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El ciclista cuenta cómo aprendió a lidiar con la derrota, las críticas y los
insultos.
Buscamos una locación para hacer las fotos para la portada de BOCAS. La idea
es conseguir un cultivo que deje ver la generosidad de su tierra. “Vamos a donde
don José que tiene trigo”, dice Willinton. “No, mejor a donde doña Rosa que allá
hay cosecha”, propone Nairo. El capo de Movistar acelera. Frena. Cambia de
ruta y de idea. Se ríe.
Terminan las fotos. Cambio de locación. El más importante ciclista colombiano de todos los tiempos –probablemente el más completo
fue “Cochise” Rodríguez y el mejor escalador fue Lucho Herrera–, está sentado en el pub Bruder, en el centro empresarial Green
Hills, a las afueras de Tunja, su tierra. Pide una cerveza. Se arrepiente. “Mejor un jugo. Aquí se me olvida que estoy
concentrado. Lo que pasa es que hacen una cerveza casera muy buena”.
Muchísimo. Antes todo era muy disciplinado. O más respetuoso. O por lo menos así lo veía yo. No sé. Los corredores respetaban a
los jefes de filas.
¿Y ya no respetan hoy?
¡Nooooo! Esto se volvió una competencia feroz. Estamos viviendo una época de lucha atroz, incluso peligrosa. Ya ni siquiera dejan
ir a orinar. Todos atacan. No hay códigos. Revise usted la velocidad promedio en la que se corrió el pasado Giro. ¡Una locura! Nunca
se había corrido a esa velocidad. Fue un récord. Por eso cada vez es más difícil ganar, porque los rivales cada vez son más fuertes
y atrevidos, y cada vez aparece gente nueva con más ambición que está dispuesta a todo.
¿No será que antes usted no era una sorpresa en el pelotón y desde 2013 ya no lo dejan ni respirar?
¡Noooo! Esto es de todos contra todos. Déjeme decirle: se nos está yendo la mano y estamos corriendo a un límite insospechado
que atenta contra nosotros mismos. Nadie, solo nosotros, sabe lo que se expone físicamente en una carrera de tres semanas. Y a
ese ritmo infernal.
Ahora sí, vamos despacio. Quiero desmenuzar su impresionante carrera como profesional en Europa. Empecemos por su
debut en 2013, cuando corrió la Vuelta a Cataluña y cuando, en la tercera etapa, sorprendió a los “gallos” del momento:
Purito, Valverde, Wiggins…
Yo no tenía previsto ir a esa Vuelta a Cataluña. Finalmente vieron que podía y me llevaron. En un ataque sorpresivo dejé atrás a
“Purito” y a “Wiggins”, gané la tercera etapa y perdí el podio en el último día por tres o cuatro segundos. Ahí fue cuando, después de
terminar, en Movistar vieron que mi condición física estaba bien. Entonces, sin pensarlo, me llevaron a la Vuelta al País Vasco. Me
dijeron: “Vamos a formar un buen grupo y con ese equipo vamos a disputar la Vuelta al País Vasco”.