretona del que se tenga noticia
es el bardo Cadiou, de Quimper, que se encontraba en la corte del
duque Hoél de Cornouailles; pero desde el siglo xii los poetas com­
ponen sobre todo en latín, luego en francés. Escriben para los nobles
y en la lengua por la que estos últimos están dispuestos a pagar. Así,
entre otros casos, en Occitania, cuando Jeanne d’Albret se alza de
cara a Francia, Peir de Carros escribe para ella en gascón (1565); y
Du Bartas, que antes escribía en gascón, se pasa al francés cuando la
reina Margor hace que la corte de Pau adopte esa lengua.
Como la administración utiliza la lengua dominante, ese bilingüismo
del primer estadio se manifiesta igualmente en los tribunales (donde el
pueblo es juzgado en una lengua que 110 comprende), en los actos jurí­
dicos, en los textos oficiales. En la Inglaterra medieval, por ejemplo, los
textos oficiales están en latín o en anglonormando. Recién durante el
siglo XVI se asiste a la aparición de la lengua inglesa en ese territorio: una
petición que los merceros de Londres elevan al Parlamento en 1386
está redactada en inglés medio, en su forma londinense. Antes, se las
redactaba sin excepción en una de las lenguas “oficiales”.10
Este vínculo entre estructura del bilingüismo y estructuras econó­
micas y políticas merece que nos detengamos un instante en él. Efecti­
vamente, en 1950, al intervenir en el debate pos-Marr acerca del “mar­
xismo en lingüística”, José Stalin se encargó de demostrar que la lengua
no es una superestructura ni, por consiguiente, un hecho de clase. Uno
de sus argumentos más contundentes consiste en recordar que en 1917
Rusia experimentó una completa inversión en su infraestructura, mien­
tras que la lengua 110 tuvo cambios. Al contrario —señala-, la lengua es
un instrumento del que se valen por igual todas las clases de la sociedad
y manifiesta una completa indiferencia respecto de ellas: no hay lengua
de clase, sino simplemente un uso de clase de la lengua.

10 El texto de la petición de los merceros puede encontrarse en F. Mossé, Manuel


de l'anglais du Muyen Age, mayen anglais, París, Aubien Momoigne, 1945, 1. 1, p. 323.
80 PROBLEMAS GENERALES
Si se recuerda aquí a Staiin, se debe a que, queriendo dar apoyo a una
tesis en parte justa (la lengua no es una superestructura, pero no es en ello
que se manifiesta -o no-- su carácter clasista: es en su aspecto de portador
privilegiado de ideología), toma un ejemplo que nos concierne pero lo
trata de modo completamente erróneo. Algunos camaradas —dice- qui­
sieron argüir, para demostrar el carácter de clase de la lengua, que en
Inglaterra durante una cierta época los señores feudales hablaban francés
mientras que el pueblo hablaba inglés. Ése no es un argumento; a lo
sumo será una anécdota, ironiza Stalin, y expresa esta conclusión: “Se
sabe que esa infatuación de quienes en pleno ocio hablaban la lengua
francesa desapareció inmediatamente sin dejar rastros, y dejó su lugar a la
lengua inglesa común a todo el pueblo”.11 No se insistirá con los térmi­
nos “infatuación”, “ocio”, que testimonian una total incomprensión del
vínculo entre relaciones de fuerza y relaciones lingüísticas. Exclusivamente
se enfatizará la inepcia de la proposición según la cual el francés desapa­
reció sin dejar rastros, y por lo tanto la lengua permanece, sola, tal como
antes: el inglés moderno es justamente el producto de la confrontación
entre el sajón hablado por el pueblo y el normando hablado por la aristo­
cracia, que dejó marcas importantes en el nivel léxico. Lo que importa
ante todo es la rigidez del razonamiento de Stalin:
1. una lengua no es clasista;
2. por ende, el francés hablado en Inglaterra durante la Edad Me­
dia no es más clasista que el francés hablado en Francia;
3. por ende, los señores feudales en pleno ocio hablaban esa len­
gua, por mera “infatuación”.
Es efectivamente cierto que la lengua no es una superestructura y que
el nivel de su relación con la lucha de clases está en otra parte; pero
también es cierto que el pensamiento estalinista, en su simplismo, no
responde más que a situaciones monolingües. En los casos de pluri-

11 José Stalin, “A propos du marxisme en linguistique”, Cahiers marxistes-léninistes,


núm. 12-13, p. 32.
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜISTICO 81
lingüismo el problema es completamente distinto, en especial cuan­
do ese plurilingüismo es producto de una invasión. Tenemos, enton­
ces, una lengua dominante, la del invasor (o colonizador), que las
elites hablan por necesidad e interés (y no por infatuación), y una o
varias lenguas dominadas, las del colonizado. En esa nueva situación,
¿las lenguas se vuelven superestructuras? Indudablemente no; no hay
razón alguna para que cambien de estatuto; pero, por su parte, se
puede considerar la división lingüística en lengua dominante / len­
gua dominada como un hecho superestructural. Efectivamente, en
esas situaciones hay una cierta organización del plurilingüismo; orga­
nización social y geográfica, que tiene sus lincamientos estadísticos y
funcionales. Me propongo abordarla, precisamente, como un hecho
de superestructura. Tendríamos, entonces, una vertiente de búsque­
da sugestiva; si nos remitimos a esa frase de Marx y Engels, en el
Manifiesto Comunista, según la cual “la historia de toda la sociedad
hasta nuestros días no fue más que la historia de las luchas de clases”,
es posible considerar la historia de la superestructura lingüística (tal
como acabo de definirla: no la lengua, sino la organización lingüística
social) como una historia específica de la historia de la lucha de clases.
La tesis de Stalin que plantea que “la lengua como medio de comuni­
cación entre los hombres es útil a todas las clases por igual”12es mani­
fiestamente falsa: tanto en la Inglaterra medieval como en las actuales
colonias, se presenta de modo muy diferente, pues la lengua ya no es
sólo un medio de comunicación; también se torna un medio de opre­
sión. Ya esa idea de la lengua como instrumento de comunicación,
que tanto éxito tuvo en la lingüística estructural contemporánea, es
de por sí sospechosa,13 en cuanto se la aplica a sociedades unilingiies.
Aplicada a la situación colonial, se vuelve ridicula: resulta difícil ad­
mitir que —si un 2% o un 3% de la población de un país colonizado
habla la lengua dominante, la lengua oficial, mientras que la inmensa
mayoría del pueblo habla su lengua dom inada- tal dato sea indife-
12 Ibid., p. 30.
13Víase Louis-Jean Calvet, Rotand iiartbes: un regardpolitique sur le signe, cap. 1,
París, Payot, 1973 Ltrail. esp.: Rolandtiartbes: una biografía, Barcelona, C,'c<.lis;i, 2001],
82 PROBLEMAS GENERALES
rente para la lucha de clases en ese país. Tanto es así, que la única
forma de acceder al conjunto de los puestos de responsabilidad -por
ejemplo, a la condición de funcionario- es justamente hablar la len­
gua dominante. Entonces se vuelve claro que esa lengua está al servi­
cio de los intereses de una clase, compartidos por las burguesías vende
patria, a la vez que es útil al neocolonialismo. Stalin no tiene con­
ciencia alguna de ello, a menos que prefiera pasar velozmente ese
problema para evitar el consecuente desarrollo acerca de las naciona­
lidades en la URSS.
Para tratar este problema, Roland Barthes nos proporciona un con­
cepto que puede volverse a utilizar. En el texto en que se ocupa de
Ignacio de Loyola, publicado, antes de su inclusión en un volumen,
con el título “Cómo hablar a Dios”, presenta las prescripciones de los
Ejercicios espirituales como ramificaciones en la forja de lo que él lla­
ma “campo de exclusión”. Para hablar a Dios hay que hacer abstrac­
ción de rodos los lenguajes anteriores, en especial de las “palabras
ociosas”, según el lema de Loyola, y las recetas de los Ejercicios se
prestan a ello: “Todos esos protocolos tienen la función de instalar
una suerte de vacío lingüístico, necesario para la elaboración yol éxi­
to de la nueva lengua: el vacío es idealmente el espacio anterior a
cualquier semiolanía”.1'1No es difícil cambiar el curso de este análisis
(tal como se cambia el curso de un avión) y aplicarlo a la situación
lingüística colonial. La pregunta no es ya entonces “¿Cómo hablar a
Dios?” sino, según los casos, “¿Cómo hablar en la capital?”, cuando
uno se encuentra en Bretaña, Occitania o Córcega; “¿Cómo hablar
en la metrópoli?”, cuando uno se encuentra en África del Norte, el
África negra, Indochina, etc. Ese abordaje es menos susceptible de
aplicación al análisis sociológico de las relaciones lingüísticas en me­
dios llamados unilingües (¿cómo hablarle al patrón?, ¿al director?, ¿al
general?, entre otros), pero de momento nuestra intención no consis­
te en ello; habrá que volver a eso en otro volumen. Pese a todo, la

H Roland Barthes, Sude, l'ourier, Loyola, París, Scuil, 1971, p. 55 [trad. esp.: Sude,
Fourier, Loyola, Madrid, Cátedra, 19971.
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 83
respuesta a las preguntas anteriores es simple: para hablar en la capi­
tal o en la metrópoli hay que olvidar el corso, el bretón, el occitano, el
árabe, el wolof, el bambara, etc., hacer el vacío a esos lenguajes pre­
vios para utilizar el francés que, en consecuencia, se vuelve lengua
exclusiva. A escala lingüística, el colonialismo instaura, por tanto, un
ámbito de exclusión lingüística a dos tiempos y exclusión de una len­
gua (la lengua dominada) de las esferas del poder y exclusión de los
hablantes de esa lengua (de aquellos que no aprendieron la lengua
dominante) de esas mismas esferas. Y tal como antes, si bien en este
ámbito la lengua nunca es una superestructura, por su parte, su esta­
tuto de lengua exclusiva o lengua que tiende a desarrollarse en un
campo de exclusión es superestructura!. Por ende, ese estatuto lin­
güístico caracteriza ciertas relaciones de fuerza (no sólo en situación
colonial): bilingüismo con oposición entre lengua dominada y len­
gua dominante, aplastamiento de una o varias lenguas por parte de
otra, lengua exclusiva, etc., que de ahora en más llamaremos superes­
tructura lingüística.
Pero paralelamente a ese proceso —dentro del marco en que se instaura
el campo de exclusión y, de un modo más amplio, la superestructura
lingüística- la empresa colonial tiene en idéntica medida una rela­
ción transitiva con las lenguas: opera mediante decretos, decisiones
políticas, planificación escolar. Esa acción está, con toda evidencia,
ligada al afianzamiento de las superestructuras que acabamos de re­
cordar, pero al mismo tiempo es producto de una cierta ideología
que intentamos describir en los dos primeros capítulos. En efecto:
una vez instalado, el colonialismo afirmará su cultura ante el vacío
cultural que cree (o más bien desea) hallar; esto es, establecerá la cul­
tura. Así, en los Estados Unidos, a partir de 1880, cuando la “pacifi­
cación” está prácticamente terminada (si se exceptúa la resistencia del
grupo chiricahua liderado por Jerónimo), el gobierno crea escuelas
donde, prohibidas las lenguas indígenas, se impone el inglés. A propó­
sito, por otra parte sorprende ver que una autora cuya simpatía por los
indios es evidente (y militante), Helen Jackson, sistemáticamente eva­
84 PROBLEMAS GENERALES
lúe su grado de “civilización” en los términos de la visión blanca del
problema, es decir, en términos de grado de asimilación:
— los cherokee: “Cuesta creer los progresos realizados por ese pueblo
durante el transcurso de diez años. En 1851, se había establecido
veintidós escuelas primarias [...] la asociación antialcoholismo con­
taba con 3 mil miembros”;
— y a la inversa, respecto de los sioux: “Es imposible negar que las
tribus eran ligeramente hostiles a cualquier forma de civiliza­
ción; pero, después de todo, eso era normal: se trataba de inevi­
tables protestas de una raza orgullosa y valiente contra el aban­
dono de su modo de vida”.15
Así, tenemos, de un lado, la civilización; del otro, un modo de vida.
Con todo, no sólo los indios tienen lenguas (¿quién lo dudaría?),
sino que incluso a veces las escribían (lo que, objetivamente, no aña­
de nada al estatuto de esas lenguas, pero reviste una cierta importan­
cia en Occidente, donde —una vez más por etnocentrismo—hay ten­
dencia a equiparar civilización con lengua escrita). Ya en 1734, des­
pués de la llegada de Ogletliorpe a Georgia, los cherokee envían una
carta a la compañía colonial, redactada en jeroglíficos pintados sobre
una pie! de bisonte. Más tarde, hay quien se maravilla (con un ligero
paternalismo) de la invención de un alfabeto cherokee. Thomas
McKenney señala en 1825 los “trabajos de filología de un indígena
de nombre Guess”. De hecho, se trata de Scquoyah, a quien en 1842
la North American Review dedica un artículo de afligente paternalismo:
U n indio cherokee de nombre Scquoyah, en lugar de tomar parre en los
rudos juegos de los otros jóvenes indios, sintió gran placer durante su
infancia al ejercitar su ingenio con trabajos de mecánica sencilla [...].
Perseveró en esa empresa y alcanzó su objetivo com pilando un total de
86 caracteres.16
151bul, pp. 89 y 175.
16 Citado por H. Jackson, op. cit., pp. 294-295.
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 85
En suma, Sequoyah era un buen indio, cal como en Africa se decía
“un buen negro”. Por su parte, el lingüista Leonard Bloomfield tam­
bién lo mencionará: “Sikwaya, un cherokee, inventó una serie de 85
símbolos silábicos para su lengua; los indios fox tienen gran cantidad
de silabarios, todos basados sobre las formas escritas inglesas; y el cree
tiene un silabario conformado por caracteres geométricos simples”.17
Eso no impide en absoluto que se desarrolle el desprecio por la cultu­
ra de los indios y una evaluación de su “nivel de civilización” basado
tan sólo sobre el de los blancos. En ocasiones esa tendencia alcanza
las cúspides del ridículo y del sectarismo religioso (lo que viene a sel­
lo mismo). Por ejemplo, en 1870, un misionero, el doctor Williamson,
escribe al ministro del interior a propósito de los indios santees: “Los
indios civilizados son, por cierto, mucho más numerosos de lo que
usted creería. Durante el servicio del primer sabbat de este mes bahía
77 comulgantes de nuestra iglesia y una cierta cantidad de visitantes
más”.18 Aquellos no son errores del pasado, como podría suponerse:
esa práctica continúa boy, repartida en todas las zonas del planeta.
Jean-Marie Huart señala, por ejemplo, que en la Guyana francesa no
sólo no se enseña a los niños otra lengua más que el francés, sino que se
los separa por la fuerza de sus familias, pues los misioneros imponen un
sistema de internado conocido como “home d’enfants”[pensionado
para niños].19 Esa utilización de la escuela encuadrada dentro de la
glotofagia no es para nada aislada: en 1969, la enseñanza que se im­
parte a los indios wayana de Guyana es en francés; y, al parecer, no se
hizo ningún intento de transcribir su lengua;20 en Perú, entre los in­
dios shipibo, colonizados desde 1560, sólo hace treinta años algunas
sectas protestantes lanzaron una enseñanza bilingüe, español-shipibo,21
etcétera.

17 Leonard Bloomfield, Le langage, op. cit., p. 271.


18 Citado por H. Jackson, op. cit., p, 185.
19Jean-Marie Huart, Franfais et índiens en Guyane, París, 1972.
20 De l’ethnocide, París, Union Genérale d’Editions, 1972, p. 165.
21 Ibid, pp. 177-187.
86 PROBLEMAS GENERALES
Sin embargo, el mejor ejemplo del rol cumplido por la escuela en el
proceso lingüístico de la colonización es sin duda el de Aigelia, c]ue fue
estudiado de muy cerca por YvonneTurin,22 de cuyo libro nos valdremos
en las líneas siguientes- Desde la caída de Aigel, en 1830, un numero
importante de 'pedagogos más o menos serios se propone para regir la
enseñanza de ese nuevo Eldorado y, desde un principio, se plantea
la cuestión de la lengua. Asi, cuando en 1831 Jomard csci¡be al mimstto
de marina para proponerle su asistencia (Jomaid es responsable de la
escuela egipcia de París; el es cju¡en algunos anos antes escribió el prólogo
e hizo estudiar el diario de viaje de Rene Caillé), le contestan que ante-
todo hay un problema lingüístico, hn ese reí i itoi ¡o se habla ti es lenguas:
la árabe, la turca y la franca. ¿Cuál enseñar? El señor Costes, “ministro del
Santo Evangelio”, tiene una respuesta completamente personal: es candi­
dato para ir a enseñar las lenguas indias a Argel. Pero junto a ese im­
provisado hay personas serias, competentes, que dan su opinión; y es
interesante destacar que todas se sitúan dcntio de la misma problemá-
tica. Consultado por el general Clauzel, M. Peigné en principio explica
prudentemente, en una carta del 20 de mayo de 1831, que lio sabe nada
de Argelia, y que le sería oportuno informal se, lo que no le impide enun­
ciar esta conclusión respecto del sistema francés de enseñanza: a menos
que haya una necesidad absoluta, no veo por qué sería necesario cambiar
nada cuando se lo traslade a ultramar”.24Y en 1832, el duque de Rovigo
es igualmente claro: “Considero la propagación de la instrucción y de
nuestra lengua el medio mas eficaz de hacer c]uc nuestro dominio sobre
ese país progrese [...]. El verdadero prodigio a efectuar sería reemplazar
poco a poco el árabe por el francés .'?5
Sin embargo, hay que tomar decisiones, y Ceiity de Bussy, nombra­
do intendente civil en 1832, adopta la idea de t'uscíiunzt! rcciprocti c|ue
se le propone: bajo el mismo techo (en ese caso una mezquita), france-
22 Yvonne Turin, Affrontements culturéis dans l'Algérie colonial*, París, Maspcro,
1971.
2-*Ibid., p. 37.
u ibid, p. 38.
25 Ibid., p. 40.
EL PROCESO COLONIA!. A NIVEL LINGÜÍSTICO 87
ses, musulmanes y judíos aplicarían la autoenseñanza. El proyecto se
presenta con un tinte humanista. Según se piensa, permitirá suprimir
odios y animosidades religiosas y, pese a las reservas de París, sale a la
luz el 1° de junio de 1833, bajo la dirección de M. Barthélemy. Recibi­
rá a cien franceses, veintiún alemanes, quince españoles, cinco italia­
nos, dos malteses y cincuenta y ocho “indígenas” (en realidad, judíos;
no hay ningún argelino). Genty de Bussy se lamenta de ese fracaso,
pues considera que la escuela coránica a la que asisten los jóvenes mu­
sulmanes “es sólo un modo de confusión recíproca”:26 el único método
que para él sigue siendo aceptable es el de la enseñanza recíproca, con­
dimentado a la europea. Pero sus estados de ánimo no cambian en
nada los hechos, que, como se sabe, son testarudos: la escuela recíproca
de Argel, más tarde la de Bónc,’ no tendrá ningún éxito; tampoco lo
tendrán, por otra parte, los cursos de árabe. Creados especialmente
para los franceses, no tienen alumnos. Así, diez años después de la toma
de Argel, se llega a una conclusión que, en el ámbito lingüístico, no ha
variado: se abandona la idea de autoenseñanza; |>ero el proyecto glotófago
vigorosamente expuesto por el duque de Rovigo no cede terreno. BI
conde Guyot, sucesor de Genty de Bussy, expresa sus conclusiones res­
pecto de ese hecho repugnante, las “razas” que se mezclan: “Así, de esas
fracciones, dos son europeas y dos africanas; es preciso que haya escue­
las de lengua francesa separadas para los niños de cada fracción”.27
Pero en todo momento se deplora el ausentismo de los indígenas,
intolerable, pues anula la bella pátina que se procura el colonialismo:
expansión de la cultura, de la civilización. Entonces echa raíces una
idea genial, muy elocuente acerca del desarrollo de la administración:
pagar a los alumnos una suma proporcional a su presentismo escolar.
Una sorprendente aventurera, Mme. Allix,2H quien creó una escuela
para muchachas musulmanas, escribe con relación a este tema:
“ /bid, |». 45.
' Actual Aunaba. [N. de T.]
v lbid., p. 49. El subrayado me pertenece.
28 Conocida a veces con el nombre de Mme. Luce, por el apellido de su segundo
marido.
PROBLEMAS GENERALES
Hay que conocer muy poco a los árabes para creer que el deseo de ins­
truirse sólo se deba a algo que yo haya hecho, vinculado con el éxito que
obtuve. La miseria y el hambre: ésos son mis verdaderos auxiliares. Argel
bulle de familias desgraciadas, engullidas por necesidades acuciantes y
diezmadas por espantosas privaciones. Al ofrecer a estas familias una pri­
ma de dos francos por mes para ayudarlas, acallé todos sus escrúpulos; a!
dar, además, una comida al día a mis alum nos hambrientos, gané todas
las simpatías de sus madres.29

El fragmento vuelve ocioso todo comentario. Se intenta, sin embar­


go, generalizar el procedimiento con el reparto de una libreta de asis­
tencias, debidamente sellada cada día, entre los niños: una libreta
completa valía dos francos mensuales. Mediante ese ingenioso siste­
ma prematuro de puntaje se obtienen algunos “resultados”: 75 alum­
nos musulmanes en Argel en 1850, 159 en 1851... Simultáneamen­
te, en París se crea una escuela para los hijos de los jefes, con el evi­
dente propósito de fabricar una cinta de transmisión formada en
lengua francesa y para llevar al fracaso el sistema inventado en territo­
rio argelino (los jefes enviaban a la escuela a los hijos de sus servido­
res): provista de enormes créditos, la escuela de París recibirá entre
1839 y 1847 a once alumnos...
De hecho, veinte años después del desembarco, no siempre se logró
imponer el modelo escolar francés. Por otra parte, la administración no
cuenta con una política bien definida: los únicos dos puntos claros e
inamovibles siguen siendo el soslayo de la cultura árabe y la idea de que
el francés permanecerá como la lengua. Sobre esta imprecisión se enta­
bla una querella entre el Ministerio de Guerra y el de Instrucción Pú­
blica: ambos quieren obtener la tutela de la enseñanza en Argelia. Esa
pequeña guerra de influencias concluye en 1848 con un compromiso:
el decreto del 22 de julio estipula que las escuelas para judíos y euro­
peos dependerán de la instrucción pública y las destinadas a musulma­
nes dependerán de la cartera de guerra (¡!). Eso ya es reconocer el carác-

® Ib¡l, pp. 58-59.


EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 89
ter abiertamente político y militar del problema; volveremos a ello.
Más tarde, en 1850, dos decretos hacen las cosas más precisas. Uno
(fechado el 14 de julio) instaura escuelas “árabofrancesas” según el
modelo de la de Mme. Allix en Argel, Bóne, Blida y Mostaganem. Allí
se aprenderá a leer y escribir en francés y en árabe, luego algo de aritmé­
tica, ciencias naturales y geografía. Esas escuelas, por supuesto, se esta­
blecen bajo la tutela del Ministerio de Defensa [ministere des ArméesJ.
El segundo decreto (30 de septiembre) reconoce la instrucción prima­
ria y secundaria musulmanas, y las ubica bajo la alta dirección del go­
bernador general: es un intento de controlar lo que ya existe. Frente a
las fantasías algo desquiciadas de la década de 1830, los dos decretos de
1850 son, si se quiere, medidas “realistas”: toman conciencia del fraca­
so de los intentos previos y consagran el corte entre la enseñanza reser­
vada a los europeos y la reservada a los indígenas. Resalta claramente,
ante todo, la concepción de tipo policial de la enseñanza a los indíge­
nas: como no se los puede forzar para que asistan a nuestras escuelas,
vigilaremos, cooptaremos, fragmentaremos las suyas. Da cuenta de ello,
por supuesto, la división de responsabilidades de 1848; pero también
lo hace este informe de inspección firmado por el general Camou en
1854: “La instrucción pública indígena siempre deja mucho que de­
sear; por lo demás, debemos reconocer que no nos hemos ocupado de
darle demasiada extensión, vista la imposibilidad en que nos hallamos
de vigilarla y encaminarla a una meta propicia a nuestros intereses y a
nuestra política”.30 Se ve que ante todo consistía en una doble manio­
bra político-policial, sin más que lejanos vínculos con el emprendi-
miento civilizador caro a los ideólogos de la colonización: por una par­
te, contraponer a la enseñanza tradicional las escuelas árabofrancesas;
por otra, vigilar tanto como se pueda esa enseñanza tradicional.
En todos los casos, ya se trate de Guyana, Argelia, o más tarde del
África negra, se utiliza la escuela en conformidad con un proyecto
ideológico que llega a insertarse armoniosamente en el desarrollo de

30 Ibid., p. 207.
90 PROBLEMAS GENERALES
la superestructura lingüística del colonialismo naciente que antes in­
tentamos describir. Glotofagia, desde ya, pero también destrucción
cultural, o al menos tentativa de destrucción cultural, coinciden, así,
en la arquitectura del colonialismo naciente y aportan su pequeña
piedra para construirlo. La escuela halla de un modo absolutamente
natural su lugar en el campo de exclusión lingüística; y el proyecto es
de comunicación dirigida: orientada hacia la metrópoli, y en la len­
gua de esta última. Por supuesto, para una minoría (bastará como
ejemplo la solicitud para los hijos de los jefes); los demás no tenían
voz. Y esa comunicación dirigida es llamativamente isomorfa de la
economía “dirigida” instaurada por el colonialismo: ¿acaso mono-
producción (real) y monolingüismo (idealizado) no van a la par, con­
forme a una amplia perspectiva, en cuyo seno las civilizaciones loca­
les, a las que además se niega entidad, no hallan cabida?

S e g u n d o e s t a d io : el c o l o n ia l is m o t r iu n f a n t e

El primer estadio de la glotofagia era, de algún modo, vertical: en él


la diferenciación lingüística se manifestaba fundamentalmente en tér­
minos de clases sociales, por cuanto el retroceso de la lengua domina­
da comenzaba en la corte, la nobleza local, la burguesía y, en menor
medida, el personal doméstico y algunos comerciantes. Así, la lengua
dominante es empleada por quienes, en esa misma jurisdicción, es­
tán cerca del poder colonial o lo representan, y por quienes trabajan
para él (domésticos, comerciantes; pero también, en las regiones de
tradición escrita, como las de territorio francés, escritores, poetas y
otros).
El segundo estadio es más bien “horizontal”, en el sentido de que
la diferenciación lingüística habrá de establecerse no sólo según la
escala de clases, cal como acabamos de ver, sino también según una escala
geográfica: ciudad contra campo. Ese cambio de dirección en la ex­
pansión de la lengua dominante va acompañado por un cambio
superestructura! de importancia: lencamente, y según los casos, se
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 91
pasa del bilingüismo al monolingüismo, o del monolingüismo al bi­
lingüismo. De ese modo, las clases superiores que habían adquirido
la lengua dominante (bilingüismo) tienden a abandonar la lengua
dominada (pasaje a un nuevo monolingüismo); mientras que las cla­
ses inferiores de las ciudades, que no hablaban otra lengua que la
dominada (monolingüismo) tienden a adquirir la lengua dominante
(monolingüismo). En pocas palabras, si en el tratamiento del primer
estadio notamos que había una clase bilingüe en posesión del poder,
en el segundo estadio tenemos una clase hegemónica monolingüe,
un pueblo urbano bilingüe y un pueblo campesino monolingüe, lo
cual da forma a una nueva superestructura lingüística.
La conjunción de estos dos fenómenos (diferenciación ciudad-cam­
po y diferenciación social) ya había sido notada por Antoine Meillet
a propósito de la expansión del latín en Galia:
Si bien, por ejem plo, hacia el sij^lo iv en Galia las clases dirigentes, los
habitantes de las ciudades indudablemente no hablaban otra lengua más
que latín, hay buenos motivos para creer que en el cam po el galo no
había desaparecido de todas parles.'1

Y más adelante, al volver a tratar ese problema, insistía con razón en


las raíces económicas de esa evolución:
Q ue los elem entos dirigentes de la nación gala, reconociendo la superio­
ridad de la civilización romana y deseando conservar su propia situación
de dom inio, hayan adquirido velozmente conocim iento del latín 110 im ­
pidió que en algunas regiones rurales junto al latín subsistieran, sin duda
durante varios siglos, las hablas galas. D e ello resulta que durante esos
siglos muchas personas hayan cultivado a la vez el latín y el galo. Por
ende, durante largos años hubo individuos bilingües en el antiguo dom i­
nio galo, pues, por una parte, los elementos dirigentes debieron conser­
var algunas nociones de galo para hacerse entender por las personas que

31 Anronie Meillet, “Le sens linguistique de l’unité latine”, Linguistique historique


et linguistique générale, o/>. cit., 1. 1, p. 314.
92 PROBLEMAS GENERALES
habían guardado fidelidad a la antigua costumbre y, a la inversa, mucha
gente del pueblo debió adquirir rápidamente algunas nociones de latín
de entre los elem entos dirigentes. A falca de datos exactos, nos guarda­
mos de insistir acerca de estos hechos.32

La prudencia que exhibe aquí el autor 110 debe ocultarnos la im­


portante circunstancia de que el proceso descrito por él para el caso
específico de la expansión del latín se encuentra, en determinado
momento de la evolución, en todos los casos de glotofagia. Pero, si
bien el basamento económico y político de esa evolución es primor­
dial, la evolución por sí misma se ve ampliamente favorecida por
factores más contingentes: legislación acerca de la administración,
tribunales, escuela y, en nuestros días, prensa escrita, radio y televi­
sión secundan las relaciones de fuerza y facilitan la reproducción de
la superestructura lingüística.
Encontramos un ejemplo —entre otros—de este esquema en Gales.
Más arriba hemos visto que allí la modalidad romana tic implantarse
en lo militar y lo lingüístico había sido relativamente débil. De he­
cho, el gales nunca había sido seriamente amenazado por el latín; sí
habrá de enfrentar, más tarde, al inglés. Al principio, el invasor inglés
en apariencia quiere respetar la lengua galesa: el estatuto de Rhuddlan,
promulgado en marzo de 1284 por Eduardo I, no tiene nada de
glotófago; y A. Le Calvez resalta que “las costumbres y tradiciones
galesas eran respetadas. En consecuencia, el galés sigue siendo la len­
gua de los uchelwyr (nobles) y del pueblo. En 1284, el país de Gales
tan sólo pierde su independencia política”. *3 Recién en 1536, cuando
el país de Gales entra en el sistema administrativo y judicial inglés, la
situación comienza a evolucionar. A partir de ese momento, la justi­
cia se imparte en inglés, los textos oficiales se redactan en esa lengua,
y a veces en latín; se impone el sistema del invasor, incluso cuando
ese invasor acaba de librarse de la lengua francesa: apenas salido de
32 Antonio Meillct, “Sur les effets des changcments de Litigues”, Linguistique
historique et linguistiquegénerale, op. cit., t. 11, p. 105.
33 Armand Le Calvez, op. cit., p. 26.
KL PROCESO COLONIAL, A NIVEL LINGÜÍSTICO 93

una dominación lingüística en cuyo transcurso hubo de sufrir, impo­


ne una nueva dominación lingüística a sus vecinos (al respecto, véase
el capítulo vm). Entonces las cosas avanzan muy rápido: escuela, ma­
trimonios mixtos e intereses económicos siguen las reglas del ingles; y
el pueblo empieza a sentir fuertemente la alienación clásica de esas
situaciones: tiende a considerar su lengua como una sublengua. Así, a
fines del siglo xvi Gruffydd Robert observa: “Hallaréis personas que,
ni bien ven Severn o los campanarios de Shrewsbury y oyen a un
inglés decir una vez ‘good morrow’, olvidan su galés y lo hablan muy
mal. Su galés está anglizado y su inglés (¡Dios lo sabe!) demasiado
celtizado. Eso se debe ya a la necedad, ya al orgullo más descarado o
a la vanidad. En efecto, jamás se tiene por bueno y virtuoso a quien
reniega de su padre, madre, país o lengua”. Y el poeta Rhisiart Phylip
se queja:
Tu es mam ut froide et décharnée, salís ressource el mcpriséc.
Et tes eníants oisils baissant le con
Se niettent a parler la langue des Anglais
Et íi toublier — qucllc mauvaise acción!
Et ik t’abandonner a ta misérc.
Existc-t-il dans ta famille
Q uelqu’un qui re con naise encore?

[Te hallas m uy fría y mustia, inerme y despreciada.


Y, bajando la voz, cus hijos ociosos
Se dan a hablar la lengua de los ingleses
Y a olvidarte —¡qué bajeza!—
Y a librarte a cu desdicha.
¿Hay en tu familia
Q uien aún te conozca?]3''

Así, el retroceso del galés parece obligado en esr época de domina­


ción inglesa, y la lengua dominada no será salvada más que por la

w Citado por Annand Le Calvez, u¡>. cit., pp. 37-38.


94 PROBLEMAS GENERALES
religión. Efectivamente, los avances de la reforma, frente al catolicis­
mo (en 1603, en Gales se cuenta 200 mil anglicanos y 808 católicos)
están directamente vinculados a la traducción al galés del Nuevo Tes­
tamento (en 1567) y de la Biblia (en 1588). En este punto, hay que
cuidarse de una falsa interpretación de esas traducciones. Por ejem­
plo, resulta difícil seguir a Yves Person cuando escribe:
C on todo, el fanatismo lingüístico, esto es, la voluntad de im poner su
lengua a expensas de las otras, no fue constante en la historia británica.
D e hecho, no aparece hasta el siglo XVlll. En el xvi, los Tudor, de origen
galés, integran el país de Gales a Inglaterra desde el punto de vista legal,
pero adoptan el nombre de Gran Bretaña para señalar que no estriba en
una anexión unilateral. C om o son tiem pos de la Reforma, el Estado li-
nancia la traducción de la Biblia al galés, hecho que tendrá un rol cultu­
ral decisivo. Veremos que en Francia hacia esa misma época, con el edicto
de Villers-Cotteréts, Francisco 1 proclamaba la doctrina de genocidio
cultural.35

De hecho, esa ayuda prestada a la traducción al galés de las Escrituras


no impide para nada que el Estado inglés promueva un genocidio
cultural igualmente eficaz que el francés. En esto se tiene la impre­
sión de que Yves Person, con una intención completamente natura!
de condenar la glotofagia francesa, intenta contraponerle un libera­
lismo inglés que no es más que superficial. Efectivamente, durante
los dos siglos que siguieron, frente a la escuela inglesa impuesta, tan
sólo las escuelas religiosas promoverán el galés, la mayor parte de las
veces utilizando como libro de base las traducciones de las Escrituras.
Ese es el caso de las escuelas fundadas por la Society for the Promotion
ol Christian Knowledge en el norte de Gales; también el de las escue­
las itinerantes fundadas por Griffith Jones; más tarde, el de las escuelas
dominicales (Yrysgol, sul) que aparecen a partir de 1781. Pese a todo
eso, el inglés se impone en las ciudades y el galés retrocede: en el siglo
-,'i Yves Person, "Imperialismo linguistique et colonialismo”, en: Ar Falz, núm. 1,
1973, p. 23.
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL. LINGÜÍSTICO 95
xix Gales será un país ampliamente bilingüe, cuyas “elites” no hablan
otra lengua que el inglés.
Sin embargo, esas reacciones son importantes pues echan luz so­
bre uno de los principales factores de resistencia a la glotofagia: la-
religión. Es un hecho general; se sabe que todas las religiones decidie­
ron que perdurase una lengua que conservaron contra viento y ma­
rea. Es el caso del sánscrito para el bramanismo, del latín para el
catolicismo, del hebreo para la religión judía, etc. Pero la Reforma
tiene como peculiaridad que, al contrario de todas esas religiones,
siempre empleó la lengua hablada por el pueblo, no una lengua muerta
o en trance de serlo. Así, la traducción al alemán de la Biblia tuvo 1111
rol no desdeñable en la historia lingüística y política de los estados
alemanes; lo mismo ocurre, tal como acabamos de ver, en Gales. La
religión puede, por tanto, salvar una lengua; pero su intervención es
ambigua, pues al mismo tiempo restringe esa lengua a ciertos secto­
res, precisamente aquellos que deja para ella la lengua dominante.
Ese hecho es flagrante en el caso de Gales. Allí, frente al inglés-lengua
oficial de la administración y de la escuela- entre los siglos xvi y xix el
galés seguirá siendo la lengua de las escuelas paralelas; pero es algo
bastante generalizado. Por ejemplo, Mostefa Lacheraf señala que en
Argelia "entre el pueblo se decretó que la lengua francesa era Litigue
d'ici-bas, en oposición al árabe, que se volvía lengua del mérito espiri­
tual en la otra vida"v' y esa “salvaguarda” de una lengua puede trans­
formarse entonces en otra forma de sepultarla. La lengua dominante
(en este caso el francés) ocupa el ámbito profano, es decir, todo lo
referente a la vida cotidiana, la administración, la justicia, las técni­
cas, la política, los estudios, etc., mientras que se empuja la lengua domi­
nada (el árabe) hacia el ámbito sagrado. Así la oposición lengua do­
minada/lengua dominante se ve convertida en oposición entre anti­
guo y nuevo: la lengua dominada es más o menos obligada a asumirse
como lengua confesional, retrógrada; al menos, ésa es la imagen que
los rnass media le devuelven de ella. En territorio francés se produjo

36 Mostefa Lacheraf, IJAlgéric: natiun et société, París, Maspéro, 1965, p. 324.


% PROBLEMAS GENERALES
un fenómeno similar con el bretón, presentado por la Tercera Repú­
blica laica y glotófaga como la lengua de los curas (véase el capítulo
vil). Esa organización de la diglosia, que también forma parte de la
superestructura lingüística, lleva de manera embrionaria la desapari­
ción en cierto plazo de la lengua dominada, que sólo se podrá evitar
con una conmoción política: la lengua así “salvaguardada” no tiene
fuerza ni dinamismo suficiente para volver a flote; a lo sumo puede
demorar su agonía. Y eso, tanto como las condiciones sociales, eco­
nómicas, políticas, la confinan al sector de “lo viejo”.
Así, esa expansión horizontal de la lengua dominante prácticamente
carece de freno, en tanto perduren las condiciones económicas y po­
líticas que le dieron origen. Las ciudades adquieren muy pronto el
uso de la lengua exclusiva, sólo las zonas campesinas siguen siendo
monolingües. Ese estadio de la glotofagia es prácticamente el que
conocemos actualmente en la mayor parte de las antiguas colonias
del exterior, tanto como cu las del interior. El caso de Occitania es, en
lo que hace a estas últimas, característico. Jules Ronjat daba la cifra de
diez millones para la cantidad de hablantes de occitano,37 y Robert
Lafont intenta un cálculo estimativo más preciso, que arroja como
resultado:
— de uno a dos millones de hablantes “a tiempo completo”, bilin­
gües, pero que no utilizan el francés más que fuera de la familia
o de la aldea;
- seis millones de hablantes parciales, que comprenden y hablan
el occitano, pero no lo utilizan más que ocasionalmente.
Eso llega a equivaler a entre siete y ocho millones de hablantes de
occitano en una población de alrededor de doce millones.38 Pero, una

37 J. Ronjat, Grammaire bistorique des parlers prnvertfuux moderna., 4 vol.,


Montpellier, 1930-1941.
38 Roben Lafont, Clefi poiir l ’Occitanie, París, Seghers, 1971, |>. 57.
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 97
vez más, la distribución de esos grupos es a un tiempo geográfica y
social.
Si hacemos abstracción del reciente movimiento de la juventud
hacia su lengua (las cifras de aspirantes al bachillerato que eligen la
opción “occitano” aumenta año a año, como por otra parte sucede
con la opción “bretón”; los cursos de occitano se multiplican en cole­
gios, liceos, universidades...), movimiento que se produce sobre todo
en las ciudades y en las universidades, los ocho millones de hablantes
de occitanos se hallan sobre todo en zonas rurales. La ciudad cedió
hace ya largo tiempo ante los zarpazos de la lengua francesa. Con
ello, una vez más, la superestructura se cimenta sobre el mismo mo­
delo que la organización económica y social: que el campo esté su­
bordinado a la ciudad es en principio un hecho económico y social;
pero las relaciones lingüísticas redoblan, intensifican esas relaciones
sociales. La modificación de esas relaciones lingüísticas presupone
además una modificación de las relaciones económicas y sociales. En
tiempos no muy lejanos, en que los aldeanos occitanos no hablaban
francés, se veían llevados a aprender esa segunda lengua cuando su
situación los impulsaba a migrar a la ciudad. De allí en más es normal
que eso ocurra en las ciudades, donde la lengua dominada cede terreno
antes; es normal que Burdeos o Marsella, por ejemplo, sean enclaves
francófonos en territorio occitano; es normal que, en pocos años, el
bretón haya prácticamente desaparecido de Saint-Brieuc (de vez en
cuando se lo oye todavía en los obradores, esto es, adonde van a tra­
bajar los paisanos de lengua bretona que dejaron su tierra); es normal
que retroceda en Lannion pero se mantenga en el campo, en las fin­
cas aisladas.
Así, esa organización de lo que llamo segundo estadio (tendencia al
bilingüismo en las ciudades, monolingüismo en las zonas rurales) se vuelve
a encontrar en la mayor parte de las situaciones que conocemos hoy, es
decir, aquellas en cuyo interior el proceso de glotofagia no llegó a tér­
mino. En otro capítulo veremos que por lo general ésa es la situación de
la que hoy se gusta llamar “África francófona”. En todos los casos, se
asocia la lengua dominante con las formas más “modernas” de economía
98 PROBLEMAS GENERALES
(es decir, simultáneamente, con las formas más eficaces de explotación
capitalista del hombre por el hombre) y la lengua dominada con las for­
mas “arcaicas” de producción (las más cercanas a la tradición local). Y, en
consecuencia, uno detecta tres pares opositivos isomorfos:
Industria, comercio - agricultura
Ciudad - campo
Lengua dom inante - lengua dominada

Dicho paralelismo se pone de manifiesto, además, en un cuarto ni­


vel, el de la denominación, ya que el par lengua-dialecto, considera­
do por nosotros en el capítulo anterior, intersecta esos tres pares. El
aldeano arraigado a su tierra habla el “dialecto”, el habitante de la
ciudad habla una “lengua”; y esa homogeneidad se encuentra tam­
bién en los apelativos cargados de desprecio que se suelen usar para
designar la lengua dominada (por definición: la que uno no entien­
de) y a quienes la hablan. Esas designaciones suelen ser préstamos de
esas mismas lenguas dominadas; desde el jargon de los enciclopedistas,
en el campo se usa un chambia o un baragouin (charabia: hasta fin del
siglo xix era, para la burguesía parisiense, el modo de llamar al occitano
hablado en Auvernia; baragouin: de dos términos bretones, bara, “pan”,
y gtoin, “vino”) que son hablados por piones' o pacoulins (señalemos
que en francés el mismo término paysan [“aldeano”, “campesino”] es
a veces una denominación despreciativa).

L as FUERZAS DE RESISTENCIA CONTRA L.A GLOTOFAGIA

La dinámica implicada en los dos estadios anteriores nos lleva con


toda naturalidad a un tercer estadio, el de la glotofagia consumada, la
muerte de la lengua dominada, definitivamente digerida por la len-
' Al parecer, proveniente de apócopes de nombres de distritos bretones, lo d o este
tipo ile apelativos se usa para tachar a alguien de “rústico”, "mal entrazado”, “igno­
rante de las normas de urbanidad”. [N. deT.]
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 99

gua dominante. De hecho, el proceso nunca culmina en ese úlrimo


estadio, y cuando pese a todo eso sucede, no quedan más que algunos
rastros arqueológicos de la lengua desaparecida, asunto que tratare­
mos en el próximo capítulo. Los ejemplos de completa digestión de
una lengua (y, por ende, de una civilización) que podamos describir
de modo exhaustivo son, entonces, relativamente escasos. Y no por­
que el hecho en sí haya sido infrecuente durante la historia, sino
porque lógicamente conservamos pocas evidencias de él. En el caso
contrario, la mayor parte de las veces obtuvimos datos en las crónicas
del invasor. Así sabemos, por supuesto, que en Galia el latín ocupó el
lugar del galo (después de arrinconarlo en las campiñas, como acaba­
mos de ver) porque el invasor romano nos dejó numerosos testimo­
nios escritos. Pero en gran cantidad de situaciones anteriores, con­
temporáneas o posteriores, nos vemos reducidos a conjeturas y a la
búsqueda de pruebas arqueológicas, a la glotocronología, etc. lis difí­
cil, por ejemplo, volver a trazar las relaciones de fuerza (y, por consi­
guiente, las relaciones lingüísticas) que conformaron la historia de
África occidental: la falta de documentos se hace sentir fuertemente
y, en el estado actual de las investigaciones, la arqueología es de poca
ayuda. Probablemente, entre el siglo x y el xiv de nuestra era, en el
territorio aproximadamente constituido por el sur de la actual repú­
blica de Malí, una parte de Mauritania, Senegal y Guinea hayan co­
existido dos bloques lingüísticos: uno de lengua saralcolé alrededor
de Kumbi, capital del imperio de Ghana, y otro de lengua malinke
alrededor de Niani, supuesta capital del imperio de Malí. Finalmen­
te, el imperio de Ghana fue derrotado (en la batalla de Kirina) por los
ejércitos del emperador malinke Sunjata; pero sobre ello sólo tene­
mos el testimonio de la tradición oral y de las crónicas escritas en
árabe durante una época posterior en Tombuctú. Sin duda, en la fron­
tera fluctuante que dividía esos dos imperios, las lenguas sarakolé y
malinke se encontraron contrapuestas y, tras la victoria de Sunjata y
durante la lenta disgregación del imperio de Ghana, el malinke debió
hallarse en situación de lengua dominante. Acaso incluso la lengua
actualmente hablada en la región de Kayes, en la frontera entre Senegal
100 PROBLEMAS GENERALES
y Malí, sea producto de esas relaciones lingüísticas (al menos ciertos
argumentos fonológicos que sería ocioso citar aquí juegan a favor de
esa hipótesis). Pero nada podemos afirmar en nuestros días, y perma­
necemos (rente al retroceso histórico de la lengua sarakolé sin poder
reconstruir sus etapas.
Sin considerar las dificultades al describir esos fenómenos, es im­
portante destacar que presenté el proceso glotófago segmentado en tres
estadios por afán de simplicidad; en realidad, se trata de un fenómeno
continuo, sin umbrales cuantitativos: los umbrales que intenté señalar
son más bien cualitativos. La lengua dominante se impone según un
esquema que pasa por las clases dirigentes, luego por la población de las
ciudades y finalmente por las del campo, puesto que el proceso va
acompañado de sucesivos bilingüismos, en los sitios donde la lengua
dominada resiste. Pero la desaparición de una lengua (la glotofagia con­
sumada) o su contrario dependen de numerosos factores no lingüísticos,
en especial de las posibilidades de resistencia del pueblo que habla esa
lengua. El latín 110 suplantó al galo porque fuera lingüísticamente “su­
perior” (los capítulos anteriores demostraron lo suficiente que 110 había
lenguas superiores, sino discursos ideológicos que intentaban apunta­
lar esa pretendida superioridad). Lo suplantó porque en un primer
momento los ejércitos romanos eran militarmente superiores a los ga­
los, y porque en un segundo momento el Estado romano pudo hacerse
cargo de una larga ocupación militar de la Galia, intensificada por una
colonización racional en que todo se efectuaba para asegurar el triunfo
de una forma de civilización: a fin de cuentas, la lengua gala no fue
víctima del latín, fue víctima del imperialismo romano, del mismo modo
que el bretón y el occitano 110 fueron gravemente alcanzados por el
francés, sino por el centralismo económico y político francés, es decir,
por una forma de colonización interior.
La descripción del proceso de glotofagia está necesariamente ligada
a la de las fuerzas de resistencia a la glotofagia: de la relación entre éstas
y aquéllas depende el resultado del combate. Ya hemos visto algunas de
esas fuerzas de resistencia, en especial la constituida por la religión en
todas las situaciones en que está vinculada a una lengua. Pero el resulta­
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 101
do más firme de esa resistencia estriba en la conciencia nacional del
pueblo oprimido, que eventualmente hará que este último se alce con­
tra el opresor. Puesto que, tal como no hay clase “para sí” (en oposición
a la clase “en sí”) sin conciencia de clase, no hay nación “para sí” sin
conciencia nacional, pues, esta última está ligada a toda lucha de libe­
ración. Con gran frecuencia el combate de un pueblo contra la opre­
sión externa constituye, entonces, la principal fuerza de resistencia contra
la glotofagia. Eso motiva, por ejemplo, que el francés, disponiendo
de la importante asistencia del aparato de Estado, verdadera aplanado­
ra o maquinaria de destrucción de culturas, nunca se haya impuesto
verdaderamente en Argelia a lo largo de ciento treinta años de colonia­
lismo. Tenía líente a sí una lengua reforzada por su rol religioso, el
árabe (y, desde esa perspectiva, la lengua es en cierto modo el partisano
de la causa del pueblo: en ella uno está a salvo de la lengua dominante;
en ella, uno lucha contra la otra), y también una lengua apartada en las
montañas donde vivía el pueblo que la habla, el bereber, desde luego,
pero sobre todo un pueblo que se niega a ser oprimido y que finalmen­
te tomará las armas contra la presencia política y económica francesa.
También es, a la inversa, el motivo por el cual el hebreo se impuso en
Israel en veinte años, el toscano en Italia en un siglo; en ambos casos
había una conciencia nacional, una voluntad de unidad que hallaba,
entre otras, una traducción lingüística. La relación entre esas dos cifras
es importante: veinte años para hacer del hebreo, lengua que todos los
diccionarios de la preguerra incluían dentro de la categoría de las len­
guas muertas, la lengua de Israel; imposibilidad, durante siglo y medio
de colonización, de imponer el francés en Argelia. Importante, pues
entre ambos ejemplos median la voluntad y el combate populares, que
inclinan la balanza en uno u otro sentido. El hebreo estaba del lado del
pueblo; el francés estaba con el opresor.
Pero existe un freno para esa posibilidad de resistencia a la glotofagia:
el plurilingüismo local, ante todo un plurilingüismo objetivo, pero tam­
bién suscitado por el colonizador. Así, es irrefutable que la dialectaliza-
ción del bretón -dividido, en un primer momento, en cuatro dialec­
tos: vannetais [de Vannes], cornouailles, ¿con, trégor- no facilita la resis­
102 PROBLEMAS GENERALES
tencia contra la lengua francesa. Los tres últimos dialectos tienen una
relativa proximidad (por lo demás, se los unificó, en la grafía, con el
nombre de KLT); el vannetais esiá separado de ellos por una diferencia
de acento tónico que modificó la evolución fonética de los morfemas.
El imperialismo lingüístico francés propició, por supuesto, esa dialec-
talización, en especial negándose a alfabetizar al pueblo en su lengua;
pero ya existía originariamente, y por eso considero un hecho objetivo
ese plurilingüismo: la diferenciación lingüística en el seno de un mis­
mo pueblo preexistía a la empresa colonial. Pero la colonización mu­
chas veces creó pieza por pieza situaciones plurilingües, con la simple
maniobra de recortar zonas con fronteras. Como se sabe, las actuales
repúblicas africanas vieron su territorio delimitado por Francia; tam­
bién se sabe que las lenguas de gran extensión (peul, hausa, bambara)
abarcan gran cantidad de países pero 110 pueden ser la lengua nacional
de ninguno, pues en cada uno de ellos coexisten entre sí y con muchas
otras lenguas. Con ello, la situación resultante, un plurilingüismo inex­
tricable, es funcional a la glotofagia, incluso después de la teórica des­
colonización; la francofonía, hoy punta de lanza del neocolonialismo,
necesita esas divisiones arbitrarias para reinar; pero otro capítulo desa­
rrollará ese problema.
Lo que importa retener aquí es la indudable posibilidad de descri­
bir el fenómeno colonial conforme ai sucesivo avance en el terreno de
la glotofagia, pero que esa glotofagia nunca es un fenómeno aislado.
Por ejemplo, es imposible aceptar descripciones tan vagas, tan etéreas
como la siguiente:
Sin insistir en los detalles, lim itém onos a mencionar que en otros sitios se
desarrollaron historias paralelas a la de Francia y a la del francés, du suerte
que por últim o el latín escrito se vio continuado por una serie de lenguas
nacionales que, a su vez, se volvieron lenguas literarias y, cada una en su
territorio, lim itaron los otros lenguajes a estado de patois o pequeñas len­
guas regionales.w

y>Marccl Cohén, Histoire d ’une langue: lefrartfais, París, EditionsSociales, 1967,


P- 51.
EL PROCESO COLONIAL A NIVEL LINGÜÍSTICO 103
El autor, que se proclama marxista, cae aquí en el idealismo clási­
co: no hay que describir la realidad por intermedio de su sombra.
Cae en el desprecio imperial por las culturas dominadas: ¿qué debe­
mos entender, en su texto, cuando se refiere a “pequeñas lenguas”?
Lenguas habladas por pocas personas; al menos la expresión adquiere
ese sentido en otro de sus libros40 a propósito del bretón. Pero ¿acaso
el derecho a vivir de una lengua se mide en función de la cantidad de
hablantes que ella tenga? Además, si hubiera que seguir esa vía, se
podría rotular como pequeña lengua al danés al compararlo con el
francés, o al francés, comparado con el español, y así sucesivamente.
En la práctica, hay tres componentes que dan sustento a ese proce­
so de glotofagia que hemos intentado describir.
— Componente económico. A partir de la aceptación del concepto
de superestructura lingüística que desarrollé más arriba, hay
que buscar el origen de los conflictos lingüísticos en los con­
flictos económicos y sociales, en el modo de producción, en
suma, en el colonialismo como fenómeno económico y políti­
co. Desde esa perspectiva, podemos afirmar que cualquier co­
lonización lleva en germen la glotofagia, y que la interrupción
del proceso glotófago pasa por una descolonización efectiva (lo
cual bajo ningún concepto quiere decir que, en el mismo trans­
curso de la colonización, las luchas en el campo cultural estén
desprovistas de eficacia).
— Componente jurídico (aquí, “jurídico” se toma en sentido am­
plio). De hecho, como toda situación impuesta por la fuerza a
cargo de un aparato de Estado, el colonialismo implica a la vez
la emanación de su legalización y de sus modos de reproduc­
ción. En este caso consisre en el importante rol cumplido por
el aparato jurídico en sentido estricto (véase, más arriba, el ejem-

40 Marcel Cohén, Matiriauxpour une sociologie du langage, París, Maspéro, 1971,


r. l, p. 95 [trad. esp.: Manual para una sociología del lenguaje, Madrid, Fundamento,
1974],
PROBLEMAS GENERALES
pío de Argelia). En teoría ese componente jurídico es necesa­
rio, esperado, y prácticamente una importante ayuda en el pro­
ceso de glotofagia, pero no es la última instancia en que se re­
solverían todos los conflictos, no es primordial. Eso implica,
una vez más, que los combates por la descolonización lingüísti­
ca pasan por la colonización propiamente dicha, y que es iluso­
rio desear entablar combate por la derogación o la reforma de
una ley, por la reglamentación de la escuela.
Componente ideológico. Es el fenómeno que, tanto en la misma
tendencia como a contrapelo del colonialismo, intenta justifi­
carlo. Vimos en los dos capítulos anteriores cuáles eran sus dis­
positivos en el pensamiento francés; pero ahora debemos ad­
mitir que las cosas pueden presentarse de modo distinto en
distintos tipos de colonización. Sin llegar a conceder al colo­
nialismo inglés un rótulo de liberalismo lingüístico, hay que
reconocer, no obstante, que los componentes jurídicos y eco­
nómicos son menos salvajes, menos paranoicos que en el colo­
nialismo francés. Hecho que, por supuesto, no mengua el pro­
ceso de glotofagia: en las antiguas colonias inglesas se enseñó
las lenguas locales, y esa práctica facilitó en Tanzania o en Kenya
la adopción de una lengua nacional como el swahili. Pero la
relación entre lengua dominante (el inglés) y lenguas dom ina­
das perduraba, en época de la colonización, y sigue perdurando
hoy: en África “anglófona”, el inglés es una lengua de clase al
igual que el francés en África “francófona”. 1.a glotofagia 110
tiene una nacionalidad favorita. Tampoco sus secuelas.
IV. LAS MARCAS LINGÜÍSTICAS
DE LA COLONIZACIÓN

Vimos en el capítulo anterior que era posible periodizar de manera


bastante laxa el proceso glotófago. La cuestión residía entonces en
describir un fenómeno económico y político (la eliminación de una
comunidad por otra) por medio de una de sus consecuencias o, me­
jor, de una de sus producciones (la glotofagia), mientras ese fenóme­
no se desarrollaba ante nuestros ojos (o, lo que viene a ser lo mismo,
podíamos detectar su desarrollo a través de documentos). En todos
los casos, más allá del devenir del proceso iniciado, en un determina­
do momento se manifestaba mediante una diglosia que evolucionaba
hacia situaciones muy variadas. En caso de una interrupción del co­
lonialismo, o de ponerse freno a su expansión (descolonización), la ma­
yor parte de las veces la diglosia permanece como elemento de la
superestructura lingüística: hay, entonces, un juego de tensiones en­
tre gran cantidad de lenguas, y nos hallamos en una situación muy
cercana al primero (colonialismo naciente) o al segundo (colonialis­
mo triunfante) de los estadios anteriormente descritos. En el caso del
colonialismo consumado, de glotofagia llevada a término, la lengua
dominada fue digerida por la lengua dominante; nuevamente nos
hallamos en una situación unilingiie. Sin duda, ese unilingüismo es
producto de una guerra entre lenguas previa.
Ahora bien, esa diglosia y su trayectoria aportan otra perspectiva
para estudiar el colonialismo en el campo lingüístico. Es productora
de cambios lingüísticos (interferencias, préstamos) al tiempo que pro­
ducto de una historia y de las relaciones de fuerza que mueven esa
historia, lo cual nos perm itirá leer las marcas lingüísticas de la coloni­
zación, es decir, dar una respuesta a la pregunta: ¿qué marcas dejó la
diglosia surgida del proceso glotofágico? Ya veremos que esas marcas son
105
106 PROBLEMAS GENERALES
de distintos tipos. Para empezar, es preciso que distingamos entre
marcas de tipo arqueológico y de tipo superestructural. Por ejemplo, es
posible mostrar en un estado de lengua la marca de una glotofagia o
un enfrentamiento antiguos, aun cuando uno de los dos términos
enfrentados ha desaparecido, ya sea porque se lo confinó o poique se
lo digirió: es una actitud de tipo arqueológico, que intenta reponer la
historia o ciertas percepciones acerca de la historia mediante el estu­
dio de fragmentos -en este caso fragmentos lingüísticos—del mismo
modo como la arqueología reconstruye un estilo de vida mediante el
estudio y la recomposición de fragmentos de artesanías o de obras
arquitectónicas. Es lo que intentaremos mostrar, con los recursos apor­
tados por la lexicografía y la toponimia. Pero, desde ese punto de
vista, lo intrínseco de la diglosia y las diversas formas que puede to­
mar nos conciernen en idéntica medida, pues también es posible
mostrar, en condiciones de plurilingüismo, el resultado del colonia­
lismo o, de modo más general, el de una relación fundada sobre la
violencia: entonces la descripción de una superestructura lingüística,
en el sentido en que definí ese concepto, nos permitirá detectar las
marcas de un antiguo colonialismo. El caso más elocuente es sin duda
el de los créoles, que estudiaremos más adelante.
Como se puede percibir, esta actitud se diferencia fundamental­
mente de la adoptada en el capítulo anterior, por cuanto es sincróni­
ca, mientras que la primera era diacrónica. Aquélla no era menos
descriptiva: realizaba una suerte de sobrevuelo de la historia, se ubi­
caba en un punco de observación privilegiado que nos permitía abar­
car una sucesión de hechos. Esta última será, por el contrario, heurís­
tica, y tomará como punto de partida la opacidad de los hechos, con
el propósito de recuperar una huella de la historia.
LAS MARCAS LINGÜÍSTICAS DF. LA COLONIZACIÓN 107
El s is t e m a d e p r é s t a m o

No faltan definiciones de préstamo lingüístico; incluso se tiene la


sensación de que todos los lingüistas propusieron una y se ocuparon
en alguna oportunidad de esa peculiar forma de intercambio que de
préstamo sólo tiene el nombre, pues en ese asunto no habría capaci­
dad alguna de encarar una devolución. Así, para dos diccionarios de
lingüística recientes:
Hay préstamo lingüístico cuando una variedad de lengua’ A utiliza y
termina integrando una unidad o rasgo lingüístico que anteriormente
existía en una variedad de lengua B y que A no poseía; la unidad o el
rasgo que se toman prestados son denom inados, también, préstamos. El
préstamo es el fenóm eno sociolingüíscico más importante en todos los
contactos entre lenguas [...]. Está necesariamente ligado al prestigio del
que goza una lengua o el pueblo que la habla (acción mejorativa), o bien
al desprecio con que se trata al uno o a la otra (acción peyorativa).'

