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CHARLAS CUARESMALES 2005

EUCARISTÍA Y FRATERNIDAD - SERVICIO

Seguimos hablando de la Eucaristía como banquete, teniendo el texto de 1 Cor 11,17-


34 e insistiendo sobre el aspecto de banquete "fraterno".

La Eucaristía es banquete fraterno, porque es un banquete de hermanos ya que la


Eucaristía crea fraternidad. Esto es posible porque, si es cierto que la Iglesia hace la
Eucaristía, no es menos cierto que la Eucaristía hace la Iglesia, la edifica, la construye (es el
tema del capítulo segundo de la encíclica "Ecclesia de Eucaristía".

El sacramento de la Eucaristía significa y al mismo tiempo realiza la unidad de los


creyentes que forman un solo cuerpo en Cristo (1 Cor 10,17).

La incorporación a la Iglesia, familia de Dios, por la incorporación a Cristo mediante


el Bautismo se renueva y consolida continuamente con la participación en el banquete
Eucarístico, sobre todo cuando ésta es plena mediante la comunión sacramental (1 Cor 10,16-
17)1. "El don de Cristo y de su Espíritu que recibimos en la comunión eucarística colma con
sobrada plenitud los anhelos de unidad fraterna que alberga el corazón humano y, al mismo
tiempo, eleva la experiencia de fraternidad, propia de la participación común en la misma
mesa eucarística, a niveles que están muy por encima de la simple experiencia convival
humana.

A los gérmenes de disgregación entre los hombres, que la experiencia cotidiana


muestra tan arraigada en la humanidad a causa del pecado, se contrapone la fuerza generadora
de unidad del cuerpo de Cristo. La Eucaristía, construyendo la Iglesia, crea precisamente por
ello comunidad entre los hombres"2.

Pero la Eucaristía expresa también otro aspecto importante: el "servicio". Los relatos
de Lucas (Lc 22,24-30; cf. Mc 10,42-44; Mt 20,25-27) y de Juan (Jn 13,1-17; sobre todo los
vv. 12-17). Hacemos un brevísimo comentario de estos textos.

En Mc 10,45, el servicio va hasta el don de la vida. En Juan este "servicio" está


estrechamente unido al mandamiento del amor (Jn 13,34-35; 15,12-14) y el servicio amoroso
de Cristo va hasta el final: dar la vida por los que ama, por sus hermanos los hombres.
1
JUAN PABLO II, Ecclesia de Eucaristía, nº 22.
2
Íbidem, nº 24.
El servicio amoroso de Cristo compromete a sus discípulos. La participación en la
Eucaristía desemboca necesariamente en el servicio fraterno: "¿Comprendéis lo que acabo de
hacer con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y tenéis razón, porque
efectivamente los soy. Pues bien, si yo, que soy el Maestro y Señor, os he lavado los pies,
vosotros debéis hacer lo mismo unos con otros. Os he dado ejemplo, para que hagáis lo que
yo he hecho con vosotros" (Jn 13,12b-15).

Este servicio amoroso en el que participamos y del que nos aprovechamos en el


banquete Eucarístico, nos compromete, pues como dice: "Queridos míos, si Dios nos ha
amado así, también nosotros debemos amarnos unos a otros" (1 Jn 4,11) y "en esto hemos
conocido lo que es el amor: en que él ha dado su vida por nosotros. También nosotros
debemos dar la vida por nuestros hermanos. Si alguien que tiene bienes de este mundo ve a su
hermano en necesidad y no se apiada de él, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?"
(1 Jn 3,16-17). La meditación de estas palabras debería interrogarnos seriamente: yo que
participo regularmente, quizá diariamente, en el Eucaristía y que comulgo sacramentalmente,
o al menos espiritualmente, al cuerpo de Cristo que se da a mi totalmente por amor, ¿cómo
amo y sirvo a mis hermanos, cercanos o lejanos?

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