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RAIMUNDO LULIO

JUZGADO POR SI MISMO,


RAIMUNDO LULIO
JUZGADO POR SI MISMO,

CONSIDERACIONES
CIVÍTICO-CIlSTS-TÍü'iaO-COMPATíAXIVAS

SOBRE V A R I A S DE L A S DOCTRINAS

QUE PROFESABA ESTE ILUMINADO DOCTOR,

SEGDN SE LGBN EN SUS NDHBBOSOS LIBROS.


POR
EL DOCTOR DON FERNANDO WEYLER Y UMU,
SDBtNSPECTOR DE PRIMERA CLASE

EN EL CUERPO DE SANIDAD MILITAR

Y QEFE DEL RAMO E N LAS ISLAS B A L E A R E S .

Por que mejor es la sabiduría que todas las


riquezas mas apreciadas; y nada de cuanto
hay apetecible es comparable con ella,
SALOUON —Proverbiot.

IMPBESOB DB S. M.
ADVERTENCIA
Á MANERA DE PRÓLOGO Ó INTRODUCCIÓN.

Si alguno puede convcnccniíe y probarme que


pienso ú obro mal, tendré gran satisfacción en cor-
regirme, por que busco la verdad que nunca ba da-
ñado á nadie, pues nada es tan perjudicial como el
persistir en el error 6 en la ignorancia.
MAUCO-AHIIELIO (KUPEUADOn.)

D, 'OTADO por la naturaleza de un ilimitado deseo de aprender, no he


perdonado medio alguno en todas las épocas y situaciones de mi vida,
para satisfacer tan noble sentimiento, \ sostenido por él, y merced á un
constante estudio he adquirido un variado caudal de conocimientos, cu-
ya utilidad solo podía ser puramente personal, como fruto que era de
ágenos trabajos. La falta de talento por un lado, y la de originalidad
por otro, bastaban para que nunca pensase en sacarlo á plaza, como
desprovisto de suficiente valor para recibir la aprobación de los inteli-
gentes, única y grata satisfacción á que deben aspirar los que cultivan
cuanto atañe al humano saber. Tan prudente resolución, no ha podido
resistir, sin embargo, al contagioso ejemplo de los numerosos escrito-
res, que inundan y conmueven con sus libros á la moderna sociedad; y
cual ellos, he consignado el fruto de mis prolongados estudios y mi-
nuciosas observaciones en diversos escritos, que han ido á engrosar la
crecida y revuelta corriente de la publicidad.
Cual sea el valor de estos trabajos, no soy yo quien debe caliticar-
lo, solo si me corresponde manifestar, (juecn todos resplandece la exac-
titud y veracidad, y que algunos de ellos, tal vez sean los primeros en
su dase, que han visto la luz piiblica en nuestra patria, y que lodos
deben el ser á un padre, que para ciertas personas de menguados sen-
timientos, tiene la imperdonable falla de no haber nacido en el país.
Pero si por tal la admitiese, el disgusto que pudiera acarrearme, que-
daria compensado con la grata satisfacción que rae ha cabido al ver, que
unos han merecido la honrosa aprobación de centros cientíGcos, age-
nos de todo punto á bastardas Instigaciones; y otros han sido premia-
dos por el gobierno de S. M., sin hacer en ambos casos la menor gestión
por mi parle, por que nunca he mendigado aplausos ni galardones.
Uno de mis estudios predilectos, ha sido siempre la historia de la
antigüedad; pero verdad es, que en cierta época, limitaba la atención á
esos grandes hechos que como los de armas, y las grandes luchas con-
tra el poder, seducen la imaginación, descuidando empero, los triunfos
progresivos de la inteligencia, que como mas sólidos, mas positivos y
mas duraderos, son los mas provechosos á la humanidad, y tan gran
participación tienen en el curso de los sucesos; por que es un error ge-
neralizado, el suponer que las ciencias no influyen en la marcha y go-
bierno de los pueblos. Las ciencias, no solo satisfacen la curiosidad de
los hombres, si no que son de suma utilidad en su aplicación filosóíica,
por que concurren á la felicidad, creando el orden y armonía, bases
indispensables de la sociedad. Su principal objeto, es el mejoramiento
de la condición humaua, bajo el punto de vista intelectual, moral y ma-
terial. Impulsado pues, por tan poderoso móvil, y deseando conocer la
parte que tocal)a á Mallorca en la marcha impulsiva del saber, vi desde
luego, que Lnlio era la figura que mas se destacaba en c! cuadro de las
celebridades que á ella habían contribuido, y resolví por lo tanto, |:o-
seer un exacto conocimiento de las doctrinas de aquel iluminado Dottor.
Doctrinas, que sin quererlo su autor, hablan producido dos bandos
opuestos de adeptos y contrarios, y que aun en épocas no muy lejanas,
habian perturbado el sosiego de la Capital con sus reñidas controver-
sias, con sus infructuosas cuestiones. Resolución difícil de llevar á
cumplido efecto, por que al leer tanta obscuridad, tanta trivialidad y
vulgaridad, escritas cu pésimo lenguage, la vista reusaba fijarse en los
libros, y una invencible repugnancia me apartaba *dc su lectura. Hasta
creía una falta grave el tiempo que consumía en tan estéril ocupación,
cuando aun quedan laníos pontos obscuros que esclarecer.
Desde luego su estudio me hizo conceptuar, que la reputación de
Lulio estaba cimentada en su ardiente le, en sus peregrinaciones, en su
humildad y caridad, y demás virtudes cristianas, que tanto le enalte-
cieron, y por las cuales derramó su sangre y ofreció su vida; y si más
se quiere, á la particularidad de sus principios filosóficos, origen dé
numerosas canírovorsias, y cuyo resultado fué dejarlos hace largos años,
abandonados para siempre en un merecido olvido. Nunca podía creer
que huliiejeQ llegado á ejercer iaílujo alguno en la huraapidad, y por
coasiguiente ea la socicaad, que es á mi parecer donde termina toda in-
fluencia. Cuando mas la hubiesen detenido en su marcha progresiva,
haciéndola quedar estacionaria, ó (at vez retrogradar. Y si así pensaba
sobre la parte filosófica, con mayor fundamento creerla otro tanto de la
que versa sobre las cosas lísicas y exactas, en las qne no igualó á sus
anfecesorcs y contemporáneos. Pero llegó el final del año de 1862, y
con él un programa de concurso formulado por la Academia provincial
de ciencias y letras de las Baleares, fechado en 27 de diciembre, seña-
lando entre otros, un premio para el autor de la mejor memoria sobre
el siguieute lema: ii. Noticia razonada de los escritos del célebre mallorquín
Raimundü Lulio, que versen sobre las ciencias exactas y naturales, y sus
aplicaciones; determinando la índole y extensión de estas obras, y apre-
ciando su importancia y la influencia que han ejercido en los progresos de
la inteligencia humana.-a
Semejante convocaloria^ me hizo dudar de la exactitud de mi juicio,
aun cuando contase en mi apoyo con el parecer de hombres eminentes,
quienes al tratar de esta clase de conocimientos, ni siquiera le mencio-
nan entre los que han contribuido á sus adelantos. Eslo me obligó á
eslu diarlo nuevamente, y con il mayor ahinco y la mas paciente calmai
volví á repasar las numerosas páginas del celebrado escritor. Al llevar
& cabo tan ardua resolución, no me proponía concurrir al certamen.
Conocía mis fuerzas, y conocía mas al corazón humano, para aventurar-
me en una lid en la que pudiera encontrar rivales mas poderosos ó mas
afortunados, y no debía exponerme á una inevitable y vergonzosa der-
rota, justo castigo de mi arrogante temeridad; que era tanto mas pro-
bable, cuanto que no podía combatir en pro del héroe de la jornada,
por pertenecer á distinto bando.
Al entretanto, preguntábame yo á veces, si al proponer aquel tema
la Academia; si al exigir tan latas y difíciles condiciones, conocía el
ímprobo labor que imponía á los concurrentes. Si recordaba que aun-
que se han impreso muchos libros de Lulio, se han perdido otros tan-
tos, y apenas hay biblioteca que los reúna. Si ignoraba que no todos
llevan el sello de su propiedad, y sobran motivos para suponer que pa-
san por suyos, los que fueron redactados por sus adeptos y discípulos.
Para satisfacer á la Academia, preciso era recorrer varias capitales, ó
tener ya de antemano trabajos preparatorios. Esto á mi entender, era
proponer casi un imposible, y dar lugar á sospechar, si el programa
en caestion era una pura formula para cubrir un espediente. De todos
modos, aun cuando asi no fuese, por que no debían obrar de esta suer-
te sus dignos miembros, lo cierto es, que nadie ba correspondido al lla-
mamiento, ó si lo ha verificado, no le ha dado el deseado cumplimien-
to; y el premio ba quedado en la secretaría del cuerpo, donde es pro-
bable que repose largo tiempo, por no haberse repetido la convocatoria.
Lejos de mí el pensamiento de censurar á la Academia, ni menos
de hacer suposiciones y comparaciones injustas, cuando no sospecho-
sas. Mi desconfianza, ó mejor, mis temores eran hijos de la increduli-
dad que en mí sobresale, y diariamente va aumentando con los repeti-
dos desengaños que contemplo á cada paso, y me hacen rezelar con ra-
zón, de los hombres en general. Tan distinguida corporación, debiaco-
nocer mejor que yo, el contenido de las obras de Lulio, y el influjo que
han ejercido; y deseando sin duda, ver explanado aquel, y confirmado
este de un modo satisfactorio, resolvió laurear al que dignamente lo
cumpliese. Es presumible que esta fuese la mente de las notabilidades
que cuenta en su seno, y que merced á sus eminentes conocimientos en
ciencias físicas y exactas, han sido llamadas á ocupar los sillones aca-
démicos; donde cual en otros tantos tronos, solo toman asiento los de-
legados de la inteligencia; los mas sabios de entre los sabios.
Ahora bien, aun cuando no me haya considerado con fuerzas sufi-
cientes para luchar en el certamen, por temer á mas vigorosos contrin-
cantes, voy á ofrecer al público, siempre pacífico, siempre indulgente en
ciertas contiendas, el resultado de mis investigaciones motivadas por
aquel programa, y continuadas por un espacio de tiempo, mas que so-
brado para conocer á Lulio, cuando ya de antemano se ha tratado á sus
antecesores y contemporáneos. Al dar este paso, no aspiro á premios
ni honras, solo anhelo satisfacer mi pasión al estudio, el deseo de au-
mentar el tesoro del saber, y el afán que siempre me ha animado de
extenderlo al mundo entero, para que pueda sacudir las trabas de los
que intentan dominarle explotando su ignorancia. Y muéveme final-
mente, la consideración de ser el único y mas inocente placer, que dis-
frutarse puede hasta el último raomealo de nuestra carrera, por que
no ocasiona mas remordimientos que las pérdidas motivadas en los ins-
tantes dedicados al ocio y á los vicios, en que viven encenagados tan-
tos individuos mal llamados hombres.
Al propio tiempo, cumple á mi deber el manifestar, que perso-
nas á quienes no puedo igualar en el saber, han dedicado sus aven-
tajadas plumas al análisis de varios escritos lulianos, considerándolos
de distintas maneras, especialmente los filosóficos; pero como no be
deseado prejuzgar la cuestión, protesto formalmente, que apenas he
ojeado alguno de estos dictámenes, porque pretendo que mi juicio,
sea enteramente mió, y no debido á inspiraciones agenas. Si es erra-
do, caiga sobre mi la culpa, pero si fuese acertado me bastará la sa-
tisfacción del acierto. Y diré mas, que aunque disienta del parecer
de muchos, no por eso será prueba de haber errado, pues en mate-
rias controvertibles, el disentimiento depende con frecuencia del vario
modo de considerarlas; y mas aun, de las comuniones cienlifico-
filosóficas, así como de las políticas á que cada uno está afiliado. Que
no siempre el hombre se espresa como siente, por que es sabido en
demasía, que el espíritu de partido, obliga á emitir opiniones con-
trarias á las convicciones, dando lugar á la hipocresía científica, Jo
mismo que á la política y religiosa.
Antes de terminar esta advertencia, debo recordar que en este es-
crito no pretendo presentar opiniones nuevas, y si el resultado de
mis apreciaciones y estudios sobre el asunto indicado, y diré con
Montaigne: que no se me debe reprochar si les doy publicidad, por-
que lo que á mi rae sirvió, podía servir á otros. En efecto, envista
de Jos hechos que citaré, y de las consecuencias que deduciré, cada
cual podrá formular el parecer que mas le plazca; tal vez no con-
venceré, por que hombres hay, que por ignorancia ó por preocupa-
ción, niegan lo mas evidente, pero estos no podrán rechazar los he-
chos ó pruebas que espondré. El hombre está espuesto á errar, pero
es locura perseverar en el error, cuando se demuestra su existencia.
Desde luego no se me oculta, que este juicio será censurado y aun
atribuido á inclinaciones mezquinas, por gentes que abrigan pasio-
nes innobles, y que desconociendo lo que es el amor á la verdad y
el odio á la superstición y fanatismo de toda clase, no saben apre-
ciar en su justo valor la crítica literaria, independiente, desapasionada
y dirijida á investigar el verdadero mérito, y señalar á cada cual la
parte que le ha correspondido en el perfeccionamiento y adelanta-
miento de las letras. Para tales gentes, es un crimen de lesa majes-
tad, el formular la menor duda sobre la grandeza de los ídolos á que
ciegamente prestan un culto, que no siempre es verdadero, y si con
frecuencia interesado y fingido. De mi puedo asegurar, que como nunca
he adulado al poder, por consiguiente, jamas he sacrificado á las creen-
cias agenas, cuando las he considerado desacertadas ó las he visto
fallas de pruebas. Mis convicciones son mas fuertes que todas las con-
sideraciones humanas. Asi es, que cuando anuncio mi parecer arre-
2
glado á la verdad y á la conciencia, no me asuslan las rcprol)acio-
nes de la airada multitud de los sabios de á legua.
Con este motivo recordaré, que al presentar en 18B5 mi juicio
sobre Hipócrates, fué recibido por algunos con denuestos y sarcas-
mos, y no combatido con razones, olvidando que hombres de gran
valía lo emitieran antes igual; pero la erudición de aquellos no lle-
gaba á tanto, porque ni aun conocían á fondo al que tan ciego ho-
menage prestaban; y á los que me precedieron, y no á mi, debie-
ron dirigir sus invectivas, no; pero si escritos razonados para com-
batirlos. A estos tales, se les puede aplicar en parte lo de la fábu-
la XY. Libro 111. Tomo II de Samaniego:
¿Asi juzgan ustedes?
¡O preocupación y cuanto puedes!
En efecto, poco después, el ilustre Sr. D. Pedro Mata, una de
las resplandecientes glorias médico-literarias de Espada, cuya fama
salvando las altas cumbres del Pirineo, ha resonado hasta en estra-
úas tierras, profesó las mismas opiniones en un notable escrito sobre
Hipócrates, enunciadas con mas bellas palabras y probadas con mas
enérgicas y convincentes razones. Semejante conformidad, fué para mi
una completa defensa y la mas satisfactoria aprobación á que pu-
diera aspirar; y era á la par la única respuesta que debia ofrecer y
ofrezco á los que se manifestaron hostiles á mi modo de pensar. Y
no dejaba de ser estraño, que los que así pensaban, los que así me
censuraban, enmudeciesen tan completamente ante las manifestaciones
del Sr. Mata; pues debían recordar que cuando asiste la razón, no
deben intimidar los contrarios por poderosos que sean. Los libres pen-
sadores, siempre encontrarán en la imprenta una égida protectora.
Ante la ciencia hay completa igualdad. Yerdad es, que al lado del
aventajado profesor de Madrid, tamaños contrarios son en estremo
menguados y raquíticos, para manejar armas que puedan haberle mella
coo sus arteros tiros. Su fundada reputación es invulnerable á tan
flacos golpes. jOjála! pudiera yo decir otro tanto de la mia, y riérarae
por completo de los que no estén á mi lado en esta cuestión. En-
tonces dijera como un poeta: «La luna, por mas que los perros la-
dren, Qo interrumpe su curso.»
I.

CONSIDERACIOIS GENERALES
SOBRE LOS ESCRITOS LULIANOS.

Conccdcdmc Dios niio, oqucilas palabras que


penulron en el corazón y cautivan la inteligen-
cia; y no las que alagan al oiüo y hacen elo-
giar los discursos.
BOSSIIBT.

» ^ i no se permitiese el libre examen en materia científica,


sino existiese la razonada libertad del pensamiento, muy le-
jos estuviera yo de llamar la atención de mis lectores para
ofrecerles las reflexiones y juicios, que sobre ciertos escritos
del memorable Beato Raimundo Lulio, he llegado á reunir
en este incompleto trabajo. Afortunadamente para las cien-
cias, desde que varios filósofos apelaron á la razón, y la pro-
clamaron soberana del mundo intelectual, cesó el terrible y
despótico mandato del Magister dixit, y se le sustituyó el
razonable y majestuoso lema de Magister probabit, única au-
toridad en ciencias á quien todos debemos acatar con gene-
roso agradecimiento, porque hubo un tiempo, en que cuando
no bastaba el silogismo, sé apelaba al fuego considerándolo
2
como última razón de la ciencia, así como el cañón era la
úUima razón de los reyes en política y despotismo. Si, liubo
un tiempo en que el ignorante y atrasado obscurantismo,
parapetado en las aulas de las intolerantes Universidades,
fulminaba rayos de censura contra los que teniendo razón y
pensamiento propio, defendían las verdades científicas y la
libertad de,pensar; bastando tan solo el leer ciertos clásicos
latinos, para ser espulsados de sus recintos é incurrir en ma-
yores anatemas. Ya desaparecieron para no repetirse, aque-
llas escenas repvignantes, aquellas ejecuciones horribles y san-
grientas, en las que perecían mártires de la ciencias los ado-
radores de la verdad; ya no se condena á los traductores de
Platón, ni perecen bajo el intolerante cuchillo, los impugna-
dores de las doctrinas aristotélicas, consideradas tan sagra-
das como las de Jesucristo. Ya las puertas inquisitoriales
no se abren para encerrar en sus lóbregas mazmorras á los
que niegan ciertos hechos científicos, ó los demuestran de dis-
tinta manera que el atrasado fanatismo. Ya los hombres afi-
cionados á la investigación de los actos y de las leyes de la
naturaleza, pueden dedicarse tranquilamente á sus tareas, sin
temor de que se les obligue á retractar Ins verdades descu-
biertas, como al infortunado Galileo, ó se les aprisione por
largos años, como al fraile Gotschaik de Gante, por tener
opinión propia y negar la fuerza del argumento k posteriori,
tan admitida por Sto. Tomas, ó como al religioso Rogerio
Bacon por sus conocimientos físicos basados en la observa-
ción y esperimentos. No en valde decia este último al de-
volver su alma al Criador, con apagada voz; que se arre-
pentía de las penas y fatigas que habia padecido en prove-
cho de la ciencia. Ya por fin, cada cual es libre de pensar
según su razón, por que si bien hay cierta censura, apenas
se la escucha y es tolerante con las ciencias, no estando lejano
el dia en que el pensamiento podrá esponer libremente sus
manifestaciones, sin temor de que acarree perjuicios á la so-
ciedad; pues siendo general el libre examen, cada cual adop-
tará ó rechazará las creencias agenas, porque no debe olvi-
— 3 —
fiarse, que si las autoridatlcs .sobrepujasen h la razón y á la
verdad, nunca se hubiera dado un paso en provecho de la
ciencia. La espresion del pensamiento no puede prohibirse;
la prohibición advierte la atención y estimula el deseo, dan-
do á veces importancia á lo que solo merecia desprecio. Mu-
chos suponen que la intolerancia es efecto de la ignoran-
cia, mas no sienjpre es asi; porque si es verdad que los i{r-
norantes son fanáticos, también es cierto que la intolerancia
nace con frecuencia del temor de que la ciencia contradiga
los dogmas religiosos, cuando no se avienen con ella. No
siempre se vé con gusto que Galileo impidiese á Josué de-
tener el supuesto curso del sol, ni que otros sabios natura-
listas den por imposible el contenido de varios libros. Y si
racionalmente no se puede impedir el curso de la ciencia, si
no es dado emplear armas terribles para combatirla; se apela
á la proscripción, sin recordar que el progreso existe en la
naturaleza, y las fuerzas humanas no lo pueden detener. Las
hogueras y el cuchillo acabarán la parte material, matan-
do al hombre; pero la espiritual, esto es la verdad, la cien-
cia; renacerá de las cenizas como el fénix, ó brotará de la
sangre como las cabezas de la Hidra.
La edad media, ese periodo transcurrido entre la sabidu-
ría de los antiguos y el progreso de los modernos, tan in-
justamente apreciada por los que no la han estudiado con
detención, pues han llegado á decir que hasta el pensamiento
habia desaparecido en aquella época; si bien es verdad que
principió por la pérdida de los antiguos conocimientos, no
lo es menos, que terminó por una brillante reaparición ó re-
nacimiento y produciendo como es consiguiente, Jiombres
eminentemente pensadores. En efecto, tras de la destrnccion
de las letras, artes y ciencias, debida al ignorante desprecio
de los bárbaros, vino la mal entendida intolerancia de los
primeros cristianos, para quienes no habia mas ciencia que
la de Dios. ¿Que son esos hombres que tu alabas, decia San
Gregorio Nazianceno á Juliano, tales como Homero, Aristó-
teles, Platón, Sócrates, comparados á nuestros mongos po-
— 4 —
bres, errantes, sin sangre y sin carne, por decir asi y bajo
de este punto de vista parientes de Dios?—No estrañarenios
pues, que las Decretales castigasen á los sacerdotes que leian
física, y les prohibiese la lectura de Virgilio &c., y que es-
tos mismos hombres que impedian hasta el estudio de las le-
yes, dijesen que la aritmética y matemáticas no eran cien-
cias de piedad.
Cobijadas las débiles luces de la ciencias en el silencioso
retiro del claustro, no era posible que los hombres que se
condenaban al encierro, secuestrándose de la humanidad pa-
ra dedicarse á una vida contemplativa y mística, pudiesen
hacerlas arder con refulgente brillo para escudriñar la n a -
turaleza y sus fenómenos. Cuando los conocimientos anti-
guos reaparecieron, cuando se propagaron y distribuyeron
entre personas de otras clases de la sociedad, menos aderi-
das al misticismo y hastiadas de las estériles averiguaciones
ascéticas y especulativas, supeditadas por concepciones, ideas,
ensueños y fantasmas ontológicos, tras las cuales corría la
razón estraviada ó dominada por una exaltación estraordina-
ria del corazón, sin poderlas alcanzar; pues no pertenecían
al mundo de las realidades; entonces principió el período cien-
tífico que engendró al renacimiento, en el que se desarro-
llaron los trabajos lentos, constantes y continuados durante
doce siglos, para- conservar y propagar las reliquias de los
antiguos. Entonces se dispertó la humanidad, cual de un pro-
fundo letargo, y se levantaron hombres que pensaron cop es-
tension y profundidad, y trabajaron incesantemente en el ade-
lantamiento de las artes, ciencias y letras, preparando el
camino 4 los modernos. Tal vez la aplaudida originalidad de
varios de ellos se encuentra en las olvidadas páginas que
aquellos escribieron, en las que con frecuencia aparecen con-
fundidos y mezclados los mayores absurdos, con las mas bri-
llantes gérmenes de los grandes principios de las modernas
ciencias. Algunos de estos ingenios, habrán podido formular
errados conceptos, pero no por eso se les debe despojar del
título de hombres que pensaron con estension y profundidad;
— 5 —
como son Roscelyn, Abelardo, Sto. Tomas, San Bernardo,
San Alberto, Duns-Scott, R. Bacon, Juan Escoto, Erígenes,
Lanfranc, Ochara, Buridan, &c. y otros tantos, que bastaran
por si solos para inmortalizar aquel obscuro período.
El infatigable Lulio, ese hombre que llenó la Europa con
sus libros, que asombró ix los sabios de su tiempo con sus
doctrinas, que conmovió á los reyes, pontífices y prelados
con sus fervientes exortaciones, para suscitar guerra sin tre-
gua á los sectarios del Koran, y estender la religión del Sal-
vador, y que hizo llorar al mundo cristiano con su marti-
rio, en el que ofreció su vida en holocausto de sus creen-
cias; pertenece k esa edad media que se acaba de mencionar.
Y si sus escritos merecen alguna consideración, la deben á
los esfuerzos del pensamiento, porque este solo presidió á la
redacción de sus infinitos trabajos filosóficos. Si, no hay que
dudarlo, el pensamiento fué el podoroso motor que dio im-
pulso á sus producciones. Es verxiad que se estravió, que se
estralimitó; pero la inteligencia no tiene límites, y & veces
llega mas allá de los confines de la razón, cuando la empuja
una viva y fecunda imaginación; porque si esta se lanza de
lo real á lo prodigioso, acoge sus ensueños fantásticos por
hechos reales, cubriéndolos de un tinte sobrenatural, estra-
ño, visionario, mayormente cuando se fijan las miradas en
el mundo interior y sus maravillas. Así sucedió con Lulio,
espíritu ardiente, fecundo, animado por una poderosa ima-
ginación, que obcecado por la idea de encontrar la verdad
y fundar la cultura universal, les sacrificó toda otra consi-
deración.
Los cielos proclaman la grandeza del Omnipotente, y los
escritos prueban la grandeza de sus autores. A las obras pues,
de Lulio debemos referirnos para fundar su gloria y conce-
derle el puesto que le corresponde ocupar entre ios hombres
que gozan de justa celebridad. ¿Pero son bien conocidas sus
obras?; los que le proclaman aun hoy dia, doctor iluminado,
hombre universal, ingenio preclaro, inteligencia estraordina-
ria, y le decretan otros títulos á cual mas enfático y pom-
— 6 —
poso, hau profundizado sus escritos, que digo profundizado,
los lian ojeado tan solo? Seguramente que son contados los
que han tomado este trabajo, pues los mas se limitan á re-
producir los elogios, sin examinar en que se fundan. Con Lu-
lio sucede como con Aristóteles, Platón, Hipócrates, Bacon &c.
y otras celebridades de los pasados siglos. Sus nombres cor-
ren de boca en boca, se les cita á cada paso, repitiendo tal
ó cual pensamiento de los mas manoseados, sin que nadie
se cuide de confrontar su exactitud ó profundizar el sentido,
convirtiéndose en unos ecos repetidores; porque los que así
obran, se estremecen al pensar que han de leer las inume-
rables páginas de sus enormes y vetustos in-folios; cuadran^
doles por completo, lo que dice el agudísimo Cervantes, en
el prólogo de la primera parte del Ingenioso Hidalgo.
El siglo X i n , siglo inolvidable para la casa de Aragón,
porque recuerda la conquista de esta fértil y florida isla, lo
es mas aun, por el nacimiento de un hombre que ha exce-
dido en merecida celebridad, á cuantos vieron lucir en ella
el primer sol de su vida. De un honibre, que conforme he
dicho, fué la admiración de sus contemporáneos, por la ar-
diente caridad y fé cristiana que abrasaba á su corazón, y
entusiasmados proyectos que concebía para la estension y do-
minio de la ley del Eedentor, á cuyo fin, repitió sus pere-
grinaciones y multiplicó sus escritos. Fueron estos tan nu-
merosos, que abrazaron casi todos los conocimientos huma-
nos, y anunciaron pensamientos que por su originalidad sor-
prendieron y entusiasmaron á muchos sabios de la época.
Alabáronle unos, suponiéndole inspirado por la divinidad, y
despreciáronle otros, creyéndole instigado por el demonio.
jTan estremados y diversos son los juicios humanos, y tan
distinto el modo de contemplar las cosas! Mas no se crea que
sean exageradas algunas do estas calificaciones, porque
se han denunciado varios de sus escritos como heréticos y
condenados por un pontífice, según una bula que sus parti-
darios rechazan como falsa y apócrifa. Tal fué Lulio.
El mismo Lulio en su libro del Desconsuelo dice; que no
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querían leer sus escritos, ó que lo hacian aprisa y sin me-
ditarlos, como el g'ato cuando camina sobre las ascuas; así
como predecía que tendria muchos contrarios.—En el Árbol
de las ciencias, escribe que le tenian por fatuo, y esta opi-
nión de considerarle como desjuiciado, la repite en varios li-
bros. Igualmente anadia, que no le apreciaban ni entendían,
lo que le movía el llanto y sumerg-ia en mortal tristeza.—•
Lamentábase finalmente, del temor que le asaltaba al pensar
que después de su muerte, se perdería su Arte dado por Dios;
Arte que nadie sabia bien y que no podía obligar á que lo
aprendiesen. ¿Y si de esta manera obraban sus contempo-
ráneos; estrañaremos que en épocas posteriores se hayan for-
mulado dictámenes desfavorables á sus doctrinas?
Los que por iluminado le consideraban y consideran aun,
uo van fuera de razón, si se recuerdan las repetidas ocasio-
nes en que el mismo aseguraba la inspiración y origen de
BUS libros; ya diciendo que aunque miserable pecador, su Arte
es de Dios, á cuya manifestación está trabajado.'—Que an-
tes tiene origen de las divinas fuentes que de las humanas.
—Que está hecho con la gracia é infusión del Espíritu San-
to.—Que lo debe á la divina gracia.'—Que el mismo Cruci-
ficado se le había aparecido &c.-—Y por último, se condolía
diciendo: que á pesar de haberle Dios enviado el Arte ge-
neral, no podía promover cual deseaba el negocio público,
esto es, el ensanche de la Cristiandad. Estraüa coiuciáencia,
porque sí Dios se lo dicta en bien de su religión, ¿porqué se
rechazaba y no se entendía?, porqué no conmovía?, porqué
no se adoptaba? Por ventura no se entendía porque no tenían
la inteligencia del autor, como pretenden sus admiradores?
De un modo parecido razonaban unos frenólogos ingleses, que
al ver el retrato de un distinguido anatómico, que aseguraba
que en el cerebro de los animales, no se encontraba la me*
ñor determinación ni fundamento de la doctrina de Gall, di-
jeron que tenía un vicio congénito que le impedia creer en
la frenología. Broussais se esplicaba de la misma suerte cuan-
do decía, que sus contraríos no estaban organizados freno-
3
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lógicamente p<ara entenderle y adoptar sus doctrinas. En una
palabra, que la falta de buena frente no permitía compren-
derle, y que sus contrarios padecían un desarreglo cerebral.
Y él,que no supo comprender á Platón, y ocultó á veces la ver-
dad, aseguraba que los filósofos líoger, Maine, Damiron &c ,
padecían una afección crónica del cerebro porque no aproba-
ban su doctrina. Asi han dicho igualmente de los que no
comprenden la obscuya metafísica de Aristóteles, sin recor-
díir que es una razón muy trivial, pues en este asunto pienso
como Wilm, diciendo: que toda filosofía que no es inteligi-
ble A todas las naciones civilizadas, y no se espresa conve-
nientemente en todos los idiomas, no puede ser verdadera ni
universal. Es indudable que hay ciertos principios que ni los
palpan las manos, ni los aperciben los ojos, y con todo son
tan probables, son tan evidentes, que la reflexión los admite
como artículos de fé; lo que no sucede con la mayoría de las
doctrinas lulianas, pues á pesar de la inspiración, quedaron
tan obscuras y tan fuera de los sentidos y de la reflexión,
que la mayoría de las gentes no las comprendieron y recha-
zaron desatendiendo por completo á la Divinidad. Afortuna-
damente, la grandeza de Dios, menosprecia las miserahles pe-
queneces y estravíos de la humanidad, que en su desmedido
orgullo, se considera frecuentemente iluminada por la eterna
y divina luz de su sabiduría.
Hombres de gran valer y de acrisolada fé, han negado
la iluminación divina atribuida ú. los escritos de Lulio, creí-
da de algunos, solo porque él lo asegura; y de otros por la
multitud de sus libros y pretendida sublimidad que contie-
nen sus materias, pues así solo, dicen, se puede concebir que
xin hombre iletrado como se titulaba aquel ejemplar varón,
llegase á tan alto grado de sabiduría. Si se fratase de una
cuestión de fé, de seguro prescindiera de ella; pero como no
lo es por una parte, y por otra, la han puesto en tela de
juicio hombres eminentemente religiosos, me asiste el dere-
cho de tocarla de nuevo aunque sea de paso. No diré como
otros, que el demonio le dictase sus escritos, porque este no
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se mete eu filosofías; pero si creo, que si la divinidad le hu-
biese inspirado, no le dictara un Arte tan obscuro, tan rcetafí-
sico, tan desatendido, que necesitó diversos libros consecutivos
para aclararlo, y en los que dominan las antiguas doctrinas
filosóficas, lo mismo que en otros muchos escritos. Si la divi-
nidad inspirase á un mortal obras de esta naturaleza, le dic-
tara verdades que no pudieran rechazarse; le anticipara los
grandes y posteriores descubrimientos que honran á la hu-
manidad, empleara un lenguage claro, sencillo, comprensi-
ble, y no le hiciera escribir tantas nimiedades y tan mons-
truosos errores como campean en sus obras, y que en g e -
neral son peculiares al atraso de aquel siglo. La divinidad
por fin, no inspira nociones vulgares, no inspira las doctri-
nas del paganismo tan conocidas en su tiempo; inspira, si,
conocimientos nuevos, portentosos, imperecederos y propios
de su bondad, de su grandeza, de su eterna sabiduría. En
parte no se le ocultaba esto á Lulio; pues en su libro del
Desconsuelo, pone en boca del hermitaño su interlocutor las
siguientes palabras: «Si tu Arte es de Dios, no debes temer
que se pierda después de tu muerte, porque cuanto Dios
da, viene á cumplido fin.» El Arte no se perdió, existe se-
pultado en las bibliotecas, como momia de los pasados tiem-
pos, despreciada por la generalidad, y EOIO contemplada como
una rara curiosidad por determinadas personas. Andando el
tiempo se olvidará sin quedar mea^.oria alguna.
Lulio, por un exceso de modestia pudo llamarse iletrado;
pudo creerse ignorante en su humildad; esto es, no consi-
derarse sabio y atribuir sus conocimientos á Dios; pero Lu-
lio e.5tudió en su juventud, y las nociones que entonces ad-
quiriera, cultivadas en su encierro de Randa,' y aumentadas
en sus viages y tratos con los sabios, que con este motivo
comunicó, llegaron á constituirle otro de los sabios de su
tiempo, como lo demuestra su erudición. ¿No asistió á las
lecciones de Duns-Spott? No conferenció con Arnaldo de Villa-
nueva? No permaneció en Taris algún tiempo, en cuya Uni.
versidad la mus célebre de Europa, resonaban las elocuentes
— 10 —
y profundas voces de las lumbreras de la filosofía? No tra-
dujo la lógica de Algazel? No combatió las doctrinas de Avér-
roes? No imitó y corregió á Pedro el Lombardo? No copió
y modificó las doctrinas de Empedocles, Platón, Aristóte-
les &c.? No habló por fin, de otros filósofos y escritores?
Nadie podrá negar estos hechos, y fundado en ellos, se pue-
de asegurar que no fué iletrado, y si por el contrario, que
estudió con aprovechamiento.
Si los libros de Lulio emanasen de Dios; ¿que mérito fue-
ra el suyo?, el de un simple copista. Y entonces desapare-
ciera para nosotros su grandeza, porque se rebajara al nivel
de un autómata, Lulio, iluminado y careciendo de luz pro.
pía, es un hombre obscuro entre los sabios; Lulio, trabajando
con afán, discurriendo y combinando sus reflexiones, es un
hombre singular, honra de su siglo, y digno de ser admi-
rado y contemplado en el actual, como prueba del poder de
la imaginación y de Ja voluntad. Su mérito brilla mas es-
plendoroso, si se le despoja de la pretendida iluminación, co-
mo hijo de sus obras, de su afanoso deseo de saber y acre-
centar la ciencia, y estender la verdad; porque de otro modo
no fuera mas que un eco de inspiración, y una repetición que
no debe llamar la atención, asi como no la llama el impresor
y el copista que publican los pensamientos ágenos. Repito
pues, que para merecer Lulio la admiración de los hombres
pensadores, debe quedar despojado de la inspiración divina
y reducirse á la condición de simple mortal. Considerado de
esta suerte, es un hombre eminente, casi universal, enciclo-
pédico, innovador, y que alcanzó la sabiduría después de su
conversión, con el estudio, viages y trato de los hpmbíés dis-
tinguidos de BU siglo, con quienes por este medio platicó,
asi árabes, como cristianos y judies.
Muratori ademas de calificarle de soñador, le llamó fa-
nático. Hasta cierto punto, esta última calificación es algo
exagerada, conviniéndole mas la de entusiasta; porque como
hombre que era de paz, le faltaban los verdaderos caracteres
del fanatismo. Su fervor religioso era estremado pero pací-
— 11 —
fico, clamaba por la exaltación de la fé católica y se esfor-
zaba en catequizar, pero nunca empleó la fuerza, y si la
convicción científica y la suave persu ación de la tolerante
mansedumbre. El verdadero fanatismo, ;es una degeneración
de los sentimientos nobles, bijo de un juicio falso, de un zelo
exagerado y de una loca superstición, que lleva á la mas cruel
intolerancia. Calidades del todo contrarias á las que poseía
Raimundo como sabio y como cristiano.
La exageración que nace de la ignorancia y de la admi-
ración, hizo poner en boca del Padre Cristóbal Suarez de Fí-
gueroa, el tan manoseado dicho: Qne tres sabios tuvo el
mundo, Adán, Saloman y Raimundo. La sabiduría de Adán
debe considerarse en un sentido bíblico, simbólico, figurado;
y científicamente hablando, se sabe hasta donde pudo llegar.
La de Salomón fué grande según la biblia, y en esta se en-
contrarán las pruebas. En cuanto á la de Lulio, si bien la
considero como estremadamente exagerada; esta calificación
debe escusarse como hija del entusiasmo religioso, y tan solo
aceptarse con el valor hiperbólico que le dio su autor, al
sentar tan enfática y terminante conclusión, y con lo que de-
mostró que desconocía por completo la historia de las cien-
cías; pues prescindiendo de varios hombres de gran saber,
que honraban á la humanidad en la edad media y antigua,
se puede mencionar como superior á Lulío, al inmortal Aris-
tóteles, que es uno de los mayores ingenios que han produ-
cido los tiempos antiguos y modernos, según lo patentizan
los escritos que trabajaron sus adiestradas manos.
Es indudable que la naturaleza ha concedido á los ver-
daderos sabios una organización privilegiada, que les per-
mite estudiar con sagacidad, buscar y encontrar, cuando no
arrancar, interpretar y adivinar los secretos que en su seno
encierra, formulando sus leyes, y llegando mas allá "que el
común de los hombres. Cuando este noble y envidiable ga-
lardón llega á tan alto grado, acalla todas las pasiones, so-
foca todos los deseos, y entonces aparece un Platón, un Aris-
tóteles, un Lineo, un Buffon, unCuvier &c. En todos los siglos
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y países, aunque escasos en número, se pueden contemplar
semejantes y sublimes ejemplos de hombres que han ensan-
chado los límites del saber, poseyendo todos ó los mas de los
conocimientos, modificando unos y ensanchando otros, cuan-
do no creándolos nuevos. Efectivamente, la naturaleza ha
sido muy limitada en la producción de tan señalados inge-
nios, de esas verdaderas celebridades que han fundado su alto
renombre en trabajos interesantes é imperecedores, pues solo
abundan las medianías, solo pululan las nulidades. Y mas
de una supuesta grandiosidad, creada por la ignorante ad-
miración de estúpidos adoradores, ha desaparecido al con-
templarla de cerca la verdadera inteligencia. La auréola lu-
minosa de fosforescente gloria, que en la obscuridad circunda
á muchas pretendidas eminencias, que por desgracia son del
todo planas, se desvanece, al mas ligero soplo del examen
crítico'hecho á la clara luz de la despreocupada razón.-La
estatua que le levantara la estraviada admiración, como asen-
tada sobre movible y frágil pedestal, cae desecha al empuje
de la observación; y la celebridad que un año y otro año fue
acumulando sobre su cabeza, desaparece á la mas ligera in-
vestigación,
Homero, Sócrates, Platón, Aristóteles, Sófocles, Plinio,
Alberto el magno, Cuvier, Linneo, Bufón, Cervantes, y otros
muchos, siempre serán eternos. La luz de su fama brillará
mientras giren por el espacio las esferas que- alumbran á
nuestro globo. Como el genio nunca muere y su patria es
el mundo entero, pertecen á todas las épocas y países como
honra de la humanidad; pues el Divino Hacedor, ese único
soberano á quien adoran todas las criaturas, al repartir la
suprema inteligencia á sus hijos predilectos, ni atendió al
pais que les vio nacer, ni á las creencias que profesaban. No
sucede así con aquellos á quienes aclamó una injusta fama,
cubriéndolos de inmerecida celebridad, pues al hundirse en
el abismo del olvido, perdieron el derecho á U inmortalidad,
quedándoles el consuelo de aumentar las listas históricas de
los que nada hicieron en favor del adelantamiento de los co-
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nocimientos humanos; y gracias, si por ventura no contri-
buyeron á su retardo.
Es preciso recordar, que las ciencias caminan progre-
sando, al paso que los hombres suelen llegar á un término
en que paran su carrera estacion4ndose, cuando no la de-
sandan para retrogadar; y el que no sigue el movimiento
impulsivo, esa ley inmutable de la naturaleza, el que no con-
tribuye á su empuje, queda descarrilado y olvidado para
siempre. El genio crea, el vulgo autoriza y consagra; el
vulgo, el espíritu de partido, la ignorancia de la época, la
mezquina envidia, podrán desfigurar la verdadera belleza y
ensalzar la fealdad; pero.este triunfo será pasagero, porque
lo falso cae y el juicio universal condenará lo malo mas ó
menos pronto; pues su poder sobrepuja á las calificaciones
engendradas por un espíritu depravado. La victoria demos-
trará que la verdadera belleza ni se marchita ni caduca, y
qoe solo las obras maestras son imperecederas, merced á cier-
ta cosa inmutable que las caracteriza, y las preserva de las
revoluciones y estravios del pensamiento. Para el que se deja
alucinar por juicios ágenos, no hay absurdo monstruoso que
no lo convierta en principio evidente, en verdad innegable;
asi como no hay verdad grande y fecunda que no llegue á
rechazarla como culpable y peligroso error. Las opiniones se
estravian, y las de los mayores ingenios, no pueden inva-
lidar las mas razonables consecuencias. Ni debe apellidarse
presuntuoso al que razonando bien, no camina de acuerdo
con lo que otros asentaron, aunque vaya revestido de los ca-
racteres de la evidencia y certeza; que las consecuencias ra-
zonables no se debilitan por el contrario dictamen de los te-
nidos por grandes. ¡Cuantos errores sostenidos durante largos
siglos por sabios eminentes, se han desvanecido con la sola
demoscion de un hombre apenas conocido!
El espíritu humano siempre debe buscar la verdad y de-
sechar las ingeniosas y fantásticas teorías, que por largo
tiempo le han ocupado, asi como las ridiculas consejas con
que le entretenían en su prolongada infancia. Bórrense para
_ 14 —
siempre del albura del saber, los emblemas y símbolos que
admitia por realidades, cuando supeditado por la autoridad
magistral, los aceptaba atónito, sin que le viniera á las
mientes el deseo de inveítigar y corrjprender las numerosas
maravillas que con tanta grandeza y profusión, desplegaba ¿
sus deslumbrados ojos el espectáculo del universo; porque ya
desapareció el tiempo en que debíamos prosternarnos ante la
autoridad de los antiguos. Esa inocencia, esa credulidad no
debe sonrojarnos, porque distamos mucho de baber llegado
aun á la mayor edad de la razón; y sino recordemos que
ayer todavía se perseguía á los libres pensadores, y que al
venerable Galileo,. se le amenazaba severamente porque con-
tradecía las doctrinas antiguas sobre el movimiento de los as»-
tros. Y gentes se encuentran hoy, que si aparentan creerlo
por el bien parecer, se ríen en secreto de todo adelanto des-
preciando las leyes de la atraccionj condenando las verdades
físicas y químicas, y rechazando los datos geológicos escri-
tos en documentos auténticos é irrecusables. Y sin embargo,
se postran ante los oráculos de viejas y asquerosas sibilas,
acatándolas como profetisas del Altísimo á quien ofenden; ó
contemplan estáticos las repugnantes y fraudalosas farsas de
magnetizadores, espiritistas y demás embaucadores, que pro-
fusamente esplotan la ignorante y estensa credulidad.
La fé, la caridad, la abnegación, la humildad, la infati-
gable constancia de Lulio, fueron tan grandes, tan puras,
tan completas, tan estraordinarias, que unidos estos dotes al
inagotable deseo de saber y hacer saber que le animaron
constantemente, bastaran por si solas para inmortalizar su
nombre. Hay un no se qué, en su vida aventurera, es su
espíritu caballeresco, romántico, entusiasmado por ardientes
pasiones, amagado por terribles decepciones, rayando en su
conjunto en nerviosa exaltación, y pasando á delirantes ma-
nifestaciones, que autoriza á formular encontrados juicios,
cuando se atiende á sus escritos, 4 sus deseos, á sus preten-
siones. Exaltado por la soledad, las mortificaciones, ayunos,
penitencias; embriagado en aquel éxtasis de amor divino, que
— lo r--
lio es dado á todos comprender, se constituyó en un estado
que rayaba en una euagenacion mental, pasagera, limitada
si se quiera, á un solo tema, según lo demuestra el ardo-
reso afán con que pedia al Redentor, ciencia para enaltecerle
en nuestra santa religión, Y ese don creyó haberlo alcan-
zado, y obligado por él, proseguía con fervor su santa em-
presa, repitiendo á cada paso que lo habia obtenido del Al-
tísimo, y que debia ponerlo en práctica, implorando, aunque
en vano, la protección y ayuda de pontífices, pueblos y so-
beranos. Si pedia la sabiduría y creía haberla conseguido, era
porque ansiaba encontrar el medio de convencer y estender
la ciencia, con cuya mira publicaba sus Artes, otorgados á su
entender por el Espíritu Santo. Al referir las inspiraciones
y apariciones del Crucificado, no engañaba; él si acaso era
el engañado, porque arrobado en mística contemplación, creyó
yer y oír á quien invocaba con tanto fervor. ¡Ay sin em-
bargo! que en su interior, mas de una vez debió desconfiar
de sus convicciones, al ver los estériles resultados que pro-
ducían sus esfuerzos, según lo pinta viva y sentidamente en
alguno de sus libros.
Si su inspiración es dudosa, si su sabiduría es problemá-
tica; BU virtud al menos es inegable; porque se afanó en ser
útil á la humaaidad ilustrándola, y estendiendo la fraternal
doctrina del Redentor. El menos ortodoxo, el mas tibio en la
fé, debe tributarle respeto y admiración, aun cuando con su
sangre y con el sacrificio de su vida, no hubiese sellado y
ratificado el pacto de amor y fidelidad prometida á su Se-
ñor, poniendo de manifiesto la verdad de los sentimientos que
le animaban. Este filosofo, caballero, aventurero; este cam-
peón de la Cruz, á quien impulsaba una exaltación mística
exagerada, creyó convertir á los infieles con sus obscuros ar-
gumentos escolástico-metafisico-teológicos, no comprendidos
de los mismos cristianos, y pereció víctima de su entusias-
mado error y de su creída inspiración. Intentó luchar con el
intolerante y cruel fanatismo de los mahometanos, sin recor-
dar que los pueblos no cambian tan fácilmente sus creencias
*
— 16 - -
religiosas, cuando aun no están gastadas por el tiempo.
La candorosa convicción con que esponia sus doctrinas,
el santo fin á que las encaminaba, sus repetidas manifesta-
ciones para confirmar su origen divino, unido todo á su mar-
tirio, y á las milagrosas pruebas con que dicen se líizo pú-
blico, contribuyeron á darle una celebridad que realzó los
quilates de sus doctrinas, las que de este modo pudieron re-
sonar y discutirse entre las naciones cultas, admitiéndolas en
varias escuelas para servir de testo en la enseñanza filosó-
fica. Mas no se crea que su almision fuese pacífica y uni-
versal. Muy al contrario, desde su publicación se censuraron,
recbazaron y calificaron por algunos, de producciones de la
demencia. Las mas de las escuelas nunca las admitieron; y
en otras fué preciso el mandato de reyes y prelados para obte-
ner verdadera recepción. Mas de dos siglos duró su reputa-
ción parcial sostenida por su Santidad; pero á los elogios,
se mezclaban las protestas y censuras, que nunca las deja-
ban enseñorearse tranquila y completamente. Con frecuencia,
sus admiradores se encontraban solos y reducidos y sin eco
que repitiese sus elogios. Si Eaiinundo de Sabunde y Poli-
ciano las adoptaron, si Cornelío Agrippa las comentó en su
dia sin darles valor, si Jordano Bruno intentó rectificarlas,
Kírcher favorecerlas, y defenderlas Leibnitz, de la censura del
canciller inglés; otros como Cardano, las denominaron vana
ostentación de ciencia y pomposa inutilidad; y á este tenor
otras varias censuras incluso la del célebre Feijoó. Todo sin
contar los hombres ilustres que despreciándolas por completo,
jamas las mencionaron. Con razón dice Zevort, que la Sor-
bona demostró su buen gusto, cuando decretó en el siglo XV,
que las doctrinas de los SS. Padres y doctores, eran prefe-
ribles á las de Lulio, y en consecuencia desaparecieron de
aquella (|scuela donde resonaron con universal y entusiasma-
do aplauko las de Abelardo, Roscelyn, S. Alberto, Sto. To-
mas y otras eternas lumbreras de la filosofía y teología.
Mallorca, que siempre ha demostrado un escesivo amor
á todo lo suyo, acogió con entusiasmo al mártir Raimundo,
— 17 —
y al recibirle como Santo, le levanta altares, y al aceptarle
como filósofo le erig-ió cátedras para que se leyesen sus doc-
trinas, en el recinto del Estudio general ó antigua Universi-
dad. Personas devotas del Santo, fundaron rentas para dotar
á los profesores que las ensoñaban, y esta vez fué falso el
axioma de que nadie es profeta en su patria, porque los is-
leños nunca desmintieron en general, su amor patrio al tra-
tarse de este varón. El tiempo, las revueltas políticas, que
aceleran la marcha progresiva del saber, lian dado fin á unas
doctrinas que por tantos años resonaron en la escuela palme-
sana, que se exaltaban en los pulpitos, y se discutían por
las calles, pues su aceptación no fué tan completa y univer-
sal, tan pacífica, especialmente en las teológicas, que no crea,
sen un bando contrario, que á la par que rechazaba algunos
de sus principios, ponia en duda su Santidad, ridiculizaba
sus milagros, y no admitía su filosofía. Y asi como los que
militaban en las filas del seráfico padre, solían ser sus cam-
peones obligados; los hijos del angélico Doctor, los comba-
tían y rechazalan, contando en su apoyo hombres de emi-
nente sabiduría. De aquí las controversias, las acaloradas dis-
putas, que se originaban, y que contribuyeron á dar al au-
tor mas vida de la que tuviera de otro modo, pues el espí-
ritu de partido y la persecución, aumentan los defensores del
perseguido. Conocidos son por fin, los bandos de lulistas y
antí-lulistas, y conocidos los desmanes y serios conflictos ú
que dieron lugar, degenerando en repugnantes escenas repre-
sentadas en esta capital, por ambos partidos, engrosados por
la turba de ignorantes, y fimálicos prosélitos, que cada uno
llevaba en defensa de su bandera, arrastrados, no por la doc-
trina que eran incapaces de comprender, y si- por los inte-
reses mundanales que les ligaban á sus gefes.
Varias doctrinas filosóficas antiguas siguen imperando é
imperarán largo tiempo, porque son la espresion mas apro-
ximada de la verdad; asi es como el silogismo aristotélico
ha podido dominar por tantos años en las escuelas; y si se
destorró de oficio hace pocos días, los mas de los hombres sí-
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g-uen empleándole casi sin conocer sus formas, porque existe
en la naturaleza intelectual; y sino se torciese, seria un bello
modo de demostrar la verdad. Mas no sucede lo mismo con
las doctrinas de Lulio, las que apesar de los esfuerzos y elo-
gios de sus admiradores, solo tomaron cartas de naturaleza
en esta Isla, donde era poco notable el movimiento cientí-
fico, y donde sé perpetuaban rutinariamente, hasta llegar á
carecer casi de prosélitos. Y si en otras escuelas se acogie-
ron, fueron como advenedizas, sin entusiasmo y para espul.
sarlas pronto, cual huésped desagradable. Como nunca tu-
vieron completa y general sanción, han desaparecido sin te-
mor de que vuelvan á inscribirse en programa alguno cien-
tífico. De aquel filósofo, solo queda su nombre, como recuer-
do de la influencia que tuvo BU empeño de fundar una cien-
cia universal. En el dia solo admiraremos al hombre de ca-
ridad, de virtud, de amor, al Santo en una palabra, & quien
es grato venerar, porque no hizo derramar ni lágrimas ni
sangre, tal era su bondad y tolerancia en medio de su exal-
tación, solo limitada á persuadir con la ciencia y la razón-
El tiempo, que es el crítico mas inteligente é imparcial,
desterró por completo los principios lulianos. Cuando se es-
tinguen los odios y rivalidades, cuando desaparece la em-
briaguez del entusiasmo, cuando vuelven á imperar la razón,
y se retiran los actores de la escena, entonces se acallan las
pasiones y parcialidades, triunfando la verdad y dictando fa-
llos justos é inapelables. La verdad puede ser discutida, ne-
gada, perseguida al anunciarse, pero mas ó menos tarde
llega á vencer y entronizarse. Las doctrinas de Lulio, aco-
gidas y profesadas en una época en que se desconocían las
ciencias de observación, y solo dominaba una obscura meta-
física limitada á un juego vicioso de palabras y fórmulas va-
cias de sentido, y' distintas de la verdad, pudieron vivir tra-
bajosamente algún tiempo, apesar del dictamen formulado en
contra por hombres inteligentes, merced al patrocinio que
se les dispensaba; pero como no estaban cimentadas en los
actos de la naturaleza, carecían de relación con la inteligen-
— 19 —
cia y eran artifieialeá, falsas y estrechas, tuvieron que reti-
rarse en el momento en que fueron inaplicables é incotnpa-
tibies con el caudal cieutíficcque se iba adquiriendo por me-
dio de la observación, de la esperiencia y del recto racioci-
nio, apoyados en la escrupulosa veracidad.
Creo que me asiste el derecho de analizar y censurar los
escritos de Lulio, así como él censuró y combatió sus ante-
cesores y contemporáneos. La verdad no debe ocultarse cuan-
do se trata de materias científicas en particular, estas son
primero que las personalidades, y el respeto por los muertos
no ha de ser tan exagerado, que nos obligue á callar Sus
errores. Y es deber-del hombre imparcial, proclamar la ver-
dad antes que todo, y la verdad desnuda y desapasionada»
con entereza, para que sirva de ejemplo á los vivo?, sin con-
templación á la persona, y sin cuidado por las instituciones.
Debe pues disiparse el error, porque tenemos la facultad de dis-
cutir y examinar el inmenso caudal que nos han legado nues-
tros mayores, para reconocer los justos títulos de su adqui-
sición, y pesar con el mas delicado fiel sus resultados antes
de admitirlos como válidos y legales. Un escritor del siglo
pasado decia con sobrada razón: que el hombre está facul-
tado para decir á los antiguos que se equivocaron, del mis-
rao modo que ellos lo dijeron á sus antecesores, y nos lo
echarán mañana en cara nuestros descendientes. La ciencia
es un bien común, es una propiedad, que la humanidad en-
tera puede esplotar á su saber, desde el instante en que la
dejaron sus operarios. La sabiduría debe rechazarse, cuando
no ei de pura ley. Aristóteles y Platón, erraron mas de una
vez,- y otro tanto ha sucedido con antiguos y modernos to-
dos. Es preciso recordar, que hay una ley constante de me-
joras y variaciones, que al regir á las ciencias, las impulsa
de continuo, para llegar al apogeo de su perfección. Y es
igualmente cierto, como escribe Ampére, que los antiguos nos
han legado ricos tesores, en los cuales hombres eminentes de
nuestra época, han encontrado el fundamento de las leyes de
sus grandes descubrimientos. Mas debe tenerse presente, que
— 20 —
aunque su oro sea de buena ley; es tan escaso y se halla
tan ahogado por inmensas y viles escorias, que es arduo la-
bor el rebuscarlo para aprovecharlo. Preciso es para separar
la verdad, pasarla al través de un tupidísimo cribo, elimi-
nándola del montón de esplicaciones ontológicas, ridiculas,
absurdas, falsas, obscuras y fabulosas que la encubren y so-
focan. Tal ha sido la marcha del espirita humano, para lle-
gar trabajosamente á las leyes naturales y generales con que
se esplica lo conocido y lo por conocer en determinados casos.
El infundado respeto y la credulidad que caracterizaba á
nuestros mayores, detenia el progreso de las ciencias, porque
alucinados por monstruosos absurdos, los admitían como prin-
cipios verdaderos é incontrovertibles. Apoyados en la auto-
ridad, rechazaban toda fiscalización, sin recordar que el hom-
bre está facultadp para raciocinar y deducir consecuencias,
que cuando son exactas, anulan las opiniones en contra, por
elevados que sean sus mantenedores si no se apoyan en la
verdad. Y es cierto igualmente, que uno de los mayores con-
trarios de la filosofía y de las ciencias en otro tiempo, era
la superticion y el inmoderado zelo religioso, siendo asi, que
los grandes adelantos no destruyen sus verdaderos princi-
pios. Ya en la antigüedad, varios filósofos fueron acusados
de impiedad, porque trataron de esplicar por las causas na-
turales, los mal llamados fenómenos. En la actualidad, ese
contrario trabaja sordamente apoyado en el vulgo; y gentes
hay aun tan necias, que apellidan ateos é incrédulos, A los
que rechazan la intervención milagrosa en la manifestación
de varios hechos no comunes ó mal estudiados, pero que en
su tanto no disienten de las leyes generales del universo ó
de la materia organizada. Y si esta se mueve desde la crea-
ción por la voluntad de Dios, ¿como será ateo el verdadero
filósofo cuando reconoce á la divinidad por primera y única
causa, y considera como un continuado milagro todo cuanto
observa á su alrededor? Tal vez esto depende en parte, por
un lado, de la suma ignorancia en que se encuentra la in-
mensa mayoría de la sociedad; y por otro, de que para la
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enseñanza filosófica de ciertas clases, se continúan empleando
libros que contienen principios rechazados por falsos, desde
'largos años; porque aun hay gentes que se empeñan en con-
servar la tradición y autoridad de charlatanes sin pruebas.
La mayoría de las aberraciones humanas, decia Francisco
Bacon. depende del estupor, de la incompetencia de nuestros
sentidos y de sus ilusiones; porque todo lo que hiere inme.
diatamente álos sentidos sobrepuja á nuestro espíritu. Y ana-
dia después: «Que el ojo del entendimiento humano está hu-
medecido por las pasiones y la voluntad, de donde se en-
gendran las ciencias arbitrarias y fantásticas, porque mien-
tras mas se afana el homhre para dar certeza á una opinión,
mas la cree; rechaza lo difícil porque se cansa de estudiar;
las opiniones moderadas porque estrechan el circulo de sus
esperanzas; la profundidad de la naturaleza, porque la su-
perstición le prohibe esta clase de averiguaciones; la luz de
la esperiencia por desprecio y orgullo, por temor de que
aparezca entretenido en cosas bajas y perecederas; las para-
dojas porque teme la opinión de la mayoría. Finalmente, á
veces por medios muy imperceptibles, es como las pasiones
modifican la inteligencia, tiñénd^la por decir así y penetran-
do toda sustancia.»
No se estrañará pues, que las pasiones y la mayor parte
de los motivos enunciados, hayan presidido & la redacción
del sistema luliano, y que por la misma causa hayan reso-
nado por tantos años en las cátedras esas ingeniasas pero
fanáticas y pueriles divagaciones del espíritu humano, es-
cuchándolas con entusiasmado fervor, y que demuestran el
influjo y poderío de la costumbre, solo tolerables ínterin no
se permitía discutir sino con vanas palabras; pero que caye-
ron rodando hasta el profundo abismo del olvido, cuando se
pusieron á prueba de la razón, de la esperiencia y del aná-
lisis. Pretenden algunos que donde termina el análisis, prin-
cipia la filosofía que es el punto de partida de la síntesis,
porque suponen que la filosofía es hipotética y por consi-
guiente sintética, así como han de ser analíticas las denaas
— 22 "
ciencias especiaknentc las físicas. Con todo, aunque asi fuese,
participando los escritos lulianos de materins verdaderamente
científicas esplicadas con su sistema filosófico, resultará, siem-
pre, que el verdadero análisis es indispensable para exami-
narlas, conocerlas y juzgarlas.
Mucho contribuye á realzar las obras humanas, el dis-
tinto modo de considerarlas, efecto frecuente de la ignoran-
cia de los admiradores, ya porque no saben analizarlas, ya
porque reciben como novedades, lo que es antiguo y vul-
gar. Hablando Eschino de las hazañas del Magno Alejan-
dro, decia que la posteridad contarla sus proezas como otros
milagros; pero Tito-Livio mas razonable, asentaba que en
el fondo no tenia mas mérito que el haber despreciado un
vano espantajo. Tal es mi modo de pensar. Lo que anos lo
consideran grande, otros lo conceptúan menguado, porque
unos lo miran de lejos, y otros examinándolo de cerca, lo
consideran en su "justas proporciones. El necio, llama oro al
bajo metal cuando está bruñido y luciente, y desprecia aquel
cuando sale de las entrañas de la tierra, porque le faltan es-
tas aparentes calidades; en tanto que el inteligente lo recibe
sin titubear. Y precisa es J^a instrucción para reconocer al
verdadero diamante, cuando está revuelto entre tallados cris-
tales. Nunca juzguemos pues, por apariencias y dichos áge-
nos, y si por la esperiencia, análisis, raciocinios y documen-
tos históricos.
He dicho que Lulio fué universal y enciclopedista; así lo
demuestran en efecto, sus muchos escritos que versan sobre
casi todas las materias entonces conocidas. El número de sus
escritos, llevados por unos á 300 y 400, y por otros hasta
1000, prueban el infatigable celo y el inmenso trabajo que
le ocupó durante su agitada y azarosa vida. Vatios de sus
libros se han estraviado en el discurso del tieiúpo mediado
desde su publicación, hasta que la imprenta pudo reproducir,
los; y es posible que aun de los mismos estampados hayan
desaparecido otros. De aquí resulta la dificultad que hay en
especificar el número de los que son genuinos. De todos mo-
- 23 —
4t>S|.!el.«[Uie queda, ftim eliminando los dudosos, es bastante
,>e0A3ÍdeFable. Sus partidarios no catán acordes en la verda-
dera ipertenenoia,de I09 que 36 le atribuyen; siendo muy crei-
eble quemas de un Ubro que lleva su nombre al frente, sea
obra de sus discípulos é imitadores, que de esta suerte les
í d&Jífttt mas realze, y lucraban considerablemente con su e s -
ípendicion. Suerte común á todos los hombres célebres de loa
i pasados tiempos. Difícil es resolver esta cuestión, pero es
4ier!l»,:que tan luego como el mecanismo de Guttemberg, di-
fuudic^ los conocimientos, se hicieron diversas ediciones de
8;üs'peritos, ya en latin, ya en provenzal ó catalán mas ó
jaeno» anticuado, y que solo Zalzinger en Moguncia. publicó
en d pasado siglo, la mas esmerada y completa edición que
se .conoce de los principales trabajos de este escritor. Diez to-
rnos en folio mayor que los contienen, serán el monumento
mas duradeto que conservará la memoria de aquel eminente
yarOQ, En esta Isla se han publicado aun en el pasado siglo,
varias ediciones latinas y castellanas de determinados libros
lulianos, por el motivo de servir de testo en sus escuelas.
Al considerar estas obras, asombra el trabajo material
que debió invertir el autor en su redacción y escritura. No
hay que dudarlo, fue un infatigable operario, dotado de privi-
legiada memoria, de fecunda imaginación, y animado por el
poderoso y loable deseo de difundir los conocimientos y faci-
litar su adquisición, creyendo que la luz de la verdad con-
.duciria al triunfo del cristianismo. Sensible es que tantos es-
fuerzos, tanta vigilia, tantas combinaciones, hayan sido en-
teramente infructuosas para el progreso científico. Semejante
ingenio en nuestros dias, dirijido por los métodos exactos que
poseemos, hubiera dado mas ventajosos resultados, porque
sabia generalizar y metodizar, y causara mas fundada ad-
SQÍ?acion, que la que ocasionó en una época en la que se di-
fundía escasamente el saber, y se apreciaba en menos que
ahora. Es verdad que el fundó una escuela, pero esta se ha
liilFtitado á respetar los principios del maestro, conservando
viva y ortodoxa la doctrina, sin dar lugar á modifi-ftaciones
6
— 24 -
iiuportantes, sin producir cismas ni herejías, porque se puede
decir, que siempre fué pura y esclusiva. Raro ejemplo de
esta naturaleza, que se puede citar entre las numerosas doc^
trinas que se inscriben en el catálago histórico de las ciencias.
Es en es tremo difícil analizar por completo las obríis de
Lulio, y menos enumerar con exactitud, según se dijo, las que
se le atribuyen; ya, por su estension, ya por el ningún frutp
que se puede reportar de tan íinprob) trabajo, mayormente
cuando no han ejercido influjo alg-uno visible en la marcha
de la inteligencia y de la sociedad, ya en política, ya en
religión, ya en las artes, ya en las ciencias &c. como ha Su-
cedido con Sócrates, Aristóteles, Platón, Pitágoras, Epicuro,
Epitecto, Abelardo, Sto. Tomas, Descartes, Espinosa, Rous-
seau, Voltaire &c. &c. En efecto, mas de uno de estos hom-
bres que pensaron y escribieron; desde el fondo de sus reti-
rados y humildes aposentos, han conmovido á las socieda-
des, causando trastornos sin cuento, cuyo resultado ha sido
á veces, la emancipación del hombre y la restitución de sus
derechos usurpados. Estos motores pasan, es verdad, desa-
percibidos para la atrasada muchedumbre, pero el sabio los
vé y los señala con placer.
Otra dificultad con que se tropieza al juzgar á Lulio,
es la variedad de materias á que consagró su pluma, y la
imposibilidad de encontrarlas reunidas en biblioteca alguna.
Y aun cuando en general sus escritos no espresen el completo
y verdadero estado de la ciencia en su época, seria conve-
niente un juicio analítico, exacto, crítico y razonado, pero
imparcial, para íijar de un modo satisfactorio su verdadero
valor. Hasta ahora solo se han redactado juicios incompletos,
parciales, apasionados é inexactos, como formulados por par-
tidarios zelozos, no siempre provistos de suficiente erudición.
Si recordam<a los pareceres tan encontrados que se han es-
puesto sobre este hombre, no se estrañará que lo hayan cen-
surado Amort, Wading, Gassendi, Muratori, y otros muchos,
llegando varios á calificarle de visionario cuando no de de-
mente. Unos le tratan de iluminado y otros lo suponen he-
— 25 -
réticb. Prescindiendo de la época y circníistancias en que asi
se le calificó, debe decirse que esta última suposición, es al-
tamente injusta y ofensiva para un hombre tan verdadera-
mente santo, lleno siempre de obediencia & la Iglesia y á su
cabeza espiritual, y protestando de continuo, que rechazaba
todo error en que cayese involuntariamente, prometiendo
ciego cumplimiento á su irrecusable fallo.
La celebridad de Lulio en la filosofía, única á. que es
acreedor, se debe, uo á sus pensamientos solamente, sino ai
materialismo de sus combinaciones y aplicaciones, cuyo ob-
jeto era facilitar el estudio de las ciencias y encuentro de la
verdad. Método que según él aseguraba, facilitaba estraor,
dinariamente el conocimiento universal de todas las ciencias.
Esto es, ayudaba á estudiarlas y comprenderlas prontamen-
te, pero no sin estudio como falsamente han asentado los que
no conocen á fondo sus libros. En las ciencias del pensamien-
to, es donde se ostenta el genio de Lulio; en ellas existe la
originalidad que le atrajo tanto renombre, pero del que solo
queda ya un eco débil, lejano, confuso, que se va estinguiea-
do, y llegan^ pronto á quedar completamente apagado.
Grande y sublime es el pensamiento de encontrar la ver.
dad, es el pensamiento que viene agitando á los sabios des-
de los primeros filósofos de Grecia; porque la verdad es la
luz del alma, del entendimiento, de Dios. Es una luz que
hiere con brillante resplandor. Parece imposible que al hom-
bre, ese ser dotado de razón, con brillantes facultades para
llegar al estremo de la perfección, no se le haya concedido
el doo de la verdad, dejándole al nivel del bruto, abando-
nado á la incertidurabre y al error; menos aun que los demás
seres, pues, estos al menos se gobiernan por el instinto, que
es como una verdad propia. El hombre debe poseerla desde
que entró en el mundo; y admitida su existencia, la dificul-
tad consiste en encontrarla y demostrarla. CoQ ella sucede
como con la inmortalidad del alma, como con la esencia de
Dit». Cada cosa de estas existe en si misma, en su propia
esencia, pero á pesar de los treinta siglos que se han em-
- 26 -
pleado para Comprobarlo intelectualmente, stolo se ha llega*-
flo á la duda. Solo al alma toca hablar del alma» dice opor-''
tunamente un escritor, y de sus verdaderas facultades que;
por todas partes tocan en Dios que es la verdad.
En las ciencias físicas y exactas, es donde mejoE se eifc*.;
cuentlra la verdad, porque si se trata de matemáticas se de*,
muestra, y si de física ó química se demuestra: y prueba;*)yi
si de otras materias se deduce por analogía. En algunas se
enuncian simplemente razones y pareceres, que cada cual es
libre de admitir. Solo el fanatismo pretende encontrarla dcm-
de mejor le conviene, ó donde la busca su estraviada fanta-
sía. Mientras mas sabemos, mas medios poseemos de aprea^t
der y buscar la verdad. Nuestras esperanzas, nuratras aspi-
raciones llegan hasta el dominio del infinito, y feliz el hom-
bre si fuese capaz de perfeccionarse y dar con el medio po-
sitivo de encontrarla; porque seria el beneficio mas inmenso
que legara á la posteridad. Desgraciamente, cuando se en-
cuentra, la rechaza la inmensa mayoría de la sociedad, ya
por oponerse á sus intereses materiales, ya por las dificul-
tades que esperimenta al conocerla, siempre que no halaga
sus tendencias, sus deseos, sus creencias. La verdad por fin,
como dice un moralista, es semejante k un pais desconocido,
cuyo mejor camino no se conoce hasta que se han probado
los demás. Afortunadamente, la verdad física, repito, que
existe, aunque no sea fácil dar con ella, y verdades hay de
esta clase que todas las fuerzas humanas no pueden ni ocul*- •
tar ni obscurecer. Hablando de ellas Laplace, dice, que el
método mas seguro de investigarlas consiste en elevarse por
la inducción, de los fenómenos á las leyes, y desde las leyes
á las fuerzas. La verdad por fin, está rebosando en la natu-
raleza. jFeliz el que sepa encontrarla!
Mas como podremos orientarnos en el intriúcado dédalo
de tan opuestos pareceres? como hallar la verdad? como juz-
gar sobre los diversos fallos fulminados contra Lulio ? Nada
mas fácil, si apelamos á la atención y á sus consecuencias,
la comparación y la deducción, nobles facultades que permi-
. — 27 —
tea-al hambre G&tejar las cosas entre si, para obtener las di-
feccaeias que la» separan ó las semejanzas que las aproxi-
man. ¿Se quiere conocer á un hombre? Se desea apreciar sus
virtudes ó vicios? Se trata de calificar sus trabajos intelec-
tuales? Comparémosle á otros en quienes sobresalgan igua-
les circunstancias, trasladémonos á su época, recordemos lo
que; hicieron sos antepasados, sus contemporáneos, sus des-
cendientes; y se formulará un juicio aproximado cuando no
exactOi Para analizar pues, los trabajos científicos de Lulio,
es preciso retroceder á la edad media, y repasar el caudal de
conocimientos con que contaba la humanidad al aparecer y
figurar en la escena Aquel personage.
Al tratar de Lulio debe hacerse un recuerdo aplicable á
él y á todos los grandes escritores pasados y presentes, á sa-
ber: que con frecuencia se exageran sus trabajos, sin recor-
dar que en general no son znas que la manifestación ó es-
presion de loa conocimientos corrientes en su época, y que
en rigor solo les corresponde la buena coordinación, el j u i -
cioso criterio que formulan de lo contenido, y tal ó cual
parte que adicionan de su propiedad. Ee otra suerte, seria
desconocer por completo la historia de la marcha de la in-
teligencia, y suponer que en estos personages era superior
á la que suele conceder el Omnipotente. En efecto, si asen-
tamos que Homero, Platón, Aristóteles, Hipócrates, Horacio,
Virgilio, Quintiliano, Cicerón, Plinio, Cuvier, BufFon, Línneo,
Newton &c. &c. y demás sabios conocidos, han sido origi-
nales y creadores de cuanto contienen sus libros, lo mismo
que los de los distinguidos escritores de la edad media, se-
ria aventurar un errado precedente, sentar una falsa con-
secuencia. ¿Si un apartado viajero, que ignorase la historia
de las artes y ciencias, aportase á nuestras playas y viese
en ellas el vapor y la electricidad, raciocinaría con acierto,
si nos creyese sus inventores? Indudablemente que no.
Los que pretenden que Homero, Hipócrates, Platón, Ape-
les &c. son los fundadores de la poesia, medicina, filosofía,
pintura &c. ó no conocen'la-historia ó sostienen una pro-
— 28 —
posición de todo punto' indefendible. En efeeto, ¡cuantos pa-
sos, ciiantoa ensayos se practicaron, enantes sigilos trascur-
rieron pm-a llegar al cuerpo de doctrina en que aquellos hom-
bres lo reunieron! Dirán que sus obras, que 8u« escritos, son
los únicos que existen, pero olvidan que ellos mismrá en sus
libros hacen referencia á otros escritos y á otros autores. Si
Homero existió, no hizo mas que recojer y ordenar las com-
posiciones sueltas que corrían en su tiempo sobre la guerra
de Troya. La poesía no nace y crece en un solo individuo
con tanto vigor para producir una Iliada. Platón y Aristó-
teles, no fundaron sus filosofías, que ambos vivian en una
época en que brillaron filósofos eminentes, discípulos de otros,
y que no eran mas que repetidores de las doctrinas que es-
tos profesaron mas ó menos modificadas y adicionadas. A la
par de los filósofos existian médicos y escuelas que prece-
dieron á Hipócrates; y existian por fin, la India y el Egipto
patria de todas las ciencias, desde donde las trasladaron á Gre-
cia los hombres que allí fueron á conocerlas. Hasta el silo-
gismo, bello producto de la filosofía, atribuido al estagiríta,
es dudoso, si lo recibió de la filosofía índica; y si fuese cjpr-
to, .pudiéramos suponer con fundamento, que mas de un ar-
tículo de Aristóteles lo recibí'^ de e5trai"ias manos.
No llegará tan lejos mi suposición que entienda que esto
y otros filósofos, sean siempre unos meros consignadores, por-
que sabido es por ejemplo, que Aristóteles fué un gran ge-
nio, original, observador, que aclaró muchos puntos cientí-
ficos y que asentó él solo nías verdades que sus sucesores en
muchos siglos. El desconocimiento de la imprenta y las re-
vueltas de los tiempos, han motivado la pérdida accidental
de diversos escritos que probarían este aserto, pues los co-
pistas no pudiendo multiplicarlos todos, se limitaban á per-
petuar las producciones que gozaban de más aceptación, y
así como se estraviaban unas, so perdían otras que no g o -
zaban igual crédito, aunque les superasen en mérito. Aun
en el día, apesar de los num3ro303 ejemplares que salefn de
cada obra por la prensa, muy en breve vemos desaparecer
r-' 29 —
algunas del curso público, cuya «xistencia. fuera dudosa, si no
las^ meocionasen los catálogos ó no las conservasen laá bi-
bliotecas.
La marclia progresiva del saber, la vemoá confirmada
palmariamente en la edad media. Los hombres de aquel
tiempo, poseían las obras maestras de la antigüedad, y los
escritos científicos y literarios, así griegos como romanos:
pero olvidados, desconocidos y como perdidos; pues apenas
tenían noticias confusas de ellos, siéndoles por consiguiente
casi ini'itiles. Dedicáronse á su estudio, y la pintura, escul-
tura, arquitectura, buen decir, y en una palabra, las bellas
artes, letras y ciencias todas, volvieron como á crearse nue-
\amente, caminando tan lentamente, con tan poco acierto,
que no pudieron soltarse las mas basta el siglo XV; desde
cuya fecha marcharon con tal libertad y celeridad, que cons-
tituyeron el período del renacimiento, denominado asi por
alusión á su nueva aparición después de una verdadera muer-
te. Véanse los escritos anteriores A dicha época, contémplense
las obras artísticas, y se notará la enorme desventaja que
ofrecen comparadas con sus se nejantes en la antigüedad, y
quedará justificado lo espuesto.
Es preciso convenir pues, que aunque Lulio escribiese es-
traordinariiunente,' aunque abrazase casi todos los conocimien-
tos humanos del tiempo, esto no probaria mas que una estra-
ordinaria aplicación, una copiosa erudición, un juicio claro,
pero no un genio inventivo, original y de trascendencia; y
por consiguiente, que no fue ni creador, ni innovador. Para
exaltar su gran saber, se cita aun en el dia el número do
sus escritos que componen diez volúmenes. Razón trivial é
impropia de un hombre de criterio literario; que debe cono-
cer que la calidad es preferible á la cantidad. Una sola ley
matemática bastará para inmortalizar los nombres de Arquí-
medes y Newton, aunque no tuviesen otros títulos de glo-
ria; en tanto que de los abultados in-fólios de Lulio y de
otras celebridades parecidas, no se ha deducido un principio,
que igualando á los de aquellos físicos, haya sobrevivido A
— 30 —
sus aatores. San Alberto el magno, esecibióteinte^^iiyp y&*
lúmenes sobre diversas materias, y sioó .fuese iporijéVíSí^i^,
real que algunas contienen, jamas figurara: aqoeVesfilaíPegijJí^
varón en el puesto preeminente, qne tan justamente {Igpl^iU"
señalado los modernos críticos. : '; sn: •,:-, i-rdn
Con respeto A Lulio, pues, seria preciso analizar ítedsft
las materias que trató para decidit, si eran ó no etmogldaB
antes de su época, y en consecuencia calificarle d^ ofigin^í
ó innovador, ó de simple compilador. Como origiiial, ,exig«!
igualmente que se indague si sus innovacionea ó inyefttes
son provechosos y elogiables, porque hay invente» jque lejos
de favorecer, perjudican al autor; pues solo patentizan wn»
vulgar inteligencia ó una trastornada imaginación. Comp
compilador por último, debe señalarse ei obró con ««iectft^
claridad, é inteligencia, como consecuencia, de haber comr-r
prendido completamente lo que trató de trasmitir. •* .;.;
Aun cuando Lulio escribió en prosa la casi totalidad-de
sus libros, no dejó de dar culto á la poesia á la que se áet
dicó desde su juventud, componiendo en varias éfopas;!dis7+
tintos trabajos rimados. De estos, los que se conceptuar pi^rte-
necerle, han sido coleccionados y publicados recientemente: por
primera vez en esta capital, con comentos, aclaraciones, ver-
siones, noticias histórico-biográficas por D. Gerónimo Eos-*-
selló en 1859, en un tomo en 4." prolongado de 770 pági--
nas. Tanto en la poesia como en la prosa, empleó en genér
ral el antiguo catalán provenzal, del que se deriva el,aQt«iol
dialecto mallorquín; y si muchos, ó los mas de sus libroiíi
están en' latin, la versión á este idioma, fué generalmente
posterior á su publicación, y debida con pocas excepciones á
estrañas plumas, aunque él lo poseyese, lo mismo que el ará-
bigo, en cuya lengua escribió el famoso tratado io GonUvtr
placion, en el cual trata diversas materias asceticameatei: ISn
todos sus escritos, el lenguage es bajo, vulgar, pueril,-Sridfi-
culo á veces, falto de adornos y galas del decir, lleno de r<er-
peticiones y redundancias, y arreglado al mal gusto dooki-r
nante en su tiempo.
- 31 —
Aanc[ue con frecuencia el estilo caracteriza al hombre;
•y la conquista de la verdad depende de su fuerza, ó de la
claridad y energía de la dicción, cosas que faltan en el obs-
curo lenguage de Lulio, no me entretendré en analizar el que
dedicó á la prosa. Ahora, con respeto al poético, voy á ma-
nifestar mi pobre, pobrísima opinión; si bien protestando an-
tes, que no me considero voto autorizado en una materia, á
la que aunque en estremo aficionado, jamas hé dedicado mi
imparcial cuanto desabrida pluma. Mis reflexiones pues, no
tendrán mas valor que el de un simple voto, el de un aisla-
do parecer, falto de pretensiones, y dejando á cada cual la
libertad de juzgarlo eu su justo valor. El gusto de lo bello,
el placer de lo hermoso, la estética en una palabra, 'existe
realmente en las bellas artes, como en la pintura y escul-
tura, porque no son sino un feliz remedo de la naturaleza;
pero en la arquitectura por ejemplo, ya es mas dudoso, ya
es mas convencional. Y esta duda y esta convención, se a u -
mentan al tratar de las bellas letras, sobre las que todo el
mundo se cree con derecho de juzgar, porque nadie se con-
ceptúa desprovisto de gusto, de conocimientos para verifi-
carlo, porque son facultades casi innatas en el hombre. De
gustos no hay nada escritOi dice un proverbio vulgar; pero
hay ciertas bellezas que placen á la mayoría.de las gentes,
en todas las épocas y países. No ignoro que el gusto en ge-
neral, depende mas del recto juicio que de la imaginación;
que hay un gusto natural efecto del organismo, y un gusto
adquirido, que nace del estudio, de la contemplación y t r a -
dición ó repetición del gusto ageno, que se infiltra involun-
tariamente en nuestro parecer, y nos.hace mirar como be-
llas las cosas que á otros les parecen tales.
Teniendo presente el gusto natural y el gusto adquirido,
mediante la contemplación de los llamados modelos; esto es,
recordando las reglas del arte y la lectura de los poetas clá-
sicos, emitiré un juicio que no pretendo sea esclusivo y de-
finitivo, pero si imparcial y dictado por mi natural parecer.
Desde mis mas tiernos años fui apasionado á este ramo de
e
- 32 -
la bella literatura, y esta pasión no se ha entibiado ni con
los afios, ni con los azares de mi vida. Aun recuerdo ahora
con placer, que dedicaba los ocios de mi infancia á la lec-
tura de Fr. Luis de León, Herrera, Garcilazo, Bioja, Melen-
dez, Quintana, y otras glorias de nuestro parnaso. Mas tarde,
el conocimiento del latin, me hizo gustar las bellezas de Vir.
gilio, Horacio, Lucrecio, Ovidio, y otros príncipes de aque-
lla escuela, y me proporcionaron grata calina en diversas si-
tuaciones de mi vida. Aun no había leído ningún juicio crí-
tico, y tenia ya formulado mi parecer; ya habia elegido los
modelos, va daba la preferencia á quien de derecho le cor-
respondía; ya habia desechado la turba de poetrastros ro-
manceros, que obscurecían la gloria de las musas, y cuyas
obras me causaban tedio y repugnancia.
Cuando existe el gusto delicado, es la mejor regla para
elegir. Los conceptos, la suavidad del lenguage, la sonora
cadencia de la rima de los primeros, la dulce armonía de
los segundos, halagaban mis sentidos y rae procuraban un
placer que en vano busco én los de Lulio. Y no se crea que
este desagrado nazca de la ignorancia ó estrañeza del len-
guage en que están escritos, porque versos hay en la an-
tigua fabla castellana, provénzal, francesa, italiana &c., que
placen por su-sencillez, cadencia y ternura. En prueba de
esto consignaré, que desde muy niño conozco á fondo el ca-
talán, valenciano y francés, que facilitan el conocimiento del
provénzal; que poco después adqniri ol italiano y portugués,
y pude por consiguiente, registrar minuciosamente sus me-
jores poetas antiguos y modernos. Este desagrado pues, no
nace en mí de la estrañeza del lenguage, porque cuando eíte
es sonoro y cadencioso, place al oído su entonación, aunque
hó se comprenda el sentido, según lo esperimenté yo por pri-
mera vez, til oir entonar los cantares malayos y javaneses,
cuyas lenguas me son desconocidas. Lo mismo sucede con el
cauto italiano. Y recuerdo que en otro tiempo, mas de una vez
roe complacía oyendo leer las bellas estancias de Thompson,
Milton, Dryden, Biron &c. antes de tener nociones del idio-
~ 33
ma en q le están escritas. Y esta grata sensación, la lie es-
perinientado por fin, cuando un griego á quien me enlaza-
ban íntimas relaciones de amistad, rae recitaba los robustos
y sonoros versos del inimitable Homero.
En la poesía debe tenerse en cuenta la artificiosa colo-
cación de las palabras ó verdadera rima y cadencia, y los
conceptos. La primera, es indispensable para el placer de los
oidos, la segunda, para la imaginación é inteligencia; y am-
bas requieren como complemento, la buena elección y castiza
propiedad de las palabras. Lulio, pudo rimar con compás,
pero en sus versos en general, no encnentro sonoridad, les
falta aquel plácido sonido músico, aquella fluidez que agra-
dan tanto en otras composiciones. Su estilo con frecuencia
me parece prosaico, le falta la sublimidad y elegancia en las
espresiones con que viste sus conceptos. Y si á veces son sen-
cillos, también suelen ser por lo regular vulgares y trivia-
les. No siempre carece de ternura y unción religiosa, por-
que ademas de su misticismo, amaba la soledad y se compla-
cía en las bellezas de la naturaleza. Varias veces colocaba
sus situaciones, así en prosa como en verso, en frondosas ar-
boledas avivadas por el canto de las aves; en alegres prados
surcados por bulliciosas y cristalinas corrientes; en los mon-
tes, en los rios; pero no se exaltaba ni con su vista, ni con
sus sonidos. Permanecía en una completa y plácida calma,
acompañada á veces de suspiros y lamentos, movidos por el
disgusto que le causaba la sociedad con sus maldades, de-
seando y suspirando por otro mundo mas elevado. Solo y
consigo mismo; sin mas testigos que el cielo y sus astros,
el aire con sus aves, la tierra con sus plantas y animales,
no llegó á conmoverse lo bastante para elevar su mimen á
la esfera de la sublimidad y grandiosidad poética. Es pues
para mí, un mediano versificador, porque no encuentro en
sus rimas la grandeza de los ingenios que merecen el nom-
bre de verdaderos poetas.
En descargo de Lulio, se puede presentar la materia que
iuspiraba á su pluma. En efecto, sus asuntos como doctri-
— S i -
narios, dogmáticos, didácticos &c. son tan áridos, tan estre-
chos que cortan los vuelos á la imaginación, encerrándola en
un reducido espacio donde no puede estender sus alas. Sin em-
bargo, Hesíodo, Lucrecio, Virgilio, Thompson, Fracástor y
otros, han sido robustos, tiernos, sublimes, felices, en com-
posiciones auálogas, lo mismo que otros muchos poetas mís-
ticos y ascéticos. En nuestro autor hay ciertas composicio-
nes, que á lo seco del verso, á lo trivial de las espreciones,
al poco interés del asunto, añaden un martilleo insoportable
de consonantes que se repiten en la misma estrofa, llegando
hasta doce en alguna composición, y causando como es con-
siguiente, su monotonía una ingrata sensación. Y tiene ver-
se» tan rastreros, que aunque dedicados á elevada materia,
pueden pasar por jácaras ó romances vulgares. Tal es en el
estrivillo repetido:
«Señor Deus! pluja.
Perqué el mal fuja,
Car pecat puja!»
que juntamente con otros de su jaez, responderían á mi
favor.
No pretendo sin embargo decir terminantemente que Lulio
fuese siempre un mal poeta, quede tan solo sentado, que exep-
tuando alguna composición mística tierna; á las restantes no
les sé encontrar el mérito que suponen sus entusiasmados ad-
miradores; y por consiguiente, pudiendo ser esto efecto da
mi ignorancia ó mal gusto, no trato de defraudarlo de la
gloria h, que le suponen acreedor, tal vez por un exeso de
amor patrio siempre escusable. Hay en su colección un poe-
ma sobre la conquista de Mallorca, composición verdadera-
mente bella y poética, de dudosa procedencia, debida á mi
entender á otra pluma, y sobre la cual faltan datos de a u -
tenticidad, que no debe incluirse en este juicio. Ahora, en
cuanto á las demás, las trocara por una sola de las que con
tanta justicia, han sido premiadas en los certámenes florales
de Barcelona, y son debidas á la elegante pluma de su apo-
logista Rosselló. Otro tanto pudiera decir de algunas poesías
— 35 —
mallorquiuos escritas por otros distinguidos ingenios de esta
Isla.
Terminaré este incompleto juicio, recordando qne con los
bárbaros se perdieron las bellas letras, y que si bien tenian
bardos y cantores, sus versos enérgicos pero salvages, dis-
taban mucho de la culta poesía griega y latina. La poesía
tuvo que renacer como las demás artes y ciencias; y los tro-
badores de la edad media, como en la infancia del arte, son
dignos de elogio, porque la hicieron florecer aun que len-
tamente. Con sus esfuerzos trazaron el cainino á los moder-
nos, quienes al fin lo recorrieron hasta alcanzar casi á los
antiguos. Los poetas de aquel período, distan mucho de es-
tos eternos modelos, porque si alguno como el Dante, con-
temporáneo casi de Lulio, figura en primer término, la ma-
yoría no merecen que su nombre se inscriba entre las cele-
bridades; siendo dignos tan solo de conservarse, como prueba
histórica de los esfuerzos que practicaron para llegar al es-
tremo del arte. Lulio pues, »como poeta trobador de aquella
época, no pasa en mi concepto de una notable medianía. Yo
conceptuó que la franqueza con que he procedido al formu-
lar este juicio, será la mas cbmpleta garantía de la impar-
cialidad con que se ha trazado, pues no he dejado de ma-
nifestar, que la escasez de mis conocimientos, y la falta pre-
sumible de gusto, impedían hasta cierto punto verificarlo con
el acierto que exige tan delicado asunto. No me engaña la
presunción; demasiado conozco hasta donde alcanzan mis do-
tes literarios, y t^n menguados los considero, que desconfio
con razón de la buena redacción de este escrito, en el que
los inteligentes críticos encontrarán mas de una falta repren-
sible. Esto rae obliga á rogarles que sean indulgentes, recor-
dándoles, que ni la vanidad, ni el orgullo literario, me han
impulsado á redactarlo.
II.
DIVISIÓN DE LOS ESCllITOS lüLlANOS.

JL ARA mejor analizar, aunque someramente, las obras l u -


Hanas, seria preciso clasificarlas ó dividirlas, porque de otro
modo fuera entrar en un océano sin fondo y sin orillas, pues
siendo su autor como he dicho, casi enciclopédico, trató de
la mayoría de los conocimientos humanos, según costumbre
de aquel tiempo. A dos grandes clases pueden reducirse sus
escritos: una que comprende los probables, exactos ó demos-
trables, como pertenecientes al mundo material, y son los
que corresponden á las Ciencias cosmoUgicas de Ampére; y
otra que contiene los opinables ó inexactos é indemostrables,
como pertenecientes á las Ciencias nooUgicas ó del pensa-
miento, del mismo escritor.

CAPÍTULO I.

DOCTRINAS FILOSÓFICAS.

Las ciencias noológicas en Lulio, son las mas estensas,


las que le han hecho mas notable,.y las que á su vez com-
prenden numerosas secciones, como tratados filosóficos, polí-
ticos, jurídicos, teológicos, ascéticos, morales &c. Y sin em-
— 37 —
bargo, eu mi sentir, sus escritos mas meritorios, son aque-
llos en que el autor inspirado por los tiernos sentimientos de
su corazón, permitió á su imaginación emanciparse de los
estrechos y mecánicos cuadros en que solia encerrarla, cuan-
do la hacia trabajar con sujeción á sus doctrinas. Esto se cour
cibe; porque en el primer caso hablaba el hombre de la na-
turaleza, y en el segundo el del arte. Y libro hay en el pri-
mer sentido, como el Blanqmrna por ejemplo, que siempre
será leido con gusto por las almas piadosas. No es mi ánimo
como ageno á mis estudios y propósitos, el entretenerme en
la mayoría, ya por ser los que menos contribuyeron á la re-
putación del autor, ya por el poco interés que en general
encierran. Basta y sobra con los filosóficos. Materia larga, di-
fusa, estéril, condenada ya al olvido, y que solo merece un
análisis general, no por libros, no por tratados, sino por los
principios generales que presidieron á su redacción, con lo
que se evitarían las repeticiones en que él tan profusamente
incurre, pues hay en sus libros ciertos principios, ciertas teo-
rías, que se encuentran esplicadas en cada tratado, como si
fuesen enteramente independientes unos de otros. Si se elimi-
nasen esas fastidiosas repeticiones, si se ^evitasen igualmente
sus numerosas y pesadas redundancias, si se separasen sus
abundantes apólogos, alegorías, esclamaciones, invocacio-
nes &c, se ahorrara un inmenso número de páginas, y r e -
dujera estraordinariamente el volumen de sus abultados li-
bros. Esto sentado, y aun cuando al parecer debiera pres-
cindir de los escritos filosóficos, porque mi principal objeto
es analizar algunos de los que versan sobre ciertas materias
físicas y naturales, los consideraré rápidamente, por ser la
base de sus sistemas en todas las ciencias, y el fundamento
de su nombradla. Pero ante^ es preciso dirijir una miracfa
retrospectiva sobre el estado de la filosofía en su tiempo.
— 38 —

§ I.
ESTADO DE LA FILOSOFÍA EN LA ÉPOCA EN QUE LULIO FLORECIERA.

Cuando Lulio florecía, indultados los filósofos griegos de


la proscripción en que cayeran en los primeros tiempos del
cristianismo, hablan reaparecido en las escuelas, protegidos
por las traducciones, que de ellos hicieron los árabes sus imi-
tadores y propagadores y á veces modificadores. La escolás-
tica, cuna de la moderna filosofía, nacida en las clases fun-
dadas por Cdrlo-mngno, para poner el pensamiento al jser-
vicio de la fé regida por la autoridad eclesiástica, era la
doctrina que mas ó menos modificada, dominaba en la ma-
yor parte de las escuelas europeas. Sus fundadores como Boe-
cio, Alcuino, Isidoro, Beda, Casiodoro &c. fueron mas reli-
giosos que filósofos. Varios de sus discípulos dieron conse-
cutivamente la supremacía á la filosofía, sin perder empero
el carácter religioso ó teológico. Juan Scoto, San Anselmo,
Roscelyn y Champeaux maestros y rivales del gran Abe-
lardo, Juan de Salisbury, San Bernardo, Sto. Tomas, San
Anselmo, San Alberto, Pedro el lombardo, Duns-Scott, Ale-
jandro de Hales &c. &c. y la escuela árabe con Avicennas,
Averroes, Algazel y su discípulo el francés Gerber, y el he-
breo Maymonides, habían difundido sus conocimientos por
la Europa científica; unos precediendo á Lulio, y siendo otros
sus contemporáneos, y poseyendo los mas de los conocimientos
de la época, con notable aprovechamiento, sano juicio, y
hasta apoyándose varios en la observación y la esperiencia,
como el gran San Alberto, quien daba mas crédito á los filó-
sofos griegos y árabes que á los PP. de la Iglesia; y sobre
todo Roberto Bacon que dotado de un espíritu luminoso, llegó
á vislumbrar los adelantos modernos, y que al tratar de la
ignorancia humana y de los modos de remediarla, la atri-
— 39 —
jT^jij^.r9?.{iflcialmepte al influjo de la autoriílad qae dominaba
..jep -las escuelas^ y admitía la de los antiguos corno artículos
de fé, pretendiendo que el espíritu humano sacudiese el yugo
y recurriese al libre examen, proclamando la independencia
del pensamiento, en una época en que tanto respeto infundía
la tradición.
Se vé pues, que el movimiento filosófico había tomado
creces. Aristóteles, esa inteligencia bella y poderosa, uni-
vjersal, enciclopédica, ese genio el mas estraordinarío tal vez"
de la Grecia y del mundo entero, rival de Platón en filoso-
fía, reinaba como soberano absoluto del entendimiento, por-
que si alguno como R. Bacon, asentaba que las categorías
lógicas, no bastaban para esplicar los Físicos, los cuales
exigían la esperiencia y observación, y si Goethskal de Gan-
te, censuró al estagiríta, negando el valor de los argumen-
tos á posteriori; si el profundísimo Egidio de Colonia disen-
tía d© él en varias doctrinas, y si de vez. en cuando algunb
se revelaba buscando la verdad en fuentes mas puras, em-
pujado por la intuición y la razón, la inmensa mayoría adop-
taba las doctrinas de aquel genio, acatándolas ciegamente;
y su dominio de tantos siglos, es un testimonio irrecusable
de la fuerza de su lógica y de la aceptación de su silogis-
mo. Y rayaba tan alto la ceguedad de sus partidarios, que
cuando en anatomía por ejemplo,, con el cuchillo en mano,
y el cadáver sobre la mesa, se desmentía alguno de sus
asertos, se contentaban con responder que la naturaleza ha-
bía cambiado. ¡Triste resultado del imperio de la autoridad!
No recordaban que se ha escrito: que los verdaderos ojos
del sabio están en la razón y en la inteligencia. El hom-
bre como ser razonable, debiera obrar por la misma razón,
pero cede al influjo de las pasiones y del instinto, y se deja
seducir por las apariencias de los falsos raciocinios y sofismas.
Sí Aristóteles tuvo impugnadores antes de Lulio, su nú-
mero aumentó después, llegando como es sabido, á destro-
narle casi por completo; dejándole tan solo el imperio que
es racional, y debido esto en su mayor parte al dominio de
7
— 40 —
la rsKon. Bien conocidos son los que le han derribado del
solio, desde donde rejia los destinos de la escolástica. Entre
ellos recordaremos á nuestro Luis Vives, que lo atacó en
nombre de las letras humanas, siguiéndole Erasmo al con-
denar las formas del silogismo y la ridicula argumentación,'
grato placer de nuestros abuelos, que convertían las acade-
mias en verdaderas salas de esgrima, sustituyéndole la dis-
cusión clara y elegante. El habprse declarado enemigo del
filósofo griego el francés Pedro Rameaux, (Ramus) le acar-
reó la muerte en los tristemente célebres asesinatos de la
San Barthelemy; porque á tanto llegaba el fanatismo y la
intolerancia científica en aquella época, que caminaba dé
frente con la religiosa cuando no se le adelantaba. Decia este
desgraciado filósofo, que nada habia aprendido con la l(%ica
aristotélica, y que si bien era partidario de Platón, le aban-
donaría, si un niño le dijese algo mas razonable que este
sabio. El pensar asi le valió el dictado de anti-cristiano y
anti-monárquico. Con razón el portugués Sánchez impug-
naba la doctrina aristotélica en un libro titulado: Muy noble
y primera ciencia de no saber nada; en la que demostraba
la futilidad de una ciencia, que no toca los objetos en sí
misma como dice Cantú, sino que se limita á los productos
de la imaginación y de las palabras. Tales opiniones atra-
jeron sobre Sánchez, una encarnizada persecución y la se-
vera prohibición de contradecir á los principios aristotélicos.
Esto no debe causar admiración, si se recuerda que en la
edad que nos ocupa, era tanta la ceguedad, que hasta la
teología estaba sometida á los métodos áridos y frios del fi-
lósofo griego, llegando al estremo de exigir que la sagrada
escritura debia confirmarse con su doctrina para ser creída.
Y si Lutero y Melanchton, la impugnaron en los primeros
tiempos de la reforma, fué considerando que la Iglesia r o -
mana encontraba en ella sus mas sólidos apoyos. No es mi
ánimo censurar por completo al escolasticismo, porque depu-
rado de sus estravios ha dado nacimiento á la moderna filo-
sofía, y sí demostrar que siempre la intolerancia y la perse-
— 41 —
dusion han estaáo á la orden del día, para castigar al quia
qtié no se doblega al culto servil del que se erige en arbi-
tro de la razón. Y no faltan gentes que gustosas encendie-
ran las hogueras para achicharrar á los que piensan de cier-
to modo, y estimulan de continuo á los gobiernos para per-
seguirlos y anonadarlos. ¡Cuan positivo es que la intoleran-
cia no siempre se funda en nobles motivos! Los que así pien-
san, olvidan que San Bruno dice: «que nuestras opiniones no
dependen de nosotros; la evidencia y la naturaleza de las cor
sas, la razón y la voluntad de Dios nos las hacen concebir, y
supuesto que nadie piensa como quiere, ni lo que quiere; na-
die tiene derecho para obligar á otros á, que piensan como él,
y cada uno debe tolerar las creencias ngenas con paciencia
é indulgencia. La tolerancia, fé natural gravada en los co-
razones generosos y fruto de la razón cultivada, es una exi'
gencia irresistible de la lógica y un precepto moral y reli-
gioso.» Desgraciadamente la religión es elástica para los mas
de los hombres, y la alargan ó encogen según los precep-
tos que les convienen. Para combatir la intolerancia y sus
efectos, escribo estos renglones, pero sin exigir que nadie
siga á ciegas sus consecuencias.
No pretendo historiar la marcha de la filosofía aristoté-
lica, porque no es tal mi propósito, y sí recordar, que al
aparecer Lulio en el mundo científico, si esta imperaba, eran
igualmente conocidos los filósofos griegos y los escritores ára-^
bes, en sus originales, comentos, esposiciones, reformas y tra-
ducciones. Abundaban las escuelas donde esponian sus lec-
ciones, hombres de merecida celebridad, y concurrían á oír-
los numerosos discípulos con gusto y entusiasmo, por ser
casi la única ocupación en aquellos tiempos, y dando lugar
é las ruidosas y poderosas fracciones de dialécticos, escolas.
ticos, realistas, nominalistas, averroistas, dogmáticos &c., na-
cidas todas de un mismo origen. Pero el supremo domina-
dor, el que todo lo avasallaba reasumiendo omnímodos pode*
fes, era Aristóteles, hombre incomparable por la multitud de
conosiraieutos que poseyó, grandes verdades que proclamó, y
— 42 —
adelantos que consignó en sus lit.fos, y que'diariamente han
iido- copiando, confirmando y desarrollando los mayores inge-
nios, según escribe fundiulamente Cuvier. ,
Este filósofo, cuya metafísica era tan obscura, tal vez por
no haberla correjido y terminado, y la que Avicenas decia
no pudo comprender, á pesar de haberla leido mas de cua-
renta veces, y en la que Campanella no encontraba sino con-
fusiones, 'ha hecho surgir eu las escuelas las mas encarni-
zadas disputas, con la interpretación de sus obscuros é inson-
dables pensamientos, pues aunque emplease con frecuencia el
raciocinio y la inspiración, no siempre fué feliz é inteligi-
ble. Falsamente interpretado ha dado origen á varios cis-
mas, y creado tantas sectas, como interpretadores, dando lu-
gar á, manifiestas herejías, y motivando el que algunos pon-
tífices y monarcas prohibiesen su estudio en algún tiempo.
Con todo, él no es responsable de los errores y exésos del es-
colasticismo, como debidos que son, al raciocinio m;is ó menea
falso de los que no supieron comprenderle, porque la razón
delira cuando se apoya en vanas palabras. De proposiciones
enigmáticas ,é indescifrables, se han suscitado las mas en-
carnizadas polémicas, y sus defensores se han ofrecido como
otras tantas víctimas en holocausto de sus creencias. Aun del
mismo silogismo, cuanto no se ha abusado, por no recoidar
que no sirve para identificar ó verificar las cosas 6 prime-*
ros principios de las ciencias, y sí tan solo para obrar maa
BÓbre las opiniones que sobre las cosas.
Afortunadamente, la filosofía moderna aun cuando no haya
llegado al verdadero desideráudum, está mas exenta de los
estravíos de los antiguos, y tiene un valor que á veces se
aproxima al real, y rechaza los mas de los errores de los pa-
sados tiempos. Las palabras,cuando van solas carecen de cré-
dito, la razón se ha entronizado y dirije el movimiento cien-
tífico, y si no hay siempre completo acuerdo, en cambio es
frecuente la tolerancia entre los verdaderos sabios^ Con jus-
ticia'esclama Galileo: «Que no le parecía necesario creer que
aquel miámo Dios que nos ha dotado de sentidos, raeioci,-
— 43 —
nio y enlendimiento, haya tratado de anular su uso, dán-
donos por otros medios las noticias qne por ellos podemos
adquirir, de manera que aun en aquellas conclusiones natu-
rales que se presentan á nuestra vista, y á nuestro enten-
dimiento, sacadas de la juiciosa esperiencia ó de las demos-
traciones necesarias, debamos prescindir del sentido de la ra-
zón. En la resolución de los problemas naturales, se debe em-
pezar por la esperiencia y demostración y no por la auto-
ridad de los lugares de Ja escritura.» Yo A esto añadiré, que
la grandeza y sabiduría del Omnipotente, en nada desdice,
en nada mengua, porque ciertos actos de la naturaleza, sé
espliquen de distinto modo que el consignado en determina-
dos libros. La razón pues, único arbitro y juez de la ver-
dad, proclamada de vez en cuando y sancionada por Fran-
cisco Bacon, Descartes y otros sabios modernos. Será en lo
sucesivo la base de las ciencias, porque la sola autoridad
carece de valor. Bien indicaba Montaigne, que nada debia ad-
mitirse ni por autoridad, ni por creencia, sino pasándolo al
través del filtro intelectual. Sea rsicional vuestra fé y vues-
tro respeto; la fé se prueba con la razón esclama San Pa-
blo; y Juan Scoto, sostuvo, que la autoridad nace de la ra-
zón, y no la razón de la autoridad, porque carece de valor
cuando no la afirma la misma razoti.
Mas no siempre los hombres han pensado de esta suerte,
porque en general los filósofos de los últimos siglos, y es-
pecialmente los teológicos, negaban qué con la razón se ea-
contrase la verdad, y sí con la autoridad divina. Axioma
cierto en religión, pero contrario á las ciencias, porque mien-
tras se admitió por innegable, detuvo sus progresos por com-
pleto. Antes de Bacon y Descartes, el criterio era inútil, el
espíritu no trabajaba, y era difícil encontrar las verdades
científicas. Tal vez por esta razón, los scípticos creían que
era casi imposible lograrlo, porque se oculta á nuestras in-
vestigaciones. Los místicos por el contrario, si bien suponen
que se nos permite encontrarla, establecen que no debemos
emplear la razón naturalmente engañadora, y sí confiar has-
— 44 —
ta cierto punto en Dios mediante la intuieion ó inspiración.
Lo que equivale á peraiaijecer en la innaccion> al tratar de
las (ciencias naturales y físicas. Al menos los dogmáticos, si
principian afirmando antes de dudar y observar, confían en
las facultades intelectuales, y creen que ellas pueden descu»
brirla, si se emplean ordenadamente sujetándolas A reglas
metódicas y con la debida circunspección. Tieuen fé en la
razón humana, en todas las cosas que la razón y las facul-
tades intelectuales nos sugieren la idea.
Los filósofos antiguos y con ellos los escolásticos y otros»
afianzados en ciertas ideas preconcebidas, puramente imagi-
narias ó deducidas de observaciones falsa?, obscuras, incom-
pletas ó aparentes, se apoyaban en abstracciones para el co-
nocimiento de las cosas particulares. Cuando la esperiencia
contradecía sus raciocinios, se desentendían de las ideas sis-
temáticas, que les servían de base de partida; no creian que
en ellas estribaba el error, y buscaban por el contrario, en
sutilezas, distingos y nuevas combinaciones, el modo de sali-
var sus primeros principií^s. Encerrada la imaginación é in-
teligencia en tan estrecho recinto, se condenaba á la impo^
sibilidad ó, á estériles y falsos trabajos. El espíritu permar
necia inmóvil, amarrado al yugo de la autoridad y del dog-
matismo. Y como propende á suponer mas analogías de las
que existen, y mas orden y regularidad de las que se en-
cuentran, suponían por ejemplo, que los astros describen cír-
culos perfectos, partiendo del principio que el círculo es la
figura mas perfecta. Considerando en el número 4, un mérito
que no tiene, admitían cuatro elementos, dando lugar á laa
mas difusas y absurdas teorías, analogías y consecuencias,
y formando'sistemas que han dominado nuraerasos siglos,
porque la observadora esperimentacion no trató de investi-
gar su validez. Estos abusos, felizmente combatidos por hom-
bres razonables como Bacon, son la base de inumerables pro-
posiciones lulianas dessarrolladas hasta el infinito, por una
imaginación fogosa y propensa á la admisión de los ffias
abultados errores.
__ 45 —
no/No soy partidario esclusivo del á priori ni del á pcfeté^
liori; ambos métodos deben emplearse en basca de la \yet-
dad. La inducción y la deducción son mas felices cuando ca-
minan de conserva. La síntesis debe aclarar los hechos, el
análisis verificarlos y descomponerlos; aun cuando algunos
crean que Bacon y Descartes no pueden marchar á la par.
Ambos métodos existen en la inteligencia humana, no son
nuevos, aunque si descuidados con frecuencia. Y aun cuando
el á priori ha producido grandes errorres, con todo, Newton
y Aristóteles han verificado con su ayuda notables descubri-
mientos, del mismo modo que en él encontraba su principal
apoyo el gran Platón. En la antigüedad, por una intuición
profótica, varios filósofos, por una inducción repentina, sin-
tética de observaciones y hechos generales, predijeron cier-
tos fenómenos que después se han comprobado por el aná-
lisis y observación. De un modo semejante han predicho al-
gunos la existencia de planetas, que no se conocian. Es- ver-
dad que se dirá., que era como consecuencia forzosa del á pos-
terior! de la disposición general de los demás, que inducia
á suponer la existencia de otros mas, para la completa ar-
monía del sistema. La inteligencia no tiene límites. La me-
dida de sus sensaciones, es la de su imperfectibilidad, pero
es verdad igualmente, que no sabemos hasta donde podrá lle-
gar la perfección de las mismas sensaciones. Pero como esta
inteligencia no siempre alcanza la espresion verdadera de las
cosas, por eso dice con razón un escritor, que las ideas nue-
vas'deben acojerse con mucha reserva, sea cual fuese su pro-
cedencia. El esperimento y la observación, son el manantial
mas fecundo para todos los ramos, y á ellos deben su celef-*
bridad Galileo y otros modernos sabios. Platón y Descartes
en su* priori, no rechazan la esperimentacion, y desacertados
caminarian los que lo intentasen, porque sin ellas las cien-
cias no hubieran alcanzado la prodigiosa estension que tie-
nen actualmente. Es verdad que al paso que unos obran por
la observación y análisis metódica, otros lo hacen por anti-
cipación de la naturaleza, seduciendo mas que los otros. IB-
>-46—
teriü las ciencias no tuvieron mas «poyo qué lá&atotídád,
caminaron rastreras y pausadas, pero cuando el hombre s a -
cudiendo la pereza y sumisión analizó y observó^ se elevó
rápidamente, porque en los hechos naturales no cabe ni In-
vención ni superchería. Si cuando conociendo cuanto igno-
raba, despreció los libros que solo contenían necedades y ab-
surdos sin cuento, cuando desoyendo á los rutinarios maes-
tros que pugnaban por esplanarlos, se dirijió & la natura-
leza é invocó su ayuda, esta no fué sorda á sus ruegos y lo
manifestó verdades que rechazaban sus protectores. Estos, '
amenazaron, persiguieron, y castigaron, mas en vano; había
sonado la hora y las verdades triunfaron. Descubierto el nue-
vo camino, precisó era recorrerlo para llegar al progreso que
se columbraba en lontananza, dejando rezagados á los que
admitían por guias á la tradición apoyada en la pedantesca
autoridad.
En religión diré como San Anselmo, que el entendimiento
debe someterse á la autoridad, cuando naturalmente no a l -
canza á sus conclusiones, porque el que tiene fé no necesita
creer; esto es, no necesita pruebas ni esperimentos co;no en
las ciencias. Estas, apoyadas en unas y otras, y con la sen-
cillez y claridad de sus principios actuales, se han engran-
decido y son comprendidas fácilmente. No sucede asi con la
metafísica por ejemplo, que diariamente va perdiendo terre-
no, y desechándose de los estudios, por su obscuridad, in-
comprensibilidad y controvertibilidad. La linea, el punto, el
círculo, los cuerpos, se comprenden como dice Damiron; pe-
ro la bondad, el tiempo, la acción, la pasión y aun el mis-
mo ser ó ente, se entienden á medias y cada cual á su ma-
nera. Aquellos pueden palparse, estos suponerse tan solo;
porque los primeros son sensuales, los segundos imaginables,
espirituales ó como quieran denominarse.
La filosofía no es un fantasma, es una ciencia que real-
mente existe, y existe en la naturaleza humana por decir así.
Es el alma de las ciencias, sin la cual serian como un ca-
dáver falto del movimiento propulsor del organismo.. Hobbea
— 47 -
díáíiaííen tszoa. «Qae existe *en todos loa hombres aunijue
íftferflie y confusa, como el mundo antes de salir del Caos;
tírterin se desarrolla y desprende por la reflexión. Debemos
itfeitaral Oreadorj al estatuario y dar forma h nuestros pén-
saéíientos y esparcir nuestra razón sobre este obscuro abis-
mo de itleas Tftgasv que tenemos en nosotros; así nacen el
i>rden, y con él la creencia que es su espresion.» La dificul-
tad estriba en que los hombres no saben dar con ella, y por
eso «caí tan deleznables sus sistemas. Mas de cien escritores
á cual mas iüteligentes> han tratado de filosofía, fundando
algunos, notables sistemas y escuelas, que á pSsar de haber
contado numerosos y fuertes prosélitos, no han podido impe-
rar ni por largo tiempo ni con completa estension, dispu-
tándose encarnizadamente la supremacía unos contra otros.
Los quá niegan la existencia de la filosofía como ciencia in-
nat€^ se apoyan en lo destructible de sus sistemas. En efeQ-
to, ¿porqué son tan flacos é incompletos? porqué no pro-
gresa esa ciencia, si realmente existe en el cerebro? Lelut
con presencia de lo espuesto la define; la historia de las di-
vagaciones, errores y contradicciones humanas. Platicando
Dionisio con Platón sobre sectas filosóficas decia, que eran
palabras con que los ancianos desocupados entretenían á los
jóvenes inesperto» ó ignOTahtes. No le faltaba razón. Lo que
se ve no necesita demostración, pero deben apurarse cier-
tas dudas metafísicas para encontrar si es posible la solución.
Cuando se examina despreocupadamente la historia dé esta
ciencia^, se vé que d$sde los trabajos de la Academia y del
peripatettsQK) y la de tantas medi&niasfilceófieasconocidcCs,
la sociedad no ha reportado veátajás pos^inásv 'Aristóteleís
produjo la ^coUatica de la edad media. Platón el €clc*>tisinQ
de Garneadés y de los modernos académicos, que continúan
propagando errores bajo aparentes verdades. Durante largo
tiempo, los hombres vivieron sin pensar; pero cuando a^i-
tftdcs por un secreto movimiento, trataron de saberlo^ tofe,
cWyeroü en grandes errorea y en grandes preocupacíioweav ^
No Hay ramo del saber humano ^ue HO ten^a m fikíBó-
, .. . - ^ § - .
na, «u metafísica; porquí lai ésplícacione» íeónáíS tío SijÜ
Mías qu« hipótesis metafísicas; pero déLmistóo niodó ^«é lóí
«stravíos religiosos, no invalidan la doctrina del Cnlci-ficádói
los devaneosfilosóficosno deben hacer maldecir á la filoso-
fía. Sin embargo,, es preciso recordar que én estás divá^-
ciones hay un punto de unión, porque las numerosas doc-
trinas que han aparecido en el mundofilosófico,dan la' pre-
ferencia ó al espíritu ó á la materia, á los sentidos ó 'althiÉi
ticismo como establece con acierto un disting-uido critico. Cótt
poca diferencia, estas ó parecidas combinaciones, máfe ó tíiéábii
desfiguradas, mejor ó peor esplicadas, son las que siéoipré
«obrepalen. Es un círculo mágico en el cual se agita lá ra-
zón hace 3000 años sin poderlo traspasar. Sú diáffletró és
casi igual ahora al que trazaron los prinieídsfiíósofóM.'Ife
Epícnro y Demócrito, descendió Asclépíades; Htágorás éíf-
gendró á Sócrates del cual nació Platón padre de Aristóte-
les, que con su sensualismo produjo el materialismo, sceptí-
cismo hasta la enciclopedia y á los modernos Descartes, téiB-
nitz, Spiñosa, Mallebranche &c. y Kant, cuyo sistema pat-
ticipíi de las elucubraciones trascendentaTes hebraicas Se.;
y por último, la escuela ecléctica, escuela mezquina, mons-
truosa, hija de muchos padres, y que como verdadero híbri-
da, no puede existir sino momentáneamente y sin sucesor á
quien legar su conservación. Fontenelle decia que la filosó-
M'kikigxi^Mfú Wisoílk descalabras; ^ la tnodenta,'áé lás
cosas ó espérlfnéótál; peíío üli h6ínt)ré juibioso ha escntfí qtie
esta era uiía disolución en la que se anegan las palabras,
frases tenebrosas, abstractas &c., una verdadera gerigonza
que solo sirve para confundir y obscurecer á la juventaá''éá-
tüdioíá. Todo bien ánálízaío mucha verdad hay en éátas iía-
lifríí^*"f^oíii^blan^y i ^ é s ^ de'Síbsbffiii y cada cii&Há
¿jtfti^&dé'"f^su'M^ y díflcíiáente se pondírán dé'aétíféi-
áp/ips qtíe mas'blasonan dé conocerla y poseerla: /"'
': Sensuíalistas; ínateriaíistásf, racionalistas, esMpitiéós,- en-
cictapédícos, ániníis^as, vitaíistas &e. todos pretén^étí domi-
nar, to3o3 creeíi tener él deposito de la verdádefa cienéÍB,**y
- 49 -
1 ^ de3pxiBeia,li!le5,^ppr%ue no te^uerdaa qup son hipotético»
lodoa SU3 priaqipios fundamentales, Siü embargo, sobre ellos
disputan sin cesar y áisputar^n siglos y siglos, porque cuan-
do la hipótesis, cuando la abstracion es improbable, dura
eternamente y se propaga como las ficciones fabulosas. No
soy ecléctico, pero ningún sistema filosófico me satisface, ma-
yormente cuando se ven hombres eminentes que han pro-
gresado en la carrera de otras ciencias, sin poseer esta clase
de conocimientos, al paso que otros tenidos por profundos fi-
iósofosí no han pasado de teorizar metafisicamente, sin el
menor provecho para las ciencias y para la sociedad. A mi
entender, la filosofía médica ó la fisiológica, es la que mas
se aproxima é, la verdad, porque se apoya en los hechos na-
turales del organimo y en sus funciones. Por eso la otra
inseosiblemente se va introduciendo en el dominio fisioló-
gico, y abandonando su obscura metafísica. Es preciso con-
vencerse, las funciones psíquicas como dependientes en su ma-
yoría del organismo corresponden á los médicos, á ellos les
tocaiv de derecho: son hijas de la observación, mas que de la
suposición ó hipótesis, y justo es que las estudien los que
estudian el organismo. Desgraciadamente como dice un es-
critor, los médicos observan bien y raciocinan mal, y los filó-
,8Qfos qíie no observan razonan mejor. Los primer<ís pecan por
declarar el orgauismo soberano esclusivo de estas funciones
al paso que los segundos negando su intervenoiou, procla-
man poj: único señor al espiritualismo, y metaficismo, apo-
yándose por lo regular en lo ideal, absoluto, &c. Sus de-
ducciaij*® sfttl ,pura|Bente convencionales, sus pistemas ,insg.có
menos fantásticos, nías <5 meno?,arbitrarios, ^nias ó nieAOs
ingeniosos y admirables, pero insostenibles cuando se cpni-
paran. con las funciones del organismo, y por consiguiente
ppco^duradeíros, como lo demuestran la multitud de doctri-
nas que da. continuo aparecen en las escuelas. Cuando los
médicos observarán bien y raciocinarán mejor, apoyándose
enej: organismo, el triunfo sevá duradero. Mas no olviden
srnjjfroj.que la observación exige la comparación del liom-
- 50 —
briB sano con el enfermo, del niflo con el anciano &c. r . ,;
Al hacer esta manifestación se «re juzgará por materia-
lista, porque BO siendo del bando 4á^j%íeo solo queda el
positivo, por ser tales los polos sobre los cuales* suele giíar.
la fisolofía. Mas no es así. No soy tan exagerado; aunque
no rehuso el dictado de materialista, RO llega á tanto mi
esolusivismo, que desconozca que en este asunto hay algo
mas que cerebro y nervios como pretendía Broussais. Ese
algo, es verdaderamente metafísico, espiritual y fuera del
alcaqze de las leyes de la materia. Pero no pos hagamos ilu*
siones, la filosofía no ha llegado'aun 4 su ultimo término,
nuestros descendientes nos censurarán á su vesi, como hemos
censurado & nuestros antecesores, y esclamaremos con Séne-
ca: que si viésemos los trabajos venideros, aos asombraría'
mos de haber ignorado tantas posas. Demasiado lo atesti-
guan esos inmensos rimeros de libros enterrador en las bi-»
hliotecas, verdaderas necrópolis del saber, donde se conser'
va» lop Testos del pasado, que copjo las geueraciones huma-
nas que ya fuerou, no son sino eternas repeticiones de los
mismos pensamientos, escasos de ciencia los mas, y solo ofre-
ciendo de vez en cuando pensamientos un. tanto felices.
En cuanto á los sistemas por fin; es preciso convenir, que
hoy nos reimos de lo que ayer causaba la admiración de los
inteligentes, porque sueleR ser trabajos tan vanos como fati-
gosos; toda vez que los mas descansan sobre frivolas hipóte-
sis, y son d? todo punto inútiles, cuando con ellps no se en-
cuentra la verdad. Son, como dice acertadataente un crítico,
verdaderos borradores de las inteligencias distinguidas, que
nuuca caminan hacíala verdad, y siempre retardan los pro*
gresos de la ciencia; ocultando los secretos de una naturaleza
que iBolo desea-ser iuterJrogadá con paoieiicia. Sistemas sif)
provecho pí^aiai»'naciones, sin ventaja para los* autores, y
que pronto desaparecen, callándolos la historia; y cuyo único
castigo, es el olvido de sus teorías, pues sus ridicula^ ctim-
binacióoes se pierden-«n breve, sin dejar apenas rastro de su
existencia. Un rayo de luz, el mas insignificante descubfi**
— 51 —
miento, derrocau 4 b s que mas firmes y elevados pareeian.
No es mi intento reohastar b s sistemas, porque eo g-ene-
ral dontieneu alg^unit utilidad^ y suelea ser siempre el resul-
tado de trabajos intelectuales prolongados y reflexivos. Aque-
llos serán buenos y útiles, que trazen el camino mas breve
y seguro para llegar ¿ l a verdad. Bien se espresa Andral
manifestando, que siempre será una necesidad de nuestra in-
teligencl« el ti^asportar los hechos á meJida que se obtie-
nen, a l punto de vista mas genepal y posible. De esta suerte
se formula el pasado, se fecunde el presente y se prepara el
porvenir. Si, ciertamente, porque de nada servirían los h e -
chos amontonados confusamente, sino se agrupasen con or-
den para deducir leyes y sistemas. El que pueda definir y
dividir bien, será un Dio?, decia oportunamente Platón.
S i m e he detenido tanto en estos pormenores y genera-
lidades, al pHi^ecer agenoj. al asunto que me ocupa, es para
denwstrar por un lado, la poca estabilidad y certeza de la fi-
losofía; y por otro, para probar que Lulio vivió en una épo-
ca en que se hallaba esta, en estremo desarrollada y culti-
vada en sus diversos ramos y doctrinas, y que por consi-
guiente, las suyas representan mas ó menos desfiguradamente
las dominantes, ya modificándolas, ya ampliándolas, ya dán-
doles un diverso sentido, ya imitándolas sin pensarlo; y que
por lo tanto, carecen de originalidad; que sus escritos en el
dia son enteramente inútiles, por no contener sino princi-
pios falsos, condenados al olvido; porque no siempre.fué £á,-
lizr ni en los que adoptó, ni en las modificaciones 4 que b s
sujetóyi-y^S nías de n» desoahrJraJento ó penaamientQ; í<}««
se le le atribuye com© propio, b basid'OíVaijustftin&Qte. por
Ja ignorancia de sus apasionados partidarios. Y por último,
que la boga que disfrutó, se debe eu parte á las causas se-
ñaladas, como contrarias al progreso científico r a c i o n a W ^
aquí, la necesidad de aclarar y disipar los errores, que ce»
tanto.fuerza están arraigados en persoiuas reputadas ppcing-s
truidaa. Errores quo trataré de esplaaar y probar se^uida?-
- 832 -

SISTEMA FILOSÓFICO DE LULIO.