Hay préstamos i b fue acunado conscientem ente según el m odelo brindado


por a, que alguien se ocupó de exhumar de un estado de lengua anterior
[...]. En cambio, hay herencia cuando el pasaje de a a b es inconsciente.2"

De allí surge que el préstamo consiste en un desplazamiento de uni­


dad o de rasgo de una lengua a otra, ya sea que esas lenguas sean
contemporáneas (préstamo al francés del inglés: breakfnst, que es el
caso que nos ocupará aquí) o que una de ellas haya surgido de la otra
(el francés hdpital es un préstamo del latín hospitale; pero hotel es una
herencia de hospitale). Pese a todo, la suerte de unidades aisladas como

* Se utilizó variedad de lengua para “trasladar” /’iarlery con ello no se hace alusión
alguna a los escritos de Labov. (N. deT.J
1Dictionnaire de linguistique, op. eit., p. 188.
1 Oswald Ducrot y Tzvetan Todorov, op. eit., p. 20
** ay b son “palabras”; el fragmento corresponde a la entrada Nacimiento déla lingüis­
tica histórica: puede consultarse en pp. 21 y ss. de la trad. esp. ya citada. [N. de'f.]
108 PROBLEMAS GENERALES
las que acabamos de mencionar no captará nuestra atención más allá
de lo esperable: lo que verdaderamente parece interesante para el es­
tudio —sobre ello basaremos nuestro abordaje- es el sistema global de
préstamos, los que se hacen recíprocamente dos lenguas, tomados
como reflejo de las relaciones que han sostenido las comunidades que
hablaban dichas lenguas. La primera de esas dos definiciones citadas
más arriba insiste, al respecto, en la importancia sociolingiiística del
préstamo; pero en la frase siguiente pone al préstamo en relación con
el prestigio de una lengua (lo motivaría la predilección por una len­
gua de prestigio). Eso causa un problema, pues cuesta discernir de
qué modo dar una definición de una lengua de prestigio desde la
lingüística. A esto se suma que, si por lengua de prestigio debe enten­
derse una lengua que posee un prestigio mayor que la lengua-meta, la
proposición es ostensiblemente falsa: ¿puede afirmarse seriamente que
cuando los españoles toman de los aztecas las palabras que derivaron
en chocolate y tomate la lengua azteca gana, entre los contemporá­
neos, un prestigio mayor al del español? Y más aún: cualquier otra
definición de prestigio, ya sea cultural, política o religiosa, necesaria­
mente hará intervenir consideraciones sociales y políticas, históricas.
Una lengua de prestigio no puede ser otra cosa que la lengua de un
grupo que, en virtud de alguna prerrogativa, se aseguró cierto prestigio;
es decir, se lo impuso ante los demás. De allí en más, hallamos—mucho
o poco- la problemática que nos interesa, y nos resulta posible inte­
grar el préstamo en nuestra descripción de la glotofagia. Pero, una
vez más, la taxonomía lingüística es sorprendentemente imprecisa; ya
la definición de préstamo llamativamente hace abstracción de sus
condiciones históricas de producción.
Esa perspectiva sólo fue adoptada en escasas oportunidades. Cuando
el lingüista Séerba estudia las relaciones entre alemán y suabo,3 cuan­
do Uriel Weinreich estudia las relaciones entre romanche y alemánico4
3 M. áierba, “Sur la notion de mdange de langues”, Recueil'japhitique, iv, 1926.
4 Uriel Weinreich, Languages in Contacc, La Haya, Mounteco, 1968 [trad. esp.:
Lenguas en contacto, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1974],
LAS MARCAS LINGÜÍSTICAS DE LA COLONIZACIÓN 109

hablan de interferencias, sin preocuparse más de la cuenta por el esta­


tuto de los hablantes de una y otra lengua. Y Louis Deroy, quien
dedicó al préstamo una voluminosa tesis,5 no concede más que dos
páginas (sobre más de cuatrocientas) a lo que denomina, entre las
causas del préstamo, “sumisión lingüística forzada de toda una na­
ción”.6 Además, destina una de esas páginas a citar a un autor
quebequés... Una vez más debemos remontarnos a Antoine Meillet
para encontrar un sesgo sociológico o sociolingüístico en el enfoque
de los contactos entre lenguas. En un artículo dedicado al bilingüis­
mo en Francia entre lingua Romana y variedades germánicas de los
conquistadores, su interés se centra, desde luego, en la acción de in­
terferencia del germánico sobre el francés; la interrogación mediante
inversión (vient-il?, a partir del modelo dado por kommt er¡)\ el em­
pleo de ciertos lexemas como pronombres (hornme, que deriva en on,
a partir del modelo de man-, rem > ríen, tal como nicht), y otros. Pero
los problemas sociológicos no están ausentes de su análisis, aunque
su presencia sea marginal:
Del siglo vi al ¡X el poder político estuvo en manos de los conquistadores
de lengua germánica. Las variedades empleadas por esos conquistadores 110
coincidían; el burgundio difería del franco. Pero en conjunto todas esas varie­
dades se oponían a la lingua romana de los pobladores. L.os reyes y los jefes
que dominaban la región conservaban sus lenguas germánicas; se sabe que la
variedad propia de Carlomagno era germánica. Pero ellos aceptaron desde
época temprana el cristianismo, cuya lengua es el latín.7

Y surge así la idea de que el fenómeno del préstamo se relaciona, por


un lado, con la superestructura lingüística y, por otro, con las relacio­
nes de fuerza. También en este punto es difícil percibir —retomemos
los términos del Dictionnaire de linguistique ya citado- en qué ten­

5 Louis Deroy, L'Emprunt linguistique, París, Les lk'lles Lcttrcs, 1956.


<■Ibid., pp. 169-170.
7 Antoine Meillet, “Sur une période de bilingüismo en France", Linguistique
historique et linguistique genérale, op. cit., t. il, p. 92.
110 PROBLEMAS GENERALES
dría la lingua romana menos prestigio, para este ejemplo, que las va
riedades germánicas de las cuales tomó como préstamos gran canil
dad de palabras; pero, en cambio, no hay obstáculos para compren
der que la población que hablaba esa lingua romana estaba bajo la
ocupación y el dominio de conquistadores de lengua germánica: allí
—no en un “prestigio” idealista- hay que buscar el origen de los prés­
tamos que puedan producirse.
Comienza a aparecer, entonces, la tesis que defenderé e intentaré ilus­
trar aquí. Puede resumirse en una proposición: Los préstamos que se
hacen una a otra dos comunidades lingüísticas dan testimonio de las
relaciones que sostienen o sostuvieron entre sí. Dicha proposición re mili­
ta nto a la cantidad de préstamos y al equilibrio o desequilibrio de esa
cantidad en alguna de las dos lenguas como a los ámbitos semánticos
de los préstamos. Si nos detenemos a considerar los préstamos que se
hacen lenguas como el inglés o el francés, tomamos conciencia de
que existe cierto equilibrio estadístico: poco falta para que el inglés
tenga tantos préstamos del francés como el francés del inglés. A eso se
suma que los ámbitos de los préstamos son relativamente heterogé­
neos, algo disgregados: del vestuario (pnllóver) al comercio (pressing),
sin olvidar el campo de la información (speaker) ni el deporte (único
ámbito en que el francés tomó términos en bloque) en cuanto a los
elementos provenientes del inglés; del ámbito amoroso {affairedecceur)
a la lingüística {patois), con 1111 toque gastronómico (vol-au-vent) para
los préstamos del francés al inglés. De hecho, en los préstamos que se
hacen ambas lenguas 110 parece haber una gran coherencia, sino una
organización cualquiera: los préstamos tienen lugar en desorden, se­
gún el azar de los contactos culturales, de las influencias de una civi­
lización. Es más: el relativo equilibrio económico nos muestra que
ambas lenguas (y por ende ambas comunidades) están “en igualdad”:
110 existe dominación de una sobre la otra.
Si, por el contrario, se toman en consideración los préstamos que
se hicieron el inglés y el francés entre los siglos XI y X l l i , se encuentra
una situación muy distinta. Por una parte, el francés no toma prácti-
LAS MARCAS LINGÜÍSTICAS DE LA COLONIZACIÓN 111
camente ningún préstamo del inglés; mientras que en la otra direc-
ción los préstamos son numerosos. De por sí, ese desequilibrio esta­
dístico da cuenta de una relación de dominio de una comunidad por
parte de la otra; veremos que se la detecta en la mayoría de las situa­
ciones coloniales: el francés casi no toma préstamos del bretón; pero
el bretón está atestado de términos franceses; no hay siquiera una
palabra bambara en francés, pero el bambara tomó muchas del fran­
cés (véase capítulo x); hay m uchos términos suecos o noruegos en
lapón, pero pocos térm inos lapones en sueco o noruego, etc. Por otra
parte, los ámbitos sem ánticos en que mayoritariamente tienen lugar
esos préstamos dan testim onio directo del tipo de relaciones que en
ese entonces eran usuales entre la com unidad francófona y la comu­
nidad anglófona. Fernand Mossé propone al respecto un cuadro te­
mático fijado a p artir del New English Dictionary on Historical
Principies, diccionario que presenta la historia oel léxico inglés desde
1150. De ese m odo se ve que los préstamos tomados del francés abar­
can el léxico de la política (governrnent, parliament, asscmbly, rninister,
sovereign, etc.), de Ja Iglesia (c/erg)', parson, sacramenta communion,
abbey, confession, etc.), del Ejército (army, battle, spy, enerny, soldier,
captain, etc.), de las artes (art,painting, sculpture, colurnn, poetry, prose,
comedy, etc.), de la gastronom ía (dinner, supper, vcel, beefi mutton,
salmón, solé, cream, etc.), del vestuario refinado y las joyas {fashion,
gown, petticoat, jew el, broach, diarnond, etc.), de la caza, de la danza,
entre otros.8 Pero esa acum ulación no es, en cuanto tal, significativa.
Para discernir m ejor su sentido debemos oponerla a su contrario, es
decir, a los ámbitos en que no hay préstamos del francés. Ahora bien,
si los ámbitos de préstam o indicados más arriba se corresponden exac­
tamente con el área de la vida social que tenía lugar en francés (la
propia de la corte y las clases pudientes), no hay términos franceses
en el dominio de la agricultura ni en el del artesanado, por ejemplo.
Y los términos veel, beef, mouton, que designan la carne que se come,

8 Fernand Mossé, Esquissed'une histoire de la langue anglaise, Lyon, IAC, 1947, pp.
67-71.
11!) PROBLEMAS GENERALES
dría la lingua romana menos prestigio, para este ejemplo, que las va­
riedades germánicas de las cuales tomó como préstamos gran canti­
dad de palabras; pero, en cambio, no hay obstáculos para compren­
der que la población que hablaba esa lingua romana estaba bajo la
ocupación y el dominio de conquistadores de lengua germánica: allí
-n o en un “prestigio” idealista—hay que buscar el origen de los prés­
tamos que puedan producirse.
Comienza a aparecer, entonces, la tesis que defenderé e intentaré ilus­
trar aquí. Puede resumirse en una proposición: Los préstamos que se
hacen una a otra dos comunidades lingüísticas dan testimonio de las
relaciones que sostienen o sostuvieron entre sí. Dicha proposición remite
tanto a la cantidad de préstamos y al equilibrio o desequilibrio de esa
cantidad en alguna de las dos lenguas como a los ámbitos semánticos
de los préstamos. Si nos detenemos a considerar los préstamos que se
hacen lenguas como el inglés o el francés, comamos conciencia de
que existe cierto equilibrio estadístico: poco falta para que el inglés
tenga tantos préstamos del francés como el francés del inglés. A eso se
suma que los ámbitos de los préstamos son relativamente heterogé­
neos, algo disgregados: del vestuario (pnllóver) al comercio (pressing),
sin olvidar el campo de la información (.speaker) ni el deporte (único
ámbito en que el francés tomó términos en bloque) en cuanto a los
elementos provenientes del inglés; del ámbito amoroso (ajjairede cceur)
a la lingüística (patois), con un toque gastronómico (vol-au-vent) para
los préstamos del francés al inglés. De hecho, en los préstamos que se
hacen ambas lenguas no parece haber una gran coherencia, sino una
organización cualquiera: los préstamos tienen lugar en desorden, se­
gún el azar de los contactos culturales, de las influencias de una civi­
lización. Es más: el relativo equilibrio económico nos muestra que
ambas lenguas (y por ende ambas comunidades) están “en igualdad”:
no existe dominación de una sobre la otra.
Si, por el contrario, se toman en consideración los préstamos que
se hicieron el inglés y el francés entre los siglos xi y Xlli, se encuentra
una situación muy distinta. Por una parte, el francés no toma prácti-
LAS MARCAS LINGÜÍSTICAS DE I A COLONIZACIÓN 111
camente ningún préstamo del inglés; mientras que en la otra direc­
ción los préstamos son numerosos. De por sí, ese desequilibrio esta­
dístico da cuenta de una relación de dominio de una comunidad por
parte de la otra; veremos que se la detecta en la mayoría de las situa­
ciones coloniales: el francés casi no toma préstamos del bretón; pero
el bretón está atestado de términos franceses; no bay siquiera una
palabra bambara en francés, pero el bambara tomó muchas del fran­
cés (véase capítulo x); hay muchos términos suecos o noruegos en
lapón, pero pocos términos lapones en sueco o noruego, etc. Por otra
parte, los ámbitos semánticos en que mayoritariamente tienen lugar
esos préstamos dan testimonio directo del tipo de relaciones que en
ese entonces eran usuales entre la comunidad francófona y la comu­
nidad anglófona. Fernand Mossé propone al respecto un cuadro te­
mático fijado a partir del New English Dictionary on Historical
Principies, diccionario que presenta la historia (¡el léxico inglés desde
1150. De ese modo se ve que los préstamos tomados del francés abar­
can el léxico de la política [government, parliament, asscmbly, minister,
sovereign, etc.), de la Iglesia (clergy, parson, sacrament, communíon,
abbey, confession, etc.), del Ejército (army, battle, spy, enerny, soldier,
captain, etc.), de las artes (art,painting, sculpture, column,poetry,prose,
comedy, etc.), de la gastronomía (dinner, supper, veel, beef, mutton,
salmón, solé, cream, etc.), del vestuario refinado y las joyas (fashion,
goum, pctúcout, jewel, broach, diarnond, etc,), de la caza, de la danza,
entre otros.8 Pero esa acumulación no es, en cuanto tal, significativa.
Para discernir mejor su sentido debemos oponerla a su contrario, es
decir, a los ámbitos en que no hay préstamos del francés. Ahora bien,
si los ámbitos de préstamo indicados más arriba se corresponden exac­
tamente con el área de la vida social que tenía lugar en francés (la
propia de la corte y las clases pudientes), no hay términos franceses
en el dominio de la agricultura ni en el del artesanado, por ejemplo.
Y los términos veel, beef, mouton, que designan la carne que se come,

9 Fernand Mossé, Esquisse d'une histoire de la langue anglaise, I.yon, ia c , 1947, pp.
67-71.
110 PROBLEMAS GENERALES
dría la lingua romana menos prestigio, para este ejemplo, que las va­
riedades germánicas de las cuales tomó como préstamos gran canti­
dad de palabras; pero, en cambio, no hay obstáculos para compren­
der que la población que hablaba esa lingua romana estaba bajo la
ocupación y el dominio de conquistadores de lengua germánica: allí
—no en un “prestigio” idealista—hay que buscar el origen de los prés­
tamos que puedan producirse.
Comienza a aparecer, entonces, la tesis que defenderé e intentaré ilus­
trar aquí. Puede resumirse en una proposición: Los préstamos que se
hacen una a otra dos comunidades lingüísticas dan testimonio de las
relaciones que sostienen o sostuvieron entre sí. Dicha proposición remite
tanto a la cantidad de préstamos y al equilibrio o desequilibrio de esa
cantidad en alguna de las dos lenguas como a los ámbitos semánticos
de los préstamos. Si nos detenemos a considerar los préstamos que se
hacen lenguas como el inglés o el francés, tomamos conciencia de
que existe cierto equilibrio estadístico: poco falta para que el inglés
tenga tantos préstamos del francés como el francés del inglés. A eso se
suma que los ámbitos de los préstamos son relativamente heterogé­
neos, algo disgregados: del vestuario (pnllóver) al comercio (pressing),
sin olvidar el campo de la información {speaker) ni el deporte (único
ámbito en que el francés tomó términos en bloque) en cuanto a los
elementos provenientes del inglés; del ámbito amoroso {ajfaire de cceur)
a la lingüística {patois), con un toque gastronómico {vol-au-vent) para
los préstamos del francés al inglés. De hecho, en los préstamos que se
hacen ambas lenguas no parece haber una gran coherencia, sino una
organización cualquiera: los préstamos tienen lugar en desorden, se­
gún el azar de los contactos culturales, de las influencias de una civi­
lización. Es más: el relativo equilibrio económico nos muestra que
ambas lenguas (y por ende ambas comunidades) están “en igualdad”:
no existe dominación de una sobre la otra.
Si, por el contrario, se toman en consideración los préstamos que
se hicieron el inglés y el francés entre los siglos XI y XIII, se encuentra
una situación m u y distinta. Por una parte, el francés no toma prácti-
U S MARCAS LINGÜÍSTICAS DE I.A COLONIZACIÓN 111
camente ningún préstamo del inglés; mientras que en la otra direc­
ción los préstamos son numerosos. De por sí, ese desequilibrio esta­
dístico da cuenta de una relación de dominio de una comunidad por
parte de la otra; veremos que se la detecta en la mayoría de las situa­
ciones coloniales: el francés casi 110 toma préstamos del bretón; pero
el bretón está atestado de términos franceses; no hay siquiera una
palabra bambara en francés, pero el bambara tomó muchas del fran­
cés (véase capítulo x); hay muchos términos suecos o noruegos en
lapón, pero pocos términos tapones en sueco o noruego, etc. Por otra
parte, los ámbitos semánticos en que mayoritariamente tienen lugar
esos préstamos dan testimonio directo del tipo de relaciones que en
ese entonces eran usuales entre la comunidad francófona y la com u­
nidad anglófona. Fernand Mossé propone al respecto un cuadro te­
mático fijado a partir del New English Dictionary on Historical
Principies, diccionario que presenta la historia del léxico inglés desde
I 150. De ese modo se ve que los préstamos tomados del francés abar­
can el léxico de la política (government,parliament, assembly, minister,
sovereign, etc.), de la Iglesia (clergy, parson, sacrament, cornmunion,
abbey, confession, etc.), del Ejército (army, battle, spy, enemy, soldier,
captain, etc.), de las artes (art,painting, sculpture, column, poetry,prose,
comedy, etc.), de la gastronomía (dinner, supper, veel, beef, mutton,
salmón, solé, cream, etc.), del vestuario refinado y las joyas (fashion,
gown,petticoat, jewel, broach, diamond, etc.), de la caza, de la danza,
entre otros.8 Pero esa acumulación no es, en cuanto tal, significativa.
Para discernir mejor su sentido debemos oponerla a su contrario, es
decir, a los ámbitos en que no hay préstamos del francés. Ahora bien,
si los ámbitos de préstamo indicados más arriba se corresponden exac­
tamente con el área de la vida social que tenía lugar en francés (la
propia de la corte y las clases pudientes), no hay términos franceses
en el dominio de la agricultura ni en el del artesanado, por ejemplo.
Y los términos veel, beef, mouton, que designan la carne que se come,

" Fernand Mossé, Esquisse d 'une histoire de la langue angla¡se, Lyon, i a c ,1947. pp.
67-71.
112 PROBLEMAS GENERALES
tienen su correspondiente sajón (calf, ox, sheep) para designar el gana­
do en pie, al cual se cría (véase capítulo vni). Que el árbol no impida
ver el bosque: la bipartición del léxico registra de modo directo una
división social, ya que el problema de los campesinos es criar el gana­
do (de donde surge la especialización semántica de los términos que
empleaban: términos sajones) y el de nobles y burgueses consumirlo
(de donde proviene, paralelamente, la especialización semántica de
los términos franceses pues, una vez más, esas clases sociales no ha­
blaban otra lengua que no fuera el francés). El sistema de préstamos
medievales en dirección francés-inglés se presenta, entonces, como
una marca, una huella de la superestructura lingüística de Inglaterra
entre los siglos XI y XHl, la cual es perfectamente ilustrada, además,
por el proverbio en inglés medio:
)acl< wold lie a gentilman if lie conde spekc frensskc.

Para ser un gentilhombre había que hablar francés. La vida intelec­


tual, política, jurídica y las diversiones de esa clase se practicaban en
francés, mientras que el pueblo hablaba sajón. Desde luego, la
bipartición antes esbozada entre el léxico de la carne de carnicería y el
de la ganadería es un ejemplo entre otros: en este planteo, la eviden­
cia respecto de la glotofagia es el sistema de préstamos en conjunto;
para comenzar, su aspecto unilateral.
Las situaciones de ese mismo tipo abundan. Para afianzar mejor nuestra
hipótesis, tomemos algunas de distintos espacios geográficos e histó­
ricos. En Africa del Norte, la transliteración de términos franceses a
caracteres árabes plantea de vez en cuando algunos problemas, deri­
vados -por ejemplo— de la ausencia en árabe del fonema Ipl y su
grafema correspondiente: los topónimos (Paris, Persignan) o las mar­
cas comerciales (Philips, Agip) no pueden ser transcriptos por medio
del alfabeto clásico. En cualquier situación de esc tipo existen, por
supuesto, dos soluciones. Una, la más económica y más extendida,
consiste en adaptar el término extranjero a la fonología de la lengua,
LAS MARCAS LINGÜÍSTICAS DE LA COLONIZACIÓN 113
y a continuación transcribirlo con los medios disponibles. Es la solu­
ción adoptada por el francés, que sistemáticamente acerca las pala­
bras extranjeras a los fonemas y grafías que le son propios (Brejnev,
elatcha, Mao tsc toung), si bien algunas veces admite innovaciones en
el nivel de la resolución grafemática (por ejemplo, kb para algunos
términos árabes, por más que, pese a su infrecuencia, ya se hubiera
utilizado esa opción: khágne, kbmer, etc). La otra, mucho menos eco­
nómica, consiste en adaptar la fonología y el alfabeto de la lengua-
meta al término tomado como préstamo; solución nunca puesta en
práctica por el francés, sí precisamente en África del Norte. En efec­
to, desde hace algún tiempo se ve aparecer un nuevo grafema,
(que se diferencia de otro grafema ya existente en árabe por el añadi­
do de un punto suscripto: con dos puntos, ese grafema sirve para
transcribir la yod, con uno solo, para la /b/), utilizado en los logos y
en la publicidad escrita: l - l í a | , por Agip, en las estaciones de ser-
vicio; por Philips, en las tiendas de material de audio. Al
mismo tiempo, algunas siglas francesas son adaptadas sin variación
en caracteres árabes. En casos en que el francés, por ejemplo, traduce
las siglas inglesas (ONU, por u n o ; o t a n , por NATO, etc. --el único
contraejemplo es Unesco, que nos llegó lexicalizado como Unesco,
del mismo modo que algunas siglas rusas: guépéou—), el árabe
transcribe:
o" i £ -° J 1- *
“Shell con ic;a ” , lo cual -en esa lengua—no tiene estrictamente nin­
gún sentido.1' La simultánea ausencia de innovación grafemática en
francés para la transcripción de palabras árabes nos permite discrimi­
nar el vínculo entre esa adaptación unilateral del alfabeto y las rela­
ciones de fuerza propias de los contactos franco-árabes en África del
Norte.

9 Véase, por ejemplo, S. Garmadi, “Quelques faits de contact linguistique franco-


arabe en Tunisie”, en: Revue tunisienne des sciences sociales,
núm. 8, diciembre de
1966.
114 PROBLEMAS GENERALES
Otro ejemplo: el francés tomó como préstamo del bretón los siguien­
tes dieciocho vocablos (al menos, si se da crédito a las investigaciones
de Fierre Guiraud; de hecho, la lista no es exhaustiva, pero la diferen­
cia no es importante: a lo sumo, unos diez vocablos). Por otra parte,
la mitad de ellos hoy está fuera de uso:
— balai (siglo xn), del término bretón balan, “retama”;
— baragouin (1532), de los términos bara, “pan” y gwin, “vino”;
— bijou (1410), del bretón bizou, “anillo”. El término reemplaza
al ít.joyaw,
— biniou ([“cornamusa”], 1872);
— boíle (1672);
— cohue (1235), del bretón medio cochuy, “mercado”;
— dame (1528), de dam, “porción”, en el sentido de “filete de
pescado”;
— dolmen (1805);
— drouine (1680);
— écouffle (siglo xn);
— faim-valle (siglo xu), que en el siglo xvm dio fringale, “bulimia
de los caballos”, defain + gwall [“malo”];
— goéland ([“gaviota”], 1500), de gwelan\
— goémon (siglo xiv), d c givemorr,
— korrigan ([“duende malvado”], 1873);
— lieue ([“legua”], 1827);
— menhir (1834);
— mine (siglo x v ), d e min, “p ico , cara”;
— raz ([“marejada”], 1484), de raz, “corriente marina”.
Ahora bien, a la inversa, si intentamos establecer la lista de préstamos
del bretón al francés, hallamos un listado de vocablos que excede
toda medida común con el anterior, incluso si tomamos en cuenta
los agregados necesarios. La enumeración de esos préstamos sería lar­
ga y tediosa; pero un examen rápido de las letras A, B y C de un
diccionario bretón-francés usual (el de Roparz Hémon) nos da aire-
LAS MARCAS LINGÜÍSTICAS Dli 1A COLONIZACIÓN 115
dedor de ciento sesenta términos, lo cual, con toda evidencia, es su­
perior a lo que sucede en el otro sentido. Por lo tanto, también aquí
la estadística de los préstamos recíprocos da testimonio directo de las
relaciones históricas entre comunidades de habla francesa y bretonnante
(véase, al respecto, el capítulo vn).
El lingala, lengua vehicular* utilizada en la República Democrática
del Congo yen la República Popular del Congo, también tomó prés­
tamos —una importante cantidad de palabras—de las lenguas colonia­
les: francés, inglés y portugués. Esos préstamos están, por lo demás,
perfectamente integrados a la lengua, y adquirieron los rasgos distin­
tivos propios de las lenguas del grupo bantú:
velo / bavelo (una bicicleta, bicicletas);
disiki / budisiki (un disco, discos);
zamande / bazamande (una almendra, almendras);
m O p£/ba m ope (un cura, curas);

como ejemplos de préstamos tomados del francés;


mesa / bamesa (mesa, mesas);
mateka /bamateka (manteca; mantecas);
sapalo / basapato (un zapato, zapatos);

como ejemplos de préstamos del portugués, y


buku / babuku (un libro, libros)

en cuanto a los préstamos tomados del inglés.10 Mientras que, según


mis conocimientos, ni el francés, ni el inglés, ni el portugués toma­
ron préstamos dei lingala.
Lengua de contacto, de mayor alcance que un sabir o un pidgin. Su uso se
extiende al ámbito administrativo y a la educación. [N. deT.)
10 Véase Antoine Ndinga, Structures lexicographiques du lingala, tesis de 3e. eyele,
mi meo.
114 PROBLEMAS GENERALES
Otro ejemplo: el francés tomó como préstamo del bretón los siguien­
tes dieciocho vocablos (al menos, si se da crédito a las investigaciones
de Pierre Guiraud; de hecho, la lista no es exhaustiva, pero la diferen­
cia 110 es importante: a lo sumo, unos diez vocablos). Por otra parte,
la mitad de ellos hoy está fuera de uso:
— balai (siglo xn), del término bretón balan, “retama”;
— baragouin (1532), de los términos bara, “pan” y givin, “vino”;
— bijou (1410), del bretón bizou, “anillo”. El término reemplaza
al fr. joyair,
— binion ([“cornamusa”], 1872);
— boite (1672);
— cohue (1235), del bretón medio cochuy, “mercado”;
— dame (1528), de darn, “porción”, en el sentido de “filete de
pescado”;
— dolmen (1805);
— dronine (1680);
— ¿cotijfle (siglo X l l ) ;
— faim-valle (siglo xn), que en el siglo xvm dio fringale, “bulimia
de los caballos”, áefain + gwall [“malo”];
— goéland ([“gaviota”], 1500), degwelan;
— goémon (siglo xiv), á c gwcrnon-,
— korrigan ([“duende malvado”], 1873);
— lieue ([“legua”], 1827);
— menhir (1834);
— mine (siglo xv), de rnin, “pico, cara”;
— raz ([“marejada”], 1484), de raz, “corriente marina”.
Ahora bien, a la inversa, si intentamos establecer la lista de préstamos
del bretón al francés, hallamos un listado de vocablos que excede
toda medida común con el anterior, incluso si tomamos en cuenta
los agregados necesarios. La enumeración de esos préstamos sería lar­
ga y tediosa; pero un examen rápido de las letras A, B y C de un
diccionario bretón-francés usual (el de Roparz Hémon) nos da aire-
LAS MARCAS LINGÜÍSTICAS DE LA COLONIZACIÓN 115
dedor de ciento sesenta términos, lo cual, con toda evidencia, es su­
perior a lo que sucede en el otro sentido. Por lo tanto, también aquí
la estadística de los préstamos recíprocos da testimonio directo de las
relaciones históricas entre comunidades de habla francesa y bretonnante
(véase, al respecto, el capítulo vn).
El lingala, lengua vehicular* utilizada en la República Democrática
del Congo y en la República Popular del Congo, también tomó prés­
tamos -una importante cantidad de palabras- de las lenguas colonia­
les: francés, inglés y portugués. Esos préstamos están, por lo demás,
perfectamente integrados a la lengua, y adquirieron los rasgos distin­
tivos propios de las lenguas del grupo bantú:
velo / b/welo (una bicicleta, bicicletas);
disiki / badisiki (un disco, discos);
zamande / bazamande (una almendra, almendras);
m O pe/bam O pB (un cura, curas);

como ejemplos de préstamos tomados del francés;


mesa / bamesa (mesa, mesas);
mateka /ba.mateka (manteca; mantecas);
sapato / basapato (un zapato, zapatos);

como ejemplos de préstamos del portugués, y


buku / babuku (un libro, libros)

en cuanto a los préstamos tomados del inglés.10 Mientras que, según


mis conocimientos, ni el francés, ni el inglés, ni el portugués toma­
ron préstamos dei lingala.
‘ Lengua de contacto, de mayor alcance que un sabir o un pidgin. Su uso se
extiende al ámbito administrativo y a la educación. [N. deT.]
10 Véase Antoine Ndinga, Structures lexicographiques du lingala, tesis de 3e. eyele,
mirneo.
116 PROBLEMAS GENERALES
Sin duda se retrucará que el lingala también tomó préstamos de
lenguas africanas cercanas, en especial de las bantúes; swahili, kiluba,
mongo, mbochi, kota, lari, kongo, m unukotuba... Así, un infinitivo
m unukotuba pasa al lingala con el reemplazo del prefijo ku- por el
prefijo ko-\
kukam una > kokamuna (retorcer un tejido)

al igual que el infinitivo swahili:


kufttnya > kofanya (hacer).

El infinitivo lari sufre el agregado de ko-\


kaclila > kokadila (renovar);

Y el infinitivo mbochi pierde su i- en pro de ko-\


iwa > kotva (morir).

Pero, en esa ocasión, el fenómeno es muy diferente. En el primer caso


vimos un sistema de préstamo vertical, por parte de la lengua domi­
nada a la/s lengua/s dominante/s, bastante cercano a lo que en lin­
güística se denomina superestrato: marca de una lengua extranjera que
se superpuso a la lengua local pero no pudo imponerse, y desapare­
ció. En el segundo caso tenemos, por el contrario, un sistema hori­
zontal, cercano al adstrato\ huella dejada en una lengua por otra
geográficamente cercana. Además, swahili, kiluba, lingala, etc., se ha­
cen continuamente préstamos recíprocos. Como hemos visto, no es
ése el caso entre lenguas coloniales y lingala: en este último, nos ha­
llamos en el interior de un fenómeno de intercomunicación, en cuyo
seno los préstamos no tienen el mismo sentido, la misma función.
Dicho de otro modo: en esas dos modalidades hay marcas de relacio­
nes políticas y sociales distintas. ¿Qué relaciones? Es preciso cuidarse
LAS MARCAS LINGÜÍSTICAS DE LA COLONIZACIÓN 117
de una visión idealista del fenómeno, que lo remitiría una vez más al
concepto vago de “prestigio” o incluso —como hace Anicet Kashamura—
al de “alienación cultural”, más preciso, por cierto, pero incompleto.
Él escribe:
El lingala está, más que ningún otro habla local, saturado de térm inos
franceses. En efecto, quienes lo hablan -q u e no son todos bangala— tie­
nen un com plejo más pronunciado en lo referente a cultura europea. El
kiswahili y el chilaba, por el contrario, sólo sufren en medida reducida la
alienación por parte de la cultura occidental."

Visión poco materialista, pues no se trata de una alienación cultural


sino de las huellas de relaciones económicas y relaciones de fuerzas.
Por lo demás, la lengua swahili (el kiswahili), que para A. Kashamura
estaría libre de esa alienación, incluye un 25% de términos árabes,
hecho que no sirve como testimonio de una alienación excluyeme
por obra de la cultura árabe, sino antes bien de una importante pre­
sencia árabe sobre las costas de África del Este. También en este pun­
to las relaciones de fuerzas determinaron los ámbitos de préstamo y,
por ejemplo, el léxico político tradicional es prácticamente en su to­
talidad de origen árabe:
sultani (jefe tradicional);
raís (presidente de la república);
waziri (ministro);
etcétera.

A la inversa, por supuesto, la cantidad limitada de préstamos de una


lengua a otra puede ser testimonio de relaciones muy acotadas entre
dos comunidades, de las cuales teóricamente una dominó a la otra,
Así, pese a que los romanos ocuparon Gales durante un lapso consi­
derable, el carácter de lasitud de esa ocupación se manifiesta -com o
vimos en el capítulo anterior—por la cantidad limitada de préstamos
11 Anicet Kashamura, Culture et aliénation en Afiique, París, 1971, p. 72.
118 PROBLEMAS GENERALES
tomados del latín por el galés: seiscientos términos, para Kenneth
Jackson [Language andHistory in Early Britain)', quinientos veintisie­
te, para H. Lewis {Datblygiadyr Laithgymaraeg}; estamos lejos de los
miles de términos tomados por el inglés del francés. Con todo, en ese
caso, conocíamos la existencia de la ocupación latina en Gales; los
préstamos sólo nos permiten discernir su índole. Ahora bien, esos
mismos préstamos en algunos casos nos revelan que una invasión ha
sido breve. Así, en México, los habitantes de la Península de Yucatán
conservaron, con algunas excepciones, la lengua maya (desde luego,
en cuanto concierne a las lenguas indias; de hecho, el español tiene
muy amplia expansión); mientras que en el resto del territorio y en
Guatemala se habla sobre todo la lengua de los toltecas, el náhuatl
(por lo demás, el término Guatemala os náhuatl y significa “comarca
rodeada de montes boscosos”). No es casual que en maya se encuen­
tre una cierra cantidad de términos náhuatl, en especial en los ámbi­
tos político y militar. El hecho es incomprensible, pues los mayas no
parecen haber abandonado la península. La única solución es postu­
lar una invasión tolteca a Yucatán, limitada en tiempo y recursos. Esa
hipótesis, que se apoya sobre hechos de lengua (presencia de un
superestrato náhuatl en el nivel léxico de la lengua maya), encuentra
además confirmación en otro hecho (en este caso, no lingüístico). Ll
tan célebre templo de Chichen-ltzá no presenta ninguna de las carac­
terísticas de la arquitectura sagrada maya: está construido a cielo abier­
to, tiene grandes columnatas, mientras que para invocar a sus dioses
los mayas preferían pequeñas piezas cerradas. Pero el misterio se ex­
plica cuando se nota que Chichen-ltzá es prácticamente la réplica
exacta del templo de Tula, ubicado a 400 kilómetros al norte, en
pleno territorio tolteca (véase figura 1). Entonces, al parecer, los toltecas
habrían hecho una incursión en territorio maya después de invadir la
m ayor parte del actual M éxico, incursión cuyas evidencias
antropológicas en sentido lato serían hoy los préstamos lingüísticos y
el templo de Chichen-ltzá.12

'•Véase Eric Wolf, Peuples et civilisation de l’Américjue centrale, París, Payot, 1962.
LAS MARCAS LINGÜÍSTICAS DE LA COLONIZACIÓN 119

F ig u r a 1

Otro problema es saber en qué momento del proceso de glotofagia se


producen prioritariamente préstamos o si, por el contrario, la tasa de
préstamo es constante durante el contacto de lenguas. A este respec­
to, disponemos de un documento elocuente, los relevamientos esta­
dísticos realizados por Fernand Mossé acerca de la letra A del New
Englisb Dictionary. Jespersen y Baugh obtuvieron resultados compa­
rables utilizando un método diferente. Por ello, la curva resultante es
a la vez digna de crédito e interesante (véase figura 2).
A primera vista, el resultado es sorprendente. En efecto, la domi­
nación francesa en Inglaterra comienza en 1066, después de que
Guillermo de Normandía derrotara cu Hastings a los ejércitos del rey
Haroldo 11, y tiene fin en el siglo xiv: la segunda guerra “de los Cien
Años” (1337-1453) decreta la ruptura entre la isla y el continente y
-hecho significativo- a partir de 1362 los tribunales y el Parlamento
dejan el francés por el inglés. Ahora bien, el gráfico nos muestra que
la mayor cantidad de préstamos se ubica entre 1350 y 1400, es decir,
precisamente en el momento en que disminuye la influencia de los
franceses y estos últimos están a punto de ser expulsados. Práctica­
mente se podría tener la expectativa de ver el máximo de préstamos
dentro del prolongado período de dominación por parte de las fuer­
120 PROBLEMAS GENERALES
zas francesas, esto es, entre 1100 y 1300. Pero la contradicción no es
más que aparente; y su interpretación va a brindamos un modelo
aplicable también a las distintas situaciones de poscolonialismo.

F ig u ra 2. Frecuencia de términos lomados como préstamo delfrancés


por el inglés a partir del siglo XI.

Fuente: F. M ossé, op. cit ., p. 70.

No es difícil imaginar que durante la dominación francesa todo el


léxico relativo a los ámbitos político, jurídico, administrativo, etc.,
no existía en inglés, o al menos no se lo empleaba, y en consecuencia
caía en desuso. No había ninguna relación entre los grupos que ha­
blaban cada una de las lenguas (si, como hemos visto, se exceptúa el
pequeño grupo bisagra de empleados domésticos y grandes comer­
ciantes que tenían tratos con la corte); y el léxico de la lengua domi­
nada se especializaba en los ámbitos propios de sus habitantes; la vida
cotidiana del pueblo trabajador. En el momento en que el inglés rele­
LAS MARCAS LINGÜÍSTICAS DE LA COLONIZACIÓN 121

va al francés en los dominios hasta entonces reservados al segundo,


aparece, por el contrario, la necesidad de compensar ese retraso o esa
carencia. Y el modo más sencillo es desde luego el préstamo directo,
motivo de la masa de términos tomados del francés después de que
los franceses fueran vencidos, justamente en el momento en que los
tribunales, el Parlamento, etc., adoptan la lengua inglesa.
Hoy se encuentra una situación muy similar en la así llamada Áfri­
ca francófona. Las lenguas locales tomaron, por cierto, préstamos del
francés; pero la cantidad de préstamos no tiene ningún punto de
comparación con la de los préstamos medievales del francés al inglés.
La causa de eso es simple: prácticamente siempre la administración,
la justicia y la vida política se desenvuelven en francés; y es probable
que los préstamos se multipliquen el día en que las lenguas locales
accedan al estatuto de lenguas nacionales, con lo cual relegan al fran­
cés. Les será preciso, entonces, contar con un vocabulario que sólo
puede hallarse en dos direcciones: el préstamo o la creación a partir
de raíces vernáculas. Por tanto, parece que los préstamos se toman
sobre todo en el momento de paso de una estructura de tipo colonial
o neocolonial (presencia de la lengua dominante) a un monolingiiismo
(o un plurilingüismo sobre la base de lenguas vernáculas), señal de
liberación definitiva. Paradójicamente, la liberación pasa por el prés­
tamo masivo, a no ser, desde luego, que los lingüistas preparen el
paso de una lengua a otra con el intento anticipado de todos los tér­
minos necesarios. Sin embargo, en el último capítulo de este libro
veremos que las cosas no son tan fáciles.
Hasta aquí liemos razonado en términos de préstamos léxicos, pero
desde ya existen otras posibilidades. Las interferencias sintácticas, por
ejemplo, o los préstamos gramaticales (en el diula de Costa de Marfil,
lo más habitual es decir m e, “pero” [del fr. mais], en lugar del man­
dinga nka). Con todo, las relaciones de fuerza más significativas son,
fuera de toda duda, los préstamos estructurales, aquellos concernien­
tes no sólo a un término, un conjunto de términos o una construc­
ción sintáctica, sino a la organización estructural de un ámbito deter-
122 PROBLEMAS GENERALES
minado. El lector encontrará un ejemplo en el capítulo IX, a propósi­
to de la numeración en bambara, diula y malinke; pero, por mi parte,
querría desarrollar aquí otro ejemplo —relativamente cercano-, el de
la numeración vigesimal en bretón.
Louis Deroy señaló la relativa estabilidad de los numerales: “Ge­
neralmente en lingüística se admite que los numerales se hallan entre
los nombres más estables del léxico, también que al hablar una len­
gua extranjera se debe ser un perfecto bilingüe para no seguir contan­
do mentalmente en la lengua materna”.13 Eso muestra, de paso, la
im portancia de los cambios que se evidenciaron en las lenguas
mandingas (véase capítulo ix). En la actualidad está sucediendo aproxi­
madamente lo mismo con el bretón.Se sabe que los celtas tenían un
sistema de numeración de basevigesimal —acaso porque contaban a
la vez con los dedos de manos y pies-, sistema que los galos nos lega­
ron parcialmente {quatre-vingts [“ochenta”], pero también el hospital
des quinze-vingt fundado por Luis IX para recibir a trescientos enfer­
mos), y que conservaron tanto el bretón como el galés:
bretón galés
20 ugent ugain
40 dau-ugent
60 tri-ugent trigain
80 pevar-ugent pedwar ugain
Para las decenas intermedias, en bretón se emplean distintas formas:
10 dek
30 iregont
50 hanter-kant (mitad de cien)
70 dek ha trigenl (diez y sesenta)
90 dek ha pevar-ugent (diez y ochenta)
100 kant
13 Louis Deroy, I'Em prunt linguistique, op. cit., p. 68.
I.AS MARÍAS LINGÜÍSTICAS DE LA COLONIZACIÓN 123
Ahora bien, ese sistema lentamente va en camino a ceder ante el siste­
ma francés, de cuya organización suele calcar la suya propia. Así se
explica que las siguientes formas:
120 chwech-ugent (seis veces veinte)
140 seizh-ugent (7 x 20)
160 eizh-ugeni (8 x 20)
sean reemplazadas por
120 kant-ugent
140 kant-daou-ugent
160 ka nt-i ri-ugen t
hecho que constituye a la vez un calco del francés y la generalización
del sistema adoptado desde siempre para las decenas intermedias:
110 kant-dck
130 kant-iregont
150 kíint-hanter-kant
Pero, además, hay una tendencia más reciente, y de momento m ino­
ritaria, a alinear el sistema vigesimal, que sigue siendo la base de la
numeración bretona, según el sistema decimal francés, mediante el
agregado del sufijo —kont (utilizado en tregont, “treinta”) a los num e­
rales correspondientes a las unidades. A.s{, pevar (4) da pevargont (40);
pemp (5) da pempkont (50), etc. Esa misma tendencia modifica el or­
den de las cifras en el enunciado de un número, siempre según el
modelo francés. En bretón se expresa:
21 unan-warn-ugent (uno más que veinte)
32 dau-ha-tregont (dos y veinte)
43 tn-ka-daou-iigent (tres y cuarenta)
124 PROBLEMAS GENERALES
Y la tendencia ya señalada es a decir:
21 ugent-unan
3 1 tragont-daou
43 pevargont-tri
etcétera.
Desde luego, eso no sería más que una mera proyección de la es­
tructura francesa sobre los numerales bretones. De modo que, tan­
to en bambara como en bretón, se ve aparecer el préstamo como
resultado de los embates de una lengua dom inante contra una len­
gua dominada. Esos embates se traducen, cuando no han podido
hacerlo en la desaparición de la lengua dominada, en el ingreso por
la fuerza a un esquema cultural. De hecho, acaso ambos fenómenos
sean contemporáneos y convergentes: el bretón toma préstamos del
francés al mismo tiempo que disminuye la cantidad de hablantes del
bretón. Pero ése no es el caso de las lenguas mandingas, de las cua­
les se puede pensar que tienen cierto futuro propio. A ello se debe,
que en esas lenguas el préstamo sea mucho más la marca de una
glotofagia pasada que un componente de un proceso glotófago en
pleno desarrollo.
De modo que se podrá examinar los tipos de relaciones y los ámbi­
tos de contacto entre dos comunidades a través de un estudio de los
préstamos, que principalmente debería ocuparse de los siguientes
aspectos:
— carácter recíproco o exclusivo de los préstamos (recíprocos: in­
glés y francés en nuestros días; exclusivos: el inglés con respecto
al francés durante la Edad Media);
— ámbitos semánticos de préstamo (como evidencia de los tipos
de relaciones sociales, de contactos culturales u otros);
— por último, ámbitos gramaticales de préstamo (el préstamo más
frecuente es de sustantivos: la incidencia estadística es de entre
LAS MARCAS LINGÜÍSTICAS DF. LA COLONIZACIÓN 125
un 71% y un 75% de nombres," 18% a 23% de verbos, 3% a
4% de adjetivos, 1% de adverbios y preposiciones, 1% de in­
terjecciones;14 toda variación respecto de esos promedios sin
duda habrá de ser interpretada).

