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LABORATORIO 1:
Por:
Asesores:
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Tres supuestos de partida: o de “los anteojos del investigador”
Si bien resulta tentador (y hasta sugerente) argumentar, como muchos otros autores,
que la representación política está en crisis1; reconociendo, no obstante, la advertencia de
Puente (2015: 67) sobre que “…la confusión existente entre la impopularidad de los políticos
y la crisis de la representación se ha propalado casi de forma irreflexiva”2, vislumbramos
que, en la actualidad, la crisis de la representación - como mecanismo teórico explicativo -
se ha vuelto un lugar común. Es decir, se ha convertido en una frase, expresión o idea que,
debido a su uso frecuente, se ha vuelto trivial o se ha desgastado, perdiendo significación.
En efecto, estamos ante un concepto que está de moda3, y por lo mismo, que se ha
venido estirando hasta el punto de banalizarse. Desde la conversación cotidiana se recurre al
mismo para simplificar y generalizar, - y aunque ha acabado por convertirse (casi) en un
1
La crisis de la representación política es un tema que se ha vuelto recurrente en la esfera académica (Touraine,
1992; Cavarozzi, 1993; Gargarella, 1995; Porras Nadales, 1996; Santos & Avritzer, 2004). De hecho, algunos
autores han llegado a afirmar que la crisis de la representación política es el estado natural de la misma
(Chueca-Rodríguez, 1987; O’Donnell, 2007; Cebrián Zazurca, 2008). Unos cuantos entienden la crisis de la
representación política como la insatisfacción ciudadana con las élites políticas (Nun, 2000; Peruzzotti, 2003;
García Alonso, 2015). Otros más la conciben como desafección política o como desconfianza y descrédito en
las instituciones representativas (Paramio, 1999; Mainwaring, 2006; Mainwaring et al., 2008; Novaro, 1995;
Eberhardt, 2014; Tormey, 2015). En nuestros días, muchos autores posicionan la crisis de la representación
política como la percepción general de los ciudadanos de que no están siendo representados por nadie (García
Guitián y Cavero Cano, 2012; Tahar, 2012; Valencia Escamilla, 2014; André de Souza y Espineira, 2014; Mair,
2015; Martínez Rivas, 2017; Navarro-Rubio, 2017; Reyes, 2019). Finalmente, otro enfoque interesante es el de
Mineur (2010), que estudia la crisis de la representación como un atributo constitutivo de la modernidad
política, a partir de un análisis arqueológico.
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Aquí hay un punto de coincidencia importante entre Puente (2015) y Pousadela (2006). Al respecto de la
irreflexibilidad del diagnóstico de crisis de la representación política, ambos autores advierten la existencia de
una especie de axioma académico natural; es decir, algo que se debe dar por sentado sin más, algo que no está
a discusión. Y Pousadela (2006: 9) lo expresa así:
Si nos guiáramos por las denuncias cíclicamente renovadas a lo largo de la historia, deberíamos
concluir que la representación siempre ha estado en crisis. En la mayoría de los países
democráticos, en efecto, se habla desde hace tiempo de crisis de representación. De los
argumentos usualmente esgrimidos para dar cuenta de ella se deriva, sin embargo, una confusa
descripción de aquello en lo que consistiría dicha crisis.
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Y al formar parte de un discurso que está en tendencia, claramente estamos ante un concepto que tiene una
gran carga normativa; es decir, al que se le atribuyen características indeseables o negativas por sí mismo. Dicha
carga normativa - al mismo tiempo - vuelve a la crisis de la representación política en un concepto ambiguo,
trivial, desgastado e impreciso.
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principio general - consideramos que está vacío de sentido. Es decir, que, como mecanismo
teórico explicativo, es impreciso y ambiguo4.