Lulio, concibió, dicen, la ciencia comp una y no dividida


en partes, y sentó un principio que hasta cierto punto han
justificado las actuales investigaciones, especialmente en las
llamadas cijencias naturales. La ciencia, es el .conocimiento
.razonado de una materia dada, ó mejor aun, basado ^ofere
hfiiQ^bQs, demostraciones ó esperimeníosirrecusaVles* Definir
cion que conviene especialmente á lasUsicas; por(juje á 1^9
otras se las puede definir: el conocimiento de sistemiis mas
ó menos ingeniosos, y raciocinios con que se esplican ciertas
materias, como filosofía, moral, política &c. Fué pues, «n
pensamiento grandioso el organizar y armonizar todos Ion
conocimieotps, haciéndolos solidarios unos de otrosí sometién-
dolos á una recípocra deducción, toda vez que según se ha
dicho, son de dos clases tan distintas entre sí. Si tal fué su
pensamiento, digno es de alabanza-, pero como ea bastante
vago, pudiera tomarse en otro sentido; aunque es ipegable
:que hay en el sistema luliano ciertos principios aplicable? á
ia payojcía delag; ciencia^, sirviéndoljea como debate, y CpiO-
siderándola^ es verdad, según hizo el autor, bajo up. punto
de vista hipotético, falso y contrario íi la naturaleza délas
cosas. Estos principios ó leyes generales, con las cuales in-
leotaba esplicar tan distintas materias, eran deleznables;, y
jGOmo no se fundaban en la nataraleza, y uacian de h a s ^ fftl-
?jf«, eran por consiguie.íite inaplicables 4 los act)ia,l.e?, conp-
citp»jit08, como 4 su tiempo se verá,, y ^olo, jcompatibles con
el modo de discurrir del autor, en armonía Siis^quiere^ pon
elígJisto general de su tiempo; Y si con arreglojáestg^ podía
entonces dar un resultado mas ó menos satisfactorio, seria en
la actualidad enteramente nulo; porque con. él nadÍ9.,T«rifi-
— 53 —
«aria el menor adelanto, ni adquiriria el mas simple conoci-
miento, ni resolverla la mas insignificante duda. Hay perso-
úas que como Lulio, tienen una marcada disposición-á espe-
cular, ya porque se lisonjean y creen inventores, ya porque
sus estudios les tamiliarízan con los pensamientos abstractos,
y que cuando se dedican á filosofar y tratar asuntos gene-
rales, los tuercen y amueldan á su placer, fundándolos en
ñbcioheá tagas; vulgares, supersticiosas, sofísticas, empíri-
cas &C'.'^-
' íiárgb y enojoso seria el reseñar las profusas y numero-
sas pAgirták filosóficas de Lulio, mayormente si se conside-
ran como un héclio liistórico, que ya pasó, y digno tan solo
de recordarse para satisfacer á la curiosidad de los que con-
ófeptüan pndo ser importante ese conjunto estrecho de reglas
|$á«i raciocitiar sobre todas las materias, digno tan solo de
tíri ligero bosqbqo. Porque socede con los productos dflí''ró.
itíteligieocia nacidos de un priacipio sensible, que á veces in-
ftüyen y se celebran estraordinariamente por un periodo mas
ó menos largo, como lo han demostrado los numerosos y aun
absurdos sistemas y doctrinasfilosóficasque se han disputado
lá supremacía del saber. Si el principio es falso, el sistema
podrá brillar y sostenerse algún tiempo, por sus- formas'se-
ductoras, por su belleza, por el espíritu dé paírtido, ^íí* el
fanatismo, por el monopolio de la inteligencia á¡c.: pero él
por si solo caerá en descrédito mostrando sti falsedad, eo el
momento qne lo examine la fria, desprevenida y severa ra-
zón;'Sólo la verdad es eterna. Sé puede admirar al escritor
"]:erO íécfraáétr tstís péiistimientos. Asi ^ qué yd'aatniro á té*-
lio con Véidisríicí'ótii' péfo íléséchtíiré y cóiíaenáfé ;á! dlvfdc^iító
nüniérbsos'libTiós dirigidos TS. un gran'fin, pék) 'éiyós esftíet-
ísbí salieron fallidos, porqtie caminando fuera de rumba, nun-
c& Bé^ó ü Cal)á dé la jbríiada. Apesar de sus grá«dé^ és-
Ifeén^- y déávélós, naufragó én 5ná escSléra inabordéíbte.
X ^ ' b a r pótente pil*, nb gal'í'anizariá aquel' descoriápúésb
C j É i í á M ' . - ; - •^"••^'•••"" '•'''••' • •'=•" - • • - - - v :.: s- ••:.'.m\^m
' N o (¡JénlsbHílré al autor por sos lándables'estuerjsoéétt-büy-
— 54 -
qar la verdad y simpUficac las cien(}iftS,£for¡m^a]a4Q;4iíiií.$sdí3
mutuamente encadenado. No^ porqu©,l»ay(-l|ipj»,brea qu^^i-ew.»-
pujados, por una fuerza superior, inspiractí^ poif¡juna iwa #0r
brenatural, como dice Ampére, y dotados d© wia ,iolwfttft4
fria, irresistible, al columbrar sn lontananza uu penstvmieiitii
nuevo; nada ven, nada oyen, catninan en todas ¿ipecGJípnÉ»,
para salirk al encuentro, corriendo como en póa deuft feni-
tasma fugitivo, ttás de una presa que, se les esQapa>: y no
se detienen ni cejan hasta apoderarse de ella si posible es*
Pero desgraciado de aquel que en este ciego arranque se es^
travia del sendero de la verdad, porque de seguro se des»-
peüa y hunde en ún obscuro é insondable abisma, donde «e
encuentra la nada, el caos. Caos y nada, que obseureoen 4
porfía el método luliano, por mas que sus pfiisca4os^^=y.lií?
sionarios admiradores, pretendan verlo iluminado por refulr
gentes resplandores. Y esto es tan positivo, que algunos d«
sus contemporáneos no pudiendo comprenderle por su obs-
curidad, él S3 esforzará en vano para disiparla, publicando
nuevas y sucesivas aclaraciones. Y si este acontecía cuando
él de viva voz difundía sus principios, no estrañaremos.que
en épocas posteriores, le hayan juzgado tan desfavorable-
mente dejándole en un merecido olvido.
El P. Mariana, de cuya veracidad, conocimientos y clara
inteligencia, nadie ha dudado, hablando de Lul,io decía en
eH.q|^pitulc)!,IcV4 libro. XV^da su Hist^^iat^^ de JlftpaiJ»;,. «Cosa
de grande maravilla, qwe pecwn» teft ignoranl^ de letras,
que aun no sabia la lengua latina, sacase como sacó á luz
mas de veinte libros, algunos no pequeños, en lengua cata-
lana, en que trata de cosas asi divinas como huinftnas, de
suerte empero que apenas con industria y trabfijo los Ijom-
bí^.miyr 49etoa puedea gn|eiider lo que preteAd© eni^ñar:
tmUy ^ 9 , 1 1 ^ p^ecen ^lainbramientQs y 1^aaip^jtoj<^,
craa que i» vista se engaña y deslumbr»,, b^fla y easamio
de. Í»8 ciencias, que verdaderas artes y cianc¿a8.4Síc^>=9obi!e
sus libros hay diversas opiniones machos los tachan como
sin provecho y aun,d8ñosos, y otrc» los alaban como ^ n i -
- 55 —
dos del cielo para remedio de nuestra ignorancia.» "fratañdo
de la condenación dé varias de sus proposiciones teológicas
añade consecutivamente. «Si va & decir verdad, muchas de
ellas son muy duras y mal sonantes, y al parecer no con-
cuerdan con lo que siente y enseña la Santa madre Iglesia.
Esto no» parece: debe ser por nuestra rudeza y grosería, qué
impide no alcancemos y penetremos aquellas sutilezas en que
los aficionados de Baimundo hallan sentidos maravillosos y
misterios altos como que tienen ojos mas claros; ó por ven-
tura adivinan y fingen que ven, ó sueñan lo que no ven, y
procuran mostrarnos con el dedo lo que no hay.» Y hablan-
do después, del empeño con que se buscaban sus libros ana-
dia: que sino se hiciera caso de ellos, el tiempo por ventura
los hubiera sepultado en el olvido, ¡Cuantas y cuan profun-
das verdades encierran estos juiciosos renglones!
En la historia de la inteligeoeia se consideran, dod estre-
mos: la verdad de los hechos, esto es, sns descubrimientos y
adelantos positivos, y los que de su peculio han añadido los
autores al movimiento científico, juntamente con su ingenio
considerado en sí mismo. Grandes y subliioes ejemplos de
esta clase, nos han legado los hombres que han señalado las
difíciles y elevadas relaciones de las cosas ocultas, siguién-
dolas con afán hasta coordinarlas, ensanchando lee limites
del saber. No sucede asi con Lulio, pues no teniendo mas ori-
ginalidad científica que el artificio de sus métodos, no h a -
biendo verificado ningún descubrimiento, limitóse por consi-
guiente, á la combinación arbitraria de íe» principios y doc-
trinas y* conocidos. En efecto, al través de sus escritos mísli-
co-simbólico-metafi8icos, traslucen kis'pensaiiiidntc» de Duns-
Scott, Aristóteles, Sto. Tomás &c, entreniéZcftdOB con los al-
gebraicos, teológicos y los cabalísticos hebraico-arábigos. En
él, faltan por completo la observación y la esperiencia crea-
da por Demócrito, adoptada por Aristóteles, y renovada cotí
tanto acierto por San Alberto, Rogerio Bacon y otros con-
temporáneos de Lulio. Digno de elogio es el gran Demócrito,'
porqué abandonando la hipótesis, sé entregó á la obswvá-
9
— 56 —
cion para mejor razonar; método que reforssano con la induc-
ción, encamina &, la sana esperimentacion. Siempre merece-
rán la preferencia los que sigan este camino^ que es el de
la naturaleza, cuyas puertas se abren de par ea par, para
todos los que quieren visitar las maravillas que encierra en
8u interior, y que tan profusamente facilita para mejor estu-
diarlas. Verdad es, que aun hay gentes que desprecian esta
via y creen insultar á los que transitan por ella, llamándo-
les naturistas, materialistas, pero por el contrario los hon-
ran, porque siguen el camino de la verdad enalteciendo á
Dios en sus maravillas. Yo imitando á Pascal diré: en las
ciencias de observación la razón y la naturaleza, en teología
la autoridad, en religión la fé; que es lo mismo que escribia
Gui-Patín, carta VI, cuando decia; «En nuestra religión cris-
tiana, creo como debemos creer, muchas cosas que no vemos,
quaque sub sensum non cadimt, pero es mediante la fé que
nos obliga á ello, et qua est renim non apparentiim; pero
en punto 4 medicina (y mas aun en ciencias) yo no creo mas
que loque veo, y como decia Flautino, nuestras manos tienen
ojos, creen lo que ven.» Preciso es no mezclar el principio
religioso con el filosófico; la evidencia del corazón y de la
inteligencia, la evidencia del espíritu y de los sentidos, como
espoae Reveillé-Parise.
Desterrada la metafísica casi por completo en nuestros dias
del estudio de ciertas ciencias, y no admitiendo ma» leyes
que las basadas en hechos y esperimentoa» la inteligencia no
puede doblegarse 4 la obscura, errada é ininteligible meta-
física de Lulio, a u t en los libros de las ciencias de obser-
vación que salieron de sus manos, por la estrechez y ridi-
cule>za de sus raciocinios. La claridad y exactitud con que
en la actualidad se esplicao las ciencias, facilitan su com-
prei^siQQ & las raa» limitadas capacidades,: y les permite dis-
currir con soltura y veracidad. No sucede asi con los prin-
cipios lulianos, casi siempre incomprensibles aun para las cla-
ras inteligencias, ya porque no salen de un círculo vicioso
de palabras abstractas y bases falsas; ya porque ha desa--
— 57. —
parecido de las escuelas y del curso científico, la gerigonza
escolástico-metafísica de las antiguas ciencias, y que solo ser-
via para llenar la memoria de vaciedades, dejando despro-
vistas la inteligencia y la conciencia.
No pretendo desterrar por completo la metafísica, ni ne-
gar los bienes que ha podido legar al progreso científico,
porque con ella intentaron los filósofos griegos buscar la rea-
lidad de las cosas, pues no puede negarse que en la materia
orgánica cuya existencia es indudable, y la admitían los an-
tiguos á su manera, existen fuerzas que la vivifican y la
mueven, que hasta cierto punto solo se esplican metafisica-
mente. Las teorías actuales del éter, materia cósmica, áto-
mos &c., en su verdadera esencia son puras abstraccioiies me-
tafísicas, pero son tan claras, tan factibles, que como conse-
cuencia de lo que confirma la observación en materias mas
elevadas, son comprensibles y nada disparatadasi Esto no
obliga al hombre ¿ escudriñar ciegamente las causas finales
y primeras, cuyo empeño censuró con acierto Bichat, y an-
tes el canciller inglés. ¿Qué nos importa dice el primero, sa-
ber en que consiste el calor y la luz para estudiar sus leyes
y propiedades? Para qué nos servirá conocer el fundamento
del principio de la vida, cual es la esencia del alma, el ar-
queo ó inteligencia, ó fuerza que la dirije para estudiar sus
facultades? Ya el antiguo Asclepíades se reía de los que bus-
caban su asiento, diciendo que no era mas que el ejercicio de
los sentidos. No busquemos do que es, ni como es, toda vez
que se manifiesta por actos orgánicos é inteligentes, (conten-
témonos con saber que existe, que es inmortal, que nos hace
superiores á los demás seres, y no intentemos abrir una de
las grandes puertas del edificio, donde Dios encierra una do
las muchas maravillas de su creación.
Si los principios roetafísicos, fuesen claros y sencillos co-
mo los de las demás ciencias, hubieran crecido y se esten-
dveran á la par sin promover diferencias y oposiciones, pero
ha- sucedido al contrario, poique cada vez mas, van menr-
guando y retirándose. Y esto ac espllca, porque loS'hechos
— 58 —
y cuerpo» tangibles se demuestran y entienden; pero los pu-
ros raciocinios, si se comprenden sin verse, es d© distinto mo-
do cada persona. Jouvenceau se espresa con acierto diciendo:
que todos los pueblos del mundo sea cual fuere su religión,
leyes, gobierno, moral &c. admiten que el agua es un com-
puesto de oxígeno é hidrógeno; pero qne estos mismos pue-
blosj al tratar de política, religión, fisolofia &e. se desaven-
drán y disputarán eternamente, hasta llegar á combatir san-
grienta y encarnizadamente. Los metafísicos buscando las
causas finales y primeras, se apartan de la verdad y no ce-
san de divagar caminando á la ventura, sin faro que les orien-
te en tan proceloso, obscuro y profundo abismo. Cuando se
trata sobre hipótesis imaginarias, se discute eternamente,
porque como se escapan de la fiscalización de la observación
y esperimentos, pueden durar hasta el infinito. Los que no
separan al mundo inorgánico de la materia viva y organi-
zada, dando'la preferencia á la metafísica como Descartes,
olvidan que así separan al hombre de la animalidad, ha-
ciéndole entrar en un camino sin salida.
Ya ha sonado la hora de renunciar & esas divagaciones
de la inteligencia, que por largo tiempo se oyeron en las
cátedras, aplaudiéndolas como oráculos emanados de la divi-
nidad, y conceptuándolas tan maravillosas, que se hubieran
reputado como crímenes de lesa ciencia el dirigirles el me-
nor reparo, la mas leve duda. Y sin embargo, con frecuen-
cia, ó no las comprendían porque no estaban á su alcanza,
ó si de vez en cuando la razón se sublevaba dudando de su
veracidad, era tal el respeto que profesaban á los maestros,
ó el temor que les inspiraba la autoridad gubernativa, que
'no se atrevían á combatir lo que se les inculcaba. No re-
cordaban aquellos, que su ídolo, el gran Aristóteles, fué ter-
rible contrario de sus antecesores, y que con frecuencia los
citó para contradecirlos, cambiando y alterando sus escritos
á su placer. ¿Si el maestro no respetó la tradición y la au-
toridad, porque tan ciegamente obraban los dÍBCÍf>ulos? Le
creían acaso infalible? En efecto, son varios los críticos an-
— 59 —
tiguos, qne le acusan de haber alterado las obras agenas pa-
ra combatirlas mas ventajosamente, y de haberse aprove-
chado igualmente, de Sócarates, Platón y Pitágoras, y de los
conocimietitos ejipcios, mas de lo que vulgarmente se cree,
No siempre citó á sus contemporáneos, de los que supo sacar
partido, llegando hasta copiar á la filosofa griega Perictione,
de la que tomó las nociones y accidentes del ser.
Cuando Lulio invocaba á la divinidad para que le ausi-
liase con su inspiración, le pedia que le dejase el alma libre
de pasiones para atender exactamente á lo que se proponía,
y censuraba á los genios fastidiosos que desprecian las cosas
cuándo les parecen mal á primera vista, á la par que h u -
yen de otras esplicaciones cuando difieren de las á que están
acostumbrados, porque el entendimiento debe suponer posi-
bles las "ios partes contradictorias de las cuestiones propues-
tas. Máxima prudente, que se reduce & que el hombre debe
despojarse de toda preocupación al indag-ar los hechos que
intente estudiar, y no tener apego á las rutinas, creyendo
factible la presentación de cosas nuevas, pero que en parte
no observó, porque preocupado por las teorias hipotéticas que
ól se forjara, las aplicó con ciego entusiasmo á cuantas ma-
terias trató, debiéndose engañar por completo, al creer que
Je sus juegos de palabras, de sus pensamientos pueriles, iban
á brotar copiosos raudales de verdades científicas y axiomas
incontrovertibles.
Este hombre á quien se le ha contado entre los mayores
filósofos y teólogos, tenia erudición vulgar y escaso criterio.
Sa metafísica es reducida y débil, su juicio no muy recto,
BUS métodos faltos de rigor, su análisis escaso para desar-
rollar sus estraordinarios proyectos. En sus reglas no se en-
cuentra mas que un conjunto de axiomas y máximas gene-
rales, que no son sino noticias y predicados generales, con
principios generales aplicables á todas las cosas, y reglas ge-
nerala, para descubrir en ellas la verdad por el uso y con-
tracción de lo general á lo particular. Desfiguró la metafí-
sica de Aristóteles, copió y amalgamó varios de sus libros,
— 60 —
multiplicó la$ clasifícauiones, amootonó las,puerilidades, sentd
fórmulas irregulares, y obtuvo en resumen, un mecanismo su-
perficial y una incoherencia de ideas. En él se A'é la conse-
cuencia de la marcha científica de su siglo. Greó una suma
de ideas, presentadas bajo diversa forma, pero cuyos térmi-
nos no eran nuevos, y aunque en el fondo fuese contrario del
estagiríta y se inclinase & Platón, imitó á los tomistas y es-
cotistas. Sus métodos están basados en los términos ó prin-
cipios universales, en figuras deque luego«e hablará, en las
definiciones de los principios, en las conclusiones ó proposi-
ciones formadas por ellos, en las reglas que enseñan á dis- •
currir y en la aplicación de todo á las materias particulares
para buscar la verdad. De aquí resulta que su método de
discurrir se asemeja á una máquina pensadora, que propor-
ciona materias para disertar, hablar y disputar sobre las cien-
cias contemporáneas, á la manera de la máquina de Descar-
tes para las cuatro reglas, y dimanada tal vez del supuesto
Aiidrogynos ó máquiua parlante de San Alberto. Es pues una
verdadera combinación de preguntas y respuestas, como las
que constituyen ciertos juegos recreativos de algunas moder-
nas sociedades. Y es muy estraño, no se haya llevado á cabo
el presentar una máquina lógica fundada en estos principios,
pues con ellos se podia prescindir hasta cierto punto del pen-
samiento, porque salen por sí solas las respuestas y solucio-
nes á las preguntas y dudas de las combinaciones de este for-
mulario.
Según Degerando, «Es un arsenal científico concebido sen-
cillamente, y que en su verdadera naturaleza pudiera pres-
tar alguna ayuda á la mnemonia y á la inspiración ó im-
provisación, en la que se empleó con este fin, y del cual se
pueden sacar igualmente algunos datos para componer una
lengua universal, si esto cupiese en lo posible; así como po-
dría favorecer á las necesidades de una vanidad pedantesca,
unida á la ignorancia y pereza de espíritu, ofreciendo me-
dios de aparentar un vasto aparato de sabiduría con caren-
cia total de ideas, que es á lo que debe su gran boga y re-
— 61 —
cepcioiti;» (*) En este mecanismo artificial, hay incoherencia
de i(te«é,iaunque seft cierto que esta» pueden clasificats© y en-
lazarse metódicamente en combinaciones, adoptando ciertos
s i ^ o s aegun opinan algunos críticos. La arbitrariedad de
este método, se patentiza al tratar de su aplicación, porque
no siendo mas que puras abstracciones, daria resultados en
estremos ridículos, aun cuando se supiese que presenta una
serie lógica de todos nuestros conceptos generales y particu.
lares, y que por medio de simples fórmulas y sin conocimien-
tos anteriores y sin sentirlo, proporcionaba el medio de ar-
gumentar continuamente, lo que seria muy del gusto de lá
escolástica. Tan luego como las ciencias se emanciparon de
la filosofía metafísica, cayó este método para no levantarse
jamas; y el que ahora emplease sus tablas para resolver una
cuestión ó aclarar un pensamiento, solo deduciría consecuen-
cias absurdas; porque fuera sna i'^ara casualidad; «1 ijáe se
obtuviese una mediana solución metafísica de esa álgebra
intelectual, según se ha denominado alguna vez. Cuando do-
minaban las abstracciones, y se desconocían las realidades
científicas, podia tener .un mérito y originalidad que ahora

(*) He prescindido de citar la página y libro donde so leen varias do las


materias quo cito, scgnn costumbre de los escritores, por no fastidiar al lec-
tor distrayéndole con las repetidas citas qne exige la malcría que tiato, y
por ser escasa la atilidad que de ellas reportarla en la mayoría de los ca-
sos, como referentes á materias de poco interés, y á dichos insigniQcantes.
Coii todo, esta falta la suptirí mencionando al final de este trabajo las prin-
cipales cd>r«sé que con frecuencia tie recorrido parii redactarlo, ya citando
fUS pensamientos, yi^ ^ copiando, ya, «strsctando su conlenidoi siempre que
lo be juzgado necesario, psta profesión do f^, me absolveri do la acusación
de plagio y de falta dé veracidad qn6 pueden dirijírme'tos que eoiíi^arcn
mi escrito con otros que traten de Lalio; pues con frecaeneta be apelado á
sos defeosores y comenladores, y ann al mismo Raimundo, para presentar
en compendio la verdadera materialidad de sus doctrina;. Como siempre la
verdad ba sido mi notte, creo escusádos los testimonios para que sea ad-
miUdaper ^ i s lectores, pues considero que no adquiere mas <pr«cro por-
que H diga, tal autor lo espresó, ó tal lo demostró etc., y antas qn» ser
tenido por plagiario, prefiero que todo lo bueno qne contenga este libro, se
atribuya & otros escritores, aun & trueque de ser considerado siempre como
an mero compilador.
— 62 —
parecen incomprensibles. Solo así se concibe que haya du-
rado mas de dos siglos, ínterin preponderaba el misticismo,
porque el espirito humano se complacía en indagar el se-
creto de la verdad por medio de abstracciones; y las reali-
dades científicas por signos y no por hechos.
Esta doctrina es un verdadero estravio de la escolástica,
y el descrédito de la dialéctica, desconcertada ya por los ex-
cesos de los místicos, pues aunque sus términos fuesen bas-
tante conocidos, Lulio, cambió su accepcion y los redujo á re-
glas y métodos desusados. Sus partidarios para disimular la
confusión y obscuridad que ellos mismos reconocen en sus es-
critos, y es la mas completa prueba de esa confusión, dicen
que es preciso leer todos sus tratados, porque son solidarios
unos de otros. Esto es, se encadenan y corresponden, como
esplicaciones y aclaraciones sucesivas del primero, no com-
prendido por su obscuridad; siendo por consiguiente una am-
plificación consecutiva de los mismos principios. Desgraciada
es la filosofía que no se comprende en su primera accepcion
ó esposicion, porque el acento de la verdad científica debe
oírse en su primera manifestación. En la que nos ocupa, la
falta de ideas se suple con palabras originales, y llega á
tanto la ceguedad de sus admiradores, que si bien es verdad
que algunos críticos lian censurado á Lulio, tomando por
base uno solo de sus principales tratados, se valen de esta
circunstancia para rechazarla como incompleta, sin tener en
cuenta que ellos mismos confiesan que reina entre todos un
enlace de principios, y siendo esto positivo, falseando uno, los
demás se destruyen á la manera de un edificio, que cuando
falta una de sus bases, el resto se desploma por sí solo.
Lulio, que siempre apostrofaba á los filósofos que sepa-
raban la razón de la fé, y no esplicaban sus misterios cien-
tíficamente, siempre publicó que su arte lo había obtenido
de Dios, porque le pedia ciencia para conocerle y amarle, y
convertir á los infieles, y que así fué como alcanzó tantas no-
ticias, las que hubiera adquirido con mas facilidad y solidez,
empleando la reflexiva lectura de las grandes enciclopedias
- - 63 —
.eíMitemporáneas, redactadas coa íiceptado criterio por hom-
bres que desconocían ese decantado método de discurrir, tan
empleado entonces en las escuelas. El empeño pues, que tuvo
Lulio tle demostrar las verdades de la fé, por medio de un
método que estuviese al alcanza de cada cual, y evidente pa-
ra todos, fué el origen de estos artificios, destinados á con"
vencer y convertir ú los infieles por medios racionales, lo que
no podia alcanzarse con las conclusiones ordinarias de la es-
colástica. Su deseo era convertir mediante un conocimiento
de algo que fuese verdadero, necesario é imposible de recha-
zar por medios racionales, y no por simple cambio de creen-
cias, por conveniencia ó persuasión. Esto es, no cambiar una
creencia por otra simplemente, por obligación de la fé. Lu-
lio se» esforzaba en probar, que es posible una demostración
de la fé mediante la inteligencia científica; porque cierta-^
mente se puede demostrar que Dios existe, y que tiepe tales
perfecciones. Demostrado este estremo, todo el tenor de la fé
sigue naturalmente y se encuentra la prueba deseada. CJua^i-
do los teólogos, decia él, afirman al parecer, según Sto. To-
más, que se pueden refutar las objeciones .dirjiidas 4 la íé,
por motivos aecesarios, prueban ó aseguran en el. fondo ppr
esto mismo, que se puede probar, por(}ue la m^smadeiqostra.
cion saleí de la misma fé, y ¡los que manifiestan Ip contrario se
contradicen y esponen vans^ razoneS(. >.;;(.,»
¿No pudiera inferirse de lo espuesto q^ue se debilita, el ya*
lor y el mérito de la fé, y que es imposible demostráis lujer-
dsd de la fé católica^ Lulio asegura que no, jorque en cuan-
to ¿ loprimeiQ, 1|». fé, permanece intacta ^ la faz de ttod;^ esr
pecie de inteligencia. cieQti£l(;a4el,cristiap^iuo>..j^a,(:9^Q 1»96e,
ya como estremo de la ciencia; y porq,ue, en tinto como acto
r^igipso, -sobrepuja de mucho todo pensamiento puramente
légic^; como el aceite mezclado con agua, que siempr,9 €o]bre«
n^i^^j. asi lift ciencia no hace-perder á la fé &aj,¡yr^0iri4i^,^ |Ui
<»^ut0 á lo 9ogi¥idp dice d^ paso, qua el dicho ^Iqfée) cjial
1% fó.^tlI.Uc» no es depo|trabl&, ora admitido ¿íf j^jíf^pa
te<yc^op^ ec^ grande ^afrenta; nuestra y \ent^í^ de lo&in^jea^
'lo
Las prÍH^ijiíile* oViras metódico-filosóficas indagatorias de
la verdad son: El Arte compendiado ó principio fundamen-
tal.—El Arte universal, que según el autor, es el mas BU—
blime y sutil y difícil, del cual se derivan 4os principios de
Teología, Filosofía, Derecho, Medicina &c. y otros tratados
que le sirven de ayuda como: El Arte demostrativo y su
compendio ó comentario.—El tratado del Caos.—El libro de
proposiciones ó máximas sobre el Arte demostrativo.—El Arte
inventivo.—La Tabla general.—El libro de alma racional.—
El Arte breve y Arte última ó Magno, y el de Cabalística áic.
A los que pueden agregarse escritos lógicos, metat'ísicüs y
otros varios en que se mezclan diversas ciencias, y lo mis-
tico con lo profano.
Para comprender los escritos de Lulio, y formar un j u i -
cio aproximativo de lo que buscaba con tan ansioso afán,
preciso es leer buena parte de ellos, para hacerse cargo al
propio tiempo de sus conocimientos físico-naturales, por lo es-
parcidos que se encuentran. Al hablar de varias ciencias re-
pite quas alias non, audivi, refiriéndose á las que él suponía
haber adquirido con sus confusos métodos. Pero lo que él creía
saber, lo sabia á medias en forma de gerigonza ininteligible,
aun cuando estuviese mezclado con noticias vagas de los li-
bros que leyera, ó de las lecciones á que asistiera, y por
cuyo medio apreridió lo que imaginaba deber á sus artes.
Los mas de eus tratados científícos no siempre completos, de-
muestran qae no estaba penetrado de las materias sobre las
cuales razonaba especialmente. Con razón decía Feyjóo, que
nadie se hizo sabio por el arte luliano, por ser doctrina que
no cuenta ningún varón, que haya descollado por la novedad
y adelantos- de sus pensamientos.
- Elflenguftg» eiipleado por Raimundo Lulio, en la^ ma-
yofift de lo8:^éritoi<cietttífi«08 en general, es obscuro, difueOj
metafÍMiíovfiskml^lico; algebraico y hasta cierto punto caba-
lísti€0i;4*6ces},-que encierra al pensamiento y le impide ra-
¿iocjaar, t>blig^áttdole é ceñirse á determinadas fórmulas; es-
pecie de zig=-za^^ según Degerando, para llegar tan solo á
— 65 -
un logoj^rifo, uo siempre descifrablaf. L'ltimamente, abunda
en comparaciones, apólogos, símiles, alegorías mas ó menos
pueriles, para hacer comprender y adivinar sus pensamientos
y teorías. Como en él domina el espíritu mecánico alegóri-
co, emplea frecuentemente el símil del árbol para los prin-
cipios de muchas de sus materias, suponiendo la base en las
raices, y las demás divisiones y sub-divisiones en el tronco,
ramos, ramas, hojas, flores, y frutos, según se ve especial-
mente en el famoso tratado Árbol de las Ciencias, en el que
ademiis de un árbol general, se cuenta otro especial para cada
una de las ciencias que examina. Igualmente recurre á la geo-
metría, y aplicándola á veces de un modo caprichoso en su»
tres figuras elementales, traza el circulo, triángulo y cua-
drángulo. A esta circunstancia atribuía Rapin que no lo com-
prendiese Bacon.
Mucho se ha discutido para resolver si el si.4tema luliano
es cabalístico á imitación de los árabes y hebreos, mayor-
mente cuando escribió un tratado sobre esta materia, aunque
él decia que donde terminaba la filosofía, principiaba la ca-;
balística. Aun cuando efectivamente, no sea la verdadera ca-
bala hebraica, sus formas y lenguage tienen algo de caba-
Ustico en el sentido árabe en particular. Lo que no es de es-
trañar, pues trató mucho con los hebreos y mas con los ára-
bes. Algunos han considerado que su arte es una colocación
arbitraria de voces que nada tiene de real. Degerando lo con-
sidera como la misma cabala, arte antiguo y sagrado, q«»'
él creyó esplotar, y del que en efecto esplotó una raiaa imi-
tando á los árabes y hebreos; podiendo decir coa el mismo
crítico, que se deriva de estasfuentes^ y talvea de k^f^^ntíé-
tícos de Pitágoras y sacerdotes egipcios> sieado sa doctrina,
un nuevo modo de presentar y sacar de la obscuridad, ese
raro sistema tan cuidadosamente ocultado. EfectivatnMíte,v
si se eSaroina con detención esta artificio, isíé arperolteie»»!
combinación que se aproxima á lo paramente-cabalístico.
Al ver el candor y la convicción con ^ que iiólio espolio
SUR doctrina», lof detalles ron qitclaB'CStienáff; pareceiimia*-'
ilalile que en su majoria; hay cierta origiiialidad', y aun cuan-
do sin querer tomase algo de los árabes y hebreos, no hay
duda que hasta cierto punto le pertenecen en el modo arti-
ficial de presentarlas y aplicarlas; si bien no deben acogerse
con el entusiasmo apasionado de sus partidarios. En efecto,
si descendemos ú pormenores, recorriendo sus páginas en que
abunda el misticismo, escolasticismo, astrología, y la credu-
lidad, será preciso conceder por un lado, que pagó tributo
á su siglo; y por otro, que su erudición no es cual fuera da
desear, que su credulidad es escesiva y mayor que la de otros
contemporáneos; que su originalidad no llega á lo que se
cree; que su imaginación se estravia rayando en el delirio,
y que por lo tanto no se debe estraiíar le calificasen de fa-
nático, así én vida como después de muerto. Calificación que
debe rebajarse en el dia, por los que conocen el espíritu del
siglo en que floreciera aquel infatigable varón, á quien puede
llamarse universal, como & San Alberto, R. Bacon, Gerber,
6íc, A los que si no igualó, puede comparársele por muchos
motivos, y especialmente en la vulgar creencia de haber bus-
cado como ellos el arte de hacer oro, dando lugar al siguiente
distico:

Qui LuUi lapidem quarit, gucm qumrere nulli


Profuit, haud Lullus, sed mi/ti nullus erií.

€uando se contempla la exaltación de Lulio, cuando se


rocuordán los accid«ntes de su agitada vida; cuando se exa-
rainain sus pensamientos, se llega á concibir una exaltación
de BUS facultades mentales, una aberración difícil de graduar.
¿No demuestra la historia iguales estravíos en hombres de
elevada reputacioal No suponía Pytágoras que era inspirado
por ana divinidad? No ^ e i a Sócrates tener un espíritu fa-
njiUtbH =ND séHBOQceptutí inspirado por Dics, en su filosofía
heleno*júdáic*, el filosofo Filón? Quien desconoce la historia
de Pascial? Porqué estrañar pues, que encontrándose Lulio m
semejatíté estado, creyese de buena fé y asegurase con fre-
cuencia qué su arte habia sido dictado por Dios, mediante
— 67 —
el E*piritu Santo, y fjue el mismo. Crucilicado se le liuljíese
aparecido repetidas ocasiones?
Lulio, defensor de la Iglesia, fué contrario ú la libertad
del pensamiento, como lo demostraba en sus peticiones al Pon-
tífice, sobre el modo de propagarla fé, en las que le rogaba
fundase tres escuelas principales, una de ellas en Toledo, don-
de Be enseñase tan solo la filosofía que estuviese de acuerdo
con la teología. La Iglesia siempre ha temido á la filosofía
demostrativa, y siempre ha procurado sustraer A sus inves-
tigaciones el depósito de la fé. Esto coincidía sin embargo,
en una época en que el espíritu humano intentaba sacudir
la tutela que le oprimía, para obrar con independencia dando
principio á la incredulidad. Y es sorprendente que hombres
como Leibnitz y Descartes, que pensaron con tanta libertad,
pudiesen elogiar h Lulio. Tal vez como supone un crítico,
esto dependía de la incertídumbre de los juicios que sobre él
han formulado varias personas preocupadas por el aprecio que
profesan á los métodos sintéticos, y por creer que estos em-
blemas encierran algún profundo misterio. Sea lo que fuese,
es muy positivo que la filosofía lulíana no puede favorecer la
libertad del pensamiento, pues lo inclina á un misticismo exa-
gerado cuando no ridiculo.
Los que así pensaban debían suponer seguramente dice el
mismo crítico, que es posible representar de antemano los
teoremas de la región trascendental de la ciencia, en fórmulas
que espresen todas las combinaciones posibles de Igs aplica^
ciones reales, y trasportar así á la metafísica los métodos que
han abierto una inmensa carrera á la teoría del cálcuk». J .
6Í el citado Leibnitz, por no saber que decir, r^cftbd.poJjf.Jo-*
giarlo; Bacon, Gassendi, Araort, Wadiog, Muratori y final-
mente los Solitarios de Port-Royal, lo reprobaron con j u s -
ticia. Lulio que tan religioso era, no pudo evitar de infupr
dir sospechas á la Inquisición. Cosa rara, cuando íispnt^ba,d]e,
continuo que no tenia mas guia que Dios; cuando g|in ceear cla-
njaba contra los enemigos de la fé, procurando sa exaltación;
cuando proclamaba y respetaba sus mistcrioa incluso el deja,
- - 68 -^
pureza de la niadro del Salvador, y se esforzaba en demos-
trarlos cou su filosofía; cuando por fin, combatía á los ater-
roistas y á otros filósofos, como contrarios al dogma católico'
atacándoles porque suponían incomprensibles los misterios da
la fé, por no estar acordes con la razón, se le tachaba de he-
rejía- Fallo injusto y cruel de un tribunal, que no tenia «n
cuenta los antecedentes de un hombre en estremo puro y or-
todoxo, que si llegó á delinquir seria en alguna de esas su-
tilezas solo comprensibles á ciertos teólogos.
Lulio, á semejanza de Aristóteles y de otros filósofos, en-
cuentra en Dios el origen universal y principal de todas las
cosas. En este principio se apoyan sus máximas universales
llamadas condiciones, y de su aplicación resultan las conse-
cuencias infalibles de todas las cosas y ciencias, porque en-
seña por completo, el modo de subir de las cosas sensuales á
las universales, para bajar de estas á otras como en el libro
de \B.^Escala intelectual, y en la primera regla del Arte
compendiado demostrativo &c. Igualmente imita á Sócrates,
cuando establece que el bien particular, se conoce por el uni-
versal, como el mas considerable. Esplica los particulares por
los universales, las imágenes por las copias, las cosas h u -
manas por las divinas según Platón. Sus principios están ba-
sados en las mismas perfecciones de Dios, como que son las
causas y principios universales de Dios, porque este las hace
fon arreglo á dichas ideas y modelos, midiendo y regulando
todo lo que el entendimiento puede percibir medianlíe estas
perfecciones. A veces sobrepuja á Platón, porque fundado el
discurso en cada máxima se reduce á Dios como á su idea,
y sentada en él aquella inmensa verdad, á las demás cosas
después. Lo humano se conoce por lo divino, lo ideado por
lasiáeas. Imitando á Platón y á Aristóteles, principia por me-
dio" de las úmvérsales para conocerlas particulares. Por eeo
en'\& Escala intelectt^l,^vincÁfi^ Tpar lo intelectual pasando
luego á lo q u i n ó l o es. •
Aan euoQtfo Lulio combatiese las doctrinas aristotélicae
Tíirins •^rcr,", y proeurope refutar las de Averroeí su comen-
— 69 —
teáor muy en boga en aquel tiempo, celebrado por el Dante,
y contra las cuales se estrellaban los rayos del Vaticano,
siendo bien recibidas en muchas escuelas; con todo, sin sen.
tirio, siguió muchos de sus pensamientos, valiéndose con fre-
cuencia del silogismo, empleando sus nomenclaturas y alte-
rándolas y desfigurándolas en bastantes ocasiones. Varios de
sus pensamientos se encuentran igualmente en los SS. Pa-
dres, así cuando dice en su Contemplación, que el mal es el
non esse y no conviene al esse, cree uno oir á San Agus-
tín, manifestando que el mal es una idea y una privación;
no una cosa existente en realidad, porque la ciencia divina
no contiene nada impuro. Duns-Scott dijo lo mismo, y San
Buenaventura espone; que sin el conocimiento de la perfec-
ción no se conoce la imperfección. Ya antes Pytágoras decia,
que el mal participa del infinito y el bien de la naturaleza
del finito. Según el mismc Lulio, la nada es opuesto á lo
de algo que debiera pensarse primero: lo posible no se concibe
sin saber antes lo actual óic. Y aunque en él dominase el es-
píritu teológico, con todo, apesar de haber florecido en la épo*
ca de San Alberto y Santo Tomás, estuvo muy lejos de imi-
tar á tan grandes modelos, porque sus escritos no han lo-
grado como los de Santo Tomás, el ser adoptados por testos
en las escuelas, y nunca fué escuchado como al gran Alberto,
4 quien el Pontífice llamaba su brazo derecho, adoptando sus
pareceres y decisiones.
Según se ha dicho, Lulio imitó y desfiguró las doctrinas
griegas, cambiando el sentido, mezclándolas con poco gusto
y escaso tacto, y. combinándolas en fórmulas que encierran
el pensamiento impidiéndole raeioeinar. De donde cesultftf^ue
en sus confusos métodos, apenas se encuentra una ideaiver-^
daderamente original; pero en cambio abundan las clasifica-
ción y-subdivisiones, y como careceu de exactitud, tuvoíquo
recurrir á una nueva repetición y am^ificacion^oda liuevos
libros, para que se le pudiese comprender, awnquf valiéndose
siempre de los mismos términos y pensamientos, continuando
igual confusión, y juntando de eontínuo la filosofía y la teo*
— 70 —
log'ía, afanándose para probar Vos iniftterios de la fé por oía-
dio de aquella; ambiitonando al efecto ideas obscuras* espla-
nadas en pt'ísiino lenguage, y cayendo cesar y sin sentirlo, en
las pruebas y argumentos de los mismos escolásticos. Aten-
dida la semejanza que se dijo se le notaba con los SS. Pa-
dres, no se estrafiará encontrar en S. Agustín y en Saüto
Tomás, el símil de su cuadrángulo lógico,' y en San Ansel-
ino la igualdad de sus proposiciones universales, así como
otras varias semejanzas con el sutil Scoto, porque emplea
sus máximas universales, de donde deduce otras proposicio-
nes universales para sacar de ellas á su vez, ciertos princi-
pios con que resuelve sutilmente SHS asertos. Así es como
Santo Tomás, de un principio bien sentado saca conclusiones,
variadas y numerosas, ofreciendo en su Summa diversas ana-
logías lulianas. Y tengase en cuenta, que sus mismos pane-
giristas son los que aseveran lo espuesto. De lo dicho se des"
prende y comprueba la falta de originalidad enunciada, pues
valiéndose de numerosas máximas sueltas de otros filósofos,
las reduce á un Arte que no es pura lógica, y si esposicion
de términos universales, principios ó máximas universales, pa-
ra hallar por su medio los fundamentos de cada ciencia, dis-
currir sobre todo y encontrar la verdad. Lo que es digno de
elogio, es su pensamiento de admitir una marcada analogía
entre todas las ciencias á manera de un lazo algebraico. En
efecto la ciencia es una, unida por lazos generales; no hay
Ciencias especiales, si acaso lo Serán los hombres. Y en cuanto
& encontrar la vérdttd que era su principal objeto, no se debe
olvidar qué és previa la independencia intelectual, filosofando
fcón iffectos principios y sanas doctrinas.
J'^ Aíiriqué'iulio según costumbre de la época, hizo alarde
'S^'^'óse^ tbdós'lés'tíündcitniétitos, tiene el defecto nofeihlé de
't)<)^ ,cfí ái ^ en;' géüérfíí1ii á' les ant igu os, ni sus con temporáneos.
Én'itís é^fcritoá süete prescindir dé las doctrinas reinantes, no
lás ¿otéjá cóji íes arttig-uas; no las ianalizsa ni discute para
í'écTíiEiza'rUs'ó á^i^feirlas^ como hattifch R. Bacon, San Alberto,
Séot, V. de Beauváis y otros/los que al tratar de varias ma-
„ 71 ~-
terias acostumbran esponer lo3 sistemas, teorías y opiniones
conocidas, discutiéndolas una por una, y admitiéndolas y de-
sechándolas según les parecían mas ó menos razonables, al
paso que asentaban las suyas, sin descuidar empero, las ob-
jeccioues en contra y las pruebas en favor. Esta notable omi-
sión, tiene el grave inconveniente de que los que no están
versados en la historia del progreso científico, reputan por
suyo cuanto sus libros contienen. Y esto es tan obvio, que no
hay mas que cotejarlos con los de los mencionados escritores,
para conocer que con frecuencia solo es un limitado espositor
de hechos esplicados por sus doctrinas. Habla siempre como
ex cathedra, y dando por ciertas é inegables las creencias que
él profesa, especialmente eu materias científico-filosóficas.
Cuando se aparta de este camino, cuando manifiesta su pa-
recer en materias exactas, no siempre es acertado, siendo cou
frecuencia trivial, vulgar y atrasado, cuando no ridículo.
Los Artes de Lulio, para hallar la verdad no son pura
lógica, y sí métodos científicos destinados á indagarla y ad-
quirir conocimientos, porque según Degerando, suponía que
las combinaciones lógicas de las ideas representan el imperio
de las realidades; que los seres se forman como nuestros con-
ceptos, por una derivación progresiva de las nociones mas
generales, distribuyendo la nomenclatura de las ideas abs-
tractas, según el papel que ellas desempeñan en las combi-
naciones; y de este modo se puede representar anticipadamen-
te el cuadro de todos sus elementos posibles, y componer así
á priori u a arsenal científico. Después se señala á cada una
de estas divisiones los signos convencionales, tales como las
letras del alfabeto, se trazan cuadros figurativos propios, pa-
ra examinar todas'las evoluciones que puedan esperimentar
todos estos términos asociados entre sí, y se obtiene por un
artificio enteramente mecánico, un número infinito de formu-
las que componen una especie, de algoritmo mecánico.
La filosofía luliana tiene por base un círculo que com-
prende diez y seis artículos, que encierran cuanto es necesario
á saber; OaHS(i..---M<)vinnento.-—InteUge}ic'm.-~Orbe.-^For-'
11
— 72 "
ma universal.—Materia.—Naturalesa.—Elemenlos.—Ape-
tito.— Potencia.—Hábito.—A cto.—Mistión.— Digestión.—
Composición y Alteración. Los principios de la naturaleza
difieren de los filosóficos; estos so;i fundamentos sólidos que
proporcionan los conocimientos deductivos, que son intrinse-
cos ó estriiisecos: los primeros son entidades ó partes primo-
génitas que sirven á la naturaleza; los segundos son causas
estrinsecas que concurren á las operaciones naturales. En esta
ciencia universal de Lnlio, hay sus fundamentos ó principios
universales, que son simples y compuestos. Los simples com-
prenden los términos universales v. g. la hondad, grandeza,
duración y sus definiciones; los compuestos son proposiciones
universales formadas de dos, tres ó mas términos v. g. la ¿o«-
dades grande en el verdadero poder. La grandeza es buena.
Los términos toman el nombre de principios, y las proposi-
ciones que con ellos se forman, el de condiciones. En los tér-
minos universales los hay absolutos y respectivos, que se co-
locan en distintas figuras para mejor comprenderse.
Para mayor aclaración de lo espuesto es preciso tener
presente, que en todo lo real deben distinguirse cuatro cosas:
— 1 . " Sustancia ó sea el sujeto.—2.° El accidente que es físi-
co ó moral, y que á la vez puede ser virtud ó vicio.—3.° El
atributo que es absoluto ó relativo.—4." Las cuestiones. Por ,
consiguiente, en todo se consideran siete puntos, si bien en
los sujetos en que se encuentran son nueve accidentes, nue-
ve atributos, nueve cuestiones y aveces diez.
Los accidentes físicos son: cantidad, calidad, relación, ac-
tividad, pasibilidad, situación, posición, tiempo, y lugar.
Las virtudes ó accidentes morales, los sujetos, los atribu-
tos que constituyen diez y ocho principios universales, y se
unen á. las cuestiones ó sean reglas, se especificarán mas
adelante.
Para la comprensión de este artificioso sistema, debe en-
tenderse bien la significación de los términos y la conexión de
los significados. Los diez y ocho principios se comprenden por
medio de tres grados SeVt Poder y Obrar. Así como no debe
— 73 —
olvidarse que toJo cuanto puede imaginarse en cielo y tier-
ra, pertenece á. una de las categorías designadas por medio
del alfabeto de que luego se hablará, con tal que se sepan
combinar las nociones y ligar las proposiciones, mecanismo
que se puede complicar hasta el infinito, resolviendo fácilmen-
te lo que se busca, pero sin producir verdadera ciencia.
Considerando pues, que el Ser es la primera calidad del
sujeto, se le llama Bondad, Bondad pues del hombre, es el
ser del hombre según la antigua escuela. Y si este Ser tiene
toda la plenitud que le corresponde sin faltarle grado de los
que se le debe, se llama Grandeza, ó sea plenitud del sujeto.
Bondad grande equivale pues, á perfección plena en cual-
quier cosa; el complemento del Ser exige su existencia ac-
tual que es la que se llama Duración. Resultando que el Ser
es un sujeto creado ó increado, físico ó moral, posee estos
principios; faltándole uno queda imperfecto, porque debe con-
tener perfección plena y existente.
El segundo grado es el Poder, consecutivo al Ser, que re-
quiere en el de toda cosa si es plena y actual, que se comu-
nique á otro mediante la Potencii, y como esta potencia co-
municativa, guarda orden en la comunicación y al ser comu-
nicado, y en el modo de comunicarse el orden, el dictado de
Entendimiento ó sea lo mismo que Instinto; como resultado
de la sabiduría divina angélica ó humana; la potencia comu-
nicativa á su vez, apetece comunicarse por ser buena, y como
lo bueno es comunicativo, adquiere este apetito el nombre de
Voluntad ó apetito, que comprende el intelectual que se en-
cuentra en Dios, ángeles y hombres; el sensitivo que lo poseen
los animales; el natural que lo tienen las cosas inanimadas,
como el fuego que naturalmente se inclina á comunicarse en-
gendrando otro' fuego &c. La espresada potencia exige ade-
mas la suficiencia para conservarse con perfección, que es lo
que constituye su virtud; por consiguiente, el segundo grado
ó sea el Poder, ha de tener orden, apetito y suficiencia para
comunicarse perfectamente.
El tercer grado ó el Obrar, estriba en los dos principios
— 74 —
de Oioria y Verdad. La verdad consiste en considerar á un
ser que actualmente se comunica, ó sea la potencia que se
descubre en el efecto á 2}os¿eriori: Por ejemplo, el fuego tie-
ne facultad de producir actualmente calor, y consiguientemen-
te goza de potencia calefactiva. Y como la comunicación sea
tan perfecta, que la potencia comunique toda su fuerza, r e -
sulta la Gloria; que equivale h quietud de una potencia que
deseando comunicarse lo verificó á su placer. Por ejemplo,
cuando el fuego produce otro fuego, tiene quietud en el efec-
to, porque le dio todo lo que podia y deseaba dar. Eesulta
pues, que el Ser, Poder y Obrar están comprendidos en los
nueve principios absolutos.
Los relativos fácilmente se comprenderán en vista de lo
espuesto, porque ol ser que se ha comunicado es diferente,
ó contrario respecto de otros sujetos, lo que espresan los tres
primeros Diferencia, Semejanza y Contrariedad. Y como el
mismo Ser ha tenido medios para comunicarse alcanzando su
fin que ha sido dar ser á lo producido ó al efecto, se esplica
por otros tres Principio, Medio y FÍ7i. Y como igualmente
el Ser comparado á otros es mayor, igual ó menor, resultan
otros tres que son Mayoridad, Igualdad y Minoridad,
El ejemplo siguiente hará conocer la conexión de estos
BÍgnificados; El Ser del fuego lleno, que puede comunicarse
produciendo otro fuego, se refiere á esta comunicación como
obra proporcionada á su Ser, y apetece comunicarse con ape-
tito natural, y tiene toda la suficiencia necesaria para comu-
nicarse con perfección, actualmente se comunica; y su poten-
cia tiene quietud para verse comunicada perfectamente. Este
Ser del fuego es diferente del Ser del agua, aunque concuer-
da con el Ser substancia, tiene propiedades contrarias á las
del agua, pues son calor y frió que engendró, y tiene medios
suficientes para comunicarse, y por último alcanzó su fin, que
fué engendrar otro fuego: este fuego es mayor en perfección
que el agua que es igual á otro fuego y menor que el cielo.
Debe pues tenerse por entendido, que cualquier género de
obras de un sujeto se llama comunicación del sujeto.
— /o —
Hechns estas nclaracione.s, manifestaré que este siisleina n,e-
cánico-cabalistico, despreciado por los contemporáneos, desoído
y refutado por los musulmanes á quienes con él pretendía
convertir su autor, se reduce á cuatro figuras: tres circulares
y una triangular. Las tres primeras son otros tantos circiilos
concéntricos unos con otros, movibles y giratorios medíante
un eje, y correspondientes á cada una de las columnas distin-
tas sobre las cuales están trazados sus principios ó predica-
dos, divididos en los dos órdenes absolutos y relativos, al pro-
pio tiempo que coloca allí las cuestiones posibles, los sujetos
generales, las virtudes, los vicios con nueve términos en ca-
da columna, y á cada una de las cuales corresponde uno de
los radios ó casillas del circulo. Estos en sus posiciones res-
pectivas colocan los términos en frente, según las correlacio-
nes variadas, y producen toda clase de proposiciones. Las
vueltas de las figuras emblemáticas de este artificio;, desem-
pefian el trabajo de las meditaciones del espíritu, y suplen
al conocimiento de los hecbos, que de este modo resulta inú-
til, según la suposición fundamental, La última figura ó ins-
trumental del arte, se compone de tres triángulos rojo, verde
y amarillo, que en ciertos Artes llegan á cinco. Mediante loa
triángulos forma el entendimiento las máximas de que deduce
sus discursos, y sirve para bajar de los universales á los par-
ticulares. Resumiendo según Pascual, el Arte consiste en los
Principios ó términos universales propuestos en las Figuras;
en las Dpjiniciones de los principios; en las Condiciones ó
proposiciones formadas de los mismos términos; en las lie-
glas que enseflan á discurrir y en la Aplicación de estas ge-
generalidades á las materias particulares para descubrir la
verdad.
La primera figura compete á Dios por sí solo, y á las
criaturas por accidente, y en ella se circulan todos los prin-
cipios absolutos, discurriendo uno por uno, por dos y por
todos, asi en el absoluto como en el concreto. Lo que compete
solo á Dios que es bueno y la Bondad; y la bondad es la
grandeza, y esta es la bondad, y así de las demás, sustancial
- 76 —
y eseuciahnente. Pero la sustancia creada aunque sea buena
f grande, no por eso es su Bondad y su Grandeza en es-
tracto; ni su bondad es esencialmente grande, sino acciden-
talmente; esto es, que la bondad no es grande por sí, ni la
grandeza buena, y por eso se llaman accidentes; porque aun-
que sean principios sustanciales del ente que constituyen, es
accidental la semejanza que se dá el uno al otro. Esta figura
se espresa con A, porque según el apocalipsis, Dios es el Alfa
y el Omega, y por que ademas es la primera letra del alfa-
beto de las que se derivan las demás, así como las criatu-
ras de Dios. Y puesto que la A. se forma en el corazón, la
E. entre garganta y pecho y la I. entre los labios, del mismo
modo las consonantes emanan de las vocales, como las cria-
turas de Dios. Es circular por la razón de que Dios es cen-
tro que carece de circunferencia; y así como todos los pun-
tos del círculo no pueden tocarse por unirse todos entre sí,
del mismo modo no se puede tocar una razón divina sin to-
car á las demás, según se demuestra por razón de equipa^
rancia, como ya en parte lo demostró Aristóteles.
El objeto de esta figura es determinar todos los atribu-
tos que pueden convenir k un sujeto. Dado el Sar en gene-
ral, se descompone esta noción para indicar los sujetos ó
ideas particulares que cortiprende y son nueve: Dios.—-Án-
gel.—Cielo.—Hombre.—Imaginativo.—Sensitivo.— Vegeta-
tivo.—Instrumentativo, dispuestos en otras tantas casillas ó
segmentos de un círculo marcados con las letras B. C. D.
E. F. G. H. I. J. K. En otro círculo concéntrico, é interior,
en iguales casillas se escriben los atributos del Ser, como
Bondad.—Magnitud ó Grandeza.—Duración.—Poder.—Cog-
nición ó Sabiduria.—Virtud.—Apetito.—Verdad.—Gloria.
En otro círculo concéntrico mas interior, se colocan los mis-
mos atributos considerados de un modo relativo y no abstrac-
to, como Bueno-Grande &c. Haciendo pues girar el tercer cír-
culo dejando los otros inmóviles, cada atributo vendrá suce-
sivameute á colocarse bajo cada uno de los sujetos, y resulta-
rá una serio de proposiciones como Dios bueno.—Dics gran-
— -77 —
de, duradero &c. con lo que se resume toda la ciencia, porque
nada hay fuera de estos sujetos y de estos atributos. Con la
combinación de las letras B O.—B D.—O E. &c. pueden es-
presarse todas las proposiciones, por que á cada casilla cor-
responden las letras que espresan á voluntad, ya el sujeto,
ya el atributo, ya ambos á la vez.
Conocidos los atributos que convienen aun sujeto, se deben
analizar y considerar los diversos aspectos ó puntos bajo los
cuales pueden contemplarse, y esto se logra con la segunda fi-
g'ura significada con la F. y aunque muchos de sus términos
signifiquen primeramente las perfecciones de Dios, y secun-
dariamente las de las criaturas, según la universalidad del
arte, representa el ente ó ser universal, y sus términos las
perfecciones del inismo. Es la instrumental del Arte, porque
•con sus triángulos forma las máximas y deduce sus discur-
sos, facilitando el camino para bajar de los universales á los
particulares. En un círculo de nueve casillas, se inscriben los
varios modos del ser, especificados con distintas letras p. e.:
B. Diferencia. — C. Concordancia. — D. Contrariedad. — E,
Principio.—F. Medio.—G. Fin.—H. Superioridad.—I. Igual-
dad. Este círculo á su vez está circuido por otros dos, y en
el centro se colocan tres Triángulos superpuestos, que se cor-
ten de modo que sus nueve ángulos correspondan á dichos
atributos. Entre los dos círculos interiores que rodean al pri-
mero, hay otras nueve casillas con las siguientes palabras:
Debajo de B. C. D. Sensual y Sensual.—Sensual é Intelec-
tual.—Intelectual é Intelectual.—Debajo H. I. K. Sustancial
y Sustancial.—Sustancial y Accidental.—Bajo la E. Causa.
—Calidad y Tiempo.—Bajo la F. Conjunción.—Medida.'—
Estremidad.—Y bajo la G. Perfección.-—Término.—Priva-
ción. Uno de los tres triángulos es verde y corresponde á la
Diferencia.—Concordancia y Contrariedad ó sea B. C. D. pa-
ra demostrar que todo diferencia, concordancia y contrarie-
dad, se hallan entre los estremos antes citados. Otro es rojo
y se refiere al Principio, Medio y Fin, para hacer ver que
todo principio ó es de casualidad ó de tiempo. El último es
— 78 —
am&ñUo y corresponde h la Mayoridad, Igualdad y Minaft-
dad. Así se prueba que por el ángulo de la diferencia p. e.
lo sensual se diferencia de lo sensual, como un, árbol de un
león &c., lo sensual de lo intelectual, como el cuerpo del al-
ma; y lo intelectual de lo intelectual como el ángel de Dios.
La tercera figura, compuesta de la primera y segunda,
corresponde á las criaturas por si mismas, porque denota
composición. Consta de tres triángulos con treinta y seis ca-
sillas ó sean otras tantas combinaciones de las nueve letras de
su alfabeto á saber: B. Bondad—G. Grandeza y Magnitud.
—D. Duración.—E. Poder,—F. Sabiduría.—G. Voluntad.—
H. Virtud.—I. Verdad.—K. Gloria. Cada una de ellas tiene
seis significados, uno relativo como diferencia; absoluto como
bondad; un sujeto como Dios; una pregunta como, ¿si es la
eosa?; uaa virtud como justicia; un vicio como gula, dispues-
tos en la siguiente forma:

ABSOLCTO*. RKLATITOS. SCOBTOS. FREGCNTAS. VlRTCDBS. VICIOS.

Bondad. Diterencia. Dios. Si es? luaticia. Avaricia.


Grandeta. Concordan- Ángel. Que es? Pradencta Gula.
cia.
Duración. Contrarie- Cielo. De que «a? Fortaleza. Lujuria.
dad.
Poder. Principio. Hombre. Porque es? Templan- Soberbia.
Sabiduría. H«dio. luiaglnatlTa Cnanto ea? Fé. Perón.
Voluntad. Fin. Senatilva. Cooleaf EsperaDU EñrMIa.
Virtud. JMajroridad. VegeUtiva. Cuando eso Caridad. Ira.
fué?
Verdad. Igualdad. Elementati- Donde eiibl Paciencia. Sfentira.
Gloria. Minoridad. Instrnmen- Donde est& Piedad. Ipeonaiaq.
llTa. &tiuad*¥

Y dan lugará.oi^iu^t^ y c«mtrQ. término»: q.vteme2da<lps enr


tre sí, proporcionan el conocimiento universal y particular
délas cosas. Mezcladas las letras de dos en dos, producen
todas las combiqftciones poúbloi.^ Están repetidas áoe veces y
distribuidas en seis casillas colocadas de derecha ^ izquier-
- 79 -
daV'á í'^í''í>®r& de tabla pitagórica-, sobre ocbo hilers^s de ar-
rifeft'A abajo, eiv otras, tantas filas y caminando de' izquierda
á derecha. El número de letras vá disminuyendo de arriba
hacia abajo, de modo qne en el primer orden, la B. se une
á las ocho letras restantes, en el segundo la C. siete veces,
la D. seis &c. Esta figura proporciona á cada letra el mis-
mo valor que tiene en la anterior. En la primera la B. es-
presa Bondad, la C. Grandeza.—En la segunda, B. significa
Diferencia. C. Concordancia. Esto es concordancia y diferen-
cia entre lo sensible, entre lo sensible é inteligible &c. Debe
p n ^ comprenderse de este modo: B. y O. la bondad presen-'
ta una gran diferencia y una gran concordancia; concordan-
cia entre lo sensible y sensible. De estas letras pues, salen
diversas proposiciones como B. C. Bondad grande, diferen-
te,, concordante:—Grandeza buena, diferente &c, y por las
tres figuras se pueden comprobar las razones de Dios por las
demostraciones de equiparancia.
La cuarta figura, espresada con tres circuios, el esterior
movible, y con nueve casillas, es una combinación de las
anteriores; es mas completa por tener una letra mas. Sirve
para buscar el término medio ó sea la formación del silo-
gismo, único fin del gran Arte. Las revoluciones del circu-
lo movible, producen todas las combinaciones imaginables
de las letras tomadas de tres en tres, pues las letras del mo-
vible se ponen frente á las de los inmovibles y presentan
dichas combinaciones. Cada una de ellas corresponde á tres
silogismos, porque cada uno de los términos B. C, D. puede
servir de medio entre los dos otros, y el número se duplica
cambiando el orden de los estreraos; pudiendo resultar de
las combinaciones de las lettas hasta doscientas cincuenta y
dos figuras.
Como se vé, las letras <5 mejor el alfabeto en L\ilio, como
consecuencia de sus principios generales, desempeña un papel
importante, consta según se ha espuesto* da nueve letras y
nueve euestiones en la siguiente forma:
B.—¿Si es la cosa?=Con la duda, afirmación y negaéion.
12
— 80 —
C—¿Que es?=En si, tiene en si, es en otro; tiene en otro'.
ü.—¿De que es?=:Primitivamente, materialmente, positi-
vamente.
E.—^¿Porque es?=Formalmente, finalmente.
F.-—¿Cuanto es?=Gontinuo, discreto.
G.—¿Cual es?=:Propiamente, apropiadamente.
H.—^¿Cuando es y cuanto tiempo, desde que tiempo y
hasta que tiempo significa las letras C. D. K.
I.—¿Donde está?=Significa las letras C. D. K.
K.—¿De que modo está situado^rrl." Es parte.—2." La
parte está en la parte.—3," Las partes están en el todo y al
contrario.—4." El todo arroja fuera de si su semejanza y las
de su parte.
K.—¿Con que tiene la situación.=:(Repitánse las anterio-
res condiciones.)
Del orden y conexión de este artificio se comprende el de
las diez preguntas, porque la K es doble, pudiendo de cada
cosa hacer estas diez preguntas. La 1.* encierra seis á saber:
si es posible ó imposible, si es necesario ó contingente; si
existe ó no existe:—La 2.* que esencia tiene, y esta que
constitución tiene; que ser le viene de comunicarse con otra
cosa, y este ser que le viene de afuera que constitución tie-
ne. Ejemplo. ¿Que esencia tiene el hombre? es animal racio-
nal. ¿Que constitución tiene esta esencia? alma racional y
cuerpo; ¿Que ser le comunica la esencia? ser docto ¿Que cons-
titutivos tiene ser docto? La misma esencia comunicada al
hombre, le constituye en ser docto.—La 3." que principios
tiene el sujeto, de que se formó y crió y cuyo es este suje-
to.—La 4.* que fin tiene el-ser, á que fia se ordenó.-T-La 5."
que grandeza y que multitud contiene.—La 6.* indaga las
calidades propias y advenedizas del sujeto.—La 7." El tiempo
que dura el Ser ó cuando tuvo el Ser..—La 8.* se refiere al
lugar que tiene.—La 9.*^ como es y como obra.—^Y la 10."
el instrumento .ó virtud con que obra.
Este Arte magno y artificial, teniendo presente lo puesto
y otras consideraciones que han dejado de mencionarse, se
— 81 —
reduce eu general á las trece partes siguientes: 1.° El alfa-
beto.—2° Las figuras.—3.° Las definiciones.—4." Las r e -
glas.—5." La tabla con 680 veces una fila de cuatro letras
divididas en 84 órdenes con 20 letras.—6." La esplicacion de
las figuras.—7.° La multiplicación de la cuarta.—8." Los
Sujetos.—9.° La aplicación con las cien formas ó géneros.—
11.° Las preguntas que pueden hacerse.—12. El ejercicio del
arte ó su manejo.—Y 13.° La doctrina.
En vista del análisis que he presentado, se viene en cono-
cimiento de la universalidad del arte, porque suponiendo que
todos los diez y ocho principios se encuentran en todos los
sujetos, y en el mundo en todo lo posible ó por afirmación
ó por negación, (que contrariedad y minoridad no la hay en
Dios) que dicen imperfección, el objeto del arte, es, que por
medio de sus figuras circulares, se pruebe una proposición,
viendo si el predicado dice con alguno de los diez y ocho
principios del sujeto; y si dice con uno dice con todos, y así
con los diez y ocho principios hay otros tantos medios para
probar un asunto en toda materia. Esto se vé en el siguien-
te ejemplo, para probar de este modo la proposición do que
en, Dios hay providencia,. Atendiendo á los significados de
los principios y discurriendo por ellos se dice; La providencia
pertenece á la perfección de Dios, luego hay providencia en
Dios, por que es perfección de Dios no ser ciego.—La provi-
dencia pertenece á la plenitud de Dios; luego la hay; por-
que un Dios que no supiera disponer lo necesario, seria Dios
imperfecto y no pleno ó completo. Pertenece á la eternidad
de Dios, luego la hay, porque siendo ciego ah eterno, no hu-
biera cosa concertada.—Pertenece á la providencia de Dios,
luego la hay; porque seria potencia ciega y comunicaría
monstruosidades, por ser elhi ciega y sin superior que la go-
bernase &c.
Otro medio es cargar toJos los principios sobre cada uno,
pues los diez y ocho se encuentran en todos ellos, por ejem-
plo: ¿Es lícito el estado del matrimonio? Si, y se prueba
considerando la perfección de la Iglesia, que es el primer
— 82 —
principió de Lulio. A la sola perfección de la Iglesia, se apli-
can los diez y siete principios restantes del modo siguiente:
El matrimonio d i plenitud á la perfección de la iglesia, pues
multiplica católicos, y la Iglesia es unión de muchos fieles.
—^Da duración á la perfección, pues es perfección, que haya
muchos.—Da poder á dicha perfección, por que puede co-
municarse á muchos, y es conforme al orden de la perfección
de la Iglesia y de su apetito, porjue esta perfección dice or-
den á comunicarse y lo apetece.—Da la suficiencia por los
maestros que obtiene para comunicarla, sirviendo igualmente
el bautismo &c., y así con los restantes.
Para el mejor uso del artificio es necesario el de ocho
verbos á saber: incluye, comunica, recibe, nace, ordena, au-
menta, conserva, requiere. Cada uno de ellos puede tener
trescientas razones á lómenos para probar la conclusión. Por
ejemplo: la justicia no admite participación de personas; tó-
mese el verbo comunica y el principio perfección, y con él
se íllscurre por los diez y ocho principios que se hallan en la
justicia diciendo: lo que comunica perfección á la pleniti:d
de la justicia, le conviene á la justicia no aceptar personas,
porque comunica perfección á la plenitud de la justicia, lue-
go eso le conviene á la justicia, porque su plenitud es la en-
teresa y la igualdad, y esa no tiene su perfección si hay
aceptación de otras personas &c.
Se vé pues que este arte determina á priori todas las
fórmulas del pensamiento con las condiciones posible?, ofre-
ciendo un depósito de razonamientos aplicables & todas las
cosas, ó sea una solución á todas las preguntas, por un ejer-
cicio mecánico y apoyadas en el antiguo lenguaje metafísi-
00. En los principios del arte hay semejanzas con Aristóte-
les; y en general una confusa mescolanza de lo físico con lo
teológico, con lo que se intenta demostrar varios absurdos,
por ejemplo que la materia primera y la forma constituyen
el Caos elemental, de donde salen los cinco universales y las
diez categorías &c. No se debe estraSar pues, que de esta
modo y con esta gerigonza, haya compuesto Lulio tantos l i -
— 83 —
broSj'losque pudo componer durmiendo, como dice Degene-
rando, no olvidando ademas, que en todos repite mas ó me-
nos modificados los mismos principios, con una insistencia y
profusión que rayan en la inoportunidad y confusión, sirvién-
dose de ellos lo mismo en ciencias morales, que en teológi-
'cas, físicas &c. En todos sus escritos, abusa délas clasifica-
ciones, divisiones, subdivisiones, proposiciones silogísticas &c.
haciendo una vana ostentación, para apoyar y demostrar
ideas ¡vulgares, pueriles y obscuras. Quiso amalgamar la re-
ligión y^ la filosofía, afanándose estraordinariamente para des-
arrollar ideas numerosas, y sin embargo, no legó á la pos-
teridad un libro útil y duradero.
No se me oculta que apesar de los minuciosos detalles
que he presentado para dar á conocer las bases de los mé-
todos filosóficos lulianos, la mayoría délos lectores quedarán
como'antes de recorrer estos pormenores. Dos largos años
he invertido en su examen, y aun no me considero comple-
tamente versado en ellos. Para su aclaración, he recurrido á
varios de sus espositores é interpretadores, sin los cuales,
confieso que su estudio me hubiera sido casi imposible. Esto
dimana, de que para comprenderlos se requiere un vocabu-
lario especial y un formulario práctico, que se trasmitía tra-
dicioanlmente y de viva voz, con los cuales los discípulos
se acostumbraban á manejarlos. Hoy carecemos de estos ele-
mentos, y no es posible descifrarlos con la claridad y esten-
sion que antes gozaban, como podrá comproVjarlo el que in-
tente conocerlos á fondo, pues las esplicaciones facilitadas
por los espositores contemporáneos y posteriores, no bastan
para lograrlo, pues no se oculta que hay ciertas particula-
ridades en las ciencias y artes, que nunca se consignan en
los libros. Los modernos al llamar gerigonza ininteligible al
sistema luliano, no van ,fuera de camino, por que falta la
llave que abría el santuario de sus recónditos misterios es-
colásticos.
v;iuicipioó S'uoÁÓriCOó.

Aun cuando lo espuesto basta y sobra para formular el


suficiente concepto de este método artificial, faltando en cier-
to modo á la brevedad con que me habia propuesto reseñar-
lo, haré algunas aclaraciones y adiciones para su mas com-
pleta comprensión, principiando por la definición de la'filo-
sofía según él la esponia, y manifestando el sentido de sus
principios.
Filosofía.—La delectación del saber es el sujeto de esta
ciencia, el fin conocer la causa primera, y los secretos de los
efectos. Sus primeros piúncipios la primera causa, el movi-
miento, inteligencia, forma universal, materia primera, na-»
turalezade los elementos simples, apetito, potencia, acto, há-
bito, mistión, digestión, composición, alteración &c.
Causa.—La primera es Dios.
Inteligencia.—Es el Ángel, el cual es de si mismo, no
derivado de sustancia general como los cuerpos, por lo que
carece de puntos, lineas, ángulos &c. Su ser lo tiene en si
mismo pues no es corpóreo &c.
Apetito.—Es como el natural que se halla en todos los
principios naturales y sus principiados, por practicar en ellos
sus varios movimientos.
Potencia.—Aptitud ó disposición que tienen las cosas ini-
ciadas á su ser; el ente está en potencia cuando no está aca-
bado. Todos los conceptos naturales y partes compuestas de
ellos, están en inicio desde la creapion, y todas sus partes
están en potencia. Se dice esto porque los agentes naturales
no pueden crear y si desarrollar lo preexistente. Dios crió di-
chos principios de la nada, están confusamente en el Caos
elemental ó materia elemental, fundamento de todo, y los
— 85 —
«jg-entes naturales sacan de él los principios para construir
nuevamente el vegetal ó animal.
JfdHto.—Ea la disposición próxima ó aptitud que tienen
los entes potenciales, relativamente al acto de su ser y res-
peto de la virtud activa ó inftexiva para deducirlos al acto.
Acto.—El ser ó actualidad del ser que tienen las cosas,
por construirlas el agente natural de sus partes intrínsecas.
El acto es el fin de la potencia y hábito; la potencia es el
principio, .el hábito el medio, por esto pasan de ser potencial
á ser actual en lo generado. Potencia es virtud activa; hábi-
to, disposición para obrar; y acto el ejercicio ú operación.
Mixtión.'—Mezcla y unión de los elementos entre sí.
Existe en los ele:nentos, en el Caos, y en todo lo" que des-
ciende de ellos y se halla en todo lo que media hasta la com-
petición, como en la lluvia, vapores &c. y misturas imper-
fectas vegetales, animales y minerales.
Diffestioti.—Cocción ó reunión natural de los elementos,
que por su mezcla y acción recíproca, dejan la crudeza ó
ineptitud de unirse bien para los compuestos, á semejanza de
la alimentación.
Composición.—Union de principios naturales, de que re-
sulta la unidad del todo, según las clases del Universo; la
elementativa la hace por los elementos, estos á su vez por
los elementados «Sic.
Alteración.—La mutación que se efectúa especialmente
por generación y corrupción de la materia. Por la primera
se efectúa ia forma, y por la segunda se priva y reduce á
potencia, ó á la confusa mistión del Caos la que estaba en
acto; y por e§o la privación se dice ser principio, no del com-
puesto físico, sino de sus mutaciones &c.
Zas 100 formas.—En los principios lulianos se recurren
á ellas con frecuencia, como una de sus bases fundamenta-
les; son términos por los cuales discurriendo por ellos, se pue-
de obtener un mejor conocimiento y son los siguientes: enti-
dad, esencia, unidad, pluralidad, abstracto, concreto, natu-
raleza, genero, especie, disposición, proporción, iotenciMí,
-86 -
ÍQ^^ante, intensidad, estensidad, contigüidad, eentiQuidajcli^
caos, individualidad, simplicidad, composición, fornaa, Baate->-
ria, cuerpo, rectitud, línea, esfera, razón, vacuo, uaiversal,
particular, propiedad, traslación, alteración, generación^ án»
guio, figura, triángulo, cuadrángulo, circulo, superficie, ins-
tante, apetito, movimiento, coirupcion, priiíacióa, infinidad,
comprensión, capacidad, existencia, potencia,, acto, objeto;
inmovilidad, sucesión, atracción, recepción, significación,
novedad, monstruosidad, color, sombra, necesidad, contin-
gente, fortuna, ocasión, definición, opinión, cuestión^ decli*
nación, suposidon, demostración, punto, trascendente} idea,
predestinación, libertad, creación, misericordia, crimen, .cien-
cia, arte mecánico, liberal, moral, general y otras varias
ciencias y artes &c., &c.
Con pstas formas y los principios lulianos, se ptíeden re-
solver varias comparaciones á SLI manera v. g. plenitud;
hermosura, difusión, acualidad, natural, necesario, orden &c.
convienen con la perfección; y sus opuestos vacuidad, feal-
dad, artificial, compresión, estrinseco &c. concuerdan con el
defecto. En los casos ambiguos ó dudosos, se ha de con-
cluir aquella parta que importa mayor perfección ó mayori-
dad de bondad, grandeza y demás términoai que convienen
con la perfección. Escusado parece analizar lo absurdo de tan
ridicula mescolanza, especie de vocabulario donde se confun-
de lo físico, lo metaflsico, lo general, lo particular, lo cien-
tífico, lo vulgar &c Me limitaré tan solo á continaac algu-^
ñas de sus voces, para que el lector juzgue sobre el modo
como las definia el autor, á quien con justicia se le ha cen-
surado por la ridiculez con que procedía en esta materia^ 'i=
Ocasión,—Es el ente que tiene intención de aquellas co^r
sas que pueden acontecer, como el hombre que p06e leña en
el fuego para que se queme, y es ocasión de la combustión.'
Unidad.—Ente por el cual uno es uno, y obra y produ-
ce el uno.
Pluralidad.—Agregación ó juntura de muchas cosas de
cualquier clase, pero diversas.
— 87 —
Alstracto.—Esencia de las cosas, como la blancura de lo
blanco.
Concreto.—Ente en el cual está sustentado el abstracto
que es su esencia.
Naturaleza.—Principio por el cual los entes son produ-
cidos naturalmente; es doble, naturalmente como Dios, y
naturalizada como la criatura.
Género.—'EutQ que predica de muchos diferentes en es-
pecie.
JEspecie.-~LB. que predica de diferentes en número.
Disposición.—'Es la privación de alguna cosa, por cuya
razón se dispone 4 cierto fin, como el disponer la materia
natnral ó artificial para determinado objeto.
Instante.—^Principio y término del tiempo.
Jniensidad.—Es mas cercana al simple que al compues-
to, como el fuego simple.
Estensidad.—Es al contrario, cómo el fuego que entra y
está en loa elementos y elementados.
Forma.—l^ñncv^io esencial al que compete propiamente
la pasión, y por ella es pasiva la sustancia compuesta.
Razón.—Luz del entendimiento para conocer las realida-
des de las cosas.
Vacuo.—"EX sujeto en el que no se descubre entidad a l -
guna.
Pleno,—Es lo contrario, como el fuego arriba y la tierra
abajo.
Esfera.—El lugar propio que apetece cada elemento.
Alteración.—^Mudanza de una calidad en otra, como vino
en agua, salud en enfermedad.
Generación.-^O'^QT&ñon. natural por la qué, lo que está
en potencia existe naturalmente en acto, causando nueva
forma; es simpUciter ó sustancial, secundum quid ó acci-
dental; univoca cuando el agente y el engendrado son igua-
les V. g. el hombre y hombre; equivoca cuando difieren de
especie; v. g. el Sol que concurre con el hombre á generar
otro hombre, ordenada, fortuita, intelectual &c.
13
— 88 —
Figura,—Accidente constituido de la situación de las lí-
neas, y hábito de la superficie y colores.
Infinidad.—Ente sin términos íii medida; es triple de
grandeza, duración y número; la primera es la inmensidad,
la segunda eternidad &c.
Comprensión.—Es la semejanza de la infinidad, y la
aprensión de la finidad, v. g. el que gusta una gota de agua
aprende que el mar es salado.
InmoHUdad.—Propiedad del ente inmobil que no tiene
apetito para moverse., como Dios que es este inmobil, aun-
que eterno é infinito.
Necesidad.—Ente que no puede ser de otra níaiiera.
Obstinación.—Acción dimanada de la memoria y de la
•voluntad en el objetó, por el cual el entendimionto está fir-
me en la afirmación de lo falso contra la verdadera nega-
ción, «orno del vicio y del amor.
Matemáticas.—Ciencia de las cosas naturales considera-
das en su cantidad, tieíie cuatro partes, geometría, astrolo-
gía, aritmética y música. La astrología es la cantidad délos
móviles en el cuerpo celeste. Música es el número referido
al son.
Astronomia.—Cantidad continua móvil, ó influencia ce-
leste. Su fin, conocer las virtudes y movimientos que tiene
el cielo efectivamente en los inferiores.
Música.—Su asunto la concordancia ó melodía de las vo-
ces. El fin, deleitar con el canto, concordando diversas vo-
ces. Tiene diez principios, altura, infinidad, mediocridad,
longitud, brevedad, grosez, magrez, sutilidad, proporción,
acento de vocales y consonantes.
Innecesario parece analizar los absurdos y nimiedades
que encierran varias de estas definiciones; el lector por sí
solo, podrá verificarlo con la mayor facilidad, solo con dete-
ner un poco la atención sobre ellas.
V?tUlCILUOÓ t3ll.lVCtó<xfcó.

Se ha dicho que en esta doctrina, sentados los principios


imiversales se proponen las definiciones que los aclaran, vi-
niendo luego las máximas universales, y por fin, las reglas
que suelen variar según los tratados, por ser distintas y
usadas de distinto modo, aunque se usen y funden según los
principios, divisiones y condiciones. En su vista, rec»rdando
que los principios, son como la clave de la referida doctrina,
espondré sus definiciones, recordando que deben mirarse y
considerarse únicamente, en orden al principio que se define
según su pura y precisa naturaleza, ó según lo que le per-
tenece y refiriendo á Dios su definición; son los siguientes:
Bondad-—líazon por la cual lo bueno obra lo bueno.
Grandeza.—Razón por la cual la bondad, duración y de-
mas principios son grandes, de modo que la grandeza com-
prende toda la estension del ser.
Duración.—Por este, lo bondad, grandeza y demás prin-
cipios pueden ser y obrar.
Sahidiiria.—Por esta razón el sabio entiende. Es una r a -
zón abstracta y general, común al entendimiento de las sus-
tancias racionales, y al instinto natural de las demás cosas.
En Dios hay supremo entendimiento, y en todas las cosas hay
una semejanza de aquel conocimiento, por la que cada una
conoce lo que le compete conforme á su modo y naturaleza.
Voluntad.—-Por ella todos los principios son amables.
Virtud.—Perfección que dá origen á la bondad y demás
principios en el ser ú obrar de la cosa.
Verdad.—Es lo que es verdad de los dichos principios; esto
es: que por ellos son y obran verdaderamante la bondad,
grandezas y demás cosas verdaderas; así en Dios como en
— 90 —
las criaturas se conoce claramente ser esta la verdad r^ue
tienen.
Gloria.—Es aquel deleite en él que la bondad y demás
principios se aquietan; cada cosa la tiene á proporción de la
que tienen en Dios sus atributos en su ser y operación.
Diferencia.—Por ella los principios son razonables, in-
confusos y claros, lo mismo en Dios que en las criaturas.
Concordancia.—Por esta razón, los principios concuerdan
en una ó muchas cosas. En Dios por su infinita concordan-
cia, convienen sus predicados en las criaturas.
Contrariedad.—Consiste en la mutua resistencia con que
diversas cosas se resisten por causas de los diversos fines á
que miran; porque cada una se inclina á su particular, y
repugna á otra que mira á su opuesto ó la impide que a l -
cance el suyo.
Principio —Es lo que tiene alguna razón de prioridad 4
todo lo que es principio.—En Dios cada atributo es princi-
pio, como razón de lo que de ól desciende en la divina sus-
tancia; y á proporción son principios las correspondientes
perfecciones criadas.
Medio.—Es el sujeto por donde el fin influye al princi-
pio, y el principio refluye al fin, de modo que participa de
entrambas naturalezas.
Fin.—Es lo que se aquieta en el principio.
Mayoridad.—iis la perfección ó sea la imagen ó seme-
janza proporcionada de la inm*isidad, de la bondad, gran-
deza y demás atributos divinos.
Igualdad.—Es aquella razón en que no se aquieta ó des-
cansa el fin de la concordancia, bondad, grandeza y demás
principios. Y como estos concuerdan entre sí para formar el
concreto, reposan en él por su debida y proporcionada igual-
dad; y como en Dios están coa la espresada igualdad sus
perfecciones, del mismo modo son iguales los principios de
las criaturas.
Minoridad.—Razón por la cual las cosas están cerca de
la nada.
— 91 ~
Estas definiciones convienen á los proporcionados absolu-
tos divinos, y esplican la propiedad que les competa, y en
consecuencia las semejanzas que les corresponden en las cria-
turas, y deben tener aquellas propiedades esplicadas. De es-
tos principios comparados de 2 en 2—3—4 &c., y siendo uno
el sujeto y otro el predicado, se pueden deducir condiciones
inumerables: v. g. en la fio^uraT.: La concordancia es ma-
yor en la diferencia y menor en la menor diferencia.—En la
fig. A, La obra del amor puede ser mayor en aquel sujeto
en quien la perfección está mas distante de la imperfección.
Imposible es hallarse la virtud ociosa en la voluntad gran-
do &c. Igualmente se pueden formular máximas como las
siguientes: Con la mayor diferencia de principios sustancia-
les, que son mayores, es mas perfecto el orden de la natu-
raleza.—El principio se ordena al fin, y faltaria el orden
perfecto, si el principio menor no se arreglara al fin del
principio mayor que es su fin.
Aun cuando algunos me tacharán de difuso^ creo nece-
sario multiplicar las pruebas que han de corroborar basta la
saciedad, el juicio poco ventajoso que he formulado de un
sistema, que mas que metafisico, es obscuro, nimio y ridí-
culo, según se vé en la resolución de las siguientes cues-
tiones, tales como lo practica el mismo autor.
¿El hombre, prescindiendo de los defectos que puede ad-
quirir, tiene mayor poder para obrar bien que para obrar
mal? Si. Y por consiguiente, el poder es mayor en la con-
cordancia que en la contrariedad, y como todas las perfec-
ciones naturales del hombre, concuerdan naturalmente con
el poder y bondad, y por consecuencia repugnan por si á la
malicia; el poder del hombre debe ser mayor para el bien
que para el mal.—¿Tienen las potencias del alma igual
gloria en el Paraíso? Si: Por que la concordancia del alma
con Dios en la patria, es mayor en la igualdad de gloria
de BUS tres potencias, que en la desigualdad, pues no siendo
de esta suerte faltaria la mayor concordancia entre el alma
y Dios, y entre esas mismas potencias, y obraría Dios en
— 92 —
ella lo meHor, dejando obrar lo mas, lo que repugna al su-
premo bien del alma, y h la mayor comunicación con que
Dios se comunica.—-Las almas racionales son iguales entre
si?—No. Donde ha3' mayor distinción en concordancia, hay
mayor orden, y siendo las almas desiguales según su natu-
raleza, hay en ellas mayor distinción en concordancia, por
estar diversiíicadas en la graduación de mayoridad y mino-
ridad, es preciso que sean desiguales para tener el mayor
(írden que conviene con el mayor ser y perfección.^—La lógica
que sabe Martin en la tierra, la sabrá en la otra vida? Si
se salva, tendrá en hábito la lógica que supo en esta vida,
según éi^n, de la bien aventuranza adquirida por hábito, y
si se condena, la sabrá contra el fin para que padezca pena.
Como lo espuesto puede considerarse con arreglo á la anti-
gua metafísica, y no con relación á IQS objetos materiales,
no faltando quien lo juzgue favorablemente, creo convenien-
te presentar algunas aplicaciones de doctrinas luliauas al
examen de un objeto palpable, físico como el agua.
Por la Boiidad.~~\L\ agua tiene su elemento con todas las
perfecciones que corresponden á su esencia, siendo comuni-
cativa y comunicándose actualmente á todos los mixtos.
Por la Grandeza.—Tiene lo necesario para constituirse
en su esencia y en ser elemental, concurriendo como tal en
los elemeatados y existiendo en ellos, y ellos resolviéndose
en él. ^
Por la Duración.—Tiene su consistencia y duración de
elemento.', porque subsiste desde que fué cread.-i, y durará
hasta el fin del mundo ó basta que Dios disponga de la pri-
mera causa.
Poder.—Lo tiene en todos los mixtos, según sus especies,
y recibir en sus entrañas las miseras naves que naufra-
gan &c.
Sabiduría.—La tiene por el instinto con que dirijo sus
operaciones y procura su conservación, según se vó en la va-
riedad de los mixtos con que se hermosea la naturaleza; y
reconociendo que la virtud unida es mas robusta y fuerte,
— 93 ~
cuando cae en gotas sobre la tierra, se redondea para de-
fenderse de su contrario.
Voluntad.—Existe en ella por el apetito que tiene á sus
operaciones, porque sino, entrara voluntariamente en les mix-
tos, y así es que tiene el apetito de bajar á áu centro cuando
es atraida por el sol, que conserva el todo y asciende contra
su naturaleza á la superficie del fuego, para recibir allí los
influjos celestes y fertilizar la tierra al bajar.
Virtud.—Por esta, la elementativa obra con perfección
en sus individuos y es causa que exista en este elemento.
Verdad.—Lo prueba la firmeza elementativa y el ser
verdaderas y no ficticias sus operaciones, por que sino, no
habria mixto real ni verdadero, ni pudieran conocerse los
demás elementos.
Gloria.—Se conoce por la delectación que tiene en sus
operaciones y reposo en su centro; y para lograrlo, van al
mar los ríos y fuentes despeñándose de lo alto, como centro
de todas las aguas.
Diferencia.—Por ella tiene la distinción de elementos &c.
y por sus propiedades se distingue de otros elementos, y por
el aciieijicante, acueiJlcaMe y actieificar, sus correlativos y
concretos, y por todos los demás conjugados entre los cua-
les liay distinción y diferencia, como en todos los principios
consecutivos de su ser, pues en el elemento del agua, la
bondad no es la grandeza, ni esta es la duración que son
distintas.
Concordancia.—Esta le dá unidad de esencia por ser un
eleinento y no muchos.
Contrariedad.—La tiene accidental por sus calidades, y
se opone diamentralmente al fuego, por la naturaleza de los
fines diversos que tiene &c. Y así mismo tiene sus oposicio-
nes secundarias con el fuego y aire por la ligereza y calor,
y con la tierra por calor y sequedad, pues el fuego tiene
color lívido, el aire diáfano, el agua blanco y la tierra ne-
gro, y por los colores se puede conocer cual elemento está
mas intensamente mixto en otro.
— 94 —
Principio.—Las cosas elementadas lo tienen como los do-
mas elementos.
Medio.—Lo tiene porque los medios compositivos de ele-
mento lo tienen, y. asimismo su acueificar, que es medio en-
tre acueijicante y acueificar, y ser el agua ademas un me-
dio entre aire y tierra, concordando con una por su apro-
piada humedad, y por otra con su frialdad propia.
Mayoridad.—Por esta es mayor que la tierra, aunque
de las aguas se constituye una masa ó globo. Tiene mayo-
res efectos en la diversidad de animales y prodigiosos mons-
truos que sostiene y viven en sus entrañas, y es la mas re-
presentativa de las semejanzas de todo lo criado, por BU es-
pejo natural en que se representa todo, y así mismo tiene
mayoridad en los mixtos, como que el agua es la dominante
y señora.
Igualdad.—Tiene por ella la concordancia de elementa-
tiva con los demás elementos, porque igualmente tiene ape-
tito ó inclinación para entraf á componerse con ellos en los
mixtos, y así mismo tiene igualdad, pues, se halla este
principio en ella con los demás; teniendo todos ellos igual-
mente reposo y concordancia con la esencia del agua.
Minoridad.—-Por esta, goza imperfección de elemento
mixto, y es menos que el aire y fuego, y es menor en po-
der en los mismos que están bajo el poder de otro elemento.
Estos principios pueden aplicarse igualmente duplicados,
triplicados &c. p. e. el elemento del agua por su bondad,
duración y grandeza, tiene todas las perfecciones que le com-
peten para su ser perfecto; y todo lo que es necesario para
constituirse en su esencia y en ser elemento, y en su dura-
ción con arreglo á la figura 3 . '
Igualmente se puede discurrir por los seis términos del
alfabeto en cada letra: p. e. púr la bondad tiene todas las
perfecciones necesarias para su constitución. Y su bondad es
la razón al elemento del agua, para que produzca buenos
efectos.—Por la diferencia es causa de la variedad de los
mixtos de que es constitutiva, y difiere de todo aquello que
- - 9S -
lio es ella misma.—Por el, ¿Si es?, es evidente que la espe-
riencia confirma que hay agua, y que es mas conforme coli
nuestra memoria, entendimiento y voluntad.—Por Dios, que
es criatura suya, criada de la nada, por lo que le obedece
así en los actos naturales disponiendo de ella á su placer.
—Por la. justicia, que dá A cada mixto lo que debidamente
le pertenece, pai'a la producción y para conservarse en su
ser, según reglas naturales; y siendo festringente por natu-
raleza, restrifle á la tierra- que es evacuativa por su seque-
dad, y por la concordancia que tiene con el fuego dú los
frutos ordenados á las estaciones del año.—Por la avaricia,
que ní> es avara, porque ofrece y dá. á los hombres el con-
tenido de sus entrañas, y fertiliza las tierras para su sus-
tento y el de los animales; concurre á los metales tan esti-
mados, y si sumerge las naves con tesoros, no es por avari-
cia y si'por el poder que Dios le dá, y por justicia y per-
miso divino.
Muchas mas páginas llenaríamos, si continuásemos el
examen de este líquido con arreglo á las doctrinas lulianas.
No es el único ejemplo que debe citarse de su aplicación,
por que iguales divagaciones resultarían aplicándolas á otro
cualesquier cuerpo conocido. Imposible parece que puedan
amalgamarse tantas ridiculeces, tantas estravagancias, para
analizar un cuerpo físico tan secundario. Regístrense los es-
critos filosóficos anteriores ó contemporáneos de Lulio, léase
cuanto del agua dicen, y se encontrará que al mencionarla
seqcillamente como uno de los elementos primordiales de la
creación< se limitan á especificar sus divisiones en mares,
rios, fuentes, lagunas, &c. enunciando sus calidades y pro-
piedades físicas, teorizando á veces erróneamente al hablar
de las causas, de sus propiedades y efectos; pero sin llegar
remotamente al estremo de presentarla bajo el punto de vis-
ta luliano, en el que se confunde el líquido en general, t o -
mando al parecer por única base el del mar, prescindiendo
de los demás, y personificándolo y animándolo por decir así,
hasta llegar á hacerle consciente de sus actos.
14
Xibto t)e liuiuuc.

