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CONSEJERO BÍBLICO

¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?


Jaime Mirón

Surgió un conflicto en la congregación donde yo era uno de los ancianos. La dificultad radicaba en una seria diferencia
de filosofía de ministerio no muy diferente del ejemplo que cuenta Samuel Libert en su artículo de la página . Pero lo
que causó la desunión no fue el problema en sí --que se habría podido resolver buscando a Dios en oración, en su
Palabra y con un franco diálogo entre las partes-- sino las personas ofendidas, los chismes, las malas actitudes y la
resultante amargura. El conflicto se convirtió en guerra.

En este número de la revista donde tratamos el tema de la solución a los conflictos en la iglesia conviene hacer una
pregunta: ¿De dónde vienen las guerras y las peleas entre nosotros? Existe un pasaje singular e inconfundible que deja
al descubierto el motivo por el que nacen peleas entre nosotros: «¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en
vuestros miembros?» (Stg. 4:1). Aunque siempre es fundamental una resolución satisfactoria del conflicto, Santiago
indica que la actitud durante la contienda tiene tanto valor como los pasos para solucionarla.
Veamos primero lo que NO dice Santiago: No premia a la persona que «tiene razón». Generalmente el que cree estar
en lo correcto tiene peores actitudes que quien aparentemente está equivocado. En segundo lugar, aunque sin lugar a
dudas las guerras entre los santos dan lugar a Satanás (2 Co. 2:11), es notable que el escritor no le echa la culpa al
diablo sino insiste que las peleas emergen de los deseos pecaminosos.

Según Santiago la fuente principal de las peleas radica en «vuestras pasiones». En el griego original ?pasión? es
hedone de donde previene la palabra hedonismo, la perspectiva por la cual el fin supremo de la vida es el placer. Las
peleas entonces se originan en algo que yo quiero apasionadamente.
Hallamos un excelente comentario sobre la palabra pasión en Santiago 3:14-16 de donde se explica por qué estoy
involucrado en la pelea. La pasión nace en mi interior, y Santiago la llama celos amargos. Tener celo por algo es
bueno, pero celos amargos son celos mal nacidos y están mal dirigidos. Es tener celo de lo que yo quiero. No siempre
lo que deseo es malo, bien puede ser algo bueno. Juan Calvino decía que el mal no está en desear algo sino en
codiciarlo, en estar dispuesto a pelear con mis hermanos para conseguir lo que quiero.

El conflicto no tiene que convertirse en una guerra (fría o caliente) como bien explica Jay Adams en su artículo
?Opiniones distintas?. Sin embargo, demasiadas diferencias en el seno de la iglesia?motivadas por fuertes deseos
personales? terminan en sentimientos heridos, palabras fuertes, chismes, autoprotección, autocompasión, temor,
mientras unos huyen del conflicto o apaciguan a los involucrados para no terminar heridos, otros piden perdón por
cosas no cometidas, otros buscan aliados, y el resultado final es «perturbación y toda obra perversa» (3:16).
Escuchamos recientemente de un pastor y su esposa que se peleaban todos los domingos por la tarde. Después de
tomar un compromiso ante Dios de que solucionarían esas riñas, se dieron cuenta de que Santiago tiene razón. Los
dos deseaban algo y cada uno estaba dispuesto a luchar para conseguirlo. Pastor de una iglesia pequeña, él era el
típico hombre orquesta. Cansado de visitar, aconsejar y predicar toda la semana, los domingos por la tarde deseaba
descansar frente al televisor. Por otro lado, su esposa, que no veía a su marido durante la semana, los domingos
después del culto deseaba pasar tiempo con él. Los dos estaban dispuestos a pelear para lograr sus deseos: ella
intimidad y él paz y tranquilidad.

Según Santiago, para resolver los conflictos sin que se conviertan en pleitos y guerras es necesario recordar:

1) Una guerra siempre revela algo acerca de mi propio corazón, revela que tengo malos deseos que luchan in mi
interior (Stg. 4:1). Cuando el problema comienza a subir de tono es necesario preguntarse qué está revelando sobre mi
corazón y sobre mi relación con Jesús. Como dice el viejo refrán: «se necesitan dos para bailar». Conviene preguntar
¿por qué estoy en el baile?
2) La sabiduría de Dios es: «primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y buenos
frutos, sin incertidumbre ni hipocresía» (Stg. 4: 17).
3) En un conflicto Dios desea controlar nuestro ser «El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela
celosamente» (Stg. 4:5).
4) Dios da la gracia para solucionar los enfrentamientos: «Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los
soberbios y da gracia a los humildes» (4:6).

Dejo a los lectores con una promesa: «El fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz» (3:18).

Dr. Jaime Mirón es el Editor de Apuntes Pastorales y Vicepresidente de la Asociación Evangelística Luis Palau.
© 1999 por Asociación Evangelística Luis Palau...
EL CONSEJERO BÍBLICO
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¿Quién tenía la razón, Pablo o Bernabé?


por Teodoro Campos

Después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado
la palabra del Señor, para ver cómo están. Y Bernabé quería que llevasen consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos;
pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde Panfilia, y no había ido con ellos a la obra. Y
hubo tal desacuerdo entre ellos, que se separaron el uno del otro; Bernabé, tomando a Marcos, navegó a Chipre, y Pablo,
escogiendo a Silas, salió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor, y pasó por Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias
(Hch. 15:36-41).

Imaginemos ir al teatro a escuchar una de las hermosas sinfonías de Tchaikowsky y que cuando ésta comienza, repentinamente se
escuche un sonido abrumador, como que alguien golpeara el teclado de un piano con los puños. El director de orquesta y la
audiencia están horrorizados y vemos que el timbalero se ha movido hacia el piano y comienza a golpear ferozmente el teclado con
sus mazos por sobre los hombros del pianista. Esto es lo que está produciendo ese sonido; mientras el director trata de llama rle la
atención haciendo ademanes más dramáticos pero nada cambia, el golpeteo continúa y los demás músicos uno a uno van cesando
hasta dejar de tocar. La audiencia está confundida, en completo silencio mientras el golpeteo continúa, pero ahora el pianista se ha
movido hacia el timbal, a los tambores grandes, y está haciendo como que tocara el piano pero sin emitir sonido alguno, y tanto el
timbalero como el pianista se miran uno a otro con furor y desafío.

¿Qué pensaríamos si esto sucediera, además de querer que se nos reintegre nuestro dinero?

De la misma manera en el pasaje de Hechos vemos por un momento quebrantada la maravillosa armonía de la gracia de Dios
provista por el Espíritu Santo. En el versículo 36 Pablo expresa su intención de volver a visitar todas las ciudades donde él y
Bernabé habían predicado a fin de averiguar cómo están los creyentes. Durante su primera visita a Panfilia y Antioquía en Asia
Menor ellos fueron echados de la ciudad por los judíos y los gentiles. Luego en Iconio, los judíos intentaron apedrearlos por predicar
la Palabra del Señor y los ahuyentaron de la ciudad. Más al norte en Listra apedrearon a Pablo y lo arrastraron de la ciudad
pensando que estaba muerto. Luego de haber llegado a la cúspide de este viaje regresaron por casi todas las mismas ciudades y
Pablo alentaba a los nuevos discípulos en cada una de ellas, diciéndoles: «Es necesario que a través de muchas tribulaciones
entremos en el reino de Dios» (Hch. 14:22). Cuando Pablo le sugirió a Bernabé visitar a los hermanos por segunda vez, él sabía que
les esperaba persecución, golpes, depravación y prisión. Necesitaba tener pasión para eso, y la tenía. Bernabé tenía la misma
pasión pero tenía además otra pasión; llevar a Juan Marcos con ellos (v. 37).

El verdadero nombre de Bernabé era José, pero luego de su conversión, en la época de Pentecostés, los discípulos le pusieron por
sobrenombre Bernabé, o sea, «Hijo de consolación» (Hch. 4:37). Los muchachos generalmente se ponen apodos unos a otros de
acuerdo a características de su forma de ser. Las Escrituras dicen que Bernabé era un buen hombre, lleno del Espíritu Santo y fe
(Hch. 11:24). Cuando Pablo se convirtió de manera mas bien dramática, en el camino a Damasco, iba maquinando pensamientos
suicidas contra la gente y el Señor literalmente lo arrojó del caballo y cambió rotundamente su vida. Luego Pablo comenzó a buscar
a otros cristianos a fin de gozar de comunión con ellos. Además deseaba involucrarse con los discípulos, pero éstos no querían tener
nada que ver con él porque pensaban que los perseguiría a ellos también. Pero Bernabé lo prendió y lo llevó a los discípulos (Hch.
9:26?27). Junto con Pablo habló contra los judíos en la ciudad de Antioquía y soportó la oposición (Hch. 14:19?20). Esto demuestra
que Bernabé era valiente y audaz, formidable en sí mismo cuando acompañó a Pablo.

Entra en escena Juan Marcos primo de Bernabé; joven e inexperto. Era obvio que no se podía confiar mucho en él ya que Pablo y
Bernabé le habían llevado en su primer viaje misionero y al finalizar su primera escala en la isla de Chipre al ver que las c osas se
ponían difíciles, se apartó de ellos y volvió a Jerusalén.Marcos era como muchos, lo vemos en Hechos por aquí y por allá pero nunca
involucrado seriamente en nada, aunque siempre está presente. Pablo, visionario con una energía casi inagotable, misionero,
evangelista, maestro siempre caminando hacia la meta. Bernabé tenía corazón para animar, consolar y edificar; juntándolos a los
dos obtenemos una fuerza irresistible. A Marcos le faltaba todo eso.

Bernabé continuaba insistiendo que llevara a Marcos y Pablo continuaba resistiéndose; podemos sentir el conflicto: a . no le parecía
bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde Panfilia. Para Pablo eso fue más de una ausencia o recreo era una
deserción, una apostasía. En Hechos 13:13 Lucas señala que Marcos los abandonó, pero aquí se lo denomina deserción; para
Pablo era algo grave, los dejó colgando. El desacuerdo sobre Marcos era tan severo se separaron. La palabra en el griego original
ha llegado al español intacto: paroxismo. Paroxismo significa exaltación extrema de las pasiones. Pablo y Bernabé sufrieron un
paroxismo. Imaginemos que fue algo así: «Tu nunca aprendes Bernabé, tan ciego estás que no puedes ver que este joven, nos
abandonará de nuevo. Este muchacho no encaja con la tarea, y sabes muy bien que tengo razón pero estás tan obstinado y porque
él es tu primo que no quieres admitirlo».Bernabé respondería: «Pablo, es extraño que no te quejaste sobre mi obstinación cuando te
encontré solo, te saqué y te traje con los discípulos, eso te convenía, ¿Y ahora qué? ¿Hasta cuándo vas a guardar rencor contra él,
señor soy lo que soy por la gracia de Dios?»
¿Le sorprende a usted que dos siervos del Señor hayan tenido una riña tan fuerte? ¿Alguna vez le ocurrió algo así? ¿Quién tenía la
razón y quién no la tenía, Pablo o Bernabé? ¿Podemos culpar a Bernabé de querer darle otra oportunidad a Marcos, o a Pablo por
no querer correr el riesgo de perder la misión? Tenemos a dos hombres buenos y piadosos, pero en desacuerdo; no discutían por
cosas sencillas como de qué color pintar la guardería de los niños en la iglesia de Antioquía, tampoco era sobre doctrina; hablando
de doctrina ellos unieron esfuerzos contra aquellos que se les oponían alegando que había que circuncidarse para ser salvo.

Es muy probable que lo que produjo este desacuerdo entre Pablo y Bernabé fue lo que tenían en común y no sus diferencias. Es
decir en esta instancia, lo que tenían en común fue la gran falta de entregar sus buenos y piadosos deseos y pasiones al Espíritu
Santo cuyo primer fruto es el amor, y el último el domino propio (Gá. 5:22?23). Los siguientes versículos son notables: «No nos
hagamos vanagloriosas, provocándonos unos a otros?» (26). El mismo Pablo en 1 Co. 13 insiste que el amor no es paroxismo, no se
irrita, no busca lo suyo propio (5). Les faltaba a los dos la humildad que proviene del amor. Otra vez el apóstol afirma: «Con toda
humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en ..... guardar la unidad del Espíritu
en el vínculo de la paz» (Ef. 4:2). A nosotros se nos inculca de ser diligentes en guardar o conservar esa unidad porque no se
mantiene por sí sola. Pablo y Bernabé en esta ocasión se entregaron a sus pasiones en vez de rendirlas y mantener la unidad del
Espíritu en el vínculo de la paz.

El apóstol hace oír su voz de nuevo: «Así que, si Cristo les a dado el poder de animar, si el amor los impulsa a consolar a otros, si
todos participan del mismo Espíritu, si tienen un corazón compasivo, lléneme de alegría viviendo todos en armonía, unidos por un
mismo amor, por un mismo espíritu y por un mismo propósito. No hagan nada por rivalidad o por orgullo sino con humildad cada uno
considere a los demás como mejores que él mismo» (Fil. 2:1?3 VP).

¿Cuál fue el resultado de este paroxismo o altercado? A pesar de todo el ministerio siguió en pie; Bernabé, tomando a Marcos,
navegó a Chipre, y Pablo, escogiendo a Silas, salió a Siria y Cilicia (Hch. 15:40). Sin embargo a mí me parece lo más enfático es el
triunfo de la gracia de Dios a pesar del conflicto y la separación. El triunfo del reino de Dios no depende de cuán bueno hemos
estado. Algunos comentaristas dan halagos a Pablo y a Bernabé sosteniendo que por lo menos no permitieron que los efectos de
este rencor se expandieran a la iglesia. Sin embargo cuando existe esta clase de disputa no creo que nadie merece ningún
reconocimiento. Es por la pura y soberana gracia de Dios no hubo divisiones permanentes en la iglesia de Antioquía. También es por
la gracia de Dios que cada uno continuaba su ministerio después del paroxismo. Tanto Pablo como Bernabé fueron usados de
acuerdo a sus pasiones, Bernabé con Marcos fueron al sur y Pablo con Silas al norte. Esto fue lo último que sabemos oficialme nte
sobre Bernabé; su tarea con Marcos dio resultados porque más tarde Marcos llegó a ser, según Pablo mismo, un siervo útil, hasta le
ministró a Pablo durante su larga encarcelación (2 Ti. 4:11). Marcos también trabajó con Timoteo en la iglesia de Efeso y ayudó a
Pedro en su ministerio. Pedro lo llamaba «mi hijo» (1 P. 5:13).

¿Hubo consecuencias de este altercado? ¿De qué manera le afectó a Pablo este paroxismo y la división? Tan pronto como Pablo
eligió a Silas y partieron, lo primero que hizo al llegar a Listra fue elegir al joven discípulo Timoteo, para tomar el lugar de Marcos.
Pareciera que la soberana gracia de Dios cubrió multitud de pecados. Sin embargo, permítame ... proponer que siempre hay
consecuencias cuando la unidad de los creyentes se quiebre. Usted dirá: «¡No es para tanto!».

¡Es para tanto! Jesús oró: «Que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para
que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo
en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste» (Jn. 17:21-23).

Como Pablo y Bernabé, a veces estamos tan ocupados en cumplir con nuestros deseos y pasiones cristianos que no nos preocupa
la unidad; pocas veces somos diligentes en preservarla y como cristianos terminamos con un fuerte altercado. Veamos algunos
principios que pueden ser de ayuda la próxima vez que se aproxima un paroxismo:

Primero, las disputas generalmente son resultado de la soberbia y no de la pasión espiritual. Piense en la última vez que se enfadó
con otro creyente, usted estaba apasionado con lo que creía: «Sólo tengo que decir lo que yo tengo que decir porque tengo razón».
No son las diferencias las causantes de los conflictos sino lo que tenemos en común: la falta de humildad ante el Señor y el creernos
superiores a los demás.

Segundo, cuando no nos sometemos a la unidad del Espíritu, nuestra mayor fortaleza se convierte en nuestra mayor debilidad.
Pablo era una persona lógica con una menta clara y muy definida. En el libro de Romanos vemos la forma en que expone su lógica
sobre las grandes doctrinas de la justificación por gracia por medio de la fe. ¡Qué habilidad! Sin embargo una habilidad no sujeta al
Espíritu Santo se convierte en arma de la carne. Cuando Pablo discutía con Bernabé, exponía sus razones sin pensar en la
unidad.Bernabé hizo lo mismo pero de una óptica muy diferente; quería llevar a Marcos y punto. No deseaba ser molestado con
razonamientos.

Tercero, cuando haya conflictos nuestro objetivo debe ser el amor vestido de humildad. Nuestro modelo es Cristo. «Haya, pues, en
vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a
que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres» (Fil. 2:5-7).
Cuarto, durante una disputa mientras comenzamos a ver que las cosas se acaloran, consideremos nuestras debilidades como
persona y no la supremacía de nuestra posición o argumento. El poder de nuestra posición no es lo que nos va a meter en
problemas sino la debilidad de nuestra persona. Pablo podía decirle a los corintios que siempre cuestionaban su autoridad de
apóstol y su derecho de decirles lo que debían hacer: «Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto,
de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo
me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy
fuerte» (2 Co. 12: 9-10).

Quinto, la próxima vez que esté involucrado en un altercado con otro creyente, pregunte a Dios qué pecado o pecados nos está
queriendo revelar. Cada disputa revela algo acerca de nuestro corazón y condición espiritual. La gracia de Dios trabaja tanto en la
tormenta como en la calma; a veces pensamos que Dios no obra en situaciones en que sus hijos no se portan como debieran, y no
es así. El mismo Pablo advierte: «Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que
conforme a su propósito son llamados» (Ro. 8:28). Es más fácil ver la obra del Señor cuando las cosas van bien, como por ejemplo
la unidad que se ve en los primeros 14 capítulos de Hechos. Pero ¿qué de una disputa? Es durante los tiempos difíciles, algunas
veces impuestos por nosotros mismos, cuando Dios nos revela nuestros pecados de manera suave y paciente. No nos gusta admitir
que quizá que yo mismo sea parte del problema sino exponer la supremacía de nuestro punto de vista.

El Salmo 133:1 explica: «¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! Es como el buen óleo
sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras; como el rocío de
Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna».

Entonces, ¿quién tenía la razón y quién no la tenía, Pablo o Bernabé? Los dos, cuando uno analiza sus posiciones. Ninguno de los
dos, cuando uno analiza las actitudes.

