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CAPÍTULO 10

El esplendor de la filosofIa analítica


LUIS M. VALDÉS(coord.)

1. EL «SEGUNDO» WITIGENSTEIN y LOS FELICESAÑos


DEL ANÁLISISDE OXFORD

LUIS M. VALDts

Los veinte años posteriores a la Segunda Guerra Mundial contem-


plaron el ascenso de la Universidad de Oxford al puesto de potencia (;
losófica indiscutible ostentado hasta entonces en Gran Bretaña por
Cambridge. Casi hasta el final de la tercera década del pasado siglo la
filosofia en Oxford había estado fuertemente dominada por los restos
del idealismo neohegeliano, y filósofos como Alfred Ayer -Lenguflje.
verdad y lógica [Language, Truth and Logic] se había publicado en 1936
o Gilbert Ryle sólo parecían aportar una nota de color y cierta extrava
gancia al paisaje académico. Pero en 1945, como reconoce el pr pío
Ayer: «el clima filosófico ha experimentado un cambio dramáti . No
se trata sólo de que la vieja guardia se haya muerto o retirado: su eSI í
ritu se ha desvanecido con ellos». Van Wrigth confirma tarnbié n 'St~1
perc p ión: en su visita a Oxford después de la guerra 1 s rpr ndió
que todo el mundo habla e de forma entusiasta de Wiugenstcin no y.l
corno aut r del Traaatus 10 qu sería normal=-, sino orno ,1 autor
de los Cuadernos Azul y Mflm5n, 11 gados allí nadie sabía muy bien
(ÓtllO d .sd ' 1.1 ílsi ·.ll11ente no muy disr.mte ••lmblidg " p .ro qu " .\

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decir de Michael Durnmett, estaba entonces tan cercana intelectualmen- siano de «el fantasma en la máquina». La «doctrina oficial» habla de
te a los filósofos de Oxford como 10 podía estar la capital del Tíbet. que los términos mentales se refieren a una extraña entidad que, a di-
La influencia del pensamiento del «segundo» Wittgenstein en 10 que, ferencia de los cuerpos, no es espacia1, no está sujeta a leyes mecánicas
con intención originalmente despectiva, se engloba desde los años cin- y sus contenidos sólo son accesibles por introspección. Pero cuando
cuenta bajo el rótulo de «filosofía analítica del lenguaje ordinario» es examinamos cuidadosamente el uso de tales términos percibimos que
tan indiscutible como compleja. Desde luego, Wittgenstein habría re- su función no es nombrar entidad alguna; nos percatamos de que el en-
chazado con indignación que se le incluyera en ese grupo (en cual- redo hunde sus raíces en una teoría previa que nos impulsa a concluir
quier grupo) de filósofos con la misma firmeza que los analíticos oxo- que los términos mentales, si son significativos, tienen que nombrar algu-
nienses se habrían opuesto a su pretensión de que todo problema filo- na entidad, sea ésta la que sea. Al suponer esto cometemos un error ca-
sófico tiene origen y tratamiento lingüísticos. Ambos comparten, sin tegorial: atribuimos a los conceptos mentales una geografia lógica que es
embargo, un suelo común: al rechazar el monismo lógico del Tractatus y la que en realidad corresponde a los conceptos fisicos. Pero, una vez
abrazar la idea de que hay una multiplicidad de lenguajes con estructuras que el uso ordinario de las expresiones mentales saca a flote la confu-
diferentes, todas ellas correctas, Wittgenstein percibió que muchos pro- sión, problemas clásicos como écómo pueden interactuar cosas tan he-
blemas filosóficos tenían su caldo de cultivo en nuestra tendencia a im- terogéneas como mentes y cuerpos? simplemente se desvanecen.
poner armazones teóricos ilusorios al mundo real. El resultado era que fe- John Austin (1911-1960) fue hasta su temprana muerte una suert
nómenos lingüísticos que nos son completamente familiares se nos de líder, a la vez que estereotipo, de los filósofos del lenguaje ordinario.
vuelven opacos y desorientadores al contemplarlos bajo lentes teóricas y quizás fue también el más alejado del espíritu wittgensteniano que
inadecuadas. Es por eso por 10 que, dice é1, «10 que hacemos es devol- sobrevolaba por encima de todo el grupo de Oxford. Ciertamente,
ver las palabras a su uso ordinario desde su uso metafísico»; «tenemos compartía con Wittgenstein el gusto por la investigación minuciosa y
que desembarazamos de toda explicación y la descripción desnuda debe el repudio de las teorías filosóficas generales. Pero por muy distintas ra
ocupar su lugar», Esto no está muy lejos de 10 que muchos filósofos del zones: para Wittgenstein el asunto era cuestión de principios; la te
lenguaje ordinario defendían: el análisis detallado y riguroso de los rización estaba siempre fuera de lugar en filosofia; no sólo no era la r s
usos ordinarios de las palabras es el mejor antídoto contra las perpleji- puesta adecuada a los problemas, sino que era lafuente mas importan
dades filosóficas que surgen al transplantar las palabras de su suelo na- te de la que surgían. Para Austin el rechazo de las teorías se basaba más
tivo (su uso ordinario) al teórico (su uso filosófico). bien en una mezcla de prudencia y modestia; en aquellos momentos
Gilbert Ryle (1900-1976) es quizás, dentro del grupo de Oxford, el el trabajo pausado y fragmentario era 10 máximo que uno podía llevar
temperamento más afín a Wittgenstein. En 1931 había publicado un se a la boca sin empacharse. La construcción de teorías no estaba pros
importante artículo, «Systematically Misleading Expressions», que está crita desde el principio; quizás podría venir más tarde cuando hubiera
en línea con el análisis filosófico tal como 10 entendía el Russell de la alguna seguridad de no estar construyendo sobre terreno pantanoso.
teoría de las descripciones. Sin embargo, su obra más conocida, El con- Conviene resaltar que, en contra de una leyenda filosófica muy ext '11
1111tOdelo mental (1949), es un magnífico ejemplo de análisis oxoniense dida, Austin jamás pensó que el lenguaje ordinario era la instancia stq«
puesto .11 servicio de la clarificación del viejo problema filosófico de la rior de apelación en cualquier disputa filosófica. Sí defendía que el vo .1
distin .ión mente/cuerpo. La obra comienza afirmando que se nos va bulario común «incorporaba todas las distinciones que los h mbr 's
a ofrecer una teoría de la mente aunque, muy a la Wittgenstein, nos ad- han encontrado que merecía la pena hacer a 10 largo de muchas g 'nc'
viert de seguida que no nos va a dar «ninguna información nueva so- raciones» y que, para propósitos prácticos, «son con toda pr babilid,ul
bre las mentes». En efecto, Ryle parte de la constatación que en las si- . mucho más adecuadas que las que usted o yo excogitern S sentados' '11
tuacion s ordinarias nos desenvolvemos magníficamente al usar térmi- un sillón». No obstante, en la medida en que lo intere e d ,1 filówfo
nos mentales como «cuidadoso», «inteligente» o «estúpido» aun cuando son má «intele tualc y extenso » que los del hombr d la allc, «s '1.\
1.1 mayoría de las veces no seamos apaces de delimitar on precisión ne .sario señalar nu 'vas di tin ioncs e inventar nueva tcrmin logl.r»,
su «geografía lógica». Esta carencia ha dado lugar a múltipl puzlcs (j Sobre t c.I , .sto último 1 hizo Austin sin ningún compl 'joof11o puc
losólicos entre los que toma orno obj .tivo de su ata lU ' ti mito cartc d!' cc mprohar eu.ilqui 'r~l que se ac .rqu ' SOIl1 .ram 'nt ' a sus csu iros,

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El carácter confesamente fragmentario del análisis clásico oxoniense pertorios -el objeto de estudio propio de la lingüística, podríamos
encuentra su expresión más depurada en las obras de Austin. Además decir- que están a disposición de los hablantes para sus propósitos co-
de un puñado de artículos, entre los que destacan «Otras mentes», «Un municativos. La teoría del significado se ocupa, sin embargo, de los tér-
alegato a favor de las excusas», «Sis y puedes» o «Tres modos de derra- minos en los que un hablante intenta que sus emisiones produzcan
mar tinta», dos libros -originalmente notas para unas conferencias- efectos en su auditorio por medio del reconocimiento de su intención
vieron la luz después de su muerte. Sentido y percepción (1962) intenta (del hablante) de producirlos. Desde este punto de vista, hay determi-
triturar la tesis -entonces predominante- de que lo que percibimos nados estados mentales primitivos (intenciones comunicativas) que han de
son datos de los sentidos (sense data) y de que son las proposiciones darse por sentados en cualquier explicación del significado. La obra
sobre datos de los sentidos las que proporcionan los fundamentos del de Grice es también muy importante por haber contribuido a clarificar la
conocimiento. Para ello Austin nos conduce en un delicioso viaje a tra- distinción entre el significado lingüístico de una emisión y sus múlti-
vés de las diferencias conceptuales -magistralmente descritas en sus ples implicaturas conversacionales. Con ello sentó las bases para que la
más leves matices- entre «ilusión», «engaño» «alucinación», «real», milenaria teoría del código cediera a la teoría de la inftrencia su lugar pree-
«postizo», «parecer», «aparecer», «tener el aspecto de», etc. Por su parte, minente en la explicación de la comunicación lingüística.
su obra más conocida, Cómo hacer cosas con palabras (1962), parte de su Otro de los asistentes a los «Saturday Moming Meetings» era Peter
l élcbre distinción entre emisiones realizativas y emisiones constatativas Strawson (1919) que saltó al estrellato filosófico cuando, en su artícu-
p.uu, mediante el análisis de los múltiples modos en los que «decir lo «On Referring» (1950), se atrevió a desafiar a Russell, que venía re-
.llgo» es «hacer algo», sentar las bases de la teoría general de los actos de presentando durante los últimos cuarenta y cinco años la ortodoxia en
l!t{/¡/a, una concepción que ha impregnado la mayor parte de las discu- el tratamiento de expresiones como «el autor de la Regenta» (descrip-
siones de la filosofia del lenguaje desde los años sesenta del pasado si- ciones definidas). La comparación entre S\lS respectivos procedimien-
glo y está en los orígenes de la pragmática lingüística. El discípulo de tos revela las diferencias entre la concepción del análisis de uno y otro.
Austin John Searle (1932) modificó y sistematizó en Actos de habla Ambos tienen que hacer frente a una serie de puzles que plantean las
(1 %9) las ideas pioneras de su maestro, aderezadas con componentes descripciones; pero mientras que Russell se apresura a construir una
griceanos. Para él el acto ilocucionario -el heredero del aspecto «rea- teoría en la que los usos ordinarios de aquéllas se pasan por alto para re-
lizativo» austiniano- es la unidad mínima de comunicación lingüís- velamos su verdadera lógica, Strawson los analiza escrupulosamente y
tica que se descompone, de manera general, enfuerzay contenido. Ha alcanza la conclusión de que tales usos, correctamente interpretados,
sido también notable su trabajo tanto en las clasificaciones efectivas convierten en innecesaria, por errónea desde el punto de vista del uso,
de los a~tos de habla como en la explicación de los principios por los una teoría formal de este tipo. El enfrentamiento con Austin acerca de
que se ngen. la verdad como correspondencia -en el que Strawson defendía una
Austin ejercía conspicuamente su liderazgo en Oxford presidien- variedad de la concepcion de la verdad de Ramsey como redundan-
do unas reuniones filosóficas los sábados por la mañana (<<Saturday cia- contribuyó a afianzar su prestigio.
Morning Meetings») que llegaron a ser legendarias. Entre las celebridades La que se considera la obra más importante de Strawson es Indivi-
q\l\' acudían estaba Paul Grice (1913-1988). Su artículo «Significado» duos (1959), que lleva como subtítulo Un ensayo de metafisica descriptiua.
(.•Mc.ming») (1957) anuncia lo que sería más tarde una inflexión decisiva Este libro señala un hito en el desarrollo de la filosofia del lenguaje r
('\1 I.\S relaciones entre la filosofia del lenguaje y la filosofia de la mente. dinario hacia posiciones más tolerantes respecto de las teorías general s.
(:, i .c coincide con Austin en que se ha de tomar en cuenta para el aná- Aunque el grupo de Oxford no denunció nunca la metafisi a e 1110
lisis del significado la situación total de habla», pero insiste de modo mera superchería -y en eso se diferencia de los positivista s lógicos '
p.irticular en que el caso en que decimos que una emisión lingüística existía un cierto consenso tácito entre sus miembros que la onsieJ 'r;1
\/:~II!ji(({ que tal-y-tal (el significado atemporal de la emisión) es distinto, y ha ba po o respetable. Strawson lo rompió con suavidad -después de
rlt' cxptirarse en términos de «lo que está involucrado al decir de alguien todo Indmiduos sólo es metafísica dcscriptiva+- y sin ocultar que 1.\
qu .• 11 ha er algo quiso decir que tal-y-tal» (el signi.fi('({rlo ocasional de! !;a- ~H'n .ión uidadosa a los usos ordinarios d las palabras podía no s '1'
M,"/II). Un lengua] particular onsta I ara Cric d un onjunto d . n> J/(jirV'l'IIll' para esta '1111 rcsa. Pu 's lo qu ' t;11 111 ·tnnsic:l se propone ti 's

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EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX
CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

l ribir «no se despliega en la superficie del lenguaje»; por ello la «vía liar concepción de la filosofia que subyace a esta obra y, de manera ge-
segura» del lenguaje ordinario debería abandonarse. Al menos en neral, al pensamiento de Wittgenstein.
este caso, «no puede llevamos tan lejos como nosotros queremos
que nos lleve».
1.1.1. El «estado natural del lenguaje»

l. l. La segunda revolución de Wittgenstein: G. H. von Wright, el sucesor de Wittgenstein en la cátedra de


«Investigaciones filoséficas» Cambridge, ha llamado la atención sobre la importancia del ingredien-
te moral al que tantas veces se alude como fuerza motriz de la actividad
LUIS M. VALDÉS intelectual de Wittgenstein -no sin relegarlo al olvido inmediatamen-
te después, todo hay que decirlo. La tesis de Von Wright es que Witt-
¿Cómo hacer que un lector de tipo medio interesado por la filoso· genstein persiguió durante toda su vida -de modo semejante a aquel
li,l no se desanime ante una obra de formato poco convencional, com- con el que muchos filósofos de los siglos XVIIy XVIIIcontemplaron la
PUL'st,]de una serie de 693 párrafos numerados más catorce secciones ficción del «hombre en estado de naturaleza+e-Ja idea de un estado na-
(( .ul.t una de ellas dividida a su vez en párrafos, esta vez sin numerar) tural del lenguaje. Las razones de este empeño no son dificil es de enun-
y xin I.IS habituales divisiones en capítulos que nos guíen a través de ciar: el ambiente de intolerancia y ausencia de autenticidad de la últi-
dl.l~ Si ,\ esto añadimos que no es fácil detectar a primera vista cuál es ma época del Imperio de los Habsburgo tenía por fuerza que corrom-
d .ugurncnto o argumentos que la recorren, que por ningún lado apa- per el lenguaje en la misma medida en que lo había hecho con la
H'( en claramente formuladas las conclusiones del autor y que en ella se música, la arquitectura o la literatura. La hipocresía generalizada -ver-
PUl'tI '11leer cosas tan aparentemente desconcertantes como «no pode- dadera enfermedad de la época- propició la aparición de «purificado-
1110.\.ivanzar ningún tipo de teoría», «tenemos que dejar de lado toda res» como Schónberg en el campo de la música, Loos en el de la arqui-
r I/,f¡mcián y la descripción desnuda debe ocupar su lugar» (Investiga- tectura, Musil en el de la literatura y dos figuras importantes en el de la
1/1I1I1'.\.fi/os1ficas[IF] § 109), o la filosofia «no explica ni deduce nada» filosofia: Fritz Mauthner -a cuya «crítica del lenguaje» se refiere Witt-
/1 ¡;~ 126 J, es harto probable que algunos de ustedes cuestionen seria- genstein en el Tractatus(4.0031)-y, sobre todo, Karl Kraus. La actitud
IlImt· su valor. Sin embargo, las Investigaciones filosoficas de Ludwig singularmente moral de éste hacia el lenguaje es considerada por Van
Wittgcnstein pasan por ser uno de los libros de filosofia más importantes Wright como la influencia más poderosa que impulsó a Wittgenstein
(' iníluycntcs del siglo xx, una de esas obras a las que, sea para excavar a concebir toda su tarea -una vez que había tomado como punto de
t'11cll.i en busea de nuevos tesoros o para denunciar como falsificaciones partida en el Tractatus la lógica de Frege y Russell- como una «expli-
It1\ y.i descubiertos, todo pensador contemporáneo se remite. Les ade- cación de la naturaleza de la proposición», un empeño que cristaliza-
1.IIIto y,l que este comentario no intenta subsanar pretendidos «defec- ría en la idea de proposición como jigura de los hechos.
tm .. d(' 1.1propia exposición de Wittgenstein; no pretende por tanto Esto explica de manera bastante verosímil dos importantes asun-
l/lft'lIIllll/(ll' lo que Wittgenstein pensaba que no era presentable en for- tos. Por una parte, pone en valor la confesión de Wittgenstein a Von
111,1dt' t('olÍ,\. Muy al contrario, trataré de despertar su curiosidad re- Ficker de que el objetivo del Tractatus era ético. Por otra, arroja luz s
( t 1I11t'11do .ilgunos de los grandes temas que pueden discernirse en este bre el disgusto de Wittgenstein cuando, al leer la introducción de Rus
Idllll ·1problema del significado, en qué consiste la comprensión, la sell al Tractatus, se dio cuenta de que éste no había percibido que el
!lO( ión de seguir una regla, o el problema del lenguaje privado, por ci- propósito de su escrito no era elucidar las condiciones que deb rÍ<1
1.11,tlgUl10S cuidándome de hacer hincapié en cómo se presentan cumplir un lenguaje ideal, que el Traaatus no era un libro uya m ta
h'l/o 1.1guisa de descripción de casos particulares que podrían tener una fuera profundizar en los logros de Begr~ffsschriji o de lo Principia Mtllb/'
,Ipll .u ión más general. Pero antes de emprender ese viaje vaya dete- matica. Muy al ontrari , el Tractatus, en tanto qu expli a i n el la na
II '1111('unos instante en desbrozar lo que quizás sea la raíz de las difi- tural 'za general de 1.1proposi ión, cxp I ía 1(/'1(1 el las figuras del « ·~t.1
c ult.ul 's de cornprensi n a las que el lector ha de enfrentars : la pe u do 1l.ltllral ti ,11 .ngu.iie» IU' WittgclIstcin adoptó .\ lo largo d . HI vid,i.

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Este lenguaje figuraría la realidad, esto es: las configuraciones contin- como era de esperar, sólo podía representar el país de «nunca jamás».
gentes de los objetos -que son existentes necesarios, eternos e inmu- Wittgenstein hubo de abandonar entonces la pretensión de que toda
tables (la «sustancia del mundo»)- por medio de configuraciones de oración significativa (proposición) tiene que tener una estructura lógi-
nombres cada uno de los cuales está correlacionado con objetos del gé- ca determinada que, en muchos casos, está oculta y que tal estructura
nero mencionado. En el Tractatus Wittgenstein piensa, como Mauthner, se corresponde con la estructura lógica de los hechos que tales ora-
que «toda filosofía es crítica del lenguaje» aunque, a diferencia de éste, no ciones figuran. En la práctica, la concepción del lenguaje del Tracta-
se siente atraído por el escepticismo lingüístico: hay, piensa Wittgenstein, tus conllevaba el supuesto de que, en realidad, había un único lengua-
IIn lenguaje «verdadero» que figura fielmente los hechos si bien, a me- je auténtico: los distintos sistemas simbólicos que figuran hechos com-
nudo, se nos presenta desfigurado por su forma superficial que es un a parten la misma lógica subyacente que es tarea de la filosofía sacar de
modo de vestido que no está destinado a revelar la verdadera forma del su escondite.
cuerpo. Para encontrar el lenguaje auténtico hay que bucear en las pro- La nueva figura del «estado natural del lenguaje» que ahora erner-
fundidades lógicas y no dejarse seducir por las apariencias gramatica- ge supone recor:ocer que el edificio d~l Tractatu~ está. aquejado de
les. Efectivamente, la filosofía es una actividad conectada con la volun- problemas semejantes a los que pretendía combatir; es justamente ~u
I({(I, no una doctrina; los problemas filosóficos descansan en confusio- «monisrno lógico» el que malinterpreta la lógica de nuestro le~guaje.
III'J lógicas y su tarea se resume en el empeño de descubrirlas, en sacar a Lo que Wittgenstein subraya ahora es que hay muchos len~uajes con
I.J 1uz la verdadera lógica de nuestro lenguaje, la pura e incorrupta lógi- estructuras diferentes, todas ellas igualmente correctas, que sirven para
(,1 de los hechos. propósitos muy diversos. En esta nueva figura, la actividad filosófica
Esta figura del «estado natural del lenguaje» llegó a parecerle a ya no se dirige a descubrir la verdadera lógica de los hechos enterra-
Wi tigenstein en el período en que estuvo «oficialmente» apartado de la da bajo el ropaje gramatical, pues ahora «Nada está oculto» [IF § 435];
filosofía (1919-1928) una construcción puramente fantasiosa. Es cierto es en la superficie donde hemos de mirar para encontrar el «ve~dade-
que el edificio del Tractatus presentaba algunas deficiencias teóricas que ro» lenguaje. Los problemas filosóficos tienen su caldo de cul~lvo en
presagiaban su derrumbe como, dicho con palabras de su autor, si de las confusiones lingüísticas, en el hechizo del que nos hace víctimas el
"un castillo de naipes» se tratara. Pero no es descabellado pensar que su lenguaje cuando «no dominamos una visión clara del uso de nuestras
experiencia como maestro de escuela -tanto en su período de instruc- palabras» [IF § 122]. El lenguaje, piensa Wittgenstein en esta e~apa,
c ión como durante su ejercicio efectivo- fueron para él una fuente tiene el poder de extraviar nuestro camino al modo en que la ll1ebl~
importante de ideas filosóficas. Cuando estaba escribiendo el Tractatus puede despistar a un grupo de excursionistas que atravi~sa una cor?,-
Wittgenstein se había preguntado varias veces en qué podría consistir llera. El filósofo es aquel que tiene la voluntad de no dejarse extraviar
1111ejemplo de objeto y en qué su correspondiente nombre en tanto por la niebla que, por poner un ejemplo, producen las falsas analo
1I"l" IIlgn:dientes del mundo real pero, como sabemos, nunca dio con gías; es el que trata de disiparla mediante el estudio detallado de casos
111\.1It",~p\l 'St,l satisfactoria. Pero al interesarse por el lenguaje informal particulares (incluso, algo muy importante, de casos anómalos t~tal
de 1.1vld,I c oridiana, al percibir que el lenguaje era primariamente un mente imaginarios) en los que se usan o, en su caso, se usanan,
III"¡//(I ¡/,' , 1IIIIIIIIimrián que no sigue a rajatabla unas reglas establecidas nuestros conceptos. Esta investigación de lo que está «a la vista» no
ell ,lIlh'IIl,1I10, los problemas prácticos que planteaba una concepción da lugar, como ingenuamente podría suponerse, a una relaja ión de
111,11I'IIgII.IJt't'OI110la del Tractatus tuvieron que parecerle al menos tan la tensión filosófica; muy al contrario, Wittgenstein es perfectarn .n
l"'IIPl'l.lhl -s como los teóricos. Pues, para empezar, el presunto len- te consciente de que las dificultades residirán a partir de este mo-,
¡',II,'Il' «auténtico» del Tractatus nada tenía que ver con los lenguajes que' mento en la resistencia a adoptar una actitud filosófica nu va en 1.1
1m h.ihl.uu 's adquieren en los procesos de aprendizaje (équé lenguaje que la meta no será realizar construcciones teóricas cada v 'Z 111;\S
elol 'l1tOI1Ce?) y, por si esto fuera poco, los hechos que presuntamente .ornpli ada que permitan fre er explicaciones s gún el modelo de
representaba fidedignamente no eran sino pura fantasmagoría creada las ciencias; se tratará más bien de res lvcr (dis lver) l s pr bl 'l11.lS
porjirl/, en resumidas cuentas, metafísica no justificada. Era, en palabras (ilosóf 'os I restando at 'n .ión al Iunciouarni -r
nto .tivo ti' I1U S
ti' M,IX Hla le y d Van Wright el lenguaje de «nun a jamás» que, t10 1~l1gll,lj'.
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cas: el resultado final sólo aspira a clarificar la gramática de nuestros con-


ceptos; como Kent en la tragedia de El rl!)!Lear de Shakespeare, Witt-
1.1.2. Una investigación gramatical genstein nos anuncia que nos enseñará diferencias «<1'11 will teach you dif-
ferences») al hacer que recordemos los muy diversos modelos de uso
La investigación de la que se ocupa el filósofo que se adhiere a esta -las diferencias gramaticales- que efectivamente se dan. Pero, al mismo
nueva figura del «estado natural del lenguaje» es denominada por Witt- tiempo, esta indagación gramatical pone también ante nuestros ojos la
genstein «gramatical». Dice él: enorme distancia que existe entre la reflexión filosófica sobre nuestros
conceptos y el uso que hacemos de ellos y nos recuerda la inclinación
Nuestra investigación es por ello gramatical. Y esta investigación casi enfermiza de los filósofos a aplicar el método de la ciencia -uni-
arroja luz sobre nuestro problema apartando los malentendidos. formidad y sistematización- para resolver los problemas filosóficos.
Malentendidos que tienen que ver con el uso de las palabras y que
provocan, entre otras cosas, ciertas analogías entre las formas de ex-
presión en diferentes regiones de nuestro lenguaje [IF § 90]. 1.1.3. La «protofigura- agustiniana