Impulsado Lulio por el constante afán de aplicar sus ab-


surdos modos de raciocinar á todos los conocimientos, her-
manando lo físico con lo metafísico, lo material con lo in-
material, lo místico con lo profano; escribió el libro citado,
del cual espondré algunos pormenores, no solo en corrobora-
ción de lo manifestado, sino con el objeto de que sirva como
materia de estudio con respeto á su modo de considerar las
cosas físicamente, ya que no es dado analizar mas que es-
casos tratados, en que esplanen por completo las ciencias físi-
cas, naturales y exactas, con lo que se corrobora el atraso
en que se encontraba así en estas como en las filosóficas.
El objeto de este, libro según el autor es como se lee en
el prólogo:
«Porque así como el intelecto multiplica las especies
atrayendo las semejanzas de los entes corporales, y de los
imaginables á su esencial, y lo natural inteligible, con lo
cual, él las hace inteligibles, así también hacemos este l i -
bro de La. luz, con el cual el intelecto se acostumbrará al
Arte general, porque este libro procede del Arte general
del cual tiene los principios y reglas.» Según él, su objeto
era la Iluminación con que se iluminan las demás ciencias,
ó sea el Arte de entender lo que está, subordinado á su Arte
general &c. Lo divide en tres distinciones: La primera con-
tiene el árbol, los principios y las reglas con las definicio-
nes de los principios del Arte general.-—La segunda las de-
finiciones de la luz y las diez reglas.—La tercera las cues-
tiones y los nueve modos del ser, fuera lo cual nada hay
notable. En este libro como en otros muchos, se comprueba
lo antes dicho á saber, las continuas repeticiones de sus prin-
— 97 —
cipios en todos los e.sci'it03, cou lo que los abulta mas de
lo que muchos creen;
1.° El árbol, figura alegórica ó candelabro de la|_luz,
tiene nueve flores, denominadas por las nueve letras de su
alfabeto por ejemplo:
B.—Es la Bondad, Diferencia, Luz y ¿Si es la cosa?
C.—Grandeza, Concordancia, Luz y ¿Que es?
D.—Duración, Eternidad, Contrariedad, Luz y ¿De que es?
E.—Potestad, Principio, Luz y ¿Por que es?
F.—Sabiduría, Medio, Luz y ¿Cuanto es?
G.—Voluntad, Fin, Luz y ¿Cuál es?
H.—Virtud, Mayoridad, Luz y ¿Cuando?
I.—Verdad, Igualdad, Luz y ¿Donde?
K.—Gloria, Minoridad, Luz y ¿Donde y Como?
Este árbol y sus flores es general, y sirve para iluminar
las demás esencias, porque asi como el entendimiento i'ecibe
la luz de él, á su vez puede ver las demás. Seguir al au-
tor paso á paso, equivaldría á trasladar el libro por entero,
y me limitaré por lo tanto, á copiar algunas definiciones do
la primera parte de la segunda distinción, p. e.
—La luz es ente bueno, que obra lo bueno propia y na-
turalmente, existiendo en él por su propia razón, la bondad
para que obre bien, como la luz de la vela que es ente
bueno y obra lo bueno propia y naturalmente, iluminando
la lámpara y el aire; como el sol iluminando el aire pro-
duce el día, porque el dia es bueno, y es instrumento con
el cual se destruyen las tinieblas, y los animales pueden ver,
lo mismo sucede con la luna iluminando la noche contra las
tinieblag, que repugnan á la potencia visiva para ver, que
es mal contra mal.
—La luz es ente magno por su propia, y natural magni-
tud, con lo que obra lo grande iluminando, como la luz de
la vela que obra un acto bueno iluminando la lámpara y el
aire; igualmente tiene gran acto en potencia de razón de su
gran magnitud, que le es coe.sencial y natural, j)orque si
la luz de la vela tuviese la suficiencia de los leños, on tan-
— 98 —
ta graadeza, iiíultiplicaríase por su liarua, que iliiminaria
toda la esfera del airo y cousiiojiria todas las sombras y t i -
nieblas ^Q.
-T—La luz es ente por BU duración propia y dura natu-
ralmente, con la que la luz del aire hace durar por razón
de su bondad, grandeza, potestad, instinto, apetito j virtud;
y esto porque si no le faltase materia, durara siempre sin
diminución de su cantidad, como si 4 Ja vela no le faltase
torcids^ y cera durara siempre.
—lya luz tiene apetito propio, como la de la vola que
tiene instinto de iluminar al farol.—Es ente saliente vir-
tióse de la llama, infuso en el aire ó en el farol.—Es ente
que ilumina á los colores y figuras, porque la potencia vi-
siva pueda llegar á los colores.—La luz es color del fuego
D del sol, á cuyo color las tinieblas no pueden resistir, pero
bajo el supuesto que no lo impida un cuerpo opaco.—Es
ente que concuerda las visibilidades con los sujetos en que
están, para que la potencia visiva objetando pueda tocar
una luz, y tenga concordancia con otra, así como la de la
lámpara y vela que convinieron en género y concordancia,
y en la sala multiplican la lucidez, Lo mismo es de la luz,
del sol y del fuego, porque el sol njultiplica el calor del
fuego efectivo, que conviene con él, en el género de la luz;
y con la calidez del fuego calienta los cuerpos inferiores.
—La luz es de color de fuego ú de sol, á cuyo color no
pueden resistir las tinieblas, suponiendo no lo impida un
cuerpo opaco, y la razón porque las tinieblas ó sombras son
colores de la tierra, que el aire recibe por su gran diafani-
dad y toma el color de los mismos cuando falta la luz, como
el cristal sobre el color verde, lívido, rojo ^ c . que recibe ó
toma el mismo color y se habitúa de él; pero como la dia-
fanidad es color del aire, y el fuego y el aire convienen por
el color, la luz auyenta y espulsa las tinieblas, y colora de
si al aire como aparece en el dia por eí sol, y de noche en la
sala por la vela.
—La luz es principio dol color supremo, y la razón es
— 03 —
porque los Iiuiiiuares del cielo, y la luz del fuego convienen
en géuero; no así los colores de los luminares del cielo con
el color de la tierra, que tampoco convienen en género con
el color del agua y aire.-—Es ente cuantitativo, tiene cali-
dad indicativa, relación indicativa &c. Es forma pasiva, es
hábito del aire; es ente temporificativo; es ente que se co-
lora iluminando al aire &c.—Es imagen de inmensidad,
magnitud, de Dios, bondad, eternidad, potestad, sabiduría,
voluntad, virtud, verdad, gloria &c. porque si la luz de la
vela tuviese líneas infinitas, existentes en lugar dispuesto,
nuiltiplicarian infinitivamente su luz y su lacificativo para
iluminar, lo que no puede- por «arecer de lineas y lugar, y
su, poder en la luz consiste en potencia; y así es de la luz
intelectual del hombre y de la memoria y voluntad. Y de este
modo aparece como Dios es en grande Criador, para signi-
ficar su operación intriViseca y trinidad.—De esta manera se
pueden aplicar los prinaipios generales á todos los entes.
En la segunda parte aplicando las diez reglas hace va-
rias preguntas por ejemplo. ¿Utrum? Si U luz de la vela
produce la de la lámpara generando de si mismo, sin cor-
rupción de si misma.—Si la luz de la vela está conjunta
con la potencia visiva en la visión de lo coloreado.—¿Cuan-
ta es la luz de la vela?—Cual es la luz de la vela? Donde
está la luz de la vela? De que es la luz? así como la del
Sol es d(3 si misma, primitiva, y movimiento de la octava
esfera, que no son derivados y no tienen origen &c.
Finalmente, en la tercera distinción, se encuentra una
mescolanza difícil de concebir, y reducida á nn cuestionario
sobre nueve partes ó entes, como Dios, ángel, cielo, alma,
imaginación, sentido, vegetación, elementacion y artificio.
^xivdidcL()e6 De xiuio.

Mas de una vez he insistido sobre las vulgaridades y


puerilidades que abundan en los escrito& lulianos, debidos
unos á la época en que escribió, otros al superficial estudio
que hizo de varias ciencias, y otros al deseo de generalizar
los conocimieutos, creando por decir así, un vosabulario es-
pecial y general, debido esto en parte al estado de su ima-
ginación no siempre en armonía con la razón. Esto nos obli-
ga á transcribir algunos ejemplos sacados del famoso Árbol
de las Ciencias, donde el curioso encontrará abundante co-
secha para comparar y justificar la verdad de este aserto:
|íregmttaB.=La mujer del herrero que afeita su cara,
porque se burla de la mano negra del marido?—Porqué sa
burla el mercader del pobre labrador?—Porqué lleva espida
el rey?—Porqué la blancura de la plata se burla de la ne-
grura del hierro?—Porqué el rústico labrador reprende al
rey que descansa?—Porqué se burla el cuervo de la corneja
negra?—Porqué el asno que rebuznaba se burlaba del ruise-
ñor que cantaba?—El caballo preguntó al prelado que le
montaba, ¿porqué pesaba tanto?—Si el ángel cuando se miiO'
ve pasa por el medio.—Si el sol se moverá después del juir
ció.—Porqué lloraba y reia la cereza que el puerco comia?
—Porqué el paraíso maldijo al lobo que quitó y arrebató el
hijo de la reina?—Como se conoce la mala voluntad? Cual-
quiera ladrón ama las tinieblas; Cada uno de los demonios
ama el mal público.—De qué vive el infierno?—De que h a -
bla Jesu Cristo á nuestra Señora y como hablan entre 8i?-r-
Hay sombra sobre la tierra?, si la hubiera el sol no daria
su semejanza A Venus, ni esta á Marte &c. ni el fuego r e -
cibiría el influjo del sol.—Pov.iuc la parra sube y se enlaza
- 101 —
sia tener ojos ni discreción?, porque de la industria general
salen las especiales.—Siendo la magrez ó flaquedad, la cau-
sa de la agregación de las menores partes, y la gordura de
las mayores, porque las sustancias magras están mas llenas
que las grasas?; porque mayor agregación se puede hacer
de las partes menores que de las mayores, porque las meno-
res no ocupan tanto lugar.—Los pecadores pueclen conocer-
se en el infierno? En el fuego cualquier carbón multiplica
su calor en el estío.—;Hay luz en el infierno?, que lo pre-
gunten al azufre y humo de la leña verde.
|)roiJ<rbio6.=Si no hubiera hierro en el pié del caballo,
no hubiera oro en la corona del rey.—Dijeron las cerezas á
los higos, que ellas venian primero, y los higos contestaron
que eran mas deseables que ellas.—La cereza se burló de la
algarroba por negra y tortuosa, y esta respondió que aque-
lla se pudria pronto.—Dijo la lechuga que curaba á los
hombres, y el vino respondió, que él los alegraba.—Dijo la
manzana al estiércol que hedia, y él respondió que era de su
prosapia.—Dijo el canelo que estaba en la escudilla del rey,
y las habas respondieron, que ellas estaban en las de los san-
tos varones religiosos.—La calabaza que servia á la pimien-
ta decia mal del agua y de si misma.—La pimienta reprendió
al ajo porque vestía de blanco.—El caballo reprendió al rey
que decia mal de la cebada.—Dijo el asno ¿ su señor que el
sabia cantar, y le respondió que sabia llorar.—Los ojos veian
una mujer hermosa ricamente vestida, y la imaginación ima-
ginó su camisa.
<S|cmtilo0.=Dijo el agua que era larga en la calabaza y
el fuego respondió que su longitud era recta en los dátiles.
—Dijo el agua que los peces viven en ella, y el fuego res-
pondió que por él ven de noche los hombres.—Lloraba el
agua porque el aire recibía calor del fuego que es su ene-
migo &c.
íM«gor{a.=Cuéntase que en la sortija del rey, el oro y
la esmeralda se contradijeron alternadamente, porque él de-
cia qn« los elementos eran mas por amor de él que por la
— 102 —
esmeralda, porque servia mas al rey, y el oro ^ los nj«f«i-
deres; y el oro dijo á la esmeralda, qne ella no sabialo^íre
el hierro dijo á los mercaderes, y la esmeralda- le togóses lo
contara: Cierto dia dijo el orO, un rey ganó una batalla, y
altercaron el escudo y su espada; aquel decia habi» goardaí'
do mas al rey que no fuese herido, porque evitaba goí|)es
de espada y lanza que le querían matar, y le libró de la
muerte. La espada pretendió haber ganado, porque hirió, y
mató todos los que le querian matar..Entonces la esmeralda
dijo al oro, que habia dado ejemplo contra sí, porque aun-
que fuese inuy hermoso en el escudo, no seria bueno en la
espada que hiere y mata, y si fuese de oro no lo haria. Y
es permitido que los soldados lleven espada y maten ¿loa
enemigos del rey, y tiene dos oficios d« matar gus enemigsoá
y guardar al rey; y el escudo uno solo« El oro entonces .96
avergonzó de haber hablado contra sí, porque conoció qne la
esmeralda alegraba al corazón y guardaba de veneno al rey.
barios :|íen8amieníO0,=La3 plantas son mas verdes por
cuanto la confusión, es la materia de la privación y de la
generación, y el color verde es mas confuso que otro^ y por
esto este color es mas general en las plantas. Estas dejan
caer sus hojas como les frutos porque tienen como estos,
apetito de multiplicar su especie.—Los dineros están com-
puestos de los cuatro elementos y también los pueblos, la
espadfa, aguja, el cuchillo; y de esta esuette los demias ador-
mentados, como el hilo de Martin, la gallina y el l&uey :d«
Perico &c. y en todos tiene poder el hombre, y por eso hi?.o
Dios mandamiento al hombre de que le sirviese con todo lo
elementado, y por cuanto el Papa es hombre, se le hace
mandamiento que sirva á Dios con todo lo ementado; el
cual requiere servicio de él, eii cuanto puede servirle con
ello. Y por cuanto BU poder es grande requiere de éljsetviH*
ció grande. El cual servicio verdaderamente grande, no püíe*
de ejecutar el Papa cumplidamente «in grande caridad, ahror
y potestad. Y por eso Dios le honró tanto, que le puso som-
bre \^ grandeza de dignidad, para que él tenga á Dios grande
— 103 —
amor y caridad, con los cuales se mueve h fin su ^T&TO. poder.
El fruto del árbol elemental es cosa elementada, como la
piedra, manzana, caballo, pez» grulla, hierro, sal, oro y de-
más metales, y están sujetos al árbol apostolical, de manera
que todos los elementados ordenan por linea recta de las co-
sas elementadas que sirven al señor apostólico, para que por
ellas pueda tratarse salvación de las gentes, y evitar su con-
denación y honrar á Dios.—Por la piedra entendemos el edi-
ficio, sala, torre &c.; por el caballo, instrumento para que
los soldados sean los brazos de la Iglesia Santa; por la gru-
lla, que todo volátil está sujeto al Papa, y lo mismo los pe-
ces, y el oro, y el hierro ó artes mecánicas; y por la sal el
sabor de la manzana.
La muerte del hombre es consecuencia del pecado origi-
nal, y como los brutos no lo tienen, deberían no morir; pe-
ro maaren, no por él, sino porque están criados por razón de
los racionales, porque así como en la pimienta el fuego es el
señor, y los otros elementos siguen sus condiciones; y así
como en la guerra, el rey es el señor, y los soldados siguen
sus condicioi]^s, lo mismo en el curso natural elemental, en
el cual el cuerpo del hombre es el señor, y las condiciones
de los demás cuerpos siguen sus condiciones y mueren. Asi
como si el olivo ingertado en el alcornoque, arrojase su na-
turaleza hacia abajo, y la del alcornoque subiese arriba, de
modo que el alcornoque fructificase en la especie del olivo,
y vice-versa, las aceitunas serian verdaderamente de la es-
pecie del alcornoque y no del olivo: Luego Jesu Cristo su«^
bió á loa cielosj para que en él no se siguieran los iocon>?e-
nientes de que «ino hubiese subido al cielo por la razón de
la natura divina, y no por la humana; y lo mismo del al-
ma y cuerpo &c. porque aquella es mas noble.
Lo e&puesto puede considerarse tan metafisicamente y tan
distante de los objetos materiales, que no faltarán personas,
que pretenderán juzgarlo favorablemente, conceptuándolo
arreglado á las antiguas doctrinas escolásticas, sin recordar
que ni sus antecesores, ni sus contemporáneos cayeron en
18
— 104 - -
tales delirios, y que los escritos lulianos, como se vé, tienen
mas itichazon que ciencia, y son una verdadera impostura
metódica, una reunión de palabras científicas ó técnicas, c a -
yo sentido se desfiguró completamente, y solo comprensible
euando no adivinable, al que esté muy .versado en la anti-
gua palabrería metafísico-escolástica. No se debe estrañar,
pues, lo que dijo Mariana, y <jue Sprengel lo calificase de
charlatán y autor despreciable, porque la falta de ideas las
suplió con abundancia de palabras y fórmulas. Sistematizó
la ciencia buscándola en su cabeza y no en el mundo, es-
clavizándose voluntariamente, y reduciéndose á un limitado
círculo, donde lejos de encontrar la verdad que era su úni-
ca aspiración, dio con la confusión, por carecer tal vez, de
los sólidos fundamentos filosóficos, de las doctrinas y prin-
cipios con que debe buscarse.
Lulio pues, queda juzgado por si mismo y sin apela-
ción, en vista de los antecedentes testimonios filosóficos. Pue-
de demostrarse hasta la saciedad, que esa doctrina, creidd. y
alabada por su sublimidad, no es mas que una afectación
filosófico literaria, que contrasta estrañamente cgn la ciencia,
encaminada á buscar la verdad y ensanchar la religión, cu-
yos santos misterios intentaba probar con un estéril formu-
lario, que unia lo abstracto y metódico de la lógica, á una
pedantesca exaltación, y lo sagrado de la teología, satiri-
zando de continuo á los filósofos q^ue separaban la fé de la.
razón. Estos escritos frutos de tantos años, pues empleó doce
en perfeccionar el Arte magna, redactados y dirijidos á un
gran fin, trabajados con penas, sinsabores y fatigas, ma-
nifiestan la vivacidad de su imaginación, y el deseo que lo»
inspiraba, pero como desprovistos de utilidad, solo sirven
para que el hombre pueda meditarlos, y ver en ellos un.
testigo mudo de la fuerza de una inteligencia superior, una
prueba del saber de la edad media, pero infructuoáos para
entonces, lo mismo que para ahora, aun cuando en su tiem-
po fuesen considerados por algunos, como fuentes de donde
habían de brotar fecundos y copiosos raudales de ciencia.
— 103 —
Las fuentes se agotaron, y los escasos raudales que de ellas
manaron, se espareiepon al nacer, y no pudieron fertilizar,
ni dar lozanía al menor ra:no de ciencia. El monumento
erigido por Lulio, es como el de las pirámides de Egipto,
proyectadas por el orgullo, trazadas por el arte, levantadas
con las fatigas de los pueblos, dedicadas á contener y per-
petuar los cadáveres de los déspotas, cuyas olvidadas ceni-
zas profanadas por la avidez y curiosidad, esparcidas por el
.viento del desierto, se han perdido entre sus arenas, como
cosa inútil y despreciable, dejando vacio el receptáculo que
las encerraba, el que solo sirve en la actualidad para asom-
brar al viajero, que las contempla, tan solo por su mole,
sin herir la imaginación ni la inteligencia, atestiguando un
pasado grande, pero tan estéril ahora como cuando fueron
levantadas.
Los escasos libros que nos restan . de Lulio deben consi-
derarse como un testimonio estéril de sus obras, y como un
recuerdo incompleto de las ciencias de su siglo; útiles tan
solo, para comparar el pasado con el presente. No se le de-
ben echar en cara sus errores y estravíos, porque son un
fiel trasunto de su siglo y del estado de su imaginación. No
merece censura por esto, y si debe dirigirse á los que se
empeñan en presentarle, como un hombre cuya gloria es im-
perecedera, cuyo mérito es inimitable. Todo lo artificial,
sistemático, y no fundado en la naturaleza, es de efímera
duración, y solo prueba la paciencia de los autores, y el
poder de su estraviada imaginación. La estatua levantada á
Lulio por la preocupación, es como la de Nabucodonosor, de
oro por su santidad y virtud, de plata por su estudiosa
aplicación, de hierro como innovador en sus métodos, y de
barro en su utilidad y aplicación. En la antigüedad, soste-
nida por el fanatismo, pudo permanecer de pié, pero ahora
al tocarla el dedo de la ciencia para examinarla, un leve
empuje la derribó rota por su base, y cayó rodando hecha
pedazc», sin que se encuentre soldadura que los reúna j a -
mas. Cuan cierto es que solo lo3 hombres útiles son verda-
deramente grandes y eteruorf.
— 106 —

§ III.
COMPLEMENTO DEL SISTEMA FILOSÓFICO DE LULIO.

Del examen de éstas doctrinas, ha surgido la duda de si


deben ó no considerarse, como verdaderos métodos lógicos.
Esto me obliga A indicar lijeramente las razones que hay
para manifestar, que aunque relacionados con la lógica, for-
man con todo, ciencia especial, según se desprende de los
escritos lógicos de Lulio, y lo corrobora en parte el tratado
de Análisis intelectual, que poseemos del mismo autor, el
cual examinaré superficialmente, después decir algunas pa-
labras sobre su Lógica, y trasladando á continuación algu-
nos de sus pensamientos filosóficos sobre el hombre, con lo
que quedará completo el estudio de la parte puramente fi-
losófica.

cib. LóaiccL.

Los mas de los partidarios de Lulio, asientan que sus Ar-


tes de hallar la verdad no son pura lógica, porque él con
razón basta cierto punto la constituye ciencia aparte, pues
ademas de haber escrito tratados lógicos especiales, tradujo
la del árabe Algazel é intentó reformar la de Aristóteles, de
la cual difiere algo la suya, en la que procuró dar á cono-
cer las primeras intenciones para mejor conocer las segun-
das, ó sea las semejanzas ó ideas de las cosas reales y nata-
rales. La que, según sus discípulos, es mas abreviada y or-
denada, y le exede por consiguiente, como revistiendo un ca-
— 107 — "
racter divino, porque sus principios ó términos, son' las mis-
mas perfacciones de Dios; y siendo estas infalibles, las de sus
métodos alcanzan mayor solidez, permitiendo discunir por
ellas, como que es ciencia divina, y conociéndola así como
Dios lo conoce todo en sus propias perfecciones; y por esta
razón, mediante dicho artificio, se conoce todo en las mis-
mas. Sin. embargo, su originalidad no llega á tanto, que sus
mismos sectarios no confiesen, que baya imitado algo á Pla-
ton^ Epícuro, Aristóteles &c.
La lógica según Lulio, es el arte con el cual el lógi-
co halla la conjunción natural entre el objeto y el predica-
do, que es el método con que constituye y liace las conclu-
siones necesarias &c. Igualmente dice en cierta ocasión, que
su objeto es la argumentación ó la razón, y la significación
aumentada; Su fin el hallar y conocer la verdad y la fal-
sedad, y discernir uno de otro. Su principio, el término,
proposición &A. Esta ciencia por fin, considera las cosas en
cuanto son ente intencional; que es el fabricado por el alma
racional, y solo tiene ser en sí mismo; por ejemplo, las in-
tenciones llamadas segundas por la escuela como especie, y
como consecuencia los actos de razón como el Silogismo &c.
Trata al ente solo en cuanto es común y universal, al que
tiepe ser fuera del alma, y al que la tiene solo en ella; la
distingue de la metafísica que solo mira los cosas en cuan-
to son ente real &c.
Divide la lógica en siete partes: 1.^ El ente, cuya base
es el hombre con diez cuestiones como: Si la cosa es, de que
es, porque es, cuánta es, cual es, cuando es, donde es, de
que modo es, y que es. 2.* Los cinco predicados; 3.* Diez
predicamentos; 4," Las cien formas;, 5.* El Silogismo; 6." La
aplicación de la lógica y 7." Varias cuestiones ó preguntas
según costumbre de muchos de sus libros. Admite lo natu-
ral y logical, porque ofrece á la considesacion el orden de las
cosas naturales, bajando del ente como mas universal al hom-
bre, como especie mas baja del siguiente modo: ente, sus-
tancia, cuerpo, animal, hombre &c. seguidamente vienen las
— 108 —
especies de estos géneros, unidas entre sí, mediante sus uni-
versales. Divídese el ente en sustancia y accidente, la sas-
tancia en corpórea é incorpórea; la primera comprende la di-
vina y la angélica, y del alma racional; la segunda la ce-
lestial, vegetal, sensual é imaginable.
La sustancia y accidente aunque no realmente, se unen
por medio de su universal que es el ente; lo mismo que la
de la sustancia en orden á la corpórea é incorpórea. La cor-
pórea es una miáma en sí, y se paVticipa toda por sus cinco
divisiones, y todas se comunican en la misma sustancia cor-
pórea indivisible, realmente universal. Sus cinco divisiones
son simples; la celestial es solo activa en los cielos, las otras
se componen y mezclan entre sí, pero cada una es simple por
sí, y universal á todo lo que está en su linea; la elemental,
comprende los cuatro elementos, como sustancia que nace de
la mixtión universal; la vegetal, es universal simple desti-
nada á vejetar; carece de elementos y sustancias; es especí-
fica y puramente vegetativa; U sensual, es sustancia simple
universal destinada á sentir; y \h imaginable, para imagi-
nar. Todas son corpóreas y carecen de cuerpo, según su cla-
se, de ellas se forman los cuerpos.
El cuerpo, sustancia, está formado de puntos, figuras y
lineas, en el que actúan una ó mas de las sustancias univer-
sales, y se divide en innaminado, v. g. piedra; animado,
V. g. planta, bruto y hombre. Los cuerpos inferiores Com-
prenden mineral, vegetal y animal.
Las diez cuestiones sirven para discurrir sobre ellas, por
analogía del fundamento de las segundas intenciones de to-
das las partes de la lógica. Admite como reales los cinco
predicados, al contrario de Aristóteles, que los supone in-
tencionales.—La cantidad la admite así corpórea, como tam-
bién esencial y espiritual; y en la cualidad, atiende á la cor-
poral y espiritual, á la accidental y á la substancial &c.
La lógica por fin, lo mismo que otras ciencias, son una
derivación del Arte general, en las cuales repite lo contenido
en varias partes de aquel libro.
- 109 —
Según sus partidarios, la lógica Inliana se encierra en un
cuadrángulo en la siguiente forma: A.\ ' {£.
A. Es el ser ó perfección.—B. El no
ser ó imperfección.—C. La grandeza ó
cantidad.—D. La pequeüez ó poquedad;
lo que combinado por regla de propor- ^-1 \T).
clon, produce el siguiente raciocinio:
El Ser conviene con la grandeza; el no Ser con la po-
quedad; el Ser infinito con la grandeza infinita; el no Ser
infinito con la grandeza finita. 6 pequeüez. Luego pues, así
como hay ser finito ó cuanto se encierra en el orbe, y el
mismo orbe como movible, haya de ser infinito fuera del or-
be, é inmovible que es Dios, pues de lo contrario lo finito,
imperfecto y pequeño tendría su similitud, y lo perfecto y lo
grande carecería de ello, lo que es imposible &c. Este ar-
gumento debe plantearse así.—^A. mayor duración.—B. ma-
yor perfección.—C. menor duración.—D, menor perfección.
—Si no hubiese Dios, el no haber ente infinitivo seria eter-
no, y esta eternidad seria perfección, pues la mayor dura-
ción ó eternidad y la perfección convienen, y como sea na-
tural en todo ente apetecer su perfección, apetecerla el no
ser, que seria perfección y por consecuencia el hombre no
temerla sino que apetecerla la muerte.
Este es el célebre cuadrángulo en el que con frecuencia
fundaba sus discursos S. Agustín, en unión de las reglas de
mayoridad y minoridad &c. De sus cuatro términos se de-
riva una regla muy útil para demo^j^ar, que es como la ba-
se de las demás, y coincide con el medio de concordancia y
contrariedad, sirviendo de fundamento para demostrar las
condiciones y reglas del arte. Esto es, porque como en las
cuestiones se indaga el Ser 6 no Ser de las cosas, se ha de
concluir que aquello es, que conviene con la perfección; y
que no es, lo que concuerda con la imperfección ó con el de-
fectp. Y esto se comprende, porque la perfección concuerda
con d Ser y el defecto con el no Ser ó privación; y de es-
ta concordancia resulta, que la perfección ha de estar en el
— lio —
Ser, y el defecto en el no Ser. Según se observa en Dios,
en quien la suma perfección y sumo ser, necesariamente 'se
concuerdan y exigen. En todos los términos del discurso,
lian de convenir el Sur ó el no Sav, y comparando las par-
tes contrarias de la cuestión, con el término que le corres-
da, precisamente lian de concordar con uno ú otro, y porque
una conviene con la perfección, y esta con el Ser, y otra
con el contrario; se debe concluir con aquella parte que con-
viene con el término ó tórraino=! que dicen perfección y de-
jar el opuesto. Lulio en la lógica, siguió la misma marcha
que en otros de sus varios tratados, á saber; que no concep-
tuando suficiente un libro para desarrollar sus pensamientos,
publicó otros varios como complemento y desarrollo de los
mismos; tales son el de Los cinco preclicMes y Diez pre-
dicamentos; el de Nuevas falacias; el de La ciencia fácil;
el de Contradicción, y algunos mas que es inútil mencionar
por su poco interés.

líb. oócaux. latefcctitíxE.

Al esplicar Lulio la percepción de las cosas por medio de


los sentidos pasando de una á otra, para conocer una por
medio de otra, ó sea la subida del entendimiento de lo sen-
sual li lo intelectual, de lo mayor á lo menor, del accidente
á la sustancia, del esterior al interior, imito á Aristóteles,
así como siguió á Platón al descender de lo mayor á lo me-
nor. En estos modos, para evitar errores, admite los llama-
dos puntos transcendentales, como que son el exeso que una
potencia humana tiene sobre otra, por el que juzga m e -
jor de un objeto que otro, que por su inferioridad no puede
penetrarlo; ó ya por la trascendencia que hay cuando el en-
tendimiento no puede comprender la realidad de un objeto,
— 111 —
y se vé obligado á juzgar de él sobre las demás poten-
cias &c. p. e. al ver una piedra, solo aprecia los accidentes
de su forma ó figura, sin penetrar la sustancia ni la mix-
tión y composición de sus elementos. El tacto, solo advierte
frialdad y pesadez, y no piensa en mas, así como los demás
sentidos; por estos se decide á juzgar el entendimiento; pe-
ro por el punto trascendental que les exede, conoce que no
hay accidente sin substancia, que no hay elementos sin mix-
tión, y de este modo discurre; y como no conoce otro enten-
der que el suyo, que en general depende de los sentidos, re-
curre á la fantasía; y así al considerar al ángel, le pareee
que este no tiene otro modo de entender, pero cuando re-
cuerda que es espíritu, falto de cuerpo, y que es de grado
superior, supone que tiene modo mas elevado de conocer. La
esperiencia de los sentidos no basta al entendimiento, que ne-
cesita otras muchas máximas que no comprende el sentido y
la esperiencia, porque erraría el juicio aun en lo material,
porque los sentidos no ven y tocan todo.
Esta parte de la lógica, pues por tal debe considerarse,
le impulsó á escribir un tratado especial con el título de
Descenso y Ascenso del entendimiento ó Escala intelectual,
cuyo íin es grande, pero de ejecución mezquina, sujeto á er-
rores considerables, de esencia físico-metafísica como todos
los suyos, é inaplicable á los conocimientos actuales, como
basado en suposiciones gratuitas y arreglados á su arte ge-
neral. Este libro con su escala alegórica para hacer bajar y
subir el entendimiento, y mejor estudiar y comprender las
ciencias; es una especie de método analítico destinado al exa-
men de las cosas por medio de los sentidos y potencias infe-
riores, y á la esplicacion del por qué no se pueden esplicar
en lo que no cabe. Por la percepción ó no percepción de las
potencias humanas, espresa la naturaleza y propiedad de los
objetos examinados, manifestando po?" las verdades que no
se perciben, las que no se alcanzan.
Dedicado este libro á las personas que no han aprendido
por principios en su juventud, dice el autor, ha empleado
16
— 112 —
en él los términos de las ciencias, para que de este modo
pnedán discurrir y comprender la naturaleza de las cosas.
Va precedido de una tabla figurativa de las materias que
contiene, y de una lámina alegórica que representa una es-
cala ¿on diez gradas ó peldaños, en cuyo remate aparece un
templo con ésta inscripción: Sapientia edijicavit sUn, do-
mwm. Mn el priin«r escalón está inscrita la palabra Scala, y
en laí-áltima Deiis, j.en los restante^ por su órdén: lapis^
flamma, planta, hriihím, homo, ecelum y ángelus.
A su lado hay trazadas tres figuras circulares concéntri-
casv leyéndose en.el centro de la primera ó mas interior, el
título derlibro 6 s&&, Scala inUllechis. En el espacio que
media entre este circulo y el 'segnindo, en otras tanteé tea-
sillas se lee: sénsiüle, imAginnbile,: eredibUe, dubitabile,
inieliffibile y por último, entre el segundo y tercero ó sea
el «áterior, en doce otras casillas se inscriben otros tantos
térmi&os que l u ^ o se mencionarán.
Este libro consta de diez distinciones ó partes, destinada
Ie^{»iniéra >á las encalas-del entendüniento, y las denias á
contener cada una'de ^lasisúcesitamente los objetoiásiguien-
tes: ¡piedra, llama> bruto, hotabre*, éiélo, ángel y Dios.
La primera distinción á su vez, comprende tres nuevas
escálasela primera destinada á la división del libro, 6 sea
los sujetos, que en él se tratan, para ascender y descender
el entendimiento, y poder comprraider las cosas que se en-
cierran bajo el mfsmó sujeto. ' • i '
La segunda escala espresa que el entendimiento tiene do-
ce términos, para.entender las cosas y sus secretos, con las
cuales asciende y desciende esta facultad para entender
y conocer las cosas contenidas en la escala, y son lasBÍ>-
gOitíatess acto, pasión, natttreleza, accidenté, sustancia, sim-
plicidad,: cómposicioH, Sfldiviidualidad»-especie, género y afito.
, La tei*^ra contieiie cinco gr'ados: sensible, imaginable,
durable, creible, inteligilyle. El entendimiento pasa de lo
sensible á lo inteligible, y de este desciende al primero. Por
la segunda, camina el entendimiento al conocimiento de los
— 113 —
sujetos atnteDÍdoe en la primem, y siaella qued^ totpe 7
dttSoso para comprenderlos^ si bien.]^eesit,a adecúas la divi-
na gracia, y la práctica de las viítades, por ser -loa vicioa
hábiles privativos de la victud;, y por consecuencia deyiaisaf.
biduria. i
Conocienitoque cttantaa esplicaciones se presentasen, fue
t&n iasuScientes para comprender;el mecanismo de;¡este mar
todo analltipo, cuyo objeto; es un símil de la aplieaíáon de
loa artes, lulianos, para tener conocimiento de cuanto encierra
el universo, tomando por tipor nuew objetos á-l<^ cuiales
pttédea reducirse Igs demás conocidos en.su .'tiempo, pre^i^
taré mas ó manos compendiado el examen Jieebo p ^ él: de
alguno de los indicados objetos^

á. La piedra.

2lcto.=:iComo ente pasivo robra sobre ella por roedio.de


la vista, oidct, tacto y í^ttK, mas no los demás sentidos!,
por^e caceee;de gusío y olfttto. :: ;; - j^ihyíniuií
|)a0Ían.=Porl» vistas se ini|üiere,el color y flgufa, y por
la potencia visiva el entendimiento comprende el color y fi-
gura, sin duda ni credulidad, con abstracción de la imagi-
nación. La imaginación, la. imagina, porque la «specie la
recibe antes por 1» vista.7frLa piedfSií tiene, pasipn^, como
que es colorada, verde &Cw El* «aflro; es. pitídra? y¡ por,el tas?
to de oiría, la potencia auditiva tiene también pasioja en la
piedra, y así en la piedra en un mismo instante, es dos ve-
ces pasiva, cuyas pasiones reconoce el entendimiento por me-
dio de la imaginación, baciéndolas inteligibles por este coii-
ductoj en lo que se manifiesta que la piedra es paciente ba-
jo el mentido de la imaginí^cion y entendimiento,
£1 liombre por la mano siente las pasiones de dureza,
— U4 —
frialdad, peso, ligeras, y aspereza siu sucesio»; El entendi-
miento dosciende nuevamente y por el tacto á la imagina-^
clon, considera que su frialdad es una calidad, la dureza
otra &c. que estas pasiones no son propias suyas y si apro-
piadas, conoce pues que tiene agua, porque de esta depende
la frialdad; tierra por la dureza &c, por donde conoce que
hay' elementos en la piedra. Conocida esta existencia por el
eQteQáitníen.to, como no son el fuego y el aire, siendo asi
qm los cuatro elementos entran en su composición, vuelve
á descender, y por la potencia visiva que vé la chispa sa-
cada por el eslabón, alcanza que hay fuego; y después in-
quiere nuevamente si hay aire, lo que se prueba por la dia-
fanidad del zafiro, esmeralda &c., que cuando son de color
subido, colorean al aire del cual es propio color la diafanei-
dad. De este modo, un sentido encuentra lo que para otro
pasa desapercibido.
9tccion.=Ppr el tacto se encuentra la piedra fria, y lue-
go caliente si se aproxima al fuego, y por el sentido, la
imaginación y el entendimiento, se conocen las acciones, pe-
ro este se admira y pregunta que se hizo de la frialdad, y
b&lla que por el calor se redujo de acto ó potencia, y que
él calor que estaba en potencia 6e puso en acto.
IíotoraU}a.=Por la vista se conoce que el color y figu-
ra son accidentes de la piedra; por la imaginación se sabe
xj^ue tiene naturaleza, potque el imán atrae al hierro, el
jaspe re^riae la saxtgre, el zafiro cura los ojos, porque la
vista percibe estas acciones &c. Como la piedra tiene actos,
pasiones, y acciones naturales, por ello conoce el entendi-
miento la naturaleza, sin la cual no pudiera tenerlas, y por
consiguiente, conoce que en la naturaleza de la piedra hay
movimiento, sin el cual no tuviera actos, parioaes y accio-
nen Obtúrales. Descendiendo al tacto.se «ncuentra que tiene
acción, porque enfiria la mano por la acción del agua que
contiene; que es pesada por la tierra &c. que el jaspe mue-
ve la sangre para que se retire; el imán al hierro &c. lo
que prueba movimiento propio y natural, porque tiene na-
— 115 —
XwstiL woventei mo^le y mover. Esto es, simpie naturaleza,
Batural virtud activa, natural virtud propia y natural vir-
tud conexiva &c. '^
Snstotttia y accibent».=El entendimiento sin el tacto de
la imaginación, conoce el color y figura de la piedra, pero
cerrados los ojos, por el acto de la imaginación comprende
estos accidentes, de modo que el entendimiento puede enten-
der sin imaginación, por los solos sentidos ó por aquella
también. .Alcanzado y entendido esto por el entendimiento,
desciende á los sentidos, y por el oído que oye decir al afa-
to que ningún accidente existe por si, sino por la sustancia,
conoce que la piedra es sustancia, lo que es tan verdadero
como decir: el hombre es animal, y conoce igualmente que
los filósofos antiguos y modernos injurian al afato ^) no re-
conociéndolo por sentido, siendo tan necesario y mas aun que
los otros para adquirir las ciencias, porque privado el afato,
se perderíia Is locución; cOn lo que el oido ne pudiera causar
la ciencia oyendo; y sin la ciencia no supiéramos ni lo pa-
sado ni lo futuro. &c.
£^iKplitibab.=Para llegar á decir que la piedra es un
compuesto de sustancias y accidentes, discurre metafísica-
mente sobre las substancias simples de los elementos.
3iiMiiibtBtlUiab^=Recurre á iguales Butilezaa, partí decir
que en la piedra «1 entendimiento considera y entiende, que
están individualizadas las cuatro sustaneias elementales, y
que también de ellas está individualizada la misma piedra,
con los mismos accidentes individualizados y sustentados en
ella, como propia cs^tidad, relaeitm, calidad, acción, pasión,
habituación y situación, y lugar; respecto de estar colocada
y temporificada por ser movible y haber tenido principio.
€«p«tit.—Por ella esplica los dos géneros reales é inten-
cionales a c -
hinero. =Comparada una piedra cristalina p. e. por la

* Este noevo watido admitido y creado por Lalío se esiilicar6 m u adel soté.
— 118 —
potetKáa idaivis^,fievé: c ^ esli« y oti;a cUalqui^sa .«niTleneu
en góner0^üporqu©;"8m'líaft;íon piedjfasf á cifespea dejáe-;
dra; y cuando el afato nombra piedra áin oteo sigQO> d oi«^
do oye: paskaa, y entraiobos hacea el géneroi^fiasta.que
después d« yarios reconocimientos y raciocinios i^eotmoee! que
hay-especiea &c,-.: •. • ^ •: -¡rv:-.-
<£ntilraí>ip=Iliacutte metafisicamente' para decir ^ue es
etlte^Imtu(^al &c., por que lo que, dice el/afiato;: lo dice el oli-
do y la imaginación &c. : ,.

B. Planta.

3tile.=:Por él, la vista ve el árbol, raices, tronco, ramas,


hojas, ñores, frutos &e. De la vegetativa salen los actos de
radificar, troncifícar, florecer, foliar &c.>. coya causa linquie*
re el enténdimknto descendiendo á lo sensible, yrdí^pcaHlndo
los cinco grados de la eleínentativa, vegetativa, sensitiva,
imaginativa é intelectual, encuentra que los dos primeros
están intrínsecamente en el árbol y son de su esenciaj y que
la sensual tiene seis grados, cuatro particulares y dos uni-
versales. Los primeros son: vista, olfato, gasta yi itaoto, y
son particulares, porque «stos sentidos nd.peHiifaea/losvunQs
los objetos de los otros; los universalesv son afato y oído,
porque el primero puede nombrar los objetos que pertenecen
á los otros sentidos diciendo, v. g.. manzana, oloroso, seaisit;
ble &c. y el segando el oído porque oye lo' que el a&todl--
e». La imaginativa é intelectiva SQU' igualaiénte imiversa-
les, porque prueban y disciernen como todas las* demás, ya
imaginando, ya entendi^do&c; por estos últimoer odio es-
calones baja el entendimiento á la elementativa y vegetati-
va, y vuelve á subir por los intermedios; p, e. dice; el olor
Qo es de la esencia de la manzana, es especie adquirida en
— 117 —
el olorable, que es de la esencia del olfato, puesta en el tnis-
mo olorable ^tl eloloratiDd, lOBáiante él aire; m a s ^ acto,
que es el olor &c. Esto depende de anos bumillb^,- los' «na-
les causan el olor, mediante el «iré que los atrae &c.
$<WÍOTI.=IA9 jrbpias son: radicabilidad, truncificabilidad
apropiada, visibilidad, aumental»lidad, toutabilidad &c.
3¿tciflní0.22¿Son relativas á las pasiones.
líotBffti«jo»2¿:Tiénecuatro grados para subir y bajar, ve-
getativa, vegetar y vegetable (ó principios activT», pasivo y
epnectivo), y el sujeto.de ellos que es el com^paesto elemen*
tad0, en el cual obra la vegetativa, atrayendo de él, el bú-
medo radical de que vive la vegetativ», d sea el húmedo
radical &c.

€. llama.

ííiití^ftl>.=La llama es especie real y lo mismo su géne-


ro, y ¡por lo tanto,^ la llama es un í«íe real compuesto de
materia y forma,: sin Ii» ^áal«i so púdica uee ña mtte ab-
soluto, mas esté no es visible ni tangible, sino decible, oí-
ble, imaginable é inteligible.—^ínterin considera el entendi-
miento de esta suerte al ente en general, reflexiona que el
mismo «üte^ v; g. la llama, está janto con su esencia ó sea
l^flamméHóAf-j Gémo"^sosias iasensiiáesé iastangiljlesy du?da
de ellas, basi» querbájaá 4a8>|«riicul«re8' *é«íí¿fej,r*y^con-
gregando' 6 uniéndolo dicho eñ otras if>artes, ascietode nue-
vafl^nte d© grado en grado hasta el ^««ro,. y entonces in-
sinúa al afato, que diga que en tales cosas ó sea las cria-
das, la esencia y el Ser no se convierten ni son una misma
cosa, porque la esencia es superior y el Ser es inferior, como
el abstracto que es sobre su concreto, en él que está sus-
tentada la esencia', y cuanto tiene el concreto lo tiene natu-
- 118 -
raímente por la misma «sencia.
Luego qne el entendimiento ha comprendido lo antes es-
presado, duda y reflexiona, si del mismo modo que el alma
y el cuerpo componen un tercer supuesto, p. e. el hombre,
el cual no es el alma ni es el cuerpo, hay igualmente un
ente superior á la esencia y al Ser, el cual no sea ni uno
ni otro, y entonces desciende y mueve al afato para que di-
ga que lio "puede haber ningún ente real sobre la esencia y
el Ser, porque si existiese no fuera ni uno ni otro, y cono-
ce el entendimiento, que la imaginación como falaz, le mo-
via á considerar lo dicho, pues le parece, que de dos cosas
diferentes en número se compone una tercera que no es ni
una ni otra; lo que conoce el entendimiento por imposible
en muchas cosas, como en este caso, aunque es cierto en
otros, como en el del alma y el cuerpo, que constituyen al
hombre, y en dos líneas que producen un ángulo.
Insiste nuevamente la imaginación en que dude el enten-
dimiento, insistiendo en imaginar que habiendo diferencia
entre la esencia y el Ser, es necesario que la diferencia sea
un ente común, superior á la esencia y al Ser; pero el en-
tendimiento mueve al aftitó, y este le responde qué la di-
ferencia es de dos modos, común y particular, como la ca-
lidez que es diferencia común al fuego, al aire y á todo lo
cálido y esta diferencia se niega entre el Ser y la esencia;
^ r e Dio» y la criatura; Mitre lo bueno y lo m i ^ y eotre"
virtud y vicio. La diferencia particular admitída es csomo
la qu'e hay entre la esencia y el Ser, que por si mismos se
distinguen, y la que hay entre Dios y la criatura.
A fin de evitar repeticiones fastidiosas y sin interés; he
suprimido en este objeto, el exánen de los reatante térmi-
nos, por considerar que seña amontonar confusiones y trivi-
lidades que nada afiaditian al fin prbpue^.
D. Briilo=Iieott.

3líto«.-=Intrin3ecanlente son ciüco radicales originales y


principales: elementar, vegetar, sentir, imaginar y leonar¡
seis estrinsecos, ver, oir, gastar, oler, tocar y rugir, y
otros como cazar, moverse &c. El tacto percibe en la carr
ne del león calidez y pesadez, sequedad y dureza en sus
huesos, y humedad en el cerebro y sangre, y así por lo que
perciben los sentidos particulares, conoce el entendimiento
que en el león existen los cuatro elementos, de los que la ele-
mentativa compone el león elementada) como la; eiBQHa&a 4ic,.
tambiea: existe en él el elemt»tari T^OV el acto que tr&smuta
y convierte la elementativa los elementos gruesos ó indijes-
tos, en el elementado que es el mismo león, que se aumen-
ta, crece y nutre con ellos 4ic. Las pasiones intrineec&s son
elementabilidad, vegetabilidad, sensibilidad; imaginibilid.ad,
leonibilidad, visibilidad, oibilidad, oloribilidad^ gustabili-
rlad, tangibilidad, rugibilidad, cuantifícabilidad, cuálifioftbi-
lidad &c., &c. -
ltotnroU^a.=En sí en una con tres concretos coeseneia*
les, en los que está sustentada y permanece constando de
ellos, y son el naltirativo, uatiiraMe y tiaiumr', por el na-
turalivOf es. a(^vo con acci<M»«s discretas} por el natitrabie-,
pasivo, con acciones discreta»; y por. eí^^^í^m^', estóen ac*
to, con actos discretos, y está en continuo movimieitrto in-
trínseco como por el elementar y vegetar &c.—Y como un
león engendra á otro, está en la misma naturaleza en mo-
vimiento sucesivo, del cual el sentido percibe y saca la se-
mejanza de la naturaleza: v. g. la vista la del color; el tac-
to la del calor -Se.—El león natnralmente leona en la hem-
Ira (leona) y naturalmente pone en la matriz su esperma
n
— 120 —
naturado, el CUBI recibe ella por su naturaleza; j esto su^
puesto, inquiere el entendimiento si este esperma recibe tam-
bién de la leona su misnia naturaleza, y entonces se infor-
ma de la vista, que vé tetas 6 pecbos en el leen, que no
producen lecbe, y conoce que el león tiene tetas tomadas de
la naturaleza de la leona, para causar con ellas otras en su
feto; y de este modo recibe del macho su naturaleza, y con
ella pechos, para ser naturalmente su hijo, y ser natural-
mente padre de otro león. El feto recibe de la leona su n a -
turaleza, como el manr.ano ingerto en el peral, que recibe su
nutrimento por la vegetativa &c.; y así por la vegetativa
atrae su naturaleza de la madre y la trasmuda en si mis-
mo; de la cual vive y crece ¿égun su contestora, cuantifi-
cando, delineando, cali'fic&ndosé ¿ si misiñü'.' Y porque en la
vegetativa hay digestiva, el feto digiere y la leona espele,
y la retentiva del feto retiene su número, que es el hume*
do radical, que vive del húmedo nutrimental tomado de la
leona.-Y asi es como el entendimiento conoce la naturaleza
continua y permanente, qú% es un principio del movimiento
del sujeto en que se halla^ mediante el naturaUvo, natura-
ble, y naturar. -
ítntiboi>.=Para saber el hombre si el león conoce su ser
y esencia, desciende á contemplar la imaginación del mismo
león, que en él es la mas noble potencia; conoce que la
inaéginacion no puede tener atTtot sino con los objetos de los
sentidos particulares, existentes m tiempo y lugar deter-
minado, y porque el Ser y la esencia, según se dijo, no
sienten, no puede el león conocer ni su esencia ni su Ser,
sino que solo conoce que tiene Ser y que no es piedra ni
caballo, ni mas que león.
E. Hombre.

!XítOB.=:Son sembrar, coser, vestir, montar, juntar,,com-


prar, vender, escribir, leer, enseñar, orar, juzgar, &c. Co-'
mo pertenecen solo al hombre, y no á otro animal, indaga
y considera el entendimiento que en él hay mas de su Ser
j esencia, que en el león, porque el hombre es racional, y
su esencia la racionalidad &c., que ademas tiene el memo-
rar, entender, amar &c. facultades que en el león se verifi-
can por el universal sentir, imaginar, vegetar y elementar;
medios universales por los auales tanto en el león como en
el. hombre se hace la unión. En el hombre la sustancia es-
piritual y corporal se diferencia en naturaleza y género, por
cuya causa spo puede haber un entendimiento universal, del
que se derivan los entendimientos particulares, porque si lo
hubiese, pudiera existir un medio natural universal, que
uniera el alma racional con el cuerpo, el cual no fuera es-
piritual ni corporal.
Por el elementar y vegetar, el hombre siembra, cose &c.
para tener vida mas noble que el león, y poseer alma ra-
cional y cuerpo de que carece el león y otros animales. Por
el raciocinar sabe leer, por las liberales entiende y ama &
Diosí, hace penitencia, llora justamente sus pecados &c.
Qlc£Íotte«.=Por la vista conoce que el hermafrodita, ó
naturaleza de hombre y mujer, fué engendrado por caer el
semen al mismo tiempo en los dos lugares distintos en que
se engendran varón y hembra.
ItoturoU?a.=Tiene cinco partes, elementativa, vegetati-
•va, sensitiva, imaginativa y racionativa. Por la primera,
siente la calidez, frialdad, color, longitud, ángulos, figu-
ras &c.; por la segunda, posee miembros, entraüas &c. co-
— 122 —
mo las partes de las plantas; por la tercera, padece ham-
bre, frió &c. por la cuarta, imagina los objetos sensibles y
se mueve al apetito sensitivo, y pjr la quinta á los objetos
sensibles, imaginables, inteligibles &c.
Eíi el entendimiento hay intelectivo, inteligible y enten-
der; en la imaginativa, imaginativo, imaginable é imagi-
?iar; pues un tivo se compone con otro tivo, y lo mismo el
bile con otro bile, y un are con~ otro are; y del mismo mo-
do sucede con la memoria y la voluntad.—¿El alma es sim-
ple ó compuesta? La bondad y grandeza sustanciales del al-
ma racional son entes simples; pero el boni^cativo y mag-
nijicativo se unen y componen, y también el bonijicable y
magnificable y el boni^car y magni^car y las demás for-
mas; y por esto el alma es compuesta en común de sus na-
turales partes simples, que Pon distintas en esencia. Si el
a/ato pronunciase que un simple unido á otro, hace com-
posición, dudaria el entendimiento é indagaría si esta com-
poBÍcion es posible en el alma; pero considera que si el fue-
go simple no tuviera en si sos concretos, y lo mismo los
demás elementos, no pudiera entrar en composición, porque
no tendría con que, por causa de que en ellos están sus
concretos entre ellos mismos, se componen y unen circular-
mente; esto es: el tivo con el tivo, el bile con el lile, y ei
are con el are; y el tivo con el bile y con el are &c. y co-
noce el eútendimiento de que manera el alma es un com-
puesto, j que por ésta composición tiene en si actos, pasio-
nes y acciones naturales.
El entendimiento es universal, p. e. cuando el a/ato
pronuncia Señora, pero de un modo universal y confusa-
mente, esto es seguidamente sin separar sus tres silabas;
pero si las prolonga y desmenuza, el entendimiento es par-
ticular, porque la imaginación imagina sucesivamente las
silabas; y asi se manifiesta que el entendimiento adquiere
ciencia confusa por el afut), y cierta por la imaginación.
vL'. Vyeii6aiiiieiibo.S acaeiafed
SOBRE EL HOMBRU.

Lo espuesto sobre el hombre, no basta seguramente pa^


ra adquirir un conocimiento que comprenda el modo como
Lulio entendía á este Ser, así en lo físico como en lo metafí-
sico, y por lo tanto continuaré algunos de BUS pensamientos
según se leen especialmente en el libro Fénix, en el de
Gontemplacion, y en el Árbol de las Ciencias &c. y en otros
varios tratados, que considero escusado mencionar.
El hombre, es un ser unido de cuerpo y alma, compues-
to de naturaleza intelectual y seusual, como que tiene cuer-
po y alma ó espíritu &c.—Es un individuo, y entonces, ¿el
alma es individuo de por si, antes de entrar en el cuerpo?;
asi como la chispa sale en un instante del pedernal y siu
sucesión, y esto es dñ potencia en acto, lo mismo el alma
en el instante que es creada, se introduce en el cuerpo, y
en el mismo instante es individuo y no antes.—Del mismo
modo cuando se separa del cuerpo por la muerte, instantá-
neamente va al paraíso ó al infierao, imitando al Sol, que
k su salida ilumina en un instante el aire desde oriente á
poniente; lo mismo el alma vuela al parage destinado; en
el cual está sin tocar en él, como el frió,y pesantez de la
piedra est&n en ella sin ocupar lugar aunque sean acciden-
tes ^o^i'ti^^o^-—Cada uno, segUQ su esencia es individuo,
pero por la composición en el hombre es uno solo; y sale
del cuerpo en un instante como la llama de la piedra &c.—
¿Como vive el alma separada del cuerpo?—Si la manzana
fuera del árbol, se separase de la contrariedad de los alimen-
tos y permaneciese de este modo, su húmedo radical vivi-
ría del nutrimental sin otra ayuda, y como el entendimien-
to conoce que el alma, no compuesta de cosas contrarias
— 124 —
TÍve en sí misma por sus propios aclos y pasiones, y tiene
vida esencial y natural, sustaucialmeute existen el vivijica-.
tito, vivificable y mvijicar.
En el hotnbre y otros seres, hay forma del fuego y ma-
teria del fuego, y así de los demás elementos, que con sus
operaciones forman los titos, biles y ares, ó sean forma y
materia particulares, y cuando estas formas han digerido
las materias particulares, entra la forma universal, y es en-
tonces cuando queda formado el hombre, planta, animal &c.
—La naturaleza es forma á quien propiamente compete na-
turalizar espiritualmente; la naturaleza humana es forma
que tiene la facultad de naturar humanamente. La angéli-
ca ó espiritual, es la que puede naturar divinamente;
como la naturaleza divina es infínita, necesariamente es pre-
ciso que sus actos sean infinitos, cuya consideración es ma-
ravilllosa al hombre y al ángel, porque la infinidad no cor-
responde á su naturaleza.
El hombre está ordenado con ojos para ver cosas elemen-
tadas y sus formas, pudiendo escoger vegetales, animales &c.
con oidos para oír lenguas y entenderlas, voces, sonidos &c.
y de este modo sabe comprar, vender, pedir, denunciar &c.;
gusto para conocer cosas buenas, dulces, amargas; &c. tac-
to para buscar mugeres, sentir, vestir, padecer frió, ca-
lor &c.; olfato para oler cosas buenas; manos para elevar al
cielo y pedir mercedes, edificar, dar limosnas, cavar, arar;
oorazon para amar; pies para ir á la Iglesia y otros tra-
bajos.
Este Ser, tiene cinco potencias: 1.* vegetativa, por la
cual vive y recibe alimentos y bebidas, en el cuerpo y los
espele, &c. la que se sirve á su vez de cuatro potencias que
son apetitiva, retentiva, digestiva y espulisiva, de las que
en parte gozan los animales y vegetales. &c. La vegetativa
sirve al hombre para creer y generar, tomando alimentos y
bebidas ordenadamente para la salud, porque en el caso
opuesto, enferma y muere. Ciiando ha de crecer retiene mas
que espele de los alimentos y vice^versa; por ella dá ca-
— 125 —
lor, frió, humedad &c. á cada parte; «e hace gordo, flaeoí
éegun conviene. Necesita que los alimentos y bebidas estén
mortificados, porque no puede dividir ni distribuirlos bien;
exigiendo unos mas cocidos ó crudos para convertirlos en
los órganos &c.
2.* Sensitiva.—-'Le da cinco sentidos corporales; así cuan-
do ve, oye y gusta p. e., imagina, y es pues instrumento
para la imaginativa, la que ademas le da inclinación y ape-
tito al calor, humedad, frialdad, sequedad, y para comer,
beber y dormir, y por ella está gordo, flaco, sano &c'
3." Imaginativa.—Es la que imaginando, atrahe de las
cosas sensibles, aprovechándolas por la sensitiva, y las imá-
genes en forma, color, cantidad y calidad, y le hace imagi-
nar las cosas Sensibles.
4.* Racionativa.—Le sirve para raciocinar con cinco sen-
tidos espirituales, así como la anterior los tiene corporales;
y son cogitacion, percepción, conciencia, sutilidad y animo-
sidad. Por ella figura é indaga la cosa, iUtrum sit?, velnon,
sit in essef, y si ¿it in esse'i Indaga la cf^üs,& porque es ó no
es; porque no es; y se encuentra que la cosa sit in esse,
cual sea y quid sit. Y cuando determina esto, deduce estas
cosas de potencia en acto.
5 . ' Moti'óa,-—Así como la imaginativa en el hombre es
remotiorem moventem; esta es propinquiorem moventem;
porque luego que la imaginativa entrevee las cosas sensua-
les rationative, raíionaiive manda á la mente que se r e -
mueva á llevar en acto, lo que tan solo está en potencia.
—Hay én el hombre dos intenciones: 1." Amar á Dios
servirle y honrarle; 2.* Poseer bienes que descienden por mér
ritos de la primera intención; dos movimientos, el 1." d e -
rivado de la cosa que está en el esse, y 2.° de la que no
tiene esse; por el primero el hombre se mueve á veces á
obrar bien, y por el segundo á obrar mal. El esse por ser
buefto, el non esse por ser malo &c; y así como dos elemen-
tos suben por levedad, y dos bajan por gravedad, el hom-
bre se eléVa á Dios por el esse y baja al abismo ó infierno
— 126 -
por Ql'non esse. Los primeros suben por gracia debida á es-
ta circunstancia, y los segundos bajan por causa de esta
ponderosidad al infierno, porque carece de esta gracia.—Él
hombre está ordenado entre potestad y voluntad, como la
naturaleza entre potencia y acto. La verdad se deriva del
esse y la falsedad del non esse. De aquí el estar dotada del
libre alvedrio ó facultad de obrar bien ó mal, no existien-
do por consiguiente, la predestinación de un modo general..
Libre alvedrio concedido por razón de hacer bienv y mal.
¿Como elige uno y otro? JSsse es cosa que tiene posesión de
lo bueno; ^y non esse es raiz de donde sale el mal.—El
hombre viene del no ¡Ser al Ser; le conviene estar entre el
Ser y no Ser, porque de no se vuelve en Ser; y si solo se
le diese el Ser no estuviera en el Ser; y sino estuviese en
él, no volviera al no Ser. El hombre está entre privación
y Ser, accidentalmente sujeto á lo bueno y malo, porque la
posesión del mismo Ser en que está cae eu el bien, y por la
cercanía que su Ser tiene á no Ser, cae en el mal.
Según se vé, Lulio admitía tácitamente el dualismo de
los persas y maniquéos, relativamente al bien y al mal,
aunque desfigurado por su mística metafísica. En cuanto al
libre alvedrio, si bien parece proclamarlo en todos sus d i -
versos libros, con todo, le señala cierta restricción y supo-
niendo admisible la predestinación y el libre alvedrio en el
mismo sujeto, con las siguientes razones basadas en su mo-
do do discurrir:
Si el entendimiento desciende á las potencias inferiores,
y primero á los ojos que se cierran cuando no quieren ver
un objeto, así como la nariz que huele cuando le acomoda,
y lo mismo el gusto, tacto &c.; y el a/ato que pronuncia
el vocablo que quiere, y la imaginación y entendimiento
que libremente objetan los objetos particulares, que todo»
descienden del hombre que tiene libertad de objetarlos éic;
conoce el entendimiento que la justicia de Dios, tiene liber-
tad para juzgar al hombre según sus obras; como el lebrel
que corre para alcanzar liebres, corre persiguiéndolas, así la
— 137 —
justicia divina sigue las operaciones hüüíaiías sin impedimetito
de la- divina sabiduria, la que procede sabiendo las que han
de ser, antes de ser ejecuthdas; esto con justo sabef> que
fuera injusto, si la sabiduría impidiese á la justicia su acto.
De esta suerte, el entendimiento conoce que la justicia y sa-
biduría en Dios, se convierten en una identidad de esencia
y naturaleza, porque en Dios, su justo saber y juzgar son
una misma cosa por conversión. Mas como el entendimiento
es sucraivo, y no lo percibe en instante, porque sucesiva-
mente considera la justicia de Dios y su acto, y en otro la
sabiduria y el suyo sucesivamente, duda de la que sabe por
lo dicho de la unidad de sabiduria y justicia del soberano y
Supremo Ente, con lo que conoce que el alvedrío y pre-
destinación puedea existir á la par en el mismo sujeto.—
Si estas razones no convencen, al menos son abundantes y
profundas.
El pecado m^ifwi? en el Kombre, fué la consecuencia del
primer pecado, fué original y naturalmente á todos los
hombres, según el cuerpo de cualquier hombre. Pero de tal
suerte, como cierta doncella, que fué naturalmente" criada
con veneno, la cual mataba naturalmente á los hombres.
Asi decimos que el pecado original es natural, en cuanto
está estendido y sembrado en todos los hombres, contra el
curso natural de las virtudes, para cuya posesión son crea-
dos todos los hombres, como si una joven hubiese sido cria-
da con triaca, con la cual hubiera vivido naturalmente con-
tra el veneno.
En cuanto al fia del hombre se comprende, qué por la
consideración de la justicia y sabiduria de Dios, conviene
saber y juzgar al hombre con Bondad, Grandeza, Duración,
Poder, Voluntad, Gloria y Verdad, con las que son una mis-
ma Esencia y Naturaleza; y es cierta la resurrección de los
muertos, y que en aquel instante el alma se. unirá al cuer-
*po, por ser justo que sea remunerado el que obró bien, y
castigado el que obró mal.
Ltílio, admitía la creencia y posibilidad, de que una jó-
la
— 128 —
f«n alimentada con veneno, envenenaba á las gentes qaff
con ella tratafí»»; lo que parecía contrario á la naturaleza»
bumana, que debiendo morir pe* el veneno, viviese con él,
lo que es posible, esplicándolo del siguiente modo: La sa-
lamandra vive en el fuega, por la abundancia y concordan-
cia de calidad y sequedad que existe en el fuego- y en la
salamandra.—El topo vive en la tierra por la gran abun-
dancia y concordancia de sequedad y frialdad que hay en-
tre la tierra y el topo; y esto sucede según la constelacioa
de los cuerpos supifa celestes de frigidad y humedad, mor-
tificados en la calididad y sequedad de, la salamandra, y por
mortificación de la humedad y calor del topo. Segan esto,
la joven podia vivir de veneno, si fué concebida bajo m a g -
na abundancia de seqviedad y frialdad, .contra humedad y
calididad, y dándole alimentos en gran abundancia de gran
sequedad y frialdad, mezclados con venenos de gran com-
plexión seca y fría, mortificados aquellos bajo la forma del
venena, así como el veneno se mortifica bajo la forma de la
triaca; á la manera que el húmedo radical de la joven, ea
el cual abundaba mucho la complexión seca y fria, atraia
á sí el húmedo nutrimental de que vivia, bajo magna abun-
dancia de complexión seca y fria, á cuya atraxion-no podia
contradecir la complexión húmeda y cálida, como en la sa-
lamandra, en la; cual no se puede contradecir simpliciter,
la complexión fria y húmeda, ni en el topo la húmeda y
caliente; lo que está igualmente figurado en la complexión
de la calamita (imán) y del hierro, en los cuales hay gran
proporción y abundancia de complexión seca y friaj y en
la triaca en la que abunda la cálida contra la fria, y la se»-
ca contra la húmeda.
No debe censurarse tan absurda creencia, porque está de
acuerdo con el atraso de aquellos siglos, y era admitida en
parte por hom^rtís distinguidos, conservándose hasta estos
últimos tiempos, especialmente en lo que toca á las calida-
des anti-venenosas de la triaca. Pero si esto ea escusable,
como admitido por los contemporáneos de Lulio, no lo es
— 129 —
tanto la ridicula y esforzada teoría con que pretende espli-
car el hecho, violentando las supuestas calidades físicas de
ios elementos y elementados.
Según Lulio, la conciencia es un sentido que se ordena
y dirige coa memoria ordenada, entendimiento y voluntad;
asi como los vegetales se generan esencialmente por. les
cuatro elementos; también intélectualmeate viene la-concien-
cia de potencia en acto, por ordenada memoria, entendi-
miento y voluntad, porque lo que ordenadamente memora y
entiende, y quiere; mueve la concieacia para que venga de
potencia «n acto.
Asi corno entre el cuerpo y alma, el hombre solo tiene
un intelecto y una mente, es justo y conveniente, que el
hombre no sienta gloria en el paraíso comiendo y bebien-
do, porque si lo sintiera, convendria tuviese dos considera-
ciones en un tiempo, una de las cuales se gloriaría en Dios,
y otra en alinaentos y bebidas.—Asi como el árbol en vera-
no se carga de hojas, flores y frutos; así el advenimiento y
humanidad del rey espiritual de gloria, vino con toda or-
denación y con frutos útiles á los hombres en este mundo.
Estas ó parecidas trivialidades, se encuentran en todos los
actos humanos, así por ejemplo, hablando Lulio de la <Jon-
eupiscenoia dice: ^0 Dios? en trinidad simple y sin ninguna
composición, así como los vegetales antes de formarse so-
bre la tierra, conviene reciban generación bajo de ella; así
Señor, la. coBCupiscencia que el hombre tiene de muger
agreña, principia ea segundo movimiento, y se forma en la
voluntad, como los vegetales se forman sobre la tierra; y
cuando la voluntad del hombre comienza en segundo movi-
miento, dá á la potencia sensitiva memoria para memorar,
é intelecto para entender, como el hombre puede alcanzar
muger del prójimo, y cuando esto hace la voluntad, gusta
la memoria de la potencia racional, que no tiene que me-
morar y entender los defectos que hace contra su criador y
prójimo, deseando cosa no debida ni racional.
Según Lulio, los sentidos no solo aprovechan ol cuerpo,
— 130 —
sino que sirven al alma, aplicados debidamente para descu-
brir la verdad. Y aunque en algunas ocasiones solo parece
admitir los cinco conocidos, en otras dice que no pueden
ser ni mas ni menos que seis, con tres partes, elemental,
vegetal y sensual, y que por eso descubrió el sesto llamado
A/uto, cuyo descubrimiento repite con frecuencia dándole su-
ma importancia. Por este sentido que rigorosamente hablan-
do, y como él indica á veces, no es mas que el habla arti-
culada, ó sea el resultado de las sensaciones causadas por
objetos esteriores, cuando el hombre tiene conciencia de
ellas, se hacen dice Lulio, manifestaciones, en el discurso ó
plática de lo que está dentro del concepto, como el hombre
que habla sujuello que piensa, y á su semejanza la gallina
que llama á los poUuelos, y es triple como los demás sen-
tidos, porque el aire pone allí la voz concebida por la línea
movida desde la concepción hasta la manifestación, que se
hace en la palabra ó discurso. La línea va desde lo sensi-
tivo á lo sensible. La lengua órgano que mueve la línea^
la manifestación es el objeto, y el afativo ó hablativo, es la
potencia, y el movimiento el instrumento. Es útil porque
sirve á Dios; y por él se adquiere moralidad y amor, y se
sirve á los gobiernos.—La admisión de este sentido tan
complexo, pone de manifiesto, el escaso conocimiento que te-
nia el autor de las facultades cerebrales.
El ahM., esa parte importante de la vida humana, no
podía ser indiferente á Lulio, ya como filósofo,, ya como
cristiano y teólogo. Después de referirse á ella en varios
pensamientos sueltos, que abundan en sus numerosos escri-
tos, publicó un tratado especial titulado: Del Alma Racio-
nal, encaminado decia él, á disipar la ignorancia que hay
sobre una sustancia indivisible y desconocida, cuyo fin es
respetar á Dios, conocerle y amarle. Cuando se examina de-
tenidamente este libro estenso é importante de la colección
luliana, mas teológico q4iefilosófico,escrito en parte bajo la
impresión de sus doctrinas sistemáticas, pero no con la pro-
fusión que acostumbraba en la mayoría de sus tratados, se
— 131 —
observa que á pesar de sus trivialidades, sutilezas, repeti-
ciones, y si se quiere contradicciones, que de vez en cuando
se notan con algunos otros pensamientos, que sobre el alma
emitió en varias obras, es sin embargo, uno de los mas ra-*
cionales é. interesantes que salieron de su incansable pluma,
con respecto & los conocimientos del autor y á las doctrinas
de la época en qne se escribiera, Y esto no podia menos de
ser asi, porque descansando su mayor parte eu la teología,
no tenían cabida sus corribinaciones artístico-filosóficas, tan
opuestas á las terminantes conclusiones del do^fm». Lulio
por fin, admitia tres almas: la vegetativa, la sensitiva y la
racional; pero como un hecho reconocido é irrefutable, y poí
consiguiente, sin razonai-lo. Antes de reseñar pues, su libro
del Alma racional, espondré algunas noticias sobre este
punto, como aclaratorias de tan obscura materia, porque son
la base y origen de cuanto sobre ella se ha escrito.
Al examinar los antiguos la vida y sus fenómenos, asi
en el hombre como en los anímales y vegetales, compren-
dieron que existia un principio ínesplicable, que contribuía
á. presidir ciertos actos del organismo, y al que por el pron-
to compararon á un soplo, á un espíritu, á un ffuid, que la
animaba y ordenaba dándole fuerza, autoridad y regulari-
dad. Principio que después de varias dudas y tanteos, que-
dó sancionado por los filósofos, con el nombre de ánima (al-
ma) de anemos, palabra griega que literalmente significa
soplo. Para los griegos pues, y con ellos Aristóteles, áni-
ma, soplo, pneiima ó aire, tuvieron el mismo valor al tra-
tar de esta parte dd cuerpo.
Hipócrates, fiel trasunto de su época, al admitir la exis-;
tencia del alma, la consideraba mas como el principio de la
vida, que como un ser psiguico, porque la suponía como
una consecuencia ó derivación del principio que regia al
Universo, y se conocía con el nombre de Ether ó ánima
mnndi. Ether, que según los mas, era el mismo Júpiter ó
Dios; y según los menos, algo parecido, pero inferior, y á
él subordinado, inteligente y universal, y que se oponía á
— 132 —
que se considerase como esencialmente divino. Galeno, co-
mentador de Hipócrates, suponia que el ealor innato de es-
te médico filósofo, es la fuerza que nos gobierna, esto es, la
"naturaleza, y en resumen el jEíher, equivalente de Dios, ó
de la inteligencia, ó quinto elemento de Pytagoras. Era
pues, un agente universal de la vida y movimiento, dotado
de inteligencia, que anima al Sol y demás astros, cuyas
partículas al desprenderse, constituyen á su A'ez el alma de
los hombres y "animales. Por consiguiente, bien analizado el
principio dinámico de Hipócrates, no es el alma espiritual
de los teólogos, ni la fuerza vital de los médicos. Es algo
mas intermedio, mas material, como si dijésemos un rayo
emanado del Ether celeste. Destello del alma del gran to-
do, salido del caos, semi-divino, sesni-material é inteligen-
te, que regulariza las funciones de la vida, favorece la cir-
<;ulacion, sostiene el calor -vital, é impide el frió que sobre-
viene en el descanso de la muerte.
El alma humana, emanación de la materia etérea ó al-
ma universal, desempeñaba en el hombre ó micróscomo,
las mismas funciones que en el mundo ó macráscomo', por-
que varios filósofos comparaban al gran mundo con un es-
tremado animal. De aqui se desprende, 1.°, que Hipócrates
confundía el alma con la naturaleza, dándole por consi-
guiente, una inteligencia y actividad, solo compatibles con
esta accepcion, la que estaba de acuerdo con otros filósofos,
para quienes el alma universal, naturaleza y principio que
dirige al mundo, son una misma cosa; y 2.°, que la espi-
ritualidad teológica moderna del alma, no puede comparar-
se con la de los filósofos griegos, por ser esta mas mate-
rial., mas física; y que todo bien analizado, Hipócrates, ad-
mite un principio dinámico que no es el alma espiritual de
los teólogos, ni 1« fuerza vital de los médicos. Igualmente,
no puede suponerse, que á la semejanza de otíos filósofos,
aceptase un principio pensante y un principio vital, porque
ambas funciones estaban á cargo del Ether. No era pues,
ni animista, ni vitalista, ni espiritualista en el sentido mo-
— 133 —
derno; y sí, ortodoxo en la acepción teo-filosófica de su»
contemporáneos y antecesores; admitiendo como ellos, que
el Ether, Dios ó el Alma universal, daba nacimiento á las
almas humanas y animales, y aumentaba y conservaba la
•vida y la inteligencia, y debia considerarse por lo tanto,
como una sustancia que se aproximaba mas á la materia,
que al espíritu, porque según algunos filósofos, se compo-
nía de la esencia divina y de la material.
Los antiguos, pues, al aceptar el alma, no la suponian
con todo, tan material que pereciese con el cuerpo, al des-
truirse este por la muerte, aunque fuese por el fuego, ne-
gando su entrada en los infiernos, así como negaban la ver.
dad«ra presencia de los cuerpos, en aquellas supuestas r e -
giones. Creían por el contrario, que volvía á su primera si-
tuación ó principio de donde saliera, esto eá del alma uni-
versal; y suponiendo por consiguiente, que esta esp«cie de
materia, entraba sucesivamente en diferentes cuerpos aníma-
les y vegetales; especie de círculo trasmigratorio muy racio-
nal, y semejante al que tenia lugar con la verdadera mate-
ría universal ó elementos materiales de los c\ierpos, que
cuando se destruyen los elementados por ellos formados,
vuelven al punto de su origen, para salir nuevamente y
constituir otros cuerpos, según establecen los modernos, por-
que la materia está en continuo movimiento. Algunos su-
ponian como lo dá á comprender Lucrecio, sectario de Epí-
curo, que el alma estaba envuelta por un simulacro, especie
de vehículo ó membranilla, que era la que se quemaba con
los cuerpos ó destruía por la muerte, y bajaba á los infier-
nos, considerándola como un intermedio entre el espíritu y
la materia, una mezcla que ligaba al cuerpo con el alma,
y se componía de elementos muy sutiles.
Varios filósofos admitían la preexistencia de las almas, y
la imposibilidad de su destrucción, solo aceptable si hubie-
sen sido engendradas á la par que el cuerpo, resultando de
aqui el dogma de la inmortalidad, sostenido por Platón,
quien suponía existían en un lugar á propósito fuera del
— 134 —
cuerpo. Empedocles y Critias, opinaban que el alma era la
parte mas pura de la sangre, cuya opinión es la misma
que se encuentra sostenida en los textos bíblicos, los cualeg
prohibían comer la sangre de los animales, diciendo que
contenia el alma de aquellos seres (Deut. cap. XII y Levit.
cap. XVII.) Estaban pues, divididas las opiniones entre ma-
terialistas que eran los menos, y espiritualistas-eteristas que
eran los mas; existiendo una tercera opinión mixta, que ad*
mitia el alma mas el espíritu, que hasta cierto punto podía
considerarse como un principio ó fuerza vital. Con todo, de-*
be tenerse presente, que en los escritos antiguos sobre esta
materia tan inmaterial, reina la confusión y variedad que
es inórente á un asunto tan desconocido, dando lugar á ve-
ces á manifiestas contradicciones. El mismo Hipócrates en el
tratado del régimen dice cap. IV.: «Cada animal tiene su
alma susceptible de mas y de menos... esta alma aumenta
ó disminuye según las circunstancias; la situación de lag
partes le ofrece un sitio para colocarse.—El alma crece
igualmente mas en el hombre que en los animales por
grandes que sean.—El alma que entra en el hombre, es na
compuesto de agua y fuego que hace parte de sí mismo, y
preside á la alimentación del macho, de la hembra y de to-
das sus partes.» He aquí un alma material algo diversa de
la etérea, solo escusable si se tratase de la vegetativa, de la
que no habla este escritor. Esto no debe estrañarse, porque
en la colección hipocrática, abundan las contradicciones,
efecto indudable de la poca autenticidad de las obras que la
componen.
Losfilósofosque admitían los espiritiis, parece siguieron
el error de Erosistrato, quien creía que circulaban por las
arterias, con el nombre de pneuma (aire), que era una ma-
teria sutil procedente del alma. Según Galeno, las almas
representan las causas inmediatas de da vida, y los espíritus
son sus agentes secundarios; pero á la par que negaba la
inmortalidad de las primeras, daba crédito ¿las superche-
rias de los sacerdotes de Esculapio para alucinar con su-
• ~ 135 —
puestos milagros del Dios, realzando y apoyando su crédito
perdido. Supercherías,, que por desgracia han sido emitidas
con frecuencia por muchos ministros de otra religión, me-
reciendo ambos, la justa censura burlesca del filósofo griego
Luciano su antecesor, en los pasados siglos. Aquel médico
árabe» verdadero charlatán y metafísico iluminado, que se
desvió de Hipócrates y de los metodistas, que rechazaban
con razón las hipótesis inútiles, las entidades artificiales,
abandonando las causas finales y primeras, y siguiendo la
realidad y organización viva, admitía tres almas y. tres es-
píritus; estos eran, los animales que rendían en el cerebro;
los vitales en el corazón y arterías; y los dudosos ó natu-
rales en el hígado; y aquellas eran tres la racional, la iras-
cible ó animosa, y la apetitiva ó concuspiscente, cuya teo-
ría se resiente de las doctrinas platónicas. En cuanto á los
espíritus, esa sustancia dudosa, ha ejercido grande influjo en
la esplicacion de la vida, encontrándose aun muy usada en-
tre las personas agenas á las ciencias médicas, y sin que
exista una prueba física de su supuesta existencia. Sin em-
bargo, esta creación metafísica improbable, se ha creído por
mas de treinta siglos.
Aristóteles establecía cinco almas ó facultades: alimen-
tarse, crecer, mover, sentir y raciocinar. Verdadera confu-
sión de unas funciones con otras, que son solidarias entre sí.
Creía incierto que el alma estuviese en el cuerpo como el
timonel en la nave. Su alma intelectual semejante á la de
Platón, era de superior esfera. Rigorosamente hablando, no
admitía ijne medíase separación entre ella y el cuerpo. Es-
ponia que era la entelequia de un cuerpo natural organi-
zado, que tiene á la vida en su poder. La entelejuia es un
poder, fuerza ó realidad que lleva consigo el principio de su
acción, y se dirige á su fin por sí misma, es pues el cum-
plimiento ó la forma esencial de la cosa, y se deriva de en
telos y ecAo, radicales griegas que significan literalmente
en cumplimiento yo he: esto es, yo he cumplido &c. Se ad-
mite la entelequia, la materia y el cumplimiento de ella;
19
— 136 —
la entelequia es el sujeto, la materia es el objeto, la unio9
es el cuerpo animado; el alma oo es cuerpo, y si cierta co-
sa que lo agita; materia es sustancia sin realidad, para ha-
cerse real necesita unirse á una forma. El alma pues, es la
forma sustancial de los seres vivos. La escolástica redujo á
tres las almas de Aristóteles, la vegetativa, la sensitiva y
la racional. Y esta doctrina adoptada por todos los filósofos
de la edad media, ha llegado hasta nuestros dias por haber
sido aprobada por la teología. Con frecuencia la racional ha
sido denominada spiritus y mens por los latinos, y en grie-
go novs. El renacimiento la llamó alma de la vida, y el con-,
cilio de Trento decidió formalmente, que Dios cria cada alma
cuando cada cuerpo está suficientemente organizado: Ani-
mam creando infundí, et itifundendo creari. La voluntad
de Dios, pues, ha fundado la inmortalidad del alma, que de-
fiere esencialmente de la incorruptibilidad.
Se ignora la naturaleza del alma decia Lucrecio, y ha-
blaba con verdad, porque, ¿que se entiende por el alma?
Definiciones no faltan. Vicente de Beauvais antecesor de Lu-
lio, y casi contemporáneo decia, que es el acto primero del
cuerpo fisico-or^ánico que cuida de la potencia de la vida,
para diferenciarlo de los cuerpos muertos ó artificiales, cuyo
acto es la forma primera, que se diferencia de la forma ac-
cidental que es acto segundo. Y denomina al cuerpo físico-
orgánico, para no confundirlo con el ente espiritual, y por-
que fuese natural ó compuesto de los cuatro elementos. Por
último, decia que era únic?i en el individuo y diversa por
las potencias. Desde que la naturaleza y fin del alma cons-
tituyen parte forzosa del dogma cristiano, se han multipli-
cado al infinito los escritos sobre ella, pero son tan metia,fí-
sicos, tan obscuros, que es preciso recurrir á la fó para ad-
mitir como cierto su contenido. Con razón decia Gall h a -
blando de BUS facultades, que los filósofos nunca han podido
demostrar las que deben considerarse como verdaderas, por
ser doctrina qne aun está por trazar. Esto se compren-
de, porque el hombre no pu«de entender y esplicar sino
~ 137 —
aquello que está al alcanze de sus sentidos é inteligencia
tratándose de cosas físicas, materiales, cuya existencia está
de acuerdo coa lo'que conoce; pero como el alma es un en-
te por decir así, inmaterial y sustancial, de calidades des-
conocidas, pero que se esplican con los términos empleados
para lo3 objetos reales; de aquí resulta la confusión que se
nota en su estudio y la dificultad en su admisión. En efec-
to, el alma dicen, en un espíritu, una sustancia incorpórea
por ejemplo; entonces: ¿como comprender una sustancia
simple viviente pero sin cuerpo, cuando aun el mismo espí-
ritu es un algo tangible ó visible, cuando rigorosamente
hablando nada hay de común entre la naturaleza y el espí-
ritu? Solo pues, la fó religiosa, puede transigir con estas
visibles contrariedades, que no he tratado de profundizar,
como materia agena á mi propósito.
Aristóteles y Avicenas decían del alma, que era el acto
primero del 'cuerpo físico-orgánico, para no confundirlo con
los artificiales é inorgánicos, como han indicado otros escri-
tores. Algunos de estos han supuesto que existían dos almas
á la vez, una espiritual de asiento desconocido, y otra que
residía en la sangre; pero la opinión general admitía la sen-
sitiva, vegetativa y racional ó intelectual, si bien algunos
negaban con razones satisfactorias la llamada vegetativa, á
la par qup establecían diferencias notables entre la del hom-
bre y la de los brutos, en los cuales nacia y moría con ellos.
El alma racional se une al cuerpo, por dependencia de este
mismo respeto á ellas, y no al revés como en la vegetativa,
é imaginativa ó sensitiva. De aquí depende que solo aquella
es separable del individuo y permanece separada de él. E s -
to puede comprenderse con el siguiente ejemplo: La luz so-
lar en sus rayos se une al aire; pero sin embargo, su ser no
depende del aire, y si mas bien el aire de la luz, como me-
nos perfectible. Si se destruye el aire, el rayo queda siem-
pre, lo que se puede ver con la interposición de algún cuer-
po trasparente en lugar del aire como es el cristal. Quitado
el ai^'e permanece el rayo iluminado en el cristal. Así es la
-^ 138 —
unión del alma y del cuerpo.—La luz aunque inflamada se
une á mas sutil materia, que son vapores resueltos de cuer-
pos inflamados y es radiosa. Con todo, la luz sea en ascua
sea en llama, depende y se une á la materia, y faltando una
falta otra.
El alma, suponían algunos, que tenia por virtud y fuer-
za natural, el corazón; y la animal el cerebro. La primera
comprendía las fuerzas generativa, nutritiva, atractiva, eva-
cuativa, retentiva y espulsiva, que en el estado actual déla
ciencia son puras funciones vitales. Se reputan por otros,
como tres vidas las indicadas almas denominándolas: plan-
taria ó vegetal, sensible é intelectual. De aquí el confundir
la vida vegetativa con el alma, y.suponer que bajo la pri-
mera forma existe en todos los seres vivos, haciéndola simil
de la nutrición, con tres funciones según Avicenaa: nutriti-
va, aumentativa y generativa; confundiendo la primera con
la segunda, así como admitía las tres almas ya indicadas,
vegetativa, sensible y racional. En las plantas, la conside-
raban como verdadera alma y no como potencia, según su-
•cede en los brutos. En el hombre, al poseer la sola racio-
nal, gozaba igualmente de la vegetativa y sensitiva en for-
ma de potencias. De otro modo, el bruto tendría dos almas,
y tres el hombre. El alma vegetativa carece de cognición;
la sensitiva difiere de la racional, porque no puede ser lla-
mada por afecto á cosa espiritual como la otra, la que ade-
mas puede separarse del cuerpo.
La aprensiva en el hombre, era esterior cuando emplea-
ba los cinco sentidos 'corporales, é interior servida por el
sentido común, la imaginativa, cogitativa, estimativa y me-
morativa. La motiva, otra potencia admitida por varios, era
doble; una mandaba al movimiento, otra al efecto. &o. Por
último, sefialaban los ventrículos anteriores del cerebro como
asiento de la imaginativa; colocando la cogitativa en los
medios ó céntricos, y la memoria en los posteriores &c. Ta-
les eran las doctrinas dominantes sobre el alma, antes que
Lulio escribiese sobre ella, y de la cual decia; que ^ra
— 139 —
aquello que conjunto al hombre de sí, y de la naturaleza
humana ó cuerpo del hombre, hace al mismo hombre; y es
muy grave ó difícil de entender y esplicar, porque no es
cuerpo, ni tiene color ni figura, y no se puede ver ni t o -
car. Razones muy poderosas para divagar, como hacen todos
lo que intentan profundizarla.
El principio del pensamiento de los teólogos, el alma, si
bien por un lado es del dominio de la religión, por otro
pertenece á la ciencia, y en particular á la fisiología. Sin
embargo, los teólogos se han apoderado de su estudio, de-
clarándose dueños esclusivos de él. Los médicos mecánicos y
orgánicos lo abandonaron sin raaon, dejándolo á los meta-
físicos. Estos, que se afanaban buscando el asiento de esta
noble parte, prohibían á los anatómicos que estudiasen el
cerebro, que al parecer está encargado de sus manifestacio-
nes. La religión apoyada por la metafísica, justificaba sus
teorías apoyando y consagrando los sistemas de,aquella, y
dando autoridad á tan obscura ciencia. Ambas creían que
toda manifestación corporal era efecto del alma, todos sus
defectos consecuencias del pecado original, que es la parte
flaca de los animístas, que al fin se convirtieron en vítalis-
tas, llegando algunos sucesivamente, y por mas profundos
estudios al materialismo y positivismo, hasta á la nega-
ción de su existencia, diciendo: que la vida es el resultado
de los órganos movidos por las leyes generales de la mate-
ria. Fuetm y materia^ es para ellos la base de la vida y
dé sus fenómenos. El alma pues, no es mas que el resulta-
do funcional del sistema nervioso en su totalidad. En esta
escuela, la idea, el peusamienta, el espíritu, todo se espli-
ca funcional mente y del mismo modo. La materia es el
principio de todos los seres, en ella residen, y por ella se
efectúan todas las fuerzas físicas y espirituales. La grande-
za del hombre, cuya base es el pensamiento, estriba pues
en la tostura del cerebro; un poco mas ó menos de grasa ó
de fosforo, bastan para engrandecerle ó disminuirle. Entre
el alma espiritual y el alma secretada por decir así, por el
— 140 —
aparato cerebro-espinal, prefiero á la primera, como mas
racional, mas consoladora, mas en armonía con la grandeza
humana y divina.
El libro de Lulio contiene diez divisiones, que sirven pa-
ra ir por ellas examinando sucesivamente la naturaleza y
funciones del alma, á saber: 1." Utnim.—2.° Quid.—3."
De qm.—^° Qi(are.—5° Cantidad.—6.° Calidad.—7." Tiem-
po.—8.° Lugar.—9." Modo.—Y 10." Con que el alma es
agente,y paciente. Recorreré ligeramente el contenido de
varias de estas diez divisiones, consignando las conclusiones
que rae parezcan mas'adecuadas á la parte puramente filo-
sófica.
1." Utrmn.=:S\eiiá.o Dios amable, inteligente y memo-
rable, hizo al hombre criatura memorativa, amativa, inte-
lectiva.—Así como Dios puso semejanzas en varios cuerpos,
los puso con mas motivo en los espirituales, y por eso crió
almas ó espíritus.—Si no hubiese alma racional, todo lo que
tiene el hombre seria corporal ó accidente del cuerpo, y la
potencia que hay mas cercana á lo espiritual es la imagi-
nación del hombre, y ella misma es mag elevada que la ele-
mentativa, vegetativa y sensitiva; y el hombre que imagñ-
iia los antípodas, según naturaleza de imaginación, juzga
que han de caer hacia bajo; pero el sabio "considera que su
caer es subir, y los cuerpos de ellos, que son grave?, subi-
rían hacia arriba' contra la naturaleza. Conviene pues, que
en el hombre haya alguna potencia espiritual, con la que
trasciende la imaginación que juzga falsamente, para que
la potehcia espiritual juzgue con verdad, y esta es el alma
racional, con la que el hombre trascendentalmente entiende
verdad, sobre el falso juicio de imaginación.—Solo el hom-
bre obra contra naturaleza, porque ningún animal se sui-
cida; él solo es sodomita, ayuna, se avergüenza de hacer
sus necesidades en público, y de cohabitar delante de otros,
y así de otras cosas; lo que demuestra que necesita algo
lilas elevado para diferenciarse de los irracionales, y esto lo
alcanza con el alma. La libertad de obrar bien y mal, de-
— 141 —
pende del alma que tiene voluntad sobre la naturaleza cor-
poral.—Solo el hombre considera g^éneros y especies; y ha-
ce ciencias discurriendo, y esto es por el alma que considera
sustancias abstractas, de lo que están privados los animales
que no hacen libros, ni tienen martillos, ni ollas, ni escu-
dillas &c. Y esto igualmente se logra por virtud moral y
fin espiritual, para que fué criado. También lo prueba el
entender, porque varias cosas se hacen cerrando los ojos y
los oid»s, y ademas por los milagros.
El alma, después que es, no puede dejar de ser, porque
Dios la crió para que fuese, como el hombre que tiene en
sus manos un cántaro, el cual no ca3 si a'iuel no lo suelta.
—Es preciso que haya alma racional para amar á Dios.—
Este debió, crear almas, ya que cre6 sustancia corporal.—
El alma no puede ser eterna, porque se igualaria á Dios; lo
que prueba con sus argumentos metafísicos.
El alma no puede volver 4 no ser.—^El hombre cuando
se mata no la mata.—El alma siente la muerte del hombre.
—La muerte del hombre no acaba sus potencias; como él
herrero no pierde su oficio aunque le falte el martillo.—No
muda de nobleza después de la muerte; puede recordar don-
de estaba &c.
No tiene ningún inconveniente como todo lo que Dios
crió.—El alma perversa puede odiarse y vice versa.—Viene
por creación y no por generación, por diez razones; 1.° Por-
que es libre.—2.° Porque si fuese generada se corrompería
y moriría.—3.° Porque tendria mas igualdad según sus
partes.—4.° Porque tendria movimiento y sucesión.—5.° Por
lo que seria por división de partes, y lo espiritual no puede
cambiar la especie.—6." Porque tendria parientes y no odia-
ría á ninguno de ellos, ni amaría mas á unos que á otros,
-y 88 vé lo contrario. (La razón es poderosa.)—7.° Porque
amaría mas sus perfecciones que las de su cuerpo, y ge vé
lo contrario, como aquellos que solo desean comer y beber.
—8." Porque no muere y vive por su vida.—9.° Porque se-
ria sustancia espiritual salida de otra igual.—10." Porque
todas sus obras fueran naturales y no tendría obra moral,
como justicia, prudencia y demás virtudes, que no se ad-
quieren por curso natural, porque de lo contrario se tras-
mitirían de padre á hijo, como trasmiten su color, boca &c.
y todos fueran sabios y justos &c.'—Dios la crió sin movi-
miento porque no es corporal.—No quiso que fuese genera-
da; el hombre no la puede generar al generar á otro hom-
bre, porque si lo hiciese seria hombre, no como la genera-
ción espiritual del Dios hijo por el Dios padre.—El ángel
no la puede generar, ni ella por sí mismo ser generada.—
Dios no creó partes contrarias en el alma, porque vendría
de generación y corrupción, como los elementados. Con sus
calidades contrarias, y entonces no obraría con libertad.
La inmortalidad del alma se prueba: 1.° Por su esencia
incorruptible, que es como el Sol cuya luz es permanente.—
2.° Por el fin para que fué criada.—3.° Porque las criatu-
ras corporales no llegarían al fin para que fueron criadas;
—4.° Porque es la criatura mas noble.—5.° Porque así lo
exige la justicia de Dios.—6." Porqué es viva por su propia
vida, como el Sol que es redondo por el círculo que es una
de sus partes, y no necesita comer ni beber:—1." Porque no
es cuerpo material que puede destruirse.—8." Porque no es
cuerpo material que pueda matarse á sí misma.—Por la
concordancia de bondad y eternidad &c.—10.° Porque es in-
mortal, esto es, viva por la vida.—11.° Porque no puede
destruirse y no tiene mezcla &c.
2,° Quid.=E\ alma racional fes aquella parte del hom-
bre con la que memora, entiende y ama; así como el fuego
calienta con calor, así el hombre entiende y quiere por el
alma y con el alma.—Es sustancia espiritual compuesta con
corporal, con lo que se constituye al hombre; mueve la ve-
getativa á vegetar, la sensitiva á sentir, como el calor del
fuego mueve el agua caliente en la olla, para calentar; y la
voluntad del hombre para amar, y por eso es la señora del
cuerpo^ necesita órganos como para los colores se necesitan
los ojos.—Es sustancia espiritual, que es parte del hombre;
— 143 —
conjunta coa el hombre, es sustaBcia que participa con mu-
chas criaturas mas que otra sustancia, porque aquel cuerpo
participa del firmamento, en cuanto recibe influencia de él,
y esti con él en una especie que es el cuerpo, y participa
con los cuatro elementos, porque es de todos cuatro, y par-
ticipa con las plantas, por que es de vegetativa, y de sen-
sitiva y de imaginativa.—^Es sustancia y no accidente; es
forma simple, por si misma como sustancia; es hasta cierto
punto imagen de Dios.—Separada del cuerpo queda en su
número, como cuando de una liga se separa cada metal de
por si, sin alterarse en bien ni en mal; como el agua no
muda por ser fria ó caliente.—No es vida.—Hay tres espe-
cies de vida que son partes de ella.
Estas tres vidas son: la vegetativa, sensitiva é inte-
lectiva.—El alma como sustancia espiritual, no es la prime-
ra ni la segunda, ni menos intelectiva, pero la vida intelec-
t i v a s una de las partes del alma, por la cual vívenlas de-
mas, como su sustancial bondad, por la cual todas las par-
tes naturales son buenas.—Tiene propiedades naturales y
propias como bondad, duración &c.—Es imagen de Dios co-
mo sustancia espiritual, &c. como el espejo dá la imagen
del cuerpo.—Tiene en sí especies innatas ^ impresas por ad-
quisición de pus tres poteocios.-T-Tiene pot^cias activas y
pasivas.—Es simple sustancia.-—Carece de diestra y sinies-
tra.—Es ostensible porque sigue el crecimiento del cuerpo.
—En el hombre es la criada.—Está en todas partes del cuer-
po según su naturaleza, y no según la del cuerpo; es mm-
ple y está colocada en el 43uer{».-r-Fué creada en instante
y no en tiempo, «orno priper principio y término de sece-
sión temporal.—-Padece en el infierno y no se atormenta en
los padecimientos corporales.—Se deleita en los placeres, y
padece tristeza en la muerte.—En el cuerpo tiene órganos é
instrumentos con que mueve sus potencias, corazón, órgano
de la voluntad; parte anterior del cerebro para la inteligen-
cia; occipucio ó posterior parala memoria; y el centro, pa-
ra mover la imaginación á imaginar objetos imaginsblea.
— 144 - -
—Tiene práctica en artes liberales porque se mueve á estu-
diarlas.—Tiene adhesión h los parientes.—Al separarse del
cuerpo se mueve en el instante, y sin que una parte vaya
delante y otra detrás.—Su todo está en cualquier parte del
cuerpo, y necesita órganos sanos para entender.—No tiene
punto especial para salir del cuerpo.—Toma participación en
el libro alvedrio &c.
3.* De Qm.^=La mayor parte de las cuestiones diluci-.
dadas son puramente metafísicas y de poco interés, por ejem-
plo; ¿siendo el alma de si misma, como puede obrar cuan-
do quiere estar en un lug-ar y no puede estar en él? Sola-
cion: Martin tiene un criado que quiere dormir y no traba-
jar en la viña; su amo le obliga á cavarla; asi pues, el al-
ma del criado es de sí misma, porque libremente mueve al
cuerpo de un lugar á otro, al ir á la viña, pero por razón
de su cuerpo, que es de Martin, consiente voluntariamente
á la voluntad de su señor.—El alma está compuesta mate-
riaílmente de sustancia y accidente.—Cuando se condena, es
del demonio y del pecado, como sierva de pena eterna.
4." Be guare.-=EB por forma y materia, como el hom-
bre que es por el alma y cuerpo, como el pan por harina
y agua, y por esto es de sí misma &c.—El alma es alma
porque es de sus tales principios y no de otros, como de su
propia bondad, grandeza &c. de cuyos principios está cons-
tituida su esencia y su propio ser; como la sustancia que
es de muchas partes y es ella sustancia &c.—Es alma por
forma y materia.—El alma no es de mas potencia, porque
todo lo creado lo es para respetar, amar y entender á Dios,
y según como es creada á este fin, es creada con propor-
cionada potestad, como todas las partes del todo que á el
$on proporcionadas; y si Dios crease mayor alma que la que
tiene el hombre, no fuera proporcionada á las demás par-
tes, cómo si la nariz de Martin fuese tan grande como su
cabeza, no estarla en proporción &c. (La razón es poderosa
y convincente). Está creada para que haya artes liberales y
mecánicas, sin la cual no existirían, y los hombres estarían
— 145 —
ociosos, como si no existiese el arte de herrería, que entou-
ce3 el martillo y el clavo quedarían ociosos.
b." Cantidad.—El alma tiene simple cantidad, y por es-
to es cuanta de su simple sustancia, como su bondad sus-
tancial, que tiene bondad accidental, que comunica sus prin-
cipios para que sean buenos &c. .Su cantidad es espiritual
no imaginable; es ente pjr el cual es cuanta en un lugar
y no en otro; y esta alma y no otra, tiene tanta virtud, ni
mas ni menos.—La cantidad simple del alma es sin conti-
nuidad.—Su número es impar &c,
6.° Calidad.=Lsis tiene propias y apropiadas.—Las pri-
meras se entienden así como la bondad accidental del alma,
es calidad propia de la bondad sustancial, y mucho mejor
aun, así como el calor es propia calidad del fuego, y la
frialdad del agua, y esto lo mismo de la magnitud acciden-
tal natural, que es propia calidad de magnitud sustancial;
y así de los demás principios sustanciales, de los cuales ca-
da uno tiene su propia calidad que comunica á otro, y dis-
pone con ella sus actos; y el alma congregada de todos los
principios sustanciales, tiene las propiedades de aquello con
lo que hace sus operaciones, y tiene hábito y disposición
en las^tres potencias y eu los actos de aquella.—Las segun-
das ó apropiadas, so esplican recordando que la bondad sus-
tancial, apropia su bondad accidental 4;, la sustancial mag-
nitud, en cuanto es bueno por- ella, y aquella bondad de
magnitud, es apropiada á la calidad, como el fuego que
apropia su calor al aire; y esto mismo hace la magnitud á
la bondad, á la que apropia su magnitud, y así de los de-
más principios del alma.
7.° TetnporaUdad.=E\ 9^& es principiada, creada en el
instante.—Así como se mueve por movimiento del cuerpo
con el que está conjunta, movido el cuerpo de un lugar á
otro; así el alma se mueve do un tiempo en otro por todo
el cuerpo sucesivo.—'El alma separada puede entender, des-
pués que no inquiere especies con los órganos corporales en
solución de tiempo, como la figura de las letras del sello,
- 146 ~
esián en potencia de la cera y no en el sello; porque ya es-
tán en acto en el mismo, y de este modo, anas son las le-
tras del sello, y otras las que imprime en la cera, y des-
pués que las letras están en acto, no necesitan paírticipar
con el sello por contacto, sino por semejanza de las espe-
cies &c,
Loealidad.=El alma no ocupa lugar de situación corpo-
ral ni espiritual; y por que es parte espiritual, y está en el
cuerpo, y el cuerpo en el alma, no ocupa lugar en el cuer-
po; y como sustancia individuada no ocupa lugar en la sus-
tancia de ambos; esto es en el cuerpo; como Martin y Pe-
dro que no ocupan lugar en la especie humana.—Cuando
dos almas que mueren á un tiempo á la vez, por ejemplo
en Roma, no suben en un tiempo al cielo, no ocupan lugar
en el medio, porque no suben á él, según sucesión de unp,
nunc in aliud, como la manteca, suero y queso de la le-
che, que uno no ocupa el lugar de otro &c. Está el alma
en todo el cuerpo, aunque tenga mas poder sobre el cerebro
que sobre los pies, pero es porque necesita órganos deter-
minado» para sus potencias y actos. Tiene rnas fuerza en
unos miembros que en otros.
Con j'?ítf.=Se reduce á cuestiones metafísicas de poco in-
terés, preguntando, por ejemplo: ¿Como hace lo que hace
el alma?—'Como está siempje en uno y no en otro pun'to?
Como distingue lo blanco de lo negro sin tener ojos?—El
necio tiene pasiones, porque las potencias intrínsecas que
son del alma, no tienen órganos dispuestos, ni ordenados
á recibir objetos estrinsecos, y á tener delectación con sus
semejanzas, respetando, entendiettdo y amando los «ujetos
de los objetos &c. -^,
El estudio del alma según las doctrinas lulianas queda-
rá completo, con la especificación de las cinco potencias si-
guientes, que según el mismo Lulio, forman parte de la hu-
mana naturaleza, (vide pág. 121), algunas de las cuales
constituyen hasta cierto punto, verdaderas almas peculiares
á otros seres vivos.
— 147 —
'Veffetativa.=:VQteücia que trasmuta una sustancia en
otra. Materialmente hablando es de la elementativa, y for-
maliter, de sí misma; y por eso es de generación y no de
creación.—^El embrión está en vegetación en la hembra, co-
mo la semilla en la tierra.—La vegetativa es de generación,
porque vegetando, una planta viene de otra.—Si no fuese
generada, -bajo, la especie de una vegetación, no fuera otra
vegetación.—Si no procediese de planta en planta, y de ani-
mal en animal, ninguna planta ni cuerpo animado, tuvieran
apetito (deseo) de multiplicar su especie, porque no pudieran
multiplicarla.—Es criatura general y sustancial de particu-
lares vegetaciones en las cuales está difusa.—Las razones y
principios de los elementos, son instrumentos naturales de-
vegetación.—La vegetación está injerta en la elementativa,
como el olivo en el acebíche.—La lluvia es elementada, lo
mismo que la tierra en la que está la planta; y la vegeta-
ciott de esta, convierte la lluvia y tierra en especie de plan-
ta.—La vegetación del olivo 63 diversa de la de la higuera,
pero cada una convierte su agua y su tierra en su misma
especie.—El hombre y el perro comen de la misma oveja,
pero la vegetación de cada cual, la trasmuda en su propia
especie.—La vegetación imprime y da su esencia en la ve-
getativa, como el fuego ignificado .y calefacto,— Poi? la
vegetación el hijo es hijo de sus padres, y hermano de sus
hermanos.—La vegetación en las plantas, tiene apetito á
las hojas, flores y frutos, y el fuego para calentarse.—El
instinto natural y el apetito de vegetación, mueven en la
planta y en el cuerpo animado, el instintivo y el apetito de
cualquier elemento, y otros principios de los mismos.
Sensitiva.—Es aquella sustancia de la que es el sensiti-
vo, y el propio sentir y sensible.—Es alma general, difusa
en muchas sustancias animadas y sensadas.—Si no fuese
generada, no seria de una sustancia en otra, y ningún hijo
fuera hijo de sus padres. Tiene seis potencias: visiva, olfac-
tiva, gustativa, auditiva, tactiva y afativa.—Por la prime-
ra siente los colores, por la segunda los olores &c. y por la
— 148 —
afativa la alegría y tristeza.—Está injerta eu la vegetati-
va, y está ea la elementativa, por eso atrae virtud 4 sen-,
tir de la elen/entativa y de la vegetativa.—El sensitivo
siente calor por el fuego, y por sí se siente á sí mismo;
por la vegetativa tiene sabor en el gusto, y lo siente por
sí misma.—Así como la vegetativa no convierte en su es-
pecie el simple elemento sino el compuesto, así la sensitiva
no convierte en su especie el simple elemento, ni el simple
vegetado, sino el compuesto elementado y el vegetado. .
La sensitiva es de sus simples partes, que son los seis
sentidos, como el compuesto elemento es de los simples, y el
vegetado compuesto de los vegetales, es de simples vegeta-
ciones especiales.—El color de la planta es de sensibilidad
estrinseca; y es intrínseca y propia, la que es de esencia
de sentido.—La sensitiva al sentir la duL-íura, es instrumen-
to de la vegetativa, porque ella misma no puede sentir sin
dicha vegetativa: al sentir calor, es instrumento de la ele-
mentativa, porque no puede sentir sin calentar; mueve la
vegetativa ¿ vegetar, y la elementativa á elementar, para
que muevan ellas mismas á. sentir,—El movimiento que la
vegetativa y elementativa tienen por la sensitiva, es apro-
piado, y el que tienen por ellas mismas es propio; la vege-
tativa vegetando, y la elementativa elementando, fortalecen
la sensitiva &c.
ImagfinaHva.==Es la potencia de las semejanzas corpo-
rales y abstractas.—Es principio y criatura general; y está
difundida en las sustancias animadas.—Está injerta en la
sensitiva y trae semejanzas de ellas, y lo mismo de la ve-
getativa y elementativa.—Atrae é imprime en sí misma las
semejanzas de las sustancias sensatas de los vegetados y
elementados, y alcanza á sí misma.—Así como el fuego asi-
mila la sustancia calentada, y el agua asimila á sí misma
la sustancia refrigerada, asi la imaginativa asimila á si la
sustancia imaginativa.
Imaginar es acto de la imaginativa, y es acto de im-
presiones de semejanzas abstractas.—Los ojos ven colores y
— 149 —
figuras determinadas de sustancias objetadas, y cuando los
pierden, la imaginativa retiene semejanzas de aquella obje-
tacion de los ojos. En los ojos se recoje semejanza de la
vegetativa y elementativa. Como el espejo es instrumento
de las semejanzas presentes, la imaginativa lo es de las au-
sentes de los sentidos corporales.
La racionativa recibe en la imaginativa semejanzas de
las sustancias corporales; así como está dispierta la imagi-
nativa á recibir sustancias, la racionativa está dispuesta á
recibirlas.—Es potencia libre para multiplicar semejanzas
fantásticas, y á traer ciertas semejanzas de otras. La ima-
ginación es libre en su asimilación, como lo es la voluntad.
—La imaginación es el primero y general instrumento de
la obra artificial, y de ella se derivan las artes mecánicas.
^—Es la causa y primer principio de la industria de los bru-
tos, como la discreción es el primer principio del modo de
vivir de los hombres.—No puede sentir, porque es semejan-
za que alcanza al sentido asimilado é imaginado.—Alcanza
la discreción para respetar, entender y amar; así como el
calor no calienta la imaginación, así la vegetativa no ve-
geta la imaginación. Como el olivo injerto en acebnche^
atrae á su especie la naturaleza de aquel, también la ima-
ginativa atrae á su semejanza, las semejanzas de sus poten-
cias inferiores.—Está creada de muchas semejanzas positi-
vas, y es espejo general para recibir semejanzas concreadas
de sustancias corporales.
JlacÍ6nati'va,=EB aquella alma que esparte del hombre,
con la que reconoce, ama y entiende á Dios; sus partes sus-
tanciales son memoria, entendimiento y voluntad. Es crea-
da y no generada.—Informa al cuerpo del hombre, lo que
es de la elementativa, vegetativa, sensitiva, é imaginativa,
pues son todas potencias corporales.—Mueve su cuerpo mo-
ralmente á su fin, como el aceituno mueve naturalmente al
acebuche en que está injerto.—No es mortal porque no es
de contrarios elementos.—Su creación tiene lugar en el mo-
mento en que el embrión está dispuesto á ser animado, por-
— 150 —
que si se crease antes que el embrión, la potencia estaria
en otra sustancia, ó permanecería ociosa. (*)—Ni la sensiti-
va, ni la imaginativa, pueden llegar al alma racional, por-
que el alma del hombre es parte del cuerpo.—Si este hicie-
se que el alma fuere por él parte del cuerpo, se informa-
ría á sí misma.—Cuando está conjunta con el cuerpo, mue-
ve todas sus partes á ser lo que son.—No siendo el alma
generada no es pariente de otra.—No come ni bebe, pero es
instrumento para hacerlo, y para su servicio Dios creó to-
das las sustancias corporales, y todas ellas, según su natu-
raleza, no tienen tanto valor como el alma.
El hombre por fin, es JSe^, porque es acto de su huma-
nidad; esta es la que le hace hombre; lo que sigue de. ella
es su acto. Como consecuencia de la humanidad es por ac-
cidente, y es sustancia en cuanto es de humanidad. Es de
alma racional y cuerpo, puesto en número tercero. Ningún
viviente podrá saber ni decir las noblezas del hombre por su
creación.—^Dios tiene mas amor y dá á la preferencia á un
hombre bueno, que al firmamento y cuanto hay en el Uni-
verso.
Tal es en compendio, lo mas notable que sobre el alma
escribiera Lulio, porque debe recordarse que á pesar de ha-
ber hecho un tratado especial, los mas de sus pensamien-
tos según su costumbre, los repite en sus numerosos libros,
amplificándolos á veces, metafísica ó teológicamente, hasta el
punto de hacerse incomprensible, especialmente cuando teo-
riza bajo la impresión de sus confusos métodos. Poco ó na-
da añadió á lo que sobre tan interesante materia, dijeron sus
antecesores y contemporáneos, especialmente el gran S. Al-

{*) 8ieDd« U vida ana serie-no interramplda de aetsa ó fenónKnoi, ain di-
visión de periodos, desde el inttante de la fecundación, 6 mejor, desde la for-
mación del germen basta so madurez ó nacimiento, ¿en qae época se le Jania
el alma? coando principia esa anión que constituye al hombre? Los metaRsl-
cos podrán señalarlo i su manera, pero los naturalistas se verán embaraiados
para decidirle.
-^ 151 -
berlo, qakñ le dedicó interesantes y flumértüsos capítulos,, y
á. los que ni una sola vez menciona como debiera, toda tez
que en muchísimas ocasiones adopta sus doctrinas. ínterin
Lulio se limita á describir, por decir así, sin teorizar, es
comprensible y bastante acertado, á pesar de la vulgaridad
y nimiedad de sus comparaciones, pefo cuando profundiza
eu las abstracciones metafísicas, raya en lo absurdo. En este,
estudio no se eleva cual requiere materia tan desconocida,
que lo es tanto como la misma vida, en .cuya compañía obra
de consuno; Esa cosa, que no es la vida mis^raa, ni el ins-
tinto, ni el resultado de los órganos ó materia actuante que
llamamos alma, arqueo, que aunque no se comprenda, DO por
eso se ba de negjar su existencia, ni menos atribuirla á la
imitación y educación, porque los primeros hombres care-
cieron de modelos y. lecciones, y tuvieron que principiarla
Como forzoso resultado de la misma alma. ,
El estudio del alma es un estudio complexo, porque si
por un lado corrtóponde á la teología, por otro compete á
la fisiología, y es difícil trazar la línea divisoria que sepa-
re lo3 límites hasta donde alcanza cada poder. El Ser pen-
sante y-la cosa pensada, son distintos, no se confunden ni
pueden separafser en su estudio: la inteligencia si acaso, po-
drá, confundirse con el instinto, porque ay«ces en el animal
se eleva hasta ella. Mas de una vez, los actos materiales se
han clasificado como espirituales. Los que estudian al hom-
bre, confundiendo unos las facultades del espíritu con las
orgánicas, y el alma con la vida, han dado lugar á supo-
ner que ett' el hombre solo hay órganos como en los tínimft-
les: otros coalpárándo las ftlncidtíeá de eétctó á los dé aquel,
les han señalado alma igual á la humana, por no recordar
que en él hombre hay un enigma solo descifrable, admi-
tiendo el alma espiritual, ó como quieran llamarla, de exis-
tencia probable, aunque la razón pueda demostrarla por
completo, y destinada á nueva vida tras la desaparición del
cuerpo qué la posee. El animal elevado, al parecer, tiene
como el hombre igualdad de órganos, funciones y actos. L»
21
— 152 —
materia es ó parece igual; y sia embargo, él animal aun-
que dotado de aparato cerebro-espinal, no piensa como el
hombre. Habrá paridad de órganos y funciones orgánicas,
pero la falta de inteligencia en aquel, bastante dificil.de es-
plicar á pesar de estas condiciones, constituye la presencia
cia del alma en el otro. El animal en rigor no piensa, solo
siente, aquella elevada función no se elabora en su cerebro;
tal vez la- vista en él, suple el pensamiento. No conoce el
tiempo, el pasado le es estraño, nada aprende para el por-
venir. Las aves de ahora, hacen lo que hacian cien siglos
atrás. Obran lo misino en todos los paises; edifican sus ni-
dos, crian y se alimentan siempre del mismo modo. El ins-
tinto es BU única inteligencia, el hijo "no difiere del padre;
para ambos todo muere en el acto, tan niños fueron al na-
cer como al morir, y nunca pensaron ni en ayer ni en ma-
ñana. (*)
En el hombre hay un -principio independiente de los ór-
ganos y de su mecanismo, porque multitud de hechos com-
prueban, que hasta cierto punto, no obra de acuerd» con
ellos, asi en la salud como en la enfermedad; es pues, ¿
veces independiente del organismo, al que en mas de un ca-

(*) DoDS-Seott. hablando del instinto lo admitía como don del cielo, y hasta
eierta panto, conseeaencla Torzoaa de la organlMcion. En el rtgrtal obraba alo
canoeimieDto, por movimiento interior al fin de la nataralexa. En el antmat lo
esplicaba por medio de las especies sensatas é Inscnaalas; las primeras venían de
los sentidos, y las segnndas rcpcescBíaban cosas no sabidas, como la cabra que
hala del lobo sin saber porque. Lulio, siempre mctafislco, dccia qoe el instinto
es el prineiplo por el cual se reglan los entes naturales, srgun su especie y nata»
laleza, como en el fuego y aire subir, y en la tierra y agua bajar; eo el^onibre
bebery comer; etc. y es símil de )a sabiduría. Bn el tnsiint», lo nilsno qoe en
la forma general, están sembradaa las particularea, del miérn» OMido qoe en (a
materia general todas las materlaa parttcnlare», y porque el instinto natural ea
ana parte del mondo, sembrado en la forma y materia antversales, el pollo y
la cabra p. Ci m losenalca su instinto natural está en acto, detlucen'de la poten •
cia al acto, aquella noticia; el pollo de la comida, la cabra de su enemigo el lo-
bo; asi como la llama de la vela, que está en acto, deduce de la potencia al ac-
to, la llama que está en la potencia de la cera. Siempre la misma gerigonza m»-
tafísica y ridicula en los mas insignificantes hachos.
— 153 —
so parece indiferente, á pesar de sus lesiones; y es ademas
siempre distinta de los actos puramente vitales. £1 hombre
en este caso, es una inteligencia- servida por órganos, una*
veces aumentada por ellos, otras gobernada, y otras altera-
da; pero cuya existencia le es estraña. Algunos dudan de
su exi&tencia, porque faltan lad pruebas físicas que la de-
muestren, pero cuando concentran sus pensamientos, compren-
den qu« hay algo mas, que pura materia que nos anima,
sobrevive y distingue de los brutos. Supervivencia ó inmor-
talidad entrevista por el paganismo^ y convertida en dogma
religioso por el cristianismo.
Es imposible negar que los antiguos no tuviesen alguna
idea de la espiritualidad, incorporeidad é inmortalidad del
alma^ (*) esta última calidad, entre ellos estaba rodeada de
tantos absurdos, manifestada por imágenes tan groseras, que

(*) LR jnmortalidod del alma én los antiguos, era consecuencia fortosa de >u
preexistencia, porque si hubiese sido engendrada con el cuerpo, perccFera con
él. Este elevado pensamiento que agitaba j ennoblecía é lusfliósofosgriegos,
era demasiado sobtirae para vulgarizarlo comunicándolo al pueblo, siempre pro-
pansoftsu aclaración 7 admisión con (reocopaciones, f&bnlas y terrores, que lo
bubieacn desfigurado; y por lo misipo no saHa ilel recinto de las escuelas. Pla-
tón fué el primero que le dió alguna publicidad en sus escritos. El dogma que
prometía otra vida mejor después de la muerte, era en estremo grato para no
ser adoptado con ferviente entasiasmo. Se cuenta jfia es, quo tan loegocomo su-
po Cleombroto de Arobracis) que su alma era inmortal, se arroja de una tor-
re para gozar mas pronto de la vida futura. Y cuando los discípulos de Hcgesiis
en Cirene, oyeron que sn maestro les prometía una segunda vida mas grata, qoa
l«t*>A*nMtrab«aen est« mundo, se daban la muerte para disfrutarla. EsWcre-^
eoei» por gn^'H^i^roduciroBa verdadera mania d«,eHlcidio,qm reinó epi-
démicamente durante un siglo, y s«:eeaUMro' con laprobibieion de la onseñan-
ta^e estos estatfi«Mi«eg«Rilf«()dso Ptolomeo fllopator en sns estados; encatn-
bio se enseio la antigua creencia, que castigaba á los suicidas «on las penas de
ia otr« vida en el Tártaro etc.
En cnanto & la espiritaalidad debe recordarse, que entre los antiguos las pa-
labras tnoorpor«o, inmaterial etc. tenían una acopcioni diversa de la que en el
di* se admite; porque si algaoos creían que la divinidad era una sustancia
Indivisible, sin estension, sin raeaela. I» mayor parte suponían que )« espiri-
tualidad era una materia muy sutil. Error que fué creído durante muchos ai-
gl43, y-dol cual participarso distinguidos cristteflos, y nu rechazado |ior per-
sonas ortodoxas.
— 154 —
perdía toda la sublimidad y grandeza qne'llevan consigo
loB principios religiosos, verdadera consagración de las de-
mas verdades, y esplicacion de todos los términos y miste-
rios de la doctrina. Entre los filósofos griegos, no se ven
mas que dudas y vacilaciones. Nada es satisfactorio. Nada
es completo. Unos negaban, otros afirmaban, y todo» en
general, lo miraban como asunto secundario y sin interés.
Platón decia: nuestra alma existia en alguna parte antes de
entrar en la forma humana; hé aquí porque creo que es in-
mortal. Esto es un presentimiento vago y nada mas. Los
discípulos de Epicuro, se limitaban á concederle una espe-
cie de prolongación de existencia, una vida sideral, en la
cual el alma acababa por disolverse.
En los primeros siglos del cristianismo, se llegó á creer
que el sentimiento de la inmortalidad se robustecerla, supo-
niendo que venia autorizado por el paganismo, sin calcular
que esta íiutoridad no es necesaria para afianzar ó recha-
zar el dogma cristiano. La espiritualidad es una materia
tan sutil, tan evaporable, que por poco que se profundice
se confunde con la ijaaterialidad. Y aunque al entreveer es-
ta materia los antiguos, la hayan analizado, es indudable
que los primeros metafísicos se han confundido y contradi-
cho, aun cuando la razón les suministrase nociones claras y
terminantes; pero sutilizaron y atenuaron dé tal manera es-
ta? materia, que la-llevaron al último estremo sin adelan-
tarla positivamente. Varios de ellos admitían la existencia
de una materia primera, desprovista de figura y estension,
sentando ideas que no pueden venir por los sentidos, y que
carecen de muestra,en la naturaleza corporal, llegando a l -
gunos sin embargo, según se dijo antes, ¿ darl» cierta sus-
tancia intermedia, necesaria para las operaciones «[ue hay en-
tre el espíritu y el cuerpo.
Lucrecio, sectario de Epicuro, al preguntar de que^ se
compone el alma decia materializándola:
Principio es$e aio per tubtilem, atque minutit.
Verquám corporibiis fac.um constare; id iía esse, etc.
— 155 —
Esto es, se componía de principios muy sutiles, corno lo
demuestra la admirable prontitud con la cual se decide y
obra: Es el cuerpo mas activo en la naturaleza; su gran
mobilidad supone elementos redondeados y sueltos, que la
obligan á ceder á las mas leves impulsiones,—Su ligereza
es como la del agua, que se compone de ligeros átomos &c.
Su delicadeza y pequenez, y el reducido "espaxiio que ocupa-
ria, si se pudiese condensar, se prueba porque después de
la muerte, los miembros no pierden ni en peso ni en forma;
quitado el calor, nada queda después que se ha retirado el
alma y el espíritu, y esta preciosa substancia, ligada á
nuestras venas, nervios y entrañas por la naturaleza, se
compone de elementos infinitivamente diminutos &c. Ade-
mas del alma y el espíritu, que se mpzclan en secreto á
nuestros cuerpos, admitía otro agente principal, que es un
principio sin nombre, formado por muy sutiles corpúsculos,
que ^ oculta en la parte mas recóndita de nuestros cuer-
pos, donde es todo A la vez, y el alma de nuestra alma,
esto es, un ser superior á ella.
Teoría absurda, ridicula, como todo cuanto dice de ella
»1 esplicarla por el soplo, calor, fuego, aire &c., materiali-
zándola y confundiéndola con las propiedades fisico-vitales
del cuerpo, y considerándola como cuerpo aparte. Todas sus
doctrinas se resienten de la antigua metafísica, la que á su
vez lia influido en lo que sobre ella dicen muehos otros es-
critores posteriores, porque antes de convenir en su insus-
taacisliáad/ la consideraron materialmente, asemejándola á
un aire segua Pitágoras, quien la denominaba uñ número
movente á si mismo. También S^ Agustín se resiente de es-
tar doctrinas, cuando dice: que el sentimiento de la memo-
ria en las bestias, podia ser producido por el aire modifica-
do de cierta manera. Otros como Heraclito y Zenon, la con-
sideraban como un fuego rápido; y el peripatético Cristo-
laüs, la formaba de una quinta esencia. Thales, la definía;
sustancia siempre movida y por sí movida; y Platón, sus-
tancia inteligente, móvil por sí misma, y movida por un
— 156 —
número armónico &c.', siguiendo otros diversos modos de
comprenderla hasta la obscura entelequia de Aristóteles.
No debe olvidarse como éa parte se ha indicado ya, que
los filósofos de la escuela árabe, como Avicenas, Algazel,
Averroes y otros, dedicaron estensos capítulos al estadio de
esta forma sustancial de los cuerpos vives, como algunos
llaman al alma, á pesar de la poca importancia que le con-
cede su religión; pero en esta como en otras materias, si-
guieron las huellas de Aristóteles y Galeno sus principales
maestros; adoptando su obscura metafísica, porque no cora-
prendian la separación que media entre la materia -viva y
organizada y el mundo inorgánico. Lulio, que pocas veces
analiza los pensamientos ágenos, si en uno de sus artículos
sobre esta materia, menciona á Averroes es, para combatir
una de sus proposiciones.
Con esta digresión, que confio será disimulada, tenien*-
do presente la importancia de la materia que la ha motiva-
do; terminaré la parte filosófica de los escritos lulianos, á los
que he dado mas estension de la que al principio me había
propuesto, por considerar que siendo hasta cierto punto 1»
roas original, y la que mayor celebridad procuró al autor,
debia por consiguiente facilitar el estudio de la natural y
física, toda vez que era la base sobre la cual descansaban
todos los tratados que salieron de manos de aquel infatigable
escritor. Los inteligeotea verán desde luego hasta.doadelle-^
ga esta origtBalidad, y los qu.e no lo sean, compárenlos IXKÍ
otros escritos sobre el misme asunto, como por ejemplo con
los de Sto. Tomas y S. Alberto, y se convencerán de que
estos son altamente superiores, tanto en e.ste como emv^ttm
importantes materias.
CAPÍTULO!!.
CIENCIAS COSMOLÓGICAS DE LULIO.