ETNONIM IA, TOPONIMIA

En el capítulo anterior ya hice énfasis en el “derecho a dar nombre”


que por regla general se arrogaba el colonizador, gesto inaugural que
preludiaba el colonialismo y el proceso de glotofagia, que los concen­
traba en un solo acto, los contenía en germen: barbares, bobo , welsh,
delawarc, sioux, etc. Ahora bien, dicha acción de dar nombre por dere­
cho divino en ocasiones es tic por sí marca arqueológica de las relacio­
nes de fuerza, de las dominaciones que a través de la historia le dieron
origen. Al menos, en ocasiones, permanece como único rastro, pues
siempre es marca de ello. Tomemos un ejemplo de América Central.
Allí las lenguas son numerosas y muy diferenciadas, tanto que una planta
tan difundida como el maíz, cultivado dondequiera, en las distintas
lenguas indias tiene nombres sin raíz común entre sí:
centli, en náhuatl kosak, en chontal
mok, en zoque xal, en mam
fluba, en zapoteca nal, en maya yucateca
etcétera.
En consonancia con eso, hoy se encuentra grupos étnicos y lingüísticos
distintos, que no hablan la misma lengua, aparentemente no tienen
la misma cultura, pero llevan el mismo nombre:

' Incluye sustantivos y formas pronominales. Antes Calvet usó noms de nombre
para hacer referencia a los numerales. |N. de T.)
14 E. Haugen, “The analysis of linguistic borrowing”, en: Language, núm. 26,
1950.
126 PROBLEMAS GENERALES
- los chontal (en Tabasco y Oaxaca),
- los popoiuca (en Puebla, Veracruz y en Guatemala),
- los totonaca (en Veracruz, Jalisco y Oaxaca).
¿Casualidad? ¿Dispersión lejana? Evidentemente esas opciones son
poco probables: ¿cómo podrían haber conservado su parecido los
nombres de esos pueblos mientras sus propias lenguas habrían evolu­
cionado al punto de volverse irreconocibles? Efectivamente se trata
de restos de la dominación tohcca, que se extendió por toda esa parte
del continente entre los años 800 y 110: los toltecas bautizaron con
nombres peyorativos tomados de su lengua (el náhuatl) a las pobla­
ciones que encontraron a su paso, según el mismo modelo, de mane­
ra casi idéntica a los casos mencionados anteriormente. En náhuatl,
chontal significa “extranjero”; popo loca, “incomprensible”; totopac es
el equivalente a “aldeano”...
Así, en las denominaciones de los pueblos {etnonimia) algunas
veces contamos con un medio para seguir los avances de una con­
quista, para encontrar huellas suyas, para delimitar su expansión.
Pero la que nos sirve de modo más seguro como guía en esa materia
es la toponimia. De un modo muy general, los nombres de lugares
sólo tienen relación lejana con la lengua del grupo étnico que vive
en una región: con toda certeza el topónim o es el sustrato más resis­
tente a los sucesivos estratos de lenguas que se continúan, reempla­
zan o degluten en un punto específico del planeta. Y en ello ya hay
una marca importante de grupos lingüísticos desaparecidos y, con­
secuentemente, de glotofagia: en los Estados Unidos, donde las
poblaciones indias padecieron la suerte que todos conocemos y ya
mencioné, los nombres de lugares son a menudo indios: entre otros,
Massachusetts, M innesota, Mississippi, Missouri, Oregon. O tro
tanto sucedió en Inglaterra —desde épocas lejanas poblada por los
celtas, hasta la ocupación romana (desde el año 55 antes de nuestra
era hasta aproximadamente siglo iv, ya en ésta); luego bajo la inva­
sión de los piratas germánicos (hasta el siglo vn) y, en último térm i­
no, ocupada por los franceses—: a m enudo allí los topónimos que-
LAS MARCAS LINGÜÍSTICAS DF. LA COLONIZACIÓN 127
da ron en su formulación céltica, mientras que en la lengua son muy
escasos: Kent, Devon, Cumber(land), Dover, London, York, Avon,
Esk, Tliames, Wye, Leeds, Glou(cester), Ex(eter), W in(chester),
Wor(chester), Salis(bury), etc., en cuanto a los nombres de lugares
o ríos; mientras que E Mossé señala a lo sumo una decena de térm i­
nos usuales del mismo origen.15
Sin embargo, no basta con decir que por lo general los primeros
ocupantes dejan a los lugares los nombres que les dieron, mientras
que su lengua desaparece. En efecto, por una parte esa tesis general
es falsa en algunos casos específicos: para mayor precisión, en gran
parte de las situaciones coloniales modernas. Muchas veces el colo­
nizador quitó su nombre de pila a distintos lugares para darles
apelativos más acordes a su tradición: Brazzaville, Ferryville, Bóne,
Port-Lyautey, Fort-Lamy, Johannesburg, Porto Novo, etc., y, si du­
rante la descolonización una vez más se quitó un nombre y luego se
impuso otro a algunas ciudades, nunca debe perderse de vista que
ese fenómeno no está generalizado (Casablanca siguió siendo
Casablanca, pese a su nombre árabe: dar el beidd) y que ese nuevo
nombre de pila no siempre significa una recuperación del origina­
rio (como Ferryville, cuando pasa a ser Menzel Burguiba). Por otra
parte, algunas veces la toponimia puede aportar referencias mucho
más precisas y densas que la simple huella de una lengua y una
comunidad desaparecidas: nos ayudará, por ejemplo, a distinguir
entre los movimientos de pobladores.
Para empezar, tomemos el caso más sencillo: los topónimos galos
en Francia. Sabemos que los galos llegaron al actual territorio fran­
cés hacia el siglo v antes de nuestra era, que su lengua se expandió
ampliamente, que después, llegada la invasión romana, retrocedió
ante el latín para finalmente desaparecer (¿en el otro siglo v?) dejan­
do, por cierto, un importante sustrato:'ése es 1111 buen ejemplo de
glotofagia lograda, consumada. Pero, con gran frecuencia, el galo
permanece en los topónimos, mientras que los vocablos galos que
"Véase Fernand Mossé, Esquisse cl’ttnc histoire de la Litigue anglaise, op. cil., p. 29.
128 PROBLEMAS GENERALES
pasaron al francés son relativamente escasos. A continuación pue­
den verse algunos ejemplos:
— los nombres de ríos (Rin, Sena, Marne, Somme, Meuse);
— los nombres de lugares ubicados cerca de un río, a partir de "briva,
que significaba “puente” (Brive, Brives, Brioude); o de °condale,
“confluente” (Cosne, Combres, C ondate—antiguo nombre de
Rennes—, entre otros);
— los nombres de lugares ubicados cerca de una gruta , a partir de
"balma, que significaba “gruta” (La Balme, La Baume);16
— los nombres de lugares ubicados cerca de 1111 torrente, deriva­
dos del término froud (Frocourt, Frouville, Fromeréville);
— los nombres de lugares ubicados sobre alturas, a partir de cnoc
o croc (Carrach, monte Créqui, Carrezac, Quenet).17
En todos esos ejemplos, que —por supuesto—no representan más que
una ínfima minoría de los topónimos de origen galo, hallamos la
ilustración de cómo pueden ser las marcas de una comunidad lin­
güística desaparecida, cuando se limitan a los nombres de lugares:
tan sólo el erudito podrá ver (o hacer ver) en esos topónimos un
rastro de galo (y de los galos).
Eso nos lleva a un ejemplo más complejo y, desde nuestra pers­
pectiva, más productivo: el de Bretaña. Una tradición dos veces
secular, cuyo más ardiente defensor fue, en el siglo xix, Joseph Loth,
quiere que los bretones, que alrededor del siglo v de nuestra era
dejaron Gran Bretaña por la península armoricana, hayan desem­
barcado en una región de la cual había desaparecido por completo
el galo, que, así, hayan impuesto sin inconvenientes su lengua, que
se habría extendido hacia el este; Loth llegó a marcar la última fron-
lf>Ejemplos lomados deJean ¡Markale, Les Ccltes etla civilisation celtique. Mytheet
histoire, París, Payot, 1971. p. 297 [trad. esp.: Las celtas y ¡a civilización celta: mito e
historia, Madrid, Taurus, 1992],
17 Ejemplos tomados de Fran^ois Falc’hun, I.es Noms de lieux celtiques, t. n, Retines,
Armoricaines, 1970, pp. 168 y ss.
LAS MARCAS LINGÜÍSTICAS DE LA COLONIZACIÓN 129

tera de esa expansión, conocida con el nombre de línea Loth (véase


figura 3).
Fin consecuencia, se podría seguir el avance de los inmigrantes cel­
tas por medio de los topónimos: efectivamente, bautizaron las ciuda­
des que creaban con nombres en plou- (“parroquia”) o en gui- (“ciu­
dad”). Y, en ese mismo impulso, el estudio de la distribución de pa­
rroquias en plou- y en gui- nos muestra que la costa norte de Bretaña,
desde Quimper hasta Saint-Malo, estuvo densamente poblada, y que
luego se produjo una avanzada a través de la península, hacia el sur
(Vannes), iniciada en la zona Tréguier-Saint-Brieuc: desde ese punto
de vista, la figura 3 es elocuente.
Pero las cosas no pueden ser tan sencillas, si se la sobrevuela super­
ficialmente, la toponimia es engañosa. De hecho, la lección que deja
la distribución de nombres de lugares en plou- y en gui-, por un lado,
y la teoría concretizada en la línea Loth, por otro, chocan contra una
cierta cantidad de elementos inexplicables.
Por una parte, la hipótesis de la celtización (o receltización) de la
península armoricana por obra de los bretones llegados de gran Bre­
taña no explica en medida alguna la importante diferencia (debida,
en especial, a la posición del acento) entre el bretón hablado en la
región de Vannes y el hablado en Cornuailles, Léon yTrégor (gene­
ralmente citado con la sigla ki t ) . ¿Por qué habría de recaer el acento
en la sílaba final, para el vannetais, y en la penúltima del KLT, si
ambos eran resultado de la celtización de una A rm orique ya
romanizada en tiempos de la inmigración bretona? El problema es
importante. En verdad, los partidarios de la teoría de Loth nunca lo
resolvieron.
Por otra parte, la distribución deplous y guis nos da una idea de la
expansión de los bretones provenientes de Gran Bretaña que no ex­
plica la muy tardía manifestación del bretón en otras zonas, donde, si
se considera el asunto desde esa distribución, es evidente que los in­
migrantes no se instalaron. Así, E Palc’hun destaca que
130 PROBLEMAS GENERALES
a comienzos del siglo XX, la península de Gudrande, donde no se detecta
siquiera un plou, todavía era de habla bretona; y la de Sarzeau, igualmen­
te intocada por plous, siguió hablando bretón hasta inicios del siglo xx.
Mientras, la costa norte, cubierta de plous -mucho más que las regio­
nes en que el bretón todavía estaba vigente- fue rápidamente convertida
al francés desde las laderas del Mont Saint-Michel a Saint-Brieuc.18
El debate, sin duda muy técnico, nos permite distinguir mejor cuáles
fueron las relaciones entre lenguas en la península. Primer problema:
¿Armorique estaba en verdad romanizada cuando llegaron los bretones,
o allí todavía se hablaba la lengua de los galos?
E Falc’hun siempre sostuvo, con algunas leves variaciones, que toda­
vía se hablaba galo en tiempos de la inmigración, aserto al que por lo
general sus adversarios replican que en el siglo v la romanización ya había
concluido. Pero ni la tesis de la romanización concluida ni la fecha de la
inmigración son muy firmes. Por ejemplo, acerca del primer punto Léon
Fleuriot es mucho menos enfático que los partidarios de Loth:
¿Subsistían en la zona armoricana restos de hablas galas cuando los bretones
comenzaron su desembarco? La hipótesis no tiene nada de inverosímil.
De todas formas, esos restos de galo eran o bien poco importantes, o bien
muy cercanos al britónico del siglo v , de modo ral que durante el siglo IX
el bretón continental permanecía casi idéntico a las otras lenguas
britónicas. Esto no es una hipótesis sino un hecho.IV
Acerca del segundo punto, la fecha de arribo de los insulares, Nora
Chadwick invirtió recientemente la visión compartida por la mayor
parte de los historiadores. Ella sostiene la tesis, sólidamente argu­
mentada, de que la infiltración de los bretones de Gran Bretaña en
Armorique habría comenzado a partir de fines del siglo m.20
IHIbitL, p. 58.
19 León Hcuriot, Le Vicux lireton, éléments d'unc grammaire, París, Kliiicksieck,
1964, p. 9.
•“ Nora Chadwick, “The colonization of Britcany from Celtio Britain”, en:
Proteedings of the British Academy, Ll, 1965.
LAS MARCAS LINGÜÍSTICAS DE LA COLONIZACIÓN 131

F ig u r a 3 . La inmigración bretona: Jatos toponímicos

Fuente: Fran^ois Falc’liuii, Les Noms de lieux celtiques, op. cit.


132 PROBLEMAS GENERALES
Sobre esa base es admisible considerar, sin más, que esa inmigra­
ción tuvo lugar en una región en que todavía se hablaba galo. Eso
implicaría que el mapa de plous y guis sólo nos da pautas sobre el
avance de las comunidades hablantes de britónico insular: el resto de
las regiones de habla bretona conforman la marca del galo armoricano.
Falc’hun deriva de ello una conclusión más: la línea Loth, presentada
como límite de la mayor expansión del bretón hacia el este, marcaría,
en cambio, las huellas del retroceso del celta hacia el Oeste:
En realidad, parece que la línea hasta ahora presentada com o límite último
del avance del bretón hacia el este marcó, bien por el contrario, sólo una
etapa del retroceso del celta hacia el oeste, bajo presión del romance; con lo
cual el término celta abarca tanto la lengua de los galos arnioricanos com o
la de los bretones inmigrados. La dualidad dialectal primitiva, debida al
distinto porcentaje de bretones y arnioricanos en cada una de las regiones,
habría de perpetuarse hasta nuestros días en el hecho de que los hablantes
de bretón de Vannetais son incapaces de comprender las variedades de las
costas norte y oeste con mayor penetración de aportes insulares.21

Entonces, al parecer, el bretón actualmente hablado en Armorique


tendría dos orígenes: el galo (en las variedades acentuadas en la sílaba
final) y el britónico insular (en las variedades acentuadas en la penúl­
tima), lo que nos permite imaginar de modo más preciso la situación
colonial en la península entre los siglos m y V. Por una parte, la roma­
nización parece haber tenido poco ímpetu: el celta habría retrocedi­
do, sí, hacia el oeste (línea Loth), pero se habría mantenido con am­
plio margen en la costa sur. Por otra parte, la inmigración insular se
habría producido en regiones poco pobladas (costa norte y oeste), en
las cuales la lengua importada sólo habría encontrado poca resisten­
cia. Así, las relaciones lingüísticas habrían sido más complejas de lo
que generalmente se imagina. En un primer momento la romaniza­
ción habría empujado el galo hacia el oeste, notoriamente a lo largo

21 Franijois Falc’hun, op. cit., t. ti, p. 58.


LAS MARCAS LINGÜÍSTICAS DE LA COLONIZACIÓN 133
de la costa sur. En un segundo momento, la inmigración habría in­
troducido otra variedad de lengua celta en el norte de la península.
Ambas variedades habrían sufrido una suerte en común: los asedios
del francés.
Indudablemente todo este desarrollo es puntual y propio de espe­
cialistas. Por lo demás, no hice más que sobrevolar el problema,
pues la literatura dedicada a la cuestión es de gran magnitud. Pero,
tal como está, ese sobrevuelo nos permite comprender toda la im ­
portancia de la toponimia en el estudio de las marcas de la coloni­
zación. En una gran parte de los casos, disponemos, efectivamente,
de numerosas fuentes de información: textos escritos, diglosia que
subsiste en el presente, etc. La historia de Bretaña entre el siglo m y
el v no puede abordarse desde esa vertiente: faltan documentos al
repecto. Precisamente eso implica que el abordaje “arqueológico”
pueda ser útil, aunque debemos ser cautelosos al entrar en ese terre­
no. En cierto modo, la toponimia nos habla. Es preciso saber pasar
en limpio su discurso.

L as MARCAS s u p e r e s t r u c t u r a l e s

Todas las situaciones de colonialismo interrumpido durante su avan­


ce u observado en esa misma circunstancia nos muestran una diglosia
del tipo de aquellas que describimos en el capítulo anterior; allí, la
organización social y la organización lingüísticas son relativamente
isomorfas, desde ya con el desfasaje temporal propio de ese tipo de
vínculos: la superestructura lingüística se conforma más lentamente
que la infraestructura colonial que le da origen. Desde un abordaje
sincrónico, la superestructura lingüística así constituida también es,
evidentemente, marca de colonialismo. No insistiré al respecto aho­
ra; reservo para el final de este libro un capítulo que estudie el estatu­
to de la lengua francesa en África. De todos modos, esa diglosia que
nos ocupará más adelante es de un tipo peculiar. Nos deja en presen­
13 4 PROBLEMAS GENERALES
cia de una lengua, en la acepción clásica del término, y un creóle {tam­
bién el créole -por supuesto- es una lengua; y aunque a menudo el
término se emplee peyorativamente, lo conservaré aquí porque posee
la ventaja de denotar el origen de este tipo de lenguas, circunstancia
que recordaremos a continuación).
Vista desde la perspectiva sociológica, la mayor parte de las veces
la colonización consistió en dos organizaciones sociales confronta­
das: una, local, que era agredida; otra, importada, su agresora, que
iba a imponerse gracias al aparato militar y administrativo del coloni­
zador. No obstante, hay algunas excepciones a la regla: todas aquellas
que entrañan la ocupación de un territorio vacío (o vaciado de sus
habitantes por expulsión o genocidio) y poblado por colonos que
importaban como mano de obra esclavos negros que iban a comprar
a las costas de Africa. Es, por ejemplo, el caso de Reunión, de
Guadalupe y de Martinica. En esas situaciones no hay, desde luego,
estructuras sociales preexistentes a la colonización, pues la estructura
colonial; se organiza a partir de elementos, sin excepción, importados
por el colonizador: no existe organización loca! alguna que la coloni­
zación pudiera haber perturbado, aplastado o integrado al sistema co­
lonial: todo ha salido del colonialismo y de ello resulta un sistema rela­
tivamente original, al menos en lo que respecta a su origen.22
Es coherente con todo lo que postulé anteriormente pensar que
ocurre lo mismo con la superestructura lingüística. De hecho, dentro
de ese marco, aquélla ya no es, como en todos los demás ejemplos
que cité hasta el momento, resultado de una confrontación entre (una)
lengua/s local/es y una lengua importada —la del colonizador-: lenta­
mente crea para sí, pieza a pieza, uno de sus elementos constituyentes
(la lengua dominada) que aparece durante el proceso colonial al cual
110 antecede. Es decir que en este esquema 110 podemos hablar de
glotofagia, o al menos la glotofagia 110 interviene aquí en el núcleo
íntimo del fenómeno colonial: veremos que interviene a la vez si-

12 Véase, por ejemplo, Édouard Glissant, “Proposirions de base”, en: Acama, núm.
4-5 -dedicado al “delirio verbal" en Martinica-, abril de 1973.
I.AS MARCAS LINGÜÍSTICAS DE LA COLONIZACIÓN 135
guiendo y remontando la corriente de dicho fenómeno; ambos casos
ven distintas lenguas participantes en el eje de la lengua dominada.
En efecto, el créole es una lengua cuya misma existencia es señal de
una cierta forma de explotación (en su inicio, con base esclavista) que
es constitutiva de esa lengua y que, para simplificar, llamaré aquí colo­
nialismo. Todos los casos de colonización estudiados hasta aquí in­
cluían la presencia de una población local; ahora bien, en este caso no
existe. Sin embargo, la diferencia reside en su origen, 110 en su esen­
cia; la explotación que les sigue es la misma. Como se sabe, el créole
es originariamente una lengua heterogénea, reducida—en el momen­
to de su nacimiento—a determinadas necesidades de la comunica­
ción, como los sabir, que a continuación adquieren una envergadura
mayor, como los pidgin, para inmediatamente volverse lengua ma­
terna de los hablantes que en un comienzo la empleaban como herra­
mienta mínima de intercomprensión. El créole es
un habla local de tipo pidgin (o pseudo sabir) que, por m otivos históri­
cos o sociológicos, se volvió lengua única de una com unidad lingüística.
En consecuencia, hay muchos individuos que tienen com o lengua ma­
terna un créole y 110 conocen otra lengua.23

Téngase en cuenta que ese origen, así como el del pidgin, está ínti­
mamente ligado a una situación de dominación de una comunidad
por otra. E 11 el caso de los pidgin, consiste en la negativa por parte de
un grupo a hablar la lengua de los otros grupos con que entabla rela­
ciones comerciales: entonces, se desarrolla una lengua derivada, naci­
da del contacto entre la lengua de ese grupo y las otras lenguas en
tensión. Es, por ejemplo, el caso del pidgin-english que se conformó
en el Sudeste Asiático sobre la base de estructuras sintácticas chinas y
un léxico inglés. Queda en evidencia, entonces, la relación de fuerza
que preside la aparición de un pidgin. En el caso del créole, se trata
de la privación de una lengua, de la negativa manifestada ante un

23 “Le l.angagc”, Enciclopedia de la Pléiade, París, 1968, p. 608.


136 PROBLEMAS GENERALES
grupo de hablar su/s lengua/s. Así, los esclavos negros comprados en
las costas africanas y trasladados a las Antillas eran separados, disper­
sados, entremezclados, de modo que no pudieran hablar, en el senti­
do estricto de la expresión. Es la “glotofagia a contracorriente” de la
que hablaba antes: para que se conforme un créole previamente debe
haberse cometido un asesinato de las lenguas de los esclavos, haberse
llegado a inutilizarlas, mediante la multiplicación de interlocutores
de distintas lenguas. Entonces se les inculcaba el mínimo necesario
para recibir las órdenes, a partir del cual crearían para sí mismos un
medio para comunicarse:
Para hacerse entender, para obtener el máximo rendimiento de su mate­
rial hum ano, el Blanco enseñará todos los términos necesarios, nada más;
por su parte, el Negro repetirá com o mejor pueda lo que haya oído o
creído oír.24

Surgido de una relación vertical —comprender al amo—, el créole


será luego vuelto a utilizar en las relaciones entre esclavos (para com­
prenderse entre esclavos). En este punto, lo importante es que los
procesos d epidginización (creación de una lengua vehicular a partir
de muchas lenguas naturales) y de criollización (adopción de un
pidgin como lengua materna por parte de una comunidad) son re­
sultado de las relaciones de fuerza entre comunidades: los pidgin y
los créoles son forjados por comunidades dominadas.25 No es ése el
caso de las lenguas coloniales que estudiamos hasta ahora. En el
primer caso, la dominación es constitutiva de la lengua; en el se­
gundo, es constitutiva de su estatuto de lengua dominada, lo cual
es completamente distinto, aun cuando las situaciones en cuestión
sean estrictamente comparables en el eje sincrónico. Desde luego,
la aparición de esas lenguas heterogéneas no es exclusivamente obra
2,1 Élodie Jourdain, Du fiangais auxparlen créoles, París, Klincksieck, 1956, p. xxv.
15 Véase, por ejemplo, Albert Valdman, “Créole et franjáis aux Antilles”, en: ¡.c
Franftlis en France et hors de France, t. l. Anuales de la Faculté des Lettres et Sciences
Flumaines de Nice, núm. 7, 1969.
IAS MARCAS LINGÜÍSTICAS DE LA COLONIZACIÓN 137
de situaciones de creóles. Así sucedió con el forofifon naspa, el fran­
cés de los tirailleurs que, poco o mucho, servía de lengua vehicular
en África Occidental:
N o había ido a la escuela coino W angrin. Hablaba el “forofifon naspa”, o
francés de los tirailleurs. En “forofifon naspa” los verbos no tenían tiem ­
pos ni modos; tampoco tenía número ni género los sustantivos, pronom ­
bres y adjetivos.26

Pero lo característico del créole, en oposición a esas lenguas deriva­


das, es que se vuelve lengua materna del grupo oprimido y, con ese
rango, llegará a oponerse a la lengua del colonizador en el seno de la
superestructura lingüística, como lengua dominada frente a la lengua
dominante: entonces es la “glotofagia que sigue la corriente” colo­
nial, aquella de la que hablaba más arriba. Por otra parte, se encuen­
tra una prueba a contrario de esa presentación en los pocos casos en
que desaparecieron créoles. En los Estados Unidos, por ejemplo, si se
deja de lado la excepción del gullah de las islas costeras de Georgia
(en este caso la posición apartada, dentro de las islas, explica su con­
servación), los créoles desaparecieron lentamente con la abolición de
la esclavitud. Las comunidades negras que (muy relativamente) sa­
lían de su gueto -en todo caso, del estatuto que les confería la esclavi­
tud- llegaron a adoptar la lengua dominante, con rasgos fonológicos,
sintácticos y léxicos específicos, por supuesto. Pero ya no debe anali­
zarse en términos de glotofagia el black english así conformado, sino
conforme a la presencia de relaciones entre clases en las relaciones
lingüísticas. Se retrucará que la esclavitud también fue abolida en las
Antillas, y allí perduran los créoles. Acaso haya que llegar a la conclu­
sión de que sólo se abolió teóricamente la esclavitud...
Al respecto, detengámonos un instante en el caso de Martinica, pues
dicho caso nos servirá para ilustrar la situación de conflicto entre un
' Análogos a los cipayos hindúes, los tirailleurs eran nativos africanos que forma­
ban divisiones de la infantería francesa. [N. deT.]
K' Amadou Hampaté Bá, l.’Étrange Destín de Wangrin, París, 10-18, 1973, p. 32.
138 PROBLEMAS GENERALES
créole y la lengua dominante que le dio origen.27 Hasta el siglo XVI, la
isla está poblada por indios caraibes que expulsaron a los arawaks y
que a su vez serán expulsados hacia la Dominica a mediados del siglo
xvni, con la llegada de los franceses. Garantizarán el poblamiento de
la isla, por una parte, los colonos; por otra, los esclavos originarios del
Golfo de Guinea. La relación numérica entre europeos y esclavos
negros era, en términos generales, 1 a 8, como muestran las siguien­
tes cifras:
Europeos Esclavos africanos
1715................... ............... 6.400 <•
1738................... ............... •? 57.000
1826................... ............... 11.000 81.000
1848 ................... ............... 10.000 75.000
Esos esclavos están cuidadosamente repartidos de modo que no pue­
dan entenderse entre sí: se separa a los miembros de una misma fami­
lia, de una misma aldea, etc. Así, en dos o tres generaciones, hizo
aparición como lengua materna de los esclavos el créole marriniqués.
Luego se abolió la esclavitud (decreto Schoelcher, 27 de abril de 1848);
pero la organización social que sigue no es muy diferente a la que
precedía al decreto. Hoy, sobre 40 mil hectáreas cultivadas en
Martinica, 7.500 lo son por diez propietarios, 26.250 por otros se­
tenta, mientras que las 6 mil hectáreas restantes están repartidas entre
5 mil pequeños propietarios, a lo que hay que añadir de 35 mil a 40
mil operarios agrícolas que cultivan una pequeña parcela. Esto equi­
vale a decir que el 85% de las tierras cultivadas pertenecen a una
minoría de propietarios (alrededor de 80). Históricamente, la estruc­
tura social de la isla se constituyó siguiendo la trayectoria de los ma­
trimonios mixtos y de los rechazos de esos matrimonios: los békés, es

17 Para hacer estas rápidas alusiones me valgo de un informe de maestría redacta­


do en 1973 bajo mi dirección por Robert Damoiscau: Rappons linguistiques et rapports
socinux en Martinique.
I AS MARCAS LINGÜÍSTICAS DE LA COLONIZACIÓN 13 9

decir, los blancos criollos (entre 2 mil y 3 mil, sobre una población de
320 mil habitantes), forman la clase superior; los mulatos forman la
pequeña burguesía local y los negros constituyen la gran masa de las
clases inferiores. Esa masa habla créole, y sólo utiliza el francés, o
rudimentos de francés, en sus informes anee la administración: en
este caso, nos hallamos ante una situación muy similar a la de las
colonias tradicionales. Por su parte, los békés generalmente son bilin­
gües: utilizan el créole para dirigirse a su personal doméstico, pero en
ocasiones también lo hacen en familia. En cuanto a los mulatos, con­
forman la parte de la población que siente más repugnancia a hablar
créole: para ellos, la lengua francesa es un medio de promoción social
(así, hay gran cantidad de mulatos en la enseñanza).
Vemos que las diferencias que originariamente oponen situaciones
de créoles a las de glotofagia más clásica se atenúan muy pronto: la única
diferencia que persiste es el hecho de que los békés hablan la lengua
local y el francés, cosa nunca vista en África o en Indochina, que
encuentra fácilmente explicación en la implantación de larga data de
los criollos {békés) en las islas. Queda sin cambio que la situación
superestructural en que se encuentran implicados el créole y el fran­
cés es estrictamente paralela a la propia de las colonias tradicionales:
lingüísticamente, pese al origen especial del créole, esa superestructu­
ra es rastro de colonialismo, aunque sea de un tipo especial.
Resta evocar, antes de concluir, un caso que algunos quisieron pre­
sentar como peculiar: el del inglés de los indios. Se sabe que en la India
existe una situación lingüística bastante compleja: junto al hindi habla­
do, con el urdu, por sesenta millones de habitantes, o del bengalí
hablado por setenta millones de habitantes, hay lenguas fuertemente
minoritarias. El conjunto conforma un mosaico que favoreció la ex­
pansión y sobre todo la conservación del inglés. Sin embargo, el re­
sultado no es en modo alguno diferente del que es visible en las colo­
nias francesas o en las ex colonias francesas: allí, el inglés es lengua
dominante, frente a una pluralidad de lenguas dominadas, es la len­
gua de la administración, la lengua del poder, en síntesis, la lengua de
140 PROBLEMAS GENERALES
opresión del pueblo. Por eso, es al menos llamativo ver cómo algunos
lingüistas intentan presentar la situación india bajo una luz en gran
medida diferente. Así, Braj Kachru2" inventa el concepto de indianidaet
del inglés de los indios (iridian english) que pone en el mismo nivel
que la ang licidud del inglés británico y la am ericanidad del inglés de
los Estados Unidos (indianness, englishness, am ericanness), sin pregun­
tarse cuál es el porcentaje de la población inglesa o estadounidense
que habla inglés, y sin pensar en comparar ese porcentaje con el co­
rrespondiente a la población india que habla esa lengua: no obstante,
el resultado sería instructivo. B. Kachru cree que acumulando una
cierta cantidad de interferencias léxicas y culturales puede hablar de
“contextualización” del inglés. Pero esa “con text ual i/ación" 110 hace
mella alguna al estatuto neocolonial de la lengua. Así, que haya quien
diga, en iridian english, flo w e-b ed en vez de nuptial-bed , según el mode­
lo del bengalí p hu khzyjja, no es testimonio de otra cosa que de un
fenómeno de interferencia que se encuentra un poco en todas parres en
las situaciones de conflicto lingüístico: en África Occidental se dice
gag nerpetit por avoir un enfant [tener un hijo], lo que está lejos de dar
testimonio del surgimiento de un francés de Africa. Una vez más, sería
preciso preguntarse cuánta gente habla francés en África, o cuánta gente
habla inglés en la India : en las treinta y tres páginas de su artículo, B.
Kachru 110 nos da información alguna acerca de ese punto.
En efecto, las características estadísticas de la diglosia producida
por el colonialismo son fundamentales. La superestructura lingüísti­
ca resultante de un colonialismo trunco 110 está constituida por 1111
bilingüismo del 100% y, sin importar cuántas cifras se puedan pro­
poner al respecto, la del 10% es sin duda la más cercana a la verdad.
La glotofagia que caracteriza al colonialismo moderno y al neocolo­
nialismo no consiste en volver bilingües a todos los colonizados; sim­
plemente consiste en (si se me permite utilizar ese término) prohibir
a las lenguas de los colonizados el derecho a la existencia plena. Ha-

28 Braj Kachru, “ludían English: a Study ¡11 Contextualization”, In Memory o f J.


R. Finb , Londres, I.ongman, 1966, pp. 255-287.
IAS MARCAS LINGÜÍSTICAS DE LA COLONIZACIÓN 141
blar de bilingüismo para nada significa que uno hable de países en los
que todo el mundo es bilingüe, tampoco de países en los que la can­
tidad de bilingües es alta. Com o recordaba recientemente Jean
Darbelnet:
Canadá es oficialm ente un país bilingüe; pero ¿cuántos bilingües hay en
Canadá? A ciencia cierta, los canadienses ingleses y anglófonos no mues­
tran una proporción elevada de bilingües en ese país; la mayor parte de
los bilingües que uno encuentra son francófonos que están obligados
justamente para sobrevivir, para prosperar económ ica y socialm ente, a
saber la otra lengua oficial del país.29

Ahora bien, justamente ese aspecto del “bilingüismo” es el que con­


forma la superestructura lingüística de esencia colonial. La situación
québécoise está delineada por dos hechos: en Québec los hablantes de
francés deben aprender inglés para obtener ciertos puestos; y la ley
que hace obligatorio el bilingüismo francoinglés para ciertos puestos
en la administración pública no se aplica más que con los francófonos
(en la práctica, los anglófonos no están obligados a hablar francés). Y,
por supuesto, esa situación reaparece en todos los casos citados en
este libro.
De hecho, hay que prestar mucha atención para 110 caer en el dis­
curso neocolonial tipo, que en el fondo consiste en presentar la intro­
ducción del francés en las colonias como una cosa buena, un elemen­
to positivo: ¿acaso no es el francés una lengua moderna, una lengua
con futuro, la lengua del futuro? Sin demorarnos en este argumento,
una vez más, racista, simplemente hay que recordar que la coloniza­
ción no introdujo el francés en África (en el sentido de que los pue­
blos colonizados por Francia hablarían francés); simplemente colocó
allí a una minoría hablante de francés que gobierna e impone su ley a
una minoría 110 francófona. Por lo demás, es preferible dejar la pala­
bra, como conclusión, a un representante de los colonizados:
MJ. Darbelnet, “Le bilinguisme”, en: Armales de la Faculté des I.ettres et Sciences
Humaines de Nice, núm. 12, octubre ele 1970.
142 PROBLEMAS GENERALES
Se nos dijo que se nos había impuesto el uso del francés. Creerlo plácida­
mente, sin realizar el mínimo análisis, daría como resultado acordar con
un prejuicio favorable al colonialismo, en un país que cuenta con cerca
de un 85% de analfabetos, por más que haya permanecido durante 130
años en contacto directo con la lengua francesa.30

30 Mosrefa Lacheraf, L'Algérie: natío» et société, París, Maspéro, 1965, p. 313.


V. EL DISCURSO COLONIAL
ACERCA DE LA LENGUA
Las lenguas que son habladas aún hoy y en otro tiem po fueron habladas
en los diferentes pueblos de nuestro planeta se dividen en tres clases:
lenguas sin ninguna estructura gramatical, lenguas que utilizan afijos, y len­
guas con inflexiones.

Al citar esc pasaje de A. W. Schlegel, para quien las lenguas indoeuro­


peas se encontraban en la cúspide de una pirámide evolutiva cuya
base estaba conformada por las lenguas menos “civilizadas”, Georges
Mounin escribe que esa tipología lingüística estaba “destinada a im­
perar por al menos cincuenta años”.1 Y Maurice Houis, retomando
ese pasaje, corrige:
Esc imperio fue mucho más prolongado. Todavía dura. La tipología en
cuestión no es más que una de las formulaciones de una noción rectora
(idée-force) más general, según la cual las lenguas de la familia indoeuropea
están en la cúspide de la evolución, y las lenguas de los negros en lo más
bajo de la escala... Esa noción rectora fue tanto más acariciada por la
sociedad colonial - y sigue siéndolo en la medida en que esa sociedad
subsiste—en virtud del nim bo que le otorgó su origen erudito y porque
daba justificación a una política y a un com portam iento para el cual el
negro era un niño o un primitivo al que bacía falta “civilizar” pese a él.2

Efectivamente, incluso en el momento en que por lo general la lin­


güística desterró los postulados racistas o racistoides que recordamos
1 Georges Mounin, Histoire de la linguistique des origines au XXe. siecle, París, p u f ,
1970, pp. 188-189 [trad. esp.: Historia de la lingüistica: desde los orígenes al siglo XX,
Madrid, Gredos, 1995).
2 Maurice Houis, Anthropologie linguistique de 1‘A jrique noire, op. cit., p. 26.

143
1 44 PROBLEMAS GENERALES
en el capítulo i, los efectos de esos postulados se hacen sentir en todo
momento, por un efecto retardado propio de la difusión de las ideas
“científicas” en el sentido común, por una parte, y, por otra, debido a
que no es fácil separarse de aquello qtie justifica nuestra práctica, a me­
nos que uno se vea obligado a hacerlo y, en ese caso, contra nuestra
propia voluntad. Ya vimos que la glotofagia crece a sus anchas en el
terreno fértil conformado por una cierta cantidad de bases propicias,
para lo cual el discurso científico-ideológico brinda un abono de pri­
mera línea: existen las lenguas, eso que nosotros hablamos, y los dia­
lectos o jergas, merced a los cuales llegan penosamente a comunicarse
los poblados que vamos a liberar de su salvajismo. Y, desde luego,
dicho salvajismo se define, negativamente, por privación de todo cuan­
to hace la cultura de Occidente: nosotros tenemos una lengua, una
literatura, una arquitectura, una ética, una Weltanschauung, todas cosas
de las que carecen los colonizados. Y, de 1111 m odo global y
general izador: nosotros tenemos una Historia y ellos 110. Al respecto,
resulta interesante exhumar algunos fragmentos escogidos, como ese
pasaje del prefacio que el gobernador Clozel dedicaba en enero de
1911a Haut-Sénégal Niger de Maurice Delafosse:
A diferencia de la mayoría de las colonias africanas, cuyo pasado, tan
virgen com o sus forestas, se reduce a la historia del esfuerzo de los explo­
radores europeos por penetrar en ellas, el Sudán tiene una historia.3

Notable descubrimiento, que, de una sola vez, niega a los negros 110
sudaneses el derecho a la historia. Si en este caso se sustrae al Sudán,
es básicamente producto del azar, ese azar que nos dejó una cantidad
relativamente importante de textos árabes acerca de su pasado.4 Den­

3 Maurice Delafosse, Haut-Sénégal Niger (1912), París, Maisonneuvey I,aróse, 1972.


4 Citemos, entre ot ros: El Bekri, Description de l'Afrique septentrionale (1068-1069),
traducción de Mac Guckin de Slane, París-Argel, 1912; León el Africano, Description
de l'Ajrique (1491 -1540); lis Saadi, Tarij es Sudan (Chronique du Soudan), escriro hacia
1655, trad. de O. Hondas, París, 1913; Mohammed Kari, ’ldrij el Fattach (Chronique
de l’observateur, 1519-1665), trad. de O. I-loudas y M. Delafosse, París, 1913.
EL DISCURSO COLONIAL ACERCA DE LA LENGUA
tro de la sociedad en que vivimos, donde lo escrito es mistificado
hasta el punto de considerárselo garante de la cultura y de la civiliza­
ción, donde la historia no existe más que en función de los rastros
escritos que tenemos de ella, a Clozel le resultaba difícil ir a contrape­
lo de los testimonios de El Bekri, tbn Battuta, Es Saadi o El Kati. El
Sudán existía en la Edad Media, pues esos autores aparentemente dig­
nos de crédito lo habían encontrado. Pero los demás, que no tenían
cronistas, no tendrán historia; cuesta imaginar deducción más sutil.
Con todo, incluso en los casos privilegiados en que no se puede
ignorar que los pueblos africanos existieron mucho tiempo antes de
la colonización, su existencia y su especificidad serán devaluadas, es­
crupulosamente limitadas a las norma de lo admisible; desde luego,
su historia y su civilización no estarían en condiciones de entrar en
competencia con las nuestras. 1.a antigua idea de los enciclopedistas,
según la cual esos salvajes son una huella de nuestro pasado, de quie­
nes nosotros somos la última evolución, siempre está presente, en
todas partes, por supuesto en el sentido común, pero también en textos
que aspiran a ser reconocidos por su seriedad. El 25 de abril de 1905,
el gobernador general Rouche, antecesor de Clozel en el Alto Senegal
Níger, escribe en una nota dirigida a sus colaboradores:
Nuestra firme intención de respetar las costumbres no sería suficiente
para crearnos la obligación de sustraerlas a la acción del progreso.

Y además:
En efecto, no podem os im poner a nuestros sujetos las disposiciones de
nuestro derecho francés, manifiestamente incom patibles con su condi­
ción social. Pero no podríam os tolerar mucho más la conservación, bajo
el amparo de nuestra autoridad, de ciertas costumbres contrarias a nues­
tros principios de humanidad y al derecho natural.

Así, cuando se “respeta” la tradición local, es porque en el fondo se


considera que los indígenas son demasiado atrasados para gozar de
nuestra civilización que, no obstante, sigue siendo la única conforme
146 PROBLEMAS GENERALES
al "derecho n a tu ra lya se sabe, desde que Roland Barthes lo denun­
ció enérgicamente, que la pretensión de ser naturales la última astu­
cia de la razón por cuyo intermedio la ideología burguesa desea en­
mascarar su carácter profundamente cultural, histórico; pero en este
caso tenemos, por si hiciera falta, una prueba más. En este punto, nos
encontramos en un planteo muy general, del que aparentemente es­
tán ausentes las lenguas. Pero volveremos a él muy pronto. Clozel,
por ejemplo, envía a sus administradores y a los comandantes de cír­
culos un memorándum al que se adjunta la lista de los asuntos a
tratar en el establecimiento de monografías dedicadas a cada círculo
(a la República le importa estar informada acerca de esos temas). La
octava sección del cuestionario está redactada de este modo: "Len­
guas. Dialectos hablados. Cantidad de individuos que hablan cada
dialecto”. El término lengua sólo aparece de modo genérico; pero los
indígenas no pueden hablar más que dialectos.
Como se ve, ya en las primeras horas de la colonización, hay una
profunda concordancia entre el discurso administrativo acerca de los
colonizados (en el caso específico será demostrar que la lengua
mandinga se compone fundamentalmente de monosílabos (“no se
puede considerar como raíces puras” a los bisílabos), sin duda para
que el carácter de lengua aislante que él le atribuye no pueda ser
cuestionado.5 Desde luego, en esta oportunidad no se trata de cálculo;
Delafosse cree sinceramente en el aspecto monosilábico del mandinga.
El problema es, para empezar, saber por qué cree tan fuertemente en
eso, hasta llegar al punto de distorsionar a menudo los hechos para
hacer que concuerden con su teoría (aquí, es víctima del conjunto de
la ideología de las lenguas simples); luego es enfatizar bien que esa
simplicidad postulada respecto de las lenguas colonizadas volvería a
ser empleada por el sentido común dentro de un discurso peyorativo.
En efecto, esos discursos paralelos -d e los lingüistas, de la
administración- muy pronto hallarán un eco en el discurso colonial

5 Maurice Delafosse, La Langue mandingue et ses dialectes, op. cit., t. i, pp. 111
118 .
EL DISCURSO COLONIAL ACERCA DE LA LENGUA 147
en sentido más general. De hecho, hay dos dogmas clave que el
colonialismo no puede dejar de usar. Según el primer dogma, al
aprender nuestra lengua -que los introducirá en la civilización, en el
mundo m oderno- todo lo que reciben los colonizados es ganancia.
El segundo estipula que, de todos modos, las lenguas indígenas serían
incapaces de cumplir esa función; incapaces de actuar como vehículo
de los conceptos modernos, de nociones científicas; incapaces de ser
lenguas de enseñanza, de cultura o de investigación. Así, se desarrolla
un discurso elaborado por blancos, para blancos y para aquellos cuya
educación y cuyos intereses impulsan a considerarse y comportarse
como blancos, discurso que por supuesto tiene su vertiente teórica, o
pretendida tal: se busca mostrar que la glotofagia es un hecho evidente,
ineluctable, y además anhelado por los propios colonizados. En
consecuencia, DésiréThebault no lamenta escribir:
La francización de Argelia, tan avanzada ya en Cabilia y en las regiones
delTel, se presenta, entonces, com o el hecho lingüístico más im portante
para el porvenir de esc país. Se corresponde con las verdaderas necesida­
des de las poblaciones, si no siempre en la dim ensión sentimental, por
cierto sí en la de sus aspiraciones al mayor bienestar dentro de una socie­
dad moderna en que se le va preparando su sitio/’

Se percibe la magnitud del paternalismo que impregna esas líneas, en


que, por otra parte, se contrapone hábilmente “sentimientos” y aspira­
ciones a un bienestar mayor. Traduzcamos: desde luego, las poblacio­
nes todavía desean, por algún oscuro lazo medieval, hablar su lengua;
pero ésta, a la que solamente las atan sus sentimientos, está irremisible­
mente condenada: para ellos, la única posibilidad de ser introducidos
en la modernidad reside en la lengua francesa. En algo más de diez
años, el devenir histórico de Argelia desmintió en cierta medida, acota­
da, la afirmación de ese autor; pero indudablemente sería cruel insistir
acerca de lo inadecuada que demostró ser su previsión. De hecho, apa­
6 DésiréThebault, “Languearabeet parlcrs maghrébiiis”, en: Cahiersnord-africains,
núm. 74, agosto-septiembre de 1959.
148 PRO lil .l'.MAS GENERA 1TíS
rentemente D. Thebault no se preocupaba por describir una situación
y sacar enseñanzas de ella; él defendía una posición política, posición
que, como veremos más adelante, en su planteo general se traducía
mediante el concepto de asimilación. William Mar^ais, por lo demás
conocido como honorable arabisrmt, va más lejos en esa tergiversación
del sentido y en lo falso. Empieza por trazar un retrato cínico de las
situaciones de conflicto de lenguas en África del Norte:
Es impráctico, no es razonable y, en efecto, es infrecuente que dos idio­
mas de civilización coexistan por mucho tiempo en un mismo país. Cuan­
do los competidores gozan de idéntico prestigio, expresan de modo sensible
las mismas cosas, y las dicen tanto uno como el otro —lo misino da-, a lo
que contribuyen motivos sentimentales, ese derroche de energía puede
prolongarse. Pero cuando una de las lenguas es la de los dirigentes, a
quienes abre el acceso a una gran civilización moderna, cuando es clara,
cuando su expresión escrita y hablada del pensamiento de aquéllos se
acerca a lo máximo, y cuando la otra es la lengua de los dirigidos, a quie­
nes expresa en sus mejores escritos conforme a un ideal medieval, cuando
es ambigua, y escrita presenta un aspecto distinto que al ser hablada, la
partida es verdaderamente desigual: la primera debe inexorablemente hacer
recular a la segunda. De todas formas, esta última puede subsistir como
idioma de conversación. Pero en los casos en que dos pueblos que hablan
dos lenguas viven uno junto al otro, se mezclan estrechamente, si uno
concibe, ordena y distribuye los salarios y el otro ejecuta, obedece y vive
de esos salarios, hay que contar con que a la larga los dirigidos, los asala­
riados, hallen más interés y sean más proclives a adquirir algún hábito de
la lengua de los directivos, de los dadores del salario, que estos últimos a
aprender el dialecto ('parler) de sus subordinados, de sus empleados...
Luego, como conclusión, afirma:
Bien parece ser de esa índole -los hechos lo demuestran—la opinión de
gran cantidad de musulmanes magrebíes.7
W. Marcáis, “La langue arabo tlans l’Afriquc du Nonl”, en: iietiue Pédatovique,
núm. 1, Argel, 1931.
EL DISCURSO COLONIAL ACERCA DE LA LENGUA 149
Un mérito al menos hay que reconocer a este autor: el de haber
sabido condensar en pocas líneas todas las necedades que supo forjar el
racismo ordinario a propósito de las lenguas. Una vez rendido ese tri­
buto, no carece de interés ocuparse de juanera menos distante de esta
pieza de antología. En primer lugar, se nota que en ella hay una argu­
mentación dicotómica (razonable/no razonable; práctico/impráctico;
claro/ambiguo) que gira en falso, haciendo abstracción de cualesquiera
condiciones concretas, de cualquier referencia a hechos de experiencia:
¿qué es, en abstracto, la razón, lo práctico? En segundo lugar, el racis­
mo y el desprecio están en el centro de todo el pensamiento del autor.
¿A propósito de qué puede decirse que una lengua es clara, que otra es
ambigua? ¿Qué es un ideal medieval? ¿Y qué es una gran civilización
moderna? Todos esos juicios de valor no reposan más que sobre la acti­
tud peyorativa respecto de la lengua de los otros. Y lo más paradójico es
que su ingenuidad lo lleva a plantear en el nivel de lo denotado, de lo
explícito, aquello que otros más hábiles relegan a los subsuelos de la
connotación: hay una lengua de los dirigentes, una de los dirigidos, y
ese estatuto determina todos los juicios de valor relevados más arriba; el
poder interviene confiriendo el derecho a suprimir la lengua de aque­
llos sobre quienes se ejerce. No hay necesidad alguna de inquirir al
texto: el texto dice todo. Además de eso, si se excluye la solución que
consiste en que “directivos” y los “dadores de salario” aprendan “el dia­
lecto de sus subordinados”, la solución alternativa 110 es estrictamente
paralela a aquélla: los “dirigidos”, los “asalariados” deberán adquirir “al­
gún hábito de la lengua de los directivos”, sin duda porque les resulta
inútil hablarla bien, o porque 110 tienen la capacidad de hacerlo. Pero
en ello no hay más que una muestra en bruto de racismo lingüístico; y
la verdadera importancia de esc fragmento reside en la última frase que
vale la pena volver a copiar: “Bien parece ser de esa índole —los hechos
lo demuestran- la opinión de gran cantidad de musulmanes magrcbíes”.
Pasemos por alto el musulmanes (¿desde cuándo se define a los locuto­
res en virtud de una religión? ¿En esta oportunidad las personas
Involucradas son los musulmanes o los hablantes de árabe? Ésta no es
una huera querella de términos: por ejemplo, todo el problema israelí
150 PROBLEMAS GENERALES
está basado sobre una impostura semántica similar). En efecto, es más
interesante la concepción que tiene Mar^ais acerca de la “prueba”. Los
hechos -nos dice (¿pero qué hechos?)—demuestran que gran parte de
las poblados magrebíes piensa como él. Concedámosle el beneficio de
creer en las cifras de una encuesta, en cuestionarios, en suma, en un
planteo “científico”. Pero, entonces, si ése es el caso, los magrebíes en
cuestión piensan eso. De allí en más, ¿por qué escribir: “bien parece ser
de esa índole la opinión...”? ¿Y no hay una llamativa contradicción
entre el verbo parecer y el sintagma los hechos lo demuestran? En síntesis,
también sería cruel insistir en este caso. De igual modo queThebault,
Maníais defiende una posición ante todo política cuya verdad reside en
otra parte, en este fragmento de más de un siglo de antigüedad, por
ejemplo:
La instrucción nos brinda un excelente instrumento para debilitar a la
vez la influencia de los marabouts y la de los tolba, vendedores de amuletos,
charlatanes siempre contrarios a las tendencias francesas.*

Pues la base del problema consiste en ello: gracias a la actitud peyora­


tiva respecto de las lenguas nativas, ha de afianzarse mejor el dominio
de la lengua francesa y, de un modo más general, del sistema colonial
francés. Bajo esa óptica, los textos deThebault o de Mar^ais pueden
parecer poco importantes: la colonización disponía de armas más efi­
caces. Sin embargo, no son desdeñables, pues la ideología colonial
corriente precisamente se nutrió de ese tipo de razonamiento.
Por una parte, hay algunas publicaciones seudocientíficas tales como
esas de las que acabamos de tener una muestra, o como ese volumen
publicado en 1933 por alguien de apellido Davesne, La langue
jrangaise, langue de civilisation en Ajrique accidéntalejrangaise.'1El prin-

" Angelami Delorme, en: Revue Oriéntale, octubre de 1852. Citado por Y. Turin.
J Reproducido por Mauricc Houis, Antbropologie linguistique de lAfriqie noire,
np. cit., p. 31.
EL DISCURSO COLONIAL ACERCA DE LA LENGUA 151
cipio es siempre el mismo: en el linaje de las teorías racistas y etno-
centristas del siglo anterior —y según una modalidad que distorsiona
los hechos cuando es forzoso hacerlo- se demuestra, para un público
ya convencido, que las lenguas de los colonizados son sublenguas
incapaces de dar respuesta al desafío de los tiempos modernos, de las
ciencias, de la cultura; de ahí, su necesidad de adoptar la lengua del
colonizador. Con ello, el teorema está demostrado.
Por otra parte, hay una difusión masiva de esas ideas, bajo la ac­
ción de una fuerza aún más simplificada, si es posible, hasta adquirir
el aspecto de eslóganes, de consignas, con la veracidad impactante e
irrefutable que en todo momento pretenden expresar. Por ejemplo,
ya vimos, en el capítulo anterior, que la mayor parte de las veces el
préstamo era la evidencia de un estatuto de dominación lingüística,
de una glotofagia en curso. Ahora bien, en el discurso ideológico
habitual se presenta justamente como prueba de la incapacidad de
traducir el mundo moderno, propia de las lenguas indígenas. Desde
luego, a nadie se le ocurrió jamás interpretar los numerosos présta­
mos tomados del árabe por el español o por el francés como prueba
de la inferioridad de esas dos lenguas romances; pero qué más da: la
ideología tiene una memoria corta. Se prefiere remarcar con delecta­
ción que al automóvil, quintaesencia del modernismo introducido
por Occidente en sus colonias, no se le puede dar nom bre en esas len­
guas de salvajes. ¿Acaso no se dice lornobil , en árabe de África del
Norte; m obili, en bambara; karr , en bretón? Ya no se considera el
préstamo como resultado de una relación de lenguas / relación de
fuerzas; se distorsiona su realidad. No existe interés respecto del modo
en que aparece, de los motivos de su aparición, pues éstos ya fueron
encontrados, en su totalidad, y sólo resta justificarlos; lo cual implica,
por supuesto, que no se ven fenómenos opuestos. Tampoco se liará
constar que el bretón construyó, sobre su verbo n ij (“volar”), el tér­
mino ka rr-nij (“avión”); o que el bambara, a partir de sus raíces pro­
pias so (“caballo”) y n e g e (“hierro”), construyó el término n e g e s o
(“caballo de hierro”, es decir: “bicicleta”) en lugar de un bicicleti o
bicileti cualquiera que habría dado satisfacción al discurso colonial.
152 PROBLEMAS GENERALES
Además, se olvida que en ese mismo bambara se publicaron libros de
cálculo, que también se creó una terminología gramatical de base sin
préstamo alguno del francés:10 la ideología tiene una mirada selectiva.
El préstamo “forzoso” se toma, entonces, como prueba de la debi­
lidad de las lenguas dominadas, de su incapacidad para traducir el
mundo moderno. En este caso, la ideología corriente dispone asimis­
mo de otro argumento: esas lenguas son sublenguas porque no tie­
nen escritura. Hoy, esa aserción hace sonreír a cualquier lingüista,
pero ya permeó profundamente el sentido común, tanto que nos hace
perder tiempo en refutarla. Para empezar, se sabe que la escritura nunca
es más que una etapa histórica de la evolución de una comunidad
lingüística: todas las lenguas fueron no escritas, durante un período
de tiempo variable. Y esa ausencia de escritura 110 está ligada, por
cierto, a una ausencia de civilización, como generalmente se pretende
con suficiencia. Todo lo contrario: a partir de esas condiciones con­
cretas, se desarrolló una forma originaria de civilización, aquella que
Maurice Houis estudió a propósito del África negra y bautizó civili­
zación de la oralidad.11 En este caso, la memoria funciona como bi­
blioteca (“En África, cada anciano que muere es una biblioteca que se
quema”, decía Hampaté Bá), y esa oralidad cimentada en la palabra
hablada (cuando en nuestra civilización se cimenta en la literatura)
trae aparejada, por supuesto, una estructura del texto (cuya cercanía
con el verso propio de Claudel es señalada por Houis al tratar acerca
de un proverbio bambara), pero también cierta estructura social. Lo
que cuenta es que la oralidad determina una forma específica de civi­
lización, distinta de la nuestra, sin más. También que la conversión
de la ausencia de escritura en ausencia de civilización proviene de ese
planteo etnocentrista que ya citamos a lo largo de todo este libro.
Pero hay otro punto fundamental, ya que tomar la ausencia de escri­
tura como prueba de inferioridad congénita de una lengua raya en la
grosería, cuando se sabe que la administración colonial siempre se

1(1Véase Grammaire de la phrase bambara, Bamako, 1971.