Teodoro Campos es un estudiante por excelencia del libro de Romanos, ministro ordenado y anciano en su iglesia en el estado de
Oregon en EE.UU.
EL CONSEJERO BÍBLICO
Conflictos en la iglesia
Samuel 0. Libert
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En una magnífica iglesia latinoamericana, se produjo un grave conflicto. Parecía imposible que en una iglesia tan buena
ocurriese una crisis tan seria. La congregación era numerosa y crecía visiblemente, el pastor era un siervo consagrado,
fiel a la Biblia, notable predicador y escritor. Todos los cultos eran una inspiración. Pero un día llegó el tornado.

Claro, las iglesias no tienen servicios meteorológicos para predecir el mal tiempo. Y los vientos tempestuosos
comenzaron a soplar sin previo aviso, cuando nadie los esperaba. ¿Qué había ocurrido? El pastor con muchos años de
ministerio, había decidido jubilarse. Y la iglesia había invitado a un pastor más joven. No era un pastor demasiado
joven, porque ya tenía unos cuantos años de experiencia. Pero, de todos modos, pertenecía a una nueva generación,
con otros puntos de vista. Obviamente, su manera de ver las cosas se diferenciaba de los criterios de su antecesor. Su
lealtad a la sana doctrina era indiscutible, pero su estrategia era distinta. Sin duda, la experiencia y la sabiduría del
pastor anterior tenían mucho valor. Pero, por otra parte, las ideas del pastor nuevo merecían ser consideradas.

Entonces surgió el conflicto. Un grupo de miembros se solidarizó con las buenas tradiciones que encarnaba el pastor
mayor. Otro grupo se identificó con las sanas inquietudes del pastor más joven. Y estalló la crisis. La congregación,
hasta entonces sólidamente unida, se dividió. Las fricciones se multiplicaron y causaron heridas en familias y
enfrentamientos entre amigos. Finalmente, el grupo fiel al pastor anterior se separó de la congregación y constituyó otra
iglesia. Notemos que ambos grupos querían hacer las cosas bien. Ambos grupos creían en sus propias razones. Pero
no supieron cómo resolver el problema, y el Diablo aprovechó para sembrar sentimientos hostiles y dolorosas
enemistades.

Esta es una recopilación de hechos ocurridos, en diferentes tipos de iglesias y que guardan semejanza con muchos
casos similares en todo el mundo.

Es de esperar que ocurran conflictos en el seno de una buena iglesia, igual que en una iglesia que no sea tan buena.
No quiero decir que «es deseable», sino que «es de esperar», pues la naturaleza humana suele estar predispuesta a
crear conflictos. Por ejemplo, los discípulos de Jesús solían tener conflictos entre sí. En Mr. 9:33-34 leemos que Jesús
«llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? Mas ellos
callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor». En Hch. 15:36-41encontramos
la historia del conflicto entre Pablo y Bernabé a causa de Marcos, porque Bernabé quería llevarlo y Pablo lo rechazaba.
En Gá. 2:11-14 se relata otro conflicto entre Pablo y Pedro. En 1 Co. 1:10-17 se mencionan los conflictos internos en la
iglesia de Corinto entre supuestos seguidores de Pablo, Apolos, Cefas y Cristo. Es decir, según se observa, en el NT
los conflictos se describen con frecuencia.

Sé del caso de una iglesia que atravesó un serio problema cuando el Ministro de Música separó del coro a un hermano
que cantaba mal. Pese a su buena voluntad, era un cantante desafinado, de voz fuerte, que malograba cualquier
interpretación de un himno. Evidentemente, el canto no era su don. Pero él no quiso aceptar la decisión del Ministro de
Música y, con toda su familia, produjo un gran disturbio en la iglesia. También sé de otro caso donde los miembros
tuvieron serias desavenencias en cuanto al color con que debían pintarse las paredes del templo.
Sin embargo, todas estas cosas, aunque indeseables, ocurren en las iglesias. Son «casi normales». En vez de
rasgarnos las vestiduras, sería mejor ver cómo evitar o cómo solucionar esta clase de trastornos.

Quitando las raíces viejas de amargura

En Hb.12:14-16 hay una excelente recomendación bíblica. «Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie
verá al Señor. Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura,
os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por
una sola comida vendió su primogenitura». Este pasaje contiene una adecuada fórmula para prevenir o para remediar
los conflictos en la iglesia.

«Seguid la paz con todos, y la santidad» es una exhortación a evitar los enfrentamientos. Los hebreos estaban siempre
predispuestos a discutir con los inconversos o los más débiles en la fe, sin entender el propósito de Dios. En vez de
seguir la paz, hacían la guerra. Habían practicado la polémica habitualmente, como lo hacían cuando Pablo visitaba las
sinagogas, y después de convertirse conservaban el hábito. Por eso el autor de la epístola los exhorta a seguir (en
griego, dioko palabra que se usa para describir la acción de «correr rápidamente en pos de alguien») la ... es decir, a
buscar la paz con los demás en forma urgente, y avanzar en la santificación sin dar lugar a las disensiones. La gente de
nuestras iglesias debe ser enseñada a buscar la paz de la manera que aquí se exhorta: ¡con diligencia, con urgencia!

«Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios, que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y
por ella muchos sean contaminados». Esta expresión confirma lo ya escrito en Dt. 29:18: «no sea que haya en medio
de vosotros raíz que produzca hiel y ajenjo». Estos pasajes pueden compararse con la exhortación de Pablo en Fil.
2:12: «ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor». Debemos permanecer en constante estado de alerta,
observando atentamente si los efectos de la gracia se manifiestan realmente en nosotros. En uno de los manuscritos de
la versión de los LXX se dice: «una raíz de amargura que cause disturbio». La raíz de amargura implica, a la luz de
Deuteronomio, claudicación en la fidelidad a Dios, alejamiento, abandono de la fe. Esto suele producirse como
consecuencia de enfrentamientos personales. Hay cristianos que se apartan del Señor a causa de serios conflictos en
la iglesia. Esa actitud es contagiosa, y «por ella muchos son contaminados».

Hay viejas raíces de amargura que estorban durante muchos años. Conocí el caso de dos matrimonios que habían
pertenecido a la misma iglesia y, debido al resentimiento causado por una diferencia de opiniones, estuvieron
enemistados durante más de treinta años. La muerte les llegó sin que se hubieran reconciliado. Se habían disgustado
por razones triviales pero siempre rechazaron todo intento de mediación. Vivían a poca distancia el uno del otro, pero a
medida que pasaba el tiempo la raíz adquiría mayor profundidad y había miembros de su congregación que se
inclinaban a apoyar a una u otra posición. Los principales protagonistas no podían perdonarse entre sí. No se
saludaban. Las familias enfrentadas decidieron congregarse en distintas iglesias, donde fueron continuamente
exhortadas, amonestadas o reprendidas, sin resultado alguno. Tenían en sus casas hermosos cuadros con pasajes
bíblicos, pero las raíces del rencor habían penetrado profundamente en sus vidas, y con su conducta habían
escandalizado a mucha gente. Excepto uno, todos sus hijos se apartaron del Señor.

Analizando ese conflicto podemos pensar en qué cosas podrían haberse hecho de parte de la iglesia para prevenirlo o
solucionarlo: 1) Es necesario ..la conducta a seguir en casos de conflicto sea frecuentemente enseñada a la
congregación, de modo que los miembros aprendan como comportarse antes que los problemas ocurran. Por ejemplo,
el camino indicado por Jesús en Mt. 18:15-22 debiera ser repetidamente estudiado. Creo que aquellas familias
omitieron ese paso por ignorancia o porque el énfasis en la iniciativa conciliadora no fue desarrollado con la
indispensable claridad o con la adecuada frecuencia; 2) La intervención de los pastores o consejeros debe ser
inmediata, tan pronto se toma conocimiento del estallido del conflicto, para evitar -por ejemplo- que un incidente
anecdótico se transforme en un doloroso drama, como ocurrió en el caso que hemos comentado; 3) La iglesia debe
orar intensamente por las familias o por las personas enfrentadas, procurando no tomar partido ni asumir actitudes que
conduzcan a divisiones en el seno de la congregación; 4) Es preciso recordar en todos los casos que, según 1 Co. 13,
los conflictos se resuelven con amor. La solución pertenece al Espíritu Santo, y su fruto provee todo lo que hace falta
(Gá. 5:22-23). Sólo así pueden quitarse las raíces viejas de amargura.

En algunos casos, excepcionalmente, es necesario que la iglesia adopte algún tipo de medida disciplinaria. Pero esto
no conviene hacerlo si la disciplina en general no ha sido antes un tema habitual de predicación y estudio en la
congregación, para que la disciplina sea bien interpretada y correctamente ejercida, a la luz de la Biblia. Las medidas
disciplinarias también deben ser aplicadas con amor, procurando restaurar a los caídos (Gá. 6:1).

Cómo se maneja una típica lucha de poderes

Generalmente, una típica lucha de poderes es una lucha entre líderes o una lucha entre aspirantes a líderes. Estas
luchas suelen producirse por diversos motivos y en distintos niveles:

1) Puede ser una lucha inocente, expresión de un deseo ingenuo: Es la infantil lucha de los niños que desean ser
presidentes o secretarios de su clase en la escuela dominical, sin la intención de ejercer autoridad. Los maestros deben
evitar que en ellos se desarrolle un orgullo perjudicial o cualquier actitud que pudiera afectar el desarrollo de su
personalidad. Si el niño aprende a ocupar su cargo con humildad, difícilmente participará en luchas de poderes cuando
sea mayor.
2) Puede ser una lucha muy humana pero con buenas intenciones: En las áreas rurales y en iglesias pequeñas (sin
excluir algunas iglesias grandes), hay buenos hermanos, muy amigos entre sí, pugnan cordialmente procurando ser
elegidos para algún cargo que ellos creen que pueden cumplir con eficacia. Luchan lealmente en una dimensión
humana, pero tienen buenas intenciones y no están enemistados entre sí. Desean servir a la iglesia y, en algunos
casos, no siempre han consultado debidamente al Señor. Cuando uno de ellos resulta elegido, el otro lo felicita de todo
corazón. Si alguien imaginaba que había un conflicto, esa idea se diluye por sí misma. Con algunas diferencias, algo
más o menos parecido pudo pasar cuando la iglesia primitiva tuvo que elegir entre José y Matías, ambos muy
respetados por la congregación de Jerusalén, para reemplazar a Judas Iscariote (Hch. 1:23-26). Es evidente que no
hubo batalla electoral ni estuvieron en juego las ambiciones personales. Notemos que en este caso sí se pidió en
oración que el Señor mostrase a quién Él había elegido. Es decir, en ese caso no hubo luchas humanas, pero sí hubo
buena intención y búsqueda de la voluntad de Dios.
3) Puede ser una lucha entre líderes que quieren imponer su propio criterio: Este es un caso relativamente común en la
Biblia, y hay varios ejemplos en el NT. Uno de los episodios más conocidos es el enfrentamiento entre Pablo y Bernabé
(Hch. 15:36-41). Ambos eran líderes prominentes en la iglesia de Antioquía (Hch. 13:1) y el Espíritu Santo los había
llamado a la obra misionera (13:2). En el primer viaje misionero llevaron con ellos a Marcos, sobrino de Bernabé, pero
el joven Marcos los abandonó en Perge de Panfilia y regresó a Jerusalén (13:13), donde vivía su familia (ver 12:12).
Debido a esa actitud, Pablo no quiso que Marcos los acompañase en el segundo viaje misionero. Bernabé pensaba lo
contrario. Evidentemente, Pablo y Bernabé eran obstinados y en esta lucha su ejemplo no fue muy edificante. Eran
líderes fuertes. La iglesia fue discreta y actuó con madurez, sin declararse a favor de uno o de otro. ¡Y Dios se encargó
de solucionar el conflicto formando dos equipos misioneros y enviándolos a dos áreas diferentes! Cuando dos líderes
maduros, honestos, no se ponen de acuerdo entre sí, pueden conservar la amistad y servir en ministerios diferentes.
Según 1 Co. 9:6 (pasaje que fue escrito tiempo después) es evidente que Pablo seguía conservando un vínculo
afectivo con Bernabé, pese a sus ocasionales diferencias de opinión. Con el tiempo también fueron sanadas las heridas
de Marcos. En 2 Ti. 4:11 el apóstol Pablo dice: «Toma a Marcos y tráele contigo, porque me es útil para el ministerio».
(Ver también Col. 4:10-11 y Flm. 24).
El NT también se relatan otros problemas entre líderes. Según Gá. 2:11-14 en Antioquía hubo un conflicto entre Pablo y
Pedro por distintos criterios en cuanto a la actitud a seguir con los gentiles y con los cristianos judaizantes. Sin duda
este conflicto fue superado con buen espíritu, habiendo sido protagonizado por dos apóstoles de la talla de Pedro y
Pablo. El arreglo fue inmediato, aclarando las cosas con toda transparencia. Pedro fue reprendido públicamente,
«delante de todos», por Pablo. Pero el apóstol Pedro calló, y no intentó defenderse con una discusión poco edificante.
Reaccionó con humildad, ¡qué buen ejemplo! Años más tarde Pedro se refirió afectuosamente «a nuestro amado
hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada» (2 P. 3:15-16). Como todos podemos observar, estas
discusiones a nivel apostólico se manejaban con amor, con humildad, con el buen deseo de no hacer daño a ninguna
congregación. Es un excelente modelo para nosotros hoy.
Es natural que entre los líderes haya diferencias de opinión que produzcan conflictos. Tal fue el caso de Pablo y
Bernabé. Un escritor señala que Bernabé tenia «un corazón bondadoso» y Pablo «una mente lógica». Pero eso no
significa que Pablo no fue también bondadoso. Cada uno de ellos tenía su propia manera de pensar y ambos querían
hacer la voluntad de Dios. Ellos descubrieron que no siempre Dios quiere que todos hagan la misma cosa. Muchas
veces Dios quiere que hagamos cosas diferentes (1 Co.12:4-6).
Los problemas serios se presentan cuando dos líderes se enfrentan para imponer su propio criterio creando una típica
lucha de poderes, es decir, utilizando sus influencias humanas o sus recursos carnales. Pienso que ése fue el caso de
Evodia y Síntique (Fil. 4:2-3), dos mujeres que, después de haber servido eficazmente al Señor junto a Pablo,
protagonizaron un delicado conflicto entre ellas. La exhortación a que sean «de un mismo sentir en el Señor» no
implicaba necesariamente que ambas debían trabajar en el mismo tipo de ministerio, sino que ambas debían
regocijarse en el servicio a la causa de Cristo y abandonar sus actitudes de recíproca hostilidad. Aunque los versículos
siguientes se dirigen a toda la iglesia, son de especial aplicación al caso de estas dos mujeres que, evidentemente,
estaban enfrentadas por razones carnales. Por eso es de especial aplicación el versículo 8, sin omitir el resto del
pasaje. Allí encontramos una buena estrategia conciliadora para utilizar en nuestros días.
4) Puede ser una Iucha por el gobierno de una iglesia o de un organismo religioso: Un buen ejemplo es Diótrefes (3 Jn.
9-10), a quien le gustaba «tener el primer lugar entre ellos», es decir, ejercer el gobierno de la iglesia. Según el texto
parece que Diótrefes tenía un cargo en la congregación pero no estaba conforme. Ambicionaba todo el poder. Para ello
interfería la correspondencia, trataba de deteriorar la imagen de Juan («parloteando palabras malignas contra
nosotros», v.10), y se negaba a recibir a los hermanos que, en general, venían de parte del apóstol. A ello sumaba
otras actitudes agresivas: a los miembros de la iglesia les prohibía recibir a esos visitantes, y a los que los recibían los
expulsaba de la congregación. Evidentemente, Diótrefes no lograba que todos le obedecieran, porque allí había
algunos miembros influyentes, como Gayo, que -pese a la prohibición- recibían a los hermanos en sus propias casas.
Esos hermanos eran misioneros que «salieron por amor del nombre de Él» (vs.5-8).
En el mundo helénico era costumbre de los cristianos primitivos cambiar su nombre si tal nombre era abiertamente
pagano y tenía algunas connotaciones idolátricas. Diótrefes no había respetado esa costumbre. Dio se refería al dios
Zeus y trefes (trepho) al verbo alimentar. Por eso Diótrefes significa «alimentado por Zeus». Siendo líder de la iglesia, el
hecho de conservar ese nombre podía indicar que Diótrefes no había roto del todo con el paganismo. Además, su
ambición demostraba que dentro de la iglesia pretendía un poder político, al estilo de los lideres mundanos. Aspiraba a
tener una jerarquía indiscutible, sin la influencia del apóstol Juan y sin la intervención de los molestos misioneros y
predicadores itinerantes que recorrían la región. Su lucha era una «lucha sucia», que entristecía al hermano Gayo (otro
de los lideres) y a gran parte de la iglesia.
¿Qué hizo el apóstol Juan? Pese a su autoridad apostólica, no separó a Diótrefes de su cargo, ni pidió que la iglesia lo
hiciera. El apóstol se limitó a anunciar su visita (vs.10,13,14) e informar que entonces él «recordaría» las palabras
malignas de Diótrefes. Es probable que, siguiendo fielmente las instrucciones de Jesús en Mt. 18:15-22, su intención
haya sido entrevistar personalmente a Diótrefes y buscar una solución al problema. Supongo que ... que su propósito
de conversar «cara a cara» con Gayo (v.14), un cristiano fiel, era -entre otras cosas- el de considerar la situación. Sin
duda, al decir «la paz sea contigo» (v.15), Juan también pensaba en buscar la paz para aquella iglesia, en vez de optar
por una «guerra sin cuartel».
Creo que Juan recordó sus propias ambiciones juveniles, cuando él y su hermano se dirigieron a Jesús y le dijeron:
«Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda» (Mr. 10:37). Los discípulos de
Jesús (todos) no fueron ajenos a la lucha por el poder. «Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos seria
el mayor» (Lc. 22:24), con pretensiones semejantes a las de Diótrefes. Sin duda el apóstol no había olvidado las
palabras del Señor: «El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser
el primero, será siervo de todos» (Mr. 10:43-44). Es muy posible que Juan haya visitado a Diótrefes, para relatarle su
propia experiencia con Jesús. Una conversación personal, guiada por el Espíritu Santo, ahorra muchos conflictos.
5) Puede ser una lucha entre grupos sólo por razones carnales: En 1 Co. 1:11 y 12, la familia de Cloé informó al apóstol
sobre la existencia de conflictos en la iglesia, a causa de la lucha entre grupos de creyentes. «Cada uno de vosotros
dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo». La dura contienda entre estos partidos estaba
causando divisiones en la congregación. Por supuesto, mencionaban nombres de personalidades cristianas: Pablo,
Apolos, Pedro (Cefas), y aun el propio Cristo, invocado por los infaltables «super espirituales» (si hubieran sido
auténticos, el apóstol no los habría reprendido). El lema parecía ser: «soy más santo que tú» (comparar Is. 65:5) como
decían los judíos que iban «por camino no bueno, en pos de sus pensamientos» (65:2). Aparentemente, esos cuatro
grupos de la iglesia de Corinto permanecían obstinadamente en sus propios partidos y eran inflexibles en sus actitudes.
¡Pero todos estaban equivocados! Pablo los reprendió severamente: «¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue Pablo
crucificado por vosotros? ¿0 fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?» (v.13). La primera pregunta no estaba dirigida
únicamente a los «super espirituales» sino a todos en general. Con sus grupos enfrentados entre sí, ellos asumían una
actitud destructiva para la vida espiritual de la congregación. Por ello Pablo no se identificó con ninguno de los cuatro
partidos.
El problema no consiste tan sólo en la diferencia de opiniones, sino en la actitud de creyentes contenciosos y engreídos
que asumen posiciones de supuesta infalibilidad y actúan con peligrosa autosuficiencia y agresiva intolerancia con los
que tienen otro criterio. Buscan o forman grupos que los apoyen, sin clamar a Dios para buscar su dirección ni
someterse al gobierno del Espíritu Santo. Dado que los grupos de Corinto admiraban a hombres sabios, Pablo les dijo:
«Cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues
me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con
debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana
sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los
hombres, sino en el poder de Dios» (1 Co. 2:1-5). Cuando los movimientos religiosos se fundan en la supuesta
sabiduría humana, carecen del verdadero poder de Dios. Para superar las divisiones, el apóstol enfatiza al fin de la
segunda epístola: «Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en
paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros» (2 Co. 13:11).