Se ha dicho en la pag. 36 que los escritos de Lulio se


referían á dos grandes clases; una que comprende las cida-
cias del pensamiento, de las cuales, solo ae han analizado las
que tienen por objeto sus métodos filosóficos, y han sido
asunto del capitulo anterior; y otra que contiene la esposi-
cion y demostración de los hechos y cosas evidentes, siem-
pre idénticas, independientes del hombre, que no permiten
coQtradiccion y no exigen el testimonio de la autoridad para
justiñcarlas, porque á todos es dado comprobarlas, y son las
que ahora se van á tratar en este capítulo, y abrazan las
llamadas ciencias físicas, exactas y naturales. Si las ciencias
del pensamiento ó de la imaginación, sobre las cuales, nun-
ca están de acuerdo los hombres, son numerosas en Lulio,
las cosmológicas ó incontrovertibles, ocupan á su vez ntt
escaso guarismo en el estenso catálogo de aquel autor, y no
tieOen la importancia de las primeras, porque no le propor-
cionaron la nombradla que con aquellas alcanzó. El examen
detenido pues, de las cosmológicas, sobre ser de poco inte-
ré»i ti*e consigo la imposibilidad de completarse por la di-
ficultad qa«h»y de encontrarlas reunidas, y por la duda
que algtmas presentan con respeto á su pertenenciav
Siendo varios de los escritos lulianos de esta dase, pu-
ras repeticiones de los conocimientos profesados en su tiem-
po,-mas ó menos desfigurados, mas ó menos bien interpre-
tados, bastará el limitarse á determinados libros, porque
cualquiera de ellos refleja la ostensión de sus conocimientos
en estas materias. En ellas,'io mismo que en los anteriores,
ee observa igual marcha á saber: 1.° constante y fastidio-
— 158 —
sa verbosidad;—2.° abundancia de nimiedades y puerilida-
des;—3.° repetición de palabras y pensamientos, y de las
doctrinas ó teorias de sus escritos filosóficos; y 4.° silencio
completo sobre los escritores que de ellas trataron, produ-
ciendo una constante duda acerca de la originalidad -quej en
ellas puede tener. Pero como para decidir sobre este parti-
cular, es preciso tener en cuenta lo que pertenece á sus an-
tecesores y contemporáneos, recorreré ligeramente el estado
de las ciencias en la época que sobre ellas escribiera Lulio,
pasando luego á examinar sus principales escritos sobre es-
tar ciencias, con los que bastará para juzgar al autor.

§ I.

CONSIDERACIONES HISTÓRICAS SOBRE LAS CIENCIAS FÍSICAS, EXACTAS

Y NATURALES EN LA ÉPOCA DE LÜLIO.

Es indudable que todas estas ciencias tuvieron su origen


en la antigüedad, pero siendo los libros, los títulos al por-
tador, que demuestran la riqueza y propiedad de los cono-
cimientos de sus poseedores, estamos autorizados para ase-
gurar que hasta cierto punto, si Aristóteles no es su fun-
dador, al menos es sa heredero, y el primero que laa redu-
jo á cuerpo de doctrina, por ser sus tratados casi los úni-
cos que figuran en la historia antigua de esta clase de co-r
nocimientos humanos. No negaré que antes de Aristóteles
hubiese multitud de filósofos que se dedicaron al estudio de
estas ciencias; pero si se han conservado sus escritos y los
de Platón; parte de los de Timeo de Locres sobre el alma
del mundo; el de Ocellus Lucano sobre el Universo, y algu-
nos fragmentos de otros, el resto ha perecido k impulso 4el
tiempo destructor; y si noticias-hay de varios escritores, 8,e
deben á las citas que de ellos han hecho sus contenjporá-
- - 15a -
neos y sücesorcrs. Y si hubo una escuela ejipcia y otra iií-
dieliB, y si hasta los fenicios y mas tarde los romanos, e s -
oífibieron sobre estas ciencias, sus trabajos han perecido en
los trastornos qtte han derrocado los imperios. Solónos qoé-
dan vagas tradiciones del esplendor de la primera, porque'
si se presentan en la actualidad multitud de escritos atri-
buidos á la segunda, carecen á mi entender, de suficieirtef
legalidad para comprobar su antigíledád, la que nadie ha
podida negar á los de los griegos. Perpetuados los libros en
aqoello» tiempos por copias sumamente costosas, solo circu-
laban eBcasos ejemplares, que eran propiedad de los poten-a-
tados. La instrucción era limitada y reducida á escaso írii-
mero de personas. Las investigaciones científicas de los an-
tiguo», eran difíciles, y sus resultados se perdían' con facili-
dad por falta de publicidad, porque carecían de la impren-
ta, ese descubrimiento mas portentoso de la humanidad,
que estiende y multiplica los Gronocímientos, impidiendo pa-
ra siempre su destrucción.
La historia ha conservado los nombres de mas de noven-
ta filósofos griegos, y de numerosos matemáticos y astró-
nomos, los mas de ellos anteriores á Aristóteles, y entre los
cuales se encuentran mugeres distinguidas, siendo pocos es
verdad, los que se hayan perpetuado por la conservadoil
de sus obras y doctrinas. No faítan igualmente celebrados
escritores posteriores al estagirista, pero si esceptuamos á
Bioscóñdes y Teofrasto, cuyos libros botánicos, merecieron
ya «áfiu tiempo justa aceptación, los restantes se limítaroíi
á repétitío que éscribiefo» aquellos.
En cuanto á los latinos, sí bien Cicerón, Séneca, Lucre-
cio y Plinio, dedicaron sus plumas á varias partes de estas
ciencias, no fueron mas en general que unos meros copistas
y espositores de la filosofía griega. Y esto no debe estra-
MHe/porque el orgullo romano, no se avenía con el es-
tudio áe las ciencias, dejando su cultivo á los griegos y
esclavos, de donde dimanaba la falta de originalidad de sus
escasos escritores.
2a
— 160 —
Lo espuesto l»astará para convencer, que Aristóteles á
pesar de su celebridad, no merece ni la primacía ni la ori-
ginalidad, porque sus grandes libros descansan sobre los co-
nocimientos y descubrimientos de sus antecesores, de los
cuales se apropió copia de datos mas ó menos modificados.
Antes de él, ya Democrito se habia dedicado á bien definir,
Empedocles habia examinado varios cuerpos, y por fin Oce-
Uus, Pitágoras, Thales, Anaximandro, Ferecydes, Parmetii-
des, Alcmeon, Protagoras, Filolao, Zenon, Epicuro, Anaxa-
goras, Diógenes, Antystenes y otros que no recuerdo, h a -
bían brillado por la estension y originalidad de sus conoci-
mientos y sistemas.
Los trastornos consecutivos á la invasión de los bárba-
ros, detuvieron el progreso intelectual, y ocasionaron el ca-
si completo naufragio del saber, no porque lo persiguiesen
abiertamente, como equivocadamente se asegura, sino por
el desprecio con que miraban á las letras y ciencias para
ellos tan estrañas. Por el contrario, fueron mas tolerantes de
lo que se cree, porque no ignoraban, que son opuestas al
eepiritu guerrero, y que los que á ellas se dedicaban, no
empuñarían las armas para combatirlos; y apoyados en este
sentimiento, hasta las bibliotecas respetaron. Mas perjudicia-
les fueron los árabes á las ciencias y letras en cierta épo-
ca (*), y especialmente la intolerancia de los primeros cris-
tianos. Entonces el fervor religioso no se dirijia mas que á
un solo objeto, porque un solo pensamiento los agitaba, la
salvación del alma, y los gozes de un mundo desconocido
pero eterno. Siendo esta su única aspiración anatemizaban

{*) Varios historiadores alribayen sin pruebas legales, la destrucción de


la biblioteca de Alejandría al Califa Ornar en 630, pero recuerdo haber leido
que en 389, opa banda de cristianos fanáticos, instigados por el patriarca Teó-
filo, fué la quo Incendió aquel rico depósito, coya destrucción se atribuyó con
el tiempo al citado Califa, para sincerar ¿ los cristianos do aquel atentado.
Desgraciadamente no es el primero de esta clase, debido al fanatismo religio-
so de cristianos y musulmanes.
— 161 —
el astudio y I03 estudiosos. Así es que Tertuliano decia: No
necesitamos ninguna ciencia para con Cristo; de ninguna
prueba del evangelio: el que cree no desea creer mas. La
ignorancia en general es buena, á fin de que no se aprenda
lo que no es conveniente. Pero en rirtud de todos los testi-
monios lo que al principio fué falso y estraño, lo que des-
pués fué tradicional, es verdadero y divino. Siendo el mun-
do un infierno, un valle de lágrimas; en esta tierra donde
el hombre transita cual peregrino, no hay necesidad de es-
tudiarla para conocer sus maravillas áic. Con razón pues,
Lactancio que trató de suprimir el estudio de Cicerón y
otros oradores, escribía, que la sabiduria y la locura son
mal apreciadas en la tierra, porque no se tiene en cuenta la
inmortalidad del alma, porque siendo el hombre mortal, no
necesita ocuparse en los gozes de la vida actual, mayor-
mente cuando suponia que el hombre por una via interior y
exepcional, conocía la vida eterna, y que no era de estra-
ñar sacrificase su existencia, sangre y bienes en la persecu-
ciones religiosas.
Cuando cesaron las persecuciones de la Iglesia, cuando
66 calmó el fervor religioso, cuando hombres piadosos, ene-
migos del mundanal bullicio, buscaron en el claustro la in^
dependencia y el sosiego, para dedicarse al estudio con.in-^
cesante afán, entonces se vio con placer que todos los escri-
tores distinguidos vestían el trage sacerdotal. El clero pues
fué, durante algan tiempo el depositario del saber y su
verdadero cultivador, en cuyas manos floreció y fructificó
con notable aprovechamiento. Y esto es digno de admira-
ción, si se recuerda la escasez de medios con que contaba,
la falta de libros en que se encontraba, (*) y la dificultad
con que tropezaba al tratar de verificar ciertos hechos, ya
por la escasez de comunicaciones, ya por la falta de instru-

(*) La historia recuerda con placer que cierta comunidad religiosa, trocó I*
vajilla do oro que le regalara un magnate, por unos cuantos libres.
— 162 —
meatos. La cristiaQdad y el Islamismo trabajabas & porfía
en el easanclie inteleetual, pero pronto cesó aquel entusias*
mado empuje. Los árabes terminaron su carrera, y los reli-
giosos cristianos, que un tiempo fueron hostiles á la cien>
cia, pero que después se hicieron sabios, utilizando los es-
critos griegos y árabes sobre el origen de las cosas; y aun*
que contrarios á la especulación racional como principio de
toda verdad, cuando vieron que el espíritu humano pugna-
ba por la emancipación, minando las creencias, y sacudien-
do el yugo de la Iglesia, detuvieron los estudios y prohi-
bieron toda investigación, encerrando la imaginación en un
reducido círculo por espacio de algunos siglos, esforzándose
ademas en dar un nuevo giro á las hipótesis y teorías de la
filosofía antigua, y haciéndolas sagradas por decir asi.
En vano se esforzaron para contener el progreso inicia-
do, porque la imprenta primero, y la reforma después, fa-
vorecieron la independencia intelectual; y las ciencias físi-
cas y exactas se desarrollaron á porfía, pasando á manos
de los seglares, y secularizándose y vulgarizándose por com-
pleto. Católicos y protestantes, unieron sus esfuerzos hasta
llegar por continuados trabajos al esplendoroso estado en
que hoy las vemos, debiendo al pasado siglo el fin de la
tradición, único obstáculo que detenia el progreso de las lu-
ces y de la verdad. Mas no nos hagamos ilusiones, esta
marcha progresiva y majestuosa, se debe al renacimiento,
verdadera reacción y protesta legítima, contra el despotis-
mo intelectual que había dominado hasta entonces. Y en-
tonces, fué, cuando los hombres pensaron por si solos, y
reñexionando y reformando, dieron nacimiento al verdadero
progreso científico. Entonces fué, cuando principiaron á du-
dar de la veracidad de los supuestos oráculos del saber, por
que recordaron que la credulidad es la fuente del error," y
que esta se desvanece al impulso del estudio, del raciocinio
y de la esperimentacion y observación, únicos modos de
coordinar, deducir y generalizar. No reprobaré sin embar-
go, la tradición, porque cuando es razonada y en consonan-
~ 163 - -
cia con los hechos, debe respetarse y admitirse.
La necesidad y el deseo de estudiar el mundo y sus fe-
nómenos se dispertó en el siglo XII. Tras la filosofía, -vi-
nieron las ciencias físicas y naturales, pero en aquella épo-
ca, las cuestiones de física y química, se resolvían por las
sutilezas de la palabrería metafísica y de la dialéctica, des-
preciando la observación y esperiencia fuentes del verdadero
progreso, conocidas ya, de los antiguos y empleadas estensa-
mente por Aristóteles, en quien terminaron, porque sus se-
cuaces como Plinio y los árabes se limitaron á comentar y
amplificar. Como pensaban erradamente, sentaban las cues-
tiones con falsedad, y por consiguiente la solución era con-
traria á la verdad. En física por ejemplo, los filósofos se li-
mitaban á indagar los condiciones de la materia, constitu-
yendo una verdadera metafísica, con lo que se esforzaban
en esplicar los hechos particulares, al contrario de nuestros
días, en que se principia investigando lo particular, para
deducir por comparación las leyes y fórmulas mas generales
y comprensivas posibles, apoyándose al efecto en la teoría,
para deducir á la par, los hechos que sirven de base 4 la
misma teoría. Esto es, se busca la razón oculta de las co-
sas, despreciando las apariencias engañosas, y manifestando
en pequeño la ley universal de la naturaleza, como dice
acertadamente un reputado escritor. Asi se concibe la es-
traordinaria diferencia que media entre la ciencia actual y
la pasada. Los antiguos procedían á tientas, lentamente, y
de un modo encubierto; los modernos obran con decisión,
desenvoltura y rapidez para hacerla avanzar. Antes se ate-
dian á la autoridad, ahora se prescinde de ella cuando la
observación la contradice. Ahora domina el testimonio de
la vista, antes el del oido. Y si en religión las creencias se
admitían por la misma fé religiosa, en ciencias se acepta-
ban por la fé humana ó autoridad tradicional, por causa de
la pereza, falta de esperiencia y análisis. Solo así se puede
comprender, que se hayan admitido durante veinte sigloíj
ciertos absurdos que aun se respetaban en el pasado BÍgto,
— 164 —
y se reimprimen á veces en el actual. Y como en hechos
naturales no cabe invención ni falsedad, ya solo es posible
alucinar al ignorante vulgo, por que no le es dado compren-
derlos y fiscalizarlos.
Estraordinario es el mérito de los antiguos comparado
con el de los modernos, porque ellos fueron los creadores de
estas ciencias; siendo dignos de admiración sus grandes tra-
bajos así en física como en astronomía, si se recuerda que
carecían de medios é instrumentos con que verificar sus des-
cubrimientos y adelantos. Si ellos imaginaban la verdad, los
modernos la persiguen y sorprenden entre Jos secretos de la
naturaleza, aunque á veces se esponen á engañarse al tratar
de comprenderla. Apoyados aquellos en la sola razón, cuyas
luces no bastan siempre para conocer la naturaleza de las
cosas, ni discernirlas, ni determinarlas, en su grado de cer-
teza, llegaron á grandes verdades que han sido confirmadas
por los modernos. Ilntre las hipótesis griegas y orientales,
se encuentran leyes, principios y teorías que han sido ahora
comprobadas, y fueron concebidas por una inducción rápida
y sintética de las observaciones y esperimentos generales.
Aun en la actualidad, la ciencia puede escoger no sin bas-
tante duda, entre sus muchas teorías, la que mas plazca
para bien esplicar ciertas materias. Así, Pitágoras y su es-
cuela suponían que la tierra giraba en torno del Sol, mien-
tras que la escuela de Atenas, admitía la tierra como cen-
tro del sistema planetario. En la India oriental se halla
la teoría dej las undulaciones luminosas, y en Lucrecio la
emisión. Democritó admitía la luz como un fluido emanado
de los cuerpos luminosos, y la doctrina molecular de Epi-
curo dominaren la actualidad. Ciertos filósofos antiguos en-
treveían ya la mutación de las especies, no considerando mas
realidad que la individualidad, como entidad sustancial. Y
si los antiguos no adelantaron mas, fué por faltarles la es-
periencia y reputar por muy difíciles ciertos hechos.
No debe olvidarse] que durante largo tieinpo, los hom-
bres vivieron sin pensar, y cuando agitados por un secreto
— 165 —
pensamiento, procuraron saberlo todo, cayeron en grandes
errores sostenidos por la presunción. Uno de ellos fué el
crear tantas causas como fenómenos, las que han ido desa-
pareciendo á medida que las ciencias han progresado, que-
dando reducidas á tan eacasas y generales, que son las que
rijen y se aplican sucesivamente á los mal llamados fenó-
menos, toda vez que son actos normales y continuos. Esto
se comprende, porque los antiguos buscaban mas las causas
que los efectos, mas la materia que la forma, á cuyo em-
peño se deben las teorías que sobre el universo formularon.
Verdad es que la debilidad da la inteligencia, produce mas
errores de los que debieran presentarse, porque si el espí-
ritu es pronto el juicio es lento. Afortunadamente, el pro-
greso científico, aumentando las luces y buscando la verdad
para que á todos alcanze, ha disipado los errores, y entro-
nizando la discusión para lograrlo, ha dado nueva vida á la
sociedad, dando fin á lo maravilloso que tanto alaga á la
imaginación, lo que hacia decir á Platón, que mas crédito
le daban cuando hablaba de la naturaleza divina que de la
humana, porque mas se cree lo que no se vé, que lo que
se toca.
De la dicho se desprende pues, que si bien en la anti-
güedad hubo filósofos y escritores Mistinguidos antes y des-
pués de Aristóteles, como asegura Cicerón, y cuyas doctri-
nas no tuvieron aceptación, la verdadera significación de las
ciencias se encuentra en aquel hombre distinguido, gefe de
la filosofía y maestro de los árabes, quienes lo introdujeron
en Europa, donde á su vez sirvió de guia durante largos
años; Con todo, aunque recapituló todos los conocimientos
anteriores, modificándolos ó adicionándolos, siempre deberá
considerarse como el verdadero fundador de estas ciencias,
pues si alguna no se halla consignada en sus grandes obras,
culpa será de las vicisitudes del tiempo, que la han hecho de-
saparecer del curso intelectual. Quedó pues como ünico do-
minador en toda ciencia al principiar la edad media.
En aquella época pues, las bases de las ciencias en cues-
- im ~
En 1K)S de este hombre estraórdinario, se destaca la co*
losal figura de S. Alberto, llamado con justicia e\ Maestro
y después el Magno, uno de los talentos mas estraordina^
ri(» que produjo el siglo XIII. Sin igual en loa anterÍOTea
y posteriores de la edad media, quien según costumbre del
tiempo, abrazó la mayoría délos conocimientos, fundando la
ciencia humana sobre la filosofía natural, así como su dis-
cípulo Sto. Tomas, la afia,nzaba en la metafisica. En la ló-
gica, superó ü\ Esiaffirita, y aunque le copió en ciencias
físicas y naturales,. le sobrepujó en las últimas, especial-
mente en la zoología; así como en la botánica, superó ¿
Dioscorides y á Teofrasto. Y si sus adiciones zoológicas bas-
taron para realzar su nombre, sus conocimientos anatómicos
le señalan un puesto jdistinguido entre los que cultivan esta
ciencia, por lo adelantado de sus conceptos. Sus considerac
clones sobre facultades cerebrales; sus proposiciones sobre
inclinaciones, y sus estudiosfisiognómonicos,le hacen acree-
dor á que se le repute como uno de los precursores de las
ciencias de Gall y Lavater, admitiendo como el primero,
que la educación esmerada puede cambiar ciertas inclina-
ciones. Grandes serán los elogios prodigados en épocas pos-
teriores para ensalzar á LuUo^ pero sus contemporáneos
nunca dijeron lo que del maestro Alberto, á quien toáoslos
pueblos aclamaban unimamente el Magno, y de quien dijo
Tritemo: grande en magia natural; mayor en la filom>-
fia y máximo en la teología. Y á quien por. último, Ulrico

El Espejo natural, espone todas lasraaTavilIasde lii'creaclon, signieird'd el


érden del GenetU y tratando doDloSi de los ángeles, la luz, laa tiBl«)>i*^> el
flrmamente etc. y siguiendo con los miiierales de todas clases, los vegetales y
animales, é involucrando con estos últimos conocimientos la astronomía. Ver-
dadero, estenso y admirable tratado de todo cuanto existe en el Universo.
El Egpejo eimtifieo, cslíi dedicado al esclatecimienló 46 todas las «léñelas j
artes que eompóniaB.el caudal de conocimiento bomanos de la éppca, como
matemáticas, física, qoímlca, teeiegia,filoaoflayleyes, medicina, cirujía, agri-
coitora, economfa, arqoelogia y demás artes, como militar, naval, etc.
Los Testantes Espejos, nada tienen qno ver con nuestro asunto.
— 169 —.
d« Eagelbert defiaia: Varón casi divino en todas las cien-
cias, y al que podetnoa llamar el asombroso milagro de
nuestros tiempos. Yo s(^o diré: el que dudare lea y compa-
re sus escritos con los del Iluminado, puyo dictado le fué
concedido por su obscuridad confundida con la sublimidad,
y quedará convencido de la certeza de mis palabras y de la
justicia de los encomios. (*)
El gran S. A.lberto, fundador de la filosofía natural, pri-
ner paso de la esperimentacion, que enlazó la antigüedad
con la edad media y preparó el renacimientOj cuyo precur-
sor fué, por su inagotable deseo de saber, y por el conoci-
miento que tenia del valor do los esperimentos; á ellos aca-
dia y en ellos confiaba, porque no desconocía, que fué el
primer estudio de los hombres en estos ramos, y que solo
después de haber atesorado un gran caudal de hechos, se
aventuraron á formular deducciones con que esplicar aqoe-
Uos hechos observados, Pero «uando el caudal fué copioso,
cuando los hombres especuladores abandonaron el origen de
su riqueza sin acrecentarla, malgastándola en comentos, dis-
cusiones y amplificaciones, descuidando las verificaciones,
entonces se introdujo la confusión y el error; porque ólvi-
•áaron que el simple raciocinio no conduce á la verdad in-
contestable, porque los objetos naturales, no están re^iaen-
te conformes con las conclusiones arbitrarias de las teorías
metafísicas.
Después de Alberto, figura dignamente en la memorable
época de la edad media, el distinguido religioso Fr. Roge-
rio Bacon, decidido partidario de la observación, y que pro-
ponía quemar los libros antiguos, para renovar la ciencia
observando. Por una rara coincidencia, varios de sus pen-

C*-) Gl valgo, injusto apreciador de ta ciencia de los hombres Ycrdadcramentc


mbio», caliacd al gcan S. Alborto coa et dictado de mágico d brujo, por. sas as-
triordtnarios conocimientos en física ó magia natural, como antes se denomi-
naba, tle|«ndo'á ser »n o()jeto casi de desprecio, el bombre que tan digno era
de veneración f respeto. „
— 170 —
satuieQtos fueron desarrolladofi tree BÍglos después, poc tm
homóaimo el célebre eanciller, y cuyo m^ito fué desconoció
do en su tiempo por ser contrario^ eseola&ticí»mo< Siendo
digno de notar, que ambos religiosos fueron los grandes es*
perimentadores de su siglo.
Hs dicbo que Lulio fué casi enciclopédico, porque la mul-
titud de libros que salieron de su pluma, le bacen acreedor
é tan lu>nroso título, en la acepción rigorosa de la palabra,
y no en el sentido atribuido á los modernos enciclopedistas
franceses. Mas no se crea que fuese tan universal, tan es-
tenso como ¥. de Beauvais, ni tan profundo como Alberto,
ni tan absfirvador como R. Bacon; por que ni remotamente
puede compararae & tan elevados modelos. En efecto, en las
ciencias naturales y físicas, quedó muy atrás siendo impo-
sible formular un resumen de sus conocimientos en eetas
materias, pc»rque solo tiene algunos, bastante escasos sobre
varios de ellos, quedando reducido el resto á pensamientos
sueltos, que se hallan esparcidos, en el contesto de varios
libros. Desconocía la botánica, olvidó la zoologia, suprimió
la mineralogía, so se ocupó de la verdadera física y meteos
rología, siendo estraño á la mineralogía, y mas aun. a l a
geología y fósiles, desconocidoa entonces; pudiendo decir otro
tanto de la estructura del globo, á la que no dedicó ni una
sola página. En sus escritos por fin, faltan la geografía, el
comercio, la economía, la agricultura &c. de cuyas eieaaoías,
cuando mas, aventura algún pensamiento: que no conatita»
ye cuerpo de doctrina, y se encuentra esparcido al acaso,
demostrando el atraso en que se hallaba con respeto á estas
y otras ciencias; lo que no es de estrañar, toda vez que su
atención se concentró en la filosofía puramente escolástica,
afianzada en la teología metafísica, lo que era enteramente
contrario al estudio de los fénómenoa naturales. Y si algu-
n(» de sus apasionados admiradores, le citan como ominen*
te químico, distinguido astrónomo y profundo médico; pron-
to se demostrará la ridiciilez de semejantes! calificaciones.
El misticismo metafísico luliano, es impotente para esr-
- 171 -
ptóctelasfüactónes y- estriictuíft -de loft seres ofgánicos. Gon
1A tág&rftbia d'e aquel sistemaj es imposible áilucidár las
euestiones de mecánica, loa fenómenos físicos de la lus, del
ii^vimieato ^é los astros^ ate. Y sin embargo, Lulio lo ina-
tento, cayendo en un obscuro abismo, como luego se verá;,
Sus artes d« indagar la verdad, son inaplicables á fenóme-
nos, que reposan en la observación y esperiencia de los hé^
chos palpables. Por esto ninguno de sus partidarios sé ha
deídtcado á ciencias físicas; por eso los que desconocían o
prescindían dé los principios metafísicos, han prosperado en
las materias puramente físicas. Toda la óiencía física de Lu-
lio, queda reducida á la doctrina del Cms, en la que copia
ó desfigura las doctrinas griegas, valiéndpse de sus confu-
sos métodos; á la Astronomia,. limitada & unas cuántas no-
ciones vulgares que rayan en Astrolojia judiciaria', á la
Alquimia, si ea que él la profesó, y á ciertos principios mal
llamados médicos, y á varias nociones fisico-meteorológi-r
cas &c. desprovistas todas de verdadera ciencia.
Aunque Lulio se encontró con un copioso caudal de co-
nocimientos antiguos y contemporáneos, {*) los cuales no
debieroQ serle desconocidos, ya por la lectura, ya por las leo-
eiooes á que asistiera en los varios países que recorrier»i
especialmente en París, primera escuela de Europa d<mde
permaneció algún tiempo en mas de una ocasión, y en cuyo
recinto resonaron las elocuentes voces del maestro Alberto,
Sto. Tomas y otros distinguidos profesores, y de las que no
sapo ó no quiso aprovecharse, porque siempre que tífttó al^
gusa materia de esta clase, se esforzó en espliearla^toino he

(*}. En corroboración de lo espoestp bastará recordar, qae Vicente de Bcsu-


vais, marió en 126$.—Sto. Tomas, en \TA, después de haberfiguradoen Paris
como doctor en 12K7.—S. Alberto en 1280, cuando contaba algunos años separa-
<io de U enseñanza.—Alfonso el sabio en 1280.—R. Bacon en 1291 después do
varios años de prisioR, debidos á losdelaotado de sus ^odrinas cientiflcas, l«
que oc^rriá sobre 1280.—Puns-Scott en 13^8.—Arnaldo de Villanueva, sobro
1313'.—Tír Dante en 1321.—Siendo así que Lulio principió á escribir por los
año» de fJ72.
- 172 -
dicho, por sus confusos métodos, analizando sus misterios
metafísicamente, y quedando por consiguiente, rezagado al
movimiento científico de su tiempo, cuando sus contempo-
ráneos pugnaban por separar las ciencias físicas de la filo-
sofía metafísica, apoyándose en la observación y esperimen-
tacion, como lo demuestran las esplicaciones de la luz por
R. Bacon, quien hacia comprender por este medio la vista
de los astros, antes y después de su salida.
No es estraño que Lulio se ofuscase y creyese infalibles
sus pensamientos científicos, porqué hombres hay que con-
ceptuándose apoyados por la lógica, se engañan sin cono-
cerlo, mayormente cuando las imaginaciones fogosas contri-
buyen á los extravíos. Sabemos igualmente, que no todos
tienen facultades lógicas iguales, resultando que unos al-
canzan mas allá, y otros no comprenden lo que para loa
otros es fácil. Todos los que averiguaü, buscan y crean,
suelen ser víctimas de ilusiones que pudieran llamarse ex-
travíos, porque ni todos saben observar, ni todos pueden
raciocinar, especialmente cuando el punto dé partida es la
esperiWHíia. Éstos debieran tener presente, que de las cosas
mas seguras, la mas segura es dudaTt Ser siempre descon-
fiados y no os acordéis de ser crédulos, decía uno de los
siete sabios de la Grecia; y es máxima que debieran tener
presente los factores de teorías y sistemas, porque etí «líos
se requiere juicio recto, discernimiento exacto para difllia-
guir la verdad; piorque en isebrías y sistemas, Hadtí ha^
bueno si con ellos no se encuentra aquella. Sin embargo,
mucho hemos adelantado, cuando se compara la riqueza de
nuestras ciencias con el caudal de los antiguos. La mayor
parte de lo que ellos conceptuaban obscuridades y fenóme-
nos, son claridades y realidades qué tiadie puede üégar.
— 173 —

§ II.

GONOGIUIENTOS ESPECIALES DE LULIO tS CIENCIAS FÍSICAS,

EXACTAS T NATURALES & C .

Lulio, aunque escribió sobre muchas materias, no clasi-


ficó las ciencias dividiéndolas én grupos, como ahora ven^-
tajosamente se practica^ y aun cuando al parecer supusiese
la ciencia, como una, sola y universal, solo se referia al
desarrollo de los principios de cada una, y bajo el supuesto
de que sus métodos filosóficos eran adaptables á su jcom-
prension y desmenuzacion. Según él, toda ciencia es de uni-
versales^ y no:pu»le ser de particulares, por ser infinitos é
ignorados de los hombres, y porque el particular se conoce
por el universal; como todo hombre siendo racional, por
ejemplo, se deduce que el indio y el armenio, siendo hom-
bres han de ser precisamente racionales. Cada ciencia tiene
principios universales, aunque sean particulares, como pe-
culiares ¿ella. La ciencia universal, debe tener principbs
universales para que lo sean á. todos los principios de las
demás ciencias. Tal es el ArU general, que en resumen es:
Isk reunión de muchos preceptos dirijidos á un mismo fin, y
que mediatamente ae dirije al conocimiento, de todi^ Im
ciencias, é iqmediatamepte al de Dios &c.—Siempre el mis^
ticismo.se ha de mezclar en. todos los, pensamientos de nues-
tro autor.
Según Lulio: Ciencia Q& el conocimiento verdadero y ne-
cesario de las. cosas, alcanzado por el verdadero entender; la
ciencia: eá un cierto hábito que es aplicable; por cuya ra-
zón» todo, lo sabible de las otras ciencias, está en potencia
para sel" sabido. El entendimiento humano imagina, y en
esté mundo hace ciencia de: tres maneras á saber: 1.° p6r
— 174 —
la naturaleza del sentido y de la imaginación;—^2/ por li»-
turaltíza sobre su imaginación;—3.* sobre su naturaleza en
la naturaleza y perfección de lo supremo. Y así es triple la
ra?!on del entendimiento humano, según el triple modo an-^
tedicho que tiene de entender. ,
Arte, según el mismo escritor es: ordenanza y estatuto
para conocer el fin del cual se pretende tener noticias. Se
llama mecánico cuando es lucrativo y manual, para dar
sustento á la vida corpórea; y liberal á cierto modo de sa-
ber, por el cual el entendimiento (para ser elocuente) ceno-»
ee la cantidad de las cosas; á esta clase se reducen la gra-'
mática, lógica, aritmética, geometría,- música, astrología &o.
Ya se ha visto en la póg. 88, que Lulio incluía á la mú-^
sica como parte de las matemáticas, considerándola COBU)
arte de cantidad, en lo que seguía el pensamiento de sus
contemporáneos en cuanto á la colocación, suponiéndola un
simple mecanismo lucrativo como define las artes mecáni-
cas, privándola de la verdadera esplicacion filosófica, y mi-
rándola como simple producción de sonidos, así como en la
ge)metría solo veia el trazado material de las figuras. Pen*-
Sarniento mezquino, y poco acorde con el a£aa de filosofar
que de continuo le agitaba, mayormente, cuando otros es-
critores de su tiempo, como V. de Beauvais, pensaban con»
mas elevación, y al considerar á la ciencia como resultado
de la reflexi(m, y sd arte como colección de principios ó se-»;
glas encaminadas á nn fin cualc^iera, oolocabaD á la másÍM
ca, geootetria, aritmética, retórica &c., entre las ciencias,
y reconocían aun en las artes mecánicas, un principio cien-
tífío) que dirijía á la paste manual. . ;. t
Uno de los defectos mas notables en Lulio, es Iftapo^
exactitud y vulgaridad de sus definiciones, eoi»o 3fa"«e ha
podido notar mas de una vez en el anterior capituío, y que
contrasta notabletQ<mte con el deséo de otros escritores, de
bien deslindar cada sosa qae definen; <Abdra, en cuanto ala
confusión que al parecer reina en el tnodo dé co^MÍderar,
ciertas asuntos, es peculiar al tiempo en que se encwitraba.
— 1*75 ~
Así p. e. cuando define la monástica, como ciencia del g o -
bierno de uno en sí mismo, adopta el parecer de otros que
consideraban á la economía doméstira y rural, como con-
secuencia de la vida monástica ó en comunidad, por el a r -
reglo con que vivían los que á ella pertenecían. Pero, en
cuanto á su vulgaridad y confusión, sirva de ejemplo su
definición de la justicia, cuando dice: que es el objeto del
derecho, para que haya paz y concordia entre las gentes y
servir á Dios; y tiene por principios la forma, materia, el
derecho general, común, especial, natural, positivo, canóni-
co, civil, de costumbre, teórico, práctico, militar, compara-
tivo, antiguo y nuevo. Verdadera amalgama que patentiza
su constante afán de modificar, clasificando y metodizando.
A.un cuando admitiese varias ciencias y propusiese para
su estudio, la aplicación de sus métodos, con todo, recomen-
daba eficazmente para la averiguación y análisis de las co-
sas que se intentan comprender, el verificarlo empleando sus
célebres diez preguntas de que se ha tratado en las pági-
nas 78 y 79.
Por la 1.% recordando que nadie duda tanto como aquel
que busca; Utrum si la cosa es, ó no es.—Con la 2.*, se di-
rige á saber su entidad.—^La 3.*, considera la parte y busca
la materia.-—Por la 4.*, se indaga su existencia y fin.—Con
la 5.",' se conoce su medida determinada.—^En la 6.*, se vé
si su calidad es propia ó apropiada.—Por la 7.', el que bus_
ca lo que fué, lo hace en la memoria; y si indaga cuando
será, lo busca en el intelecto.—Con la 8.*, busca en los ojos
donde es.—La 9.*, pregunta la disposición, orden y propor-
ción. Y con la 10.*, el instrumento de la operación.
Como consecuencia de estas preguptas, se deduce, que el
que sepa mas dudar puede alcanzar mayor verdad.—Para
mejor saber uua cosa, deben conocerse sus principios.—Si
DO se considera la totalidad pasiva, no se puede- conocer de
que sea la parte.—Por la forma y la materia, se sabe la
exigtencia, y por el instrumento, el fin.—La cantidad ayuda
á conocer la calidad y por esta la medida.—Las especies que
2i
— 176 —
trae la memoria son pretéritas; y futuras las que pueden
pasar al entendimiento.—Por los colores y figuras que lle-
gan al ojo, se conoce el lugar en que están la sustancias.
—Es indudable pues, que con estas cuestiones y aforismos,
bien aplicados, pudieran aun en la actualidad averiguarse ó
conocerse las circunstancias y calidades de un objeto dado,
pero prescindiendo del sentido con que lo indicaba el autor,
que como metafísico y obscuro, fuera insuficiente para de-
ducir las consecuencias, que en el dia obtenemos con nues-
tro análisis racional.
Es preciso recordar, como antes se ha indicado, que ape-
nas existen verdaderos tratados de ciencias físicas, exactas
y naturales de Lulio; esto es debido á su infatigable afán
de filosofar metafisicamente, que le obligaba á involucrar
por decir así, toda clase de conocimientos, dando lugar á
que se encuentren esparcidos en sus libros, y especialmente
en el titulado Proverbios naturales, multitud de pensamien-
tos sueltos, y en particular ciertos principio^? generales, que
él consideraba como otras tantas propiedades generales,
aplicables al estudio y conocimiento de los objetos. Y aun-
que los mas son repetición de los que se encuentran en otros
escritores, con todo, espondré los mas interesantes, para que
se tenga noticia del modo de considerarlos y aplicarlos,
siempre ajustado á sus confusos métodos. Desde luego se
Terá, que hasta cierto punto son independientes unos de
otros, y que por lo mismo deben reputarse unas veces como
leyes y propiedades generales de la materia viva, y otras
como simples actos particulares.
Accidente.—Es aquello que en sí mismo no tiene ser
suyo, pero lo tiene en la sustancia; si lo tuviese por sí mis-
mo, se sustentarla en sí mismo; ninguno lo es por su fin,
si lo fuese por su fin tendría reposo en sí mismo.—Es tan
propincuo al accidente el no ser, como que no tiene mate-
ria.—Si la tuviese se sustentaría en sí mismo.—Nada es
tan pequeño como el accidente.—Es tan parvo como si^por
sí no tenga ser.—Materialmente, ningún accidente es de sus-
— 177 —
tancia.—Si fuese parte sustancial, la sustancia se sut-tenta-
ria en él.—Los accidentes son instrumentos concretos de la
sustancia.—En la creación de esta, están concreados sus acci'
dentes.—Los actos de las accidentes concreadof en la sustan-
cia están en potencia.—La sola sustancia mueve el acciden-
te, y la sustancia se mueve por movimiento de los accidentes.
—Los accidentes son nueve: cantidad, calidad, relación, ac-
ción, pasión, hábito, situación, tiempo y lugar, de los cua-
les se tratará en su debida ocasión.
Acción.—Es acto de agente, y Pasión acto de paciente.
—Acción sustancial es aquella en la que el agente de su
esencia produce producto.—La acción es instrumento de
forma; y pasión, instrumento de materia.—La generación es
de acción^ y pasión sustancial; en la trasmutación de la es-
pecie conviene sea sustancial la acción y pasión.—La acción
del martillo y pasión del clavo es accidental.—Si el marti-
llo por sí hiciese el clavo, su acción y pasión haciéndolo,
serian sustanciales.
Aclo.—Uno es aquel que proviene de potencia y objeto,
y otro el que estaba en potencia; en él hay participación
de objeto y potencia.—Privado el acto se priva la partici-
pación de potencia y objeto.—^Todo acto tiene fin, y todo
fin mueve la potencia al objeto con acto de aquel.—Es pa-
siva por fin, y activa por su propio acto.—El fuego tiene
acto propio por el calor, y apropiado por la sequedad.—Con
el agua caliente tiene acto de calentar.—El pecador con ac-
to estraño hace mal.—Todos los actos corporales son para
que sean espirituales.
Alteración.—Es la potencia por la cual uno se convier-
te en otro. Él calor del fuego es uno, y es otro en cuanto
es del aire.—En toda comunicación ó comunidad, hay alte-
ración.—En generación y corrupción, hay alteración de uno
en otro.—El pan convertido en carne no es otro, pero
cuando él se corrompe, sus partes naturales están bajo otro
estado. El principio del pan, es otro en la carne cuando
se corrompe naturalmente; porque el pan tiene una bondad.
- ns —
y la carne en que está convertida, otra; por esto la bon-
dad del pan es otra en la carne.—Toda alteración es por
causa de la alteración del fin.—Todas las partes del pan
van á su fin^y cuando el pan se trasmuda en otra especie,
tienen en sí el fin de su especie.—Toda alteración es por
diferencia.—Una alteración es por concordancia y otra por
contrariedad.—La que es por concordancia es por semejan-
za, y la que es por contrariedad es por desemejanza.—Por
la costumbre, el hombre puede ser uno y luego otro; por eso
el justo es uno, y cuando injusto otro.—La potencia tiene
un acto por una razón y otro par otra.—El hombre tiene
un intelecto por el intelecto, otro por voluntad y otro por
sentir.—La potestad del fuego, por un modo se entrega á
la potestad de calentar, y por otro á la de iluminar, de
desear &c.
Apetiio.—Es delectación que reofuiere complemento.—
Toda potencia apetece tener acto para no estar ociosa.—La
forma apetece gran materia, para tener en ella grande ac-
ción ó acto, y mueve á la materia para tener gran apetito.
•—Si la materia se moviese á si misma sin la forma para
tener apetito, seria forma.—Toda forma tiene apetito para
dar y recibir.—El fuego tiene apetito para dar su calor y
recibir sequedad; y calienta al agua para que le dé apetito
de calentar.—Si la materia apeteciese su forma contraria,
tendría apetito á su acto contrario.—La planta apetece ve-
getar y el sentido se inclina á sentir: aquella apetece fo-
liar y florecer para fructificar.—El intelecto apetece enten-
der mu«ho para tener mayor potestad.
Atracción.—Es el tracto ó movimiento natural, que une
opuestos naturales.—El fuego atrae á si el agua, porque
para sí traigan calor pasivo; atrae al aire para darle su
calor, á la tierra para darle sequedad.—El animal respiran-
do, atrae loa vapores fríos esteriores, para que templen los
vapores muy calientes del interior.—El que corre mucho,
respira mucho para introducir mas vapores frios, que tem-
plen el calor acrecentado.—La decocción del fuego que se
— 179 —
efectúa en el cuerpo humano, atrae á sí vapores cálidos»
húmedos, fríos y secos del cuerpo.—El fuego que atrae,
abre los poros y destruye la opilación.—La apetitiva atr'ae
con su propio apetecible á particulares alimentos para nu-
trirse.—Los miembros atraen del hígado las partes digestas
para vivir.—El hombre que aspira vino con un tubo desde
la boca al vino, atrae vino con la boca, porque las partes
del vino y del aire son continuas por la especie.—El ma-
yor apetito atrae al menor.—El imán atrae al hierro que
es de complexión de tierra, porque abunda en gran canti-
dad de tierra.—¥A ruibarbo atrae & sí la cólera, porque una
semejanza apetece estar con otra.—La voluntad atrae al
amado porque á él le ama.—La forma atrae la materia pa-
ra tener acto en ella.—La materia no atrae, pero tiene ape-
tito para que sea atraída.—La disposición del objeto es ins-
trumento pasivo de atracción.—Esta es por acción y pasión.
•—Así como ningún ente se produce & si mismo, ningún
ente se atrae á sí mismo.
Calidad.—Es aquello por lo que número y término es
cual; esto es, los entes son cuales ó determinados como la
calidad gramatical.—La bondad por su número es calidad,
y su magnitud lo mismo.'—Los términos de magnitud son
cuales por la calidad.—En la magnitud un cual es magni-
ficante, otro magnificable, y otro magnificar.—Hay una ca-
lidad general á muchas calidades especiales.—Por la calidad
general, los principios generales son cuales, y por la calidad
especial son cuales las especies &c. La diferencia muestra
con la calidad, cual sea la cosa.—Ninguna calidad es visi-
l<le.—Si el color y la calidad se convirtiesen, todos los cua-
les fueran visibles.—Ninguna calidad propia, deja su propio
sujeto.—Como la sustancia muda con cantidad, asi califica
con calidad.—La calidad y frigilidad, no convienen, porque
la frialdad es cual por calidad, y lo mismo la calidez.—Así
como la bondad es verdadera por verdad, así el calor y el
frió son cuales por calidad.—El fuego calienta con calor, y
determina el calefacto con la calidad.—El fiu de la calidad
— 180 —
no es olcalefacto, siuo el quaU-cahfacto.—El fuego puede
calentar muclias cosas con calor, pero sin calidad no pueden
ser muchas cosas.
Es inútil esforzarse en probar la confusa y variada ac-
cepciou, que dá el autor al modo de ser de las cosas que se
conoce con el nombre de calidad, en la cual como siempre,
divaga á sus anchas en el sentido mas metafísico p<jsible.
Calor y Frió.—El primero es instrumento de calentar y
el segundo de enfriar.—El fuego y el agua con sus instru-
mentos se contrarían.—La calefactihilidad del agua es con-
tra su sustancia, y la frigibilidad del fuego contra la suya.
—La calefactihilidad del agua es calidad pasiva apropiada
por calefactibilidad del aire, que tiene concordancia con la
misma.—Si la calefactibilidad fuese apropiada al agua, es-
ta naturalmente estuviera coutra su frigibilidad.—Solo la
materia del agua es calefactible.—La materia del agua ca-
liente es sujeto, y del aire el calentarlo, lo que participa
con el agua.—La forma del agua resiste á la calefactihili-
dad de su materia.—El fuego caleutando la materia de la
tierra calienta el agua.—Lo que calienta el sujeto del frió,
le priva del acto del frió —Y en cuanto el agua tiene con-
cordancia con el aire, es mas cálida por el calor del aire,
que por el del fuego.—El apetito que tiene el agv a á la
humedad del aire, dispone el agua á gran calefactihilidad.
—El fuego sin medio no pudiera calentar el agua.—El fue-
go calienta mas el agua en el colérico que en el flemático.
—El agua es mas caliente por la naturaleza que por artifi-
cio, y en la pimienta es mas cálida que en el hierro calien-
te, y dura mas en la pimienta que en el hierro.—El agua
es mas fria ol amanecer que á media noche.—Y como el
fuego depura mas el agua en verano que en invierno, es
mas fria en verano que en invierno.—El fuego es mas cá-
lido en el vino que en el racimo, porque el agua es mas
fria en el racimo que en el vino.
Aquí se vé palpablemente la absurda mescolanza de .lo'
físico con lo metafísico, y de unas propiedades y funciones
— 181 —
con otras, porque simples actos físicos y vitales, y aun mo-
rales, como los ejemplos del respirar corriendo, los actos de
la digestión y asimilación, los efectos purgantes del ruibar-
bo &c. se confunden visiblemente, por el constante afán de
metodizar y clasificar sin analizar los hechos, efecto sin du-
da de la falta de conocimientos sólidos, y se refieren á esa
fuerza general llamada atracción, poco estudiada por los
antiguos, y limitada á determinados casos. No desconocie-
ron los efectos del imán, y al atribuirlos á la atracción, no
la consideraban como una fuerza ó propiedad general en el
sentido moderno, abstenit'mdose de teorizar. Sin embargo, el
fluido magnético fue entrevisto por ellos. Y Lucrecio, que
no pasó en silencio este fenómeno, lo atribuye terminante-
mente k un fluido ó emanación sutil, que se desprende del
citado mineral, corroborando lo que antes dije, de que Tos fi-
lósofos griegos, presintieron numerosas propiedades fisico-
químicas de los cuerpos. S. Alberto, al tratar del imán, su-
ponía si seria el hierro que atraía al imán, y no este al
hierro, así como en alguna ocasión, al hablar de su incli-
nación al N. la consideraba como efecto secreto de circuns-
tancias locales. Mas Lulio, que lleva al estremo la aplica-
ción de las antiguas teorías de los cuatro elementos, se vale
de ellas para esplicar á su manera, los efectos mas encon-
trados.
Cantidad.—Es aquello con lo cual la sustancia se e-s-
tiende y es estensa.—I)e este modo es sobre la estensidad,
como el color sobre la superficie.—Cantidad simple es de
sustancia simple; la compuesta de sustancia compuesta.—En
esta se reúnen muchas cantidades simples.—La cantidad no
es visible, y si lo fuese se convertiría en color.—El enten-
dimiento y la imaginación tocan la cantidad, y el tacto es
lo mas cercano de los sentidos á la cantidad.—La discreta
es el número de una sustancia, la estensidad el sujeto de la
continua.—La línea es la figura de la cantidad, el número
numerado es la figura mas símil de la cantidad.-^ No es
grave, pero si la sustancia con ella.
— 182 ~
Caxisa, y ocasión.—La causa es aquello por lo cual es el
efectp, esto es, la ob^-a de su factor.—La ocasión es el ins-
trumento de la causa y del efecto, ó sea el ente que tiene
intención de aquellas cosas que pueden acontecer, como el
hombre que pone leña para que se queme y es ocasión de
la combustión.—El fuego es causa de calentar con calor y
fin, es causa del calefacto con fuego.—Las causas son las
mismas cuatro admitidas por los escolásticos: eficiente, ma-
terial, formal y final.—La 1." es el agente que hace ó pro-
duce V. g. Dios crió el mundo.—La 2.* es de la que sale
la cosa secundariamente, como el hierro en el cuchillo.—La
3.° aquella por la que existe la cosa principalmente, y por
ella se conserva en su ser: v. g. el alma racional en el
hombre y vegetativa en el árbol.—Y la 4.* por la cual se
hace'ó está hecha principalmente la cosa p. e. Dios causa
final de las criaturas, el habitar lo es de la casa &c.—Estos
ejemplos si se sacasen de objetos materiales, fueran mas
comprensibles y exactos, pero dominando en Lulio el misti-
cismo, siempre que puede recurre á él para sus esplicacio-
nes.—Segtm él mismo, el fuego es causa del calefacto con
fuego.—La última causa es fin.—Ningún accidente es cau-
sa.—La ocasión es accidente, porque es de causa y causa-
do.—La ocasión depende de parte de la causa ó de la parte
del efecto.—La bondad es ocasión de lo bueno, y lo bueno
que obra bueno, es su causa.—La ocasión no compete á la
causa, pero la dispone.—La disposición del efecto es ocasión
de él y de la causa.—La voluntad y la libertad son causas
de amar.—'Dios es la primera causa y xiltimo fin.—El in-
telecto es causa de entender con verdad; la memoria de me-
morar con la oca'^ion.—La sed es ocasión de beber, y el
que bebe causa de beber.—La hermosura causa de ver, y el
que vé causa de ver, pero la visión, es efecto.—El Sol con
su claridad es causa del dia, y su ausencia causa de la no-
che.—La mayor parte de lo espuesto, son verdades tan vul--
gares que merecieran el dictado de puerilidades.
Color.—Es aquello por lo cual el cuerpo es colorado.—
— 183 —
SÍQífcoldriHatbi.seria'íVÍsibl8;«sesteDso por cantidad del
.««eiqpo.í-^-'Eodo color, es /apropiada, cantidad.—El Sol, y el
fuego participaiv ea color de lacidad.—La diafaneidad es
^ 1 color del aire» la blancura del agua y la negrura de la
tierra.—'Por la mixtión de los elementos, se mezclan sus co-
letea; de eimplea conjuntos, y colores mixtos, se sigue el
color compuesto—Ningún color simple se vé, y solo el co-
lor es visible.—Los colores simples están graduados en el
oc^puesto, como las calidades en las sustancias elementa-
idí8i,>*-En el amarillo domina el fuego, en el rojo el aire,
en el verde el agua, y la tierra en el lívido.—-Ningún co-
lor recibe tan intimamente el color de otro como la diafa-
jaeidad.—En el rojo hay mas de impresiones de colores, que
«n otro color compuesto.—-La diafaneidad del cristal toma
mas del rojo que de otro.—Cuando el agua de la lluvia cae
«6b|re las plantas, multiplica mas el verde.—En el lívido hay
masriotpresion del negro, el violeta es ostensivo al color del
aiceb-^&gun la mayor 6 menor composición de los colores,
son en mas ó menos cantidad sus partes simples internas ó
esternas .—Todos los colores son de un solo color, el cual fué
eoncreado con la sustancia común.
•í; Aon cuando la teoría, de la emisión de la luz, de los
oaerposlácidoe,íSasse reconocida por \o& antiguos des^De-
mócritó, y sostenida por Lucrecio, apesar de que Aristóte-
les negase que de un cuerpo, saliese otro cuerpo como la
lúa;, y aun cuando el indio Kápila, enunciase la producéis
íite»Míó áuido por medio de la ondulación, admitid*;'hoy
ptír loS':mod.«TOós>f .oonJtode»» sos coaocimiento» ópticos en
genera, eran acasos y erpóneosi y especialmente los que
«e referían á los colores, siguiendo todos los escritores en
geaered, las doctrinas de Aristóteles.—Solo Lulio, constante
aa sus propósitos, teorizaba estos fenómenos dándoles una
•«tptóíion. que. ninguno alcanzó.
•5 Algunos i definían la luz: color propincuo según acto dfe
he'ébo,.cüando el color se recibe; otros: luz es el acto de
lo¿ ctiwsea enjaqutíio«n:qtie:6stán los colores.—Todo color
2tf
— 184 —
es participación de la luz, en tal ó cual perfección.*—El ra)H
lor se distingue de la luz, como los astros que lucen j no
tienen color.—Se admitían colores aparentes como los de la
cola del pavo real, producidos por la luz.—Según otros, el
color no es mas que la mixtión del cuerpo lúcido con el
diafano, ó motivo de la vista seg-un el acto lúcido.—En loa
colores admitian la influencia del aire y agua &c.—Lucre-
cio parece en un caso admitir los colores como parte del
cuerpo, y en otro supone que solo existen en nuestra alma
en lo que imitaba á Demócrito, que rechaza la suposición de
que los colores estuviesen fijos en los objetos.
Comunicación.—Es participación estrema, y sustancia
que comunicando sus propiedades se comunica á sí mis-
ma.—Es sustancial bondad que comunica sii accidental boa-
dad á la magnitud y se comunica á sí misma.—El fuego
dando su calor al aire se dá á si mismo & él.—El fuego no
comunica su calor al agua, para que sea de él, sino para
que ella se destruya.—El sol no comunica su calidad al
fuego sino la semejanza de él; si la comunicase se Lmezela^
rían ambas sustancias. -
Cuerpo.—Es una sustancia compuesta de partes corpo-
rales.'—Las partes son forma y materia corporal.—La forma
y materia del cuerpo son de partes corporales minutas.—
Parte minuta corporal, es linea sustancial.—Lia parte mas
minuta es el punto corporal, que es parte de línea corpo-^
ral.'—La sustancial bondad, que és naturaleza y parte de
corporalidad, es punto natural,de línea corporal.—La mag-
nitud sustancial y de corporalidad, es punto minuto de li-
nea corporal.—De muchos puntos corporales se forma la; lí-
nea-del cuerpo; y de muchas líneas, una larga, otra ancha
y otra profunda sale el cuerpo.—-Grano toda parte de línea
corporal es de disposición de triángulo» el.cuerpo es de li-
neas naturales por ancho, largo y profundo.—La superficie
no es parte corporal del cuerpo, sino su término.—iTodo
cuerpo redondo por triángulo, tiene ancho, largo y profun-
do.—El profundo y esférico tiene igualmente partes oblicuas
— 185 —
por &l clrcalOi-^Las partes oblicuas del círculo son de par-
tes rectas del cuadrángulo y triángulo.—Puesto el trián-
gulo eu el caadrángulo, salen de ambas partes oblicuas ter^
minadas en círculo.—No hay mas cuerpos que el triángulo,
cuadrángulo y circulo.—Sin ellos no existiría ningún cuer-
po.—Todo cuerpo que tiene figura ocupa el lugar de otro.
—En el cuerpo compuesto hay un cuerpo confuso en otro.
Sin fusión y pérdida de sitio, y íigfura especial en la mo-
neda de oro y plata> un cuerpo no pudiera estar en otro.
Deliberativa.—Potencia que mira ó trata la elección.—
Según instinto natural el fuego tiene deliberación en sus
obras—^Delibera en toda operación que tiene en verano, y
delibera uUmm sobre los apetitos del aire ó de la tierra, Y
como el aire y la tierra tienen concordancia con el agua,
que les es contraria, ella misma no consiente los apetitos
áe^ ellos.I—El fuego inquiere con qué; esto es, con aire ó con
tierra &CÍ—La pimienta tiene natural deliberación para sa-
ber si ha de recibir mas la influencia del sol que del fue-
go.—Sin deliberación no hay instinto natural.—La cabra
que vé venir al lobo, no tiene deliberación de huir; y si
ella observa que el lobo no la vé, tiene deliberación de huir
ó.;!nd.-—Antes que el aire sople, delibera hacia que par-
te ha de soplar. — El hombre tiene deliberación, según
la cual consiente á los actos de sus razones; y el que vé
venir la cuchilla sobre su cabeza, no tiene deliberación de
Ikvar el brazo delante del rostro, porque ya está hecha li»
natural deliberación por el natural instinto.—El lujurioso
que imagina ílujnria, DO tiene deliberación á ha ó no de
lujuriar, porque ya está deliberado, pop hábito privado de
castidad —Como la rauger ama á su hijo con gran volun-
tad, no tiene deliberación de amarlo ó no.—^1 intelecto
con su bondad, tiene su deliberación &c.
"Di^ursiva.—Es potencia que inquiere la posibilidad de
Sus íactoa.'—El fuego con su calor inquiere la calefactibili-
dad.--*-Ei ftt^go con su lúe inquiere las sustancias ilumin»-»
bles para;ilum|n«rlas: con ~su potestad inquiere en el aire
— 186, —
todas las posibilidades ctm qae pueda tetíer¿coÍDny*«'rodo,
potencia oatural, tiene eu natural discuvsbv pam ienerraeto
natural.—El fuego con su bondad inquiere; buiraia; calefa^
cion; grande con en grandeza, y duirable con su duraoioní
—La -vegetativa inquiere en vegetar, y la sensitiva-en 1 que
pueda sentir; la. primera con apetitiva las apetibilidades;i y
con su retentiva, digestiva y espulsiva, para las retentitili*
dades, digestibilidades &c.
Disposición.—Es el orden de positividad y posibilidad.
—Por la forma que está ea potencia, está la materia dis-
puesta á la pasión.—En la disposición del fin está la de la
forma, en la de los instrumentos está la de operacion.-^M
fuego dispone al aire con concordancia de calor^ con con^
trariedad de sequedad y hum«iad.-^Dispone el agua á.o»*»í
lentarse con calor y sequedad.—Una potencia, dispone ^^ef-
acto de otra.—En toda disposición hay orden.—Las adver-
sidades disponen á la paciencia.—La voluntad dispone al in-
telecto 4 entenderj en cuanto él desea amar.-~£l gran amor
que el alma tiene al cuerpo le díspcme á pecar. ^Í- ..•;•
Duhura y amargura.—La primera es aquello por lo»
cual las cosas son dulces, y la segunda lo qne las hace
amargas.—La dulzura es calidad propia del aire y fuego,
y apropiada de agua y tierra. Los frutos son amargos cuan-
do^ verdes, y dulces cuando maduros.—En el primer casa
|«rticipan mas de tierra y agua, en el segundo de faego"ys
aire.—La generación se hace por dulzura» 1» corrupción por
amargura.—^Todo fruto pútrido y amargo, tiene mayor in-
clinación al agua y tierra, que al aire y fuego; la am»r>^
gura del fruto corrompido, lo es por corrupción de airé? y
la dalzura es por generación.—La dulzura e» sabor digesto
en la flor.—^o una y misma especie^ hay frutee dulces» y
amargos.—^La graniwJ* dulce, es de comi^exion cálida y híi-
njeda; la acida, fria y seca,—El vinp^fuerte y la pimienta
80Ü dulces por el calor, y amargos pl|r la misma sequedad^
—La pimienta es mas amarga que dulce, porque participa
mas de la tierra qne del aire.—La miel es dulce por la
— m: —
pü^fieáO' de ksfioreSf'iy^ su éalzara depende de la grande
slnindánciacde tC^loEv y esteces mas receptiva por el calor,
%Qet}Éi;am»r|fu^& por la sequedad.-^Como la vida es mas
porcalof y hujnedadv la dalzura es de su naturaleza; y el
ser la sanidad efecto de la amargara, por esto reforma la
mismai abutidancia de dnlzttra.—£1 aire da su dulzura al
aguftj y el viento moviendo, y el Sol atrayesdo su hume-
dad, la hacen amarga en el mar.—Si la enfermedad es de
corrapcion, el gusto enfermo encuentra amargo lo dulce.—
Asabassoa partes del sabor &c.
iííí?*tf««.-^E8 aquello por lo cual las cosas son duras; y
JíianduTa las que son blandas.—-El fuego, el hierro con ca-
lor, y el aire blandifica al hierro calentado (xin su humedad
ecmtra la sequedad^^ Asi como el agua calentada recupera
^Q; frialdad en la ausencia del fuego, asi el hierro jecupera
sai^ceza fiíera del fuego —El fuego seca el aire y el agua
de 'hi. tq'a, cúaado la deseca, y por eso la dureza de la te-
ja^ es d« naturaleza de la tierra.—La dureza del hierro se
multiplica por frecuente calefaccio'b, porque la repetición
del fuego le estrae el agua y el aire, y mientras mas abun-
da en él la tierra mas duro es.—Asi como el agua presta
SU'jfrisldad á la tierra, asi la tierra presta su dureza al
&gasi-«4ia;oasDe es blanda por el aire y el agua, y el hier-
ro duro por el agua y tierrak-^Gomo en el hielo, hay mas
agua que tierra, es mas duro por el agua que por la tierra.
-fttEl fuego con el aire tiene naturaleza de blandificar,i;j(í
coa la. tíerra de endurecer.—El aire con agua yz-ftiego
blandifica; agaa;con, tierra endurece, y con «ireí blandifica.
-^El aire frió endurece la carne y la cera;—Cuando el agua
eáipasiva es materia de blandura, y cuando activa de du-
íBfa.—Toda agua caliente es mas blanda que la fría.—El
fííego porque es cálido y difusivo es blando; y duro por su
sequedad y atracción.—^Segun el árbol elem^it^, la dúraa* es
nmi «b; sus partes gener^es, y de ella proceden las demás
durezas de los elemeinfeadcis; dureza general que es del f)i«-
go y de k lierra, y del agua y de la tierra; del fuego y
~ 188 —
de la tierra porque el fu^o calienta á la tierra, y la tier-
ra deseca al fu«go, y por eso la hutnedad no tiene sa viar-
tud en aquel lugar: p. e. la teja es dura porque el fuego
la deseca, como la piedra que es polvo desecado y congela-
da por el agua que le restriñe, y es dura por el agua y la
tierra, que amortiguan en ella el calor y humedad; y así de
la dureza de los huesos, cascara de nuez &c. y otros ele-
mentados que son duros por la dureza general de que se ha
hecho mención. -
En el mismo árbol elemental, (Árbol de las ciencias)
existe la blandura general, origen de las demás blanduras,
que dependen del fuego y del aire, y de este y del agua.
—Cuando el fuego calienta el aire disolviendo una parte de
la otra, y calienta el agua amortiguando la congelación que
hay en los individuos por la restricción del agua y I»'hm-
medad, se estieude por el agua y la tierra amortiguando el
aire á la sequedad de la tierra, con la ayuda del fuego, el
cual calienta la tierra y destruye la concordancia del agua
y de la tierra, por lo qOe los metales fundidos son Mandos
por lo húmedo y lo cálido; y ios hombres aanguineos y fle-
máticos también, y lo mismo otros coerpos blandos, que ¿o
son por la blandura general.
Ente.—Es aquello que lo tiene todo.—Nombrar ente, es
nombrarlo todo.—Nada hay fuera de él; es centro de todas
las cosas; todo ente es amable, no hay ente odiable en ©I
ente.—Por el no ente, se priva el ent& de sufin.^—Soloel
pecado es no ente, que está en el ente.—Ningún ente natu-
ral es de no ente.—Si fuese de ño ente, el no ente fueSí^'
algo &c.—El no ente es id, que carece de aliquiA ó aque-
llo que no tiene nada.—Si algo tuviese seria ««¿í.'—En el
en,le^ el pecado y el XÍQ ente se convierten.—^^Sin el enteníji-
miento el no ente no tendría tioihbre.—Si Dios lo considé^
rase, el no ente fuera algo.
Estenúon.—Es acto de potencia que á si, ó áotrofiC és-
tiende, por largo y ancho consumiendo profundidad.—Y res-'
iriccion, acto de-potencia que fluye y refluye de largo'y
— 189 —
aaeho multiplicando la profundidad.—El fuego se estiende
poff el calor y restriñe por la sequedad.—El aire se estiende
por la humedad al agua, y restriñe por la sequedad, porque
el fuego le dá. su calor con sequedad que recibe de la tier-
ra.—La ostensión se hace por apetito, y la restricción por el
contrario.'—La primera por influencia y la segunda por r e -
fluencia.—La forma que se extiende, deduce en acto el lar-
go y ancho que están en potencia, y la reduce á potencia
cuando restriñe su materia.—La estension es mas por calor
y .humedad, y la restricción por frió y sequedad.—Cuando
se toca la carne, se estiende; y el nervio se restriñe.—Go-
mo el oro tiene mas de Sol y fuego, y la plata de tierra y
agua; aquel es mas sensible que la otra.—El oro es mas
grave que la plata, porque tiene mas estension en potencia
que la otra.—El corazón se ensancha en la alegría y se
restriñe en la tristeza.—Cuando el mentiroso habla, restriñe
a» r.o8tro,> y el que dice verdad lo ensancha.—La audacia
ensancha la sangre y el temor la restriñe.—^Los poros se
ensanchan en verano y se restriñen en invierno.—La avari-
cia restriñe las manos y la generosidad los ensancha.—La
voluntad ensancha la sangre por la afirmación, y la restri-
ñe por la negativa.—El fuego ensancha la cera por el ca-
lor y restriñe l a miel con la sequedad.—El gusto ensancha
sü virtud por la dulzura y la restriñe por la amargura.—El
acto de la imaginación se ensancha ó restriñe, según la
cantidad del objeto que la ocupa &c.
^J?^ti9a.—Es "potencia que hace hacer aquello que se
vuelve en acto.-r-El fuego tiene potencia factiva cuando el
agua hace lo que hace.—Esta potencia hace que sea lo -que
no es.'—El sol tiene potencia factiva en cuanto hace influen-
cia; que trasmite á los cuerpos inferiores—La factibilidad
natural hace de natural factibilidad, natural hecho.—La
planta con factibilidad produce hojas, flores y frutos, de stt
natural factibilidad.—'El fuego hace caliente al agua y al
airé húmedo.!-»-El factor hace buenos, grandes, duraderos y
coloradOB con .boadad, ;duracioni, graqdeza y color.—El bwa-
— 190 —
bre y muger producea hijos.—^LosfaoíaVíes^r;hacemjr)bi«^
nos con virtudes y malos coa vicios.—SVÍQitelact& hace^e»»
pecies en cuanto las trae de potencia ,en acto». • < ;>
Figura,.—^Es la impresión de la sustancia y de so ope-
ración.—Una es Ja figura que es de eustancia,, y otrat es
aquella que e3 de su operación.—^El movimiento de u9 IUHÍ-
gar á otro es figura del movimiento.—Sentir es figura del
sentido.—Hablar es figura de la concepción de la mente .««*^
El círculo es figura dé sustancia redonda.—El castillo fign^
ra del temor.—La figura natural .es propia, y la artifieiál
es apropiada. Í<
i'in.—Es aquello en lo que descansa el primápio/cíg?
^como es la última forma, es descanso de las primerasi
-f-Nada hay tan perfecto como el fin.—Si no fuese» i»
sustancia seria mas perfecta que el fin, y por lo misniíOr'AB?
ria mayor la quietud por accidente que por sustaoci», y la
potestad pudiese mas por accidente que por BU8tancia.-f*
Ningún fin es malo, si lo fuese, la bondad no tuviera quie^
tud en él.—El mal fin, es, privación del biieno.-^Su p;ii«".
cion no es algo positivo.—Si la privación ¡del; flft fuese-^-'
go. Ser y privación fueseü una y misma qosa..—Privación
de fin es vacuidad de principio y medio —En privación de
fin consisten lo bueno y lo malo.—Por gran fin, gran prin>^
cipio.^—Ningún fin es mayor, que aquel que es de fin< • • ;
í'or»Ki,r—Es la sefiora de la materia, y /|Oteo<^»iiqm
tiene motividad propia.—Su bondad .principia, poi?; bonifica-
bilidad.—Bonificar es acto de buena foíma.—La bondad
natural es común á la forma por bonificante y bonifiieabili«
dad.—La bondad se llama forma, porque la materiat;i»)ri«8
tan propincua al fin como la forma.—De mucha»! íUcmaa
abstractas, el natural agente saca una forma; cosaunj en el
individuo.—En. la. forma común coBJimtai'de iinu«has^ se
junta el ente con el ente, la unidad con 1A unidad, la par-
te con la parte.—Forma común, es la unión de partes ac-
tivas, y por eso hay muchas razones activa6»-»^En la for-!»
ma primera y general, están sembradas formas individui^
— l&l —
da» que esperan agentes naturales.—Porque Dios es de in-
finita potestad, es dd infinita forma.—'La forma que carece
de materia no puede ser injusta en potestad; y conviene que
lo que es de forma y no de otro, sea forma.—La bondad no
puede ser sin bonificar,—Las disposiciones de forma son her-
mosura de la materia.—Como Dios es forma y no materia,
la potestad y la virtud son mayores por la forma que por
la materia,—Toda forma que no informa, es disforme.—To-
da sustancia, primero es principiada por la forma que por la
materia.—Ninguna forma simple puede sentirse; ninguna
forma desea estar ociosa.—Como Dios es forma y fin, la ma-
teria tiene reposo en el fin de la forma.—Ninguna forma
tiene su acto fuera de sí.—No es grande aquella forma, que
es mejor por la materia que por sí misma.—No puede la
forma en el fin, sin el medio y el mismo fin.
Generación.—Es origen de sustancia en especie.—Cor-
i'upeion. Comunicación de sustancia, y principio para el fin
de la generación.—Es pérdida del número natural; y g e -
neración transmutación de nuevo número natural.—No pue-
de dividirse ni permanecer en una especie.—Corrupción es
pasión activa de generación.—Tiende á la privación, así co-
mo la otra tiende al ser.—La generación no es corrupción,
pero es de aquello que se corrompe, y por esta circunstan-
cia permanece en aquella potencia de corrupción.—La gene-
ración crece existiendo, y la corrupción privando; esta es de
contrarios y la otra de concordantes.—El fin que pierde la
corrupción, lo adquiere la generación; esta es por sanidad
de la nueva forma, y aquella por enfermedad de la materia.
—Cuanto crece una, tanto la otra.—La corrupción es prin-
cipio privativo, la generación esenciativo.—La materia que
enferma por corrupción, sana por generación.^—Por la cor-
rupción la materia deja una forma, y toma otra por gene-
ración.—La corrupción tiene necesidad de todas las cosas, y
en la generación abundan.—Si la materia pudiese bastar á
la forma antigua, la generación, no pudiera ser de la for-
ma nueva.
26
— 192 —
Género.—Es ente que solo tiene partes generales; y por
él los principios son generales, y sin él, no hubiera espe-
cies,—Especie es ente que tiene partes especiales.—Los in-
dividuos son partes especiales de la especie, y es mas pró-
xima al fin que el género; sin ella no hubiera individuos.
Hábito,—Es vestimento dispuesto de la potencia.—El
bueno por la bondad tiene en hábito bonificar.—Ninguna
potencia por su disposición sin disposición de otra, puede
habituarse.—El intelecto sin disposición inteligible, no tiene
el entender en hábito.—El calentar es hábito de dos.—El
hombre y ?1 león tienen en hábito el generar &c.
ITumedad.—Es aquello por lo cual las sustancias son
húmedas; y Sequedad, aquello porque son secas.—La tierra
(ionsunjiendo humedad, hace que el apetito natural desee
humedad contra su sequedad.—La linea que es de humedad
y sequedad, está sujeta á la corrupción; y la que es de
humedad y frialdad, está sujeta á la generación.—La h u -
medad es mayor de noche que de dia, en él cual domina la
sequedad,—La humedad y sequedad, son calidades de m a -
yor pasibilidad que el calor y frió.—Porque la esfera del
fuego y la del agua, están mucho mas remotas una de otra,
que la* esfera de la tierra y del aire, el calor y frió, son
ínucho mas contrarias calidadades que la humedad y seque-
dad.—Los hombres que tienen tos de humedad, tosen mas
de noche que de dia.—Como la humedad se estiends mas
que la sequedad, promueve la alegría, y cómo la sequedad
se constriñe mas, produce la tristeza.—rístendiéndose mas
la humedad que la sequedad, requiere mayor movimiento.
—El aire no movido es mayor ocasión de corrupción, que
la tierra no movida.—La humedad y sequedad no alcanza
& ningún sentido.-^La sed figura la sequedad, y escupir sin
sed figura la humedad.—El aire y el fuego son contrarios
por sequedad y humedad; y la tierra y el fuego por frial-
dad y calor.—El fuego tiene mayor concordancia con el ai-
re por calor, que la tierra con sequedad.—El aire tiene ma-
yor concordancia con el agua por humedad, que el fuego
-7 193 —
por calor.—Las plantas se nutren con humedad y maduran
con sequedad; y porque maduran con sequedad, se cojen
en verano; los frutos secos se coniervan mejor que los hú-
medos.—Co;no la generación principia primero con hume-
dad que con sequedad, así la corrupción comienza primero
con sequedad antes que con humedad.
Imaginativa.—Discurre por imaginabilidades, la memo-
rativa é intelectiva por la suya, y la voluntad por las
amabilidades &c.
Impeditiva.—Es potencia que impide sus actos A otras
potencias.—Como los fines son variables, un fin impide á
otro su principio y medio.—En toda sustancia que es de
contrarios hay impedimentos.—El fuego con su sequedad,
impide al aire que le dé su humedad al agua; y por la
concordancia que tiene con el aire, en cuanto le dá su ca-
lor, impide á este que dó su humedad al agua.—-El airo
en cuanto tiene concordancia con el agrua que recibe su hu-
medad, en cuanto tiene contrariedad con el fuego, que le
deseca, impide al fuego calentar el agua.—La planta con
sus hojas impide que el hielo destruya sus flores.—Las t i -
nieblas impiden ver á. los ojos.—El mal hombre impide
al hombre bueno que ol)re bien.—Todo hombre que impido
el bien hace el mal.—Los hombres malos impiden que ven-
ga pronto el dia del juicio y la resurrección.
Imposiiilidad.—'Es la privativa de las cosas de potes-
tad; porque como la potencia de Dios es acto infinito, nada,
le es imposible, y como infinitamente bueno, en él es im-
posible todo lo malo.—Por la privación del fin, es la im-
posibilidad de la potencia; la que es mas por la materia
que por la forma; así como lo es por desagregación de los
actos.—Ninguno considera tan tarde lo imposible como el
hombre sanguíneo.—El que mas obra coa paciencia alcanza
la imposibilidad.—^Todos los imposibles no son permanentes,
y algunos son buenos; y el que lo conoce no se engaña.—
Es niEis por el cuerpo que por el alma.
Individuo.-—3.?: parte especial que no puede dividirse.'—
— 194 —
Es fin aquí en lo iaferior, en el cual las naturalezas abs-
tractas tienen reposo.—-En él se congregan los fines de los
principios generales.—'Cuando la blancura es indivisible en
la especie, lo es en el individuo que es blanco.—Es de m u -
chos individuados, como parte común de muchos simples.—
No se puede dividir, porque es de individuados.^—Si ade-
mas del individuo hubiese divisibilidad, todas las naturale-
zas de que él es, serian divisibles &c.
Instinto.—Es ciencia de potencia natural.—El orden de'
naturaleza es natural al instinto.—Al hombre se le ha d a -
do discreción para usar de la razón, y el instinto del fuego
para usar del calor.—Nadie es natural, sino tiene conoci-
miento del natural instinto.—'El orden de la planta es, fo-
liar para resguardar del calor y frió á las flores y frutas,
por instinto natural; por el mismo instinto, el fuego recibe
la sequedad de la tierra, para constriair al aire con la ca-
lefacción.—El agente natural, tiene instinto para disponer
la materia, para que pueda producir la forma que está en
ella en potencia.—'El agente animal cuando genera, por me-
dio de la discreción, tiene instinto de producir las cejas so-
bre los ojos, y la nariz sobre la boca.—-El instinto precede
al apetito, como el intelecto á la voluntad.—El hombre es
el mas contrario al instinto natural.—-En los brutos se reú-
nen la industria y el instinto, y en el hombre el instinto
y la discreción.—El fuego sube por instinto y el agua ba-
ja; el fuego tiene instinto para secar-la teja por la seque-
dad, y á disolver la nieve con el calor.
Instrumentativa.—Es potencia con que obra el factor.-^-
Todo instrumento se mueve á operar.—Eu cuanto una po-
tencia se ayuda con otra, hace instrumento de ella.—'La
claridad del Sol es instrumento para ver, y por el fuego
para calentar.—El martillo es instrumento del clavo, y este
del pié del caballo; y el pié del caballo, instrumento del
caballero; y este del rey; y este del pueblo, y este del h o -
nor de Dios.—La cantidad es instrumento de medida, y la
calidad da determinación, y la relación de consecuencia, y
— 195 —
la acción de forma, el sitio de figura, el tiempo de movi-
miento, y el lugar del contenido.—^El instrumento está en
medio del agente y del obrable (agililis), y es necesario lo
mismo al paciente que al factor.—Todos los instrumentos
son necesarios á la sustancia, escepto la de Dios.—Elemen-
tar es instrumento de elementado; y vegetar, sentir y en-
tender, del vegetado, sensible é inteligible.
Levedad.—Es instrumento natural para subir, y Ponde-
rosidad para bajar.—La levedad es propiedad de la forma,
y esta se apropia la de la materia.—La ponderosidad es
propiedad de la materia, la cual por esto ocupa la forma.
•—El fuego por la levedad que tiene en si mismo sube ar-
riba, y por la sequedad que toma de la tierra baja.—La
forma leve que atrae á sí la materia la hace leve.—La
ponderosidad es materia, en cuanto la forma recibe la pro-
piedad de ella y desciende de ella.—En los elementados tro-
piezan juntamente la levedad y ponderosidad.—Como el fue-
go apetece la sequedad de la tierra, la atrae á sí y la h a -
ce leve.—Cuando en su esfera no puede soportar la ponde-
rosidad de los vapores gruesos baja con ellos.—La tierra
que está en los vapores altos, baja con su ponderosidad.—
Loque pasa entre estos por levedad y ponderosidad, sucede
entre el aire y el agua; si el fuego y agua son contrarios
por calor y frió, también son contrarios por levedad y pon-
derosidad.—La levedad es propiedad común, y se sustenta
en el fuego y aire.—Como la esfera del fuego es superior
á la del aire, el fuego tiene mas levedad que el aire.—La
ponderosidad es propiedad común que se sustenta con agua
y tierra,—^Todo cuerpo elementado es grave y leve.—El
mas leve sube, y el mas grave baja.^—Así como el Sol ayu-
da al fuego y aire, los vapores suben mas de dia, y los mas
graves bajan de noche.—Mientras mas cerca están de su
centro los vapores que bajan, tanto mas graves son, y por
eso mas rápidamente se precipitan.
Lugar.—Es aquello por lo cual una cosa puede estar en
otra, ¿ios.lo crió y todo lo colocó en él.—Así como «1 agen-
— 196 —
te mueve con movimiento, lo coloca con lugar.—El sentido
no lo vé pero si su figura.—Es de continente y contenido.
—Como el cuerpo está en el color, y el color en el cuerpo,
así el lugar está en el cuerpo y este en el lugar.—No es
divisible en cuanto á si mismo, porque si lo fuese, la divi-
sibilidad no estaria en el lugar.—Solo Dios está en él y
fuera de él.—No hay lugar sin cuerpo, en este caso exis-
tiera el vacío —Es sujeto de sustancia, de figura de círcu-
lo, de triángulo y de cuadrángulo.—Contiene en sí el loci-
ficanie, locificable y lociflcar, que no son de su sustancia.
—Es instrumento de otro en sí mismo.—Aquel mismo l u -
g&v en el que el martillo percute el clavo, está en el mar-
tillo y el clavo.
Lleno y Vacio.—^Aquel, es lo que llena la cavidad del
vacío 8on sus partes mixtas; el otro , lo que está privado de
fines.—Ninguna parte puede llenarse sin otra.—Las solas
partes sustanciales pueden llenar; la materia llena mas por
estensidad, y la forma por intensidad.—El lleno de bondad
es de bonificante, bonificable y bonificar, y el lleno de vo-
luntad de amante, amable y amar.—La forma llena- la ma-
teria, y la materia la forma.—Las partes discretas no lle-
nan; si llenasen, llenarían mas la mixtión de las partes
que el lleno.—Si los elementos no estuviesen unos en otros,
existiría el vacío.^—Todo elementado que es mas cálido, es
mas lleno por fuego, y el que es mas seco es mas lleno por
tierra.—Lo que se corrompe está vacío por el fin.—La po-
tencia sin acto es vacía.—El fuego evacúa el agua, en cuan-
to impide su acción en él.—Aquello evacúa la materia que
le impide la pasión.—La forma que' está llena en potencia,
está vacía en acto.—En el odre lleno de viento, se dilatan
los elementos, y cuando se comprimen se constriñen.—En
la materia rara, el aire es el señor del cumplimiento; y en
la privación del fin, la corrupción es la seilora de la vacui-
dad.—Como todo es por causa del fin, lo que se priva de
fin, está vacío de todo.
Los griegos y los escolásticos sus discípulos, para quie-
— 197 —
nes la física general, era mas un juego de palabras, que de
verdaderos hechos confirmados por la observación y esperien-
cia, disputaban larga y encarnizadamente sobre los mas i n -
significantes puntos, reduciéndolos con frecuencia á verdade-
ras sutilezas desprovistas de ciencia.—Éntrelas muchas cues-
tiones que pertenecían á esta clase, ocupa lugar preferente
la existencia del lleno y del nació, de la que han prescindi-
do los modernos, sin que su resolución impida los progresos
de la ciencia.—Lulio según se vé, negaba la existencia del
vacío, admitida por muchos filósofos; y ambos bandos si h u -
biesen convenido en la verdadera accepcion de la palabra, con
algunas concesiones, hubieran podido avenirse y terminar una
discusión tan estéril como infructuosa é improbable, porque
mas all4 de donde alcanzan los sentidos y los instrumentos,
difícil es saber lo que existe. Muy bien pudiera encontrarse
algo, que no se ajustase & las condiciones que creemos haber
demostrado en las regiones que están á nuestro alcance.
En estas mas cercanas regiones, y en el sentido que se
concibe el verdadero vacío, este parece imposible, cuando me-
nos, el aire ó la parte atmosférica debe llenarlas.—Solo es
concesible, suponiendo que la materia dilatada y dividida al
infinito que llena los espacios, pueda condensarse y reducir-
se á un menor volumen.—^La nada, inane, de los antiguos
parece contraria á la razón, aun que sea improbable; y el
vacio, que hasta cierto punto, es el simil de la extensión,
equiflile á una realidad probable, que se aproxima mucho
á las propiedades de la materia.—En efecto, no es imposible
que el espacio esté falto de cuerpos, ó que sea ocupado y
recorrido por alguno.—En el primer caso se llama vacio, en
el segundo lu^far y en el tercero región, según lo mani-
fiesta Sexto Empírico.—La existencia de un espacio ó es-
pacios, mas allá de los que conocemos, no es improbable, así
como es difícil de resolver, si están llenos ó vacíos, aun cuan-
do la razón suponga que es mas admisible la existencia en
ellos de una materia difusa, infinita, verdadero ether de los
antiguos. Aliora, en cuanto ala existencia del verdadero va-
— 198 —
cío en los cuerpos inferiores, se cree insostenible.
Cuando se lee á Lucrecio, parece que admite el vacío y
la materia como dos principios, reales, que contribuyen á la
formación y sosten del Universo; en lo que parece copiaba á
Leucipo, Demócrito y Metrodoro, que consideraban al vacio
como agente activo y positivo, pensamiento atribuido igual-
mente sin razón á Epicuro, modelo de Lucrecio, y contrario
de Platón, Aristóteles y Pitágoras.
Materia.—Es sujeto pasivo que es poseído por la forma,
y es potencia que tiene propia niobilidad.—Solo ella es ma-
teriable.—Las razones pasivas son los principios de la pri-
mera materia; esta es el conjunto de bonificabilidad, m a g -
nificabilidad, durificabilidad, y de otras primeras y pasivas
razones.—La materia prima es general, porque es de r a -
zones generales.—^Toda materia general es pasiva, bajo for-
ma general.—El cuerpo no puede estar sin materia, por eso
la diferencia divide los géneros, y de sus pasiones hace
muchas especies pasivas.—Toda materia requiere disposición
y proporción de partes.—En su unidad participan el firma-
mento y los elementos, para que en la producción de los su-
puestos haya mayor disposición y proporción.—A la corrup-
ción de la materia, sigue la de la forma.—Tiene gran ape-
tito porque puede estar bajo muchas formas.
¿Que es la materia? Todo lo que es motivo de sensación
para nuestros órganos corporales, sea directa ó indirecta-
mente, ya tengamos conciencia inmediata, ya sus efeolls se
desarrollen ocultamente, pero que en estremo término aper-
cibamos sus ulteriores resultados.—^Rigurosamente hablando
es toda sustancia que entra en la composición de un cuerpo,
y que' según algunos filósofos, no pertenece al mundo espi-
ritual ó no participa de est* naturaleza, y es por consi-
guiente, una entidad real ó existente, aunque pasivamente
y sin acción.—Los espiritualistas la niegan, y los materia-
listas la admiten como única fuerza, y los panteistas la re-
presentan como sustancia eternamente activa, operante y que
tiene por modos la estension y el pensamiento.—Los moder-
— 199 —
nos físicos la comprenden impenetrable, divisible y capaz de
movimiento.—Es indudable que la materia existe, que es
un ser inapreciable, que reside en el espacio, que se mani-
fiesta bajo distintas formas y aspectos, indefinible, de esen-
cia desconocida, admitida por la razón, que hasta cierto
punto se comprueba por la ciencia, y de la cual salen todas
las sustancias del mundo, conocidas y por conocer, y que por
divisiones sucesivas llegan al estremo de moléculas y átomos.
Los antiguos admitían la materia, y Aristóteles hizo mas,
porque partiendo del principio que concedia una alma uni-
versal ó alma del mundo, y que á su vez todos los grandes
cuerpos del Universo, tenían la suya respectiva, suponía que
dichas-almas eran entidades distintas de la sustancia corpo-
ral, y por consiguiente, establecía la forma ó fuerza espiri-
tual que les animaba, y la naleria. ó sustancia que consti-
tuía sa corporeidad.—Forma y materia, que sucesivamente
sefialó á todos los cuerpos, asi animalw, como vegetales y mi-
nerales.—La forma pues, no era la figura, como falsamente
creen los que no han estudiado la antigua filosofía, y si una
verdadera alma ó espíritu animante, como la que Thales
suponía en el imán y en el ámbar, destello si se quiere, del
alma universal.—El pensamiento de Aristóteles, aun cuando
partiesQ_^de un principio falso, era bastante razonable, y equi-
valente á las fuerzas que animaban á la materia, y son ad-
mitidas por los.modernos.—Hasta cierto punto, satisface mas
que la teoría de la Harmonía combatida por Platón en su
Phedon, aun que no dejaba de ser bastante ingeniosa, y que
nacia de la suposición de que el cuerpo humano era como
un grande instrumento, ¿1^ cuyo juego nacia el pensamien-
to, según era mas ó meabs perfecto; y que por consiguien-
te, la sensibilidad no erk, Una propiedad distinta de4a ma-
teria, sino una modificación de ella misma.—De este modo
se creía, que los elementos de la materia gozaban de sensi-
bilidad, solo capaz de ponerse en juego en los animales,
liombres y dioses, &c.
Lulio, pues, al admitir la materia y la forma, seguía á
27
— 200 —
sus antecesores y contemporáneos, y solo se apartaba de ellos,
en el raomento que reapela á sus obscuros métodos para dar-
les un ensanche que aquellos no admitían.—Estos, hablando
de este asunto decian, que el objeto de la naturaleza es la
materia y \& forma, de la que salen todos los entes natura-
les; que la materia y forma universales preceden á todo, y
todo se vuelve en ellas.—La materia es la primera base,
y la sustancia la segunda ó lo que se hace de ella, ó que ya
tiene forma.—La primera materia es sustancia existente por
si, capaz de variedades, ó sustancia receptible de todas for-
mas.—Su ser es mas en acto absoluto, y también en poten-
cia, y su ser es solo por forma; esta pues, es la esencia de
la cosa, y su perfección la esencia de la materia.—La for-
ma no puede existir sin la materia.—El ser es pues, la
existencia de la forma en la materia.—La naturaleza de la
materia es multiplicar y dividir.—La forma se divide y mul-
tiplica por causa de la^ateria.—La diversidad de las sus-
tancias, es por la forma, y no por la materia.—Las formas
son muchas, la materia una.—La cosa se perfecciona por
la forma y por ella difiere de las demás cosas.—La primera
forma universal, es origen de todas las formas.—Cuando la
materia era informe, no habia color ni figura, ni cuerpo ni
espíritu.—La materia es algo informe sin especie.
Movimiento.—Propiedad con la cual la potencia se mue-
ve á sí y á, otra.—Es criatura concreada coa potencia.—El
movimiento artificial es semejanza del natural, y es criatu-
ra concreada con movimiento natural.—Los términos del
movimiento son: principio, medio y fin.—Principia con prin-
cipio, pasa sucesivamente por el medio y reposa en el fin.—
El fuego con el calor mueve el agua, y mueve así mismo
el mar.—El aire mueve los vapores, con los que se mueve
Asimismo, y con ellos mueve la nave encimar.—El tiem-
po 68 el sujeto de los movimientos discretos de los dias y
noches, y tiene movimiento continuo por generación y cor-
rupción, y por movimiento del firmamento.—Asi, es movi-
miento para mover, como el martillo para percutir.—La po-
— 201 —
tgncia co.nun mueve sus partes con movimiento común.—
El que es común por potenoia común, se difunde y dilata
y se especifica en la parte de la potencia.—Es mas común
propiedad que el color.—^En todos los elementados hay pro-
piedades de los elementos movidos y motores.—Todo ele-
mento moviendo su propiedad se mueve á si mismo.—El
Hiovimiento no para en ningún cuerpo natural.—Las partes
del movimiento discreto, lo son del continuo.—La piedra
que estA en un lugar, se mueve en sus partes; asi como las
industrias de las bestias, son instrumentos para el movimien-
to, así el mover de las bestias es instrumento al movi-
miento.
Objeto.—Es reposo de la potencia que él desea: Es ma-
teria de semejanza que la potencia toma de él.—Es instru-
meato y fin de la potencia.—La visibilidad es objeto del
cual la potencia trae su semejanza; la dulzura es objeto del
paladar ó gusto; y del afato, la declatacion de lá mente; de
la imaginación, la semejanza del color y figuras; del inte-
lecto, la semejanza del mismo; este apetece entender para
que entienda &c. lo que apetece el objeto, él lo apetece por
su propio fin; no apetece con propia propiedad, sino con la
apropiada.—No hay mayor mixtión que la del objeto y po-
tencia, quien conoce una, conoce otra.
Participación.—Es la vecindad de las potencias y actos.
—La bondad y grandeza participan juntamente, en cuanto
dan á si mismas sus semejanzas.—Todas las potencias y ac-
tos participan con potestad.—La participación es por causa
del fin, y ninguna es de contrarios.—El fuego y aire par-
ticipan encalor &c.
Perceptiva.—Es potencia con que se perciben cosas secre-
tas.—El fuego que est;\ difuso por muchas especies, y por
individuos de ellas, según necesidad de las especies, recibe
influencia del sol.—SI fueg'o recibe una influencia del sol
por la especie déla pimienta, y otra por la del tallo.—Cuan-
do el fuego da parte de si mismo, tiene defecto de calor en la
pimienta, y al fortificarlo percibe inñuencia del sol.—La flor
— 202 —
recibe rectimd del sol al que se dirige, porque en aquella rec-
titud, siente mas de calor que en. otra.—La planta percibe el
dia en cuanto ensancha sus flores, y la noche en cuanto las
cierra. La sensitiva con la sed percibe consunción de humedad
y frialdad.—Los varones perciben lujuria en las hembras que
ponen colorete en el rostro.—Por la muerte de hombre, per-
cibe el vivo su muerte.—Cuando el hombre cae en tierra,
las manos perciben que la tocan.—Por la fisionomía, percibe
el hombre las condiciones y naturaleza de los otros hombres.
Posibilidad.—^Es pasión de potencia pasiva, de la cual
hay muchas cosaá posibles.—La bondad es pjtencia pasiva,
en cuanto de ella puede ser bonificable; lo posible de bon-
dad es perfección suya y de potestad.—-Es mayor por una
razón que por muchas,
Potencia.-^Es lo que se tiene en sí para el objeto, y
hay otra que es sujeto de las cosas posibles.—Se mueve al
objeto porque desea acto.—Por ella puede ser aquello que
no es.—Es sujeto de potencia el que se mueve al objeto.—
Al mover otra cosa la. potencia, se mueve & sí misma.^Bo-
nifi'cativo es potencia de bondad, y magnificativo de m a g -
nitud (grandeza).—El bonificativo (potencia), es por potestad
y parte activa de bondad.—La potencia en cuanto es ins-
trumento de sustancia, es pasiva;' pero no lo es cuando no
tiene objeto,—El calor es potencia activa por el fuego, y
pasiva por 1» calefactibilidad del agua.—'La potencia vege-
tativa es por el vegetar y sensitiva por el sentir.—Cuando
falta el vegetar, el acto de la vegetativa está en potencia.
—La que está en acto, adquiere su operación cuando pro-
duce en acto su forma que está en potencia.—La que está
en acto es causa de la potencia que viene en acto.—La for-
ma que está en la potencia es materia de ella, que llega á
BU objeto.—El intelecto es potencia que puede de seme-
janza.—Y la voluntad, potencia que pueda amar semejanzas;
memoria para que pueda conservar semejanzas, tS imagina-
ción para meditarlas.—Ninguna potencia tiene tanto poder
en estraña especie, como en la suya..
— 203 —
Privación.—Es eí mismo término del Ser y no Ser.—
La privación, en cuanto es término del mismo no Ser, no
es otra cosa ó algo; y en cuanto es término del mismo
Ser, es algo.—La corrupción sale del Ser en privación; y
la generación, de privación para el Ser.—La corrupción va
con privación y la generación con Ser; no es algo positivo
por sí mismo, sino por otra cosa.—En cuanto al tiempo
pretérito vuelve aquello que fué, privación es algo.—^Si la
privación por otro, no fuese algo, nadie moriria.—La pri-
vación es muerte de aquellos que mueren.—Es vacuidad del
fin; es de la ociosidad de la potencia.—La privación de la
gallina es buena al hombre, porque él come de ella.— Si la
privación no se convirtiese con el no Ser, ninguna privación
fuese buena.—Ningún ente desea su privación.—Nada es tan
próximo al mismo no Ser que la privación.—La potencia pri-
vada de su acto está entre Ser y privación.—Si no hubiese
resurrección, el Ser del hombre fuese, para que estuviese en
privación. El fin de la privación es el Ser. Si este no fuese
fin de la privación, la generación no fuese el fin de la cor-
rupción; ni la vida del hombre fin de la privación de él.
Propiedad.—Es lo que pertenece á uno y no á otro; así
como el calor es propiedad del fuego, asi también mucho y
mejor, crear es propiedad de Dios.—Así como el fuego apro-
pia al aire su calor, así Dios con virtud de palabras apro-
pia su potestad al sacerdote en el sacramento del altar &c.—
Propiedad apropiada es la imagen de la propia, y por la pro-
pia y apropiada ciertas sustancias participan con otras; y
ciertas sustancias difieren de otras por diferentes propiedades.
—Como el calor pertenece al fuego, y humedad al aire, fuego
y aire son diferentes en esencia; y como el fuego apropia su
calor al aire, ellos mismos tienen concordancia. Y si el fuego
y agua son contrarios por calor y frialdad, son contrarios por
sustancia. Si el fuego se define por su propio calor, el hom-
bre por su propio reir.—La propiedad es instrumento para
dividir los diferentes en géneros y especies:—-De la propie-
dad común vienen todas las propie.lades comunes, y las de
— 204 —
los individuos se derivan de las propiedades especiales.—Es
propio del macho generar y de la hembra concebir.
Proporción.—Es la heriiosura del orden de las medidas,
por lo que no sostiens ningún superfino.—En ella por la jus-
ticia no hiiy de mas ni de meno.^, y por la misma justicia
todas sus partes son iguales.—Toda ella es hermosura, y fal-
tando todo es fealdad.—El instinto de la naturaleza es el
rector de la proporción natural.—La proporción es mas por
forma que por materia; toda ella es de partes conjuntas; por
ella los maestros son alabados.—Es de potencias y actos, y
ella duro, y sus contrarios acaban.—El rostro es hermoso mas
por la proporción que por sus colores, y es mas necesaria en
esta parte que en otras del cuerpo.—Donde mas necesaria es,
allí es mayor.—Lo mismo conviene á los actos del alma que á
los del cuerpo.—Toda ella es deseable.—La artificial es se-
mejanza de la natural.—Ninguna sustancia que es de par-
tes proporcionadas es fea.
Semejanza.—Es la imagen de otro.—Las formas acciden-
tales, son semejanza de las sustanciales.—La bondad de mag-
nitud, es semejanza de la bondad sustancial.—Todo efecto
tiene alguna semejanza de su causa.—;Todo acto es seme-
janza de su potencia; ninguna potencia es contra su seme-
janza: toda semejanza es criatura.—Toda potencia natural-
mente se deleita en s;i semejanza; toda semejanza es activa
ó pasiva.—Las semejanzas ó son concordantes ó contrarias.
—-La huella es la semejanza del pió; la locución semejanza
de la concepción.—Una semejanza es de otra.—Las letras de
cera son semejanzas del sello.—Todas las semejanzas susten-
tadas en el cuerpo, son de una semejanza.—Toda impresión
es de semejanzas y es ente positivo.—Las influenciasjlque los
cuerpos celestes hacen en los inferiores, son semejanzas de
ellos.—La desemejanza es semejanza desordenada; es contra-
ria á la semejanza y hábito privado de ella.—Fué concreada
con diferencia y contrariedad.—Sin esta no puede haber de-
semejanza por diferencia.—Si la desemejanza de las especies
fuese solo por contrariedad, no serian semejantes en algo:—
— 205 —
Si la desemejanza del asno y del puerco fuesen solo por di-
ferencia, no hubiera desemejanza de los individuos en la es-
pecie por diferencia.—Solo el hombre y el demonio, tienen
desemejanza de semejanza contra verdad &c. Cuando enferma
el gusto con verdad, saca desemejanzas del sabor.—'Los ojos
lloran por la desemejanza, y ríen por la semejanza.—La es-
pecie injerta, es de semejanza y desemejanza de las especies,
y lo mismo sucede con el' hombre y el mulo.
/Solución.—Es la declaración de las dudas buscadas.—El
modo de la solución es la consecuencia del modo de la cues-
tión.—La solución propter quid es de primeros principios;
la de quia es de los últimos. En el primer caso se declaran
las propiedades que pertenecen á la causa, y en el segundo,
las del efecto.—^Declarar con equiparancia, es con igualdad
de las propiedades activas y pasivas.—Si es mayor bondad,
conviene que sea menor, y si menor que sea mayor &c.
Sustancia.—Ente estante por sí, sin el cual el accidente
no tiene donde existir.—'Puede existir por sí sola por que es
de forma y materia.—Todo el mundo es una sustancia ge-
neral, de la cual salen varias especies.—La sustancia gene-
ral es de las partes gruesas, y la especial de las mínimas.
Las sustancias especiales, están en la general, como los pe-
ces en el agua.—La planta es sustancia especial, y vive de
la general como el hombre del aire y el pez del agua.—
Las sustancias que tienen partes menores, son las mas d i -
minutivas.—Toda sustancia corporal es de la general.—Dios,
ángeles y alma son sustancias incorpóreas.—Los sentidos no
alcanzan la sustancia invisible, pero comprenden sus acci-
' dentes.—La sola sustancia es objeto de las potencias; nin-
guna dé'ellas tiene su acto fuera de la sustancia.—Los ac-
cidentes son sus naturales sentidos y sus instrumentos.—No
crece en número, y si por incremento de sus partes; en su
incremento crecen sus accidentes.
íSilio:—Es la situación de la cual sale la figura.—La
bondad está situada en el bonificante, bonificable y bonificar.
—De la situación do bondad, sale la figura del triángulo.
— 206 —
—La bondad esti situada en magnitud, en cuanto por ella
es magna.—El bonificar está situado en el bonificante y bo-
nificable &c.—La similitud del objeto, está situada en po-
tencia &c.—De la situación del sol, sale la figura circular.
Sonibra.—^A?! parte de tiniebla, que es confuso color de
ciertas partes existentes en otras.—Como el calor del agua
caliente priva el acto del frió, así la sombra en el aire priva
el acto de la luz; y asi como esta priva la sombra, esta pri-
va la luz.—Si la luz es instrumento del Sol y del fuego para
iluminar, asi la sombra es instrumento de la tierra y caos
por la obscuridad.—El Sol y el fuego tienen partes discre-
tas de la sombra.—Una y misma luz hace muchas sombras
en una pared ó en el suelo.—Según el Sol ilumina un ár-
bol por un lado, hace con su sombra una figui'a semejante
en la tierra ó suelo.—Sino fuese sombra no fuese ente po-
sitivo, y el Sol no baria con ella la figura del árbol en la
tierra.—Como en los lugares sombríos se mitiga el calor,
esto significa que se hace- por calor confuso y espeso de agua
y tierra.—El aire en ausencia de la luz, está sombreado, y
en presencia de la luz clareado.—Así como el color estraño
que el cristal recibe puesto sobre un cuerpo negro, es som-
bra, también la sombra en el aire es color estraño, cuando
en él hay vapores gruesos y espesos de color confuso de tier-
ra y agua.—Lo mismo que el cristal recibe color por su dia-
faneidad, también el aire por la misma razón, recibe color
de la luz y sombra.—Sin el Sol y estrellas, todo fuera ti-
nieblas.—El humo y niebla forman nubes en lo alto del aire.
—El dia es centro de la luz, y la noche de sombra.—Asi
como del leño sale el humo que es sombra, para que lo ilu-
mine con el Sol, saca nubes del aire que son sombras para
que lo ilumine.—Cuando los ojos no» ven en un aposento sin
luz, es por que están en la sombra.—rComo en la sombra no
hay luz, y sin ella no pueden ver los ojos, no pueden ver
su sombra terminada por la luz.—Si el hombre vé en el ár-
bol cuando hay sombra, es porque esta sombra participa de
la luz.—Sobre la tierra no hay ninguna sombra.
— 207 —.
l'iempo.—Ss figura de la eteraidad sin la parte: es ins-
trumento con el que lá sustancia principia y -se mueve. El
movimiento no puede principiar ni durar sin tiempo.—Como
es indivisible no sé mueve.—Todo lo que se mueve, se mueve
en el tiempo.—Tiene en sí sustancias pasadas y presentes, y
las sustancias y formas futuras están concretas con el tiem-
po.—Solo la eternidad y lo que tiene en sí misma, es ante el
tiempo.—-Toda posibilidad está en él. Y si la posibilidad fuese
antes de él, el motor estaría en potencia fuera del tiempo.
—Fuera de él no puedn exislir algo, puede principiar pero
no consumirse.—Como ningún sentido puede llegarle, la ima-
ginación no puede imaginarlo.—Presente, pretérito y futuro
son sus figuras y semejanzas.—Como es una parte del mundo,
principia en el principio y en él está.
Twvaliva.—Potencia con la cual se ayudan las potencias.-
-—La bondad ayuda á la magnitud con su semejanza, y esta
del mismo modo á la bondad.—Como la sustancia creada no
es por su fin, sino por el de Dios, necesita de ayuda.—^La plan-
ta se ayuda con su bondad, para que sea buena; y con mag-
nitud para que sea grande.—El Sol ayuda al fuego para mul-
tiplicar su calor, y la luna al agua para el frió.—Un miem-
bro ayuda á otro.—El caballo, la espada, y el escudo ayu-
dan al caballero, y este al rey etc.—Siendo el hombre de ele-
mento?, solo del firmamento puede recibir ayuda.—La impe-
ditiva por el contrario, es potencia que impide sus actos á otra
potencia.—En toda sustancia que es de contrarios hay impe-
dimento.
La lectura de estos proverbios, como los llama su autor,
considerándolos como otros tantos axiomas ó leyes fundamen-
tales de la ciencia, corrobora mas y mas lo que tantas véceá
Sé ha repetido sobre su modo de interpretar la ciencia, y su
afán de confundir el verdadero sentido, dándoles una éstett-
sion y aplicación incompatibles con la natural accepcion, que
le concedían los antigu-js y contemporáneos. Vénse confun-
didos principios puramente metafísicós, con los físicos, gé&e*
rales y naturales: actos parciales con leyes generales &c.
2S
— 208 —
Si las accepciones rayan unas veces en lo ridiculo y exa-
gerado, las definiciones, otras, no son menos triviales; por
ejemplo, cuando en el proverbio de la Sabiduría dice; que es
aquello por lo cual cual el sabio entiende; y no puede, en-
tender sin acto de saber, y si por esto es saber, el sabio no
puede ignorar con sabiduría.—Verdadero juego de palabras
que á nada conduce. No señalarla esta confusa mezcla, ni
esa equivocada accepcion, s-ino viese la tendencia de Lulio,
á desvirtuar la ciencia contemporánea, porque si los filóso-
fos de su tiempo, admitían los mas de estos principios, ni
les daban tan lata accepcion, ni los interpretaban con tan
exagerado sentido. Para probar lo espuesto, seria preciso po-
ner frente á frente los textos de estos y los de nuestros es-
critor; trabajo difícil de llevar á cabo, y que es preciso su-
primir porque los versados en la antigua- filosofía lo cono-
cerán desde luego; y los.que la desconozcan podrán efectuarlo
si dudasen de esta aserción.