En realidad, las IF adquieren su abigarrado formato del hecho de Las IF empiezan de un modo un tanto sorprendente. En el prólogo
que consisten en toda una serie de investigaciones «gramaticales» don- Wittgenstein afirma que las observaciones contenidas en esta obra «sólo
de cada una de las cuales describe una zona particular del lenguaje en la podrían recibir su correcta iluminación contrastándolas y poniéndolas
que surgen los malentendido s que solemos llamar problemas filosófi- contra el trasfondo de mi vieja manera depensar» [!F, pág. x, cursivas mías[.
cos. El propósito de esta indagación es facilitar una visión clara del uso Esperaríamos encontramos por ello con referencias al autor del 'Iiactatus
de las palabras en la región correspondiente que habrá de producir el o quizás a las concepciones de Frege y Russell. Sin embargo, lo que nos
efecto de disolver el problema filosófico asociado. Debe tenerse en topamos nada más abrir el libro es una cita de las Confisiones de Agustín
cuenta que el adjetivo «gramatical» tiene en IF un sentido que no es el de Hipona en la que Wittgenstein dice detectar «una determinada figura
habitual. Por «investigación gramatical» Wittgenstein no entiende un de la esencia del lenguaje humano [...]: las palabras del lenguaje nombran
estudio del lenguaje considerado como un sistema de signos, no se tra- objetos -las oraciones son combinaciones de estas denominaciones-
ta de una actividad similar a la de, por ejemplo, describir las propieda- [...]» y «cada palabra tiene un significado. Ese significado está coordinado
des fIsicas de las piezas de un juego de ajedrez. Nos ocupamos aquí del con la palabra. Es el objeto por el que está la palabra» [IF § 1]. Dicho bre
fenómeno espaciotemporal del lenguaje [IF § 108], esto es: del estudio vemente: Wittgenstein nos coloca ante una muy antigua presentación d '
de nuestra práctica ifectiva de usar el lenguaje; mediante él llegamos a la idea de que «nombrar» y «describir»son la esencia del lenguaje.
damos cuenta de cuán diferentes son -a pesar de las analogías superfi- Sin duda, esta figura puede identificarse también en la «vieja man '
ciales-los diversos modelos de uso o, dicho de otra manera, lagramá- ra de pensar» que Wittgenstein se adjudica; pero el hecho de que las 1,,-
1;((/ de nuestros conceptos. Esta actividad incluye -para citar sólo algunos vestigaciones se inauguren con una cita de un filósofo del siglo IV d. .
casos- describir las circunstancias en las que una expresión problemá- parece querer indicar tanto la ubicuidad y el carácter general de esta flgu
tica podría usarse en la vida cotidiana; preguntarse por las condiciones ra como su independencia de las doctrinas de filósofo particular alguno.
b,l; las que sería posible enseñársela a un niño; comparar nuestros usos De hecho a tal figura se la ha calificado como «protofigura- o «paradig
de determinadas expresiones con lo que diríamos en situaciones imagi- ma- en el sentido siguiente: la «esencia del lenguaje», tal como la prc
narias; imaginar qué sucedería si determinados hechos naturales fueran senta Agustín, tiene el aspecto de ser una descripción inocua d una serie
de otra manera; explicar psicológicamente la tentación de usar de rna- de hechos brutos acerca del lenguaje -por ejemplo, que consta ti '
n 'ras inapropiadas determinados tipos de expresiones, etc. La conclusión nombres que están coordinados 011 objetos que son su signifi .ado,
que esperaríamos de todo ello parece que habría de ser el establecimien- cte. aunque, 11 realidad, sup nc ya un niv I .icrtamcnt elevado de
to del sistema de reglas que gobiernan estas expresiones. Nada más lejos abstra . .ión y icorización .uyos cf t s I vastador 's sólo sal '11,1 1,1 luz
ti . los propósitos d Witlg mstcin que prcs ntar 011 lusi ncs sist 'mMi· nI., ndo I]OS '1l1b,1rC11l10S en ti na su! iI indag.ición gra 111.11icnl. (lJ ¡',1 pro
J.HO HI
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tofigura semejante -a la que aludiremos más adelante- es, por ejem- do que el niño aprende los significados mediante una «definición os-
plo, la que ofrece el contraste entre lo «mental- y lo «físico. como una tensiva- que tiene el efecto de conectar las palabras con aquello 'por lo
suerte de contraste fáctico entre lo «interno» y lo «extemos) que están (pretendidamente, sus significado~). Pero Agus~n ~IVI?a ex-
Una parte importante de la concepción de Agustín resulta ser la plicar de dónde le viene al niño la comprenslón ~e la propIa tecnica de
manera subrepticia de presentar en acción al «filósofo que todos lleva- la definición ostensiva. La recomendación de Wlttgenstem es que pres-
mos dentro», «La esencia del lenguaje» que nos descubre -su «estado temos atención «al todo constituido por el lenguaje y las acciones con
natural» si usamos la terminología de Van Wright- sólo es uno de los las que está interconectado- [IF § 7] pa~a disipar la ten~ac~ón de atri-
modelos abstractos con los que se ha intentado explicar de manera buir poderes cuasi mágicos a este mecanismo de aprendIzaJe. .
uniforme su funcionamiento; de hecho, gran parte de las teorías filosó- La protofigura de Agustín contempla ellen~aJe como. una especie
ficas acerca del significado no han hecho sino presentar productos de cálculo gobernado por reglas, como un sistema de .SlgnOS ---c~da
cada vez más sofisticados de esta protofigura. Las Investigaciones explo- uno de ellos apareado con su significado- que pued~ considerarse baaen-
r;111 en profundidad sus devastadoras consecuencias para conceptos do abstracción de las actividades en las que sus usuanos lo emplean. Pero
corno el de significado, comprensión, pensamiento, intención y otras una vez que damos este paso los signos lingüístico s sólo ~are~~n ser so-
nociones relacionadas. Pues si la esencia del lenguaje es nombrar enton- nidos o marcas inertes que reclaman del filósofo una ~xphca~lOn de l?s
ccs surgen de manera natural malentendido s como que «dolor» tiene pretendidamente ocultos mecanismos que les dan VIda. Wlttgenstem
que ser el nombre de un objeto psicológico privado, «pensar» y «corn- intenta en IF resistirse a la tentación de construir una teoría a estos
prender» el de una actividad y el de un estado mentales o «significar» efectos -tentación a la que había sucumbido en el Tractatus eliminan-
el de un acto mental interno. Y si la esencia del lenguaje consiste en do el caldo de cultivo que la fomenta. La noción de «juego de lengu~-
describir parece que estamos abocados a caracterizar la oración «Tengo je» es aquí pieza fundamental; es ella la que nos lleva a ver el lenguaje
dolor de muelas» como una descripción de una autoadscripción de un como «un fenómeno espacial y temporal» en vez de como «un fantas-
objeto privado (el dolor de muelas) -en vez de veda, por ejemplo, ma» desprovisto de tales rasgos [IF § 108]. Ahora bien, una vez que
(01110 una expresión de dolor- y así sucesivamente. caemos en la cuenta de cuál es la verdadera situación comprendemos
Desde las primeras secciones de IF, Wittgenstein se esfuerza por po- que el lenguaje es, en su uso efectivo, un conglomerado,de juegos de
ncr en práctica una de las características más notables de su concepción lenguaje gobernados por reglas a la manera en que l~ ~stan los J~egos,
dc la filosofía, a saber: que el ejercicio filosófico es un asunto que perte- esto es: sin reglas únicas para todos ellos y con proposltos muy diuersos.
nece más a la voluntad que al intelecto. Una vez que Agustín ha dicho lo Pero entonces del mismo modo que carece de sentido preguntarse por
qu ' es la «esencia del lenguaje» Wittgenstein se propone resistirse a los los rasgos generales de todos los juegos, se evapora la urgencia de bus-
c.intos de sirena de esa figura tan atractiva. Para ello inventa toda una pa- car una teoría general de la representación y, con ello, la protofigura de
,~()plia de «juegos de lenguaje» primitivos, pero completos, con el propó- Agustín pierde gran parte de su poder seductor.
~llo de mostrar a lo vivo cómo el lenguaje funciona en realidad de múl- La noción de «juego de lenguaje» está emparentada con la .de «f r
upl 's maneras entre las que «nombrar» y «describir» son sólo dos de ellas ma de vida» -que Wittgenstein quizás tomase de La decadencia de Oc
y, por cierto, no las más importantes. Una vez que salga a la luz la ver- cidente de Spengler-. Mediante ella se intenta subrayar el ~echo d~
cl.ulcra naturaleza de la protofigura las confusiones filosóficas que ali- que los juegos de lenguaje están entretejidos con t.oda una sene de a ti
mentaba se contemplarán ya como verdaderos castillos en el aire. vidades no lingüísticas y que es en ese contexto uual, y no .como m ras
abstracciones donde han de entenderse. Por supuesto, «VIda» n hace
alusión aquí 'a un concepto esencialmente biológico .. Pue.s si biCI; 'S
1.1.4. [u g s de lenguaje y formas de vida cierto que las prácticas que configuran las form~ .de Vida ti nen rai 'S
biológicas, su desarrollo histórico en form~ de actlv.ldade d grupo~ hu
En I.1s Imll's/igaciones, Wittgenstein introduce la noción de «juego de manos en la que están imbri ados lo diferente jueg s de lenguaje I.I~
kl1guó1j -» para poner el d do en la llaga de una de las más importante convi .rt n en un pr lu t sen ialmcntc rultuml. Vu lvc 011 1.10.1
ddili 'IlCi,lSd . !tI protoligum de Agustín. En le '1 , \SI ' da por scnta perder plausibilidad 1.1protoligur.i ti Agustln .n la que cl lcngu.i] ' St'

H\
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTíFICO DEL SIGLO XX
CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

conte~pl~ cc;>mo.una .suerte de cálculo abstracto, pues «imaginar un


tanto, ignora que se trata de una actividad inserta. en form~s de vida.
len~aJe significa imagmar una forma de vida» [IF § 216].
2) Inmediatamente surge el problema de cómo dar VIda a los SIgnOSpues,
SImultaneamente se ponen de manifiesto las radicales diferencias
ya sean éstos hablados o escritos, re~u~ta casi n;ági.co el que algo que es
~e Wittgenstein c~m la imagen antropológica que la protofigura de Agus-
meramente fisico se refiera a algo distinto de SImismo, o pueda ser ~n
un favorece. ~l parrafo de las Confisiones con el que se abren las IF nos
enunciado, una orden, una pregunta, etc. en virtud de sus solas propIe-
presenta un. niño en cuyo interior anidan ya toda suerte de pensamien-
dades intrínsecas. 3) A continuación, se ofrece una sa~ida al proble~a
tos compl~Jos: «Agustín», dice Wittgenstein, «describe el aprendizaje
que sigue el patrón siguiente: las expresiones dell~nguaJe adquieren VIda
dellen~aJe humanc;> como si el niño llegase a un país extranjero y no
(tienen significado) al hacer las veces de algún «objeto» que, o forma par-
entendiese el lenguaje que allí se habla [...], como si ya tuviera un len-
te del mundo -como pensaban Russell y el propio Wittgenstein en la
guaje [...], co~o si el. niño pudiera/ensar sólo que sin poder hablar»
época del Tractatus-, o es un objeto abstracto que es súbdito ~el «ter-
11F § 32]. Su diferencia con los habitantes de ese país reside sólo en lo cer reino» de Frege, o bien es una representación mental-una Ima~en
que pare~e s~~ ~n mero trámite: que el niño carece de la capacidad de
o idea- como, entre otros, defendió famosamente Locke. Ahora bien,
expresar lingiiísticarnenre sus pensamientos. Ahora bien si como sos-
4) el rechazo de la protofigura de Agustín conlleva destruir ~l e.ntorno
Iicnc Wittgenstein, el lenguaje está ligado a las formas d; vida no tiene
natural en el que se generan estas ilusiones y, por tanto, supn~Ir la r:e-
\~'ntido pensar en el hombre como un ser «completo» desde la infan-
cesidad de buscar algo externo, algo que acompañe a las expresiones lin-
t 1.1con, a lo sumo, carencias comunicativas. Pues la nueva figura antro-
güísticas y que las hace perder su carácter inerte. Si hay que nombr~r
pológica que emerge es la de un ser humano que resulta de un proce-
algo que sea la vida de un signo, como ya había afirmado Wittgenstem
'~()de culturización por medio de su participación en juegos de lengua-
en el Cuaderno Azul, tiene que ser su uso. .
)t' c ada vez más complejos o, si se quiere, en formas de vida que
Desde luego, el eslogan «el significado es el uso», tantas ve~es repetido
c onstan ~e todo u~ en~amado de prácticas sociales entre las que está
como núcleo de la concepción del significado en Wittgenstem, es deso-
el lenguaje; La explicación que Agustín nos ofrece del aprendizaje del
rientador, pues un lector poco cuidadoso podría pensar: que lo que Witt-
lenguaje solo es atractrva porque da por sentado todo un trasfondo de
genstein propone es la construcción de una teoría que explique el uso --esto
c.ip.icidades indispensables para poder usarlo, unas capacidades con
es, el significado- de las expresiones lingüísticas. Esto sería volver al mo-
I.ISqu.e estamos tan familizarizados que nos parece irrelevante siquiera
delo que las Investigaciones rechazan; en ese c~o est~amos pensando de
IllCllClonarlas. La apelación a las formas de vida tiene el efecto de ha-
nuevo en el significado «como una cosa del mismo genero que la pala~r?,
t l'1nos caer en la cuenta de que la explicación de Agustín es un cuen-
aunque también diferente de la palabra» [IF § 12.~]. ~l «~s,o>~ se conceb,~a
lo de hadas; presupone aquello de lo que queremos dar cuenta.
entonces como aquello que acompaña a la expreSIOn lu:guIstIc.a y le ~on{1
re significado. Muy al contrario, Wittgenstein reconuenda «1.No pienses,
1.1.5. El significado es el uso miral- [IF § 66] y esto quiere decir: imira hacia los casos particulares y I
vida las grandes construcciones teóricas generales! Pues n<:>se tr~ta de e n
siderar la palabra y su significado como dos géneros de objetos smo d ver-
Pu '~I() que hablar un lenguaje es participar en una actividad que,
los como un instrumento y como su uso en un caso especfico; pero tal uso par
,11 11Il'1l()~t'I1 parte, resulta ser constitutiva de una forma de vida el cua-
ticular ya no es un objeto, sino parte de un sistema. más exten de
di () que se nos impone sobre la naturaleza del significado resulta ser
múltiples relaciones sociales; es parte de una forma de VIda.
.>tt·: ,,!).1I.1~I,nagran parte de casos en los que empleamos la palabra
~1~IlIÍIt.ld() aunque no para todos- ésta puede definirse así: el sig-'
1IlÍICldo de una palabra es su uso en el lenguaje» [IF§ 43].
1.1.6. Seguir una regla
De una maner~ simpli~cada, podemos reconstruir así los pasos
l/lit'. onduc .n a WJttgenstem a esta conclusión: 1) Al concebir el len-
Si, como a abamos de ver, el significado de una palabr,a cxprc
¡.\II.IJ' como .un~l a~s.tra~ción fantasmal, la protofigura de Agu tín sepa-
sión es, en la may r parte de lo a os, «su U o en el I nguaJ~», par' .
1.1 ·1 I 'llgU.IJCslgndlcltlvo de u us .n los jueg s de I nguajc y, 101'
que hemos d ' .15 .gurarnos de qu ' no toda manera ti ' usar un signo con
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX
CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

tribuya a su significado. Esto es: las palabras sólo han de tener signifi- realidad, la imagen mental no desempeña ningún papel en la explica~l'ó~, es
cado en tanto que algunas de sus aplicaciones sean correctas. Pues si toda una pieza no engranada con e! mecanismo y, por tanto, prescindible
palabra se pudiera usar significativamente en cualquier situación resul- [IF § 271]. Con todo, hay en este cuadro algún gramo de verdad que
tarÍ~ que ninguna J(al.abra. tendría un significado específico y sería im- las ansias inveteradas de teorización malinterpretan. La figura del cubo
posible por tanto distinguir entre ellas. Ahora bien, éen qué consiste e! sí nos sugiere una aplicación; pero este rasgo de l~ ~gu:a r:~ e.s explica-
uso correcto de un signo? Una respuesta a primera vista aceptable reza tivo: sólo alude al hecho de que nuestro aprendizaje lingüístico inclu-
así: para que una aplicación de una palabra sea correcta su significado ye el haber sido adiestrados para aplicar la palabra «cubo» a los cubos y
-lo que capto cuando la entiendo-- tiene que encajar con su uso. no, pongamos por caso, a los prismas triangulares. La imagen mental
Wittgenstein replica inmediatamente a tal sugerencia: «Si e! significado de un cubo carece entonces de poder alguno más allá de lo que está a
es e! uso que hacemos de la palabra, carece de sentido hablar de tal en- la vista: sugiere una aplicación particular y no otras posibles dado que «Ía
caje. Pues entendemos e! significado de una palabra cuando la oímos [...] gente aplica, en general, este signo de esta man~ra» [IF § 141]. .
lo captamos de golpe; ipero lo que así captamos es ciertamente algo Wittgenstein atribuye e! impulso a construir un «supermecamsmo»
dis~into del "uso".que se extiende a través del tiempol» [IF § 138]. La que dé cuenta de las aplicaciones correctas de una palabra a la concep-
dificultad que WIttgenstein señala no tiene una forma muy distinta ción de la comprensión como «un estado que es la fuente del uso
de los problemas que aquejaban a la protofigura de Agustín. Estamos correcto» [IF § 146]. Para damos cuenta de 10 que Wittg~nstein qui~-
nuevamente ante una explicación que nos parece natural pero que, re decir, pensemos en el siguiente caso [IF § 151]: A escnbe u~a sene
una vez que la sometemos a una detallada investigación gramatical, se de números 1,5,11,19,29, ..., mientras B está intentando avenguar el
ve: privada de! caldo de cultivo en e! que se desarrolla a sus anchas. principio rector de la serie. En un momento dado B exclama: «í.Ahora
Pues ¿hay algo más convincente para explicar en qué consiste la puedo seguir!»; es en este momento cuando parece que podríamos de-
l ornprensión de la palabra «cubo» que aducir que cuando la entiendo cir: «En este preciso instante surge en B el "estado mental" de com-
me viene a las mientes una imagen de un cubo? Pero si aceptamos este prensión.» Admitamos que a B se le había ocurrido entonces la fórmu-
1110do de ver las cosas inmediatamente nos parece que ya sabemos en la a = n2 + n -1 y que lo que A escribe después de «29» confirma que
qué consiste e! uso correcto de ese signo: lo es cuando mi uso de «cubo» se trata del principio que rige la serie. Pero a B se le po?ría haber o.cu-
V,l acompañado de la imagen de un cubo. En cambio, si acude a mi rrido también la serie de las diferencias 4, 6, 8, 10, podna haber temd
Il~ente la i~a~en de un cubo y señalo un, pongamos por caso, prisma la sensación particular de «esto es fácil», podría simplemente haber t
1 ~·I.ll1gulardIc~endo que es un cubo, es claro que e! significado de este mado un lápiz y continuar la serie, o ... cualquier otra cosa. Y lo que es
sIgno no encaja con su uso. «Pero -dice Wittgenstein- «le veras no peor, «es perfectamente imaginable que a B se le ocurriera la fórmula Y
l"~l(:aj;]?~-Ieescogi~o a propósito el ejemplo de manera que sea muy fá- que, con todo, no entendiese- [IF § 152]. Pero entonces hay que ~on-
l ti 1111,lglt~ar un meto~o de proyección de acuerdo con el que, después de cluir que nada de lo anterior se puede identificar con la comprensión.
lodo, la figura encaje. La figura de! cubo nos sugiere ciertamente un Lo que realmente sucede es que, desde el principio, damos por senta
11M),pero me er~ posible. usada de modo diferente» [IF § 139]. Lo que da la tesis de que el uso correcto sólo puede explicarse postulando al
()II.I vez hace WIttgenstem es llamar la atención sobre la precariedad de! gún estado mental subyacente y puesto que éste no puede identi~ aro
modelo con el que estamos. tan a gusto. La explicación familiar reque- se con las «apariencias concomitantes [al proceso de la comprensión 1
11.1que 1;] Imagen que nos VIene a las mientes dicte la aplicación del sig- más toscas y, por tanto, más visibles» [IF § 153], nuestra ~nic~ escapa
;'\1
1 ~o Y,. v,r~ud ~e ello, le confiera corrección. Sin embargo, una inves- toria es postular que se trata de «algo» oculto tras esas apanencias. Pero
1 I~,l Ion mas .cUldadosa muestra que «es posible que nos venga a las esto nos deja un nuevo problema, pues «Si digo que [el proceso d.'
1111.ntcs la mls~~ cosa cuando oímos la palabra y que la aplicación comprensión] está es ondido écómo sé entonces dónde teng que mi
se,l, on todo, diferente- (IF§ 140] (que, en nuestro ejemplo, nos ven- rar?» [IF § 1531. om era de e perar, la s lu ión viene de la mano d ,1
g.l ,1 1.1 c.ib .za la imagen de un cubo y la apliquemos a un prisma trian- re hazo a c nsiderar la e mprensión como un pr ces mentí 1 qu '
~~tI,lr). P .ro '11 l. 11", ontrariamente a lo que se esperaría, es la aplica- a mpaña a mi .x .lnrnaci 11 «IAhora pucd onrinuar!- Y le confiere
{IIIIII.I qu . ti .cidc lo IU' ,1 hablante t/uim' decir. Esto mu slr;1 qu " '11 sigl¡¡ilit"ldo: .,Si h,l de hab .r .ilgo "detrás d 'la 'misión de 1.1 Iónnula"

XI
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTíFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

son las circunstancias particulares que me justifican para decir "Puedo dancia- [IF § 201]. Kripke ha explotado famosamente este parágrafo
continuar" cuando se me ocurre la fórmula» [IF§ 154]. Es el hecho de como evidencia de que la propia noción de regla que Wittgenstein ma-
que he sido adiestrado de tal y tal manera en este juego de lenguaje el neja en IF genera una forma nueva y radical de escepticismo sobre
que confiere significado a la expresión, y justifica tanto su emisión nuestras prácticas -incluidas nuestras prácticas lingüísticas- al que
como las reacciones ante ella de los demás participantes en la práctica. sólo es posible dar una «solución escéptica». No es mi propósito discu-
Queda todavía por considerar un aspecto muy importante del jue- tir aquí la interpretación kripkeana, sino sólo señalar que su conclu-
go del lenguaje en el que se siguen reglas que se desarrollan a partir de sión no es obligatoria. Lo que podría poner de manifiesto § 201 es lo
I F § 185. Para su elucidación, consideremos el caso de un estudiante paradójico que resultaría que cualquier aplicación de una regla -pién-
de primaria que, de acuerdo con los criterios ordinarios, domina la se- sese en el caso del peculiar estudiante de primaria del párrafo ante-
rie de los números naturales. Particularmente, este estudiante reaccio· rior- pudiera considerarse correcta bajo alguna interpretación. Si esto
na de la manera habitual a la orden «+ 2» escribiendo 0, 2, 4, 6, ete., fuera así, las propias nociones de «aplicación correcta» y «aplicación in-
hasta llegar a 1000, el tope máximo que hemos alcanzado en nuestras correcta» de una regla desaparecerían -y con ello se volverían imposi-
pruebas. Para nuestra sorpresa, cuando le damos esa orden para que bles todas las prácticas en las que seguimos reglas- pues siempre se
continúe la serie por encima de 1000, lo que escribe es 1004, 1008, podría aducir que una aplicación de una regla, por mucho que contra-
1()12, ete. Observa Wittgenstein que de poco serviría decirle: «deberías dijera nuestras prácticas habituales, era correcta bajo una interpreta·
11;l{lIirsumando dos tal como lo habías hecho desde el principio» y vol- ción particular. Ahora bien, el propio Wittgenstein señala inmediata-
ver el ponerlo en la situación en la que se le había enseñado a expandir mente que «hay un malentendido» en nuestra búsqueda de una inter-
1.1serie de los números naturales. Pues si respondiera «iPero eso es jus- pretación tras otra que permita considerar como correcta una aplicación
t.uncnte lo que estoy haciendol- estaríamos ante alguien que entiende de una regla que en principio nos resulta chocante. El modo en el cual
,,1 2» «como nosotros entenderíamos la orden "Suma siempre 2 hasta aprendemos a seguir reglas y las seguimos de modo efectivo nos en e
1000, 4 hasta 2000, 6 hasta 3000, etc.?». Dicho de otra manera, la or- ña que «hay una captación de una regla que no es una interpretación»
den «+ 2» parece no determinar por sí misma una aplicación uní vaca. [IF § 201], un modo de captación que tiene el rasgo gramatical de n
Corno dice Wittgenstein, «se necesita una nueva intelección -intui- admitir interpretación alguna que la pueda hacer correcta si contradice
ción para acatar la orden <+ n' en cada nivel» y «el paso correcto [en nuestras prácticas habituales de aplicación. Aplicado al caso de nuestro es-
un punto determinado] es el que concuerda con la orden tal como se tudiante esto quiere decir: habíamos pensado que podíamos dar una
'¡lIrrfa decir que fuese tomada», a saber: «que él [el estudiante] tenía que interpretación a la orden <<+2» que hiciera correcta su peculiar expan-
ese ribir el sucesor del sucesor detrás de cada número que escribiera» sión de la serie. Pero vemos ahora que esto era una quimera: la capta
//¡:§ 1861·Nos topamos nuevamente con la idea de que tiene que haber ción correcta de la orden <<+2» no depende de interpretación alguna sino
UI1mecanismo -«un extraño proceso>>- que garantice la univocidad en nuestra respuesta a ella del modo en que hemos sido adiestrados de.
tlt' .iplicación y al acto de querer decir que la orden <<+2» ha de tomar- acuerdo con la práctica de usarla y que «se manifiesta [...] en lo que IIn
~t' de determinada manera lo investimos de la capacidad de predeter- mamas "seguir la regla" y "contravenirla?».
minar los pasos que han de darse en la expansión de la serie, como si
t.des pasos hubieran sido ya «realmente dados incluso antes de que [el
que expande la serie] los diese por escrito, oralmente o en el pensa- 1.1.7. El problema del lenguaje privado
Illi'1110»/IF§ 188].
LI .gamos así a lo que habitualmente se considera como e! punto Las tesis de IFsobre la compresión lingüística son sólo un anticipo
t iuc i,11 de la dis usión sobre seguir una regla: «Ésta era nuestra parado- de una aplicación más general. Recuérdese que, en prin ipio, nos pare
,.1:un.i regla no puede determinar ningún curso de acción porque todo da natural que la exclamación «i Ahora puedo seguirl- /J F § 1511SCI1,1
tUI\O d . ,1. .ión puede hacerse .oncordar con la regla. La respuesta era: LIs' el surgimiento en un sujeto d l «estad mental- de . mpr .nsión
\1 rod ) puede ha er. on ordar on la regla, entonces también puede d ·1qu " corno si de UI1d pé sito se tratase, f1Uí,l el uso COIrcc lo. Pcm
It.lt 'IS . dis .ordar. Por '110110habría aquí ni e n rdanc ia ni liscor UI1,I~t'z que .11 -ndí.nnos a la glólll1.ítit,1de «compr '11t1t'r»t.lÍ.llI1m VII1.1