La fórmula para resolver un conflicto

He leído que «un conflicto en una iglesia saca a relucir lo mejor y lo peor». ¿Qué es lo mejor? La actitud de los
pacificadores. «Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt. 5:9). ¿Qué es lo
peor? La pérdida del dominio propio «Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda»
(Pr. 25:28). Al respecto, Santiago exhorta «mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar,
tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios» (Stg. 1:19-20).

La fórmula para resolver un conflicto es el amor. Según la Palabra de Dios, «el amor es sufrido, es benigno; el amor no
tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no
guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo
soporta» (1 Co. 13:4-7). Ese amor es fruto del Espíritu Santo (Gá. 5:22-23), NO «del cristiano». Si somos cristianos
verdaderos, el Espíritu ..está en nosotros (Ro. 8: 9,14,16). Y si el Espíritu Santo está en nosotros, Él da su fruto. Es
decir, este amor no puede faltar, porque el Espíritu no es estéril.

Ante el riesgo de conflictos en la iglesia, debemos aprender a aceptarnos unos a otros como consecuencia del genuino
amor fraternal. Melanchton, teólogo del siglo dieciséis, decía: «En lo esencial, unidad; en lo no esencial, libertad; en
todas las cosas, caridad». Nosotros leemos «por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió,
para gloria de Dios» (Ro. 15:7). En Ef. 5:21 Pablo dice: «Someteos unos a otros en el temor de Dios». En Ro. 12:10 se
expresa: «En cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros». Y en Fil. 2: 3-4, nos encontramos con esta seria
exhortación: «Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás
como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros».
Todas estas cosas son las maneras como el amor se expresa en la iglesia a través de los verdaderos cristianos, y
resuelve así los conflictos. Cuando obedecemos a la Palabra de Dios, dejamos de pensar en nuestra propia
importancia. Pablo podía decir de sí mismo: «A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue
dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo» (Ef. 3:8). Quien
piensa ser el más pequeño, no pretende ser el mayor; no engendra luchas por el poder. Juan el Bautista, refiriéndose a
Jesús, dijo: «Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe» (Jn. 3:30).

Nunca he olvidado las paradójicas palabras de la oración de un poeta cristiano que leí por primera vez en mi
adolescencia:

Que sea yo, dulce Dueño,


Cada día más pequeño,
Para ser siempre mayor.

Samuel O. Libert, de nacionalidad argentina, evangelista internacional, maestro de Biblia y pastor por más de 30 años.
Actualmente es pastor de una iglesia Bautista en Rosario, Argentina. Autor de varios libros y centenares de artículos y
folletos sobre los más variados temas.
EL CONSEJERO BÍBLICO
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El diálogo: Una manera Bíblica de resolver conflictos en la iglesia


por Moisés Mariscal

El papel crucial del diálogo en el liderazgo cristiano aparece siempre implícito en el Nuevo Testamento cada vez que se
dan instrucciones a la iglesia en relación a temas administrativos, de relaciones interpersonales o de la resolución de
conflictos. Sin embargo, por alguna razón, existe poca literatura con estudios para estimular y orientar el diálogo
cristiano en los asuntos administrativos en la iglesia. Por lo general la literatura orientada hacia el liderazgo cristiano
tiende a concentrarse en dos áreas de estudio: a) estructuras administrativas y b) la persona del líder. Es cierto que
existe una necesidad casi continua de definir formas y requisitos personales del liderazgo cristiano. Sin embargo, estoy
convencido de la necesidad de dar también atención a la búsqueda de formas y principios bíblicos que ayuden a
nuestros líderes a tener éxito en sus esfuerzos por resolver conflictos y lograr acuerdos que avancen y engrandezcan el
reino de Dios en la tierra. El diálogo sano y bíblico es una de dichas formas.

El presente estudio será básicamente el repaso de algunos pasajes del Nuevo Testamento, en los que se encuentra la
necesidad de un diálogo permanente en la iglesia.

Un diálogo sano

Uno de los asuntos más dificultosos en el liderazgo es la forma de seleccionar a quienes representan autoridad y poder
administrativo en la iglesia. Los discípulos del Señor Jesús a su manera enfrentaron ese tipo de problemas según
vemos en Mt. 18 (vea también Mr. 9 y Lc. 9).

La pregunta que causaba malestar entre ellos era: "¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?" (Mt. 18:1). Los
discípulos hicieron esta pregunta pensando naturalmente en un reino de tipo terrenal y objetivo, aunque teocrático en el
sentido de que de alguna manera sería regido por Jesús el Mesías. Quizás recordaban las palabras de Jesús a Pedro
en el cap. 16: "...tú eres Pedro y sobre esta roca edificaré mi iglesia" (v. 18). Luego en el cap. 17 Jesús toma a Pedro,
Jacobo y Juan aparte y se transfigura "delante de ellos" (v.2). En ambos capítulos (16 y 17) habla de su muerte y
resurrección, pero aún no dice cómo estará formado su gobierno. Ellos han estado ya pensando en el asunto por algún
tiempo.

La respuesta del Señor es un pequeño discurso cuyo bosquejo podría resumirse de la siguiente manera:

I. "Cualquiera que se humille como este niño, es el mayor en el reino de los cielos" (Mt. 18:4).

II. "Porque el Hijo .. del hombre ha venido para salvar lo que se había perdido" (v. 11).

III. "Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano"
(v.15).

IV. "De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será
desatado en el cielo" (v.18).

En todo ese discurso se trasluce el diálogo cristiano como único elemento capaz de actuar de "pegamento" al poner
juntas las piezas del pequeño discurso del Señor. El principio de la respuesta a la pregunta ¿quién es el mayor en el
reino de los cielos?, está en los vv. 3 4, pero la conclusión está en los vv. 18 20.

Los discípulos esperan una respuesta objetiva; es decir, nombres y apellidos. Jesús comienza por algo subjetivo y
general antes de llegar a la respuesta objetiva. Si se me permite hacer una paráfrasis resumiendo la respuesta del
Señor, quedará como sigue: "Primero tienen que ser humildes y cándidos como niños. Segundo, tienen que dar
prioridad a mis propósitos en este mundo. Tercero, tienen que dialogar con el hermano si éste peca." Conclusión: "Yo
haré mías, las decisiones de ustedes, siempre y cuando ustedes sean capaces de llegar a acuerdos que reúnan mis
anteriores exigencias".
De manera que el mayor, o los mayores, en el reino de los cielos serán determinados por un diálogo entre los
discípulos. Dicho diálogo tiene que ser transparente y cándido como el de niños ?sin prejuicios ni malicia, en oración y
dependencia del Espíritu Santo. Debe buscar corregir a los que han pecado. Debe tener como última meta la salvación
de los perdidos. Debe ser capaz de conducir a acuerdos (se da por hecho que serían acuerdos bíblicos). Dicho de otra
manera, no todas las decisiones del consejo de la iglesia entran en la santa voluntad de Dios; sólo están en la voluntad
de Dios cuando los líderes entran en el diálogo con actitudes humildes, con el deseo de glorificar el nombre de Jesús y
cuando están enfrentando el problema de pecado en los miembros de la congregación (si ese pecado existiera).
Ese tipo de diálogo, a mi juicio, es neotestamentario y por lo tanto forma parte integral de nuestra eclesiología. Debe
ser la práctica cotidiana al tomar decisiones que afectan el liderazgo y la administración, así como las relaciones
interpersonales dentro del cuerpo de Cristo.

Un diálogo bíblico

Los principios obtenidos a partir de Mateo 18 son aplicados por la .. primitiva, según vemos en Hechos 15. Los
principios dados por el Señor son para ser aplicados en cualquier decisión relacionada a la administración del reino de
Dios en la tierra, no solamente cuando se llama a individuos a ocupar posiciones de privilegio. Al final de su repuesta
Jesús dice: "Todo lo que atéis" y "todo lo que desatéis" (v. 18). Estas expresiones sobrepasan el tema que originó la
pregunta original de los discípulos (v.1), "¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?" Se extiende a todo lo que
queda para decidir en la iglesia, es decir, aquello no especificado en las Escrituras.

Una mirada rápida a Hechos 15 inmediatamente nos da el sabor del diálogo desarrollado en aquel concilio.

En primer lugar, fue un diálogo transparente y candoroso. Cada uno habló con sinceridad y sin ningún tipo de
prejuicios o presiones interpersonales, aun cuando había desacuerdo al principio de la discusión.

En segundo lugar, fue un diálogo que mantenía como asunto prioritario la meta final de "salvar lo que se había
perdido". Los fariseos convertidos opinaban sobre la necesidad de mantener la práctica de la circuncisión y el
cumplimiento de la ley de Moisés como requisitos para la salvación (v. 5). Pedro da testimonio de la manera como Dios
actuó a través de él para que los gentiles oyesen por su boca "la palabra del evangelio y creyesen" (v. 7). Pablo y
Bernabé también hablan de las maravillas que había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles (v. 12). Jacobo se
refiere al hecho de que Dios visitó a los gentiles "para tomar de ellos pueblo para su nombre" (v. 14). No siempre los
asuntos a tratar en la iglesia tienen una relación tan directa con la salvación de los perdidos como en este pasaje, pero
siempre habrá una implicación en el sentido de que ningún acuerdo debe frenar la evangelización.

En tercer lugar, fue un diálogo que buscaba corregir un error: el de los fariseos que habían creído.

Por último, fue un diálogo capaz de conducir a acuerdos bíblicos. En este punto es Jacobo quien dirige el diálogo
hacia las Escrituras. Cita Amos 9:11 12, y a la luz de las Escrituras concluye que para no estorbar la evangelización
entre los judíos se pida a las iglesias que guarden unos cuantos mandamientos de la ley, en el entendimiento de que la
ley como tal no es lo que salva. Si un diálogo se pierde en el terreno de la experiencia cristiana, sin consultar y
obedecer las Escrituras, corre el riesgo de terminar en acuerdos no bíblicos. Dios no puede negarse a sí mismo (2 Ti.
2:13) y no puede hacer suyos acuerdos de ese tipo. Un diálogo bíblico da por resultado un acuerdo igualmente bíblico.
La lógica nos aconsejará ver también en otros pasajes del Nuevo Testamento tales comoHechos 1:15 26 y 13:1 3, la
repetición de todos o parte de los elementos que caracterizan un diálogo cristiano.

Considero que si en las iglesias evangélicas se tomara en cuenta la necesidad de un diálogo con estas características,
el resultado natural sería menos conflictos internos en el cuerpo de Cristo.
EL CONSEJERO BÍBLICO
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La raíz y el manejo de conflictos en la iglesia


por Allan Pacheco Rodríguez

Los conflictos en la iglesia están a la orden del día. Ninguna iglesia escapa a tener que enfrentarlos. En realidad, los
conflictos son parte integral de la experiencia humana y por extensión, de la experiencia de la iglesia. Sin embargo,
existen muchos conflictos que son innecesarios, y como responsables de los destinos de la iglesia del Señor, debemos
tomar las medidas pertinentes para evitarlos o prevenirlos en la medida posible. Jesucristo nunca prometió a sus
discípulos que al seguirlo quedarían exentos de conflictos. Por el contrario él se ocupó de prevenirlos para que cuando
llegara el momento de experimentar el conflicto, no tropezaran sino que tuvieran paz y confianza en él (Jn. 16:1-4, 33).

A la luz del Nuevo Testamento, debemos considerar los conflictos como pruebas. En ese marco es que Pedro exhorta a
sus interlocutores a no sorprenderse del fuego de la prueba como si algo extraño o negativo estuviera aconteciendo (1
P. 4:12). Santiago, por su parte, nos llama a tener como motivo de gran gozo el hecho de hallarnos en diversas
pruebas, pues estas tienen el propósito de llevarnos a ser perfectos y completos sin que nos falte nada (Stg. 1:2-4).

Por tanto, nuestra concepción del tema de los conflictos en la iglesia no debe ser fatalista ni pesimista. El terreno de los
conflictos es un asunto delicado, serio y digno de ser manejado con sumo cuidado por causa de los efectos tan nocivos
que estos pueden producir en la vida de las iglesias. Sin embargo, no por ello tenemos que considerarlos como un
asunto intrínsecamente malo. Es verdad que tienen la potencialidad de llegar a serlo, pero si se manejan adecuada y
correctamente, a la postre se convierten en experiencias positivas para nuestro crecimiento y madurez como hijos de
Dios. Precisamente lo apunta Santiago en el texto citado y también lo hace Pablo cuando afirma que "a los que aman a
Dios, todas las cosas les ayudan a bien" (Ro. 8:28). Por todo esto decimos que: el aspecto crítico del conflicto no es la
existencia de estos en la iglesia, sino el manejo que se les dé a los mismos.

Reconocemos que en medio de los conflictos afloran pasiones carnales y nuestro enemigo pretenderá sacar algún
provecho de los mismos. Sin embargo, no son los conflictos los que generan estas pasiones pecaminosas, sino todo lo
contrario: son aquellas pasiones las que producen los conflictos. Los conflictos son positivos en la medida en que nos
ayuden a descubrir .. . la existencia de las pasiones que los generan.

Podemos definir el conflicto como cualquier circunstancia que produce incomodidad, molestia o aflicción. Dentro de
este marco conceptual reconocemos la existencia de diversos conflictos fundamentales: los personales, los
interpersonales y los grupales o colectivos. Todo conflicto personal tiene la potencialidad de convertirse en un conflicto
interpersonal, y a su vez, todo conflicto interpersonal puede llegar a convertirse en uno colectivo. Lo anterior nos
muestra la interrelación existente entre estos tres tipos de conflictos fundamentales, pues ninguno existe en forma
aislada, sino que de alguna manera interactúan entre sí.

El presente artículo examinará estos conflictos fundamentales viendo cómo atañen directamente a la vida de la iglesia
del Señor. En este punto es necesario hacer una distinción entre un conflicto y una diferencia de opinión o desacuerdo.
Los desacuerdos o diferencias de opinión no son necesariamente conflictos, sino que como su nombre lo dice, son
simples faltas de similitud en las opiniones expresadas. Estos simples desacuerdos tienen también la potencialidad de
llegar a convertirse en grandes conflictos, como sin duda ocurrió en el caso de Pablo y Bernabé (Hch. 15:36-41).

Santiago 3:13-18

La epístola de Santiago está dirigida a los israelitas dispersos en medio del mundo gentil, y su propósito era orientar a
los judíos creyentes de la diáspora a vivir una vida digna y acorde con la fe que habían profesado, pues fe sin obras es
fe muerta (2:26). Para orientarlos a esa vida cristiana, Santiago ve la necesidad de corregir algunos conceptos errados
que imperaban entre ellos.

Dentro de esos conceptos errados estaba el de la sabiduría. En el pensamiento griego que predominaba en el mundo
grecorromano de entonces, el concepto de sabiduría había sido restringido a un saber teórico, al conocimiento, a algo
divorciado del ámbito del comportamiento humano. Pero esta no es la sabiduría real, porque una sabiduría que no
afecta directamente la conducta humana no es la verdadera sabiduría del reino de Dios.
Santiago presenta la sabiduría como base de la correcta conducta cristiana en el ámbito de las relaciones
interpersonales. Esta área es una de los más propensas para la generación de conflictos en la iglesia. El pensamiento
de Santiago es que los conflictos interpersonales en la iglesia son producto de la conducta de los creyentes, y esta
conducta está condicionada ... por el tipo de sabiduría que estos hayan adoptado.

Para llamar a los lectores a reflexionar, hay una pregunta retórica: ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? (3:13).
Sabio es aquel que tiene sabiduría, y posiblemente en la forma de pensar de los lectores sabio era uno que tenía gran
conocimiento. Entendido es uno que es inteligente, que conoce bien, que es sabedor de las cosas. Obviamente la gran
mayoría de los judíos, aun los judíos cristianos, creían que entraban perfectamente en estas categorías de hombres
sabios y entendidos.

Es en este punto donde Santiago presenta una demanda; el que se considera sabio y entendido: Muestre por la buena
conducta sus obras en sabia mansedumbre (3:14). El verbo griego original que aquí se traduce "muestre", está en
tiempo aorista y modo imperativo, lo que según la gramática griega da a entender que la acción de demostrar no había
sido iniciada. Esta demostración de obras que debía ser iniciarse, a su vez debería proceder de una buena conducta.
La preposición que se traduce "por", indica la fuente de procedencia. Esa fuente es la buena conducta o manera de
vivir. La idea del autor es que la buena conducta debía resultar en obras que debían ser mostradas en sabia
mansedumbre. Esta última expresión -sabia mansedumbre- indica la actitud con que esa demostración debía ser
realizada. Literalmente, "mansedumbre de sabiduría", dando a entender que se refiere a la mansedumbre que viene
con la sabiduría. Resumiendo todo, Santiago dice que el que fuera sabio y entendido debía exhibir, como resultado de
la buena conducta, sus obras con la actitud normal de mansedumbre que pertenece a la verdadera sabiduría.
Pero esta no era la realidad que vivían esos creyentes, pues Santiago declara: Pero si tenéis celos amargos y
contención en vuestros corazones... (3:14). Este tipo de oración condicional en griego se usa cuando el autor quiere
expresar una condición que ya existe. Santiago sabía de la existencia de celos y contención en sus interlocutores, y
está denunciando una situación real. Coincide con la enseñanza del Señor Jesús de que las pasiones pecaminosas
nacen y salen de corazón (Mr. 7:21-23).