ó coutpoAicM/Oii/ DeE ü i u v e t ó o .

Es indudable que al contemplar un dia los hombres pen-


sadores el grandioso espectáculo de la naturaleza, ya en los
astros que suspendidos en el incomensurable firmamento, gi-
ran en acompasada carrera, alumbrando y derramando un
suave calor sobre la tierr.a que pisaban; <5 ya admirando esta
en la inmensa estension del espacio fija en él, ó moviéndose
lentamente en su inmensa estension, con los anchurosos marea
que la circundan; dilatadas llanuras, vastos arenales, bellas
praderas, sombríos é impenetrables bosques que la cubren;
— 209 -
ríos que la cruzan y torrentes espumosos que la riegan, y
-bajan de las fragosidades de las elevadas cordilleras, que la
atraviesan é iluminan con sus volcaneá, no se esforzasen desde
luego en estudiar tan sorprendentes v variadas maravillas,
para penetrar los misterios de su creación y conservación. En
efecto, desde los estudios de los egipcios conservados en la
colección hermética, hasta los que sucesivamente se han ido
practicando hasta nuestros dias, son numerosos los libros eu
que sus autores han procurado consignar el resultado de sus
observaciones, y el fruto de sus meditaciones sobre estos in-
teresantes fenómenos, esplicándolos del modo mas satisfac-
torio y comprensible.
Aun cuando Séneca escribiese: que el cumplimiento de la
dicha humana, seria el lanzarse á los cielos y penetrar en
los mas secretos repliegues de la naturaleza, y aun cuando
digamos con Madama Stael: Quién será, el que dotado de la
facultad de pensar, no'intente conocer el origen y fin de las
cosas del mundo; sin embargo, son numerosas las gfentes para
quienes pasa mudo é invisible el curso de los astros, y la
continuada exposición de los mil y un fenómenos y actos de
la naturaleza; sin que de esas frias é impasibles personas,
salga una sola mirada, una sola esclamacion, para penetrar
el móvil de tan sorprendentes maravillas, ó alabar al menos
su indescriptible magnificencia. Por eso no se estrañará, que
los hombres viviesen largos siglos en una suma ignorancia,
sin cuidarse de los misterios del Universo, sin que su in-
teligencia se atreviese á ponerse en acción para conocerlos,
contentándose los mas con las confusas, incompletas y erra-
das nociones, que les trasmitieran de boca en boca, como aun
sucede en los numerosos pueblos, que habitan las dilatadas
regiones del África, Asia y Occeanía. Pero llegó un día en
que un hombre y otro hombre, dotados de un ingenio supe-
rior, y empujados por esa fuerza interior del organismo que
les obliga á profundizar los misterios que les rodean, tra-
taron de averiguarlos, cumpliendo un deseo que se genera-
lizó estraordinariamente, pero que con sus afanosos desva-
- 210 -
ríos, dio lugai' á majrores niales que la feliz ignorancia en
que viviau los que sin pensar en averiguar la verdad de las
cosas, disfrutaban do elias, sin investigar su esencia.
Exaltada la dignidad humana por su inteligencia, cono-
ció que tres cosas principales exigían su estudio: Dios, el.
mundo y el mismo hombre. Kl estudio levanto la humanidad
y la ennobleció despertando su ambición de saber; no paró
hasta profundizar la esencia divina, medir el espacio, son-
dar el infinito, y enumerar los eslabones de la cadena foi--
mada por la inmensidad de les productos que encierra el Uni-
verso. Pero al indagar los antiguos estos misterios, se esfor-
zaron mas,en buscar las causas que los efectos, mas la ma-
teria que la forma, dando origen su estremado empeño de
profundizarlo todo á disparatadas teoría^, á repetidas dudas
y confusiones con que llenaron los libros de las ciencias, que
hasta ahora sirvieron de guia en la» escuelas. Olvidaron que
las causas no pueden conocerle hasta que se profundizan los
efectos. N© recordaron que el hombre con frecuencia deba
contentarse con apuntar estos, para ascender por ellos á las
causas, cuando son asequibles á nuestras indagaciones.
Cuando los primeros filósofos, tras repetidos estudios y
raciocinios mas ó menos exactos, llegaron á escribir, redac-
taron libros didáctico», sencillos, interesantes y fundados en
principios y consecuencias bastante racionales, en los cuales
brillan refulgentes luces, alternadas con profundas obscuri-
dades; y en las que al lado de la verdadera sabiduría se en-
cuentra la fogosidad del delirio; porque los ho.-nbre? con su
ambición desmesurada, olvidaban, que no bagta la razón para
rasgar el velo con que Dios envuelve los misterios de Ja gran-
deza de sus obras. No recuerdan que la verdadera sabiduría
consiste en saber parar respectuosamente en el puesto donde
principian los verdaderos misterios.
Son infinitos los libros en que se apuntan las maravillas
de la creación, los secretos del universo, pero esta misma
abundancia es una verdadera escasez; esta aparente riqueza,
este falso lujo oculta una vergonzoza miseria que rebaja al
- 211 —
hmiiiino saber. K's la luunillaciüti eii que SB precipita cou
sus contradicciones, errores y divagacioneá. En esos anti-
guos libros, á la par de la brevedad y cliridad, se encuen-
tra la difusión y obscuridad, porque sus autores, temian he-
rir la susceptibilidad de las creencias populares y religiosas
del ignorante- vulgo. Sus doctrinas van envueltas en e?pre-
siones figuradas, metafísicas, simbólicas, de doble sentido,
uno para el vulgo y otro para los adeptos, aun cuando á
veces la confusión nazca de la dificultad del asunto, ó de
la falta de comprensión ó inteligencia para esplicarse. Y si
muchos filósofos sentaron tan solo paradojas visibles, teorías
absurdas, otros afortunadamente buscaron la verdad por el
camino de las nociones abstractas, aunque perdiéndose á ve-
ces en el abismo de las creencias de la razón, cayos estre-
mos no supieron comprender. Pero cuando el error se des-
vaneció, cuando brilló la luz y se entablaron las disciisio-
nes para fijar las idea?, se originaron verdaderos combates
de vanidad poco favorables á la ciencia, y en los que solo
se discutía con vanas palabras y vergonzosos sofismas, bus-
cados en la inexactitud de las definiciones ó en el falso modo
de raciocinar, cuando esta facultad se encontraba en su in-
fancia, y no le permitian salir de los limites trazados por la
de-spótica autoridad.
Demos por sentado que.la India y el tlgipto, ó el Asia
en una palabra, fué la patria de las ciencias, y que de esta
última privilegiada región emigraron á otros paises; y de-
mos por sentado igualmente, que en Grecia se multiplica-
ron y crecieron estraordinariamente, y por lo mismo no se
estrañará si se retrocede á ese pueblo, nunca bastante ad-
mirado por su sabiduría, para señalarlo como punto de par-
tida del eximen de una materia que principió en un origen
desconocido, incomprensible, denominado Chaos, Hyle, ó sea
confusión, de cuyo centro irradiaron las partes componentes
del Oran Todo. Confusión que es el nada que debia existir
antes del Génesis de Moyses, y rodeada por tan densa niebla,
que no es pasible desvanecer con el solo esfuerzo de ^^ i^i"
— 212 —
teligencia humana. La palabra Caos, es tan confusa é ine-
xacta como todas cuantas se intentan adoptar, para desig-
nar una cosa de dudosa existencia y sin semejante en lo
conocido: y que con todo, se señala como el primer estado
ü origen asi del mtindo que habitan los mortales, como de
los que componen con él, el sistema total del Universo. Los
filósofos cristianos al dar cabida en sus doctrinas el Caos de
los griegos, lo arreglaron á su manera armonizándolo con
las creencias teológicas; pero todas sus teorías y esplicacio-
nes, no pueden disipar la dudosa obscuridad que lo envuelva
desde su origen y principio. Siempre será un enigma su
composición, y el como y cuando principió y terminó, por-
que siendo Dios la única cosa eterna, queda por resolver si
el Caos lo es igualmente, ó si teniendo un comienzo como pa-
rece prudente suponer, ocurre el pensamiento de indagar que
habla antes de él, en que punto se fijó ó reunió, de que
naturaleza era &c. y así consecutivamente, una serie de du-
das y preguntas interminables y apremiantes. Cuestión es
pues la del Caos, que siempre quedará por resolver, y que
por lo mismo los modernos la han condenado prudentemente
al olvido.
Algunos filósofos griegos, negando el principio de: Que
nada puede hacerse de nada {ex niküo, nihil fit), rechaza-
ban el Caos y suponían que el mundo había existido siem-
pre, esto es, que la materia es eterna, siendo igualmente
eterno el mundo; esto es, un mundo siempre el mismo, for-
mado de toda eternidad por el Ser Supremo. Así pensaban
entre otros Ocellus Lucanus y Aristóteles su discípulo. Los
mas admitían la intervención de un supremo poder en la
creación, asi como otros suponían que se verificó y conti-
nuó por las solas fuerzas locales de la materia. Si Aristó-
teles al conceder que Dios había creado el mundo, decía que
lo habia verificado de toda eternidad, lo que no deja de ser
un confuso pensamiento, pues lo eterno rechaza lo criado,
Platón, escribió: que lo .había formado con el tiempo, y va-
liéndose de una materia preexistente, uniforme y desprovista
— 213 —
dé las perfecciones que eolo Dios puede otorgar. Uno y otro,
lo mismo que otros muchos filósofos, creían que Dios era la
primera causa del movimiento y el único ordenador del Uni-
verso. Pocos son entre ellos qué no presintiesen la existen-
cia de Dios, aunque no se formasen una idea completa de
su esencia divina; y si por un abuso admitido se confundía
con la palabra naturaleza y universo, era sobre entendiendo
un Supremo creador. Aun mas, si algunos no eran bien es-
plicitos en sus libros sobre tan importante cuestión, esto de-
pendia, del temor de atacar las falsas creencias del vulgo.
Por esto no se estrañará, que Anaxágoras supusiese unas ve-
ces que la fermentación se debia á las solas fuerzas naturales
y materiales, y otras las atribuyese á la Inteligencia, que
según él, habia desenredado el Caos, censurándole Aristóte-
les, porque hacia bajar un Dios á la máquina cuando le con-
venia; y que Platón olvidase demostrar la intervención d i -
vina en las vias de su sabiduría.
Al reconocer los antiguos el Supremo Hacedor, lo supo-
nían único, invariable, sin principio ni fin, existente en si
mismo, y desde la mas profunda eternidad. Era en si, ya
antes del Universo, y antes de manifestar su poder y gran-
deza, y como tal, centro de todas las perfecciones y origen
de la inteligencia. Con él existia igualmente la materia desda
toda eternidad, agitada por una poderosa fermentación, y con-
teniendo todas las semillas de los males; impulsada por un
movimiento impetuoso, pugnando por reunir sus partes y
principios destructores que de continuo se reparaban; porque
el terror y la discordia agitando sus oleadas sin cesar, no le
permitían conservarlas reunidas, aunque estuviese dotada de
la facultad de revestir todas las formas.
La divinidad al resolver la formación del Universo, lo
verificó con arreglo al plan que tenia en su mente, desde
todo tiempo; á la manera del artífice, que convierte en sun-
tuoso alcázar las toscas piedras de la cantera, siguiendo el
plan de antemano concebido. Era pues el modelo, un mundo
intelectual, increado, perfecto, inmutable, y en el que estaba
- 214 -
figurado cuando airanzan los sentido y se oculta á la inteli-
gencia hiitnnna. Fué pues, nuestro mundo, copia del inte-
rior, pero creado si se quiere, antes de existir, porque el
gran artífice solo conciba realidades y perfecciones.
Arcbytas, antes que Platón, admitía tres principios del
mundo: Dios, la materia y la forma. Platón, en su doc-
trina suponía lo mismo diciendo: que Dios.existía de toda
eternidad, como principio del bien; la materia origen del
mal, y el plan que le sirvió para ordenar la materia, traaa-
do por el mismo Dios. Según dicho filósofo, el alma del mun-
do constaba de la esencia divina y del principio del mal,
unido eternamente á la materia; alma grosera, que desde
toda eternidad la agitaba irregularmente, y de la que se di-
ferenciaba, constituyendo una especie de fuerza vital &c. En
su PJiedro, y en algún otro escrito, ya decía que todo mo-
vimiento es producido por un alma. Lo que algunos admi-
ten cuando el movimiento es regular y productivo, no como
el del Caos, que siendo ciego y estéril, no podía ser movido
por una inteligencia existente en él. Cuando la Suprema in-
teligencia decidió la gran obra, la masa del Caos, obede-
ciéndole se puso en movimiento agitada por un agente fe-
cundo y desconocido. Las partículas que h-asta entonces es-
taban desunidas por un odio inestinguible, se reunieron y se
encadenaron en fraternal unión. De repente brilló la primera
luz en las tinieblas, y el aire, agua y tierra, se separaron
para formar los cuatro elementos componentes de todos los
cuerpos.
Seguidamente la divinidad, creando un alma compuesta
en parte de su esencia, y en parte de material sustancia, es-
pecie de principio inteligente, revestido con la tierra, aire,
mar &c. y fijo en el centro del Universo, hizo que de él
emanasen rayos mas ó menos puros de fuego, según la dis-
tancia del centro, que dirijidos unos á los cuerpos, vivifican
sus partes; y otros k la circunferencia del mundo, lo rodean
coronándole de luz. Alma oculta á nuestra vista y sumida
en la inmen.sidad de IH materia, que poniendo sus fuerzas en
- 215 —
acción conmovió al Universo, el que obedeciendo su impulso
empezó á girar velozmente. Este movimiento, que por un
lado se verifica de Oriente á Occidente en veinte y cuatro
horas; y por otro de Occidente á Oriente, en la parte celeste
que contiene los planetas; se debe A la composición del alma
que reúne la esencia divina y la materia, porque la primera
tiende á la uniformidad, y la segunda á la desigualdad, por
estar siempre una y otra en continua oposición. Aquella
abunda mas hacia los estremos del mundo; y esta en el cen-
tro sobre las capas de aire cercanas á la tierra; de suerte,
que al dar movimiento al Universo, la parte material, como
no pudo resistir por completo al impulso y dirección gene-
ral de la porción divina, recojió los restos del movimiento
irregular que la movia en el Caos, y lo comunicó á los glo-
bos que circuyen al nuestro.
El mundo que pisamos, salió lo mas perfecto posible, si
tiene en cuenta, que como Dios operaba sobre una masa
informe y desordenada de materia Tjruta, esta se encontraba
en una continua lucha con el poder divino. Oposición que
no ha terminado como lo demuestran las tempestades, loa
truenos, los volcanes, los terremotos y demás trastornos del
globo. Este, recibió la forma esferoidal como la mas per-
fecta, y el movimiento circular como el mas sencillo; y vida
y perfección, de tal suerte, que al contemplar su obra el Au-
tor supremo, y compararla con el modelo que él trazará,
cuya fisionomía habia sido tan bien sacada, recibió sumo
contento y complacencia. Y como el mundo intelectual y el
material no pueden ser iguales, dotó al primero con la éter-,
nidad; y en cuanto al segundo ó material para compensarlo,
creó el tiempo, imagen de la eternidad que carece de princi-
pio y fin, y mide la duración material, como lo hace la eter-
nidad con el intelectual; segua lo demuestra la serie de dias,
noches, meses, años que sucesivamente se van siguiendo, mo-
vimientos que se espresan por la luz del Sol y demás planetas,
que recorren los espacios aéreos, señalando los años el Sol,
la Luna los meses, y los planetas restantes otros periodos.
29
— 216 —
Consecutivamente, fueron creados los genios ó Dioses in-
feriores para mandar i los hombres, que á su muerte de-
bían unirseles; y con los restos de la materia que sirvió para
formar el alma del mundo, compuso las almas particulares,
reservando á las humanas una partícula de su divina esen-
cia. Nació el hombre que debía conocer á Dios, y la mujer
que debía estar sujeta al primero; y la justicia y la injus-
ticia. Los justos, para ir á los astros después de su muerte;
los injustos, para ser convertidos en mujeres, y consecuti-
vamente en otros animales, según sus obras &c. Tras estas
almas, vinieron las de los planetas, con cuerpos perecederos,
y por último, el Eterno reposó. La materia, puesta en ac-
ción por las cansas secundarias, tomó partículas de los cua-
tro elementos unidos entre sí por lazos invisibles, y redon-
deándolas, cubrió las almas formando el cuerpo con que pue-
den ser trasportadas de un lugar á otro á manera de vehí-
culo. El alma racional se situó en el cerebro, como parte
Qias jelevada para regir^ y otra mas mortal, dividida, una
en el pecho y otra en el vientre, para dirigir las pasiones
y necesidades &c. Y como los bienes dependen de la divi-
mdad, las enfermedades y dafios humanos se deben al pre-
dominio de la materia en el cuerpo, y ser el mal, una de
sus-calidades'íneren tes.
. La eternidad del mundo y la materia, la sostenía Xeno-
fanes,' de Jla¡ escuela de Elea, partiendo del principio de que
de nada, no se hace nada ó algo; en consecuencia, todo lo
que existe ha de ser eterno;—lo que es eterno es infinito,
porque no tiene ni principio ni fin;—lo que es infinito es
único, porque sino lo fuese, seria muchos, sirviendo uno de lí-
mite á otro;—lo que es único siempre es semejante á, si mis-
mo.—Luego pues, un ser eterno, único, y siempre seme-
jante,-debe ser inmortal; porque ni puede deslizarse en él
vacío, que es nada, ni en el lleno, que él mismo ocupa ya.
—Debe ser inmortal, porque si esperimentase cambios, se ve-
rificaría' en él, algo que antes no existia, y destruirse el prin-
cipio fundamental &c. El mismofilósofo,para demostrar que
— 217 —
las revolucioues ó cambios de la naturaleza, contradicen las
inmutabilidades del Ser infinito que todo lo abraza, y que
no se puede concebir separado de la eternidad y de la in-
teligencia, que carece de mezclas, generación, destrucción y
cambio de termas, decia que todo era pura ilusión, porque
6Í el universo presenta una escena raóbil; la escena existe,
mas no el movimiento que es obra de nuestros sentidos. Lo
que está de acuerdo con Zenon, cuando probaba que el mo.
vimiento era imposible.
Es tan interesante en mi sentir la historia de las diva-
gaciones metafísicas sobre el Caos, pues otro dictado no me-
recen, como fundadas en puras abstracciones especulativas,
que me permitiré reseñar lo mas principal que sobre el par-
ticular escribieron los antiguos. Unos suponían que en él ha-
bla una materia sin movimiento, á la que la inteligencif
comunicó su acción y el mundo apareció. Otros asegaraban
que gozaba de movimiento irregular, ordenado por Dios, y
penetrado por una parte de su esencia, de donde resultó el
mundo. Quien decia, que existia un vacio en el que se mo-
vían los átomos ó partículas mínimas, las que unidas par-
ticularmente dieron lugar & la creación. Y quien afirmaba
que cuando el Caos existia, habia un fuego ó cálido inmor-
tal, que todo lo conocía, lo entendía, veía y sabía, asi ló
presente como lo pasado. Su mayor parte se desprendió y
dirijió á la circunferencia mas exéntrica de los espacios, la
que según parece, recibió el nombre de Ether. Este cálido
ó Éter es Dios, á quien Hipócrates confunde con el alma.
Orfeo, y especialmente Ohomácrito, dicen del Éter: ¡Ó tu
que ejerces un iuiiperio ilimitado en las altas mansiones de
Júpiter, alma de los astros, del Sol, de la luna, tu que todo
lo gobiernas, fuego vital, Etef, genio esplendido &c.!
Heráclito decia que el Éter, no está fuera del mundo, sino
que se derrama en el interior de todos los cuerpos formando
su alma, asi como la del Universo, que todo lo dirige por
su orden. Creía que los cuerpos están en una especie de eva-
poración y fluidez; que las partes de la materia que los com-
— 218 —
ponen, se escapan sin cesar para ser reemplazadas por otras
partes, que salen á su vez hasta la disolución del todo. Uno
de sus axiomas fundamentales, es suponer al fueg-o princi^
pió de todas las cosas, así como de las almas que son prin-
cipios ígneos, eternos, inalterables, é indivisibles. Los átO'
mos ígneos, por medio de la condensación, se convirtieron
en aire; el agua se formó del aire mas denso; y del agua
mas comprimida la tierra. Siendo el alma según el mismo,
un pijro fuego, el abogado moria por completo; y de aquí
el. horror que muchos sabios tenían á esta clase de muerte,
y del que participaron algunos primitivos cristianos.
No todos admitían el Caos por completo, porque sí Ana-
xágoras apartándose de las anteriores génesis, suponía que
el globo estuvo largo tiempo bajo del agua, del cual salió
por medio de la evaporación del Sol; y que las plantas y
apiroalee se fueron presentando mediante la fermentación, á
medida que se secaba el limo superficial de la tierra, ase-
gurando que un día se secarían todas las aguas &c.; otros,
al ccmtrario, aseguraban que el mundo ea eterno, y eíem^
pre había sido el mismo, como se dijo poco há, y conside-
raban la materia igualmente eterna. Los que asi pensaban,
la creían amorfa ó sin figura, cosa difícil de comprender,
porque siendo cuerpo, es casi imposible que carezca de for-
ma; otros le señalaban varías formas diciendo; es el agua,
el fuego, los elementos, la reunión de átomos en número in-
finitivo de elementos, incorruptibles, similares, cuya reunión
constituye las especies. La multitud de estas, y de los in-
dividuos del mundo, depende de la alteración y destrucción
de los cuerpos, aunque siempre quede subsistente la mate-
ria, la que puede reducirse á un solo principio del Universo
y de los cuerpos en particular. Finalmente, al tratar algu-
nos de la multitud de especies é individuos del mundo, y
de la alteración de las formas y calidades de los cuerpos y
de su destrucción, asentaban que la materia subsistía siem-
pre; la que podía reducirse á un solo principio por la divi-
sión al infinito, que es el primer principio del Universo y
— 210 —
de los cuerpos en particular.
La escuela jónica se empeñó en buscar este principio, y
creyó haberlo encontrado en el agua; pero otros dijeron que
este cuerpo pimple era el aire, la tierra, el fuego, solos ó
combinados. Escritores hay, que aseguraban, que de todo
tiempo existió una cantidad inmensa é inmóvil de partes
determinadas en su forma y especie, para cada cuerpo en
particular, las que reunidas formaban por ejemplo: el oro la
plata &c. y demás cuerpos. Esto solo se referia al principio
material y pasivo de las cosas, faltaba el segundo, que lo
actuase, y se supuso: que podia ser el fuego, el amor y el
odio, que unia ó separaba las partículas de la materia pri-
mera. Es posible que primero Hermótimo y luego Anaxá-
goras, dijeron que la inteligencia, que no debe confundirse
con la materia, obró sobre ella y la ordenó.
Pitógoras y sus discípulos, admiten una inteligencia que
anima y mueve la materia^ y" se esparce intimamente por
todas sus partes, considerándola como autor de todas las co-
sas; Ya sea un fuego muy sutil, ya una llama muy pura
ó sea el JEter, verdadera fuerza que somete y encadena la
materia. Ésta inteligencia ó quinto elemento, ó principio ac-
tivo, constituye la monada ó unidad que siempre « Í ; luego
sigue la diada ó principio pasivo, que no es mas que la
materia ó sea la pluralidad, por los cambios que esperi-
menta; y por último, la triada, unión ó resultado de la ma-
teria é inteligencia, y que dieron origen al agua, fuego,
aire Ac* Los pitagóricos, ademas de variar el sentido de es-
tas espresiones, siempre creyeron encontrar en los números
la." bases de sus teorías, asentándolas en las proporciones ar-
mónicas ó tonos músicos, de donde dimanó el famoso y sa-
grado cuaternario, que corresponde 4 las octavas ó tonos de
la cuerda música. Así es, que el 1, 2, 3 y 4 fueron la base
de la música, de la física, de la justicia &c. dando naci-
miento á los cuatro elementos, á las cuatro facultades del
alma, de donde dimanan sus virtudes &c.; y del núm. 10,
que resulta del cuaternario, se dedujeron las diez esferas ce-
— 220 —
leítes, aunque en rig-or solo sean nueve. Con estas teorías raís-
tico-harm6picas, probablemente orijinarias del Egipto, se
esplicaban los movimientoB celestes y la distancia que media
entre los cuerpos planetarios.
Este mismo filósofo, al tratar de la materia, admitida
generalmente en el Caos, la suponía una reunión de partí-
culas sutiles, iguales, redondas, inmovibles; con dos «lencias,
el odio y el amor: la primera unitiva, la segunda separa-
tiva. Dios concedió la actividad á estas fuerzas paradas has-
ta entonces, y en seguida se agitaron, y el Caos se entregó
á los horrores del odio y del amor. De su seno trastornado,
salieron raudales de materia, que chocaron y se rompieron
hasta reunirse las partes y formar los cuatro elementos, que
al fin llegaron á organizarse perfectamente. De este modo
salió el mundo, que volverá un dia á, entrar en'el Gaos.
Es posible que el pensamiento de Ocellus, anterior á va-
rios pitagóricos, quien reconocía Jos cuatro elementos, y sos-
tenia la unidad del mundo, su eternidad y la de las espe-
cies, diese lugar á las teorías de Empédocles, imitador de
Pitágoras, el cual suponía que el fuego etéreo y la materia
habían existido eternamente. Fuego etéreo, que corresponde
á la monada, principio activo inteligente, que dio nacimiento
al fuego elemental, como una emanación, de su sustancia;
Büstaiicia preexistente ó mezcla confusa de todos los elemen-
tos ó sea el Cao3; lo que no puede admitirse, porque 1» afi-
nidad electiva y la diferencia de pesadez, nunca abandonan
á la materia. Empédocles, que en sus investigaciones se de-
cidió por el análisis, y creó la voz Sphaira ó esfera que sig-
nifica movimiento, decía que los cuatro elementos estaban
compuestos de partes similares, cuyas moléculas eran atrai-
gas por la amistad (afinidad), y rechazadas por la discordia
(repulsión): y que el fuego etéreo ó Dios, organizó el mun-
do sosteniéndole con el amor y la discordia.
Zenon, admitía dos principios, activo y pasivo. Éter y ma-
teria. Éter, que después de organizar al mundo, dándole for-
ma esférica con su movimientOj se colocó en su circunferea-
— 221 —
cia formando la brillante cubierta llamada Cielo, áesáe don-
de calienta, vivifica &c. El Éter pues, siempre es Dios, la
naturaleza activa, fuerza activa uaiversal, creadora, que hace
nacer, crecer y conservar los seres; y es á la par, principio del
movimiento, de la vida, de la inteligencia, del mundo y de
los animales y vegetales. Anaxágoras, se ha dicho, separó
el espíritu de la materia, la divinidad del mundo y el alma
del cuerpo; formó un sistema llamado de homeomeria, ridi-
culizado injustamente por Lucrecio que no lo comprendió
exactamente; y decia que nada nace de nada; todo es en
todo, y todo puede producir. Axioma que bien meditado,
encierra grandes verdades al tratar de la materia.
Según Demócrito y su maestro Leuoipo: El Universo e»
infinito; está poblado de mundos y torbellinos que nacen, pe-
recen y se reproducen sin cesar; pero faltos de inteligencia
suprema, y debidos á operaciones mecánicas. En el espacio ser
mueven.sin cesar una porción de moléculas, partículas ó áto-
mos eternos, indivisibles, inalterables, movibles, de distinta
forma y magnitud, y arrastrados por un movimiento ciego y
rápido. Empujadas las partículas mas groseras, chocaron vio^
lentamente repetidas veces, y se comprimieron en una parte
del espacio, que se convirtió en centro de un torbellino; las-
mas sutiles se escaparon por distintos prntos y fueron lanzada»
á diversos parages y distancias. En la serie de los tiempos,
las primeras se convirtieron en agua y tierra, las segundas
en aire y fuego. Compuesto este, de glóbulos activos, lige-
ros, se estendió como una faja luminosa al rededor de la^
tierra; el aire movido por el flujo perpetuo de corpúsculos
que se elevan de las regiones inferiores, se convirtió en cor-
riente inpetuosa, que arrojó sucesivamente los astros que sé
hablan formado en su seno. De la reunión de estas partí-
culas ú átomos, resulta la sustancia de los cuerpos; de su
colección y figura, el calor, frió, constitución y variedades
de la naturaleza. Su movimiento proSuce, altera y destruye
los cuerpos, siendo por último indivisible la materia.
Esta doctrina sirvió de base á la de Eplcuro, quien al ad-
— 222 —
mitir la divisibilidad de los elementos, concediéndoles figura
material, designó á sus estreñías parttculas con el nombre
de átomos del adjetivo griego átomos, que significa indi-
visible, jncortable, nombre que ha quedado en la ciencia pa-
ra esplicar hipotéticamente las últimas fracciones de la ma-
teria, y constituir la molécula orgánica de los actuales siste-
mas. Moléculas que antes fueron denominadas adiairetas, del
griego indivisible, inseparable, por Metrodoro, considerando-
las como inseparables, así como denominaba llenos á los ele-
mentos, por suponerlos faltos de vacío, en lo que le imita-
ron Leucipo, Demócrito y otros. Los que admitían el vacio,
suponían ó que existia en el mismo Universo bajo la forma
de instersticios, ó lo creían en un espacio mas allá de lo que
conocemos. Asi lo comprendían en parte varios filósofos y
padres de la Iglesia, porque el mundo puede ser un limi-
tado punto, sí se compara con lo que hay mas allá de esta
infinidad. Pensando de este modo, pudiera existir igualmente,
la infinidad de la materia, por no ser imposible, dicen algu-
nos cristianos, que Dios creara una materia infinita en nú-
mero y estensioñ.
Mas {S menos modificadas, estas eran las doctrinas domi-
nantes en las escuelas griegas; así es que Parmenides, tan
pronto suponía que no había producción ni destrucción en la
naturaleza, tan pronto señalaba al agua y tierra como prin-
cipios de la generación.—Hesiodo solo admitía la tierra como
fundameato de la creación.—Quien al tratar da elementos r e -
conocía uno, quien dos, tres ó mas; suponiendo que por su con-
densación y rarefiíccion se trasformaban en otros.—Heráclito,
solo contaba con el fuego, Anaximenes el aire, Ferecides la
tierra, Xenofanes agua y tierra.—iEnopídes fuego y aire;
Onomácrito agua, fuego y tierra.—Diógenes el aire; Thales
gefe de la escuela jónica, daba la preferencia al agua, di-
ciendo que existía anteadle todo. Opinión adoptada en parte
por Séneca, pues escribía, que el fuego debía invadir al mun-
do entero, convirtiéndolo en propia sustancia, y que después
de apagfftrse en toda la naturaleza, solo quedaría el agua.
— 223 —
en la cual S3 encerraba la esparanza del mundo futuro; de
suerte, que el fuego era el principio destructor del mundo,
y el agua su regenerador. Teoría bastante probable, porque
el calor del fuego produce la evaporación de los fluidos, los
cuales por el enfriamiento se precipitan en forma de agua.
El agua como principio del mundo, pertenece á la doctrina
ejipcia adoptada por Empedocles 400 años antes de Jesucristo.
Entre los que admitían loa elementos vulgares, algunos
los suponían compuestos á su vez de átomos ó corpúsculos,
y para esplicar su mezcla recurrían al símil de las letras
alfabéticas, que según su combinación varian las palabras.
Otros creían que los átomos llenan el Caos, en forma de par-
tículas leves, ásperas, redondas, curvas, angulares &c. que
su número no podia fijarse en la combinación de los cuer-
pos, aunque 'Empedocles lo probó diciendo por ejemplo: que
el hueso se componía de dos partes de ag'ua, dos de tierra y
cuatro de fuego &c. El fuego según otros, constaba de pirá-
mides, globos &c.—En cnanto al lleno de los átomos, se admi-
tía el vacio para que volasen por los espacios imaginarios
sin tocarse; deduciendo igualmente de la plenitud y vacui-
dad, la condensación y rarefacción. Cuestión ociosa es esta,
que ha motivado las mas encarnizadas controversias en la an-
tigua filosofía, sin que la ciencia baya podido resolverla, ni
reportar beneficio alguno.
Los antiguos filósofos por fin, confundían con frecuencia,
el cielo, el éter, el alma del mundo &c. Para ellos era un
principio sin fin,—un espírftu puro,—una materia sutil, el
alma del mundo principio único; un fuego dotado de inte-
ligencia &c. Era el principio del bien, asi como la materia
lo era del mal.—^Platon, al hablar del alma del mundo, da
á entender, que creía en una existencia eterna en el Caos,
especie de fuerza vital, alma grosera que agitaba la mate-
ria y difería de ella; por lo tanto, el alma del mundo se
componía de la esencia divina, de la materia, y del princi-
pio vicioso unidos de todo tiempo á la misma materia; esto
es, una parte de naturaleza divina y otra de cierta cusa dis-
• ' 3 0
— 224 —
tinta de Dios y asociada á la materia. De donde dimana la
admisión de un principio eterno del bien y otro del mal. Su- •
pónese igualmente, que Platón admitía el movimiento de-
sordenado del Caos, no procedente de un alma particular,
pero sí adérente á la materia.
Aristóteles, que escribió después de la mayor parte de •
los filósofos citados, porque es prpciso recordar que esta clase
de estudio, formaba parte de la filosofía, reconocía el Caos,
é igualmente los cuatro elementos en la composición de los
cuerpos, en los que se resolvían los citados elementos como
cuerpos simples, que no pueden dividirse en cuerpos de otra
naturaleza; pero sí engendrarse mutuamente, y cambiarse
unos en otros, sin poder fijar el número en que entran en
la composición. Les concedía un movimiento propio, por el
cual la tierra baja, y el aire sube &c. La tierra tiene peso
positivo y carece de mezcla; el fuego ligereza positiva; el
agua y aire tienen mezcla y peso coa ligereza relativa. El
aire pierde su peso en el agua, y esta en la tierra. Los cua-
tro elementos tienen propiedades como: sequedad, humedad,
frialdad, calor &c. las dos primeras pasivas, las segundas ac-
tivas. Cada elemento tiene dos; la tierra, frialdad y seque-
dad; el agua, frialdad y humedad; el aire calor y humedad,
y el fuego, calor y sequedad. Estas propiedades son otros
tantos agentes de la naturaleza para producir sus efectos-
Guando se destruye la propiedad de un elemento, se cambia
en otro; por ejemplo, si al que se le despoja de la frialdad
se le dá calor, será cálido y hu4nedo, y s«rá como el aire,
cuando sube por la ebullición; y si al estar en lo alto, reco-
bra la frialdad, caerá en forma de lluvia. La pérdida de la
frialdad de la tierra, la hace convertir en fuego, la de la
sequedad en agua &c. Los restantes elementos sufren pare-
cidos cambios, aunque mas difícilmente. El elemento domi-
nante se conoce por el peso; y de la naturaleza elemental,
se derivan las propiedades físicas de peso, blandura, flexi-
bilidad &c.
Tales eran en resumen las principales doctrinas cosmo-
~ 225 —
gónicas griegas, y aun cuando hayan dominado las de Aris-
tóteles casi liasta nuestros días, los romanos adoptaron tal
vez otras de las citadas, porque no era aquel el que mas do-
minaba en las escuelas de la reina del Universo, ni eran sus
hijos muy aficionados á esta clase de estudios. La filosofía
romana está representada en el poema de Lucrecios De re-
rtcm natura; discípulo aventajado de Eplcuro, que combatió
á Erapedücles y A su sucesor Anaxágoras, y celebró á su
maestro. Sentó principios notables como son los siguientes.
—La materia es eterna y nace de los átomos, los que po-
seen una fuerza que los impulsa y dirije.—Nada nace de
nada, sino de un germen primitivo —La naturaleza no acaba
ó destruye nada, solo disuelvo los elementos de cada cuerpo.
—Los elementos no se destruyen, y solo vuelven á sí mis-
mos; la destrucción solo es sensible en un cuerpo herido por
una fuerza.—Si lo que desaparece de nuestra vista se destru-
yese por completo, la naturaleza no tendría donde ir á bus-
car sus materiales.—Nada acaba, porque la destrucción no
es mas que la disolución de los elementos, pues los cuerpos
cuando faltan de nuestros .sentidos, dan nacimiento á otros
con sus despojos: la muerte de unos, es la vida de otros.—
En el mando hay vacío, porque sin él los cuerpos no se mo-
verían ni agitarían.—Lo que no es vacío ni materia, es pro-
piedad ó accidente: las propiedades son las que acaban con
el individuo.—Los cuerpos ó son eUmentos de la naturaleza,
ó compuestos resultantes de ellos; los seres sensibles, están
formados de átomos insensibles.—^Los elementos del gran todo,
son dos pero eternos.—Los cuerpos se destruyen, mas la ma-
teria subsiste eternamente por su solidez, y si careciese de
esta propiedad, el mundo hubiera acabado como término de
toda disolución, y principio de toda reproducción.—Los ele-
mentos son simples y sólidos, y de su mayor ó menor unión
resulta la dureza y resistencia.—Los elementos son inumu-
tables como las especies, y ellos forman los átomos.—La na-
turaleza divide los seres en partes estremas para que puedan
formarse otros.—Los elementos son heterogéneos, y los cua-
— 226 —
tro conocidos se componen á su vez de otroá elementos, por-
que esperimentan cambios; los elementos sólidos de la natu-
raleza se mueven eternamente al abrigo de toda destrucción.
Los principios de la naturaleza, después de repetidas combi-
naciones han llegado á formar los cuerpos celestes.—Varios
cuerpos S3 deshacen por continuas emanaciones, y los elemen- •
tos cuando abandonan un cuerpo pasan á formar otro.—Cada
especie se mantiene por un número infinito de elementos de-
bidos á elementos diversos.—La muerte del cuerpo no afecta
ék los elementos diversos, se limita h romper los tejidos, para
formar nuevas reuniones, cambiando de color, de figura &c-
—Nada cae en el abismo, las actuales generaciones, son los
gérmenes de las venideras.—Cada ser dará su parte á la re-
producción de la naturaleza.—Solo tenemos el usufructo de
la vida y no la propiedad í c . Principios generales, que
en su mayoría concuerdan con lo que admite la ciencia mo-
derna al tratar de la materia y vida do los cuerpos.
Terminaré recordando, que por universo se entendía el
todo inmenso; la naturaleza de las cosas, la suma total; &c.
£1 gran todo, la naturaleza, la reunión de los seres, no es
igual al mundo, al qué Epícuro consideraba, mas limitado y
comprendía cielo, astros y tierra; porque el Universo y gran
todo, según otros, comprendía otra colección ó sistema de
igual naturaleza mas allá de nuestro mundo. Con todo, al-
gunos lo hacían sinónimo y considerándolo como indestruc-
tible diciendo: que de nada, en nada puede convertirse, aun-
que no faltase quien creyese, que de nada algo se habia he-
cho, especialmente si el mundo tuvo principio y Creador. (*)
Este era el rico caudal de conocimientos con que Lulio
contaba al escribir su famoso libro del CaAos, cuyas doctri-
nas repite mas ó menos veces en diferentes tratados según
su costumbre^ riqueza que encubre una verdadera miseria, y

(*) Pitágoras, foé el primero que denominó Cosmos al Universo, del


griego Kostnot, qae significa orden, ornato, itcrmosura, gloria etc. por la
iMlleza j orden de los elementos y astros etc.
— 227 —
es prueba que pone de manifiesto el orgullo humano, que pre-
tende arrancar del Altísimo los misterios de sus inimitables
obras, y demuestra ademas su ignorancia, porque con fre-
cuencia estas doctrinas son tan confusas, contradictorias y dis-
paratadas, que mas de una vez sus mismos autores no debie-
ron entenderlas, sosteniéndolas tan solo como delirios ó afec-
tación de pura vanidad. Sus contemporáneos al escribir so-
bre el Caos, no fueron tan difusos, porque se oponía á ello
la religión, y porque en parte, lo mismo que los árabes, co-
piaron las teorías de Aristóteles que son mas reducidas y ra-
cionales, modificándolas y armonizándolas con los principios
teologico-cosmogóniccs del Génesis, adoptando empero la sutil
y obscura metafísica del escolasticismo.
Los escritores cristianos pues, reconocían el Caos, como
una entidad, por decir así, dependiente de Dios, criada por
él y de la cual se sirvió para la formación del Universo;.
Caos que hasta cierto punto, continuaba subsistiendo. Era
por consiguiente un gran cuerpo, fuera del cual nada había,
que contenia los principioa de las cosas ó sea los elementos
creados juntamente, y formando con su particular mixtión
una verdadera confusión, aunque no se consideraban como
verdaderos cuerpos por carecer de laa tres dimensiones geo"
métricas. Aunque, los elementos por medio de la.y.uzugia ó
verdadera conjugación, mezclasen sus partículas materiales,
moviéndose circularmente, no por eso sus calidades especia-
les como son el cs'ilido y frió, el húmedo y Beco, se confun-
dían, antes por el contrario, se rechazaban mutuamente, has-
ta que llegaron & separarse mediante la voluntad de Dios,
quien llevando el cálido y seco, y el cálido y húmedo á las
altas regiones, formó el aire y el fuego material; ]¡ preci-
pitando á lo bajo el frío y seco, y el frío y húmedo, pro-
dujo el agua y el cuerpo voluminoso que habitamos llama-
do tierra. En cuanto al resto de la creación, siguiendo á
Moyses, prescindían de las teorías griegas, y esplicaban sen-
cillamente la aparición de las cosas por la voluntad de Dios
&c. admitiendo la forma y la primera materia, que suponían
, — 228 —
residir en el. Caos, y creada por Dios. Materia que se reco-
nocía por raciocinio, analogía y semejanza, como el que ve
una estatua de bronce, conoce que este metal, es la primera
materia de la figura. Dicha materia, era igualmente el prin-
cipio de toda trasmutación, una en todo, perpetua é infor-
me, acto por si, pero no formal, y terminando por forma,
revistiendo la figura esférica y situada en el cóncavo de la
luna &c. Seguidamente, preguntaban algunos, en que estación
coincidió la formación del Universo, especialmente la tierra.
No todos opinaban igualmente, quien suponia el invierno,
quien el verano con arreglo á la generación y fructificación
de las plantas y animales, apoyándose en razones que raya-
ban en las variedades que en esto observa la naturaleza. Y
es, que tanto en este, como en otros puntos importantes, ra-
zonaban los filósofos, solo con presencia de lo que veian mas
de bulto á su alrededor.
Aun cuando Lulio, según he dicho, dedicase un libro es-
pecial á esta materia, sino en el todo, en las mas de sus
partes, la menciona y repite hasta la saciedad en varios de
sus muchos tratados, sin añadirles jamás un nuevo pensa-
miento. El contenido pues de aquel celebrado libro, y el de
las repeticiones, servirán de base para el examen mas ó me-
nos minucioso segiin las materias, que presentaré á continua-
ción, y cuya base es por un lado la filosofía griega, y por
otro 1» teología] metafísica á que de continuo apelaba para
esplicar sus pensamientos.
El Caños ó Hile, según Lulio, es el primer cuerpo exis-
tente, principio de todas las cosas ó elementos generales y
corruptibles; y está constituido por la primera forma y la pri-
mera mgteria. Es la confusa mezcla elemental-, formando un
cuerpo redondo y esférico, construido de partes redondas, si-
tuado en el cóncavo de la luna, pero llegando hasta la tierra,
porque no puede existir vacío, siendo al propio tiempo He-
no y vacío. Es inmovible por la confusión que en él se en-
cuentra, y porque sus partes son continuas y unas se con-
tienen en otros. Aunque no se vé, se comprende, porque hay
— 229 —
una especie de visibilidad de las partes discretas, COIDO el
aire, que los ojos lo apercibea por el tftcto sin verlo. La con-
fusión del Caos, nace dé la falta de distinción, porque con-
fuso es igual á indistinto. La distinción es á la vez de la
claridad. Por eso en los misterios de la Trinidad, que todos
debemos creer, se desprende que del Ser de Dios y del Ser
del hombre todo junto, no resulta mas que una persona di-
vina ó el Hijo; como el hombre que es uno de cuerpo y alma,
esto es: corpóreo y espiritual. El todo universal y el todo
esencial de las criaturas es una misma cosa, (que es una llave
del Caos), como que es un término distinto, por el cual no
puede admitirse la confusión del Caos.
Dios creó el Orbe, y Dios es la primera causa, y por eso
no puede ser dos; las demás cosas pueden ser ó sen segun-
das. El Orbe es igual al Universo por la unidad, y su mejor
causa lo bueno criado por lo bueno. Dios concedió á la cria-
tura su semejanza, según propia capacidad de cada cual, y
por eso manifiesta la bondad, poder, magnitud, con diferencia,
concordancia, contrariedad &c. Siendo Dios uno en esencia
y trino en persona, de cada uno de estos principios se de-
duce una semejanza que es el tivo, lile y are 6 sea princi-
pios activo, pasivo y conectivo; distintos en realidad y lla-
mados por los teólogos, forma, materia y unión; tres cosas
que forman la naturaleza de un compuesto. Estos correlati-
vos como así se llaman, porque todo Ser está compuesto de
los tivos ó razones activas, como formas; de los hiles ó ra-
zones pasivas como materia; y de los ares ó razones y acto
conectivo ó sea la unión, corresponden á cada esencia ya
simple ya compuesta, pues cada una debe ser cumplida y
perfecta por su razón activa, pasiva y acto propio. Dios como
sumamente activo, al formar las criaturas, hizo activas to-
das sus perfecciones, tanto simples esencias como el total de
cada una respectiva; no le correspondía hacerlas ociosas ó
estériles, y comunicándoles la semejanza de su bondad, gran,
deza, &c., no debia dejar de concederles la semejanza de su
infinita actualidad. Así es, que por ser activa la bondad, es bo*
- r 230 —
nificativa, magnificativa &c. y como no hay activa sin pa-
siva, al bonificativo y magnificativo le corresponde magni-
ficable, bonificable &c. Estos correlativos son y corresponden
á cada esencia, ya simple, ya compuesta, como que cada una
debe ser cumplida y perfecta, por su razón activa, pasiva y
acto propio. No solo son extrínsecos y sirven para ser un acto
activo y papivo, sino que también son inírínsecos y convie-
nen á cada uno intrínsecamente; de modo que cada activo
dentro de la misma esencia á que conviene, es activo en or-
den á su propio co-esenoial pasivo, porque perteneciendo el
activo, pasivo y acto al cumplimiento y perfección de la esen-
cia, y siend'j la perfección y complemento, esencialmente in-
trínseco de esencia, mucho mayor que el accidental y extrín-
seco, deben convenir intima y esencialmente dichos correla-
tivos á su esencia.
En la confusión sustancial y accidental del Caos, están
sembradas sus partes, dispuestas para ser formadas en los in-
dividuos, existiendo actualmente debajo de sus especies, como
el hombre que tiene cuerpo individual, y así el león &c.; y
en cada una de ellas, liay la cantidad discreta y calidad de-
terminada, y por eso los cuerpos individuales elementados
tienen poros ó aberturas, donde hay pelos y hojas como en
los animales y vegetales, por los cuales entra y sale el Caos,
como la claridad por el vidrio y el agua por loe agujeros; y
de este Caos viven y duran los elementados; pero la planta
por ejemplo, aunque formada por los elementos, no es de los
elementos.
La primera materia, es el agregado de muchas materias
como grandificahilidad, jjonderificaUlidad, bonijicaiilidad
&c. Está criada de la nada, y de ella se hacen todas las co-
sas, con propiedad de recibirla diversos animales y vegeta-
les, en géneros y especies, sin cesar ni menguar, quedando
siempre la misma en cantidad. Tiene dos contrarios, la forma
y la privación de la forma, porque la materia de un indivi-
duo recibe forma y privación de forma, y mutación de una
forma en otra, que viene de privación. Es de dos modos sen-
- 231 —
saal é íatelestual; la primera se entiende conjunta con la
ferina, la segunda sin la forma. Aquella se comprende por
loa cinco sentidos corporales; esta por los espirituales. La pri-
mera materia es para recibir la composición y disolución eu
individuos compuestos, para que con ella se generen vege-
tales y animales, y, con ella corromperlos y disolverlos. Es
cosa en todos los individuos de distinta forma, la que no
puede ser sin materia. Ambas son invisibles, cuando no se
unen. La materia contiene en si todas las formas, y ee altera
por razón de la generación y corrupción. Cuando la forma
y la materia se desagregan, desaparece el individuo que de
ellas se componia, pero la materia ni crece ni mengua, por-
que Dios la tiene y conserva en la cantidad que fué criada.
Solo crece y mengua en los individuos creados; cuando ca-
rece de forma no la aperciben los sentidos; porque le falta
el cuerpo. Todo procede de una materia mas no de una for-
ma. Se divide en vegetal y animal, y en géneros y especies.
Al tratar Lulio de la primera materia, unas veces la con-
sidera como dividida en los cuatro elementos vulgares, otras
en cinco partes, de las que cuatro corresponden á los mencio-
nados elementos, y la otra alfirmamento,suponiéndola mas
sutil, lúcida, noble y pulcra, qué hasta cierto punto encier.
ra á las demás, por cuya razón, el firmamento es incorrup-
tible, mas puro &c. Es poi' consiguiente, la quinta esencia
de otrosfilósofos,de mayor simplicidad que los elementos. El
firmamento á BU vez, se compone de materia y forma de ella,
y es de esencia superior. La materia en general la divide
en tres cuerpos; leve como fuego y aire; ponderosa como
tierra y agua; y leve y ponderosa á la vez, como el firma-
mento que contiene los cuerpos celestes mas veloces y dig-
nos que los demás.
Como según el mismo Lulio, los elementos no tienen can-
tidad, ni verdadera calidad, resulta que los principios acti-
vos, pasivos y conectivos equivalen al tivo, Míe y are, de
los cuales nacen los elementos simples que son la inneidad,
acueidad, neñdad y terrereidad, con su propia íorma, ma-
31
— 232 —
teria y acto sustancial, como el ifftiiíwo y el ignificahle,
aeritivo y aerijicable &s., y así de los demás, porque si el
fuego no luce y arde en sí mismo, no pu§de lucir ni arder
en los demás; y como los cuatro son partes esenciales del
compuesto, por eso en su simplicidad son sustancias incor-
póreas incompletas, á las que Dios comunicó el movimiento
propio, como lo dio al Orbe ó al Universo, en cuyo movi-
miento y apetito pueden moverse dentro y fuera de sí, regu-
lados empero, por la Inteliffencia, que son los ángeles en-
cargados por Dios del gobierno de los Orbes «eleste y ele-
mental.
Obrando la propia forma en su propia materia, viene la
primera simplísima mixtión, y obrando de afuera las formas
elementadas, cada una en las materias de los otros, se sigue
la segunda mixlion, manteniéndose así los grados genéricos
en la primera, y los específicos en la segunda ó sean; pri-
mero y segundo del Caos, que tuvieron Ser por creación, y
por lo mismo no son corruptibles, pero si aniquilables por
el poder divino; De las cuatro formas simples, resulta la pri-
mera forma universal, y de las cuatro materias, la materia
primera ó universal, que con su mixtión compone todos los
«ntes elementados, y como el movimiento no cesa, lo mismo
la mixtión, porque si parase dejaría de ser, y de aquí la
cuarta mixtión en los elementos, puestos en actualidad de
comptcestos, y en los elementados, que con su digestión, los
componen; y compuestos se alteran hasta llegar ¿ una total
corrupción y simultánea ó consultiva generación de otro su-
puesto, ó tercer grado del Caos.
Lulio, llama género real al punto potencial, en él se reú-
nen la 'cegetativa y sensitiva para la animalidad; y especie
real, es el punto potencial que regirá al cuerpo y alma, cuan-
do Dios los vuelva A vivificar unidos; si bien en el hombre
solo se pierde lo numérico, no lo esencial, reservando su es-
pecie y genérico, para resucitar en el juicio final, Y así
como ahora para los nacidos, se conservan en el grado ge-
nérico del Caos, las semillas causales ó cinco universales de
— 233 —
género, especie, diferencia, propiedad y accidente, con los
diez predicamentos de sustancia, cantidad, relación, calidad,
acción, pasión, tiempo, lugar, sitio y hábito, que todo está
en la potencia activa y pasiva de la materia, ó forma uni-
versal del Caos, que mediante con lo que ha de ser padre,
por generación de este tercer grado, llegará con el auxilio
divino ó influjo del Orbe á la actualidad y concepccion, del
mismo modo cuando muere, todo lo qué teniiEi en actualidad,
vuelve á la potencialidad y hábito del primer grado <5 forma
y materia universal donde estaba fijada por Dios.—IJBS se-
millas causales ó ranones seminales, están en la potencia del
primer grado ó confusión elemental, ó sean los átomos, se-
gún varios PP. de la Iglesia, porque dicen que Dios los sem-
bró para las cosas, según las cuales provienen de otras. Las
causas seminales existen en el Caos ó confusión elemental,
en potencia activa y pasiva como origen de los mixtos. Las
razones seminales se ocultan en los elementos del mundo, y
sin preexistir antes de la generación, tienen virtud activa y
pasiva en la potencia de los elementos, para que de ellos
y por determinados modos y: medios, nazcan determinados
efectos y no cualquiera cosa de otra.
Esencia del Caos.—La componen la inneidad, aeridad,
acueidad, y terreidad, cada una en forma propia^ materia
y simple unión: v. g. la forma de la inneidad QB el igiíiji-
eativo, la materia el ignificahle, la unión el ignificar, y el
propio ignificativo el constituido ó cuerpo físico y simple.
En la esencia del fuego, toda la forma está en la materia,
y esta en aquella, penetrándose; y así de los demás elemen-
tos, de donde se desprende el tino, lile y are, antes espli-
cados. Estas materias obran fuera de si y no por si solas en
las materias de los demás elementos: p. e. el fuego por su
ignificativo obra y se penetra en el aerificable, y obrando
de este modo los otros elementos que en rigor forman sutil-
mente el Caos.
Ser del Caos.—Difiere de la esencia, porque de las for-
mas esenciales resulta una forma común universal; y de las
— 234 —
cuatro materia?, la eomun que se llama ser ó primera ma-
teria, p. e. del ignificativo, terrificativo &c. resulta una mul-
tiplicación de formas comunes, que se puede llamar univer-
sal. Igualmente del ignificable y demás, resulta, se une y
multiplica otra materia común llamada materia primera. De
esta forma y materia, nace un ente, un supuesto denominado
Caoa ó sea el sujeto universal, en quien tienen ser poten-
cial todos los entes naturales y corpóreos, del cual la reci-
ben como causa material bajo todo el círculo de la luna.
Este sujeto es común porque contiene realmente los cinco
universales ó predicables, y los diea predicamentos, con to-
das las semillas causales, sin ser realidades que se sobrepon-
gan á la esencia del Caos, y contienen todo lo corpóreo cria-
do, según se puede hacer de él por diversas trasmutaciones,
conforme lo creó el Omnipotente. Lo que equivale á decir
que nada se pone sobre la esencia del Caos, pero si se dicen
creadas en él, porque de él todo se puede hacer por suce-
sivos cambios.
Mementos.—Son cuerpos simples que se compoiwn en un
tercero que es de ellos. Son cuatro potencias ó formas, con
las cuales el Caos es influido por sus cuatro esencias, esto
es: la inneidad, aeridad &c., porque el fuego tiene su linea
propia ó punto procedente del Caos, en todas las especies que
en el dicho Caos son de naturaleza de igneidad, aeridad &c.t
y asi de los demás elementos. El fuego tiene en si forma y
materia que son de su misma esencia, y apetece ser un mismo
supuesto, para que no haya esencias estrañas entre su pro-
pia forma y matsria. Todo elemento simple apetece, porque
las cuatro predictas esencias del Caos, creadas juntamente,
aunque confusa y sutilmente mezcladas y agregadas por causa
de su gran concordancia, obtenida apesar de la contrarie-
dad; y como todo huye de su contrario, de aquí que todo
creado simple, desea ser cuerpo simple y separarse de los de-
mas; por eso el fuego encontrando esta concordancia, igui-
fica á los demás elementos, imitándole estos, con lo que se
comprende la generación y la corrupción.
-^ 235—
Los elementos son cuatro para que haya diferencia en
concordancia y contrariedad, como la diferencia que hay en-
tre el fuego y el aire, que están en concordancia de calor,
porque uno y otro son de complexión cálida, y basta esté en
la contrariedad de agua y fuego, en cuanto el fuego es cá-
lido y el agua fría. La tierra está en concordancia de se-
quedad entre fuego y tierra, y en contrariedad de tierra y
aire, porque lo seco y húmedo son contrarios. No pueden ser
ni mas ni menos de cuatro, porque estando sujetos á la ge-
neración y corrupción, han de tener los principios concor-
dantes y contrarios, porque sin concordar aquellos, no puede
llegar á ser lo que se engendra, y sin contrariar no puede
haber corrupción, porque el Ser que componen, lo mantie-
nen á proporción de lo que concuerdan. La concordancia y
contrariedad, no pueden existir si son mas 6 menos, porque
suponiendo que entre dos solos, no puede haber concordan-
cia y contrariedad juntamente, no bastan tres &c. y si fue-
sen cinco ó mas, la concordancia lo mismo que la contra-
riedad, no pudiera ser exacta é igual, &c. pues el cinco 6
el seis debiera concordar 6 contrariar con uno ú otro de los
cuatro primeros.
Por el número cuatro están dispuestos á ser figurados en
los elámentados en la figura cuadrangular, triangular y cir-
cular. Las cuales tres figuras deben situarse entre lo§ ele-
mentados: la cuadrangular porque consta de los cuatro ele-
mentos y se hacen linea recta del fuego al aire por consi-
deración del calor; y del aire al agua por concordancia de
humedad; y del agua á la tierra por la sequedad; y de las
cuatro líneas y concordancias, resulta en los elementados
el cuadrángulo natural; por el cual son anchos y estensos.
La figura circular, en cuanto unos elementos entran en
otros, como el fuego en el aire dando calor, que no puede
ser propio sujeto que es el fuego, y el aire en el agua con
su humedad; y el agua en la tierra dándole frialdad; y la
tierra en el fuego dándole sequedad; y de aquí consta el
que algunos elementados sean redondos como la cabeza ha-
— 236 —
mana, la calabaza, la manzana &c. La figura triangular por
la línea que sale del fuego al aire, y del fuego i la tierra,
y de la tierra al aire; triángulo compuesto de dos líneas con-
cordantes y una contraria; y lo mismo del triángulo del aire,
del fuego, agua &c. y son cuatro triángulos y cumplen el
cuadrángulo, y el cuadrado que cumple el círculo. De lo que
se desprende la falta de vacio &c.
Del elemental cuadrángulo, salen doce triángulos: uno por
concordancia y contrariedad de fuego, tierra y aire; de fuego
y tierra que coneuerdan por sequedad. De fuego, aire y agua
por concordancia de calididad y humedad, y por contrarie-
dad de calor y frió; otro de fuego, agua y tierra por con-
cordancia y contrariedad de sequedad calor y frió &c. Todo
elemento tiene tres triángulos como el fuego. Si fuesen mas
6 menos los triángulos, no pudieran ser naturales y salir del
cuadrángulo natural. Sin el triángulo natural y corporal,
no pudiera ser el cuadrángulo lleno y natural y corporal cua-
drángulo. Y de este y del triángulo, nace el círculo Upno y
natural. Cada elemento tiene su esfera ó lugar, porque ei
lugar es mas lleno de simples y compuestos, que de simples,
entran y existen unos elementos en otros y si algunos ele-
mentos no estuviesen en la esfera del fuego, no hubiera trián-
gulos llenos, ni concordancia, ni contrariedad, movimiento y
otros principios generales.
Si los elementos simples, no estuviesen esencialmente en
los elementos compuestos, ningún elementado compuesto es-
tarla lleno de triángulos llenos y corporales. Si la tierra y
lo mismo el aire y el agua, no estuviesen sobre la esfera del
fuego, no subirían á la misma para recibir influencias de los
cuerpos celestes. Si la esfera del agua estuviese llena de agua
simple y ocupase un lugar entre otros elementos, el fuego
superior, no podría descender inferiormente, ni este que es
inferior, pudiera ascender superiormente, y en el fuego se
perderla el movimiento, apetito y levedad. Si el elemento
simple fuese corruptible, perdiera sus propias calidades, y los
accidentes fueran propiedades sin propios sujetos, y se sus-
— 237 —
tentaran en si mismos. Si alguna parte de simple aire se con-
virtiese en simple fuego, alguna parte de humedad se con-
virtiria en calor y sequedad. Si el fuego se convirtiese en
agua en su esfera, en ella estarla la vegetación.
Una de las doctrinas que mas placen á Lulio, y sobre la
cual funda á su vez, continuas y exageradas teorías, repi-
tiéndolas sin cesar hasta la saciedad, es la de los cuatro ele-
mentos, dándole una ostensión á la que nunca llegaron los
griegos BUS creadores, y los árahes sus imitadores. Según
antes se dijo, al mencionarlos, añade de vez en cuando, un
quinto principio que corresponde al Éter de los antiguos,
y al que considera de mayor simplicidad que los verdaderos
elementos. Opinión que fué dilucidada por sus antecesores
y contemporáneos, admitiéndolo como un verdadero elemento
mas puro, y denominándolo quinta esencia, como Duns-Scott,
S. Alberto &c.; y suponiéndolo V. de Beauvais como un va-
por mixto entre agua y aire; mas sutil que la primera y
mas craso que el segundo &c. Resulta pues, que ni aun la
admisión del quinto elemento, ni su nombre de quinta esen-
cia, corresponden á Lulio, como falsamente aseguran los
que no conocen la antigua historia cientifiea.
Veamos ahora en corroboración de lo antedicho, varios
pensamientos lulianos sobre los elementos en general y par-
ticular:
Los cuatro elementos, no pueden ser mas de cuatro, por-
que así lo dispuso Dios que es el fundamento de la, medi-
cina, y porque no son mas que cuatro las estaciones.—Fue-
ron creados para significar la glorificación de los cuerpos glo-
rificados, que después del juicio permanecerán en la gloria.
—Fueron criados de la materia, y unos mas gruesos que otros,
ó mas leves ó graves según su calidad, de donde resulta la
lluvia, la nieve, el viento &c. según su levedad ó pondero-
sidad.—Concuerdan mejor entre sí en los metales que en los
demás cuerpos, y se unen en mayor concordancia y tienen
menor corrupción en ellos, y los engendran, porque no nacen
de sí; su generación es mas fuerte y dan significación de la
— 238 —
eterna generación que os en Dios, la que es de Dios padre
en Dios hijo, donde no hay mas medio que Dios.—Como
parte del Universo, forman las cuatro masas que constitujen
el cuerpo sub-lunar, y así mismo 6on partes en loa elemen-
tados y mixtos, y en la elementativa, y en todos los indi-
viduos corpóreos informando ó padeciendo.—Existen virtual
y formalmente en todo mixto, porque donde hay generación
hay corrupción, y para ellas son necesarias las cuatro cali-
dades de cálido y húmedo para la primera, y de frío y seco
para la segundo, y como en todo mixto hay ambas propie-
dades se requieren dichas calidades.—Las masas elementales
se conocen p. e. en el fuego la llama del carbón, y es el
que hay en la piedra de chispa y en el eslabón; en el aire,
el que respiramos, y estamos sintiendo por el olor, ó por el
viento que es aire movido; en el agua, por el mar, rios,
fuentes, lluvias, y rocíos apercibiéndose por el calor, frió,
sabor, oler y oir; en la tierra, por la que habitamos con pie-
dras, metales &c. que son tierra congelada y desecada de la
que se derivan todos los elementados individuados.—Cada
uno de por sí, tiene su acción sobre otro, como el fuego que
por ser simple es ignificativo, y los demás son ignificables
en las masas y en los elementados de la especie. Suben y
bajan y están unos en otros, y sino pudiesen participar de la
calidad de unos y otros no hubiera mixtión. Sus esferas per-
manecen quietas, como la del fuego centro de él; pero este,
baja para engendrar los elementados y poder recibir la in-
fluencia de la luna y planetas, con lo que se conserva el mo-
vimiento de los elementos.—Han de estar subordinados al
cielo, esto es, los mas inferiores se han de sujetar á los otros
por el lugar y destino; estando equilibrados por Dios en su
fuerza, y requiriendo causa que los mueva, con lo que pro-
ducen la mudanza de estaciones &c.—Cada uno tiene forma
propia (sustancial que no es primera calidad, y tiene dos,
una| primera en sumo grado; y otra segunda en menos gra-
do. La primera es propia como el calor del fuego; la segun-
da apropiada, como la sequedad. El calor junta las cosas ho-
— 239 —
mogénoas como la teja, cera y metal; la frialdad las cosas
indiferentes, como el agua y paja cuando se congela.
La esencia activa y pasiva de los elementos, es un agre-
gado d» bondad, grandeza sustancial y accidental, como el
fuego de su fueguetividad (ó ignidad) y calentimdad, y de-
mas, según sus calidades propias y apropiadas, por la razón
de que no puede calentar sino es seco, ni el aire humedecer
Bino es cálido; lo que se ejecuta en los elementados, porque
en ellos la forma del fuego no calienta sino deseca, ni su
materia puede ser calentada sino desecada; y no habiendo
en los elementados mas que un calor propio del fuego, hu-
medad del aire, frialdad del agua, y sequedad de la tierra,
80 desprende que todos los elementos mixtos son agentes y
pacientes reciprocamente, llenando lo sub-luoar. Y estas cua-
tro materias, son las que según se dijo constituyen la ma-
teria universal pripiera. y la forma universal de que resulta
la elementativa.
Los elementos son materia y forma primeras, respeto de
los elementados y no de los principios simples, que son pri-
mero que los mixtos, porque sino la materia no fuera capaz
de generación y corrupción. (Esta materia primera es la de
Aristóteles y puesta por Lulio en el tercer grado.)—Lo cons-.
tituido de primera materia, no lo está de los elementos; y
tiene forma universal y es como la forma de los cuatro ele-
mentos; pero no es lo mismo la materia que los elementos,
en cuanto á su forma divisim; pero en cuanto ó, la materia es
falso mixíim.—Los elementos no están formalmente en los
elementados, porque están sustancialmente como principios
por recta proporción y concordancia, para un fin que es la
sustancia elementada, y por esto la sustancia se produce de
la sustancia, existiendo la misma de parte del principio, con
la misma naturaleza de que procede.—El elemento fué primi-
tivo al ser creado, sin deducirse de otro elemento que le proce-
diese, p. e. el agua no vino de otra agua.—Esto según la pri-
mera especie D. y 5.* regla de uno de sus tratados filosóficos;
por la segunda especie, eVelemento agua p. e, fué material-
32
—m—
mente, cuando fué constituido de la materia y forma univer-
sal, esto es, de BUS tivos, Hlies yares &c. Por la tercera especie,
el elemento a^ftea e?, posesivamente ctiando está sujeto á otros
elementos padeciendo el calor, humedad, sequedad; y cuando
obedeciendo al holubre, le contribuye con los frutos ocultos
en su seno y le da camino para su comercio; y cuando or-
denadamente sube hacia arriba contra su naturaleza, para
la conservación del Universo, y por último, cuando Dios dis-
pone de ella, como criatura suya.—De los mixtos de los ele-
mentos resulta un individuo distinto de ellos, como el pan
de harina y agua, no es agua ni harina &c.—Los elemen-
tos antes de entrar en composición, estaban colocados pri-
mero el fuego y luego aire, agua y tierra:—el elemento ó
cuerpo solo elementado, es, y no vive como la piedra:—el ele-
mentado ó cuerpo solo elementado y vegetado es, y vive co-
mo el .árbol &c.; el elemento ó cuerpo elementado, vegetado
y sensado, es, y vive como el gusano; el elementado, vege-
tado, sensado é imaginado ó con raciocionio é imaginación
esi ,y tiene Ser corpóreo, con vegetación, sensación, iniagi-
nación y fjtciociñio como el hombre, ser cumplido y perfecto,
racional y espiritual ó microcosmos de los griegos.'Verifi-
cándose la verdadera unión ó la hipostálica en el hijo de
Dios que reúne lo humario y divino.
La elementaüva es un ente natural ó potencia en los ele-
mentados, por la cual, los elementos entran en | u composi-
ción, y existen para obrar en los elementados que de ella se
componen. La constituyen pues, los elementados de los cua-
, tro elementos simples y sus élehíentables; y los elementos se
compohéü en'ella para que sean visibles, no siéndolo ningún
simple, esto ea en las cuatro masas, de las que nos aperci-
bimos, como el fuego que vemos, el aire que sentimos, el
agua que tocamos y la tierra que pisamos, porque «1 ele-
mentado simple, consiste en su forma especifica, y en la ca-
lidad propia que emana de ella, como el fuego en sú cale-
factivo ó ignificativo; y así mezclados los elementos resulta
la elementativa, y ellos quedan en ella, y ella viene á ser
— 341 —
el medio entre lo3 elementos aimpl^s y los elementados, y
en estoa existe el flujo y reflujo &c. Por eso la elementativa
contiene las Galidades de los cuatro elementoá, y no es visi-
ble ni sensible, pero si inteligible.
Esferas del Ows.—Son cuatro, y son el lugar propio que
apetece cada elemento, como el fuego arriba y la tierra aba-
jo. El Caos es un ente redondo, lleno y estenso por sus cua-
tro esferas circulares que una contiene á otra. Por eso la tier-
ra está ceñida ó rodeada por ^1 aguii, esta, á su vez por el
aire y este por el fuego, al que se le apropia la esfera su-
perior de las cuatro, por lo que aparece ser cuerpo simple,
no por estar allí solo, sino por obrar con mas virtud que loa
demás que se le mezclan, lo que no alcanza, porque mas ó
menos difusas ó estensas, se mezclan las demás esencias de
las esferas por todo el Caos, no pudiendo separarse,de loa
otros para ser cuerpo.simple sin su tpixtion.—Cada elemerito
se mueve hacia su lugar especifico, el fuego como veloz sube
d lo alto, el aire que lo es menos viene después, seguida-
mente el agua como mas pesada, y por último, la tierra como
de mayor peso bácia lo mas inferior, y forma el centro des-
pués del agua.—El fuego como ligero y veloz,,es ¿Wjs^wo
en la forma y dispersMe en la materia; el eg^ta" s» Cf^tra-
rio ea restrictiva y resirinffiMe; oí tkiTQ impelitiva ó impulr
sivo; su contrarióla tierra evacuativo y evacuaMe.—El fuego
como ignificativo en su región, ignifica ú igniJimUe de su
esencia, por ser un simple supuesto ó cuerpo, y coiifo no lo
pue4e eer por la mixtión do los otros cuerpos, ignifica las
esferas. Ningún elemento pues, ni en. sí, ni fueya de sí, pue-
de lograr el complemento de su perfección, porque las Qmja--
cias del Caos, siendo activas y pasivas en sí; y formando
en los otros elementos juntos, un cuerpo confuso y difuso por
toda lá concavidad de la luna que es el v-erdadero Caos. En
cuanto ó. los elementos en general, aunque confusamente meiZ?
ciados en las cuatro esferas y en cualquier parte de ella,
obran con mas fuerza en la propia que en la agena, como
el alma que repartida por todo el cuerpo, es mas fuerte eu
— 242 —
la cabeza, y por la misma' razón el agua puede mas en el
mar r^ue en el aire.
Corporeidad del Vaos. —Se reduce & la' eseniiia de los ele-
mentos que le dan Ser de cuerpo^ La esencia elemental nó
puede ser cnerpo por BÍ, aunque tenga materia de cuerpo,
porque BÍ los' cuerpos fueran simples por él, (aunque mez-
clados en simplicidad), hubiera muchos cuerpos en un mismo
lugar, y no estando en el mismo lugar, faltaría la mixtión
y digestión, por consiguiente la generación, y corrupción.
Si fueran simples cueirpos sin mezcla, ninguno dominaría,
ni fuera tal agente entre los demás, conservándose cada cual
en BU esfera sin tocar en las demás, sino por las últimas BU^-
perficies, y como el fuego paede ínas que todos, consumi-^
ria el aire y agua, y quedaría solo aquel elemento.—Los
elementos simples no pueden ser cuerpos simples (se esfuerza
en probar el autor), y sí solo corpóreos ó de naturaleza de
cuerpo, porque de su meacla se forma el cuerpo del Caos.
—El fuego que compone el Caos es uno, y otro el influido
mixto en él; aquel es simple, este compuesto; .corpóreo el
uno, y cuerpo el otro, asi como la regetacion en el árbol
es Bolo corpórea &c.
Grados del Caos.—Son tres: el 1,° es el genériéo que ac-
tualtemente contiene la semillas causales que son: género, es-
pecie, diferencia, propiedades y accidentes naturales. Se
compbi^ de la Bondad, Grandem &c., con la Mayoridad;
Igualdad, Minoridad, Principio, Medio, Fin, &c. y demás
principios generales lulianos. Dios creó en este grado, todo
cuanto bay natural y contiene el cuerpo el físico, por el mo--
do habitual; dispositivo, apetecible, para que el agente na-
tural que es la potencia universal motiva, tuviesen á sü dis-
posición cuanto necesita para la generación y conservación
de las especies.—De aquí se deduce, que sí las plantas están
potentialiter en las semillas, esto es en potencia, del mismo
modo la materia primera que es parte del Caos, tiene en po-
tencia pasiva todo ente natural &c. Resulta pues, que el pri-
mer grado es la forma y primera materia, de donde descien-
— M3 —
(]«3n laa materias y formas pafticálares, íoücórdadríá' phi el
agente natural con su movimiento sucesivo, Begüii él ¿rden
establecido por Criador.-^EÍ 2.° grado, corresponde & ta'^^
pecificacidn del primer hoftibíé, del primer leon.&c. por crea-
ción deductiva, influido por el primero qué á BU vez influye
en el tercero que" llégisi & nuestros dias; sin esté, eV primero
no alcanzarla el fin dé sú creación, por qiie no hubiera es-
pecies individuales, ni laa formas potenciales llegaran á la
actualidad. El 3." es la sucesión que' viene del 2.° y con^
tinua en grados inumerables hasta hoy, multiplicando su se-
mejanza sustanciar, pOi^ benefició y virtud del 1.' i '
Movimiento del -Caos.—Así como en el movimiento hay
ser sucesivo, y un grado sigue á otro, y é. este otro &c.,
asi el principio del movimiento está en el grado del que pasa
al Begundo, y de este al tercero. Este movimiento quidditati-
vo es triple y corresponde á los tres grados á étiber: Fi" Sirri-
ple mixtión de los elementos simples según sus cuatro esen-
cias, de este al 2.° por el cual Dios crió al hombre y ani-
males, estableciendo la regla y linea del influjo para el ter-
cer movimiento. Del movimiento intenso de los elementos,
resulta el estenso en todo el mixto natural. Del estenso el
local; moviéndose el fuego por todas las dimensiones de tfn
leño, calienta y quema, engendrando y corrompiendo las es-
pecies de los individuos donde se aplica. Lo mismo hacen
los demás, porque moviéndose las formas en el compuesto, y
moviendo estas las materias de las demás inseparablemente,
se mezclan, alteran y digieren, y engendran el compuesto íg-
neo ó colérico &c. Resulta pues, que en los elenlentos hay
un movimiento de naturaleza mas raetafísico que físico.
KÍ^ Forma y materia del Caoí.—Todos los filósofos antiguos
en general, admitian la forma universal, la que según Lu-
lio es necesaria en todo elementado, y sino la hubiera, la
materia primera ó universal, seria pasiva bojo forma parti-
cular, por ejemplo en tal animal ó planta, en cuyo caso no
hubiera proporción ni conformidad entre agente y paciente,
por ser este universal y aquel particular, y es mas coave-
~ 244 —
niente que el apetito sa veriflq^ie entro unlvereal y uniyersíil,
y qntro particular y particular. Y si la universal vegetativo,
que es universal en cuanto a l a forma, existe bajo formas es-
pecíficas particulares, resulta que la materia primera no es de
esencia de la igaeidad, aeridad &c. porque faltando la forma
universal, queda especificada por la forma del fuego solor-
mente ó del aire &c.; y asi ui esta materia fuese de esen-r
cía de elementos, como no lo es fuego del aire, ó Labia de
haber muchas materias en un compuesto físico, lo que no es
posible.—La forma tiene en hábito activo, cuanto la mate-
ria en potencia ó hábito pasivo; á la forma universal per-
tenece el primer inñujo y facultad universal de generar y
deducir las formas sus,tanciales y accidentales particulares.
—rJja forma universal y materia, nacen de la sustancia por
medio del segundo grado al tercerOi—La forma común tiene
en lo activo las formas accidentales ó tivos, y la común las
accidentales pasivas 6 los Hles.—De los simples elementos
naturales v.. g. de la materia y forma del fuego, aire, agua
&c. resulta una forma total universal, y una materia total
universal con; BU, unión universal.--La,fe!rrna digiere la ma-
teria hasta tanto que puede ser un cuerpo, cuya digestión
no 80 hace pronto y si con sucesión de tiempo, porque den-'
tro de la materia hay diversas formas íntimas^ que unas y
otras digieren las materias particulares y depuradas. La for-
ma común encuentra la común materia, y la digiere.y obli»
ga á ser con ella misma en el supuesto ó sujeto que com-
ponen.—La"" forma y materia universal, se conjuntan y co-
pulan, y constituyen juntamente el Cap?, en el cual estaban
difundidos y sembrados todos los cuerpos particulares, y.dis-
puestos para ser individuados del Sor del cuerpo univ«rsal,
como la pimienta y ajo, que son de los cuatro, elementos, y
el clavo del hierro «Síc.-rLa primera forma por fin, es el
agregado de las primeras formas aplicadas con el nombre de
bonificabilidad, grandificabilidad, durabilidad &c. Cuando
carece de forma, los sentidos no la aperciben porque le falta
el cuerpo; coutioue la. primera materia animal y vegetal, con
— 245 —
género, «specie é individuo &c.
SimplicidaA y composición del Gaos.—Esto se entiende
en cuánto las simples esencial elementales, son partes esen-
ciales del todo del Caos ó mezcla de los elementos, porque
la mixtión sin principios mixtibles; v. g. fuego simple es la
igneidad ó la esencia del fuego, que consta de forma ignea
y de materia ignea, que apetecen unu simple unión sin mez-
cla. Y si la igneidad y aeridad, son simples esencias de cuer-
pos agregados juntamente para formar el Caos, este en parto
es simple, y en el todo compuesto, asi como el ignificativó
es sibiple por si, pero toda esencia de estos agregados será
compuesta &c. lo mismo que en los demás elementos. Be las
esencias simples, resulta la forma y materia común, de cuya
mezcla proviene la digestión y composición de las partes esen-
ciales, ó materia primera y forma de los mixtos.-^Las sé-
millas causales son simptes en el primer gpádo, y conipuéstas
en ei segundo'y tercero &c.
Generación y corrupción del Caos.—En las simples esen-
cias existo según Lulio, una generación incorruptible, por-
que en el grado del Cftos, cada forma elemental con su pro-
pia materia engendra un simple supuesto. El Caos general
es incorruptible, pero en su primer'grado empieza la g e -
neración qué supone corrupción, pues por sü iüfluencia, el pi^i-
mer hombre que es el seguiido grado, engendró á Cain que
fué el tercero. En las sustancia?, la generación que proviene
de la forma, qué es principio de la materia, y de ambos priu^
cipiós unidos y existentes, nace el engendrado; peío éomíJ
en los compuestos la generación no puede verificarse sin los
demás elementos, para ello se corrompen las materias com-
puestas de los otros en sus esencias &c,^—La generación sé
origina de la corrupción y en ella queda en potencia &c.—
Lulio al describir la generación por linea recta, supone la
uniformidad de las especies; pero al admitir la oblicua, supo-
ne su resultado efecto de haberse desviado la naturaleza del
fin natural por exeso, ó por falta de la influencia de los
principios superiores é inferiores; admitiendo la mdnstruosi-
— 246 —
dad de hábitos privatidos como sordo, ciego &c. ó positivo
como los que nacen con seis dedos &c. En cuyas suposicio-
nes entran el creer que el trigo se convierte en zizaña por
falta; y los híbridos &c. Cree con los demás escritores, que por
la putrefacción, la langosta nace del aire infecto, las anguilas
del agua corrompida, los ratones de la tierra corrompida &c.
Aun mas, sutili^jando sobre estas fuerzas del Caos, da como
cierto que los átomos ó partículas de los granos quemados ó
corruptos, voliteando por el aire y depositado^ en ciertos sitios,
pueden dar lugar al nacimiento de otras plantas &c.
Actos del Caos.—El autor se esfuerza en probar meta-
físicamente y según su doctrina, que tiene dos, primero y se-
gundo, así como los elementos.
Potencia y actualidad del Caos.—Según Lulio, la poten-
cia es la forma qué existe en el sujeto sin movimiento, sin
superficie, sin calidad ni cantidad &c. de que se desprende
que la actualidad supone forma cpn movimiento, superficie,
cantidad, calidad, tiempo, lugar &c.
Universal iransmutaciou de la forma y materia del Caos.
—Esta operación que no se efectúa en el primer grado del
Caos, tiene lugar en el tercero, porque el grano de trigo al
producir otro, se corrompe en su propia sustancia numérica
compuesta de forma y materia, volviendo á la nada que era
su estado anterior á la creación, no reproduciendo el indi-
viduo que fué. Esta trasmutación no tiene igual en las ar-
tes, porque un trozo de metal, puede por repetidas fundicio-
nes representar diversas figuras, sin que por eso se altere la
materia y forma metálica.—El objeto de esta propiedad del
Caos, es la esplicacion metafísica de las trasmutaciones de
los elementos simples, en compuestos, permaneciendo', en sus
simples esencias. .
Operación intrínseca y estrlnseca, del Caos.—Corresponde
á la obra de la formación del simple elemento en su propia
materia, que es la primera, ó cuando lo verifica en la m a -
teria de otro elemento, que es la segunda.
Mixtiones y virtudes del Gaos.—Son cuatro principales:
— 247 —
1.* de igneidad, aeridad itc, de las que resulta el mismo
Caos.—2." de los cuatro elementos simples, que entrando en
mixtión componen la tercera y cuarta, y es influida por 1{^
primera.—3.* se divide en cuatro como el fuego que senti-
mos, y está difundido en el aire, agua y tierra, encontrán-
dose en sus diversos cuerpos &c.—4." en los supuestos ele-
mentados, esto es, en los individuos de las especies, en los
que se mezclan y componen los elementos, &c. Las dos pri-
meras solo son movibles.
Primera y segunda intención del Caos.—Figuradamente
supone el instinto natural de los elementos, para distinguir
lo útil de lo inútil, para formar el Caos. Como la propia
forma apetece la propia materia y vice-versa, cualquiera
esencia tiene la primera intención, y por ella cada simple
elemento apetece la simplicidad; y de este modo la materia
y &rma segunda, apetecen la segunda intención.
Apetito y semillas causales del Gaos.—Las semillas com-
prenden la disposición y la habilidad de la forma y materia
de las especies corpóreas; y están realmente pero en poten-
cia, en el Caos, y sembrados por el Hacedor al creearlo.—El
apetito es la necesaria inclinación de los elementos á su Ser
y perfección, siguiendo la regla que Dios puso en ellos.—La
forma tiene apetito activo, y la materia pasivo &c.
Cuatro grados de los elementos del Caos.—No pueden
ser mas de cuatro los elementos, por haber Dios graduado á
los elementos mixtos con cuatro calidades, teniendo cada una
la suya propia en cuarto grado: asi una planta es cálida
en cuarto grado/otra en segundo &c. Conocida la gradua-
ción de un elemento, se conoce la de los demás; p. e. el fue-
go cálido por sí en 4.° grado, es accidentalmente seco y le
prevalece la calidad propia respeto de la apropiada, y ha de
ser menor en grado seco y por consiguiente en 3.°, respeto
del 4.'; y como el fuego seco y cálido, concuerda con el
aire, y es enemigo del agua, ha de ser húmedo en 2." y
frió «n 1.°; luego tiene tres grados de sequedad, dos de hu-
medad y uno de frialdad. Si una planta es cálida en 3.°, será
33
— 248 —
seca en 2.° y húmeda en 1.°; y los dos siguientes, el con-
cordante y el contrario quedan desgradados. Si fuese cálida
pn 1.", los tres estañan sin grado. En la desgradacion tiene
el 1.°, tres puntos de tierra ó sequedad; dos de aire y uno
de agua, porque en la mixtión de elementos, la planta cá-
lida en 4." se compone de doce partes ó puntos; las seis de
fuego y las restantes de otros elementos; de este modo el
fuego por los tres grados que recibe de sequedad de la tierra,
le dá tres de calor, y por los dos de humedad le dá al aire
dos de calor, y por uno de frialdad, le dá uno de calor al
agua, quedando el fuego con el 7.° y la tierra con el 4.°,
el aire con el 2.' y el agua con uno que son simples &c.
Para comprender esta gradación tan ideal y abstracta,
llevada por Lulio al último grado de exageración, preciso
es leer otros tratados suyos, y tener conocimiento de la ma-
teria esplicada anteriormente por Aristóteles y sus discípulos,
especialmente los médicos árabes, como Avicenas, Galeno, &c.,
porque servia de base en la clasificación de las virtudes de
los medicamentos y propiedades de los alimentos. Esta g r a -
dación era como se ve, bastante arbitraria, y sin embargo la
seguían las escuelas en el siglo XVII y parte del XVIIÍ.
Constante Lulio en su propósito de aplicar su obscura me-
tafísica á todos los ramos del saber, dedicó al esclarecimiento
del Caos, varios artículos en los que sobresalen sus doctri-
nas, arregladas empero al escolasticismo dominante en su
época, loa que he creído conveniente suprimir; tales son:
El Universal y particular del Caos.—Los cinco universales
y el género.—La, especie.—Diferencia.—Propiedad.—Acci-
dente.—Sustancia.— Cantidad.— Relación.— A ccion.—Pa-
sión.—Tiempo.—Lugar.—Sitio y Hábito del Caos, porque
su conteoido es bastante parecido á lo que se lee en otros
escritos filosóficos. Terminaré pues el análisis del Caos con el
resumen del siguiente artículo:
Húmedo radical.—Que según Lulio es la materia de que
viene el segundo grado del Caos, por estar aquel situado en
el primero. Las especies del húmedo radical existen en los
— 249 —
particulares, siendo el primer Caos, el sujeto insensible 6 in-
visible en el cual se hacen sensibles los individuos ó húme-
dos radicales particulares, como las estrellas fijas en el fir-
mamento, que es insensible.—Baja del primero al' tercero &c.
Teniendo cada planta su húmedo radical, vive de los ele-
mentos, recibiendo el nutrimiento del primer Caos, que se
comunica á cada un», convirtiendo la materia y forma co-
mún de los elementos en materia y forma particular.—Se
diferencia del nutrimental, porque el primero mantiene el es-
pecifico, y por el segundo se mantiene con los elementos &c.
Como el fuego, que su húmedo radical, se vé en el eslabón
y pedernal, y el nutrimental en el aceite con que arde en la
lámpara &c. Asi cree Lulio que en la resurrección, los niños
se presentarán con el cuerpo crecido que les correspondía si
hubieren vivido, y aumentado por el húmedo radical &c.
Lo espuesto sobre el Caos, demuestra cuan exagerado es
Lulio ^n sus doctrinas metafísicas, asi como patentiza que
Ínterin razona sin exagerar ni torcer las doctrinas antiguas,
es un repetidor de las teorías griegas sobre el Universo. Con
arreglo á ellas admite los cuatro elementos, los cuerpos sim-
ples y los elementados: el elemento es aquello en que todo cuer-
po elementado se resuelve al deshacerse, lo que no se observa en
los celestes, por ser simples; el elemento ee encuentra en los
compuestos en acto ó en potencia, y no se resuelve ni des-
truye por la corrupción, como cuerpo primero y principio do
los demás, y divisible hasta cierto término.—La tierra y agua
son graves; el aire y fuego leves; los primeros contribuyen á
la generación de los seres, ó cuerpos graves, y los segundos
á los espirituales y á su movimiento. Algunos filósofos supo-
niau masculino el fuego cuando luce ó prde en la llama; y
femenino en otras ocasiones; masculina á la tierra peñascosa, y
femenina á la plana y arable; masculina el agua del mar y
femenina la de los ríos y fuentes; y por último, el viento mas-
culino y femenino según los casos &c. La calidad del fuego,
del aire, agua &c. que espone Lulio de calor, humedad, se- -
quedad &c. es con arreglo ti las doctrinas corrientes; de ellas
— 250 —
la cálida y fría son activas; y pasivas la húmeda y seca &c.
Cuanto Lulio esplica sobre la materia, es igualmente co-
pia desús antecesores; como ellos admite que no crece ni men-
gua, manteiiiendose en la cantidad que Dios la crió, pues la
generación de una es la corrupción de otra; por medio de la
digestión, especie de cocción, unos elementos se mezclan con
otros, dando lugar á la generación y corrupción, como el agua
en vino, el vino en sangre, el pan en el horno; la carne en la
olla, y luego en el estómago &c. La generación pues, proce-
de mediante la corrupción déla misma materia, solo cambia
la forma. El manoseado axioma antiguo corruptio unius, ge-
neraíio alterius, no ha cambiado, antes al contrario, la cien-
cia moderna lo ha confirmado, porque la muerte desatando
los elementos ó átomos, que componen un cuerpo, los vuelve
al seno de la materia para entrar de nuevo en la formación
de otros, constituyendo un flujo y reflujo ó movimiento circu-
lar continuo de la materia. Lucrecio, pues, decia bien, que
todo moria, que nada es eterno, que todo ha tenido principio,
que la disolución alcanza á todos, que sus átomos se disper-
san en el aire,^ desde donde vuelven para la formación de otros
seres. Aristóteles, creia en la eternidad, suponiendo que la
naturaleza, siendo todo acto por su esencia, no podia estar
ociosa ni suspensa en la inacción. Tal vez pensaban lo mis-
mo Pitágoras, Architas y Xenofanes, cuando aseguraban que
el mundo no tuvo principio.
Igualmente es admisible la suposición de Lulio, de que na-
dase hace de nada, en el sentido que todo viene de la mate-
ria, cambiando tan solo de forma y figura. El hacer un cuer-
po de materia, decia un escritor antiguo, no es hacerlo de na-
da, porque es de algo, y nada se hace de nuevo, porque la
materia es la naturaleza de todas las cosas, la materia pri-
mera es el principio de todo lo trasmutable; y aunque no es
conocible, es probable. Anaxágoras hablando de esta mate-
ria, decia que era confusa y mixta, y estaba colocada des-
de el centro de la tierra hasta el cielo, en su primera cir-
cunferencia, ó cielo empíreo y cristalino. Según los antiguos
- 251 -
por fin, se co nocia la alteración 6 simple mutación del sujeto,
sensible y permanente en sus afectos, como de sano en enfer-
mo yjaffeneracion, mutación de este todo en otro todo, perma-
neciendo el mismo sujeto; este todo se entendía perfecta sus-
tancia, que se muda en otra por corrupción de la primera,
quedando la materia primera en otra forma.
Lulio pues, no es original en este asunto, porque imita
ó modifica á Demócrito, Leucippo, Zenon &c. concordando con
Platón y Aristóteles, y formando un cuerpo de las figuras, le-
tras, números, ideas, principios universales, y proverbios pla-
tónicos, con la materia y forma cuadriga de los elementos,
especies inteligibles ó símiles de los objetos, y con los diez
predicamentos, los predicables de Porfirio &c. En ciertos pun-
tos metafísicos como en los cinco universales, conviene con
Duns-Scott, así como se asemeja & Sto. Tomás y otros varios
escritores. Por último, la doctrina atomística griega, desem-
peña un gran papel en sus creencias, porque son las mismas
partes integrantes de los cuerpos elementales, que sin composi-
ción determinada, van confusamente por el cóncavo de la luna,
y son porciones integrantes de la sustancia elemental universal.
Lulio siempre pueril y nimio, hablando del Universo y
de su ordenación decía: que en él se contemplan los elementos,
las cuatro estaciones, los metales, vegetales y los animales;
varios de ellos destinados al servicio del hombre, criado para
amar á Dios y todo para honrarle; con los diversos oficios de
los hombres, como clérigos para conservar la fé, dar buenos
consejos y ejemplos, predicar, orar, sacrificar &c. reyes para
administrar justicia, caballeros para ayudarle, mercaderes
equitativos, agricultores y demás oficios, para los gozes de la
vida, matrimonios para generar; vivir y morir; sanos y en-
fermos, ricos, pobres, alegres, tristes, sabios, tontos y demás
arreglado á pena y gloria &c. mundo criado con objeto de
otro, con libre voluntad para obrar bien y mal, y luego reci-
bir premio y castigo &c. Esta descripción no pasa de una
notable vulgaridad.
El mundo según el mismo escritor, se compone de sensua-
— 252 —
lidad, intelectualidad y animalidad, iiOTS&e Dios uno en esen-
cia y trino en persona. Por lo primero las cosas sensuales son sen-
suales y sensibles; lo segundo comprende el alma del hombre y
del ángel, y lo tercero el mismo hombre y demás cosas que tie-
nen cuerpo y espíritu: tres cosas que constituyen el mundo,
porque sin ellas no seria en unidad; ni lo que son en si, si
cada de una por sí no fuese en sí misma una en tres; esto
es una forma, una materia y una conjunción ó unidad de am-
bas que entran en la composición de todo lo criado. El mundo
consiste en el número 1 y el 3, como todo lo criado y sen-
sual, para significar que la sustancia de Dios es una en tres
personas distintas.
Como complemento de lo espuesto, trasladaré algunos pen-
samientos sobre los elementos, que si bien no pertenecen ver-
daderamente al Caos, no tienen cabida en las materias que
mas adelante se han de examinar, y merecen consignarse co-
mo corroboración de lo que varias veces he repetido sobre su
modo original de comprender ciertas materias.
ha. tierra se encuentra en el centro del mundo, y en el me-
dio está el infierno, sin poros, para que ningún elemento pue-
da entrar ó salir ni traspirar. Y está en el corazón de lá tierra,
por que siendo esta contraria al paraíso, conviene que su dis-
tancia sea grande y por esto se encuentra allí, como lugar
mas apartado del empíreo.
WLfuego como elemento, es sustancia propiamente cálida,
así como el aire es húmedo por sí mismo; la esfera del fuego
es superior á las demás, por que tiene en sí mas virtud y mas
de formas que otros elementos, es mas leve y mas movible y
le corresponde estar mas alto, para moverse mejor y mas pron-
to; así como la tierra está mas baja para que pueda sustentar
las plantas y animales; el agua aunque ponderosa, tiene ape-
tito de subir, como el mercader pobre tiene voluntad de ir á
tierras estraflaa, para poder ganar y traher ganancia á su casa.
El fuego es mas duradero en el plomo que en el hierro,
apesar de ser este mas pesado y fuerte; por que aquel elemen-
tado en el cual hay mas ponderosidad, está mas cercano á su
— 253 —
centro.—El que está en la piedra chispa es compuesto, y en
todo compuesto elementado está el calentar que es acto del
calor; está pues el hábito del fuego en la piedra, y sale al aire
cuando la hiere el eslabón.—El fuego es fuego y no otro ele-
mento; por que así como la sustancia es por la forma, y por
la materia lo que es, y no accidente, así el fuego por cuanto
tiene calidad propia, la cual no tiene otro elemento, está de-
terminado, que solo sea fuego y no otro elemento; si no fue-
se por la calidad, ningún -objeto seria inteligible, y todas las
criaturas serian una misma cosa en número.—La bondad áe\
fuego no se puede tocar con los ojos por no ser visible, pero
con la imaginación se imagina su situación en el número del
bonificante, bonificable y "bonificar que son de su esencia, en
las cuales consiste su sustenimiento. Está situada por que se
imagina la estensidad de la bondad estensa por la grandeza,
por lo bueno, grande, bonificante y grandificante, bonificable
y grandificable, bonificar y grandificar &c.
iBonde está, el habito del fuego simple'^—Este es cálido por
3u naturaleza, y su sujeto es la sustancia del fuego simple,
y en aquel hábito está en potencia el hábito del fuego com-
puesto, que es el que calienta el agua en la olla.
^Elfuego simple es en tiempo?—loáo cuerpo en que se h a -
ce movimiento es en tiempo. El lugar no es imaginable, por
que la esencia del lugar no es visible; así no es imaginable,
y es por que los ojos no alcanzan ni tocan la esencia del lugar;
y por eso la imaginación imagina las semejanzas del lugar
que tocan y alcanzan los ojos, pero el entendimiento toca y a l -
canza sobre la imaginación del lugar.—La llama del fuego es
visible y su calor sensible; es pues el fuego instrumento á la
imaginación, en cuanto dispone el objeto sensible del cual la
imaginación atrae y saca la semejanza imaginable, y es ins-
trumento para imaginar. Es instrumento para estender por
que produce la llama visible, y el sentido recibe aquella vi-
sibilidad, cuya semejanza recibe la imaginación, y el enten-
dimiento recibe aquella semejanza de la imaginación del cual
viste su entender.
— 254 —
iComo el fuego es instrumento á la voluntad del komire
que desea el agua'i—Porque él multiplica su calor y sequedad
en la vegetación, y esta da aquella multiplicada á la sensiti-
va, y la imaginación recibe la semejanza de aquella multi-
plicación, y la semejanza de la pasión; y da al entendimien-
to ambas semejanzas, las cuales representan el entendimiento
á la voluntad, y esta elige el apetito del agua fria contra
la sed multiplicada.
i,8i el fuego adquiere tanto calor en calentar el hierro co-
mo en quemar la lefíaf El fuego mas se aparta del agua cuan-
do quema la leña, que cuando calienta el hierro—^Tiene tan-
ta delectación en quemar uno, como en calentar otro? Mas
puede el fuego calentar el hierro que el carbón.
¿Siendo el fuego de la bondad y duración, por que daña á
las sustancias que quemaf—Si el fuego no fuese comunicati-
vo, ni sería generativo, ni haria bien é los hombres.
¿Tiene el fuego, tan grande poder en el agua como en el
aire?—Por cuanto la concordancia y el ser tienen concordan-
cia, y asi mismo la contrariedad y el no ser; toda potencia
es mayor por la concordancia que por la contrariedad.
¿Siendo iguales el calor y la luz en el fuego, por que pue-
de mas calentar el agua que iluminarla?—Si el poder no pu-
diese mas de una calidad que otra, fuera igual el poder en
todos los objetos.
¿Puede el fuego calentar el agua sin el aire?—Ninguna
participación puede set sin alguna concordancia.
¿Porque derrite el oro y no la piedra?—La concordancia
del fuego es su£ciente á una sustancia y á muchas.
¿Se calienta primero d si mismo, al calentar el agua?—Ca-
lienta el agua para poderse calentar á sí mismo.
¿Como llevan los elementos la sustancia elementada?—El
circulo, cuadrángulo y triángulo son los instrumentos mate-
riales, con los cuales llevan los elementos de sí mismos las
sustancias elementadas.
Tal es en resumen el Caos, según Lulio, y si al imponer
los griegos este nombre, á ese primer período de la creación,
— 255 —
ya por la confusión en que se encontraban revueltos y mez-
clados sus primeros elementos ó gérmenes; ya, y es lo mas pro-
bable, por la obscuridad que envuelve y envolverá tan confu-
sa materia, inaccesible al parecer á los esfuerzos de la ciencia;
con igual fundamento merece el nombre de verdadero Caos el
modo de considerarla Lulio, quien despojándola de la parte
imaginativa y poética de los griegos, la. redujo á una serie'
de principios obscuros, místico-metafísicos y pueriles, suje-
tos á sus métodosfilosóficos,siempre contrarios & la razón y
la observación.

líb. ciloóttoiioiuí.íX'.
¡Me/

Conocidas ya las opiniones de Lulio sobre la formación del


Universo, parece consiguiente pasar á la esposicion de su mo-
do de considerarla Astronomía, como parte del humano saber,
que mas de cerca le atañe, y sobre la cual, ademas de varios
pensamientos que ha repetido y consignado en muchos de sus
libros, escribió un tratado especial terminado en Paris en 1298.
Los críticos que siguiendo la frecuente, vulgar y poco concien-
zuda marcha de sus bibliógrafos y panegiristas, celebran y en-
comisoí los conocimientos astronómicos de Raimundo, demues-
tran ó que no han leído sus libros, y es lo mas probable pues
no hacen mas que copiar y repetir; ó desconocen por completo
la historia y progresos de esta ciencia. Posible es igualmente,
que los mas de sus elogiadores reúnan ambas faltas, por ser
en estremo frecuentes; contribuyendo de este modo á propa-
gar tan infundado juicio, pues se puede asegurar sin temor
de refutación, que su titulada Astronomía, participa mas de
las creencias de la fajlsa Astrología judiciaria, que de las exac-
fitudes de IA, verdadera Astronomía, tai como la coociDen ioH
_-^.. "mamit^tmmim 11 wiaiiM.iiimwiiwi^wwwwMww——w
— 256 —
inteligentes. Para corroborar este aserto, preciso será reseñar
antes ligeramente las riquezas con que contaba esta ciencia
cuando Lulio le consagró su pluma.
Desde los primeros tiempos se han esforzado los hombres
en conocer el movimiento y curso de los astros, y penetrar
si posible fuese, en los misterios de su esencia y estructura. Lo
primero, como sujeto á la vista y observación, facilitó verda-
des que los siglos han ido confirmando; no así lo segundo,
que limitado á la imaginación y basado en simples conjeturas,
dio nacimiento á las mas absurdas suposiciones. La India, la
Caldea, y especialmente el Egipto, rejiones favorecidas por el _
Criador con una grata temperatura, cielo esplendoroso, dias
serenos y noches apacibles; que invitaban al recogimiento, á
la meditación, y facilitaban la observación, fueron las prime-
ras en cuyo suelo se dedicaron los hombres á este grato y
útilísimo estudio, favorecido ademas estraordinariamente por
las antiguas costumbres de sus pacíficos y sencillos habitantes.
Y esto es tan probable, como que de allí datan las primeras
nociones históricas de los fenómenos celestes; y que allí fue-
ron á conocerlas los griegos nuestros maestros universales, si
bien á su vez las enriquecieron con sus exactas observaciones,
y las adornaron con sus sistemas y teorías, mas cariosos á ve-
ces que verdaderos. Y es cosa digna de tenerse en cuenta,
que primero estudiaron los hombres el mundo superior, que
el inferior; dejando como acontece de continuo lo cierto por lo
dudoso, lo fácil por lo difícil, lo cercano por lo remoto, lo pro-
pio por lo ageno. Efecto sin duda de lo agradable que es la
contemplación de las maravillas del cielo, que al parecer hie-
ren mas á los sentidos y á la imaginación, que los fenómenos
de las rejiones inferiores del Universo, que de continuo tene-
mos á la vista. ^ ""
Como no pudo menos de llatnar la atención de los primeros
hombres, la carrera de los astros por la bóveda celeste, al su-
poner deidades que los representasen, unos como los griegos
las colocaron sobre carros, como medio mas honroso de cami-
nar, y otros como los ejipcios, los hacían viajar sobre bateles,
— 257 —
por ser este el trasporte común por el Nilo. De aqui nació el
hacer caminar al Sol y á la Luna, y la suposición de Hera-
dito que les daba U forma de un bajel. Anáxagoras decia que
el primero era un poco mayor que el Peloponeso, y Heraclito
solo le concedia un pie de diámetro, creyendo que tanto el Sol
como la Luna, no tenian mas volumen que el aparente. Para
el mencionado Anáxagoras, el Sol era una piedra inflamada;
y la Luna un pais habitado con montes, mares, valles y rios,
según indicaban las manchas producidas por las sombras. X e -
nofanes lácrela igualmente habitada, y Demócrito suponía lo
mismo en todos los planetas, indicando que sus habitantes eran
iguales álos de este mundo. Eudoxio introdujo los conocimien-
tos ejipcios sobre los planetas, y habló de su celeridad, de la
circunferencia de la tierra y de otros fenómenos. Pitágoras co-
nocía el doble movimiento de la tierra; Parmenides, Tales y
Anaximandro sostenían su redondez; y lo mismo Eratóptenes,
Platón y Aristóteles; y mas tarde la defendieron Strabon y Po-
Iibio;-no faltando empero, quien se riese de este juicioso pen-
samiento. Anaximenes aseguraba que los demás planetas g i -
raban á su alrededor, y Filolao separándola del centro del Uni,
verso, le concedia un movimiento de rotación al rededor del
Sol y otro sobre su eje.
Aristarco el Samiense, enseSaba que el Sol era él único
centro á cuyo alrededor giraba la Tierra, y lo mismo opina-
ba Apolonio, suponiéndola centro común de los demás astros,
haciéndola girar empero, juntamente con la Luna en torno del
Sol; pero Heraclito colocaba la Tierra en el centro, concedién-
dole un movimiento de rotación sobre sí misma, para producir
los fenómenos del orto y ocaso de los astros, y el cambio del
dia y de las noches. El romano Lucrecio, esplicaba bastante
bien la causa de la igualdad y desigualdad de los dias, por
la posición del Sol eu la eclíptica. Suponía si el cielo seria
iomóvil y sus luces describian un círculo á nuestro alrede-
dor; ya fuese por que demasiado comprimida la materia eté-
rea en el espacio celeste, y circulando sin cesar para salir,
produjese.^^a revolución de los astros; ya fuese que los mo-
— 258 —
viese el aire circularmente &c. apelando empero, en estas
y otras teoríae, á suposiciones materiales y físicas, y no co-
mo Lulio á esplicacioneá metañsicas inadmisible^.
Eudoxio de quien he hablado ya, suponía que los as-
tros errantes del Zodíaco, no se movían por sí mismos, sino
que eran arrastrados por esferas superiores ó por las & que
estaban aderidos. Nycetas el Siracusano, negaba el movi-
miento del Sol, de la Luna y estrellas en el cielo, y solo creía
que el rápido movimiento de la Tierra al rededor de su eje,
producía la aparición de los astros á nuestra vista. Filolao,
señaló un fuego en el centro del Universo, especie de foco,
á cuyo al rededor giran ein cesar diez esferas á saber: la de
las estrellas fíjsis, la del Sol, la Luna y los cinco planetas,
la de la Tierra y otro planeta desconocido especie de tierra
cercana, pero invisible. Según el mismo, el Sol era un globo
cristalino, especie de espejo que refleja la luz del fuego cen-
tral brillando á sus espensas. Para otros, el Sol era una rué
da cuya circunsferencia era veinte y ocho veces mayor que
la de la Tierra, y contenia un inmenso volumen de fuego en
su centro, especie de foco, cuyo diámetro igual al de la Tier-
ra, dejaba escapar torrentes de luz para iluminar nuestro
globo; diciendo casi lo mismo de la Luna, á la que solo con-
cedían un volumen diez y nueve veces mayor que el de la-
Tierra. Otros suponían, que las partículas de fuego que ee
elevan de la Tierra, durante el día, se reunían en un pun-
to del cielo para formar el Sol, y las que suben por la no-
che se convertían en estrellas; lo que.se repetia continuamen-
te, por que aquellas partículas se consumían rápidamente.
CJon mas acierto procedían Anaxágoras y Demócrito, diciendo
aquel, que la vía láctea era una reunión de estrellas medio
obscurecidas por la sombra de la Tierra, y suponiendo el otro
que era una multitud de pequeñísimos astros que confundían
su luz. Por último, se escribió que los planetas estaban en-
cerrados en esferas sólidas, trasparentes como el cristal, con
las que giraban sin permitirles caer.
Con las luces adquiridas en Egipto se conoció el curso de
— 259 —
los astros y se estudiaron sus revoluciones; los astrónomos yíl
no se limitaron á la sola observación de los puntos cardina-
les y salida y puesta de las estrellas. Se establecieron ver-
daderos calendarios festivos y aerícolas, que espresaban el
orto y ocaso de las principales estrellas; los puntos de los
solsticios-, los equinoxios &c. distinguiéndose en estos traba-
jos Matricetas de Methymno, Cleostrato de Tenedos, Pbai-
nus, Eüctemon, Dositheo, Demócrito y varios otros; especial-
mente los tres primeros, que verificaron sus observaciones en
los montes Ida, Lepetymene y Lycabete &c. El último y
mas distinguido observador, fué el ateniense Meton quien au-
xiliado por Aucteon, fijó la duración del año solar y lunar
poniéndolos en concordancia, para que los novilunios de las
fiestas religiosas, consonasen con los puntos cardinales del
principio de las estaciones. Meton, cuyos cálculos fueron adop-
tados por varios pueblos, señaló al año solar una duración
de 365 dias, 6 horas 18', 56", y 50 tercios, lo que da una
diferencia de mas de 30' comparado con el nuestro. Mas tar-
de, Eudoxio corrigió esta diferencia señalándole 365 dias y 6
horas. (*)
El sostenimiento de la Tierra en el centro del mundo, era
difícil de esplicar en aquellos tiempos, por que se desconocían
las leyes de gravitación y atracción. Unos suponían, que si
bien estaba abandonada á si misma, con todo, lentamente
y sin parar, se iba precipitando hacia las regiones inferiores,
á cuyos estremos no podria jamas llegar por la infinidad del
espacio, no pudiendo apercibir este descenso por verificarse
de arriba á bajo. Otros como Xenofanes, pretendian que es-
taba sostenida por si misma, por estenderse hasta el infini-
to bajo nuestros pies, esto es que su base era ilimitada por