HH
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

cuenta de que, contrariamente a nuestras intuiciones más comunes, [ibíd.j. Dicho de otra manera: la palabra «dolor» no se aprende conec-
la comprensión nada tenía que ver con un «estado interno» de un su- tándola con la sensación privada de dolor; al niño no se le pide que
jeto cuya explicación exija construir una teoría más sofisticada sobre mire hacia sus adentros, identifique la sensación de dolor y le ponga la
este proceso; lo que confería significado a la exclamación era más bien correspondiente etiqueta. El aprendizaje se logra cuando el niño domi-
la forma de vida con la que estaba entretejida. Pues bien, a partir de na una técnica, aprende una nueva conducta de dolor. Ahora bien, el
fF § 243, Wittgenstein se embarca en una investigación gramatical de pa- defensor del lenguaje privado no puede acogerse a este expediente; tie-
ralela estructura sobre el funcionamiento de nuestros conceptos psico- ne que intentar conferir significado a los signos de su lenguaje ponién-
lógicos. El famoso «argumento del lenguaje privado» es el primer paso. dolos en correspondencia de modo directo con sus propias sensacio-
La protofigura de Agustín es, de nuevo, el punto de partida. Pues nes. ¿Cómo? Aunque confiesa que no puede «señalarías. en sentido
si las palabras del lenguaje nombran objetos y cada palabra tiene un literal, sí podría, en presencia de un signo, «concentrarse» en la sen-
significado que es el objeto con el que está coordinada, seguramente sación correspondiente y «señalarla internamente» de modo que que-
hemos de concluir que las palabras para sensaciones tienen como sig- de «impresa» en él la conexión entre signo y sensación. Wittgenstein ob-
nificado el propio fenómeno psicológico que cada sujeto particular ex- jeta inmediatamente «¿Pero para qué esta ceremonia?» Si el defensor
perimenta y al que sólo él tiene acceso. El lenguaje funciona de mane- del lenguaje privado intenta que la pretendida definición garantice que
ra uniforme: en todo caso, las palabras hacen de etiquetas de los objetos en el futuro se acuerde de la conexión correcta, su maniobra es perfec-
que nombran y de las que son su significado. El carácter irreductible- tamente inútil. Dado que carece de criterios de corrección, «conexión
mente subjetivo de las sensaciones no cambia sustancialmente la situa- correcta» sólo puede significar «conexión que a él le parece correcta» y
ción que Agustín pinta; es sólo un reflejo de los distintos rasgos que se- esto quiere decir, como ya sabemos, que no puede hablarse aquí de
paran el mundo psíquico del mundo físico. Ahora bien, todo lenguaje aplicaciones correctas -y por tanto de significado- de un signo que se
que admita significados de este tipo tiene que hacer frente a serias ob- trata de definir de este modo [IF § 248].
jcciones tanto a su capacidad como instrumento de comunicación in- Uno puede sentirse tentado a decir: el defensor del lenguaje priva-
Icrpersonal como a su propia inteligibilidad como dispositivo sernán- do sílogra dotar de significado a los signos de su lenguaje si bien pue-
Iico. No es ningún secreto el que estos problemas afectan a posturas fi- de que, en algunos casos, no recuerde la conexión correcta. Esto sería no
losóficas tan dispares como el cartesianismo, el empirismo clásico captar la fuerza del argumento. Lo que Wittgenstein está defendiendo
Locke los reconoció sin tapujos-, el fenomenalismo o la teoría de es que la definición anterior se queda sólo en un intento y que, por tan
los datos de los sentidos. Es por ello por lo que el argumento del len- to, no hay nada que recordar porque nada se ha definido. En efecto, la dif
gU.1jC privado es filosóficamente central: su éxito debería tener como cultad de una «definición privada» consiste más bien en que una técni
resultado la extinción de una gran parte de las teorías que han dado ea tal no existe, pues «¿He de suponer que [el defensor del lenguaje pri
forma a la reflexión filosófica occidental desde la Edad Moderna y a la vado] inventa la técnica de esa aplicación; o que ya la ha encontrado
disolución de problemas clásicos como el de la existencia de otras hechar. [IF § 262]. Así pues, carezco de justificación para afirmar que
I11l'11teso el de la realidad del mundo exterior. el concentrar la atención surta el efecto deseado. Similares consid '1'.1
U n lenguaje esencialmente privado -a diferencia de uno que sólo lo ciones se aplican también a los intentos de definir de este modo signos
~l"l contingenternente, por ejemplo, un texto codificado cuya clave del lenguaje público: «"Puedo, no obstante, proponerme (en mi intc
sólo yo conozco- es aquel «cuyas palabras deben referirse a lo que rior) llamar en el futuro "dolor" a ESTO» -"¿Pero seguro que te lo h.1S
sólo puede ser conocido por el hablante, a sus sensaciones inmediatas, propuesto?" "¿Estás seguro de que era suficiente para ello concentrar Lt
privada. Otro no puede, por tanto, entender este lenguaje» [IF § 243].· atención en lo que sientes?"» (IF§ 263]. Contrariamente a l1U stras in
En nuestro lenguaje psicológico ordinario las palabras hacen referen- tuiciones, las aplicaciones correcta de la palabra «dolor» n d pcnd -n
t t.1 .1 las sensaciones sin que, aparentemente, surja problema alguno; de que ada uno de no otros identifiquemos corre tarncntc I1U 'stlO:-
pues «éno hablamos todos los días de sensaciones y las nombramos? dolor 's ('11 nucst ro interior), sino que es la gramáti 'a d «dolor», el he
/1 ¡:§ 2441. Cierto; pero en est caso «la' palabras s p nen n on xión dl~) ti . qu • exista una práctica estable '11la qu . se usa la palabra, 1.1 qu .
mil 1,1 'xpr .sión primitiva, natural, el la scnsn ión y ha en sus vcc 's» k tonljet . siguific.rdo y posihilit.i qu ' se I ucda hablar de sus lIsm

J.I)() )1) I
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTIFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

correctos. No hay nada independientemente de la propia práctica que En IF § 283 Wittgenstein somete a la consideración de su interlo-
sea garante de las aplicaciones correctas. cutor e! siguiente caso anómalo: «¿No podría imaginarme que yo tu-
¿Se sigue de aquí que Wittgenstein está defendiendo que lo que el viera terribles dolores y convertirme, mientras éstos persisten, en una
hablante siente carece de relevancia para nuestro concepto de dolor? piedra?» Si, como hemos visto, «dolor» significa e! ESTO «interno» que
Nuevamente, la conclusión es precipitada. Cuando en IF § 244 Witt- identifico mirándome hacia mis adentros con, por así decirlo, e! rabi-
genstein argumenta que enseñarle a un niño e! significado de la pala- llo del ojo, entonces los dolores son objetos cuya relación con e! cuer-
bra «dolor» es enseñarle una nueva conducta de dolor, e! interlocutor po en que se sienten es meramente empírica, son como las carteras que
pregunta «"¿Dices, pues, que la palabra "dolor" significa realmente e! pueden pasar de mano en mano e incluso no estar en mano alguna.
gritar"». La respuesta de Wittgenstein es: «Al contrario; la expresión Esta aplicación de la figura, argumenta Wittgenstein, rompe la conexión
verbal de! dolor reemplaza al gritar y no lo describe.» Un defensor de conceptual entre e! dolor y mi cuerpo haciendo que parezca inteligible
1<.1protofigura de Agustín razonaría de este modo: si al niño no se le en- imaginar que puedo convertirme en una piedra mientras siento dolor
seña el significado de la palabra «dolor» haciendo que su atención se -si e! dolor está meramente emparejado con mi cuerpo ¿por qué los
concentre en la sensación de dolor que él siente entonces, la palabra cambios de éste han de afectar a aquél?- e incluso que haya dolores
sólo puede tener como contenido la conducta externa de dolor. Pero que no residan en ningún cuerpo.
esto es una mera petición de principio. Wittgenstein sí piensa que lo Ahora bien, cuando examinamos el funcionamiento efectivo del
que uno siente está conectado con el concepto de dolor aunque de- juego de lenguaje de los términos psicológicos, encontramos que sí
tienda que tal conexión no se logra por concentración en la propia sen- está presente la conexión conceptual que hace un momento veíamos
s.uión. El que la expresión verbal de dolor reemplace al grito sin des- desaparecer: «Sólo de lo que se comporta como un ser humano puede
ti ibir la sensación alude al aprendizaje de una nueva técnica de expre- decirse que tiene dolores» [IF § 283]. Por ello, la conclusión de Wiu-
s.\ r dolor; es una observación gramatical. Y es la gramática de la genstein es que algo tiene que marchar mal en la aplicación de la figu
expresión «Tengo dolor» la que efectúa la conexión al ser parte de una ra para que lleguemos a pensar que podemos adscribir sensaciones in-
práctica para expresar dolor. La definición ostensiva privada es por ello cluso a una cosa -a lo que no es un ser vivo. Hay diferencias, desde
Inútil en e! caso de! lenguaje público: la conexión que se pretende 10- luego, entre e! lenguaje que describe la conducta o la fisiología carpa
gl.\r ya ha sido establecida por la gramática. E imposible en el caso del rales y aquel en e! que hablamos de acontecimientos psicológicos,
lenguaje privado: falta la gramática para establecerla. pero esa distinción es gramatical, no ontológica, como la aplicación ti .
la figura intenta hacernos ver. Pues no se trata de que, por una parte, el
cuerpo sea un objeto físico perteneciente al mundo «exterior», micn
1.1.8. Lo «interno» y lo «externo»: una distinción gramatical tras que un yo descarnado, «interno», sea e! asiento de la vida mental.
La separación se de más bien entre dos géneros de objetos: aquellos a los
El argumento del lenguaje privado nos coloca de manera singular que la gramática permite adscribir vida mental y aquellos a los que no.
.uuc una figura que domina la filosofia occidental desde Descartes: la Dicho de otra manera: hay objetos en cuya conducta -en cuyos gcs
qllt' !lOS pinta la mente como una suerte de espacio privado, interno, tos, voces, gritos, etc.- percibimos algún significado y objetos qu «no
.11 qur el sujeto accede de forma privilegiada y de! que tiene, en el me- nos dicen nada». En consecuencia, no son los rasgos de los bictos
I()J de los casos, un conocimiento superior al de! ámbito de los fenó- (por ejemplo, el que tengan la capacidad de moverse) los que di tan 1.1
11\t'1l0S «externos» de! mundo material o de las mentes de las demás distinción, sino el que estén involucrados de modo y manera particu-
personas. Wittgenstein no disputa la corrección de esta figur «desnu-· lares en nuestras acciones, reacciones, etc.: «Nuestra actitud ha .ia lo
d.i»: «la figura está ahí», dice [IF § 424]; lo que niega es que su aplica- que está vivo y hacia lo que está muerto no es la misma» j JF § 2841·
tllí" !lOS ayude a forjamos una idea correcta del significado de los tér- La distin ión interno/externo está extraordinariamente bi .n .ltI in
minos psicológicos. Pero écómo puede la aplicación de una figura in- chcrad.i en la filos (la .id ntal desde la Edad Moderna. Aunque '11
I '1 pon -rs ' en nuestro camino de modo que n nos perm ita ver el us 1.\ .ic tualidad pocos filósofos piCI1S<.1n en, P r j .rnpl , el problcm.i
dt' 1.\ 1 .ilabra tal '01110 es? jlF§ 3051. IIll'IIt '/t lIt''! o en t "ll\1inos d ,dos sustancias separadas ,11.1111.111 '1,1 ,11

9 (1\
El, LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO :xx CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

tcsiana, el dualismo sigue presente, ya sea en su versión ontológica o que Wittgenstein achacaba la mayor parte de las confusiones en las que
de propiedades, bajo la guisa de dicotomías como mente/cerebro. El el filósofo se ve enredado.
propio Wittgenstein se percató de que sus objeciones a la distinción El modo correcto de hacer filosofía tenía que consistir, pensaba
podrían ser interpretadas como una toma de partido por lo «externo»: Wittgenstein, en una especie de «reordenación» de lo que ya sabíamos:
«"¿No eres después de todo un conductista disfrazado? En realidad de las reglas de uso de las palabras ordinarias o de los términos técni-
¿ no dices en el fondo que todo es ficción excepto la conducta huma- cos correspondientes, en el caso de que estuviéramos enredados en al-
na?'», le pregunta su oponente en IF § 307. Pues parece que si rechaza- gún problema de filosofía de la ciencia. Es así como pueden resolverse
mos que «dolor» signifique algún ESTO aprehensible por introspección los problemas filosóficos -la realidad del mundo exterior, la existen-
deberíamos concluir que el propio dolor -en tanto que algo distinto cia de las otras mentes, el libre albedrío, la intencionalidad o la con-
de la conducta de dolor- queda fuera de juego. Muy al contrario: la ciencia, por citar sólo algunos- y no descubriendo mecanismos ocultos
posición de Wittgenstein es precisamente que «si se construye la gra- hasta ahora desconocidos (aunque es cierto que tales descubrimientos
mática de la expresión de la sensación de acuerdo con el modelo pueden dar origen a nuevos problemas filosóficos). Las dificultades
"nombre y designación", entonces el objeto cae fuera de consideración surgen, le parecía a Wittgenstein, cuando el filósofo, en la soledad de
por irrelevante» [IF § 293]. Esta aplicación de la figura nos fuerza a ads- su gabinete, se siente autorizado a usar las palabras fuera de los juegos
11 ibirle a «dolar» una gramática en la que la sensación no es un «algo»,
de lenguaje que les son propios y a construir castillos en el aire teóri-
pero tampoco un «nada» porque tanto un «algo" como un «nada» po- cos. Es así como, por poner un caso que ya nos es conocido, la cotidia-
dri.ru desempeñar por igual su papel de acuerdo con esa aplicación. Aho- namente inocua distinción «externo/interno» adquiere un uso «metafí-
1.1bien, esto no puede fijar la referencia de la palabra «dolor» que sí sico» y se convierte en un endemoniado puzzle en donde el cientifis-
ticnc relevancia para Wittgenstein en el juego de lenguaje de sensa- mo de nuestra época encuentra terreno abonado en el que germinar.
1 iones, pues «¿Qyé podría ser una diferencia mayor que la que exis-
Afirmaciones como «[Lafilosofía] lo deja todo como está» [IP§ 1241
te entre la conducta de dolor acompañada de dolor y el puro fingir do- ha dado lugar a acusaciones de «quietismo» o «escapismo» filosófico. Es
lor?» fIF § 304]. Las presuntas veleidades conductistas se disipan cuan- cierto que la filosofía deja todo como está porque «no interfiere en el uso
do se restaura la conexión entre «dolor» y sensación al ser la palabra del lenguaje», no patrocina reforma alguna en nuestra manera de hablar
una expresión natural para sensaciones. Pero esto implica a su vez el re- y sólo intenta que nos demos cuenta de lo insostenible de los usos meta-
c onocimiento de que el lenguaje no funciona siempre de manera uni- físicos de las palabras. Ahora bien, ipor supuesto que el filosofar cambia
[onn« de acuerdo con el modelo «nombre y designación» [ibíd.j. las cosas!; por ejemplo: no es posible hoy día pensar en términos clásic s
sobre el significado, la intencionalidad, la distinción mente/cuerpo o so-
bre el problema de la existencia de otras mentes gracias sobre todo a la (j-
I. I .9. El legado de Wittgenstein losofía de Wittgenstei"l. y aunque no compete a la filosofía decidir sobre
disputas científicas, sí es cierto que contribuye a disipar la frecuente on-
1~Il las notas recogidas por Moore entre 1930-1933 Wittgenstein fusión conceptual en ciencia. La claridad filosófica tiene el mismo efe t
.11 11111.1
que su actividad filosófica no es meramente un nuevo estadio en el desarrollo de la ciencia que la luz del sol en los brotes de patata:
('1\ el desarrollo de la disciplina, sino algo radicalmente nuevo, una
igual que éstos crecen centímetros y centímetros en un sótano o curo, las
""II1!,ul.lridad»comparable a la que se produjo cuando Galileo y sus confusiones conceptuales se alimentan de la falta de claridad.
courvrnporáneos descubrieron la mecánica. Efectivamente, la filosofía Van Wright, al que Wittgenstein hizo muchas confiden ias s brc
dI' Wittgcnstein tiene mucho de singular: no busca respuestas, no con- su concepción de la filosofía, ha contado de él que algunas ve es du
ticnc teorías ni explicaciones sobre los asuntos que puedan interesar al daba de si había tomado la dirección correcta o si todo su csfu rzo aca
filósofo ni tampoco enuncia tesis que puedan ser discutidas o contra- barfa en una inmcr i6n en la os uridad. Cuando han pasad 111:15 ti '
dil has. P rticularmente se caracteriza por su hostilidad hacia el mode- cincu .nta añ s después de su muerte una cosa es cierta: a pesar de 1.1
lo «eicntff o» de hacer filosofía -con una tradición tan larga en nucs- I:Or;pl;~rid:ltlti,' Wiltg n,sl :in '11nu :stro m 'di ultural, su influ 'Il( i;l
110.imbito cultural-e- uy paradigma s la nstrucci6n de teorías y al fdosóf 1(",1
h,1Sido muy limitada, 1I1Z,1s no se podía '5p('l':1I"
otra COS,I;
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENlÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

110 es fácil luchar contra corrientes tan poderosas como el espíritu de modo analítico de hacer filosofia. Una desarrolladísima sensibilidad
toda una época. Pero la partida no está aún decidida. La propia pujan- para los distingas y las consecuencias que configuran nuestro sistema
za, muchas veces ultrajante, de lo que Van Wright considera como «los conceptual y nuestro lenguaje, así como una excepcional capacidad
más vulgares ejemplos» de cientifismo de la filosofia contemporánea para analizar ambos, forman el bagaje con el cual Ryle se enfrenta a lo
muy especialmente en filosofia de la mente, del lenguaje y de la que denomina el Mito de Descartes. Esta doctrina sostiene que, ade-
l iencia- no ha de ser el menor de los incentivos. más del mundo de los objetos y los sucesos materiales, que se dan y
acontecen en el espacio, está también el mundo de las experiencias y los
sucesos mentales, que se dan en un medio interno, una suerte de me-
BI HUOGRAFÍA dio privado. El mundo material se rige por las leyes de la ciencia natu-
ral; el mundo de lo mental se rige por leyes propias, las de la psicología.
1~diciones de las Investigaciones filos1ficas El objetivo de CM es mostrar que el «mito de Descartes» es un ab-
surdo que surge de un conjunto de grandes errores categoriales. El
I VI/"/o'\"ophischeUntersuchungen/Philosophical Investigations, edición bilingüe ale-
mito se alimenta de confundir los conceptos con que pensamos en la
mán/inglés, editada por G. E. M. Anscombe y R. Rhees, traducción ingle-
~.l de G. E. M. Anscombe, Oxford, Blackwell, 1953.
mente humana, la inteligencia, la voluntad, la emoción, la autocon-
I >/¡'¡o'\"ophische
Untersuchungen/Investigaciones filos1ficas, edición bilingüe alemán/cas- ciencia o la imaginación, con conceptos ahormados para describir co-
tcllano, traducción castellana de A. García Suárez y C. U. Moulines, Bar- sas, estados, procesos, cambios, causas y efectos. Es el mito del alma en
t clona/México, Crítica/UNAM, 1988. el cuerpo, del fantasma en la máquina. Lo que impresiona de CM y la
hace tan creíble es que este diagnóstico, anticipado en su primer capí-
tulo, se sustancia luego en ocho capítulos largos, densos, y escritos en
( .omcn tarios sobre las Investigaciones filos/ficas un personal estilo -ni una sola nota a pie de página ni referencia bi
bliográfica alguna-, que tratan de cómo el mito distorsiona nuestra
1:1comentario más extenso y profundo de las Investigaciones lo constituyen
visión de la inteligencia, la voluntad, la emotividad, la autoconciencia
1m dos volúmenes de G. P. Baker y P. M. S. Hacker, Wittgenstein: Understanding
y el yo, la sensación o la imaginación.
'II/r/ Meaning, Oxford, Blackwell, 1985. Otros dos volúmenes de esta misma
Obl.l han sido escritos por P. M. S. Hacker en solitario: Wittgenstein. Meaning
Posiblemente la parte más popular de CM haya sido su segundo
'/IIr/ MII/d, Oxford, Blackwell, 1990, y Wittgenstein. Mind and Will, Oxford, capítulo, cuyo objetivo es el de impugnar la leyenda intelectualista: ,1
1\l.lt kwcll, 1996. mito de que la posesión de entendimiento (y de razón) exige la realiza
Un.l obra de mucho menos alcance pero extraordinariamente útil es la mo- ción de operaciones específicamente intelectuales. Con argumentos y
Il()~r.¡(;,l dc Marie McGinn en la serie Routledge Philosophy Guidebooks, con ejemplos variados, Ryle defiende su afirmación celebérrima de que
the -Philosopbical Inoestigations», Londres, Routledge, 1997.
\\ ·11~1!..~1'/J\ll'ÍlIl/nd la práctica inteligente no es hijastra de la teoría. La herramienta princi
F,lllhro de S. Stephen Hilmy, The Later Wittgenstein, Oxford, Blackwell, 1987, pal de ese empeño es su distinción entre saber hacer ('lo know how') y sa
I ~t¡\II':\\ 1.\monografía más completa sobre la concepción wittgensteiniana de ber que ... o (lo know that'): entre la posesión de habilidades cognoscitivas
1.\ /limo/ i.\ en su segunda etapa.
(la de Poirot para descubrir al asesino) y el conocimiento de verdades (1.1
de que el asesino es el mayordomo). Ryle defiende no sólo que este se
gundo se alcanza tras el ejercicio del primero, sino que una amplísima
) (;I/hat Ryle: hacia una nueva filoscfia de la mente parte de nuestra vida inteligente no puede entenderse como adquisi
.ión de verdades.
JUAN JOSÉ ACERO El momento más delicado de CM se alcanza en su capítul quin
ro, .uand Rylc expli ita su ompromiso con la do trina de qu d 's
Publicado en 1949, El concepto de lo mental (CA1) es la llamada de sa- c uhrir que X tien mente onsi te en des ubrir la disposición ti ' ,1
Ild.l ti . 1.1 actual discu ión en el terreno de la filosofía de la psi ología 11.)( 'r d 't .rminad s tip s de sas y a hacerlas de i rtas man .ras. As],
y de 1.1 filosoll.t de 1.1 111 .nte. E, tambié n un el' 1 S .srnndart 's d ,1 ,lt! '1'1.11 que ticn . 1.11 o cual disposición (por 'j .mplo, una ,11 titud) ('~