11 Maurice Houis , Anthropologie linguistique de VAfrique noire, op. cit., pp. 46-72.
EL DISCURSO COLONIAL ACERCA DE LA LENGUA 153
rehusó a transcribir las lenguas locales, que incluso hoy otorga pocos
recursos a los lingüistas que podrían hacer ese trabajo. El argumento
es de mala fe, tanto más cuanto que la suerte reservada al árabe no fue
muy diferente de la reservada a las lenguas del África negra, mientras
que el árabe tenía una tradición escrita de larga data. Ya vimos cómo
un Mar^ais se escabullía ante la dificultad: para menospreciar el árabe
no veía un impedimento en la literatura de aquél; le bastaba con
calificarla de medieval. Ahora bien, en ambos casos, la experiencia
demostró que la argumentación colonial era falsa. Por una parte, es­
tán las lenguas africanas escritas, que hoy cumplen con la tarea de
lengua de comunicación en todos los niveles: por ejemplo, el caso del
swahili, lengua nacional de Tanzania. Hace ciento cincuenta años, el
swahili no tenía escritura. Por otra parte, muy bien pueden utilizarse,
con un mínimo de adaptación, lenguas escritas desde hace mucho
tiempo y esta vez poco practicadas por estar sometidas a la opresión
glotófaga. Desde luego, ése es el caso del árabe; también, entre otros,
el caso del occirano: existe, para no tomar más que un ejemplo, una
literatura técnica en occitano referida a la lingüística que nada tiene
que envidiar a la literatura en lengua francesa.12
Con todo, no basta con denunciar esas aserciones imbéciles acerca
de las lenguas llamadas “exóticas” (al respecto, no resulta indiferente
que ese término, frecuentemente empleado por los lingüistas, en el
lenguaje corriente haya adquirido un sentido cercano a lo folclórico,
confusionista...), lil discurso colonial sobre la lengua no sólo es ra­
cista, o despreciativo: ésas sólo son sus manifestaciones más ligeras.
Es-ante todo y más profundamente- funcional, por completo orien­
tado hacia un objetivo: la justificación de la glotofagia y de la política
que la engloba. En efecto, la extirpación de las culturas locales, de las
lenguas locales, a la que tiende ese discurso colonial, presupone una
cultura y una lengua de reemplazo: es el mito de la asimilación, que
tantas veces reapareció bajo distintas formas. Lo que todas las propa­

12Véase, por ejemplo, “Per una semanrica occitana”, de Joan Lar/.ac, en: Obradors,
núm. 2, Montpellier, 1973.
154 PROBLEMAS GENERALES
gandas intentaron presentar como una idea generosa no era, desde
luego, más que uno de los avatares de la táctica colonial, un engaño
más. Para discernir su impacto, basta ver qué porcentaje de las pobla­
ciones colonizadas fue tocado por la cultura francesa. Yves Benot des­
cribió perfectamente esa máscara de la glotofagia en algunas líneas:
Para el colonialism o francés, la teoría de la asimilación desempeñaba un
papel de propaganda tanto en relación con los africanos com o con la
opinión pública francesa. En cuanto a su contenido efectivo, podem os
quedarnos con la conclusión de Suret-Canalc (Afrique nuire, II, 116): “La
asimilación sólo tenía una significación negativa: suprimía o ignoraba las
culturas políticas estrictamente africanas, la cultura africana, con vistas a
sustituirlas por las estructuras coloniales, la instrucción colonial; eso era
indudablem ente ‘francés’, pero profundamente distinto a lo existente en
el m ism o ámbito en la metrópoli”.13

Sin embargo, hay que tomar distancia respecto del final del fragmen­
to de Suret-Canal que cita Benot, pues en verdad el problema no es
saber si el sistema colonial era el mismo que el de la metrópoli. Por
supuesto, la impostura de la asimilación surge con claridad cuando se
destaca que los colonizados estaban lejos de tener los mismos dere­
chos, las mismas posibilidades, las mismas oportunidades que los blan­
cos. Pero por más que se hubieran encontrado en igualdad de dere­
chos y de oportunidades —es decir, si la asimilación tomada al pie de
la letra hubiera sido una realidad-, la negación o la deglución de la
cultura que les era propia habría sido pasible de las mismas críticas.
Hoy la glotofagia francesa en África puede parecer selectiva (de he­
cho, pocos africanos hablan en francés), pero la trayectoria que se­
guía llevaba a la digestión total. Un colonialismo consumado crea un
vacío de especificidad local por debajo de él.
A eso se debe que ese discurso colonial acerca de la lengua, esa
traducción simplificada de los temas ideológicos perimidos, presente
13 Yves Benor, Idéologies des indépendances africaines, París, Masp¿ro, 1969, p. 79, n.
20 [trad. esp.: Ideologías de Lis independencia*, africanas, Barcelona, Dopesa, 19733.
EL DISCURSO COLONIAL ACERCA DE LA LF.NGUA 155
una importancia tan considerable. Desde luego, se trata de mitos;
pero la vida de los mitos tiene más penurias que la de las teorías.
Reforzadas por su aparente evidencia, por ese aire de ineluctabilidad
que les confiere la repetición, impregnan la sociedad de temas recu­
rrentes, y ya su recurrencia los hace fuertes. Ya vimos cómo muchos
siglos de discursos acerca de la lengua habían ofrecido al colonialis­
mo una provisión de justificativos “científicos”. Llegado a este punto,
el colonialismo siempre necesita justificarse, no es cínico al punto de
limitar su defensa a las sesiones de la Asamblea Nacional, encargada
de votar su presupuesto. Desde ese punto de vista, las teorías
lingüísticas anteriores al reinado de Jules Ferry, que lo justificaron a
posteriori, eran sus precursoras, la precedían, mientras que el discurso
colonial acerca de la lengua que intenté bosquejar aquí sigue su co­
rriente, la justifica siempre, sin duda, pero después, una vez lanzada
la iniciativa.
Como si fuera necesario agenciarse una buena conciencia pintan­
do con los colores del humanismo la glotofagia en curso. A menos,
desde luego, que todo consista en preparar la agenda, disponer el
porvenir y el neocolonialismo, del que hablaremos más adelante.
154 PROBLEMAS GENERALES
gandas intentaron presentar como una idea generosa no era, desde
luego, más que uno de los avatares de la táctica colonial, un engaño
más. Para discernir su impacto, basta ver qué porcentaje de las pobla­
ciones colonizadas fue tocado por la cultura francesa. Yves Bcnot des­
cribió perfectamente esa máscara de la glotofagia en algunas líneas:
Para el colonialism o francés, la teoría de la asimilación desempeñaba un
papel de propaganda tanto en relación con los africanos com o con la
opinión pública francesa. En cuanto a su contenido efectivo, podem os
quedarnos con la conclusión de Suret-Canale [Afnque noire, II, 116): “La
asimilación sólo tenía una significación negativa: suprimía o ignoraba las
culturas políticas estrictamente africanas, la cultura africana, con vistas a
sustituirlas por las estructuras coloniales, la instrucción colonial; eso era
indudablem ente ‘francés’, pero profundamente distinto a lo existente en
el m ism o ámbito en la m etrópoli”.13

Sin embargo, hay que tomar distancia respecto del final del fragmen­
to de Suret-Canal que cita Benot, pues en verdad el problema no es
saber si el sistema colonial era el mismo que el de la metrópoli. Por
supuesto, la impostura de la asimilación surge con claridad cuando se
destaca que los colonizados estaban lejos de tener los mismos dere­
chos, las mismas posibilidades, las mismas oportunidades que los blan­
cos. Pero por más que se hubieran encontrado en igualdad de dere­
chos y de oportunidades —es decir, si la asimilación tomada al pie de
la letra hubiera sido una realidad—, la negación o la deglución de la
cultura que les era propia habría sido pasible de las mismas críticas.
Hoy la glotofagia francesa en África puede parecer selectiva (de he­
cho, pocos africanos hablan en francés), pero la trayectoria que se­
guía llevaba a la digestión total. Un colonialismo consumado crea un
vacío de especificidad local por debajo de él.
A eso se debe que ese discurso colonial acerca de la lengua, esa
traducción simplificada de los temas ideológicos periinidos, presente
Yves Benot, Idéologies des indépendances afiieaines, París, Maspéro, 1969, p. 79, n.
20 (tracl. esp.: Ideologías de las independencias africanas, Barcelona, Dopesa, 1973).
EL DISCURSO COLONIAL ACERCA DE LA LENGUA 155
una importancia tan considerable. Desde luego, se trata de mitos;
pero la vida de los mitos tiene más penurias que la de las teorías.
Reforzadas por su aparente evidencia, por ese aire de ineluctabilidad
que les confiere la repetición, impregnan la sociedad de temas recu­
rrentes, y ya su recurrencia los hace fuertes. Ya vimos cómo muchos
siglos de discursos acerca de la lengua habían ofrecido al colonialis­
mo una provisión de justificativos “científicos”. Llegado a este punto,
el colonialismo siempre necesita justificarse, no es cínico al punto de
limitar su defensa a las sesiones de la Asamblea Nacional, encargada
de votar su presupuesto. Desde esc punto de vista, las teorías
lingüísticas anteriores al reinado de Jules Ferry, que lo justificaron a
posteriori, eran sus precursoras, la precedían, mientras que el discurso
colonial acerca de la lengua que intenté bosquejar aquí sigue su co­
rriente, la justifica siempre, sin duda, pero después, una vez lanzada
la iniciativa.
Como si fuera necesario agenciarse una buena conciencia pintan­
do con los colores del humanismo la glotofagia en curso. A menos,
desde luego, que todo consista en preparar la agenda, disponer el
porvenir y el neocolonialismo, del que hablaremos más adelante.
VI. LENGUA Y LIBERACIÓN NACIONAL

En el capítulo ni, recordé un fragmento de Roland Barthes acerca de


Ignacio de Loyola, y utilicé el concepto de “campo de exclusión”, que
él proponía, para hablar de lenguas exclusivas, aquellas que para desa­
rrollarse fuera de su lugar de origen hacen tabula rasa de las lenguas
anteriores, por debajo de sí. Desde luego, el carácter exclusivo de una
lengua es específico del proceso glotofágico, y ese estatuto de lengua
exclusiva, o la relación estatutaria entre lengua dominada y lengua do­
minante, constituyen la superestructura lingüística, lugar donde se
traducen lingüísticamente las relaciones sociales (y, para nosotros, las
relaciones coloniales).
A partir de ese momento, cualquier subversión de la infraestructu­
ra, es decir, cualquier revolución (nos referimos a la revolución
anticolonial o descolonización), tarde o temprano debería desembo­
car en una subversión de, entre otras, esa superestructura lingüística.
Y la dialéctica algo mecanicista de esta última frase nos llevaría de
manera absolutamente natural a sacar como conclusión que el pro­
blema lingüístico no existe en cuanto tal más que en el combate por
la liberación. Por lo demás, ¿luchar en ese nivel no equivaldría a lu­
char contra la sombra de la realidad, como reprochaba Marx a Ios-
filósofos alemanes?
Pero acaso las cosas 110 sean tan sencillas. Por una parte, porque las
relaciones entre infraestructuras y superestructuras no son tan ele­
mentales, tan directas como podría dar a entender mi planteo. Por
otra paite, porque, incluso por fuera de este debate teórico, el proble­
ma lingüístico se plantea antes de la liberación, durante los combates
(¿en qué lengua hacer propaganda, instruir al pueblo, etc.?). Por últi­
mo, porque en muchos de los casos contemporáneos, las seudoinde-
pendencias ubicadas dentro del marco del neocolonialismo tienen
157
158 PROBLEMAS G ENERALES
múltiples intereses en la permanencia de una dominación económica
y cultural, y porque entonces la conservación de la lengua dominante
se hace forzosa. Por ese motivo, se plantea como problema cuál es el
sitio de la lucha por la liberación nacional, problema que es por com­
pleto imposible intentar reglamentar aquí, pero a cuyo respecto puede
ser útil reflexionar. Para intentar determinar en qué coyuntura nos en­
contramos, bajo la luz de lo anterior, pero también de lo que sabemos
de las distintas situaciones en que apareció esta cuestión.

¿La LENGUA DESPUÉS?

Es impactante constatar que hasta una lecha reciente el problema


lingüístico ha estado particularmente ausente del pensamiento antico­
lonial. Ya se trate del congreso panafricano de Manchester -octubre de
1945—, que reunía alrededor de Nkrumah y Jomo Kenyatta a los
dirigentes políticos de África “anglófona”, o bien del congreso de
Bamako, en octubre de 1946, que vio nacer al RDA, el acento se colo­
caba fuertemente sobre la liberación del “control imperialista extran­
jero, tanto político como económico” (Bamako) o sobre “la emanci­
pación social, política y económica” (Manchester); pero prácticamente
no se abordaba la liberación cultural, en general, y en especial la lin­
güística. LJn texto del RDA publicado en 1948 en París1 suma, sin
mayor detalle, la emancipación cultural a la emancipación política,
económica y social. Y el conjunto de las posiciones adoptadas por los
estudiantes africanos, en especial los agrupados en el seno de la h eanf
(Federación de Estudiantes de África Negra en Francia), permanece
mudo respecto del problema lingüístico, como demuestran los silen­
cios de un estudio reciente.2 Incluso en África la UGEAO (Unión Ge­

1 Lí Rassemblement démocratique afi'icain dans la lutte anti-impérialiste, in fo r m e


presentado en Dakar por d’Arboussier ante el RDA el 2 de octubre de 1 9 4 8 .
2 Sékou Traorc, Responsabilités historiques des étudiants africains, París, Anthropos,
1973.
LENGUA Y LIBERACIÓN NACIONAL 159
neral de Estudiantes de África Occidental), que siempre luchó por la
africanización de la universidad, ante todo la de Dakar -creada en
1958 por transformación del instituto de estudios superiores de Dakar-
, luego la de las otras universidades que se iban creando poco a poco,
guardó silencio durante mucho tiempo al respecto. De hecho, será
preciso esperar hasta acontecimientos relativamente recientes para que
cambien las cosas. En primer lugar, un texto publicado en 1968 por
la Unión de Estudiantes de Dakar, violentamente crítico de la inje­
rencia del neocolonialismo en la universidad senegalesa, menciona
lenguas locales.J Pero no en relación con la universidad en sí (el texto
preconiza “la prioridad de las ciencias exactas y naturales por sobre
las ciencias humanas” y no trata el problema de la lengua de enseñan­
za), sino con la alfabetización de la población:
Esa alfabetización sólo es posible y rentable en las lenguas africanas; el
estudio de éstas y la utilización de alfabetos adecuados se im ponen com o
consecuencia de ello. Nuestros gobiernos deben persuadirse y dejar de
traicionar los intereses de nuestros pueblos m anteniendo en secreto pro­
yectos de francofonía u otros “en defensa de la ilustración de la lengua
francesa”. Los m últiples desem bolsos que acarrean esas iniciativas
mistificatorias serían de mayor provecho destinados al estudio de las len­
guas africanas. Además, los profesores y los estudiantes deben participar
en la formación de los alumnos excluidos de las instituciones de enseñan­
za públicas y privadas, de los obreros y funcionarios intermedios, deseo­
sos de elevar su nivel intelectual.

El texto tiene importancia, sobre todo cuando se sabe que el presidente


de la República del Senegal, L. S. Senghor, es uno de los creadores de la
idea de francofonía, y por ende que los estudiantes protestaban contra
su política. La posterior represión será feroz, lo que al menos demues­
tra que los estudiantes habían dado en el clavo. En segundo lugar, hacia
mayo de 1972, los estudiantes malgaches harán que su reivindicación

3 Memorándum sur l’u nivenité de Dakar, dossicr publicado por la UF.D, mimeo.
160 PROBLEMAS GENERALES
llegue explícitamente a ese punto, con un eslogan tan elocuente como
Franjan Zangue desclaves [Francés, lengua de esclavos], y también en
ese caso se daba en el clavo: para convencerse, basta con ver las etapas
posteriores de la trayectoria política de ese movimiento.
En la llamada África anglófona, el problema se planteó algunos
años antes, en julio de 1962, en el XI Congreso del Convention Peoples
Party en Kamusi, Ghana, y el Programa para el empleo y el bienestar (o
Programa de Kamusi) insiste por primera vez en la defensa de las len­
guas nacionales. Pero esa fecha, 1962, debe ser relativizada, pues las
colonias inglesas obtuvieron su independencia antes que las colonias
francesas: Ghana es independiente en marzo de 1957, mientras que,
aparte de Guinea -octubre de 1958—, los países de África “francófona"
obtienen su independencia en 1960 (dejo aparte a Marruecos y T ú­
nez, que son independientes desde 1956). En términos muy genera­
les, el problema lingüístico no se plantea, entonces, sino después de
las independencias, y en la gran mayoría de los casos lo hacen intelec­
tuales, de quienes lo mínimo que puede decirse es que su vínculo con
las masas no es evidente. Yves Benot señala, como muestra de ello,
una traducción de una página de Langevin al wolof, “a título ilustra­
tivo”, realizada por Sheij Anta Diop; dos artículos de Pathé Diagne
en 1964 y 1965, y la obra de Abdou Moumouni, UÉducation en
Afrique, publicada en 1964/'
E incluso ese aislamiento es revelador. Si se excluye la campaña
lanzada en Guinea por Sékou Tomé en 1972 a favor de las lenguas
nacionales, el militantismo lingüístico nunca es resultado de una ac­
ción de gobierno en África. Por otra parte, la mayor parte de los inte­
lectuales, reducidos —por obra del colonialismo y de la educación
privilegiada que recibieron—a la condición de bastardos culturales, se
hallan frente a la lengua de dominio, la lengua del colonizador, en
una relación de usufructo-beneficio que torna vana cualquier idea de
cambio. Aquí volvemos a encontrar el uso de clase de la lengua, úni­
co estatuto social que le otorgaba Stalin, pero sobre lodo el hecho
4 Véase Yves Benot, op. cit.> p. 414.
LENGUA Y LIBERACIÓN NACIONAL 161

superestructura! de que se comparta una lengua: en la confrontación


del francés con las lenguas locales, las elites africanas están sin dificul­
tad en el bando de la lengua dominante; por lo demás, eso motiva
que se las haya creado y se les haya otorgado ese sitio. En esas antiguas
colonias teóricamente independientes, la lengua es una importante cla­
ve social, otorga poderes exorbitantes, y quienes sacan provecho de
esos potenciales no tienen, desde luego, deseo alguno de perderlos. A
lo sumo, se acepta alfabetizar a los aldeanos en su lengua; pero los
estudios siempre se hacen en la lengua dominante; el sistema escolar
siempre es calcado del sistema francés: vale decir que, en sí, la alfabe­
tización vigoriza la superestructura lingüística y acentúa la brecha
entre los hablantes de francés y quienes no lo hablan (volveré a tratar
este punto con mayor detalle en el capítulo xi).
Desde este punto de vista, intentos como los de Sheij Anta Diop
(traducción de Langevin al wolof) acaso entrañen un desfasaje. Pro­
curan, por supuesto, dar una respuesta acorde al discurso colonial
mencionado en el capítulo anterior, que considera que las lenguas
locales no serían aptas para transmitir un contenido científico. ¿Pero
el problema principal consiste en ello? ¿Acaso hay que garantizar al­
gunos universitarios que podrían cumplir con su carea en sil lengua,
en un momento en que la mayoría de las publicaciones científicas
están escritas en inglés? ¿O hay que intentar dar su lugar a las lenguas
nacionales, otorgar al pueblo el derecho a la palabra? Por ahora, el
pueblo no se muestra mayormente interesado en Langevin o Einstein,
lo está mucho más por problemas cotidianos, sociales y políticos.
Desde cierta perspectiva, es más urgente enseñarle a leer y escribir
panfletos, redactar folletos políticos y sindicales en su lengua, que a
traducir textos de física nuclear. Sin embargo, esa forma de tomar el
problema, en mi opinión errónea, 110 es inesperada. De hecho, se
corresponde con el discurso colonial: ustedes hacen de cuenta que
nuestras lenguas son pobres, incompletas; nosotros vamos a demos­
trarles lo contrario. En tanto el debate permanezca en ese nivel, limi­
tado a esas minorías, los pobladores africanos contarán con pocas
oportunidades de aprender a leer sus lenguas. Y como, de todos mo­
162 PROBLEMAS GENERALES
dos, no es cuestión de aparecer súbitamente, de un día para el otro,
con una enseñanza en lengua local en las universidades; como desde
el principio el problema surge en la base, en la escuela primaria, e
incluso antes, en la alfabetización de las masas, el estatuto de lengua
dominante conservado por el francés en Africa Occidental 110 corre
riesgo de ser puesto en entredicho por ese emprendimiento.
Por supuesto, esa permanencia de la superestructura da cuenta de
otras permanencias: resulta difícil concebir cómo podrían las relacio­
nes lingüísticas ser las únicas en subsistir, jirones arqueológicos, mien­
tras que la situación colonial ya hubiera sido subvertida. También pue­
de decirse, para volver al título de este parágrafo, que no hay un después-,
que si todavía se presenta, no importa bajo qué aspecto, el problema
lingüístico, significa que ningún problema fundamental fue resuelto,
que en todo momento aún nos hallamos antes de la liberación. Deseo
ser claro: en este caso, la cuestión de ningún modo estriba en hacer de
la superestructura lingüística la piedra angular de la liberación de una
sociedad oprimida. El problema de las lenguas no es, sin duda, priori­
tario; en estas páginas intentamos precisamente debatir al respecto, pero
todavía resta llegar a un entendimiento acerca del concepto de priori­
dad: ¿lo que no es prioritario debe ser aplazado hasta las calendas grie­
gas o enterrado en las cuevas del neocolonialismo? Pues ante el campo
de exclusión lingüística que acompaña al colonialismo, ante la lengua
exclusiva, la lengua dominante, la liberación de un pueblo consiste
también en liberar su facultad de palabra. Con prescindencia del modo
de opresión al que esté sometida esa palabra, mi intención es expresar,
así, que el problema no se presenta sólo dentro del marco de las
diglosias de origen colonial; también se presenta en el postulado mo-
nolingüismo de nuestras sociedades.
Eso significa que cualquier liberación nominal que no esté acompa­
ñada por una conmoción de la superestructura lingüística 110 es una
liberación del pueblo, que habla la lengua dominada, sino una libera­
ción de la clase social que hablaba la lengua de dominio y sigue hacién­
dolo. En otros términos, la liberación nacional, en el sentido pleno de
esa expresión, pasa por la liberación social, por la revolución social, y
LENGUA Y LIBERACIÓN NACIONAL 163
los pueblos neocoloniales, liberados en cuanto colonia y sociedad, re­
cuperarán a un tiempo el dominio sobre su destino y su lengua -o, de
modo más amplio y más exacto: el dominio de su civilización-; pero
eso será recién después de sacar del medio a sus burguesías vende pa­
tr ia después de hacer añicos el Estado capitalista. Allí reside el sentido
profundo de la explosión del “Mayo malgache”. Cuando los estudian­
tes deTananarive' lanzaron su eslogan, Frangais langue desclaves, hubo
quien se preguntó a quién lo dirigían: ¿aTsirana, su reyezuelo local, o al
imperialismo francés? Sin embargo, resulta evidente que en ese gesto
no había más que un solo e idéntico blanco, que la burguesía en el
poder en Madagascar 110 era otra cosa que la pantalla del neocolonialis­
mo. Madagascar es un país prácticamente unilingüe, cuya lengua des­
de hace tiempo cuenta con transcripción (por lo demás, durante el
siglo xix, el merina se escribía en caracteres árabes, antes de que se
emplearan caracteres latinos) y, por ende, 110 tiene que resolver los enor­
mes problemas que deben enfrentar los países colonizados plurilingües:
en él la cuestión de la lengua teóricamente se presenta en términos
sencillos. Sin embargo, en mayo de 1972, esto es, transcurridos más de
diez años desde la independencia, se seguía planteando la cuestión en
los mismos términos que en esos otros países. Eso prueba, una vez más,
que después es siempre antes, también que la revolución aún está por
hacerse cuando uno se ve obligado a pensar en la lengua dominante
(incluido pensar el problema de pensar la revolución en esa lengua), a
seguir la enseñanza estipulada y aprobar exámenes en la lengua del
colonizador, cuando la constitución y las leyes de un país supuesta­
mente independiente están redactadas en la lengua de los otros.

¿L a LENGUA ANTES?

Si bien el problema teórico de la liberación lingüística sólo fue plan­


teado unas pocas veces, hay que destacar, sin embargo, el hecho evi-

’ Luego Aniananarivo. |N. de TJ


164 PROBLEMAS GENERALES
dente de que las lenguas locales fueron ampliamente utilizadas pol­
los militantes de la independencia nacional. Y además, con gran fre­
cuencia no se trataba siquiera de una opción, sino más bien de una
obligación práctica: cuando la glotofagia no ha llegado a su última
etapa, el pueblo de un país colonizado no suele comprender la lengua
dominante, y sería difícil movilizarlo si uno se dirige a él en una
lengua distinta de la suya. En algunos casos esa obligación práctica
pudo ser, pese a todo, una opción estratégica y política. El socialista
bretón Émile Masson tuvo una correcta percepción del problema,
tanto que escribía:
Este es mi consejo: a este pueblo háblenle en su lengua, y estará con
ustedes. N o le hablen en ella, y... ustedes estarán actuando com o el go­
bierno.5

O bien:
Si querem os ganar en Bretaña, bretones socialistas, hablemos a nuestros
hermanos del cam po (rustiques) en su lengua, su buena vieja lengua libre
y bárbara, la nuestra.'’

Hoy vemos cómo bajo nuestra mirada los militantes a favor de la


lengua de oc hacen uso de la misma opción: cuando cantantes como
Patrie o Marti, cuando poetas como Yves Rouquette escriben y can­
tan en esa lengua, se debe, por supuesto, más a una opción que a una
obligación, pues aquellos a quienes se dirigen comprenden todas las
inflexiones del francés. Esta elección lingüística es en sí misma una
actitud militante; pero bajo ningún concepto impide que el mensaje
codificado en lengua dominada haga referencia, precisamente, a ese
estatuto de lengua dominada, como cuando Marti canta:

5 Km ¡le Masson, en: Les temps nouveaux, 28 de junio de 1912.


6 límile Masson, Antee, 1912, reproducido en: Les Bretons et le socialisme, op. cit.,
p. 205.
LENGUA Y LIBERACIÓN NACIONAL 165
E quand foguérem mai grands Y cuando fuim os más grandes
N os calguet parlar tres lengas tuvim os que hablar tres lenguas
Per far un bon cccnician para ser buenos técnicos
N os calia cargar tres lengas Debíam os cargar con tres lenguas
Et l’anglés et l’alemand tanto inglés com o alemán
Et (,'<> que s’escriu a Roma y eso que escriben en Roma
Per far un bon tecnician Para ser buenos técnicos
Mas perqué, perqué Pero, ¿por qué, por qué
M ’an pas dit a l’escola en la escuela no me dijeron
La lenga de mon país? cuál era la lengua de mi país?

Pero aun antes de lo que ese tipo de mensaje expresa, optar por la
lengua del pueblo es optar por el combate que toma como base una
identidad cultural, optar por reivindicar el derecho a la existencia del
pueblo que la habló o que la habla ante la lengua exclusiva. Consiste
en una opción que se encuentra en el extremo opuesto a las desvia­
ciones universitarias señaladas anteriormente a propósito de la tra­
ducción de Langevin al wolof.
Con total evidencia, las cosas marcharon igual también en las co­
lonias no francesas. Cuando debían hacer mítines populares, los mi­
litantes del Destour’ tunecino los hacían en árabe, del mismo modo
que los del r d a empleaban las lenguas locales en el África negra. La
opción era menos clara entonces, pues los interlocutores no hablaban
francés y sólo quedaba eso, o 110 ser entendidos; pero para esos movi­
mientos la única posibilidad de hacerse de una base popular era justa­
mente optar por la lengua local. Ahora bien, una vez que se lograba la
independencia, los dirigentes africanos tomaron el poder, lo mantu­
vieron y teorizaron sobre él. Todo en francés. Los diarios se redactan
en francés. La justicia se imparte en francés. En octubre de 1972,
durante el golpe militar en Dahomey, los golpistas usaron el francés

De al-Jizb al-Hurr ad-Dusturi at-lunusi (Partido Liberal Constitucional


tunecino), “especialmente activo durante las décadas de 1920 y 1930 en el despertar
de la conciencia nacional tunecina y la oposición al protectorado francés” (Enciclo­
pedia Británica, s. v.). [N. deT.]
166 PROBLEMAS GENERALES
al tomar la palabra en la radio: un modo peculiar de hacerse entender
por el pueblo. Y actualmente en Senegal los discursos políticos se
hacen en francés; en la medida en que los oradores no hacen conce­
siones al wolof, a no ser cuando en su peroratio exclaman demagógi­
camente jem kanam (“¡adelante!”). Eso equivale a decir que, para el
último caso, la opción se efectuaba en sentido exactamente contrario
al que hemos notado contemporáneamente, en Occitania: la utiliza­
ción de las lenguas locales no era más que una concesión táctica a la
situación concreta, y una vez que la metrópoli había acordado la in­
dependencia formal, las burguesías locales que accedían al poder se
esmeraban por despojar al pueblo de los resultados de su lucha, des­
pojándolo especialmente de su lengua, o al menos perpetuando ese-
despojo. De allí la permanencia de la superestructura lingüística co­
lonial que ya hemos señalado, testimonio —además—del carácter in­
acabado de la liberación.
De hecho, esas situaciones no son comparables. Si el problema
lingüístico ocupaba el centro del nacionalismo bretón (nótese, por
ejemplo, el papel desempeñado por la revista Gwalarn) u occitano
(así, en los inicios, el importante papel del Félibrige), fundamental­
mente se trataba de una herencia del romanticismo francés y alemán,
que impulsaba a los intelectuales en dirección a las lenguas y a las
poesías “populares”, una herencia que en Africa prácticamente no
incidió sobre los militantes de la descolonización. Allí, la opción era
entre hablar en lengua local o no hablarle al pueblo, mientras que
aquí se evidenciaba claramente la voluntad de oponer la lengua local
al francés, ya que la utilización de la lengua local tenía injerencia en
una situación realmente bilingüe (por lo demás, veremos en el pará­
grafo siguiente que esa actitud plantea necesariamente una cierta can­
tidad de problemas). Sin embargo, hay un problema en común entre
ambos casos: ¿hay que llevar adelante la lucha en el frente cultural al
mismo tiempo que la lucha en otros frentes: político, social y econó­
mico? Indudablemente, hay tantas respuestas precisas como casos de
muestra, e indudablemente para empezar también hace falta insistir
una vez más en que la lengua no es en medida alguna una instancia
LENGUA Y LIBERACIÓN NACIONAL 167
final, en cuyo seno habrían de resolverse todos los problemas. Los
partisanos argelinos de la ALN [Ejército de Liberación Nacional] te­
nían otras cosas que hacer antes que militar por la lengua árabe, pero
tenían la lengua árabe, tal como los combatientes del Vietcong te­
nían la lengua vietnamita. En un discurso pronunciado el 22 de mar­
zo de 1972 en Conakry, Sekou Touré decía que si los vietnamitas no
hubieran tenido su lengua, no hubieran resistido con tanta entereza y
durante tanto tiempo la agresión estadounidense. Es posible, por más
difícil quesea hacer afirmaciones tan tajantes al respecto. Pero es igual­
mente difícil contentarse con fórmulas netas y definitivas. ¿Acaso
puede afirmarse seriamente, por ejemplo, que el poder está “en la
punta del fusil” y no en la última página del diccionario? ¿Y acaso no
se hace una simplificación excesiva al oponer de ese modo cosas que
quizá no sean antitéticas sino complementarias?
Toda la ambigüedad de la cuestión reside en ello, y tal vez todo
transcurre para el problema lingüístico tal como sucede para una cierta
cantidad de otros problemas a los que se llama marginales, denomi­
nación que sencillamente significa que existe una negativa a conside­
rarlos prioritarios: decidir que su momento llega después, en nombre
de no se sabe qué orden de prioridad, la mayor parte de las veces
equivale a decir que jamás serán planteados. La actualidad más con­
temporánea está plagada de ejemplos de ese tipo: el Partido Com u­
nista Francés ( p c f ) y algunos grupos trotskistas (sobre todo la ex Liga
Comunista) se especializaron en una política exclusivista y de jerar-
quización. Ya sea en la lucha de las mujeres (alrededor del m l f ), de las
minorías sexuales (alrededor del f h a r ) o , por último, de las minorías
étnicas (Bretaña, Euzkadi, Occitania, Córcega...), la respuesta siem­
pre es la misma, y consiste en remitir el problema a las calendas socia­
listas. En primer lugar, lucha de clases. Hagamos, en primer lugar, la
revolución (versión Liga Comunista), o ganemos, en primer lugar,
las elecciones (versión p c f ). Esas cuestiones se ajustarán de modo
natural inmediatamente. Ahora bien, ése no es justamente el caso.
Pues esas cuestiones involucran directamente el tipo de socialismo
por el que luchamos; pues la negativa a abordarlos al mismo tiempo
168 PROBLEMAS GENERALES
que la lucha de clases prefigura la mayor parte de las veces un socialis­
mo autoritario, momificado, definitivamente desprovisto de imagi­
nación pero no desvalido en lo referente a fuerzas policiales, medios
represivos y hospitales psiquiátricos con un muy especial método de
reclutamiento.
Y el problema de las lenguas involucra e involucraba directamente
el tipo de sociedad por la que combatían los pueblos colonizados. En
este perfil, las cosas resultan, por otra parte, aún más claras, por cuan­
to negarse a plantear la problemática de la superestructura lingüística
en el nodo más íntimo de los combates por la descolonización cons­
tituye (y constituía) una exclusión de hecho de las masas populares
de la futura sociedad; éstas no habrían podido desempeñar papel al­
guno en su seno de no haber sido la suya la lengua de esa sociedad. La
respuesta marxista tradicional, rancia, que preconiza un primado de
la lucha de clases por sobre cualquier otra cosa, no es satisfactoria
aquí. Hace ya mucho tiempo sabemos que en Rusia una revolución
conocida como socialista de ningún modo puso fin al chauvinismo
grand-russien,' al sometimiento moral e intelectual, al racismo antise­
mita. De igual modo, los militantes africanos comprendieron muy
pronto que su salvación no residía en una paciencia de Job basta que
en Francia se instaurara el socialismo. Los debates que tuvieron lugar
en 1956 en el seno del xiv Congreso del PCF ilustran bien el contraste
entre las dos tesis que subyacen a lo anterior.
En efecto, el texto final del congreso proclamaba con gran entu­
siasmo que quería instituir:
entre nuestro país y aquellos que los colonialistas franceses mantuvieron
y mantienen bajo su dom inación una unión voluntariamente consentida
de pueblos libres e iguales, en la que cada pueblo hallará satisfacción a sus
intereses y la respuesta a los interrogantes que le plantea la historia.

' En oposición a blanc-rtisse/-ien (“bielorruso”) y petii-russe/-ten ("ucraniano”),


designa ¡i lengua y pueblo “propiamente dichos” rusos. |N . de T.]
LENGUA Y LIBERACIÓN NACIONAL
Y León Feix, entonces responsable del problema colonial en el buró
político, declaraba acerca de esa unión “voluntariamente consentida”
entre Francia y sus colonias:
Pensamos que todavía es posible concretarla, porque en nuestro país el
m ovim iento obrero progresa, porque nosotros avanzamos —y avanzare­
mos aún más cuando hayamos im puesto el final de la guerra de Argelia-
hacia una Francia socialista.7

Frente a él, Camille Sylvestre, delegado de las federaciones comunistas de


la Martinica, Guadalupe y la Reunión, se oponía claramente a esa tesis:
Los trabajadores de estas regiones no esperan perezosamente su libera­
ción del pueblo de Francia, el día en que éste instale su régimen socialis­
ta. Al contrario: resueltamente, toman la única vía que les puede ser pro­
vechosa, la del combate contra el colonialismo.

Como destaca Yves Benot, quien cita esos distintos textos, es muy
evidente que “aun socialista, la metrópoli seguiría siendo la metrópo­
li”;8 también que, como proclamó otro autor, sólo hay que contar
con las propias fuerzas. En efecto, la contradicción entre ambas posi­
ciones salta a la vista. Sin embargo, acaso sea menos evidente el para­
lelismo entre la situación discutida (el colonialismo en 1956) y la que
aquí nos ocupa. Pues bien, lo que salta a la vista en ambos casos es la
jerarquización dogmática de las luchas. En un caso, lucha de clases
primero, pues el resto emana de la victoria del proletariado. “El resto”
significa tanto la lucha contra el colonialismo, como la lucha por la
liberación de la mujer (pero todavía queda por saberse si una even­
tual victoria obtenida sin ese resto sería verdaderamente una victoria
del proletariado). Lucha de liberación ante todo, en el otro caso, sin
esperar a que el opresor cambie por sí solo.
7 Algún tiempo antes, el 9 de marzo de 1956, el r>CP votaba plenos poderes para
Guy Mollet...
a Yves Benot, op. cit., p. 87.
170 PROBLEMAS GENERALES
En consecuencia, mutatis mutandis, la contraposición entre ambas
tesis sigae siendo válida en todo momento. Y si hubiera que renovar
su formulación para acotarla a nuestro problema lingüístico, eso arro­
jaría estos resultados:
1. Lucha de liberación nacional en primer lugar, pues el resto (en
especial la resolución del problema lingüístico) vendrá después,
una vez que se haya excluido al colonizador.
2. Lucha de liberación sobre la base de nuestra identidad cultural
(y, en especial, lingüística).
Generalmente se adoptó, con la salvedad de algunos detalles, la pri­
mera solución. Ya vimos cómo terminó, pues efectivamente también
en este caso la jerarquización prefigura el porvenir de ese movimien­
to, y cualquier posición tendiente a aplazar el problema lingüístico
(así como otros que reseñamos pero que aquí tan sólo nos atañen
como ejemplos) hasta después de la liberación es una forma de ocul­
tar ese problema. Sin una liberación completa, no hay liberación.
¿Debate entre refonnismo e izquierdismo? Acaso sea así, por más que
las etiquetas no sean del todo pertinentes, y las independencias for­
males de las colonias son mucho más una adaptación del imperialis­
mo a nuevas condiciones que un triunfo reformista.
¿A qué conclusión debe llegarse respecto de este punto? Que, salvo
la total, no hay liberación real, desde luego; pero eso no es una nove­
dad. ¿Que la “prueba obtenida del análisis de la superestructura lin­
güística” muestra que el colonialismo no desapareció, que simple­
mente mutó en neocolonialismo? Eso ya lo sabíamos, por evidentes
motivos políticos y económicos. ¿Que la lucha de liberación nacional
debe incorporar también la lucha en el ámbito lingüístico? Sin duda,
ésa es la lección principal que debemos retener a partir de estos dis­
tintos ejemplos. Pero entonces surge un nuevo riesgo, una desviación
en dirección opuesta.
LENGUA Y LIBERACIÓN NACIONAL 171
¿Só l o la le n g u a ?

Sin embargo, a la vista de todo lo anterior, no habría que creer que el


problema lingüístico se pueda añadir a una ya saturada lista de rei­
vindicaciones “revolucionarias”, hendida a mazazo limpio como una
cuña en el tronco de la lucha de clases. Pues, en este caso, no hay
posibilidad de hacer una simple adición: lucha de clases más lucha
lingüística no constituyen una lucha original, sino sólo la amalgama
inestable de dos luchas pensadas por separado; de hecho, en gran
cantidad de casos, debe replantearse la problemática revolucionaria
en sí, para poder integrar nuevas direcciones de lucha, y ello implica
que a un tiempo deba reconsiderarse la problemática de los “militan­
tes lingüísticos”.
Existe, en efecto, una antigua tradición de combate lingüístico
completamente desligada de cualquier lucha (y de cualquier análisis)
de raigambre política, tradición que hasta ahora fue obliterada a las
colonias africanas o de Indochina, pero que a escala mundial se en­
cuentra un poco en todas partes: en el Québec no tiene gran presen­
cia, en la zona suiza del Jura todavía subsiste, en Occitania, etc. Y esa
tradición - “sólo la lengua"—se encuentra, dondequiera, en un calle­
jón sin salida: al menos es lo que querría intentar demostrar aquí,
para lo cual tomaré como objeto de reflexión el caso relativamente
rico de Bretaña desde hace alrededor de un siglo y medio.
En el siglo anterior, entre la multitud de Le Gonidec, gente como
Meven Mordiern (1878-1949) o Fransez Vallée (1860-1949), sincera­
mente cautivados por su lengua y deseosos de defenderla a cualquier
precio, prácticamente dedicaron su vida a luchar por el bretón. Mordiern
escribió numerosas obras eruditas (Istor ar fíed, Prederiadennou
diwarbenn ar yezhou hag or brezhoneg, etc.); Vallée realizó el Grand
dictionnairefranqak-breton, y después del trabajo de Le Gonidec (1775-
1838) para unificar el vocabulario y la grafía de la lengua, su trabajo
tuvo gran importancia en la conformación del bretón literario ral como
hoy se lo escribe. Por otra parte, acaso allí se encuentre el límite de su
empresa: influenciados por el mito de la lengua literaria, de la lengua
172 PROBLEMAS GENERALES
clásica, en el fondo trabajaban para las elites bretonas, planteándose,
para el bretón, en cierta forma como lo que fueron los poetas de la
Pléiade para el francés. En ello hay, entonces, una base inicial, específi­
ca, con sus características sociales y culturales, sus referencias propias, y
sobre esa base habrá más tarde una proliferación de movimientos de
defensa de la lengua. Así, Al Falz, revista mensual fundada en 1933 y
leída fundamentalmente por “institutores laicos”, se lanzó a un comba­
te por el renacimiento cultural de Bretaña, combate cuyos argumentos
y fundamentos vale la pena analizar.
Bajo la influencia de Yann Sohier (1901-1935), miembro del Par­
tido Comunista, la lengua bretona será presentada como una lengua
proletaria; y su paulatina desaparición, como la prueba de la opresión
del proletariado bretón por parte del sistema capitalista:
La dom inación política de Francia hizo de ¿1 un pueblo de criados; su
dom inación lingüística hizo de él un pueblo de esclavos... Bretaña no se
liberará verdaderamente de la sujeción intelectual respecto del francés si
no es mediante la conservación y el estudio de su lengua. Ésa es la llave
para nuestra prisión. Por intermedio del bretón, transformado en instru­
m ento de cultura, se podrá volver a encauzar la cultura de nuestra raza.9

Se notará, además, que aquí se invierte la jerarquización que denuncié


antes: no es sólo la lengua, sino, por el contrario, la lengua antes que la
lucha de clases, lo que parece ser por lo menos llamativo. I .a conse­
cuencia que deriva Ar Falz de su análisis es que en Bretaña la escuda del
pueblo no podría ser sino una escuela en bretón y, al ser las referencias
ideológicas aquello que son, se echa mano al ejemplo de la URSS:
Querem os que se enseñe el bretón, no a una minoría, sino a todos los
bretones. Q ueremos, por cuanto es nuestro derecho imprescriptible, que
la escuela del pueblo en la Baja Bretaña sea la escuela del pueblo bretón...
Ese derecho, tendrán que dárnoslo; pues por sobre las fronteras
imperialistas, cual faro, liberando por los carriles de la lengua materna a

Ar Falz, núm . 10, diciembre de 1933.


LENGUA Y LIBERACIÓN NACIONAL 173
sus m inorías ayer em brutecidas por la rusificación, la URSS ilum ina al
pueblo bretón, le muestra el porvenir y guía sus esperanzas.10

A primera vista, entre la óptica elitista de Mordiern -cuyas obras


estaban objetivamente destinadas a una minoría de intelectuales, sin
duda, no al pueblo- y el análisis populista de Ar ¡:a lz parecería haber
un abismo. Sin embargo, esos dos tipos de estrategia tienen en co­
mún 1111 punto importante; limitan su acción al campo lingüístico. Y
esa limitación es reveladora de otra cosa más importante, pues de por
sí no es necesariamente criticable. De hecho, el verdadero punto en
común entre Mordiern o Vallée, por una parte, y los militantes de Ar
Falz, por otra, es la ausencia de reflexión seria acerca de las causas del
retroceso general y de la desaparición de la lengua bretona al este de
la península, y esa ausencia es lo que revelan los límites de ese comba­
te únicamente lingüístico. En el fondo, esos militantes lingüísticos se
parecen a aldeanos africanos que buscaran el modo de cuidar sus cul­
tivos devastados por las langostas, sin darse cuenta de que la única
solución es preventiva y que más valdría intentar ajustar cuentas con
las langostas antes de que se lancen sobre los sembradíos. Esa ausen­
cia de análisis se generalizará y, pese al intento de Sohier, el combate
lingüístico bretón se orientará hacia un apolitismo teñido de un su­
puesto progresismo: se practica una defensa despolitizada de la len­
gua en nombre de principios políticos de izquierda cuidadosamente
ixhibidos en primer plano. Durante 1958, por ejemplo, una declara­
ción es adoptada por un taller de cultura popular bretona (en lMogoff,
Finistére) y un taller de pedagogía occitana (en Uzes, Gard). Ésta
ftclama:
ln Que de ahora en más los maestros sean formados con método para la
enseñanza de las civilizaciones regionales.
2° Que todos los niños de Francia tengan algunas nociones de las civili­
zaciones originarias que se desarrollaron sobre el suelo nacional.

111 ¡hiel., núm. 8, octubre de 1933.


172 PROBLEMAS GENERALES
clásica, en el fondo trabajaban para las elites bretonas, planteándose,
para el bretón, en cierta forma como lo que frieron los poetas de la
Pléiade para el francés. En ello hay, entonces, tina base inicial, específi­
ca, con sus características sociales y culturales, sus referencias propias, y
sobre esa base habrá más tarde una proliferación de movimientos de
defensa de la lengua. Así, Al Falz, revista mensual fundada en 1933 y
leída fundamentalmente por “institutores laicos”, se lanzó a un comba­
te por el renacimiento cultural de Bretaña, combate cuyos argumentos
y fundamentos vale la pena analizar.
Bajo la influencia de Yann Sohíer (1901-1935), miembro del Par­
tido Comunista, la lengua bretona será presentada como una lengua
proletaria; y su paulatina desaparición, como la prueba de la opresión
del proletariado bretón por parte del sistema capitalista:
La dominación política de Francia hizo de él un pueblo de criados; su
dominación lingüística hizo de él un pueblo de esclavos... Bretaña no se
liberará verdaderamente de la sujeción intelectual respecto del francés si
no es mediante la conservación y el estudio de su lengua. Esa es la llave
para nuestra prisión. Por intermedio del bretón, transformado en instru­
mento de cultura, se podrá volver a encauzar la cultura de nuestra raza.9
Se notará, además, que aquí se invierte la jerarquización que denuncié
antes: no es sólo la lengua, sino, por el contrario, la lengua antes que la
lucha de clases, lo que parece ser por lo menos llamativo. La conse­
cuencia que deriva Ar Falz de su análisis es que en Bretaña la escuela del
pueblo no podría ser sino una escuela en bretón y, al ser las referencias
ideológicas aquello que son, se echa mano al ejemplo de la URSS:
Queremos que se enseñe el bretón, no a una minoría, sino a todos los
bretones. Queremos, por cuanto es nuestro derecho imprescriptible, que
la escuela del pueblo en la Baja Bretaña sea la escuela delpueblo bretón...
Ese derecho, tendrán que dárnoslo; pues por sobre las fronteras
imperialistas, cual faro, liberando por los carriles de la lengua materna a
” Ar Falz, núm. 10, diciembre de 1933.
LENGUA Y LIBERACIÓN NACIONAL 17 3

sus minorías ayer embrutecidas por la rusificación, la URSS ilumina al


pueblo bretón, le muestra el porvenir y guía sus esperanzas.10
A primera vista, entre la óptica elitista de Mordiern -cuyas obras
estaban objetivamente destinadas a una minoría de intelectuales, sin
duda, no al pueblo- y el análisis populista de Ar Falz parecería haber
un abismo. Sin embargo, esos dos tipos de estrategia tienen en co­
mún un punto importante; limitan su acción al campo lingüístico. Y
esa limitación es reveladora de otra cosa más importante, pues de por
sí no es necesariamente criticable. De hecho, el verdadero punto en
común entre Mordiern o Vallée, por una parte, y los militantes de Ar
Falz, por otra, es la ausencia de reflexión seria acerca de las causas del
retroceso general y de la desaparición de la lengua bretona al este de
la península, y esa ausencia es lo que revelan los límites de ese comba­
te únicamente lingüístico. En el fondo, esos militantes lingüísticos se
parecen a aldeanos africanos que buscaran el modo de cuidar sus cul­
tivos devastados por las langostas, sin darse cuenta de que la única
solución es preventiva y que más valdría intentar ajustar cuentas con
las langostas antes de que se lancen sobre los sembradíos. Esa ausen­
cia de análisis se generalizará y, pese al intento de Sohier, el combate
lingüístico bretón se orientará hacia un apolitismo teñido de un su­
puesto progresismo: se practica una defensa despolitizada de la len­
gua en nombre de principios políticos de izquierda cuidadosamente
exhibidos en primer plano. Durante 1958, por ejemplo, una declara­
ción es adoptada por un taller de cultura popular bretona (en Plogoff,
Finistére) y un taller de pedagogía occitana (en Lfzes, Gard). Ésta
reclama:
1° Que de ahora en más los maestros sean formados con método para la
enseñanza de las civilizaciones regionales.
2UQue todos los niños de Francia tengan algunas nociones de las civili­
zaciones originarias que se desarrollaron sobre el suelo nacional.

Ibid., núm. 8. octubre de 1933.


174 PROBLEMAS GENERALES
3o Que, desde la primera edad escolar, se evite coartar el reducido vasco,
catalán, occitano o bretón de su medio natural; que, si se presenta la
necesidad, se restablezca los lazos humanos que normalmente lo vin­
culan a él.
4o Que a continuación se lo inicie paulatinamente en su cultura origina­
ria, a la vez tradicional e intelectual.
5° Que en el momento en que aborda los problemas de la cultura, se le
enseñe todas las formas de esa cultura, dentro del marco histórico y
geográfico que le pertenece.
6o Que esa enseñanza se integre, para volverse normal, a los programas y
a la curricula y se prevea una ratificación eficaz en los exámenes.
7o Que la enseñanza superior forme élites regionales instruidas en su
cultura y capaces de incorporar estas últimas al conjunto francés."
Evidentemente, ese texto está inscripto en la continuación de las lu­
chas que entretanto llevaron a la adopción por parte del parlamento
de la ley Deixonne (véase capítulo V il): se contentan con pedir la
introducción de lenguas dominadas en el sistema de instrucción cor­
tado a medida de la lengua dominante. Ese plan puede parecer razo­
nable (se verá en el texro citado más adelante que no se reclama más
que algunas horas), pero en la práctica carece de todo realismo, pues
hace presentes dos elementos inconciliables. Una vez más, la ausencia
de análisis de los motivos del retroceso de la lengua (es decir, la ausen­
cia de comprensión del fenómeno de glotofagia como un fenómeno a
fin de cuentas económico y político) anula cualquier acción a favor
de esa lengua. El gueto, o el callejón sin salida, articulado por ese
modo de privilegiar el problema lingüístico es aún más palmario hoy,
en las reivindicaciones de grupos como Défense et Promotion des
Langues de France o GALV (Comité de Acción Progresista por la Len­
gua Bretona). Por lo demás, este último cifra sus demandas del si­
guiente modo:

11 Ibid., núm. 1, 1959, p. 11.


LENGUA Y LIBERACIÓN NACIONAL 175

I. Enseñanza:
1° Tres horas semanales facultativas de bretón, organizadas en la Baja
Bretaña, en todos los tipos de instrucción (primaria y segunda ense­
ñanza).
2o Igualdad de condiciones del bretón con las otras lenguas vivas en la
enseñanza y en los exámenes.
3o Integración a los programas del estudio de la civilización de Bretaña
(historia, economía, geografía, literatura).
II. ORTF:"
l 1’ Creación de ciclos televisivos en lengua bretona.
Ia Una hora diaria de bretón por radio.
3o Programas bretones, culturales o informativos, en francés, en radio y
televisión.12
Y parece estar claro que esas exigencias muy bien podrían ser conce­
didas al pie de la letra por un gobierno centralizado!1 si tuviera un
poco de inteligencia: eso no cambiaría gran cosa de la relación entre
las fuerzas en juego. En mi opinión, ese tipo de reivindicación parece
ser apolítico-progresista en ese perfil. Por una parte, se hace un lla­
mamiento a apoyar las fuerzas de “izquierda” (tipo ur>ii), se busca
tejer alianzas en aquel sector; pero el análisis (si es que existe alguno)
que por sí solo sostiene la reivindicación lingüística pasa a cien leguas
de lo que justamente podría constituir un campo de discusión teórica
con esas fuerzas de “izquierda” o con los grupos revolucionarios. Al­
gunos le contestaron desde el ámbito político, justamente desde el
punto de vista del combate bretón (cuyos fundamentos no discutiré
aquí), reivindicaciones de este tipo:
El combate por Bretaña empieza con la destrucción del Estado francés en
Bretaña, también de sus instrumentos de dominación. Desde hace un
siglo, la universidad francesa es el principal instrumento de alienación

' Organización Radio-TV Francesa. (N. dcT.]


12 GAL.V, I.ivre noir et blanc ele la langue bretonne, Brest, 1969, p. 43.
176 PROBLEMAS GENERALES
del pueblo bretón. La liberación del pueblo bretón pasa por la destruc­
ción de la universidad Francesa en Bretaña. Introducir la lengua del pue­
blo bretón en la universidad francesa equivale a:
—empujar al pueblo bretón a la trampa colonial;
—desviar a los bretones de la senda revolucionaria;
—quitar a la lengua bretona su sentido revolucionario.1’
Y la violencia de este pasaje no debe impedirnos sopesar la parte bien
fundada. El único problema consiste en saber si la situación actual de
Bretaña es efectivamente colonial (digo, sin más, actual, pues queda
claro que el origen de la asimilación de Bretaña a Francia es un proceso
colonial), en especial si el pueblo bretón actualmente tiene conciencia
de conformar una nación dominada. Sin embargo, una vez planteado
eso, el análisis de ESB es inatacable en cuanto concierne a cualquier
situación colonial: sobre todo, es aplicable prácticamente sin cambios a
todas las situaciones africanas. Hoy en día, de nada sirve luchar única­
mente contra la francofonía, ya que esta última no es sino la traducción
lingüística del neocolonialismo, también debido a que hay una gran
inconsecuencia en reclamar el reconocimiento de una lengua por parte
de un Estado que es precisamente la causa de su desprecio y de su
dominación. Una vez más, lo que descalifica a ese tipo de abordaje es la
completa ausencia de análisis de las condiciones en que aparece el fenó­
meno glotofágico. Se lamentan de que una lengua sea vejada y desapa­
rezca; reivindican para ella el derecho a la vida -en cierta forma “déjen­
la vivir”—, y van a golpear las puertas de un ministerio centralizador
para pedirle 1111 poco de aire, mientras que los basamentos mismos del
Estado implican justamente la asfixia de las lenguas locales (aunque
puede permitirse soltar algunas parcelas en la universidad que les deja­
rá: algunas horas semanales de instrucción, en pro de preservar para sí
unos monumentos históricos en vías de extinción. El problema es sa­
ber si se considera que las lenguas son obras maestras en riesgo o mani­
festación de una comunidad humana).

IJ ESB, núm. 1, Les Donées socio-historiques de l'emsav. Retines, p. 28.