(*} Poactaet en su historia de las ciencias naturales en la edad media, re-


firiéndose á Hyde dice en la pág. 196, que al final del siglo XI, el astrónomo per-
sa Ornar Cbeyan, corrigió el año solar después de 4000 años que venia sin cor-
recctoo, fijando so duración en 36K dias, 8 horas, 48', 48", como en el día se
cuenta. No se en que fundamento se apoja para admitir la veracidad de un
hecho quQ a*fi»TCCQ algo dudoso, especlalmenle on cuanto & la fecha leSalada.
— 260 —
decir así. Anaximandro enseñaba, que colocada la Tierra en
el centro del mundo, á igual distancia de todas las estre-
midades, se mantenía en equilibrio en medio de los aires,
por faltarle motivos para intjünarse mas á un lado que á
otro. Según Empédocles, si permanecía en medio de los ai-
res, lo debia á la rapidez del movimiento celeste, que la re-
tiene sobre sí misma, á la manera del agua contenida en un
vaso, que no se derrama cuando se le mueve circularmente
con rapidez. Y Aristóteles por último, considerando el cen-
tro del mundo como la parte inferior del espacio, deducía
que la Tierra se sostenía en él, por no poder bajar mas. Lu-
crecio mucho después, pensando como Plinío decía: que la
tierra so sostiene por que decrece su pesantez y se~ desvane-
ce insensiblemente; que sus partes inferiores ¿an contraído
una nueva naturaleza por su íntima unión con el fluido aé-
reo, sobre el cual descansan, y están como incorporadas,
desde el principio de su existencia, del mismo modo que los
pies no sienten el peso de las piernas, ni el cuello el de la
cabeza, siendo de mayor peso &c.
No debe pasarse en silencio la teoría de Petron de Hime-
ra, quien después de admitir la pluralidad de loa mundos,
fijándolos en 183, suponía como los ejipcíos,' que el Universo
era un triángulo con 60 mundos en cada lado, y uno en cada
ángulo; los que se movían lentamente y se reemplazaban á
impulsos de una acompasada cadencia. En el «entro del trián-
gulo por fin, existía el campo de la verdad, en él que se en-
cuentran en completo reposo, las relaciones y los ejemplares
de las cosas pasadas y venideras. Y estas puras esencias es-
taban rodeadas por la eternidad y el tiempo que brotan de su
seno, á la manera de arroyo inagotable, que riega io$ nume-
rosos mundos que están á su alrededor.
Si el número de astros ó planetas quedófijadodesde muy
atrás, no fué así con el orden de su colocación en el cielo. Se-
gún los antiguos ejipcíos y caldeos, era el siguiente, y el
mismo que adoptó Pitágoras, á saber: la Tierra, la Luna,
Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Satijfuo. Platón,
— 261 - .
Aristóteles y otros lo fijaron de esta suerte: la Luna,-él Sol,
Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Los siete plane-
tas se compararon al heptacordio ó lira de siete cuerdas, dan-
do lugar á teorías muy ingeniosas, pero poco interesantes
para nuestro objeto. Por último, los griegos conocían el tiem-
po que cada planeta emplea en su revolución, así como sa-
bían calcular los eclipses y tal vez la aparición de los come-
tas. A cada planeta, se le asignaba una esfera ó cielo, r e -
presentándolos por consiguiente, en forma de varios círcu-
los concéntricos, cuyo centro era la tierra, y cuyo número
varió, siendo el mas adoptado el de siete. Estos círculos <5
esferas, equivalían & la órbita que se suponía trazaba cada
uno en su carrera.
Tal es en resumen la Astronomía griega, cuya esposicion
no debe considerarse como completa, y sí como una ligera
muestra de sus principales doctrinas, que fueron igualmen-
te las dominantes entre los romanos sus discípulos y copis-
tas. Estas doctrinas podrán ser mas ó menos erróneas, pero
en general, tienen por base las teorías ó hipótesis fundadas
en principios físicos. Los griegos apesar de la escasez de
instrumentos conque contaban, pues los pocos que emplea-
ban eran tan imperfectos como el antiguo astrolabio, ile-
garon sin embargo á grandes resultados, valiéndose de la Geo.
metría. Arquímedes con la aplicación del cálculo, y el grie-
go Hipparco, célebre poi' su catálogo de las estrellas, con su
invención de la antigua Trigonometría esférica y lineal, sen-
taron hechos verdaderos y admirables. A su época pertenecen
las secciones cónicas, que como es sabido, sirvieron de base
para las leyes de Keplero. Eratóstenes midió la circunferen-"
cía de la Tierra; otros la déla velocidad de los cuerpos celes,
tes, calculando los eclipses y esplicando sus causas, así como
las fases de la Luna. Conocieron los grados de inclinación
del Zodíaco, y que la Osa menor, era preferible á la mayor
para la observación &c., y por último, al señalar diámetros
al Sol y á la Luna, se apoyaron en la mayor ó menor dis-
tancia qiift4»e encuentran respecto de la Tierra.
— 262 —
Mas tarde, las doctrinas griegas, juntamente con las dé
Ptolomeo, sirvieron de base para la enseñanza de los ára-
bes, no olvidando empero al gran Aristóteles su principal
maestro. Como sucesores en parte de la Caldea y del Egip-
to, y merced á sus circunstancias particulares, continuaron
y desarrollaron esta ciencia notablemente, como \a paten-
tizan sus numerosos escritos, y los nombres de los sabios
eminentes, que la enriquecieron con descubrimientos intere-
santes. Entre ellos merece especial recuerdo el célebre Alba-
tegnius, nacida en Mesopotamia en el siglo IX, conocido con
el nombre de' Mohamed-Ben-Giaber; aventajado reformador
de Hipparco y Ptolomeo, y que según Bailly, descubrió el
movimiento del apogeo del Sol, y rectificó la posición de va-
rias estrellas. Giaber que no debe confundirse con un ára-
be español del mismo nombre, de origen dudoso, pero bien
reputado, como constructor igualmente de instrumentos de
precisión. Siguen ademas otros varios como el célebre The-
bith-Ben-Chorat; Alpetrequias que determinó la posición de
Venus y Mercurio relativamente al Sol; <y colocados debajo
de él por Ptolomeo. Ebn-Jounis famoso observador; Alfagran
y otros por último, que es inútil mencionar, para venir en
conocimiento del estado floreciente de la Astronomía, cuando
Lulio le dedicó su pluma; y en cuya época se distinguieron
igualmente como contemporáneos, Lictus, Sculano, Juan
Bautista de Manfredónia, Sacrobosco, Fabri Stapulense, Mi-
guel Scoto, Elias el Veneciano, Pierio Valeriano, Pedro
Eliaco, y Clavie &c. juntamente con otros, cuyos nombres
figuran en la historia científica de la edad media.
Desde luego se desprende, que dominando los árabes en
España, y teniendo en ella célebres escuelas, no debían es-
casear aventajados astrónomos. En efecto, así está compro-
bado, y el verdadero representante de esta ciencia en aquellos
siglos es nuestro Alfonso X. apellidado el sabio, el que con-
siderando que las ciencias físicas y matemáticas son los me-
jores consejeros, y deseando por otra parte, que no se per-
diesen los conocimientos astronómicos; reunió varios sabios
— 263 —
para que los coordinasen y trasmitiesen á la posteridad. El
resultado de estos trabajos, conocido con el nombre de Ta-
btes alfonsinas, ó mejor, lihtos Ae\ Saber de Astronomía &c.
constituyen un monumento duradero que atestiguará la sa-
biduria de aquellos tiempos, y la de un rey que descuidaba
los negocios de la tierra escudriñando los del cielo. Aun cuan-
do queda comprobado que Alfonso era inteligente en la cien-
cia, con todo, para redactar sus libros se valió de Jehudd
el Cobenese, Alfaquin ó sabio del rey; de Guillen Arrranon
Daspe, clérigo; de los maestros Juan de Mesina y Juan de
Cremona; Samuel el Leví; Rabiecag de Toledo; D. B^nar>
do el arábigo, y del maestro Fernando de Toledo &c. reser-
vándose el monarca, ciertas adiciones y la corrección de es-
tilo. En esta obra clásica, digna de ser leida, y á la ^ue
sirven de base los conocimientos de Ptolomeo, Hipparco, y
varios árabes, se trata de la octava esfera ó sea él Orbe Ce-
leste, con gas correspondientes figuras; de las reglas paralas
armillas de nuevo, y las del obrar astronómicamente, con sus
anillos, cuartos de altura y pínulas ó axatabas, que no de-
ben confundirse con las esferas armilares modernas, y que
servían para observar la posición y movimiento de los as-
tros por las sombras de los limbos de aquellos, y directamen>
te cuando los rayos visuales délas estrellas pasaban bien ra-
santes á los planos armilares, ya ajustándose á reglas ó ali-
dadas, ó mejor al través de las pínulas; y por último, del li-
bro del Ástrolabio. Como es consiguiente, se esplican las
longitudes, latitudes, altura del Sol, y mil ppobkmias as-
tronómicos interesantes y variados, que confirman el ade-
lanto de la Astronomía, en un siglo reputado por ignorante
por gentes merecedoras de este dictado.
Dotados los árabes de un carácter especial, de fecunda
imaginación, apasionados á lo maravilloso á lo fantástico;
dados & la soledad y á los ensueños de la vida contemplati-
va, vida poética de delirios y de preocupaciones; favorecida
por BUS creencias religiosas, sino fundaron la Alquimia que
tanto alagfd^ á su modo de conriderar las cosasj 1» acogie-
se
— 264 —
ron con fervoroso entusiasmo, ensanchándola estraordinaria-
mente y propagándola en Europa, á la par que la Astro-
logia, Judiciaria, nacida en la Caldea, que es á la, -verdade-
ra AstroMmia lo que la Alquimia á la razonada Q«íí»ica-
Los delirantes ensueños de la Astrología perjudicaron á la
Astronomía, y detuvieron sus adelantos en la edad media, por
el lucro y consideración que disfrutaban los que se dedicaban -
á la primera, y si mas se quiere, por el carácter metafíai-
co que dominaba en todas las ciencias, y que tanto se opo-
nía á la observación y esperiinentacion, bases de la Astro-
nomía.
El pueblo supersticioso é ignorante, miraba á los astró-
logos con respeto y terror; y los magnates, el clero y aun
los mismos reyes y pontífices, no menos ignorantes y supers-
ticiosos, los honraban y llevaban á sus palacios, colmándo-
los de riquezas y dignidades, Y causa admiración la cegue-
dad de esos hombres, que por mas de cuatro siglos, no fueron
capaces de conocer la falsedad de su mentida ciencia, tan ca-
ramente; vendida. Hasta la misma teoldgía, tuvo que iixter-
venir para resolver si seria licito recurrir á sus operaciones
para la averiguación de ciertos hechos. La decisión fué tan
ridicula como la consulta, por que se permitía siempre que
solo se apelase á la ciencia y no á los demonios, por con-
ceptuar que estos podian tener intervención en sus procedi-
mientos.
La Astronomía pues, de la edad media, se limitaba á la
repetición de los conocimientos griegos, mas ó menos modi-
ficados y adicionados por los árabes, é influidos por un lado
por la Metafísica escolástica, y por otro por la Astrología.
Tan luego como esta se encontró en pugna con las matemá-
ticas y la observación, desapareció por completo cediendo el
puesto á la Astronomía> que desde CJopémico y Galileo, no
ha cesado de prosperar.'En la citada época, se limitaban á
repetir siempre lo mismo, dilucidando á lo mas, cuestiones
ociosas y puras abstracciones; si bien de vez en cuando, en.
traban en las discusiones, temas importantes, como la esferoi.
—265 —
cidad de la tierra y la existencia de los Antípodas. Esta
cuestión que venia debatiéudo?e desde los griegos, traia
divididos los ánimos, por que como es consiguiente, afecta-
ba las creencias bíblicas, según cual fuese su resolución.
Muchos son los que confunden la Ajtronomía con la As-
trología, bien diferentes por cierto. V. de Beauvais decia de
la primera, que era la disciplina de la magnitud movible, y
la investigación de los espacios, movimientos y vueltas de
los cuerpos celestes en determinados tiempos; que era el úl-
timo grado de las matemáticas á las que superaba en co-
locación y dignidad, por que versa sobre las cosas ciertas.
Solo trata de investigar las cosas celestes y se divide en es-
férica yffnomónica;la primera considera los sitios y luga-
res de los cuerpos celestes; la segunda el movimiento. Se-
gún él, la Astronomía es pues, la ley y averiguación de los
astros, el curso de las estrellas, sus figuras y hábitos con
respeto á sí y á la tierra. Define por consiguiente, el curso
del Sol, Luna y astros. En cuanto á la Astrologia, según el
mismo, estudia los astros con arreglo al nacimiento y muer-
te de las gentes y demás sucesos, y se divide en natural y
supersticiosa; la primera indaga las enfermedades, complexio-
nes, esterilidad, tem|)estades, &c. la segunda lo busca en las
constelaciones &c. y á ella se dedican los matemáticos llama-
dos vanos. Desde luego, se debe tener presente, que la ver-
dadera Astronomía admitía en aquellos tiempos, cierto in-
flujo general de los astros en los cuerpos inferiores, por ra-
zón de su'particular naturaleza. El mencionado V. de Beau-
vais, hablando de los planetas, les conceda triple ordenación
en su movimiento: 1 ° el que tienen todos, y principió á la
V8z; 2.° que todos participan de él y se influyen, y 3." que
en su movimiento reina una armonía como en la música &c.
Por último debe advertirse que, algunos como Duns-Scott, ca-
si, negaban la Astrologia.
He dicho que una de las cuestiones que agitaban á los
sabios de aquel tiempo, era la redondez de la tierra y la exis-
tencia de li» Antípodas;, creencia antigua y contra la cual se
— 266 —
pronunció Lucrecio, negando que 1» gravedad de los cuerpos
hacia el centro, pudiese mantener de pié, 4 los habitantes
del opuesto hemisferio. La esplicacion de los griegos era sa-
tisfactoria; y el modesto Strabou la defendía apoyado en la
ley de gravedad, diciendo que la curva del mar, impide ver
á los navegantes los faros á gran distancia, que solo eran
visibles á su cercanía; razón emitida por varios para espli-
car esta redondez. El mismo Strabon anadia, que esta figu-
ra esplicaba la revolución de los astros celestes, por que no
tuviera efecto, si la Tierra fuese infinita. Doctrina sostenida
después por Theon de Smyrna y su hija Hippatie.
Varios padres de la Iglesia y entre ellos S. Agustín y
Lactancio, negaban los Antípodas, y diciendo aquel: que el
que cree en países habitados en la otra parte de la Tierra,
admite por consiguiente, que hay pueblos que no descienden
de Adán, por que les fuera imposible haber pasado el Oc-
céano para llegar á dicho punto, lo que destruirla lo ase-
gurado por la Biblia, cuando dice que todos los hombres son
descendientes de loa mismos padres. A esto solo .recordaré la
ignorancia de los hebreos, y que S. Agustín escribió en la
época de la decadencia de las ciencias, y no tuvo contrarios
que le impugnasen. En cuanto á Lactancio, cuya sabiduría
ha sido muy ponderada decía: La Tierra está tan distante
del cielo, como el mal de la virtud.—Los que admiten los
Antíp3d;as, no razonan bien. ¿Quien será tan extravagante
para creer que hay hombres que tienen la cabeza hacía ba-
jo y los pies arriba? Que todo lo que está echado en esta
tierra, está suspendido en la otra; que las yerbas y árboles
crezcan hacia bajo y que la lluvia y granizo caigan subien-
do? No nos admiraremos si cuentan las maravillas de Babi-
lonia con sus jardines aéreos, cuando losfilósofos,creen mon-
tes y mares suspendidos.—Después de varías reflexiones pa-
ra buscar la causa de este error, termina diciendo: Pero no
pudiendo descubrir el orden de la marcha (de los astros),
han imaginado que el cielo era redondo, según lo hace pa-
recer su vasta estension, y que el mundo tamhien era re-
— 267 —
dondo como una bola. Esto les ha inducido á trabajar bolas
de cobre, sobre las cuales han gravado figuras monstruosas
á las que denominan astros. Siendo redondo el cielo, la tier-
ra debia serlo &c. y siéndolo, mira al cielo por todos lados
igualmente, y le opone mares, llanos y montes &c. (deduce
de esto que todo debe ser habitado &c.) La redondez del cielo,
ka hecho inventar los Antipodas. Para esplicar que no pueden
caer, suponen que los cuerpos pesados caen siempre hacia el
centro, como los radios de una rueda, y que los cuerpos li-
geros como el humo, n\ibes, fuego &c. suben hacia el aire.
No se que decir de los que persisten en esta opinión errónea,
á no ser que al disputarla traten de hacer brillar su espíritu
ó quieran divertirse. Me seria fácil probar con argumentos
invencibles la imposibilidad de que el cielo esté debajo de la
tierra.—Esto escribía Lactancio, y esto repetían numerosas
personas reputadas por sabias.
Y si el inglés Beda el Venerable, independiente de la
Iglesia Romana, que murió en 735; pudo sostener impune-
mente lo contrario, no fué tan feliz el Obispo Virgilio de
Zalzburgo, muerto cuarenta y nueve años después de aquel,
pues por haber defendido la redondez de la tierra, le acusó
el predicador apostólico Bonifacio, al Papa Zacarías, quien
le condenó y castigó, como sostenedor de un error imperdo-
nable. A pesar de esto en 1245, Gualtero de Metz, decía en su
Imagen del mundo, que la tierra era redonda, y que el hom-
bre puede pasearla como una mosca sobre una manzana; es-
plicaba los Antípodas y suponía que saliendo un hombre por
el E. y otro por el O. llegarían á encontrarse. Alan de Isla
la admitía igualmente por redonda, así como S. Alberto,
Duns-Scott y otros varios escritores anteriores á Lulio. Uno
de estos, no recuerdo cual, tratando de los Antípodas^ supo-
nía que no caían por la voluntad de Dios, que los sostenía
milagrosamente. Imposible parece, que en época de tanta
ciencia, un comerciante griego llamado Kosmas, convertido
en fraile, después de BUS viages, escribiese en el siglo VI.
que la tierra se asemeja á una gran casa de planta llana.
— 268 —
de figura de paralelógrftmo, cuyos lados mas largos eran do-
bles de los otros, y sobre los cuatro, se levantan muros ver-
ticales formando una caja ó jaula, cuyo techo era el cielo.
En su interior hacia el N. y mas allá del Océano Septen-
trional, del cual el mar Caspio, no es mas que un gran gol-
fo, se encuentra la tierra antidiluviana. Del centro, surge un
alto monte, á cuyo ruedo giran el Sol, la Luna, y demás as-
tros, con cuyo movimiento se efectúan los dias, noches, fases
y eclipses. (Topografía cristiana.)
Lulio admitía los Antipodas, pero al profesar esta opi-
nión, tan antigua, tan generalizada y tan bien concebida, no
es acreedor á los exagerados elog'ios que le han prodigado
sus adoradores, suponiéndola hija de sus grandes conocimien-
tos y preclaro ingenio. Al tratar de ello en el tomo 6.° ca-
pítulo 175, pág. 108 á 10, de su tratado de Contemplatione,
se espresa de esta suertes «Cuando mi alma imagina la su-
perficie de la tierra que está debajo de nosotros, parece á mi
inteligencia y á mi razón, que todas las piedras y aguas
que están en su superficie, deben caer hacia abajo, y me pa-
rece posible que caigan, é imposible que no caigan; pero en
oposición á esta posibilad é impcéibilidad, parecería á los
hombres que estuviesen en la misma superficie de la tierra,
que está debajo de nosotros, por que á ellos les parecería, que
nosotros y las piedras y aguas tenderiamos hacia arriba, por-
que arriba á ellos les parecería debajo, porque tendrían sus
pies en la rectitud de los nuestros. La razón por que á los
hombres que ^están en la superficie de la tierra, en
la que está la letra A, parece Señor, sea imposi- ^-^^^
ble que caigan hacia arriba, y les parece á ellos { \
que las cosas existentes en la superficie de la tier- \ J
ra en la cual esta la letra B. caigan hacia abajo, "Nr^
es pop la contrariedad de los lugares, que se con-
trarían en superioridad é inferioridad; y por esto, les pare-
ce á dichos hombres ser posible, aquello que es imposible; y
ser imposible lo qué es posible; y de un modo semejante son
muchos hombres contrarios y discordantes en la fé, por que
— 269 —
no quieren mortificar su sensualidad, para entender la ver-
dad.» Siguen varias reflexiones místico-morales para demos-
trar que mortificando la sensualidad en el curso de la natu-
raleza, pueden comprender esto &c. Si no hubiese mas ra-
zones que las espuestas, para admitir los Antipodas, medra-
dos quedaran los astrónomos, y medrados quedan los que su-
ponen un mérito extraor^dinario en Lulio por admitir los An-
típodas, cuando eran tan numerosos los que sostenían este he-
cho conocido ya por los griegos. Y si el inmortal Colon, ad-
mitiendo la redondez de la tierra, se decidió á buscar, no un
nuevo mundo, sino nuevas tierras y pasos, sin duda tuvo pre-
sentes otros datos, mas claros, mas verídicos, mas probables
que los que le pudieron suministrar los obscuros ó incom-
pletos escritos lulianos, dado caso que I09 hubiese leído, ó le
hubieren llegado á su noticia por el mallorquín Ferrer, co-
mo se ha supuesto en esta Ciudad.
Terminaré estas considesaeioneB históricas recordando, que
la naturaleza del cielo y su número, fué un continuo objeto
de divagaciones, entre astrónomos y teólogos, quienes for-
mularon diversos pareceres, á cual mas gratuito, como fun-
dados en simples conjeturas metafísicas y puramente especu-
lativas. V. de Beuvais hablando del mundo sensible decía:
que era globular, como la yema del huevo dentro de la cla-
ra, que en él se encontraba primero la tierra y sucesiva-
mente el agua, aire, fuego y nada, hasta llegar al cielo don-^
de se fijan las estrellas, ocupando el éter el espacio que va
desde ellas al círculo lunar. Dios hizo distintos cielos para
evitar la confusión, y puso el agua entre ellos para impedir
la conflagración del fuego. El éter, como si se dijese siem-
pre corriendo, ocupa generalmente un cielo entre la mayo-
ría de los escritores, resultando que algunos niegan la exis-
tencia de los elementos en el cielo, y mas aun los elementa-
dos. Aristóteles en alguna ocasión decia, que el cielo era
eterno ó increado, y en otra lo suponía efecto de una causa
espiritual y creatriz. Admitía la eternidad, por que era im-
posible conocer quien fué el primero en el orden de los tiem-
— 270 —
pos, ó el huevo ó el ave por ejemplo, por que esta sale de
aquel y este de ella.
Según el mismo Beauvais, el mundo comprende tres co-
sas: tierra, agua, los cuatro elementos y por último el cielo-
Este ó sea el firmamento, se compone de partes sutiles, de
color amarillento, hermoso, de naturaleza de humo ligero,
aunque algunos lo suponían acuoso. Es ingenerable, incor-
roiptible, sin verdadera materia, si bien Aristóteles creia que
el Orbe es el quinto elemento muy distinto de los otros
cuatro. Sus lugares cercanos son cálidos é inflamados. Tam-
bién ha sido considerado por unos como compuesto de los cua-
tro elementos, y por otros como un quinto cuerpo &c. El
cielo de celar ó vigilar, Ouranos en griego, ó palacio del
Sol, por que está en él colocada; es redondo, voluble, ardien-
te, con impresión de signos estellares, de esfera redonda, en
cuyo centro está la tierra. El mismo Beauvais asegura que
para ser cielo, debe ser circular por todos lados, perspicuo y
luminoso; por lo que el agua y tierra, como gruesos y obs-
curos, no pueden contarse entre los cielos, como pretendían
otros, incluyéndolos con el aire y fuego en el número de los
cielos ó esferas. Por último, algunos le definían: cuerpo es-
piritual, redondo, motivo, con movimiento circular, natural
y sempiterno &c. Averroes decía, que no se componía de ma-
teria ni forma, y constituía el orbe con el quinto elemento,
que para algunos era lo mismo que la región etérea, que
se estendia desde el cielo ó estrellas hasta el circulo lunar.
Para Empédocles, el mundo es un ser vivo y divino: como
ser real es un todo que se componía del cielo, de la tierra y
de todas las naturalezas particulares; producido por el fue-
go, cuando se dividieron en la materia primitiva los cuatro
elementos, con los que Diosform<5todas las cosas, que acabará
por el fuego y por él volverá á renacer. En él existia la
unidad, y los dos principios agente y paciente &c. Lo &Q-
nominó esfera, esto es, redondo, cuya figura es la mas per-
fecta y la que mejor se presta al movimiento.
Para comprender los cielos de los antiguos, ó mejor es-
— 271 —
feras, deba suponerse un núcleo redondo y céntrico, que es
la tierra, revestido sucesivamente de otras tantas capas ó cor-
tezas, cuantos sean los cielos, como las bolas chinas de mar-
fil, que se contienen unas dentro de otras, á la maoera de las
telas ó cascos de la cebolla. Los filósofos en general, insi-
guiendo á los griegos admitian siete, uno para cada plañe,
ta. S. Alberto anadia un octavo para las estrellas fijas. Otros,
considerándolos como esferas, contaban además una para ca-
da uno de los cuatro elementos. Quien los clasificaba en sen-
sible, imaginable, intelectual, aéreo, ígneo y de la quinta
esencia; quien admitia el del Sol, de la Luna, el de los cin-
co planetas ó estrellas erráticas, el de las fijas, y por últi-
mo, el del agua, que envuelve la Tierra, y en la que ella flo-
ta. En estas clasificaciones se suponía además, que el Sol au-
mentaba el fuego, y la Luna el agua, y que aquel elemen-
tó estaba situado en el cóncavo de la segunda &c.
Los cielos según los teólogos, solian ser siete: aéreo, eté-
reo, ígneo, sidéreo, cristalino, empíreo, y de la trinidíid. Be-
da los modificaba admitiendo aire, éter, olimpo, espacio í g -
neo, firmamento, cielo de ángeles y de la trinidad &c. El
Eabbi Moyses, indicaba que un cielo comprendía á otro; es-
to es, uno para las estrellas y otro que lo envolvía: y S. Pa-
blo en uno de sus escritos, dice, que llegó al tercer cielo, su-
poniéndolo el mas elevado sin-duda; pero basta con lo es-
puesto para manifestar la vaguedad en que cayeron aquellos
escritores, y cuantos trataron sobre el particular en éste sen-
tido. Ahora pasaré á exponer la manera da considerar Lulio
esta ciencia, comenzando por varios pensamientos sueltos es-
parcidos en sus escritos, y terminando con el libro especial da
Astronomía.
Pensamientos sueltos.—El firmamento pues, segim Lu-
lio, es el último y mayor cuerpo, que contiene en sí todos
los cuerpos. Está animado por movimiento circular para que
se mueva á si mismo, sin levedad y ponderosidad. Lo mis-
mo corresponde un alma al firmamento como á la vegetati-
va para vegetar.—Es departes minutas y eircularmente son
— 272 —
motivas y móviles.—Porque Aries se mueve hacia Tauro, y
este al Géminis, y Gémiuis al Cánc«r, y este al Leo, y el
Leo al Virgo, y sucesivamente á Libra, Scorpio, Sagitario,
Capricornio, Acuario, Piscis, y este al Aries y este al firma-
mento; por esto se mueve por sí mismo y á si mismo y tie-
ne movimiento circular.—En la misma rectitud en que Pis-
cis se mueve al Aries, se mueve Saturno al Aries, y los de- .
más planetas siguen á Saturno en la rectitud del movimien-
to.—Del movimiento de los signos y planetas, resulta laob-
viacion de los cuerpos celestes, y de dicha obviacion sale la
inñueiicia, la virtud y el movimiento temperado á los cuer-
pos inferiores.—Asi como Aries se mueve hacia Tauro, y es-
te á Géminis, también circularmente se mueven las partes
del Sol, por que la parte puntual que está en medio del cuer-
po del Sol, se mueve á la parte consecuente, y asi de par-
te en parte, hasta la superficie de la rueda solar.—El sol,
moviéndose á si mismo, mueve toda su esfera á sí mismo.
—Asi como el cuerpo redondo que baja de un monte al
llano, se mueve á si mismo.con su rotundidad y ponderosi-
dad> del mismo modo el Sol se mueva á sí mismo con su
rotundidad, y tton el apetito de la parte circular en el cír-
culo. El Sol en cuanto á si mismo siempre está en el me-
ridiano.
El Sol se mueve de un lugar & otro, por que sus partes son
circulares y esféricas, y el apetito común de las partes es el
movimiento, que es el centro del apetito. ¿Porque en verano
Be mueve mas sobre nuestras cabezas, y en invierno está
mas bajo? por el Sol viven las plantas y animales, y hay
las cuatro partes del año; y el martillo es movido según la
disposición del clavo, y las raices del árbol celestial, tienen
reposo en el movimiento del Sol &c.
La tierra se sostiene por el mutuo enlace de los elemen-
tos, por su ig-ualdad en ponderosidad y levedad &c. El fir-
mamento la hiere por igual, por todas partes, con la influen-
cia de su movimiento; y cuando hay algún embarazo por al-
gún grueso vapor que se interpone entre ella &c. resulta el
— 273 —
terreni^tp &c. (libro Félix.)
Las estrellas fijas, son una agregación de luz en algún
sitio circular del firmamento, Líis estrellas errantes son par-
tes divididas del firmamento, y encendidas y coloreadas por
la luz del mismo. En ellas que son planetas, se hace la di-
gestión y disposición de las influencias, las que se trasmi-
ten á los cuerpos inferiores por las estrellas fijas.—La in-
fluencia de la virtud que los signos trasmiten á los inferio-
res se dirige á Saturno, este lo hace á Jove, Jove á Marte,
este a.1 Sol, este A Venus, este á Mercurio y este á la Lu-
na; y de este modo, el fuego y demás elementos reciben in-
flujo de la Luna en su esfera, según la disposición de cada
cual.—-Los cuerpos celestes no son de complexión de los ele-
mentos, pero tienen dominio y acción en sí mismos.—^El Sol
y la Luna disponen, cuando en la esfera del fuego se lleva
la influencia de los cuerpos celestes, quQ v» á los ipferio-
res. El Sol y la Luna son estrellas mayores, por que tienen
oficio común, y tienen este oficio como las personas <»mu-
nes.—'La Astrología mira las naturalezas superiores de los
cuerpos celestes, y según ellas hace juicios de las terrenales.
(Proverbios.)
El oido oyó que los antiguos filósofos llamaron al cielo
primer móvil; y el entendimiento entiende por ello, que tie-
ne primer mover, sin el cual no tendría primer móvil.—El
primer mover y £l primer celestiar son de la esencia del cié -
lo, y tienen varios accidentes.—Como no es grave ni leve,
se, mueve circularmente en sí mismo, por no tener «psfcito
ni gravedad para descender como la piedra, ni levedad pa-
ra subir como el fuego.—Para saber el entendimiento, como
permanecen en el cielo el primer mover y primer celestiar,
baja á la piedra en la que el ignificar, aterificar, acuificar y
terrificar están en movimiento, por medio del calentar, hu-
mectar, enfriar, disecar &c. los cuales actos son permanen-
tes dentro de la piedra, sin salir al exterior; y conoce el en-
tendimiento, que el mover y el celestiar, están en el cielo con
algún accidente, que permanece en su interior, pero que no
— 274 —"
sabe sus nombres, y por la ignorancia de estos nombresj
queda confuso, hasta que baja ala piedra nuevamente, y dis-
curriendo, discurre y conoce que el ignificar y calentar, existen
en la piedra con el innato bonificar, magnificar, durar, p o -
sificar, apetecer y virtuificar, oou lo que comprende, que el
mover y celestiar existen en el cielo coa el celestial é inna-
to bonificar, magnificar &c, y esto interiormente, así como
existe en la piedra, el elementar, bonificar &e. (Escala inte-
lectual.)
El cielo es perpetuable, con movimiento continuo.—La oc-
tava esfera no puede mudar todo su lugar, por que no tie-
ne naturaleza grave ni leve; no puede dividirse, no es es-
férico y si cóncavo. Sus principios son incorruptibles. Tiene
ánima motiva, es cuerpo movible, creado por sí y de la na-
da.—La Luna es planeta ínfimo, sin ella no existiría Mercu-
rio, sin Mercurio, Venus, y así de los demás sucesivamente.
(Metafísica nueva.)
El orbe consta de tres partes: 1.* los doce signos; 2." los
siete planetas y 3.* influencia que tienen en los elementos
del cuerpo.—El firmamento se mueve por que lo vemos en
las noches y en los días; el Sol, Luna y demás planetas g i -
ran al rededor de la Tierra; no necesita pruebas, por que lo
ven los ojos.—Los doce signos son estrellas fijas apa,rentes
que dividen el firmamento.—Hay cuatro estaciones, con tres
meses cada una; y los signos en rueda para los meses y es-
taciones: influyen en calor, frió, humedad, y sequedad &c.
Compara sus calidades con las del Sol, y conceptúa no están
compuestos de elementos por que fueran corruptibles &c.—
Hay siete planetas para los siete dias de la semana; están
debajo del firmamento, son concurrentes, y tienen su- impe-
rio y peculiar región; reciben formas é impresión de los do-
ce signos.—Se representan por la forma de la calidad ele-
mental de los elementos, y son cálidos, fríos, secos, húmedos,
según las operaciones que tienen en los cuerpos inferiores &c,
•—El Sol y la Luna tienen dominio y obran en los cuerpos
elementados; los planetas son unos mas veloces que otros, y
— 275 —
seg'un su distancia de la tierra, tienen su influjo en ciertos
miembros según la complexión. De aquí es que los hombres
reciben los azares de vanidad, mortalidad, fortuna &c.-^La
Ástrologia aunque ciencia confusa', lo esplica todo con ma-r
yor ostensión &c.—El orbe tiene principio y fin; fué creado,
y si fuese eterno, no hubiera el primero ni el último hom-
bre, ni viniera la resurrección; no es animado &c. (Princi-
pios de Filosofia.)
Orbe ó cielo, es sustancia de esencia superior á los ele-
mentos, que no los incluye, para ser mas perfecta; ha do ser
mas noble, por el uso notorio é influjo del cielo que es tan
noble.-T-Teniendo el cielo principios sustanciales propios, se-
mejanzas de perfecciones divinas, ha de tener principios sus-
tanciales correlativos de ellos; esto es, razón activa, pasiva,
y acto correspondiente; y como no puede ser sin motivo, por
causa de su razón actual, el cielo se mueve á sí mismo pa-
ra ejecutar sus influjos correspondientes, mediando sus cons-
telaciones, seguñ las cuales varia su influjo.—En el tivo se
entienden los correlativos ó razones activas, y en el lile las
pasivas.—Los activos son forma; y los pasivos materia del cie-
lo &c.—Las esferas planetarias, son cuerpos cóncavos como
las de los elepientos, á la manera de los cascos de la cebolla,
para que así puedan participar mas unos y otros de la mo-
tividad, movilidad y mover.—La octava esfera está compues-
ta de materia y forma, como el Sol, Saturno y estrellas. El
Sol dá luz á Venus, esta á Mercurio; este á la Luna; esta al
fuego; este al aire; este al agua y el agua-á la tierra.—El
Sol es mayor que la Luna, y por eso esta recibe beneficio
de aquel, y no seria decente que el Sol lo recibiese de ella
por ser superior y mayor.—Hay quien supone que la luz del
Sol es punto y centro de muchas líneas, que son de la luz
de las estrellas fijas del firmamento, las que agregan y j u n -
tan sus virtudes en el Sol, para que de él se haga en lo in-
ferior, la influencia de las estrellas, que están en lo superior
en muchas partes, según la necesidad que tienen estos cuer-
pos inferiores de las influencias de los superiores.—El firma-
— 276 —
mentO' tuvo principio y tendrá fin, pues lo prueba su movi-
miento &c. YFmoí libros.)
. Las raices del árbol celestial son: (*), bondad, grandeza,
duración, poder, instinto natural y apetito, virtud, verdad,
delectación, diferencia, concordancia, principio, medio, fin,
mayoridad, igualdad y minoridad: fueron creadas al crear el
mundo, como bondad general &o. que son principios prime-
ros y generales de naturaleza corpórea divididos eU dos par-
tes, uno de la quinta esencia, y otro de las cuatro sustan-
cias del mundo &c. Así la bondad general se divide en mu-
cbas bondades, una de la quinta esencia y otra de las esen-
cias inferiores, y fué tan general para que la bondad inferior
y la superior, tuviesen naturalmente mayor concordancia.—
Por la contrariedad, unos elementos son contrarios á otros,
para que tenga lugar la generación y renovación de las for-
mas nuevas^ &c.—Por el medio tienen medio en sí mismas,
como la bondad del Sol, en él cual el bonificar es medio en-
tre el bónificativo y boaiñcable, y el Sol que es medio en-
tre Saturno y la Luna &c.—-Al dividir los principios gene-
rales en el principio de la creación, unas partQsfueron pues-
tas arriba y otras abajo; y muchas partes superiores queda-
ron desprovistas de muchas naturalezas y propiedades, que
se concedieron á los inferiores; como la bondad del firmamen-
to, que quedó sin peso, ligereza, calor, humedad, frialdad.

(*) El Árbol de las Ciencias, especie de Enciclopedia que contieno en re-


sumen varios conocimientos, es ano de los tratados mas reputados de Lulio, en
el que sobre salen sus doctrinas; y redaciado según él, para poner las cíeselas
al alcanze de todos. Consta de diez y seis partes ó árboles titulados: Elemen-
tal, Vegetal, Sensual, Imagina!, Humanal, Moral, Imperial, Apostollcal, Celes-
tial, Angelical, Eviternal, Maternal, Crislianal, Divinal, Exerapliflcal y Cuestlo-
nal. Preciso es leerlos para comprender lo que encierran, pues el titulo no
siempre corresponde á la idea que se forma por el simple dictado. En ellos
examina el contenido,figuradamenteen el orden de las raices, tronco, ramds
ramos, hojas, flores y fruto, como en el Celestial, cuyo reducido extracto pre-
sento, y dedicado á la Astronomía ó conocimiento de la impresión de los cuer-
pos celestes y sos iuflaencías ca los ioreriores. &c.
— 277 —
sequedad, blandura, aspereza, suavidad, amargura, dulzu-
ra, alteración, generación, corrupción &c.
El tronco no se puede sentir por que es confuso, y su co-
lor'se siente en las estrellas errantes y en las fijas, y su fi-
gura es circular y causa de todas las figuras circulares cor-
póreas, pero no se puede ver y consta de partes triangulares
existentes en lineas oblicuas &c. No es pesado ni ligero, por
que está constituido de líneas oblicuas y redondas, las cua-
les, según ellas, sinpUcUer no tienen superior ni inferior, co-
mo el círculo que no tiene principio ni fin.
Los irasos son los doce signos: Aries, Tauro, GémíniiS
para la primavera; Cáncer, Leo, y Virgo pata el verano;
Libra, Escorpión y Sagitario para el otoño;; y Capricornio,
Acuario y Piscis para el invierno. Caminan al rededor de la
Tierra como los cuatro tiempos del año. Si Aries es bueno,
también lo son Tauro y Géminis y todo el triángulo de la
primavera. Y como concu^rden en la bondad, deben concor-
dar en la movilidad y masculinidad &c. Como Saturno al
que se le atribuye la complexión de la Tierra (ínfimo ele-
mento), y el movimiento mas tardío, y describe menor cír-
culo, siendo el planeta mas alto y de mas curso &c. Y por
esto el Sr. Papa y sus hermanos los cardenales, harían bien
en hacer ordenar la ciencia de la Astronomía, según el. drden
necesario de las impresiona superiores ó inferiores, con las
debidas situaciones, inquiriendo las experiencias que se se-
guirían de esta ordenanza; lo que pudiera lograrse con nues-
tro Arte y Tabla general &c.—^Y por cuanto Artes debe te-
ner mayor concordancia por causa del corazón, con la volun-
tad por la humedad y calor, que Piscis por la frialdad y
humedad, ó Sagitario por la frialdad y sequedad. Y Leo de-
be tener mayor concordancia por razón del celebro en la fren-
te con el entendimiento por el calor y sequedad, que Piscis
por la frialdad y humedad, y Escorpión en el colodrillo &c.
y así por esto se reconoce el tiempo del año, y á que hora de
dia y de noche deben dar los médicos sus medicinas &c. y co-
mo un signo concuerda para darla á un miembro y ao á otro.
— 278 —
Como la Tierra está eo medio de la octava esfera, por eso
siempre hay seis signos arriba sobre su superficie, y otros
• tantos debajo, como por línea reftta desde Oriente á Poniente,
y desde Medio dia al Septentrión. Suponiendo que el E. sea
A, y el O. C, y el S. B, y el N. D; suben pues Aries, Tau-
ro y Géminia, desde A hasta B; y Cáncer, Leo, Virgo de B
á C; y Libra, Escorpión y Sagitario de C á D; y los restantes
desde D A A. Y por eso el Sol es mas caliente cuando ba-
ja de B á C, que cuando sube de A á B, por que recibe mas
•virtud de Cáncer, Leo y Virgo, que de Aries, Tauro y Gé-
minis. Esto hace que el astrónomo formule un juicio en la
cabeza, otro en el medio, y otro en la cola. Lo mismo su-
cede con Cáncer, Aries, Libra y Capricornio; esto es, que las
cosas hechas en su dominio no son durables &c.—La mas-
culinidad se atribuye á un signo por razón de la forma, y
la femineidad á otro por la materia, para que de aquel que
tiene acción se siga masculino y el dia, y del de pasión, la
hembra y la noche.'—En una misma hora y región se en-
gendran machos y hembras, por razón de la concepción de
los cuerpos inferiores, que reciben las impresiones de los su_
periores, según están dispuestos &c.^Como el fuego que siem-
pre tiene naturaleza de calentar lo que toca, pero no calien-
ta la piel de la salamandra, que vive en el fuego, y es por
haber nacido y criadose en el fuego del que tiene mas que
otro elemento.
Un signo tiene movilidad y otro fijación, por que con-
viene- que las cosas que se producen por generación, se pro-
duzcan por movimiento. El agua es aumentable y de causas
alterables, con el cual movimiento se alteran los instrumen-
tos, como se fatiga el caballo corriendo, el corazón pensan-
do y las manos trabajando &c. Por este motivo quiere des-
cansar la naturaleza, como el cabaUo, la ballesta &c. Con
todo, la voluntad de Dios y la del hombre, pueden alterar
los influjos celestes &c.
Los siete planetas son los ramos del Ávlol celestial: Las
esferas de los elementos están, la del fuego mas alta; luego
— 279 —
el aire debajo para q»e el fuego le tenga inclinación; y el ai-
re sobre el agua para queje tenga inclinación &c. y asi de
las demás, las influencias pues, vienen de arriba liácia bajo.
—El arte descubre que es falsa la; colocación de los planetas
según los antiguos.—Se mueven de O. á E., al revés de los
signos que van de E. á O.; y así se verifica el encuentro de
las virtudes 6 influencias delfirmamento,cara á cara, como la
de Aries con la de Saturno, y es mayor la influencia del en-
cuentro, acá en los inferiores, de que se sigue mayor mix-
tión y virtudes en los inferiores.—Cada estación requiere
tres meses, por la razón de que dos lineas son mas fuertes
por concordancia, que una por contrariedad en lo cálido y
seco; que la contrariedad que hay entre lo húmedo y lo seco,
de lo cual resulta que el triángulo que tiene tres líneas y
tres ángulos, y cualquier linea y ánguto necesita de un mes&c.
Hojas del árlol.—Se comparan con los accidentes gene-
rales del árbol, que son las razones 4 los accidentes inferiores.
De manera que la cantidad de la, región de Aries, Tauro y
Géminis, es la razón y causa de la cantidad del Oriente has-
ta el Mediodía. Y asi de otros accidentes.
Cantidad del árbol.—Es continua y discretar ambas se
consideran en las figuras circular,- cuadrangular y triangu-
lar. La primera se considera como de Aries y T»uro, y de
los demás basta Piscis", de Saturno 4 Júpiter basta la Luna.
Esta cantidad coatinua, se extiende por todo el firmamento,^
y es una de muchas; esto es, de las primitivas y de las rai-
ces, y como estas son diferentes, es cantidad continua de
cantidades discretas, como la cantidad común de la sustan-
cia, que es de las cantidades discretas, ó sea de la materiar
y forma que son cuantas. Hay cantidad continua <|u© com-
prende todos los lugares interiores de la octava esfera, y es-
tá sustentada en las formas generales de la quinta esencia,
y en las cuatro sustancias del mundo.—La discreta consiste
en la bondad, que es una en la quinta esencia, y otras en
las cuatro sustancias, como el hierro que está en figura de
martillo, ó en la de cucbillo &c,—Así coma la cantidad de
37
— 280 —
carne, no pone algo positivo de su esencia, en la cantidad
discreta de los huesos, sino solamente de su naturaleza; del
mismo modo la cantidad de la quinta esencia, no pone algo
de si en las cantidades inferiores en cuanto su esencia, sino
en cuanto en su naturaleza, con la cual participa con las
cantidades inferiores, según la continuidad. Y si el Sol mul-
tiplica la cantidad en el crecimiento de las plantas, y en e^
calor de la pimienta, aun cuando su cantidad no baje á lo
inferior, ni se aparte de él, si bien !as cantidades inferiores
reciben de ella las impresiones é influencias; así se cotiocen
muchas cosas secretas. La cantidad de la q uinta esencia con-
siste en la figura circular, según la situación desde Aries á
Piscis, y de Saturno á la Luna, y desde Aries á la Luna; y
A. es figura- cuadrangular por dividirse en cuatro regiones,
la primera de Aries, Tauro y Géminis &c. y la triangular
consiste en los planetas &c.
Calidad del áriol.—El Sol es cual por la diferencia que
tiene de los otros planetas, y es cual por que es bueno y lu-
ciente; calidad que le es propia aunque la Luna sea buena,
como el fuego que es bueno, lo mismo que el aire; pero por
cuanto el fuego y el aire son distintos por lo cálido y húme-
do, la bondad del fuego está bajo una calidad, y la bondad
dol aire bajo otra. Lo mismo es del Sol y Luna &c,—Los
planetas imprimen sus semejanzas en las calidades propias y
apropiadas consistentes acá en la tierra; asi Saturno es ma-
lo y de complexión de tierra, por lo que causa en los infe-
riores el multiplicar la sequedad y frialdad, y melancolía en
los hombres, por cuyo motivo tienen malos pensamientos &c.
—Hay también calidad apropiada, como el calor del Sol y
la frialdad de la Luna. El Sol es causa del fuego, multipli-
cando el calor, por razón de la luz que concuerda con la del
fuego, que es cálido propiamente. Y la Luna multiplica la
frialdad en el agua, por razón de su umbrosidad, que con-
cuerda con la otra, y de ambas procede la noche fuente de
frialdad y de la sombra.
Jtehciones del dríol.—El Sol es dé la grandeza, bondad
— 281 —
y demás, y en la bondad es del bonificativo, bonificable y
bonificar, en los cuales está la relación que es parte del Sol>
y por la cual tiene la naturaleza de bonificar en las relacio-
nes iníieriores que están en la especie de la bondad. Y as'i
como la luz del Sol es la razón de multiplicar el calor de^
fuego, por que concuerda con él en la luz, así su relación es
la razón para multiplicar la relación del fuego en el calen-
tativo, calentable y calentar, y en el bonificativo, bonifica-
ble y bonificar.
Acción y pasión del árbol.—El Sol tiene acción como bo-
nificativo, y su bonificable esencial es pasivo, y lo mismo
sucede con la acción y pasión del Sol bajo la razón de la bon-
dad. Esta acción y pasión están dentro de su sustancia, y dan
lugar á una acción y pasión esterior, como el Sol. que tiene
acción sobre Venus, dándole su semejanza, y Venus es pa-
siva recibiéndola &c. Lo mismo Mercurio sobre la Luna; por
lo que se dice que la Luna tiene mas materia, que otros pla-
netas, para que su materia esté dispuesta á recibir muchas
y grandes pasiones de los superiores, por lo que causa gran-
des propiedades eu los inferiores, y por eso atienden á ella
los marineros, los que han de sangrarse, las mugeres que
quieren concebir, los que han de plantar y podar, y el estar el
cangrejo lleno y vacio según sea la Luna.
Hábito del áriol.—El Sol lo tifene de secar la teja y ablan-
dar la cera, y como el fuego lo tiene de secar la teja, por ra-
zón de la sequedad que recibe de la tierra, así el Sol lo ha-
ce por la sequedad que recibe de Saturno &c.
Situación del áriol.—Está significada según su cantidad,
&c. y como es superior, es cansa de otras inferiores, como
el Sol que está situado en su circulo moviente y movido. Mo-
viente por que se mueve por sí mismo de O. á E., y movido
en cuanto el firmamento lo mueve de E. á 0., y lo mismo su
situación que es entre Saturno y la Luna, y por eso el hí-
gado está en el medio del cuerpo, y en él la hiél, y sobre el
cual tiene el Sol mayor acción que otro planeta &c.
Tiempo del áriol.—Según el movimiento de los plañe-
— 282 —
tas á los signos, resulta que el firmamento no tiene ninguna
sombra, de la que se sigue el tiempo de los dias y de las
noches, sobre la superficie de la esfera del fuego. El tiempo
no multiplica ea la superior el dia y la noche, sino en la in-
ferior, por la razón de la sombra de la "Tierra; por que to-
do lo que está arriba, está iluminado por el Sol ó las estre-
llas, sin la sombra de la noche.—El tiempo se multiplica en
otro, no en sí, como el movimiento distinto de los planetas;
y está en ellos en cantidad discreta, y es uno en si mismo,
como el dia, compuesto de muchos momentos sin sombra ni
multiplicación de muchos dias.—El tiempo es en sí mismo
sin movimiento, como el círculo sin principio mi fin.—Y co-
mo el hombre pecador necesita de la justicia de Dios, así las
sustancias inferiores necesitan que el tiempo sea variado ea
las sustancias superiores.—El tiempo superior arroja á bajo
sus semejanzas al tiempo inferior, que las recibe en las sus-
tancias elementares, que en un tiempo están en un lugar, y
en otro tiempo en otro, como las sustancias, por eso el fuego
que calienta, ilumina, deseca y ablanda &c.
Lugar del árioí.—Está determinado dentro de la octava
esfera, según el curso natural, pero según la fé tenemos cie-
lo cristalino y empíreo sobre la octava esfera. Según el evi-
ternal, están en él eoloeados los ángeles delante de Jesucris-
to, conforme la grandeza d^ la bondad, justicia y caridad;
y es situación eviternal; y lo mismo la de los condenados que
¡estarán sobre el fuego, unos encima de otros, como montones
de piedras, lo mismo los que estén sobre ei agua hirviendo
como los peces en el mar. Pasage muy horrible y terrible que
debe considerarse &c.
Las Jlores del árbol.—Son actos existentes entre las po-
tencias y objetos, vestidos del movimiento, estendidos en ellos
y vice versa. Como la flor de Aries que está en Marte, la
de Tauro en Venus &c. según los antiguos; pero no lo ad-
mite por ser contra la experiencia &c. Es flor el elementar,
el vegetar, el sentir, y el imaginar, como el fuego que es-
tá en el aire prodiace el movimiento de calcular; el oro y el
— 283 —
domingo por el Sol; el jueves que es de Júpiter. Y de estas
flores superiores reciben influjo inferior las flores inferiores,
como el león que produce la flor del elementar en la leona &c.
Fruto del árbol.—Es uno de su naturaleza y otro sobre
su naturaleza, el cnalse coje en el cielo empíreo. El de la
naturaleza del árbol, es de las causas movidas, á las cuales
se mueven las ,formas motivas, moviendo los movibles, para
que produzcan las sustancias movidas de potencia en acto,
como el oro, manzana, caballo y cuerpo de Martin, y su cu-
chillo, y castillo &c. El fruto superior, es por razón del Fin,
como el hombre, que es fruto en el cual se cojen los frutos
del Árbol elemental, de las plantas, de los irracionales &c.
y esto es, si aquel hombre sirve á Dios en esta vida, y en-
tonces se cojen en él los frutos de Aries, Tauro, Saturno,
Júpiter &; pero si és pecador se pierden los frutos, como el
oro en la pérdida de la nave que se sumerjo en el mar pro-
fundo.
Libro de Astronomía.—(*) Este tratado, fué terminado en
París, en octubre del año de J. C. de 1298; tenia por objeto se-
gún Lulio dice en su preámbulo, satisfacer la curiosidad de
los hombres que desean saber la verdad, naturaleza y secre-
tos de los cuerpos supra celestes, por el arte de la Astrono-
mía; y á fin de que se conociese la falsedad de los malos as-
trónomos, y en particular para que los príncipes y majistra-
dos no saliesen engañados .por las divinacíones geománticas.
—Lo divide en dos partes: la primera es del movimiento y
conjunción y obviacion de los planetas en los signos, y la

(*} Para este análif is he tenido presente un manuscrito del siglo XVIT, qne
pertenecia al difanto D. Jaime Frohens, copia de otro anterior. En la Biblio-
lera provincial de esta Ciudad, existe otro roanascrilo' de principios del siglo
^V, «I que han adicionado varios datos astronómico^ de autor desconocido, con
variasfiguras,y en el que se dilucidan ciertas materias que no pi-rtenecea al
escrito de Lulio, y concoerdan con los conocimientos de la época, l^a figuras
bastante mal trazadas á la pluma é Incompletamente iluminadas, representan la
redondez de la tierra, el astrolabio, las fases de la Luna, los eclipses &c.
— 284 —
segunda de los juicios que pueden hacerse por las conjuncio-
nes y obviaciones de los planetas en los signos: toda la cien-
cia astronómica gira sobre estas dos partes:
1." Parte.—Se divide en cinco á saber: I, Principios as-
tronómicos. II. Figuras astronómicas; III. Conjunciones de
los planetas y signos. IV. Objeciones que propone contra cier-
tas opiniones astronómicas y V. Cuestiones ó preguntas sobre
lo expuesto.
I. Principios. Se dividen en dos partes; la primera con-
tiene los antiguos principios de la Astronomía, y la segun-
da la aplicación de los principios del Arte luliano, á los an-
tiguos principios astronómicos, á fin de que con estos se pue-
da encontrar la verdad de los anti^i^uos principios, y encon-
trar y demostrar su naturaleza y secretos.
La primera parte de esta nueva subdivisión, se divide á
su vez en dos, una que trata de los doce signos y otra de los
siete planetas.
JDe los doce signos.—^Los antiguos dividieron el cielo en
doce partes en las que están las estrellas, cada una fué lla-
mada casa, por la estrella que en ella se aloja y á la que die-
ron el nombre de signo, y son Aries, Tauro, Oéminis, Cán-
cer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio,
Acuario y Piscis. Con estelos antiguos consideraban todas
las naturalezas del cielo, y atribuian á cada signo sus con-
diciones y naturalezas diferentes entre si &c.
Aries.—Es signo de complexión de fuego, por que es ca-
liente y seco, cuya complexión se indica por B, en este libro.
Es cálido de fuego por su propio calor, y es seco por su se-
quedad, que recibe de la tierra.—Sin embargo, no es cálido
ni seco por su propia esencia y naturaleza, sino que tiene
naturaleza para multiplicar su calor y sequedad, en cuanto
el cielo tiene naturaleza de influir por su virtud en los in-
feriores, como el Sol que tiene virtud y naturaleza para mul-
tiplicar el fuego por su calor, con su esplendor y sequedad,
que es semejante á la lucididad del fuego.—Con su calor,
multiplica Aries los colores en los cuerpos inferiores y des-
- 285 —
truye la frialdad; y con su sequedad multiplica la sequedad
y consume la humedad, y se dice que tiene calor y sequedad,
por que su materia y virtud, concuerda mas con el fuego
que con otro elemento &c.
Aries es diurno, por que su naturaleza y virtud le hacen
mas semejante al día que á la noche; por eso dicen que los
hombres nacidos de dia en constelación de Aries, son mas
coléricos que los nacidos de noche, y por este signo tienen
aquellos mas orgullo que los otros &c.—Es masculino, por
que tiene mas concordancia con las partes inferiores mascu-
linas, y los nacidos en este signo son mas acertados en las
cosas masculinas.—Es movible y por lo tanto los generados
ó nacidos en él, son mas ligeros y movibles.—Aries tiene
por planeta á Marte con el que concuerda y se asemeja mu-
cho.—Tiene tres partes: cabeza ó rostro significada por E, y
es la que sube, medio ó centro especificado por F, que es es-
tante, y cola que desciende y se significa por G, de modo que
tiene diez grados de ascenso, diez de parada, y otros tanto
de descenso.—En el hombre tiene cabeza y cara, su región
es en Babilonia y Persia, lo que supone que tiene mas po-
der en la cabeza que en las partes inferiores.
De un modo parecido y digno de figurar en los lunarios
perpetuos, va espllcando los restantes signos, refiriendo su
complexión, sexo, caracteres, influjos &c. y sus virtudes que
varían según los planetas, con los cuales entran en conjun-
ción &c.
Los Planetas son siete: Saturno, Júpiter, Marte, Sol, Lu-
na, Venus, Mercurio &c. son estrellas que se mueven de Oc-
cidente á Oriente, por movimiento propio, por la razón de que
el cielo se mueve en sentido inverso. Estas estrellas son er-
rantes, por que no se mueven, de un mismo modo, sino cada
una por su lado y con esfera propia &c,
iSaturno.—Es de la complexión de la Tierra; se figura con
C, es masculino, diurno y malo; tiene por representante el plo-
mo y el sábado. Es señor del Capricornio y Acuario; hace
su curso en treinta años, asi como el Sol en uno. Según Lu-
— 286 —
lio, sus propiedades no son las que le atribuyen los antiguos,
y sí las que están de acuerdo con el Arte.—Es malo por que
es de la complexión de la Tierra, según la comparación de
la complexión del cobre, que es buena complexión por la san-
gre que es fuente de vida, y la melancolía que es fuente de
muerte; y los hombres que nacen en esta constelación, son me-
lancólicos y graves, y ponderosos, por la gravedad que tienen
por el agua y la tierra^ que naturalmente son graves y pon-
derosas; y por la naturaleza de la ponderosidad, son constan-
tes y firmes en sus apetitos y deseos, y reciben naturalmente
por la tierra. Tienen buena memoria, por que el agua es
restrictiva por naturaleza, é irapresiva; y aman especies, fan-
tasmas y matemáticas &c. con inclinaciones á labrar edifi-
cios y á ciertos oficios &c.
Júpiter.—Es de la complexión del aire que es húmedo,
cálido y bueno y tiene el estaño. Su curso es de doce años.
Es señor del Sagitario y Piscis, y le corresponde el jueves:
es masculino y diurno, tiene varios inñujos &c. es señor de
la sangre que es húmeda y calorosa &c.
Marte.—Es de complexión del fuego, cálido y seco, mas-
culino y malo, le corresponde el hierro y el martes; camina
doce años y es señor de Aries y Escorpio &c.
Sol.—Es cálido y seco, tiene complexión masculina y es
diurno; tiene el oro y el domingo, y es mediano, esto es bue-
no por el calor, y malo por la sequedad; porque aquel gene-
ra y esta corrompe. Es señor del León y anda su camino en
un año. Es la mayor estrella del cielo, y por eso tiene mas po-
-der en el fuego que otro, y por que tiene el dia, que es mejor
que la noche, alegra, y consume vapores nocturnos &c. des-
truye sus corrupciones; (Siguen varias reflexiones sobre su
influjo en otros planetas, y calidades de les hombres en quie-
nes influye &c.) Por el calor del verano, que seca la cólerai,
es mas mortífero. En lo inferior hace mas ^ien que mal, aquel
por el calor y este por la sequedad &c.
Venus.—Es de complexión de agua fria y húmeda; es fe-
• menina y nocturna, tiene la plata y el viernes. Es buena por
— 2í¥7 — -
que templa la malicia de Saturno y de Marte. Es vecina del
Sol, y señora del Acuario é influye en las fuentes y rios &c.
obra igualmente en plantas, yerbas y alimentos por el agua
&c, promuévela lujuria, las poluciones, los diluvios &c.
Mercurio.—Planeta mediocre, representa el azogue y el
miércoles. Es masculino y diurno*, señor de Géminis y Vir-
go; con Venus hace sil carrera en un año;, y por su vecin-
dad con la luna, es cálido y seco &c.
Luna.—De complexión de agua, es fria y húmeda, es
buena y mala, femenina y nocturna, tiene la plata y el l u -
nes; señora del Cáncer, hace su camino en 27 dias y 8 ho-
ras.—Es buena y mala por kt marea, (jue la sobe, y recoje
en su esfera las influencias de los cuerpos svipeiiores, y por
ella maduran los árboles.—La luna nueva es mala, la vieja
buena. Convierte el trigo en zizaña, las cebadas en avepa
&c. promueve los n\onstruos, llena ó vacia los cangrejos se-
gún BU estado. Sus calidades dependen en parte de la región
del fuego.—Engorda y engruesa los hombres y les da poco
ingenio. Influye en el sueño y enlates &c. Al contrario de
otros planetas, quita el apetito y no deja sentir los gustos.
—^Tiene varias influencias, y aumenta ó disminuye la san-
gre, y agua de pozos y fuentes^ del mismo modo- que pro-
duce las mareas &c.
Los planetas y los signos como es consiguiente, se influ-
yen mutuamente, según sea la conjunción y el lugar que en
ella ocupen; por ejemplo, si todos los planetas estuviesen con-
juatos en Cáncer, Júpiter seria vencido, por que no estarla
en aquella constelación en la debida'cantidad, sino como en
una A. la que es mas vencida por calidez, que es su calidad
apropiada> que no por humedad, que es la suya propia; y B,
seria vencida por D. que concuerda con humedad &c.
Como varias veces se ha mencionado en el discurso de es-
te libro, la colocación de las 'esferas de los elementos y pla-
netas, en el sentido admitido por Lulio y sus contemporá-
neos; he creido conveniente acompañar la adjunta figura, que
representa la respectiva situación de unos y otros, y con ar-
as
— 288 —
reglo á las trazadas por él en otros libros. En algunas de
estas figuras, se suele aumentar un círculo ó esfera, entre el
número 4 y 5, correspondiente á la de la quinta esencia.

e
J_
X
_2_
-Ü.
-iL
1 Esfera de la Tierra representada por el color negro.
2 Id. » Agua . . id id. verde ó azul.
3 Id. » Aire . . . id id. amarillo.
4 Id. » Fuego . . id id. rojo.
5 Id. » Luna. . . id por el signo C
6 Id. » Mercurio, id id. ¿
7 Id. » Venus . . id id. ?
8 Id. » Sol. . . . id id. %-
9 Id. » Marte . . id id. cf
10 Id. » Júpiter. . id id. %
11 Id. » Saturno . i d id, ¿
— 289 —
En la segunda parte de los principios astronómicos ó sea
aplicación de los principios del Arte &c. se trata de investi-
gar ciertos principios reducidos á las diez cuestiones de que
se habló en las páginas 78, 79 y 175 á saber. Utrum, Quid
de Q'io &c. con las que se averigua la bondad, magnitud»
duración, poder, instinto, virtud, verdad, gloria ó delecta-
ción, diferencia, concordancia, contrariedad, principio, me-
dio, fin, mayoría, igualdad y minoridad. Sirven para saber
por que Júpiter es bueno, Saturno malo, y así consecutiva-
mente.—Los signos y planetas, tienen complexión de los ele-
mentos, y se debe investigar que signo y planeta es mayor
en virtud, potestad, magnitud &c. por cual complexión mas
uno que otro; lo que depende de las complexiones y condi-
ciones de los elementos que se significan por A, B, O, D.
A y B.—A, es húmeda y cálida, y B, cálida y seca. A,
húmeda por el aire, cálida por el fuego, y seca por la tier-
ra, y por esto tiene dos calidades una que le es propia y otra
apropiada. Lo mismo es B, y por que lo propio es mas bue-
no, poderoso y virtuoso que lo apropiado; por eso A y B, va-
len mas por sus calidades propias que por las apropiadas; y
de aquí se sigue que tienen quietud en su propia calidad y
virtud, por calidad apropiada; así como en el hombre, en el
cual la naturaleza humana tiene quietud por humedad ra-
dical que hace especie humana, y vive por la nutrimental,
esto es, comiendo, bebiendo, durmiendo, respirando &c.—De
aquí la mixtión de dos plantas ó semillas, una de com-
plexión de A, y otra de B.—B, vence á la A, por que A, re-
cibe calor de B, y el calor de A, tiene mayor apetito de ser
en esta yerba B, que en 'la yerba A; y por esto es que el ca-
lor en A, es apropiada calidad, en tantOique enB, es propia.
Y como Júpiter y Marte están en Leo, Marte vence á Jú-
piter; y así como Marte vence á Júpiter por su calor propio,
vence por sequedad y vence por naturaleza, que se dijo era
masculina, nocturna y mala.—También Marte vence á Jú-
piter por su misma naturaleza que se dijo tenia el hierro y
el martes, y por esto es señor de Aries y Escorpión: esto de-
— 290 —
pende de que las complexiones elementales tienen mayores
principios generales de bondad, magnitud, potestad, virtud
&c. que las nocturnidades y masculinidades. Y como sea así
por que las complexiones de las elementos sean fuentes ge-
nerales de los cuatro elementos, que son sustancias generales,
y las masculinidades y nocturnidades son fuentes especiales
que manan segun^ los astrónomos, de sustancias especiales.
A. C.^—C, es Ja complexión seca y fria. La tierra forma-
liter es seca por sí y fria por el agua; y así cuando de dos
plantas iguales en bondad y virtud, una de ellas de com-
plexión de A, y oti-a de C, se compone una medicina, A. no
vence á O, ni C, vence & A, por que se reúnen calidades
iguales, propias y apropiadas. Con todo, si el enfermo es d<e
complexioQ de C, vencerá D, por C, como sucede en las cons-
telaciones, pues si Júpiter y Saturno, se obvian mutuamen-
te ea Géminis, Júpiter yence á Saturno; pero si se obvian
en la casa del Toro, es vencido Júpiter por el juicio del
hierro &c.
A. D.—Es complexión del agua que es fria y húmeda &c.
B. C.-^Sigue las mismas teorías, presentando ua ejemplo
del soldado francés que sirve al rey de Inglaterra, y si a m -
bos reyes guerrean, vencerá el francés por causa de la cons-
telación &c.
B. D.'—Complexiones contrarias,—-C D, Concuerdan por
la frialdad &c. y así sigue discurriendo y presentando varios
ejemplos y aplicaciones médicas según su modo da concebir
esta materia.
Quidditas ó esencia del signo y planeta.—/S'i^wo, es par-
te del cielo, en el cual principia primero la virtud é inñuen-
cia del cielo, que se trasmite á los cuerpos que se mueven
y son movidos por su influencia y virtud, para las operacio-
nes n^taTales.-^Planeia es estrella que por su influencia del
cielo, da naturaliter sus virtudes y naturaleza á los cuerpos
inferiores, que por su influencia tienen apetito y naturale-
za que se muevan, y causen en las operaciones naturales de
generación y corrupción y condiciones que le pertenecen.—
— 291 —
Los signos y planetas tienen en si su propia virtud» que es
de su esencia; y con su virtud mueven las virtudes inferio-
res de los elementos y elementados, con cuyas virtudes del
cielo está apropiada para ser sus instrumentos, con los que
se mueven para obrar, y con cuyo movimiento son cuerpos
superiores y obran de superiorss á inferiores &c.
Los signos y planetrs son señores y maestros en los infe-
riores, por que mueven, disponen y ordenan los instintos, ape-
titos y movimientos naturales; y por esto los cuerpos supe-
riores son causa de los inferiores; y así dicen los astrónomos
que las operaciones naturales inferiores que sentimos, son
impresiones de. los cuerpos superiores, que imprimen en sus
operaciones naturales, iguales propiedades y virtudes como
el pie que deja su huella en la arena.
Para decir de que son los signos, planetas y cuerpos ce-
lestes, es preciso saber de que son el cielo y las estrellas, y
cuales la influencia y virtud que trasmiten á los cuerpos
inferiores.—Los signos y á su vez el cielo en que estos están
fijos, lo mismo que los planetas que son parte del cielo mis-
mo ó sea quinia esencia, son áe forma celestial, y materia
celestial, de las cuales nace la sustancia llamada quintaesen-
cia; por lo tanto convienen sean de forma y materia; por ser
cuerpo y tener cantidad, y ocupar un lugar; pues asi como
Aries en el mismo tiempo, DO puede estar en el lugar que
al mismo tiempo ocupa Tauro, el Sol no puede estar donde
se encuentra la Luna; conviene que el cielo tenga forma,
por que propio sin forma, no pudiera tener acción en los
cuerpos inferiores, y le conviene tener materia por que sin
ella, no tuviera pasión propia, ni pudiera ser causa natw-
raliter de las pasiones que están en los inferiores por n a -
turaleza; lo que es imposible según el curso natural, por
que la influencia que vieue de los cuerpos superiores pasa á
los inferiores, por la naturaleza y virtud de formas que tra-
jesen de los superiores, y no de materias superiores y natu-
rales pasiones, y si no tuviesen inferiores apetitos á supe-
riores pasiones, y estuviese la naturaleza vacia de apetito
— 292 —
por privación de materia del cielo, por cuya vacuidad se se-
guirían muchos ioconvenientes (puesto que no tuviese ma-
teria inferior, con lo que según su naturaleza participase de
la quinta esencia,) y aun que los cuerpos inferiores la tu-
viesen cbn que participar por pasiones, supuesto que una es-
trella no pudiese tener acción en otra sin pasión; y la pasión
en ellas no pudiese ser por privación de materia por ellas, y
asi de otros muchos inconvenientes, como si Mercurio fuese
propia materia, no podria ser causa de la conjunción; en la
Luna pudiera ser causa de la recepción de las influencias
superiores, que recibe en ella por apetito de instintos infe-
riores.
Los cuerpos celestes tienen su propia materia que es de
su esencia, y son de sí mismos, por lo que pueden ser cuer-
pos; &c. El autor sigue así discurriendo sobre la forma y
materia esencial de signos y planetas, diciendo pues, que
la materia y forma del cielo son.de bondad sustancial. De es-
ta sale otra bondad que es accidental é instrumento sus-
tancial de bondad, con lo que el cielo bonifica las bondades
naturaleá inferiores, trasmitiéndoles la influencia j virtud de
su bondad sustancial, con lo que bonifica las inferiores &c.
—El cielo es de magnitud sustancial, de potestad sustan-
cial, de instinto natural ó sabiduría natural y sustancial.
—El cielo es de sustancial bondad, magnitud &c. y la bon-
dad se acompaña con la forma por la acción, en cuanto la
bondad por la magnitud puede magnificar; y así de las de-
mas partes esenciales, naturales y sustanciales del cielo.—
La bondad es del mismo cielo y no de otros maíerialiter,
si no de Dios; tan solo por creación, y así de sus demás par-
tes, magnitud, forma-Ac. (*).

(*) Ene«te,conio ealosdemat pssagesqae cito de Lu^io, be procurado no


alterar el sentido, permitiéndome tan solo, suprimir algunos puntos para evitar
repeticiones; pero conservando flelmente el pensamiento del autor. La obs-
curidad pues, el desaliño y demás faltas que se noten, son de su propiedad,
por haberme limitado al papel de puro copista.
— 293 —
Las partes sustanciales del cielo, son por que la bondad
^ del mismo y no materialiter de otros, sino de Dios tan so-
lo por creación, y asi de sus demás partes, como magnitud,
forma, poder &c.—Las influencias del cielo son, como el se-
llo que imprime sus letras en la cera, sin que sean de la
esencia del sello. Del mismo modo los signos y planetas, no
trasmiten á los cuerpos inferiores algo su stancial ni acciden-
tal de sus esencias, naturaleza y propiedades; pero imprimen
en ellos sus semejanzas, que son influyentes, y las que tras-
miten á los inferiores: por eso el Sol en verano con su ma-
yor esplendor, produce mas calor en el fuego.—La Luna
creciendo y menguando, aumenta y disminuye el agua de
las fuentes, los menstruos, los apetitos é instintos en sus-
tancias que se hacen bajo su constelación &c. como los n a -
cidos, cuando Saturno en su signo y poder son graves ííc.
Los signos y planetas son cuerpos celestes: 1.° del mismo
modo que la causa y el efecto, por que el cielo y estrellas,
gon, por que tienen factor ó creador (Dios,) y por que Dios
es creador, es el cielo lo que es, efecto y operación del mis-
mo.—2.° por modo de formalidad, es el cielo lo que es, por
que formalUer y esencialiter es de materia y forma celes-
tial &c.—3.° por modo del fin; esto es el cielo y estrellas,
son, para que puedan vivir por las sustancias inferiores, y
haya generación y corrupción &c.
Cantidad numérica de signos y planetas.—Los signos son
doce ni mas ni menos, para que pueda haber cuatro estacio.
nes, cada una de tres meses, resultando una rara combina-
ción de triángulos, cuadrángulos y círculo «&c. Los planetag
Bon siete por ser tantos los dias de la semana, y el afio cons-
ta de semanas que hacen su círculo, y por que en el 7 hay
triángulos y cuadrángulos; y cuadrángulos en triángulos,
combinando los planetas entre si para influir en los infe-
riores &c. Un triángulo lo forman Marte, Júpiter y Satur-
no;—otro Júpiter, Marte y Sol;—otro Marte, Sol y Venus;
—otro Sol, Venus y Mercurio;—otro Mercurio, Luna y Sa-
turno &e; y así hasta siete triángulos en cuatro cuadran-
— 294 —
gulos; y ademas por la esperiencia sensitiva é imaginativa,
ó deán la complexión llamada activa, como el calor y frió,
y por la pasiva, humedad y sequedad, resultando las combi-
naciones exactas de planetas secos, frios, húmedos &c. y si
fuesen ocho se encontrarían algunos pares ó iguales.
Las calidades propias de los planetas, son las que pro-
vienen de cuerpos y principios sustanciales como la bondad,
duración, magnitud &c. las apropiadas son las que efecti-
vamente se apropian como la malicie en Saturno, y son co-
munes y especifícas. Comunes como la bondad y malignidad»
específicas como el plomo y sábado dedicados á Saturno.—
El autor continua discurriendo por las calidades frias, húme-
das, nocturnas, diurnas de signos y planetas, y de su influjo
en la lluvia, nieve, hielo, granizo &c.
La magnitud 6 mayoridad del cielo, de los signos y pla-
netas, es una calidad propia del cielo y astros, en cuanto
es una parte de ellos, resultando que su influjo está en ra-
zón de su magnitud &c.
La duración de los signos y planetas, es otra parte que
los hace durar y estiende su influjo de duración á los cu^r.
pos inferiores, como la duración de los pelos, hojas de árbo-
les &c. y la duración influye en invierno y verano—Satur-
no por frialdad y sequedad es señor de la memoria; el Sol
de la inteligencia; por que es cálido y seco, domina en la fru-
ta; y con Júpiter hace amar por que es cálido y húmedo
y se&or'del corazón. Lá duración haqe durar é imaginar con
Saturno, por que es el órgano de la imaginación, que es se-
co y frió por que influye la duración del cielo &c.
Lapotestaddel cielo, signos y planetas.—Es natural y esen-
cial por que mediante ella tiene acción en cuerpos inferiores.
Es mayor en la masculinidad que en la femineidad. Se di-
ferencia según los signos &c. hace notar que en las aves de
rapiña son mayores le» hembras que los machos, al revés de
otras aves &c. esplicandolo con razones frivolas y pueriles de
la magnitud '&c.
El instinto del cielo lo prueba con sus obscuras razones
~ 295 —
metafísicas. Es causa en el hombre del órgano del intelecto;
y según el influjo de los planetas es bueno, malo, poco &c.
y por este instinto, lo* árboles tienen el de foliar, fructifi-
car &c.
El apetito del cielo, existe é influye en el apetito ó deseo
de los hombres, siendo este hijo de aquel.
La virtud del cielo, influye y dispone las virtudes ó pro-
piedades de los inferiores, así la del ruibarbo si purga, vie-
ne del cielo &c. influye mutuamente las calidades de los
planetas.
La teriad deí cielo y signos, consiste en varias esencias,
naturalezas y propiedades; y por ella un signo produce una
estación, y otro otra &c. uno en un polo, otro en otro &e.
admitiendo los antipodas como cosa establecida.
La delectación del cielo, es como la que el fuego tiene,
juntamente con el apetito natural para arder y aiultipHoar,
y por eso los planetas y signos se deleitan haciendo bien en
los inferiores, en cuanto son buenos, y de aumentar en cuan-
to son grandes &c.
El cielo tiene igualmente eoneordaneia y contrariedad^
Su principio y fin producen el de los inferiores &Q.
La mayoridad del cielo é igua,lAad.—Esta últimaes<»u-
sa que prodtice los instintos y. apetitos de los inferiores por
la justicia, por semejanzas, y consuetudines, y eis causa de
la aritmética, geometría, música &c. y por eso los astróno-
mos pueden aprender varias ciencias antes que otros &s.
¿Donde esta el Uhi ó lugar del cielo? Difícil es decir que
es lugar y de que es, por qw© es, cnanto es, eaal es, donde,
cuando y como es ácc. por esta deben investigarse estos nue-
ve modos del lugar y secretos del cielo, que en los inferio-
res causan los lugares de las sustancias, cuales son necesa-
rios, de lo que de ellos^ se ha de saber. Dice; lugar es instru-
meotalidad del lugar á la sustancia, como el ámfora que con-
tiene vino y ademas lo modifica.—Es sustancia de los instru-
mentos, como el calor que está en el instrumento con que se
calienta el agua y el hierro; accidentes locales conloa cua-

— 296 —
les el lugar obra en su sustancia; es cantidad de los ins-
trumentos, no tiene medida en si, y puede medir, como la
medida de longitud, capacidad &c. Son figuras ó lineas pues-
tas en círculo, cuadrángulo y triángulo; por lo tanto, causan
fortuna y desgracias, según por donde pase el cielo, y con
presencia de cada signo, en cada lugar y parte humana que
le corresponde.
El moio de los cuerpos celestes importa conocerlo, por-
que el modo es orden natural y consuetud que se tiene á un
fin, como Aries y Marte que se uaen para calentar y secar
&c. Por este modo los signos causan las estaciones. El modo
de los signos y planetas es frialdad, humedad, por mutua
influencia.
El modo del cielo es cuando un tiempo requiere el hablar,
cazar, pescar &c. según las constelaciones en que nació el
hombre.—Está y depende del de arriba que mueve el de aba-
jo, moviendo por ejemplo, el deseo de los médicos en propi-
nar purgantes &c. hace inventar el martillo y las tenazas
para machacar el hierro caliente, que perdiendo por el ca-
lor la humedad qne le endurecía, se vuelve dócil &c.
Jnstrumentalidad de los signos, planetas y cielo, por que
según los astrónomos'instrumentos superiores son los actos
y operaciones de los signos y planetas, y como A. B. O. D.
sean sus instrumentos con que obran sobre los inferiores,
llegan á varios efectos, como el Sol que produce el dia, por
que según Lulio tienen instrumentos ó propiedades &c.
El alma del cielo se prueba recordando: ¿que es el cielo?
por que es? y de que es? pero su alma no es vegetativa, por
que no tiene húmedo nutrimento; ni sensitiva por que care-
ce de sentimientos y deseos de dormir, andar, generar &c.
ni racional por que ni ama, ni entiende &c.; es pues en re-
sumen, alma motiva, circular, y por eso los astrónomos co-
nocen en BUS juicios las causas que obran en los inferiores.
II. Figuras de la Astronomía: se dividen estas dos par-
tes, en una que comprende las figuras y otra los juicios..
La primera contiene ocho círculos de los signos y pía-
— 297 -
netas con sus significados: en el supremo ó mas esterior se
escriben los doce nombres de los signos, y en los restantes
los de los planetas.—Según lo que aparece en la figura y
en la casa de Aries se pone B. para significar que es de
complexión de fuego; igualmente se inscribe É. F. G. pa-
ra demostrar que él hay especie para ascender, cuyo ascen-
so se efectúa por E.; que igualmente hay en él naturaleza
de permanecer (Standi) lo que Se espresa por F. y ade-
mas naturaleza de descender lo que se significa por G.; y
por este orden las demás casas da los signos y planetas,
cuyas calidades se significan por sus correspondientes le-
tras. Esta figura es como instrumento de los juicios de los
astrónomos &c. Según las combinaciones de los astros y sus
principios, resulta que el que nace en una constelación de
B. C. A. es afortunado por el calor y sequedad, y mas por
sequedad que por calor, ya que C vence A B. Elinfortana-
do lo es por humedad que es vencida por dos sequedades &c.
La segunda parte ó de los juicios, se divide en dos, de for-
tuna y de infortunio: el comprar y vender por ejemplo, per-
tenece á las dos, y asi otros muchos actos, pues el que ven-
de una mercancía por tanto en lunes, es desafortunado por
que su dia es de la luna, y el que compra pueda ganar, por
que es impulsado por que lunes y martes son sus dias bue-
nos &c. Hay varias cosas que están sujetas á las dos, como
enfermedades, guerra, paz, lluvia &c. Dicen los naturalis-
tas, que naturalmente el hombre que tiene sed, busca agua
ó taberna &c. pero los astrónomos suponen según Lulio, que
la sed se debe al instante del punto de la constelación; que
esta le hace fácil ó difícil encontrar agua 6 taberna, b vino»
malo, bueno, lejos &c.; aquellos atribuyen á la fuerza humana
el influjo de generar &c., pero los astrónomos lo llevan á
las constelaciones &c. Los que siguen en sus juicios el curso
natural, según la discreción y libertad del alma, que es for-
ma del cuerpo, dicen que la fortuna y la desgracia perte-
necen al individuo, como el rey que da á quien le place, &&1
bebedor que escoje el vino, pero los astrónomos lo atribuyen
— 298 —
al influjo de los cuerpos superiores.
Las conjunciones de los planetas y signos contienen di-
elias conjunciones, y los juicios de los planetas y signos, por
las conjunciones de Aries, Tauro, Géminis y Cáncer; redu-
cido á varias combinaciones de la abundancia, de humedad,
sequedad, frialdad &c. dei signo y planetas, por los cuales
el hombre y sus acciones, y aun otros objetos, son mas ó
menos buenos, afortunados &c. por ejemplo, conjunto Mar-
te con Tauro, en casa de B. C. y 0. vence á B. y es mala
fortuna, pero d hierro es buena mercancía y especialmente
pn el martes, y reina inmobilidad contra la sangría; loa que
nacen en esta constelación dominas é. los dornas, pero si Sa-
turno está en aquella constelación con Júpiter, C. vence á
B, y B. vence á A.; la sequedad es ia reina, la humedad la
esclava y la calididad la señora &c.
Lulio refuta varias opiniones astronómicas poco iutere-
jgantes, y termina por último diciendo, que la Astronomía
no es ciencia simpliciter necesaria, probándolo por una r e -
prensión contra los antiguos astrónomos, por que no daban
razón délo que observaban por causa deque ignoraban los
principios A, B, O, D, porqae anas vencen á otras, y debe
saberse; y por que desconocían las partes naturales y sus-
tanciales del cielo, como bondad, magnitud Sic lo mismo
que ignpraban su alma motiva.
Igualmeate no es siencia simpUciter necesaria, pues se
debe tener presente, que aunque Dios como creador del cie-
lo y astros, disponga que estos influyan en el hombre, pue-
de por BUS milagros, suspender sus efectos contra el alma,
por qiie esta puede hacer obrar contra el influjo de los as-
tros, por la potestad divina, sucediendo lo mismo con la geo-
mancia &c.
Tales eran los conocimientos de Lulio, á juzgar por sus
escritos, únicos testimonios que nos restan de su saber: pe-
ro de ellos se desprende, que tanto sus principios sueltos,
como su obra especial y celebrada de Astronomía, no son
mas que simples abstracciones y combinaciones astrológico-
— 299 —
raetafísicos, que nada tienen que ver con la verdadera cien-
cía astronómica. En ellos no se encuentra el menor funda-
mento de una ciencia, que había llegado en su tiempo á una
notable extensión y exactitud. Léanse los tratados especiales
de su época, consúltense los filósofos que le dieron cabida
en sus escritos; compárense ccn los principios de Lulio, y
se verá de parte de quien está la razón. En efecto, Lulio,
no habla de las estrellas y sus constelaciones, ni de la dis-
tancia de los astros entre sí, ni de los diámetros del Sol y
de la Luna, ni de los equinoxios, solsticios, meridianos, la-
titudes, longitudes, eclipses &c. y en una palabra, de cuan-
to corresponde á la verdadera Astronomía. Queda pues com-
probado, que si conocía los rudimentos de la ciencia, no los
demostró por escrito; y que por lo tanto, no debe ser conta-
do entre los astrónomos, pues aun en lo poco que se refiera
¿ la ciencia, prescinde de las explicaciones físicas y matemá-
ticas que entonces se admitían. Así es que varios antiguos por
ejemplo, al exponer las razones físicas de la redondez de la
tierra, citaban el caso de la estrella Casiope, que solo era
visible en ciertos puntos, lo que no tuviera efecto, si el mun"
do fuera plano, por que se viera desde todas sus partes.
Los que elogian á Lulio, como astrónomo y matemáti-
co, ó no han leído sus escritos ó desconocen la historia y la
ciencia de que se trata. Eá esta materia, no queda el con-
suelo de repetir lo que otras veces se ha dicho, que su sa-
biduría es relativa al siglo en que vivia; por que en él le
superaban los que cultivaron este ramo de las ciencias exac-
tas. Y si algjuíos le han alabado suponiendo que negábalos,
falsos juicios astrológicos, lo expuesto y el contenido de otros
libros, demuestran, que si bien aseguraba que Dios podia
suspender el influjo de los planetas, lo consideraba exepcio-
nal y como milagroso; y que por lo tanto, admitía con mas
exageración aun que sus contemporáneos, un notable influ-
jo de los cuerpos superiores en los inferiores, pues si en el
fondo parecía censurar los pronósticos, la censura se dirijo á
los falsos astrólogos, á quienes equivocadamente confunde
— 300 ~
con los astrónomos, por que en la realidad admitía la posi-
bilidad de formar juicios futuros leyéndolos en los astros, co-
mo lo demuestra en la definición de la Astronomía (Vid pág.
88) y en repetidos pasages de sus obras.
En él Arte general último, (parte 10 cap. 14) repetición
modificada de sus principios, con aplicación & varias artes y
ciencias, hablando de la última en este sentido, propone en-
tre otras cuestiones, la siguiente, que corrobora su modo de
considerarla: iPuede haier otro cielo ademas del de este mun-
do'i No, por que es contra la definición de la Concordancia
(vide pág. 90;) por que si hubiese otro, ambos concordarían
en corporeidad y figura, sin sujeto común á entrambos im-
plicando en contradicción; lo que es imposible. Las especies
no pueden existir sin género, ni la distancia y propincuidad
de ellos pueden ser-, como se
demuestra con las adjuntas fi-
guras A, y B., las que si dis-
tasen igualmente por las par-
tes superiores é inferiores y no
por las céntricas, como se vé
por las tres lineas O. y D. y la
mas corta E. Y suponiendo que
la vacuidad Juese el sujeto de
las líneas largas y cortas, asi
se darla la distancia y propin-
cuidad en el sujeto vacio, lo que es imposible. Entonces el
entendimiento conoce que no es posible haya otro cielo, pa-
ra que no se presente este inconveniente, y no se destruya
la difinicion de la concordancia. Con todo, esto pudiera ocur-
rir, por que nada hay imposible para la infinita potestad
de Dios.
El atraso de Lulio, es mas sensible en la parte cosmo-
gráfica y en la geográfica, de las qne no habla ni en gene-
ral ni en particular, siendo así, que especialmente la pri-
mera, se contaba en los escritosfilosóficos,dando lugar á la
discusión de numerosas, extensas, é interesantes cuestiones,
— 301 —
alguna de las cuales, toca como de paso en determinados li-
bros; casi siempre accidentalmente, y á veces con referencia
á materias que le son agenas; por que si l^en es verdad que
multiplicó sus viajes por lejanas tierras, los datos que sobre
ellos ha consignado no merecen el nombre de científicos.

&. 'ubotáuiccc.

Confusas son las noticias que posee la historia sobre es-


ta parte de los conocimientos humanos, y á la que se im-
puso el nombre de Botánica del griego iotdne, planta en ge-
neral, ó de botániAos, cosa de plantas, que es lo mismo que
decir: Ciencia herbaria ó de las plantas. Lo que sí parece
presumible es, que al encontrar en ellas la humanidad sus
primeros alimentos, y mas tarde, numerosos recursos con que
atender á sus muchas necesidades, debieron llamar su aten-
ción, comenTsando por imponerles nombres para conocerlas y
distinguirlas, y terminando por estudiarlas para indagar sus
propieda4es y naturaleza.
Escribe Plinio, que Zoroastro fué el primero que habló de
Botánica, describiendo las virtudes de las plantas mágicas,
y siguiéndole Orfeo que trató de Agricultura. Según la bi-
blia, Moyses debió tener conocimientos botánicos, toda vez que
asegura que estaba instruido en todas las ciencias de los
ejipcios, quienes contaban entre ellas á la Botánica; y el mis-
mo libro, para ensalzar á Salomón en esta ciencia dice: «Que
disputó de los árboles, desde el Cedro del Líbano hasta el h i -
sopo.» (Libro 3.° de los Reyes, cap. 4.° vers-. 33). Entre los
griegos, Hesiodo trazó preceptos de Agricultura, y Solón y
Pitágoras, describieron varias plantas. Empédocles al hablar
de las medicinales, les concedió sexo y sentimiento, y expuso
— 302 -^
que su semilla era el equivalente del huevo animal. Por úl-
timo, Demócrito, Metrodoro é Hipócrates, poseían conocimien-
tos de Botánica n^édica, de suerte que en ellos puede suponer-
se que principia la certidumbre histórica de ésta ciencia. Pe-
ro en este período, el primero y úaico que mereció el' nombre
de botánico, fué el virtuoso Teofrasto, discípulo de Aristóte-
les y de Platón, escritor de varias materias y especialmen-
te de todas las plantas conocidas, cuyas calidades médicas
explicó detenidamente. Cuatro siglos trascurrieron después,
sin que la ciencia adelantase un solo paso, por que nada hi-
cieron en su favor, los diferentes escritores que sucesivamen-
te la fueron manejando como Callimaco, Glauco, Nicandro,
Antonio Musa &c. El griego Dioscorides que floreció setenta
años A. J., imitador de Teofrasto, es el único digno de figu"
rar en la lista histórica de la ciencia, por haber conservado
los nombres con que se conocían las plantas que describió.
Preciso es llegar á los siglos XV y XVI, para encontrar los
verdaderos progresos de una ciencia, que quedó estacionaria
en las manos de Plinio, Galeno, Gribases, Avicenas, Razis,
Mezu6 y d€mas médicos árabes, quienes siempre M limitaron
á copiar á sus antecesores.
Los griegos y los romanos, lo mismo que los árabes y
cristianos de la edad media, fueron poco aficionados á la, Bo-
tánica, por ser ciencia de puros hechos y observaciones, y po-
co á propósito para las suposiciones. Entre los árabes pare-
cía vinculada en la clase módica, y algunos como Ben Bei-
tar y Alfarabi, se dedicaron á ella con bastante provecho;
pero ellos, lo mismo que los cristianos Platearlo, Henrique
Arviel, Gilbert, Ardedn y Daniel que figuran en la edad me-
dia, en general tomaron por modelo á Teofrasto, Dioscori-
des y Plinio. El gran Alberto y el enciclopedista Vicente de
Béauvaís, al contar la Botánica entre sus escritos, la diluci-
daron con el tino y maestría que les distingue en todas las
ciencias; y para valorar los conocimientos de Lulio en esta
materia, preciso es compararlos para decidir la superioridad
de aquellos. Aun cuando Alberto siguiese el camino trazado
. - 30á —
por Teofrasto, Dioscorides, Plinio y Aristóteles, con todo, mas
de una vez se apartó de él, ensanchándolo visiblemente; y gra-
cias á su buen criterio y genio observador, explicó con la
mayor claridad posible, la anatornía y fisiología vegetal, di-
lucidando cuestiones sumamente trascendentales y relativas
á las fuerzas y propiedades vitales de las plantas, especial-
mente en lo tocante á su alma, sueño, sexo, germinación, ge-
neración, reproducción &c. Trazó los límites que las separan
de los animales; comparó aus partes con los miembros ani-
males, las dividió en vegetales y plantas &c. Describió sepa-
radamente y con mucha minuciosidad las hojas, fiores, fru-
tos, espinas, semillas, sin olvidar el embrión y cotiledones &c.
y analizando su textura, figura, color, sabor, olor &c. y al
tratar de sus propiedades, no fué tan exagerado ni crédulo
como sus antecesores y contemporáneos. En una palabra, de-
mostró vastos conocimientos, y promovió cuestiones que aun
hoy- dia son dificilea de resolver.
Como es consiguiente, el fraile de Eatisbona, recurre á
las doctrinas de su época, para la explicación teórica de las
materias que dilucida, pero sin llegar al estremo mlstico-
metáfísico, cuando no absurdo, de las hipótesis lulianas. En
Aristóteles y loa árabes, encuentra la femosa teoría de los
cuatro elementos componentes de los seres, con los cuales se
comprende la estructura, funciones, calidades y propiedades
físicas y médicas de las plantas. Según la combinación ó pre-
dominio de uno de ellos, resulta la diferencia de color, sabor,
olor, peso y consistencia de las partes; pero siempre litnitán-
dose á hipótesis racionales y adecuadas al modo general de'
considerar esta parte de la witigua Física y Química.
Vicente de Beauvais, no solo contó á la Botánica en sus
escritos, sino que le añadió la Agricultura y Economía ru-
ral, tomando por guia los antiguo^ autores, y en particular
4 los agrónomos latinos Catón, Palladlo, Columella, Varron
&c. Sus tratados son el reflejo de los del graii Alberto, y co-
mo él, dilucidó cuestiones interesantes defisiología;cuyo con-
tenido creo escusado analizar para evitar repetidones.'
40
— 304 — .
Rico era el caudal con que Lulio Contaba al escribir sus
libros científicos, y sin embargo, no lego ¡i la posteridad tra-
tado alguno espacial sobreestá ciencia. Solo de vez en cuan-
do, y accidentalmente, consigna varios pensamientos sobre
las plalitas, ya en el sentido médico, ya en el de sus rela-
ciones físico-rvitales; pues lo que sobre ellas dice en el Libro
Félix ó de las maravillas del Orle, en él que trata de los
principales seres y fenómenos que el Universo encierra, no
inerece bajo ningún concepto el que se le considere conjo es-
critor Botánico, aun cuando se le haya supuesto, como el
primer fundamento histórico de la Botánica, balear. En este
lil)ro bastante, cu,rioso é interesante bajo cierto punto de vis-
ta, el autor dilucida en forma de diálogo entre un filósofo y
un jó (ren llamado. Félix, las principales cuestiones que for-
man su asento; preguntando y poniendo las dificultades el
último, y respondiendo y resolviendo el primero. Veamos
pues lo que dice sobre las plantas en el tratado V. del tomo
II. al platicar sobre ellas, al pie de un frondoso árbol, cer-
cado de una fuente,^c.
Capit,.J. Generación de lasplaniíiSt'rr^iiMx se maravi-
lla que aquel gran árbol, provenga de una tan pequeña se-
milla, y el filósofo le contexta, con el símil de un pastor, que
encendió un gran fuego, por medio de una pequeña chispa
por ser la naturaleza del fuego convertirse en sí ó en su se-
mejanza, .todas las partes que con él participan, por tener
mayor virtud que ellas, y por que convierte en ¡sí mismo mu-
chas cosas &c. Según esta alegoría, resulta que Jesucristo
tuvo mayor virtud que los demás hombres, mientras estuvo
en la tierra, y debia haber convertido á santa vidí^ á; tqdos
los hombres con quienes participó, y sin embargo, QO?np con-
virtió á pocos, quedando muchos en camino de perdición,
pareja que el árbol tenia mayor poder y virtud en conver-
tir en sus s^niiejanzas las partes con las que participaba, que
la naturaleza de Crbto en convertir á los hombre &c. No
contento con eafe símil aduce otros que nada, aclaran la ma-
teria propuesta.
— 305 —
OapÜA II. üompcion de las plantas.—Oupotie e¡\ áutot
qne hati hablado largntnente de la'generácic», siü especifi-
carla; y del' modo ségüti el cual, ftig'nifica haber g^nératfoii
en Dios, engendrando Dios piadre á Dios hijo sin corrupcioft,
cuya cbrropcion está significada en la misma corrupción de
los árboles, &c. Lliego recurre á varios sítnilés alegóricos
como en' laB demás materias del libVo, TÍO siempre ad'eeuados,
no aiéntípré inteligibles, para significar que deben ser Corta-
dos Ids árboles viejos '&c. Félix pre^^unta como s« corrompen
los árboles y donde tíétarásü esencia despuéá dé corrottipidos
ó-íjuéniádo'á', y le contentan (ton el siguiente síiliilr'IJii sabio
cristiano disputaba con un sabio sairraCeno, y este' preg'üritSiS
alotro que si engendrando Dios padre á Dios hijo; se eor-
rompia alguna cosa de lo que se hace esta generación; y él
cristiano respondió, que en Dios hay tüas noble generación
que en los árboles, ea los ctíáles tío puede'habéí%énér*-
cioti sin corrupción, pOr que luego que estati cortados se tras-
torna toda su esencia para corromper aquel mismo árbol/y
corrompiéndose su natui-aleza, engendra algunas otras cosas
en las que se restaura áu esencia: pero Dios padre engendra
d© sí mismo á Dios hijo, y por que todo es de sí mismo y*
es infinito, eterno, y cumplido de todo bien; pñedé y-es bᥫ'
tanta á engendrarse infinita, eterna y , perfectamente 'én to-'
do, sin corrupción.—¿Porque el árbol corrupto huele menos
que el hombre corrupto? pregunta Félix, y le contesta el fi-
lósofo: En una villa habia un mercader de muger heriübSisL
y I* efeíéerraba por conocer que el cura la amábá. Tenia el
mercader una manceba, y el cora le reprendióy lé privó de
verla, de donde se originó gran cuestión sobre quien tenia Id
voluntad mas corrompida y depravada, y euál era mas con-
tra su estado si el cura ó el mercader.—En este corno en los
demás símiles, la solución se deja al gusto del lector.
Oapit III. Virtud de las plantas.—Se reduce á varios
razonamientos abstractos para probar que está dada por Dios,
para que signifiquen su misma virtud &c. Después dte algfü-
nos símiles para probar que tienen virtud, pregunta FHIÍX;
— 306 —
¿por que quiso Cristo ser hourado por ellas en la procesión
de ramos, al pasar por la calle &c.?—^Por que en este dia
al ca'oalgar sobre un jumento, se significó que Dios parti-
cipó en la naturaleza humana de Jesucristo, con todas las
criaturas, pues por su santísimo cuerpo, se significó que los
árboles participaban de Jesucristo con la vegetación; y por
esto quiso que la vegetativa de los árboles, hiciese honor y
reverencia á su santísimo cuerpo por la naturaleza vegeta-
ble. Por el asno se significa que la virtud sensitiva de Cris-
to y de los irracionales, es ó fué una en la creación; por los
hombres que hacen la reverencia, que Cristo es en natura,
leza humana símil á ellos, y por que Cristo es persona de
naturaleza divina y humana, quiso como Dios y hombre que
aquel dia todos reverenciasen á su deidad y humanidad.
—Todas las razones que aduce para probar que las plantas
tienen virtud, son tan convincentes y oportunas como la que
se acaba de esponer, y en este como en los capítulos ante-
riores, no se encuentra noticia alguna que merezca referir-
se ¿ la ciencia que analizamos.
Como es consiguiente, Lulio admitía la absurda creencia
cantada por Virgilio, que el trigo se convertía en zizaña (Lo-
lium;) que ciertas plantas carecían de flor como el sauce y
la higuera &c. Decia que los árboles que no tienen fruto se
conservaban sus especies en las flores &c. Aseguraba que el
hinojo oreoia mas de dia que de noche, por que es de la na-
turaleza ó complexión del fuego, y recibía mas virtud del Sol
que de la Luna:—Que la mostaza por ser de esencia del Sol,
da mas fruto que el trigo que es de Venus.—Que la pimien-
ta es fruto de Sol y fuego, y el cielo empíreo fruto de gol
y ^uego.-"Que la leche de la higuera es calidad del fuego,
por que está calificada en las cuatro calidades generales, y
ninguna calidad propia deja su propio sujeto.—En ínarzo
llueve mas que en setiembre^ por que comienza la germi-
nación á la que compete confusión de muchas partes con-
trarias y concordantes.—La virtud que da el Sola la flor, es
cuestión de lugar, por que el fuego calienta al aire y le da
— 307 —
este, aquel calor al agua, y esta, se lo da á laflor.—Laflor
es instrumento del fruto, por que en la esfera de la Luna,
cojen los elementos la influencia de los cuerpos celestes; j los
frutos cojen aquella influencia de lasflores,—Cuandoel en-
tendimiento desea conocer por que el grano de trigo muere
en la tierra, y se corrompe antes que otros granos se en-
gendren de él, lo que no sucede en los árboles, apela ba-
jando la vista y conoce, que la espiga es un cuerpo mucbo
mayor que el grano, lo que no sucede en los árboles, que son
mucho mayores que su semilla, y por razón de su mayo-
ridad, cantidad y habitibidad y situación, no pueden muchos
granos existir ni permanecer en uno, y así para poder pro-
ducir los otros se acaba y destruye.
La longitud de las plantas es mas por lo cálido y seco,
que por lo cálido y húmedo|»HÍ que por lo húmedo y frió; y
esto es por cuanto el fuego tiene naturaleza difusiva, y por
que recibe déla tierra la sequedad, y la tierra tiene natura-
leza evacuativa y restrictiva por el agua, y por esto las plan-
tas cálidas y secas son largas y muy delgadas, y con espi-
nas aguda^.—La amplitud es por lo cálido y húmedo como
la cara del hombre y la hoja de la higuera.—La castaña y
nuez son secas por fuera, por que la sequedad abunda por
fuera y la humedad por dentro, al revés de las cerezas, por
la grande humedad que hay y está en las estremidades, y
la sequedad que se mantiene y sustenta en el esterior.—El
fruto es mas lleno que la flor, por que contiene mas del cír-
culo, triángulo, y cuadrángulo de las cien formas, que son
naturaleza primitiva &c.
Lo que se acaba de referir, es mas que suficiente para de-
mostrar hasta la evidencia, que cuanto Lulio expone sobre
la Botánica, no basta para contarle como instruido en una
ciencia, que en su tiempo habla llegada á una visible altu-
ra. Constante siempre en su propósito de considerar á todas
las ciencias, bajo el mismo punto de vista, intentó en lo po-
co queá esta corresponde, aplicarle sus confusas doctrinas, no
siempre en armonía con todo lo que se refiere á hechos y
— 306 —
¿por que quiso Cristo ser honrado por ellas ea la procesión
de ramos, al pasar por la calle &c.?—^Por que en este dia
al calimlgar sobre un jumento, se significó que Dios parti-
cipó en la naturaleza humana de Jesucristo, con todas las
criaturas, pues por su santísimo cuerpo, se significó que los
árboles participaban de Jesucristo con la vegetación; y por
esto quiso que la vegetativa de los árboles, hiciese honor y
reverencia á su santísimo cuerpo por la naturaleza vegeta-
ble. Por el asno se significa que la virtud sensitiva de Cris-
to y de los irracionales, es ó fué una en la creación; por los
hombres que hacen la reverencia, que Cristo es en natura-
leza humana símil á ellos, y por que Cristo es persona de
naturaleza divina y humana, quiso como Dios y hombre que
aquel dia todos reverenciasen á su deidad y humanidad.
—Todas las razones que aduce para probar que las plantas
tienen virtud, son tan convincentes y oportunas como la que
se acaba de esponer, y en este como en los capítulos ante-
riores, no se encuentra noticia alguna que merezca referir-
se á la ciencia que analizamos.
Como es consiguiente, Lulio admitía la absurda creencia
cantada por Virgilio, que el trigo se convertía en zizaña (Lo-
lium;) que ciertas plantas carecían de flor como el sauce y
la higuera &c. Decia que los árboles que no tienen fruto se
conservaban sus especies en las flores &c. Aseguraba que el
hinojo preoia mas de dia que de noche, por que es de la na-
turaleza ó complexión del fuego, y recibía mas virtud del Sol
que de la Luna:—Quo la mostaza por ser de esencia del Sol,
da mas fruto que el trigo que es de Venus.—Que la pimien-
ta es fruto de Sol y fuego, y el cielo empíreo fruto de Sol
y SFuego.--Que la leche de la higuera es calidad del fuego,
por que está calificada en las cuatro calidades generales, y
ninguna calidad propia deja su propio sujeto.—En iaarzo
llueve mas que en setiembre^ por que comienza la germi-
nación á la que compete confusión de muchas partes con-
trarias y concordantes.—La virtud que da el Sol á la flor, es
cuestión de lugar, por que el fuego calienta al aire y le da
— 307 —
este, aquel calor al agua, y esta se lo da ¿ l a flor.—La flor
69 instrumento del fruto, por que en la esfera de la Luna,
cojen los elementos la influencia de los cuerpos celestes; j los
frutos cojen aquella influencia de lasflores.—Cuandoel en-
tendimiento desea conocer por que el grano de trigo muere
en la tierra, y se corrompe antes que otros granos se en-
gendren de él, lo que no sucede en los árboles, apela ba-
jando la vista y conoce, que la espiga es un cuerpo mucho
mayor que el grano, lo que no sucede en los árboles, que son
mucho mayores que su 8emilla> y por razón de su mayo-
ridad, cantidad y habitibidad y situación, no pueden muchos
granos existir ni permanecer en uno, y así para poder pro-
ducir los otros se acaba y destruye.
La longitud de las plantas es mas por lo cálido y seco,
que por lo cálido y húmedohKique por lo húmedo y frió; y
estoes por cuanto el fuego tiene naturaleza difusiva, y por
qu9 recibe déla tierra la sequedad, y la tierra tiene natura-
leza evacuativa y restrictiva por el agua, y por esto las plan-
tas cálidas y secas son largas y muy delgadas, y con espi-
nas agudas.—La amplitud es por lo cálido y húmedo como
la cara del hombre y la hoja de la higuera.—^La castaña y
nuez son secas por fuera, por que la sequedad abunda por
fuera y la humedad por dentro, al revés de las cerezas, por
la grande humedad que hay y está en las estremidades, y
la sequedad que se mantiene y sustenta en el esterior.—El
fruto es mas lleno que la flor, por que contiene mas del cír-
culo, triángulo, y cuadrángulo de las cien formas, que son
naturaleza primitiva &c.
Lo que se acaba de referir, es mas que suficiente para de-
mostrar hasta la evidencia, que cuanto Lulio expone sobre
la Botánica, no basta para contarle como instruido en una
ciencia, que en su tiempo había llegada á una visible altu-
ra. Constante siempre en su propósito de considerar á todas
las ciencias, bajo el mismo punto de vista, intentó en lo po-
co queá esta corresponde, aplicarle sus confusas doctrinas, oo
siempre en armonía con todo lo que se refiere á hechos y
— 308 —
observaciones, por que rechazan con frecuencia las hipóte-
sis de la imaginación, mucho mas cuando se apartan de la
naturaleza de las cosas. Desde luego se comprende, que sien-
do la Agricultura en la época de Lulio» una continuación
de la Botánica, y de la que hablaron distinguidos escritores
filosóficos, tomando por guias á los agrónomos latinos, dignos
aua de ser estudiados con provecho, estaría en este ramb aUn
menos adelantado como lo demuestra el siVeiício que sobre
él guarda, limitándose tan solo, & mencionar los injertos cóí-
mo ejemplos poco oportunos de ciertos actos, y én un senti-
do teóirico bastante erróneo. Y ciertamente no le faltarán
sobrados modelos que imitar, si lo hubiese comprendido en-^
tre sus estudios, por que el sabio Varron que floreció un
siglo antes de nuestra era, indicaba que se conocían en su
tiempo mas de cincuenta escritorts Griegos que hablaron de
este arte, si bien daba la justa preferencia al cartaginés
Magon, maestro de los Bomanos y traducido por orden del
Senado. Es probable por fin, que la Agricultura en España
en los tiempos antiguos, debió parte de sus adelantos á es-^'
tos últimos pueblos, llegando á su perfección bajo el domi-
nio árabe, pueblo eminentemente cultivador en aquella épo-
ca de su historia. Igualmente, cuando se coníparan las prác-
ticas agrícolas de esta Isla, se encuentran muchos puntos de
contacto con los preceptos de los libros romanos.