97
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

haber adquirido un billete que nos permite inferir lo que haría X, de


darse estas o esas condiciones. Explotando esta idea, Ryle insiste en el
error de tomar lo mental como un sistema de procesos o de estados. 1.3.1. La teoría especial de los actos de habla
Su noción de disposición -la teoría del billete inferencial- ha sido el
punto de partida de los posteriores desarrollos de la filosofía de la men- La filosofía es una de las disciplinas donde típicamente las false-
te: la teoría de la identidad psicofísica y las diversas variantes del fun- dades con apariencia de verdades se .transmi~en, dig~moslo así, por
cionalismo. Resulta paradójico que las ideas de disposición de las que «acarreo». Una de estas falsedades es, dICe Austin, la tesis de que la fun-
11.111 dependido estos desarrollos nos llevan de vuelta al género de plan- ción por antonomasia de una expresión lingüística es .represe~ta~. ,el
teamientos que CM trataba de superar. Los partidarios de éstos identi- mundo verdadera o falsamente. Sin duda, muchas expresiones lingüís-
fi .an las disposiciones, o sus bases categoriales, con estados del sistema ticas funcionan así: por ejemplo, (1) «El libro está sobre la mesa» des-
nervioso. Alguna de las dificultades a las que se enfrenta la filosofía de cribe una situación en el mundo y se la puede calificar de verdadera o
1.1 mente en estos días, como el de qué es la conciencia, muy bien po- falsa. Austin dice que (1) es una emisión constatativa [EC] (constatative
dría deberse a una insuficiente asimilación de los contenidos de CM. utterance). Pero cuando digo, pongamos por .caso, (?) «Sé que t- no pa-
Menos sabido es que el capítulo final de CM hace frente a un reto rece que esté describiendo simplemente mi segu,nda.d sobre que p es
soslayado hasta entonces: écuál es el plan de la psicología? Su opción verdadera; cuando digo (2) estoy dando a los demas mi palabr,a.. de que. p
es considerar que el cúmulo de ciencias y técnicas que abarca la pala- es verdadera. Que esto es así 10 prueba el que resulte paradójico decir:
bra 'psicología' es autónomo de lo que hoyes para nosotros la neuro- (3) «Sé que p, pero puede que esté equivocado», aunq,ue es. perfecta-
1 icncia. Desde este punto de vista, no hay fantasma en la máquina, mente aceptable (4) «Creo que p, pero puede que este equivocado».
puesto que sólo hay máquina, y la psicología no es más que una cien- Del mismo modo, decir (en las circunstancias adecuadas) (5) «Promet
1 i,l natural. Ryle llama a este punto de vista el «mito de Hobbes». El que p», no es tampoco describir que estoy ~acien~? una promesa, es ha-
lector paciente comprueba, entonces, que para Ryle la psicología debe cerla. Nuevamente, es aceptable (6) «Tengo mtencion de hacer p, aunque
I1,IIlar su propio camino entre el mito de Descartes y el de Hobbes, puede que no 10 haga», y no 10 es (7) «Pro~eto que p, l?er? no haré f»·
pues ambos cometen el mismo tipo de error categorial. Considerar que (2) y (5) son expresiones descriptivas es? dice
Austin, un ejemplo de algo bastante común en filo sofia, .l~ «falaCIa.des
criptiva». Austin llama a expresiones como (2! y (5) emtstones .r~a¡'zall
1.3. [ohn Austin, «Cómo hacer cosas con palabras» vas [ER] (peifiJrmative utterances) que se carac.tenzan porque emitirlas '1)
las circunstancias adecuadas produce cambios en el curso de los a ?11
LUIS M. VALDÉS tecimientos (te dan mi palabra de que p es verdadera, crean la obliga
ción de hacer p, ete.). Dado que no describen nada, no se las puede
(:1111I0 hacer cosas con palabras [CHCF) recoge doce conferencias que evaluar en la dimensión verdadero/falso, pero no por ello tenemos que
111 'ltUl pronunciadas por John Austin en la Universidad de Harvard concluir, como una aplicación estricta del principio de verificación pa
t 11 1 tI/)1 publicadas póstumamente en 1962- y que pertenecen a la recia sugerir, que sean sinsentidos. Austin se dio cuenta de que había
\1'111' W,lIiflllljames Lectures. Al leer esta obra debe tenerse en cuenta que una clase muy importante de expresiones lingüísticas que, aunqu ' te
\1' 11,11,1 de las notas que Austin utilizó para dar las conferencias y de las nian (a forma típica de las expresiones descriptivas (una estructura dc
ljlll' c onicsó a uno de sus estudiantes, poco antes de su muerte, que sujeto-predicado y el verbo en forma indicativa), no eran evaluabl 's '11
,1\'111 estaban «a medio cocep>. Con todo, CHCF tiene capital irnpor- Ll dimensión verdadero/falso porque cuando un hablante usa es .s 01,1
1.111 i,l pues contiene la primera formulación de la teoría de los actos de l ioncs 11 está int ntando describir una situación, sino que está int '11
lubla, la contribución más importante de Austin a la filosofía del len- 1.111 lo realizar la a ión que I verb nombra.
gU.1JC cont .rnporánea. Dividiré el contenido de CHCF en dos grandes Sil) .mbargo, para ~u «surtan de to», las ER.r qui r~1) q.u~ ~t'.l~ '11
.ip.urndos dedicados, respectivamente, a la teoría especial y a la te ría ti 't '1 minadas .ondici n es. En SlI t 'o ría ti' los lI(ji)J·/t/t/IO'( (lI(fl'lmlll'.I),
g '11 .ral ti ' los a tos de habla. ;\\lstill tl,ltó d ' sist 'm,ltiz,lrLls '1) un int .nro de dnrles UIl 'St.ltUtO Il'~

I)t)
CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX

pctable y hacer que los lógicos dejaran de mirarlas por encima del ¿No podría considerarse, de acuerdo con la teoría de los infortunios,
hombro. De acuerdo con Austin las ER pueden sufrir infortunio de como un enunciado nulo por fallo de referencia? Y otra EC como (17)
dos formas diferentes: alguien que, por ejemplo, dice (5) sin tener in- «Iodos los hijos de Juan son calvos, pero yo no lo creo», éno es califi-
icnción de cumplir lo prometido comete un abuso de procedimiento, cable como un abuso de procedimiento (aunque surta efecto)? ¿No es
pero con todo, ha prometido que p. Pero si, por ejemplo, utiliza una algo semejante a (18) «Lego el reloj a mi hermano, pero no tengo in-
fórmula inadecuada,p es algo imposible de cumplir, o es obvio que lo tención de legárselo»?
que se promete tiene que hacerse de todas maneras, el acto de prome- Más aún, contrariamente a lo que se mantenía en un principio, las
ter será, como dicen los juristas, nulo de pleno derecho (misfire, en tér- ER parecen ser también evaluables en la dimensión verdadero/falso.
minos de Austin). Un jurado dicta el veredicto «[Culpablel». Desde ese momento, y para
¿Hay algún criterio gramatical (formal) que singularice a las ER? Has- los efectos de la justicia, el reo es declarado culpable. Pero puede plan-
1.1ahora hemos usado en todos los ejemplos un verbo en primera per- tearse legítimamente la cuestión de si el veredicto casa con los hechos,
sona del singular del presente de indicativo (un realizativo explícito, dice si el reo cometió realmente el crimen. También: puedo avis arte de que
Axuiin); ¿podría usarse esto como criterio? Para mayor abundamiento, hay un toro peligroso suelto. Pero si no hay tal toro o no está suelto mi
p.irccc que hay una asimetría entre esta forma verbal y las restantes. aviso es falso. Y équé decir de enunciados como (19) «Francia es hexa-
A\í, d.idas (8) «Lego el reloj a mi hermano», y (9) «He legado el reloj a gonal» o (20) «Lord Raglan ganó la batalla de Alma»?'. ¿Son verdade-
1111hermano», (8) es, en las circunstancias adecuadas, el acto de legar ros o falsos? No parece que estemos en una situación cómoda si que-
1111reloj mientras que (9) sólo describe (verdadera o falsamente) ese acto. remos mantener que felicidad e infelicidad son cuestiones de grado
Pelo no parece que esto sea suficiente, pues (10) «Fumo el tabaco de mi mientras que verdadero o falso es cuestión de blanco o negro. De (19)
hrrm.mo» no es claramente una ER aunque cumple el criterio anterior. y (20) quizás diríamos que son aproximadamente verdaderos, o borro
Ncc csitarnos un criterio material adicional que nos permita aislar las sos o vaya usted a saber si preguntaríamos para qué se precisa que de
1':1\: Austin propone usar la expresión «por la presente» (hereby) a estos mas una respuesta.
dedos. De este modo es aceptable (11) «Por la presente lego el reloj a
1111hermano», mientras que no lo es (12) «Por la presente fumo el taba-
10 de mi hermano». 1.3.2. La teoría general de los actos de habla
Ahora bien, expresiones como (13) «Por la presente se avisa a los
p.rs.ijcros que crucen las vías por el paso subterráneo», (14) «lCierra la Austin concluye a partir de aquí que la distinción entre ER y E
pu ·11.t!»() (15) «Toro» [por: «Se avisa que hay un toro peligroso suel- no puede mantenerse en su formulación inicial. Esa distinción se basa
10»1, echan por la borda el criterio gramatical suplementado; (15) nos ba en dos supuestos ahora inaceptables: a) que al hacer una ER se ha
IllUesll.l incl LISOque una ER no requiere verbo alguno. Ante esto la re- da algo (aparte de trivialmente decir algo), y b) que las ER estaban s
III.Id.I tlt· Austin consiste en afirmar que quizá no sea indispensable metidas a una dimensión de valoración distinta de la de las EC. A par
¡¡1I1' 'll lod,1 l!R haya un realizativo explícito; algunas pueden no tener tir de la conferencia VII de CHCF empieza a formular lo que se ha
1111verbo lingüísticamente incorporado -Austin las denomina «reali- denominado la teoría general de los actos de habla. Allí propone cm
1.lIlvm plim.lrios»- aunque se podrían verter a la forma explícita. La pezar a trabajar de nuevo pero con aspectos de emisiones en vez de COIl
Idl'.1 I.II11pO 'o resulta ser muy feliz: nos obligaría a admitir entre las ER clases exclusivas de ellas. Con este fin, distingue entre tres tipos diícr '11
lod.l un.i serie de verbos que queremos descartar desde el principio les de actos que se dan de manera simultánea:
(pll'llS 'S' '11«enunciar» y otros por el estilo que se dejan puntualizar
pOI "polla prcsente»). (1) A to locucionario [AL] (locutionaty act): con i te en la cmi
¿ No podría su eder que no hubiera incompatibilidad entre que si' n d icrtas palabras en cierta n tru ción gramatical co 11
1111.1 cnusión fuera cvaluabl en la dimensión verdadero/falso y, a la
Vl'Z, constituyes (n un sentid n trivial) la realiza i6n de una a . I AIII!.I l'~ 1,1 nomhn- de 1111,1
b,ll,111.1 ¡;,lIl,ld,) pOI los ql'll ilO~ ,ti 1I1.IIHtO tll' l.oul
1 i<'>ll~ Pues (16) «El .1 .tual rey dc Fran ia s calv » es una E típica. Itl¡I,I.III. 11('111
(lIy.l' ('nd('1ll" \l1I1H ,1 hl('IOII It.lmlllilid,l' .11.1IIOP,1.

()O 101
El. LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

un determinado significado (sentido y referencia). Un acto 10- ejercitativos (ordeno, ruego, etc.), compromisorios (prometo, garanti-
cucionario es el acto de decir algo. zo, etc.), comportativos (disculpas, saludos, etc.) y expositivos (enun-
(11) Acto ilocucionario [Al] (illocutionary act): consiste en la emi- cio, pregunto, etc.).
sión de ciertas palabras con una fuerza ilocucionaria asociada
con ellas de manera convencional; los enunciados órdenes
promesas, disculpas, etc., son casos típicos de Al. U~ Al, dic~
BIBLIOGRAFíA
Austin, es el acto realizado al decir algo como opuesto al acto
de decir algo (AL).
BERLIN, L (comp.), Essays on j. L. Austin, Oxford, Oxford University Press,
(TII) Acto perlocucionario [AP] (perlocutionary act): consiste en la 1973.
producción de ciertos efectos en los oyentes. Es el acto que FANN, K T. (comp.), Symposium onj. L. .Austin, Londres, Routledge y Kegan
logra efectos porque se hizo algo; persuadir, alegrar, molestar, Paul,1969.
alarmar, etc., son ejemplos de AP. RECANATI, F., Meaning and Force. The Pragmatics ifPeiformative Utterances, Carn-
bridge, Cambridge University Press, 1987.
Un ejemplo aclarará estas distinciones. Supongamos que alguien
di( (" ( 1) «i Dispárale!»; (21) puede describirse como la realización de
1111Al, .\1digo: «Él me dijo "iDispárale!" queriendo decir "dispara" y 1.4. H P. Grtce: propuestas sobre la naturaleza del significado
11.11 lI'IH,lo referencia a juan mediante "Ie",» Pero (21) también puede
d('.\(1dmsc como (22) «El me ordenó que disparara a Juan», que es la MANUEL GARCíA CARPINTERO
I('.tlli'.\l ión de un Al. Normalmente la realización de un AL es eo ipso
1.1rc.iliz.rción de un Al. Pero (21) puede, al mismo tiempo, persuadir- H. P. Grice (1913-1988) es uno de los más importantes filósofos del
me de que le dispare, crearme un conflicto moral, contrariarme o ale- grupo oxoniense conocido como «filósofos del lenguaje común», acti-
gl.IIIllC y la producción de cada uno de estos efectos es un AP. vo en las dos o tres décadas inmediatas a la Segunda Guerra Mundial.
I)esdc luego, hay también efectos ilocucionarios: si logro bautizar Sus intereses conciernen a buena parte de los temas centrales de la f
111\h.irco como NN logro el efecto de darle un nombre y de hacer que losofia: cuestiones metafisicas como la identidad personal, epistemoló
('\(<," fUCI,1de lugar lIamarlo a partir de ese momento MM. Otro efecto gicas como la percepción o éticas como la naturaleza y fundamenta
dOlUl ionario es el que Austin denomina «asegurar la captación»: para ción del valor. Su más influyente aportación son sus propuestas sobr '
<¡U(' 1111Al se realice con éxito tengo que lograr que mi auditorio en- la naturaleza del significado, contenidas en un puñado de artículos
(H'nd,\ (se hag;l cargo) del significado de la emisión. Pero conseguir compilados en Studies in the Wáys cj'Words (Cambridge, Mass, Harvard
d('( 1m 11mucionarios es para Asutin un asunto esencialmente convencio- U niversity Press, 1989).
1/tI! (1111' depende de la voluntad del hablante, algo que no sucede en el Para Grice, el rasgo esencial de la significación es que esté asociada
1,1\0 dI' 10\ Al' cuyos efectos son causales. ¿En qué sentido el Al es con- ,1signos resultantes de acciones de individuos racionales, esencialmcn
V('lllllllI,d~ 1\11que o bien lo llevo a cabo usando efectivamente un rea- te regidas por un cierto tipo de intenciones que Strawson denominaría
/1:.uivo cxplk ito O en que podemos, en principio, hacerla explícito intenciones comunicativas. Un ejemplo nos permitirá ilustrar los elcrncn
",.llIdo ('S.I íórrnula. Es decir, para los Al tengo dispositivos convencio- los fundamentales de la visión griceana.
u.ilr: ('11el lenguaje: «prometo», «enuncio», «pido disculpas», etc., son En «El jardín de los senderos que se bifurcan» narra Borgcs la his
(" -iuplox de ellos. Pero no hay nada parecido en el caso de los AP: no toria de Yu Tsun, un espía en Inglaterra al servicio de Alemania duran
(·xl.\tt·n obviarn .nte fórmulas convencionales para lograr efectos perlo- te la Primera Guerra Mundial. El espionaje de Yu Tsun ha tenido éxito,
( tI( ion.u ios como «Por la presente te persuado», «Por la presente te de manera que «po eía el ecreto: el nombre del preciso lugar d ·II1Ul·
.tI.1I1ll0»,"Por 1,1presente te alegro», etc. vo parque de artill 'ría británico sobre el An re». Yu Tsun ha sido lb
EII 1.1p,IlIC fin.tI de CllCPAustin presenta una taxonomía de los Al c uhi .rto y l'St;\ a punto de ser suprimido por I . ntracspionajc bnt.í
('11(ill() gr,lnd 's géneros: iudicntivos (dar un v -r 'di '10, .ihsolv -r, ctc.), ni ;0. Su des 'o es que «mi bo ';1,.\111's que 1.\ dcshic i '1"1Ul1 h,II.IZO,pu

lO , lO \
El. LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

diera gritar ese nombre de modo que lo oyeran en Alemania». La solu- La primera es la concepción informacional, defendida con vigor por
ción que encuentra se resume aquí: «Aborninablemente he vencido: J. Fodor, entre otros. De acuerdo con ella, son paradigmas de significa-
he comunicado a Berlín el secreto nombre de la ciudad que deben ata- ción, pongamos por caso, un aumento de la secreción de TSH por la
c ar, Ayer la bombardearon; lo leí en los mismos periódicos que propu- antepituitaria (signo de una escasa presencia de hormonas T3 y T4 en
sieron a Inglaterra el enigma de que el sabio sinólogo Stephen Albert el flujo sanguíneo), o el diferencial en la dilatación de los dos compo-
muriera asesinado por un desconocido, Yu Tsun. El Jefe ha descifrado nentes de la cinta bimetálica en un termostato (signo de que la tempe-
ese enigma. Sabe que mi problema era indicar (a través del estrépito de ratura ambiente es alta). Estos son casos de significación en el siguien-
la guerra) la ciudad que se llama Albert y que no hallé otro medio que te sentido: un suceso particular de tipo 5 significa uno de tipo Qsi es
matar a una persona de ese nornbre.» una ley natural (al menos azteris paribus) que Q es condición necesaria
En casos prototípicos de significación hay, según Grice, un emisor para 5 (que si 5, entonces Q). Estos dos ejemplos también cumplen
(1-', Yu Tsun en el ejemplo) y un receptor (R, el Jefe); E tiene la inten- condiciones añadidas por otros autores, como F. Dretske y R. Milli-
( iÚII(1) de producir en R un estado psíquico (A; como las citas expre- kan, tales como que el «signo» 5 haya sido seleccionado y diferencial-
\.1\ del texto de Borges ponen de relieve, en el ejemplo el estado psíqui- mente reproducido, en virtud de esa correlación nómica con su «signi-
( (l dt' .I'tI/;a que el nuevo parque de artillería británico sobre el Ancre se ubi- ficado» Q, por la selección natural biológica, por un proceso de condi-
(,/ t'II Ir/ ciudad llamada :Albert); para ello, E tiene la intención de cionamiento operante o por diseño consciente. Los partidarios de este
pl(HIlI<11un signo con algún rasgo perceptible por R (5, asesinar a al- punto de vista aducen en su favor su carácter naturalista, más compa-
1\1I1l'll 1I.1I11ado 'Albert' en el ejemplo), a través de cuya percepción R tible con lo que sabemos por la investigación científica que la propue
.1t!Vll'II,1 su propósito 11de crear en él el estado A; pues E cree, razona- ta de Grice. El hecho de la evolución biológica sugiere una emergencia
lilcnn-ntc, que si su intención 12 tiene éxito y R es llevado a reconocer gradual de los actos de significación en organismos cada vez más clara-
,\U propósito 1" entonces este último se realizará también, porque tal mente capaces de los estados psíquicos característicos de la racionali-
uxonocimiento llevará racionalmente a R a formar el estado A. dad. La concepción informacional está en sintonía con esto. Por el
Desde este punto de vista, un signo es un producto de la actividad contrario, la teoría de Grice requiere para la significación la existen ia
dc un ser racional, un ser capaz de albergar propósitos razonables y de de estados mentales complejos, propios sólo de seres con una desarro
It'llt'l opiniones razonables sobre cómo alcanzarlos. Es un producto en liada inteligencia que les capacite para la reflexión sobre sus propios es
l'spe( i,11de acciones guiadas por propósitos consistentes en crear en tados psíquicos y los de otros. Análogas dudas sobre la visión griceana
ni 10 csi.idos psíquicos propios de seres racionales: intenciones, opinio- son suscitadas por la capacidad de significación de humanos en sta
IIt'S, recuerdos, sentimientos de culpa o autosatisfacción ante algo. dios iniciales de aprendizaje.
('('lO IlOde cualquier modo; la idea más original de Grice es que en ea- Otra propuesta alternativa es la concepción instituaonal, defen li la
\m p.u.idigmáticos de significación el «hablante» pretende que su por el segundo Wittgenstein y Austin. En esta concepción, la signif '<1
'\1 ('JlI',. r .alicc su propósito principal 11 (que se genere en él ese esta- ción requiere la existencia de instituciones, prácticas o convencion 's
do P\lqlllW pretendido A) justamente en virtud del reconocimiento entre individuos. Los partidarios de este punto de vista enfatizan u (.1
d( I.d j1lopúsito suyo Ir Una intención comunicativa es así un estado pacidad para recoger otro aspecto distintivo de los actos de ignili .1
nu-nt.il c oruplejo, que consta al menos de una intención primera 11' y ción, su estar sujetos a evaluación normativa. Clasificar un acto amo
1111.1 j1lo(t'dil1lental [1' La intención primera 11 es la intención de pro- un caso de significar la promesa de devolver un cierto libro a la biblio
duc u 1111,1 .utitud preposicional; la intención procedimental 12 es que te a conlleva la posibilidad de evaluado como cumplido o in urnpli
1.11IIIt'Jltión primera I¡ se satisfaga por medio de una inferencia a par-' do; algo análogo vale para un acto consistente en significar la ord '11 tlt·
111dd r x ono imiento de Ir Según Grice, los signos resultan de actos que se devuelva un cierto libro a la biblioteca. Igualmente, un .lt lo
I,HIOll.desm tivados por intenciones comunicativas. consistcnt n signiíi ar la asevera ión de que la bibliote a di pon' tlt'
1..1 propu .sta griceana e ontrapone a otras dos, que se men ionan UI1ci '110libr s cvaluable omo verdadero o {al , como sus' .ptibl '
.iqul con .l Iin de perfilar mejor aquélla, dibujándola también, p r así o. 110d ' aportar g .nuina informa ión. Ah ra bien, si tod s 'stos ,l( tos
dl'( ido, en contraste: no .abc ,K1UÍ d .idir sobre sus m "ritos relativos. t'~I,\11slIj 'tos íl 110rl11.IS
como I.1sdescritas, 110par '(,''qut' ,110r 'SIIIt'

I()'l lO
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO l O, SEGUNDA PARTE

meramente de la presencia de los propósitos comunicativos de un su- máximas o principios a los que es de esperar, se. atengm: los seres dota-
jeto que postula Grice. Más bien las normas en cuestión sobrevienen dos de razón, si pretenden conseguir tales objetivos. Gnce enuncia una
de prácticas o convenciones entre grupos de individuos, justificadas máxima general, un «principio coopera~vo», que exige a los conversantes
por su virtualidad para promover sus intereses colectivos, y la consi- las contribuciones individuales requeridas Justamente en cada momen-
guiente adscripción de responsabilidades, obligaciones, permisiones y to por el propósito de la conversación e~ ese pu~to; y vari~s subm~-
prohibiciones, de aprobación y censura. mas derivadas exigiéndoles contemdo informativo, veracidad, perti-
Grice deriva de su concepción del significado su teoría de las (por nencia y claridad. .,' , , '
él así llamadas) «implicaturas conversacionales», muy influyente entre En casos como el de la antenor ilustración, segun Gnce, los ha-
filósofos y lingüistas. Si, en el contexto de una carta de queja a un pe- blantes se atienen a estas máximas de una manera peculiarmente indi-
riódico por un artículo en que se critica la política de Israel, el autor es- recta. Emiten una oración de un lenguaje con un significado li,teral tal
cribe: 'existe un tipo de saña universal hacia Israel, tan universal y des- que, si su audiencia supone que es ese s~gnificado el que constituye su
templada que tiende mucho a parecerse a un fenómeno al que antes aportación a la conversación, est~ría?- violando flag.rantemente alguna
llamábamos por otro nombre', entendemos que el autor se refiere a la máxima; por otro lado, hay un significado alte~atl~o, que en el c~n-
existencia del antisemitismo. Mas nada en la frase citada refiere literal- texto es posible inferir sin dificultad a partir del significado convenció-
mente en castellano a la existencia del antisemitismo El significado de nal de su frase y de otros datos, cuya significación en ese punto de la
una [rase en una lengua resulta de los significados que tienen conven- conversación no violaría las máximas conversacionales; y confian al
1 ionalmente en esa lengua las unidades léxicas y otros recursos sintác- actuar así en que su audiencia, combinando las dos. co~sideraciones
t « os que la conforman. (En la concepción de Grice, construir frases previas, les interpretará como ~uscando, sl~lfi~ar pnmanamente este
mediante unidades léxicas y otros recursos sintácticos que tienen con- segundo significado. Así, por eJe~pl~, SI atribuimos al autor de la, ca~
vcncionalmente un cierto significado es uno más de los recursos de ta antes indicada la intención de significar lo que la frase que usa sigru
que disponen los hablantes para llevar a cabo sus intenciones comuni- fica literalmente en castellano, su aportación no sería (en contra de I~
c.itivas, además de otros nada convencionales tales como matar a sinó- primera submáxima) tod~ ~o inforrr:ativa que p~dría ser,; porque esta
logos llamados 'Albert'.) Ahora bien, si calculamos el significado que aludiendo de manera genenca, mediante la frase ':ln fenomeno al que
resulta para la frase anterior a partir del significado en castellano de las antes llamábamos por otro nombre', a algo qu~ sm duda es capaz d '
unidades léxicas y otros recursos sintácticos empleados, no obtendre- designar de un modo mucho n:ás preciso, med~~te un nombre esp -
mos ninguna referencia a la existencia del antisemitismo. En realidad, cífico para el fenómeno que qmere traer a colación. Por otra parte, n?
el castellano en sí mismo tiene poco que ver con cómo el autor de la die entre los participantes en 1" conversación pu:~e ignora~ que el fe
c.uta consigue transmitir ese significado; podría haberse transmitido nómeno pertinente en ese contexto es el antisemttísmo. ASl que el ha
utilizando expresiones de otra lengua cualquiera, con tal de que signi- blante puede confiar razonableme~t; en :tue, se le interprete como
f It .iscn en esa lengua lo mismo que la frase castellana utilizada signifi- aportando en realidad a la conversac~on e~ ~lgnlficado antes expresado,
(,1 convencionalmente en castellano. poner de relieve la existencia del annsermtismo.
Cricc explica el fenómeno general de este tipo de significados indi- Además de su interés intrínseco, Grice mostró cómo su teoría de
1('( tos (sus implicaturas conversacionales, que incluirían muchas figu- las implicaturas conversacionales tiene interesantes aplicaciones, fil s(~
1,1\ ictóricas, tales como metáforas, metonimias, ironías, atenuaciones, ficas. Veamos una. Muchos semántica s suponen que los lenguajes ~rt 1
vt( .) en términos de un modo característico en que los hablantes con- (iciales diseñados por la lógica matemática contemporáne~ e nsutu
SlguCIl manifestar sus intenciones comunicativas. Una conversación es yen buenos modelos del funcionamiento de algunas expresi nes en el
UIl proceso cooperativo en el que dos o más personas pretenden llevar 1 .nguajc natural, que significarían las partíc~las lógi as cuyo Omp(~ILl
,1 c.rb a tos sucesivos de significación. La satisfacción de los propósi- mi -nt interesa e tudiar al lógico. En particular, muchos s -1ll<)ntIUls
tos constitutivos de tales actos (los postulados por la teoría del signifi- supon .n qu - -1 artí ulo indefinido 'un' en una Ira e m 'un r .nóm '
e.ido de rice: producir en otros determinado estados psíqui os, por IH) ,11 qu - ant 'S llamábamos P r tro nombre' se . mp rta." gl¡lIld ',s
medio ti ·1 re 'ano imi nt de tal 's intcn .ioncs) del -rrnina ci .rtas I.I~gOS O\l)O lo hace .l cuant ilicador .xi Si .nc ial el' '1 1.1IÓglLl de pll

