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Roberto Mazzuca2
ALCMEON 31
Hay que elogiar la modalidad con que ha sido organizada esta mesa, con tres enfoques tan
diferentes: no es común contar con la oportunidad de reunir estas distintas perspectivas; en
un tema que, como muy bien planteó el Dr. Marietán en su introducción, no se puede
considerar completo, cerrado en ninguna de las tres perspectivas que intervienen en esta
mesa.
No sé si se sabe que Freud, el creador del psicoanálisis, estaba convencido de que, con el
tiempo, todo lo que él enunciaba con los conceptos psicoanalíticos que estaba inventando
encontraría su traducción y su modo de ser enunciado en términos químico-biológicos. En
su época no existían los conocimientos que tenemos en este momento sobre genética, ni
sobre neurotransmisores; ni siquiera se había descubierto entonces la neurona como
elemento fundamental del sistema nervioso. Sin embargo, en muchos sentidos podemos
decir que ciertos conceptos freudianos anticipan el descubrimiento de la neurona, y por eso
muchas de sus hipótesis están formuladas en esos términos: de facilitación o resistencia en
el pasaje de los estímulos entre diferentes elementos de lo que él consideraba un aparato
psíquico.
La posición de los psicoanalistas actuales no podría ser la de Freud. Tenemos claro que
psicoanálisis y biología son dos disciplinas completamente diferentes. Lo que no impide
que, cuando se aplican a un mismo campo, surjan algunas conclusiones convergentes.
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utiliza la violencia y la coerción contra la voluntad del otro, y otra muy distinta es el
psicópata que para ese mismo acto logra obtener, con una habilidad notable, la
complicidad, o por lo menos el consentimiento de la voluntad del otro. Es por eso que
resulta sorprendente la coincidencia con la distinción de Lewis y Siever introducida desde
la perspectiva de la biología.
En la propuesta inicial del Dr. Marietán, organizador de esta mesa, el primer bosquejo de la
distribución de los temas, el abordaje psicoanalítico figuraba bajo el nombre
de perversiones. En ese momento, me pareció que, dado que el término perversiones en la
psiquiatría y el psicoanálisis se refiere muchas veces específicamente a patologías de la
sexualidad, ya sea en el orden fálico –fetichismo, travestismo– o en el del objeto -
exhibicionismo, sadismo, etc.–, me pareció conveniente que estableciéramos como título:
patologías de la acción y de la culpabilidad, tomando dos rasgos esenciales de lo que, de
una manera más o menos constante, se ha categorizado como psicopatía, ya que delimita
rasgos específicos en la modalidad de la acción y también en la culpabilidad.
Dado que existen estos dos rasgos esenciales, una patología en la acción y en la
culpabilidad, había pensado organizar mi exposición en términos de ciertas patologías de la
acción que han sido estudiadas y descriptas por el psicoanálisis en sus diferentes corrientes
y orientaciones. Por ejemplo, el concepto de acting-out y el concepto de pasaje al acto. Sin
embargo, a medida que elaboraba el tema he llegado a la conclusión de que la propuesta
inicial del Dr. Marietán era la correcta, y que si podemos, no extrapolar, sino generalizar lo
que en el psicoanálisis ha sido caracterizado para la perversión, si podemos generalizarlo
para campos que no sean específicos del ejercicio de la sexualidad, es allí donde
encontraremos las categorías fundamentales para describir los rasgos de la psicopatía.
Freud definía las perversiones en su relación con las neurosis como el derecho y el revés; él
decía: el negativo y el positivo. Las neurosis son a las perversiones –decía– como en una
fotografía el negativo es al positivo. Hoy podríamos aplicar esta oposición a la relación
entre las neurosis y las psicopatías, haciendo una comparación con lo que el psicoanálisis
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construyó como concepto de neurosis obsesiva. Podemos ver de esta manera cómo los
rasgos se oponen punto por punto en el obsesivo y en el psicópata. Del lado del obsesivo
está la patología del autorreproche, el remordimiento, la culpabilidad; del lado del
psicópata, lo que podríamos llamar: la inocencia, es decir –en los términos con que lo
destacó el Dr. Marietán–, la creación de códigos propios. Pues son códigos que,
efectivamente, en relación con los códigos comunes y compartidos, hacen que la culpa
quede siempre del lado del otro. En estas categorías psicoanalíticas para describir la acción,
que son inseparables de la relación con el otro, tenemos del lado de la obsesión, entonces,
la autoculpabilidad; del lado de la psicopatía, la héteroculpabilidad. Lo cual quiere decir
que en términos psicoanalíticos podríamos incluir a las psicopatías también como una
patología del superyó, en la medida en que esta instancia tiene como origen la
internalización de ciertas pautas sociales, entre ellas, las éticas o morales.