La expresión "celos amargos" habla de algo que es áspero y que produce heridas y molestias. La palabra contención
indica la existencia de ambición personal, egoísmo y un deseo de buscar lo suyo propio por encima de lo de los demás,
algo que produce rivalidad en el corazón.Dado que estas pasiones existían entre ellos, Santiago los amonesta a no
jactarse mi mentir contra la verdad alegando ser sabios y entendidos. La idea aquí es que al haber estos celos amargos
y ambiciones egoístas, ellos no eran sabios: por lo tanto, no debían de jactarse ni mentir contra la verdad creyendo que
lo eran.

Santiago justifica su denuncia anterior porque la sabiduría que produce los frutos y actitudes que ellos tenían, no era la
sabiduría que proviene de Dios. Él reconoce que podría haber alguna otra clase de sabiduría que produciera esa
conducta, y que tal vez, estos creyentes, que creían ser sabios, en algún sentido lo eran. Sin embargo, esa sabiduría
no es la del reino de Dios. Porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal y diabólica
(3:15). Esta otra sabiduría es calificada por Santiago de tres formas.

Primero es terrenal, que contrasta con la sabiduría que desciende de lo alto, y produce una conducta opuesta a la que
Dios demanda.

En segundo lugar, esta sabiduría es animal. Se traduce en otras ocasiones como natural o sensual, e indica que
esta sabiduría pertenece al terreno de lo natural, en contraposición con la sabiduría que desciende de lo alto que es
espiritual. Es la que conoce el hombre natural, sin Cristo.

En tercer lugar es diabólica, es decir demoníaca. Esta sabiduría es inspirada por demonios y proviene del reino de
las tinieblas en contraposición a la sabiduría inspirada por Dios. Es una sabiduría falsa, basada en la mentira, así como
el Diablo es padre de la mentira (Jn. 8:44). Todo esto concuerda con lo que Pablo califica como doctrinas de demonios
(1 Ti. 4:1).

Aquí encontramos una estrecha relación entre este tema de la sabiduría y la conducta humana con los conflictos en la
iglesia: Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa (3:16). Esta afirmación es
contundente; los celos amargos y la contención en el corazón inevitablemente provocará todo tipo de conflictos.
Cuando haya celos y contenciones en el corazón de los hermanos, se producirán siempre todos estos conflictos.
Perturbación indica un estado de desorden, confusión, tumulto y anarquía. La situación del grupo con estas pasiones
será o por lo menos tenderá a ser inmanejable. La expresión "toda obra perversa" se refiere a toda práctica de palabra
o de hecho que sea perversa, baja, vil, y mala en el sentido de que no sirve para nada y no tiene posibilidad de producir
nada bueno.
Estos celos .. y ambición egoísta (contención) son los que originan todos estos conflictos ?tanto interpersonales como
colectivos? en la iglesia. Es imperioso, en la medida de lo posible, identificar y erradicarlos, para poder crear así un
ambiente tal que estos conflictos innecesarios no tengan cabida.

Una vez que Santiago ha denunciado el problema de la sabiduría natural, la contrasta con la sabiduría que desciende
de lo alto empleando ocho calificativos para definir su esencia. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente
pura....(3:17). La primera de las características es la pureza. El adverbio primeramente indica que esta es la primera en
cuanto a rango y tiempo. Pura significa libre de toda contaminación, casta e inocente. Deriva del término que significa
"santo", lo que refuerza la idea de que esta sabiduría proviene del único y santo Dios. Sobre la base de la pureza se
enumeran las otras siente características de esta sabiduría, ...después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia
y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía (3:17). Cada una de estas características describe una faceta de
cómo se manifiesta la sabiduría.

La primera es pacífica. El término pacífica designa a alguien que busca la paz. Esta sabiduría busca y procura paz
entre los hombres y Dios, y entre los hombres mismos. Es la única sabiduría por medio de la cual el hombre podrá
obtener la paz, por eso Pedro nos recuerda: "Busca la paz y síguela" (1 P. 3:11).

Además, esta sabiduría es amable. El término griego del cual proviene esta palabra significa justo, virtuoso, moderado,
paciente, razonable, y expresa aquella consideración que examina humana y razonablemente los hechos de un asunto.
También es benigna. Este vocablo designa a alguien o algo dispuesto a la obediencia, fácil de persuadir, complaciente
en sus mandatos y designios, dócil y que no busca imponer su voluntad.

La sabiduría de lo alto está llena de misericordia, palabra que expresa la manifestación externa de la compasión y no
solamente buenos deseos. También está repleta de buenos frutos. Estos son parte de la vida cristiana, y el resultado
de esta sabiduría de lo alto, lo cual condiciona nuestra conducta positivamente.

Seguidamente Santiago enuncia dos características más. La expresión sin incertidumbre sólo se usa una vez en el
Nuevo Testamento y parece denotar una actitud decisiva que resulta en una conducta consecuente, sin doblez de
ánimo y confiable en todo sentido. Por último, . esta sabiduría es carente de hipocresía. Es sincera, genuina, real y sin
engaño porque proviene de Dios. Aquí termina el contraste entre los dos tipos de sabiduría.

Santiago concluye su argumento en este pasaje con lo que parece ser un proverbio popular de su tiempo: Y el fruto de
justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz (3:18). La sabiduría de lo alto se distingue por los buenos
frutos que produce, como el Señor Jesús enseñó: "Por sus frutos los conoceréis" (Mt. 7:20). A esto se refiere el escritor
cuando habla aquí del fruto de justicia. Esta expresión ?fruto de justicia? puede significar tanto que la justicia es el fruto,
como que este fruto es producido por la justicia. Cuando dice que el fruto se siembra, el apóstol quiere decir que ese
fruto es producto de una siembra, siendo la justicia tanto la semilla que se siembra como el fruto que se recoge, pues
"todo lo que el hombre sembrare, eso también segará" (Gá. 6:7).

Está justicia no puede ser sembrada donde haya celos ni ambición egoísta o rivalidades, ni donde exista anarquía,
desorden e hipocresía. La única forma de actuar con justicia y de dar frutos de justicia es sembrar estos frutos en paz,
lo que será posible solamente para aquellos que por medio de la sabiduría de lo alto, hacen la paz.
En resumen, esta sabiduría produce una conducta con buenos frutos, frutos de justicia. Los frutos darán evidencia de
qué clase de sabiduría tiene la persona. Los conflictos en la iglesia nacen de las pasiones pecaminosas de sus
miembros, y estas a su vez, son producidas por la clase sabiduría que hayamos adoptado.

Eduquemos a la iglesia y a nosotros mismos para vivir en base a la sabiduría que produce una conducta cristiana
abundante en buenas obras y frutos de justicia. Así y solo así podremos reducir nuestros conflictos, manejarlos
adecuadamente y a la postre obtener de ellos beneficio.
EL CONSEJERO BÍBLICO
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Opiniones Distintas
por Jay Adams

No todos los cristianos encaran bien sus diferencias. La historia de la iglesia cristiana evangélica está marcada por
cismas y rupturas que a menudo han sido originados no solamente por diferencias teológicas sino, además, por
dificultades personales. Es, entonces, una buena razón para pensar en el asunto y ver si podemos hacer algo al
respecto.
Una solución seguida por muchos es tratar de esquivar cualquier y todo tipo de confrontación abierta. Si bien es sabio
no entrar en discusiones innecesarias sobre temas no esenciales, algunas cuestiones no son tan fáciles de pasar por
alto. Cuando el evangelio y su imagen de alguna manera están comprometidos, un cristiano consciente de ello debe
denunciarlo.
El cristiano deberá oponerse a cualquier esfuerzo que contribuya a minar la presentación de la verdad salvadora de
Dios, no importa cuán desagradable resulte. Cuando descubre que una enseñanza o práctica está dañando a sus
hermanos y hermanas en la iglesia y es causa de deshonor al nombre de Cristo, no puede mantenerse en silencio. Se
hace demasiado silencio en esta clase de situaciones, pero no es la forma en que los escritores del Nuevo Testamento
encararon tales problemas.

Sabemos que muchos libros como Judas, Gálatas, Colosenses, etc., fueron escritos con el expreso propósito de
combatir errores que causaban daño. Entonces, debemos descartar la «solución» del silencio.

Muchos se oponen al error rompiendo inmediatamente la conexión y comunión con los que enseñan tales cosas.
Escuché una vez a un conocido predicador y autor (ya fallecido) enfurecerse en el pasillo de una iglesia porque había
sido vencido en un debate sobre un aspecto concerniente a la Segunda Venida. El gritaba: «Haré de esto un asunto de
la comunidad». Y de allí en adelante, él y otros como él así lo hicieron.

Dos hermanos que difieren no necesitan interrumpir su comunión siempre y cuando no se contradiga el evangelio y
ambos deseen debatir sus diferencias. Esta discusión, realizada en el espíritu correcto y por la cual ambos busquen
conocer qué les enseña Dios antes que empecinarse en sus propias interpretaciones sobre el tema, deberá ser un
excitante y beneficioso intercambio de ideas y conceptos.

Además, aun cuando los dos terminen incapacitados para congeniar, no hay razón para que ello se transforme en algo
desagradable para ambos. Pueden ponerse de acuerdo en señalar las diferencias y considerar con especial atención
los diferentes ... puntos de vista. Incluso, cada uno podrá aclarar aquellas opiniones contrarias que han sido hechas
públicas por su hermano, cuya amistad aprecia. ¿Por qué romper la comunión con él? Por ejemplo, aprecio mucho lo
hecho por un hermano bien conocido. Creo que, en general, su trabajo ha sido una bendición a muchos hogares y a la
iglesia como un todo. Por otra parte, lo considero mi amigo, pero no estoy de acuerdo con todo lo que él enseña y me
siento con tanta libertad como él para enseñar públicamente lo que creo. No obstante, no hemos roto nuestra amistad.
Ella está por encima de nuestras diferencias. Estoy agradecido porque en él tengo la clase de hermano cristiano con el
cual puedo disentir sin que ello nos separe.

Algunos no hacen más que gemir lloriqueando frente a quienes los escuchan sobre cuán terribles calumnias se han
dicho sobre ellos: "¡Miren lo que ha hecho. Ha escrito un artículo donde disiente conmigo!" Estoy de acuerdo en que
nadie debe difamar a otro --ya sea en un escrito o en conversaciones privadas-- ya que ambas cosas van en contra de
las normas bíblicas (Ef. 4.32; Stg. 4.11). Si hubo difamación, el hermano pecó y deberá ser confrontado por ello, pero la
persona agredida tampoco debe ir por todos lados contándoselo a otros. Si lo hace, tal vez estaría difamando a su
hermano. En el espíritu de Mt. 18:15 y Lc. 17:3 debe acercarse al que lo calumnió buscando la reconciliación.
A menudo, el desacuerdo que se muestra en un artículo publicado es tomado en forma personal cuando, en realidad,
no hubo tal intención. Algunos cristianos son tan sensibles que toman un simple desacuerdo como un ataque personal
contra ellos. Disentir públicamente sobre un punto no es difamar. Y el que siente agravio por el solo desacuerdo deberá
tener cuidado porque el lamento en sí, equivocadamente apunta a la crítica y puede constituirse en calumnia.
Cualquier cristiano que se considera a sí mismo maestro en la iglesia de Cristo, se expone a ser criticado por otros
(Stg. 3:1). Si algunos hermanos creen que lo que enseña es perjudicial para la iglesia, tienen la obligación de señalarlo
tan extensamente como el tema fue enseñado. Tal amonestación pública sobre el tópico no debe considerarse como un
ataque personal ni se debe apelar a Mt. 18:15 para solucionarlo. Ese pasaje se refiere, más bien, a errores personales,
conocidos solamente por ambos y quienes privadamente debieron discutir el problema que los separa. Lo que un crítico
hace al señalar su .. su desacuerdo con determinada enseñanza no tiene nada que ver con afrentas personales o falta
de reconciliación; simplemente es un desacuerdo al mismo nivel público en el que fue dada la enseñanza.
Es hora de que estos problemas se clarifiquen. Durante largo tiempo me he deleitado en estar en el presbiterio y en la
asamblea general de la denominación a la cual pertenezco. Hemos llegado a estar capacitados para disentir
públicamente. Y aun diciendo discursos en contra del punto de vista del otro con vigor y convicción, después de la
reunión hemos podido ir a almorzar juntos, como buenos amigos que se tienen gran estima. Ese es el tipo de relación
que debe existir entre quienes discutimos públicamente de vez en cuando. Cuando mencionamos a alguien que
mantiene una opinión particular y expresamos nuestro desacuerdo con ella, debemos, no obstante, mantener una
buena actitud hacia él, mostrando siempre con claridad que estamos atacando su opinión y no su persona.
Preguntémonos: ¿está atacando un punto de vista errado o atacando a la persona que lo sostiene? Y estemos seguros
de que en todo lo que hacemos, nos cuidamos de no confundir los dos aspectos.

Usado con permiso del autor.


EL CONSEJERO BÍBLICO
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Perspectiva cristiana para la resolución de conflictos


por John Edminston

Si usted es como yo, no le agradan los conflictos y cree que si no aprende a manejarlos, tal vez no tenga que hacerles
frente. Sin embargo, el conflicto es tan inevitable para los cristianos que Pablo le dice a Timoteo: «todos los que quieren
vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución» (2 Ti. 3:12). Muchos cristianos consideran que estar en
conflicto es estar en pecado. Al conflicto no se lo ve como parte normal de la vida cristiana. Sin embargo, Jesucristo
nos enseñó bastante detalladamente cómo tratar con el conflicto, y Proverbios contiene secciones enteras sobre el
tema. El conflicto resulta inevitable por tres razones: (a) Nuestro conocimiento es incompleto e imperfecto, de manera
que aun en un mundo perfecto la gente sin pecado verá la misma situación de manera diferente según su propio
conocimiento y perspectivas. (b) Satanás trama conflictos cuando y donde sea posible, especialmente entre cristianos.
Satanás nos pone en conflicto con nosotros mismos, con Dios, y entre nosotros. (c) Conscientemente entramos en
conflicto con el mal cada vez que proclamamos el evangelio, predicamos la santidad, presentamos objeciones contra el
pecado en nuestra sociedad, enseñamos en contra de las sectas o testificamos de Cristo en medio de un mundo que
no quiere cambiar. De modo que el conflicto está presente de manera permanente y debemos aprender a manejarlo
cristianamente hasta tanto Cristo regrese a llevarnos al cielo, donde no habrá más llanto ni enfermedad ni dolor.

Este artículo ofrece doce consejos prácticos sobre cómo manejar el conflicto en la vida de una manera
cristiana.

1. Esté ante la presencia de Dios hasta tener la perspectiva divina sobre el conflicto. No actúe ni hable
imprudentemente, por enojo o por sentir que las cosas son injustas. Es algo que Moisés tuvo que aprender; su
impetuoso mal genio en situaciones conflictivas le costó 40 años en el desierto en una oportunidad, y el no entrar en la
Tierra Prometida en otra ocasión. Sin embargo, cuando Moisés obtuvo la perspectiva divina de las situaciones, pudo
interceder con poder y resolver hasta las situaciones más difíciles tales como apostasía nacional y adoración de ídolos,
rebelión religiosa y luchas de poder.

2. Recuerde que Dios es más grande que el problema. El Dios que creó los cielos y la tierra puede vérselas con
gigantes en la tierra prometida, con ciudades fortificadas y guerreros inmensos llamados Goliat. Ore durante . el
problema hasta que pueda caminar por fe, no por vista, y vea el problema como simplemente una pequeña piedra en la
mano de un Dios Todopoderoso.

3. Actúe en el «espíritu opuesto». Si una persona es avara y egoísta, sea generosa con ella. Si una persona es
agresiva al extremo, ponga la otra mejilla. Si se abusa de usted en lo que demanda, haga más de lo que le pida.
Devuelva amor por odio y oraciones por persecución. Esto en realidad funciona. He visto vidas totalmente
transformadas. ¡Y transforma las dos vidas! En vez de devolver mal por mal y hacer que el problema se intensifique,
usted aprende a vencer el mal con el bien (Ro. 12:21). Cuando a esto se lo combina con persistencia en hacer lo
bueno, es un arma poderosa y transformadora contra el mal. Puede producir una profunda armonía en medio de un
conflicto incontenible. Dice la Biblia: «Oísteis que fue dicho: ?Ojo por ojo y diente por diente´. Pero yo os digo: No
resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; al que quiera
ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve
con él dos. Al que te pida dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo niegues. Oísteis que fue dicho: ?Amarás a
tu prójimo y odiarás a tu enemigo´. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os ultrajan y os
persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y
llover sobre justos e injustos. Si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los
publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?
Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto» (Mt. 5:38-48).

«No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa
de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la
ira de Dios, porque escrito está: ?Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor´. Así que si tu enemigo tiene hambre,
dale de comer; si tiene sed, dale de beber, pues haciendo esto, harás que le arda la cara de vergüenza. No seas
vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal» (Ro. 12:17-21).
4. Lea Proverbios hasta que lo sepa al derecho y al revés. Es asombroso cuántos ... cuántos sabios consejos sobre la
resolución de problemas y sobre la naturaleza humana hay en este libro de la Biblia. Por ejemplo, cuando me llamaron
para ayudar en una disputa industrial, oré de antemano y vino a mi mente la Escritura que dice: «Echa fuera al
escarnecedor y se terminará la contienda, y cesará el pleito y la afrenta» (Pr. 22:10). Eso era justamente lo que
requería la situación, y una acción justa pero disciplinaria contra el alborotador produjo paz en el lugar de trabajo.
Proverbios es una fuente inestimable de sabiduría que se ha confirmado y comprobado a través del tiempo.

5. Sepa cómo decir las cosas. Las palabras que se usan son cruciales. «Manzana de oro con figuras de plata es la
palabra dicha como conviene. Como zarcillo de oro y joyel de oro fino es el que reprende al sabio que tiene oído dócil.
Como frío de nieve en tiempo de siega, así es el mensajero fiel a quienes lo envían, pues reconforta el alma de su
señor» (Pr. 25:11-13). Lo que usted diga debe ser claro, amable, cierto y apropiado. Hay un tiempo adecuado y una
manera adecuada de decir las cosas, y uno lo aprende con la práctica y estudiando a la gente. Nunca mienta; nunca
cree confusión; nunca olvide que le está hablando a otro ser humano que tiene sentimientos, y escoja con cuidado el
momento y el lugar. La diferencia podrá ser enorme.