. \07
Hl6
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTíFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

mer orden, y que la frase en cuestión es una frase cuantificativa existen- canzar proposiciones elementales lógicamente independientes o nom-
cial. Algunos colegas de Grice, filósofos oxonienses como él del len- bres y conceptos simples no susceptibles de análisis ulterior; su meta
guaje común (Strawson en especial), cuestionan la relevancia semánti- reside más bien en obtener claridad con respecto a un problema deter-
ca de la lógica matemática aduciendo ejemplos como el anterior, en minado cuando la red conceptual relevante ha sido perseguida en to-
que la frase presuntamente cuantificativa se usa para referir (al antise- das sus conexiones, cuando la cuestión se ha elucidado conceptual-
mitismo en nuestro caso). mente. La feliz expresión de Strawson «análisis conectivo» -tomada
La teoría de las implicaturas muestra que estas objeciones se basan del motto del novelista E. M. Forster «only connect>)-- refleja plástica-
en una mala comprensión del uso que hacemos del lenguaje natural. mente las características de esta nueva concepción del análisis.
Si la teoría es correcta, ejemplos como éste sólo ponen de relieve que En segundo lugar, Individuos es un ensayo de metafísica. Y aunque
los hablante s pueden conseguir dar a la frase mencionada el mismo es cierto que los filósofos del lenguaje ordinario -a diferencia de los
tipo de significado que tienen convencionalmente expresiones referen- positivistas lógicos- no denunciaron la metafisica como mera super-
ciales como los nombres propios. Pero esto no lo consiguen porque la chería sin sentido, existía entre ellos un cierto consenso implícito en el
írasc funcione en castellano como un nombre, sino explotando las rná- que se sobreentendía que tal empresa filosófica no era, por decido de
xirnas de la conversación. Esto es compatible con que, en lo que res- forma educada de buen tono. La obra de Strawson contribuyó decisi-
pccta a sus propiedades semánticas convencionales en castellano, la vamente a la rehabilitación de la metafisica entre los filósofos analíti-
11.1setenga el significado que le atribuye el semántico con simpatía por cos no sin antes sufrir un buen lavado de cara: a diferencia de la meta-
l.i lógica matemática, es decir, con que se trate de una frase cuantifica- física tradicional que busca desentrañar los rasgos más abstractos del
IiV.1existencial. mundo, la metafisica rehabilitada sólo pretende describir las precondi-
ciones de nuestro pensamiento sobre el mundo.

I .5. El análisis conectivo de P. F. Strawson


1.5.1. Metafisica descriptiva y metafisica revisionista
LUIS M. VALDÉS
Individuos tiene como subtítulo Un ensayo de metafísica descriptiva.
La publicación en 1959 del libro de P. F. Strawson Individuos seña- Ésta «se contenta, afirma Strawson, con describir la estructura efectiva
L. una inflexión en el panorama de la filosofia analítica posterior a la de nuestro pensamiento sobre el mundo», mientras que la metafísica re-
Segunda Guerra Mundial en, al menos, dos aspectos. Por una parte, visionista «se preocupa de producir una estructura mejor». Aunque I,os
Strawson era en ese período uno de los líderes de lo que, más o menos productos de la metafisica revisionista -las obras de Descartes, Leib-
.u crtadamente, se denomina «filosofía oxoniense del lenguaje ordina- niz o Berkeley, por citar sólo algunas- tengan un interés intrínse o y
I io». Sus primeros escritos sobre la teoría de las descripciones de permanente, su utilidad filosófica sólo se justifica, defiende Strawson,
Russcll (<<Sobreel referir» [1950]), la verdad (<<Verdad»[1949]) o los ras- al ponerse al servicio de la metafisica descriptiva -de la que cita com
!-\(~~,Iógicosdel lenguaje ordinario (Introducción a la teoría lógica [1952]) ejemplos la obra de Aristóteles y la de Kant-. Cabe preguntarse en
. riticaban ya algunos supuestos del análisis ortodoxo clásico apelando qué se diferenciaría entonces la metafisica descriptiva del análisis prac
,ti uso ordinario de las palabras. Pero la tarea de Individuos de buscar los ti ado por los filósofos del lenguaje ordinario. La respuesta de traw
." .•sgos estructurales más generales de nuestro pensamiento» -rasgos son es clara: «sólo en su alcance y generalidad». La metafisica dcscrip
qu . no se detectan en la abigarrada superficie del lenguaje ordinario- . t iva «aspira a poner al descubierto los rasgos más generales de n.L1e~t rn
'xigía una concepción más amplia del análisis. Sin «despreciar los casos cstru tura conceptual» y aunque «la confianza [oo.] en el uso de .uvo
p.1I li .ular S», era preciso investigar ahora las tramas conceptuales, sus de las palabra ea el mejor camino en filo ofla e in luso el m,15 s .gu
impli .a i ncs, compatibilidades e incompatibilidades, o las condicio- 10", ,1 pr y et de Individuos requiere avanzar m t d I gie:Jtnenlt'.
ncs y circunstan ias de uso de las expresione problemáticas. Es un ras- Pues lo qu pr tcnd m s d scribir, nuestra cstru tura on 'ptu.t1,.\1'
!-\op xuliar de este nuevo rnét d el qu u objetivo últirn n 'o al 11/1'1/(1'111/1' 110 se 'XI 1cxa '11 1.1S r .spu 'st.1S que (\,1I110S ,1 I.ts 1'1 '~UII

\01{ 1(1)
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

tas sobr~ nuestras m~neras de usar expresiones; «no se despliega en la losóficas- identificar los estados de conciencia sin hacer referencia a
superficie del lenguaje», La guía segura del lenguaje ordinario debe en- los cuerpos, éstos no serían particulares básicos. Strawson analiza en el
tonces abandonarse, o al menos complementarse, «cuando no puede capítulo «Personas» dos tesis. La teoría de la no-posesividad, que afirma
llevamos tan lejos como nosotros queremos que nos lleve». que los estados de conciencia no se atribuyen en realidad a ningún
cuerpo es rechazada por la incoherencia que supone afirmar la no-pose-
sividad a la vez que se identifica un conjunto de experiencias como mis
1.5.2. Particulares básicos experiencias. La noción cartesiana de que los estados mentales no se
adscriben a un cuerpo sino a un ego privado se desestima porque «no
Individ~os está divi?ido en dos partes. La segunda, «Sujetos lógi- tiene ningún sentido la idea de adscribir estados de conciencia a uno
cos,> examina las relaciones entre particulares y universales y sus co- mismo a menos que el que se los adscribe sepa ya cómo adscribir al
nexiones tanto con la distinción sujeto-predicado como con los actos menos algunos estados de conciencia a los demás». Decir, por ejemplo,
de habla de la referencia y la predicación. La primera, «Particulares», que tengo dolor de muelas es decir que soy yo -no tú o él- quien
t rata de la n~turaleza y presuposiciones de la identificación de particu- tiene dolor de muelas; mi autoadscripción de dolor de muelas incluye
lares en el discurso y es de ella de la que hablaré a continuación. esencialmente la posibilidad de alioadscripción.
¿Qyé hemos de entender por «identificación de particulares»? Straw- Strawson plantea a continuación que se considere el concepto de
son r.arte de la idea de que muy a menudo un oyente sabe a qué objeto persona como primitivo e inanalizable. Lo que esto quiere decir es que
se refiere un hablar:te e~ una con~ersación; en ese caso decimos que el tal concepto está incorporado en la práctica primitiva de adscribir tanto
oyente es capaz de ldentijicarel particular del que el hablante hace una re- propiedades fisicas como estados de conciencia a la misma cosa: a una
/t:r~'lIcia¡d~ntijicad~ra. Hay algunos tipos de particulares que pueden iden- persona. De acuerdo con ello no hemos de pensar en una persona,
tificarse independientemente de otros tipos de particulares los cuales no como quieren los dualistas, como un compuesto de mente y cuerpo;
pueden identificarse, a su vez, sin hacer referencia a los primeros: son los el concepto de mente se deriva más bien del concepto primitivo de
/,(trf~culares básicos. Si partimos del caso más simple -la identificación de persona. Pero entonces la personas son también particulares básicos en
p.irticulares a los que podemos señalar puesto que están «sensorialmen- armazones espacio-temporales. Por supuesto, son distintas de los de-
te» presentes, a. los que colocar~lOs en una «escena» espacio-temporal más objetos materiales pero no porque exista una división ontológica
lOll Teta- se SIgue que los particulares que no están «sensorialmente» entre ellos: la especificidad de las personas reside en que son objet s
presentes sólo pue~en identific~rse relacionándolos de manera singulari- materiales accesibles a los predicados psicológicos.
z.ldora con un particular del pnmer género. Dentro de este armazón es-
p.lt i~)t 'mpora~ los particulares básicos son los cuerpos puesto que ni los
BIBLIOGRAFÍA
P,IIt iculares pnvados ni los eventos, procesos o entidades teóricas inob-
M'IV.II1I'spueden identificarse excepto por su relación con un cuerpo.
Obras de Strawson
Merece destacarse que, según el argumento anterior, un particular
h.\\110 y.1 Il(~ es un elen:ento constituyente de pretendidos particulares STRAWSON, P. F. (1950), «On Referring», Mind, 59, págs. 320-344; reirnp. '11
(!lIllplq()~, sino un particular por medio del cual se identifican otros Logico-Linguistic Papers, Londres, Methuen, 1971.
P,II t It lIl.lres no-básicos. (1952), Introduction to Logical Theory, Londres, Methuen [trad. esp. en BUl'
nos Aires, Editorial Nova, 1969].
(1959), Indiutdtcals: An Essay in Descriptive Metaphysics, Londres, M .ihucu
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(1966), 7711' Bounds ofSense, Londres, Methuen 1 trad. esp. en Madri 1, Rcviv
U no de ~os problemas tradicionales de la filosofia, la distinción l.' de ccid ntc, 19751.
IJ/I'lIfl'(~(I'f/,(), 111 id~ ~n la consideración de los cuerpos como parti ula- . (1971), /,IJ,I!';ro U/l,~lIi.\li( Paprrs. Londres, M .thucn [trad. esp. en Madud,
les b,\~ICOS.Pues SI Iucrr posibl amo quier n mu has do trinas íi- Tl'( 110.\, 19111l l.
\lO , \ 11
EL LEGADOFILOSÓFICOY CIENTÍFICODEL SIGLOXX CAPÍTULO 10. SEGUNDAPARTE

- (1974a), Freedom and Resentment and Other Essays, Londres, Methuen [trad. pios y descripciones, predicación, prob1er.nas re1~ci<.mados.con la dis-
esp. en Barcelona, Paidós, 1995]. tinción entre lenguaje eva1uativo y lenguaje descnptrvo, t~SlS.generales
- (1974b), Subject and Predicate in Logic and Grammars, Londres, Methuen. acerca de la filosoBa del lenguaje, ete., son sus temas principales. De
- (1985), Skepticism and Naturalism: Some Varieties, Londres, Methuen [trad. hecho el libro se abre con una explícita declaración acerca de su carác-
esp. en Madrid, Taurus, 1984]. ter: Searle distingue entre «filosofía lingüística» -el intento de resolver
- (1992), Analysis and Metaphysics, Oxford, Oxford University Press [trad. problemas filosóficos particulares (por ejemplo la distinciór: m~nte-
esp. en Barcelona, Paidós, 1997]. cuerpo o el problema del escepticismo) atendiendo al uso ordinario .de
- (1997), Entity and Identity and Other Essays, Oxford, Oxford University Press. las palabras en los lenguajes particulares- y «fi~oso~a del lenguaJe»~
y GRICE, H. P. (1956), «In Defence of a Dogma», Philosophical Reuteto, 65, -el intento de dar descripciones filosóficamente iluminadoras de ~le~-
págs. 141-158. tos rasgos generales del lenguaje como l~ referencia, la verdad, el sigm-
ficado o la necesidad-o Es cierto que existen interrelaciones entre la fi-
losofía del lenguaje y la filosofía lingüística puesto que el estudio de la
Obras sobre Strawson filosofía del lenguaje puede ayudar al filósofo lingüístico a afilar sus ar-
mas conceptuales. En cualquier caso, Searle mantiene que su cam~o
A VER, A. J., The Concept of a Person, Londres, Macmillan, 1964. de interés en AH es la filosofla del lenguaje como campo de estudio
IIAIIN, L. E. (ed.), The Philosophy qfP. F. Strawson, Illinois, Open Court Publishing autónomo.
Company, 1998.
SFN, P. B. Y VERNA, R. R. (eds.), The Philosophy qfP. F. Strawson, Nueva Delhi,
Indian Council ofPhilosophical Research, 1995. 1.6.1. Proposiciones y fuerza
VAN STRAATEN,Z. (ed.), Philosophical Subjects, Oxford, Clarendon Press, 1980.
El punto de partida de Searle es esencialmente el de ~us.tin ~on
una modificación importante: Searle rechaza que pueda distinguirse
1.6. LCI teoría de los actos de habla deJohn R. Searle entre actos locucionarios y actos ilocucionarios como actos de habla
separados. Para exponer su posición con mayor c~aridad, conside~emos
LUIS M. VALDÉS la serie de oraciones siguientes: (1) Juan fuma, (2) (Fuma Juan?, (3) ¡Juan,
fuma! Cuando un hablante emite (1)-(3) (suponiendo que en todos 1 s
A finales de los cincuenta la Universidad de California quería in- casos el nombre propio se refiere a la misma persona) dice 10 ~ismo
corporar a su Departamento de Filosofla en el campus de Berkeley al -que alguien fuma- de la misma persona -Ju~n. Searle dice qu'
lilósofó de Oxford John Austin, inmensamente popular entonces por el hablante realiza el mismo acto de referencia y el mismo acto de predica
su descubrimiento de las emisiones rea1izativas. Austin rechazó la invi- ción que, tomados juntamente, constituyen lo que él .denomina el ({(/~I
t.u ión diciendo: «Creo que para entonces -se refería a la previsible fe- proposicional (el acto de decir algo de alg<:». (1)-.(~)trenen, por c nsi
l h.i de ingres - ya estaré muerto. Ya que ustedes no pueden conse- guiente, algo en común (P) que podemos ~~l,ar dIClend~ que el hablan
~lIir c ontratarrne, contraten a Searle.» Y en efecto, Searle, que había te que emite (1)-(3) expresa la misma proposlClon. Ahora bien, ~n hablan
sido LIIIOti . los más brillantes discípulos de Austin en Oxford, se con- te hace normalmente más que aludir a Juan y a una propiedad suya
viuió en profesor en Berkeley y allí se dedicó concienzudamente-y -fumar- cuando emite (1)-(3): asevera algo, pregunta algo, ordena algo,
c on extraordinario éxito- a proseguir y sistematizar la obra de su ete., donde «algo» está aquí por el contenido del acto prop i i 1~111.
maestro. Actos de habla (AH) es el fruto más significativo de su dedica- Para hacer esto, las emisiones disponen de lo que Searle den mm.i
l ión ,11 cstudi de la acción lingüística. «di po itivos indicadores de fuerza» que pued n er de de el '/11 oto~
A 11 tiene mucho de «ensalada» compuesta de muy diversos ingre- I ixic s (por ejcmpl ,1 S verb S r alizat~v S explí it ), h~lSt,l I ( rdcn
dientes y aderezada con la salsa de los actos de habla austinianos: sig- de las palabras, lo. signos de puntua l' n , la .ntona ~ÓI1.[ , 's,t'
11¡lit.ido, comunicación, reglas lingüísti 'as, r fcr .ncia, nombr s pro 11I~)d()(1) (3) ti -ncn 'o común 1.1 -struc tura l· Ú'J (donde l· 'S unn V,U"1

\ 1
1I \
CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX

que son consecuencias causales de la realización de un acto ilocucio-


b.l~cuY0,rango son las diferentes fuerzas con las que se emite una ora- nario. La importancia de esta distinción puede ponerse de relieve
ción); aSI,cuando al acto prop?sicional se le añade el acto que indica considerando lo que R. H. Hare dice en The Language of Morals sobre
la fuerza tenemos en perspectrva un acto ilocucionario (enunciado el emotivismo. Pues hay una diferencia entre afirmar que el propósi-
pregunta, orden, etc.). ' to del lenguaje de la ética es hacer que los demás hagan lo que noso-
tros queremos causando su conducta -esto es, considerando sólo los
efectos perlocucionarios de nuestras emisiones- (una postura que
1.6.2. Significado abraza C. Stevenson en Ethics and Language), y defender que el len-
guaje de la ética intenta establecer prescripciones, instrucciones, con-
Los actos ilocucionarios son el resultado previsible de emisiones sejos, etc. -esto es: realizando actos ilocucionarios- que la gente
como (1)-(3) con la.estructura F (p); pero. para. poder decir con propie- puede decidir seguir o no sobre bases racionales. En un caso tenemos
dad que se ha realizado un acto ilocucionario necesitamos tener en una visión de la ética como un instrumento para llevar a la acción in-
cuenta. <:>tras cons.ideraciones. Es evidente que existe una diferencia en- dependientemente de otras consideraciones, mientras que en el otro
tre en:l.1t1run c~mJunto de sonido.s o es~ribir .unos trazos sobre el papel también se intenta llevar a la acción -aunque, al defender el carácter
y realIz~r efectivamente un acto ilocucionario; de esos sonidos o mar- no causal del lenguaje de la ética, dejamos en manos de los demás el
cas.se dice .característi~amente que ~ienen significado y que los hablantes seguir o no las prescripciones.
t¡Ul.eren decir algo .~edlante ellos (piénsese en la diferencia entre cual-
qUIera de las.errusiones (1)-(3) y mi exclamación de dolor cuando me
doy un martillazo en ~n dedo; cuando grito de dolor no quiero decir 1.6.3. La estructura de los actos ilocucionarios
nada,.no hay exc.lamaclO~esde dolor «a propósito»). Pero al emitir (1),
por eJempl?, quiero d.emle a mi oyente que Juan fuma y, al mismo En AH se ofrece un análisis de la estructura de los actos ilocucio-
l!empO, qUIe~oque rrn oyente reconozca que quiero decirle que Juan narios en torno a un conjunto de condiciones cuya conjunción se pre-
~ma. La razon de esta segunda condición es importante. Searle rnan- tende que equivalga a la realización del acto e~ cuestión (so?- con~li
Ile.neque los actos de habla son mecanismos generadores de compro- ciones necesarias y suficientes). Las correspondIentes al acto 110cu io
1111S0S. En el caso de (1) la fuerza de la emisión consiste en que el ha- nario de prometer son: i) se dan las condiciones normales de input y output,
blante se compromete con la verdad de p; pero si el acto en cuestión esto es: se dan las condiciones normales en las que es posible la comu
genera ese compr?miso, el hablan.te tiene que hacer claro al oyente nicación lingüística literal (no hay impedimentos fisicos para hacer O
que se coloc~ baJO ese cornprorruso, de modo que no sólo intenta captar emisiones lingüísticas y tampoco estamos asistiendo a u?-~obra
d.<xlrque p; sino que también intenta que se reconozca que intenta de- de teatro o contando un chiste); ii) el hablante expresa la proposicián '/111'
t I.r,quep. Finalmente, es razonable exigir que el hablante intente tam- p en su emisi6n (condición que aísla el contenido proposicional d ' 1.1
bi '11que el oyente ~apte que, en nuestro ejemplo, se quiere enunciar promesa, 10 que se promete); tal contenido está sometido en el '.lS0
que Juan fum~ ~~vzrtud de las reglas lingüísticas de acuerdo con las que de la promesa a la condición iii), al expresar que p, el hablante predica un
1'1oc e?e la emlSlo?-; no puede querer que el efecto se logre de mane- ncto juturo suyo, pues una promesa exige que su contenido sea un alto
I,~.u 'ld~ntal o milagrosa. Searle ha subrayado de manera especial la futuwdel hablante (es obvio, de acuerdo con esto, que no pued I ro
ti. IkrenCl~ entre los actos ilocucionarios y los efectos perlocuciona- meter algo pasado); esta condición se denomina condici6n de contenido
IIOS<lsoc~ados.Algunos actos ilocucionarios tienen asociados efectos proposidonal; iv) el oyente prefiere que el hablante haga p a que no lo I)(WI; ,1
pellocuc.I?narios típicos; por ejemplo, (2) suele estar asociado con la ésta y a la siguiente las denomina Searle condiciones preparatorias; e~l,l
producción de una respuesta y (3) con la realización de las acciones condición e la que, por ejemplo, permite di tinguir entr pr0111'S,I~ y
que hacen verdadera a p. Pero uno puede no contestar a las pregun- ,11nmazas (d acucrd con est , una amenaza es una pr mesa de h,l
1.1So no obedecer órdenes, precisamente porque se ha hecho previa- t ~'I .ilgo que I oycnt ' no quiere que se haga); 7J) no es /,1i/l'II//' ni /,Ii!1l rl
111·11(.C una pr gunta o se ha dado una orden. Searle mantiene que ta- IIVI'IIII' lIi ¡111m rl "r,UIII///' que /~/(' f;rll'lí l' illrll'/,l'IIrlil'I//I'IIII'I/II' rll' la f'J"O'I/",\I';
I 's electos perla u ionarios no forman part d lato de habla, sin