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Ya en la clásica obra “El futuro de la Democracia”, Bobbio (1986) sugería la necesidad de una precisión
conceptual a la hora de abordar las problemáticas que gravitan sobre la democracia como forma de gobierno;
al preferir referirse a ellas como transformaciones más que como crisis. Ya que, según Bobbio (1986), el
término crisis estaba axiológicamente cargado negativamente - en el sentido de colapso inminente -; cuestión
que no compartía, al concebir que la democracia es dinámica y por ello se encuentra en constante
transformación, a diferencia del despotismo, estático y siempre igual a sí mismo.
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Estamos ante un proceso de aclaración reciproca, es decir, ante lo que Ragin (2007) denomina como un
proceso de refinamiento de las imágenes del objeto de investigación y de los marcos analíticos.
Categóricamente, pasamos de la idea de la crisis de a la de la metamorfosis de.
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Pousadela (2006: 49) pone de manifiesto las evidentes connotaciones negativas del término crisis,
puntualizando que
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En el mismo sentido, como segundo supuesto y en concordancia con la perspectiva
de la metamorfosis de la representación, admitimos la existencia de un malestar en la
representación (Joignant et al., 2017; Cantillana Peña et al., 2017; Cadena-Roa & López
Leyva, 2019). Esto es, desde una visión matizada y equilibrada, advertimos la existencia de
fallas, dificultades, debilidades, limitaciones, insuficiencias, incapacidades y/o hasta crisis
en la estructura y en el funcionamiento de la representación política. Y, al mismo tiempo,
asumimos que, indudablemente, la representación política sigue constituyendo el núcleo del
modelo de democracia contemporáneo.
Ahora bien, la idea del malestar en la representación entonces, podría ser de utilidad
para dar cuenta de la paradoja representativa de nuestros tiempos. Como plantea Mezey
(2008: 5), cualquier régimen representativo presenta la paradoja de la democracia
representativa: pueden no ser tan democráticos y pueden no ser tan representativos. Es decir,
los representantes son de hecho representantes (procedimental, jurídica y electoralmente);
pero, al mismo tiempo, los representantes ya no son representativos. O, en otras palabras,
siguiendo a Pousadela (2006: 50), “…nuestros representantes no son nuestros representantes,
porque han dejado de representarnos”. Al respecto, Puente (2015: 56) clarifica que
Por consiguiente, como tercer supuesto, concedemos que la representación política, “…no
es, entonces, un fenómeno abstracto, sino que se expresa en intereses y acciones, de manera
individual y organizada, como del escenario y contexto donde se desenvuelve el ejercicio
representativo” (Puente, 2015: 56 y 57). Por lo que la cuestión de la representación política,
no únicamente se trata de definir quiénes son los representantes y a quién representan, sino
también y, sobre todo, el cómo los representan.
…la crisis suele asociarse a la idea de ruptura, cambio abrupto o sorpresivo, mientras que el
término metamorfosis, […], hace referencia a un proceso armónico, cíclico, de desarrollo
previsible. […] Supone, en efecto, una disfuncionalidad, mientras que la metamorfosis aparece
como un proceso natural de evolución, de surgimiento de lo nuevo a partir de lo viejo.
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Protocolo de investigación: o de la propuesta de estrategia metodológica
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Y por modos de representación nos referimos a las formas en que los parlamentarios desempeñan su actividad
de representación y establecen relaciones con los votantes (Andeweg & Thomassen, 2005). Es decir, hacemos
referencia, sobre todo, al cómo representan los representantes.
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Sin embargo, ¿Son comparables los casos de Uruguay, México y Paraguay? Según el
diseño de los casos más similares (Pérez Liñán, 2009), sí. Ahora bien, en el diseño de los
sistemas más similares se buscan aquéllos que compartan el mayor número posible de
atributos de características similares (variables de control). El fenómeno independiente bien
puede ser un atributo agregado único, o una relación en el interior del sistema. En
consecuencia, para los propósitos de la presente propuesta de investigación doctoral,
consideramos que la calidad de la representación política es una relación en el interior del
sistema de los regímenes políticos. Aunado a ello, reconociendo que, en primer lugar, tanto
Uruguay, México y Paraguay comparten características relevantes como:
Y aceptando, en segundo lugar, que según un estudio de Cantillana Peña et al. (2017) sobre
el malestar con la representación democrática en América Latina, ubican a Uruguay con
bajos niveles de malestar; a México con niveles medios de malestar; y, a Paraguay con
niveles altos de malestar; la respuesta es que sí serían comparables.
