Karla Verónica Barrios Pérez Alan Yasser Cárdenas Molina En el transcurso de la evolución, el ser humano y los animales superiores han adquirido la capacidad de metabolizar sustancias exógenas para poder utilizarlas de mejor manera o eliminarlas de una forma más eficiente. Estas sustancias se encuentran en muchas de las cosas que consumimos o en el medio ambiente, por lo cual es inevitable entrar en contacto con ellas. Estos compuestos exógenos suelen ser de naturaleza lipofílica por lo que tienden a acumularse en los tejidos grasos del organismo. Por esto los compuestos lipofílicos son más difíciles de eliminar; no ocurre así con los volátiles, que se eliminan fácilmente por los pulmones y los hidrofílicos que son filtrados por el riñón.2 El hígado es el órgano más importante implicado en la eliminación de estos xenobióticos lipofílicos, transformándolos a sustancias más hidrofílicas para una excreción más sencilla ya sea por vía biliar o renal, todo esto por medio de una serie de reacciones denominadas en conjunto biotransformación, disminuyendo así su toxicidad. A este proceso también se le conoce como detoxificación. Esta serie de procesos ocurre principalmente por el sistema microsomal hepático, aunque también existen vías metabólicas no microsomales o auxiliados por acción bacteriana en el intestino.1, 2 Una vez que los xenobióticos entran al organismo son absorbidos y distribuidos a través de la sangre para alcanzar a sus tejidos diana, donde ejercerán su acción farmacológica específica. Sólo una 84 Manual de conocimientos básicos de farmacología ínfima parte del fármaco alcanzará su célula diana mientras que el resto será metabolizado y finalmente eliminado.1, 2.