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A la zaga

¿Qué visión elabora Hobsbawn con respecto a las artes visuales en el periodo de vanguardias?

Hobsbawm habla de que las corrientes de vanguardia durante el s.XX partían de una acertada
suposición fundamental: que las relaciones entre arte y sociedad
habían cambiado y que las viejas formas de mirar el mundo eran inadecuadas (había que hallar
nuevas). Sin embargo sus proyectos no alcanzaron ese objetivo ni
hubieran podido jamás. Lo establece como un fracaso doble: Primero , un fracaso de
modernidad que sostenía que el arte contemporáneo debía ser “una expresión
de los tiempos” (“cada época necesita su arte”). La libertad de los artistas para hacer lo que
quisieran y no necesariamente lo que querían los demás era tan crucial
para la vanguardia como su modernidad. Esta necesidad de modernidad afectó a todas las artes
por igual y cada una debía ser diferente a la que la predecía,
asumiendo la falsa analogía de la ciencia y la tecnología. Desde ya no había consenso sobre lo
que significaba “expresión de los tiempos” ni de cómo expresarlos
(variaban de corriente en corriente). En resumen, las numerosas formas de expresar la
modernidadmáquina no tenían nada en común más allá de la palabra
“máquina” y la preferencia por las líneas rectas que por las curvas. No había una lógica que
condicionase las nuevas formas de expresión y por ello pudieron
coexistir diversas escuelas efímeras en donde los propios artistas cambiaban de una a la otra. La
‘modernidad’ reside en los tiempos cambiantes y no en las artes
que intentan expresarlos. Segundo , fue un fracaso más grave: la limitación técnica de la pintura
(el mismo desde el renacimiento) para “expresar los tiempos” y
competir con nuevas formas. La historia de las vanguardias visuales del s.XX es la lucha contra la
obsolencia tecnológica.
Pintura y escultura perdieron terreno en otro aspecto: eran los componentes menos
importantes de los grandes espectáculos múltiples o colectivos, llenos de
movimiento, cada vez más representativos de la experiencia cultural del s.XX. Nadie era más
consciente de esto que las propias vanguardias que ya buscaban
desde el Art Nouveau y el Futurismo derribar las barreras entre color, sonido, forma y palabra
(buscaban la unificación de las artes). Las imágenes estáticas
pasaban a segundo plano. El impacto de la pintura del s.XX en el cine es limitado: algo de
expresionismo en Weimar o las pinturas de Hopper en los diseñadores
de decorados.
Cualquier estudio sobre pintura o escultura del s.XX debe partir de que despiertan un interés
minoritario. Cada una tiene un problema distinto: La demanda de
cuadros procede del consumo privado, mientras que las pinturas públicas sólo han tenido en
nuestro siglo una importancia ocasional. Eso ha restringido el mercado
para las obras de arte visual. Sin embargo, dado que la población aumentaba y la gente era cada
vez más rica no existía a priori ninguna razón para que ese
mercado se contrajera.
Las artes visuales han sido conscientes de y sufrido las consecuencias de su obsolencia
tecnológica. Especialmente la pintura no ha sido capaz de adecuarse a “la
época de la reproductibilidad técnica”. Han perdido la competencia contra la cámara fotográfica.
El s.XX pertenece a la fotografía, no a la pintura.
Sin embargo no se puede ocultar dos cosas:
Primero, los nuevos lenguajes empobrecidos de la pintura “comunicaban” mucho menos que los
viejos, haciendo imposible “expresar los tiempos” (¡necesitaban
subtítulos!). Segundo, el nuevo siglo podía hallar una expresión mucho más eficaz a través de sus
nuevos medios. Cualquier cosa que quisiera hacer la vanguardia
era imposible o se podía hacer mejor por otro medio. De ahí que las reivindicaciones
revolucionarias fuesen sólo metafóricas.
La verdadera revolución en el arte del s.XX no la llevaron adelante las vanguardias sino que se
dio fuera del “arte”, la combinación de la tecnología y el mercado de
masas: la democratización del consumo estético. En primer lugar fue obra del cine: Guernica es
como obra de arte más impresionante que “lo que el viento se
llevó”, pero desde el punto de vista técnico ésta última es más revolucionaria. Por eso los dibujos
de Disney fueron más revolucionarios que el óleo y transmitieron
mejor un mensaje. Los anuncios y películas de creativos y técnicos empaparon la vida diaria de
experiencia estética y acostumbraron a las masas a las
innovaciones de la percepción visual. Una cámara sobre rails puede comunicar la sensación de
velocidad mejor que un lienzo futurista. Fueron aceptadas por las
masas porque tenían algo que comunicarles. Sólo en el arte de vanguardia el medio fue el
mensaje. En la vida real, el medio experimentó una revolución en favor
del mensaje.
Las vanguardias no quisieron reconocer esto hasta el triunfo de la sociedad de consumo
moderna y, al admitirlo, se quedaron sin justificación (arte pop). A las
escuelas vanguardistas que aparecieron en los 60 (pop art) no les preocupaba la revolución del
arte sino declararlo en bancarrota. El arte nuevo era una vez más
inseparable de la construcción de una sociedad nueva. Su impulso era tanto social como
estético. De aquí la importancia de la construcción la palabra alemana que
dio nombre a la Bauhaus para este proyecto. En 1920 los proyectos para cambiar la vida de la
gente vinieron a ser una combinación de planificación pública y
utopía tecnológica, un matrimonio entre Henry Ford y los ayuntamientos socialistas. Ninguno de
ellos daba prioridad a los gustos personales: casas, ciudades y
automóviles se concibieron como productos de la lógica universal de la producción industrial.

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