Ahora bien, Yin (1989) considera el método de estudio de caso apropiado para temas
que se consideran prácticamente nuevos, pues en su opinión, la investigación empírica tiene
los siguientes rasgos distintivos: a) examina o indaga sobre un fenómeno contemporáneo en
su entorno real; b) las fronteras entre el fenómeno y su contexto no son claramente evidentes;
c) se utilizan múltiples fuentes de datos; y, d) puede estudiarse tanto un caso único como
múltiples casos. En este sentido, Chetty (1996) indica que el método de estudio de caso es
una metodología rigurosa que: 1) es adecuada para investigar fenómenos en los que se busca
dar respuesta a cómo y por qué ocurren. 2) Es ideal para el estudio de temas de investigación
en los que las teorías existentes son inadecuadas. Y, 3) Permite estudiar los fenómenos desde
múltiples perspectivas y no desde la influencia de una sola variable.
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Por consiguiente, partiendo del entendido de que: los estudios de caso son una
estrategia de investigación empírica, rigurosa, precisa y objetiva; la cual podría tratarse del
estudio profundo e intensivo de un fenómeno (a través de un único caso o de varios casos),
que combine distintos métodos8 para la recogida de evidencia cualitativa y/o cuantitativa con
el fin de describir, verificar o generar una teoría. Consideramos que nuestra propuesta de
investigación es un estudio de caso de (sobre) los diferentes niveles de la calidad de la
representación política de los legisladores, legalmente electos y en funciones, en sistemas
democráticos con niveles bajos, medios y altos de malestar en la representación.
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Yin (1989) recomienda la utilización de múltiples fuentes de datos y el cumplimiento del principio de
triangulación para garantizar la validez interna de la investigación. Esto permitirá verificar si los datos
obtenidos a través de las diferentes fuentes de información guardan relación entre sí (principio de triangulación);
es decir, si desde diferentes perspectivas convergen los efectos explorados en el fenómeno objeto de estudio.
De manera similar, se requiere la aplicación de distintos instrumentos de recolección de información, tales
como: entrevista personal no estructurada, entrevista personal estructurada, encuestas por cuestionarios,
observación directa estructurada, observación directa no estructurada, revisión de documentos y de datos
estadísticos relacionados con el fenómeno estudiado, entre otros.
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Generalización analítica (¿Transferibilidad?): …utilizar el estudio de caso único o múltiple para ilustrar,
representar o generalizar a una teoría (Replicación literal vs. Replicación teórica).
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Por ello, dado que nuestro objetivo es realzar los datos (Ragin, 2007); sugerimos un muestreo no
probabilístico; intencional; y teórico. Será teórico, porque utilizaremos los recursos teóricos como base para su
desarrollo (Patton, 1990). Esto es, porque estará basado en la selección de casos/participantes/incidentes sobre
la base de su relevancia para la pregunta de investigación y la posición teórica adoptada (Silverman, 2005).
Cabe destacar entonces, que en el estudio de caso no se selecciona una muestra representativa de una población
sino una muestra teórica. Y en el mismo sentido que, como Eisenhardt (1991) argumenta, el número de casos
apropiado depende del conocimiento existente, del tema y de la información que se pueda obtener a través de
la incorporación de estudios de casos adicionales.
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Según el tipo de Contemporáneo Ya que, planteamos estudiar la calidad
acontecimiento de la representación política, a partir de un
análisis de los diferentes modos de
representación implementados por los
legisladores federales en Uruguay, México y
Paraguay en la actualidad.