6. No use lenguaje emocional o compulsivo ni tampoco use palabras que parezcan jurídicas ya que lo harán parecer
pomposo y dictatorial. Subyugue su deseo de decir las cosas a su manera y comuníquese de un modo claro y
provechoso que produzca los resultados buscados en la negociación. Nunca amenace a otro creyente con iniciar una
acción legal en tribunales seculares. Dice la Escritura: «¿Se atreve alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro,
llevar el asunto ante los injustos y no delante de los santos? ¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el
mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar asuntos tan pequeños? ¿No sabéis que hemos de
juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida? Si, pues, tenéis pleitos sobre asuntos de esta vida, ¿por
qué ponéis, para juzgar, a los que son de menor estima en la iglesia? Para avergonzaros lo digo. Pues qué, ¿no hay
entre vosotros ni uno solo que sea sabio para poder juzgar entre sus hermanos? Un hermano pleitea con otro hermano,
¡y lo hace ante los incrédulos! Ciertamente, ya es una falta en vosotros que tengáis pleitos ... entre vosotros mismos.
¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados? Pero vosotros cometéis el
agravio y defraudáis, ¡y esto a los hermanos!» (1 Co. 6:1-8).

7. No sea demasiado severo ni absoluto. «La respuesta suave aplaca la ira, pero la palabra áspera hace subir el furor»"
(Pr. 15:1). En una situación delicada no sea un dogmático burdo. «Hay hombres cuyas palabras son como golpes de
espada, pero la lengua de los sabios es medicina» (Pr. 12:18). «Con mucha paciencia se aplaca el príncipe, pues la
lengua suave hasta los huesos quebranta» (Pr. 25:15). Sea amable, sensato, misericordioso, puro, lleno de buenos
frutos. «Pues donde hay celos y rivalidad, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto
es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni
hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz» (Stg. 3:16-18).

8. Actúe con rapidez y no agrande las cosas. «El que inicia la discordia es como quien suelta las aguas, ¡abandona,
pues, la contienda, antes que se complique!» (Pr. 17:14). Para que esto suceda tal vez usted tenga que atravesar por
un cambio cultural en el cual deje de acumular enojo interiormente hasta estallar. A menos que la gente sea
confrontada en cuanto a su comportamiento erróneo, lo más probable es que no cambie. Y es más factible que
aprendamos de un recordatorio amable que de un gran escándalo donde sea necesario el uso de todas nuestras
capacidades defensivas. Si usted está en una iglesia o una organización cristiana, instituya la corrección amable y
regular como parte de la «cultura corporativa» de modo que se convierta en una parte natural de la vida. No involucre a
otros a menos que sea necesario. Ésta es la actitud sabia básica que está por detrás del proceso de tres etapas de
Mateo 18 y de la exhortación de Jesús en varias ocasiones: «ve [a tu hermano] y repréndelo estando tú y él solos; si te
oye, has ganado a tu hermano». Una vez que se involucra a otros, es más difícil cambiar la opinión sin que haya
desprestigio. Además está la tendencia de alterar un poco los hechos a fin de obtener apoyo.

9. Evite a las personas enojadas y que se molestan fácilmente. Si es posible, manténgalas al margen del proceso. «El
hombre iracundo provoca contiendas; el furioso, a menudo peca» (Pr. 29:22). «El hombre iracundo provoca contiendas;
el que tarda en airarse apacigua la rencilla» (Pr. 15:18).

10. Preste atención a la moral de las personas involucradas, y busque ayuda en el proceso de pacificación confiando
sólo en gente humilde que sea íntegra y fiel. «El de ánimo altanero provoca contiendas, pero el que confía en Jehová
prosperará» (Pr. 28:25). Muchos que desean tener parte en el asunto son inapropiados por ser chismosos o no ser
confiables por alguna otra razón. «El hombre perverso promueve contiendas, y el chismoso separa a los mejores
amigos. El hombre malo lisonjea a su prójimo y lo hace andar por mal camino; cierra los ojos para pensar
perversidades, mueve los labios, comete el mal» (Pr. 18:28-30). «El que carece de entendimiento menosprecia a su
prójimo, pero el hombre prudente calla. El que anda con chismes revela el secreto; el de espíritu fiel lo guarda íntegro»
(Pr. 11:12-13).
11. No olvide que en círculos cristianos el «acusador de los hermanos» es la causa primaria de muchos conflictos. En
dichos casos, «no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas de este mundo...» El escarnecedor que debe ser expulsado tal vez sea el mismo
Satanás. De modo que nuestra mira debe ir más allá de las personalidades y llegar hasta las fuerzas espirituales que
se están aprovechando de las debilidades e ideas preconcebidas de los hermanos, así como en Cesarea de Filipos
Satanás tomó ventaja del concepto que Pedro tenía del Mesías (Mt.16:21-23). Cuando esto sucede, buenas personas
pueden ser utilizadas para malos propósitos. Debemos estar espiritualmente alertas y deseosos de mantener «el
vínculo de la paz». La buena enseñanza, la oración en el Espíritu en todas las ocasiones y una vida santa han de
darnos una armadura impenetrable contra dichos ardides (Ef.6:10-21).

12. Sea fuerte y valiente basándose en la Palabra de Dios. Antes que Josué iniciara la conquista militar de Palestina, se
le dijo: «Nunca se apartará de tu boca este libro de la Ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que
guardes y hagas conforme a todo lo que está escrito en él, porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá
bien. Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová, tu Dios, estará
contigo dondequiera que vayas» (Jos. 1:8-9). La valentía que proviene de Dios resuelve muchos problemas
gigantescos.

Derechos de autor ©1997 por John Edminston & AMP; Tomado de Eternity Online Magazine
(http://www.eternitymag.com) con permiso.
Las referencias bíblicas son de la versión Reina Valera 1995.
EL CONSEJERO BÍBLICO
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Trabajando juntos
por Chua Wee Hian

«Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan
la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez. Ellos juzgarán al pueblo
por ti; y todo asunto grave lo traerán a ti, y ellos juzgarán todo asunto pequeño. Así aliviarás la carga de sobre ti, y la
llevarán ellos contigo» (Ex. 18: 21-22).

El liderazgo tiene que ver con personas. Dios ha dotado generosamente a su pueblo con talentos y capacidades para
servirle en la iglesia y en el mundo. Los líderes deberían redescubrir y potenciar lo mejor de los miembros. Deberían
facilitar el uso de los dones.

Este artículo explora la dinámica del liderazgo corporativo. ¿Cuáles son algunas de las directrices bíblicas para trabajar
juntos? También adaptaremos algunas ideas útiles del mundo empresarial a nuestro proceso de toma de decisiones.

Servir juntos a Dios es algo estimulante. Para empezar, «somos colaboradores de Dios» (1 Co. 3:9). Nos llama a
trabajar juntos con Él (2 Co. 6:1). Nuestra común lealtad hacia Él forma la base de nuestras relaciones de trabajo. ¡Esto
es sensacional!

Como somos humanos, aportamos al liderazgo nuestros diferentes puntos de vista, prejuicios y debilidades. Por
supuesto, también contribuimos compartiendo nuestras experiencias y nuestra visión. Vamos a examinar un grupo de
líderes mientras trabaja.

Digamos que hay dos o tres que provienen del mundo de los negocios. Serán partidarios de buenos procedimientos
empresariales y estarán dispuestos a introducir un toque profesional en la organización cristiana. A su lado hay un par
de visionarios. Son personas con ideas creativas. Tienen grandes sueños para la iglesia, pero en ocasiones no tienen
los pies en la tierra. Después tienes al tipo pensador/filósofo que pide una «razón de ser» para cada decisión.
Finalmente están los líderes afectuosos y solícitos, siempre pensando en las personas en vez de en lo que se hace.

Si hay un respeto mutuo y una aceptación de los dones y condiciones de los demás, este equipo de líderes puede
enriquecer el ministerio de su iglesia. Pero si se tratan unos a otros como rivales e insisten en su propia forma de
planificar, se producirá el caos y la división. La obra de Dios se paralizará.

FUNDAMENTOS BÍBLICOS

Es extremadamente útil buscar las palabras «unos y otros» en una concordancia, anotando .. el verbo o acción que las
precede.

Empezamos con el mandato de Cristo de amarnos unos a otros (Jn. 13:34-35). No es una opción; es el encargo que Él
nos da. Esta declaración se repite en 1 Jn. 4:10-11. Debemos amarnos unos a otros como Dios nos amó en Cristo.
Ésta es la base para trabajar juntos.

Amar a nuestros compañeros líderes es desear lo mejor para ellos. Y esto tiene asombrosas implicaciones. Si los
miembros del equipo están dispuestos a buscar lo mejor para los otros, ejercerán sus responsabilidades de liderazgo
en una atmósfera de comprensión mutua y aceptación. En nuestra lista de textos con las palabras «unos a otros»
también se nos advierte que no hagamos ciertas cosas. He aquí algunas: Si nos amamos unos a otros, NO debemos:

? Juzgarnos más los unos a los otros (Ro. 14:13).


? Mordernos (es decir, herirnos) unos a otros (Gá. 5:15).
? Mentir los unos a los otros (Col. 3:9)
? Murmurar los unos de los otros (Stg. 4:11).
? Quejarnos unos contra otros (Stg. 5:9).
Positivamente, el amor intenta edificar a las personas. Esta meta se consigue por medio de:

? Recibirse los unos a los otros (Ro. 15:17).


? Servirse por amor los unos a los otros (Gá. 5:13).
? Someterse unos a otros (Ef. 5:21; ver 1 P.5:5).
? Soportarse y perdonarse unos a otros (Col. 3:13).
? Enseñarse o exhortarse unos a otros (Col. 3:16).
? Alentarse los unos a los otros (1 Ts. 4:18).
? Hospedarse los unos a los otros (1 P. 4:9).
? Orar unos por otros (Stg. 5:16).

Al estudiar, con oración, estos textos tan tremendos y aplicar cada exhortación a nuestras relaciones con los
compañeros, descubriremos mayor armonía en el equipo de líderes, lo que también repercutirá en nuestra comunidad
cristiana. Al servir juntos a Dios también debemos tener en mente otro conmovedor llamamiento: «Y considerémonos
unos a otros para estimulamos al amor y a las buenas obras... exhortándonos» (He. 10:24-25).

Después de considerar estos principios bíblicos para trabajar juntos, vamos a fijarnos en algunos aspectos prácticos del
liderazgo corporativo.

CUESTIONES ORGANIZATIVAS

En una pequeña congregación o comunicad cristiana, la organización es relativamente sencilla. Como el grupo es
pequeño, es bastante fácil impartir visión y compartir las responsabilidades entre los miembros. Si hay cuestiones o
problemas, éstos pueden ser rápidamente resueltos.

En una comunidad de. más de sesenta personas, necesitamos establecer mayores estructuras y mejorar los canales
de comunicación. Diversas actividades realizadas por diferentes grupos de líderes o comités deber ser coordinadas e
integradas en la planificación y en los objetivos globales de la iglesia. El equipo de líderes deberá presentar objetivos
claros e indicar la dirección en la que debería marchar la iglesia. Entonces se creará una red de comunicaciones, pero
no sin esfuerzo.

A menos que estemos dispuestos a permitir que un hombre ?el pastor? lo organice y dirija todo, los líderes deberían
orar y planificar juntos. Los miembros deben ser movilizados para que el servicio sea efectivo. El equipo o comité está,
por lo general, dotado de la autoridad para llevar las responsabilidades en nombre de toda la congregación. El equipo
de líderes hace un seguimiento de los procesos y se enfrenta a los diferentes problemas que aparecen. Pero
continuamente trata de desafiar a toda la congregación a mantener las prioridades de Dios.

Los líderes deben ser hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo y llenos de fe y sabiduría. Estas cualidades
esenciales son vitales para el liderazgo espiritual pero, al mismo tiempo, si deben realizar su misión deben aprender a
tomar decisiones juntos. Y esto requiere planificación y una cierta dosis de habilidad administrativa. Los líderes deben
saber qué hay que hacer y deben considerar quién debe hacerlo y cuándo.

El equipo de líderes debería dedicar tiempo a estudiar los planes y a pensar en el futuro. No harán ellos todos los
trabajos. Los trabajadores sabios siempre delegan para que más personas puedan participar en la obra de Dios.

Leyendo libros sobre dirección de empresas, inevitablemente encontramos una buena sección sobre el tema de la
delegación. Este es un área de liderazgo que es con frecuencia poco considerada por algunos líderes cristianos bien
intencionados. Trabajan hasta matarse y al final se desploman por puro agotamiento físico y nervioso. No se dan
cuenta de que alcanzan este terrible estado porque no han delegado trabajo en otros.

DELEGAR
Moisés tuvo este problema. Tomó sobre sí la terrible tarea de juzgar las disputas entre los israelitas. Era un juez
competente y su pueblo se dirigía a él buscando justicia. Durante todo el día el pueblo le rodeaba, esperando que
juzgara sus disputas (Éx. 18:13) ¡Y Moisés casi se desplomó por agotamiento nervioso!

Su suegro, Jetro, le rescató. Este hombre sabio le hizo ver el pobre uso que estaba haciendo de su tiempo y energía.
Si Moisés insistía en hacer todo el trabajo él mismo, los problemas de su pueblo le aplastarían (vs. 17-18). Jetro dijo a
Moisés:
«Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan
la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez. Ellos juzgarán al pueblo
por ti; y todo asunto grave lo traerán a ti, y ellos juzgarán todo asunto pequeño. Así aliviarás la carga de sobre ti, y la
llevarán ellos contigo» (vs. 21-22).

Delegar daría buenos resultados y la carga de Moisés sería más ligera (v. 22). Compartir sus responsabilidades
administrativas no iba a representar merma en su cargo como representante de Dios y líder. Moisés continuaría
representando a su pueblo ante Dios y enseñándole las leyes y decretos de Dios (vs. 19-20).

Ted Engstrom, en su libro «The Making of a Christian Leader» (Creando un líder cristiano) menciona los beneficios de
delegar.

Algunos son los derivados de una mejor comprensión y relación entre los líderes y sus seguidores. Las personas a las
que se les da la oportunidad de desarrollar sus talentos y habilidades latentes trabajan más satisfechas, lo que a su vez
mejora su estado de ánimo. Al mismo tiempo, delegar alivia las presiones sobre el líder, liberándole para pensar y
planificar la estrategia (Engstrom 1976:136-4). Engstrom continúa señalando seis principios básicos del arte de
delegar.

1. Seleccionar los trabajos a delegar y organizarlos para poder hacerlo.


2. Elegir la persona adecuada para el trabajo.
3. Preparar y motivar a la persona delegada para realizar la tarea.
4. Dar la tarea asegurándose la plena comprensión de ésta.
5. Animar a actuar con independencia.
6. Mantener una supervisión - nunca soltar las riendas.

Concluye con estas palabras. «No olvides nunca que una delegación efectiva ayuda a progresar, da buenos ánimos e
inspira la iniciativa. La prueba final de un líder es que deja tras de sí a otros hombres convencidos que continuarán la
obra».

¿POR QUÉ NO DELEGAMOS?

¿Por qué algunos de nosotros tenemos tanto temor a delegar trabajo en otros?

En primer lugar, tememos que otros no puedan hacer el trabajo tan bien como nosotros mismos. Nos asusta pensar en
la posibilidad de que nos dejen en la estacada.

Pero si concretamos lo que hay que hacer y asignamos responsabilidades específicas a personas, ellas harán el
trabajo. Cierto es que debemos explicar la tarea a realizar con claridad y, en algunos casos, entrenar para ella. Pero
esto produce un alto rendimiento. Más personas participarán en la obra. John R. Mott, el conocido misionero y hombre
de estado solía decir: «Prefiero dejar que diez hombres hagan el trabajo que hacer el trabajo de diez hombres».

En segundo lugar, no delegamos porque tenemos miedo de perder el control. Algunos de nosotros nos volvemos
bastante ansiosos e inseguros cuando otros deben tomar decisiones y dirigir. Creemos que nos han quitado la
capacidad de tomar decisiones. En la obra cristiana necesitamos aprender a confiar en otros. Además, no perdemos el
control puesto que, si somos sabios al delegar, todavía mantendremos nuestra supervisión. Los que han recibido una
tarea específica deben responder ante nosotros.

¿PODEMOS APRENDER DEL MUNDO EMPRESARIAL?

¿Deben los líderes cristianos tomar modelos de liderazgo extraídos del mundo empresarial? Sí, siempre que éstos
hayan sido cuidadosamente sopesados y santificados. Los autores de libros y manuales empresariales proponen sus
principios y comparten su visión en base a su investigación y a las experiencias de los que dirigen grandes empresas.
Si bien admiramos sus objetivos de excelencia y eficiencia, nunca debemos dejar que éstos se conviertan en fines.

Queremos hacer un buen trabajo porque así damos gloria a Dios. Por supuesto, podemos aprender mucho de
planificación por objetivos, control presupuestario, eficiencia organizativa, cómo medir lo conseguido y motivar a los
empleados. Sin embargo, hay diferencias fundamentales. Las grandes empresas cuentan con un ejército de empleados
bien entrenados. Las iglesias, en general, con voluntarios a tiempo parcial. En cl mundo empresarial hay, por lo
general, una cadena de mando; los ejecutivos dan órdenes que deben ser obedecidas. Pero en el servicio cristiano
debemos inspirar, influir y motivar a nuestros compañeros cristianos. No podemos ordenarles como si fueran
subordinados. La mayoría de las iglesias y organizaciones cristianas tienen fondos y recursos limitados y no pueden
permitirse el apoyo de procesadores de texto, ordenadores y hábiles secretarias. Así que necesitamos adaptar los
principios y procedimientos empresariales a nuestra situación particular. Como mayordomos de Dios debemos intentar
hacer el mejor uso posible de los recursos humanos y materiales disponibles.

TRABAJANDO JUNTOS:

UN PROCESO DE DECISIÓN EN COMÚN (COOPERATIVA).

Personalmente he usado mucho un proceso que facilita tomar decisiones en común. Este proceso está compuesto por
seis componentes básicos o pasos, que son los siguientes:

OBJETIVO: Resumir en una frase, y claramente, la meta u objetivo principal.