Ge). S'ÍAlCCC.

La antigua Física, conocida igualmente por Filosofía na-


tural, (*) tenia por objeto el estudio de la naturaleza, á la

(*) A.rislóle!cs la denominó Fysico», derivado de Fyñs cosa 6 producto na-


tural &c. El mismo Qlósoro al llamar Fysii á la naturaleza, decía que esta pa-
labra comprendía toda esencia 6 sabslancia cualquiera.
~ 309 —
que coasideraba corno principio de algo y causa del movi-
mieuto y quietud. Go.nprenJia pues, el conocimiento de los
cuerpos naturales, (y á veces los artificiales, según ciertos
escritores, por participar como aquellos de varias propieda-
des comunes;) así en su esencia como en sus accidentes. Es-
tas propiedades ó principios generales mas visibles eran; la
forma, privación, orden, peso, elementos, impresión, mag-
nitud,, lugar, movimiento, quietud, generación, corrupción^
mixtión &c. Contenia por consiguiente, estudios complejos,
variados, muy disimilares, algunos de los cuales constitu-
yan verdaderas ciencias aparte, si se atiende al objeto de la
Física de nuestros dias. Igualmente abrazaba el cielo, la tier.
ra, los metéoros, aguas, piedras, plantas, animales y por úl-
timo el hombre, así en el cuerpo como en el alma. Todo
bajo el punto de vista esterior y material, pero llevado con
frecuencia al terreno de la abstracción metafísica. Tal era
la Física contemporánea de Lulio, inventada por Milesio se-
gún V. de Beauvais, de quien dice S. Alberto, fué un filó-
sofo que floreció en la antigua Italia, y reducida á cuerpo
de doctrina por Aristóteles, é introducida por los Árabes en
Europa, que la cultivaron con bastante interés.
La Física de Ja escuela del Pórtico, aun era mas abstrae,
ta que la de los escolásticos, y se podia comparar á la mo-
derna Outología. Para los estoicos, cuerpo, era todo lo que
podia obrar ó padecer; esplicaban bipoteticamente las no-
ciones comunes sobre los objetos reales de la naturaleza; y
se dedicaban al estudio de los principios de lo que es ó par-
ticipa del Ser.
De.sde luego se concibe que estando poco adelantada la
Física contemporánea de Lulio, este no podia ser muy aven-
tajado en ella, y mas si se recuerda que su objeto era bas-
tante opuesto á las exaltaciones de su imaginación, y al mo-
do abstracto con que consideraba todos los conocimientos hu.
manos, según se desprende de la utilidad que él señalaba á
su Arte natural, diciendo era muy útil para aprender todas
las cosas naturales, según que el entendimiento alcanza por
— 310 —
los sentidos; y era bueno para saber derecho, medicina, y
todas las ciencias y especialmente la Teología. Es imposi-
ble que la Física y la Teología por ejemplo, puedan adelan-
lantar por las mismas vias. Es un absurdo que no merece
refutación.
Lulio no escribió tratados especiales de Física, pero sí es-
clareció varios de sus puntos, ya sentando pensamientos suel-
tos, ya dilucidandolilgunas de sus materias. Aunque las doc-
trinas dominantes en su tiempo, fuesen las de Aristóteles»
no faltaron hombres eminentes en su siglo, que contradijeron
algunoi de sus asertos, y las aumentaron con sus observa-
ciones y esperiencias. Entre los sabios que mas se distin-
guieron en esta parte de la Filosofía, debe citarse al gran
S. Alberto y al estudioso B. Bacon, quienes la adelantaron
considerablemente; por que si algunos como Sto. Tomás, la
continuaron en sus escritos, en general fué hipotéticamente,
y repitiendo lo que otros dijeran sin ninguna alteración.
Cuando se repasa la historia de esta ciencia, el ánimo se
complace en tributar un recuerdo de gratitud y admiración
al estraordinario saber del gran Rogerio Bacon, á quien los
sabios denominaban el admirable Doctor. Dotado de un es-
píritu fecundo, de un genio observador; poseyendo profundos
conocimientos matemáticos, y un exelente juicio para apre-
ciar lo que veia, reunió por consiguiente, cuanto se requiere
para ser un aprovechado físico. Y en efecto, mereció y me-
rece aun hoy dia este dictado. Aficionado á experimentar y
observar, consumió cuantiosas sumas en la investigación de
ciertos hechos, dejando á un lado las aserciones de Aristóte-
les, por que comprendió que ni todo se encontraba en él, ni
siempre debía ser creído. Los resultados que obtuvo, las ver-
dades que demostró y publicó, le hicieron considerar como
astrólogo y mágico, en el sentido de haber recurrido á medios
sobre naturales y reprobados por la religión, y le acarrearon
disgustos y sin sabores que terminaron con su vida.
En vano se defendió de los calumniosos ataques de la en-
vidia, del fanatismo, y de la ignorancia. No recordaba que
— 311 ~
eran enemigos demasiado poderosos para ser vencidos. Triun-
faron pues, y el sal)io, el inocente, sucumbió en la deman-
da, y fué perseguido y castigado con rigor, en su persona
y en sus escritos. Desgraciada humanidad, siempre vence la
mayoría; siempre triunfa la fuerza bruta; por que la mayo-
ría es ignorante y envidiosa, supersticiosa y cruel. En la
imposibilidad de apelar á la razón de que está privada, re-
curre á la fuerza que aplasta al genio, cuyas armas nunca
son materiales. Lejos de agradecer la muchedumbre al que
le ilustra, al que mejora sus condiciones, al que le hace co-
nocer sus derechos, le ridiculiza, le persigue y le maltrata,
obedeciendo al impulso del intolerante fanatismo ó ignoran-
te despotismo, que se estremecen al ver cundir la ilustra-
ción, por que se opone á sus tenebrosos proyectos.
Bacon poseía conocimientos especiales en la Óptica, se->
gun lo de muestra su tratado de Perspectiva, redactado con
presencia de los trabajos de Euclides y Ptolomeo, y el de Re-
fracción del árabe Alhazen, y enriquecido con su propio cau-
dal. Conocia el poder del aumento de la visión por medio
de los cristales, de que ya habla V. de Beauvais, y anunció
el telescopio. Empleó varios instrumentos astronómicos, y fun-
dado ea sus grandes estudios de la Astronomía, propuso al
Pontífice Inocencio IV, la corrección del Kalendario, por h a -
ber conocido el error que se habia deslizado en la cuenta del
tiempo; corrección que mas tarde se llevó á cabo en tiem-
po de Gregorio XIII. En su Física, dio lugar preferente á
á la Meteorología, en lo que le imitaron sus contemporá-
neos, considerándola empero, de un modo mas metafísico y
abstracto, por que descuidaban la experimentación. Según
Cuvier, no desconoció la fuerza del Vapor y la del Gaz; en-
trévelo las locomotoras, los aerostats, y tal vez inventó ó re-
produjo la pólvora. En suma, fué un aventajado reforma-
dor y digno precursor de su homónimo y compatriota Bacon
del siglo XVII.
La Física moderna, bajo ningún concepto debe compa-
rarse á la antigua; ya por sus grandes adelantos, ya por
— 312 —
que se ha desembarazado de varios estudios que forman cien-
cias aparte, por que hasta cierto punto le son bastante es-
traños. Sus adelantos datan desde el siglo XV, y se deben
primero al desprecio de la tradición; y segundo, al deseo de
verificar y coaiprobar todos los hechos para encontrar la
verdad. Operaciones que exigen la independencia intelectual
y el apoyo de ciertos principios filosóficos. Ver y obser-
var, para luego coordinar, deducir y generalizar, decía Fe-
derico Berard; por que los hechos constituyen la riqueza JTO-
sitiva de la ciencia, y los raciocinios el lujo. No condeno
las hipótesis, he dicho en otra ocasión, por que el observa-
dor según Humbolt, no obra al acaso, va guiado por las
hipótesis que se ha formado; por un presentimiento medio
instintivo, y mas ó menos justo de la trabazón de las cosas ó
de las fuerzas de la naturaleza. Herschell decia, «que la ver-
dadera filosofía exige cierto atrevimiento en las conjeturas;
y en efecto, las ciencias necesitan hipótesis, para que luego
la teoría sea una cosa fundada; y puedan las hipótesis ad-
mitirse en ciertas épocas de la ciencia.» Las ciencias en su*
principio, son en general meras suposiciones en cuanto á sus
fundamentos teóricos, pero deben ser racionales, verosímiles
y adecuados á la naturaleza de las cosas y de los hechos.
Lulio no procedió de esta suerte, y por eso llegó al es-
tremo á que redujo los principios científicos. Siguió la mar-
cha de los que abrazan muchos conocimientos á la vez, y se
acostumbran á juzgar de una ciencia por los principios y
dogmas de la que mas le place. Así Platón apelaba á las
abstracciones y á la Teología; Aristóteles á la Dialéctica; Pre-
cio á los principios matemáticos, y Lulio á sus combinacio-
nes filosófico-metafísicas. Y puesto que no redactó tratado
especial de Física que se pueda examinar, me contentaré con
trasladar á continuación, algunos de sus principales pensa-
mientos sobre varias de las materias que pertenecen al do-
minio de la expresada ciencia.
Accidente.—Es modificación ó calidad, que no pertenece
á la esencia de una cosa que no es la expresión de sus atri-
— 313 —
butos constitutivos é invariables, los vicios p. e. en relación
al alma; y el movimiento al cuerpo, por que el alma no
siempre es viciosa, ni la materia se aparta de su esencia si-
no por intervalos. Los acridentes no son fenómenos.
El agua.—Está mas caliente en invierno y mas fria en
verano, por que el fuego tiene mayor poder contra el agua
en verano que en invierno; y el agua mayor poder contra
el fuego en invierno que en verano; por esto en verano r e -
cupera mejor sus partículas del agua, por cuya razón en
verano el agua está mas próxima á su simplicidad que en
invierno, por que mientras mas cercana á su simplicidad, mas
fria y vice-versa. Los elementos simples del fuego suben, y
los de la agua bajan: en invierno el agua pone el fuego en
alto y por éso se calienta: ademas con respeto á los pozos se
debe recordar que en invierno la tierra se restriñe y en ve-
rano se abre, y sale el calor que el fuego y el Sol atraen
enfriando el agua, y por eso en invierno igualmente está
mas caliente &c.—Las burbujas del agua de fuente, suben
por que están llenas de aire revestido de agua, que restri-
ñe el aire que no puede salir, y que con su ligereza las h a -
ce subir.
Airaccioii.—(Vid. pág. 178 y 181.) La aguja magnética
se mueve naturalmente al imán, y este se mueve y atrae á
sí á la aguja; y esto es por perfecta concordancia é influen-
cia que hay entre el aguja y el imán; por que la tierra es
tan propincua á su simplicidad en el imán y en el hierro de
que se hace la aguja, que por aquella magna propincuidad,
la menor cantidad se mueve á la mayor, y la mayor canti-
dad atrae á sí á la menor, de donde el imán y aguja con-
vienen con la menor nobleza, y en ellos no existe pura sen-
cillez, y de ninguna manera generasen movimiento según lo
arriba dicho; de donde se sigue, que Dios que conviene con
mayor nobleza y es pura simplicidad, mueva á sí el inte-
lecto, y que este se mueva á entender á Dios.—Así como el
aguja por naturaleza se dirije al Septentrión, si está toca-
da en el imán, así conviene que tu siervo se dirije á amarte &c.
— 314 —
En el libro de Cuestiones naturales, resueltas por el Ar'
te demostrativo, dice lo siguiente sobre la atracción del imán:
El hierro es un ente artificial depurado (extraído) de pie-
dras secas y frias; las que son de naturaleza terrea, y como
secas y de complexión fría, y en ellas la tierra es natural-
mente muy seca y fria, y el hierro también es seco por ac-
cidente, por haber sido reducido por el fuego á su especie,
de que resulta que en el hierro hay mas sequedad que en
las piedras de donde sale, y que esta sequedad que artifi-
cialmente trae del fuego, atrae á sí la calidad del fuego,
mortificándola bajo la frialdad que naturalmente saca del
agua; y que ademas el hierro así esta en mayor sequedad
y frialdad, por esto pues el hierro se mueve naturalmente
al imán; y este, por aquello que naturalmente tiene super-
fluo el hierro, apetece reducir á naturaleza, lo que tenga de
las piedras de que salió, como el agua que en la olla se ca-
lienta por accidente, naturalmente apetece volver ásu frialdad.
En el hierro, la piedra está habituada en cuanto á la for-
ma, en cuanto él es salido dé las piedras, y la potencia de
las piedras está en la materia del hierro, y así la naturale-
za de este, es que vuelva á naturaleza de piedra, y por es-
to, mientras que sucede que la parte de hierro teque al imán*
entonces alcanza en virtud al mismo imán, del apetito d^
la piedra que está habituada en el hierro, y también por
que el hierro es muy seco y frió, como sea duro y fuerte
por restricción del agua y ponderosidad de la tierra, y se-
mejantemente por que participa de hierro y piedra, y por
otras muchas conveniencias, atrae el imán al hierro y este
apetece en el imán, de tal suerte, que produce un movimien-
to visible.
Así como se manifiesta al instante, que cuando el hierro
se ha tocado en el imán, si se le separa, aquella parte del
hierro que fué tocada, se dirige hacia el Septentrión, donde
está la rejion del agua y de la tierra, con lo que se prueba
que en el imán y el hierro, existe la mayor Sencillez de tier-
ra y agua; y como por esto en el imán la naturaleza de pie-
— 315 ~
dra consiste en gran simplicidad; y la naturale;?a del hier-
ro eu gran sequedad y frialdad, hasta cierto punto des-
truida en tanto, por que está bajo especie y figura artificial,
apetece la especie y forma natural, y por esto el imán atrae
el hierro á si, y el hierro se mueve hacia aquel, apetecien-
do su perfección; y de aquí resulta que el hierro frotado por
el imán, al instante que se aparta de él, la parte frotada se
dirije al Septentrión, donde hay mayor sequedad y frialdad,
y esto apeteciendo su perfección, para que el mismo Jiierro,
se restituya á la primera naturaleza ó sea en especie &6 pie-
dra, y en mayor simplicidad de agua y tierra &c.
Sondad.—Por su número es calidad y magnitud seme-
jante. Los términos de magnitud son cuales por la calidad.
En la magnitud, uno cual es magnificante, otro magnifica-
ble y otro magnificar.—Hay una calidad general á muchas
calidades especiales.—Por calidad general los principios ge-
nerales son cuales.—La diferencia muestra con la calidad,
cual sea la cosa.—Ninguna calidad es visible.—Si el color y
la calidad se convirtiesen, todos los cuales fueran visibles.—
Ninguna calidad propia deja su propio efecto.—Como la sus-
tancia se une á la cantidad, así califica con calidad.—La ca-
lididad y frigilidad no convienen, por que la frialdad es cual
por calidad y lo mismo es la calidez. Así como la bondad es
verdad por verdad, así el calor y frió son cuales por calidad.
—El fuego calienta con calor, y determina el calefacto con
calidad. El fin de calididad no es calefacto, si no quale ca-
lefacto.—El fuego puede calentar muchas cosas con calor,
pero sin calidad no puede ser muchas cosas.
Color.—El negro no es mas que privación del blanco y de-
mas colores.
Como hábito contenido por la figura es de cuatro espe-
cies generales, lucidez, diafaneidad, blancura y negrura.
¿Como está colocado el color de la manzana en el color
del fuego y de los demás elementos? Asi como muchas partes
están colocodas en un todo, asi muchos colores están coloca-
dos en el color de la manzana, agregado de muchos colores.
— 316 —
El espejo.—^Es cuerpo diáfano, dispuesto para recibir to-
das las figuras que se le presentan y parece estraño que sien-
do de vidrio, este no lo haga aun que sea diáfano, y es por-
que sin plomo es cuerpo diáfano que recibe en ambas caras
la trasparencia por las seis rectitudes (superior, inferior, de-
lante, detrás, izquierda y derecha,) lo que no tiene lugar
en el espejo, por que el plomo resiste á ciertas rectitudes,
por razón de la grosez de su materia y gran compaccion;
todas sus partes son muy compactas, y así como el árbol cau-
sa sombra por que está en el medio de la luz, así el plomo
(azogado) entre vidrio y aire, y la figura ó color que se le
presenta, produce en sí, sombra semejante á la figura pre-
sentada por semejantes hábitos y colores.
El Sol.—''E& de lucidez activa y pasiva, compuesto y uni-
do, y los rayos que fuera de sí influyen con los cuales ilumi-
na la Luna y el aire, son por la operación que la luz acti-
va tiene en la pasiva.
Flujo y reflujo del mar.—La tieJra y mar son cuerpos
esféricos, y como la esfera del agua está situada en un cón-
cavo, sobre la esfera de la tierra; el gran mar, naturalmen-
te apetece sumerjir la tierra; pero como este mismo mar es
cuerpo mixto, y cierta parte del agua apetece estar en otra;
como el agua naturalmente es restrictiva, por esto natural-
mente apetece estar junta y no dividirse ni estenderse; y por
esto no puede sumerjir la tierra, por qne si la sumerjiese,
naturalmente se dividiría; y de este modo el agua tiene dos ,
apetitos naturales contrarios; por uno de ellos fluye y por
otro refluye.—Así como la tierra hace arco en su sitio por
que es esférica, así el agua del mar hace arco por que su
cóncavo está sobre el convexo de la tierra; de otro modo la
superficie inferior del agua y la superficie de la tierra no cons-
tituirían una superficie, lo que es imposible; así pues como
el mar hace arco, conviene que sus partes superiores ape-
tezcan el centro; y como ellas son graves, por esto oprimen
las inferiores, según como el arco está situado; y así una
parte oprime otra, hasta que se incline el cuerpo del mar,
— 317 —
por su oposición y opresión á una parte, y entonces Jluye en
una parte de la tierra que le es contrapuesta', pero como t o -
do el arco no puede inclinarse, por esto que igualmente otras
partes contrapuestas de ningún modo subirian, por que igual-
mente apetecen el centro; por esto reclina aquella parte mo-
vida á sí, que entonces refluye; y si esta parte que así flu-
ye en Inglaterra, cuando refluye, entonces es seguida aque-
lla parte que fluye en otra tierra, y asi sucede el movimien-
to sucesivo contra puesto entre uña y otra parte del arco in-
censantemente fluyendo y refluyendo.—(De aquí se deduce
que debe, dicen sus historiadores, haber dos tierras opuestas,
una al Oriente y otra al Ocaso, entre las cuales se balan-
cea y satisface el apetito de moverse derramándose y atra-
yéndose &c.)—El flujo y reflujo EO se verifica en el Mediter-
ráneo, y es por que su arco no es esférico como el del gran
mar, y está contenido por la tierra.—Por la naturaleza del
Sol que es dispersiva, el mar es fluxivo; y por la de la luna
que es agregativa es refluxivo &c. la influencia del Sol en la
tierra y el mar, se reverberan hasta la Luna, en la que apa-
recen las manchas obscuras, que si son de la tierra son ne-
gras y las del mar pálidas &e.
Infinidad.—Ente sin término ni medida. Es triple de
grandeza, duración y número. Grandeza es la inmensidad,
duración la eternidad; y número es en cilanto al número que
carece de término.
El mar es salado.—Por que continuame-nte se mueve'de
arriba abajo; arriba por causa de que el calor del fuego y
del Sol lo calientan y atrahen á sí los vapores cálidos y se-
cos, y por que el agua es pesada por su naturaleza, se mue-
ven hacia bajo los vapores fríos y húmedos; y por que es re-
dondo se mueve al rededor y en ondas ú oleadas, según el
balanze de su rotundidad, por lo cual se mueven las olas h a -
cia la tierra, y se mueve el mar de Inglaterra; pues balan-
ceando se iuclina en un tiempo á una parte y á otra, y por
esto se causa la influencia del movimiento, que con ayuda
del viento mueve el mar por oprimirle las nubes, de que re.
— 318 -
sulta que por el movimiento, mezcla y turbación de vientos
y calidades, se engendra el calor y sequedad, de que dima-
na que el agua del mar accidentalmente se convierte en com-
plexión cálida y seca, por lo que se vuelve salada,'aunque
naturalmente es de complexión fria y húmeda.
Esta misma calidad del mar la esplica en el libro de CueS'
tiones &c. diciendo, que es por que el fuego tiene habitua-
da su calidad en el aire, por ser agente y el aire paciente;
y así el aire está en potencia, laque mediante el fuego tie-
ne su calidad habituada en el mar, por lo que el aire y agua
están en mayor cantidad que en otro cuerpo, y por eso el
agua del mar es potencia en la que el fuego puede reducir
el hábito de calididad; ademas la tierra tiene su sequedad
habituada en el fuego, este es verdaderamente potencia de
aquel habituado, como el mismo fuego sea paciente bajo la
tierra que lo deseca, y así mediante la acción que la tier-
ra tiene sobre el fuego, y este sobre el aire, tiene la tierra
su sequedad habituada en el aire. Este ademas es potencia
de aquel hábito, en tanto que es materia; y así el agua del
mar está accidentalmente calentada y desecada, y de tal al-
teración sale la complexión de la sal que es cálida y seca....
este por la mayor lucidad del Sol y del fuego, y mayor
diafanidad del aire, y blancura del agua, y también por el
mayor movimiento de las partes, y multiplicación del calor
del movimiento de la dulzura del agua, se altera accidental-
mente en amargura que es especie de saladura &c.
La sal se forma en ciertos puntos de las playas ó riberas
del mar, y es por que el Sol y el fuego convierten el agua
en sal, que es agua calentada y desecada; lo mismo sucede
con la sal gemma y cristal falso de ciertos parages; igual-
mente se genera bajo tierra, por que influye el agua mari_
na convertida en sal por el fuego y tierra. Con todo, cerca
del mar hay pozos y fuentes de agua dulce, pero es por la
quietud y concordancia del agua y tierra, por la cual el agua
recupera su naturaleza, esto es su dalzura, y por esto el
agua del mar apetece entrar en la tierra y elevarse al aire.
-^ 319 —
para que el hábito de su dulzura que naturalmente tiene,
se produzca en acto; así como el Sol para que no pueda lle-
garle ni reverberarla, teniendo ella en su ayuda el aire con
él que concuerda, y por eso se depura en él, en forma de
agua ó nieve &c.
Movimie7ito.—Principio por el cual los entes motivos mue-
ven á los moviljles (vid. pág. 200,) es duplo, natural y a r -
tificial ó violento. El primero es de seis especies: generación,
corrupción, aumentación, disminución, alteración y mutación
de lugar &c. La corrupción es obra natural, por lo cual lo
que estii en acto, se pone en privación corrompiendo la for-
ma antigua &c. Privación, es medio entre generación y cor-
rupción, por la cual pasa el ser y el no ser.—Estos prin-
cipios naturales, se encuentran en los. engendrados y corrup-
tibles ó elementados vegetales y animales.
£1 movimiento de la llama en la combustión de la vela &c.
se verifica por el movimiento de alteración que es de esta
suerte: El fuego influye su ignición en el aire, este en el
agua, esta en la tierra, y esta en el fuego, y por esto, este
movimiento es circular, y por consiguiente triangular, por
que el fuego tiene concordancia con la tierra por sequedad, y
con el aire por calididad, aire y tierra que se contrarían por
humedad y sequedad, y así esta triangularidad de movimien-
to se hace de concordancia, diferencia y contrariedad, y por
eso el movimiento *de combustión que está en el leño ó acey-
te, está habituado en la llama en cuanto en la forma, y dis-
puesto en cuanto á la materia del leño, de donde la llama
llegando al leño ó aceyte, el movimiento de la llama lo con-
vierte, por que ya en acto es movido á la combustión del
aceyte ó leño, en su especie, y así se altera y alterándose se
reduce en acto y corrompe el leño ó el aceyte; por que el mo-
vimiento generante y consistente, es cuadrangular y trian-
gular, por esto viene cuadrangularmente y triangularmente
aquel movimiento que se genera en triangularidad y cua-
driangularidad de la llama y así por causa de la multipli-
cación y diminución del leño, la llama se mueve, del modo
'42
— 320 —
que se ha dicho.
Pasión.—Operación del paciente bajo del agente v. g. el
calentado bajo del calentar.
Jlayo.—Es fuego que se enciende en su propia esfera, en
sujeto de gran complexión seca y cálida y allí combure. Hay
cierta especie de rayo que también sale del fuego por o b -
•viacion de vientos, que son de vapores cálidos y secos, co-
mo el fuego que sale de la piedra, cuando la percute el es-
labón. Es pues un incendio momentáneo de vapores secos cau-
sados por que la forma y materia del fuego, tienen apetito
á unirse y ser por si solos, sin mezcla de otros elementos»
lo que sucede cuando los vapores suben tan alto, que el Sol
y el fuego han consumido casi toda su humedad y frialdad
&c. entonces, el gran calor del fuego se mueve de aquel l u -
gar sublime, y desciende instantáneamente encendiendo por
la linea recta donde encuentra mas vapores, quemándolos pa-
ra que la forma del fuego pueda ser en la simple materia
del mismo fuego, sin mezcla de otros elementos. Es tortuoso
por .que como cuerpo ligero va de un lado á. otro, como un
barquillo arrojado por la ventana.—El relampagueo es el fue-
go en su rejion por la abundancia de su gran calor; quema
en las nubes los vapores cálidos, mas no quema los que tie-
nen gran abundancia de humedad y frialdad como en la es-
topa mojada.—El rayo y el trueno son en un tiempo, para
que los ojos lo aperciban antes que los oidos. El primero ate-
moriza la vista y el segundo el oido, por que uno es objeto vi-
sual y otro auricular.—El rayo comburendo los vapores cá-
lidos y |ecos en invierno, da nacimiento á la lluvia, que es
la espuma de su ebullición, de la cual sale el trueno, que no>
es mas que el mujido producido por la ebullición del agua,
quemada por el rayo encendido en su esfera. En verano, co-
mo hay pocos vapores frios y húmedos, el rayo y el trueno
no dan agua.—Si el rayo que se enciende tiene sujeto con-
tinuado hasta la tierra, baj^ mas á bajo de la tierra.-—Se-
gún sea el sujeto en que se encienda el rayo, es largo ó cor-
to, es fuego de llama &c.—Si el sujeto del rayo es recto ú
— 321 —
oblicuo, baja por línea recta ú oblicua.—Baja por línea es-
trecha por que los vapores huyen de él y permanecen allí,
por que son sujeto mas simple.—La línea que el rayo com-
bure es de continuos vapores, y si hay en ella algún s u -
puesto, lo combure y pasa & otros vapores que están conti-
guos con el supuesto.—Según que el rayo se mueve recta ú
oblicuamente, él trueno se mueve por la línea seguida, cuan-
to mas se aproxima el rayo, tanto mas ge le aproxima el
trueno.—Así como por la eVulliciou de los vapores quema-
dos por el rayo, se hace movimiento del aire que es el true-
no; así se hace el movimiento deJa tierra por obviacion de
las aguas y aires que están en las cavernas.—Así como el
rayo parte los hombres, árboles y edificios, del mismo modo,
parte la tierra el terremoto y derriba las casas.—Cuando el
aire encerrado en las cavernas, no puede resistir á las aguas,
que entran en ellas, estalla y parte la tierra y se escapa, ha-
ciéndola estremecer. Antiguamente los terremotos eran mas
frecuentes, por que las cavernas que están bajo la tierra y
comunican con el mar, se van llenando con la tierra que las
aguas llevan al mar.
Relación.—Accidente por el cual el ente mira y se r e -
fiere á otro de necesidad, como la del maestro al díseipulo.
Situación.—Debida y ordenada posición de las partes en
el todo, y vice-versa, como el techo sobre las paredes, y el
maderamen sobre la casa.
Sonido y voz.-~E\ primero es objeto del oido, y el se-
gundo sujeto de significada concepción.—El sonido es pro-
piedad creada que sale de la percusión, y su figura sale de
ella á losoidos.—La figura del sonido no puede estar en ac-
to sin oido.—Es este confuso y se declara por las vocales-
que son partes simples de él.—Las consonantes son de con-
fusión del sonido y de sus partes simples.—Los sonidos en
las consonantes, son de una parte confusa por sí misma, y
clara por otra, por sus partes simples.—La voz es de sonido
y tiene muchos instrumentos diversos. Tiene la voz un ins-
trumento por la lengua,, por la campana, por el ¡árgano &c.
— 322 —
—El instrumento sube y baja al sonido por vocales, y el son
está en el medio por consonantes. La voz es de sonido que
sube y baja y está, en el medio. La voz es declaración del
sonido que tiene su complemento subiendo, bajando y soste-
niendo.—La voz declara los apetitos de animales, según que
está difusa por diferentes especies.—El sonido sin voz fuera
inútil.—Por el choque de dos cuerpos, el-sonido es mayor, y
mucho mas si son cóncavos. Aumenta con el frió y seco y
por el contrario.—Es mayor en los aljibes que en otros pun-
tos, por que en ellos hay mas aire encerrado.—La confusión
de varias voces en un lugar, es la reducción de ellas á un
sonido simple.—El sonido camina ó atraviesa las partes, por
que está tocado en el aire, que es línea continua, que con-
tiene partes dentro y fuera.—No se puede ver por que no
tiene color.- No hay un instrumento que imite mejor la voz
que la lengua.
La temperatura de los altos, es mas fria que la de los
bajos, por que los elementos fuego y aire, se depuran mas
fuertemente en los altos que en los bajos; moviéndose hacia
arriba y apartándose del agua y de la tierra, que se mue-
ven hacia abajo; por lo que en los llanos el fuego y aire no
tienen tanto poder para depurarse como en los montes altos;
pues cuanto mas se depuran y extreman, mas se apartan el
agua y tierra, causando mayor frialdad en las sierras, don-
de el aire es mas sutil y depurado, por estar mas próximo
á su esfera colocada debajo del fuego.
El /rio.—Es mas intenso al amanecer que á la media
noche, por que el Sol es cálido en el fuego y comienza á sa-
lir en el alba, y huyen de él los vapores que son frios y hú-
medos que por accidente es cálido y seco; y estos vapores
descendiendo á nosotros, nos causan mayor frialdad en aque-
lla hora que no á media noche, pues en esta, como el Sol
estaba mas distante, ellos habian subido y ésparcidose por
toda la región etérea.
Tiempo.—Hizo Dios su división por potestad y acción, que
dio á los elementos, en un tiempo mayor que en otro; por
— 323 —
que los elementos se encontrarían entre sí, produciendo ca-
lor, viento, frió, trueno, frutos y semillas.
El tiempo y el movimiento son buenos, por que si fue-
sen malos, se seguirla que todo aquello que estuviese en tiem-
po y tuviese movimiento seria malo; lo que es imposible, de
donde como el tiempo y movimiento son buenos, queremos
inquirir el supremo bien con tiempo y movimiento.
Vapor.—Es congregación de cuerpos sutiles, que carecen
de color y de figura determinada.—La lluvia es agua sali-
da de los vapores, y baja del aire á la tierra. Los vapores
son partes pequeñas que entran y salen por los poros de los
cuerpos elementados.—Los elementos deprimen y elevan los
vapores en los que están impresas las influencias, que' los
cuerpos celestes trasmiten á los terrenales. De los vapores
salen las nubes y de su disolución la lluvia. De los cálidos
y secos, sale el viento, que es aire movido por ponderosi-
dad de las nubes que son graves y descienden á bajo.—De los
fríos y húmedos la lluvia; y si muy frios la nieve, que es
agua congelada en el aire por la abundancia de vapores frios.
—Granizo es nieve difusa en el aire, verdaderas partes de
nieve que se reúnen y se percuten al bajar.—Los vapores
cálidos y secos, suben si no se deprimen por las nubes; si se
deprimen se convierten en rocío y transitan por el aire, que
se convierte en hielo cuan el aire es muy frío.—Los vapores
muy secos y fríos se'congelan en el aire y convierten en gra-
nizo que baja; pero en el agua los vapores frios y secos se
trasforman en hielo.
Los vapores salidos del mar, son secos y cálidos por que
el mar es cálido y seco: los de agua dulce son húmedos y
cálidos, y huyen de la frialdad y humedad del agua dul-
ce. Los vapores del mar se depuran en el airé, que vuelve
al agua su complexión que es fria y húmeda, y por esto
los vapores salados se convierten en agua dulce. Los que son
muy cálidos y húmedos, suben por razón del fuego y aire
que son leves; los que son muy frios y secos bajan por el
agua y tierra que son graves.—Los vapores húmedos y frios
— 324 —
que caen en la tierra, se convierten en agua que sale de las
fuentes, y se trasmite por las venas de la tierra en que está,
y de ella sale para ir á los pozos. Las fuentes de los mon-
tes altos, proceden de los vapores del mar, que está en las
cavernas de la tierra. £1 agua de los altos, es de la resolu-
ción de los vapores que están en las cavernas y cóncavos de
los montes, y viene del mar, es mas fria que el agua pro-
cedente de la lluvia, cuando el Sol la calienta en el aire.
—Los vapores que salen en humo, son cálidos y aecoa, si
aquellos que el aire combure son de complexión cálida y se-
ca; y son frios y húmedos, si los que el aire combure, son
de complexión húmeda y fria —Los vapores que conátituyen
el humo, suben, por que el fuego los hace remontar, y al
encontrarse en alto se dilatan y convierten en otros vapores
que-se trasforman en nubes.—Los vapores que salen de las
nubes, son muy frios y húmedos y se convierten en niebla,
por que el Sol atrae la humedad del aire y del agua que
participa con la tierra.
Vientos.—Nacen de la ponderosidad de las nubes, que
oprimen al aire, por que el agua y tierra que contienen, ape-
tecen su centro común, pomo cuando dos piedras disparadas
por máquina en dirección encontrada chocan entre sí.—Son
cuatro principales, los que á su vez engendran otros ocho.
—El levante se forma de vapores calientes y secos, el po-
niente de frios y húmedos; el sur de húmedos y calientes, y
el norte de frios y secos.
Hay '.ciertas cuestiones en Lulio, que por efecto del raro
amalgama que hace de varias materias á la vez, son difíci-
les de referir á una ciencia dada, y muchas de las cuales
han pasado desapercibidas^ á los demás escritores, como inú-
tiles y ociosas; tales son entre otras las siguientes con que
terminará el análisis físico, y demuestran lo que tengo repe-
tido en mas de una ocasión:
¿Porque la liebre cuando huye del cazador busca mas el
monte que el llano?—Para esplicarlo deben indagarse las pro-
piedades de la liebre, del monte, del llano y de los elementos;
— 325 —
el sitio de la liebre y el de su contrario, y como la liebre
respecto del cazador, tiene los pies anteriores mas delgados,
y es de menor cantidad y ponderosidad, respecto de su ene-
migo, y que á ella naturalmente le es contrario el correr
bajando y por el llano, el cazador está en oposición de ella,
y por su ponderosidad corre mejor que la liebre por el llano
y los valles, como la nave en el mar, pues luego que está
movida, por su ponderosidad, corre mas velozmente que una
barquilla, que es mas ligera &c. y por que además, la tier-
ra del llano es húmeda y pegajosa.—La sensibilidad es mas
fuerte en el tacto que en los demás sentidos, por que la
vegetativa es sujeto de la sensitiva, por que calididad, frial-
dad, hambre, sed, enfermedad y demás de esta clase, se adie-
ten mas intensamente á la vegetativa, que á la sensitiva; y
el sonido, calor y olor, mas sienten por la sensitiva por el
tacto, que por otros sentidos; por que conviene que la sen-
sitiva sienta por esto, por que la vegetativa es mayor en
esencia y virtud.—En la generación domina el tacto á los
demás sentidos como es manifiesto, el tacto también es mas
próximo á la forma que á la materia, que los demás sen-
tidos, y por consiguiente es mas remoto de los accidentes
que los restantes sentidos. Luego estos están mas próxima-
mente á los accidentes &c. el gusto supera al olfato, este
al oído y vista, por que el tacto está mas dentro de la sus-
tancia que los demás &c.
El hombre muerto pesa mas que cuando vivo; por que así
como la teja cruda y la carne cruda, pesan mas que cocidas,
esto es, por que en la teja hay vapores crudos é indigestos,
y el movimiento hacia arriba por la levedad, y el movimien-
to hacia abajo por ponderosidad le están impedidos; y como
el aire es irapletivo y el agua restrictiva, y como el impe-
dimíento del movimiento de la teja y carne cocida sea ma-
yor por ponderosidad de crudeza, por que no están cocidas,
lo que es mas que si lo fuesen, por que entonces el fuego y
demás elementos fueran mas vaporosos, y el movimiento es-
tarla dispuesto, para que los vapores leves suban arrftstran-
— 326 —
do los vapores pesados y los lleven á lo alto; es pues mani-
fiesto opuestamente, que el cadáver sea mas pesado, por que
sus partes están cerradas, y el calor natural que las abría y
dejaba subir los vapores leves que arrastraban los pondero-
sos, falta y les impide este movimiento natural, que no de-
ja salir los vapores como antes y permanece mas pondero-
so.—Cuando la lluvia y la piedra bajan, se regocijan por
que van á su centro, y el movimiento es mas veloz, y es por
la gran conveniencia que hay entre el centro y lo que ape-
tece su centro; así es el hombre vivo y muerto; el primero
dista de su centro que es la.tierra, y el segundo al contra-
rio. Esto es, es mas conveniente á su conveniencia la putre-
facción, por aumento de ponderosidad que se une apetecien-
do la tierra su centro, ó sea abajo, para que la tierra se
segregue de los elementos que buscan su esfera superior, &c.
por que en la vida los leves y pesados están unidos, por que
los leves arrastran los pesados hacia arriba.
El fuego calienta la olla y mueve el agua que está den-
tro, por que el fuego es agregado de bondad, magnitud &c.
y por consiguiente tiene propiedades buenas, magnas &c. y
es al fin ó á los fines que son calentar, desecar, lucir &c. y
por esto el modo que se busca consiste en estos principios,
para que de la operación del fuego, se siga lo bueno &c. así
como el modo de escribir es mover la pluma que con la tin-
ta es apta á la figuración de las letras, para lo que imagina
la imaginación, asi el modo de calentar agua, es mover el
fuego que con lefia es apto para calentar y cocer, por que
lo necesita la humanidad, sucediendo lo mismo en la gene-
ración.—El fuego que es llama percute la olla, y el agua
que está dentro, antes de calentarse, es fria y húmeda, pero
el aire que con el fuego, olla y agua, participa conteniendo
los tres elementos es húmedo y caliente, el natural fin de
cualquiera do estos elementos, consiste naturalmente en cual-
quiera según su complexión; pero queda el fin mayor que pa-
rece es este á saber: que el agua artificialmente se calienta
para las necesidades humanas &c. Así por accidente está ha-
— 327 —
bituado la calidad del agua en el agua, en la llama, y en la
olla; en la olla como á forma del fuego, en la olla por los
elementos de que esta hecha, en el agua por razón de parti-
cipación de la olla y del aire del que participa con el agua
&c. Siguen varias razones por el estilo hasta decir después,
que en el fondo de la olla está hecha la generación de la ebu-
llición, que suben las ebulliciones arriba y se rompen, y el
aire vuela á lo alto en vapores, sucediendo lo mismo con el
agua y tierra; y así el fuego mueve el agua calentándola,
y por que también son porosas el agua y olla &c.
¿Como está situado el movimiento corporal'}—Hay tres
especies en el sitio del movimiento, el circular, cuadrangu-
lar y triangular. El circular es del firmamento, planetas y
elementos. Con todo, la esfera de la Luna no se mueve cir-
cularmente en sí, pero en el mixto, tiene movimiento circu-
lar.—El cuadrangular tiene movimiento recto, el triangular
declive, y así como estas tres especies de movimiento están
situadas en el universal, asi también están situadas de este
modo en los particulares. El movimiento del firmamento es
circular de Oriente á Occidente, y por lo tanto, el movimien-
to de sus partes es circular intra firmamento, así ciertamen-
te, para que cualquier parte de las que Componen el firma-
mento, se mueva en sí de superior á inferior y vice-versa
circularmente, á saber para que mejor se entienda, supón-
gase que A. sea superioridad y B. inferioridad en una de
sus partes, en el movimiento circular del firmamento, A. se
mueve circularmente á B. y B. se mueve á A. Jil sitio pues,
del movimiento de los planetas es de otro modo; por que se
mueven al opuesto movimiento del firmamento, esto es de
Occidente á Oriente, y por lo tanto, las partes del orbe de
los planetas, al opuesto de las partes del firmamento ya que
los contiene dentro de si; mientras se mueve los convierte á
su movimiento, y por que el movimiento del mismo firma-
mento, es mucho mayor que él de los planetas, el de estos
es accidentalmente de Oriente á Occidente, asi á saber que
el movimiento del firmamento, primero llega á Saturno y lo
43
- 328 -
mueve, y este mutíve á Júpiter, y este á Marte &e. y así
íle los demás,
La virtud del movimiento, es mayor en el rostro, esto
es en la anterioridad que en la posterioridad, y esto es, por
que se mueve mas propincuamente al fin al que se mueve, y
por esto el Sol y demás planetas tienen la cara del movi-
miento hacia Oriente, al que tienden por su movimiento pro-
pio, pero el movimiento del firmamento, cuyo rostro se di-
rige al Occidente, refleja el movimiento de los planetas al
Occidente, y de este modo el Sol y planetas se mueven ha-
cia atrás, y por esto accidentalmente es cálido, en cuanto
hacia el movimiento anterior, y seco en cuanto al posterior,
y por esto hay temperamento en el sitio del movimiento de
los planetas mismos, por que si el Sol y planetas, según la
complexión que tienen, se moviesen como el firmamento, fue-
ra imposible que hubiese temperamento en el sitio de su
movimiento, y por consiguiente, no lo hay ni en su com-
plexión. Otro tanto sucedería con el movimiento del fuego y
demás elementos, y de sus complexiones, por que el fuego
dirije su cara al cálido y la espalda al seco, lo mismo él a i -
re, agua &c. según sus complexiones, cuyo movimiento si-
gue la regla del movimiento de los planetas, de tal suerte
que el orbe de la luna percutido así por el orbe superior, per-
cute la esfera del fuego, este la del aire, y este la del agua
&c. y así del sitio de este movimiento se hace temperamen-
to de complexión, por cada una de las esferas de los elemen-
tos. Esto no q;iiere decir que cada esfera es cuerpo por sí, si-
no que en las rejiones del orbe sublunar, á una se le atribu-
ye el fuego y á otra el agua &c.
El movimiento cuadrangular es recto hacia arriba, y
trasversal hacia bajo, esto es en plano; y así cuando el fuego
se mueve hacia arriba lo hace por su cara, y contra su cara
cuando hacia bajo, por que mientras baja, la cara del mis-
mo fuego es hacia atrás descendiendo, y esto es porque su
sequedad tiene ponderosidad y repugna al aire concordante
con la tierra y agua; casi sucede lo mismo con el aire, pero
— 329 - -
ea 1» tierra se sigue esto como opuesta al fae{<o &c.
El moviraieato triangular es declive, y por esto los ele-
mentos tienen la cara declive por el movimiento de los trián-
gulos; y de aquí es, que el rayo baja formando linea decli-
ve (oblicua;) este movimiento se produce, en cuanto algún
ángulo del triángulo tenga concordancia con los dos opuestos,
propincuos á sus ángulos &c. y por esta concordancia se mue-
ve á ellos «Sic. así la cara de este movimiento no es del to-
do hacia arriba, ni hacia abajo, ni hacia á alguna dimen-
sión del todo recta, y por eso es declive, según se vé, por
que el aire, no puede subir rectamente, por la concordancia
del fuego, que igualmente concuerda cou el agua, ni bajar
por la misma razón; y esto hace que el movimiento trian-
gular inftuye en el movimiento cuadrangular, y este en el
circular -Sic.—De este movimiento universal, puede bajarse
al particular del mineral, de la planta, del animal &c., por-
que influye en el movimiento particular, y es muy útil al
médico y al astrónomo.
Lo que se acaba de citar, es mas que sobrado para cal-
cular la estension de los conocimientos físicos de Lulio, y t e -
ner una noción de su modo particular de considerar los prin-
cipios de una ciencia, en la que se le debe conceptuar mas
atrasado que muchos de sus contemporáneos, cuyas teorías
mas 6 menos alteradas, adopta en unos casos, al paso que en
otros, las formula de nuevo arregladamente á sus doctrinas,
aun á trueque de caer en forzadas exageraciones. Es indu-
dable el atraso de la Física en su tiempo, pero, no obstan-
te, sus teorías ó hipótesis, no siempre calecían de funda-
mento, y partían en general de ciertos principios universal-
mente admitidos y reputados por verdaderos, y que merced
á esta circunstancia han gozado de crédito hasta comienzos
del pasado siglo. Y si su mayor parte se afianzaban en su-
posiciones, desechadas en el dia por erróneas, no han dejado
de admitirse cono positivas durante muchos siglos, siendo
digno de tenerse presente que en su esencia, algunas tenían
notables analogías con las verdades físico-químicas moder-
— 330 —
nas. Tal fué entre otras, la doctrina de los cuatro elementos,
con la que se explicaban numerosos hechos y fenómenos así
orgánicos como inorgánicos, y que parecía tan natural, tan
admisible, que nadie pensaba en rechazarla y fué adoptada
por Lulio, dándole una extensión tan forzada que rayaba en
lo ridiculo.
Al apartarse Lulio de sus contemporáneos^ cayó en una
•visible y pueril exageración, por el empeño con que recurría
á lo místico y metafísico de sus doctrinas, cuando trató de
introducir sus explicaciones vulgares é incompletas, y no ad-
mitidas por los damas filósofos, por que si accidental y casi
forzadamente, entraron en alguna escuela, se adormecieron y
pronto fueron rechazadas por el buen sentido de la inmensa
mayoría de los sabios, sin merecer tan siquiera, que el nom-
bre del autor se haya inscrito en el catálogo histórico-bi-
bliográfico de las ciencias naturales y exactas. Cuando los
antiguos trataban de derminados hechos ó fenómenos cono-
cides, apenas los definían, y si lo verificaban, solían limi-
tarse á una simple enumeración de sus particularidades, pres-
cindiendo cou frecuencia de hipótesis y teorías, ó contentán-
dos al menos con lo mas extricto, y sin separarse de los prin.
cipios generalmente admitidos No procedía Lulio de esta suer-
te, por que prescindiendo de la vaguedad y vulgaridad de mu-
chas de sus definiciones, en los casos en que seguía á sus
contemporáneos, si principiaba exponiéndolos como ellos, á
medida que se esforzaba en demostrarlos y desmenuzarlos, ¡se
desviaba para caer en sus obscuras concepciones: así por ejem-
plo, cuando en su Arte general describe el círculo, después
de decir que contiene y desciende de todas las figuras, aña-
de que es para que estén conyimtos los ángulos, puntualmen-
te en línea circular ú semejanza del cielo, que es la mayor
figura.
Una de las materias en que se aparta menos de los de-
mas escritores, es en la explicación primera de ciertos fenó-
menos meteorológicos, como en la lluvia, trueno, rayo, ro-
cío, granizo, vientos &c. pero expuesta su definición, pasa
— 331 —
como se ha dicho á sus continuas divagaciones y amplifica-
ciones. Los demás escritores, en su sencillez definen con la-
conismo y claridad, y teorizan con parsimonia, diciendo por
ejemplo: que el rocío, escarcha, lluvia, truenos, granizo vien-
tos, nieve &c. se forman en distintas rejiones del cielo, por
la condensación del agua evaporada por el calor y elevada á
las regiones superiores; que el granizo si era redondo lo de-
bian á ser esta la figura de las gotas de agua; que las n u -
bes no pasaban de cierta elevación, y tomaban el color de^
cielo ó punto por donde pasaban.—Explicaban el arco iris
por la combinación del Sol, lluvia, nubes &c. lo mismo que
el producido por el Sol, al atravesar una botella con agua, ó
un cristal puntiagudo (prisma) &c. amontonando curiosas ob-
servaciones (S. Alberto.) Se componía de cuatro colores r a -
dicales ó elementales y otros intermedios, aquellos eran el ro-
jo por el elemento fuego; el morado por el aire, el amari-
llo por el agua, y el verde por la tierra cubierta de plantas.
—La luz era cuerpo, como el aire; los cuerpos eran de tres
clases con respeto á ella; diáfanos ó que la dejaban atrave-
sar, opacos en cuya superficie se detenían, y luminosos que
la producían. Como forma propia de los cuerpos superiores,
era de calor, y el resplandecimiento de los colores, cuya unión
ó hipóstasís producía. Los colores apreciados por la luz, eran
simple calidad &c. con otras teorías y enunciaciones que la
armonizaban con el elemento fuego, y por cuyo medio ex-
plicaban varias particularidades, y demostraban ademas con
el auxilio de las matemáticas su refracción &c. No dejaban
sin embargo, de caer en errores notables al hablar de los co-
lores, cuyo número solían contar por el que producía el a r -
te, y establecer su esencia por la combinación de los ele-
mentos. El predominio de la tierra, del fuego del aire &c.
producía el negro, el rojo, el amarillo, el blanco &c. Y lla-
maba su atención el que cabello negro se convirtiese en blan-
co, por ser operación que no estaba al alcanzo del arte.
En las leyes de temperatura, no eran tan exagerados co-
mo Lulio; la de los montes, valles, &c. la atribuían al ín-
— 332 —
flujo del Sol, vientos, nieves &c. la de laa costas, siempre
mas templada, al mayor calor del mar, en él que dominaba
la combustión terrestre y di varicación de los rayos solares.
La de las aguas termales á su combinación con el azufre,
materia en extremo cálida y combustible.—El aumento apa-
rente del calor del agua de los pozos en invierno, y su mayor
frialdad en verano, era como decia Lucrecio, por que el frió
restriñe y condensa la superficie terrestre y obliga á descen-
der las particulas Ígneas de la tierra; mientras que en vera-
no rarificándose la tierra por el calor, salen y se evaporan
prontamente las particulas de fuego que el agua contiene.
—No desconocian la atracción del centro de la tierra, al que
se dirigían los graves en su caida, y se explicaba matemá-
ticamente.—Habían notado la rapidez con que se comunica-
ba el sonido, aun al través del agua, y suponían se efec-
tuaba por un movimiento de ondulación circulatorio, y de-
cían que era efecto de la percusión del aire. Sabían que su
percepción lo mismo que la de la luz en los sentidos, se efec-
tuaba por medios de órganos apropiados, entendiéndolo no co-
mo Lulio, según mas adelante se verá.—Explicaban dete-
nidamente las leyes del movimiento y del reposo, decían que
ambos eran naturales y propios de los cuerpos; que la cosa
descansaba por quietud natural y necesaria, ó por fuerzas i r -
resistibles; en uno y otro caso la naturaleza es el principio
del movimiento, que podía ser natural ó accidental &c. &c.
No insistiré en demostrar la inferioridad física de Lulio,
como resalta cuando se compara á sus antecesores, y termina-
ré este articulo aclarando dos puntos ó consecuencias que han
formulado, los que celebran su superioridad, como deduci-
dos de su extraordinario saber en la Astronomía-físico-ma-
temática, y encaminados á reputarle como exelente náutico,
descubridor de la aguja de marear, y conocedor del nuevo
mundo, toda vez que presintió la existencia de America. S u -
posiciones que procuraré resolver imparcialmente, por que
ya están juzgarlas por el tribunal de la razón.
Lulio náutico.—Es muy probable que sus prolongadas y
- S33 -
repetidas correrías por mar y tierra, juütameüte, coíi su ca-
rácter estudioso, le hiciesen conocedor de las prácticas de la
navegación, bastante adelantada en su tiempo, como lo de-
muestra el numeroso comercio del mediterráneo; pero de es-
to á suponerle una protunda instrucción en una materia que
en aquella época, no merecía el nombre de ciencia, hay una
diferencia notable. Los que por tal la reputan, se fundan en
su tratado de- Navegación, perdido en la actualidad, y so-
bre cuyo mérito es imposible formular juicio alguno. Lo úni-
co que se puede asegurar, es que no fué el primero en su
clase, por que entreoíros V. de Beauvais, comprendió entre
los ramos de su Enciclopedia, un tratado de construcción na-
val civil y militar, y otro de navegación, que contribuyen
notablemente á ilustrar aquella época de obscuridad. Ahora
bien, si recordamos su modo de considerar la Astronomía y
la Física, y aun la Geometría, como luego se verá, si se
tieue presente su modo de considerar otras ciencias, no se ex-
trañará que pongamos en duda la supremacía que en este ra-
njo se le pretende atribuir. Sin embargo, aun que carezca-
mos de su tratado especial de Navegación, poseemos otros
datos que escribió sobre esta materia y esparcidos se hallan
en otros libros; algunos de los cuales expondré á continua-
ción y servirán para formular un juicio a^roxímativo.
Libro de Contemplación. Tom. III. El marinero contem-
pla el poner el timen, velas, dirijirse por la estrella polar y
computar el camino andado dia y noche.
Arte náutico ó de marinería. (Árbol humanal en el Ár-
bol de las ciencias.) El marinero considera la galera, nave
y barca, y considera la vela, el árbol, y lo demás que com-
pete á la nave; y después considera el tiempo de navegar y
los puertos en los cuales tiene su refugio; la estrella, aguja,
piedra imán, vientos y las millas ó leguas, y las demás co-
sas que pertenecen á su arte. Y todas estas consideraciones,
comienzan primeramente en las formas naturales y prima-
rias sembradas en los Arboles, de las cuales los instintos y
apetitos naturales, disponen el hábito de la marinería en aque-
— 334 —
líos que debajo de el fin del arte náutico, toman los signi-
ficados de los Arlóles en el imaginal. Y aquel que toma me-
jor los significados de los A rióles, aplicándolos al fin de la
marinería, que es el ganar y navegar, es mas sabio que otro
marinero, y es mas seguro entregar á este la nave y la mer-
cadería.
Navegación. (Art. 96, cap. 14, part. 10 del arte general.)
Es el arte con cuyo auxilio los marineros saben ir por el mar
y nace de la Geometría y Aritmética, mediante el movimien-
to en cuanto á sus correlativos, por dos especies significadas
en la regla O.; que son el motivo, el móvil y el mover, y
mediando el lugar y el tiempo, por que la nave en un tiem-
po está en un lugar y otro en otro. Y como la Geometría y
la Aritmética descienden de este arte (el general}, se demues-
tra por consiguiente, que el arte de navegar, desciende pri-
mitivamente del mismo, y secundariamente de los dos últi-
mos mencionados. Y para declararlo trazamos esta figura di-
vidida en cuatro triángulos, según se manifiesta, y consti-
tuida por ángulos rectos, agudos y obtusos.

Oecldeate. Tramontana ó II. Oriente. ,

A\ ^' ]

N( M- /
N.

/ " ^ ^ l/^i-^ N.

Iiebeehe 6 S. • . Hediodia. Jalmine ú 8. t»

Supóngase pues, que en el lugar en que existen los cua-


tro ángulos agudos sea la Tramontana, y que se marque el
— 335 —
puerto de la liave por B, y que allí se encuentre la nave que
quiera ir por Oriente; pero que vá por Jaloque; cuando ella
hubiese caminado cuatro millas, estas cuatro millas, sobre el
Jaloque, solo valen tres hacia el Oriente; y cuando la na-
ve hubiese caminado ocho, las ocho solo valen seis &c. y así
multiplicando hasta ciento, que equivalen á setenta y cinco
hacia el Oriente, Y si el aritmético numera diciendo: si cua-
tro millas equivalen á tres, luego dos veces cuatro equivalen
á seis; y si cuatro veces cuatro son diez y seis; tres vece¿ cua-
tro, causan doce, y así multiplicando. La razón es, por que
en el primer movimiento está el punto., luego la línea, y des-
pués el triángulo, y por consiguiente el cuadrángulo; por
cuya razón se produce el movimiento de un lugar á otro su-
cesivamente y multiplicándose &c. Esta multiplicación y n a -
turaleza del movimiento, la desconocen los marineros y na-
vegantes, aunque conozcan la práctica &c. Y para que me-
jor se comprenda la práctica la esplicaremos.—Si la nave se
apartase del puerto B. y querieudo ir hacia Oriente, fuese ha-
cia al Mediodía; se desvia en el doble del Oriente respecto á
la desviación que hace, cuando vá hacia el Jaloque (Siroco).
La razón es por que el Jaloque está entre el Oriente y el Me-
diodía. Y si la nave camina por el Lebeche, aunque no obs-
tante quiere ir sobre Oriente, se verifica triple desviación. Y
si lo hace por el Occidente, llega al cuadruplo. Y entonces
el entendimiento conoce de que manera el movimiento de la
nave, está compuesto de lineas rectas y oblicuas. Conocido
el modo como los marineros pueden arbitrarse en la desviación
del lugar al que pretenden ir; indicaremos el modo de cono-
cer el lugar donde se encuentran, amplificándolo por medio
de la distancia que existe entre dos montes.
Supónganse tres montes situados sobre Oriente, Jaloque
y Mediodía, distantes cuatro millas del puerto B. y señala-
dos con L. M. y N; y otrosobre el Mediodía, designado con O.
y distante ocho millas de B. ¿cuanto distará L. de M. y N? y
cuanto O, de L. y M?
A lo primero se responde: que los marineros consideran
— áse-
las distancias por la multiplicación de las millas y por la
desviación del camino; por que si cuatro millas causan tres,
de aquí se sigue, que el monte L. sobre el Oriente, dista de
M. sobre el Jaloque tres millas; y seis del monte N. que está
sobre el Mediodía. Con todo, si el monte O. del Mediodía,
dista de la nave ocho millas, entonces los marineros discur-
ren el tiempo que tal monte dista del que está sobre Orien-
te L., es el duplo mas, esto es en mayor proporción, que de^
monte M. que está sobre Jaloque. A la tercera cuestión se res-
ponde diciendo: del puerto hasta O. hay ocho millas, y de L.
hasta el puerto cuatro; por lo que aparece que L. dista de O.
nueve millas. A la cuarta se dice: que del puerto hasta O. hay
ocho millas, y hasta M. cuatro; de lo que se desprende que
M. dista de O. seis millas &c.
Con el mismo arte que se conoce la distancia que media
entre los montes L. M. N. y O. por las millas indicadas, pro-
porcionalmente se pueden conocer las distancias de otros mon-
tes, multiplicando las millas por los triángulos y cuadrán-
gulos, por que así como el aritmético multiplica el número,
numerando tres veces tres, cuatro veces cuatro &c. así el ma-
rinero puede obrar de semejante modo. Se ha declarado pues,
como se puede conocer el lugar en que se encuentra la nave,
arbitrando las distamúas sobre Tramontana al Oriente y Me-
diodía, y al Occidente, Jaloque, Lebeche, Maestral y Gre-
gal, respeto del lugar en él que está la nave &c. Esta doc-
trina es fácil, breve, útil general, y aplicable á los parti-
culares.
El autor continua diciendo, que por la regla 0. (ó sea de
quidditate ó quia est subjedum &c,) y por el sujeto de la
elementativa, se conocen las direcciones de los vientos, mar-
cadas ademas por sus calidades físicas de calor, humedad,
frió &c. igualmente significa las calidades- de las nubes co-
mo anuncios del tiempo; esplica las trombas, diciendo que
son movimiento circular de los vientos en el agua del mar,
como el caracol hélice con su cascara, por que el viento se
coloca circularmente para hacer ?ubi^el agua del mar, co-
— 337 -
mo el torbellino con el polvo, y por último, termina indican-
do que no es- conveniente hablar del hierro y del imán, por
corresponder á las cosas naturales. En cuanto á los vientos,
se ve que solo admitia los ocho generalmente conocidos, y tra-
zados en las antiguas rosas griega y romana, según seña-
laba la de la Torre de Andrónico en Atenas, aun cuando los
pitagóricos contasen doce, y diez y seis los Etruscos. S. Al-
berto en su libro de Metéoros, después de disertar físicamen-
te sobre los vientos, traza dos rosas náuticas diversas, por
el orden de su colocación. La rosa pues, es anterior á Lulio,
y no de su invención, como creo se ha dicho por alguno de
sus historiadores.
Tales son los restos que nos quedan del monumento cien-
tífico de la Náutica de Lulio, el lector imparcial después de
contemplarlos, si se resuelve á reunirlos, y reconstruirlos, po-
drá compararlos y calificarlos con presencia de lo que han
legado otros escritores.
^Es Lulio el'inventor de la aguja, náutica'^—Varias son
las personas que aun en el dia persisten en esta creencia, en-
teramente refutada por personas competentes, entre las cua-
les se cuenta el juicioso y célebre escritor Humboldt. Se com-
prende que el instruido monje cisterciense de esta Isla, el B.
P. F. D. Antonio Pasqual, se esforzase en probarlo en el pa-
sado siglo, amontonando ingeniosos razonamientos, en n u -
merosas páginas, pero no se explica que en la actualidad lo
sosténganlas personas eruditas. Entre las razones emitidas
por aquel religioso, se cuenta la frecuente cita que hace Lu-
lia de este instrumento, lo que á su entender es prueba de h a -
ber sido él el descubridor ó inventor. No me entretendré en
refutar un raciocinio tan aéreo, tan equívoco, por que tra-
tándose de un hecho ya juzgado, parece inútil insistir en su
demostración. Sin embargo, como hecho, es preciso apelar á
la historia para confirmar tan decisiva resolución, permitién-
dome antes ujia simple observación, que será de mucho peso
en esta cuestión. Lulio, en medio de su humildad, tenia co-
mo hombre, conciencia de su saber, y aquella satisfacción y
— 338 —
dignidad propia de los escritores, que no debe confundirse
con la vanidad, y consiste en el deseo de hacer constar lo que
cada cual ha trabajado en favor de la ciencia. En este con-
cepto pues, y recordando su cuidadoso afán de referir todas
las particularidades de su trabajosa vida; el constante em-
peño de repetir las reformas filosóficas, y nuevos modos con
que consideraba las ciencias, y especialmente el recuerdo que
hacia á cada paso de su pretendido descubrimiento del afaio
ó nuevo sentido; es imposible concebir que siendo él quien
descubriera la brújula, no lo consignara en una de tantas ve-
ces como á ella se refiere, en sus comparaciones así físicas
como morales. Pero pasemos á los hechos.
Prescindiendo de cuanto se ha escrito acerca de su antiguo
uso entre los chinos, por que pudiera reputarse como dudoso
ó apócrifo, me limitaré á recordar que Jacobo de Vitry que
murió en 1244, escribió que una aguja de hierro, tocada en
el imán, se dirijia al N. por una fuerza oculta, lo que la hacia
muy útil para navegar.—Hugo de Berzil que asistió con los
cruzados en Oriente en 1204, habla de ella en su Biblia (P.
París, manuscritos franceses Tom. 3).'—Brunetto latino, cita-
do por el Dante en el canto XV de su Infierno, tratando de
este instrumento dice: Con este medio los marineros navegan
en busca de las dos estrellas llamadas tramontanas.... y cada
una de sus dos caras (del imán) alza la punta de la aguja ha-
cia la cara que mira á la aguja. (Tesoro cap. 2). Y este es-
critor falleció en 1294.—S. Alberto, igualmente anterior á
Lulio decia: Se ha inventado en nuestros dias, un imán que
por un ángulo atrae el hierro y por otro no &c. (Tom. 2.
Cap. lib. 2 De miner.)—V. de Beauvais que florecía mucho
antes que el citado Raimundo, dice en el Tom. l.°pág. 502
de su Espejo natural: La piedra imán atrae al hierro, y el
hierro obedece á esta piedra por la virtud oculta que en ella
se halla; lo atrae hacia sí por todos los cuerpos sólidos, co-
mo por los mekales, y lo atrae por uno de sus ángulos, mas
por el opuesto lo ahuyenta. En esta piedra el ángulo que
tiene la virtud de atraer el hierro, mira al Zaron, estoes, al
— 339 —
Septentrión; mas el ángulo opuesto mira al Aphron, esto es,
al Mediodía. Y así el imán, si hacia el ángulo que mira al
Zaron, le aproximas el hierro, tiene la propiedad de volverse
al Septentrión, pero si movieres el hierro hacia el ángulo
opuesto se moverá hacia el Aphron, esto es al Mediodía. Por
que si á este hierro aproximares otro hierro, él mismo atrae-
rá á sí del imán (tomará la propiedad del imán), esto hace
también la piedra diamante, y condena (neutraliza) la natura-
leza del imán.
Resulta pues, que antes que nuestro Autor, escribiese so-
bre la bríijula, se habia descrito y mencionado este instru-
mento por personas que gozan de crédito en la historia, las
que conocieron igualmente la facultad que tiene el imán de
trasmitir al hierro su propiedad de dirijirse al N. y que por
consiguiente, cuanto aquel anunció sobre el particular, fue
en el concepto de una cosa sabida y tal vez ya vulgarizada.
¿Pudo L%liopresentir la existencia de América'^—Si h e -
mos de resolver la cuestión por los documentos escritos que
nos ha legado, responderemos negativamente, por que en ellos
no se encuentra el menor presentimiento que lo haga supo-
ner. El citado P. Pasqual, entre otros, al afirmarlo, se fun-
da en lo que dice aquel al hablar del flujo y reflujo del mar
(vid. pág. 316), refiriéndose á otra tierra presumible hacia el
Poniente. Demasiado vaga es esta suposición para deducir de
ella tan trascendental consecuencia, pero si apesar de su va-
guedad, nos empeñamos en concederla, veremos que este ho-
nor no le corresponde, por que su teoría es una copia de-
fectuosa de lo que sobre igual materia dijo S. Alberto (To-
mo 5." pág. 304.) y es lo que sigue: «La tercera razón es,
que no se verifica el flujo y reflujo sino cuando la luna alcan-
za cierto círculo del hemisferio de aquel mar que es accedien-
te y recediente. Hay pues, cuatro arcos de los dos círculos
del hemisferio, los que cuando la Luna los toca, al instante
comienza'la vacuidad del mar. Los dos círculos del hemisfe-
rio son uno en el Horizonte, otro en el Meridiano. El Hori-
zonte tiene dos arcos^ uno háoia el punto del Oriente y otro
— 340 —
hacia el del Occidente. Del mismo modo el Meridiano tiene
dos arcos, uno en el medio del cielo sobre el Zenit de la ca-
beza de la región, y aquel arco se llama ángulo del medio
del cielo; el otro está derecho á los pies de la región de la
cabeza del opuesto Zenit, y se llama ángulo de la media no-
che. Cuando la Luna pues, toca al ángnilo del hemisferio de
Oriente, en alguna rejion en la que está ó hay el mar, prin-
cipia á subir, y cuando llega al arco que está en el medio del
cielo, principia á bajar. Y así se repite sucesivamente.—
Como la tierra sea redonda y la Luna se mueve en círculo
redondo, se sigue necesariamente que los ángulos del hemis-
ferio del mar y de una rejion, no son ángulos del hemisfe-
rio y de otra rejion, y si estas rejiones distan entre sí en al-
titud, sucede con frecuencia, que si en el tiempo de la subi-
da y bajada del mar se computa que en una misma hora, el
mar sube en una rejion y baja en otra, y que la hora de la
subida en una, es la de bajada en otra &c. esto tiene efecto
por la diversidad de Oriente y Occidente, y del ángulo me-
dio del cielo y el de la media noche en regiones diversas,
principalmente según la longitud de las tierras, por que ella
varía necesariamente todos los dichos ángulos mas que la
latitud de las rejiones.—Pues por dichas varias causas, nece-
sario es que varié el flujo y reflujo en las dos riberas muy
distantes de Oriente y Occidente.»
No me entretendré en discutir la certeza y exactitud de
esta teoría del flujo y reflujo, baste saber que se contaban
muchas y variadas, y que las mas reconocían por causa el in-
flujo lunar, solo ó ayudado por el solar; así como se supo-
nían causas físicas en la estructura del mar que lo producían,
llegando hasta el extremo de hacerle subir y bajar, según
se calentaba ó enfriaba por el Sol y Luna, como el agua cuan-
do sube y baja por la ebullición &c.
La teoría de Alberto, pues, demuestra como la de Lulio
y aun mas claramente, que hay tierras en ambos hemisferios
hacia Oriente y Occidente, pero esto nada significaría por sí
solo, si el mismo Alberto en su Cosmografía no discutiese
— 341 —
larga y minuciosamente la redondez de la tierra, la existen-
cia posible de los Antípodas, y la habitabilidad de las rejio-
nes que van desde el equinoxio al polo Sud ó austral, y dan-
do ademas por sentado, que los dos polos tienen rejiones ina-
bitables, así como pueden ser habitadas las de igual latitud
en hemisferio opuesto, si reúnen circunstancias físicas igua-
les á las nuestras, aun que con la diferencia de horas por
la salida del Sol &c. Varios son los escritores de la anti-
güedad que suponían la existencia de lejanas y desconocidas
tierras, y la dificultad ó imposibilidad de comunicar con ellas.
No me entretendré en citarlos y analizar el valor de sus su-
posiciones, por ser inoportuno en esta ocasión. Léase á Hum-
boldt, Cantu y otros modernos, y recuérdese por líltirao, lo
que contiene un escrito de D. Fernando Colon, hijo del cé-
lebre Almirante, dirijido á .manifestar los motivos que impul-
saron á su padre á emprender su viaje de descubrimiento, y
se verá que es algo mas que lo dicho por Lulio en sus libros,
que difícilmente llegarían á poder del sabio navegante, y que
aunque los hubiese leído de poco ó nada le hubieran servido.
y por último, en cuanto á la Isla que indica mas allá de In-
glaterra, veáse á V. de Beauvais, quien,igualmente escribe
que lejos de aquella nación, existe una grande isla que dista
mucho de las Ortodas, que apenas ha sido visitada por nadie*
Tal vez se referia ala nueva Zelandia &c.

^§ 'eoEocjícc u- :M9iiietcdoaicü,

Lulio no habló de Geología, y no debemos estrañar su si-


lencio, por que siendo ciencia de nueva creación, es imposi-
ble buscarla en los escritos de su época. Cuando msis, solo en-
contraremos en ellos, algún pensamiento emitido al acaso, en
— 342 —
sentido incierto y si se quiere confuso, que no puede consi-
derarse como formando parte de la verdadera ciencia; por que
si Avicenas hizo algunas indicaciones sobre los levantamien-
tos del globo, y señaló las huellas ó impresiones de los fósi-
les, considerándolas efecto de los cambios de los terrenos por
haber estado sumerjidos, esto no basta para constituir y su-
poner conocimientos generales geológicos, como no lo son las
indicaciones que otros escritores hicieron sobre cambios ocur-
ridos en el globo. Esto no obstante, es preciso coasignar,
que si varios autores han mencionado ciertas particularida-
des que son del dominio geológico, siempre lo verificaron sin
teorizar, limitándose á la narración de los hechos tales como
son en sí, y suponiéndolos peculiares al estudio de la Cos-
mografía, en la capa esterior de la corteza de la tierra. En
esta categoría entran los aerolitos, los diluvios de fuego y de
agua &c. que mencionan S. Alberto y V. de Beauvais, y el
movimiento de las aguas del mar, que ha dejado en seco
unos puntos ó inundado otros; y los restos de habitaciones
cubiertas por capas de tierra, que S. Alberto decia haber vis-
to, y atribuía á los cambios verificados en su superficie. La
Geología pues, es ciencia reciente, y sin mas datos de anti-
güedad, que los aventurados por algún escritor anterior á Lu-
lio, y por los que mas tarde aparecieron del siglo XV al XVI.
En cuanto á la Mineralogía, si Lulio igualmente no le
dedicó su pluma, no fué por falta de antecedentes, por que
los Griegos, y entre ellos Aristóteles, la estudiaron con bas-
tante estension, considerándola como parte de la Filosofía na-
tural, describiéndola en las piedras, minerales, metales &c. se-
ñalando sus calidades físicas y sus propiedades, y teorizando
sobre su naturaleza intima. En el libro Félix. Tomo 1.° Tra-
tado IV. dedica algunas páginas á los metales, considerándo-
los en sentido metafísico, y diciendo en resumen sobre su ge-
neración, que en ellos hay mayor concordancia de elementos
que en otros cuerpos, por que son engendrados por los mis-
mos elementos, lo que no sucede con las plantas y animales,
que unos nacen de otros, entrando en pormenores metafóricos
— 343 —
sobre la plata y el hierro y terminando con el imán. Sepaíá-
damente, y muy rara vez, consigna algún pensamiento suel-
to sobre ellos diciendo por ejemplo, repetidas veces, que el
cristal es agua congelada, con color tomado del punto donde
se ba formado, que las piedras son de tierra desecada &c.
Últimamente, en el libro de Proverbios se encuentran so-'
bre los metales las siguientes líneas, Con las que daré por ter-
minada una materia que se ha constituido en verdadera cien*
cia en estos últimos siglos.
Metales.-^'E& la composición en la que el elemento está
más depurado. Así como el pinguedo (grasa) es por gran abun*
dancia de nutrimento, el metal es por gran abundancia de
procurada sencillez de elementoi En ningún compuesto el ele-
mento es tan cercano á su sencillez como en el metal.—El
agua y aire están mas cercanos en el cristal, que el fuego
y la tierra en la pimienta.---El fueígo y la tierra están mas
propincuos en el hierro por'sequedad que en la pimienta.—
El hierro en el hornillo es mas cálido que el.carbón, por que
la tierra y el fuego tienen en él, mas sequedad que en el car-
bón.—Loa elementos están mas mezclados en los cuerpos v e -
getales que en los vegetados.—La sal es metal de agua sa-
lada, y elciiatal de la dulce.—^La'esmeralda y el mármolson
metales del agua, y el imán y el záfirojie la tierra, el. piro-
po y granate del aire, y la calcedonia y topazio deV fuego.
—rEl plomo es de Saturno, del sábado y de la tierrA.—El es.
taño de Jove y del aire.—El hierro del fuego.—El (»o del'do-
mingo y fuego.'-^El cobré del viernes y aire.^—El azqgue; de
Mercurio^ y consta de oro y plata por la ponderosidad,, y de
plata y estaño por el color y blandura, y está dispuesto á los
cuatro elementos.—La plata es de la Luna, tierra y agua;
—Todo metal es producido y generado, y es por instinto, l u -
g-ar y tiempo naturaL—El fierro está en potencia en la pie-
dra, y producido en el acto por el artificioi—Ningún metal
está en potencia en otro metal.—Las especies de 1Q$ metales;
primero son por natairaléza que por arte, o

45
- 344 —

GF. GeoiiiettCa.

La Geometría, 6-meáiásL de la tierra, es una ciencia que


cuenta respetable antigüedad, como lo demuestran y confir-
man los nombres de Platón, Aristóteles, Euclides, Apolonio»
Diafante, Arquimedes &c. que la contaron en sus escritos,
llevándola á un notable grado de extensión. Euclides y Ar-
quimedes, siempre merecerán la admiración y respeto de los
sabios, porque con sus libros lian levantado un monumento
que eternizará sus nombres. Esta ciencia, y por consiguien-
te las Matemáticas, forma^ban parte de la antigua Filosofía.
Al decir V. de Beáuvais de lá última, que es ciencia proba-
ble, en cuanto es posible al hombre tratar de las cosas divi-
nas y humanas, la dividía en activa y especulativas subdi*
viendo aquella en natural, doctrinal y divina. La doctrinal
tenia por objeto la cantidad abstracta, subdividida en Geo-
metría, Música y Astronomía ó sea Matemáticas. Y si in-
cluía ala. música ^entre ellas, era por considerarla.' análoga,
toda vez que tenia por objeto la medida. En la edad media
no se descuidó la Geometría, y aun cuando no progresase no-
tablemente, se cultivaba con esmero, especialmente por los
árabes. En tiempo de Lulio pues, se conocían diversos t r a -
tados que la explicaban con claridad y extensión, y por lo
nií»md nó es extraño, que ademas de referirse á ella en vis-
lias ocasiones en sus diversos escritos, considerándola siempre
que era posible, con arreglo á sus doctrinas,^ le dedicase un
tratado especial del qije luego se hablará.
La S'aowieíWflSy según Lulio: (Arte general.) es Arte inven-
tiva para medir líneas, ángulos y figuras. Y como en él se
trata de la cantidad designada por F. y por méd«y de la men-
suracion, la que se designa por la misma F. y el discurso por
B. C. D. E. F . G. H. I. K. por esto la misma cantidad es -su-
— 345 —
joto de la Geometría. Las medidas superiores causan las in-
feriores; y la bondad también es una medida segun sn r a -
zón, y otra la magnitud &3. según se significa por las esca-
las de la segunda figura (del Arte), y por las especies de las
reglas. Y por esto la bondad en tanto es cuanto, se mide bue-
na y magna, para que lo bueno y magno produzca lo bue-
no y magno, y esto lo hemos significado en el tratado del
punto &c. ,
Lti puntuidad, es la esencia del punto natural, que es la
parte menor del cuerpo. El punto es invisible, y estopor la
minoridad, por que ni por sí, ni por la imaginación puede
alcanzarse.T~(E1 punto material según Lulio, se concibe por
el moral aunque no sea imaginable ni visible).
Linea natural, es la longitud constituida por varios pun-
tos unidos, cuyas extremos son dos puntos; es la segunda par-
te del cuerpo, por que se constituye por muchos puntos, c o -
mo se figura en la regla K. y J. El punto es cantidad dis-
creta, la longitud continua; esto se concibe por que los pun-
tos son cantidad discreta, toda vez que la línea es divisible por
ellos.—'La latitud nace de muchos puntos continuos, y de ella
nace la superficie con longitud y latitud.—'La profundidad
nace de la redondez de los puntos; por que el punto en la na-
turaleza, antes es redondo que largo y ancho, como se vé en
la copa del árbol. La razón es por que el círculo, por causas
del cielo del que es la semejanza, es la figura mas fuerte en
el movimiento de la naturaleza que en otra figura &c.
Las medidas principian por correlativos de segunda espe-
cie de la regla O., y ee derivan á la tercera en la que están
habituados el medidor, el medido y las medidas, así como
lo coloreado tiene los colores. Lo que se comprende por la fi-
gura ó cuadrado de la página inmediata:.
Supóngase que dicho cuadrado vale cuatro palmos, y se
divide en dos partes iguales por una diametral, una de las
cuales se divide en otras dos; y que la mayor parte se llame
A. 2., B. 3. Ahora bien: ¿como el entendimiento puede en-
contrar la Geometría en esto? y se responde, que por la defi-
— 346
nicion de los principios (filosó-
ficos) y por la regla F. H. I. K.
y por los sujetos significados
por E. F. G. El entendimiento
pueá, alcanza por medio de la
vista eu esta figura nueve án-
gulos; tres en A., tres en B.,
y tres en C ; pero el mismo en-
tendimiento con la imaginación
alcanza doee; por que si A. va-
le tanto como B. y C , tantos
ángulos tiene A. por la inteligencia é imaginación, como tie-
nen B. y C. por los sentidos, y puesto que B. y C. tienen seis;
luego A. tendrá seis, de los cuales tres están en acto según la
vista y tres en potencia, los que el entendimiento alcanza con
la imaginación sin el sentido, aunque nunca estuvieron en él.
Y así el Geómetra hace ciencia de cantidad existente en po-
tencia, deducida la misma cantidad en sentido por semejan-
zajy experiencia y por ella misma, la tal ciencia permanece en
el entendimiento y en la imaginación fuera del sentido
Con la cantidad que está en potencia, mide la que está en
sentido, y conoce ser falso el axioma de que nada hay en el
entendimiento que antes no estuviese en los sentidos.
Por otra parte, como el entendimiento no puede medir con
el compás la línea circular, «orno podrá saber él cuantos pal-
mos tendrá la línea circular desplegada ó desenrrollada. E n -
tonces el entendimiento asciende' á las medidas superiores que
están fuera del sentido, de que ya se habló; é igualmente des-
ciende á las que están en él, y por la definición del raiedio
y la regla F., esto es por el flujo y reflujo, y por la cantidad
continua y discreta, mide la línea circular fuera del sentido,
considerando cuanto palmos puede tener. Al efecto, traza una
figura (la 2.°) en la cual hay tres cuadrángulos y un círcu-
lo. Supóngase que el cuadrángulo menor ó céntrico, equival-
ga á cuatro palmos, y que el mayor ó exterior equivalga á
seis; entóaces digáse, que el medio entre cuatro: y como el
— 347 —
círculo consiste igualmente entre el cuadrángulo mayor y
menor, según se vé, como contenido por el mayor y contenien-
do el menor por el contacto de las lineas; luego pues, apare-
ce indispensable, que si el circulo se extendiese equivaldría
á cinco palmos, existentes en seis y cuatro, lo mismo que el
número en él que existe la segunda unidad entre la prime-
ra y tercera: Lo mismo puede decirse de tres unidades exis-
tentes igualmente tres veces en el número nueve, las que igual-
mente consisten entre tres unidades antepuestas y tres pos-
puestas.
Según los Proverbios naturales.—La línea es la medida
extricta y estensa determinada entre dos puntos. El punto es
parte simple de la línea, y es indivisible.—En la bondad el
bonificativo es un punto y el bonificante otro, y ella misma
es la línea estensa en todos. El bonificativo no puede divjdir-
se en esencia de bondad, por que si se pudiese dividir fuera
loque es y seria bonificable.—Sien la esencia de la bondad,
el bonificativo pudiera dividirse en bonificable, ó en bonifi-
car ó en otro bonificativo que fuese de su esencia, el bonifi-
cativo fuera punto y línea lo que es imposible.—La línea na-
tural se compone de mucbos puntos corporales, existentes unos
en otros por cantidad continua. Hay puntos sustanciales y
materiales. El sustancial es simple punto corporal, y de los
puntos accidentales sale la línea accidental. En la esencia del
fuego significativo hay punto sustancial; y su cantidad, ca-
lidad y acción, son puntos accidentales que son instrumentos,
y están en ellos sustentados.—Si de muchas líneas simples,
sale una compuesta y común, así de muchos puntos simples
sale una línea compuesta y común.—Si el punto simple es
indivisible, lo es igualmente la línea simple,—Solo son divi-
sibles la linea y el punto compuesto.—El cuerpo del oro que
es uno en un florín, puede dividirse, pero no su esencia.—De
la esencia del oro no puede mas en la parte mayor que en la
menor.—Si la parte menor posible del oro, fuese divisible,
igualmente sería de su esencia y de su forma, materia, peso,
acción, pasión, color, en menor parte que en la mayor. Por
— 348 ~
que el punto simple natural, no puede ser, sin otro punto
^l£^te^ial; no puede ser divisible, sucediendo lo mismo con la
línea,—Punto artificial es figura de punto material y lo mis-
mo la línea.—El calor es línea natural y accidental y no
es de puntos, si no que se determinan entre el calefactivo
y calefactible, por que el calor es calidad propia del fuego,
y apropiada del aire; es línea compuesta de puntos extraños
y por sujetos extraños.
Figura.—Es el accidente constituido de la situación de
las líneas, y hábito de la superficie de los colores. La misma
figura con color es objeto de la vista con líneas y ángulos, pe-
ro sin color, es objeto del tacto, y con uno y otros de la ima-
ginación. Hay tres figuras generales, triangular, cuadrángu-
lar y circular: Los triángulos que constituye» los elementos,
por lo cual son equiláteros y agudos; los cuadrángulos por
la variedad con que se mezclan los triángulos elementales, pa-
ra constituir el cuadrángulo que puede ser de distinta figu-
ra, hasta el círculo.
Hay en los cuerpos seis rectitudes, superior, inferior, ar-
riba, abajo, derecha é izquierda &c. las cuales terminan en
el cuerpo por líneas diametrales para que pueda estar en mo-
vimiento. No pueden ser mas ni menos, sin causar imperfec-
ción: no existen en la cabeza, ojos, manzana &c. por que no
existen en el mundo, que es como ellos cuerpo esférico, en los
cuales produce su semejanza como últimos ó estremos cuerpos.
Ángulo.—Es la parte de la figura en la que participan
aguda (5 rectamente todos los términos de la línea.
Triángulo.—'Figura que consta de tres ángulos, conteni-
da en tres lineas, como se vé en los elementados, en los cua-
les, cada elemento tiene su triángulo, como el fuego, que tie-
ne un ángulo por lo cálido y seco, otro por lo cálido y húme-
do, y otro por lo frío y seco. Este triángulo se designa el fue-
go, el cual reiqa sobre los demás ángulos por lo cálido y,se-
co, el del aire por lo húmedo y cálido, el del agua por lo frió
y húmedo, y el de la tierra por lo frió y seco.—De aqui vie-
ne el conocimiento de las esencias de que está lleno el cuer-
— 349 —
po elementado, por coya razón los elementos se mezclan en
el compuesto por diferencia, concordancia y contrariedad. Y
aun que este triángulo no existe en el entendimiento, existe
en la ciencia, recordando la fig-nra plana &c. (Arte general
último) -• •
Cuadrángulo natural.—Es figura que consta de cuatro
ángulos rectos. En cada uno de sus ángulos se implican dos
ángulos agudos, porque son del género del triángulo; y por-
que cada elemento tiene dos calidades, una propia y otra apro-
piada, según la regla O. En cierto cuadrángulo el fuego tiene
un ángulo en cuanto á rey ó superior, y lo mismo el aire
&c. y esto es por que el cuadrángulo es divisible en cuatro
triángulos iguales con lineas diametrales: por que así se de-
muestra como el cuadrángulo se multiplica por cuatro trián-
gulos, y el triángulo por tres lineas y la linea por pantos
continuos. ,;:,,•
Circulo.—Es la figura última, por que es la mas perfec-
ta, y contiene en sí todas las figuras y desciende de ellas, y
de ellas está constituido; viene del triángulo, quintangolo &c.
á semejanza del cielo que es la figura mayor. (Art. general
último.)
Oeometria nueva.—Así titula Eaimundo el libiTjqne es-
cribió en 1299, para conocimiento, dice, de las verdsides de la
mensuracion posible é imaginable, según el Arte g'eneral, pa-
ra inteligencia de los que desean conocer lo que algunos lia-»
man Geometría antigua. La divide en dos libros, el primero
contiene tres partes: la 1,* trata de la cuadratura del círcu-
lo y triángulatura del cuadrado: la 2." de la extensión délas
líneas del círculo, cuadrángulo y triángulo, y la 3." de la
moltiplicacion de las figuras. El segundo; libro se subdivide
á su vez en otras tres partes: la 1.* dedicada á la narración
de la utilidad de:la ciencia, la 2.^ á los principios de la Geo-
metría y conolusiones desús principios, y la3.'' á lascuestio-
nesfy resoluciones de las dudaa.
• La primera parte del primer libro, se divide en tres eec-
ciones: la 1.* tiene por objeto la cuadratura delt círculo y su
— 350 —
triangulatura, y la triangulatura del cuadrángulo. Estas cues-
tiones son tan largas, difusas, y abstractas, que lo mismo que
el resto del libro, pudieran muy bien suprimirse, por falta
de interés y novedad, con todo voy á transcribir la teoría ó
resolución del primer problema, ya por ser uno de los mas de-
batidos, ya para presentar una mueitra de su modo de consi-
derar la ciencia. Para ello, propone: Que se traze una figura
que llama magistral, por que por ella, dice, se investigan las
verdades de las demás figuras y se compone de un circulo y
tres cuadrángu-
los. El cuadrán-
gulo menor se di-
vide en ocho casi-
llas de igual capa-
cidad, y está con-
tenido por un cír-
culo que á su vez,
está ceñido por el
cuadrángulo ma-
yor, especificado
por A. B. C. D.
Y el círculo está
entre el cuadrán-
gulo mayor y me-
nor según se sig-
nifica por E. F.
G. H., y el círculo vale tanto como el cuadrángulo significa-
do por I. K. L. M. N. O. P. Q.; y es tanto más cuanto son
E. F. G. H. Entre el cuadaado mayor y menor, hay'otro; que
investigaremos, significado por R. S. T. y V. y con el cual
el círculo queda cuadrado, es cuanto el círculo y el cuadrán-
gulo valen lo mismo por continencia de capacidad, y estose
demuestra y se conoce por los sentidos. Con todo, lo demos-
traremos según arte. El círculo que está igualmente entre el
cuadrado mayor y menor, existe igualmente lo mismo en una
cara que á otra. Y el cuadrángulo de E. S. T, V. es de nece-
— 351 —
sidad que por el círculo tenga doce casillas iguales, y que
el cuadrángulo las tenga igualmente. Como sea así que el
tercer cuadrángulo este asi en medio de los dos cuadrángu-
los, lo mismo que el círculo. Vale pues el menor cuadrángulo
céntrico, tanto como el círculo, y en el mismo círculo está el
cuadrado.
Igualmente si queremos investigar la cuadratura del cír-
culo diremos así: conviene que el número que está igualmente
entre 8 y 16 unidades, sea el de 13 unidades, y en medio del
cuadrado que vale 8, cuales unidades sobrantes de alguno con-
viene que por el círculo sea dividido en 12 unidades que va-
len aquellas unidades que contiene del cuadrado menor, y SUB
propias unidades significadas por E. F. G. H. valen lo que
las mismas E. F. G. H. que valen I. K. L. M. N. O. P. Q;
de donde se sigue que el círculo vale cuatro líneas colatera-
les en las que terminan B. G. I. K. L. M. O. P. Q, en cuan-
to aquellas cuatro líneas son circunferentes, valen mas que
el cuadrángulo menor, y aquella vale una quinta que es igual
á cuatro líneas, por lo que vale mas que el menor y aquella
quinta línea es el
medio por lo que
el círculo entre
A.B. C. D. I. K.
L.M. N.O. P.Q.
que el círculo va-
le cuatrolíneas co-
laterales del cua-
drado menor y
y una mas igual
de cualquiera. Así
pues, si con un
compás hacemos
una linea con cin-
co unidades, que
valga E. F. G. H.
I. K. L. M. N. O.
46
— 352 —
P. Q. y luego se divide en cuatro unidades ó líneas ¡guales,
y hacemos un cuadrángulo que valga E. S. T. U. (fig. 3 pá-
gina anterior) según aparece por el sentido, y si en su centro,
ponemos una punta del compás y con la otra trazamos un
círculo que valga tanto como el de la figura majistral (fig. 2.)
y en aquel círculo hay un cuadrado circulado, y en el cua-
drángulo un circulo cuadrado, y esto según lo contenido, se-
gún resulta por E. F. G. H. Y. R. S. T. U. que valgan igual-
mente, probaremos pues que el círculo es cuadrado por una
quinta línea añadida á las cuatro líneas del menor cuadrán-
gulo, de las cuales cinco líneas, una recta la hemos figura-
do por X. Y.
Que una quinta línea ó unidad, se debe añadir á las cua-
tro unidades del cuadrángulo y no mas ni menos, lo demos-
traremos por el cuadrángulo de R. S. T. U. que está en la
figura majistral, entre el cuadrángulo de A. B. C, D. y el de
I. K. L. M. N. O. P. Q; como esto sea así que una línea lar-
ga X. Y. no fuese simplemente de las cinco lineas de que es
y vale mas 6 menos que el cuadrángulo, por que de ella no
se puede hacer que estuviese asi en medio de 8 y 16, como ha-
cen E. F. G.H. R. S. T. Fiff. 4:.
V. queremos por esto tra-
zar esta figura que es un
pentágono para probar
que el círculo se puede
cuadrar por la línea de X.
Y. dividida en cuatro par-
tes iguales de las que es
el cuadrángulo, como el
tetrágono en el círculo y
el cuadrado, y lo proba-
mos por las cinco líneas
que circuyen al pentágo-
no y lo contienen, y si
hacemos una recta que valga tanto ni mas ni menos co-
mo hace la línea de X. Y. y esto lo ve el sentido, si se mi-
— 333 —
den con compás, y de aquí resulta necesariamente que el t e -
trágono hecho de X. Y. valga en capacidad y en continencia
el círculo de E. F. G. H. por que si no lo hiciese lo mismo,
ni mas ni menos, no valdría la línea recta hecha del pentá-
gono, y de la primera sexta línea, según como probamos con
el pentágono, que con sus cinco líneas y con otra quinta l í -
nea, vale como la línea X. Y: y así del mismo modo se pue-
de probar por una figura de 6 de 7 y de 8 ángulos, porque
con el compás en el centro se puede probar, añadiendo á la
figura una linea, según lo dado en la figura del pentágono
de la Geometria lai'^a, por que en ella se multiplican los prin^
cipios de otras ciencias.
El resto de este libro, redactado bajo el mismo espíritu,
no contiene cosa digna de trascribirse ni comentarse. En él co-
mo de costumbre, discute ó mejor aplica sus doctrinas á pun-
tos que le son enteramente extraños. Desde luego n& se me
oculta, que lo poco que se ha puesto de manifiesto, parecerá
en extremo confuso, ininteligible y aun sin sentido; pero, es-
ta obscuridad, este desorden y falta de inteligencia, son efec-
to del mal lenguage, puntuación y pésimo latin del libro en
cuestión, que en ciertas ocasiones, ni es traducible ni inter-
pretable, como redactado bajo la inspiración de una doctrina
desconocida en la actualidad, y en un sentido mas metofíaico
que matemático, y que pudiera pasar por enigmático. Ahora,
en cuanto al problema de la Giíadratwa, del circulo, es pre-
ciso recordar, que Lulio aplicaba esta expresión á varias ma-
terias incluso la Teología, y dándole un sentido figwado,. co-
mo verifica especialmente al hablar de los elementos, enten-
diendo por su cuadratura, la rotación que en su concepto prac-
ticaba el fuego al entrar en el aire, este en el agua,Ty.,?9ta
en la tierra, según se vé en sus diferentes libros; y particu-
larmente en el tratado de Cuestiones naturales, donde la d i -
lucida con bastante extensión, mediante sus correspondientes
figuras. Y cuadratura por fin, que fué admitida por otros es-
critores, en particular los de Alquimia, que pretendían en-
contrar su origen eu las obras del filósofo de Kstagira.
354

Existe un grupo de ciencias unidas entre sí, cuyo objeto


es prevenir las necesidades de las naciones, aumentar sus ri-
quezas y bienestar, conservar su prosperidad, y defender sus
intereses y personas. Tales son \& EconomiapoUtica; \& Bs-
tadistica, y especialmente la llamada militar 6 de la guerra;
por que conocida esta calamidad desde las primeras edades
del mundo, ha sido forzoso someterla á verdadero sistema ó
cuerpo de doctrina, y colocarla entre la Economia social; por
quo si esta se dedica á la prosperidad interior, la otra tiene
por objeto salvarla de los peligros exteriores, rechazando los
ataques dirijidos á las personas y propiedades. El arte ó cien-
cia militar, es sin embargo, solidario de otras ciencias, y aun
que ajeno al parecer á las físicas y exactas, encuentra en ellas
sus principales apoyos, especialmente en la Geometría, Me-
cánica, Física, &c. y aunque en su ejecución se considere co-
mo ciencia del pensamiento, puede con todo, ocupar un pun-
to entre las materias que se analizan, teniendo presente por
último, que comprende las tres clases de conocimientos ó sub-
divisiones siguientes;
1."—^El conocimiento de las armas antiguas y modernas,
asi nacionales como extrangeras, fortificaciones, naves de
guerra, campamentos &c.
2."—La Táctica del griego TaUein, ó arte de instruir y
colocar un ejército en batalla; esto es, el modo de disponer
los hombres para combatir y obrar de concierto, con regu-
laridad, exactitud, rapidez y uniformidad en los movimien-
tos, para que el ejército maniobre como un solo hombre, ha-
ciéndole invulnerable, por decir así, y armándole convenien-
temente ííc. y por último:
3."—La Estrategia del griego Stratos ejército y geliomai
— 355 —
conducir, que cou el auxilio de las anteriores, enseña á con-
ducir y dirijir con acierto, los movimientos de un ejército en'
campaña; llevándolo en buen orden al combate, después de
estudiar el terreno, fuerzas y armas enemigas, comparadas
con las suyas, ya separadas, ya uniéndolas en tiempo opor-
tuno. Es como dice el Principe Carlos; el arte de llevar las
masas á los puntos deseados y decisivos; del mismo modo
que la Táctica las enseña á combatir. Aquella determina el
lugar, esta la manera de pelear.
La pericia militar de los antiguos, está sobradamente de-
mostrada; toda via pueden servir de modelos. La historia de
sus campañas lo confirma, y los escritos científicos que nos
han legado, explican sus elementos. Policeno, Cincio, Arria-
no, Frontino, Eliano, Onesandro, Eneas, Urbicio, Julio Afri-
cano, los emperadores griegos León y Mauricio, y sobre t o -
dos el romano Vegecio, nos han trasmitido noticias intere-
santes sobre la Organización, Táctica y Estrategia de la a n -
tigüedad. La edad media contaba pues, con un rico caudal del
que podian valerse los escritores que de ellas tratasen. Uno
de ellos, V. de Beauvais, al escribir sobre el Arte militar
(De Re militan)^ se limitó á copiarlos y estractarlos; y si Lu-
lio se hubiese dedicado á esta ciencia, sobrados modelos t e -
nia para escoger. Sin embargo, no lo verificó, por que solo
de paso y superficialmente, habla de la milicia en alguno de
sus escritos. Esto no obsta para que algunos de sus biblió-
grafos, aseguren lo contrario, suponiéndole inteligente en el
arte de la guerra, apoyándose en el contenido del libro que
escribió con el título Del Fin, y en él que proponía los me"
dios de conquistar la tierra Santa, mediante una nueva y ge-
neral Cruzada.
No es estraño que movido Lulio, por el constante deseo
que le animaba de convertir á los infieles, propusiese la
nueva Cruzada para desposeerles del santo sepulcro, y redu-
cirles al gremio de nuestra Santa Iglesia. Y no lo es igual-
mente, el que hasta cierto punto, le animase el espíritu guer-
rero que dominaba en su siglo, asi como que por sus circuns-
— 356 —
tandas particulares, poseyese los conocimientos militares que
son propios del que como él, vivió entre guerreros durante
cierta época de su vida; pero esto no basta para suponerle
militar distinguido, y mas si se reflexiona que sus escritos son
consecuencia de su conversión, mediante la cual se trasformó
en hombre de paz y caridad, y después de una larga medita-
ción filosófico-religiosa, bastante para borrar todos los hábi-
tos guerreros. Mas ya que de hechos tratamos, lo mas acer-
tado será, trascribir la muestra de BUS conocimientos, para
luego deducir las consecuencias.
La Milicia según Lulio (Arte general último.) Es el há-
bito con el cual el soldado ayuda al principe para que pueda
administrar la justicia. El soldado ha sido inventado, para
que por su medio se pueda mantener la justicia; y por esto
él debe habituarse en la justicia, siguiendo el modo emplea-
do en el discurso de la justicia, por los principios y reglas
de este Arte, en el noveno sujeto, para que tenga de ella
noticia perfecta, Y como el soldado necesita de prudencia en
la guerra, por esto debe tenerla en hábito para ser con ella
mas fuerte contra su enemigo; y la debe saber según se ex-
plica en el noveno sujeto, para con ella defenderse artifi-
cialmente de sus enemigos: por que el arte es inexpugnable,
y el soldado que lo posee, sabrá vencer al enemigo que no lo
conozca. La fortaleza es virtud que fortifica el corazón del
hombre, y mas cuando de ella tiene noticia, y por eso cuanto
masía conozca, tanta mayor audacia tendrá. De donde se des-
prende, que para bien saberla ha de recurrir al objeto noveno
&c. El soldado sin fé, esperanza y caridad en la guerra, no
va bien municionado, y por esto provéase de estas virtudes &c.
El soldado por la bondad, quiere ser bueno, y por la mag-
nitud ó mayoría, quiere alcanzar gran victoria y honor &c. Y
así conoce el entendimiento de que modo la milicia puede
reducirse á ciencia. Y conoce igualmente que las virtudes son
mejores armaduras para el alma, que las del cuerpo con que
se cubre; por que el arte no consiste en el cuerpo, y sí en el
alma. El soldado debe ser noble, por que la nobleza es gran-
— 357 —
de hábito en el corazón, del cual sale grande audacia en el
rostro, y destreza en las manos para alcanzar la victoria. En
la guerra se necesita grande imaginación, y grande sentido;
la grandeza de ambos, consiste por el discurso del noveno su-
jeto, por que asi como una espada con brazo fuerte, vence la
que está en mano débil, así un soldado con mayor sentido é
imaginación vence á otro. De este modo conoce el entendi-
miento, que á veces pocos soldados pueden vencer á muchos.
Milicia.—(Proverbios.) Soldado es hombre que procura la
paz por la fuerza. Es hombre elegido entre los ancianos p a -
ra que sea mejor que los demás. Tiene espada por causa de
la justicia, y caballo por el dominio. Como la humildad está
sobre la fuerza, el soldado debe ser humilde.—Va bien ves-
tido por que es honrado.—Los vestidos de paño, no son tan
nobles como los de virtudes.—El soldado hace señal para que
el hombre le conozca.—El mal hombre no debe subir alto
para no ser conocido.—Todo hombre es abyecto por la sober-
bia.—El rústico que se hace soldado injuria al caballo.—El
vil soldado debe montar en asno; al soldado le pertenece honor
y riqueza.—El mundo estarla en buen estado, si fuesen sus
soüores un buen clérigo y un buen soldado.— De buen cléri-
go y buen soldado, buena compañía.—Ningún hombre es tan
vil como el soldado cobarde.—^Teme al soldado humilde y no
al soberbio,—Es mas fuerte por la virtud que por el hierro ó
madera.—Por el trabajo de este mundo están los soldados en
juicio.
El soldado (Arte militar.—^Arbol humanal): Considera el
fin de la milicia, que le hace considerar el buen caballo y el
andar bien en él, la espada fuerte con que puede herir, y la
lanza con que desde lejos puede ejecutar sus golpes, y el fuer-
te escudo con que puede cubrirse. Y le hace considerar el mo-
do con que podrá engañar y vencer á sus enemigos, y de
que manera podrá tener de su oficio, utilidad, honra y así
mismo fama. Y todas estas consideraciones, comienzan prime-
ramente en las formas primeras naturales sembradas en los
Arlóles, las cuales disponen laa formas artificíales, que son
— 388 —
los instrumentos del arte de la milicia. Y este arte tienen en
hábito algunos soldados mejor que otros, según que saben
concordar las formas primeras naturales con las segundas a r -
tificiales.
Según el Árbol imperial: El principe necesita barones pa-
ra* que le ayuden en la guerra, y pueda tener muchos estan-
dartes, con muchos hombres ordenados bajo su estandarte ma-
yor; por que sin ellos no habria mas que un solo estandarte,
y el príncipe deberia cuidar y satisfacer á la ordenanza y go-
bierno del pueblo y soldados, de que resultarla confusión.—
Los soldados son necesarios para el gobierno y réjimen del
Bey, por que los hombres tienen prerogativas por los caba-
llos para que sean mas-fuertes, que los que no tienen caba-
llos, y por los caballos se les debe mayores honores, y por el
honor dado desde antiguamente á la milicia. Los soldados son
mas convenientes y provechosos al príncipe mientras mas ho-
nor y poder tienen, y menos vituperios y cosas malas harán.
Deben ser igualmente, mas honrados que los majistrados.
El libro del Fin, según se ha indicado, tfenia por objeto
la realización del plan que siempre estuvo agitando la men-
te de Lulio, el rescate de la Tierra Santa, mediante una Cru-
zada general, bajo la forma de una nueva orden militar, en la
que debían refundirse las demás, puesta al mando de un rey,
gefe electivo. Los cruzados en conmemoración de la muerte
del Eedentor, debían llevar por insignia, una cruz roja en
campo negro sobre sus ropas y escudos, con otras particula-
ridades, como la barba larga, todas por motivos religiosos.
Según Lulio, la conquista podía efectuarse por cinco puntos:
1.°—Por tierra de Constantinopla y país de Turcos, para se-
guir por Armenia y Siria. 2."—Por Chipre y Armenia. 3.°—-
Por la isla Ralsed vecina de Alejandría. 4.°—^Por Túnez y
8.°'—Por España, principiando por Almería y siguiendo Mur-
cia, Málaga, Granada, Ceuta, Marruecos, Túnez, hasta lle-
gar por tierra firme á Jerusalen. Desechaba unos puntos por
la falta de barcos, caballos, víveres, insalubridad &c. y espe-
cialmente el cuarto, por el reciente y desgraciado ejemplo de
-r 359 -
S. Luis. Prefería el quinto, por que al eonibatir en el lito-
ral de España, del cual debiau ser expulsados los moros, se
encontrarla buen paisy caballos, contando ademas con la Í ^ B -
da ó neutralidad de Arpgon y Castilla.
Lulio termina el libro, con reflexiones juiciosas sobre Ja
ventaja que tenian los cristianos para combatir al enemigo,
dandoi por razón que la ballesta que ellos usaban era superior
al arco turco, si l»ien confesaba que este lo manejaban jjjen,
así como eran mejores ginetes que aquellos. Finalmente, no
descuida provechosos consejos, sobre el tren de operarios, vi-
vanderos,, ariuefos Sic. que (debian segjiir al ejército par»
¿cudic ó. sus necesidades*.
.Este gigantesco proyecto, remedo de la expedición del bir
jo de Filipo, si le igualajja en extensipn, se quedab?. muy
atrás.por, la fuerza de los enemigos á quien s§iba á comb^ir
y expulsar,de sus hqgar^. Pa^su «jecucipn, se necesitaban
siglos,y siglos, hombres sip cuento, baques numerosos y cuan-
tiosas sumas. Como es consiguiente, debian sujetarse,uno tras
otro, Jqs pueblos que habitaban en aqueijas dilataba rejio-
nes. Que de, guarniciones fueran jiecesari«s para custodiar las
<?pnquistíi8. Cuantos hqmbrea, armas y víveres para atender^
sus bajas y necesi4ades,,,¿Quien seci«,,el gepio<.capaz de, ^j^vjar
ápabo semejante e^presa^ mantemend,o, bajq ,sa-obedieiicia,
esos ejércitos hjBterogéspeos, constituidos por .pueblos siempre
rivales? Quien podia r^ponder de la unión necesaria para lo*
grar el deseado íin? Acaso los moradores de aquellos, pui^tp*
que sa trataban die subyugar,, no. er»n eaapai^s.intEépidpsy
íuaim^doa por «1 ardií^tei¡f^)aaí|ispo,da,ia!?8 r:el^ipn,.gue con-
servabra tQ4o.'S¥'jvigQr? NQ pose^^n una ipstr^^ion militar
que rivalizaba<:oft la dalos ;Cris,tiaiK>B?, Huiriap por ventarai
cu^ bandada de asustadas palomas ála.yista del gabilan, los
q»íe recordaban orguUosQs, que en, cien encuentros habían vis-
to, 4erío|ad<íS ¡álos-cfimpeones de la Cruz? Olvidaba Lulio, la
reciptjt^.irj^tade ^ Luis? No, Y esto le hace mas ceBS(KaW«>
pííe8,prx>?íopaba uní|,guerra inm^íeia, interminable,, asilado»-
ra, en la que desastre sobre desastre, hubiesen apagado ^1
47
~ 360 —
ardor europeo, acabando con sos homtrés y tesoro». Bien hi-
cieron los monarcas en desoir sü voz, por que sus clamores
inspirados por un santo zelo mal entendido, solo hubiesen ser-
vidos para aumentar el inmenso catálogo de láS víctimas
causadas por las anteriores expediciones.
Para reprobar tan desacertado pensamiento, no reicordaré
los desastres dé las infructuosas cruzadas, que si por el pron-
tó acarrearon males sin cuento á, los europeos, sin lograr su
objetó, trajeron de rechazó beneficios inmensos á la sociedad;
pero si mencionaré un ejemplo reciente y que habla á la in-
teligencia con sólidas razones. Una nacioii rica, poderosa, y
eminentemente militar, cuenta ya -treinta y seis años de con-
tinuada pugiía para dominar el pequeño litoral déla Arge-
lia; sin poseer apenas, mas que la-tierra que cubren slis mu-
ros y sus tiendas. Y sin embargo,' aventaja extraordinaria-
mente á sus enemigos en hombres, armas y conocimientóá mi-
litares. ¿Que hubiera sido pues, en tiempos diferentes, en ma-
yor escala y con maá desventajosos elementos? El resultado
no era dudoso. La ruina de la Cristiandad-. EsteplaÜ pues,
aunque inasto, era toas pOlñiéW que militar, mas teórico que
práctico, maá utópico que realizable, como todo lo que se tra-
za en el g'abinete á expensas de la imaginación.
Lar^a y fuerte érala espada del peimer Napóléoti; firme
y arrojado era Cario magno; intrépido fué Alejandro, Julio
Cesa* dtc. pero ninguno de ellos, hubiera bastado á llevarlo
al deseado fin. Su autbr áó merece por él> que se le tributé el
título de estratégico ni de táctico, que sóh'fós'verdaderos do-
tes de ún buen militar; y-^aun lo méreCe menos por lo t¡im
sobré' la miHcíia he citado antes, por que si habló de ella, fué
accidentalmente y sin -prétéhsione-S de reducirte 4 cuerpo de
doctrina. Son sus partidarios los que le adj'ttáübkn un título
que el no solicitó; pues cuanto éspotte «obre este asunto, en
los'p¥overUoi y^í^dí'^íííwáwwiíí'debe considerarse ¿ñas en el
sentido mOral^ que en él físico ó dogmático, según acostum-
braba én otras muchas -materias alas que consagró su in-
fatigable pluma.
— 361 —

UY>. ^uuutoa-G/loffiíiiuuwt.