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Comparación analítica. El investigador desarrolla sus conclusiones a partir de la observación y comparación
de varios casos (Coller, 2005).
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Comparación analítica por diferencia. El investigador dispone de varios casos que pueden ser similares en
algunos aspectos pero que difieren en aspectos importantes para su investigación (Coller, 2005).
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En este tipo de estudio se hacen las mismas preguntas a los distintos casos, comparando las respuestas para
llegar a conclusiones (Ghauri et al., 1995). De hecho, cada caso debe ostentar un propósito determinado, por lo
que la elección de los mismos no se realiza según los criterios muestrales estadísticos sino por razones teóricas,
buscando un conjunto de casos que sea representativo del fenómeno a analizar. Así, y aunque no existe un
criterio definido para determinar el número de casos que deben conformar el estudio (Pettigrew, 1990), de
acuerdo con esta lógica, Chiva (2001) establece que un estudio de casos requeriría un mínimo de cuatro
unidades de análisis, aunque cuanto mayor sea este número, se puede alcanzar una mayor replicación y
fiabilidad (Eisenhardt, 1989).
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Teóricamente construidos, a través de un mapeo teórico (Coller, 2005).
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En el mismo sentido, consideramos importante ampliar la última idea de la
clasificación propuesta por Coller (2005) del estudio de caso planteado; esto es, la idea de la
comparación. Estimamos que hacer explícitas las pretensiones comparativas de nuestra
propuesta de investigación, permitirá justificar y fundamentar mejor la toma de decisiones
metodológicas, sistematizándolas. Partiendo del entendido de que, según Sartori (1994),
todos queremos comprender, explicar e interpretar, y concibiendo que la comparación es un
método de control de nuestras generalizaciones; esto es, que sirve para controlar si una
regularidad se corresponde con los casos a los cuales se aplica; consideramos que nuestra
propuesta de investigación doctoral es comparativa. Dado que nos valdríamos del estudio de
una(s) entidad(es), (¿los legisladores federales - los diputados – uruguayos, mexicanos y
paraguayos?), para alcanzar generalizaciones analíticas y un grado más alto de refinamiento
teórico de las clásicas y de las nuevas teorías de la representación política, a partir de una
inferencia lógica.
Aunado a ello, aceptando que comparar es confrontar una cosa con otra (Sartori,
1994), encontramos que nuestra propuesta de investigación doctoral es de naturaleza
comparativa; particularmente, un estudio de casos múltiples, comparados analíticamente por
diferencia. Porque partimos del supuesto de que la calidad de la representación política se
explica, en gran medida, por los diferentes modos de representación que implementan los
legisladores en sistemas democráticos con niveles bajos, medios y altos de malestar en la
representación. En consecuencia, pretendemos elegir varios casos - para compararlos - que
se diferencien analíticamente entre sí; e ilustren, al mismo tiempo, los modos de
representación existentes entre los legisladores federales en Uruguay, Paraguay y México.
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Dos momentos diferenciados de la estrategia metodológica propuesta
Como se había fundado y descrito, por modos de representación nos referimos a las
formas en que los parlamentarios desempeñan su actividad de representación y establecen
relaciones con los votantes (Andeweg & Thomassen, 2005). Y si bien, son diversas - y
variadas - las cuestiones que se han abordado en la literatura especializada en la materia,
consideramos que son tres las que se distinguen principalmente: 1) a quién representan los
parlamentarios; 2) cómo estos realizan la representación; y, 3) hasta qué punto los
parlamentarios son sensibles (¿congruentes?) a las preferencias de los votantes (Weβels,
2007; Bengtsson & Wass, 2010). Es entonces, en dicha tercera cuestión (la de la congruencia
o incongruencia), donde se inscribe la presente investigación doctoral.
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5. Quinta Dimensión: Apertura15 (mecanismos institucionales - y no
institucionales – horizontales y verticales de receptividad, responsabilidad y
rendición de cuentas, y que incentiven la participación y la colaboración ciudadana).