RECURSOS: Hacer una lista de los recursos humanos, financieros y materiales para realizar el objetivo.
PLANIFICACIÓN: Planificar es decidir, por adelantado, qué se debe hacer, por qué hacerse, dónde debe hacerse,
cuándo debe hacerse, quién debe hacerlo y cómo debe hacerse.
COMUNICACIÓN: Comunicar la información a los otros líderes y a los miembros para que sean conscientes del
objetivo. Compartir los planes propuestos. Informar a cada persona de sus responsabilidades específicas. Hacer
descripciones (preferentemente por escrito) de las tareas a realizar, para que todos los implicados conozcan
claramente sus deberes.
ACCIÓN: Poner el plan en movimiento trabajando en las tareas asignadas. Esto sólo debe hacerse cuando ya todo el
equipo ha seguido los pasos anteriores. Puede ser necesario que el presidente supervise los progresos y atienda los
problemas de organización.
EVALUACIÓN: El equipo de líderes pasa revista a todo el programa de actividades. ¿Qué cosas fueron bien? ¿Cuáles
no y por qué? Si fuera a repetirse un programa similar, ¿qué se repetiría y qué se omitiría? ¿Se han descubierto nuevas
capacidades de liderazgo entre los que han participado ni la actividad?

Este proceso es de gran valor en la toma de decisiones por un grupo de líderes. Su efectividad descansa en la
disposición, por parte de todos los miembros, a someterse a su disciplina. En demasiadas ocasiones un grupo de
líderes tiene tan solo una vaga idea de lo que debe hacerse. Hacen planes apresurados y pasan a la acción y, antes de
que sepan lo que ha pasado, ya se ha roto la comunicación. Los que participan en las actividades y no tienen claras
sus responsabilidades ni saben ante quién tienen que rendir cuentas. Tampoco cómo encaja su tarea en todo el
proyecto. Hay duplicaciones y solapamientos en algunas áreas, mientras que otras tareas apenas reciben atención. Los
ánimos comienzan a caldearse y hay frustración. Los líderes empiezan a echarse las culpas unos a otros y una negra
nube cubre todo el proyecto. .. Ahora bien, para que funcione este proceso, los líderes deben practicarlo
constantemente. Deben seguir, meticulosamente, los seis pasos. En ocasiones, cuando dirijo seminarios sobre
organización del liderazgo, divido a los participantes en pequeños equipos de seis o siete miembros. Deben
familiarizarse por sí mismos con los seis pasos del proceso de decisión. Después les muestro ocho o nueve objetivos y
les pido que reúnan diez unidades de cada objeto en el menor tiempo posible. Cada unidad debe ser etiquetada
cuidadosamente. Si estas prácticas se hacen al aire libre, utilizo diferentes tipos de hojas y piedras. El equipo que sigue
fielmente los seis pasos es, normalmente, el ganador. Después dejo que durante veinte minutos los diferentes equipos
analicen su actuación y valoren su éxito o fracaso.

En el siguiente ejercicio, pido a los mismos equipos que reúnan el doble de unidades de los mismos objetos en la mitad
de tiempo. Lo asombroso es que ahora la mayoría de los equipos logran alcanzar este nuevo objetivo. Han aprendido
con la experiencia la importancia de la organización. También han aprendido la importancia de establecer claros
objetivos, planificar cuidadosamente, hacer el menor uso posible de sus recursos humanos y materiales, hacer buenas
descripciones de las tareas a realizar y revisar sus esfuerzos.

Vamos a utilizar este proceso para planificar una campaña evangelística que va a realizar tu iglesia local. El comité está
formado por nueve personas y tú eres una de ellas. Los únicos «obreros a tiempo completo» son el pastor y el
secretario de la iglesia. Tu barrio tiene seis mil habitantes y los miembros de tu congregación son ciento cincuenta.
¿Cómo planificarías una acción evangelística que tuviera como resultado que algunos de tus vecinos se convirtieran y
se integraran en tu iglesia?

Puedes cerrar ahora la revista y apuntar lo que tú harías, pero asegúrate de seguir los seis pasos: Objetivos, recursos,
planificación, comunicación, acción, evaluación.
He aquí un ejemplo de cómo una iglesia local planeó esta campaña de evangelización:

OBJETIVO: Compartir las buenas nuevas de Jesucristo en nuestro barrio, de manera que la mayoría de las personas
escuchen las pretensiones de Cristo y que al menos veinte de ellos le entreguen sus vidas. La campaña evangelística
se concentrará en nueve días, incluyendo los fines de semana.
RECURSOS: Lista de recursos humanos. ¿Cuántos cristianos .. pueden compartir su fe con otros? ¿De cuántos
hogares cristianos disponemos para reuniones informales, por ejemplo, alrededor de una taza de café? ¿Qué lugares
céntricos ?por ejemplo la iglesia? podrían ser usados para las reuniones evangelísticas masivas?
PRESUPUESTO: Estimación de la cantidad necesaria para cubrir los gastos de publicidad, etc. ¿Hay cristianos en la
iglesia que podrían capacitar a otros para la evangelización?
PLANIFICACIÓN: Preparar un bosquejo de programa para la campaña. Por ejemplo: dos cultos dominicales
especiales; reuniones de evangelización los sábados por la tarde; reuniones especiales para hombres, mujeres y niños;
reuniones informales; evangelización personal. Establecer las fechas adecuadas. Proponer posibles conferenciantes.
Sugerir responsables de entrenar a otras personas para evangelizar y personas encargadas de la publicidad.
COMUNICACIÓN: Primera etapa: Asegurarse de que todos los líderes estén familiarizados y plenamente
comprometidos con esta acción evangelística. Dar descripciones de las tareas a realizar a las personas
correspondientes. Cada descripción debe ayudar a la persona a responder a dos preguntas básicas: «¿De qué soy
responsable?» y «¿Ante quién soy responsable?»

Segunda etapa: Los líderes deben compartir el objetivo y la visión de esta campaña evangelística con los miembros de
la congregación. Solicitar oración, recursos financieros y apoyo de las personas. Dar una clara información del
programa de entrenamiento y de cómo cada miembro podría participar.

ACCIÓN: Antes de que lleguen los nueve días de evangelización intensiva, los miembros deberían invitar a sus
vecinos, compartiendo su fe con ellos. Deben organizarse reuniones especiales de oración y hacer visitas casa por
casa, entregando en cada hogar una porción de los evangelios o folletos evangelísticos.
Los responsables de la publicidad deben conseguir que los periódicos y emisoras locales den cuenta de las reuniones
especiales. El conferenciante invitado debe ser presentado. El pastor, junto con los consejeros laicos, deben estar a la
disposición de los que muestran interés. Los folletos y el material para hacer cl seguimiento deben estar disponibles.
Los responsables de los detalles prácticos (por ejemplo, los preparativos de las reuniones, sistema de sonido) deben
repasarlos para evitar problemas de última hora.

EVALUACIÓN: Después del acontecimiento, acontecimiento, el comité debe revisar todo el programa en una reunión
especial.
¿Cuántos hogares se visitaron? ¿Cuál fue la respuesta espiritual de la congregación? ¿Cómo podría hacerse el
seguimiento? Quizás se podrían movilizar dos o tres equipos para visitar a los «invitados». ¿Y las conversiones?
¿Cuántos dieron testimonio de su fe? ¿Cómo van a ser pastoreados? ¿Cómo debería toda la iglesia aprovechar la
situación creada tras los nueve días de reuniones especiales? ¿Qué dones y capacidades se han detectado y en qué
miembros? ¿Cómo podrían desarrollarse más?

Por supuesto, sería de mucha utilidad que los resultados se recopilaran y pusieran a disposición del siguiente equipo
que tuviera que planear una campaña de evangelización. Así, el nuevo comité podría usar lo que sus predecesores
habían descubierto. En su libro «Managing Our Work» (Administrando Nuestro Trabajo), el Dr. John Alexander hace
este acertado comentario:

«Si queremos que nuestros compañeros se sientan miembros de un mismo equipo, uno de los indicadores de que
nuestras comunidades gozan de buena salud será nuestra tendencia a usar los pronombres nosotros y nuestros ?en
lugar de vosotros, vuestros, ellos y suyo- al referirnos a la organización. Una señal de peligro se enciende cuando un
compañero utiliza el plural vosotros y ellos en lugar de nosotros y nuestro» (Alexander 1975:65-66).

Trabajar juntos debe ser una demostración de que nos pertenecemos unos a otros y de nuestro mutuo compromiso de
servir al mismo Señor. Esto producirá solidaridad y compañerismo.

Tomado de la revista Andamio. usando con permiso.


EL CONSEJERO BÍBLICO
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Tres personas que aseguran que los conflictos nunca se resuelven


por Jaime Mirón

Siempre ha habido, hay y habrá conflictos en la iglesia. En este número de AP estamos examinando el tema de los
conflictos de varios ángulos para dar herramientas a la iglesia a fin de resolver los conflictos de una manera que agrade
a Dios. Las iglesias que saben resolver sus problemas, a la larga disfrutarán menos dificultades porque no tendrán que
cargar con los problemas no resueltos del pasado.

Sin embargo, hemos visto tres personas que suelen presentarse durante etapas de conflictos que aseguran que dichas
dificultades nunca se resuelven, no producen soluciones duraderas sino enredos y nuevos problemas.

El primer personaje es El Ganador. Hay quienes creen que siempre tienen que ganar los conflictos. Argumentan,
razonan y reprenden hasta que ganan. Si no pueden alcanzar el triunfo por medio de sus argumentos, vencen a la
fuerza con palabras fuertes (o en algunos casos con violencia). Sea como fuere, nunca son los vencidos. Recuerdo a
un hombre así, un vecino nuestro, que siem¬pre desacreditaba a su esposa: «Ella es una cualquiera; le falta cerebro;
no puede tomar decisiones». Él, en cambio se creía perfecto. El ganador termina el conflicto con gran satisfacción
personal (porque gana), pero no da valor a la relación con sus hermanos y los menosprecia. En el matrimonio la mujer
que tiene que vivir con un "ganador" ter¬mina dudando de sí misma, con su autoimagen destruida, y para defenderse y
protegerse aprende a vivir en un mundo propio. Hay personas con actitudes «ganadoras» que no son conscientes de
ello.

El segundo personaje se llama El Resignado. Es común encontrar a un resignado casado con un ganador. El
resignado aprende a serlo en la casa paterna, o bien el ganador lo crea por su manera de tratarlo. El lema del
resignado es «paz a cualquier precio». Termina un conflicto con muy poca satisfacción personal, con el gran peligro de
quedarse con raíz de amargura que termina contaminando muchos (He. 12:15). Sin embargo, da mucho valor a la
relación con los hermanos y es posible que les tiene aprecio. Está dispuesto a vivir dándose por vencido para que no
haya conflictos o para salvar un matrimonio. Esa tampoco es una manera de agradar a Dios en un conflicto.

El tercer personaje se llama El Negador. Otra manera de tratar con los problemas es negar que existen. Hace tiempo
orienté a una pareja, y el esposo actuaba de esa manera. Después de catorce años de palabras abusivas, violencia
(una ... vez sacó un arma de fuego), falta de comunicación, amenazas y mucho más, la mujer lo abandonó. El marido
seguía negando que los problemas existían y decía que ignoraba los motivos de la separación. El Negador termina con
muy poca satisfacción personal porque no admite que haya problemas, como resultado nunca goza de una solución, y
a la vez frustra a los hermanos. No da valor a la relación con ellos y en realidad los menosprecia porque piensa que
están locos al insinuar que haya problemas. Duele admitirlo pero ciertos pastores y líderes de iglesias encajan en este
rubro. La frustración de los feligreses los impulsan a congregarse en otra iglesia.

Gracias a Dios también existe otro tipo de persona, aquella que está determinada a resolver el conflicto; no
necesariamente ganarlo sino solucionarlo. Este tipo de persona busca la manera de poder enterrar el problema.
Reconoce que el problema existe; se da cuenta de que, por la gracia de Dios, siempre hay una manera de solucionarlo;
está determinado a resolver las dificultades «hoy», sin dejar nada pendiente para el día siguiente ya que se podría
convertir en resentimiento ?«Que no se ponga el sol sobre vuestro enojo» (Ef. 4:26)? comprende que es posible que él
mismo esté equivocado o quizás forme parte de la causa del conflicto; sabe pedir perdón y humillarse cuando es
necesario. Esta clase de persona termina con una gran satisfacción personal porque agrada a Dios y soluciona el
problema; da valor a la relación con sus hermanos en Cristo.
Con la actitud mencionada arriba siempre habrá la esperanza de resolver los problemas dentro del seno de la
iglesia. Quiero mencionar por lo menos cuatro categorías generales dentro de esta cuestión de resolver
problemas bíblicamente.

a. La conciliación. Una conciliación ocurre cuando uno de los integrantes decide rendirse al otro. No hay un
«conciliador» porque no es un estado permanente sino una situación circunstancial. La diferencia entre la conciliación y
el ser resignador radica en la actitud. En el primer caso, uno de los contrincantes decide seguir la corriente del otro en
esa oportunidad. Ve que su oponente tiene razón o por otro motivo decide ceder, pero lo hace de buena gana. No es
una manera permanente de solucionar conflictos, de lo contrario se transformaría en resignación. Al mismo tiempo es
importante notar que nunca es correcto ceder cuando eso significa violar un principio bíblico.

b. El compromiso o convenio. Sucede ... cuando ambos consienten en ceder un poco y finalmente llegan a un acuerdo
con parte de los dos puntos de vista. Quizá sea la manera principal de resolver conflictos.

Se puede observar este compromiso en Hechos 15. Hubo una contienda grande acerca de si los gentiles tenían que
ser circuncidados para ser salvos. Pablo y Bernabé no iban a ceder con un «sí» porque sabían que era el punto
principal de distinción entre el Antiguo y el Nuevo Pacto. Doblegarse a los de la circuncisión hubiera sido violar el
principio bíblico de que la salvación es por gracia y no por obras humanas. Subieron entonces a Jerusalén para
resolver el asunto. En el verso 5 los seguidores cristianos de la secta de los fariseos presentaron sus argumentos.
Después de mucha discusión, Pedro y Jacobo dieron sus discursos. El concilio de Jerusalén acordó que los gentiles no
tenían que ser circuncidados para ser salvos pero ahora viene el compromiso se indicó que los gentiles deberían
abstenerse de cuatro cosas particularmente repugnantes a los judíos: lo sacrificado a los ídolos, sangre, lo
estrangulado y la fornicación. La razón por la cual la lista incluía la fornicación es un asunto complicado, y un tema de
mucha controversia hasta el día de hoy. Para nosotros lo importante es notar el convenio. Pedro, Pablo, Bernabé y los
de Antioquía cedieron (sin violar un principio bíblico) para no ofender ni ser de tropiezo a los judios.

c. Coexistencia. Esto ocurre cuando la gente acepta estar en mutuo desacuerdo. Alguien dijo una vez: «Estamos de
acuerdo en que no estamos de acuerdo». Mi esposa y yo tenemos gustos musicales muy diferentes. En la vida de
algunas iglesias una cuestión de esta naturaleza provocaría una riña grande, y para solucionarlo surgiría un «ganador»
y tal vez un «resignado». A veces la mejor manera de resolver el problema es la coexistencia. A mí me gusta la música
contemporánea y la folklórica de varias naciones como el ritmo andino, el veracruzano, el arpa paraguaya etc. A mi
señora sin embargo le agrada la música clásica. Llegamos al acuerdo de que no estamos de acuerdo en este punto. No
tenemos problemas; sencillamente gozamos de gustos distintos. En el mismo capítulo 15 de Hechos, Pablo y Bernabé
llegaron al acuerdo (con mucho enojo, que no es una manera bíblica) de que no iban a estar de acuerdo referente al
futuro de Marcos. Se separaron y Pablo escogió a Silas mientras que Bernabé tomó a Marcos.

d. La alternativa creativa. «Ni la mía . la tuya sino otra». Después de dialogar sobre una cuestión, deciden buscar una
alternativa totalmente distinta.

A continuación presentamos una evaluación para ayudar resolver los conflictos bíblicamente. Cuando haya
conflictos pregúntese:

1. ¿Insisto en hacerlo a mi manera?


2. ¿Me doy por vencido de mala gana?
3. ¿Aparento que no hay problemas?
4. ¿Me pongo callado y lejano?
5. ¿Empiezo a llamar la atención con palabras fuertes?
6. ¿Me enojo?
7. ¿Doy mi punto de vista con calma y luego escucho con respeto la opinión del otro?
8. ¿Busco alternativas creativas?
9. ¿Estoy dispuesto a sujetarme a un compromiso?.
EL CONSEJERO BÍBLICO
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Abuso doméstico: ayudando a la víctima


por Dr. Eduardo T. Welch

Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia (Salmo 9:9).
Aún en la iglesia hay matrimonios que en público parecen estar en paz pero, sin embargo, estar en guerra. Se atacan,
defienden terreno, usan tácticas manipuladoras como si fueran guerrilleros y declaran treguas temporarias. Aunque
cuando se ha declarado la guerra hay pecado por ambas partes, generalmente en las guerras matrimoniales violentas
un hombre fuerte oprime a una mujer. Por la gracia de Dios estas mujeres afligidas comenzarán a buscar ayuda en la
iglesia. Cuando lo hacen, ¿cuáles son algunos parámetros bíblicos básicos que guiarán su ministerio a tales mujeres?
Debe oír el llanto del oprimido.

La víctima debe ser oída. Como imitador de Cristo, usted comienza escuchando el llamado del afligido (Salmo
10:17; 22:24). Esto es evidente. No puede haber otro punto de partida. Pero escuchar es más que simplemente
recaudar información o dar un primer paso superficial. En primer lugar, nuestro Señor alienta el llanto del oprimido. La
cantidad de salmos en los cuales el autor clama a Dios pidiendo protección lo demuestra. Servimos a un Dios amoroso
que nunca se cansa de escuchar y socorrer a los necesitados. Dios es el juez justo que oye la injusticia y odia la
opresión, pero es más que un juez. Él, en su amor perfecto, se acerca a su pueblo oprimido. Dios es el Oidor y Pastor
compasivo que escucha al débil.

Muchas víctimas de la violencia se resisten a hablar abiertamente. Temen que su franqueza cause represalias por parte
del abusador. Aunque no son responsables por la violencia que han sufrido, pueden sentirse avergonzadas de haber
contribuido a la guerra. A veces consideran que sus problemas no son dignos de la atención de un pastor o una amiga,
o se sienten avergonzadas de desagradar tanto a sus maridos que ellos acuden a la violencia.

Algunas son reacias a hablar porque algunos pastores tienden a decir enseguida «Perdone y olvide». En otras
palabras, en cuanto el abusador pide perdón, la víctima es responsable de perdonar y nunca más hablar del asunto.
Esta idea de olvidar el pecado inmediatamente es cuestionable. Hacer de este «perdonar y olvidar» el consejo bíblico
principal es dejar a las mujeres sintiéndose como si ahora ellas fueran las culpables porque no pueden dejar de sacar el
tema. A la luz de estas enseñanzas y tendencias, es imposible enfatizar demasiado la importancia de escuchar a la
mujer afligida. Comenzamos ... a ayudar a la mujer cuando la escuchamos como un hermano o hermana que llora con
los que lloran (Ro. 12:15).

