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Incluso con un riego que ya es eficiente, el uso de una mayor cantidad de agua puede
incrementar los beneficios.
Por eso siempre es una buena noticia la inversión pública para mejorar la eficiencia
hídrica en la agricultura adoptando prácticas y tecnologías que son eficientes en cuanto
al uso del agua. Pero hay un problema, la teoría de que este gasto en medidas que
favorezcan la conservación del agua supone automáticamente un menor uso hídrico, no
se basa en evidencia o fundamento alguno. De hecho, al mejorar la eficiencia, podrían
no conseguirse grandes ahorros de agua, o incluso, paradójicamente, se podría
incrementar su uso.
Esto puede deberse a que cuando el suministro de agua se vuelve más eficiente, utilizar
más agua puede aumentar los beneficios. También puede ocurrir que los agricultores se
sientan menos obligados a ahorrar el agua, ya que han tomado una buena
decisión adoptando esta tecnología. Algunos agricultores respondieron a la nueva
tecnología mediante el aumento de la zona a regar o cambiando a cultivos más intensivos
en agua, por ejemplo, pasando de trigo a maíz o soja.