Del tal modo, dichas dimensiones definirán qué se va a comparar (y, por tanto, qué se va a
medir), a partir del análisis de las prácticas – internas (hill style; Davidson & Walter, 1981)
y externas (home style; Fenno, 1978) – desempeñadas por los legisladores federales en
Uruguay, México y Paraguay. Es decir, se va a comparar: clasificando. ¿Clasificando, qué?
Primeramente, los diferentes modos de representación implementados por los legisladores.
Y posteriormente, los diferentes niveles de calidad de la representación política existentes
entre los legisladores y los ciudadanos, a partir de un análisis de congruencia total (Achen,
1978 & Golder y Stramski, 2010).
Del último párrafo es posible deducir que la estrategia metodológica propuesta está
concebida en dos momentos diferenciados, pero secuenciales e integrados. Así, el primer
momento metodológico consistiría en construir teóricamente la categoría analítica modos de
representación; en medir las dimensiones planteadas para hacerla observable; y en identificar
los diferentes modos de representación implementados por los legisladores federales en
Uruguay, México y Paraguay, siguiendo la lógica de los conjuntos difusos de Ragin (2008).
Y, del mismo modo, finalmente, se seleccionarían los casos más ilustrativos de los diferentes
modos de representación identificados, que implementan los legisladores federales en
Uruguay, México y Paraguay.
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Haciendo clara y evidente alusión a la idea y a los principios del Parlamento Abierto.
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Por otra parte, en el segundo momento metodológico, se sometería a prueba la
hipótesis tentativa; a partir de la medición de un índice de congruencia total (Achen16, 1978
& Golder y Stramski17, 2010), configurado a su vez por dos dimensiones:
Por ende, una vez identificadas las “posiciones” de los casos más ilustrativos seleccionados
(esto es, las “posiciones” de los diputados federales seleccionados), se reconstituirán las
“posiciones” de los ciudadanos representados respectivos (es decir, las “posiciones” de los
constituyentes de los distritos electorales federales en cuestión); por medio de un plan de
minería de datos18 pertinente, creativo e innovador; a partir de la exploración, el análisis y la
sistematización de las fuentes disponibles, válidas y confiables.
Para finalmente, contrastar los valores obtenidos entre las “posiciones”, comparar los
resultados, y estar en condiciones de determinar, entonces, si la hipótesis se valida o se refuta.
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Achen (1978): 1) Proximidad (Cercanía ideológica); 2) Centrismo (Eficiencia del representante) y 3)
Receptividad (Receptividad a las preferencias de los ciudadanos).
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Vale la pena mencionar en relación a las unidades, el reciente trabajo de Golder y Stramski (2010) donde se
hace una distinción del tipo de congruencia ideológica en función del número de actores involucrados, esto es,
ciudadanos y representantes. De tal manera, dicen los autores, la congruencia puede estar conceptualizada, y
medida, de tres modos: un ciudadano frente a un representante (one-to-one relationship), varios ciudadanos
frente a un representante (many-to-one relationship) o varios ciudadanos y varios representantes (many-to-many
relationship). La última conceptualización de congruencia (ideológica en este caso) es la que más se acercaría
a la visión de tipo colectivo, aunque los autores se desmarcan de un modo consciente de la literatura clásica de
la congruencia (2010).
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Referencias
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11. Eisenhardt, K.M. (1991). Better stories and better constructs: the case for rigor and
comparative logic. Academy of Management Review, 16, (3), 620-7.
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19. Pettigrew, A. (1990). Longitudinal field research on change: theory and practice.
Organization Science, (1), 267-291.
20. Pousadela, I. M. (2006). Que se vayan todos: Enigmas de la representación política. Buenos
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24. Ragin, C. (2008). What is Qualitative Comparative Analysis? In: NCRM Research Methods
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H. D. (Eds.). Oxford Handbook of Political Behavior (pp. 833-849). Oxford: Oxford
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