11 t1
CAPíTULO 10. SEGUNDA PARTE
EL LEGADOFILOSÓFICOY CIENTíFICO DEL SIGLO XX

pues los actos ilocucionarios no se hacen al tun-tún; si hago una pro-


mesa es porque tiene objeto hacerla y sería superfluo prometer algo
que vaya hacer de todas maneras; vi) e! hablante intenta hacer p (la lla- BIBLIOGRAFÍA
mada condición de sinceridad); como en el caso de Austin, si esta
FOTION N. John Searle, Princeton, Princeton University Press, 2000.
condición no se cumple el acto es defectuoso, pero no nulo; vii) el ha-
LEPORE: E. 'y VAN GULICK, R. (comps.), John Searle and his Critics, Oxford,
blante intenta que su emisión lo coloque bajo la obligación de hacer p: Searle
Blackwell, 1991.
denomina a esta condición la condición esencial, condición que desem- SEARLE,]. R., «Una taxonomía de los actos ilocucionarios», Teorema, vol. VII.1,
peña un papel muy importante en su explicación de cómo somos ca- 1976; recogido en Luis M. Valdés Villanueva (comp.), La Búsqueda del sIg-
paces de crear obligaciones independientes de nuestros deseos; viii) e! nificado, Madrid, Tecnos, 2000, págs. 453-479.
hablante intenta que el oyente sepa que su emisión le coloca bajo la obligación - «Actos de habla indirectos», Teorema, vol. VlI/1, 1977.
de hacer p,y que lo sepa (a) en virtud del reconocimiento de su intención (del
hablante) de que (el oyente) lo sepay (b) en virtud de! conocimiento que el ha-
blante tiene del significado de la emisión; se trata de las condiciones de sig- 2. LAS CORRIENTES CIENCISTAS DEL PENSAMIENTO ANALÍTICO
nificado de un acto ilocucionario expuestas anteriormente. Finalmen-
te, ix): las reglas semánticas del lenguaje común al hablante y al oyente son ta- MANUEL GARRIDO
les que la emisión se usa correctay sinceramente si se dan todas las condiciones
anteriores; esto es: la emisión, juzgada de acuerdo con las reglas semán- Hacia los años cincuenta era ya relativamente común la opinión
ticas del lenguaje usado, constituye una promesa. Debe señalarse que de que la filosofIa .analít~ca ~e escindía e~ dos ramas; ~~a dedicada ~I
este tipo de análisis, un poco abigarrado y, como el propio Searle re- análisis del lenguaje ordinario y otra dedicada al análisis del l~n~~Je
conoce, de aspecto arcaico, ha sido simplificado en sus artículos pos- científico. Así lo afirma, por ejemplo, Alfred J. Ayer en su contribución
teriores «Actos de habla indirectos» y «Una taxonomía de los actos ilo- a un pequeño libro publicado a mediados de esa década con el título
cucionanos». La revolución enfilosofia, y de ello se hace eco Ferrater Mora en s~ ensa-
AH presenta también un análisis paralelo de los dos actos ancila- yo «Las tres filosofías»,.que nos ha servido d,e.marco de ~eferenClapara
res del acto ilocucionario: la referencia y la predicación, y su segunda orientamos en el estudio de la filosofIa analítica en esta epoca, llaman-
parte está dedicada a algunas aplicaciones de la teoría de los actos de do lingüistas a los seguidores de la primera corriente yformalistas a los
habla. Merece una mención especial el capítulo dedicado a la deriva- de la segunda. . .
t ión de «debe» de «es».En contra de las más importantes corrientes de Obviamente, el héroe de la pnmera tendencia es, como ya sabe
p .nsarniento contemporáneas que defienden la separación tajante en- bien el lector, el Wittgenstein de las Investigaciones f!losijicas. Pero el
Ire hechos y valores, Searle ha defendido, basándose en la teoría de los protagonista de la segunda no ~s, o al m.e~lOsno dIr~c~a!llente, ~ 'r
.IUOS de habla, que una de las lecturas de esta tesis -ningún conjunto trand Russell, sino Carnap, el líder definitivo del positrvismo lógi o
de .nunciados descriptivos puede entrañar un enunciado evaluativo- después de la guerra. La historia de las dos me~cionadas manera .d'
c\ simplemente falsa. Pues si alguien ha prometido con éxito -esto es, hacer filosofIa analítica es la historia de dos CIUdades cuya cróni a
h.i cumplido todas las condiciones anteriores-, debe cumplir su pro- depende del más o menos interesado punto de vis.ta del que la h~
mesa, Searle explica esta inferencia basándose en que las convenciones He aquí la crónica de un habitante de la segunda CIUdadtan aut nz.t
lingüísticas me permiten colocarme voluntariamente bajo una obliga- do como Quine:
t ión que, una vez adquirida, sigue vigente independientemente de mi
d 'seo: si esto es una promesa de hacer p (es decir, una emisión que cum- Carnap es una figura tan imponente como una t rrc. Yo lo veo
pl 'un onjunto de condiciones enunciables de modo descriptivo), mo la figura dominante en filosofía desde los años treinta en .ltk
r!dIt'I ha er p (la conjunción de esas descripciones entraña que debes 1,1111" t.t1 y omo lo había sido Russ 11 en las dé .adas prcccd 'nt ·S. 1,.1

h.iccr p). AII incluye también una serie de respuestas a los críticos de ""?"
bi '1) g.m.rda gloria de Russcll contin.lIó s()bres;~li 'nd ) ti 'S'plI('~,
1.1 ti -riva .ión. lo cvidcnc i,I 1.1 inc esantv .1 umul.u ión de su \11\1 Olt.IIIU,l hl~t()1I .1,

\ 17
\ 1 (1
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX
CAPITULO 10. SEGUNDA PARTE

pero el hombre que lideró la continuación del desarrollo del pensa- miento o epistemología que p~ocura h~c~~ en su plantea~i,ento con~e-
miento fue Camap. Algunos filósofos preferirían asignarle este papel siones a la filosofía del lenguaje, El análisis de la percepcion y e~ tran-
a Wittgenstein; pero muchos ven la escena como yo. sito del lenguaje a la realidad, dos motivos típicamente russelhanos,
son temas dominantes en los últimos capítulos.
Dedicaré la mayor parte del presente apartado al pensamiento de El conocimiento humano, publicado ocho años despu~s.' es una ~bra
Camap en esta etapa y al de su rebelde discípulo Quine, Reservaré un muy original y ambiciosa. Russell llevab~ tiemp? acariciando la Idea
breve espacio para el último Russell y también para recordar que el an- de escribir un libro sobre los modos de inferencia carentes d~ ~nda-
tagonista europeo de Carnap, Karl Popper, consideraba equivocado mento lógico, pero necesarios para la obtención del conocimiento
definir la tarea de la filosofía de la ciencia como análisis del lenguaje científico del mundo. Su última palabra sobre este asunto es que el ern-
científico. (Conviene que el lector tenga en cuenta que los aspectos del pirismo es insuficiente para es.e,fin y necesit~ ser completado con ~na
pensamiento de estos autores, más técnica o más directamente relacio- serie de postulados de inducción a los que el otorga ,u~. estatuto Simi-
nados con la lógica y filosofía de la ciencia en particular y no con la fi- lar a los juicios sintéticos a priori, si bien con una fleX1~ü.ldad de la 9.~e
losofía en general, son tratados en la parte tercera de este libro (en los éstos carecen. Russell quedó decepcionado ante la peslma recepClo~
capítulos correspondientes a la lógica y a la filosofía de la ciencia del si- que encontró esta obra en las revis~as profesio~~les de filosofía, domi-
glo xx.). Mención enteramente especial merece la figura de Noam nadas por discípulos de Wittgenstem, que la cnncaron a pla~er. tuvo '!
Chomsky. que resignarse al agridulce c?nsuelo ~e cons~~tar que su Hlstorza de fa-
filosofía occidental (1946), un hbro de divulgación hech~ de encargo que
alternaba la gran originalidad del autor en algunos cap~~,lo~ c.on.la me-
2.1. El último RusseU diocridad en otros, fue tal éxito de ventas que le perrmtio vrvir sm pro-
blemas económicos el resto de su vida.
La época más intensa de dedicación de Bertrand Russell (1872-1970)
.11 estudio de la filosofía teórica fue el período de siglo anterior a la Pri-
mera Guerra Mundial. Desde entonces dedicó la mayor parte de su 2.2. Carnap en Norteamérica
tiempo a escribir ensayos populares y a la acción política, aunque nun-
ca descuidó del todo la especulación filosófica. En los últimos treinta Cuando Rudolf Carnap (1891-1970), alarmado por el as~ens? d
.1I10Sde su vida publicó dos importantes libros sobre teoría del cono- los nazis, puso en práctica la decisión de trasladarse de la U niversidad
l imicnto, que fue su materia filosófica predilecta desde que abandonó Alemana de Praga a la de Chicago corría el año 1935. Para entonces
1.1 lógica, y sobre filosofía de la ciencia. Sus títulos son Investigación so- contaba ya en su haber con dos g-r~nde~ hazañas filosó~c,as: e,ll?roye -
/m' ti significado y la verdad (1940) y El conocimiento humano (1948). to de derivar la lógica de la expenenCla por construCClon lógica (LtI
El primero fue escrito en condiciones muy difíciles. Tras el estalli- construcción lógica del mundo, 1928), que lo lanzó a la fama, y la tarea,
do de la Segunda Guerra Mundial Russell pasó por los peores momen- aún más ambiciosa, de su Sintaxis lógica del lenguaje (1934), u~a catedral
t()~ de su vida personal. Su aura izquierdista y pacifista le abría pocas lógico-filosófica que desafiaba la prohibición wittgenstemiana de re
puertas, y justo en los primeros meses de 1940 fue víctima de una ab- flexionar sobre las formas lógicas haciendo un uso espectacular d 1 111'
Yl'l t.1 caza de brujas en Nueva York por sus ideas sobre el matrimonio, ialenguaje basado en los resultados de Códel. Aquel m~:mument t:
lo cual limitó muy seriamente sus posibilidades de trabajo, a pesar de nia, sin embargo, un talón de Aquiles que era su ausencia de sem~nt I
que r.imbién en ese mismo año manifestó públicamente que los horro- ';1, Y fue precisamente muy poco antes de su .traslado a E~tados U.nldos
In de Hitler y Stalin lo obligaban a abdicar del pacifismo. La Investiga- e Liando Carnap se d jó convencer por Tarski de la ~ecesldad d~ ,lI1wr
1'1I51/ sohre el significado y la verdad, fruto de una serie de conferencias im- porar .sa materia, sin rein idir por ello en la ab mma~a meta{¡sl.'''.
partidas en la Universidad de Harvard, parece ser por su título un tra- Así '0111 nzó en I Nuevo nnncnte la ter era singladura f !lo!>
t.ido de semántica al estilo de la moda entonces actual entre los fil 1 de .arnap, qu . se cstr na '()11 la apari i' n en hi .ago d 1,1 Ent¡
-mpi: ist.ts I gi 'os, pero es 11realidad un tratado de teoría del ono i tlllfl/'tlitl II/II'lIlflriol/t¡/ de /tl CiI'lli'Ítl Ul/i/imr!fI. en J.¡ qu . tanto habían so

, \ 1 \)
\ IH
EL LEGADO FILOSOFICO y CIENTíFICO DEL SIGLO XX CAPíTULO 10. SEGUNDA PARTE

ñado Neurath y él, Y con la publicación de varios libros suyos sobre cas», Él arguye, aunque sin convencer a muchos, que esta tesis suya no
semántica, entre los cuales destaca la tercera gran obra carnapiana de es relativista.
altos vuelos en filosofía de la lógica y filosofía en general. Ésta fue elli-
bro Significado y necesidad (1947), que pretendía dar cabida en la esfera
hasta entonces casi exclusivamente «extensional- de la lógica matemá- 2.3. El empirismo radicaly holista de Q]tine
tica a la dimensión tradicional de «intensión» o de «comprensión» de
los conceptos y al mismo tiempo abrir, para escándalo de innumera- Willard Van Orman Quine (1908-2000) fue durante el período que
bles lógicos en este aspecto más ortodoxos, entre ellos Quine, el hori- estamos considerando el más importante filósofo norteamericano y
zonte de las lógicas modales, una de las principales conquistas de la ló- también, como Popper y Sartre en ese período, uno de los más impor-
gica formal y la filosofía de la lógica en la segunda mitad del siglo xx. tantes del mundo. Desde muy joven su libro predilecto fue los Princi-
Este libro fue objeto de una crítica durísima del filósofo de Oxford pia Mathematica de Whitehead y Russell, autor este último que siempre
Gilbert Ryle, que lo describió como «una mezcla de sofisticación lógi- le produjo hondo impacto. Educado en Harvard, donde Whitehead se
ca e ingenuidad filosófica que lo deja a uno estupefacto». Ryle juzgaba contó entre sus maestros, obtuvo en los años treinta una beca para vi-
errónea la teoría fregeana de la referencia, y sostenía que Carnap se ha- sitar Europa. Sus contactos con los hombres del Círculo de Viena, es-
bia metido en un atolladero al basar en ella las suyas. pecialmente Carnap, de quien llegó a ser su principal aunque contes-
A esa crítica contestó Carnap con un ensayo, «Empirismo, semán- tario discípulo directo, y con los miembros de la escuela lógica de Var-
tica y ontología» (1950), que ha pasado a los anales de la filosofía ana- sovia, como Lesniewski, Lukasiewicz y Tarski, son recordados por él en
lítica. Su propósito era convencer de que un empirista no dejaba de su autobiografia diciendo que aquellos «fueron los meses intelectual-
serio si recurría a la utilización de entidades abstractas de una manera mente más gratificantes de mi vida». Ya en 1937 publicó un artículo ti-
r.izonable. Para ello introdujo la distinción entre «cuestiones internas» tulado «Nuevos fundamentos para la lógica matemática» que lo acredi-
y. «cuestiones externas». Si yo me pregunto si existe o no una cosa (por tó enseguida como lógico de primer orden. En ese artículo simplifica-
ejemplo, un determinado número primo), dentro de un marco lingüís- ba el número de supuestos y corregía deficiencias del sistema lógico de
tICO adecuado (que en el caso de este ejemplo sería el marco lingüísti- Whitehead- Russell.
co de la matemática), la cuestión es interna y tiene sentido responder- Pero fue al retornar a Harvard después de la guerra, en la que sirvió
la afirmativa o negativamente. Pero si yo, al preguntar si existe o no como oficial de marina, cuando se reveló Quine como filósofo y epis-
u na cosa, lo hago fuera de cualquier marco lingüístico legítimo, mi temólogo capaz de revolucionar el paradigma del entonces imperant .
cuestión será externa y carecerá de sentido responderla. Supongamos positivismo lógico. En 1953 apareció su libro Desde un punto de vista M-
que dos geógrafos se han puesto de acuerdo sobre las medidas de una gico, colección de ensayos en la c;ue destacan dos que acababa de pu-
montaña; preguntar si su altura es de tantos o cuantos metros sería blicar como artículos de revista. Ambos han devenido textos clá i 'os
una cuestión interna. Pero supongamos que uno de ellos añade: «esta del pensamiento analítico y merecen comentario.
montaña es una cosa que existe» y el otro le responde: «no estoy de
acuerdo, porque esa montaña es sólo es un fenómeno, una apariencia, El desmantelamiento de dos dogmas del empirismo lógico. En el primero
tras la cual hay algo que existe» y un tercero agrega que «esa montaña de ellos, titulado «Dos dogmas del empirismo lógico», Quine somet ' a
no .xistc; lo único que existe es mi representación de ella». Entonces, .rítica dos suposiciones capitales de esta corriente: El primer dogma ;11
dice Carnap, nos enzarzamos en una disputa filófica o cuestión exter- que dirige su ataque es la sacrosanta distinción establecida por los
na que no conduce a ninguna parte. La moral de este ensayo, basada mi .mbro del Círculo de Viena -que era herencia de Kant ntrc
en el famoso «principio de tolerancia» carnapiano, es que no debemos «1 rop sici nes analíticas», cuya verdad se resuelve por análisis lógi .o ()
excluir (.1 priori el uso de entidades abstractas o cualesquiera otras, siern- lingüísti '0, sin tener que re urrir a la cxpcricn ia (por cjcmpl , «Nin
prc que I hagamos dentro de un marco lingüístico legítimo. «Seamos ~ltn solt .ro es .asad »), y «pr P si ioncs sintéticas», .uya verdad o 1:,1
con .luy . Carnap- cautos al formular nuestras asercione y exigen- Sl'd\ld se obti .n ' recurriendo a informa .ión cxtralingüísti 'a (por 'j'l11
t ·s ,11 .xaminarlas, pero t lcrant s n la permisión d f¡ rrnas lingüfsti- pl()~ «HIlito m.uó a e"S:I!'»). Los .1fgUI11'ntos aducidos por uinc se di

\20 \ 1
CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX

rigen a desmantelar el concepto de «analiticidad». Esos argumento~ no cir que nuestros compromisos ontológicos nos los marcan nuestras
convencen a todo el mundo, pero levantaron una polvareda de d1SCU- teorías. Porque ellas nos obligan a aceptar la existencia de aquellas, y
sólo aquellas, entidades a las que puedan referirse las variables, conve-
siones que duró décadas. .'
El segundo dogma neoempirista atacado por Quine es «la SUpOS1- nientemente cuantificadas, de nuestros enunciados, si es que quere
ción de que cada enunciado, considerado aisladamente respecto de su~ mas que se cumpla la condición de que éstos sean verdaderos al ser
compañeros, pueda ser en absoluto confirmado o desconfirmado. M1 formulados en el seno de dichas teorías.
contrasugerencia ... es que nuestros enunciados so~)[eel ~un?o ~x.temo
no comparecen ante el tribunal de la expenenCla sensible individual- . La tesis de la ~ndeterminación semántica. En su obra capital Palabra y
mente, sino sólo en corporación». La crítica de este segund~ ?ogma es objeto (1960), Quine lleva a cabo una profundización de su crítica de la
más brillante que la del primero, aunq~e su argument? b.as~cono e.s teoría neoempirista del significado mediante su llamada «tesis de la in-
original de Quine, sino de Duhem, qmen expuso a pnnClp~os del/s1- determinación semántica», que él establece apelando a su famoso ex
glo XX la tesis holista -palabra proced~nt~ ?el vocablo g!lego holos perimento mental de «la traducción radical» llevada a cabo por un h i-
('todo'), a la que podemos considerar smom~a de «total~zadora» o patético lingüista que investiga el idioma totalmente desconocido de
«globalizadora»-, según la cual no hay exper~mento crucial que e~- una tribu indígena. Dicha tesis, que ha sido objeto de innumerables
frente a una sola proposición fisica con la real,l~ad, pues esa proposi- discusiones, entre las que destaca una acerada crítica de Chomsky, sos-
ción presupone siempre muchas otras. E? ~acnnca de ll:n.oy otro do~- tiene que existe una brecha o zona de indeterminación tan considera
ma podemos reconocer los rasgos mas típicos del e~pmsm~ de Q!11- ble entre los estímulos fisiológicos que hieren por igual el aparato per-
ne: su «radicalismo», que le lleva a minimiz~ al rnáximo el numero de ceptor del lingüista y del indígena ante un acontecimiento tan trivial
suposiciones que debamos. asumir, y su h?l.lsmo, ,q~e se opone a la ac- como el paso de un conejo, y el abanico de posibles interpretaciones
titud reduccionista y atormsta de los empmstas lógicos. que podemos desplegar ante los sonidos que emite el indígena ante
esos estímulos, que es perfectamente posible la construcción de dos
El compromiso ontológico. El otro de los dos ensayos aludidos del li- diccionarios que den razón cabal de exactamente el mismo cuerpo d '
bro Desde un punto de vista lógico (y que es de hecho el que 10 encabeza) datos de experiencia y sean, sin embargo, semánticamente incornpati
se titula «Sobre 10 que hay». En él se trata de dar un~.ca~telosa respues- bles entre sí. El hecho, comentado por él, de que en el campo de la
ta a la pregunta, de estilo ru.ssel.li~no,por el ~ob1hano fundamental ciencia matemática haya podido tener lugar la existencia de dos teorías
del universo. Para Quine los individuos que e~sten en el universo son axiomáticas de conjuntos, la de Zermelo- Frankel y la de Gódel-Von
exclusivamente los implicados por teorías que Juzgamos verdad~ras. La Neumann, que son semánticamente incompatibles y, sin embargo,
teoría aritmética de los números nos obliga a aceptar qu.e hay numero~ cada una de ellas es capaz dar razón científica explicativa suficiente d ,1
siempre y cuando la demos por ciert~. La fisica nos obhga a ~ceptar,.sl universo de los conjuntos y de que algo similar ocurre con teorías vi
es .icrta, la existencia de cosas matenales. Por .otra parte, Quine sostie- gentes dispares de la mecánica cuántica, puede ayudarnos a ent nd -r
11l' que toda teoría científica puede ser fon:nahzada con .la ayuda de la las motivaciones de Quine en la formulación de su tesis. Para más de
lúp,icl elemental. En una teoría así formahzada, cual~m~r~ que sea ~l talle remito al lector al análisis de Palabray objeto realizado por el íiló
dominio o segmento del universo del que trate, los individuos de di- solo catalán Daniel Quesada.
cho dominio son representados mediante letras llama~as «variables-
(por ejemplo, x,y, z) susceptibles de ser concretadas se~ala~do un m~ La tesis de la relatividad ontológica. Un importante libro postcri r de
dividuo determinado, a la manera como en el uso c>:dmano del len . uine publicado en 1969 con el título de La relativirlad on/ol6gic(( ou
guaje despejamos la ambigüedad de un pronombre señalando el nom- ti '\1' n uno de sus ensayos, que da nombre al libro, una t sis paral ·1.1
bre al que suple. En lenguaje matemático =: se expresa diciendo que qu . traslada a la te ría de la referencia 1 s r sultad s bt nidos I ,11.11.1
t~'OtÍ,1ti ,1significad por la tcsi de la indeterminación semántica. So
la variable en cuestión recibe un valor (por ejemplo, cuando decimos
que x vale 1). De ahí este eslogan de Quine, que se ha tomado legen- hIt' t11.1remito t.unbi \n al 1, tor al análisis r .alizado I or 1 .lni ,1 11('
dario: «Ser es ser el valor de una variable», 10 cual es una manera de de- \.111.1dt· ·st.l st'p,1I11
1.1Oh,.I, ('()\1 1.1.ulv .rtcnc i,l de que en ·11.1
V.I ¡p,II.ll

I I
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX
CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

mente contenido el ensayo «La naturalización de la epistemología», tiene que ver ese apoyo empírico con el significado de los diversos ti-
donde Quine expone su programa ciencista. pos de expresiones referenciales y qué tiene que ver también con el
Aunque ya no dispongo de espacio para dedicarles sendos aparta- significado de los enunciados articulados o compuestos por tales
dos no quisiera dejar de mencionar los nombres de dos importantes fi- expresiones.
lósofos: Nelson Goodman (1906-1998), colega de Quine en Harvard, Los tres últimos capítulos «<Regulación», «Huir de la intensión»,
autor de una importante obra sobre el problema inductivo e interesa- «Decisión óntica») tienen un talante predominantemente normativo,
do por la filosofia analítica del arte, y Wilfrid Sellars (1912-1989), que sirviéndose Quine de un modo crítico del método de la paráfrasis para
se ha preocupado, entre otras cosas, de conciliar nuestra imagen vulgar reducir los tipos de entidades que se han de considerar como referen-
del hombre con la imagen científica del mismo. cia de las expresiones del lenguaje, entidades a cuya existencia nos
compromete la inteligibilidad de nuestro discurso común y la verdad
de lo que decimos al utilizar nuestra lengua.
2.3.1. «Palabra y objeto» Hay toda una serie de pasos en la maduración intelectual de! niño
hasta que éste es capaz de tener pensamientos que podríamos respectiva-
DANIEL QUESADA mente expresar de forma aproximada así: «iAh! Aquí es.tá otra vez
mamá», «jAjá! Otra cosa roja», «Mmm ... más agua». En e! pnmer caso se
Este libro capital de Quine está dividido en siete capítulos, subdi- está haciendo referencia a un determinado objeto fisico individual, dura-
vididos en epígrafes titulados y enumerados correlativamente (ello se dero y recurrente. En el segundo a un objeto de ese mismo tipo (indivi-
aprovechará para dar aquí algunas referencias). dual, duradero y recurrente) que se caracteriza por un determinado ras-
La obra es un estudio con una finalidad ontológica, concretamente go que tienen también otros objetos. Y en e! tercero a una sustancia dis-
una investigación acerca de qué tipos de entidades estamos legitima- persa. El rasgo al que aludimos con la palabra «rojo» también se presenta
dos a creer que existen. El método que se utiliza es indirecto: en lugar de forma dispersa, por lo que, en cierta forma, «rojo» se parece a «agua»,
de proceder discutiendo si tales o cuales (tipos de) entidades existen o pero se distingue en la manera específica en que ~sa dis~ersión se da:. n
no, se procede investigando si tales o cuales (tipos de) expresiones, tan- e! primer caso la dispersión se debe a que los objetos (diversos) de! tipo
to de la lengua que utilizamos normalmente como de las que se sirve aludido se presentan distribuidos en el espacio y en e! tiempo; en el s
Ll ciencia, refieren o designan entidades. Este método -al que Quine gundo porque una cierta sustancia (única) -un cierto tipo de «material»
denomina ascenso semántico- es especialmente indicado para una in- o de materia- está esparcida en lugares diversos en cada momento d .
vestigación ontológica, pues es preciso evitar que en la propia formu- tiempo que fijemos. La diferencia de comprensión de esos términos del
l.ición de una cuestión acerca de la existencia de unas determinadas en- lenguaje conlleva la diferencia de apreciación de las cosas del mundo.
t idadcs parezca que se presupone ya de antemano una resolución po- Este mundo no se presenta de la misma forma para el niño uan
xitiv.t de la misma, por cuanto en esa formulación se aluda, al menos do éste comienza a aprender el lenguaje; Quine conjetura que para ',1
.ip.ucnternente, a las propias entidades cuya existencia está en cuestión las palabras «mamá», «rojo» y «agua» refieren ?el mismo ~.odo, alg. así
(~ 56). La aplicación del método exige una atención sistemática a los como lo que se reflejaría en nuestro lenguaje adulto .d1Ciendo: «!A,h!
mecanismos que utilizamos para referimos a las cosas del mundo, por más mamá», «más rojo», «más agua», es decir, como S1todo consisuc
lo que la obra es también una investigación lógico-lingüística de tales ra en sucesivos encuentros con sustancias dispersas, excepto en qu ' d .
me anisrnos capitales de nuestro sistema o esquema conceptual. eso encuentros se retienen las sensaciones y no algo objetivo un.i
Los cuatr primeros capítulos de la obra (vl.enguaje y verdad», sustancia- que las provoca. La objetivación es po terior y se produ t'
«Tr.idu . 'ión y significado», «La ontogénesis de la referencia» y «Extra- íinalrncnte en la forma diferenciada que se ha mencionad en el p.lll,1
v.ig.mcias d la referencia») son predominantemente descriptivos de los ío .mtcrior al adquirir l niño pleno dominio de términ s indivi lu.ui
tipos d ' referencia que se dan en el lenguaje, de cómo surgen en la lcn- V\)S '01110 «manzana».

gll.1 que habla un individu y pr sumiblemente también n la spc ic, I Los términos individuativos desempeñan, pu 'S, un papel ti lit i.ll
d ' las cvidcn i.1S .mplri as que hay tras ada tip de rcf rcncia, el 'qll '. en ·1 lenguaje y son I 'SPOIlS,lbl .s ti ' que -nu-nd.unos ('ste ante lodo