No puedo extenderme pero quisiera destacar que en ambas, tanto en la psicopatía como en
la neurosis obsesiva, se trata de una patología de la responsabilidad. Que el obsesivo se
sienta culpable, o que esté asediado por autorreproches, no quiere decir que sea un sujeto
responsable. En ninguno de los dos casos podemos considerar que haya una
responsabilidad plena. En fin, todo esto tiene consecuencias jurídicas que en otros lugares
han sido abordadas por el Dr. Marietán en cuanto a la imputabilidad o inimputabilidad del
psicópata, que no estamos en condiciones de abordar en este momento por cuestiones de
extensión pero que son sumamente interesantes e importantes.
Finalmente, podríamos incluir otro rasgo tomando esa perspectiva tan importante en la
psicopatía que es la relación con el otro, y que ha sido clásicamente descripta en la
psiquiatría con este rasgo de la cosificación del otro, que tiene que ver –como destacaba el
Dr. Marietán– con no respetar sus derechos, no considerarlo una persona, tratarlo como una
cosa, etc.
Hay una particularidad en el psicoanálisis lacaniano, que sigue las orientaciones freudianas
pero que las actualiza y las renueva con las categorías lingüísticas y lógicas actuales. Este
punto, en lugar de una coincidencia, podría parecer que se tratara de posiciones opuestas, y
no es exactamente así. Por el contrario, es exactamente la misma posición, aunque se
exprese con conceptos diferentes. Tomaré este concepto específico para terminar, porque
me parece especialmente interesante entre los aportes que hizo Lacan a la
conceptualización psicoanalítica.
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el contrario, tiene una muy especial empatía con el otro, y que es esta posición de empatía y
de identificación con el otro lo que le permite sus grandes habilidades y su posibilidad de
manipulación. Como ustedes ven, podría parecer que estamos diciendo lo contrario, cuando
no es exactamente así. Se está describiendo el mismo tipo de conducta pero, para entender
algunos rasgos de la conducta del psicópata, puede ser mejor ubicarse en esta otra posición,
que de todas maneras continúa esos rasgos que tradicionalmente le fueron adjudicados al
psicópata, de una especial habilidad para manejar y seducir al otro, como destacó el Dr.
Marietán.
¿Por qué surge esta confusión? Porque indudablemente el psicoanálisis incluye, además de
lo que podemos llamar la acción deliberada y consciente, los componentes inconscientes.
Allí efectivamente tenemos un antagonismo, algo que en el psicoanálisis conocemos con el
nombre de conflicto. Cuando describimos las cosas en el nivel en que tradicionalmente las
aborda la psiquiatría, el psicópata no respeta al otro, va contra sus intenciones, sus
propósitos, su pudor y sus códigos éticos. Pero cuando incluimos el nivel inconsciente –y
esto sería lo que aporta específicamente la perspectiva psicoanalítica–, vemos que donde el
psicópata tiene esta especial habilidad para tener en cuenta al otro es en ese nivel de los
componentes inconscientes del otro, aquellos que el otro ha rechazado y que no considera
parte de sí, pero que sin embargo –el psicoanálisis, ustedes saben, trabaja
fundamentalmente con esto–, por más que estén reprimidos o disociados, aun rechazados
conscientemente son componentes fundamentales que le proporcionan al otro una cierta
satisfacción.
Entonces, en el caso incluido por el Dr. Marietán, por ejemplo, del estafador, es cierto que
considerado en el nivel consciente y de ciertos intereses definidos en relación con las
normas comunes, el que sale perdiendo es el acompañante del psicópata. Pero si nos
ubicamos del lado específicamente psicoanalítico, que describe los componentes
inconscientes, el psicópata, para lograr esa estafa, ha tenido que saber captar cuáles son
estos elementos del deseo y del goce inconscientes de su partenaire. Y es apoyándose en
ellos, en la satisfacción inconsciente que le proporcionan al otro y que está en contra de
ciertos mandatos del superyó, rechazada por el otro, es sólo apoyándose en esos elementos
que el psicópata puede obtener esta seducción y manipulación.
Nos encontramos entonces con esta formulación lacaniana sorprendente que define la
posición especial tomada por el psicópata en la relación con el otro en términos de
instrumento. Es notable entonces cómo, cuando nos ubicamos en el nivel inconsciente,
podemos describir la psicopatía diciendo que allí el psicópata se hace instrumento del goce
del Otro. Ésta es la definición que, en definitiva, ha terminado por dar Jacques Lacan en
relación con la perversión. Y a mí me parece que, extendiéndola por fuera de los campos de
la relación sexual, es característica de lo que en esta mesa estamos abordando bajo el
término de psicopatía.
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cómplice, ese goce inconsciente que está en contradicción con todas las normas de la
conciencia o del superyó -como decimos en el psicoanálisis.
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http://alcmeon.com.ar/8/31/mazzuca.htm