LENGUA Y LIBERACIÓN NACIONAL 177
Desde luego, ya se detectó esc apolitismo, en el sentido fuerte del
término; y hubo quien procuró oponerle una solución alternativa.
Así, Erwan Vallérie, después de plantear que:
La cuestión no es llevar a los bretones a articular tales sonidos antes que
tales otros, sino, por conocer las implicaciones sociopolíticas del empleo
de tal o tal lengua, tomar una resolución en ese ámbito específico confor­
me a nuestras preferencias históricas generales y asegurar así una perfecta
coincidencia entre nuestro accionar y nuestros objetivos lingüísticos y,
por otra parre, nuestra orientación política global.14
Llega a la conclusión de que:
Es la revolución bretona la que creará la lengua bretona del futuro. Todas
las revoluciones crean su propio lenguaje y, de no crearlo, no pueden
lograr su consumación.15
Mientras que los militantes de esis afirman de manera aún más taxativa:
Ningún Estado, aun bretón, hará del bretón la lengua de la sociedad
bretona si el bretón no se volvió antes la herramienta de trabajo revolu­
cionario que da origen a esa sociedad... [Los revolucionarios) no recono­
cen a la lengua bretona otro lugar que 110 sea ¿se, y sobre todo denuncian
el estancamiento de cualquier “combate cultural", ya sea que éste tienda
a rebretonizar un sector de la vida francesa o la vida nacional de un pro­
yecto de Estado bretón.16
También en este caso es necesario destacar que estos análisis se apli­
can perfectamente a las situaciones de colonialismo o de neocolonia­
lismo que hoy conocemos fuera del territorio francés. De nada sirve
reclamar a Malí la introducción del bambara o del peul en la escuela,
14 Erwan Vallérie, “Place de la langue ilans le combar de liberación nacionalc” (1),
en: Sav Breiz, núm. 6, enero de 1972, p. 7.
15 Ibid., “Placc de la langue...” (2), en: Sav Breiz, núm. 7, marzo de 1972, p. 27.
16 f.sb, núm. 7, La Langue bretonne et la révolution, Rennes, 1972, p. 48.
178 PROBLEMAS GENERALES
militar en Scnegal por la promoción del wolof o del serer, procurar
imponer en la Martinica un estatuto honorable para el creóle, si el
combate se limita a ese ámbito. De hecho, para permanecer en per­
fecta coherencia con lo que dije acerca del proceso glotofágico y las
condiciones de su aparición, es imposible hacerse cargo por comple­
to de una lucha por la dcsglotofagización si 110 se lleva el combate al
campo mismo de esas condiciones, es decir, al del colonialismo según
los ejemplos más frecuentes.
Así, no es posible considerar que el problema lingüístico pueda
plantearse aisladamente, solo, y menos considerar que pueda plan­
tearse después del conjunto de los problemas de la dominación. Por
supuesto, alguien argumentará acerca de la convergencia de las lu­
chas: dejemos la lucha política a los militantes políticos, la lucha cul­
tural a los militantes de la cultura: a fin de cuentas, todos esos ámbi­
tos se recortan. Cálculo inútil, pues tales recortes no son más que
azarosos y temporarios si las luchas en cuestión 110 están precedidas
por un análisis común y no derivan de una estrategia común. No hay
en esto milagros: no más que en otros espacios; y, llegado cierto mo­
mento, el combate lingüístico (como, en sentido amplio, el combate
cultural) corre un fuerte riesgo de reforzar la situación de opresión a
la que pretende oponerse.

¿S in la l e n g u a ?

A la inversa, del mismo modo que resulta difícil concebir que la len­
gua pueda por sí sola ser la meta o el medio de una lucha de libera­
ción nacional, 110 se percibe bien qué final podría tener una lucha de
ese tipo si no tuviera en cuenta, en 1111 momento u otro, el problema
lingüístico.
Para empezar, por motivos teóricos. Si, en efecto, se admite el esta­
tuto superestructural que propuse dar a los conflictos entre lenguas,
no es fácil colegir cómo podría perdurar dicha superestructura lin­
güística mientras la infraestructura cambiaría: cualquier subversión
LENGUA Y LIBERACIÓN NACIONAL 179
de la infraestructura colonial, es decir, cualquier descolonización real
y no formal, implica una subversión similar de la superestructuras
que están asociadas a ella. Como ya dije, desde ese punto de vista la
persistencia del sistema sociolingüístico surgido del colonialismo es
señal de otra persistencia, más fundamental: la del propio sistema
colonial. Es decir, en términos más claros, que 110 hay ni puede haber
descolonización económica y política sin que en el desenvolvimiento
de ese proceso también intervenga una descolonización lingüística.
Esa proposición no deriva en medida alguna de 1111 dogmatismo cual­
quiera, sino simplemente de la lógica, de la coherencia: la desapari­
ción real de una causa se mide por la desaparición total, dentro de
cierto plazo, de sus efectos.
Pero también hay argumentos históricos para sustentar esa propo­
sición. Un rápido y superficial recorrido por las distintas situaciones
de descolonización que nos es dado conocer nos convence con gran
rapidez de que prácticamente nunca un pueblo se liberó de su suje­
ción colonial conservando la lengua del colonizador. Hay que tomar­
lo como tal y analizar ese hecho. Para empezar, en todos los casos en
que se impuso una lengua, se debe a que antes de ella se impuso una
comunidad que hablaba esa lengua, imponiendo a la vez su mercado,
su organización política, jurídica, etc. Si, por ejemplo, existe un con­
junto de lenguas al que se llama lenguas romances, se debe a que la
conquista romana fue una conquista lograda, a que la colonización
romana fue una colonización lograda. Ya se trate de la Península Ibé­
rica, de Galia o del norte de los Balcanes, el occitano, el francés, el
español, el portugués o el rumano hoy están allí para convencernos
de ello. A la inversa, los conquistadores árabes, pese a su larga presen­
cia en el sur de España (permanecieron allí siete siglos), no impusie­
ron su lengua. No quedan, entonces, más que rastros, de los que ya
nos ocupamos: superestrato árabe en español (en especial, todas las
palabras que comienzan con a o al, recuerdo del artículo definido).
Esos superestratos dan testimonio de que en cierta época una lengua
tuvo el dominio, sin llegar a imponerse. Al contrario, el sustrato (como
el sustrato celta en francés, por lo demás, limitado) testimonia que la
180 PROBLEMAS GENERALES
primera lengua desapareció: es a la colonización lograda lo que el
superestrato es a la colonización inacabada. Hay, por supuesto, otros
ejemplos de este vínculo entre la trayectoria del colonialismo y la
trayectoria de la superestructura lingüística de tipo colonial. La colo­
nización de América Latina (y ese apelativo, latina, es significativo)
impuso el español y el portugués a los indios, tal como la de América
del Norte les impuso el inglés; esos son casos de colonialismo logra­
do; en el norte, las lenguas indígenas prácticamente desaparecieron, en
el sur corren el riesgo de desaparecen desaparición que nos señala a un
tiempo la desaparición de la organización social de esos pueblos. Y a la
inversa, para seguir refiriéndonos a ese continente, los québécois hacen
de su lengua uno de los puntos principales de su lucha contra un fede­
ralismo que estiman dañino y consideran una sujeción colonial.
Otro ejemplo, acaso más significativo, aunque peculiar, es el de la
creación del Estado de Israel, si se lo analiza desde el punto de vista
lingüístico. En efecto, hace un siglo, el hebreo prácticamente ya no
existía; todos los diccionarios lo colocaban dentro de la categoría de
las lenguas muertas, y su léxico restriivgido (alrededor de ocho mil
términos) era arcaico, en su base fundamentalmente bíblico, y por
ende desligado de las realidades de esc presente. Nada predisponía,
entonces, a esa lengua de estatuto comparable al del latín o al del
griego antiguo, a volverse el medio de comunicación de un estado
moderno. A fines del siglo pasado, Eliézer Ben Yehudan, dejando
Alemania para ir a Palestina, intenta modernizar esa lengua litúrgica.
Se lanza a la redacción de un diccionario en diecisiete volúmenes (el
Thesaurus Totius Hebraitatis), para el que inventa miles de términos,
o incluso crea derivados más acordes a las reglas internas de la lengua
para reemplazar calcos (en lugar de bet sefarim, “casa de los libros”,
propone sifriya, “biblioteca”; en lugar de sefer-milim, “diccionario”,
calcado sobre el alemán Wórterbuch, propone milone,; en lugar de rekhev
barzel, “vehículo de hierro”, propone rakevet, “tren”; etc.). Pero en
eso nunca había habido más que el intento por parte de un intelec­
tual aislado (lo cual, por otra parte, es relativo: Ben Yehudan no tra­
bajaba solo; en 1890 crea la va’a d haslhaon, comisión de la lengua
LENGUA Y LIBERACIÓN NACIONAL 181
hebrea, que en 1948 se transformará en la Academia de la Lengua
Hebrea), en quien tenía predicamento la idea sionista, en el fondo
bastante cercano a esas traducciones de textos científicos a lenguas
africanas que señalaba más arriba. Lo que más cuenta es que, llegada
la fundación del Estado de Israel, momento en que son posibles gran
cantidad de lenguas nacionales, al importar los distintos integrantes
de la diáspora su bagaje de inglés, ruso, alemán, francés, etc., se elegi­
rá el hebreo como lengua nacional, como para dar cuerpo a la antigua
(e incompleta) teoría que hace de la lengua el criterio de existencia o
de especificidad de una nación. Desde luego, lo que interviene en eso
son ante todo motivos religiosos (por lo demás, motivos inherentes al
proyecto sionista): se elegía para un estado de base religiosa la lengua
sagrada de esa religión, la lengua de la Tora. Pero eso no cambia que
lo tomado por la diáspora judía como una liberación también fuera
acompañado por una especie de liberación lingüística, por cuanto el
regreso a “tierra santa” iba junto a un regreso a la lengua santa. Acaso
porque el antiguo ensalmo anual “el año próximo en Jerusalén” se
pronunciaba en hebreo.
Lo dije antes: el ejemplo no es claro, merced a la confusión que ya
implica la creación de Israel, en esta oportunidad más una potencia
colonial que una nación descolonizada. Por añadidura, la situación
del hebreo, lengua dispersa, dominada dondequiera, luego desapare­
cida, no era estrictamente comparable a la propia de las lenguas do­
minadas en la situaciones coloniales clásicas, en que el factor geográ­
fico (la diáspora) introduce una nueva dimensión. Sin embargo,
muestra que en la dimensión de la vivencia de los pueblos tanto como
en la dimensión teórica, que un pueblo tenga plena posesión de su
destino implica que también tiene plena posesión de su lengua, y -para
ésta—el derecho a ser por completo una lengua, es decir, en cuanto
nos ocupa aquí, una lengua nacional.
182 PROBLEMAS GENERALES
L,a l e n g u a , p a r t is a n a d e l p u e b l o

Y esto último nos lleva a otro punto, completamente distinto; el de la


relación que tiene con su lengua un pueblo colonizado. 'Lodo lo ante­
rior nos ha mostrado que la tendencia del colonizador era a suprimir
las lenguas locales, a despreciarlas en la práctica y en su discurso,
basando dicho desprecio tanto como se podía sobre argumentos
seudocientíficos y, como réplica a aquello, a despreciar entonces a
quienes hablan esas lenguas locales. Situación peculiarmente incó­
moda para el hablante autóctono, que, así, nota que es extranjero en
su propio lugar de residencia (su lengua no es la lengua oficial), infa­
mado en su hábito lingüístico, e incapaz de comprender la lengua de
la administración, de la justicia, etcétera.
Pero la práctica de su lengua se vuelve entonces una suerte de acto
de resistencia, al ser esa lengua impermeable a la mayor parte de los
colonizados. Y esa resistencia prosigue, desde luego, cuando bajo la
cobertura de una independencia formal el neocolonialismo continúa
la iniciativa glotofágica. Está en todas partes, todos los días, bajo nues­
tra mirada, o casi. Cuando el campesino occitano habla su lengua
con un malicioso placer ante “el extranjero” venido del Norte, cuan­
do 1111 marino bretón que puede hablar en francés finge ante un turis­
ta no comprender más que el bretón. Lvn ello hay un comportamien­
to en parte lúdico, pero que por cierto connota otra cosa, algo mucho
más profundo. Y cuando, en África, uno oye grandes discusiones iró­
nicas en lengua local, evidentemente destinadas al blanco, que no
entiende ni una palabra, se asiste a la misma situación: la lengua es un
refugio, la lengua oficia de espacio privilegiado de la autenticidad
negada, como último refugio contra la alienación colonial; en una
palabra, la lengua es partisana del pueblo. A un hombre se le pueden
quitar muchas cosas; nunca, incluso en nombre de la lengua de los
otros, podrá contarse con su consentimiento para arrancarle la len­
gua que le es propia. La glotofagia lograda es, como vimos, la culmi­
nación de un largo proceso, en cuyo transcurso una parte de las co­
munidades humanas en juego son llevadas, poco o mucho, al rango
LENGUA Y LIBERACIÓN NACIONAL 183
de objeto de la historia. Nunca, en sitio alguno, hubo hablantes que
dieran muerte a sus lenguas: hay quien lo hace por ellos, aunque sus
cuerpos lo impidan, y a la vez da muerte a una porción de ellos mis­
mos. Ante semejante proceso ya activado, por lo menos les resta el
goce de zambullirse en ella, de vivir un poco de ella, como quien
siente la llegada de la asfixia y aspira sus últimas bocanadas de aire
puro. Ésa es la lengua-refugio. Pero esa inmersión causa a la vez la
escisión, la ruptura: en consecuencia, ante la lengua dominada hay
que estar de un lado o del otro; 110 existe término medio, hay que
elegir. Y entonces refugiarse en la lengua propia se vuelve 1111 acto
militante, por lo general inconsciente, pero igualmente subversivo.
Basta pensar en qué sucedería si repentinamente todos los funciona-
rios reputados, en ral o cual neocolonia, como hablantes del francés,
se negaran a emplear la lengua dominante. Y si mañana todos los
occitanos olvidaran su francés: ¿francés? No señor, no lo entiendo. Si
los diputados senegaleses se pusieran a agredir a Senghor en wolofo
en serer... Un sueño, por supuesto, que sin embargo a veces se mate­
rializa y entonces se muestra como subversivo. En octubre de 1972,
en ocasión del juicio al i-LU ante el Tribunal de Seguridad del Estado,
uno de los acusados, Yves Gourvés, se negó largo tiempo a hablar la
lengua del presidente, reclamando un intérprete francés-bretón. ¡Oh,
escándalo! El único modo de librarse de ello era convertir esa actitud
en folclore, actitud de la que 110 se privó la prensa. Pero imaginemos
que mañana los diputados de Guadalupe, de la Martinica, tomen la
palabra en la Asamblea Nacional hablando en créole... Otro sueño,
lo sé. Sin embargo, en las Antillas el pueblo habla todos los días créole;
o peul en Malí, wolof o serer en el Senegal: en cuanto a él, permanece
del otro lado, el de su partisana.
Y, por lo demás, esa partisana genera sus propias armas. Las len­
guas dominadas rebosan de expresiones irónicas que conforman el
análisis político más refinado. Los burócratas locales están del otro
lado de la barrera, por ende, están del lado de los blancos, del lado de
los pompidufanga, como se dice en bambara en vez de “imperialis­
mo”: del lado de la autoridad de Pompidou. De ahí en más, ¿por qué
184 PROBLEMAS GENERALES
llamarlos de otro modo? En bambara, se usa el mismo término, tubabu,
para nombrar al europeo y al burócrata negro, tal como en swabili
mzungu abarca ambas categorías. Además, se toma como préstamo el
nombre de políticos locales a sueldo del imperialismo para acuñar
insultos:
En Tanzania, en Uganda, en Zambia y en el conjunto de las masas popu­
lares swahilis, decir de alguien que es un Tsombe es designarlo como un
vendido a los intereses del imperialismo y aventurero mediocre y despre­
ciable. Hoy, 1111 negro occidentalizado y cultivado que estimula la asimi­
lación cultural y racial ve cómo le ponen el mote de Senghor.'7
De la lengua partisana del pueblo nace, en todas partes, una resisten­
cia objetiva. Ella cuenta con la inmensa mayoría de los desposeídos
culturales a su favor. “¡Jamás! ¡til cordero jamás se aliará con el lobo!”,
proclamaba un canto bretón del siglo xvi, Ar renauded (Los rebelados).
Y además, en otro campo, pero dentro de un movimiento análogo,
los Black Panthers lanzan su grito: Black is beautijid!
En tanto militantismo objetivo, esa práctica de la lengua domina­
da no es, con todo, elegida: se opone por la fuerza de las cosas a la
glotofagia que se instala. A ello se debe que, si sólo se puede concluir
estas observaciones respecto del vínculo entre combate lingüístico y
liberación nacional con una nota que destaque la dificultad de llegar
a una conclusión, pese a todo hace falta, sin más, tener en claro que el
futuro está en las masas, esa aplastante mayoría popular que en las
neocolonias no habla la lengua del colonizador. Una vez más, el pue­
blo permanece en su toma de partido en la lucha lingüística. Hasta el
día en que arroje a los basurales de la historia la lengua dominante
que acarician sus actuales dirigentes.

17 A. Kashamura, o¡>. cit., p. 88.


S e g u n d a p a r te

ESTUDIOS ESPECÍFICOS
VII. EL COLONIALISMO
LINGÜÍSTICO EN FRANCIA

El colonialismo lingüístico y su culminación, la glotofagia, son pro­


ducto dedos teorías contrapuestas en la práctica política: una teoría de
la lengua y una teoría de la nación. Ya vimos cómo, desde el siglo xvr, el
abordaje teórico del lenguaje y de las lenguas siempre planteó el pro­
blema de su objeto de estudio en términos cualitativos: había lenguas
“buenas” y lenguas “malas”, “lenguas cultivadas” y “lenguas salvajes”;
desde luego, con enorme frecuencia se consideraba que la lengua de
quien escribía era “buena” y “cultivada”. Esa visión eurocentrista de
las lenguas y de sus respectivas “ventajas” que, como ya vimos, tiene
su momento de apogeo durante el siglo xvni, sirvió de inspiración
directa para el colonialismo; una lengua de salvajes, una “jerga”, de­
notaba a un pueblo de salvajes que, bajo ese rótulo, es pasible de una
inyección de civilización francesa... No es casual que el término civi­
lización aparezca en el siglo xvni. Luden Febvre daba para ese térmi­
no la fecha de 1766;' por su parte, Benveniste da una fecha que la
precede en diez años: en 1756. El marqués de Mirabeau escribe en
L’a mi des hommes, ou traité de la populatiom
La religión es, sin objeciones, el principal y más útil freno para la huma­
nidad; es el principal amortiguador de la civilización.2
Benveniste cita además un manuscrito inédito de Mirabeau, conser­
vado en los Archivos Nacionales, de título L’A mi des femmes, ou traite
(U la civilisation, en el que ese autor declara:

1 Luden Febvre, Civilisation, le mot et l'idée, París, 1930.


2 Citado por Entile Benveniste, op. cit.

187
188 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
Si yo preguntara a la mayoría de vosotros en que hacéis consistir la civili­
zación, obtendría como respuesta que civilización es depuración de las cos­
tumbres, urbanidad, cortesía, y expansión de los conocimientos de modo que
se observe las buenas formas y tengan cabida leyes propias de sus distintos
elementos.

Urbanidad, cortesía, buenas formas y refinamiento de las costumbres


eran, evidentemente, conceptos relativos, con los que la idea de civi­
lización (en oposición a la de barbarie) nace -com o la de lengua en
oposición a jerga-, de la ideología eurocentrista: del mismo modo
que las jergas evolucionan, depurándose, en dirección a la condición
de lengua, los salvajes pueden evolucionar en dirección a la civiliza­
ción. En esa trayectoria, nuestras propias sociedades occidentales es­
tán en amplia ventaja por sobre las que podemos encontrar allende
los mares.
Pero el avance de la lingüística hacia postulados menos ingenuos
no cambió gran cosa del problema. Durante el siglo xvm, la lingüísti­
ca (o eso que ocupaba su sitio) era racista, inmediatamente se torna
“clasista”. Con ello quiero decir que las divisiones que propondrá
entre los distintos idiomas (lenguas, dialectos, hablas locales, patois...)
con gran frecuencia emanan de un desprecio de clase, de un despre­
cio por el oprim ido, el dom inado, tal com o las divisiones de
Maupertuis o de Adam Smith (lengua-jerga) emanaban de un despre­
cio racial. Desde entonces, la lengua francesa se hallará, en la dimen­
sión ideológica, en idéntica relación ante tres tipos de lenguas:
- las lenguas locales del territorio continental francés, a las que se
da el nom bre de dialectos y, por esc mero m ecanismo
denominativo, se coloca en condición de inferioridad respecto
de la lengua, es decir, el dialecto de Ile-de-France;
— las lenguas de las zonas colonizadas, a las que en la mayoría de
los casos se considera inferiores, sobre todo cuando no cuentan
con expresión escrita. Por lo demás, el modo de denominarlas
es vacilante: dialectos, hablas locales, o bien patois...
EL COLONIALISMO LINGÜÍSTICO EN FRANCIA 18 9

- las distintas variedades de francés hablado (los “niveles de len­


gua”) a los que se opone una norma escrita que es la única
reputada como representante de lengua de cultura.
Por supuesto, no se teoriza acerca de esas tres vertientes de funda­
mento de la superioridad del francés como si fueran un bloque úni­
co: suele afianzarse una construcción ideológica heteróclita, que toma
elementos de distintas fuentes, en ocasiones contradictorias y, por
ejemplo, cierto lingüista “110 normativo”, es decir, renuente a conde­
nar los fenómenos lingüísticos reales en nombre de una norma abs­
tracta (hecho sustancial de la actividad de toda una tradición grama­
tical), será por otra parte el teórico del primado de la lengua por
sobre el dialecto... Ninguna doctrina conformada, entonces, sino
múltiples fuentes en que abreva la ideología, construyendo sobre esas
bases 110 homogéneas cierta idea respecto de la lengua que poco a poco
se volverá la del sentido común.
Por su parte, la teoría de la nación aparece de modo definitivo con
la revolución de 1789. Y si nos interesa, se debe a que también impli­
ca cierta idea acerca de la lengua. Por cierto, la idea de unidad entre
lengua y nación es asunto antiguo. No fue, como pretendieron algu­
nos, “inventada” por los románticos alemanes Herder, Fichte o
Humboldt, sino que se remonta a una época muy anterior. Tullio De
Mauro, por ejemplo, señala que el texto bíblico acerca de la división
babélica hace un paralelismo entre división lingüística y dispersión
de los pueblos; también que en las inscripciones aqueménidas figura
un mismo término, lisani, que designa la lengua y la nación. ' Pero esa
idea es asumida fuertemente por la Revolución Francesa. En síntesis,
para ser un buen republicano hacía falta hablar el francés, como re­
cuerda Brunot: la lengua francesa, “tras haber sido la expresión del
genio del país”, habrá de volverse “la de su alma” y “para todos, ha­
blar francés parecía ser una manera, y no de las secundarias, de ser

3 Tullio De Mauro, Storia lingüistica dell'Italia unita, Barí, l.oterza, 1970, pp.
267 y ss.
190 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
patriota”.4 Por lo demás, se notará la poca distancia que toma Brunot,
quien prácticamente asume la visión de las cosas que describe: eso es
revelador de la perennidad de esa visión, como intentaremos demos­
trar más adelante. En efecto, esa idea de que la nación se define pol­
lin a comunidad de lengua se abrirá camino sin dificultades. Stalin,
por ejemplo, escribirá que la nación es “una comunidad hum ana es­
table, conformada históricamente, surgida sobre la base de una co­
munidad de lengua, de territorio, de vida económica y de formación
psíquica, que se traduce en una comunidad de cultura”,5 pero que
“recién durante la segunda etapa del período de la dictadura del pro­
letariado, a medida que se instaure una economía mundial socialista
unificada en lugar de la economía capitalista mundial, recién en esa
etapa las naciones sentirán la necesidad de poseer, junto a sus lenguas
nacionales, una lengua internacional común”.6
De hecho, el problem a de Stalin era el mismo que el de los
jacobinos, y él le dará una solución apenas distinta. Ciertamente,
cuando la revolución mundial haya triunfado, una lengua común
podrá crearse (en ese aspecto hay que ver una influencia de N. Marr,
que Stalin condenará más tarde); pero, mientras tanto, la política de
la URSS juega a dos puntas. Por una parte, se transcribe las lenguas
locales, se les da u n a ortografía, se recopila la tradición oral, y al mis­
mo tiempo se im pone la lengua rusa por medio de la escuela, la pren­
sa, etc., como para to m ar una opción acerca de la lengua internacio­
nal común. Es decir que la política de la URSS es, en ese aspecto, tan
imperialista como la d e los revolucionarios de 1789, o la propia de la
Francia colonial, a u n q u e allí 110 se dé el genocidio cultural. El francés
siempre mostró ser u n a lengua que excluye a las demás, mientras que

1 Ferdinand Brunot, Histoire de la langue franfaise, París, Armand Colín, ! 905-


1937,t. ix, pp. 8-9.
5 José Stalin, El m arxism o y la cuestión nacional.
'' Jostí Stalin, I.ti cuestión nacionaly el leninismo. Se notará que la muerte de Lenin
media entre ambos textos, también que, si bien puede considerarse al primero como
una mera transcripción del pensamiento de Lenin, el segundo-escrito en 1929- ya
es ampliamente estalinista.
EL. COLONIALISMO LINGÜÍSTICO EN FRANCIA 191
el ruso admitiría ciertas relaciones de vecindad, como el inglés en
ciertas colonias de la corona. La glotofagia es, entonces, menos vio­
lenta, lo cual para nada significa que sea menos eficaz. De hecho, es
preciso evitar aquí analizar los distintos imperialismos sólo en función
de su actitud respecto de las lenguas locales, lo que, llevado al límite,
sería equivalente a considerar que hay “buenos imperialistas” (los que
respetan las lenguas locales) y “malos imperialistas” (los otros). En mi
opinión, ese error fue cometido por Yves Person cuando escribió:
Sin embargo, hay que tomar en consideración que, el capitalismo, en
tránsito al imperialismo de finales del siglo xix, renuncia al genocidio
cultural en el mundo anglófono, no en el mundo francófono.7
En efecto, no hay que mezclar dos cosas distintas: la constitución de
una superestructura lingüística surgida de relaciones de fuerzas, que
es un hecho inevitable; y la intervención externa sobre esas relacio­
nes, con el aparato jurídico y escolar que eso supone, acompañada
por una visión ideológica de esas relaciones. Como es natural, esa
intervención puede acelerar la glotofagia, y la práctica del imperialis­
mo francés es una buena muestra de ello. Sin embargo, resulta difícil
imaginar que su ausencia pueda operar en sentido contrario: en to­
dos los casos, el pluralismo lingüístico (belga, suizo, yugoslavo, etc.)
es algo completamente distinto de una gracia concedida a una o va­
rias lenguas; como hecho superestructural, es fruto de relaciones so­
ciales y económicas que lograron imponerlo. Pero Yves Person tiene,
con todo, razón en un punto: comparado con el inglés, el imperialis­
mo francés es doblemente glotofágico, pues siempre teorizó su prác­
tica lingüística y utilizó para apuntalarla todo el aparato jurídico que
estuviera a su disposición. Al menos eso es lo que yo querría demos­
trar en este estudio.

7 Yves Person, “Imperialisme linguistique et colonialismo", en: Ar falz , núm. 1,


junio de 1973, p. 25.
192 ES TUDIOS ESPECÍFICOS
E l DESEMPEÑO DE LA REVOLUCION FRANCESA8
Ya se sabe cuál fue, desde sus comienzos, el problema de la Revolu­
ción. Tenía que luchar en sus fronteras, especialmente al este, contra
las amenazas externas. También temía las amenazas internas. Y ante
esos dos peligros para exaltar a sus tropas no disponía, a fin de cuen­
tas, más que del concepto de nación. El problema lingüístico también
será crucial para ella. Por una parte, hace falta encontrar lo antes
posible un medio de comunicación eficaz con el pueblo. Ésa es la
función del decreto del 14 de enero de 1790 que instituye la lectura
en francés de los textos oficiales al término de la misa dominical. En
ello hay, desde el principio, una evidente contradicción, ya que la
Constituyente [la Constituante, Asamblea de 1789] respondía a un
mismo problema (hacerse entender por el pueblo) con dos medios
antinómicos (utilización de las lenguas locales, utilización del fran­
cés). Consiste en que de hecho no se sabe nada de la situación lin­
güística real de ese país. A partir del edicto de Viliers-Cotteréts, la
ficción administrativa propone una imagen idílica de Francia, en la que
todo el mundo (esto es, la burguesía y los clérigos) habla francés. Es
cierto que la clase social que toma el poder en 1789 es, en la parte no
francófona del territorio francés, hablante de la lengua de íle-de-
France. Pero esta situación nada tiene que ver con la del pueblo, pues
la realidad lingüística de Francia era completamente distinta. Para
tener una percepción más inmediata, Grégoire inicia en agosto de
1790, mediante un cuestionario, una indagación acerca de las leu
guas habladas en Francia. ¿Qué cifras podemos presentar a este res
pecto? En su informe, Grégoire propone la siguiente asignación:9 sólo
quince departamentos del interior utilizarían la lengua de París, lin
cuanto al resto, se estaría ante una población que habla una lengti.i
distinta del francés, entre la que:
HUtilicé algunos datos de un informe de maestría realizado bajo mi dirección |»«n
Daniel Desfonvaines (/.a Révolutiun fian(aise et /a ¡tingue). Conste aquí mi agrade» i
miento hacia ¿1.
Informe de Grégoire a la Convención, 30 de julio de 1793.
EL COLONIALISMO LINGÜÍSTICO EN FRANCIA 193
— 3 millones de habitantes hablarían también francés;
— 6 millones apenas lo hablarían;
— 6 millones no sabrían hablarlo.
Es decir que, si a esto se suma que la población francesa entonces era
de alrededor de 26 millones, dos quintas partes de los “franceses”
tenían como lengua materna el francés. Pero indudablemente esas
cifras son falsas por exceso de optimismo. La encuesta de Grégoire
fue realizada en los departamentos por funcionarios, desde luego
francófonos, que no disponían de medios heurísticos perfecciona-
dos. Sin embargo, tal como se las presenta, esas cifras son elocuentes:
la mitad de los ciudadanos franceses no entiende la lengua de la Re­
volución.
Por lo demás, esa Revolución, o al menos la parte parisina de la
Revolución, teme que la existencia de lenguas distintas del francés
dentro del territorio nacional sea un arma para el enemigo, un cam­
po privilegiado para la subversión. Sin duda a eso se debe que más
tarde el problema de Alsacia sea el más discutido: se impedirá el uso
del “alemán” en Alsacia (17 de diciembre de 1793; es decir, después del
informe Grégoire), medida a la vez impopular e inaplicable, pues
equivale a impedir que la gran mayoría de alsacianos hable. Pero el
mismo problema se presenta en todas partes: se teme la sedición.
En eso hay un presupuesto cuya porción bien fundada no se mues­
tra de modo claro: ¿una región del “territorio nacional” sería más
capaz de presentar oposición a la Revolución por hablar menos la
lengua francesa? Por supuesto hoy uno piensa en la rebelión de los
chouans [partisanos contrarrevolucionarios] que sobrevendrá poco más
tarde. Pero los chouans fueron tanto de la Vendée como de Bretaña, y
hablaban al menos a medias en francés. A la inversa, durante el siglo
anterior, la revuelta progresista de los bonedu ruz (bonetes rojos) fue
obra de campesinos hablantes de bretón y, durante la época de la
revolución, no se conocen revueltas importantes en las regiones no
hablantes de francés como el País Vasco, Alsacia, Flandes. Al contra­
rio, hubo revueltas en Bourges, donde se hablaba francés. En suma,
194 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
bajo ningún aspecto se impone ese vínculo entre heteroglosia y sedi­
ción cuando uno se atiene a los hechos; pero rápidamente se tornará
uno de los componentes de la ideología dominante. Ambos proble­
mas se verán reunidos en un tercero: la instrucción. En septiembre de
1791, Talleyrand propone la creación de una enseñanza primaria en
francés para luchar contra los “dialectos”, pues según él señala “la
principal necesidad social es comunicar ideas y sentimientos”. Ni la
Constituyente ni la Legislativa [que le siguió] tomarán decisión algu­
na en la materia; y la Convención girondina terminará por crear un
comité de instrucción pública (octubre de 1792) ante el que Lauthenas
presentará un informe (18 de diciembre de 1792). Acción interesan­
te y valerosa: menos de tres meses después de la victoria de Valmy (20
de septiembre de 1792) que puso fin al avance prusiano, Lauthenas
preconiza el bilingüismo en Alsacia y, de modo más general, la tole­
rancia de los idiomas que permite las relaciones con el extranjero.
Notemos, pese a todo, que en esc caso hay un llamativo criterio de
derecho a la existencia para las lenguas. Más allá de que el concepto
de comunicación con el extranjero sea endeble (¿se trata de comuni­
cación con la lengua exclusiva del extranjero o con las lenguas locales
de frontera? ¿El catalán o el vasco no permiten una comunicación
con los catalanes o los vascos de España?), hay que destacar que la
proposición de Lauthenas marcaba la condena a muerte de las len­
guas “pequeñas”. Sin embargo, su informe ni siquiera se discutirá, lo
cual es interesante desde otro punto de vista: parece que ya se hizo
una elección. Se espera una situación más propicia, pero ya se ha
decidido expandir el francés por todas partes, ya que cualquier solu­
ción contradictoria es inaceptable por la ideología dominante. El in­
forme Grégoire ante la Convención (30 de julio de 1793) decidirá el
curso de los acontecimientos. Ante la situación lingüística por lo menos
heterogénea, Grégoire se hace centralizador: “Nunca será para mí
demasiada repetición: en materia política, extirpar esa variedad de
idiomas groseros que prolongan la infancia de la razón y la antigüe­
dad dt¿ los prejuicios es más importante de lo que se piensa.” Ese-
fragmento al menos tiene el mérito de ser franco: directamente inspi­
KL COLONIALISMO LINGÜÍSTICO F.N FRANCIA 195
rado por el racismo lingüístico (sus idiomas groseros recuerdan a las
jergas mencionadas por los enciclopedistas: como aquéllas, son pues­
tos en relación con la ausencia de pensamiento), además plantea
claramente el carácter político del problema lingüístico. Por lo demás,
se seguirá a Grégoire; y el 21 de octubre de 1793 la Convención aprue­
ba una ley que instituye las escuelas primarias del Estado en que los
niños aprenderán el francés. Por otra parte, parece que esa ley es insufi­
ciente, pues algunos meses más tarde abundan textos e intervenciones:
— 26 de octubre de 1793, decreto de la Convención. Se recuerda
que la instrucción no se imparte más que en lengua francesa
(seis días después de la ley acerca de las escuelas primarias que
acabamos de citar);
— 17 de diciembre de 1793, el comité de bienestar público prohíbe
el uso del alemán (sic) en Alsacia;
— 27 de enero de 1794, informe Barrere: “En un pueblo libre, la
lengua debe ser única e idéntica para todos”.
— Ese mismo día, un decreto ordena que en cada comuna donde
no se hable francés se nombre un institutor hablante de la len­
gua de París; lo decretado debe ponerse en práctica en el plazo
de diez días. Incluso se especifica que la enseñanza tendrá lugar
un día para los niños y otro para las niñas, alternadamente,
también que los días de décade,' el institutor leerá y traducirá
(¿?) las leyes al pueblo. Las medidas con finalidad glotofágica se
suceden a un ritmo acelerado; pero esa voluntad de desarrollar
la enseñanza y expandir el francés contra las lenguas locales (en
este caso, ambas finalidades son inseparables) va a chocar con­
tra una imposibilidad fáctica. A partir del 3 de marzo de 1794,
el Bajo Rin informa al poder central que en Alsacia es imposi­
ble hallar docentes francófonos. Los pocos hablantes de francés
eran enemigos del pueblo (de allí en adelante, curas), o bien ya
tenían empleos en la administración pública. Y sin demora la

En el calendario republicano, los días se agrupaban en decadarios. [N. deT.]


196 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
Convención percibe que dichas dificultades no son estricta­
mente alsacianas: la encuesta de Guillaume, representativa de
557 distritos, muestra que el fracaso del sistema es completo.
También cambia bruscamente de política: al no poder imponer
el francés contra las lenguas locales, intentará enseñarlas conjun­
tamente y autoriza la enseñanza bilingüe (20 de octubre de 1794).
En noviembre de ese mismo año, el informe Lakanal acerca del
estado de la enseñanza vendrá a dar confirmación adicional a ese
pesimismo: en algunas regiones, la mayor parte de los candida­
tos a institutor no sabe leer ni escribir...
De todo eso, lo que hay que retener es el modo profundamente
volumarista en que se concibe, durante todos esos debates, las rela­
ciones entre lengua y nación. Ya vimos que, corno más tarde hará
Stalin, los revolucionarios franceses consideraban que el basamento
más sólido de la nación es la unidad lingüística. Pero esa afirmación,
que por lo demás actualmente sigue en vigor, es profundamente am­
bigua. ¿La unidad lingüística es resultado o condición de la existencia
de una nación? En efecto, la afirmación según la cual la lengua es la
manifestación de la nación se presta concretamente a dos prácticas
políticas completamente opuestas:
— queremos fundar una nación, por ende, vamos a imponer una
lengua común a los futuros miembros de esa futura nación, en
cierto modo, una Babel a la inversa: esa política, embrionaria
bajo la Convención, se volverá oficial en la Francia de los siglos
x ix y xx;
- hablamos una lengua que no es la propia de la capital o del
imperio, por ende, conformamos una nación distinta: ésa es,
en parte, la posición actual de movimientos como ETA en el
País Vasco, FLQ en la zona québécoise, etcétera.
En el segundo caso, se considera que conformar una nación es algo
similar a una acción de masas. La unidad que eso implica se hace
EL COLONIALISMO LINGÜÍSTICO EN FRANCIA
presente en especial (pero no solamente) en la unificación lingüística.
Ésa es, grosso modo, la tesis que defendía Stalin; en cualquier caso, es
la única que llega a ser aceptable bajo la mirada del marxismo. A la
inversa, en el primer caso se considera que la nación no es un hecho
de masas sino un hecho administrativo. No se constituye en el curso de
la historia: es constituida; la burocracia tiene con ella una relación
transitiva. A eso se debe que sea preciso imponer una lengua para
reforzar una nación (es decir, a fin de cuentas, imponer una nación;
pero entonces, ¿qué es esa nación?). Ese modo de ver las cosas, que
más arriba califiqué de voluntarista, es desde luego a un tiempo im­
perialista: es el que comanda la asimilación forzada de Occitania, del
País Vasco, de Bretaña; comanda las aventuras coloniales, al menos
en su aspecto lingüístico, que estudiamos en el capítulo m. Y también
es el que se hace presente en diciembre de 1968 cuando Alexandre
Sanguinetti declara: “Haré el elogio de la centralización en la tribuna
de la Asamblea Nacional. Esa centralización permitió construir Fran­
cia pese a los franceses o con la indiferencia de los franceses”, y cuan­
do Georges Pompidou declara el Io de enero de 1972: “La historia
nos muestra que a lo largo de los siglos nuestro pueblo, destinado por
naturaleza a las divisiones y al más extremo individualismo, no pudo
conformar una nación más que por obra del Estado”.
La Revolución Francesa dejó en ese ámbito, entonces, una heren­
cia importante, que explica toda nuestra historia posterior. Esa he­
rencia principalmente se apoya sobre dos ideas-guía: hablar francés es
ser patriota; el dialecto es un agente de desunión (se sobreentiende
que entonces se da la designación de dialecto a cualquier lengua del
territorio nacional que no sea la francesa). A esos principios se suman
otras dos ideas. La primera, surgida de la lingüística presaussureana,
reposa sobre la inferioridad atribuida a ciertas lenguas respecto de otras:
el francés es una lengua de cultura; el bretón es una lengua de imbé­
ciles (en toda la literatura del siglo XIX, el apelativo has bretón siempre
es sinónimo de animal no instruido. Se comprende el motivo cuando
se sabe que la Baja Bretaña es la región en que todavía se habla bretón).
La segunda, surgida de la práctica de la iglesia católica que, en su afán
198 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
proselitista, la mayor parte de las veces redactó sus catecismos en len­
guas locales (hasta el momento en que, tras la Segunda Guerra Mun­
dial, el episcopado interrumpirá esa práctica y decidirá seguir la
operatoria de la centralización), radica sobre la alianza entre esas len­
guas y los clérigos.
Así, el combate entre las lenguas locales del territorio francés se
muestra como un combate en pro de la cultura y contra la ignoran­
cia, como un combate laico y republicano. Esc es el legado más im­
portante de la Revolución Francesa, y a la vez el más impostado. Ya
vimos que la condición de no-hablante de francés no necesariamente
genera comportamientos políticos reaccionarios (uno se sonroja al
tener que recordar semejantes evidencias; pero la izquierda francesa
todavía boy considera que el combate de los movimientos partidarios
de esas nacionalidades es reaccionario), y el ejemplo de Suiza muestra
que el plurilingüismo no es sinónimo de no-patriotismo (sin impor­
tar hasta que punto pueda considerarse una virtud el patriotismo).
Sin embargo, para un institutor laico de la Tercera República cuyo
horizonte político no iba más allá de La Marseillaise anti-cléricnlc de
Léo Taxil,' el alsaciano, el bretón y, en menor medida, el vasco, el
occitano, el catalán, el corso serán lenguas antirrepublicanas y len­
guas de curas. El ejemplo de Bretaña es especialmente revelador de
ese punto de vista: con referencia al episodio de los chouans, a la tra­
dición católica del pueblo y a las escuelas privadas en las que no se
excluía el bretón, muy pronto se asimiló una lengua (y en consecuen­
cia al pueblo que la habla) con la enemiga de la República. Desde
luego, esa visión es ampliamente ideológica y, por si fuera poco, pro­
cede de una interpretación parcial y estúpida de la historia. Con idén­
tica facilidad podría elaborarse una teoría inversa y tan carente de
sentido como ésa. Al perorar acerca de la rebelión de los bonedti ruz,
dicha teoría inversa haría del bretón una lengua “progresista”. ¿Qué
' Conocido como l.éoTax¡l, Gabriel-Antoinejogand-Pagis (1854-1907) se dedicó
a la escritura de “panfletos escandalosos” contra la Iglesia. Más tarde, fue excluido de la
francmasonería, que pasó a ser el objeto tic sus diatribas. En 1892 fundó el periódico
La France Cbrétienne. [N. deT.J
EL COLONIALISMO LINGÜÍSTICO EN FRANCIA 199
queda, entonces, del francés? ¿Es la lengua de Thiers (“reaccionaria”)
o la de Portier (“progresista”)? La debilidad de este modo de razonar
es evidente; pero ese tipo de caricatura tiene, sin más, vía expedita
cuando se trata de ridiculizar conforme a un principio inamovible
aquello que es distinto de uno; principio que, como ya vimos, cons­
tituye uno de los puntales de la glotofagia.

D el I mperio a la T ercera R epública

En consecuencia, dentro del ámbito lingüístico la Revolución Fran­


cesa no contó con los recursos que sí tuvieron su ideología y su polí­
tica: en especial, su política escolar lúe un fracaso, y la persecución
contra las lenguas locales decretada al final en la dimensión de los
textos seguirá siendo letra muerta. Con todo, ya se tomaron las gran­
des decisiones. Desde entonces, Francia vivirá basada sobre dos prin­
cipios rectores cuyas pretensiones son que la nación francesa haya de
forjarse por medio de la expansión de la lengua francesa, que sólo el
francés pueda considerarse lengua plena, completa, dentro de su te­
rritorio.
Este constructo ideológico es perfectamente coherente con la his­
toria de los siglos anteriores. Las premisas de la iniciativa glotofágica
aparecen en un principio como toques impresionistas: en 1229, se
impone mariscales franceses en zona occitana (en Beaucaire, en
Carcassonne); en 1462, Luis XI crea el parlamento' de Burdeos, y en
1501 Luis XII crea el de Aix-en-Provence, ambos con magistrados
franceses. Después de esas decisiones de detalle aparece la tradición
jurídica de esa voluntad de asimilación, cuando Francisco 1 decide
que de allí en adelante las actas jurídicas sean redactadas en francés
(ordenanza de Villers-Cotteréts, 1539). Como sucederá a menudo
después, esa decisión recibe la impronta de la ambigüedad: aparente­
mente se dirige contra el latín pero, otorgando a los hablantes de

Se trata, en su origen, de un tribunal. [N. de'J'.]


200 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
francés el derecho a ser juzgados en su lengua, deniega a la vez ese
derecho a los hablantes de bretón o de lengua de oc. Por lo demás, la
ordenanza sigue el sesgo de toda una práctica expansionista anterior.
En el siglo xin la cruzada contra los albigenses permitió que los baro­
nes franceses como Simón de Montfort extendieran sus dominios:
llevada a su fin por Luis IX (llamado “San” Luis), asienta la domina­
ción francesa en Languedoc sobre la base de masacres justificadas
desde lo religioso. El reino literario llegará a su fin, dejando a Peire
Cardenal apenas el tiempo para escribir:
Falscdatz e desmezura
Au bataiir empreza
Al> verrat e abs drechina
E vens la falseza.
1Falsía y desmesura
libraron batalla
a verdad y rectitud;
y triunfó la falsía.)

En este caso, bajo la cobertura religiosa, la conquista francesa es estric­


tamente imperialista: amén de drenar su intolerancia religiosa, Luis
XIV buscaba una salida al mar (Aigues-Mortes). La ordenanza de Villers
Cotteréts, que por otra parte sobreviene tan sólo algunos años después
de la anexión de por sí también imperialista de Bretaña (‘acte d'unioríWc
1532), completa, entonces, en el ámbito lingüístico, un aparato de
dominación ya suficientemente bien munido. Sin embargo, al inicio,
para ello no hay otra justificación que la política y económica: como y.i
intenté demostrar en el capítulo III, la lucha contra las lenguas locales es
ante todo un medio. Al haberla teorizado la Revolución Francesa, .il
haberla integrado a la ideología general siguiendo la vertiente de l.i
nación y al haberle conferido una apariencia progresista, el siglo xix se
entregará a ella en pleno transporte de delectación.
No obstante ello, el Imperio se preocupa bastante poco por la-,
lenguas locales: su política escolar se vuelca sobre todo hacia la según
EL COLONIALISMO LINGÜISTICO EN FRANCIA 201
da enseñanza; y la población que accede a los liceos está conformada
por hablantes, recientes o 110, del francés: en esos recintos no hay
ninguna necesidad de bloquear las lenguas locales. Después de la re­
volución de 1830, se hace obligatorio el conocimiento de la ortogra­
fía (seamos precisos: la ortografía francesa) para ocupar un cargo pú­
blico. Eso no impide que la población no francófona hable su lengua
materna, pero sirve de freno a su acceso a la función pública y afianza
la francización: a partir de ese momento, para abrirse camino entre la
gente de mundo, los jóvenes granujas de dialecto bárbaro tendrán
que aprender el francés, jules Ferry, bajo la Tercera República, dará a
Francia los recursos para la batalla final: la enseñanza obligatoria con
dictado de todas las materias en francés se decreta en 1881-1884. La
enseñanza se hace gratuita y obligatoria de los seis a los trece años. Ya
Victor Duruy, ministro de Instrucción Pública bajo Napoleón III,
había mejorado el destino de los institutores (retiro adelantado, au­
mento salarial, creación de una distinción especial, las palmas acadé­
micas): la enseñanza primaria se torna una administración capaz de
hacerse cargo de su tarea. También en este caso impera la ambigüe­
dad. En efecto, la política escolar de Jules Ferry es objetivamente pro­
gresista, por cuanto permite que la población acceda a la enseñanza
sin trabas clasistas. Pero, desde la perspectiva que hemos adoptado,
íólo es progresista si se toma en cuenta la parte francófona del territo­
rio. La percepción que se tiene de ella desde Occitania o Bretaña es la
de una condena a muerte de las lenguas locales, por las que en verdad
nadie se preocupa demasiado. Ciertamente, cuando Hersart de La
Villemarqué publicó su Barzaz Breiz -recopilación de canciones po­
pulares bretonas acompañadas de su traducción al francés, cuya au­
tenticidad por otra parte se puso en fuerte entredicho—, George Sand
aplaudió esos tesoros de poesía popular, pero para ella se trataba de
folclore. Y Balzac, en sus Chouans, estaba lleno de desprecio por el
grosero idioma de los bajobretones (dos citas, entre otras, “el patois
de ese país”, “los sonidos roncos de una voz bretona”. . .). N o se aban­
dona, tampoco se lo hace hoy, esa idea de superioridad de! francés
(Iflí otras lenguas del territorio pueden producir poesía popular; por
202 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
su parte, el francés produce literatura: tal matiz es importante, y ca­
racterístico, de ese siglo) y menos aún el principio inculcado por la
Revolución de 1789 —el francés es la lengua de la nación—, pero nadie
se ha preguntado si en verdad hay una sola nación.
Al respecto, para relativizar el personaje Jules Ferry que los manua­
les escolares nos muestran como portador de progreso, no debe olvi­
darse que él fue el hombre de la colonización de Túnez e Indochina,
colonización que teorizó en sus discursos en la Asamblea Nacional:
los pueblos civilizados tienen un deber, el de llevar una cuota de civi­
lización a los pueblos salvajes. Según esa división maniquea, árabes,
vascos, bretones, africanos y occitanos están del mismo lado de la
barrera, del lado de los salvajes. Para convencerse, basta con leer las
circulares de los inspectores de instrucción primaria relativas a la en­
señanza del francés a los pequeños bretones, a los pequeños vascos, a
los pequeños wolofs... K1 inspector Carré, gran matador de lenguas
locales, cuyo Méthodepratique f,le langage et ele lecture será la punta de
lanza de la glotofagia escolar, cita a un hombre apellidado Poitrineau,
inspecteur d ’académie en Vannes:
El pequeño bretón es abandonado a su suerte desde que es capaz de an­
dar. Mal vestido, desaliñado, chapotea todo el día por los caminos, come
apartado una hogaza de pan negro, juega poco y no habla... Si bien
físicamente tiene una edad de ocho años, apenas si tiene tres en cuanto a
su desarrollo intelectual. ¿Queda, en estas condiciones, margen para ro-
mar en cuenta esas pocas palabras bretonas que le bastaron para llevar
hasta ese momento una vida tan rudimentaria? No lo creo. Es preferible
admitir que no sabe nada y empezar con él desde el principio, como se
hace en el jardín de infantes.10
No es necesario aclarar que el inspector Carré incorpora a su haber
esas pequeñas gemas. Como la obligación moral de ser portadores de
civilización que acicatea Jules Ferry (civilización: bonito eufemismo,
lc' I. Carré, Revue i'édagogique, 15 de marzo de 1888, citado por Ar Falz, núm. I.
enero-febrero de 1959.
EL COLONIALISMO LINGÜÍSTICO EN FRANCIA 20 3

en lugar de colonización) desemboca —encuadrada dentro del apara­


to ideológico dom inante- en la necesidad de librarse de las lenguas
locales, la escuela se tornará aplanadora, y nunca nadie alcanzará a
mencionar todas sus acciones reprobables. El desprecio por la lengua
materna de los alumnos se ponía de manifiesto en los castigos infligi­
dos a quienes eran sorprendidos hablando patois: el symbole, objeto
infamante cuya portación se imponía a ese agitador lingüístico, quien,
a su vez, asumía la carga de hallar a otro que cometiera esa falta para
sacarse de encima ese sambenito (hecho que al mismo tiempo era
una excelente forma de iniciar en la delación):
Por la mañana, al entrar a clase, el maestro vuelve a colocar al primer
alumno de la división superior una moneda marcada con una cruz hecha
a cuchillo, o cualquier otro signo que permita reconocerla. Esa moneda
se llama le Signe. Para su portador -el signeur, como dicen los alumnos-
todo consiste en librarse de la moneda, pasándola a otro alumno al que
haya sorprendido pronunciando tan sólo una palabra de patois."
Ese symbole nos había sido presentado bajo los lincamientos y las aparien­
cias de un pequeño disco de hojalata, con un orificio en el centro, por el
que pasa una piola. Al primer término sospechoso que uno dejara escapar,
el bedel le deslizaba en la mano ese signo de infamia. En uno quedaba
deshacerse de él, pasándolo a un condiscípulo, a quien uno con astucia
hallaba en falta... El último poseedor del symbole permanecía, al final de la
jornada, una hora más que el resto, regando, barriendo el piso del aula.12

El sistema del symbole y la represión que subyace a su aplicación


efectuaban a la vez un corte en el ámbito familiar; el niño, sometido
a la propaganda escolar, llegaba a sentir vergüenza de hablar la lengua
de sus padres. Bilingüe en un medio social generalmente unilingüe,
le veía excluido, apartado, marginado.
11 B. Boitiat, Correspondance ginírale de l'instruction publique primaire, 15 de
octubre de 1893.
A. Le Braz, Bulletin Pédagogitjue des Instituieurs et institutrices du Finistire, núm.
1, 1896.
20-í ESTUDIOS ESPECÍFICOS
Ante esa iniciativa colonizadora, que luego hasta cierto pumo se
presenta del mismo modo en el territorio nacional y en los de ultra­
mar, no podía haber reacción alguna. Los intelectuales bretones u
occitanos son los primeros asimilados (ironía de la historia: hoy son
los primeros en intentar un retorno a sus lenguas), escriben en fran­
cés y, sobre todo, están ampliamente alienados por la ideología domi­
nante. Com o ya vimos, la política escolar implica la desaparición de
las lenguas locales; pero esa desaparición parece normal, pues los prin­
cipios de 1789 que la justifican son admitidos por todos los que po­
drían protestar con cierta convocatoria. Acerca de esto, no hay que
perder de vista que cuanto fundamenta el desprecio por las lenguas
que el francés se está ocupando de sojuzgar, cuanto fundamenta la
superioridad postulada de la lengua francesa por sobre esas lenguas
locales, no puede ser únicamente el racismo tradicional (que por lo
general no trata a los negros igual que a los blancos; véase en el capí­
tulo ( el segmento referido a Gobineau). En la base de esa actitud
reside principalmente la idea tic que la “cultura” da derechos a una
lengua y al pueblo que la habla y por ende una determinada idea de
cultura: vimos, a propósito del término civilización, que sólo existía
por oposición al término salvaje; lo mismo ocurre con relación a la
cultura, cuya pluralidad no puede admitirse. De hecho, ésta se ve
limitada por la pálida línea de los Vosgos; todo lo diferente le resulta
extranjero, o casi: las excepciones acordadas no se refieren más que a
Europa occidental. También se la concibe eminentemente como escri­
ta, lo cual explica que al final el árabe sea menos maltratado por el
colonizador que el wolof, el bambara o el lingala: a! tener una literatu­
ra, se lo admitirá en la escuela, en las contadas escuelas primarias
francoárabes y, por otra parte, en el secundario, como lengua extranje­
ra. La escritura y la literatura conferían al árabe una suerte de estatuto
adquirido y los derechos relativos a aquél; pero, desde luego, nunca
existió preocupación por transcribir las lenguas carentes de escritura.
Podríamos, por supuesto, preguntarnos por qué el árabe era admitido
en la enseñanza secundaria como lengua extranjera. Eso se debe a que
al respecto existía el conflicto entre dos tendencias rectoras:
EL COLONIALISMO LINGÜÍSTICO EN FRANCIA 205
— el francés es la lengua de la nación y, por tanto, todos los niños
franceses (en este caso, eso equivale a decir “los niños árabes”)
deben hablarla;
— el árabe tiene una tradición cultural, ya que posee una literatu­
ra, y por eso no hay que liquidarla por completo.
Y, una vez más, esa tan pobre extensión del concepto de cultura está
en relación de continuidad con el pensamiento de los ideólogos del
siglo xvni, esas luces que funcionaban sobre la base de la contraposi­
ción entre civilizados y salvajes, entre lenguas y jergas.
La escuela no es el único lugar en que se desarrolla esa guerra de
lenguas. Otro hecho importante en esa expansión ele! francés habrá
de ser el servicio militar, hecho obligatorio por la Tercera República.
En el ejército se habla en francés, sobre todo cuando, después de ias
masacres —en especial, durante la Primera Guerra Mundial—, se recom­
ponen regimientos con reclutas de distintas proveniencias geográficas.
Marquemos, de paso, que éste no es un hecho aislado: el ejército tam­
bién desempeñó un papel en la configuración lingüística ele las colo­
nias en que, por ejemplo, el bambara, lengua de mando entre los
"tirailleurs” senegaleses, logra un afianzamiento de su extensión. A es­
tos factores (escolares, militares) pronto se sumarán la radio, que trans­
mite en francés, y la prensa: la lengua de la capital, si 110 con plena
evidencia “culturalmente superior”, lo es —sin discusión posible- admi­
nistrativa y técnicamente. En ese campo tiene en su mano todos los
ases, la asistencia irremplazable de la fuerza de 1111 aparato de Estado.
Por todos estos motivos, que obedecen tanto a las necesidades in­
ternas del capitalismo como a una visión ideológica de apariencia
progresista, la Tercera República va a consolidar el estatuto del fran­
cés aun antes de que se alcen voces contra la muerte de las lenguas
locales. Si la ordenanza de Villiers-Cotteréts era un hecho fundamen­
talmente tecnocrático, si los textos y las decisiones de la Revolución
de 1789 eran esencialmente ideológicos, la escolarización en francés
de la Tercera República es un hecho económico y político. La Tercera
República se interesa por los iletrados tal como hoy la Q uinta Repú­
206 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
blica súbitamente se interesa por la alfabetización de los trabajadores
inmigrantes: en pro de rentabilidad. Así es, la colonización lingüísti­
ca, furgón de cola de la colonización lingüística propiamente dicha, a
la vez sigue y remonta el curso de aquélla, l.o remonta, pues la visión
ideológica que consolida la superioridad de una lengua (es decir, de
mi pueblo, de una civilización) es un factor necesario para justificar
la colonización. Lo sigue, pues la consolidación de dicha coloniza­
ción implica el imperialismo lingüístico, ya sea generalizado en todas
las capas sociales, como en el territorio nacional francés, o selectivo,
reservado a las capas colaboracionistas, como en los territorios de
ultramar. Por eso puede decirse que Francia hizo sus primeras armas
en cuanto a poderío imperialista en su propio territorio. Una vez
más, no es casual que la Tercera República sea a la vez, en buena y
mala conciencia, el período de la dictadura de la lengua francesa den­
tro del hexagone y el de la colonización de ultramar y tic la glotofagia
que le sigue.