Ya que el escuchar bíblico implica acción, usted puede concluir que escuchar (especialmente si la violencia ha sido
personal y peligrosa) implica llevar a la víctima al médico, llamar a la policía, o proveer un lugar de refugio temporario.
Si es posible que el hogar sea peligroso, es sabio informar al abusador que su esposa ha revelado la violencia y está
en un lugar seguro y secreto.

Si la mujer tiene certeza de que regresar a su hogar no resultará en daño físico, usted debe escuchar con una actitud
de análisis sistemático, buscando evaluar los modelos de violencia y control del matrimonio. Esta información es más
útil cuando está escrita y es específica. Entonces se puede confrontar al abusador de acuerdo con Mateo 18:15-20, y
hacerle entender que el liderazgo de la iglesia toma la violencia doméstica muy en serio y actuará para proteger a la
esposa al mismo tiempo que buscan ministrar al hombre y hacerle rendir cuentas.

Usted enseña al oprimido a poner su esperanza en Dios.


La víctima debe ser alentada en su fe. Como en todo sufrimiento, puede pensar que Dios es indiferente y esto no le
importa, o puede pensar que el abusador es todopoderoso. De cualquier manera, la aflicción siempre es una
oportunidad para que el pueblo de Dios conozca y cuente con nuestro Dios, que oye. Además, si la víctima va a
acercarse en amor a un abusador arrepentido y abrirse a amarlo y confiar en él, debe ser sostenida por una fe robusta.

Saber lo siguiente será muy importante para ella:


1. Dios no se olvida (Salmo 10; 56:4). Los problemas personales no significan que Dios ha abandonado a su pueblo.
Por el contrario, la Biblia constantemente nos recuerda que Dios responde a las oraciones de los oprimidos. Aunque no
siempre vemos esta liberación inmediatamente, Dios sin duda libera a su pueblo. Dios no ha terminado su obra en
nosotros. Recuerde a las víctimas que mantengan los ojos bien abiertos, observando la mano poderosa de Dios en sus
vidas.
2. Jesús conoce nuestros sufrimientos. Jesús experimentó violencia de parte de su propio pueblo en su propio cuerpo.
De hecho, su experiencia es aún más intensa que la nuestra porque sufrió hasta la muerte. Considerar este sufrimiento
puede aminorar el pesar de la mujer.
Para la mujer que se siente abandonada por Dios, el sufrimiento de Jesús puede ser un gran consuelo que excede la
comprensión de . mujeres que han sufrido experiencias similares. En un lugar de refugio para mujeres que han sufrido
violencia, estará rodeada de personas que comprenden. Ante el trono de Dios, en cambio, será abrazada por Uno que
comprende perfectamente, sufre profundamente, y ama completamente.

3. La cruz es evidencia constante del amor de Dios para con Su pueblo y la seriedad del pecado. El pecado y el
sufrimiento siempre serán un misterio. Ninguno tiene sentido en un mundo que Dios creó como bueno. Sin embargo lo
que está claro es que el amor de Dios, demostrado en Jesús, excede los límites de nuestra imaginación, y Su justicia
deja en silencio a los observadores. En un mundo donde una mujer no puede confiar en la persona más íntima, la
mayor bendición que usted le puede ofrecer es la seguridad de la presencia amorosa y observadora de Dios.

Usted le enseña a la víctima a desarmar al abusador.

La víctima debe saber cómo prevenir y responder al enojo humano. Ya sea que vuelva o no al hogar inmediatamente,
debe aprender a apropiarse de «un espíritu de poder, de amor y dominio propio» (2 Ti. 1:7). Con demasiada frecuencia
respondemos a la violencia con timidez o venganza. Ambas revelan el continuo control y dominio del perpetrador en la
vida de la mujer. En lugar de ir a estos extremos, las esposas deben ser guiadas en una dirección bíblica que es
humilde y poderosa.

Un versículo clave es Romanos 12:21: «No seáis vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal». En el contexto de
Romanos 12 el pasaje sugiere que uno se libera del perpetrador amando al enemigo más, no menos. En lugar de
preguntarnos «¿Qué necesito de él?» nos cuestionamos «¿Cómo me sobrepongo con el amor de Cristo?»
1. Cuando en duda, debe confesar sus pecados al perpetrador. Posiblemente esta sea la respuesta más poderosa al
pecado de otros. Todos sabemos lo difícil que es confesar nuestros pecados a otra persona, pero confesárselos a un
abusador violento parece completamente imposible. Sin embargo, una mujer fuerte en el Señor no cuenta con su propia
justicia sino con la justicia de Cristo. Por lo tanto puede confesar su propio pecado. Esto, por supuesto, no implica que
sus acciones hayan causado la violencia ni el abuso. Simplemente confiesa el pecado que Dios ha revelado en su vida.
2. "Entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano" (Mt. 7:5). Para algunas mujeres, confrontar puede ser
más difícil que la confesión. Para algunas es más fácil suponer que merecían ... ser tratadas en forma pecaminosa que
tomar una posición contra el pecado. Puede que tengan miedo de que la confrontación lleve al divorcio. Sin embargo,
una forma de amar al perpetrador es mostrar claramente el pecado y sus consecuencias. Minimizar o ignorar esto, para
ambas partes, puede ser espiritualmente mortal. Tal confrontación debe llevarse a cabo en la presencia de un tercero.
3. Perdone pronto, pero no permita que el pedido de perdón del perpetrador sea el fin de la discusión. La reconciliación
comienza cuando el perpetrador pide perdón. En situaciones donde ha habido violencia, es evidente que el control y la
arrogancia son una forma de vida. Estos hábitos nunca deben ser ignorados con las palabras, «¿Me perdonas?» La
carne y el diablo crecen cuando el dolor y los pecados son escondidos. Porque esto es así, una forma en que la esposa
puede amar al marido es permitir a su esposo conocer las consecuencias del pecado de él en la vida de ella. Esto no
se hace para aumentar el dolor, sino para sanar.

4. Hable con ternura y amor. En un mundo en el cual la tecnología avanzada es símbolo de poder, nos olvidamos del
poder de las palabras. Éstas, sin embargo, pueden desarmar a personas enojadas. A una mujer le puede alentar
mucho saber que «la respuesta suave aplaca la ira» (Pr. 15:1). Aunque ella no es la causa de la violencia, sin embargo
tiene algún poder para calmarla con humildad, ternura, y amor.

La violencia doméstica es tan dañina para el matrimonio como el adulterio. Nunca debemos menospreciar su impacto
en la víctima. Pero, al igual que con toda clase de sufrimiento, tampoco debemos minimizar la gracia de Dios para las
víctimas. Dios reserva perspectivas únicas de Su persona para quienes han sido oprimidos, y les da poder para vencer
a los enemigos gemelos de la timidez y la ira.

Dr. Eduardo T. Welch, director de Aconsejamiento en CCEF, Glenside, Pennsylvania, EE.UU.


EL CONSEJERO BÍBLICO
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Violencia familiar
Ayudando a la persona violenta
por Pablo Tripp y David Powlison

«La gracia de Dios se ha manifestado? enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a vivir
sobria, justa y piadosamente» (Tito 2:11,12).
El hecho de que dos personas se sienten juntas en el templo durante el servicio de los domingos no impide que puedan
agredirse con violencia una vez que se hallan en privado. El ministerio a las personas violentas, requiere ministros con
gran lucidez, llenos de conocimiento, gracia y verdad, dispuestos a intervenir con valentía. Los golpeadores (como los
depredadores sexuales) son infractores de la ley, perversos y sumamente embaucadores. Aquellos que cometen
violencia en el hogar necesitan gracia: una gracia eficaz, transformadora y verdadera. A medida que se dispongan a
renunciar y a verse reflejados en la verdad, a medida que abracen al verdadero Mesías, un cambio genuino es posible
y seguro en sus vidas. Existen numerosos pasajes en la Escritura que hablan acerca del pecado de la ira y la violencia
y de las maneras en que el Redentor trata con estos pecadores. ¿Qué debe considerar usted para que sus esfuerzos
sirvan de ayuda a estos hombres (y a veces mujeres)?

Todos necesitamos de la gracia


Los individuos violentos tienen mucho en común con otras personas, tanto con las que podrían ayudarlos como con las
que resultan heridas por su culpa. Todos somos básicamente semejantes, según encontramos en 1 Corintios 10:12-13.
La hostilidad entre seres humanos puede manifestarse de muchas maneras: verbal, física y sexualmente, en las
actitudes, y en los negocios. Asimismo, se presenta con distintos grados de intensidad, desde el malhumor y las
pequeñas peleas hasta la agresión violenta y el homicidio. La naturaleza de la violencia familiar no difiere de la de otros
pecados comunes. Esta similitud genera tanto confianza como humildad en aquellos que buscan ayudar a otros: si
usted sabe cómo tratar con su propia ira, cuenta con buenos recursos para ofrecer a quienes están en la lucha. En una
oportunidad aconsejé a una pareja que había tenido nada menos que una lucha armada en su hogar. El haber
experimentado en lo personal el arrepentimiento de la cólera y el mantener una actitud crítica me ayudaron a entender
a esta pareja y proceder con seguridad y firmeza. Un consejero que desea trabajar con personas violentas no es un ser
inmaculado que se acerca a individuos pecaminosos. Somos personas que hemos hallado gracia y vamos al encuentro
de quienes la necesitan.
De igual manera, usted se encontrará con una relación entre dos pecadores y no con un monstruo sin posibilidad de
redención que oprime a una inocente víctima que no necesita ser redimida. Dios estará trabajando en ambas vidas. Por
lo tanto, examine detalladamente cada incidente de violencia. A menudo encontrará áreas en las que ambas partes
necesitan de la gracia de Cristo para poder cambiar. Tal vez el hombre capte la mayor atención por el hecho de
proceder con los puños; sin embargo, si se mira más profundamente, la mujer podría ejercer un uso hábil y perverso de
la lengua de modo que incite a la violencia. Los arrebatos de violencia generalmente representan la «gota que rebasa el
vaso» cuando el abuso familiar es usual en el hogar en menor grado. Rastree los pecados que ambas partes tienen en
común y también las manifestaciones individuales. Su deseo es ayudar a que la pareja crezca en amor, sabiduría y paz
entre sí.

El velo de la evasión
Dado que las personas violentas eluden con facilidad y crean así una sombra de confusión, usted necesita conocer el
comportamiento de los violentos. El pecado es engañoso; esto es lo que enseña Jeremías 17:9. Las personas violentas
no sólo no se conocen a sí mismas, sino que impiden que otros las conozcan. Para ellas es común mentir y ocultar, y a
menudo elaboran patrones de engaño. Suelen ocultar lo que hacen y, en caso de fallar, tienden a restarle importancia a
la gravedad del hecho. Si esto no llegara a resultarles, suelen inculpar a la persona golpeada, dando la imagen de
víctimas inocentes y afligidas. De no funcionar esto último, se sumergen en la desesperación y el «arrepentimiento»
para que los demás les tengan lástima. Tenga en cuenta las siguientes características del pecado, que comúnmente
conforman el perfil de la persona violenta:

1. Fundamentar el acto de violencia refleja un egoísmo invasivo: Gran parte de su vida se encuentra dominada por su
propio placer, sus compromisos diarios, sus deseos, sus exigencias, sus antojos. El aconsejamiento no debe permitir
que los pecados que aparecen a simple vista desvíen la atención de la perversidad que sustenta un estilo de vida
caracterizado por la «impiedad y los deseos mundanos». A menudo, la conciencia de pecado es superficial: puede ser
que el golpeador se lamente por sus reacciones esporádicas de violencia, pero rara vez reconoce que lleva una vida
egoísta . o las pasiones específicas que lo controlan.
2. Espere encontrar intrincados y sutiles patrones de autoengaño. El abusador a menudo siente lástima por él mismo:
«Yo soy la verdadera víctima y la furia es tan sólo una reacción». Con frecuencia expresa la justa y buena opinión que
tiene de sí mismo diciendo «En verdad yo no soy así», o bien «Sé que no debería hacer eso, pero?». A menudo
exhiben una notable habilidad para dividir el corazón y vivir así una doble vida. Es posible que un hombre golpee a su
esposa y luego, una hora después, se transforme y lidere (dirija) un estudio bíblico con toda serenidad.

3. Espere encontrar intrincados patrones de atracción engañosa. Las personas violentas (al igual que los depredadores
sexuales) suelen ser seductores innatos. Se ganan a la gente, incluso restablecen la confianza de las mismas personas
a las que maltrataron y traicionaron. Manipulan hábilmente a sus víctimas y a los que desean ayudar, empujándolos
hacia un sentimiento de culpa y de responsabilidad: a los primeros, por lo sucedido y a los segundos, por no haber
mejorado las cosas.

4. Espere encontrar versiones engañosas de «confesión y arrepentimiento». Es como si pudieran engañar a Dios, pero,
por supuesto, sólo se engañan a sí mismos y a los demás. Parecería que usan las palabras evangélicas adecuadas o
que expresan los sentimientos apropiados, pero su «arrepentimiento» no suele estar centrado en Dios. Por el contrario,
sólo expresa el remordimiento por haber dañado su propia imagen o su reputación frente a los vecinos. En realidad,
este «arrepentimiento» alimenta el propio orgullo y temor al hombre, que originan el pecado de la violencia en privado.
Es común que las personas violentas hagan un mal uso de la gracia o bien no la entiendan correctamente. La gracia se
transforma en algo «barato», y el supuesto arrepentimiento se convierte en una «carrera de obstáculos» que hay que
sortear con el fin de aliviar la conciencia y recuperar el favor de los demás. Incluso se puede volver una herramienta del
pecado, una solución rápida, a veces calculada, que barre los problemas bajo la alfombra. Puede ser que lloren, oren y
prometan que nunca más volverá a suceder, sin que se produzca ninguno de los cambios fundamentales que implican
el verdadero arrepentimiento y la fe en Cristo: la transformación de la mente y un giro de 180 grados que llevan a un
cambio de vida.

5. Los golpeadores intimidan y manipulan a sus víctimas con La violencia genera miedo; es un instrumento de control.
En ocasiones hasta resultará difícil obtener los hechos de boca de la persona golpeada. Es probable que ésta desee
fervientemente preservar el momento de paz temporaria que está viviendo, o que tema que su honestidad
desencadene una represalia, o bien que haya sido amenazada «Si tu hablas, entonces yo te voy a?». Puede ocurrir
que a la víctima le resulte sumamente vergonzoso el hallar estos problemas en el seno de su hogar y podría ser reacia
a dar a conocer el grado de maldad. A todo esto se suma el hecho de que probablemente usted tenga que enfrentar un
complot basado en el silencio de la familia, que sirve de protección al opresor.

Estas son sólo algunas formas que muestran la violencia familiar como un pecado «secreto». Usted debe estar
preparado para sacarlo a la luz.

La palabra de gracia en Jesucristo


Las personas violentas necesitan a Cristo; esta verdad se ve en Hebreos 3:12-14. La corriente del pecado arrastra y
aparta al ser humano del Cristo vivo. Este es un problema del corazón, que requiere atención diaria. Jesús, que entregó
su vida por los pecadores, abunda en gracia y su gracia es eficaz.

1. Aspire a una reestructuración profunda del corazón y del estilo de vida. Los ajustes superficiales sólo logran que el
comportamiento de la persona tenga mayor aceptación por parte de su núcleo social. Usted debe poner en evidencia
las intenciones del corazón, que mueven al acto de violencia: las ansias de poder, control, dinero; la búsqueda de
placer, confort, amor, respeto, entre otras. ¿Qué cosas se empeña en seguir haciendo obstinada y deliberadamente
esta persona? Sus actos de violencia no tienen que ver con su esposa, sino consigo mismo y con las idolatrías que
arrastró con él al matrimonio. Las personas violentas fingen ser un dios y luego se comportan como si fueran el diablo,
en lugar de servir a Dios. Deben arrepentirse de sus pecados para con Dios, que son los que traen como consecuencia
los pecados para con los demás. Tanto el comportamiento como las motivaciones hostiles deben quedar al descubierto
(ver Stg. 3:5-12, 3:14-16, 4:1-4, 4:6 y 4:11-12).

2. Propóngase solucionar las manifestaciones secundarias de los principales pecados y reacciones. Por lo general, la
crítica, la queja, la irritabilidad, las pequeñas peleas y las discusiones preceden al acto de violencia y suelen ser
manifestaciones externas que comparten un origen común .. común en el corazón. Las personas que aprenden a
arrepentirse de la queja, y por ende cultivan la gratitud y la satisfacción en Cristo, casi no tendrán necesidad de
arrepentirse de la agresión y el maltrato.
3. Presénteles al verdadero Cristo vivo. Jesús abunda en compasión mas su ira es terrible. Las personas violentas
necesitan conocer el amor de Cristo. Si bien merecen la ira de Dios, El en cambio entregó al Cordero. Jesús amó a los
pecadores, a los impíos, a los malos, a los débiles, a los enemigos de Dios. El murió para que los que viven ya no vivan
para sí mismos. Dios ofrece gratuitamente gracia y sabiduría de lo alto (Stg. 1:5, 1:17, 3:17, 4:6 y 4:10). La gracia eficaz
y correctora se encuentra a disposición de todos aquellos que la necesiten. Pero es preciso que las personas violentas
aprendan a temer la ira del Señor. El es celoso y santo (Stg. 4:5 y 4:12). Una persona que comete un acto de violencia
vive sin temor del Señor; actúa y reacciona como si Dios no existiera. Mas en verdad, «todas las cosas están desnudas
y abiertas a los ojos de aquél a quien tenemos que dar cuenta» (He. 4:13). Comenzar a vivir transparente significa a
llevar una vida sin la privacidad de la que depende la violencia.

4. Lleve a la persona violenta a un arrepentimiento centrado en Dios (Stg. 4:6-10). Lo más importante son los cambios
internos. Compare el «arrepentimiento» manifestado por la persona con el verdadero arrepentimiento. Los salmos 50 y
51 permiten diferenciar un arrepentimiento centrado en Dios de uno que no lo es. Conocer al Cristo del evangelio
significa reordenar todo el ser interior de manera que el pecado ya no triunfe en la vida. No se conforme con menos.
Los que buscan, encuentran; los que creen, reciben el Espíritu Santo. La pregunta es: ¿Cómo saber que ha habido un
verdadero arrepentimiento? Usted se dará cuenta. El tiempo siempre se encarga de confirmar la legitimidad de las
cosas. Usted observará cambios radicales en las relaciones de estas personas, primeramente con Dios y luego con los
demás.