I )
I '1
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

\o~o un medio para hablar de objetos del tipo mencionado: objetos pecial, de las conexiones lógicas que se establecen de unas oraciones
fISlCOS,duraderos y recurrentes normalmente de tamaño medio. Éstos con otras, del significado de cualquier otra expresión (cfr. § 3).
ocupan .e! meollo de nuestro esquema conceptual, vale decir, de la Dos preguntas son ahora pertinentes: écuánto o hasta qué punto
concepcion del mundo que se nos da naturalmente con la adquisición determinan las evidencias empíricas los significados y las referencias de
de la lengua materna (presumible mente de cualquiera de las lenguas enunciados y otras expresiones? Y éhasta dónde debemos llevar la ad
naturales que pueden ser lenguas maternas de cualquier ser humano). misión de expresiones --con sus presuntas entidades referidas- que
De este modo, a pesar de que sabemos (pues nos lo confirman no están conectadas directamente con tales evidencias? Respecto a la
nu~stras teorías científicas) que todo lo que conocemos acerca de tales primera pregunta, Quine argumenta que las evidencias empíricas dejan
obJe.tos lo sabemos en último término por los efectos que en nuestros los significados con una gran indeterminación. Se sirve para ello de un
sentidos produce la interacción con ellos, no es a tales reacciones sen- experimento mental que se ha hecho famoso: el de la traducción radical,
soriales a lo que nos referimos con la parte más fundamental de nues- o proceso de traducir comenzando desde cero una lengua con la que
tros recursos lingüísticos. En realidad, el habla sobre ellas se adquiere y no existe ningún contacto previo, ni directo, ni indirecto. Quine con
comprende de forma. deriva~a, sirviéndonos de nuestra comprensión cluye, tras un argumento cuidadoso en cuyo análisis se han vertido v r-
del discurso sobre objetos flSlCOS(algo que no tuvieron suficientemen- daderos ríos de tinta filosófica, que la traducción radical está suma-
te en cuenta los filó.sofos e~piristas clásicos). Todo ello, por otra parte, mente indeterminada: traducciones muy distintas -divergentes inclu
es ~lenamente e~phcable Si atendemos a que el lenguaje se aprende en so en valor veritativo- son compatibles con todas las disposiciones al
SOCiedad, lo que impone la uniformidad del lenguaje a la diversidad de habla de los hablantes de la lengua en cuestión (cfr. cap. 11). En un El
sensaciones (así, un adjetivo como «cuadrado» cubre multitud de reac- masa ejemplo, Quine muestra que una palabra como «gavagai- (in
ciones sensoriales o sensaciones diferentes) (cfr. §§ 1 Y 2). ventada por Quine}, que el traductor -de manera consistente con las
Con todo, el lenguaje «cobra vida» propiamente en su relación disposiciones al habla- podría estar perfectamente justificado al tra
con las ev.idencias empíricas. Quine investiga cuáles son los tipos de ducirla por «conejo», podría ser igualmente traducida por «parte no se
construcciones en los que una relación directa con estas evidencias parada de conejo», «estadio temporal de conejo» y «conejidad», entre
puede rompe~se y los sitúa en los términos relativos, que nos posibili- otras diversas posibilidades (§ 12). Pero la traducción radical sólo es un
tan, por med~o de una analogía, la comprensión de una expresión medio para ver más claramente lo que sucede con nuestra propia len
::uya referencia no podemos capta~ sensorialmente (así: «más peque- gua, pues aquí se plantea también el dilema de si hemos de «tradu ir>'
no que esta mota de polvo», suponiendo que la mota en cuestión sea las palabras de otro de manera homofónica (los mismos sonidos) o he
I<~ ~ll<lSpequeño que alcancemos a discernir visualmente). Esta posi- mas de parafrasearlas; e incluso se plantea la cuestión acerca del pro
hilid.id de «desen~anche» de las evidencias empíricas resulta pote n- pio idiolecto. Las conclusiones son de una gran trascendencia si Quine
I I.Id.1en gran medida por las cláusulas de relativo y las descripciones tiene razón en sostener que las disposiciones al habla, tal como se
(qq 2 Y 23). manifiestan en la conducta verbal, determinan todo lo que puede h.i
SIII embargo, la conexión con las evidencias empíricas, es decir, hcr de objetivo (thefacts ofthe matter) respecto al significado, un upucs
I (lI! lo que captamos sensorialmente, se establece en muchos casos de lO que él sostiene insistiendo en que pensemos en cómo la observa
f( u m.t indirecta, pues las expresiones forman parte de infinidad de ora- ción de la conducta verbal de otros miembros de la comunidad lin
I I()IICSy estas orac~on~s contienen usu.almente expresiones que gozan gl'líslica y la corrección de nuestra propia conducta verbal por 1m
dc un contacto ma~ directo con las eVidencias empíricas. Es así como dcm.is constituyen aquello enlo que consiste aprender el signiíicado.
I.ISoraciones se «animan- unas a otras, como se «dan vida» mutuamen- Rcsp cto a la segunda pregunta, admitiremos expresiones que, pOI
t~·.y es así como Quine adopta en esta obra, sin detenerse en formula- .I\í decir, hablen realmente de algo, o al menos contribuyan ,1 ·110;
t ioncs explícitas, la posición del holismo semántica que defendió en Pt'IO, ¿lómo determinar e to? Quine propone en primer lugar un Irill'
"Dos dogmas del ernpirismo»: el significado de cualquier expre ión de- uo 1'.11.1 hacer .xplí .ito el compromiso ántico u onlolr5.f!,imde cualquier (01
1,\.1 d· discurso, el cual nos ha de propor ionar el tipo de cxpr 'SiOtll'S
p .ndc, a travé~ de u ~on.e~ión potencial con todas las demás expresio-
ncs del lenguaje en la infinidad de las oraciones de éste, y, de (arma es !I\I(' IlOS Si1V.1I1 WI110 111·did.l c omún 11M;) 1.1S .tfirnucioncs de existen

I 7
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

cia. De forma general, Quine sostiene que el lenguaje de la lógica de sostiene que no tenemos buenos criterios para identificar ~sas presun
predicados con identidad (llamado también lenguaje de la lógica de pri- tas entidades (§§ 25, 40, 42, 43). Respecto.a la~ J???ahdades'y las
mer orden) es el lenguaje en el que pueden reflejarse de manera clara actitudes investiga además los problemas de mtehglbl~l~ad del dlscu,r.
todas las enunciaciones que podamos hacer con contenido (cap. V). so que las utiliza por lo que respecta a su parte ontol<?glCa~ente. mas
En particular, todas nuestras afirmaciones y presuposiciones de existen- relevante a saber las afirmaciones que combinan cuantificación existen
cia de entidades pueden hacerse explícitas en la forma «3xF(x)>> (hayal cial, bien' sea co~ las construcciones verbales que en el discurso com.ún
menos un objeto tal que la condición F se aplica a tal objeto, donde F se utilizan para expresar las actitudes \«cree que ...», «?esea que ...»), bien
puede ser desde una condición especificada con un simple predicado, sea con expresiones modales (<<necesanamente», «posiblernente») (§§ 31,
hasta una condición compleja especificada por una «oración abierta» 32,41). Sobre el discurso modal afirma finalmente 9u~ en tod? cas,o.su
en cuya formulación intervengan predicados -monádicos o relacio- pone una concepción filosófica como l~, del esencialismo aristotéli ?,
nales-, variables, conectores y cuantificadores). Se desprende de ello que Quine presupone que no es una opClOn aceptable. Tra~a en cambio
que la discusión sobre qué tipo de entidades existen toma la forma de de encontrar maneras de hacer inteligible una parte del dlscur~o sobre
una discusión sobre qué tipos de entidades estamos justificados en actitudes. Sin embargo, sobre este discurso como un todo, suscr~be la t '
pensar que forman parte del dominio (o de los diversos dominios) de sis de Bolzano (tal como la reformuló Chisholm) de que éste discurso ~k
cuantificación que constituye(n) el presupuesto necesario de tales afir- la intencionalidad no puede explicarse en otros términos (que hagan reí '
maciones de existencia estandarizadas. Más exactamente, la cuestión rencia a conductas o a cualesquiera otras entidades p~stulad,as por L1
que Quine se propone contestar es cuál es el dominio de entidades bási- ciencia natural como estructuras fisiológicas, etc.) y explica su intima re
cas. Su tesis es que tales entidades son de dos tipos: objetos fisicos y cla- lación con la t~sis de la indeterminación de la traducción. D~ todo '!Io
ses, concretos los primeros y abstractos los segundos (cfr. § 55). Para concluye (contrariamente a Brentano, la fenomeno~ogía ~ dlv~rsas 101'
justificar esta tesis emprende una detallada investigación de múltiples mas del realismo intencional de la filosofia de la psicología reciente) lo
formas de discurso, mostrando cómo los enunciados que correspon- vano de intentar construir una ciencia de lo intencional (§ 45).
den a ellas son parafraseables con la ayuda del aparato lógico-gramati-
cal mencionado, de modo que las formulaciones a que dan lugar des-
pués del proceso sólo presuponen la existencia de los tipos de entida- BIBLIOGRAFÍA
des fundamentales. Para ello se apoya también en todos los resultados
conocidos de las ciencias naturales o de la matemática y la lógica que GARcíA CARPINTERO, Manuel, Las palabras, las ideas y las cosas. Una presenteciáu
son pertinentes. Entre sus múltiples ejemplos encontramos la reduc- de lafilosofta del lenguaje, Barcelona, Ariel, 1996, §§ XlI.4, ~:.5, XlI;~.
ción del discurso «sobre infinitésimos- (como diríamos impropiamen- GAR.cfA SUAREZ, Alfonso, Modos de significar. Una introduccián tema/mi (1 ItI
le) al discurso más inteligible sobre números, y la de éste, a su vez, a un filosofia del lenguaje, Madrid, Tecnos, 1997, §§ 2.5.1, 4.1.11, 4.3,7.1,7),
discurso que sólo presupone la existencia de clases (§§ 51 y 54). O la cap. 8, § 14.2. . .
reducción del discurso sobre objetos geométricos al discurso sobre nú- P(:.REZOTERO, Manuel, Conceptos modales e identidad, Barcelona, Univcrsit.u ti .
meros (y así, dada la última reducción señalada, se obtiene la reduc- Barcelona, cap. 1.
( 1<'111 de números a clases, § 52). O la reducción de acaecimientos men-
t.dL's a estados fisiológicos (§ 54).
Finalmente, existen otras formas de discurso que, al menos aparen- .3.2. «La relatividad ontológica»
I 'mente, parecen presuponer la existencia de ciertas entidades y no se
dejan reducir a las formas de discurso plenamente inteligible s que DAN 11\1. L11\SAI)A
Quinc se ha esforzado por caracterizar. Entre ellas se encuentran, por
una parte, presuntas entidades abstractas como atributos (propiedades) Est . lit ro rcún 'seis .nsayos ti' uinc escritos, con una 'xc .pcióu,
y proposiciones, y por la otra, las modalidades y las actitudes proposi- ,pm os ,l[IOS después de 1.1 publ.i .ación lit: ¡>rt!rilll'll'y o/!i¡·'.o (1960) Y des,l
cionalcs ( rcencias, deseos> intenciones, etc.). De forma general uinc !lloll.lll tnll.IS de este lihro (,11111.11 d· 1111ll'.L.I 'xn'pnón 's <<11.1111.\11

IJ.H \ \)
CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTI'
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX

era el único que justificaba la opción por el método de la reconstrucaáu


do de objetos» que, escrito con anterioridad, contiene una versión no- racional en lugar de optar por la investigación psicológica de cómo se
tablemente accesible de bue~a parte d~ sus ideas centrales, por lo que elabora el conocimiento, conduce a Quine a la conclusión de que lo
es muy recomendable como introducción a aquéL Entre el resto de los único que queda como proyecto epistemológico razonable es la expli
ensay<;>s.se encuentra.n algunos de los más conocidos de Quine, como cación científica del paso del input sensorial al output consistente en el
«~elatIvIdad ontológica», «Naturalización de la epistemología» y -po- conocimiento científico elaborado que se da efectivamente en los su
slblemen~e en me??r.medida- «Géneros naturales». (Esta reseña pre- jetos humanos. La epistemología es, de este modo particular, continua
supone cierta familiaridad con el contenido de Palabra y objeto, referido con la ciencia. No existe una «filosofía primera».
como PO en adelante.) En «Géneros naturales», Quine sostiene que hay una correlación
En «Relatividad ontológica» desarrolla Quine las consecuencias entre las nociones de género natural y de similaridad, aunque no pue
para la ontol.ogía -s<;>rpr:-?dentes y hasta. ~aradójicas- de su argu- dan, en rigor, definirse una a partir de la otra. Quine busca una defini
mento. ?e la m:IetermmaclOn de la traducción. Puesto que la indeter- ción de esas dos nociones en términos objetivos o científicamente res
mmacion no solo afecta a los conceptos o in tensiones sino también a petables, por así decir, y no halla ninguna (presupone que esa defin i
sus exten.siones, ~i ~quel argumento quineano es un b~en argumento, ción es lo que justificaría su utilización). Finalmente, sostiene que el
es UuposI?le de~ldIr por razones objetivas si, por ejemplo, los hablan- desarrollo de la ciencia conlleva una evolución respecto de las nociones
res de la hipotética len~a que. Quine utilizó para su experimento men- mismas en cuestión (lo cual se sigue de considerar únicamente la ex
1,11en PO c~een en la exrstencia de conejos, en la de estadios tempora- tensión de tales nociones y no su intensión, debido a sus reparos filo
ks de c<;>neJos,en la de la conejidad o sólo en la de partes-no-separadas sóficos sobre las intensiones en general), de manera que, con la madu
de coneJ~s, e~?"e otras. muchas alternativas posibles. Además, como «la rez de la ciencia, esas nociones tienden a disolverse (un realista man
11~~lctermmaclOn co.mIenza en casa», es decir, dado que se aplica tam- tendría probablemente que la noción' de género natural tiene un
bien a nuestra propIa lengua (como puede concluirse si se considera la contenido vago que es aproximadamente fijo, y que al avanzar la cien
{~I,estión de. la traducción de esta lengua, incluido el caso de la «traduc- cia cambia la extensión de esa noción y se obtienen explicaciones cada
(Ion» d~l. discurso de ~n hablante por parte de otro, o incluso, la del vez mejores de por qué las cosas pertenecen a los géneros naturales ,1
propio idiolecto), el mismo grado de indeterminación afecta a la onto- los que la propia ciencia afirma que pertenecen).
log!a que nuestra propia len~a presupone (relatividad ontológica). Sin Los dos ensayos menos conocidos son «Existencia y cuantifica
{'Illb~1fgo, para que tenga sentido hacer afirmaciones de este tipo es ción- y «Objetos proposicionales». En el primero de ellos Quine ha T
pr~C1so en la práctica considerar un lenguaje de trasfondo» como deter- más explícitas sus ideas sobre la relación entre las dos nociones del 1í
min.ulo en su ontología (igual que en física se fija en la práctica un sis- tulo expuestas en PO y las desarrolla planteando la posibilidad, sugcri
lell].1 de coordenadas i~dicando el origen y la orientación de sus ejes), da por otros autores, de que ciertas afirmaciones de existencia (expr '
.runquc dio no tenga nmguna justificación teórica. sadas en el lenguaje natural) requieran un análisis alternativo al análisis
EI1 «N.llu,ra.lización de la ontología» Quine sostiene que el proyec- cuantificacional de la lógica de predicados con identidad o lógi a ti .
lo q)l\It'I11(~I(~gICOde C~rnap (el representante más importante del po- primer orden. En el segundo, Quine esencialmente se reafirma prime
\lIIVI~1l10.Ioglco del Circulo de Viena) puede verse en perspectiva ro .n su doctrina de PO respecto a que las llamadas oraciones eternas
(011,10,UIl 1111'nt~ de. traducir el lenguaje científico al lenguaje que utili- (cs decir, aquellas que no cambian su valor veritativo de emisión en
:1.•1 1I11I(,-1I11t:nte
termmos observacionales (más el aparato de la lógica y emisión) son un buen sustituto de las proposiciones (presuntas cntid.,
1.1ICOII.I. de conjuntos), y.da como r~zón del fracaso del proyecto así ti 'S abstractas sospechosas en cuanto a la deficiente claridad d . sus
(Illll .bido el hecl~o ~aduCld? P?r Quine ya en «Dos dogmas del empi- c ondi ion s de identidad) para oficiar como «portadores de verdad», l'~
usmo») de .que, 1 b.l~n el sIg~llficado de los enunciados del lenguaje dCl ir, COI11) aquello a lo que a ignamos los valores de verdad (verdad .
(UI1 contenido cogrutrvo consiste en las evidencias empíricas asociadas ro Y L1Iso). A continuación realiza un intento n v doso de -nconu.n
.1 'u v .rd,id (teoria uerficacionista del significado), en general una ora ión \111sustituto die rente para las propo: i iones en el análisis de I.1s 11,1111,1
CIlU,Il.u.Hlvano t1<:neun c ntenid<;> de evidencias empíri as que sea es- ~I.I'rtr///IIIII'I pf'II/l(},lirioW¡/I'.\, '11 ,1 que la aludida sustitución por or.« in
prc ¡fIW d ' ella. 1'.1supu .sto ultcri r de que el m nci rudo proyecto
1\1
\ lO
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX
CAPíTULO 10. SEGUNDA PARTE

nes eternas tiene importantes limitaciones (como mostró en PO y tra- dos grupos, algo así como las ovejas y los cabritos. El primer grupo
bajos anteriores), llegando a proponer los significados estimulativos a tal está formado por los que tienen por meta estudiar «el lenguaje de la
electo (un significado estimu1ativo -afirmativo- de una oración oca- ciencia» y que han escogido como método filosófico [oo.]la cons-
sional, es decir, aproximadamente una oración no-eterna, contiene to- trucción de los que creen ser modelos del «lenguaje de la ciencia')
das las pautas de estimu1ación sensorial que provocarían el asentimien- [oo.]Mas, por desdicha, al parecer no existe semejante lenguaje de la
to a esa oración). Con ello se podría al menos dar contenido empírico ciencia, por lo cual se les hace necesario construir uno; sin embargo,
a ciertas actitudes proposicionales, la construcción de un modelo a tamaño natural y que funcione del
lenguaje de la ciencia [oo.]resulta ser algo dificultosa en la práctica; y,
por tal razón, los encontramos embarcados en la construcción de
BIBLIOGRAFÍA complicadísimos modelos que funcionan, pero en miniatura, de enor-
mes sistemas de diminutos chirimbolos.
Ci\RcfA CARPINTERO, Manuel, Las palabras, las ideasy las cosas. Una presentación
La alusión a Carnap es evidente. Frente a este grupo de filósofos de
de lafilosofia del lenguaje, Barcelona, Ariel, 1996, §§ V.7, XII.3, XII.6.
la ciencia, Popper discierne otro al que se adhiere. Lo integran
Ci\RcfA SuAREz, Alfonso, Modos de significar. Una introducción temática a lafilo-
sof]« dellenguaje, Madrid, Tecnos, 1997, §§ 4.3,8.1,8.2,14.2.
los que en los trabajos epistemológicos utilizan el análisis de los pro
blemas científicos, de las teorías, de los procedimientos y -lo que
es más importante- de las discusiones científicas. Este grupo prc
2.4. 1_{IJiloso/ía no lingüística de la ciencia de Poppery Kuhn tende que entre sus antepasados se encuentran casi todos los grandes
filósofos occidentales [oo.];sus representantes más ilustres durante
Karl Popper (1902-1994) ha sido en Europa, como Carnap y luego los últimos doscientos años han sido Kant, Whewell, Mill, Pierce,
Quine en Norteamérica, la figura dominante en filosofia de la ciencia Duhem, Poincaré, Meyerson, Russell y Whiteheadoo. La mayoría de
durante los años duros de la guerra fría, en los que ha publicado sus los pertenecientes a este grupo estarían conformes con la idea de que
el conocimiento científico es el resultado del aumento del de sen ti
dos obras clave: la versión, corregida y ampliada en inglés, de su Lógica
do común [oo.]Por mi parte, me interesan la ciencia y la filosofía ex
dI' la itl71es/igación cient[/ica (1959) Y Conjeturas y rifutaciones. El desarrollo clusivamente porque quisiera saber algo del enigma del mundo en
rld conocimiento cient[/ico (1963). y Thomas S. Kuhn (1922-1996) llegó que vivimos y del otro enigma del conocimiento humano de este
,1significar rápidamente eso mismo tanto en Norteamérica como en mundo.
Europa desde la publicación de su libro La estructura de las revolucio-
1/1'.1 l'Ii'll/(fic{{s(1962). Del contenido del pensamiento de estos dos autores No deja de ser interesante constatar que el triunfo del positivismo
me ocupo expresamente en la Parte III (cap. 27): «La filosofía de la lógico en Estados Unidos no se reflejó igualmente en Inglaterra, a pc
llt·llti.1 en cl siglo xx» del presente volumen. Aquí me limitaré a re- \,11'de los esfuerzos de AlfredJ. Ayer. Con la hostilidad de la Iilosofl.i
I oul.u, pOI su pertinencia, las razones aducidas por Popper, que son del lenguaje ordinario en Oxford colaboraba lo que Popper, instalado
\'l(1('II~ibks ,1 Kuhn, para insistir en que su pensamiento no es «lin- en Londres, llamaba su «negativismo», desde el cual criticaba por injus
gllf,1 ic o».
tilit .idarnente optimista al «positivismo» de los empirista s lógicos.
I~IIel prólogo a la citada versión de su Lógica de la investigación cien-
I/I¡(¡l. Poppcr critica a quienes profesan y practican el análisis dellen-
1-\1I.ljcordinario, alegando que con ello tal vez puedan darse cuenta de .s. lA dimensián teórica de Cbomsky: ellenguajey la mente
nuestro conocimiento de sentido común, pero nunca de nada que im-
pliquc un aumento en nuestro saber del mundo, el cual es competen- No.un Chornsky es una de las figuras más importantes del pasado
( 1.1del conocimiento científico, que rebasa al del sentido común. Pero
\lglClxx y CI1un.i lista de nombres de personajes más citados hace 1I1lm
,1continuación pasa a ocuparse de quienes se interesan por «el análisis ,III()~d suyo ocupaba el octavo lugar, siendo el séptimo Frcud y el pl i
del (ol1ocilllicnto científico», a los que procede a dividir a su vez en 11I~'lnM,IIX, Nat ido l'11 192H CI1Filaldclfi.t cn el seno dc un.i ClI1\ili.1¡lI
11
1.1,1
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

día rusa emigrada a Estados Unidos poco antes de la Primera Guerra previas. Pero para él esas estructuras no se sitúan en ningún ciel? ~Ia-
Mundial, estudió lingüística en la Universidad de Pensilvania bajo la tónico, sino en la constitución neural de nuestro cerebro, una hipótc-
dirección de Zellig Harris, uno de los grandes maestros de la lingüísti- sis empíricamente contrastable. Hace años, cuando estuvo de moda el
ca estructural. experimento de la educación lingüíst~ca de los chimpancés, destacó en
La circunstancia de haber sido discípulo de Harris y una lectura su- particular uno de estos simpáticos ammal~s al q~e sus educadores bau-
perficial del libro que le abrió las puertas de la fama, Estructuras sintác- tizaron irónicamente con el nombre de Nim Chimsky. Pero, pasado un
ricas (1957), pudieran invitar, y así lo han hecho algunos, a relacionar a tiempo, se suspendieron los fondos de ~n~estigaci?n por falta de re ul-
Chomsky con el movimiento estructuralista francés, que floreció por tados relevantes y el pobre animal acabo Siendo reintegrado al 200 para
aquellos años. Pero las estructuras manejadas por él en ese libro son de volver a vivir en compañía de sus analfabetos congeneres. Chomsky
género recursivo, ausente en los trabajos de los estructuralistas fran- sostiene que él ~o es idealista, ni tampoco comulga en los supuest?s
ceses, y además, a diferencia de lo que hacen éstos con las suyas, del empirismo. El se auto clasifica como racionalista de ~orte. cartesl~-
Chomsky no las ha extrapolado nunca a ningún campo extralingüísti- no, pero no justifica sus hipóte~is ~n~1atistas al I?~do .dellde~l~smo cla
co. Este libro, que es parte de la legendaria tesis doctoral de su autor sico sino apelando a bases biológicas con hipótesis empmcamente
sólo publicada muchos años después, es, por así decirlo, el manifiesto con~rastables. Para someter los resultado de la investigación al control
de la gramática generativa, la revolución lingüística protagonizada por de la ciencia empírica no es necesario comulgar ~n lo~ supuestos d~1
Chomsky hace hoy, en que sigue viva, cincuenta años. Sobre su conte- empirismo filosófico. Un pensador puede ser racionalista el?-mat~na
nido, remito al lector al análisis realizado más abajo por Carlos P. Otero, de supuestos y someter al mismo tiempo los resultados de su mvestl~a
discípulo de Chomsky y uno de los mejores conocedores mundiales ción al control de la ciencia empírica. En su excelente obra Gramáti-
del pensamiento chomskyano. ({I cartesiana (1966) en donde invoca 'f conjuga en la. ~~ncepci?n .de
Pero creo conveniente añadir unas líneas sobre el programa filosó- 1,1 gramática la tradición clásica cartesiana con la tradl~lon ro~antl a
fico global de Chomsky, del cual forma parte principal su filosofía de de Humboldt, pone de manifiesto que se puede seguir u?a lmea d '
la mente. Para empezar vale la pena recordar que desde el comienzo investigación en filosofía del lenguaje .que se. mantenga 19ualme,ntc
de su actividad como investigador, Chomsky ha adoptado una actitud .ipartada del empirismo y de la he~enCla kantiana ,d~ muchos filóso-
radicalmente opuesta al empirismo filosófico ambiente de su país, y, los analíticos contemporáneos y, sm embargo, proxima de. hecho~ a
muy en particular, al empirismo behaviorista de Skinner. Su punto ti iícrcncia de la filosofía analítica del lenguaje al uso, a la ciencia 1111
máximo de fricción se sitúa en la teoría del aprendizaje del lenguaje. El ¡!.üística vigente.
problema del aprendizaje del lenguaje por parte del niño sólo puede
plantearse satisfactoriamente, a juicio de Chomsky, a la luz de lo que
más tarde ha llamado «el problema de Platón»: écómo puede explicar- .5. l. «Estructuras sintácticas-
se el hecho de que un niño, con el mínimo input representado por la
conducta parlante de sus padres exhiba en brevísimo tiempo como CARLO P. OI"I'.R()

lill/f'II/ el sorprendente dominio de un lenguaje natural? Platón apeló a


Sil 1 'O ría de un conocimiento innato en el hombre, que habría con- .)·yn/ac/ic Struaures (en adelante, SS), monografia de relativamc~1tt"
templado en algún momento anterior a su existencia en el mundo el pm ,;s -1 áginas (116), una de las ~a2On~s por las que alguna vez. ha Sltl~)
l ido de las ideas; y ejemplificó esa teoría en su diálogo Menón, donde IlId.lda de «manifiesto», es el pnmer libro de Chomsky que VI la ~uz
Só .rates interroga inteligentemente a un joven e ineducado esclavo de (1'1\ l lolanda, 0010 el de Calileo, el pour cau.\:e)y el que puso súbita
manera que éste acaba «descubriendo» la prueba de teoremas geomé- Illl'l\ll' -n órbita una teoría general del lenguaje de nueva planta en 1.1