E l in ic io d e i .o s c o m b a t e s y la ley D k ix o n n e

¿En qué momento empezaron los hablantes de las lenguas minoritarias


del territorio nacional francés a luchar por la subsistencia de su lengua?
Sin duda, siempre, de un modo u otro, y esta pregunta 110 tiene mayor
sentido, pues el mero hecho de hablar su lengua era, de por sí, una
protesta (consciente o inconsciente) a los avances del francés y una de­
fensa (consciente o inconsciente) de lo vernacular. Pero en ese caso se
trata de comportamiento y no de lucha organizada y lúcida. El siglo xix
asiste, claro está, a un renacimiento del interés por las lenguas locales.
. El gramático Le Gonidec trabaja sobre el bretón, el Félibrige vuelve a
colocar el provenzal en sitiales de honor, etc. Pero en ambos casos se

’ Escuda formada en Provcnza para conservar y depurar la lengua provenzal, con


la pretcnsión de hacer que volviera al rango de “lengua literaria”. La fecha de su
constitución oficial es el 21 de mayo de 1854. [N. deT.]
EL COLONIALISMO LINGÜÍSTICO EN FRANCIA 207
trata de un interés literario por esas lenguas, tomadas como lenguas de
cultura, no como lenguas populares. Y esa renovación es ambigua,
ampliamente influenciada por el romanticismo alemán, en especial por
los hermanos Grimm y su noción de poesía popular que no existía más
que en contraposición con la poesía erudita (Volk-kunst). En la intro­
ducción a su BarzazBreiz, Hersart de La Villemarqué los cita explícita­
mente en apoyo a una tesis de doble filo:
Los hombres muy cercanos a la naturaleza, según la observación de
Chateaubriand, en sus canciones se contentan con pintar exactamente lo
que ven; por el contrario, el artista busca el ideal; uno copia, el otro crea;
uno persigue lo verdadero, el otro la quimera; uno 110 sabe mentir y debe
a sus ingenuidades las gracias por las que sus obras se comparan a la
principal entre la poesía perfecta según el arte, como tan bien dijo
Montaigne; la otra goza al fingir y alcanza su objetivo por medio de la
ficción.
Esa opinión es también la que sostienen los hermanos Grimm. Po­
demos afirmar -observan- que no logramos llegar a descubrir siquiera
una mentira en los cantos del pueblo. Del mismo modo, cuando un
campesino bretón quiere alabar una obra de este tipo, no dice: es bello\
dice: es verdadero

Así, se tiene la sensación de que ese interés renaciente por el bretón o el


occitano procede del exotismo: allí hay “diamantes” de poesía popular,
para retomar la fórmula de George Sand; pero esa alabanza es muy
cercana al paternalismo. Esas lenguas que se desentierra con fruición
producen poesía popular; pero el francés produce literatura, lo cual es
completamente distinto. De modo que la oposición básica entre len­
gua dominada y lengua dominante se halla en el nivel de la producción
literaria: nadie sería capaz de admitir, pese a todo el interés que se des­
tina a lo popular, que los “dialectos” lleguen a competir con el francés
en el campo de la cultura. . La literatura romántica presenta, sin em­
bargo, un contraejemplo: Walter Scott. Una novela como Ivanhoe, por
Barzaz lireiz, p. xxxv.
208 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
ejemplo, es profundamente anticolonialista, incluso en la presentación
de las relaciones lingüísticas. En ella se ve, salvo en algunos casos aisla­
dos como el de Cedric, a la nobleza sajona asimilada y hablante de
normando, mientras que el pueblo habla sajón; y esa dominación ante­
rior del sajón por parte del francés está, desde luego, relativizada por­
que en el momento en que W. Scott escribe ya se impuso el inglés:
antigua lengua de esclavos, se transformó en lengua de hombres libres.
Pero ese retroceso sólo es posible porque los ingleses están descolonizados.
Por su parte, los franceses están tan volcados sobre su propia situación
que no logran verla bien: son incapaces de juzgar acerca de la domi­
nación de París sobre el resto del territorio. La Villemarqué, para vol­
ver a esc ejemplo, nunca adopta una actitud crítica respecto de Fran­
cia, y a veces incluso parece incomodado por el contenido de los textos
que edita en su Barzaz Breiz. Así, en una nota al canto de guerra bretón
Ann Alarch {El Cisne), escribe:
Uno desearía poder dudar de ello; pero tal cosa 110 es posible; el jefe del
ejército francés a quien el jeíc de este enérgico canto de guerra envilece
con el apelativo traidor 110 es otro cpie la llor de la gallardía, el héroe del
siglo X iv, maesc Bertrand l)u Guesclin.H
Como se ve, estamos lejos de Walter Scott. Pero es cierto que La
Villemarqué terminará en la Academia Francesa..."
Entonces, esa vuelta “a las fuentes” es básicamente obra de erudi­
tos, de intelectuales, y sólo tiene pocos vínculos con el problema
sociopolítico de la lengua del pueblo, sojuzgada o prohibida. Le
Gonidecse preocupaba sobre todo de purificar la lengua, con miras a
lo que algunos bautizaron brezhoneg chimik, bretón químico:15” has­

141bid p. 232. Después de leer muchas veces ese pasaje, no consigo desentrañar
la ironía o la antífrasis que ciertos exégetas bretones quieren ver en él.
' En 1852 ingresa a la Academia de Inscripciones. [N. deT.]
15 Véase, en especial, E. Vallérie, “Place de la langue dans le combat de libération
nationale”, en: Sav lirciz, núms. 7 y 8.
Esto es, “de laboratorio”, “sintético”. [N. deT.]
EL COLONIALISMO LINGÜÍS TICO EN FRANCIA 209

ta tal punto abundaban en sus escritos los neologismos incomprensi­


bles, aunque fueran filológicamente fundados. Y ese modo de obrar
era una condena implícita de la lengua hablada por el pueblo: una
lengua no se reconstruye en contra de quienes la hablan. Mucho más
cerca de nosotros, una larga querella opuso a dos escuelas ortográfi­
cas, cada una en posesión de una editorial (Al liamm; Brud). Una
aplica los principios de una reforma de la ortografía efectuada en
1941 (¡y que por eso mismo algunos la reputan de ortografía vichista!);
la otra aplica la ortografía conocida como universitaria del canónigo
Falc’hun (el falc'huneg, como dicen algunos, con hum or).16 Se asistió
a una querella similar entre los occitanos; como la anterior, todavía
persiste. Oposición, en principio, entre la ortografía de Mistral y la
de Alibert, hoy adoptada por el NX) (Instituto de Estudios Occitanos);
más tarde, oposición entre esta última ortografía y la preconizada por
el pno (Partido Nacionalista Occitano).17 En todos los casos se trata,
entonces, de querellas entre presuntuosos, de guerras de influencias
en el seno de la universidad más que de visión política del problema.
Por lo demás, la vieja doctrina de 1789 no deja de estar presente;
hablamos francés, lengua republicana y laica. En consecuencia, el fran­
cés queda para las cosas serias; el occitano o el bretón, para la casa o,
en rigor, para ciertas revistas eruditas.
Esa visión de las cosas era, por añadidura, reforzada por la política
eclesiástica, que tanto en Alfica como en el territorio nacional utili­
zaba las lenguas nacionales para hacer su propaganda. Se traducen
catecismos y misales, se habla francés en la escuela; pero eso habrá de
acentuar la ambigüedad de la situación. De esa época data, por ejem­
plo, el proverbio que reza que Ar brezhoneg hag ar feiz a zo breur ha
chor e Breizh, “en Bretaña, fe y lengua son como hermanos”, lo que
no podía dejar de provocar que el institutor laico de principios de ese
siglo se sobresaltara y se volviera más receptivo a los consejos del ins­
pector Carré. De hecho, el combate lingüístico recrudecerá y adqui-
16 Esa querella no llegó a acuerdo alguno a la fecha en que escribo.
17Véase La langue occiutne dans la luttepour l/i libération nationale de l’Occitanie,
documento del I’NO, m im eo .
210 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
rirá su dimensión política entre las dos guerras mundiales. En ese
momento se consolida el nacionalismo bretón, cubriendo práctica­
mente el espectro político tradicional: el Partido Nacionalista Bretón
( p n b ), de tendencia más bien socialista, el Kadervenn de Célestin Laíné,
ampliamente influenciado por el nazismo, la sociedad secreta Gwenn
ha Du, igualmente vinculada a Lame y alegre manipuladora de ex­
plosivos... Cada uno de esos movimientos tiene en su plataforma
política un punto referido a la lengua, y eso significa que esta última
podrá ser tratada de modo menos ambiguo. Ya el p n b vinculaba la
opresión económica ejercida por Francia a la opresión cultural y a
la glotofagia. Y la revista Ar Falz, fundada en 1933 por un institutor
comunista, Yann Sohier, presenta al bretón como la lengua de un
puebla oprimido, no como la de los curas.18 Por lo demás, pareciera
haber respecto de este punto cierta brecha entre Occitania, por un
lado, y Bretaña o el País Vasco, por otro. Como acabamos de ver, el
movimiento nacionalista bretón data de más de cincuenta años; el Par­
tido Nacionalista Vasco se crea en 1895 (en el sur de Euskadi), mien­
tras que el movimiento occitano permanece fundamentalmente cen­
trado en los problemas culturales hasta 1960 (fecha de creación del
PN O ). No obstante, esa brecha se reducirá por obra de la guerra: la
represión sin tapujos que en Bretaña comienza tras la liberación, bajo
el argumento del colaboracionismo de algunos militantes bretones
conlleva una desaparición completa del Emsav (el movimiento bretón)
en su forma política. De 1945 a 1951 (creación del celiis de R.
Pleven) en Bretaña se bosqueja el movimiento de los círculos celtas,
que poco a poco se federan (en la federación Kendalc’h, por ejem­
plo), y en Occitania el del IEO: en ambos casos, es un movimiento
cultural; más tarde, algunos participantes “entrarán en política” por
la vía de la Convención de las Instituciones Republicanas.
En ese contexto despolitizado entrará en vigor la ley Deixonne. La
ofensiva empieza en 1947 e, ironía de la historia, proviene de diputa-

111 Acerca tic este período del movimiento bretón, véase O. Mordrel, lireiz Atao,
París, 1972.
EL COLONIALISMO LINGÜÍSTICO EN FRANCIA 211

dos comunistas, al menos en lo referente a su etapa parlamentaria.


Pierre Hervé (diputado comunista por Fmistére) presenta el 16 de
mayo de 1947 un proyecto de ley tendiente a enseñar el bretón en la
escuela en tres departamentos (Finistére, Cótes-du-Nord, Morbihan)
firmado por los 164 diputados comunistas, 13 diputados de la Union
Républicaine et Résistance y 12 diputados de las “colonias”. Se forma
una comisión de Instrucción Nacional para analizar el proyecto, en
cuyo seno será saboteado en dos oportunidades gracias a una manio­
bra en la que básicamente están implicados Marie-Madeleine Dienesh
(diputada del mrp por Cótes-du-Nord) y Man rice Deixonne (diputa­
do de la SFio porTarn).’ Primer acto: elección del informante de co­
misión. Se elige a Deixonne, contra el candidato comunista Marcel
Hamon. Segundo acto: la SFIO presenta, frente al texto de Hervé, un
contraproyecto quesera adoptado, cuyo principio sigue fielmente la
línea del jacobinismo: “La escuela nacional no puede conocer más
que la lengua nacional de la República, única e indivisible”. Por otra
parte, un mes antes el ministro de Instrucción Nacional, Naegelen
(si-'io), había escrito a la federación de círculos celtas que él se oponía
a la enseñanza del bretón: la elección de Deixonne como informante
no podía ser, entonces, más que una maniobra orquestada por el mi­
nisterio (el propio Deixonne continuará su carrera como gobernador
general de Argelia, donde su tarea fundamental consistirá en tram­
pear sistemáticamente en las elecciones).
Esa pequeña historia, por más anecdótica que sea, nos muestra
gran cantidad de cosas. Por una parte, dentro de la clase política la
tendencia siempre es la misma; digna heredera de la Revolución Fran­
cesa en los aspectos menos gloriosos de aquélla, está dispuesta a todas
las maniobras poco limpias que aplasten a las culturas no parisinas.
Por otra pai te, el comportamiento del Partido Comunista no era,
entonces, lo que es hoy. Entre L’I iumanité que durante la década de
1930 asumía la defensa de los nacionalistas bretones y Roland Leroy

' Las siglas corresponden ;i Movimiento Republicano (de orientación democristia-


na) y Sección Francesa de la Internacional Obrera (cercana al socialismo). IN. de T]
212 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
que, policía en servicio, deja su puesto y va al Festival de Aviñón a
oponerse al movimiento occitanista, evidentemente hay un abismo.
Por último, los movimientos regionales en esa época pugnaban para
que se enseñase su lengua en la escuela, lo que es un modo de aceptar
el marco general de la soberanía francesa para decidir sus rumbos (el
l-i.N tenía cosas completamente distintas por hacer, en Argelia, que
reclamar la enseñanza del árabe en la escuela francesa), reivindicación
plenamente aceptable por parte del poder debido a que es profunda­
mente reformista.
El enroque durante la justa de 1947 sólo salva la cuestión momen­
táneamente, y el problema volverá a presentarse cuatro años más tar­
de: en 1951, momento en que se aprueba la ley Deixonne. Esa ley
adopta como solución un término medio: instaura la enseñanza fa­
cultativa de “las lenguas y los dialectos locales” en colegios y liceos.
Su artículo 10 da más precisiones; se trata del bretón, del vasco, del
catalán y del occitano (es decir que se excluye no sólo el corso y el
alsaciano, como suele hacerse notar, sino sobre todo los creóles y len­
guas de las colonias que en ese entonces Francia administra de modo
directo, lo que es mucho más escandaloso). De hecho, la táctica mi­
nisterial consistirá, por distintas vías, en tornar inaplicable la ley; así,
por ejemplo, todavía hoy no existe título habilitante para enseñar
dichas lenguas (de ello deriva la imposibilidad teórica de dar nom­
bramiento a un profesor y pagarle; de ello deriva, la mayor parte de
las veces, el régimen de voluntariado... Paradójicamente, en este caso
la aplicación de la ley es un acto militante). Por lo demás, es preciso
hacer notar que actualmente el desprecio por las lenguas locales no
ha desaparecido; también que, si bien puede asentarse en el haber de
la incultura un artículo aparecido en Le Monde del 25 de abril de
1972, el cual anuncia que en Malí se alfabetiza a los campesinos en su
“dialecto” (la lengua bambara), resulta difícil atribuir a otra cosa que
no sea a la estupidez y a la ojeriza un artículo publicado por el mismo
diario el 19 de agosto de 1973, que lleva la firma de un tal Jacques
Kermoal y asimila la lucha a favor de la lengua bretona al nazismo...
El, COLONIALISMO LINGÜÍSTICO EN FRANCIA 213
Pese a todo, la ley Deixonne representa un punto de inflexión, un
cambio cualitativo de las reivindicaciones. En cuanto último sobre­
salto legislativo del imperialismo lingüístico en Francia, mostró que
en ese caso, como en otros, el reformismo era irrealista, destinado a la
recuperación. Los argumentos esgrimidos basta entonces estaban efec­
tivamente influenciados de modo directo por la ideología dominan­
te: salvamos lenguas amenazadas de muerte, lenguas herederas de una
cultura popular, etc. Todo consistía en pugnar dentro del campo del
adversario, sin poner en entredicho el centralismo lingüístico: por
otra parte, ese cucstionamiento no hubiera tenido cabida en el parla­
mento. Para empezar, se utiliza —en sentido estricto—la misma len­
gua, porque la protesta era contra el sojuzgamiento por parte de la
lengua exclusiva, enunciada en esa lengua exclusiva y, acaso con im­
plicancias más graves, en sentido figurado: argumentos elaborados
para que se los comprendiera y aceptara de inmediato, elección del
recurso más común (la Asamblea Nacional), en suma, utilización de
las estructuras políticas del Estado que precisamente oprimió a las
lenguas locales dentro del territorio francés. Más adelante, los movi­
mientos de sesgo nacionalista plantearán el problema tic otro modo.
Ya se trate del fi.u (Frente tic Liberación de Bretaña), de la udb (Unión
Democrática Bretona) o del l’CU (Partido Comunista Bretón), de la
lucha occitana o de ETA (Euskadi ta Askatasuna, País Vasco y Liber­
tad), incluso del pno , el hecho de lengua pasa a un segundo plano,
detrás del problema político. Hasta este momento el colonialismo
lingüístico había sido considerado como el enemigo; de ahora en más,
se lo considera como la evidencia del colonialismo propiamente di­
cho. De hecho, la glotofagia no es un fenómeno aislado, es una de las
caras del etnocidio, de la opresión de un pueblo por parte de otro
pueblo, que a veces concluye en la desaparición del primero, someti­
do por el triunfo tlel segundo. En ese instante comienza otra historia,
la de los combates políticos contemporáneos, en los que, además, la
lengua desempeñará su papel, por ejemplo, a través de la canción:
Marti o Patrie por Occitania; Glenmoro Gweltaz por Bretaña; Raimon
por Cataluña son, así, la punta de lanza de una lucha política. Pero lo
214 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
son tanto por lo que dicen como por la lengua en que lo dicen. Fren­
te al campo de exclusión sobre el que se expande el francés, lengua
imperial, ¿no es acaso el acto más subversivo oponerle esas mismas
lenguas que pretende digerir? La salvación ya no reside en el discurso
venido de la capital (sin importar cuán revolucionario sea) ni en la
tradición local rediviva; ese contraste maniquco define una visión del
problema ya perimida. Hoy es difícil decir cuál va a ser el futuro de
las lenguas locales dentro del territorio francés, pero parece estar cla­
ro que su defensa pasa por un combate de dimensiones mucho más
amplias que las de simple combate cultural.
VIII. LA SITUACIÓN DEL INGLÉS
DURANTE EL SIGLO XIV, SEGÚN
RANULPH HIGDEN Y JOHN DE TREVISA

Ranulph Higden, monje benedictino de la abadía de Werburg (Chester),


dedicó un pasaje de una larga crónica histórica compuesta en latín
(Polychronicon) a la situación lingüística de Inglaterra ("De incolarum
linguis” [Acerca ele las lenguas ele los pobladores]). John de Trevisa tra­
dujo esc texto al inglés en 1387, y Caxton garantizó su impresión
cerca de un siglo más tarde, en 1482. Al final de este análisis, se en­
contrará el texto latino de Higden y la versión en inglés medio según
la ortografía modernizada que le dio Caxton.
Lo que, para empezar, impresiona en el texto latino es la relativa
precisión de la descripción dialectal. Como se sabe, el sajón, introdu ­
cido en Inglaterra por invasores llegados del continente, se dividió en
tres dialectos (de lo que dejaron testimonio a partir del siglo ix los
manuscritos que llegaron a nosotros): el sajón occidental, hacia el
Sur; el northúmbrico y el mércico" al Norte; hacia el Sudeste, el kéntico.
Higden da cuenta de ello (astrunam, meeliterranearn, borealem), tal
como da cuenta de la permanencia del celta en el país de Gales y en
Escocia. Sin embargo, y en eso la descripción da paso al juicio de
valor, no carece de calificativos peyorativos cuando hace referencia a
esas lenguas extranjeras: los flamencos perdieron su lengua bárbara
(barbarie, en latín; straunge speche, en el texto inglés) para hablar
pasablemente el sajón; y los dialectos se corrompieron bajo la in­
fluencia del danés y del normando, a un punto tal que hace pensar en
“bramidos” y “parloteos” (boatus y garritus). Por lo demás, destaque­
mos que en su traducción John de Trevisa, sin duda considerando que
' Generalmente englobados bajo el término ánglico. |N. deT.]

215
216 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
esos términos no son suficientes, los expande generosamente: “bal­
buceos, chirridos, gruñidos, desgarros y chirriar de dientes” (wlajfyng,
chytering, harring, garryng andgrisbytyng). Aquí volvemos a encontrar
esa tendencia ya señalada a despreciar la lengua de los otros; la única
considerada aceptable es la nuestra: el wlajfyng de John de Trevisa se
corresponde bastante bien con el jargon de los enciclopedistas o con
el patois de nuestros modernos jacobinos. Y esa actitud peyorativa es
ampliamente reforzada por el contexto. Estamos en el medio de la
Guerra de los Cien Años, en pleno nacimiento de la conciencia na­
cional, y la cuestión de la lengua tiene una actuación importante en
ese proceso. Hecho significativo: a partir de 1362, los tribunales y el
Parlamento abandonan el francés en pro del inglés; y una literatura
en lengua inglesa empieza a aparecer con Geoffrey Chaucer. En
1386, los merceros de Londres envían tina petición al Parlamento
que, por primera vez, está redactada en inglés. En resumen, el esta­
tuto del francés vacila; y el texto que analizamos aquí data justa­
mente de esa época; Ranulpli Higden, muerto en 1364, debió con­
cluir su Polychronicon poco tiempo antes, y la traducción de Trevisa
se concluye en 1387.
De ese estatuto ya nos brinda una descripción el texto latino: los
niños aprenden el francés en la escuela, los hijos de nobles lo apren­
den en sus casas y los aldeanos que desean imitar a la nobleza se
esmeran en hablar francés. John de Trevisa añade a ese pasaje un pro­
verbio popular que condensa perfectamente esa alienación por obra
de la lengua dominante y del modelo cultural que ella vehiculiza:
“Para ser gentilhombre, maese jack tiene que hablar francés”. Y es
impactante constatar que esa situación se corresponde con lo que
intentamos describir en el capítulo dedicado al proceso colonial en la
dimensión lingüística. La diglosia es un hecho ligado a algunas clases;
y, para expandirse, la glotofagia se vale de todos los medios a su dis­
posición, en especial la escuela. Además, Higden destaca un hecho
importante: en la isla, el inglés se pronuncia de distintas maneras,
mientras que la lengua está unificada. En su traducción, John de Trevisa
agrega, como compensación, que en Francia el francés está igualmente
LA SITUACIÓN DEL. INGLÉS DURANTE EL SIGLO XIV. 217
diversificado y dialectalizado. Pero el primer punto es importante
porque demuestra que la lengua del poder tiene una tendencia me­
nor a dispersarse que la lengua hablada por el pueblo: una vez más, la
superestructura lingüística que se adivina por detrás de ambos textos
tiene una llamativa semejanza con la que en tiempos más recientes
conocimos en las antiguas colonias. El francés se expande haciendo
tabula rasa de cuanto se halla por debajo de él; y la división lingüísti­
ca francés-sajón resulta ser una de las evidencias de la división social,
del mismo modo que la contraposición entre lengua demótica y
katharevussa es señal de una división social similar en Grecia, o que la
oposición entre, por una parte, francés, y, por otra, bambara, peul,
songhai, etc., es señal de idéntica división en Malí. En lo referente a
la Inglaterra medieval, la situación fue bien percibida por el novelista
Walter Scott, quien en su libro Ivanhoe nos da una descripción cuasi
científica:
En la Corte y en los castillos de los nobles principales, donde se emulaba
la pompa de la Corte, el francés normando era la única lengua empicada;
en los tribunales, los pleitos y juicios se sustanciaban en la misma lengua.
En suma: el francés era la lengua de honor de la caballería, y siempre de la
justicia, mientras que el más expresivo lenguaje anglosajón se abandonó
al uso de los hombres del campo y del populacho, que 110 conocían otro.
Sin embargo, el trato necesario entre los señores dueños del suelo y los
oprimidos inferiores, cultivadores del mismo, ocasionó la gradual forma­
ción de un dialecto derivado del francés y del anglosajón, en el cual pu­
dieron entenderse mutuamente, y de esia necesidad nació gradualmente
la estructura de nuestra presente lengua inglesa.'

Ése es el resultado de una situación económica y social que describe


Walter Scott. Pero ese campo de exclusión utiliza a la vez los medios
necesarios para reproducirse, de lo que deriva la importancia de la
escuela, donde el inglés retrocede ante la presión del francés.

’ Se cita, con ligeras variaciones, según la traducción de R. J . Rodríguez Vera,


cedida por Aguilar aJ CLAL (Buenos Aires, 1968, p. 6). |N. de T.|
218 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
Desde ese punco de vista, el pasaje agregado por el traductor al
texto latino tiene gran importancia. De hecho, nos indica que un tal
John Cornwall, profesor de gramática, reformó la enseñanza reem­
plazando el francés con el inglés, también que fue seguido en su ini­
ciativa por otros maestros. Esa reforma deja constancia, por supues­
to, del nacimiento de la conciencia nacional que marcábamos más
arriba, y se inscribe en la línea directa en los otros cambios lingüísticos.
Pero también deja constancia de que la oposición a Francia (subsi­
guiente a la Guerra de los Cien Años) y la voluntad de consolidar la
independencia de Inglaterra pasan por el combate lingüístico. Menos
de un siglo antes, en 1298, Roben de Gloucester escribía que “uno
no es tomado en consideración, a menos que sepa francés”. Ahora se
rechaza esa división social, y la lucha por la liberación también pasa
por la lucha lingüística; el aldeano ya 110 intenta hablar en francés
para parecerse a los nobles: al contrario, les impone su lengua.
En efecto, acaso lo más impactante sea la visión popular. John de
Trevisa está bien informado, y nos describe la situación lingüística de
la Inglaterra de su época de modo vivaz. Pero el pasaje más fuerte de su
texto, en que aparece de modo más limpio lo que llamé superestruc­
tura lingüística, es sin duda ese donde cita un "cnmyn proverbe"', un
proverbio popular: Jack wold be a gentilman ifhe conde speke frensshe.
No es fortuito que yo haya puesto ese proverbio como epígrafe inicial
de este libro, pues la traducción popular de una situación política
suele constituir el análisis más fino que exista de esa situación. Pido
permiso para relatar aquí una anécdota. Hace algunos años, cuando
discutía en bambara con campesinos malienses, uno de ellos me dijo:
tubabuw be na —“ahí vienen los blancos’’—para avisarme de la visita
de funcionarios malienses. De hecho, él utilizaba el término que en
bambara significa “blanco”, “europeo” (tubabu), para designar a to
dos los negros que llevaban corbata, y con esa simple operación
denominativa realizaba un implacable análisis del neocolonialismo:
la corbata simbolizaba toda una adhesión al modelo cultural impor
tado, y por tanto la traición a la especificidad local que, en Malí como
en todas las neocolonias, va a la par de la colaboración entre clases.
LA SITUACIÓN DFX INGLÉS DURANTE EL SIGLO XIV. 219

N uevam ente en este caso uno piensa en W alter Scott, quien en un


diálogo entre G urth y W am ba analiza la relación de fuerzas en la
Inglaterra medieval por m edio de un análisis léxico:
—¿Cómo llamas tú a esos gruñidores brutos que andan a cuatro patas?
—preguntó Wamba.
—Cerdos, idiota; cerdos ■ —dijo el pastor—. Cualquier idiota lo sabe.
—Y “cerdo” es buen sajón [...]. Pero, cuando el cerdo es degollado,
desollado, cortado en pedazos y colgado de un gancho por los talones
como a un traidor, ¿cómo lo llamas entonces en sajón?
—Puerco —contestó el porquero.
—Me alegro de que cualquier idiota sepa eso también —dijo Wamba—, y
según creo parees franconormando de pura cepa. Cuando vive el animal y
está al cuidado de un esclavo sajón, vive con su nombre sajón; pero se
vuelve uti normando y le llaman puerco cuando lo llevan al castillo para
algún festejo entre los nobles. ¿Qué piensas de esto, amigo Gurth? ¡Ah!
— No es sino la verdadera doctrina, amigo Wamba. Aunque salga de
boca de un loco.
—Puedo decirte más—dijo Wamba en el mismo tono—. Fíjate en el
viejo Aldertnan Ox: continúa llevando su epíteto sajón, mientras está a!
cuidado de siervos como tú; pero se transforma en beef de forma similar
a la francesa, cuando se presenta delante de las mandíbulas destinadas a
consumirlo, y su pariente Mynheer C/tlf también se vuelve monsieur de
Vean de la misma manera: sajón cuando hace trabajar al pobre, y nor­
mando francés cuando es materia que satisface al poderoso.
Este ejemplo tiene im portancia, pues los lingüistas solieron utilizarlo
como prueba de lo que se llamó “arbitrariedad del signo”: desde
Ferdinand de Saussure, todos los lingüistas estructuralistas utilizaron
la bipartición inglesa mutton-sheep en oposición al térm ino único
moutan del francés para dem ostrar lo relativo de las divisiones
lingüísticas. Pero nadie destacó jam ás la evidente marca de las rela­
ciones sociales que en ese caso destaca W alter Scott.

Pero lo que esos tíos textos medievales dejan com o enseñanza no se


detiene allí, pues am bos describen una situación bisagra. En una di­
220 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
rección, uno se libra del francés, hasta ahora lengua de dominio, para
adoptar la lengua “nacional”. Pero en la dirección contraria, se crea
las condiciones propicias para otra lengua exclusiva, para un nuevo
campo de exclusión. El dialecto de las midlands del sudeste está por
volverse, por múltiples causas, la lengua nacional. Es la lengua de la
región más poblada en esa época, y John d e l revisa no se priva de dar
buenas explicaciones al hecho de que el rey resida en el sur: allí los
trigales son mejores, hay más gente, más ciudades bellas y buenos
puertos. Habría que agregar que es la lengua hablada en Oxford y
Cambridge, dos centros intelectuales importantes, que es la lengua
en que escribe Chaucer y, por último, que es la lengua del poder
central, la lengua de la capital. Ahora bien, el traductor es inagotable
fuente de injurias contra los otros dialectos: la lengua hablada en
Northernberland y “en especial en York” es “estridente, chirriante e
informe" (slytyng, frotyng and umhape), lo que por contraste eviden­
temente da valor a la lengua de Oxford y de Londres. En consecuen­
cia, al mismo tiempo que se impone el inglés del Sudeste, se desarro­
lla la ideología que enuncia la superioridad de aquél por sobre las
otras lenguas de la región, fenómeno que ya señalamos más de una
vez en gran cantidad de casos de glotofagia. Y Higden y Trevisa nos
describen a un tiempo el fin de cierro campo de exclusión lingüística
y los primeros esbozos de un nuevo campo. El francés, lengua exclu
siva, es arrojado fuera de Inglaterra y muere, por tanto, en esa fun­
ción, vive el dialecto de Londres, lengua exclusiva. Maese Jack ya no
tendrá necesidad de hablar francés para parecer gentilhombre; le bas
tará con tener dominio del inglés de la capital.
De incolarum lingtiis
Ut patee ad sensum, quot ¡n hac Ínsula sunt gentes, tot gentium .suui
linguae; Scoti tamen et Wallani, utpote cum aliis nationibus impermixti,
ad purum paene pristinum retinent idioma; nisi fbrsan Scoti ex convicm
Pictorum, cum quibus olim confoederati cohabitaban!, quippiam
conrraxerint in sermone. Flandrenses vero, qui occidua Walliae incolmii.
dimissa iam barbarie, Saxonice satis proloquuntur? Angli quoqur.
quamquam ab initio, tripartitam sortirentur linguam, austrinain scilkvi
LA SITUACIÓN DHL INGLÉS DURANTE EL SIGLO XIV.. 221
mediterraneam, e: borealem, vcluti ex tribus Germaniae populis proce­
dentes, ex commixtione lamen primo cum Danis, deinde cuni Normannis,
corrupta in imiltis patria litigue peregrinos iam captanr boatus et garritus.
Haec quidem nativae linguae corruptio provenir hodie multiim ex duobus;
quod videlicet pueri in scholis contramorem caeterarum nationuni a pri­
mo Normannorum adventu, derclicto proprio vulgari, construcre Gallice
compelluntur; Ítem quod lilii nobiliuin ab ipsis cunabulorum crepundiis
ad Gallicuni idioma informantur. Quibus profecro rurales homines
assiinilari volentes, ut per hoc spectabiliores videantur, francigenare
satagunt omni nisu. Ubi nempe miranduni videtur, quomodo nativa et
propria Anglorum lingua, iu única Ínsula coartara, pronunciatione ipsa
sit cam diversa; cum lamen Normannica lingua, quae adventitia est,
univoca manear penes cunctos.
De praedicta quoque lingua Saxonica tripartita, quae in paucis adhuc
agrestibus vix remansir, orientales cum occiduis tamquam sub eodem
coeli climaii lincati plus consonant in sermone quam boreales cum
ausirinis. Inde esi quod Mercii sive Mediierranei Angli, tanquam partici­
pantes naturam extremorum, col laterales linguas arcticam et antarcticam,
nielius intelligam quam ad invicem se intelligunt iam extremi.
Toia lingua Northimbroruni, máxime in Eboraco, ira stridet incondita,
quod nos australes eam vix intelligere possumus; quod puto propter
viciniam barbarorum contigisse, et etiam proper iugeni remotioneni
reguni Anglorum ab illis pan ¡bus, qui magis ad austnnn diversati, si
quando boreales partes adeunt, non nisi magno auxiliatonim nianu
pergunt. Frequentioris autem motae in austrinis partibus quam in
borealibus causa potest esse gleba feracior, plebs numerosior, urbes
insiguióles, portus accomodatiores.
As it is knowen bow many maner peple ben in tliis llond cher ben also
many langages and tonges. Netlieles walshmen ans scottes that ben not
medled with other nacions kepe neygh yer theyr first langage and speche,
butyet tho scottes that weresomtyme confederate and dwellyd with pyeres
drawe somwhat after theyr speche. Bul ihe Flemyiiges ihat dwelle in thc
vvestside oí wales have lefte her stratinge speche ans speken lyke to saxons.
Also englysshmen though they had fio thc begynnyng thre maner speches
Southern northern and myddel speche in the middel of che londe as ihey
come of thre maner of people of Germánia. Netheles by commyxtion
222 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
and medlyng first vvíth danés and afterward with normans. In many
thynges che couiirreye langage is appayred ffor somme use straunge
wlafij-ng, chyteryng harryng garryng and grisbytyng this appayryng oí
tile langage cometh of two thynges. One is by cause that children that
go» lo scolc lernc to speke first englysshe and than ben compellid to
comtrewe her lessons in Frenssh and chat have ben lerncd and taugh
from theyr yongthe to speke frenssh.
And uplondyssh men vvill counterfete and likene hem sel! to gentilmen
»nd arn besy to speke frensshe for to be more sette by. Wherfoi it is sayd by
acmiiyn proverbe. Jack vvold be a gentilman il be conde speke frensshe.
f'liis maner was moche used to fore the grette deth. But syth it is sonidelc
chaunged. For sir Johan cornuayl a inayster ofgramer chaunged the techyng
111 gramer scole and conxtruction of Frenssh in lo englysshe. And other
scoolmaysters use the same way now in the yere ofoure lord M. iij C. Ix. v.
thcixyere ofkyng Rychard the secund and leve all frenssh in scoles and use
al construcción in englissh, wherin they have avantage one way. That is that
they lerne the somier theyr gramer. And in another disavauntage. For
nowe they lerne no frenssh ne can none whiche is hurte for them that shal
passe tlie see. And also gentilmen have moche lefte to teche theyr children
to speke frenssh. Flit semeth a grete wonder that Englyssmen have so gretc
dyvcrsyte in theyr owne langage in sowne and in spekyng oí it, whiche is all
ni onc ylond. And the langage of Normandye is comen otile of another
londcand liath one maner soune amongal men thatspeketh it in englond.
Fot a man of Kente Southern, western and northern men speken Frensshe
•>l lyke in sowne and speke. But they can speke theyr englyssh so. Netheles
«her isas many dyverse manere of Frensshe in the Royamme ofFraunce as
<ndyverse englysshe in the Royamme of Englond. Also ol the forsayd tong
whiche is departed in thre is grete wonder. For men oí the este witli the
men of the west acorde better in sownyng of theyr speche than men of
tlie north with men of the soutli.
Therfor il is that men of inercij that ben of myddel englond as it were
partyners with the endes understande better the side langages northern
and sothern than northern and sothern understande eyther other. Alie
the langages of the northumbres and specially ai York is so sharp slytyng
ftotyng and unshape that we sothern men may unneth understande thai
langage 1 suppose the cause be that they be nygli to the alyens that speke
stratingely.
1A SITUACIÓN DEL INGLÉS DURANTE EL SIGLO XIV. 223

And also by cause that the kynges of englond abyde and dwelle more
in the soiith countreye than ¡11 the norch counrrcy.
The cause why (bey abyde more ¡n the south countrey than in the
norch countrey is by cause that ther is better corne londe more peplt
11100 noble cytees and moo prouffytable havenes in the south countrey
than in the north.
[Acerca de las lenguas de los pobladores
Es evidente que en esta isla hay tantas lenguas como pueblos; de todas for­
mas, Escoceses y Galeses, que no se mezclaron con otros pueblos, conservan
puro y, por así decir, prístino su idioma, si bien no tanto acaso los Escoceses,
que en otro tiempo estuvieron confederados y en vecindad con los Pictos, y
algo tomaron de la lengua de aquéllos. Sin embargo, los Flamencos, que
habitan la región occidental de Gales, dejaron esa lengua extranjera y hablan
bastante bien el sajón. También, pese a que los Ingleses en un principio vie­
ron repartida su lengua en tres vertientes —meridional, central y septentrio­
nal, conforme a su proveniencia de entre los tres pueblos germanos-, ya la
notan corrompida en varios puntos con extraños bramidos y parloteos por
causa de la mezcla, primero con los Daneses y más tarde con los Normandos.
Hoy esa cierta corrupción de la lengua nativa se debe en gran medida a dos
cosas: sin duda, la primera es que -contra la usanza de las demás naciones-
no bien llegaron los Normandos en las escuelas los niños se vieron obligados
a soslayar su propia lengua y a utilizar en sus lecciones la lengua de la Galia;
la segunda, que los hijos de los nobles son formados en esa lengua Gala ya
entre las sonajas de sus cunas. Y, en verdad, por ello los campesinos deseosos
de pareccrseles, en pos de ser mejor vistos, muy bien se ocupan de francizarse
con todo su empeño. Por lo cual, resulta especialmente llamativo que la len­
gua materna y propia de los Ingleses, acotada a sólo una isla, varíe tanto ya en
su pronunciación, mientras que la lengua de los Normandos, proveniente
del extranjero, permanece en poder de todos, invariada.
En cuanto a la lengua Sajona antes mencionada, que apenas subsiste
aún entre pocos campesinos, al hablarla concucrdan más -como si se los
hubiera dejado bajo la misma región del cielo- los del Este con los del
Oeste que los del Norte con los del Sur. Por ende, como si fueran compa­
ñeros de los habitantes de los confines, los Mercianos o bien Ingleses del
Centro entienden mejor las lenguas vecinas —septentrional y meridio­
nal- que cuanto sucede con los dos extremos entre sí.
222 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
and medlyng first with danés and afterward with normans. In many
tliynges thc countreye langage is appayred flor somme use straunge
wlafíyng, chyteryng harryng garryng and grisbycyng chis appayryng oí
che langage comedí of two thynges. One is by cause diat children that
gon ro scole lerne to spelce first englysshe and chan ben compellid to
constrewc her lessons in Frenssh and dial have ben lerned and taugli
frorn theyr yongthe to speke frenssh.
And uplondyssh men will countcrfete and likene heni self to gentilmen
and arn besy to speke frensshe for to be more sette by. Wherfor it is sayd by
a comyn proverbe. Jack wold be a gentilman il he coude speke frensshe.
This maner was moche used to fore (lie grette deth. But sytli il: is sonidele
chaunged. For sirjohan cornuayl a mayster of gramer chaunged the lechyng
in gramer scole and conxtruction of Frenssh in to englysshe. And odier
scoolmaysters use the same way now in thc yere ofoure lord M. iij C. lx. v.
(lie ix yete of kyng Rychard the secund and leve all frenssh in scoles and use
al construcción in englissh, wherin chcy have avantage one way. Tha( is chac
they lerne (lie somier theyr gramer. And in anofher disavauncage. For
nowe they lerne 110 frenssh ne can none whiche is hurle for them that shal
passe the see. And also gentilmen have moche lefte co ceclie (lieyr children
to speke frenssh. Hit semeíh a grece wonder thac Englyssmen have so gretc
dyversycc in theyr owne langage in sowne and in spekyng ol il, whiche is all
in one ylond. And the langage oí Normandye is comen oute oí another
londe and hath one maner soune among al men that speketh it in englond.
For a man of Kencc Southern, western and northern men speken Frensshe
al lyke in sowne and speke. But they can speke theyr englyssh so. Netheles
ther is as many dyverse manere of Frensshe in the Royamme of Fraunce as
in dyverse englysshe in the Royamme of Englond. Also of che forsayd tong
whiche is deparced in chre is grete wonder. For men oí che esce with the
men of the west acorde better in sownyng of theyr speche than men of
the north with men of che socith.
Therfor it is that men of mercij that ben of myddel englond as it were
partyners wich che endes understande better thc side langages northern
and sothern than iiorchcrn and sothern understande eyther other. Alie
the langages ol the northumbres and specially at York is so sluirp slycyng
frotyng and unshape that we sothern men may unncth understande that
langage 1 suppose the cause be that they be nygli to the alyens that speke
straungely.
LA SITUACIÓN DHL INGLÉS DURANTE EL SIGLO XIV. 223

And also by cause that the kynges of englond abyde and dwelle more
in the south countrcye than in the norch countrey.
The cause why they abyde more in the south countrey than in the
north countrey is by cause that ther is better come londe more peple
11100 noble cytees and moo proufíytable havenes in che south countrey
than in the north.
[Acerca de las lenguas de los pobladores
Es evidente que en esta isla hay tantas lenguas como pueblos; de todas for­
mas, Escoceses y (¡alesos, que 110 se mezclaron con otros pueblos, conservan
puro y, por así decir, prístino su idioma, si bien no tanto acaso los Escoceses,
qlio en otro tiempo estuvieron confederados y en vecindad con los Pictos, y
algo tomaron de la lengua de aquellos. Sin embargo, los Flamencos, que
habitan la región occidental de Gales, dejaron esa lengua extranjera y hablan
bastante bien el sajón. También, pese a que los Ingleses en un principio vie­
ron repartida su lengua en tres vertientes -meridional, cenital y septentrio­
nal, conforme a su proveniencia de entre los tres pueblos germanos—,ya la
notan corrompida en varios puntos con extraños bramidos y parloteos por
causa de la mezcla, primero con los Daneses y más tarde con los Normandos.
Hoy esa cierta corrupción de la lengua nativa se debe en gran medida a dos
cosas: sin duda, la primera es que -contra la usanza de las demás naciones-
no bien llegaron los Normandos en las escuelas los niños se vieron obligados
a soslayar su propia lengua y a utilizar en sus lecciones la lengua de la Galia;
la segunda, que los hijos de los nobles son formados en esa lengua Gala ya
entre las sonajas de sus cunas. Y, en verdad, por ello los campesinos deseosos
de parecérseles, en pos de ser mejor vistos, muy bien se ocupan de francizarse
con todo su empeño. Por lo cual, resulta especialmente llamativo que la len­
gua materna y propia de los Ingleses, acorada a sólo una isla, varíe tanto ya en
su pronunciación, mientras que la lengua de los Normandas, proveniente
del extranjero, permanece en poder de todos, invariada.
En cuanto a la lengua Sajona antes mencionada, que apenas subsiste
aún entre pocos campesinos, al hablarla concuerdan más —como si se los
hubiera dejado bajo la misma región del cielo- los del Este con los del
Oeste que los del Norte con los del Sur. Por ende, como si fueran compa­
ñeros de los habitantes de los confines, los Mercianos o bien Ingleses del
Centro entienden mejor las lenguas vecinas -septentrional y meridio­
nal- que cuanto sucede con los dos extremos entre sí.
224 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
Tan disonantes son las nada cultivadas hablas de los Northumbrios,
sobre todo la hablada en York, que nosotros, los sureños, apenas logra­
mos comprenderlas; por ello llego a pensar que estuvieron en contacto
cercano con la vecina barbarie, que también por ello los reyes de Inglate­
rra se alejaron constantemente de aquella zona, la que más difiere del
Sur: si alguna vez se dirigen hacia el Norte, no llegan a destino, a menos
que reciban gran ayuda. Por otra parte, la causa de que permanezcan en
la zona meridional mucho más que en la septentrional puede ser la ma­
yor fertilidad de sus terrenos, su mayor cantidad de población; sus ciuda­
des, más nobles; sus puertos, más convenientes.]
IX. LOS SISTEMAS DE NUMERACIÓN
EN BAMBARA, DIULA Y MALINKE1

1. Durante mucho tiempo, en África negra los intercambios se hicie­


ron con ayuda de cauris, conchas de un gasterópodo que se utilizaban
como “moneda”. En las lenguas mandingas,2 esos cauris se contaban
por montones (kemé), diez montones (ba) y cien montones (ba tan):
cada montón abarcaba ochenta unidades entre los bambaras (banrnana
kemé) o sesenta unidades entre los malinkes (maninkemé). En conse­
cuencia, inicialmente se disponía de dos sistemas de numeración:
Bambara Malinke
kem é................................. 80 unidades 60 unidades
b a ...................................... 800 unidades 600 unidades
ba ta n ............................... 8.000 unidades 6.000 unidades
Las grandes sumas se contaban con ese mismo sistema: ba kemésigui-
yoro saba (siguiyoro = “montón”; soba = “tres”): tres montones de 80 ba
= 240 ba = 192 000 cauris, etcétera.
En tiempos de la colonización, los cauris serán gradualmente re­
emplazados por las monedas occidentales y casi no servirán para otra
cosa que la decoración de las máscaras de los dogo nos’ y las cinturas
de las niñas. Pero las designaciones kemé, ba y ba tan permanecerán
junto con el doble sistema de numeración que denotan, y entrarán
1Versión modificada de un artículo aparecido en La Linguistique, 1970, bajo el
tirulo: “Arbitraire du signe et langues en contad, les systemes de numeration en
bambara, dioula et malinké”.
2 En este estudio nos referimos a un grupo lingüístico no muy diversificado que
se extiende por África Occidental, de Malí a Costa de Marfil.
' Indígenas de la meseta de Bandiagara, en Malí. (N. deT.]

22 5
226 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
en conflicto con el sistema de numeración importado por Francia en
las regiones que nos interesan.
2. Asistimos, entonces, a un fenómeno de interference con el francés,
que debe analizarse en dos momentos: en el ámbito general de la
numeración y en el referente a la medida de precios.
La numeración tradicional era decimal basta las 60 unidades (en­
tre los malinkes) o hasta las 80 (entre los bambaras), luego nueva­
mente decimal entre los múltiplos de 60 o de 80 (véase cuadro 1). En
las aldeas, muy pronto será puesta en contacto con el sistema com­
pletamente decimal introducido primero por los árabes, luego alian
zado y por último impuesto por los franceses; y las unidades cardina­
les kemé, ba y ba tan tendrán entonces tendencia a ser asimiladas a
100, 1.000 y 10.000, respectivamente, lo que conlleva una reorgani­
zación interna del sistema de denominación: después de veinte (que
sigue siendo mugan), se designa las decenas mediante una multiplica­
ción de las unidades (saba = “tres”; nani- “cuatro”; duru = “cinco"...;
kononto ~ “nueve”) por bi (“diez”); (véase cuadro 2). Ese sistema es
adoptado sobre todo por los diulas, pueblo formado principalmente
por comerciantes, y el nuevo kerné (= 100) adquiere, entonces, el
nombre bambara silamiya kerné ("kemé árabe”) para mostrar clara
mente su carácter de préstamo. Teóricamente tenemos, entonces, tres
sistemas, basados sobre tres ¿««¿distintos (banmana kemé, maninkemé,
silamiya kemé)-. de ello da cuenta nuestro cuadro 2. Pero esos sistemas
nunca coinciden plenamente en un mismo punto; una vez más, en­
contramos una distribución geográfica que se corresponde a la ex­
pansión glotofágica descrita en el capítulo ni. Así, en una ciudad como
Bamako (República de Malí), el numeral que se utiliza por regla ge­
neral es el silamiya kerné (= 100); pero en el mercado de esa misma
ciudad, algunos campesinos que concurren a vender sus legumbres
utilizan el banmana kerné (- 80). En cuanto al maninkemé (= 60),
aún sería utilizado en algunas regiones alejadas de la capital. Eso equi
vale a decir que el préstamo tomado del francés se consumó primero
en la capital (Bamako), luego en las otras ciudades hablantes de
LOS SISTEMAS DE NUMERACIÓN EN BAMBARA, DIULA Y MAI.INKE 227
bam bara (Ségou, Sikasso...), mientras que el campo abandona más
lentamente su kemé: es un caso de expansión horizontal, geográfica,
de la lengua dominadora. Verticalmente (o socialmente), la expan­
sión es más clásica, más cercana a lo que ya describí en el capítulo 111,
por haber adoptado la burguesía colaboracionista como lengua el fran­
cés (y, consecuentemente, la numeración francesa).
C uadro 1
Bambara Malinke
10 tan tan
20 mugan m ugan
30 mugain ni can m ugan ni tan
40 debé debé
50 debé ni tan debé ni tan
60 m aninkem é KtiMfi
70 m aninkem é ni tan kem é ni tan
80 KGMIÍ kem é ni m ugan

120 kem é ni debe KliMft l-l.A

160 KKMÉ FI.A kem é Ha ni debé


etcétera

C uadro 2
Bambara Malinke Diula
10 tan tan tan
20 m ugan m ugan m ugan
30 m ugan ni tan m ugan ni tan bi saba
40 debé debe bi nani
50 debé ni tan debé ni tan bi duru
60 m aninkem é KEMÉ bi woro
70 m aninkem é bi tan kem é ni tan bi w olonfla
80 KEMÉ kem é ni m ugan bi segin
90 kem é ni tan kem é ni m ugan ni tan bi k ononto
100 kem é ni m ugan kem é ni debe KP.MÉ
228 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
Bambara M alinké Diula
120 kemé ni debe K E M É FLA kemé ni mugan

160 K E M É F IA kemé lia ni debé kemé ni bi woro

180 kemé lia ni mugan K EM É SAHA kemé ni bi segin

200 kemé Ha ni debe kemé salía ni mugan KEM É Fl.A

240 K E M É SAHA

300 KliM É SARA

etcétera.

3. Una vez abandonados los cauris, se adopta para la moneda el sistema


francés, que sin embargo sufrirá reestructuraciones (todos nuestros ejem­
plos están convertidos en francos malienses, que corresponden a los
antiguos francos). Para empezar, se toma como base una unidad con
valor de cinco francos, el dororné, unidad que encontramos, bajo dis­
tintas expresiones fonéticas, en gran cantidad de lenguas africanas (así,
en wolof, el derern: ben derem = 1 dcrem - 5 francos; naari derem - 2
derem = 10 francos, etc.) y en árabe dialectal (por ejemplo, el dialectal
tunecino, en que duro significa cinco francos, jratnsa duro = 5 duros -
25 francos, etc.). El origen de esa unidad no es muy claro. Delafosse lo
asimila a la dracma griega, lo que parece irrefutable; “La moneda (o el
billete) de 5 francos, o el valor representado por esa pieza o billete,
recibe el nombre clorome (dracma)”.' Pero el verdadero problema es
saber por qué canal pudo ser tomado en préstamo ese vocablo por
parte de las lenguas de África Occidental: ¿el del árabe (dirham), que
podría remontar el préstamo al siglo x, o el de las lenguas ibéricas {duro),
lo que fecharía el préstamo en los primeros viajes de los navegantes
portugueses? En el estado actual de nuestros conocimientos es difícil
1Marinee Delafosse, La Langtie mandingue et ses dialectos, o¡>. cil., t. l, p. 281.
LOS SISTEMAS DE NUMERACIÓN EN BAMBARA, DIUI.A Y MA1.INKF. 229
dirimir la cuestión; pero es indiscutible que hoy el “sistema doromé"
goza de buena salud en las lenguas mandingas. En otro tiempo, esas
lenguas disponían de submúltiplos del doromé (tama = l franco; tanca =
50 centesimos, etc.); pero al día de hoy éstos desaparecieron y, por lo
general, en las calles de Bamako no se encuentra mercadería vendida a
un precio inferior a los cinco francos: el mínimo puñado de maníes’ se
vende a un doromé.
El enunciado de los precios será, pues, en múltiplos de dororné:
doromé = 5 trancos
fla (2) o doroméfla (2 doromé) = 10 francos
duru (5) o doromé duru (5 doromé) = 25 francos
etcétera.

La ambigüedad reaparece, por supuesto, con kemé o doromé kemé,


que podrá significar “80 doromés (400 francos)” o “ 100 doromés (500
francos)”, conforme se emplee el sistema bambara (banmana kemé =
80) o el sistema diula (silamiya kerné - 100). El mismo billete de banco
impreso cu francés, con la inscripción C/NQ CENTS fr a n c s m a uen s, co­
rresponde -si sobreentendemos el término doromé en las dos últi­
mas- a tres secuencias fónicas:
- sck sá fra ’’
- kemé ni mugan
- kemé

Del mismo modo, el billete de mil francos malienses podrá ser desig­
nado con:
- mil frá
- kemé fla ni debé (= 2 banmana kemé + 40 = 200 doromés = 1000)
- kemé fla (= 2 silamiya kemé = 200 doromés = 1000).

‘ Calvet utiliza el término más (recuento en África: amchides. [N. deT.]