5. Ayude a los creyentes arrepentidos a asimilar las alternativas prácticas, pacíficas y afectuosas de las que puede
hacer uso en lugar de manipular, culpar al otro, intimidarlo y recurrir a la violencia (Stg. 3:13, 3:17-18). Las personas
son capaces de aprender a escuchar, a preguntar, a pedir perdón, a detenerse y tomarse un tiempo, a pedir ayuda, a
demorar la toma de decisiones, a ser dadivosos: todas acciones fruto de la ... sabiduría que viene de lo alto. El amor
puede reemplazar no sólo los momentos de violencia, sino también el egoísmo y la obstinación que antes invadían el
estilo de vida. No hablamos de perfección, sino de progreso. Un corazón cada vez más entregado es una vida en la que
cada vez hay menos lugar para el odio y la agresión.

6. Emplee los recursos de la comunidad de Cristo (Stg. 5:19-20 y He. 3:12-14). Las personas que se arrepienten de la
violencia necesitan más que un aconsejamiento «formal» una vez por semana. Necesitan aprender la honestidad
absoluta y dar razón de sus actos, necesitan que se les recuerden las cosas, necesitan recibir ánimo y oraciones de
intercesión, necesitan modelos para seguir y también necesitan exponerse diariamente a la luz. Jamás tuve
conocimiento de que un incidente de violencia familiar sucediera públicamente durante el servicio en la iglesia o
mientras la persona se encontraba hablando por teléfono con el pastor o con su líder de estudio bíblico. Ayude a las
personas violentas a salir del escondite y a vivir en la luz. El pecado crece en los rincones oscuros; la rectitud prospera
a la luz del día. Una persona que ha efectuado un cambio en su interior hacia Cristo, deseará voluntariamente rendir
cuentas al pueblo de Cristo con el propósito de crecer en la humildad y de que lo salven de sí mismo.

¿Cómo ayudará usted a las personas que cometen violencia en el hogar? Ellas necesitan reordenar su ser interior de
forma tal que busquen y lleguen a conocer al Cristo del evangelio. Sin el fundamento de una relación viva con Cristo,
será imposible que ni usted ni los demás hagan lo suficiente para que deje la violencia. Por el contrario, cuando los
pecadores violentos abrazan el amor de Jesucristo, la doctrina, la mirada introspectiva, la estructura, el planeamiento,
el compromiso, la comunidad y el consejo, se transforman en canales por donde fluye y se manifiesta la eficaz gracia
de Cristo.

Pablo David Tripp es Director Académico de la fundación de Consejería y Educación Cristiana, en Filadelfia, EE.UU.
David Powlison es Editor del Journal of Biblical Counseling.
Tomado del Journal of Biblical Counseling, Volumen 15 Número 2, usado con permiso.
EL CONSEJERO BÍBLICO
http://luispalau.net

Uso y abuso de la televisión


por Pablo Martínez Vila

«Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración
espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean
transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena,
agradable y perfecta» (Romanos 12:1-2).

Se dice que es más fácil encontrar una casa en la que falte el pan que una casa sin televisor. Quizás esta afirmación no
se pueda tomar al pie de la letra, pero refleja bien la escala de valores de muchas familias hoy: prefieren antes comer
peor que prescindir del televisor. La televisión se ha convertido en elemento imprescindible para el «funcionamiento»
familiar. El extraño silencio que deja una televisión averiada en la casa produce incomodidad, como si estuviera
ausente un elemento vivo de la familia. Protagonista destacado a la hora de comer, «invitado especial» todas las
noches, compañero imprescindible los fines de semana, su ausencia llega a crear verdaderos síndromes de
abstinencia, como si de una droga se tratara.

¿Droga? Sí, ahí está la clave de nuestro tema. El problema no es el uso sino el abuso de la televisión. El enfoque
correcto no debe ser: «¿la televisión es buena o mala?» Este planteamiento maniqueo nos llevaría a respuestas
desequilibradas e incluso farisaicas. Como muchos otros instrumentos técnicos, la televisión en sí misma no es ni
buena ni mala, sino que depende del uso y propósito que de ella se haga. Un mal puede tener consecuencias muy
negativas para la salud de la persona, y no solamente de los niños, El profesor Alonso Fernández, destacado psiquiatra
español, decía en una conferencia titulada «Televisión y salud mental»: «Todo plan nacional de salud mental, debe
incluir el adecuado funcionamiento del ente televisivo como una de sus prioridades absolutas». Todos habremos
experimentado alguna vez la dificultad para levantarnos del sillón cuando estamos enfrente del televisor. Es como si
nos «enganchara». Los expertos hablan de un estado de anestesia o hipnosis televisiva, consistente en un bloqueo
mental que no permite al sujeto alejarse de la pantalla. Sólo ciertas personas con fuerza de voluntad, activas e
inteligentes, se liberan de esta experiencia de «enganche»- Así que, de entrada, nuestro postulado fundamental es: El
problema no es la televisión, el medio en sí, sino lo que hacemos con ella

A principios de los años sesenta, con la aparición de los primeros receptores, no pocos creyentes consideraban una
falta de espiritualidad tener televisor en casa. Mirar la televisión y ser carnal eran una misma cosa. La idea de que el
demonio «entraba» en las casas a través de los programas era su principal argumento. ¿Estaban equivocados aquellos
creyentes de hace treinta años? Por supuesto que sí, si entendemos televisión y demonio como sinónimos. Pero su
postura tenía un trasfondo correcto al entender que la televisión es un medio de penetración formidable de la forma de
ser de este mundo. La secularización penetra por todos los poros de la vida del creyente y el medio televiso no es una
excepción. Hoy en día es mucho más fácil tener la mente de Don Francisco o Cristina que la mente de Cristo. Es
simplemente una cuestión de proporciones, de porcentajes de influencia. Si un creyente pasa tres horas diarias frente
al televisor (el promedio en España en 1993 fue de 3h. 22 minutos por día, en EE.UU. 3h 45 minutos), ¿cuántos
minutos recibe de influencia espiritual? No podemos, por tanto, menospreciar el argumento de la secularización. El
televisor no es el diablo, ni siquiera es del diablo, pero puede llegar a ser instrumento favorito de influencia por parte del
diablo. Observemos con atención las declaraciones de Lolo Rico, escritora, exdirectora de programas infantiles de TVE:
«La pequeña pantalla dictamina e impone sus modelos, impartiendo criterios ?se siguen a rajatabla? sobre el mundo y
la mejor manera de existir en él. Se ha convertido en la madre subsidiaria que distribuye afectos, ordena inclinaciones y
asigna gustos y aficiones como es propio de la maternidad». Estas palabras cobran especial valor viniendo de alguien
que conoce a fondo la capacidad de influencia del medio televisivo. La misma autora, que acaba de escribir el libro «El
buen espectador» (Espasa Calpe, 1994) afirma de modo concluyente: «La televisión es el medio más manipulador y
más manipulable».

Consideremos, ante todo, los valores positivos. En primer lugar, la televisión puede ser un instrumento formidable de
información. Las capacidades técnicas de nuestros días son tan impresionantes que la televisión ha acabado por
convertir el mundo en una «aldea global», como señalaba MacLuhan. Para el creyente esto tiene dimensión muy
buena; si queremos «examinarlo todo y retener lo bueno» (1 Ts. 5:21), tal como nos exhortaba el apóstol Pablo,
necesitamos buenas dosis de información. . cristiano no puede vivir encerrado en una torre de marfil, aislado del
mundo, en su iglesia local. Necesitamos conocer y auscultar bien las realidades que nos rodean. Si queremos que
nuestro mensaje sea relevante para el mundo hemos de ser capaces de tener un ojo en el televisor y otro en la Biblia.
Hemos de saber ver y leer lo que ocurre en nuestro mundo. Y necesitamos interpretar estas realidades con los ojos y la
mente de Cristo.
Algo parecido podríamos decir, en segundo lugar, del potencial pedagógico e incluso terapéutico de la televisión. Los
programas documentales pueden ser un instrumento de información adecuado. El beneficio cultural de ciertos
contenidos es enriquecedor. El televisor en un hogar de ancianos, por ejemplo, puede ser un medio de apoyo
psicológico excelente; pero todo ello ha de ser con el contenido adecuado, en el momento adecuado, y a las dosis
adecuadas. Podríamos mencionar también su valor como instrumento sano de distracción. A veces ciertos programas
sirven para «desconectar» de la tensión vivida en el trabajo. Tiene una función de relax, sobre todo para algunas
personas. Es para ellos un lavado de cerebro que les ayuda a olvidar los problemas del día. ¡Algunos incluso lo utilizan
como somnífero! Vemos, por tanto, que hay aspectos positivos que hemos de potenciar. En este sentido la televisión es
como un antibiótico: administrado a las dosis adecuadas, por la vía adecuada, y en el momento adecuado ¡puede ser
de notable beneficio?!
Pero de la misma manera que un antibiótico es susceptible de abuso y entonces sus efectos son negativos, lo mismo
ocurre con el televisor. ¿Cuáles son los peligros principales de la televisión? Empezaremos considerando los efectos
negativos que derivan de la «dosis», la cantidad de horas de consumo de televisión.

El abuso de tiempo delante del televisor nos plantea tres graves consecuencias que afectan tanto al niño como al
adulto. En primer lugar, es una forma pasiva de ocio que reprime, hasta atrofiar, la creatividad y la imaginación. La
televisión, al ser un medio fundamentalmente pasivo, implica muy poca participación, a diferencia, por ejemplo, de la
lectura. No estimula una facultad indispensable para los niños y terapéutica para los adultos como es la creatividad.
Esto es vital porque el ser humano, hecho a imagen y semejanza de dios, ha nacido para crear. La atrofia progresiva de
la creatividad humana lleva a una generación de personas adocenadas, sin criterio, despersonalizadas. .. Hay algunas
formas de ocio ?la lectura, la música? que cultivan la imaginación. Cuando niños leíamos «El gato con botas», o de
adolescentes «Robinson Crusoe», nuestra imaginación caminaba fecunda por senderos que fomentaban la creatividad.
Este elemento le falta al televisor. La participación es pasiva. Por ello se habla del «receptor de televisión». En la
televisión uno no puede ser actor y espectador a la vez, sólo puede ser espectador. Y éste es uno de los grandes
riegos de una sociedad tan imagocéntrica: perder la imaginación creativa.

En segundo lugar, la mayoría de los programas tienen un efecto absorbente. Es el estado de anestesia o hipnosis
televisiva a la que nos referíamos al principio. Veámoslo con un ejemplo curioso. Si uno de nosotros intenta leer el
periódico cuando el televisor está encendido, es muy probable que terminemos cerrando el periódico y mirando el
programa. Hay un efecto de atracción, de seducción que capta la atención de la persona. Por ello, muchos encuentran
muy difícil apagar el televisor antes de que acabe el programa iniciado. Es un efecto parecido al de la droga: cuanto
más la miras, tanto más necesitas seguir mirándola. Me confesaba una distinguida personalidad evangélica, que tuvo
que vender su televisor porque era incapaz de controlar el número de horas delante de la pantalla y ello había
arruinado su hábito de lectura. «La televisión ha empobrecido mi vida», me comentaba confidencialmente y un poco
avergonzado.
Este efecto de hipnosis puede llegar a convertir la televisión en una forma de huida, un instrumento para no pensar, un
verdadero lavado de cerebro. Ya hemos hablado alguna vez de un fenómeno preocupante: la introducción de aparatos
de televisión en los hospitales. La enfermedad es probablemente el último reducto que le queda al hombre de hoy para
pensar y para encontrarse consigo mismo. La televisión en los hospitales va a acabar con el más fecundo campo de
reflexión que tiene la persona: El sufrimiento y la tribulación. Cuando la distracción anula la reflexión, la persona y la
vida se trivializan, haciéndose cada vez más superficiales.
En tercer lugar, el problema por excelencia de la televisión es la alteración en la vida familiar. En este aspecto ha
venido a ser como un intruso que ha alterado profundamente las formas y hábitos de comunicación dentro de la familia.

En una encuesta realizada en los Estados Unidos, se hizo una pregunta a niños entre cuatro y seis años: «¿A quién
quieres más, ... a papá o a la televisión?» La respuesta, profundamente inquietante, fue que el 44% de los niños
preferían la televisión antes que a su padre. Sus argumentos eran conmovedores: «La televisión siempre está en casa,
mientras que papá no está nunca». «Mi televisión está disponible siempre que yo quiero, mientras que mis padres
están siempre ocupados». Queremos llamar la atención a un fenómeno particularmente importante: La televisión a la
hora de la comida. En las generaciones de nuestros padres y abuelos, los problemas familiares se ventilaban «a la hora
de comer». «Ya hablaremos en la comida», era una frase sencilla pero extraordinariamente rica. La comida ofrecía un
foro natural donde padres e hijos, esposo y esposa hablaban con espontaneidad de los avatares de la jornada. Hoy en
día alrededor de la mesa ya no se habla, sólo se oye la voz del intruso, de la «abuela electrónica» que ha invadido la
intimidad familiar. Muchas tensiones podrían aliviarse si el televisor estuviera apagado a la hora de comer. En la
intimidad de la consulta no pocos jóvenes me han compartido cuánto odiaban el televisor porque les había robado a
sus padres, les había despojado del único momento de comunicación con ellos. Frases parecidas las he escuchado de
labios de esposas o esposos con relación a sus cónyuges. ¿Difícil es apagar la televisión durante las comidas? ¿Es
que hay miedo de enfrentar con naturalidad los conflictos del día? Nuestra recomendación encarecida, y muy sencilla,
es que ninguna familia debería tener la televisión encendida a las horas de las comidas. Es más, el aparato de
televisión debería estar ubicado, a ser posible, en otra habitación de la casa. Por desgracia, las reducidas dimensiones
de las viviendas actuales no permiten muchas veces esta posibilidad. Pero habría que hacer lo posible por
salvaguardar la hora de la comida como momento supremo de comunicación familiar.

Un problema relacionado con el anterior es la «guerra de los canales» que se da en las familias. El padre quiere ver un
programa, el hijo se enfada porque desea otro, y la madre protesta porque su programa nunca se le respeta. Estas
tensiones familiares por la oferta televisiva se han solucionado en Estados Unidos de una manera muy práctica: cada
miembro de la familia, incluso los adolescentes, tiene su propio aparato de televisión en el dormitorio. De manera que al
silencio durante las comidas se le suma el aislamiento durante el resto de horas en casa. Así, la habitación se convierte
.. en un castillo fortificado que fomenta el individualismo extremista. Los altos niveles de individualismo que caracterizan
a nuestra sociedad no son ajenos a la interferencia de la televisión en la vida familiar. ¿Dónde están aquellas reuniones
familiares, aquellas tertulias espontáneas pasadas? ¿No será que la televisión está influyendo poderosamente en
engendrar familias-pensión?

Debemos tomar conciencia, como cristianos, de los peligros hasta aquí expuestos. Preguntémonos con sinceridad:
¿Cuántas horas al día dedico a la televisión? ¿Cómo ha alterado esto mi vida familiar? ¿Me es fácil levantarme y
apagar el televisor o me quedo «enganchado» con facilidad? ¿En mi casa es la televisión sólo un mueble o se ha
convertido en la tirana de la familia? Todas estas preguntas pueden ser un pequeño examen para valorar si nuestra
relación con la televisión es de uso o de abuso.

Decíamos que había dos tipos de problemas. Por un lado los relacionados con la cantidad de horas de televisión. Los
otros efectos negativos son los derivados del contenido de los programas. La televisión imparte ideología, transmite una
manera de ver la vida. La forma de pensar, los valores de la sociedad quedan plasmados en cada película, en cada
anuncio publicitario. De ahí el valor estratégico que la televisión puede tener para una comprensión adecuada del
mundo que nos rodea. El cristiano no puede cerrar los ojos ante el televisor y decir «esto no me interesa»; por el
contrario, ha de abrir bien los ojos para percibir, entender y reflexionar sobre las necesidades de aquellas personas a
las que queremos predicar el evangelio. Saber mirar la televisión es casi imprescindible para una evangelización
relevante. La respuesta adecuada a la secularización de nuestra sociedad pasa por una percepción profunda de las
enfermedades de esta sociedad. Y la televisión es un escaparate formidable de las dolencias sociales de nuestro
mundo contemporáneo.

Sí, vamos por tanto a mirar la televisión, pero hagámoslo con la mente de Cristo. Cada vez que encendemos nuestro
receptor, a los creyentes se nos brinda una oportunidad excelente para comprobar si de veras tenemos esta mente de
Cristo. En la práctica, ello requiere saber interpretar la información recibida de acuerdo con los principios morales y los
valores del evangelio. En otras palabras, para ver correctamente la televisión el creyente ha de usar unas gafas
correctoras, que podríamos llamar la cosmovisión cristiana. No luchemos contra . la televisión, luchemos a favor de una
cosmovisión cristiana de la vida. Nuestros esfuerzos no han de ir encaminados tanto a reprimir, dejar de ver, como a
promover, enseñar a ver. Estas «gafas correctoras» nos permitirán captar los mensajes que hay detrás de cada
película, detrás de cada anuncio publicitario o de cada debate. Esta actitud crítica y correctora nos permitirá una
transformación de la información. Este es el mensaje básico deRomanos 12:1-2, mensaje que hemos de contextualizar
a cada situación práctica de la vida. Ponernos a mirar un programa sin estas «gafas» nos deja expuestos a la influencia
mimética, a la manipulación y, en último término, a la secularización.

A modo de conclusión podríamos elaborar una breve guía de preguntas prácticas para saber evaluar mejor los
programas:
- ¿Qué nos dice este programa acerca del dinero, las posesiones materiales, el consumismo y el estilo de vida?
- ¿Qué nos dice sobre las relaciones humanas, la deshumanización, la dignidad de toda persona?
- ¿Qué nos dice sobre la amistad, el sexo, la pornografía, las relaciones familiares?
- ¿Qué nos dice sobre la violencia, la guerra, la paz?
- ¿Qué nos dice sobre la mentira, la honestidad, el vocabulario soez y el uso de la lengua?
- ¿Qué nos dice sobre la comida y la bebida, el alcohol, la gula?

A esta lista cada uno de nosotros podría añadir sus propias reflexiones. Los apóstoles le pidieron al Señor: «Enséñanos
a orar» (Lucas 11:1). Quizás nosotros hoy deberíamos pedirle también al Señor: «Enséñanos a mirar la televisión con
sabiduría». Dos palabras probablemente resumirían una actitud equilibrada: Dosificar y discernir. Que el Señor nos dé
cada día más de su Espíritu para «examinarlo todo y retener lo bueno».

El Dr. Pablo Martínez Vila ejerce como médico-psiquiatra en Barcelona desde 1979. Realiza, además, un amplio
ministerio como escritor, consejero y conferenciante en España y muchos países de Europa.

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