1 ric s. Los adversarios de Chomsky, entre ellos su antiguo maestro 1lIIIII,IV '1\1 de 1957 (me es antes de Sputnik, no m~n~s. novc<.~()S()).
;oodman, le reprochan su idealismo platónico y su retrógrado retorno A dio parece haber e ntribuido no po O la extensa, 10 isrva y virtual
,11 .icl de las id 'as. La respuesta de Chomsky es que el apr ndizaje lin- 1111'1111' simult.ínea re - .nsi 11,nada menos qu . en L{mglfll,~(' ti ' Rob '11
güísti' del niño sól se cxpli a apelando a unas estru turas innatas 1 tT~. ('XIC(11 ioualmcnt 'bicn pr '1 .u.ido I ,11",1 la tarea pOI haber p.ls.ldo

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EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIEN1ÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

del estudio especializado de la química teórica, disciplina en la que de Freud y de Cajal) venía a ser la tan deseada clave que .permitiria
Chomsky había destacado como estudiante preuniversitario, al de la adentrarse en los secretos del cerebro humano, y en particular en los
lingüística. (Hay razones para suponer que el modelo ideal reflejado en más hondos secretos del lenguaje,
SS es la química teórica, contrapartida abstracta de la fisica, dado que Como se sabe, Chomsky ha estado desde el primer momento en
las ciencias cognitivas, con la lingüística como norte y modelo, son, al total desacuerdo con esta idea, para él completamente falaz. Este es-
menos para Chomsky, la contrapartida abstracta de una posible neuro- cepticismo se basaba en que tenía plena conciencia de que estos siste-
fisiología futura, que a la postre sería a su vez parte de la fisica.) mas, y en general los modelos markovianos (a los que él asociaría la
Escrita en 1956 como notas de clase para un curso para estudiantes teoría de los autómatas de estados finitos), al igual que los modelos es-
relativamente primerizos -uno de los primeros cursos de Chomsky tímulo-respuesta (sub-clase de los modelos markovianos), tan en boga
-n el Massachusetts Institute ofTechnology (MIT), de cuyo profesora. en la filosofia y la psicología, de base anti-racionalista, que campeaban
do empezó a formar parte en el curso 1955-1956-, su objetivo era pre- por sus fueros cuando él saltó a la palestra, en realidad son sistemas
sentar un esbozo no formal de los novedosos resultados obtenidos en Illuy limitados, y totalmente inadecuados para el estudio científico de
su 1,{)(~i({{1Structure of Linguistic Tbeory (LSLT), su primera obra monu- los sistemas mentales (es decir, para el estudio del cerebro desde un
1I1t'Ilt.t1(no sólo por su extensión, que se acerca al millar de páginas), punto de vista abstracto, objetivo fundamental de Chomsky).
icuniu.rda unos meses antes (pero no impresa, al principio por causas Esta convicción fue la que le incitó a tratar de demostrar que la
.ucu.rx .\ la voluntad del autor, hasta veinte años después, y entonces no c oncepción en boga era errónea, lo que le llevaría a la investigación
( omplcta), junto con resultados adicionales de 1956 sobre propiedades m.ucmática no sólo de estos sistemas formales, sino también de otros
IOIIlI.t1esde las gramáticas. IIlt'nOS limitados y, a la postre, a la creación de una rama del álgebra
En SS los resultados de LSLT son presentados de manera parcial y .ibstracta (engañosamente llamada «lingüística maternática») que, jun-
csqucmatizada, poco menos que telegráfica, y desde una perspectiva Io ron otros dos pilares (las contribuciones del eminente lógico-mate-
en parte ajena a la del autor, requerida, si no dictada o impuesta, por m.uico Alan Turing y las del ingeniero-matemático Claude Shannon
1.1.\circunstancias, como él señala en su introducción a la traducción ('11LISdos décadas anteriores), acabaría formando el núcleo inicial de
española. La contribución fundamental de la gramática generativa 1.1tcoria de la computación o informática (vtheoretical computer scien-
u.msíormacional, y en particular el estudio cognitivo de la significa- ( '''), en la que, como se sabe, ocupa un lugar especial como punto de
11<'>11 ( ·ar· 9), centrado en el proyecto de dar cuenta de la naturaleza de uIcrcncia la «jerarquía de Chomsky» (con los sistemas markovianos
1.1"representaciones mentales (cifra de una promesa de «integrar y ex- «)lIIO límite inferior y la «máquina 'Iuring», capaz de computar ual
plil.lr 1.1scrnántica») dando por supuesto que la sintaxis es autónoma e qiucr función computable, como límite superior).
independiente de la interpretación semántica (cap. 2), es menos obvia Estas contribuciones de Chor-isky a la investigación de los sistemas
<¡\11''11L\'I.T Ésta es quizá la razón por la que el esquemático resumen vuuhólicos (a veces apodados «lenguajes formales o artificiales» -en el
IIn \1<'111PI('ha sido rectamente interpretado, aun pasando por alto las \('1\udo técnico de «lenguas formales o artificiales--e- con consecuen
Il'IglVt'I\,ll ioncs sin sentido. ( 1.1\ 110siempre inocuas) suponen sin duda un conocimiento espe ia
1.0 .11('110de la perspectiva se debe a que a mediados de la década 11/.Hlode la lógica, la lógica matemática y otras ciencias formales. Pero
d!' 11F1() 110pocos e tudiantes del MIT que seguían cursos sobre la na- (., 1111 grave error (presente ya en algunas de las primeras lecturas d S
IIII,t1I'~,Iti ,1 lenguaje se sentían muy atraídos por disciplinas entonces y tod.ivía no del todo superado) pretender que estas investiga i n 's
IIt\lY ('11hog.1 (la teoría de la información, la teoría de los autómatas, y \011 p.irtc integrante de la teoría general del lenguaje natural human
('11gl·IH·r.lllos procesos markovianos, entre otros sistemas simbólicos de . (1.1gl.Im.íti 'a g nerativa transformacional), es decir, de la aporta i n d •
1.1' ti '11'i.ls formales) en las que prevalecía una idea, entonces muy de ( :lulImky qu ' ha e época, una de las creaciones más señeras en la his
.11 uulid.id, s brc todo entre los compañeros de claustro de Chomsky. IllIl,I ti . las icn ias iendo orno es la primera en extend r las inv s
R.III.\i111,IS ex 'el" iones aparte, todo el mundo estaba convencido de que II~',H1011's ti '1.1sci '11.ias naturales al estudi del cr br (sub-rcvolu ión
1.1lt'olÍ.\ el' los pr
'1111,11
os probabilísti o markovianos (así llamados por
-mático ruso [uc los intr dujo en 1906, A. A. Markov, eo tánco
1IIIlI 't tu.il pOI 1.1 ¡UC homsky '5 r n cid °
1110 I Galil 0, 1,11v 'Z
1111'(1)1 "e.dil 'o -pigonal», ti ' l.is cicnc ias cognitiv.1S,.I las que 1.1gl.\Il1.'lti

11/
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

ca generativa moderna puede servir de modelo, como ha servido ya en temporáneas de Chomsky muestran que aun si es razonable sostener
el estudio de la visión iniciado o inspirado por David Marr). En marca- que la teoría de los procesos markovianos de estados finitos elaborada
do contraste con esta inusitada aportación, su contribución a las cien- por 5hannon y otros investigadores poco antes de 1950 puede ser to
cias formales, que por lo demás es posterior a sus descubrimientos más mada como una caracterización precisa (desde el punto de vista sintác
originales, de los que saca partido, tiene mucho menos calado, aparte tico) de la vaga propuesta de que la conducta linguística de un hablan
de ser de otro carácter científico (formal, no natural). te se reduce al «uso de las palabras» (que es a lo que se reduce también
De ahí que la expresión «lingüística matemática», hoy general y el estructuralismo de 5aussure y sus epígonos, y nociones similares de
po.co menos que consagrada, pese a que tiene lo suyo de centáurica, no la filosofia del lenguaje), los modelos de la teoría matemática de la co
deje de resultar engañosa desde una perspectiva chomskiana, haciendo municación no satisfacen las objetivos de la teoría lingüística (cap. 6),
pasar fácilmente el brillo de lo científico artificial (la teoría de ciertos sis- contra lo que entonces creían no sólo numerosos lingüistas, sino tam
~emas formales) por el oro de lo científico natural (la teoría del lengua- bién muchos psicólogos e ingenieros, así como algunos filósofos. Para
je humano, algo verdaderamente «novum sub sale» que ilumina, o in- Chomsky lo que tiene interés es la caracterización intensiva de un con
tenta iluminar, una realidad natural también nueva bajo el sol hace no junto infinito de descripciones estructurales subyacentes, no una des
menos de un millar de centenarios). Aun admitiendo, como es de rigor cripción extensiva de un conjunto de secuencias de elementos.
admitir, que la lógica es indispensable para la construcción de teorías En los dos capítulos que siguen, el autor pasa a considerar las pro
formales rigurosas, del lenguaje natural humano o de cualquier otra dis- piedades de un sistema, más adecuado que un proceso markoviano, a
ciplina empírica, seguimos sin saber cómo se le pone el cascabel al gato saber, una gramática dependiente del contexto (cap. 4), y a señalar us
(~e la disciplina empí~ca de que se trate (en nuestro caso, qué tipo de limitaciones (cap. 5), para terminar mostrando la superioridad de una
sistema capta las propiedades fundamentales del lenguaje natural huma- gramática transformacional y aplicándola, a modo de ilustración, al
no y cómo deben ser analizadas). Aplicar con provecho la lógica a la .in.ilisis de la lengua inglesa (cap. 9). .
construcción .de una teoría lingüística rigurosa de base empírica (cap. 8)
no es construir una teoría sobre la lógica como materia de estudio o so-
bre algún otro sistema formal. Aun dando por sentado que, incidental- 2.5.2. «Entendimiento y lenguaje»
mente, el estudio de la lógica ha proyectado no poca luz sobre el uso
(que no la naturaleza) del «lenguaje ordinario», vale decir, del lenguaje CARLOS P. OmR()
natural humano (piénsese en distinciones como significación y referen-
.ra, uso y mención, condicionalidad ordinaria y contrafáctica, etc.), de La primera edición de Languageand Mind (en adelante, LM) 011
'110 no se sigue que el estudio de las propiedades formales (o las propie- Iiene las tres celebradas conferencias (The Beckman Lectures) que
d.idcs semánticas) de las lenguas naturales humanas pueda simplemen- Chornsky, ya en la primera cumbre de su fama, dio en enero de J 967
fe .idoptar los resultados obtenidos en el estudio de las propiedades for- en Berkeley, donde tuvo el «privilegio», dice, de ser profesor visitan: '
11I.tI's (o las propiedades semánticas) de los sistemas simbólicos («len- durante el primer semestre de aquel curso académico en un « álido y
¡'\I.\\ .utif iales») de la lógica. .srimulante clima intelectual», alusión poco velada a su acogida por
A 1.1S circunstancias entonces prevalecientes en el MIT se debe, los participantes del movimiento estudiantil, entonces en su apog 'o.
1~llt'~, que el primero de los sistemas investigado en SS sea una gramá- (1,,1 primera versión de su famosa declaración de independen ia, «L.\
11t.\ de estados finitos (sistema ni siquiera considerado en LSLT), rápi- 1 -sponsabilidad de los intelectuales», acababa de aparecer cuand 11·
d.\ y .ontundenternente excluida como inadecuada. Pero ello ha basta- gó, tr s meses antes, a UCLA para dar unos cursos de verano.)
~I(~ I?ara dar a no I?ocos lectores la impresión de que en su investigación amo se ha dicho más de una vez, estas conferencias, a m do de
inicial del lenguaje humano Chomsky había seguido el mismo derro- ll.unarnicnt a una honda renovación intelectual, constituy n un.i in
tero que en SS, empezando también por considerar la limitadísima troducción sin par a la teoría del lenguaje de Chomsky (aunque hoy
«teoría lingüística elemental» del capítulo 3, que nunca creyó podría ~h~t.lI1much el' .star al día n I esp cíf o) y, más generalm mtc, ,1 1.1
s -r .id .cuada para el lenguaje humano. SS y otras investigaciones on- Ir~i nlogí.l cognitiv.\ p stch rnskiana (.1 las i n ias ognitivas (0111 '111

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CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE
EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX

poráneas, en la nueva terminología), así como a los aspectos filosóficos no sólo eran inadecuados, sino que estaban del todo descaminados en
de su obra y a su interpretación de la historia de la filosofía, que susci- lo que se refiere a cuestiones básicas y de suma importanci~, ya que ~e
tan una amplia gama de incitantes problemas de interés para el filóso- centraban en el estudio de la conducta (en vez de tratar de aislar los SIS-
fo. No por casualidad Cartesian Linguistics (uno de los 10 mejores libros temas de conocimiento subyacentes, que no son reflejados de manera
de no ficción de la década para la revista Time), «un capítulo en la his- directa o simple en la conducta, mucho más compleja que el conoci-
toria del pensamiento racionalista» (íntimamente relacionado con LM, miento que la hace posible). De hecho, los sistemas de conocimiento
como veremos), en el que el autor se revela como un gran historiador son para él no sólo cuantitativa, sino cualitativamente diferentes de
de las ideas (y apunta mínimamente, por vez primera, a las raíces his- los sistemas que pueden ser descritos en los términos de la psicología
tóricas de su filosofía social), había aparecido sólo unos meses antes de S-R las nociones de la teoría matemática de la comunicación, la
(a mediados de 1966). teoría de los autómatas simples y, en el caso específico del lenguaje, en
El tema central del libro tiene no poco de novedoso: équé contri- los términos de los métodos taxonómicos de la lingüística estructural
bución puede hacer el estudio científico del lenguaje a la investigación pregenerativa. Por lo demás, no ve razón alguna para esperar que la
de la naturaleza humana? Pero, como suele hacer en muchos de sus es- tecnología de aquellos años (o la de los nuestros, parece justo añadir)
critos sobre los temas más diversos, Chomsky, conservador de pura pueda contribuir a resolver problemas centrales de la psicología. En
cepa, empieza por volver la vista hacia el pasado, tratando de separar particular, un estudio de la naturaleza humana que aspire a ser verda-
el grano de la paja, con el fin de no desaprovechar nada de lo que re- deramente científico no puede menos de incluir una explicación del
sulta aprovechable en el legado de nuestros predecesores. Al igual que conocimiento del lenguaje (evidentemente potenciador de la esfera
en una reveladora entrevista en Madrid veinte años después, lo prime- del pensamiento humano frente al de los simios), que tiene un carácter
ro que hace es pasar revista a las eufóricas «ilusiones» de los años ini- -cmergente- en el curso de la evolución de los primate s, siendo como
t'S algo nuevo bajo el sol (la supuesta similaridad con los sistemas de
ciales de la posguerra (concretamente, la década que precede a su pri-
mera obra monumental, terminada en 1955 y resumida al año siguien- lOmunicación de los animales no humanos no pasa de espejismo, aun
('11 el caso de los de ciertos insectos, los mejores candidatos). De ahí su
te en Syntactic Structures) cuando era común dar por descontado que los
problemas básicos de la psicología (incluida la lingüística) habían sido ddcnsa del racionalismo (innatismo), uno de los subtemas definitorios
resueltos y lo que quedaba iba a ser fácil de resolver con la ayuda de al- .lcl libro (cfr. su ensayo, también de 1967, en Teorema, vol. 1Il1l).
gunos avances recientes en las ciencias formales (sobre todo en la teo- En marcado contraste con sus mayores, Chomsky pasa a pregun-
1.11\l' hasta qué punto cuestiones clásicas en la historia de la filosofía
ría de los autómatas, a la que él había hecho contribuciones importan-
tes a partir de 1956) y en la tecnología relacionada. pueden sugerir una dirección para nuestras investigaciones -sin dejar,
Después de pasar revista a la evolución entonces reciente de la psi- ( 1.110, de aprovechar avances subsiguientes que sean realmente genui
lit l\. No es difícil ver que entre 105 no dudosos hay que contar los adc
cología de S-R (<<Stimulus-Response») de los «behavioristas. y a ideas
1I1I1 (1\ del siglo xx en el estudio de los sistemas formales, sin los cual s
paralelas de la lingüística y la filosofía empiricista (cfr. la nota 6 del
cap. 3), Chomsky trata de mostrar que aquellos intentos de dar cuenta I dc todo punto imposible resolver el problema fundamental que
,,1.1I11t',1 el estudio del lenguaje, «sistema de medios finitos y usos infi
ti . la conducta humana, a su manera de ver muy deficientemente con-
'1 tualizados, llevan a un callejón sin salida. No sólo no logran pro- 1111 t 1\>1, según la certera observación de W von Humboldt (coetán ti .
yectar luz sobre cuestiones fundamentales acerca de la naturaleza de la N.lpol .ón), que por haber vivido muchos años antes que Frege, ya 1.10
dlg.1I110S antes que Gódel y Turing, no podía ir más allá de esa vaga 111
inteligencia humana, sino que ni siquiera pueden dar cuenta de los he-
chos lingüísticos más elementales. (Su recensión de Verbal Behavior de 11I111Ú" por no tener ni la másremota idea de la teoría de las fun .ic
11('\ Il't ursiva o teoría de la computabilidad, gracias a la ual por fin
B. F. Skinner, quizá el psicólogo más prestigioso de aquellos años, ha
sido considerada la sentencia de muerte del skinnerismo desde poco ( 'homsky, 11,15 n men de veinticinco siglo de e tudi tradi .ion.il,
después de su publicación en 1959.) Itl~it'l poner!' ·1 cascab 1 al gato.
La itua ión era, pues, mucho más lamentable de lo que se pudie- ;Olltl.1 lo que re in o 'reían algun s lingüistas ( níusic n ,,1,\ IlI'
1,1 sospe har a primera vi ta, a jui io de Chomsky, ya que tales intentos
( :ll(llIlI,1 y se Idiel' en su prólogo ,1 la edición aum 'nt¡1 1.\ de /,MJ, 1.1
I

. \ 1
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EL LEGADO FILOSÓFICO Y CIENTÍFICO DEL SIGLO XX CAPÍTULO 10. SEGUNDA PARTE

propiedad re cursiva del lenguaje, aunque fundamental, es solamente más técnico que el resto del libro, .considera ~o que, la investigación lin-
uno de los componentes (el único investigab1e en profundidad, a lo güística puede contribuir al estudio de la psicología humana. El terce-
que parece, por lo menos hasta la fecha) del «aspecto creativo del uso ro explora algunos puntos de contacto entre la lingüísti~a y la filo~ofia,
del lenguaje», que tan importante papel representó en la filosofia de en especial la filosofia de la mente, poni~ndo en entredicho no solo la
Descartes y sus continuadores. Esta creatividad característica del uso fundamentación intelectual de una veta influyente de la filosofia con-
normal del lenguaje (del habla de todos los días) se plasma en tres de temporánea, sino también el papel que h~ venido repres<;ntando en el
sus propiedades, la tercera de las cuales sobrepasa la capacidad de to- marco de las instituciones sociales y políticas cor:tempora~eas. (Las es-
dos los autómatas (uno a uno o concertadamente): (1) es innovativo tridentes reacciones de algunos filósofos, en particular Quine y Good-
(todos podemos decir cosas que no hemos oído nunca), (2) no está suje- man, sus antiguos maestros, cuand~ est~ ensayo fue presentado po~
to al control de ningún estímulo, y (3) lo que decimos parece coherente primera vez, que apunta a lo que esta en Juego, h~c~ pensar en los ~r~
y apropiado a la ocasión (cuando nos preguntan qué hora es no contes- ticos de Descartes, que también tuvo problemas similares con sus criti-
tamos «los animales sólo hablan en las fábulas»). De ahí que Chomsky, cos y sus instituciones.)
en marcado contraste con muchos estudiosos, insista en 1967 (y siga in-
sistiendo) en que estamos lejos de entender las cuestiones más básicas,
algunas de las cuales (concretamente, la naturaleza del libre albedrío) ~. EL PENSAMIENTO POLÍTICO
tal vez no lleguemos a entender nunca (con 10 que Descartes acabaría
estando en 10 cierto). MANUEL GARRlDO
Esto no quiere decir que el dualismo metafisico cartesiano (la rea-
lidad de una «segunda sustancia») sea defendible, pero no tiene por En este ámbito/ y en este período el pensarr:ient? anglosajón cuen-
qué serlo si es certera la idea de que hay un hondo paralelismo meto- 1.1con tres brillantes autores: el filósofo de la ciencia Karl Popp~r y el
dológico entre la postulación de una «cualidad oculta» (gravitación) lusroriador de las ideas Isaiah Berlin en Inglaterra, y el protagonista de
tan a regañadientes aceptada por Newton (recuérdese sus elucubracio- 1.1revolución lingüística de la gramática gener~tiva, Noa~ Chomsky,
nes finales en la tercera edición de Principia) y la «cualidad oculta» ('1\ Estados Unidos. Los tres pueden ser considerados miembros del
(mente) postulada por Descartes (la enorme diferencia en fuerza expli- ( luh de la filosofia analítica sólo en el sentido más amplio de esta ex-
catoria de cada una de las dos teorías es harina de otro costal). Lo que 11Irsión, pues ninguno de ellos respeta. los cánones de la filosofi.a. d.e1
Chomsky considera defendible es un dualismo epistemológico no re- del «segundo» Wittgenstem 111 tampoco los del neoposmvis-
11'I1!!.lI,lje
duccionista, resultado de reconocer que el cerebro humano es parte de 1110de Camap y sus secuaces. .
un organismo natural, no sólo con posibilidades específicas, como to- 'I.unbién el economista Hayek, el filósofo frankfurtIano Marcu e y
dos los demás organismos naturales, sino también, como todos, con lí- 1.1dl\l ípula de Heidegger y Jaspers Hanna Arend~ han apo~~do en ~st
mites propios de la especie (diferentes, por supuesto, de unos organis- iodo interesantes contribuciones .al pensamiento P?htlCO esc~ltas
111'1
mos a otros: las águilas no pueden pilotar aviones ni interpretar mapas, ('11III~I 's. La obra de Hayek es conslde~ada en los capítulos de cien-
y los humanos no podemos volar y orientamos en el espacio abierto ( 1,1\sociales de la tercera parte de este libro. Y la obras de Marcuse y
( 01110las águilas; algunos insectos pueden transmitir mensajes que no-
\O!IOSno podemos transmitir o interpretar espontáneamente, pero son
, ! )!'IO 11ICLIde consideración el pensamiento más propiamente ético porque si [lOI
111(,IP,ICCS de hablar o de entender 10 que nosotros decimos).
11",,, .lnl,l! p .nsamicnto en la la filosofla ~nalítica de los años duros. de la gu~rr.1Id.1
,1(',e
La edición aumentada, con un nuevo prólogo y tres ensayos adi- I 1"11 "1 ,'XI evivo c.iráctcr a adérni o. u reman a se reduce casi exclusivamente ,11,111,
t ionales, tiene casi doble número de páginas que la original. El primer 11 I .Irl 1('III'II,lj\' I11OT,IIY del razonamiento prácti o, y aun cuando cabe d 'St,1",11en ("('
ensayo, «Forma y significación en el lenguaje natural», pasa revista a las 1" 11,111111'1110 lil'lIr.l~ import.mtcs, com. el pr Icsor oxomcnsc Richard M. 11.1re(191? 20()l),
y "111'111" 1111"1\,\,11\1('\, como el .1ll:\ItSISde lo prcscripuv ,ya 1I11:13d por Austin, 11.11.1
nociones básicas de las tres conferencias iniciales, añadiendo resulta-
111 iI/lII,IIlHl' ,'11,,\l.llOllicllle que pueda medirse con ,1 P ·11\.~1l1IeIlIO111()I,dde MOOll:.
d más recientes sobre la interpretación semántica de las estructuras 11" \11 " 111'11\\1111, pOI h,lhl.lI dd producido '111,1pnl11('I,l l11,'I.~dde "!lln, 111((1111.11(
sin tácticas. El segundo, «La naturaleza formal del lenguaje», rnu ha "liI.!"IIII'II( ,1 1II,lllt\lIJ.ld,1 pOI cl cst.ulounidcnw R,IWI~ \'11el último Il'" lO dd 1111\1110,

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