“ Corresponde a la grafía cinq cents [rana. [N. de T.J
230 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
4. El cuadro que acabamos de realizar debe analizarse desde dos pun­
tos de vista distintos, uno diacrónico y otro sincrónico.
Diacrónicamente, estamos ante un gran ejemplo de interference
lingüística que llega a transformar una estructura lingüística cuyas
unidades cardinales son asimiladas a las de otra estructura dentro de
la que entablan relaciones diferentes. Eso equivale a decir que el cam­
bio de organización (paso del sistema kemé Tradicional, sin importar
cuál sea, al sistema tradicional) transforma el “valor” (en sentido
saussureano) de los términos de la primera estructura: kemé, ba y ba
tan. De manera incidental, se hace presente una situación que nos
muestra cómo se podría hacer un abordaje de sesgo estructural a los
problemas de evolución semántica. Sin embargo, es cierto que el sis­
tema de numeración consiste, con idéntica entidad que un conjunto
finito de sistemas (términos de parentesco, pronombres personales,
etc.), en un fenómeno preestmeturado, circunstancia que hace más
íáoil abordarlo.
D e hecho, la verdadera enseñanza diacrónica que debemos obte­
ner de este ejem plo involucra, una vez más, al colonialism o y a la
glotofagia. En 1910, M oussa Travélé señala dos kemés, el manikemé
(= 60) y el kemé 80), y luego observa:

La numeración bambara se detiene en 80... Sin embargo, los otro pobla­


dos de Sudán cuentan hasta 100; y algunas veces las relaciones comerciales
obligaron a los bambaras a aceptar esa numeración. En esas ocasiones, ha­
cen preceder al término kemé (80) el término silamiya, que significa “isla­
mismo”: silamiya-kemé, “cien de los musulmanes", es decir, el cent francés.1

Veinte años más tarde, Maurice Delafosse describe nuevamente una


situación de coexistencia:
Parece que en el imperio del Manding, el kemé valía 60; entre los egip
cios, hemen correspondía a 80, como aún hoy kemé entre los bambaras;
por último, dondequiera que se haya introducido el islamismo, el valoi
1 Moussa Travélé, Petit manueljrarifdis-bambara, París, Geuthncr, 1910, p. 16.
LOS SISTEMAS DE NUMERACION EN BAMBARA, DIULA Y MALINKE 231
de 100 se atribuyó a temed entre los bereberes, como a bemere entre los
peuls, o como a kemé entre los diulas y los malinkes musulmanes. Tan
sólo algunos grupos de malinkes animistas mantuvieron hasta nuestros
días el valor de 60 para kem é... De ello resulta que la misma locución
tiene, según las regiones, valores numéricos muy diferentes: cuando un
malinke que permanece fiel a las antiguas costumbres habla de ba kemé
suba , oye decir “ 180 cabras", mientras que un bambara designa con la
misma expresión “240 cabras”, y un diula o un malinke musulmán, o el
que simplemente haya tenido roce con los musulmanes, designará “300
cabras” con idénticos términos.5

En 1956, fecha más cercana a nosotros, un volumen publicado por


los padres blancos de Bamako señala los valores 60 y 80, indica que el
kemé de los malinkes vale 100, sin referencia alguna al islam y a la
designación silamiya kemé, y declara que en los ejercicios y ejemplos
de la gramática se utilizará esa última numeración.0
Así, la adopción del sistema decimal completo, y por tanto del
silamiya kemé, parece haber sido muy rápida: menos de cincuenta
años. Pero a partir de entonces se plantea un problema; ¿esa adopción
está realmente vinculada al islam y al modo de contar de los árabes?
La respuesta negativa se presenta como un hecho evidente. Los con­
tactos entre los árabes y el imperio de Malí se remontan a mucho
tiempo atrás, incluso antes de la toma de Koumbi por parte de los
almorávides durante el siglo xi, ya que el cronista El Bekri nos indica
que en esa época ya había un barrio árabe en la capital de Ghana, que
los comerciantes iban hacia Melel (Malí). Ahora bien, resulta difícil
percibir cómo habría podido la adopción de un sistema árabe esperar
diez siglos, y a continuación efectuarse en el curso de pocos años, en
un momento en que la influencia árabe era nula y el imperialismo
francés estaba en su apogeo. El nuevo kemé adoptado (o en camino a
serlo) en la actualidad por las lenguas mandingas corresponde, por

5 Maurice Delafosse, ¡,a l.angue mandingue el ses dialectes, o¡>. cit., t. i, p. 274.
6 Grammaire bambara, “Ancienne grammaire de monseigneur Sauvant revue el
compliítée par monseigneur Molin”, 1956, pp. 62-63.
232 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
tanto, al cent del francés, como por otra parte señala Moussa Travélé
en el fragmento citado. La que impuso su sistema de numeración fue
la lengua francesa. La referencia al islam (silamiya) es, en este caso,
completamente retórica.
Esta situación trae aparejada, desde la perspectiva de la glotofagia,
otra enseñanza para nosotros: la dominación de una lengua por sobre
otra no se produce sólo por supresión tic esta última en beneficio de la
primera. El proceso puede ser más sutil, más subrepticio y menos visi­
ble, tal como lo demuestra el caso de los numerales del mandinga, pero
también del bretón (véase capítulo iv): las que ceden lentamente ante
la lengua dominante son de por sí las estructuras de la lengua domina­
da. Desde luego, esto consiste en indicios lingüísticos de la coloniza­
ción; pero el ejemplo de la numeración en las lenguas mandingas nos
muestra esta colonización en curso a escala lingüística, nos muestra
una glotofagia en acción durante un breve lapso de tiempo.
5. Sincrónicamente, la situación actual es relativamente paradójica:
incluso dentro del marco de las lenguas (mandingas) locales 110 hay
univocidad en la denominación. Ese hecho es, por supuesto, más
complejo que el ya conocido de los sistemas de denominación en
francés de Francia y en francés de Bélgica (80 = quatre-vingts u ociante;
90 = quatre-vingt-dix o novante),‘ pues en el primer caso nonante no
tiene ningún sentido en francés de Francia, y viceversa. Es decir que
hay bivocidad en la denominación, 110 ambigüedad.
En Bamako, por el contrario, la bivocidad va acompañada por
ambigüedad, ya que la misma sucesión de fonos puede tener dos sen­
tidos, según qué sistema de referencia se adopte.
La diferencia entre ambas situaciones es igualmente fundamental
desde otra perspectiva. En el caso franco-belga, estamos ante lo que
podríamos llamar un sistema distinto de denominación, es decir, una
articulación lingüística distinta dentro del marco de una misma or­
ganización de la numeración (decimal). La diferencia entre nonante y
‘ Los términos franceses corresponden a 4 x 20 = 80 y a 4 x 20 + 10 = 90. [N. de T. |
LOS SISTEMAS DE NUMERACIÓN EN BAMBARA, D1ULA Y MAIJNKE 233
quatre-vingt-dix es -mutatis mutandis—la misma que aquella entre
30, xxx y d a , para lo cual utilizamos números arábigos, números
romanos y una notación que adopta los valores a = 0; b = 1; c = 2; d=
3; e = 4, etcétera.
En el caso bambara-diula (o bambara-francés) tenemos, por el con­
trario, una organización diferente de la masa nombrable. Y dicha or­
ganización diferente resulta estar denotada por series fónicas que, si
bien en ocasiones son físicamente similares, ya no corresponden a los
mismos significados.
6. lise estado sincrónico nos lleva al problema tantas veces machaca­
do de la arbitrariedad del signo y del recorte lingüístico.
Como se sabe, de Platón (Crdtilo) al primer Wittgenstein (Tractatus
Logico-phdosophicui)y durante veinticinco siglos se consideró que ha­
bía una organización prelingüística del mundo que, al dar nombre a
los objetos, las lenguas dejaban intacta. Las lenguas resultaban ser
nomenclaturas; y entonces se llegaba a lo que podríamos llamar arbi­
trariedad de la denominación (el mismo hecho prelingiiístico puede
ser designado por cadenas fónicas diferentes: dog en inglés, carie en
italiano, chien en francés, sabaka en ruso, kelb en árabe,perro en espa­
ñol, tuulu en bambara, k ien bretón...).
La definición saussureana (relación arbitraria entre significante y
significado) culmina, a! contrario, en la arbitrariedad del recorte, y
ambas concepciones se hallan en una relación de oposición de base:
en un caso, el acto de significación organiza la experiencia al tiempo
que la comunica; en el otro, deja intacta una organización que existía
antes que él. La arbitrariedad del recorte nos lleva, entonces, en otro
ámbito, a un nuevo tipo de problema: la lengua constituye, en mayor
o menor medida, una visión del mundo, es el sustento de una cultu­
ra, de una civilización. Y, por tanto, la dominación de una lengua por
parte de otra, ya sea que se traduzca en la desaparición de una lengua
o bien en la conmoción de sus estructuras internas, constituye a la
vez la dominación de una cultura por sobre otra y, a veces, la supre­
sión de una cultura.
234 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
7. Parece quedar en claro que la situación recién descrita sólo puede
ser temporaria. Fruto del contacto entre muchas lenguas después de
un lapso de tiempo prolongado en que el estado de las comunicacio­
nes, la ausencia de unidad política, las rivalidades locales hacían que
nada obligara al hablante de Ségou a hablar como el de Bamako ni
como un comerciante diula: sin duda, evolucionará mucho más rápi­
do no bien los territorios en que se habla mandinga pasen de su con­
dición de conglomerado aleatorio de antiguas colonias sometidas al
neocolonialismo a la de países que hayan efectuado una auténtica
unidad nacional. Hoy es difícil saber si al final la lengua francesa será
despojada de su estatuto de lengua dominante: eso dependerá, desde
luego, de la capacidad de lucha anticolonial del pueblo correspon­
diente. Sin importar cuál sea, y respecto del punto específico de la
numeración, se tiene la fuerte sensación de que las cosas son irrever­
sibles. l'.l esfuerzo que actualmente se lleva adelante en Malí para
alfabetizar en lengua bambara, y la perspectiva a largo plazo de una
enseñanza escolar en esa lengua, dejan pensar, por cierto, que esa
lengua local tiene futuro, pese a los desesperados esfuerzos tendientes
a su destrucción por parte de la supuesta “cooperación” francesa. Con
todo, parece que cu los estadios oficiales ya se optó en el sentido del
silamiya kemé, por lo menos a juzgar por las tablas de multiplicar
editadas en Bamako por la comisión de alfabetización:
duru sigiyoroma woro yé bisaba yé
(5 por 6 = 30)
duru sigiyoroma tan ye b¡ duru ye
(5 por 10 = 50)
y
tan sigiyoroma tan ye kemé ye
(10 por 10 = 100).
Así, cualquiera sea el porvenir político de las lenguas locales, se afian
za un kemé oficial, fruto de la era colonial, mientras que lentamente
los de la tradición se ven relegados al rango de kemé de mercado ne­
gro antes de hundirse entre los desechos de la historia lingüística.
X. LOS PRÉSTAMOS TOMADOS
POR EL RAMEARA DEL ÁRABE Y DEL FRANCÉS1

El bambara tic Bamako (República de Malí) tiene, como el conjunto


de lenguas mandingas, un bagaje de cierta cantidad de préstamos
léxicos tomados del árabe y del francés, dos lenguas que en determi­
nados períodos estuvieron en contacto con esas lenguas locales. La
existencia de ambas lenguas-fuente reviste cierto interés para noso­
tros pues, desde la perspectiva desarrollada en el capítulo iv, nos será
posible comparar, por medio de esos dos sistemas de préstamos, las
relaciones que se desarrollaron entre la com unidad hablante ele
bambara y las comunidades hablantes de árabe y de francés.
El corpus utilizado, anexado como apéndice, (ue fijado a partir del
Dictionnairv frangais-mandbigiie de Maurice Delafosse y del Lexique
bambara editado por los servicios de alfabetización ele la República
de Malí en lo referente al árabe. Corroboré in situ la pronunciación y
el sentido ele dichos préstamos y descarté cierta cantidad de ítems
léxicos propuestos por Delafosse pero que mis informantes parecían
no conocer, con lo que obtuve un conjunto de cincuenta préstamos
del árabe: desde luego, 110 presumo de haber agotado el tema: pudo
escapárseme gran cantidad de préstamos. En cuanto a los préstamos
tomados del francés, utilicé —sin modificaciones—el listaelo de 182
términos anexado al Lexique bambara ya citado, sin haber podido
cotejarlos allí.
Ese corpus se presta a un triple abordaje: histórico, fonológico y
semántico-sociológico. Excluyo ac]uí el abordaje fonológico, que de
nada serviría desde nuestra perspectiva, y me quedo con los otros
1 Versión aumentada de una ponencia presentada en el Congreso de Estudios
Mandingas, Londres, 1972: “Les emprunls du bambara a l’arabe".

235
236 ESTUDIOS ESPECÍFICOS

dos, que aplicaremos sucesivamente a los dos grupos de préstamos.


Luego intentaremos comparar ambos conjuntos.

LOS PRÉSTAMOS PROVENIENTES DEL ÁRAliE

¿En qué época tomó préstamos del árabe la lengua bambara, o la


lengua de que deriva? Sabemos por El Bekri2 que en el siglo xi los
árabes ya están instalados en Koumbi, pues disponen de un barrio
especial:
Ghana está conformada por dos ciudades ubicadas en una llanura. La
que está habitada por los musulmanes es muy grande e incluye doce
mezquitas.3
Esos musulmanes, en su mayoría comerciantes, empleaban a los in­
dígenas (los uangamrana, según El Bekri; es decir, los uangara o
uangarata: véase Monteil, Les Empires du Malí, p. 35) que, islamizados
poco a poco, debieron ser los primeros propagadores de la religión
que, así, habría sido introducida en un segundo grado, por haber
permanecido los comerciantes árabes en Ghana y convertido a los
uangarata, quienes a su vez convertían a una fracción de la población.
Pero esas referencias y esas hipótesis sólo involucran al imperio de
Ghana, es decir, un territorio de lengua soninké.
El Bekri sólo menciona una veza Malí (que llama melel, p. 333,
en el texto árabe p. I V.A, forma indudablemente de origen peul)
“cuyo rey lleva el título de el-moslemani”. De hecho, la versión que
nos brinda el autor de la conversión de esc rey presenta todos los
aspectos de una conversión individual: es muy poco probable que en
ese entonces los malinkes hayan sido islamizados. El Bekri da más
precisiones: “La masa del pueblo todavía está sumergida en la idola
2Ahu-Obcid-cl-Bekri, Descriptiontle l'Afriqueseptentrional. Texto árabe y traduc­
ción al frailees al cuidado de iVlac Guckin de Slane, Argel, 1912.
3 Ibid., ¡>. 328.
LOS PRÉSTAMOS 'I'OMADOS POR EI, BAMBARA. 237
tría”.4 Además, nada nos prueba que sus sucesores hayan sido, tal
como él, musulmanes. Ibn Batuta escribe que Sunjata se convirtió;
pero la tradición oral conserva más bien el recuerdo de un mago. De
hecho, al que marcará más como gran musulmán es al rey Kankan
Mussa (1307-1332), en especial por su peregrinación a La Meca (Es
Saadi lo llama, en Tarij es S u d a n incluso el Jadí Mussa). Se lo pre­
senta, además, como constructor de mezquitas; y puede suponerse
que hizo proselitismo y difundió su religión: ésa es, por ejemplo, la
tesis que, sin citar sus fuentes, defiende Suret-Canale.6
Si bien resulta difícil saber en qué época tomó préstamos del árabe
la lengua hablada en el imperio de Malí, se pueden proponer las si­
guientes hipótesis:
1. Los préstamos cuya evidencia está hoy a nuestra disposición
son necesariamente préstamos populares: los reyes o la admi­
nistración de entonces no contaban (sobre todo en esa situa­
ción de lengua sin escritura) con los medios para imponer lo
que fuera a la lengua de su pueblo. De hecho, hay que suponer
que el islam se expandió en las ciudades por mediación de los
comerciantes islamizados y los funcionarios del rey cuando este
último se hizo propagador de la fe (lo que, como vimos, no
pudo suceder antes d e l siglo XIV, con Kankan Mussa).
2. Los comerciantes islamizados de que habla El Bekri no parecen
haber pasado los límites del imperio de Ghana. Como contra­
partida, el islam quedó indudablemente en vigor en Ghana, que
—pese a cuanto decía al respecto Delafosse—no debió ser destrui­
da por los almorávides durante el siglo xi ni por Sunjata durante
el siglo xin. En efecto, Ibn Jaldun encuentra durante 1393 al
sheij Othman, “mufti de las gentes de Ghana”; y los arqueólogos
concuerdan en afirmar que la ciudad todavía existía en el siglo
4 ¡Ind., p. 334.
5 Es Saadi, Tarij es Sudan, texto árabe y traducción al francés de O. Houdas, París,
1913.
6 J. Suret-Canale, Afrique noire, o/>. cií., t. i, pp. 179-180.
238 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
xiv. Sin embargo, puede suponerse que Sunjata llevó con el a
artesanos y comerciantes desde Ghana hasta Niani (su capi­
tal); artesanos y comerciantes que pudieron ser los primeros gér­
menes de una expansión del islam por el imperio de Malí.
3. Por último, podemos suponer legítimamente que Kankan Mussa
dio impulso a la islamización de las ciudades de su reino, por
intermedio de sus funcionarios. En cualquier caso, es difícil
admitir que haya construido mezquitas casi por doquier en su
territorio (aunque su cantidad 110 es tan importante como se
ha dicho), sin intentar llevar fieles a ellas.
l odo esto nos invitaría a pensar que, si el imperio de Ghana empieza a
ser islamizado hacia fin del siglo IX (desde luego, se trata de la islamización
parcial de las ciudades), recién se pudo empezar a hacerlo con las ciuda­
des del imperio de Malí en el siglo XIV, durante el reinado de Kankan
Mussa; también que los préstamos tomados del árabe que nos ocupan
aquí 110 podrían ser anteriores a esa época. En el estado actual de nues­
tros conocimientos, 110 es fácil ser más precisos.
Si aquí arriba se recordó el problema de la expansión del islam, se
debe a que las relaciones entre hablantes de bambara (o malinke) y
hablantes de árabe asistieron a una focalización sobre la religión y el
comercio. Al discutir cómo los almorávides “destruyeron” Koumbi
en el siglo XI, algunos pudieron creer que la presencia árabe en el
Sudán se había conformado como un imperio instalado allí. Ahora
bien, parece bastante poco probable que las tropas almorávides se
hayan quedado permanentemente en esc lugar: antes bien, la presen
cia árabe se prolongó por causa del comercio y el proselitismo; por lo
demás, se encuentra evidencia de ello en los préstamos. Sobre la base
de cincuenta términos tomados como préstamos del árabe, se asiste-
ai siguiente reparto:
- 16 términos estrictamente coránicos o religiosos (alfatiba,
alhamdulila, alkitabu, alla,jaadi, jahanama, fitiri, haramu, hiji,
hotuba, kafiri, malaka, rnisiri, nabiyu, setan 1, tasabiya);
LOS PRÉSTAMOS TOMADOS POR EL BAMBARA.
- 6 términos relativos a la escritura (dawa, hatuma, kamusi, titriki,
kitabu, walara);
- los siete días de la semana;
- 6 conceptos {abada, jidi, famu, hakili, hami, sababu);
- i 2 términos diversos; algunos técnicos (baligu, barka, burunusi,
jam a, kusaba, misikine, nafigi, saheli, saraka, tibiriki, camaru,
wakato).
Gracias a esos términos, se percibe que los vínculos entre la población
autóctona y los hablantes de árabe giraron alrededor de tres puntos:
- la religión,
- la escritura,
- algunas técnicas, en especial la propia de la indumentaria. En
efecto, se sabe que el algodón fue introducido en África del Nor­
te por los árabes durante el siglo vm; luego en España y, durante
el siglo x o ix, en Sudán. Además, el término es árabe en la mayor
parte de las lenguas europeas; e incluso es posible que el término
bambara (kooñ), que no conservé en los listados por falta de cer­
tezas, provenga del qutun árabe. Antes de ello, los sudaneses lle­
vaban taparrabos de piel o de corteza, los habitantes del Sahara
llevaban atuendos ele cuero, y entonces los términos burunusi y
kusab fueron introducidos sin duda en bambara al mismo tiem­
po que los objetos que designan. En cuanto a los términos reli­
giosos, es obvio que su ingreso en la lengua local acompañó a la
adquisición de rudimentos teológicos.
Lo más impactante de este conjunto de préstamos, al que volveremos
a referirnos para compararlo con los préstamos tomados del francés,
es la ausencia de términos referidos al comercio. Es normal que el
malinkey el bambara prácticamente no hayan tomado préstamos del
árabe en el campo semántico de la guerra o de la administración: ya
vimos que la presencia almorávid fue muy breve. Pero no sucede lo
mismo con el comercio, pues los intercambios comerciales entre Sudán
240 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
y el Magreb parecen haber sido fructíferos durante largo tiempo. La
única explicación plausible es que los desplazamientos comerciales
no eran obra de hablantes de árabe: estos últimos permanecían en las
ciudades y utilizaban intermediarios convertidos al islam pero que
hablaban lenguas locales. Así, sería posible entender por qué, sin per­
tenecer al dominio de la religión o del pensamiento, los escasos tér­
minos árabes en bambara sirven para designar objetos introducidos
por los árabes, pero bajo ninguna circunstancia al propio comercian­
te o el proceso comercial.

LOS PRÉSTAMOS TOMADOS DEL FRANCES

Los contactos entre las lenguas francesa y bambara son, desde luego,
mucho más recientes. La “marcha a Níger” (Delafosse) inicialmente
tomó como base Senegal, donde Francia se instaló a partir de media­
dos del siglo xix (Faidherbe, el primer gobernador, es nombrado en
1854), y su primera finalidad era procurar al comercio francés una
vía segura de Kayes a Bamako. Jules Ferry, que en sus discursos siem­
pre fue claro, más que claro, exponía así en el estrado de la Asamblea
Nacional:' “Las colonias son para los países ricos una colocación de
capitales de las más ventajosas [...]. Digo que Francia, que es tan
rica, tiene interés en tom aren consideración ese perfil de la cuestión
colonial”. Y, sin olvidar la misión civilizadora de su país, el país de la
Declaración de los Derechos del Hombre, agregaba: “¡Señores, hay
que hablar más alto y con más verdades! Hay que decir abiertamente
que en efecto las razas superiores tienen un derecho frente a las razas
inferiores...”. Los créditos para el ferrocarril Senegal-Níger ya están
aprobados desde hace cinco años (13 de noviembre de 1880); pero
los trabajos no avanzan, y la implantación militar recién se verá ase
guiada tras la toma de Ségou (Ahmadou es abatido en 1890), y la de
Sikasso (Ba Bemba y sus soldados son masacrados en 1893). En ese

En esa época, era presidente del Consejo de Ministros. [N . tic T.]


LOS PRÉSTAMOS TOMADOS POR EL BAMBARA. 241
momento se creó, en París, el primer Ministerio de las Colonias (su
primer titular es, en 1894, Delcassé). También se creó, in situ, el car­
go de gobernador general de la AOF (1895, M. Chaudié es su primer
titular).
En consecuencia, hacia finales de ese siglo la ocupación francesa se
torna algo distinto de una obra de la milicia: comenzará a desarrollar­
se el primer estadio de la glotofagia. Los contactos entre lenguas se
intensificarán, sobre rodo a partir de 1908, fecha en que la cabecera
de la colonia (Sudán es colonia autónoma desde 1892) pasa de Kayes
a Bamako. Llegado ese momento, la presencia de militares, comer­
ciantes y administrativos postulará claramente el francés como len­
gua dominante, frente al bambara hablado por el pueblo; y en esa
situación se desarrollarán los préstamos tomados del árabe por el
bambara. También en éste, como en el caso del árabe, se encuentran
términos técnicos, el nombre de objetos habituales, etc., pero pro-
porcionalmente en mayor cantidad: de 182 términos, tenemos 108
de ese tipo. A eso hay que sumar 14 términos militares, 13 términos
referidos a la administración, 1 1 referidos a la escuela (sin embargo,
muchos remiten a la vez al ámbito administrativo: anglopu, letere,
silo, regíi...), 18 referidos a la agricultura, 10 al comercio, 7 a la polí­
tica y 1 a la religión.
Hay muchas observaciones para hacer respecto de esos préstamos.
Por una parte, gran cantidad de aquellos sólo conciernen a la vida de
los blancos. Así, en el rubro “agricultura” se encuentran productos
vegetales únicamente consumidos por el ocupante (karoti, komoteré,
melón, tamati...) o material únicamente utilizado por los colonos
(katrapla): resulta difícil concebir la idea de un campesino bambara
que pueda darse el lujo de un tractor. Lo mismo ocurre con los térmi­
nos técnicos o generales: ¿i, kuran, soferé, entre otros, que evidente­
mente designan realidades que sólo los blancos conocen y frecuen­
tan. Pero, por otra parte, es impactante constatar que hubiera sido
posible ahorrarse la mayor parte de esos préstamos. Así, la visión co­
lonialista de las lenguas dominadas siempre consideró normal el fe­
nómeno de los préstamos, pues esas lenguas de “salvajes” tenían re­
v a ESTUDIOS ESPECÍFICOS
putación de ser incapaces de transmitir las realidades modernas. Ahora
bien, en lugar de mobili (“vehículo”) tomado del francés, se encuen­
tra un negeso (“caballo de hierro”, es decir, “bicicleta”) recreado a par­
tir de raíces bambaras y, en lugar de pérsidan, “presidente”, hoy se
encuentra —utilizado con frecuencia cada vez mayor- flameinakuntigi
(“jefe de Estado”), también creado a partir de raíces puramente
bambaras. Valga esto último para afirmar que la enorme mayoría de
préstamos tomados del francés no señala una dificultad inherente al
bambara para transmitir ciertos datos de la civilización francesa sino
que ante todo señala la condición de lengua dominada que la glotofagia
francesa había generado para el bambara. En esa relación de fuerzas
creada dentro de la superestructura lingüística que ya describimos en
el capítulo mi, el pueblo bambara —que veía truncado el acceso a sus
fuentes culturales- estaba prácticamente obligado a valerse del prés­
tamo tomado del francés para transmitir cierta cantidad de concep­
tos nuevos para él. Pero esa necesidad, evidentemente cultural, muy
pronto fue convertida en necesidad natural por el discurso colonialis­
ta: la civilización francesa 110 podía ser transmitida por un vehículo
tan grosero como esos “dialectos” locales.

Dos TIPOS DK PRESENCIA


Como ya señalamos, los préstamos recíprocos entre dos lenguas son
característicos de las relaciones que mantuvieron las comunidades
hablantes de esas lenguas, desde dos pinitos de vista:
- el equilibrio o desequilibrio entre la cantidad de vocablos to­
mados como préstamo por una y otra parte dan testimonio
directo de la relación de fuerzas (militar, cultural, económica)
que se entabló entre ambas comunidades;
- por su parte, los dominios semánticos de préstamo dan testi
monio de las áreas de contacto entre las comunidades.
LOS PRÉSTAMOS TOMADOS POR EL BAMBARA. 243
Ahora bien, el caso del bambara ante el árabe y el francés es ejemplar,
desde esa perspectiva. En primer lugar, es preciso destacar que, si
bien encontramos en bambara términos franceses y términos árabes,
no encontramos términos bambaras en francés ni en árabe. Acaso ése
sea el único vínculo compartido por la presencia árabe y la presencia
francesa en Sudán: en ambos casos, la lengua dominante imponía
parto de sus piezas léxicas y no tomaba ninguna. Pero, por lo demás,
la comparación entre ambos sistemas de préstamo nos muestra más
bien cierta diferencia entre ambas presencias. Como se sabe, la mayor
parte de las veces los préstamos se tom an en el ám bito de los
sustantivos, y los verbos o los adjetivos se toman con frecuencia m u­
cho menor: préstamos de esa índole indican un contacto lingüístico
más prolongado y una fuerza mayor de la lengua dominante frente a
la lengua dominada (fuerza cjne, desde luego, nada tiene de lingüísti­
ca: en este caso, todo se reduce a fuerza de opresión). Por ello tene­
mos en nuestros dos sistemas los siguientes porcentajes:
Préstamos del árabe
98% de sustantivos
2% de verbos
Préstamos del francés
93% de sustantivos
6% ele verbos
1% de adjetivos
Estas cifras, pese a no ser muy distantes, muestran una opresión lin­
güística más fuerte en el caso del francés.
Pero los dominios de los préstamos son mucho más significativos.
Ya vimos que los términos árabes pasados al bambara se referían fun­
damentalmente a la religión y la escritura (ligada, por supuesto, a la
escuela coránica y a la práctica del Corán); también que a ellos se
sumaban algunos nombres de elementos importados por los árabes
(indumentaria, el azufre, etc.). Algo completamente distinto sucede
con los préstamos tomados del francés. Una cuarta parte del corpus
ESTUDIOS ESPECÍFICOS
se refiere a la administración, el ejército, el comercio; gran parce de
los términos habituales tomados en préstamo se refieren a la vida de los
blancos (al contrario de lo que pasa con los términos árabes kusuba,
burunusi...) y fundamentalmente dan testimonio de las relaciones
entre un superior y su doméstico: los boys (cuyo nombre, boyi, fue
tomado del inglés por vía del francés) son quienes introducen en la
lengua bambara términos como li (en bambara, uno duerme sobre
un taara), fumo, lanpa, makoroni, resho, entre otros.
Es decir que el vocabulario árabe pasado al bambara da cuenta de
una presencia sobre todo religiosa. Mientras que el vocabulario fran­
cés da cuenta de dos tipos de fenómeno. Por una parte, abundan los
términos técnicos; pero respecto de la mitad podemos hacernos la
pregunta: ¿técnica en beneficio ele quién? La cuestión está clara en lo
referente al ámbito de la alimentación y al doméstico, tanto como
respecto del ámbito ganadero. Por otra parce, los términos militares,
administrativos y comerciales dan cuenta de un tipo peculiar de pre­
sencia: todo lo relativo a la vida pública política y administrativa era
dominio exclusivo del francés y para hablar de esos ámbitos en bambara
la tendencia forzosa era al préstamo.
Así, por detrás de esos sistemas de préstamos se perfila, en cuanto
a los términos franceses, el colonialismo y, en cuanto a los árabes, una
presencia mucho menos gravosa de lo que podría suponerse. En un
caso, contactos centrados de manera casi excluyeme en la religión (y
no comamos con prueba alguna de que el proselicismo islámico haya
sido violenco: en Sudán hubo inquisición musulmana); en el ocio, el
colonialismo francés clásico, desde luego con su aspecto glocofágico
(que, por lo demás, el colonialismo toma a su cargo: hoy, mientras
escribo, en Malí aún 110 hay nadie que enseñe las lenguas locales), y
con ese subproducto de la glotofagia constituido por los ámbitos de
pertinencia de los préstamos. Eso nos muestra, una vez más, que los
hechos de lengua aparentemente más insignificantes siempre son signo
elocuente de determinadas relaciones sociales.
LOS PRÉSTAMOS TOMADOS POR EL BAMBARA. 24 5
Préstamos tomados por el bambara del árabe
abada (eternidad, siempre) hatuma (sello)
abarika (gracias) biji (peregrinación a La Meca)
alahadi, aladi (domingo) (del mis­ botaba (discurso del imán)
mo modo, nombre dado a un kafiri (infiel)
niño nacido un domingo) karnusi (diccionario)
alamisa, aramisa (jueves) kiiabu (libro)
alfatiba (primera sura del Corán) * kusabu (gran jubón)
albarndulilla, alhamdulay (alabanza tamisa, véase alamisa
a Dios) Ltbadi, véase alahadi
alkitabu (Corán) malaka (ángel)
ala (Dios) misikine, misikini (pobre)
almami (imán) misiri (mezquita)
araba (miércoles) nabiyu (profeta)
baligu, baliku (adulto) sababa, sabtt (causa, motivo)
bar'ka, véase abarika sabeli (norte)
burunusi (albornoz) saraka, sadaka (limosna)
dama, daba (tinta) setani (demonio)
dominé (cinco francos) sibiri (sábado)
jadi (guerra santa) talata, tarata (martes)
jahanama (infierno) tariki (historia, crónica)
jama (grupo, reunión) tasabiya (rosario)
jidi (esfuerzo) ntene (lunes)
fama, j'aarnu (comprender) tibiriki (azufre)
fitiri (fin del ramadán) camaru (especie de jerigonza, lengua­
hakili (inteligencia, ingenio) je secreto)
hami (aflicción, inquietud) wakatu (momento, instante)
baramu (cosa prohibida) walara (planchuela sobre la que se
escribe el Corán)

' En notas a su edición del Corán {Le Coran, París, Gallimard, 1967, vol. i, |>.
367) Masson glosa: " alfiitiha: la apertura, el prólogo o: la Sura liminar". |N . de T. |
246 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
Préstamos tornados por el bambara del francés
nlimeti (fósforo, cerillo) [de hiperiyalismu (imperialismo)
allumctte| fakte (afectar)
anglópu (sobre) [de enveloppe] faratnansin (farmacia)
arduwasi (pizarra) [de ardoise] fítshi (m odo, especie) (ele jh(on]
asiyeti (plato) [de assiette] firme (cerrar, puerta, candado)
awiyon (avión) fm h r i (ventana) [de fenétre]
awnka (abogado) fouse (desplomarse) [de s)enfoncer]
balarnini (barreta) [de barre a mine\ fose (fosa)
balón (balón) foto (fotografía)
¿««¿/‘ (banco) [de banque\ fbne (forzar)
basikili (báscula) frhi (freno)
bato (barco) |de batean] fumo (horno) [de fourneau]
bcrhi (buril) fursiti (tenedor) [de fourebette\
biro (oficina) [de burean] ganyb (ganar)
biye (oficina) gara (estación) [de gare]
boyi (criado)' gardi (guardia)
b'onbhn (bom bón) gerenadi (granada)
brigaje (brigadier) glasi (hielo) [d eglace]
buleti (bolilla, bala) [de boulette] gbftrnamati (gobierno) \Acgouverne-
buteli (botella) ment]
butigi (tienda) [de bouúque] grife (manga grejfée [añadida])
buwati (caja) [de boite] gudrbn (brea, ruta) ]Acgoudron]
dara (paño) o (sábana) |tic drap] bhfoi (rastrillo) [dcherse]
diwhi (vino) " ¡samen (examen)
dbkbtbr'o (enfermero, doctor) kaari (carro, bus)
dute (té) kafe (café)
jarasisi (ejercicio, desfile) kalte (calidad, índole)
ekiiru (orden de arrcsto)[de écrou\ kamisoli (camisola)
eglisi (iglesia) kamiybn (camión)
’ El coi respondiente francés es boy, a su vez, préstamo tomado del inglés para
designar a los subalternos en las colonias. [N. de 'TI]
" Probablemente, a partir de du vin “(algo de) vino”. |N. de T.]
"" También en este caso es probable que se haya incorporado sin mayor distin­
ción el partitivo a la cadena fónica del sustantivo. [N. deT.J
LOS PRÉSTAMOS TOMADOS POR EI. BAMBARA. 247
kanpatnan (campamento) libru (libro)
kaptalismu (capitalismo) limonati (limonada)
karbti (zanahoria) [tic carotte\ limu (lima)
katidante (cédula de identidad) loriye (laurel)
luwanse (alquilar, locatario) [de louer]
katrapla (tractor, utilitario) [de Cater­
pillar] makbrbni (macarrones)
kaye (cuaderno) [de eahier] mangasa (depósito, almacén) [de
kh u (caja) magasi n]
kilo (kilogramo) murase (marchar [un mecanismo])
kilbti (short) [de culotte) mano (martillo)
kle (llave [para desmontar]) [de clé_\ rnasin (máquina)
korni (empleado) (de commis] masbn (albañil) [de ma(on]
kontan (estar contento) meri (alcaldía) [de tnairie]
koperatiwu (cooperativa) melón (melón)
komi (como [comparativo)) miliyon (millón)
kbmisere (comisario) minise (carpintero) (de menuisier]
kbm iüri (papa, patata) [depomme de ministiri (ministro)
terre] mobili (automóvil)
k'omte (comité) monturu (reloj) [de rnontre]
kbnkbn (pepinillo) |de concombre] rnotiri (motor) [de moteur)
krisi (choque) [de crush] moto (motocicleta)
kriybn (lápiz) [de cmyon] nason (índole, especie)
kumandan (comandante) nilón (nylon)
kum andi (pedir) (hacer un pedido nsilenin (chaleco)
[de mercadería)) nuneti (anteojos) [de lunettes]
kuran (electricidad, lámpara) palé ([sede de la] presidencia) [de
kursi (curso) palais)
lakbli (escuela) pariye (apostar) [de parier]
lamu (hoja de afeitar) [de lame] partí (partido)
lankri (tinta) [de (1’) enere] pase (repasar)
lanpa (lámpara de petróleo) patami (patente)
larame (ejército) [de (l)armée] payasi (colchón) [de paillasse]
lasasi (fusil de caza) pelu (piel)
laso (cal) [de (la) cbaux] petrbli (petróleo)
layi (ajo) [de (l)ail] pemi (pinza)
leterb (carta) [de leitre\ persidan (presidente)
li (cama) [de lit] pesb (pesar)
248 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
pirie (neumático) [ d e pneti] silo (estilográfica)
pisi (pieza) simisi (camisa)
polisi (policía) simbn (cimiento)
politigi (política) siniman (cine)
ponpe (bomba, bombear) siso (tijeras) [de ciseaux]
posta [d e poste] sosiyalismu (socialismo)
p'on (puente) sbfiré (chofer)
pbnti (punta, clavo) sbrbdati (soldado)
pbsbni (veneno) [d e poison] suseti (medias, calcetines) [de
p m n ti (aprendiz) cbattsseítes]
raso (radio) taari (hectárea)
ron (rango) tabali (mesa) [de table]
rapidi (bus pequeño) tablo (cuadro) [de tablean|
resho (estufa, cocina portátil) [de tagisi (taxi)
rechaud] tamati (tomate)
régli (regla) toroto (pulpa de algodón) [totirteau
rhvyon (reunión) de colon]
rhbu (ropa) transpbrb (costos de transporte)
salan (chalana, esquife) trin (tren)
salati (ensalada) turne (gira) [de tournée]
sanbruybre (cámara |de un neumáti­ tusunyi (cocinero)
co]) (de chambre ti air] uzini (planta industrial) [de usine\
sansi (nafta, solvente) [de essence| walan (volante)
santarama (gendarme) wantiri (inventario)
sapo (sombrero) [de chapean ] waranda (veranda)
sari (arado) [de charrue] watiri (vehículo) [de voitureJ
serwisi (servicio) weluru (terciopelo) [de velours]
shi (silla) [de chaise] w'eri (vaso) (de vene\
si (sierra) [de scie] wuruwiri (revó 1ver)
sigariti (cigarrillo) wutimeri (veteri nario)
zu (yugo)
XI. EL FRANCÉS EN ÁFRICA

Un espectro ronda esa África que se da en llamar francófona: el es­


pectro de las lenguas locales. Todos los recursos de la antigua metró­
poli, todas las fuerzas a su disposición, todo el arsenal de la escuela,
del derecho, de la economía y de la política se han coligado en santa
cruzada para cercarlo. Esta cruzada, como todas sus hermanas en la
historia, tiene su estandarte, su cruz, su máscara: el concepto de
francofonía.
Francofonía. La idea fue lanzada en 1964 por algunos jefes de Es­
tado africanos (L Senghor, H. Bourguiha), muy pronto retomada
por Francia (pese a las reticencias del general De Gaulle). Esa actitud
del gaullismo se hizo evidente en especial con la creación, durante
1966, del “Alto Comisionado para la Defensa y la Expansión de la
Lengua Francesa”. Más adelante se da una forma más eficaz a esa gran
idea al crear una “Agencia de Cooperación Cultural y Técnica”
(Niamey, 1970) que reagrupa a veinticinco países “francófonos”. Y
estos pocos datos, referencias y hechos ya señalan toda la ambigüe­
dad del asunto. No es casual que la historia de la francofonía empiece
inmediatamente después de la independencias formales de las anti­
guas colonias francesas; tampoco que entre sus padrinos encontre­
mos al padre de la negritud, L. S. Senghor. Es interesante, además,
dejar constancia: de por sí, algo hiede a imperialismo cultural en la
denominación “Alto Comisionado para la Defensa y la Expansión de
la Lengua Francesa” (luego transformado en “Alto Comisionado
de la Lengua Francesa”; pero es difícil olvidar la intención inicial).
Por último, los veinticinco estados que en 1970 constituyen la “Agencia
de Cooperación Cultural y Técnica” y se autoproclaman “francófonos”
lingüísticamente sólo tienen muy pocas cosas en común, a lo sumo la
lengua de sus “elites”; y acaso esa heterogeneidad encubra una homo-
249
250 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
geneidad que está situada en otro lugar, en otro nivel, ya no lingüísti­
co sino político.
Con excepción de Francia, todos los Estados “francófonos” viven en una
situación de bilingüismo de hecho
señalaba Paul-Jean Franceschini en una serie de artículos dedicados a
la francofonía.1Desde luego, eso es liquidar prontamente el bretón,
el alsaciano, el occitano, el vasco y el creóle, y finalmente el corso.
Pero de momento el problema no es ése: por otra parte, ya lo debati­
mos largamente, y sabemos que el territorio francés nada tiene de
unilingüe; menos aún sus “territorios” y “departamentos” de ultra­
mar. De hecho, más importante es interrogarnos acerca de esa no­
ción do bilingüismo que, bajo el engañoso aspecto de término cientí­
fico, engloba realidades muy distintas. ¿Qué relaciones existen entre
la situación lingüística de Bélgica y la de Malí? ¿Y entre la situación
de Senegal y la del Québec? La lengua francesa, por cierto uno de los
términos del plurilingüismo en codos estos lugares, ¿está inscripta en
los mismos juegos de fuerzas? ¿En los mismos tipos de luchas? ¿O, en
especial, aun en terrenos comparables? Un rápido sobrevuelo por esas
distintas situaciones evidentemente nos muestra que nada de ello
puede afirmarse. Que el québécois que lucha para preservar su identi
dad, en especial su identidad lingüística, nada tiene en común con el
ministro maliense que legisla en una lengua francesa que el pueblo
no entiende. Que en Suiza el militante del “Jura libre” en procura de
escapar al asedio germano del cantón de Berna nada tiene en común
con el inarfilense que condena en francés a un aldeano que no habla
esa lengua. Antes bien: sería incluso lo contrario. El militante del
partido quebequés o del Frente de Liberación del Québec está de
parte de los pueblos africanos que defienden sus lenguas, no con los
Estados africanos que imponen la jrancophonie. En eso hay una suer
te de impostura, en todo caso un inmenso malentendido: las reivin

1 Paul-Jean Franceschini, en: Le Monde, 16 de octubre.


EL. FRANCÉS EN ÁFRICA 251

dicaciones lingüísticas del Québec, de la Bélgica valona, del Jura sui­


zo —de por sí admisibles, desde luego- adquieren un tinte extraño no
bien se las equipara a la política de un Bourguiba o de un Senghor.
Con un sutil juego denominativo se mezclan los tantos. Y bajo esa
óptica el “mes de la jra n cité " organizado en Lieja el año 1972 puede
parecer una maniobra diversionista. L.ieja, Bamako, Montréal y Ar­
gel, ¿la misma lucha? Pero, vamos, todo las separa. En un caso, lucha
de liberación lingüística; en el otro, prolongación de una opresión
lingüística. Por eso ante todo debemos insistir en destacar esa exten­
sión engañosa de la noción de francofonía: veinticinco estados miem­
bros más una gobernación (la de Québec), pero —por una parte- nin­
gún país en que bailemos una situación de unilingüismo; por la otra,
ninguno en que la lengua francesa tenga, estructuralmente, el mismo
estatuto (por más que en la mayoría de ellos sea “lengua oficial”).

¿ Q u é f r a n c o f o n ía ?

Nuestra primera tarea será, entonces, hacer el intento de desentrañar


las distintas situaciones que presentan esos países de la francofonía.
Maurice Houis2 propuso una tipología tripartita que diferencia:
1) las situaciones en que la lengua francesa es muy mayoritaria:
por ejemplo, el caso del territorio nacional francés hoy;
2) las situaciones en que el francés es una de las lenguas oficiales,
en el sentido jurídico del término: es el caso de Bélgica, Cana­
dá, Luxemburgo y Suiza;
3) las situaciones en que el francés es la única lengua oficial pero
coexiste con lenguas nacionales habladas por el pueblo: es el
caso del conjunto de los países africanos de la francofonía (dejo
aparte, aquí, el caso del Magreb).

2 Maurice Houis, “La francophonic aíricaitie”, en: Le Franfais dans le monde,


núm, 95, marzo cío 1973.
252 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
Ahora bien, el concepto de Francofonía engloba justamente esos tres tipos
de situaciones divergentes, mientras que cualquier estudio de la lengua
francesa en su conjunto debería marcar minuciosamente la distancia entre
ellas, incluso refinando, de ser posible, la tipología de M. Houis. Pero nues­
tro desarrollo aquí sólo se refiere a la tercera situación, la de África.
Una parte de África está conformada, entonces, por países francó­
fonos. ¿Y eso qué quiere decir? ¡Qué buena pregunta! Claro, basta
con abrir el diccionario. “Francophone: que usualmente habla en fran­
cés”, nos dice el diccionario Robert. Entonces, los países francófonos
son, con toda naturalidad, países cuyos habitantes hablan francés; ésa
es la evidencia, al menos la que dimana de las logradas certezas del
diccionario. Pero ése es el momento en que uno querría estar en otros
zapatos, En efecto, ¿quien habla francés en esos distintos países? Es
difícil decirlo: llamativamente, no disponemos de ninguna estadísti­
ca respecto de la cantidad real de hablantes del francés. Sin embargo,
es posible llegar a aproximaciones. En Argelia, país del que se sabe
que estadísticamente es el más francófono entre las antiguas colonias,
en 1969 teníamos las siguientes cifras:3
Población
81,5% árabe
17,9% bereber
0,4% francesa
0,2% otras
Y en lo que respecta a la relación de esta población con la escritura:
___________________ C uadro 3______________________
74,6% de analfabetos
5,5% de alfabetizados en árabe
8,9% de alfabetizados en francés
10,6% de alfabetizados en árabe y en francés
0,4% de alfabetizados en otras lenguas____

¡ Fuentes: Abdallah Mazouni, Culture et enseignement en Algéric et ait Mtig/'n /■


París, Maspéro, 1969.
EL FRANCÉS EN AFRICA 253
Es decir, con un criterio generoso, el 20% de la población es capaz de
leer y escribir en francés (sin que, por otra parte, se precise el nivel
de esa competencia, nivel que puede ser muy variado: del perfecto
dominio al balbuceo de los recién alfabetizados). Lt cifra parece ser
poco sólida para un país “francófono”, pero está muy por encima de
la media. En cfecto, repitamos que, durante toda la época de coloni­
zación, Argelia se hallaba en una posición especial (por ejemplo, asi­
milada al estatuto de departamento), y que allí las condiciones
lingüísticas son peculiares: es imposible proyectar ese porcentaje a los
países del Africa negra. Así, parece que el índice de africanos del Oes­
te que hablan francés puede estimarse en un 5% de la población, y en
cualquier caso, a menos del 10%. Por ejemplo, en Senegal, país para
el que disponemos de cifras relativas a las etnias (censo de 1961), hay
37% tic la población que tiene com o lengua materna el wolof
21% peul
19% sercr
10% diula
6% bambara
2% sarakolé
2% árabe
1% otra lengi
(las cifras fueron redondeadas; eso explica que el rotal no sea 100)

Esto ubicaría al francés entre el bambara y el diula, ya no como len­


gua materna sino como segunda o tercera lengua. Es poco. Sobre
todo si uno está atento a que los países africanos están lejos de ser el
mosaico lingüístico que pretende el discurso colonial. En Malí, por
ejemplo, el bambara es hablado por más del 60% de la población.
Una encuesta del clad (Centro de Lingüística Aplicada de Dakar)
hecha sobre una muestra de 50 mil alumnos mostró que el 92,62%
de ellos hablaban wolof El diula se expande cada vez más en Costa
ile Marfil como lengua vehicular, tal como el lingala en el Congo. De
hecho, África es cuantitativamente aún menos francófona que el te­
rritorio nacional francés hacia la Revolución de 1789 (recordemos
254 ESTUDIOS ESPECÍFICOS

que aproximadamente el 20% de la población era hablante de fran­


cés), y para el futuro dispone de algunas lenguas dinámicas que, sin
acarrear la desaparición de las otras, podrían servir de vínculo entre
las distintas comunidades. Pero, cualitativamente, se halla en idénti­
ca condición que el territorio francés de esa época: francófono por
obra y gracia del discurso oficial y algunos decretos.
C uad ro 4. Estatutojurídico de las lenguas locales
y del francés en las antiguas colonias
Lengua oficial Lengua "vehicular" Lenguas nacionales
Alto Volta francés
Argelia árabe francés
Camerún francés e inglés
Chad francés
Congo-Brazza francés
Costa de Marfil francés
Dabomey " francés
Gabón francés
Guinea francés lenguas locales
Madagascar francés
y malgache
(merina)
Malí francés lenguas locales
Marruecos árabe francés
Mauritania francés árabe
Níger francés
RCA francés sango
Senegal francés
Togo francés
Túnez árabe
Fuente: Afrique 70, número especial <le Jeune Ajrique, París, 1970.
' Más tarde Burkina Faso. [N, dc T.]
" Actual República de Benin. (N. deT.)
República Ccmroafricana (previamente, Ubangui Cliari e Imperio C c i h i <m I i •

cano). |N. de T.]


EL FRANCÉS EN ÁFRICA 25S
La francofonía árabe, o el plurilingüismo -de cuyos términos uno es
el francés—presenta, entonces, una especificidad que por otra parte
podemos describir mejor. Más allá de esa contraposición entre len­
guas locales y lengua importada (polos de un bilingüismo o de un
plurilingüismo de hecho pero no de derecho, ya que por lo general
no hay reconocimiento de las lenguas locales: véase cuadro 4), es pre­
ciso, por ejemplo, destacar que la relación de esas lenguas con la es­
critura es distinta. Por un lado, sin duda, el francés es por tradición
ya secular una lengua escrita. ¿Pero qué pasa con las lenguas locales?
Estas pueden estar, ante la comunicación escrita, en las tres situacio­
nes que presenta el cuadro 5:
C u a d r o 5. Transcripción de las lenguas africanas
antigua (precolonial)
finiciativa colonial
reciente
(.después de la independencia +
ejemplos: árabe swahili bambara

Algunas lenguas, como el árabe, tenían una escritura y una literatura


mucho antes del comienzo del proceso de colonización; otras, como
el swahili, fueron transcritas al comienzo de la colonización y hoy
tienen una literatura y una prensa; por último, otras recién ahora
empiezan a ser escritas. Sin embargo, para el África negra “francófona”,
hay que destacar que todas las lenguas responden al tercer caso, el del
bambara. Si el colonialismo inglés llevó a la práctica una política que
en cierta medida favorecía las lenguas locales (de allí el florecimiento
del swahili), la política oficial francesa siempre ignoró esas lenguas
(obviamente, dejo de lado las transcripciones no científicas adopta­
das por los misioneros para sus misales y catecismos).
254 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
que aproximadamente el 20% de la población era hablante de fran­
cés), y para el futuro dispone de algunas lenguas dinámicas que, si»
acarrear la desaparición de las otras, podrían servir de vínculo entre
las distintas comunidades. Pero, cualitativamente, se halla en idénti­
ca condición que el territorio francés de esa época: francófono por
obra y gracia del discurso oficial y algunos decretos.
C uadro 4. Estatuto jurídico de las lenguas locales
y delfrancés en Lis antiguas colonias
Lengua oficial Lengua 'vehicular" Lenguas nacionales
Aleo Volta ’ francés
Argelia árabe francés
Camerún francés e inglés
Chad francés
Congo-Brazza francés
Costa de Marfil francés
Dahomcy" francés
Gahón francés
Guinea francés lenguas locales
Madagascar francés
y malgache
(merina)
Malí francés lenguas locales
Marruecos árabe francés
Mauritania francés árabe
Níger francés
KCA francés sango
Senegal francés
Togo francés
Túnez árabe
Fueme: Afrique 70, número especial de JeuneAfiique, París, 1970.
' Más tarde Burkina Faso. [N. deT.]
” Actual República de Benin. [N. deT.]
República Centroafricana (previamente, Ubangui Chari e Imperio Cenrroafri
cano). (N. de T.J
EL FRANCÉS EN ÁFRICA
La francofonía árabe, o el plurilingüismo -de cuyos términos uno es
el francés—presenta, entonces, una especificidad que por otra parte
podemos describir mejor. Más allá de esa contraposición entre len­
guas locales y lengua importada (polos de un bilingüismo o de un
plurilingüismo de hecho pero no de derecho, ya que por lo general
no hay reconocimiento de las lenguas locales: véase cuadro 4), es pre­
ciso, por ejemplo, destacar que la relación de esas lenguas con la es­
critura es distinta. Por un lado, sin duda, ci francés es por tradición
ya secular una lengua escrita. ¿Pero qué pasa con las lenguas locales?
Estas pueden estar, ante la comunicación escrita, en las tres situacio­
nes que presenta el cuadro 5:
C uadro 5. Transcripción de las lenguas africanas
antigua (prccolonial) +

(
iniciativa colonial +

después de la independencia +
ejemplos: árabe swahili bambara

Algunas lenguas, como el árabe, tenían una escritura y una literatura


mucho antes del comienzo del proceso de colonización; otras, como
el swahili, fueron transcritas al comienzo de la colonización y hoy
tienen una literatura y una prensa; por último, otras recién ahora
empiezan a ser escritas. Sin embargo, para el Africa negra “francófona”,
hay que destacar que todas las lenguas responden al tercer caso, el del
bambara. Si el colonialismo inglés llevó a la práctica una política que
en cierta medida favorecía las lenguas locales (de allí el florecimiento
del swahili), la política oficial francesa siempre ignoró esas lenguas
(obviamente, dejo de lado las transcripciones no científicas adopta­
das por los misioneros para sus misales y catecismos).
256 ESTUDIOS ESPECÍFICOS
C u a d r o 6. Las lenguas en la radio

Cantidad
di’ emisoras__________________Lenguas
Alto Volca 2 francés y lenguas locales
Argelia 3 árabe, cabila, francés
Camerún 4 francés, inglés, lenguas locales
Chad 3 árabe, francés, sara
Congo 2 Radio Congo: francés y lenguas locales;
Radio Brazzaville: repetidora de la o k t f
Costa de Marfil 1 francés (22 horas semanales)
y lenguas locales (8 horas semanales)
Dahomcy 1 francés, inglés, lenguas locales
Cabón 1
Guinea 1 francés, inglés, portugués, árabe
y lenguas locales
Madagascar 3 francés, malgache, inglés
Malí 1 francés, lenguas locales
Marruecos I francés, inglés, español, árabe, beréber
Mauritania árabe, francés, hassania, peul,sarakolé,wolo
Níger 1 francés, lenguas locales
RCA I francés, inglés, sango, árabe, litígala
Senegal 2 francés (90%), inglés y portugués
en una emisora; francés (30%)
y lenguas locales en la otra
Togo 1 francés, inglés
Túnez 2 una emisora en árabe; una en francés
y en italiano
N o ta : Estos datos se refieren a los boletines informativos.

Se noca, enconces, que exisce un vínculo escrecho enere los clacos <li I
cuadro 4 y los del cuadro 5. Si el Iranees es -a excepción del M agnb
lengua oficial en codos (o casi rodos) lados, se debe especialmciiu .i
que la polícica lingüíscica de la Francia colonial soslayó (o casi) l >
lenguas locales y a que, en consecuencia, escás úlcimas escán reu.ivi
das respecco del mundo moderno, cosa que no sucede en Alm.i
EL FRANCÉS EN ÁFRICA

“anglófona”. Por supuesto, esc retraso podría ser zanjado; y suprimi­


do ese desequilibrio entre francés y lenguas locales: para eso bastaría
lanzar ante todo una política de información que después de alfabeti­
zar a la población en su lengua (sus lenguas) intentaría difundir una
prensa en esas lenguas. ¿Estamos bien encaminados? Tampoco en ese
aspecto es fácil contestar de modo definitivo. Sin embargo, la lectura
de los cuadros 6, 7 y 8 permite dudar de ello. La prensa periódica (ya
se trate de los diarios salidos de im prentas o de los boletines
mimeografiados) en todas partes está escrita en francés (nna vez más,
omitimos el caso del Magreb); la escolarización —cuya tasa media es
de un 50% - se efectúa en francés en todas partes; y el único lugar en
que las lenguas locales consiguen tener cabida es la radio, en boleti­
nes informativos que en su gran mayoría son plurilingües. Esto equi­
vale a decir que los medios masivos de los países africanos “francófo­
nos” tienden a reproducir el sistema: se prolonga la oralidad al abrir
la radio a las lenguas locales; pero la escritura sigue siendo mayorita-
riamente un hecho francés. Por lo demás, en África francófona, la
literatura contemporánea se produce fundamentalmente en lengua
francesa. Lo mismo sucede con la prensa periódica; y la escuela tien­
de a afianzar esa superioridad estadística en el campo de la escritura.
Queda, por supuesto, la alfabetización de los adultos, que podría ser
un elemento que opere en sentido contrario. Veremos que también allí
las cosas son demasiado ambiguas.
C uadro 7. La prensa periódica
Cantidad
de periódicas Lenguas
Alto Volta 1 francés
Argelia 4 tres en francés, uno en árabe
Camerún 2 uno en francés, uno en inglés
Chad 1 francés
Congo 3 francés
Costa de Marfil 1 francés
continúa
25» ESTUDIOS ESPECÍFICOS
Cantidad
de periódicos Lenguas
Dahomey 1 francés
Cah6n 1 francés
Guinea 1 francés
Madagascar 1 francés (pero además 200 semanarios
y mensuarios en malgache)
Malí 1 francés
Marruecos 8 cuatro en árabe, tres en francés,
uno en español
Mauritania 1 bilingüe: árabe-francés
Níger 1 francés
RCA 1 francés
Senegal 1 francés
Togo 2 francés
Túnez 4 dos en árabe, dos en francés
C u ad ro 8. Tasas de escolaridad
Alto Volta 9,5%
Argelia 3%
Camerún (oriental) 67%
Chad 30%
Congo 95%
Costa de Marfil 49%
Dabomey 31%
Gabón 95%
Guinea 50%
Madagascar 50%
Malí 28%
Marruecos 25%
Mauritania 9%
Níger 10%
RCA 50%
Senegal 40%
Toga 42%
Túnez 73%
EL FRANCÉS EN ÁFRICA 250
A l f a b e t iz a r , ¿ para q u é ?

Durante mucho tiempo se consideró que la alfabetización era una


acción global, encarada en forma de campañas masivas. El modelo de
países que tomaban la vía al socialismo y eran capaces de movilizar a
toda una juventud escolar en aras de un proyecto dado gravitaba fuer­
temente sobre la concepción acerca de dicha alfabetización-, y fue pre­
ciso que pasara algún tiempo para darse cuenta de que, por ejemplo,
la modalidad cubana no podía aplicarse en todas partes. En 1965
apareció por primera vez, durante la conferencia de la Unesco en
Teherán, el concepto de alfabetización funcional y se tomaron en
cuenta doce proyectos piloto (respecto de lo que nos ocupa: Guinea,
Madagascar, Malí). Esos proyectos ya no estaban regidos por la idea
de que el pueblo tiene derecho a la cultura, sino por otra: la produc­
ción depende del grado de analfabetismo de la población, y entonces
las campañas de alfabetización traían aparejado un beneficio económi­
ca. Por supuesto, la constatación del fracaso de la fórmula que la ha­
bía precedido, en especial la importancia del analfabetismo recidivo
(los recién alfabetizados que, por falta de práctica, pierden su adqui­
sición), facilitaban esa transformación. La alfabetización perdía su
tinte humanista o cultural, como señala Albert Meister:
Por detrás de la fraseología humanista habitual en los educadores hay un
cálculo de política económica lúcida que la política obliga a hacer: como
cualquier práctica de enseñanza, la alfabetización constituye una inver­
sión costosa, que sólo puede llevarse a cabo donde sus posibilidades de
rentabilidad son mayores. A esto se suma que la alfabetización es una
inversión <le tipo económico, y una herramienta de desarrollo.4
Y más adelante:

4 Albert Meister, Alphabet'nation et déveluppemcnt, París, Anthropos, 1973, pp.


21 - 22 .
260 ESTUDIOS ESPECÍFICOS

La alfabetización deja de ser un fin para volverse uno de los aspectos de la


formación técnica requerida para llevar a muchas de las operaciones de desa­
rrollo. F.n esas condiciones, uno entiende mejor el interés que muestran algu­
nos por cierras grandes sociedades industriales y por la banca mundial.5
Herramienta de desarrollo, operaciones de desarrollo: está claro a qué
se apunta. Aun así, hace falta saber quién se beneficia con ese desarro­
llo, quién decide al respecto, quién obtiene ganancias. Para intentar
aclarar ese punto, en este estudio analizaremos el caso de Malí.
Malí representa un caso algo peculiar entre las antiguas colonias
francesas, ya desde el momento de su independencia se aparta de
Francia, bajo la presidencia de Modibo Kcita, para acercarse a la u r ss
_y a China. En 1962 empieza a aparecer el esbozo de una reforma de la
enseñanza que se aparta del modelo francés de la Tercera República,
por lo general aplicado en todos los “territorios” africanos. Se supri­
mió el examen al final de la primaria; la selección se llevó más adelan­
te: a un examen de nivel del b e p c ,* el DEF (diploma de estudios funda­
mentales). En paralelo, para intentar resolver el conflicto tradicional
entre enseñanza de elite y enseñanza de masas, se prevé una doble
finalidad para la reforma: educación de masas y escolarización gene­
ralizada. Por último, para liberarse del yugo cultural francés, la refor­
ma prevé la creación (que se hizo efectiva) de una Escuela Normal
Superior (la ENS de Badalabougou), de una Escuela Nacional de Ad­
ministración (la i-ña de Bamako), de un Instituto Pedagógico Rural
(el ip r de Katibougou) y de una Escuela Nacional de Medicina que
forma paramédicos (en el Hópital du Point ti,” cerca de Bamako).
5 ¡bid, p. 2A.
Esto es, Certificado de Estudios del Primer Ciclo. En la escuela secundaria
francesa, el premier eyele engloba los años previos a la preparación del baccalauréat: va
de 6” a 3o (la numeración es regresiva). F.I examen anterior era el de sixieme / dusu7.
es decir, al comienzo de la segunda enseñanza. [N. deT.]
" Hospital universitario, actual cabecera de uno de los tres sectores funcionales
del sistema de salud maliense. Está ubicado a 10 km de la ciudad de Bamako, solm
la colina del point G, mío de los ramos puntos, círculos y polos usados para diriniii
la frontera con Burkina Faso. [N. deT.)
EL FRANCÉS L-N ÁFRICA 261
Ese conjunto era inseparable de la creación contemporánea de socie­
dades estatales: la Energie du Malí, la Planta Textil de Ségou
(CoMaTex), el Banco Nacional de Malí, etcétera.
Esa política, que evidentemente asestaba un golpe a los intereses
franceses en Malí, ¿constituía un germen de socialismo? Así figuraba
en el discurso oficial del régimen de Modibo Keita; pero la realidad
era muy distinta. Sin demora, la nacionalización había sido usurpada
por las elites locales, que se conformaban como burguesía nacional,
acentuando así el abismo de clase entre el pueblo y la burocracia en el
poder. Esa política, que no era la del pueblo, ya no era la propia de las
compañías de capitales franceses, como por ejemplo el h o p a (Reparto
para el Desarrollo de la Producción Manisera) o la CFOT (Compañía
Francesa para el Desarrollo de la Actividad Textil). Y la presión de
esas sociedades es tal que en dos etapas llevará al retroceso. En un
primer momento, bajo el régimen de Modibo Keita, cuando en 1967
se firman acuerdos monetarios franco-malienses que consagran el fra­
caso del plan en cuestión. Luego contra Keita, en el momento del
golpe de Estado de 1968, que lleva al poder a un grupo de tenientes
y a la presidencia a MoussaTraoré (devenido muy pronto coronel),
que también muy pronto volverá a dejar a Malí en el redil de Francia.
Habrá quien pregunte cuál es la relación entre esto último y la cues­
tión de la lengua. Es una relación directa, pues entonces se tendrá ante
los ojos, por una parte, la pérdida de terreno del sector nacionalizado
ante las sociedades neocoloniales y, por otra, el entroncamiento de la
alfabetización en la mera productividad de esas compañías. Respecto
del primer punto, es suficiente tomar en consideración el aumento
de la importancia de la c f t d y del iíd pa en la actualidad, o incluso la
reciente creación de la IteMa (Industria Textil de Malí, conformada
por capitales franceses: los hermanos Willot, pata ser precisos) que
construyó una planta textil en Bamako para sabotear la de Ségou,
nacionalizada. Respecto del segundo, un rápido viraje del horizonte
del proyecto maliense nos muestra sus objetivos. La alfabetización
funcional tiene sus puntos nodales en tres ámbitos: la producción de
maní, la producción algodonera y la industria (textil, eléctrica, taba-
262 ESTUDIOS ESPECÍFICOS

eos y fósforos). En los clos primeros dominios, la alfabetización se


realiza en lenguas locales (fundamentalmente en bambara); en el
tercero, se realiza en francés, lo que viene a confirmar lo que yo
conjeturaba más arriba: la finalidad no es la promoción de las len­
guas locales sino el incremento de la producción agrícola e indus­
trial. Por ende, al final de la cadena uno encuentra las compañías
neocoloniales: el BDPA, para el maní; la CFDT, para el algodón; la
IteMa, para la planta textil.
En paralelo, la enseñanza sigue impartiéndose en francés desde
la escuela primaria; y la alfabetización funciona por tanto en forma
de círculo cerrado: no involucra la comunicación a escala nacional,
ya que se sigue gobernando el país en francés. Está inserta en un
proceso de rentabilidad de la producción que se genera eminente­
mente en provecho de las compañías extranjeras. Todo este planteo
no cuestiona el interés pedagógico de la alfabetización maliense/’ la
cual parte de los problemas concretos de los alfabetizados para des­
pués construir una progresión basada sobre la adquisición de los
instrumentos necesarios para la producción. Pero, una vez más, el
rendimiento de esa producción es ambiguo: al ayudar al poblador a
vivir mejor, la alfabetización también favorece a los vendedores de
abonos y a las compañías neocoloniales. Como señala, una vez más,
Albert Meister:
Ellos [los responsables) siguen la orientación de las grandes compañías
europeas a las que el gobierno encom endó las operaciones de almacena
m iento y comercialización del maní y del algodón.7

No habría modo de ser más claro.


Por tanto, desde nuestro punto de vista, la alfabetización tal como
hoy es practicada muestra ser inútil para las lenguas locales: su mei.i
* Acerca de este punto, consultar Bcrnard Dumont, Alpbabétisarion fonctiownllr
au Malí, documento de la Unesco.
7 Allicrt Mister, op. cit., p. 69.
EL FRANCÉS EN ÁFRICA 263
no está allí. Progresista, en cierto aspecto -reduce el analfabetismo-,
es tan ambigua como el edicto de Villers-Cotteréts o la escuela obli­
gatoria de Jules Ferry, que finalmente le hacían el juego al poder. La
única diferencia es que en el territorio francés el poder involucrado
en ello era el poder centralizador local, mientras que en tierras africa­
nas todo remite a la problemática del poder colonial. Ya vimos que a
fin de cuentas en Malí las beneficiarías de las campañas de alfabetiza­
ción eran las sociedades francesas. Otro tanto ocurre más bien en
todas partes. Sally N ’Dongo desarrolló el ejemplo de Senegal,8 y puso
en evidencia que todos los sectores clave del comercio y la industria
estaban controlados por capitales franceses. Podríamos multiplicar
los ejemplos. De hecho, basta con recordar algunas cifras. El 60% del
comercio de los países de Africa negra “francófona” se hace con Fran­
cia: esos países exportan a la antigua metrópoli el 44% de su café, el
59% de su algodón, el 31% de su madera, etc. Como si fuera poco,
desde 1971 la cooperación francesa se volvió más selectiva: entre 1960
y 1970, la ayuda francesa estaba muy diversificada (18% del presu­
puesto de la cooperación se destinaba a Asia y América Latina, 33%
a los TOM y d o m ,‘ 35% al África negra, etc.); a partir de ese momento
se acoró a los límites de la “francofonía”, y con ello mostró el vínculo
estrechado en los estratos gubernamentales entre la defensa de la len­
gua francesa y la de los intereses franceses. Es bastante fácil compren­
der que para vender material francés es forzoso contar con una clite
hablante de francés en los países en cuestión; y cuando uno recuerda
el escaso porcentaje de hablantes efectivos del francés en los países
involucrados, percibe inmediatamente la verdadera dimensión de la
francofonía africana. A escala lingüística, constituye la réplica de la eco­
nomía neocolonial impuesta a los países supuestamente independien­
tes. Estamos bastante lejos, entonces, de los argumentos de tipo cul­
tural propuestos por una u otra parte.

8 Sally N ’Dongo, La “Coopération”franco-africa¡ne, París, Maspéro, 1972, pp.


19-30.
' Respectivamente, territorios y departamentos de ultramar. [N. de T.)
26-1 ESTUDIOS ESPECÍFICOS

E l ARGUMENTO CULTURAL

Pese al evidente vínculo entre esa idea de francofonía africana y los


intereses económicos del neocolonialismo, las justificaciones de base
cultural o sociológica de esa francofonía abundan: en nuestros días,
los mercaderes tienen tendencia a camuflar sus tráficos y a poner en
primer plano la impostura de propósitos humanitarios. El primer
argumento, el más frecuente y más “neutro”, es decir, el que aparece
en todas partes, en boca o salido tic la pluma de gente que por otra
parte no piensa del mismo modo y no coincide en los aspectos polí­
ticos y económicos del neocolonialismo, es el argumento según el
cual para Al rica la lengua francesa sería un factor indispensable de
unidad. Argumento propuesto con mesura por I'. - ]. Franceschini:
Más allá de la controversia científica acerca de la mayor o menor aptitud
del bambara o del wolof para ser enseñados o erigidos como lengua na­
cional, la gran carta ganadora y el argumento irrefutable del francés en
Africa es político. Si quieren afirmar su identidad dentro de fronteras
heredadas de la colonización, que todas consideran como intangibles, la
mayor parte de las recientes naciones se ven (orzadas a mantener y desa­
rrollar esa segunda lengua que es el francés;1*
pero utilizado de modo más llamativo por Auguste Viatte, para quien
al parecer África es salvada por la lengua francesa; él no imagina otro
porvenir que no sea la francofonía para todos los africanos: una for­
ma de igualdad ante la lengua que reglamentaría de un modo pecu­
liar el pluralismo lingüístico de hoy:
Otra faceta sería una amenaza, si el francés siguiera siendo el coto de una
elite minoritaria tal como en algunos países de América Latina, en los
que algunas camarillas se disputan las prebendas, mientras crece la ira de
la multitud iletrada y desposeída. La democratización de la enseñanza, y
en consecuencia la difusión del francés, parecen ser la condición necesa-
9 P.-J. Franceschini, en: Le Monde, 17 de octubre de 1973.
EL FRANCÉS EN ÁFRICA

lia para la paz interior. De allí la tarca intentada durante estos últimos
años para acelerar la escolarización.10
Ya vimos que este argumento no tenía más que valor temporario: el
ejemplo del África “anglófona” muestra la posibilidad de promoción
de las lenguas locales; también vimos que era ante todo emanación de
cierto tipo de colonización. La situación de las antiguas colonias re­
quiere el empleo de la lengua francesa: eso se debe a que la coloniza­
ción francesa aplastó de forma sistemática las lenguas locales. Ahora
bien, ese carácter temporario y heredado parece ser negado por gran
cantidad de personas. A. Viatte, por ejemplo, habla con ira mal con­
tenida de las experiencias que derrotaron o pusieron en tela de juicio
la francofonía:
Guinea, la única que rechazó todos los lazos con Francia en el referendum
de 1959. la única que más tarde no adhirió a la unión africana o malgache,
formó un bando aparte, y se orientó hacia un nacionalismo virulento que
se manifestó especialmente en la expulsión de los sacerdotes extranjeros,
mientras estrechaba relaciones con los países socialistas a los que su ideo­
logía la acerca. En 1968 decidió alfabetizar rápidamente a la población
en las ocho lenguas indígenas; pero el francés, que se volvió simple len­
gua auxiliar, hasta entonces había permanecido como vehículo de la alfa­
betización en las ciudades."
Ese mismo autor llega hasta la negación sistemática de cierta canti­
dad de realidades, en especial la de las antiguas colonias inglesas:
Se oponía el realismo de los anglosajones a la ideología asimiladora de Fran­
cia; se reprochaba a esta última que hubiera impuesto la “lengua del coloni­
zador” y balcanizado su porción del continente; esc reparto en estados más
acotados, pero enlazados por una lengua universal, reveló ser más propicio
que el método contrario para el despliegue de nuevas naciones.12
1(1Auguste Viatte, La Francophonie, París, Larousse, 1969, p. 109.
11 Ibid., pi». 105-106.
12 JbieL, pp. 108-109.
266 ESTUDIOS ESPECÍFICOS

Así, se oculta cuidadosamente el carácter temporario de la situación


lingüística de África, se hace (¿por ignorancia? ¿voluntariamente?)
silencio acerca de la unificación de algunos países alrededor de len­
guas vehiculares como el swahili: desde luego, la conclusión reza que
la francofonía africana es una necesidad (afirmación que no hace fal­
ta negar hic et nunc), y una necesidad eterna, inamovible (lo cual es
un problema completamente distinto). En el fondo, la idea central
no deja de ser que el francés es una lengua de civilización, o incluso,
como en el fragmento recién citado, una lengua universal (lengua
universal hablada en África por menos del 10% de la población a la
que se pretende imponerla). Y hay quien irá a buscar, en apoyo a esta
tesis, los argumentos más sorprendentes, más inesperados, más biza­
rros. En sus años de joven estudiante, Léopold Senghor apostaba a la
complementariedad: la razón es, desde ya, helénica; pero la emoción
es negra, y para estas dos corrientes hay que crear un cauce con algo
nuevo, más rico... Otros apelan a no se sabe qué predestinación de
Áf rica a la lengua francesa:
La cultura francesa, en lo que implica de equilibrio entre las facultades
creadoras y el arraigo en el cosmos, responde a las aspiraciones profundas
del alma negra. ¿Qué hombre siente con mayor intensidad que el africano
el llamado de las fuerzas telúricas? Los Estados Unidos, decuplicados,
arrojar al africano en el vértigo. Los países que quedaron bajo la órbita
cultural de Francia pueden intentar la aventura del modernismo sin re­
nunciar por ello a su pasado.13
Y a nadie sorprenderá que estos argumentos de tipo cultural o huma ­
nitario porten consigo semejante presuposición racista. Atribuir la
“razón” a tal o tal otra fracción étnica de la humanidad, a otra distinta
“la emoción”; proclamar que existe un “alma negra”, al parecer carac­
terizada por ciertas “aspiraciones profundas”: todo eso y otras gemas
que engalanan ese tipo de discurso suena de un modo llamativo. Sin
13 Gérard Tougas, La francophon¡e enpéril, Montréal, Córele de l.ivre de Frunce,
1967, p. 167.
EL FRANCÉS EN ÁFRICA 267
embargo, no hay nada ilógico en ello. La empresa colonial siempre
utilizó el racismo como herramienta ideológica (una entre otras) para
justificarse; no es fácil detectar por qué habría de cambiar. Lo más
interesante es el ligero desplazamiento del punto de aplicación de
aquel racismo. En efecto, la única gran diferencia entre el antes y el
después reside en que lo que en el pasado era impuesto ahora debe ser
deseado. Antes de las independencias formales de las colonias france­
sas, se explicaba que las “lenguas indígenas” 110 eran aptas para ser
portadoras de los conceptos modernos; eso justificaba la supremacía
del francés. Hoy ese discurso podría zaherir a ciertos intelectuales
africanos susceptibles. La explicación que se da entonces es que quie­
nes reclaman la supremacía del francés son precisamente ellos. A ve­
ces con una ingenuidad conmovedora;
Una oportunidad extraordinaria se alza hoy, a nuestro alcance. Por pri­
mera vez en la historia, 40 millones de hombres piden en plena convic­
ción compartir nuestro patrimonio lingüístico y cultural. No debemos
combatir. Sólo tenemos que dar una respuesta. No se trata de sustituir
una lengua por otra, ni de ofrecer 1111 instrumento complementario de
cultura, una nueva apertura al mundo o un enriquecimiento del espíritu.
No se trata de 1111 aporte exterior, sino de una contribución añorada, a
menudo ardientemente añorada, por gente que tiene la intención de edi­
ficar por medio de nuestra lengua .su propia cultura y sus civilizaciones
originales.14
Uno cree estar soñando, después tiene ganas de reír, y pese a todo la
cosa es muy seria, citada con mucha seriedad de modo ponderativo
por Auguste Viatte en 1111 libro dedicado a La Francophoniey editado
con idéntica seriedad por la casa librera Larousse. Así, si damos crédi­
to a M. Blancpain, las multitudes africanas ávidas claman para que se
les inculque el francés. Con plena convicción. Para edificar su propia
cultura, su civilización original ¡Ah! ¡Gran porvenir se ofrece a Fran-
Marc Blancpain, Lamieres de la Frunce, París, Calman-Lévy, 1967, citado por
A. Viattc\
268 ESTUDIOS ESPECÍFICOS

cia y a su lengua! ¡Exaltante tarea le confiere la historia en las décadas


por llegar!
Pero sería error nuestro bromear durante mucho tiempo respecto
de este punto: esa conversión de una opresión sostenida con ayuda de
gobiernos locales a sueldo del neocolonialismo en deseo unánime de las
poblaciones africanas conforma de forma rotunda la piedra basal de
la francofonía.

C m .IDAN O EL CAPITAL

De hecho, esa aceptación del neocolonialismo en primer término


cultural, luego —de modo más general—político y económico por una
parte de las “elites” africanas, representa el hecho más significativo de
la situación actual. Desde luego, si resulta risible afirmar que “40
millones de hombres piden en plena convicción compartir nuestro
patrimonio lingüístico y cultural”, eso no obsta para que haya ciertos
responsables políticos que formulen -en términos ligeramente dis­
tintos, es cierto—esa demanda.
No cabe duda de que en su origen está el concepto de negritud. La
idea se abre camino a fines de la década de 1930, cuando estudiantes
africanos nucleados en París alrededor de una revista, L’Étudiant noir,
procuran discernir qué constituye la “cultura negra” reivindicando en
el fondo, ante la negación de sí que les proponía el colonialismo, el
derecho a existir. Entre ellos, Léopold Senghor, quien irá mucho más
lejos, al fijar en 1939 por vía de la reflexión cultural las bases de lo que
más tarde será su política de hombre de Estado senegalés.15 Su idea es
absolutamente sencilla: los pueblos de África tienen una organización
comunitaria, colectivista, que Ies es específica (desde luego, el autor
hace referencia a cierta organización de la producción agrícola caracte­
rística de un estadio de la evolución económica, cierto modo de pro-
15 El texto de Ixopold S. Senghor, publicado primeramente en un volumen co­
lectivo -L'Homme de couleur, París, Plon, 1939- se reproduce en Liberté /, París,
Senil, 1964 [trad. esp.: Libertad, negritud y humanismo, Madrid, Tecnos, 1970].
El, FRANCÉS EN ÁFRICA 269
ducción). Y esa organización prefigura una sociedad africana moderna,
brinda el modelo de una tercera vía, ni capitalismo ni comunismo, esa
tercera vía que hoy es tema común del Mussolini del “Estado total” al
De Gaulle de la “participación”; de la gracia de los coroneles al Chile de
los generales. No hay ninguna revolución que hacer en Africa, piensa
Senghor, pues ya tenemos nuestro socialismo específico:
Es un hecho, l.a democracia parlamentaria existió y funcionó en Africa
negra en una forma original durante milenios; es un hecho: un colectivis­
mo comunitario -que es la verdadera forma del socialismo—animó allí a
la sociedad y a sus grupos.
La vertiente política de la negritud sirve hoy de fundamento al Senghor
presidente de la república senegalesa, y en este caso dejaremos de lado
la cuestión de saber qué piensa del socialismo de Senghor el pueblo
senegalés. Por su parte, la vertiente cultural sirve de fundamento para
la política “francófona”: tenemos nuestra especificidad; Europa tiene la
suya; intentemos administrar un armonioso equilibrio entre ambas.
Equilibrio que a escala lingüística se traduce en la enseñanza del fran­
cés, la glorificación de los valores clásicos (y llamativamente del grie­
go y del latín), la negativa a promover las lenguas locales (pese a un
decreto de 1971, por lo demás muy tímido, en Senegal todavía no se
enseñan el wolof y el screr). Esa visión que oblitera cualquier análisis
clasista, cualquier análisis económico e histórico de las características
de la “cultura negra” es, por supuesto, de esencia racista, como desta­
caba Sékou Touré:
La negritud es un concepto falso, un arma irracional que favorece lo irra­
cional, fundamento de la segregación racial, arbitrariamente ejercida so­
bre los pueblos de África, de Asia y sobre los hombres de color en Ameri­
ca y en Europa;16

Aluned Sékou Touré, Technique de Li révolution, t. xvm, OEuvres compUies.


Conakry, s/f, p. 23).
270 ESTUDIOS ESPECÍFICOS

pero es una visión que está en el centro del pensamiento oficial de


ciertos Estados africanos, justamente aquellos sobre los que más se
apoya Francia para justificar su empresa.
Roberto Fernández Retamar, a quien ya cité, vio en La Tempestad
de Shakespeare el símbolo de la contraposición entre el oprimido
Galibán (anagrama, no olvidamos, de caníbal), el opresor Próspero y
el ambiguo Ariel:
Ariel, cu el gran mito shakespeareano que he seguido en estas notas, es,
como se ha dicho, el intelectual de la misma isla que Calibán: puede
optar entre servir a Próspero -es el caso de los intelectuales de la anti-
América—, con el que aparentemente se enriende de maravillas, pero de
quien no pasa de ser un temeroso sirviente, o unirse a Calibán en su
lucha por la verdadera libertad. En términos gramscianos pienso sobre
todo en los intelectuales “tradicionales”, aquellos que, incluso en el pe­
ríodo de transición, el proletariado necesita asimilar en grandes cantida­
des, mientras va generando sus propios intelectuales “orgánicos".'7
Calibán simboliza, entonces, al pueblo oprimido:
Nuestro símbolo no es pues Ariel, como pensó Rodó, sino Calillan. Esto
es algo que vemos con particular nitidez los mestizos que habitamos estas
mismas islas donde vivió Caliban.IS
Mientras que Próspero es la potencia colonial: Ariel, intelectual sedu­
cido por el discurso del otro, coquetea con ella. Desde ese punto de
vista, podemos decir —para continuar y aplicar además la metáfora
de Fernández R etam ar-que la negritud es una visión “arielesca” de la
cultura. En el fondo, la historia de los intelectuales colonizados es
la historia de una opción siempre planteada entre la senda de Calibán
y la de Ariel, entre el colaboracionismo y la insurrección. Marti -como
más tarde Fanón—optaron por Calibán, es decir, el salvaje que el otro

17 Roberto Fernández Retamar, Todo Caliban, np. cu., p. 62.


,s Ibid., p. 25.
El. FRANCÉS EN ÁFRICA 271
inventaba, la imagen de salvaje generada por el colonizador. La carac­
terística del movimiento de ideas que reivindica la negritud y justifi­
ca la francofonía es inversa y se define por la vertiente de Ariel. En
otro tiempo, el colonizador teorizó por sí solo la opresión que expor­
taba; ahora la hace teorizar por los propios colonizados, o más bien
por la minoría colaboracionista entre los intelectuales oprimidos. Al
optar por Calibán, contra Calibán, estos últimos optan a un tiempo
por el colonialismo y el capital por intermedio de la francofonía que,
como ya vimos, halla su verdad en el ámbito económico. Según sus
dichos, África será francófona aunque deba ser bilingüe. Sin duda, el
futuro de las luchas los desmentirá, pues en todas partes resuena un
grito que resume bastante bien Yves Rouquette al hablar de su propia
situación;
Todo lo bilingües que ustedes quieran; pero de lengua alaterna oceirana.
O eso, o nos liquidan de una vez por lodas.1'1

19 Yves Rouquette, i.a Nouvttlle Chansun occitime, 'Ibiilouse, Privat, 1972, p. ■í'S.
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ÍNDICE DE LENGUAS, PUEBLOS Y PAISES

Los nombres de lenguas están en bastardillas; los nombres de pueblos en


versalitas. Así, “Francia” designa un país; “fra n cé s”, un pueblo y “francés",
lina lengua.

África del Norte, 82, 112, 113, 148, Babel, 27, 31, 196.
150, 238. Balcanes, 179.
África negra, 9 ,1 0 ,8 2 ,8 9 , 152,153, Bamako, 9 ,1 5 8 ,2 2 6 , 2 2 9 ,2 3 1 ,2 3 2 ,
158, 165, 225, 253, 255, 263, 234, 235, 240, 241, 251, 260,
269. 261.
alemán , 44, 47, 73, 95, 108, 165, bambara, 10, 66, 67, 72, 83, 102,
166, 180, 181, 193, 195, 207. 111, 122, 124, 151, 152, 177,
alemanes, 72, 87, 95, 157, 189. 183, 184, 20 4 , 20 5, 21 2, 217,
Alsacia, 14, 59, 193-195. 2 1 8 , 2 2 5 -2 3 1 , 2 3 3 -2 3 6 , 2 3 8-
alsaciano, 14, 59, 198, 212, 250. 246, 2 5 3 ,2 5 5 ,2 6 2 , 264.
América Central, 125. bamileké, 73.
América Latina, 180, 263, 264. Bélgica, 232, 250, 251.
Árabe , 10, 1 1 ,1 4 , 15, 2 8 ,3 0 ,4 1 ,4 2 , bereberes, 231.
7 4 ,7 8 ,8 3 ,8 6 ,8 7 ,8 9 ,9 5 ,9 9 ,1 0 1 , Blida, 89.
112, 113, 117, 127, 144, 149, bobo , 72, 125.
151, 153, 163, 165, 167, 179, Bóne [actual Aunaba], 87, 89, 127.
204, 205, 212, 226, 228, 233, Bourges, 193.
235-241, 243-245, 252-258. Brasil, 30.
arawaks, 138. Brazzaville, 127, 256.
Argelia, 14, 76, 86, 88, 89, 95, 101, Bretaña, 9, 1 4 ,3 1 , 78, 82, 1 2 8 ,1 3 3 .
104, 147, 169, 211, 21 2 , 252- 164, 167, 1 7 1 -1 72, 175, 176,
254, 256-258. 193, 197, 198, 2 00 , 201, 209,
Asia, 36, 263, 269. 2 1 0 ,2 1 3 .
Australia, 36. bretón, 29, 62, 63, 65, 83, 96, 97,
Avon, 127. 100, 101, 103, 11 1,114, 115,
aztecas, 108. 122 -1 2 4 , 128, 129, 132, 151.

281
282 LINGÜÍSTICA Y COLONIALISMO

171-175, 177, 182-184, 193, Dahomey, 66, 165, 254, 256, 258.
197, 198, 200, 206, 207, 209- DAKOTA, 73.
212, 232,233,250. danés, 103.215.
Burdeos, 97, 199. DELAW ARE, 73, 125.

Deva, 78.
caldeo, 28. Devon, 127.
Cambrai (paz de), 30. diula, 66, 67, 121, 225, 227, 228,
Camerún, 254, 256-258. 234, 253.
Canadá, 141, 251. Dominica (isla), 138.
Caribe, 76. Dover, 127.
caribes, 76. duala, 73.
Carrach, 128.
Carrczac, 128. Esk, 127.
Casablanca, 127. España, 179, 194, 239.
CATALANES, 194. Español, 15, 31, 67, 73, 74, 76, 77,
celta, M , 132, 133, 179. 85,103,118,151,179,180,233.
Ghcrokee, 84, 85. Estados Unidos, 83, 126, 137, 140,
Chicago, 61. 266.
Chichen-Itzá, 118. etíope, 36.
China, 36, 260. Exeter, 127.
chino, 15, 30, 41, 46.
cbippewa, 73. Tali, 73.
chiricaluia, 83. fang, 73.
chamal, 125. Ferryville, 127.
Combres, 128. Flamenco, 62.
Conakry, 167. Flandes, 193.
Condate, 128. Fort-Lamy, 127.
Congo, 14,115,253,254,256-258. francés, 9,10,14,15,29,31,32,35-
Córcega, 15, 82, 167. 38, 39 n. 31,44,47, 50, 53, 54,
Cornouailles, 79. 57-59,64,65,67,69,73,74, 76,
Cosne, 128. 77, 79, 80, 83, 85, 86, 88, 89,
Costa de Marfil, 121, 225 n. 2,253, 94-98, 100-104, 107, 109-115,
254, 256-258. 118, 119-124, 127, 130, 133,
créole, 106, 134-137, 139, 183,250. 137, 139-141, 145, 150-152,
Créqui (monte), 128. 154, 160, 161-167, 172, 174-
Cumber, 127. 176, 178-183, 188-202, 204-
209, 213, 214, 216-220, 226-
ÍNDICE DF. LENGUAS, PUEBLOS Y PAÍSES 283
233, 235-237, 239-244, 246, 139.
I n d io s ,
249-260, 262-267, 269. Indochina, 82, 139, 171, 202.
Francia, 9, 10, 13, 21, 25, 31, 40, indoeuropeo, 45.
50, 53-55, 59,69,77,79,80,94, Inglaterra, 78-81,94, 112,126,215,
102, 109, 127, 141,158*,168, 217-220, 224.
169, 172, 173, 176,187, 190, inglés, 14,73,76,79, 80,83,92-95,
192, 196, 197, 199,201, 206, 104, 110-1 12, 115, 118, 119,
208, 210, 212, 213,216, 218, 120, 125, 136, 139, 140, 141,
226, 232, 240, 249,250, 256, 161, 165, 180, 181, 191, 208,
260, 261, 263, 265, 266, 270. 215-218, 220, 233, 244, 246,
Francien, 53, 58, 60. 254, 256, 257.
francos, 49. Isca, 78.
islandés, 68.
galés, 72,78,92-95, 117, 122. Israel, 101, 180, 181.
Galia, 28,50,91,99,100, 179, 223. Italia, 55, 77, 101.
galo, 29,91,99,100,127-130,132. italiano, 10, 31, 67, 77, 233, 256.
ga lo s , 29, 31, 49, 100, 122, 127,
130, 132. Johannesburgo, 127.
Georgia, 84, 137. Jura suizo, 251.
Gemianía, 53, 221.
Ghana, 99, 160, 231, 236-238. Kanuisi, 160, 239, 245.
Glouccster, 218. Kayes, 99, 240, 241.
Gran Bretaña, 72,94, 128,129,130. Kent, 127.
griego, 26-30, 36, 44, 47, 180, 269. Kenya, 104.
GRIEGOS, 40, 72. kiluha, 116,
Guatemala, 118, 126. Kirina, 99.
Guérande, 130. kiswahili, 117.
Guinea, 99, 138, 160, 254, 256, klt, 102, 129.
258, 259, 265. hongo, 1 16.
gullab, 137. hola, 116.
Guyana, 73, 85, 89. kotoko, 73.
Koutnbi, 231, 236, 238.
Hastings, 119.
bausa, 68, 102. la Bahne, 128.
hebreo, 27-30, 36,45,95, 101, 180, la Baumc, 128.
181. LAKOTA, 73.
iridian english, 140. Languedoc, 31, 200.
284 LINGÜÍSTICA Y COLONIALISMO
Lannion, 97. Men/.el Bourguiba, 127.
Lipón, 111. merina, 163, 254.
Ittri, 116. Mcusc, 128.
latín, 27-30, 36, 44, 47, 67, 79, 91, México, 11 8.
92, 95, 99, 100, 102, 107, 109, Minessota, 126.
118, 127, 180, 199, 215, 269. Mississippi, 126.
Lecds, 127. Missouri, 126.
lengua de oc (véase aceitano), 31, 62, mongo, 116.
65, 164, 200. munukotuba, 116.
I.EN1-LENAPES, 73.
¿fon, 101. náhuatl, 118, 125, 126.
[.con, 129. nakota, 73.
lingala, 115-116, 204, 253, 256. Niani, 99, 238.
London, 127. Normandía, 53, 119.
Londres, 79, 216, 220. normando, 60, 80, 208, 215, 217.
noruego, 111.
Madagascar, 163, 254, 256, 258, Nueva York, 61.
259.
Malí, 9, 10, 72, 99, 100, 177, 183, Occitania, 79,82,96,166,167, 171,
212, 217, 218, 225 n. 2, 226, 197, 201,210, 213.
231, 234-238, 244, 250, 253, occitano, 64, 83, 96-98, 100, 153,
254, 256, 258-263. 166, 174, 179, 198, 207, 209,
rnalinke, 66, 67, 72, 99, 122, 225- 212, 250.
228, 231, 236, 238, 239.
mam, 125. País de Gales, 78,92,94,215.
mande, 66, 67. País Vasco, 9, 193, 196, 197, 210,
mandinga, 78, 122, 124, 146, 225, 213 n. 29.
229, 231, 234, 235. París, 33, 34, 53, 54, 62, 65, 86-88,
Maridunum, 78. 158, 192, 195, 208, 241, 268.
Marne, 128. Pau, 79.
Marruecos, 14, 160, 254, 256, 258. Pavia (batalla), 30.
Marsella, 64, 97. persa, 45 n. 46, 47, 49.
Martinica, 134, 137, 169, 178, 183. Perú, 85.
Massachusetts, 126. peni, 102, 178, 183, 217, 231, 236,
Mauritania, 99, 254, 256, 258. 253, 256.
maya, 118, 125. Picardía, 53.
mbochi, 116. picardo, 34, 60.
ÍNDICE DF. LENGUAS, PUEBLOS Y PAÍSES
pidgin, 115, 135, 136. Somme, 128.
popoluca, 126. suabo, 108.
Port-Lyautey, 127. Sudán (Mali), 66,73,144, 230,238,
Porto Novo, 127. 239,241,243, 244.
portugués, 15, 115, 116, 179, 180, sueco, 111.
256. Suiza, 57, 198,250,251.
su/ahili, 104, 116, 117, 153, 184,
Qucbec, 141, 171, 250, 251. 255, 266.
quebcqués / québécois, 109, 250,
141, 180, 196, 250. Tananarive, 163.
Quenet, 128. Tanzania, 104, 153, 184.
Quimper, 79, 129. Thames, 127.
toltecas, 118, 126.
Ron ncs, 128. Tombuctú, 78, 99.
Reunión, 134, 169. toseano, 28, 29, 101.
Rin, 128, 195. totonaca, 12(~¡.
romanos, 78, 100, 117. Trégor, 129.
rumano, 179. Tréguier, 129.
Rusia, 77, 79, 168. Tula, 118.
ruso, 181, 191,233. Túnez, 9, 10, 160, 202, 254, 256,
258.
Saint-Brieuc, 97, 129, 130. turco, 30, 35, 46, 54.
Saint-Malo, 129.
Salisbury, 127. urss, 82, 172, 190, 260.
sánscrito, 25, 30, 44, 47, 95.
santees, 85. Valniy, 194.
sarakoíé, 99, 100, 253, 256. Vannes, 101, 129, 202.
Scgontium, 78. vannetais, 101, 102, 129.
Ségou, 227, 234, 240, 261. Vannetais, 132.
Sena, 128. Villers-Cotteréts, 94, 199, 200,263.
Senegal, 14,99, 145,159,166,178,
183, 240, 250, 253, 254, 256, wayana, 85.
258, 263, 269. Winchester, 127.
serer, 178, 183, 253, 269. wolof, 14, 83, 160, 161, 165, 166,
shipibo, 85- 178, 183, 202, 204, 228, 253,
shipibo, 85. 256, 264, 269.
Sikasso, 227, 240. Worchester, 127.
286 LINGÜÍSTICA Y COLONIALISMO
Wuri (río), 73. Yucatán, 1)8.
Wyc, 127.
zapoteca, 125.
York, 127,220,224. zoque, 125.
INDICE DE NOMBRES

Ahmadou, 240. Bopp, F., 44,45, 46, 273.


Albrct, 79. Boulainvillicts, 49.
Alibert, 209. Bourciez, É., 62, 274.
Arnauld, 35, 273. Bourgoing, J., 31, 274.
Ascoli, 55. Bourguiba, H., 249, 251.
Auroux, S., 18, 273. Brunot, F„ 189, 190, 274.
Bujarin, 71, 274.
Ba Bamba, 240.
Baffin, 36. Cadiou, 79.
Balzac, H. de, 63, 201, 273. Caillé, R„ 78, 86.
Barrí;re, 195. Calvet, L..-J., 9 n., 12 n., 14 n., 17,
Barthes, R„ 7,34,74, 82,146,157, 22, 34*, 76 n. 8, 81 n. 13, 125*,
273. 217, 229*, 274, 275.
Basalgas, G., 65 n. 20. Calvino, 27.
Baugh, 119. Camou, general, 89.
Bayol, 66. Cardenal, Peire, 200.
Beaucarnc, 69. Carlos V, 30.
Béhanzin, 66. Carré, E., 202, 209.
Ben Yehudan, É., 180. Caxton, 215.
Benoc, Y., 154, 160, 169, 273. Cdsar, 29.
Bcnveniste, É„ 48,49 n. 56,187,273. Chadwick, N., 130, 274.
Béranger, 64. Chateaubriand, R. de, 63, 207,274.
Bérat, 64. Chaudié, M . , 241.
j

Bioii,J„ 42, 43n. 43, 273. Clauzel, 86.


Blancpain, M., 267, 273. Clozel, 144, 145, 146.
Bloch, O., 76. Cohén, M., 102 n. 39, 103 n. 40,
Blooinfield, L.,46, 58, 58 n. 12, 85, 274.
273. Colón, C., 76.
Bodin, J„ 29, 273. Condillac, 38, 39, 274.
Boitiat, B., 203 n. 11. Cornevin, R., 66 n. 22.

287
288 LINGÜÍSTICA Y COLONIALISMO
Cornwall, J., 218. El Bekri, 72,144 n. 4,145,231,236,
Costes, M., 86. 237. 275.
Court de Gébelin, 45, 46, 274. El Kati. 145.
Engels, 81, 277.
Damoiseau, R., 138 n. 27. EsSaadi, 144 n. 4, 145, 237, 275.
Darbelnet, J., 141,274. Esiienne, H., 28, 30, 31, 33-
Darwin, 46, 49. Étiemble, 33.
Davesne, A., 50, 150.
Davity, P., 36, 274. Fairdherbe, 240.
De Cordemoy, C., 37 n. 27, 274. Falc’hun, E, 128 n. 7,129,130,131.
De Carros, P., 79. 132, 209, 275.
De Gaulle, C., 249, 269. Faye, J.-P, 49 n. 57 y 58, 275.
De la Villemarqué, H., 201,207,208. Febvrc, L„ 187, 275.
De Mauro, T., 27 n. 3, 189, 275. Feix, L., 169.
Deixonne, M., 25, 166*, 174, 206, Fernández Retamar, R., 76 n. 8,270,
210, 211, 212. 275.
Delafosse, M., 50,66,67, 144, 146, Ferry, J., 20, 50, 155, 201, 202, 240,
228, 230, 231 n. 5, 235, 237, 263.
240, 274. Ficlite, 189.
Delasalle, S„ 275, 43 n. 44. Fleuriot, L., 130, 275.
Delcassé, 241. Floro, G., 76.
Deroy, L, 109, 122, 275. Franccschim, P J., 250, 264.
Des Brosses, 45, 46, 275. Francisco 1, 94, 199.
Desfontaines, D., 192 n. 8. Furetiere, 35.
Diagne, P., 160.
Diop, C. A., 160, 161. Garmadi, S., 113 n. 9, 275-
Du Bartas, 79. Gelu, V., 64, 65, 276.
Du Bcllay, 30,31, 54,275. Genty de Bussy, 86, 87.
Dubois, C.-G., 19, 27, 28 n. 7 y 8, Gessner, G., 28, 30 ti. 11, 36.
29,30 n. 10,31,275. Glenmor, 213.
Duchet, M„ 19. 280. Glissant, É., 134, 276.
Ducrot, O., 47 n. 51, 60, 107 n. 2, Gobineau, J.-A. de, 43, 47, 48, 49,
275. 50, 52, 204, 276.
Dumczil, G., 49 n. 55. Goropius, J., 28, 29, 30, 31, 276.
Dumont, B., 262 n. 6. Gournay, Mlle. de, 33, 274.
Duruy, V., 201. Gourvcs, Y., 183.
ÍNDICE DK NOMBRES 289
Gregoire, abad [Hcnri], 192, 193, Jespersen, O., 119.
194, 195. Jomard, 86.
Grimm.J., 44, 55, 207. Jones, G., 94.
Guez de Balzac, J.-L., 33, 276. Jourdain, É., 55, 136 n. 24, 276.
Guillaume, 196.
Guillauniin, C., 48 n. 53, 276. Kachru, B„ 140, 276.
Guillermo el Conquistador, 119. Kankan Moussa, 237, 238.
Guiraud, P., 114. Kashamura, A., 117, 184 n. 17,276.
Guyot, conde, 87. Keita, M., 260, 261.
Gwehaz, 212. Kenyatta, J., 158.
Kermoal, )., 212.
Hamon, M., 211.
Hampaté Bá, A., 137 n. 26, 152, Lacheraf, M„ 95, 142 n. 30, 276.
276. Lafont, R , 96, 276.
Haroldo II, 119. Lainé, C., 210.
Harris, James, 40. Lakanal, 196.
1iaugen, E., 125 n. 14, 276. Lancelot, 35, 273.
Hegel, 46. Langevin, 160, 161, 165.
Hemon, R., 114. Laizac, J„ 9, 153 n. 12, 276.
Herder, 189. Lauthenas, 194.
Hervé, R, 211. Le Biaz, A., 203.
Higden, R„ 215, 216, 220. Le Calvez, A., 78 ti. 9.
Hoel, duque de Cornouailles, 79. Le Gonidec, 171, 206, 208.
Homburger, L, 67. Lcnin, 71, 190 n. 6.
Houis, M„ 50, 51, 143, 150 n. 9, Lcpschy, G„ 19, 277.
152, 251, 252, 276. Leroy, M., 19.
Huar r, J . - M . , 8 5 . Leroy, R., 211.
Hudson, 36. Lewis, H., 118.
Humboldt, 189. Lirtré, 47.
Loth, J., 128, 129, 130, 132.
Ibn Battuta, 145. Loyola, I. de, 82, 157.
Luis IX, 122, 200.
Jackson, II. H., 73 n. 3, 83, 84 n. Luis XI, 199.
16, 85 ti. 18, 276. Luis XII, 199.
Jackson, IC, 118. Luis XIV, 200.
Jalée, P., 71, 276. Lucero, 27.
Jerónimo, 83.
290 LINGÜÍSTICA Y COLONIALISMO
McKenney, T., 84. Panini, 25, 26.
Malherbe, 32, 33,347,35, 37,277. Paris, G., 55-
Mar$ais,W., 148, 150. Patrie, 164, 213.
Marco Polo, 36. Peigné, M„ 86.
Markale, 128 n. 16, 277. Person, Y., 67, 74, 94, 191, 278.
Marr, N„ 20, 79, 190. Philipp, M., 59 n. 13, 278.
Marti, 9, 164,213,270. Pbylip, R„ 93.
Martinet, A., 11,61, 62, 277. Platón, 26, 233.
Marx, K..81, 157,277. Plcven, R., 210.
Masson, É„ 65, 164, 245*, 277. Pompidou, G„ 183, 197.
Maupcrtuis, 20, 30, 40, 41, 188. Porcet, C„ 19, 280.
Mauro, F., 36 n. 25. Postel, G., 28 n. 5, 29 n. 9, 30, 278.
Mazarin, 73. Portier, E., 199.
Mazouni, A., 252 n. 3, 277.
Meillet, A., 11, 52, 56,60,-91, 92 n. Rabel ais, E, 28 n. 4, 53, 278.
32, 109, 277. Racan, 32, 34, 278.
Meister, A., 259, 262, 277. Rask, R„ 55.
Mendel, 47, 49. Régnier, M., 33, 278.
Mi rabean, 187. Riebelíen, 35.
Moliere, 41, 54,277. Robert, G„ 15 n. 8, 22, 93.
Mollee, G., 169 n. 7. Robins, R. I I., 19, 25 n. 1,278.
Montaigne, 76, 207. Ronjat, )., 96, 278.
Mordían, M., 171, 173. Ronsard, 53, 57, 278.
Mordrel, O., 210 n. 18, 277. Ronche, 145.
Mossé, F„ 79 n. 10, 111, 119, 120, Rouquette, Y., 164,271,278.
127, 277. Rousseau, J.-J., 39, 41, 278.
Motimouni, A., 160. Rousselot, 55.
Mounin, G., 19, 25, 30, 36, 143, Rovigo, duque de, 86, 87.
278.
Salisbury, lord, 74.
N’Dongo, S., 263, 278. Sand.G., 63, 201,207, 278.
Naegelen, 211. Sangninetti, A., 197.
Ndinga, A., 115 n. 10, 278. Sapir, E„ 58, 278.
Nkrumah, 158. Saussure, F. de, 25, 44, 55, 56, 57,
219,279.
O glethorpe, 84. Schlanger, J., 43 n. 43, 279.
Schlcgel, A. W., 143.
ÍNDICE DE NOMBRES 291
Schlegel, P., 45. Ton re, A. S„ 160, 167, 269, 279.
Schlcicher, 46. Traorc, S„ 158, 261,279.
Sclicelcher, V., 138. Travélé, M., 230, 232.
Scott, W., 207, 208,217,219. Trevisa, J. de, 215, 216, 218, 220.
Senghor, L. 159. 183, 249, 251. Tsirana, 163.
266, 268, 269. 279. Turgot, 45.
Sequoyah, 84, 85. Turin, Y., 86, 150 n. 8, 279.
Shakespeare, W., 76, 270.
Smith, A.. 40, 188. Valdinan, A., 136 n. 25.
Sohier, Y„ 172, 173.210. Valensi, S., 43 n. 44, 275.
Stalin, J., 79. 80, 81, 82, 160, 190, Vallcc, R, 171. 173.
196, 197, 279. Vallérie, F„ 177. 208 n. 15, 279.
Sunjata, 99, 237, 238. Vaugelas, 32, 34, 35, 37, 280.
Siirct-Canale, )., I 54, 237. 279. Viatce, A., 264, 265, 267, 280.
Sylvestre, 169. Viau, T. de, 33.
Tagliavini, C., 19. Wartburg, W. von, 76.
Tallcyrand, 194. Weinreich, U„ 13, 108, 280.
Taxil, L„ 198. Wenker, G., 55.
ThehauU, D., 147, 148, 150. Westermann, D., 50.
Thlemc, P., 48 n. 55. Williamson, 85.
Thiers, A., 199. Willot, hermanos, 261.
Thurot, F., 40, 41 n. 38, 279. Wittgcnstein, L., 233.
Todorov, T., 47 n. 51, 60, 107 ti. 2, Wolf, E„ 118 n. 12, 280.
275.
Tongas, G., 266 n. 13, 279. Zola, É„ 63, 280.
ÍNDICE GENERAL

Prefacio a la nueva edición. De Lingüística y colonialismo


ala politología lingüística.......................................................................9
Introducción........................................................................................... 19
P rimera parte
Problemas generales
I. La teoría de la lengua y el colonialismo.................................. 25
El siglo xvi: la pirám ide.............................................................. 27
El siglo xvn: el poder real............................................................32
Lengua, jerga y desigualdad en el siglo xvm............................38
El siglo XIX: defensa e ilustración de la Europa aria...............44
II. Dialectos y lengua..........................................................................53
La culpabilización lingüística.....................................................63
La descripción colonial................................................................65
III. El proceso colonial a nivel lingüístico.......................................71
El derecho a dar nom bre.............................................................72
Primer estadio: el colonialismo naciente..................................77
Segundo estadio: el colonialismo triunfante...........................90
Las fuerzas de resistencia contra la glotofagia........................ 98
IV. Las marcas lingüísticas de la colonización ......................... 105
El sistema de préstamo............................................................ 107
Etnonimia, toponim ia............................................................ 125
Las marcas superestructurales................................................ 133
V. El discurso colonial acerca de la lengua.............................. 143
VI. Lengua y liberación nacional................................................. 157
¿La lengua después? ................................................................ 158
¿La lengua antes?...................................................................... 163

293
294 LINGÜISTICA Y COLONIALISMO
¿Sólo la lengua?........................................................................ 171
¿Sin la lengua?........................................................................... 178
La lengua, partisana del pueblo............................................ 182
Segunda paute
Estudios específicos
Vil. El colonialismo lingüístico en Francia................................ 187
El desempeño de la Revolución Francesa.......................... 192
Del Imperio a la Tercera República..................................... 199
El inicio de los combates y la ley Deixonne...................... 206
VIII. La situación del inglés durante el siglo xiv, según
Ranulph Higden y John de Trevisa......................................215
IX. Los sistemas de numeración en bambara,
diula y m alinke........................................................................ 225
X. Los préstamos tomados por el bambara
del árabe y del francés............................................................ 235
Los préstamos provenientes del árabe.................................236
Los préstamos tomados del francés..................................... 240
Dos tipos de presencia........................................................... 242
XI. El francés en África.................................................................249
¿Qué francofonía?....................................................................251
Alfabetizar, ¿para qué?............................................................ 259
F! argumento cultural............................................................ 264
Calibán o el capital................................................................. 268
Bibliografía........................................................................................... 273
Indice de lenguas, pueblos y países.................................................. 281
índice de nom bres.............................................................................. 285
Esta edición de Lingüistica y colonialismo, de Louis-Jean Calvet,
se terminó de imprimir en el mes de septiembre de 2005
en Nuevo Offset, Vicl 1444, Buenos Aires, Argentina.

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