A'^arias son las personas que pei!8Ístea enla£rme creencia de


que Lulio fué alquimista, y por consiguiente, distinguido
químico, asegurando al propio tiempo, que no corrió engaña-
dO'tras el vano empeño de buscar la piedra^filosofal«siendo
asi que se ba escrito que hsbia llegado á obtenerla, Ueivándo-
se consigo el secreto á la tum^ba. Preciso esqae me detenga»
y no de paso, para examinar y resolver con el criterio é im-
parcialidad que exigen la exactitud y fidelidad de la bistoria>
una cuestión tan complicada y que encierra,adentas de la con*
tradiocion, un completo.contraseotido, por que en mi opinión
laQujLmica no .63 la Alquimia, lo mismo que esta no puede
existir sin la piedra filosofal. En su vista, reduciré la cuestión
á las siguientes proposiciones:—1.° Fué Lwlio alquimista?—
2;° La Alquimia no es lo mismo que la Química;—y 3.° No
se puede ser alquimista sin buscar la piedxa filosofal.
¿Fue Luíio al^itimisiaí-r-En el libro Félix termipado en
1286, Tom/1.° dice:<£)n todo principio.natural hay intención,
pop que los eleqientos se componen para engendrar los meta-
les; conviene que se mezclen de tal manera, que las unas par-
tes, estén en las otras, como en la garrafa llena de yinq y
agua, donde están el vino y el agua mezclados susta^ial y
acciden.talmente> esto es„ que toda la format la xnO'teria y Ips
accidentes del vino, sé laezclan] con el agua con su forma,,
materia y accidentes; y en esta mezcla hay diversas inten-
ciones naturales, según que las unas partes se conservan en
las otras, y la cantidad de estas partes, sus grados y situa-
ciones, son intangibles, invisibles, inestimables ó imaginables.
—-En los metales y en todos los cuerpos elementados, bus-
can, les elementos su= perfección, la que no pueden encontrar,
aunque lo procuren desde que Dios creó §1 mundo: esta per-
— 362 —
feccion es, que cada elemento, sea simple por sí mismo sin
corrupción; p^rO: habiendo. Dios niezf^á4Q Itis calidades de los
elementos, y siendo el sujeto de estas calidades las formas y
materias de los elemeatos^mismes,-estas mezclados en la con-
fusión de las simples materias y de las simples formas, que
son los comenzamientos ó principios comunes de todos los
cuerpos*elementados', y es imposible que el un elemento pue-
da estar por sí y sin el otro.—Los principios naturales son
mas fuertes en elapetito natural, que en el artificial del al'^
quiínista.-^En la trasmutación de un metal en otiro, con-
viene haber trasmutación sustancial y accidental, eáto e8,,que
la forma y la materia se cambien con todos sus accidentes,
lo que no puede hacerse artificialmente.-^Es imposible h é -
ccr-la ti^asmutaeioh de un elemento enotro, ni de uh metal
eü otro según él arto de la Alquimia*,' esto e6> un cuerpo tto
puede madAí' sil ser en otro.-^No se puede artifiéiaJiliente
simplificar los elementos y depurar y apartar uno deotro, que-
dando cada uno simple por sí lüistíio. y cuerpo simple com-
puesto tan solamente de una simple fonarít jy dó ií»a simple
materia, coa'sus aócidentes también simples; lo que es saber
mas de los elementos simples que el mismo fuego.-^No pue-
de un elemento ó un metal cambiar su ser en otro ser, por
que si'se le mudaba, no seria aquel mismo ser que tenia í&c.
Esta opinión la confirma cuando dice: que mas vale plata
en bolsa que en el azogue &c. y con el cuento que refiere en
la pág. 182 der misiijio tomo I. del libro Félix, de un cierto
alquimista, qué prometió á un rey aumentar el oro, como efec-
tivamente lo cumplió dos veces á su presencia, con el' metal
que le suministró, por qué al meneat lo ya fundido con unos
bastones huecos en que suponía colocar un jugo á ppopóéito
echaba el oro en polvo que en ellos estaba'encerrado, con el
que aumentaba la fundición. Seducido el monarca por el r e -
sultado, le proporcionó por tercera vez una crecida cantidad,
con la que huyó el embaucador.
En el libro de Cuestiones resueltas por el Arte demostra-
tivo, escrito en 1302, se lee lo siguiente: ¿La Alquimia es-
— 363 —
tá étt la cosa ó tan soló en la raíon? Es preciso recurrir á los
pi*inei|)íos B\ií)eriores á saber: bondiaá, mayoridad &c; de log
qtie éstain constituidos loB metales, como la bbndád absoluta,
dividida en ía "bondad, del fuego-, del aire y semejantemente
la magnitud del aire &c;... y por consiguiente en la bondad
yffiaigüitlKltfé'plímtasy ánimfelea y metales, y testo há^a la
segunda vegetácionj y así naturalmente consisten los iMriir-
cipios, medios y fines en todo lo que naturalmente te getie-
ra, ¥ aáí coiiló la naturaleza fieiie órdéa;en los animales y
plantas, respeto de log'principios', íneáidá yfitoes,de tal suer-
te-, que iiingün artífice puede trasladar' üü áhiótaló planta
en otto, tfsí tampoco felalquitóista puede trttisfeí^ir uni^ispe-
cie de metal en otro, por que no puede llegar tan solo á lá
forma de los primeros principios á los sei^uníós, de aq'üi es
visible que la Alquimia no está én la VeMád ^de la coéa. 'Gon-*
sideratido ydéSéaodo^i alquíDaista, qü« lcfe^T3íietálel'ten¿£t¿ y
puedan teiíeif íQtíclias propiedadíía que nti tienen ni püedSn te-
ner, por que no pueden estar eü la perfección de sus especies^
por que e r Conato ddl alquimista es dar i perfección dé oro 6
plata á otro metal privaiidólede su especie.—^Los metales tie-
nen su- exelénte bondad, magnitud-^c. por causa del hom-
bre, pop que su fifi ooftsíató en el fin déí hombre; y por esje
reispétó d<él fin, el delhiéíro 66 mejor qué tí oro, 'y por• estb
la naturaleza eü cuanto á. la bondad del fin, apetece ihas pro-
ducir hierro, para que de él se hagan espadas, «.gujas, y de^
mas instrumentos que necesita la humanidad, que él oroypla"
ta ú otro metal, y por eso es mas abundádte qúé'c^óé^-Ttit
esto, antes'queipa plata estutieSe r(édücid» de hébitó éñ acto,
estaba naturalmente en hábito eú{ cuaff(!6:4'ra^íbrmá, y en
potencia en cuanto á la materia; pero el artífiée' preparó lá
materia, para que lo que estaba en hábito y potenciase re-
dujese en acto. Seguramente pues, está en el propósito del
alquimista transustanciar la plata en oro, por qué en la espe-
cié de la plata, nunca estuvo en hábito y potencia la espe-
cie del,OTO ni al- revés, y asi la fortoá y materia de lá plata
en acto bajo la formay materif deftwo, esfatt-habitoadtó en
— 364 —
la imaginación del alquimista, como, en el médico, la curación
de algún enf^i^mo incurable. Y por que eato es imposible, que
*a sanidad se reduzca al acto en el enfermo, en él que la sa-
nidad no estajea potencia ni hábito, lo mismo es imposible que
se reduzca al acto la forma y materia de él, en .el jneta,l en
él que nunca estuvo en hábito y; potencia; por ser'imposi-
ble que el acto sei produzca sin su natnral hábito y natural
potencia.
Por el.arte se produce e¿ mulo, y se injerta el manzano
en el peral, y d& harina puesta con agua en un v^o cerra-
do se engendran qtnimalps n^ígvos &c. en esto el artífice ad-
ministra la materia según aquello que naturalmente está en
hábito por la forma y en potencia por la materia, por que él
no puede hacei? loas que de caballo y asno siBilga mulo, un
tercer animal, que no fuese mujk> ni, caballo, y asi de otros;
resulta pues de esto, que la forma y materia de la plata» ten-
gan entre si mayor proporción que :8ean plata por su causa
que tienen de sus superiores principios, y de los cuerpos su-
pra celestes, quo mejor y priiaerp concuerdan con la eisencia
dula plata que con la trasmutación ds e&ta en especie de oro,
por que esta concordancia.está dentro de la sustancia de la
plata, y es por apetito, de la naturaleza, y es contra el de-r
s¿) del alquimista: luego resulta que esta no está: en la ver-
dad , de la cosa, como operación que está intra suhtantiam,
y el apetito natural sea en njayor fin y concordancia que la
operación <imípsték.extra suiftai^tiat»y contra los principios
superiores de la sustancia. .-::•:: <.
i Informa del fuego tiene mayor proporción con su mate-
ria que con l8;ipemol»; y por consiguiente en 1» propia ma-
teria del fuego es mas de la potencia en cuanto al fuego, que
en cuanto á otro elemento: lo mismo se sigue de la forma y
materia-de la plata; luego la Alquimia no está en la verdad
de la cosa. Ademas el alquimista, obra mas en la materia que
en la forma; la forma con todo es mas poderosa que la mate-
ria, erffo la Alquimia j&o. Con todo si de lo qu« obra el al-
quimista en cuanto á la potencia, sucede que en la plata di-
— 865 —
verídfique el color dándole color, peso y Sonido del oro, esto
será con imperfección, por qoe per/ectamente to se puede ha,
cer si no obrase igaalmente por forma y materia, de dónde
asi como el fuego calentando agua ó quemftndo hierro, obra
en cuanto & la potencia, y no en cuanto á la forma del agua
ó hierro; & saber en tanto que es remota la forma y materia;
por esto apagado el fuego, el agua y hierro recobran su ná.
tur al frialdad, faltando la calidad accidental, así del mismo
modo el artificio del alquímico aunque ingeriese alguna jpró-
piedad en materias remotas de sus propiedades, por algún
módico movimiento naturfel, aquella materia volveria & su
propia forma material en sujeto natural.
Finalmente, en el Arte general ultimó, escrito desde 1305
& 1308, dice Lulio, que el alquimista tiene motivo de llorar,
por que la elementativa tiene verdaderas condicióüés para
que una especie no se trasmude énotra.
I^ra Iftsipérsonás despreocupadas y sensatas, estos testi-
monios autógrafos de Lulió, verdaderas protestas contra la Al-
quimia, son mas que sobrados para demostrar'por édmpleto
que no fué alquimista, ni dio crédito & los ensueños y falsas
promesas de aquel arte engañador. Suponer lo contrarío, éqtíi.
valdría •& conceptuarle un impudente embaucador 'y fildsofs
de mala fé, que condenaba en titíós libros ló qué eeíseñábá y
aplaudía en otros, dado casó que ^sé'ádmittó con algunos bi,
bliógrafos, como obras de sus manos, los numerosos escritos
alqufmicos que han circulado ^on su nombre al frente, éón*
tribuyendo, á realzar extraordinariáiñeúté eíÉa cjieíftfa'bátí-
tardtt de la edad m«aia. Dos 'sol^clíonés se'^esSÍltító parft
aclarar esta ^siblé contradicción','^; utía es'suí^bnér qué rio soti
suyos los libros qtie corren con sü uombrt'; ¿^ otra asegurar
que en sus últioios años cambió de parecer haciéndose paifti-
dário dé este arte.
La primera suposición es muy adoptable, por ser muy po-*
sible que los libros que se reputan por suyos, nb sálleton da
su fecunda pluma, ^ lé fueron atribuidos con el luératiro fih
de darles mas crédito y realge, como se ha practicado diftreü-
- 36e —
tea VQ0&6 por esc^itqr^s obgcuro^, que ape^abíin 4 est^ super-
cheria .para mej^r 4^pa.chai: su^ producciones, Xesja^fqpo-
skjion la apoyaii ^iv-ersQS críticos, llegando alguno al.extre-
moso, señalaf^ un Baiiniindo de Taríega, como autor de se-
mejjantes falsificaciones. .Zalzingp? y especialm.ente el P, Pas.
q_ual,c niegan tenninajitemente que Jiulio fuese? .alquimista, y
el último «]j particular, admite,como apócrifo el viage que
se le atribuya lii?,©; á Inglaterra, y el manoseado cuento de
hfiber.aumentadB el oro en favor de su monarca.
. JÉ© cuanto 4 ia segunda solución, la considero, ba^ía^te
gtaíjUJt^, ppr. que loa,que con, ella pretenden salvar, la CQpi-^
tradiccion de Lulio, de reprobar la Alquimia por jia -lado,
y de escribir pocotrp en su favor, haciéndose defensor 4e la
grap obra*, no tienen en cuenta ciertos hechos, y esp^ciftlmen-
te la co^fu^ipn quo se advierte'en las fachas, de sus supu^-
tos libros, lo mismo que la ofensa que dirijená su.cl)|ra ip-
tdi.igeneja,, buen criterio y veracidad, que le impedia.u.diedi-
.ctu'se álai^, mentidas prActicas de un arte tají en contradicción
con sus doctrinas;fílps()fica,s,y cuyas supercberias na. debieron
pasable,d^^F^((^ibi4ftSi:Coi¡ap clar^p(i9^te lo dá á epteiide^^ por
que, jesfinbir fin, doble-seatido es incoucebible en Rfkim.gndp.
. IüumerQgpa;^p¡^. l^^ jlibri^s¡ de, ^\q uifaia qp€i^s,e| . ^ ^atribuyen;
de ,el^, jSQlo"^e"TOdldo: ' "

poij¿líi««ít-eMamow,rtí«íado A&Q,v,ir7>ia^ Msisenti^i. E?a .elejem-


i%r q ^ del ;'^«a!í^«?íí<?, íie,;tejij(do 4; i^i^ diej^p^iQi^n, pj^fter
npci^t^,,^, lft„¡^j^lioíeca;jepis9ppa^ de,ej¿af,Civid£HÍí-, Mipreep
ppr segíiñdft ye;5 e^i OfJ]tppiJE^^eJl, 1573r;ee «APUfen^rjef )^a. nota
l(|tij)ya, manuscrita, enc^r^^^i* &)gOj^^loua.dp,:qi:(?t T/^rtida Un-
teralmente dice lo que sigue: Tanto son de.,Raimundo. I^IJUO
estas jotras.obras;4/}j;^^i]pi8marí»d9l«ir.«^^ nientira. de
1» verdftd y tinieblas d^, 1^.1>*?<1Í¿6 jjnodo.qiie ni si,quiwa hue-
len una pizca ¿de Lulio (no tienen el olor de sus obras). En el
estilo, en la fra^e, en las sentencias distan de Raimundo dos
- mi —
diapasones, antes Bien repugnan absolutamente. Y para <lue
no quedase resquicio alguno & las cavilaciones, sucedió por
consejo infinito de Dios, que eí charlatán enmascarado cual-
quiera que con falso título' pablicó estas bagatelas, haya ma-
nifestado claramente sus orejas y su impudente engaSo. Pues
dedicó estas bagatelas ée Eduardo V. rey de Inglaterra en el
año 1332, en nombre de Biaimundo. Pero Eaimundo ya ha-
bía muerto mártir invicto' por Cristo el año 1315. No puede
Satanás ocultar sus imposturas.—Este dictamen anónimo tie-
ne un subido valor, por que encierra en breves palabras, cuan-
to se puede decir para demostrar que su contenido no es de
Lulio, tanto por las doctrinas que contiene, como por elí len-
guage en que se expresa y contradicción en que incurre.
De los mencionados libros, solo en el de Quinta esencia
se expresa el haber sido terminado en París ea el año de
1319,; c«atro años después de la muerte de Lalio> ocurrida ea
1315. Les restantes carecen de fecha, por que dos de ellos
están dedicados al rey délos ingleses Boberto^ y de este nom-?
bre solo se conoce á, RobertaBru^, que se apoderó del trono
de Escocia en 1306,. cnanado esta nación era indepeBdiente de
Inglaterra; cÍTCuustaneia que no debía igncH^ar Lulio, quien
sin embtiirg&cae en ol grave error de confondir do» naciones
que no se unieroní hasta 1603. Por <yEra parte, en el discurso
de uno de ellos, supone que juntamente con* otros de Alqui-
mia, los recibió el mismo Boberto, por el intermedio¡ de Eduar»
do rey de Inglaterra, que seria el segundo de este nombre, de
la dinastía de los Plantagenets, coronado eu 7 de julio de
1307. Sweso que debió tener logar después de su advenimienr
to al trono, y mayormente cuando en una de los menciona-'
dos escritos, hace referencia al viage que hizo & Inglaterra
protegido por el mismo Eduardo. Todo esto pues, corrobora
que los referidos libre» se escribirían lo mas pronto, allá por
los asos de 1309 poco mas ó menos, esto es, después que los
citados monarcas empezaron á reinar, y por consiguiente en
los últimos años de la vida de Lulio^
Esta suposición podrá carecer de importancia por si sola,
48
- 368 -
y demostrar simplemente que en unos libros, reprobaba Lu-
lio la Alquimia (1302 y 1308), al paso que en otros la defendía;
contradicción inexplicable, que no se salva suponiendo hubiese
mudado de parecer, por que según la Quinta esencia, llevaba
veinte y siete años de trabajar en íavor del arte; y en el Tes'
tamento asegura que estando en Ñapóles, confeccionó plata
por la coagulación del mercnrio, á presencia del médico de la
reyna y varios personajes distinguidos; suceso que si fuese
cierto, debiera ocurrir por los años de 1293, época en que se-
gún sus biógrafos, pudo encontrarse en aquella Capital. Y co-
mo esta operación requería profundos conocimientos, precisó
era que ya contase algunos años de estudios alquiraicos.
Otra contradicción mas^notable y menos explicable, es la
que se advierte en el contexto de estos libros, pues unos se re-
fieren á otros, sin poder decidir cual sea el primero y cual
el último. En efecto, en el de la Quinta esencia, para corro-
borar y explanar sus pensamientos y operaciones, se refiere
al Codicilo, Testamento y otros libros, como escritos ante-
riormente; y vice-versa, en el Testamento y Trasmutación
&c. acude á 1» Quinta esencia, para la explicación y prepa-
ración de sus misterios, suponiéndolo ya un libro anterior y
conocido.-Como ei consiguiente, resulta una confusión que re-
vela una probable superchería, y poco tino de sus autores,
que no supieron coordinar la& fechas y la hilacion de sus tra-
tados, para darles visos de realidad, por que es casi imposi-
ble suponer, que un mismo escritor redacte á la vez cuatro
ó cinco libros sobre el mismo asunto, y que unos se refieran á
otros para su mejor inteligencia. Lulio, escribió, sí, variw
tratados filosóficos sobre su misma doctrina, pero todos lle-
- van su fecha de sucesión cronológica, y son como él dice,
complementarios unos fle otros, para ir aclarando y amplian-
do concecutivamente lo que intentaba dilucidar, pero siempre
en sentido solidario, y sin caer jamás en contradicción con
respecto al orden <»otiológico correlativo.
En la mencionada Quinta esencia, supone su autor, que
estando en Atenas, vio el libro de Salomón titulado: Bdi^-
— 369 —
CíUio altaris Saticta sanctorwm, escrito en caldeo, sellado con
siete sellos y llevado á Grecia por Alejandro después de la
tolna de Jerusalen. Yo no puedo concebir que un cristiano tan
sincero como Lulio, cayese en semejante absurdo y creyese en
la autenticidad de un libro, cuya falsedad se apercibe ¿ la
legua. Aun mas, en el contexto del mismo, cita entre otros
autores á Hortulano, célebre alquimista que floreció en Fran-
cia á mediados del siglo XIV, en tiempo del Rey Jvian, quien
subió al trono en 1356; y mal podia conocer Lulio á seme-
jante personage, que seguramente vino al mundo después de
dejarle aquel. Otras coincidencias pudieran mencionarse, que
descubren la falsedad de estos libros, y solo rafieriré una muy
de bnltó que se encuentra en el Testamento; tal es hablar del
antimonio (cap. 85, pág. 146 verso) sustancia desconocida
en tiempo de Lulio, introducida en el siglo XV, por el al-
quimista titulado Basilio Valentín, y de lá que decia Juan
Francisco Pico de la Mirandula, que nunca habia sido citada
por los antiguos.
En vista de lo expuesto áe puede asegurar, que Lulio no
practkó la Alquimia, ni la continuó en sus escritos, nf 515"
crédicb ?r^a"posI5íIISad de efectiiarlí que esta ciencia pre-
™"^ian " ^ vez iparocerá exagerado este dictamen, pero ade-
mas dé las.; razones que prestaá la con tradición, confusión y
anacronismos de los libros que por suyos pasan, no hay. mas
que examinar su contenido para ratificarlo mas y mas, pueS
se nota en ellos una visible contradicción, por que las doctrir
náa de unos ^ t a n en oposición con laa de otros, ytodaaellaa
contrarias á las que sostiene en sus libros filosófícos; asi co-
mo el lenguage coa que las expone, difiere visiblemente de'^
empleado en las. científicas, literarias, teológicas &c. No es
presumible pues, que el mismo autor en tan limitados inter-
valos, escribiese los numerosos libros de Alquimia, reputados
hechura de Lulio, y emplease en ellos diverso lenguage, y
diferentes principios y métodos, porque daria á entender, ó
que no< tienia fó en sus convicciones, ó que solo trataba de
engañar al piiblicó* Eixtreraos, por cierto ágenos al <5aracter
— 370 —
de Lnlio, siempre ñrme y leal, ea quiea estab» encarnada
la sineeridad y buena fé. Esto no Obstante, como no tengo
ningún interés en defraudarle de la falsa gloria que le atrí~
boyen, los que rebajándole al igual de los embaucadores de^
aj:te trasmutatorio, se éúipefian en considerarle como alqui-
mista, daré por terminada esta cuestión y pasaré al examen
{le la segunda, con la que hasta cierto punto, corroboraré lo
afirmado en la anterior.
ÍLA Quiífíiea y in Alquimia, 'Son una m/isma wsaf I^G.
Y me esforzaré en probarlo aun cuando no sea esta la opi-
nión general délos escritores. Lo único que se puede conceder
e«, que de la falsa y pros^tituída ciencia de la Alquimia, na-
ció la noble y generosa Quimica, que fué ahogandp i. 4sn ma~
dre ¿ medida que fué creciendo; y ac»bandp con ella, tan lue-
go como U^ó á mayor edad. No sucedió así con la Astrolo-
gia, que nacida de la verdadera ciencia astronómica^ si bien
por algún tiempo supeditó á su madre, esta, al recobrar sus
bríos acabó con su hija degenerada. En este caso la impos-
tura triunf6 por algún tiempo de la verdad; y en el otro de
la íalsedad se originó la verásd.' Pero estos hechos solo se
aclararán poniendo de manifiesto los títulos de la Alquimia.
La aparición oficial de la Alquimia entre lod conocimien-
tos humanos, data desde el i^iglo VII al XI, con la publicación
ie varios escritos que los religiosos byzantinos que los hacían
ciraular, suponían ser debidos á un hallazgo casual, y dota-
dos de uba remota antigüedad; pero el papel y el carácter
de su escritura, revelaban la superchería y demostraban la
época, de su confección. Entre sus principales propagadores^
descuella Cbostaatino Psellus» religioso del siglo XI, precep»-
tor del Emperador Miguel Dttcas, y autor de un libro titula-
do: La verdad y antigüedad del Arte de /asCA«í»í<í (Quimica)
6íA-rte de hacer cloro. Indicaba con los déraas griegos, que
la Quimica era la trasformacion ó continuación del arte sa^-
te del an4;iguo;íEgipto, oifiuado de Memfis y Tebas^ cuyo
gefeera^l divino Hermea, d«l que tomó el nombre de dei^
-cía hermética; llegando á suponer que algunos escritos que
— 371 —
eorrieron en aquellos tiempos, eran debidos ¿ este persona-
ge fabuloso; lo que fué admitido y creído en los últimos si-
glos. Tenia pues, & su favor, el mérito de la antigüedad y
de la celebridad de sa fundador; y á estas circunetaneiasBe
debe tal vez su extensión y popularidad.
No puede negarse que los Persas, Indios, Egipcios y Fe-
nicios, no estuviiesen versados en ciertas preparaciones artls'-
ticas que hoydia son del dominio de la Qaímioa; pero sí re-
chazaré que las considerasKa bajo el punto de vista cientifi-
a>, y que p<W lo mismo, no pensárcm reunirías ea Cuerpo de
doctrina, toda vez que las clasificaban como parte de las artes
y oficios. Eran tan solo, procedimientos rutinarios, como los
que pi'aetican en nuestros días la mayoría de los obreros in-
dustriales. La Química de Psellus y sus contemporáneos, esta-
ba Umitada á la preparación artificial del oro y plata, y es-
tos objetos siempre codiciados, no podían menos de llamarla
atención y el deseo de obtenerlos por medios fáciles y econó-
micos.
Llegó á tanto la ceguedad de los alquimistas, que asen-
taron que su ciencia ya fué conocida de Aden; que el demo-
nio la poseía en alto grado; que Dios la reveló i Moyses en
el Siñai; que su hermianá María la conocía perfectamente, y
qué con su' ayuda se hicieron varios trabajos en las peregri-
naciones por el desierto.
Vicente de Beauvais, al definir la Alquimia; Arte de tras-
mutar los cuerpos minerales de sus propias especies en otras;
nacido de la parte de la Filosofía que trata de los 'mi®6»aie8
y que puede Uamarse arU mecánico, por ^u« pwede servir
-al módico, heiirero y otros artistas; reconocía por sus maestros
áAdan, Noé, Idno,€ora, Moyses, Catón, Virgilio, Aristóte-
les, Alejandro, Geber, Yahia, Ras, Manticenus, Abimazer,
Juan evangelista, Garcías, Gilberto Cardenal, Guillermo Ar-
zobiápo, Huck Apostólico, Egidio Maestre hospitalario, An-
d i d a s Oláspo, Dominico, Jacob, Aramico Judio, Pedro y Du-
rando frailes ¿te. algunos de los Cuales fueron maestros su-
yos. í*ara dar mas peso A los asertos alqaímicos, suponían
— 372 —
sus admiradores, ia existencia de libros de Aristóteles, Salo-
món, y de otras notabilidades fílosóñcds; añadiendo alpro-
pio tiempo, que varias riquezas celebradas como las de Tán-
talo y Creao,fiieron creadas: por la Alquimia. Igualmente es-
cribían, que sus maest^dSi se valieron desde su aparición del
lenguage simbólico^ con cuyo medio se explicaba el verda-
dero fin de la expedición de JasoD' en deotanda del vellocino
deoro/ que no era mas que una piej de carnero, sóbrela cual
estaba escrito este preciosísimo arte.
Los Árabes,'naturalmente fantásticos, supersticiosos é ima-
ginativos, acogieron,' con avide? los escritos byíantinos, co-r
mentándoloSi multiplicándolos y extendiéndolos por toda. Eu-
ropa, ya por la via de España, ya por medio de loa Cruza-
dos, despertando la afición á una práctica que prometía en-
riquecerse á poca costa.: Ellos fueron los que añadiendo el ar-
tículo al, é; lavo?. gúegotChernia, creáronla Alquimia f^í-
ciemia,) con cuyo nombre fué conocido ^1 Arte, hasta que
andando el tiempo, volvió á su primitivo titulo de CJiemia ¡^
Química, adoptado actualmente por los modernos, para ¡dis-
tingAir la ciencia actual, hija de ios desvarios de la j,anti-
gua. Mucho se ha- divagado sobre la etimología de la pala.-
bra OMmia; unos la derivan áe AlcMmo personage griego
desconocido, OÍTOB áe J^emeia^ que en griego equivale i jugo
<5 pasta, &c. y por último, tal vez se encuentra en CAem pais
delEgiptoenla antigüedad ¿En tiempos posteriores á Lulio,
un célebre escritor,-,proponía la palabra J/^wií»*» para la ela-
boración del oro y plata aparente; lade^í'$^e«»f«vpara la ver-
dadera trasmutación, y la de VoarcAadi^mia f&ra la purifi-
cación del oro, AQ voar oro, y, adumarojo en hebreo. Igualr
mente se adoptd^ por muchos el de Crisopeia y Ar^if^P4ia,
según se preparaba oro ó plata. El influjo árabe.-eiBí^ta cien-
cia, se nota en varios nombres, de laS;^ustanc¡a« y utensilios
que emplea en sup ohraa,. como aiaf^bisue, aludel, aianory4í-
cali, aleooh elituiof &c. los; que siempre serán ua recuerdo d©
aquel pueblo tan sabio antes, tan ignorante fthora, ,,
El furor por la Alquimia, duró hasta principios del siglo
- 373 -
XVII, época á« su trasiormaoion en Química. De aqni la mul-
titud de libres que 36 publicaron elogiándola y propagando
sus dogmas, si bieií de vez en cuando, aparecían algunos aun-
que escasos, que la reprobaban y ridiculizaban. Al hablar de
su antigüedad y extensión, se ha escrito que en tiempo de
Diodeciano, los alquimistas eran numerosísimos en Egipto, y
que aíjüel emp€írador los persiguió y quemó sus libros. E»
posible que los Egipífíós trabajasen el oro, pero seria el ver-
dadero, y en el estado t[ué áftlé de la naturaleza y no éomo al-
quimistas. En cuanto á Ida Árabes, han legado efectivamen-
te numerosos testimonios escritos de los trabajos que empren-
dieron etí obsequio del arte; Entre ellos figura Abon-Mous-
sa—Giaber—Ben Haiian—Al Sofiy que floreció en el siglo
VIII, supuesto autor d« mas de 500 volúmenes sobre esta ma-
teria, conocido vulgarmente con el nombre de Geber, rey de
los alquimistas y maestro délos maestros. Sucesivamente fi-
guran Rhazes, AviceüaB, ArtéfiúsV Haly, Calid, Zadith,'Aven-
zoar, Serapion, Mesue, Bubaca, Alchild Bechíl y otro^i mu-
chos. Los cristianos sus discípulos, no contentos con los li-
bros de estos maestros, á su vez, fueron escribiendo y publi-
cando los suyos, unos verdaderos y otros falsos, atribuidos á
lás grandes celebridades, como Alberto, Bacon, Sto. Tomás
&c. Entre los originales sobre salen Arnaldo de Villanueva,
Rupeecisa, V. de Beauvais, Ricardo Anglico y otros muchos
posteriores á, Lülio.
En todos los escritos que sobre esta materia se publica-
ban, se coribcia qüéutios no eran mas qiie simples-copias, y
otros cóótenian él fi'ut© de verdaderas práctieás y observa-
cioúes, si bietv tódás se acogían con afecto por el d^eo de rea-
lizar lás falaces, peífo alagüeñas promesas/que aquellos con-
tenían, redactados uhos por un punible interés, y otros por
una inocente credulidad. Todos los tratados de Alquimia se
proponen él mismo objeto, la preparación del oro y plata, y
^ 'veces de ItA piedt*as preciosas. Rogerio Bacon define la Al-
qtiitíiia según Kermes, diciendo: ciencia corpórea de uno y
por uüoy simplemente compuesta; muy preciosa para ambos
-^374 -
unidos por conocimiento y efecto,.y convirtiendo en mejor gé-
nero por mezcla natural; ó mejor aüade aegun otro: ciencia
que enseña á trasformar todo género de metal en oro median-
te una medicina adecuada, según se demuestra en muchos
libros de filósofos; por loque Alcñsmia es ciencia que ense-
ña á. hacer y generar dicha medicina que se llama JSliair,
que cuando se arroj a sobre los metales 6 cuwpos inperfectos,
los perfecciona eu el instante de la proyección.—Alberto mag-
no escribe: AlcMmia es arte inventada por Alchimio, y se di-
ce de Afckymo, que en griego equivale á mas» ó pasta. Por
ella se reducen, á cuerpos de verdadera perfección, á los meta^
les que están corruptos é imperfectos en los minerales. En
este sentido se explican los contemporáneos de Lulio, que es
el mismo adoptado por los escritores que fueron figurando su-
cesivamente hasta el siglo XVI y XVII.
Gastón Claveus, llama á la Crisopeia, arte que enseña á
promover la materia próxima del oro y plata de las causas
eficientes, enferma de oro y plata.—Lorenzo Ventura en su
Arte de Lapide filosophali, cap, II, escribe: el fin de este arte
es formar una mediciaa que convierta todos los metales im>
perfectos y el azogue, en verdadero oro y plata, buenos ó igua.
les en propiedad á los producidos por la naturaleza:—Fr. Pi-
co de La. Mirandula dice en el libro II. cap. I, de AUTO:E\
arte pues de hacer oro, llamado Crisopeia por los Griegos y
Latinos, es llamado igualmente mutación de metales ó Che-
Mitti por los mismos Griegos ó Alquimia délos Árabes; es-
to es; preparación de hacer oro y pl^kta &c.—Hermolao bár-
bwo decia: Chemia viene de jugos 6 mejor de Fuñiendo: &c,
varios escritores prescindiaiv de definir la Alquimia, y entrar-
han en materia en sus libros tratando desde luego de los me-
tales, y de su trasmutación en oro y plata, por medio de^,elixir
ó piedrafilosofal,pero antigsno» y modernos todos^ solo se de-
dicaban á las prácticas referentes á la trasmutación. Albei^to
magno, es casi el único que enseña IA elaboración de ciértog
articules químicos, nacidos de los metales y minerales, COU^Q
útiles á las artes; y otro tanto hace V. de Beauvais y al-
— 375 —
gUü escritor de los siglos posteriores; pero siempre eoroo age-
no á la Alc[uiraia, y bajo el punto de vista de utilidad a r -
tística, y sin darle mas importancia que la que mereció ua
asunto extraño á la grande obra.
Indudableme#e, llama la atención la buena fé aparente
con que los alquimistas y sus adeptos, afirmaban haber con-
feccionado oro y plata, y no en pequeña cantidad, y á presen,
cia dó grandes personages para mejor certificar sus obras.
Y era tan admitida esta creencia, que se suscitó la cueiítion
de si serian tan legítimos como los procedentes de laa nai'-
nas, y si podrían expenderse al público y emplearse como
medicamentos. Loa teólogos y juristas, se entretuvieron en r e -
solver el primer extremo, decidiéndose los mas por la afir-
mativa; y en cuanto al segundo, ios pareceres variaron visi-
blemente, considerándolo algunos como ineficaz. Arnaldo de
Villanueva, deciaque los alquimistas se engañan, por que si
pretenden hacer oro, solo obtienen una sustanciarcon su co-
lor y sin 8US propiedades, lo que advierte para que se em-
plee el oro hecho por Dios, en las medicinas, y no el de los
hombres, por que el de estos, por las cosas agudas y extraí-
ñas que le ponen en su confección, daña mucho al cdrazon
y á lar vida.
Al ver tan firmes convicciones y aseguranzas, enmudece
el juicio, admirando la facilidad con que unos creían, y el
descaro con que otros engañaban. Porque desde luego ocur-
re preguntar, si es posible hacer oro y plata, trasformsaido
en-ellos otros metales. La ciencia moderna:lo rechaza por
imposible eb la actualidad, y nieg^ que la antigua lo efectua-
se. Cuando mas, solo obtendría resultados aparentes, como
decían los hombres sensatos de aquellos tiempos, verdaderos
amalgamas ó ligas y nada mas. gi la posibilidad se hubie-
se llevaéo á efecto, arte tan lucrativo, no hubiese quedado
olvidado, antes per el contrario, se hubiese ido extendiendo
y perfeccionando á la par que la ciencia iba adelantando;
pert) ha sucedido lo conteario, la Alquimia se ocultó, tanla«*
go como la Química se entronizó. Cómo he indiofido, se des-
49
— 376 —
prende que no toda la sociedad confiaba en las promesas de
los alquimistas; no, por que para muchos eran objeto de con-
tinuadas sátiras y burlas, confirmadas por la ruina de los in-
cautos, que veían convertir en cenizas el oro que deposita-
ban en los crisoles y alambiques, én vez Qe centuplicarlo,
según prometían las obscuras teorías del arte.
El espíritu humano siempre es el mismo; los hombres
siempre se constituyen en dos seociones, una numerosa de en-
gañados, y otra mas reducida de engañadores ó especulado-
res, que explotan la ignorancia y sencillez de la primera.
Remontémonos á la antigüedad y veremos desde entonces,
hombres que vienen explotándola con oráculos, profecías, mi-
lagros, hechizos, endemoniados, magnetismo, espiritismo &c.
y demás farsas que han ido apareciendo en la escena, según
las creencias del siglo, y siempre encontrando partidarios y
víctimas. Unos dogmatizando y engañando, y otros creyen-
do. Unos lucrando, y otros contribuyendo. Y lo mas notable
es, que cuanto mas extraordinarios y falsos son los hechos,
euanto mas se alejan del círculo de la posibilidad, mas fácil-
mente se admiran y respetan por el imenso vulgo de la so-
ciedad, por que vulgo es la casi totalidad del género humano.
No censuraré la debilidad humana en lo concerniíánte á la
Alquimia^ por que en general era tan creída, estaba tan ex-
tendida, buscada, acatada y propagada por multitud de l i -
bros á cual mas obscuros y simbólicos; á cual mas apoyado
en teorías filosóficas, que no desdecían en parte de la Filo-
sofía entonces en voga, que desde los Pontífices, Reyes y Mag-
nates, se extendía hasta las mas ínfimas clases déla sociedad.
Aun diré maa, no reprobaré que con arreglo á las teorías fí-
sico-^ filosóficas de los cuerpos, se buscase la formación del
oro y plata; solo censuraré, que por tanto tiempo no se de-
sengañasen las glentes, déscnbríendo lo irrealiáabl* de sus de-
seos, y las supercherías de los pretendidos maestros. La cie¿*
cia moderna lo ha logrado en parte^ apoyándose en iguales,
pero maa ftindíados principios; Químicos de nombradla, han
realizado la formaiíion de ciertos cuerpos, temiendo en cuenta
^ 877 -
su oomposicioa elemental; y diré mas, si un día se asegura-
se que el oro y plátano fuesen cuerpos simples, y se llegasen
á imitar ó fabricar artísticamente, no seria el último en creer-
lo, visto el progreso científico de nuestros tiempos.
Nada se debe extrañar pues, de la Alquimia, cuando se
tiene presente lo que viene ocurriendo desde el final del pa-
sado siglo, con el magnetismo y sus fenómenos adivinatorios
de la doble vista, acogidos con el mismo entusiasmo, con que
mas tarde se admiraba el baile de las mesas y palanganas
giratorias, hasta por personas tenidas por instruidas; que por
extraordinario que parezca, no llega al misterioso Eapiritisr
2»0 de la escuela de Allan-Kardec, con. sus numerosos prosé-
litos, libros, periódicos, reuniones y cuanto acompañamiento
exige la demostración de una incontrovertible verdad, corro-
borada por el anuncio de sus maravillosos fenómenos,, en que
se certifiean las comunicaciones habidas entre las gantes de
este mundo, con los espíritus del otro, todo con la mas im-
peturbable desfachatez é imprudente cinismo. Y sin embargo,
se cree ó afecta creer. ¿Y censuraremos lo ocurrido en siglos
anteriores llaaiados del obscurantismo, cuando esto ocurre en
la época de las luces y del progreso, en un pueblo que va
«emppe al frente del progreso intelectual"? No extrañemos pues
que en aquellos se admitiese la posibilidad de hacer el oro
que tanto escaseaba, y se codiciaba para comprar la supuesta
felicidad, así como se buscaba la confección del elixir que
debia prolongar la existencia y conservar la salud, doble y
natural aspiración de todos los humanos.
A,fc»tunadamente, los trabajos de los alquimistas no han
sido infructuosos, por que si CoWn buscándolo que no exis-
tia, encontró lo que existia; aquellos á su vez, buscando el
oro que no encontraron, hallaron los fundamentos de una cien-
cia, que en el dia ocupa un lugar preeminente, ya por sus
verdades fundamentales, ya por sus inmensas, provechosas y
trascendentales ftplioaoiones. Esto obliga á recordar, que hay
«na viébie diferencia entre invento y descubrimiento» Tí>r
dos p\jedeft,dtóCubrir.y pocos inventar. Lo s^undo e»-hijo
— 378 —
del etitendimiento/ delcálculo, de la iutenciondel individuo)
que partiendo de una base generalmente segura, vá en des-
manda de otra certidumbre; en tanto que el primero es h i -
jo del acaso. Los físicos y químicos modernosí, cuando to-
mando por base de sus operaciones las leyes generales de la
ciencia, caminan liácia un punto dado, siiftl dar con el ob-
jeto de sus afanes, tropiezan por casualidad con un hecho que
no esperaban, entonces inventan y descubren. Buscando Brandt
«nel siglo XVII, la piedra filosofal, encontró el fósforo; y Gay
Lussac, en el presente, dio con el ácido prúsico haciendo otra
preparación. Los que fundados en el conocimiento de las pie--
dras que tienen por base los silicatos, han llegado á imitas*
las, han inventado, y asi sucesivamente. Los antiguos en ge-
neral, mas descubrían que inventaban, por que carecían délos
conocimientos para inventar. De este modo se ha llegado á lá
posesión de numerosos fenómenos y preparaciones de recono-
cida utilidad.
¿Era ciencia la Alquimia'^—Por tal y verdadera, la r e -
conocían sus partidarios en general, si bien indistintamente
la confundían con el nombre de Arte, único título que algu-
nos le concedían. Los primeros la reputaban como indigna de
ser poseída por el que careciese de conocimientos filosóficos con
los que la hermanaban de continuo. En efecto, apoyada co-
mo se dijo, en los conocimientos ó teorías físico-filosóficas de
la época, y armonizada con ellas, podía reputarse por ciencia,
y como tal se incluía en los tratados de Filosofía; pero sise
atiende á los errores de sus bases y falsas deducciones, y mas
que todo á sus resultados, se puede calificar de utopía irrea-
lizable. Yo á los alquimistas, á quienes en los pasados siglos
llamaba carbonarios un escritor, los he mirado siempre como
unos simples artistas, con ínfulas de sabiduría; pero nunca
podré concederles el título de químicos en la verdadera y mo-
derna acepción. Aquellos se dirijian á un solo objeto; estos
abrazan todas las leyes de la materia, con referencia á sus pro-
piedades intimas. La Química tiene por objeto, el estudio de
la composición de los cuerpos, buscando los elementoé que los
— 319 —
forman, la& proporciones en que se encuentran, verificando
su descomposición y procurando su recomposición, é indagan-
do si posible es, las leyes que los mantienen unidos ó depa-
rados "Se: al paso que la antigua Alquimia, se dedicaba tan
solo á la preparación, ó mejor, creación de uno ó dos metaleg
de loa ya conocidos, por la trasmutación de otros. Por consi-
guiente, no cabe paridad entre una y otra. El hermanarlas es
un acto incalificable de bastardía que repugna á la legali-
dad científica.
Varios partidarios de Lulio, desconociendo la Alquimia,
y teni^ido vagas noticias de la Química, se han eifapefiado
en ayuntarlas y considerar á Lulio como distinguido químico,
como consecuencia de sus conocimientos alquímicos. En rigor;
8Í efectivamente se dedicó 4 buscar la mal llamada piedra fi-
losofal, solo le corresponde el dictado de profesor de Alquimia;
verdadero arte ageno 4 la Filosofía, por que aunque algUnós
como R. Bacon, pretendiesen que esta era indispensable á la
Alquimia, no comprendo la necesidad de sus aplicaciones, pa-
ra el hallazgo de la grande obra ó magisterio, como llama-
ban al fiu de sus ensueños, que era igualmente el que pre-
tendía Raimundo, en todas las obras que se le atribuyen sobre
esta materia, y especialmente en la M\\,\A2,A^ Quinté esencia.
Dice en ella pág. 7 y 8 (*) que divide el libro en tres par-
tes; la primera que comprende la preparación y cognición de
la quinta esencia; la segunda su aplicación á los cuerpos hu-
manos; y la tercera su trasmutación en oro y plata.—En la
p4g. 15 se lee: con nuesto espíritu que está dentro del v i -
drio &c. y con el cual coagulamos el mercurio ó plata vi-va
del vulgo (azogue) en plata tan buena como la de las minas.
—En la pág. 88: Esta es la 3.* distinción de este libro que
es la trata de los metales y de su magisterio, en la composi-
.cion de la piedra filosofal, en la obra mayor y menor.—En la

(*) Para este examen y el aa&Usís qué después presentaré, me he valido de


un manoserito en lalin, fechado en Í73S, y copiado de anteriores manuscritos.
— 380 —
89 verso, D'trum 8ÍI9. Alquimia es posible, y como también
en poco tiempo.se puede hacer plata coa el mercurio (afir-
ma, que sí) pag. 175 verso: El objeto de la Alijuimia es a u -
rificar y vegetar, ó sea, trasmudar ó argentificar y vegetar,
coo lo; que verdaderamente se demuestra lo que es el objeto
de la Alquimia &c. Lo expuesto basta para demostrar que es-
te libro, lo mismo que el Testamento y Oodicila, -ao tienen
otro objeto que la confección d€l oro y plata, por medio de la
llamada ^iiediVa,filosofal,que era el fin que se proponian igual-
mente todos los libros de Alquimia; y que por consiguiente,
no puede bajo ningún concepto, considerarse igual á la Quí-
mica; y que por lo mismo, siendo Lulio alquimista no fué mas
que nn buscador de oro y plata; verdadero confeccionador de
la piedra filosofal; un simple operario del magisterio, y nun-
ca un químico, en la acepción que hoy dia tiene esta pa-
labra, como se comprobará con el resumen de alguno de sus
citados libros, si bien reseñando antes las bases generales de
un arte ya perdido, y sobre el cual se formulan en general
errados conceptos. A ello me anima el pensamiento de que
muy en breve, desaparecerán del curso científico, los pocos
libros que de esta materia restan, de suerte que con el tieni-
poserán muy confusas y dudosas las noticias que se conserven^
Desde los primeros años de la sociedad, los metales fueron
buscados con afán, ya por la utilidad que prestaban, ya por la
representación de la riqueza y bien estar con que se les r e -
vistió. Como es consiguiente, se estudiaron con ahinco, si bien
concibiendo vaga y erradamente su esencia, composición y ge-
neración. Rogerio Bacon, de acuerdo con sus antecesores los
Árabes y sus contemporáneos, escribía que el azogue y el azu-
fre eran los principios y elementos de todos los minerales eu
los mineros ominas, á los que consideraba como cuerpos com-
puestos; y que de los citados azogue y azufte, se generaban
todas las diversas especies de metales y minerales; y que la
naturaleza siempre entendió y se propuso la perfección, for-
mando el oro, último término de la mineralizacion, impedi-
da á veces por accidentes imprevistos. Así ea, .que según la
— 381 —
pureza ó impureza del mercurio ó azufre, se generaban los
metales paros como el oro y plata, ó impuros como el «obre,
hierro, plomo, estaño &c. Rigorosamente hablando, la inten-
ción de la naturaleza, fué criar solo oro, pero los retardos y
obstáculos que encontró en su operación, la hicieron suspen-
der .produciendo oro, plata, hierro &c.
El oro, decia en su Espejo de la Alquimia, aquel escritor:
es un cuerpo perfecto, de plata pura, fijo, claro, rúbeo, mun-
do dé azufre, fijo, rübeo, noadurente, generado y sin ningún
defecto.—La Plata, es cuerpo mundo, puro, casi perfecto, de
azogue p«r0j casi fijo, claro, blanco y procreado por tal azu-
fre, que le falta poca fijación y color con peso.—El estaño
es cuerpo mundo, imperfecto, de azogue puro, fijo y no fijo,
claro, blanco en apariencia y rojo en oculto, procreado por
tal azufre, que solo le falta la decocción ó dig^tioo.— El plo-
mo, caerpo inmundo é imperfecto, de azogue impuro, no fijo,
terreo, con-he(»s, falto de fuerza y fijación, con calor é i g -
nicion.^—El coire, caerlo inmundo é imperfecto, de azogue im-
puro, no fijo, terrestre, adurente, rúbeo, no claro y genera-
do de tal azufre, ^ue le falta fijación y peso co'n pureza.—
El hierro, cuerpo inmundo, inperfecto, de azogue impuro, au-
mente fijo, terrestre, adurente, albo y rúbeo, no claro, de
tal azufre generado, que le falta pureza, fusión y peso, pero
con demasiado azufre fijo, inmundo, y de urente terrestreidad.
Alberto magno escribía (*); Por la Alquimia se reducen
á la perfección los metales que están corruptos en los mine-
rales; y loa metales solo difieren entre si, por la forma acci-
dental, y no por la esencial, y por eso se pueden despojar de

(*) Ya he indicado anteriormente (pág. 373) ine se saponian apócrifos los


libros de Alquimia atribaidos á S. Alberto, B. Bacon y otras celebridades. En
«Mte eoneeplio, siempre que los cite, debe tenerse por entendido, que prescind»
^ S9i»fttfiiMieidaái> falsedad, considarandolos tan solo, como el reflejo d« I»
ciencia (¡a la época ei| que «parecieron,; dejando & los historiadores crfticos qnft
bán aiiátrzado los estrilos dé aquellos iminentes varones, el trabajo de arerigaar
sttSrelvdad^rtiS autores. Í
— 382 —
los accidentes. Y de aquí proviene que por el arte se puede
constituir un nuevo cuerpo, por que todos se generan en la
tierra por la mezcla del azufre y mercurioi juntamente con
la tierra fétida; asi como sucede con el infante en el ^íientre
de la madre, que si tiene corrupta la matriz, contrae enfer-
medad de la causa del lugar, por accidente y corrupción, aun<-
que el esperma fuese mundo y puro, naciendo el niño lepro-
so é inmundo, por causa de. la corrupción de la matriz. Así
en los metales que se corrompen por causa del azufre ó tierra
fétida, se encuentra la diferencia que media entre unOs y otros.
De este modo, pues, cuando el azufre mundo y rúbeo, sejun-
ts con el azogue ea la tierra produce el oro, por breve ó lar-
go tiempo, por asiduidad de la naturaleza ó por que en él so-
bre viene.^-Si el azufre mundo y albo, se junta el azog-ue en
tierra múnda, se genera la plata, que se diferencia del oro,
porque en este, el azufre es rojo y en aquella blanco.—^^Cuan-
. do el azufre rojo y urente se une al azogve en la tierra, sa-
le el colre, que solo se diferencia del oro, por lo corrupto.—
Con a7.ufre blanco, corrupto y urente, tierra y azogue, nace
el estaño, y si cruje éntrelos dientes, y se licúa rápidamen-
te, es porque el azogue no está bien mezclado con el azufre.
—Cuando este es negro y corrupto, al mezclarse con azogue
y tierra, origina &\plomo, llamado oro leproso por Aristóte-
les; y últimamente, si el azufre blanco, corrupto y urente
cae sobre azogue en tierra fétida, produce el Jderro &.<:»
En tesis general, los alquimistas de todos tiempos, admi-
tían el azufre y azogue como elementos generadores de los
metalesj adoptando empero^ diversas teorías que en el fondo
tenían cierta semejanza. Así es que Juan Scott decia: que los
metales pueden reducirse á su primera materia que es el azu-
fre y mercurio, no en su naturaleza sino alterados; esto es,
convertidos en vapor.—L, Ventura anadia igualmente: que es-
ta ppíajer,a materia de los metales, es un vapor búínedo, un-
tuoso, de naturaleza de azogue y azufre, que se contienen en-
tre sí. Y neces;áriamehté se sigue, que sise ^ueáe extraer dó
este modo por el arte, el vapor untuoso de lascosagen q\je
- 383 —
está, y se encuentra semejante al que existe en los minerales,
que en la tierra engendran los metales, se puede confeccionar
una medicina, que proyectada sobre el mercurio y cuerpos im-
perfectos, produzca el verdadero y perfecto cuerpo metálica,
mas perfecto aun que el natural.
Otros alquimistas se explicaban del siguiente modo: En loa
metales existen patentes los cuatro elementos homogéneos,
que no son mas que humos sutilísimos congelados en las mi-
nas por decocción natural, y fijos y convertidos en naturaleza
de metal. El húmedo radical de los metales se consoaieen ellos
en la calcinación y no se separan; así como no se separa el h ú -
medo de la piedra que solo está unida A ellos.—Hay en los
mineros, cierta materia informe, esto es, azogue y azufre en
un cuerpo, de cuya materia, se hacre salir aquella sustancia
humosa ó materia sutil, que á beneficio de la naturaleza so
convierte en metal. Materia informe es eierto cuerpo, y la hu-
mosa por ella engendrada cierto espíritu, Y asi la naturale-
za hace espíritu de un cuerpo, y de esta suerte, sale y sube
desde la tierra hasta el cielo. Esto es, \ma cosa corporal se ha-
ce espiritual, y esta cosa espiritual después de circular, se ha-
ce corporal, y de este modo baja desde ei cielo á la tierra.—
Es patente que todos los metales, en cuanto á la raiz de sa
naturaleza, son iguales en sustancia y materia, y con todo di-
fieren de forma. Y esto depende de la enfermedad ó sanidad;
mundicie ó inmundicie, poquedad ó mayoridad de su misma
sustancia de azufre y azogue, en unión, ó conjunción natu-
ral, y por causa de la naturaleza de los diversos mineros (mi-
nas), y corta ó larga decocción.—Hay cierta materia ó sus-
tancia propia del azogue y azufre, hermosa y sutilísima, na-
tural á entrambos, generada por nuestro artificio, límpida,
clara como las lágrimas, en la que se oculta y habita la quin-
ta esencia.—Y esta sustancia, no es el mismo azogue y azu-
fre, según se encuentran naturalmente en los mineros, sino
que es cierta parte de ellos mismos, que no es azufre ni azo-
gue. Algunos filósofos aseguran, que esta materia nace á«l
solo azogue sin azufre, y porque el azogue tiene mezclado na-
so
— 384 -
turalraente el azufre (sulfuro rojo de mercurio); y este azu-
fre rojo, por la blancura del mismo, lo hemos visto separado
por nuestras propias manos.—La antedioh» sustancia humo-
sa, solo puede sacarse naturalmente de las dos sustancias azo-
gue y azufre mezcladas entre si.—La tierra y aire, son par-
ticulas, el fuego y agua agentes.—El agua es macho y la
tierra hembra &c. Nótese que ul producirse esta sustancia de
los dichos cuerpos azogue y azufre y de sus adjuntos, que di-
cha sustancia juntamente unida, es á modo de cuerpo, del cual
sale esta sustancia humosa. Por que el artífice hizo salir de la
tierra para el cielo, cierta materia ó sustancia corpórea, en
forma de sustancia espiritual, y como después queda hecha di-
cha sustancia, se congela y fija, y se convierte en piedra, en.
tónces hace bajar del cielo á la tierra la materia ó sustancia
espiritual, que segunda vez se hace corporal. Y si algún filó-
sofo dijese que la piedra sale del azogue solo, sin afiadirle azu-
fre, entiéndase esto de la predicta sustancia humosa, en la que
está latente el principio de la quinta esencia que buscamos,
y con que teñiremos; sino de la sustancia fija y firme de la
piedra, que es la tierra del mismo, en la que es el espíritu
mismo, con cuya tierra la misma piedra espiritual, se impreg-
na del viento en el vientre por el magisterio del arte. Según
los principales fines de la Alquimia, debia juntarse el húme-
do al seco; el húmedo es el espíritu líquido, limpio de toda
sordidez: el seco es cuerpo perfecto, puro y calcinado. De am-
bos resulta la operación, esto es, fijar el volátil, y el volátil fi.
jo ó sea fijar el espíritu. El espíritu buscado es la esencia del
Caos, térra inanis de Moyses (J. Eipley).
Desde luego se desprende, como antes se dijo, que el fin
de la Alquimia era la conversión de los metales bajos en oro
y plata, mediante una operación reputada por verdadera y
antigua, con la que se procuraba suplir loa actos de la natu-
raleza, imitando sus operaciones en la formación del oro y pla-
ta, último término ó grado de la perfección en la escala pro-
gresiva y genésica délos metales. Esto es, hacer que la ma-
teria próxima del oro y plata, se constituyan en verdadero oro
— 385 —
y plata, imitando ala naturaleza en su formación, según sus
causas naturales, verificando esta operación en breve tiempo,
mediante la piedra ó elixir, y partiendo del principio que el
azogue y azufre según se ha indicado, eran los elementos for-
mativosdelos metales, que mudaban gradualmente de natura-
leza según su perfección. Al creer en esta posibilidad, citaban
el hallazgo del oro en cráneos humanos y en el buche de las
perdices, (S. Alberto), como producido naturalmente, en dichos
puntos y fuera de las minas, y deduciendo por consiguiente,
que era dado al arte imitarlo.
En cuanto i. la formación metálica suponían la existencia
de tres causas, la remota ó sea los cuatro elementos; la me-
diata que rosidia en las entrañas de la tierra; y la próxima .
que los transformaba en verdaderos metales, y que en rigor
existían en el azogue y azufre. Partiendo del principio gene-
ral que los tres principios de las cosas son: forma, luz ó vida
de la naturaleza y materia; creian que si en las cosas la for-
ma es la virtud generativa que puede producir algo semejan-
te, como la forma del hombre que está oculta en el hombre,
y no en otra cosa; la del árbol en el mismo árbol &c. la del
metal no reside, en el metal &c.—Creian algunos igualmente,
que los metales eran hermafroditas como las plantas, por es-
tar compuestas del azogue y azufre.—Otros decian que, así
como el movimiento engendra el calor, y el reposo el frió;
y del mismo modo que con lejía y aceite se hacia jabón, así
el azufre y azogue formaban metales; por que el azufre, al
principio es agua de naturaleza húmeda y fria, la que cir-
culando después por el calor del Sol, se convierte al aire en
naturaleza cálida y húmeda, dando después salida al fuego &c.
El Árabe Artefius, en su Clave de la Sabiduría, supone
que los minerales provienen de los elementos primitivos; las
plantas de los minerales, y los animales de las plantas. Y así
como cada cuerpo se resuelve á su fin en otro inferior, los
animales se tornan plantas, y estas animales. Rotación seña-
lada por Lucrecio, y confirmada por los modernos hasta cier-
tos límites, y con la cual se explica el circulo de la materia
— 386 —
en la vida general. En efecto, las plantas y animales, sacan su
origen de las seres inorgánicos, á. los que vuelven después de
BU muerte; siendo el reino vegetal, el laboratorio intermedio
donde se preparan las primeras sustancias orgánicas, que han
de mantener al Uombre. De aquí uaeia el que varios alqui-
mistas, pretendían descomponer para luego formar un nuevo
compuesto, que es en parte á lo que aspiran los modernos quí-
micos; solo que aquellos limitaban su acción á los metales, y
estos la extienden á todos ios cuerpos. Para la comprensión de
los misterios de la Alquimia, preciso es ademas, tener un co-
nocimiento detallado del modo de considerar el azufre y mer-
curio, cuerpos reputados en general como los principales ge-
neradores del oro y plata, aun cuando algunos como Avice-
nas, añadían otros cuerpos tales, eomo la sal amoniaco, oro-
pimente ^ c . que juntos coQ aquellos constituían sus espíritug
minerales, y en los cuales residía Ja base de las operaciones
alquimiisas ó trasmutatorias. Asi decía uno de ellos: se ha pro-
bado (jue del azogue y azufre salen todos los metales, y que
solo con ellos se puede hacer nuestra piedra, y no con uno «o-
lo, y si Gon los dos; y puede mezclarse uno y otro con vege-
tales, aoimíiles y minerales, haciendo siempre decocciones con
azogue y azufre.
El azogue ó mereurio, verdadera alma de la Alquimia,
cuyos nombres eran variados y raros como las preparaciones
qne con él se practicaban, era: Agua viscosa que se encon-
traba en las entrañas de la tierra, de sustancia sutil, unida por
calor temperadísimo, con tal unión igualmente, que se escapa
por todas partes con la mayor facilidad en las superficies pla-
nas, que por su acuosidad no se pega ó adiere, aun cuando
tenga sustancia viscosa por su sequedad, que se tempera y no
le permite juntarse,—Como formado ab initio de agua clara,
siempre desea corroer, partícularm€;pte al oro y plata, que son
de su próxima naturaleza. Mezclado con azufre y sal amonia-
co, si se sublima, se convierte en polvo rojo esplendente, y
vuelto 4 quemar se convierte en sustancia húmeda y fluida.—•
Considerado como medio de unión de los metales, María la pro-
— 387 —
fetisa lo llamaba Coagulo coagulante.—Igualmente recibía el
nombre de nuestro cielo, por su movimiento, color é incorrup-
tibilidad, considerando que tenia espíritu incorruptible, con
alma que poseía condición de cuerpo que genera y produce
semen como las hembras; y por su virtud de generar y nutrir
se le llamaba menstruo.
El mercurio por fin, era conocido con diversas alegorías y
tomaba diferentes nombres entre los cuales figuran los siguien-
tes: Aibachest, Albedo, Alborach, Alma, Agua; Agua albifi-
cante,'bendita, grave, mercurial, mundificada, seca, de t a l -
co, viva, viscosa, de vida, de orina; Argyrion, Zotícon, Ar-
sénico, Auripigmento, Azoch, Caín, Cambar, Cabeza de cuer-
vo, Caspachaia, Cielo, Chespb hai, Corazón de Saturno, Cuer-
po blanco. Contrario, Hipo, Humo blanco. Goma, Hermafro-
dita, Humedad adustiva, acuosa; Enemigo, Magnesia, Me-
dicina única. Medio dispositivo. Menstruo, Occidente, Huevo,
Flegma, Plomo, Primer punto, Raíz de Saturno, Secreto del
escolio, Serinech, Siervo fugitivo. Espíritu de Estaño, Jugo,
Sudor del Sol, Tierra residua. Viento, Vinagre, Víspera, Ori-
na de infante. Buitre, Zibacli, Ziva, Cordero, Blancura, Plo-
mo blanco; Plata viva, de los sabios, coagulada, Compañero,
Hijo, Aquel, Diciembre, Eufrates, Favonio. Insípido, Lúbri-
co, Salado, Sedeña, Set, Siniestro, Esperma de metales. J u -
go Tevo, Arcilla, Árbol, Cuerpo impropio, negro, Eva, Ha-
da, Hembra, Gallina, Giumis, Hipostasis, Leño línea, Materia,
Madre, Masa tisanaria, Negrura, Ceniza negra, Segundo,
Hermana, Sustancia sutil. Verano, Virago, Union de los es-
píritus. Uvas acerbas. Tinieblas &c.
El azufre, según los alquimistas, es principio de la tierra,
que está en sus mineros, se forma por decocción inspisada,
hasta que se endurece y espesa para formar el mismo azufre.
Es de materia uniforme en todos sus principios y operacio-
nes, y es muy fuerte. De él, no se saca aceyte por destilación
como de otras materias, y sí por aguas agudas cociéndolo
con ellas; es de naturaleza ígnea y se licúa. El azufre vulgar,
siempre inficiona y ennegrece, y corrompe, por que no es el
— 388 —
azufre de los filósofos, el cual es fuego siempre vivo, vivifi-
cando los demás cuerpos y madurándolos, por que «s de na-
turalidad superfina y mas depurado por el arte.
La Alquimia como se vé, tenia por objeto la transmutación
de los metales en oro ó plata; pero apesar de las sutilezas
con que se esforzaban para dar por cierta esta trasmutación,
no todos la admitían. Algunos mas prudentes, solo admitían
como antes se ha dicho, la terminación en oro de otro metal,
que por falta de cocción y preparación, no había llegado á.
su último término. Decía Geber, que los metales se componen
de dos ó tres elementos particulares de la naturaleza, y que
descomponiéndolos ó separándolos, se podían engendrar ó tras-
formar, negando por consiguiente en La, suma de Perfección
del maestro, la posibilidad de transmutar un metal en otro;
lo que era tan díficíl como cambiar un buey en cabra. Es lo-
cura añadía, sacar un cuerpo de otro que no lo contenga; pe-
ro como todos los metales constan de azufre mas ó menos puro,
se les puede añadir ó quitar lo que les falta. En su Testa-
mento aseguraba, que de ciertos mamíferos, aves y peces, se
podía sacar una sal fija, y que laque se extraía del topo por
incineración, gozaba de grandes virtudes para congelar el azo-
gue, cambiar el cobre en oro, y el hierro en plata &c.
En este arte verdadero, escribía S. Alberto, no se preten-
de mudar los metales, como cosa corrupta, según Aristóte-
les; por que la experiencia destruye la forma de las especies,
y máxime en los metales. Y esto es verdad, por que cuando
se calienta un metal, y pasa á cal y ceniza, sí se muele bien,
se lava y se cera con aguas agudas, se vuelve blanca y viva.
De este modo por la calcinación y diversas medicinas, pier-
den la humedad corrupta y adustiva, y adquieren humedad
aérea y vivificante. Y mundada la cal, se reduce á masa só-
lida, la que puede recibirse en tintura blanca y rúbea; y de
este modo según Kermes, el espíritu no puede entrar en los
cuerpos sí no por grados y con ayuda del agua. Aristóteles,
no cree que los metales puedan trasmutarse ó transformar-
se, si no se reducen antes á materia primera; esto es, si no
— 389 —
se mundifican de la corrirpcion, por adustion del fuego, se-
gún demuestran los cambios del hierro, plata. Cobre &c. De
plata se hace azurnm, el hierro se convierte en azogue &c.
El mencionado escritor anadia: Hay cuatro espiritus de
metales que tiñen; mercurio, azufre, oropimiente y sal amo-
niaco. Los'tiñen en blanco y rojo, esto es, en Sol y Luna por
medio del fuego, como de Marte y Jove se hace Luna; de Ve.
ñus y Saturno, Sol &c. Todos los metales pueden hacerse por
Alquimia, por que se convierten en Sol y Luna; pero el hier-
ro no atrae al imán; el oro no alegra, y aquel entumece las
heridas que causa &c. De estos cuatro espíritus, sale el Elixir
(alkshir en arábigo) y fermento en latin; por que así como el
buen pan fermenta con el buen fermento; así la masa de los
metales se trasmuda por estos cuatro espiritus en blanco y rú-
beo, y máxime por el mercurio que es fuente y origen de to-
dos los metales.—Hay ademas otros espíritus, coa los cuales
se conÍHCcionan otras medicinas, como el álkali, sal común,
nitro, bórax, alumbre, tártaro, cardenillo, cinabrio, minio,
cerusa, vinagre, orina,- magnesia, sangre, huevos de galli-
na, cascaras de idem &c. los que- no tiñen pero auxilian á los
espíritus, para hacer mas pronta la separación y solución, por
que con sus aguas se muelen las cales de los metales &c.
Según Kermes, un metal por su corrupción, se convierte
en otro; y según Geber, de toda cosa combustible se puede
sacar sal &c. que es principio remotísimo que viene de esta
sal, llamada vitriolo por el vulgo, y es el medio mineral y
propio semen de los metales.—Creían algunos alquimistas,
que el oropimiente convierte el cobre por la sublimación en
especie de plata, que el hierro se convertía en azogue por con-
fusión de azogue; y así como el frió yela el agua y el Sol
vuelve á convertirla en agua, unido el azufre al azogue, se
combinan, y por larga decocción se endurecen y convierten
en piedra mineral, del cual sale el metal; como del plomo sa-
le la ceruza y de esta plomo, de modo que puede mudar de
color hasta la cuarta forma; y los metales corruptos pueden
mezclarse y adquirir sanidad por medicina apropiada.
— 390 —
Piedra.filosofal. Slixir, Panatea, Medicina, Magisterio
&c. Asi llamaban los alquimistas el medio con el cual debían
lograr su deseado afau de transformar ó trasmutar los meta-
les. Verdaderos siníínimos, y que desde luego indican que to-
dos son líquidos ó sólidos, ó de una y otra especie. Exacta-
mente hablanílo no hay tal piedra; y sí solo una" expresión
simbólica, figurada, con que se designa el modo de llevar á ca-
bo la operación, en el sentido de ser la piedra fundamental de
la graií obra. Era un ente mas metafísico que real y positi-
vo, y sujeto á variar, según el modo como cada operador pro.
cedia en su elaboración. No es piedra decían unos, por que
se funde y corre sin evaporarse como el oro; y ^ piedra "^ov
que se maja ó deshace. En griego equivale á gran tesoro ó
mas que tesoros, según Avicenas.—Se denominaba igual-
mente, azogue ó plata viva, y no vulgar, sin el cual nada; pue-
de existir.—Era alma y sustancia por la cual, la tierra r e -
cibe resplandor.—Ortulano llamó piedra A todo lo que puede
separarse de los cuatro elementos por artificio de la Alquimia,
luego puede hacerse de mineral, animal y vegetal, como la
sal de absinta &c.—Hermes admitió tres partes en la Filo-
sofía del mundo, la mineral, vegetal y animal, las que se con-
tienen en una piedra, esto es bajo el rombre AQ Mercurio,
así llamado, aunque se saque de vegetal, animal y mineral.
La piedra, ó mejor la operación definitiva, recibía diver-
sos nombres, con el objeto de ocultar el misterio, y según los
mismos alquimistas, muchos trabajaban infructuosamente, por
que creían de buena fé á los filósofos, quienes lo ocultaban
variando los nombres y colores de las sustancias y operaciones,
y aun suponiendo otras que eran inútiles y perjudiciales pa-
ra mejor confundir, Pitágoras decía; esta piedra es preciosí-
sima, sin ella no hay operación en la naturaleza, su nombre
es uno, y con todo, se nombra de distintas maneras, por la exe-
lencia y dignidad de su naturaleza.—Decían otros: el todo
compuesto lo llamamos plomo nuestro, calidad de resplandor
que proviene del Sol y Luna.—Según Arnaldo se llama Mi-
rius, esto es, mercurio sulfúreo que no se encuentra en las
— 891 —
profundidades, por que es espíritu y cuerpo, ó sea mercu-
rio de los filósofos. Y como es trino en persona, su verdade-
ro nombre es ÁUeris'^^ Alhav « m , ésto es, compuesto de
tierra, fuego y agua, como el huevo de la gallina.—Es trián-
gulo en el ser, y cuadrángulo en calidad; y los cuatro ele-
mentos, están en oculto.—Eran repetidas las comparaciones y
alegorías con el huevo, del que decían que la cascara represen-
taba la tierra, la clara el agua, la película el aire, y la yema
el fuego; de aquí el nombre de huevo délos filósofos, y el
comparar á la incubación, la serie de operaciones de la tras-
mutación.—'Finalmente, al variar sus nombres, les guiaba el
afán de envolver la operación en una profunda obscuridad, fa-
vorable á sus designios y engaños; y con el pretexto supo-
nían, de que no se prodigase y vilipendiase la ciencia, ca-
yendo en manos impuras, que abusasen de las riquezas por
este medio adquiridas. Exigían como e^ consiguiente, un de-
licado, minucioso y constante trabajo, para dar con el secreto,
y á los que no lo alcanzaban, les decían que no culpasen á los
sabios y sí á ellos mismos, por que Dios les ocultaba el mis-
terio.
Cuando los filósofos hablando de ella escribían: toma de
nuestro plomo, de nuestro cobre, de nuestro hierro &o. debe
comprenderse de las combinaciones del mercurio, según el co-
lor QUe recibían, y la semejanza que suponían tener con aque-
llos metales &c.—Así decían, cuando nuestro cobre está deal-
bado, y se ha vuelto rabeo, le llamaremos oro mismo.—Cue-
ce nuestro plomo hasta el rojo, y se llamará plomo, por que en
manifiesto es plata y en oculto oro, pues calcinado se. vuelve
rojo.—Nuestro cobre tiene cuerpo y alma como el hombre, y
se llama hombre por que expira, así como el hombre inspira
&c.—Kermes asentaba que la piedra está en la cosa animada
y espiritual, esto es, que la piedra es animal, vegetal y mi-
neral.—Y en Arnaldo de Víllanueva se lee: Sépase que Dios
concedió á cada animal y vegetal, piedra perfecta, física y me-
dicina perfecta, que puede trasmutar todos los metales'en Lu-
na y Sol, pero el hombre no la puede encontrar fácilmente,
ai
— 392 —
—La piedra según el libro de los siele sellos, se define; anillo
de oro, cubierto de plata, que en su profundo es masculino
y de oro, y en su manifiesto femenino y de plata.
La definición de la piedra, ó elixir, la materia de que se
hace, y el modo de prepararla, presentan como se ha podido
conocer, la mas notable confusión y diferencia, dando á enten-
der, la falsedad é impostura de la ciencia. No obstante, para
eu mejor comprensión, citaré algunas de las principales consi-
deraciones acerca de su preparación. Esta debia hacerse al
fuego, y exigia los mayores cuidados, como articulo de tras-
cendencia; por que debiendo imitar el calor natural de la Tier-
ra y del Sol, requería extraordinarias precauciones y conse-
jos jundados en teorías masó menos absurdas. Los hornillos
donde se practicaba, eran numerosos y complicados, el fuego
según la época, variado en grado y elemento de combustión,
empleando en ocasiones dadas, el estiércol y las heces del vi-
no &c. y comparando esta operación al preñado de los ani-
males ó incubación de las aves.—Ay de vosotros decia un al-
quimista, que queréis superar la naturaleza, y mas que per-
feccionar los metales, con un nuevo réjimen, ó sea obra sali-
da de vuestra insensata cabeza. Dios concedió á la naturale-
za, vía linear, esto es, decocción continua, y vosotros princi-
piantes, la desprecias, imitando á los ignorantes- Coced, co-
ced y no 03 canséis; sea blando y apacible vuestro fuego &c.
Después de hablar de los colores que revestía la preparación
según el fuego, terminaba diciendo: no vilipendiéis las ce-
nizas, por que Dios os volverá liquefacto, que es cuando el
rey se corona con la última diadema.
Eipley decia: Dios eterno, en el principio, creó todo de la
nada y del confuso caos una obra esférica; y de una masa con-
fusa hizo todo cuanto ahora existe, y de aqui tomó origen
nuestra bendita piedra; que tiene por nombre microscomos,
uno y trino, magnesia y azufre, y mercurio creado por la
naturaleza. Los filósofos lo llaman plata viva y no vulgar, sin
el cual nada puede existir. Hay tres colores de mercurio ó
claves de toda la ciencia llamados menstruos, sin los cuales
— 393 —
el arte es nada. La piedra es alma y sustancia que da es-
plendor á la tierra.—El oro y plata no son mas que tierr*
munda, blanca y rúbea.—Llamamos plomo nuestro, al to-
do compuesto de calidad de esplendor, que proviene del Sol
y de la Luna. Quita el esplendor, y la tierra será de poco
momento. Ningún cuerpo es inmundo sino el Zeon verde,
que es el medio de unir las tinturas entre y Sol y Luna con
perfección en nuestro magisterio.—Ambos principios natura-
les deben disolverse.—Has de conocer este menstruo, sin el
cual no hay verdadera calcinación ni disolución.—Esta pie-
dra es vapor potencial del metal.—Este menstruo es ver-
daderamente invisible, aunque con la separación de la se-
gunda agua filosófica, aparece en forma de agua clara.—Y
de este menstruo con extraordinario trabajo, se puede hacer
azufre natural, si se hace circulado con espíritu puro.—Con
él disolverás tu base ó masa de diversos modos.—Luego ex-
traerás de nuestro sutil plomo, el aceyte de color de oro ó el
que se le asemeja.—Y como Raimundo estuviese próximo á
la muerte, hizo con él oro potable y se revivificó.—Un año
tomamos para nuestro experimento, nada n\enos, por que nues-
tra cal no puede perfeccionarse.—En los metales, de los meta-
les y por los metales, se hacen perfectos metales.—Haz rota,
cion con el primero de tus elementos, y antes de la tierra sa-
ca agua coaveniente; luego haz aire de agua, y el aire r e -
dúcelo á fuego. Despuos de practicado reduce nuevamente la
tierra &c.--Todo metal fué antes agua mineral. El que no
puede separar los elementos y dividirlos yerra.—Separa el al-
ma del cuerpo, por que el alma causa la conjunción perfecta.
—El macho ó sea nuestro Sol, necesita tres partes, y su espo-
sa nueve. Entonces, el par con el par, siempre se regocija-
rán &c.
Otro alquimista se expresaba de este modo: Para investi-
gar este arte, los filóiofos emplean dos medios; el universal
y el particular. El primero, es el que se multiplica por mul-
titud de espíritus en agua, que calienta las manos y pocos co^
nocen.—El segundo, mediante agua seca y se llama mineral,
— 394 —
se multiplica por la adición del mercurio vulgar. Cayendo el
cobre en la primera agua, se llama fermento de oro, y se li*
cua como agua^ y cociendo se coagula. Entonces aparece roja.
—Este cobre, si al principio se cuece se hace agua, y cuanto
mas se cuece, mas se espesa basta hacerse piedra superior á
todo metal, de aquí el nombre de piedra filosofal.—El todo del
magisterio es qne el superior se haga inferior y este supe-
rior; y se cueza hasta que el plomo del cobre fluya con el fer-
mento en el principio ó en el medio, hacia el fin ad libituní,
y entonces tiñe y fluye como cera.—-Sabed que el agua se con-
vierte en polvo.—La tierra está en el agua, el agua en la tier-
ra.—El azogue es fuego que quema mortificando todo cuerpo
mas que el fuego.—Junta el argentum vivwm al azogue vi-
vo de su género y obtendrás el arcano.—La composición es
doble, una por via húmeda, otra por seca: prudentemente co-
cidos hacen uno solo, y toman varios nombres; si rojo, auri-
flor, auHfemento, color atiri, sulfur ruhrum, auripigmen-
¿Wí».-»Si permanece crudo, plomo de cobre, mrga metálica,
laminaris. &c.—La naturaleza mercurial es la que pacemos y
con la que nutrimos; es la fuerza de las plantas y animales,
—El fuego de los filósofos es el agua de ellos, si sabéis jun-
tar el fuego al fuego, el mercurio al mercurio, os bastará.—
Para extraer el mercurio del oro, redúcelo á cristales por me-
dio del vitriolo y nitro convertidos en agua rejia, añadiendo
luego sal amoniaco.—La composición de este magisterio, es la
conjunción ó matrimonio del espíritu conjelado, con cuerpo
suelto, y la conjunción de ambos; y su pasión está sobre el
fuego, conjunción y congelación celadas por los sabios.—En
el elixir, el agua es el alma de la piedra; la virtud del agua
es el espíritu de la piedra, por que aveces el agua se llama
piedra.
Para esta operación, se requería largo tiempo, vasos apro-
piados &c. y se componía de las siguientes manipulaciones:
Sublimación, calcinación, coagulación, fijación, solución, des-
tilación por alambique y fue^^'o, ceracion, blanqueamiento,
putrefacción, exaltación, multiplicación &c. que variaban se-
— 395 —
gun los escritores. Vieulo los filósofos, decía uuo de ellos, que
la materia de los cuerpos, se evaporaba por el calor á manera
de humo, que subia ala cabeza del vaso, la llamaron sttbli-
macion; viendo luego que bajaba al fondo del vaso, la llama-
ron descensión; y viendo mas, que la materia se espesaba y
ennegrecía dando mal olor, la ^\\eioi\ putrefacción y cabeza d^
cuervo. Y como después de algún tiempo, perdia el color ma-
lo, obscuro y negro, tomando un color blanquecino de ceniza,
lo llamaron incineración ó deaUacion &c. El total de la ope-
ración es la extracción del agua de la tierra, y la disminu-
ción del agua sobre la tierra, hasta que haga putrefacta la
misma; y esta tierra con el agua entra en putrefacción, y cuan-
do se mundifica coa ayuda de todo lo regente, se perfecciona
todo el magisterio.—El espíritu de los filósofos es agua viva;
la tierra cuerpo imperfecto; tierra llamada materia de todos
los elementos.—La solución y coagulación del cuerpo, son dos
cosas, pero hacen una sola operación, por que el cuerpo no
se disuelve, si no cuando se coagula el espíritu.—Cuando se
juntan agua y tierra, el agua se esfuerza en disolverla por
su humedad y virtud, haciéndola mas sátil que antes, y la
vuelve su semejante, por que el agua es mas sutil que la tier-
ra. Así hace el alma en el cuerpo &c. No hay diferencia de
tiempo entre la solución del cuerpo y coagulación del espíri-
tu, ni diferente obra &c.—Cuando la tierra disuelve el polvo
en negro, y principia á retener algún tanto de mercurio, en-
tonces obra el macho sobre la hembra; esto es el Azot en la
tierra, por que dominando el agua se multiplica la tierra.
—Se da en la naturaleza de las cosas, cierto cuerpo metálico
de fácil solución y putrefacción, si conoces su preparación se-
rás un médico afortunado; todos tus esfuerzos diríjelos á es-
te fin.
Desde luego se desprende, que el lenguage alquímico era
obscuro, convencional, metafísico, lleno de sutilezas; pero esto
no bastaba; y preciso fué pasarlo al simbólico y figurado en
alto grado, rayando á veces en la Cabala, y aun apoyándose
en ella en ciertos escritos. De este modo evitaban los repro-
— 396 —
ches délos que solo encontraban amargas decepciones, al prac-
ticar sus mentidas y costosas operaciones. Por eso ya adver-
tía S. Alberto, que este arte no aprovechaba á los pobres ^lO^
el largo tiempo que necesitaba para sus operaciones. A la
larga fecha que imponían á sus manipulaciones, á los repeti-
dos avisos del cuidado y escrupulosidad con que debian v e -
rificarse, anadian la necesidad del auxilio divino, sin el cual
no se lograba el deseado efecto. Para excusar su obscuridad,
manifestaban que su fin era ocultar la ciencia á los profanos,
y ser solo comprendidos por sus adeptos, para quienes solo es.
cribian. Sus enigmas solo debian descifrarlos los inteligen-
tes, y los hijos de los filósofos, esto es sus discípulos. De-
bian atender al espíritu y no á la letra.' Desde la fábula de Ja-
son, al figurado lenguage de todos los alquimistas, y á la ge-
rigonza de Lulio, no hay mas que un paso. En ellos todo es
obscuro y extravagante, principiando por el título de sus
obras, y siguiendo por el nombre de las sustancias, prepara-
ciones y símiles con que los daban á conocer y explicaban.
Sus libros, unos se titulaban: ^í;?e/o de la Alquimia, Rosa-
vio de los filosofes, Luz nueva, Secretos del arte oculto, Te-
soros de Tesoros, Rosario menor. Candado de oro de los fi-
lósofos, Flor de las fiores, Testamentos, Codicilos, Corree-
torios, Llave de la sabiduría. Las doce puertas, Gran luz de
las luces, De las tres palabras etc.
Esta misma obscuridad y misterio, se observaba en los sie-
te metales, que en unos casos se especificaban con su solo sig-
no planetario correspondiente, y en otros, recibían los nom-
bres mas raros, arbitrarios, y enigmáticos. Los principales eran
los siguientes:
I) /Saturno.—Plomo, Misterio de la Extrema unción. Sal-
marina, Bazo, Capricornio, Lechuza, Lino, Oso, Sapo, Decre-
pitud, Cal de los metales, Putrefacción, Dioses terrestres. Pig-
meos, Alastrob, Kuhul, Ursub, Aabam, Alabari &c.
^ Júpiter.—Estaño, Misterio del orden, £al amoniaco.
Hígado, Vismat, Libra, Paloma, Cebada, Oveja, Araña, Ve-
jez, Aceite ó resina de metales. Destilación, 1)10863 aéreos.
-^ 397 —
Silvanos, Aluach, Cydar, Diablo de metales, Dicalein, Hucci'
Kardir, Usiirat &c.
(f Marte.—Hierro, Misterio de contriccion. Sal piedra,
Hiél, Chobott, Aries, Avestruz, Avena, Caballo, Escorpión,
Virilidad plena. Sal de metales. Calcinación, Dioses Ígneos,
Vulcanos, Kassam, Hadid, Sarca, Fanlos &c.
% Sol.—Oro, Misterio del altar. Sal común, Corazón, Azu-
fre, Leo, Águila, Trigo, Unicornio, Dragón, Primera virili.
dad. Tintura de metales, Trasmutación, Dioses celestes. Pena-
tes superiores, Chifur, Daib, Tricor, Bey de los metales, Za-
ras, Secur &c. Como una de las primeras materias en la Al-
quimia, recibia ademas otros nombres en las diferentes ope-
raciones, y así se le designaba con el de Acido, Agudo, Adán,
Almagra, Alto, Alzernad, Alterado, Tinto, Cadima, Carmet,
Cólera, Ceniza de tártaro, Corsufle, Diestra, Cobre, Gofrit,
Forma de varón. Halcón, Hez, Verano, Tiops, Hageralzernnd,
Infinito, Kibrit, Piedra indica, Indramedo, Lazuli, Masculino,
Martek, Oliva perpetua, Oriente, Piedra estrellada, Phison,
Residencia, Rey, Racon, Subsolano, Tamuz, Décimo tercio,
Thelima, Thion, Thita, Van, Vena, Virago, Toarch, Xit,
Zahav, Zumec &c. &c. Igualmente se le llamaba. Aduna, go-
ma sola, aceite rojo, rubedo, rubino, sericon, sustancia roja-,
azufre rojo, yema &c. por su color.
$ Venus.—Cobre, Misterio del matrimonio. Vitriolo, Rí-
ñones, Tucia, Toro, Pavo real. Guisantes, Alpis, Lagartija
verde. Juventud, Azafrán de metales, Coagulación, Dieses
muertos, Héroes, Alimar, Silipit, Corbetain, Nnhar, Noas,
Rastol &c.
^ Mercurio,—Misterio de la Confirmación, Alumbre de
Pluma, Pulmón, Cinabrio, Virgen, Cigüeña, Mijo, Pantera,
Basilisco, Puericie, Mercurio de metales. Sublimación, Dioses
ácueos, Ninfas, Alecaret, Esposo, Madre de metales, Alam-
bit, Alkant, Fyada, Tántalo, Sibar, Xir, Dédalo, y otros (vid.
pág. 387.)
C ZM»».—Plata, Misterio del Bautismo, Alumbre, Cere-
bro, Talco, Cáncer, Cisne, Candeal, Tigre, Serpiente, Infan-
— 398 —
.cia, Licor de metales, Solución, Dioses infernales, Manes y
Lémures, Alumbur, Brumasar, Diana, Hyarith, Kamar, Argy-
rion, Buey, Caspa, Chesseplí, Esencia blanca, Hada, Hem-
bra, Forma de muger. Gallina de Giumis, Hes, Hipóstasis, Ove-
ja, Siete, Esuierata, Hortaliza &c. y otros mas, á semejanza
del oro, por la gran parte que toma en esta ciencia.
Esta variedad se debia á la comparación que cada cual
hacia por el color, dureza, blandura, semejanza, atributo que
creia encontrar en los cuerpos y operaciones. Hasta el nom-
bre de piedra filosofal, envuelve cierta pedantesca pretensión,
como hija de la creencia que solo á los verdaderos filósofos
era dado encontrarla, empleando al efecto el lenguage sim-
bólico, y con prohibición de revelarla al vulgo, para que no
cayese en descrédito. Clavei, dice que los escritos de los an-
tiguos, son como los obscuros oráculos de Apolo, y que aun-
que Gebep fué el primero que los aclaró, sin embargo los lle-
nó de enigmas para ocultarlos; y esta obscuridad la imitaron
los mas de los alquimistas. Lamentábase Avicenas, de que es-
ta ciencia al afirmar ciertos hechos los dejaba sin razones,
mezclando lo falso con lo verdadero. Arnaldo de Villanueva
decía, que los filósofos hicieron sus libros de dos modos, uno
verdadero y otro falso; aquel con palabras obscuras para ser
solo entendido por los hijos de la ciencia, y el otro para los
impíos, para quienes se empleaban palabras ininteligibles,
á fin de que no se aprovechasen de la ciencia. Sus hijos des-
precian la letra, por que comprenden el sentido. Obrar de otro
modo es disipar las riquezas &c. Haly figuradamente expo-
nía, que las raizes de sus minerales estaban en el aire, y la
copa en la tierra; y que cuando se arrancaban de sus lugares,
se oía un sonido terrible que producía gran temor, por que
pronto se iba y pronto se desvanecía &c. Decia un alquimis-
ta: Ya tienes la tierra virgen, dale marido á propósito. Es la
reina de Sába, es pues conveniente que reciba un rey corona-
do con diadema. El sol de los cielos comunica su esplendor á
los demás cuerpos, del mismo modo el terrenal ó' mineral,
hará otro tanto si se colocase en su cielo. Es el que llamamos
— 399 —
Éeída de Sába, que viene de los confines de la tierra, para ver
la gloria de Salomón, así nuestro mercurio, deja sus propias
tierras, y cubierto de pulcras y candidas vestiduras, se entre-
ga á Salomón, y no á ningún otro estraño ó inmundo "Sic.—
fíermes escribía: sabed, que el origen del artificio es una ca-
beza de cuervo, que en la negrura de la noche, y en la clari-
dad del dia, vuela sin alas, y recibe coloración en nuestra
amargura por la sangre que derrama, y agua pura de su es-
palda. No es otra cosa la cabeza del cuervo, sino la negrura
de la noche, por que así como esta es negra y obscura com-
parada al dia, así este espíritu putrefacto con íespecto al es-
píritu del mundo, que nace de putrefacción y se extrae por el
artificio alquimico.
Los mismos que censuraban en parte el lenguage simbóli-
co, lo adoptaban sin embargo, cayendo en igual defecto. Ar-
naido de Villanueva, al explicar la operación del magisterio
á un supuesto discípulo decía: Sabrás hijo mió, que agí co-
mo el mundo fué perdido por la tnuger, es preciso que' por
ella se rescate; por lo tanto, toma la madre, colócala en la
caina con sus ocho hijos vigilala, para que haga una ríjida
penitencia, y se lave de todos loa pecados. Entonces dará á
las un hijo que pecará. Han aparecido nubes en el Sól y la
Luna» coge al hijo, castígale, vuélvelo á su cama, y cuan-
do recobre los sentidos, vuelve á cogerlo y sumerjelo desnu-
do en la cama fria; vuélvelo á la cama, y cuando otra Tez
recupere sus sentidos, cógelo nuevamente, y entrégala á los
judíos para que lo crucifiquen. Crucificado así, el Sol, la Lu-
na no se dejará ver; se rasgará el velo del templo y vendrá
un gran torbellino de tierra. Entonces será el momento* de
emplear un gran fuego, y verás levantar uü gran espirita
t[XL& ha engañado á mucha gente.—El discípulo respondió:—
Señor maestro, yo nada entiendo.—Y mis lectores dirán lo mis-
mo.—Con todo, en este enigma se encierra la calcinación y
destilación raetálioa con el mercurio. El símil de Adán y Eva,
y otros parecidos, lo mismd que la creencia d6 la interveneidn
de las pioíteücias ocoltaa y de los astros &C. abaúd*n en to-
S2
— 400 —
dos los alquimistas.
En el diálogo de la Filosofía, de Ejidio de Vadis; pregun-
tase á la naturaleza varias obscuridades, y ella responde:
Esta ciencia no es como las demás, no puede dar á todos y po-
cos son dignos de tanto favor, por que conviene que según
costumbre antigua se manifieste por enigmas, parábolas, di-
ficultades, logrogrifos, trópicos &c. Los sabios saben escoger
el grano de entre la paja, y hacer triaca con las serpientes,
por que son amados de Dios.—El mismo autor pretende qoe
la cuadratura del circulo, no debe buscarse matemáticamen-
te, y si físico-enigmáticamente, por que Aristóteles no fué
comprendido, cuando indicó en el cuadrángulo á los cuatro
elementos &c. y así decia, cambia el cuadrángulo en círculo
y tendrás el todo.
El simbolismo dominaba en todas las operaciones y pro-
ductos, conociéndose el hornillo de los filósofos, el lúteo dé la
sabiduría, el huevo, menstruo, feto &c. preñez, fecundación,
incubación, gestación, matrimonio, lactancia &c. A esta a l -
garabía se debían adicionar las invocaciones á Dios, y á la
Santísima Trinidad, al principiar, proseguir y terminar las
manipulaciones. Árabes y Cristianos, confiaban en Dios, y ha-
cían alarde de creer necesaria su asistencia, implorando su in-
tercesión, asi como recomendaban el mayor miramiento por
temor de malograr la obra. Escribía uno, lee y vuelve á leer,
ora y trabaja, y Dios autor de los misterios, tendrá misericor-
dia de tí. Un escritor decia del arte: Yo soy el celeste fulgor
de la angélica sabiduría, virtud del soldado, fin de la má-
quina mundal, obra exelentísima de la gloria real, superior
é todas las ciencias del mundo, el arcano de Dios, el espirácu-
lo, hermana de la Filosofía, gracia de loa reyes, fuerza y su-
dor de los profetas, envidia de los filósofos, tesoro incompa-
rable, espejo de la alegría, espanto de la tristeza, madre de las
virtudes, vestigio de la naturaleza humana. Por lo tanto, lo
que se ha, de repeler que se repela, y los justos que se justifi-
quen del mejor modo, que mi voz de alegría saludable, solo
resuene en el retrete de los justos. Deben arrojárselos malos
— 401 —
pecadores, los lascivos, avaros y pródigos, para que con es-
tos secretos no puedan entregarse á las maldades &c.
En el libro titulado ñosario menor ó Peri xhemeia, su
desconocido autor, habla enigmáticamente del siguiente mo-
do: Bajé á mi huerto para ver las diversas plantas que n a -
cian, y entre las flores de mi Rosario (rosal), encontré una
rosa nevada (blanca,) otra de rubicundez sanguínea ador-
nada, y elegí la mas hermosa; y vi que eran pocas y raras,
por que i.o germinaban las del granado y dije en alta voz:
Vuelve, vuelve jardinero y aumenta mi rosal, multiplícalo á
cada hora, y construyelo de nuevo, y planta para que se ador-
ne el jardín de rosas blancas, y rojas y esplendentes, arran-
cando las superfinas y tirándolas &c. El mismo jardinero, se-
paró los rosales, y replantó y aumentó, duplicando, triplican-
do, cuadruplicando, y así sucesivamente, hasta completa blan-
cura y perfecta rubicundez. Y todo con el aumento de las plan-
tas queme agradaban. Maridaba mientras no me satisfacía.
Puse en debido tiempo rosas blancas y encarnadas en su tier-
ra, las deje crecer en ella. Vi verdaderamente de donde sa-
lían. Y al siguiente año salió una planta, que al año floreció
y dio mil miles de rosas. He aquí á mi huerto ya lleno de ro-
sas, y dándome suficientes rosas, para todos los que en el año
entrasen. Doy alabanzas al Señor y gracias al hortelano. Y
con este código, no sin motivo llamado Rosario, describiré á
los inteligentes y sapientes, todo lo que vi y las verdades que
experimenté, para que enseñe á todo el que entre por sus puer-
tas, por medio del hortelano, el modo de tener rosas &e.—Ea
él se encuentra la verdad, desnuda para los sabios, vestida
para los ignorantes.—He aquí amigo mió, cuanta bueno te nar-
ré de lo bueno que contiene mi rosario, en el que no se pue-
de entrar sino por siete puertas firmes y metálicas (los siete
metales), claveteadas admirablemente &c.—O clementísimo
Dios y misericordioso, si algo pequé, mírame con ojos de be-
nignidad, tu que solo conoces los corazones de los hombres &c.
Ruégete humilde y devotamente, padre celestial, que no
entre en el número de los inicuos. Sepan los hijos de la sa-
_ 402 — '
biduria y del entendimiento, que mi hortelano por gracia del
Espíritu Santo paráclito, infuso y repleto, me demostró la úni-
ca clave para que todas las puertas se abran admirablemente,
y casi por milagro á un solo golpe de vista.
El autor de este Hosal, indica una composición del agua,
/««ríe compuesta del jsumo déla mercurial, verdolaga, celi-
donia; con vitriolo, sal marina y alumbre, que es la llave que
abria todas las puertas metálicas &c. esto es, disolvía el oro,
plata &c. y con la que se podia instantáneamente resolver to-
dos los cuerpos crudos, calcinados, espiritus, minerales, pie-
dras preciosas y congelar cuanto se queria &c. resolvía el só-
lido, liquidaba lo fugitivo, consolidaba lo desagregado, au-
mentaba períectamente la tintura azyma y roja. Todo lo pe-
netraba, ablandaba lo duro y endurecía lo blando, concordaba
lo discordante y era la clave de todo &c.—Hablando de las
©xelencias del mercurio, se siente tan inspirado, que prorum-
pe en las siguientes exclamaciones: El mercurio es la única
piedra alabada por losfilósofos,y con la gracia de Dios en dos
palabras diré todo; He aquí las palabras del Espíritu Santo:
dividido está mi corazón, y como en libro abierto lea cual-
quiera y entienda. Solo buscamos plata viva, en ella está lo
que deseamos, en ella se contiene su tintura. O que criatu-
ra tan preciosa y delectable, Dios no la creó mejor, exepto el
alma racional. En sí tiene cuerpo, espíritu y alma. El cuer-
po permanece, el alma vivifica y el espíritu tiñe.
En el libro que se supone de S. Alberto, al dar varios con-
sejos sobre el modo de operar con éxito, aconseja al artífice
que nofijesu residencia entre príncipes y magnates, para evi-
tar dos males, por que sino á cada instante, le Ipreguntarán
diciendo: ¿Maestro, como va la cosa? cuando veremos algo bue-
no? Y no teniendo paciencia para esperar, le dirán: vaya, na-
da sale, todo es mentira; y estoserá para el un pesar, por que
si el éxito no fuere feliz, le desacreditarán para siempre. No
debían pues, faltar disgustos á los alquimistas, ademas de los
exesivos gastos que requerían sus manipulaciones.
Los enigmas alquímicos, no siempre son difíciles de desci-
— 403 —
frar, si se sigue el liilo de las operaciones: así por ejemplo,
cuando dicen: toma el mercurio de los filósofos (que no siem-
pre es la misma sustancia) y calcínalo hasta el león verde, y
luego hasta el león rojo, se entiende el plomo, calcinado á
veces hasta el masicot ó león verde, que mas calcinado, se
oxida y pasa al minio, (león rojo.) Digiere en baño de arena
el león rojo con el espíritu agrio de las uvas, (ácido acético),
y lo trasformarás en una especie de goma que se corta con el
cuchillo (disolución gomosa del plomo, en forma de acetato
gomoso.) Pon la goma en cucúrbita lutada y destila lentamen-
te. (En esta operación se presentan varios productos, como
agua cargada de ácido acético y espíritu piro-acético &c.
acompañado de un aceite obscuro ó rojizo).— Recoge separa-
damente los licores que te parecerán de diversa naturaleza,
obtendrás una flegma insípida, luego espíritu y gotas rojas.
Las sombras ciméreas cubrirán la cucúrbita con un velo som-
brío, y encontrarás en el interior un verdadero dragón que se
roe su cola. (Las sombras ciméreas no son mas que el plomo
muy dividido que quedó en la cucúrbita, y el dragón que se
muerde la cola, no es mas que el residuo del plomo, que con
el fuego se enciende y vuelve á convertirse en masicot, una
parte del cual mezclada con el licor del recipiente, se com-
bina poco á poco con el ácido que en él se encuentra).—-Coge
el dragón negro, majalo sobre piedra, tócalo con carbón ro-
jo, y tomando un glorioso color, se convertirá nuevamente en
león verde. (*) Hazle tragar su cola, y destila nuevamente el
producto. Finalmente, rectifica con cuidado y verás aparecer
agua ardiente y sangre humana &c. (Tras estas manipulaciones
se obtiene el ácido piro-acético ó agua ardiente, y un aceite
rojo obscuro que es la sangre humana, con el cual se disol-

(*) Estas dflnomlnaclones eran comunes, asf es que al cloruro de antiinonío,


le llamaban aspumade lot tres dragonet, al cloruro de mercurio, dragón fortifi-
cado; y al mismo cuando sublimado, dragar» moderado y mitigado ele.
-T 404 ~
via el oro de las disoluciones y luego lo precipitaba en esta-
do metálico.)
De lo espuesto se desprende, que mal podia llamarse Quí-
mica una ciencia que por complicada que fuese, limitaba su ac-
ción á un fin tan reducido y dudoso, como apoyado en bases
tan erróneas ó falsas. Y si bien es verdad que se verificaban
numerosas y complicadas preparaciones de calcinaciones, su-
blimaciones, destilaciones &c. que daban lugar á reacciones y
combinaciones, que hoy se pueden explicar perfectamente, tam-
bién lo es igualmente, que para aquellos artífices mecánicos,
pasaban enteramente desapercibidas, porque ignoraban el por
qué de ellas. Nada comprendían, nada adelantaban, nunca
llegaban á la perfección. En último término, eran unos sim-
ples fundidores y destiladores sin conocimiento de causa, sin
conciencia de los resultados y cambios que presenciaban en
los metales y cuerpos en que operaban, y que bajo ningún
concepto, merecían el dictado de Químicos cienUJicos, por que
operaban bajo el impulso de leyes falsas, y con un fin que nun-
ca lograron. Sin embargo, causa admiración, el ver que por
el espacio de varios siglos, se mantuviesen firmes en esta creen-
cia; y momentos hay, en que no se sabe que pensar cuando
se considera la extensión de un arte tan admitido, tan difundi-
do por numerosos libros, y puesto en práctica por personas
de la mas alta posición social, entre las cuales se cuenta nues-
tro Rey Alfonso X. el Sabio, quien le dedicó un pequeño poe-
ma titulado el Tesoro, en el cual consignó las lecciones que
recibiera de un oriental.
No se puede negar finalmente, que de los desvarios de los
alquimistas, se han obtenido grandes resultados, pues ellos
sin pensarlo, fueron los promovedores y fundadores de la mo-
derna Química. La principal parte corresponde á los Árabes,
quienes introdujeron en Europa estos estudios, así como con-
tribuyó extraordinariamente su laudable deseo de encontrar
la panacea universal ó elixir, que debia aumentar las rique-
zas, conservar la salud y prolongar la existencia. De tan an-
,6Íado objeto, nacieron las destilaciones de numerosos cuerpos,
— 405 —
como el vino, azúcar, miel, arroz, y de los cuales lograron
extraer el alcool (de al artículo, y coAol, sutil en arábigo,)
cuyo inventor parece fué Rhazes, que floreció en el siglo VIL
Importado mas tarde en Europa, fué perfeccionado por Arnal-
do de Villanueva, quien aconsejaba su uso como exipiente de
varios medicamentos, en vez del vino con que ya se confec-
cionaban las tinturas de aquel tiempo, con objeto de realzar
su fortaleza. Era Arnaldo aventajado en estas materias, y co-
nocía el emético y bismut, y preparaba el agua de la Beina de
Ungrla. El.P. Pascual, sin ningún fundamento científico, pre-
tendía que Lulio era el descubridor del aguardiente, y que de
él lo aprendió Arnaldo, cuando ya contaba siglos de exis-
tencia. Esta suposición no merece refutarse, y solo diré que
en cuantos libros he leído de Lulio, ni una sola vez lo he vis-
to mencionado. Su preparación se indica si, en la Quinta esen-
cia, pero sin darse él por inventor. Todos los críticos están con-
textos en que Rhazes, ó mejor los árabes, son los descubrido-
res de este licor.
Lo que se dice del aguardiente se ha repetido del ácido ní-
trico, cuya preparación modificada se atribuye & Lulio, sien-
do asi que su verdadero descubridor fue Geber, conocedor de
la piedra infernal, y del resultado de la calcinación de los me-
tales, con respeto á lo que se observa en su peso. El mismo
Rhazes, según Hoeffer, destilaba el ácido sulfúrico y perfec-
cionaba otras destilaciones, cuya operación afirma dicho escri-
tor, fué inventada por Albucasis y descrita en el siglo IV. por
Zózimo el Panopolitano. Otro árabe, Artefius, igualmente al-
quimista, mencionó el jabón; y Alchud-Bechid, que preten-
día haber encontrado el carbúnculo, es probable diese con el
fósforo que luce en la obscuridad, y que mas tarde encontró
Brandt, siguiendo el medio empleado por aquel. En resumen,
si la Química no existia como ciencia, en cambio se conocían
varios productos y preparaciones de su dominio; toda vez que
los alquimistas empleaban las sales mercuriales, las combi-
naciones de los cloruros de oro y plata, y otros metales y cuer-
pos, &c. por que calcinaban y se servían de aguas acidas, co-
— 406 —
tno ellos llamaban á las preparadas con la sal y azufre, nitro
&c. y asi no es extraño que un alquimista refiriese como co-^
aa extraordinaria, la gran explosión que observó varias ve-
ces, al menear con fuerza un polvo producido por la disolución
del oro con agua regia y sal tártaro calcinada, cuyo fendme.
no que tanto le sorprendió, se explica fácilmente én nuestros
dias.
iSe puede ser alquimista sin iuscar la piedra filosofan—
La solución ó respuesta ¿ tal pregunta, contenida está en la
anterior historia; no es preciso esforzarse mucho para demos-
trar, que los alquimistas solo aspiraban á la preparación del
oro y plata por la trasmutación de los metales inferiores, y
que por consiguiente, alquimista y buscador de Xn-piedrafi'
loso/al, son verdaderos y completos sinónimos en toda la os-
tensión de la palabra.

Conocida ya la Alquimia y los alquimistas en general; y


vista la concesión hecha á favor de Lulio, considerándolo co-
mo autor de los libros que versan sobre esta materia y llevan
su nombre al frente; hora es ya de pasar al análisis de los que
me ha sido posible examinar, y que como he indicado antes
son: El Oodicilo, Test (amento, Trasmutación, y Quintaesen-
cia, Y libros por fin, que aun que considerados al parecer co-
mo solidarios unos de otros, por la referencia que matuamen->-
te se hacen entres!, con todo difieren notablemente por la di-
versidad del lenguage, divergencia de opiniones, principios
y variedad de métodos empleados para llegar al mismo fin.
Codieilo, Vade-mecum ó Cantilena.—Este pequeóo tra-
tado inferior al Testamento y Quinta esencia, consagra mas
de noventa artículos á la explicación teórico-práctica del ar-
te trasmutarlo, sin recurrir para sm aclaración á las ^guras
simbólico-cabalisticas, que abundan en los dos que seseaban
de citar. En el fondo, su doctrina es la empleada por los de^
mas escritores del arte, y presenta cierta semejanza con los
datados posteriores á Lulio. Igual número de operaciones, idén-
— 407 —
tico lengaage y semejanza en la obscuridad m^afisico-ale-
górico-simbólica empleadas en semejantes escritos.
Sus principales artículos son: Proceso ó marcha del arte y
probabilidad de ella.—El arte siempre procede en aquello que
es cierto sobre su materia, por que no puede probarlo incierto,
con cuyo motivo entra en pormenores de fé religiosa &c.'i—
Revelación de su intención, lo que la hace invocar devotamen-
te á la Virgen implorando su auxilio.—De su forma triparti-
ta, ó división en tres partes.—Exposición de los teoremas y
distinción de las partea.—Pripier género de principios natu-
re^es y de los que ellos se originan: Para sus obras hace in-
tervenir el principio amoroso de los metales. Admite cuatro
principios practicables, dos naturales azufre y azogue; dos no
naturales de vitriolo y sal común; con cuyo motivo razona
obscura y metafísicamentej sobre mezclas, naturaleza de estos
principios y operaciones consecutivas, que á nada conducen.—
Principios demostrativos y de los que de ellos se derivan &c.
Reconoce con este motivo, cuatro colores principales en las va-
rias operaciones del artificio y son: nigredo, alhedo, citrina-
ti9i y rubedo, de los que emanan todos los colores mixtos por
accidentes, que pueden escojerse eatoda la naturaleza, y se
codsicleran como raizes del magisterio. El negro termina en
blanco, este en citrino y este en rúbeo, ó sea el último prin-
cipio demostrativo.—Principios del tercer género practicable;
Los reduce á cuatro partes principales ó virtudes: disolver,
Im&t, reducir y fijar, de donde saleo otros principios &c.-Cor-
rupción y generación; comprende varias nociones metafísicas
sobre alimentos, bebidas, elixir y operaciones físico-químicas
sobrado confusas.—Como discurriendo el artífice por princi-
pios debe encaminarse á 1^ práctica.—De los materiales; El
aaufre y el azogue son los últimos metales de la escala, los
demás son intermedios, aunque su base es el mismo azogue
y azufre ea di^inta conbinacion; admite ciertos productos, co-
mo el alumbre!, qiie tienen naturaleza, intermedia entre pie-
dra ymetali—Naturaleza de los fuegos y de como el artífic^
debe comportaráe y debilitarla piedTa&tí.—División del ma-
33
— 408 —
gisten'o.—Nírracíon por conclusión de principios.—ConTer-
sion de los elementos.—Reiteración.—^Rarefacción.—Conden-
sacioü.—Evacuación.—Destilación del aire y animación &c.
Inhumacion.-Vivificacion.—-Separación.-Destilación del agua.
—'Putrefacción de los elementos.—Separación del aire y mor-
tificación &c. y otros análogos hasta concluir la operación del
magisterio.
El autor de este libro, decia hablando del perfecto magis-
téiio ó piedra filosofal, que según Geber, consistía en íá con-
sideración de las cosas tanto materiales como operantes, y eou
las cuales el azufre llega á la medicina (elixir), esto es, verda-
dera medicina y sustancia de la piedra que trae su origen del
azogue.—Que sin plata y oro, no hay arte, y que en este, el Sol
(oro) es el padre, y la Luna (plata) la madre, por que de estos
dos cuerpos, por media de su azufre ó arsénico preparado se
puede hacer la medicina.—Que los metales se> diferencian del
azogue en la composición:, lo mismo que el azogue, por su pu-
reza ó impureza del azufre.—^La primera homogeneidad en
los metales, es el esperma femenino metálico, ó sea el azogue;
pero la próxima naturaleza, es el mismo, congelado en aad-
fre por fijación: por que la solución del cuerpo en el espirita,
es con la congelación del espíritu en el azufre^ y la congela-
ción del espíritu en azufre, e» con disolución del cuerpo en el
espíritu, por que este es agua congelada. Y por esto los caer*
. pos áisüeltós son reducidos h naturaleza de espíritu, y no d i -
fieren sino por que son inas fijos por razón de los cuerpos, pw
que el espíritu •volátil, por razón del espíritu es mas volátil
que en cuerpos fijos.—El magisterio se divide en cuatro par-
tes, según los cuatro principios practícales: 1." Esencia d mo-
do de adelgazar lo grueso por liquefacción de elementos, di-
solución y separación de la piedra en cuatro elementos. 2.° El
modo de aliviar lo ponderoso ptw destilaciones, inhumaciones,
congelácionei?, soluciones, airimaciones ó preparaciones de ele-
mentos. 3.° Modo de vivificar el espíritu, el nutrimento déla
piedra por imbibiciones, decocciones, a&aciones, inhumaciones
y sublimaciones de la piedra. 4.° Modo de dalcificar el amar-
— 409 - -
go, de madurar el crudo, por redtrcciones, iaipregnaciones,
inhumaciones, formulaciones, animaciones, fijacionesé incera-
ciones.
Reconocía en el azufre la propieda d de licuarse COQ el cft-
lor y congelarse con el frió, esto es, el azufre hijo, y el agua
culebra y dragón que devora su cola; león rugiente y espada
«•guda que todo lo corta, mortificando, confringendo y á ve-
oes vivificando.—Llama acierta agua obtenida por destilación,
agua de vida, leche virginal, sangre recrudecida, menstruo
dealbado, nutrimento del infante, alimento del corazori, agua
de los mares, veneno de los vivos, alimento de los muertos,
aicogue de los filósofos, depurado por sublimación de la fecu-
lencia terrea.—En la operación mineral, lo que el Sol hace en
la tierra en 1000 años, el arte por varias digestioiies lo veri-
fica en poco tiempo, según dijo sa primer y principal inven-
tor, el célebre Hermes,—A un preparíado como de costumbre,
llama león verde fuerte en el combate, dragón que devora su
cola, esto es congelante ó mortificando su cola, ó sea su azo-
gue; que según otros, se denomina lugar desierto, por que es-
tá despoblado su espiritu.—Veneno que mata; árbol, por que
lleva fruto. Hile oculto &c.
Según él, no debe llamarse administrador de la naturale-r
ztí al alquimista, por que él no trasmuda el metal y sí aque-
lla lo hace; él, solo por artificio prepárala materia, y así es-
ta naturaleza que es sagaz y sabia acaba el artificio.—En
una de las operaciones admite cierto tiempo para que 1», ma-
teria se impregne, para ó de á luz, nutra y opere &c. Cuando
esté preñada la tierra, espérese el parto, cuando haya parido,
nútrase hasta que pueda tolerar el fuego.—Según él, todos los
géneros de metales son de una esencia material, que es puro
azogue hermafrodita, y que posee en si naturaleza uniforme.
—En una calcinación dice: lo que queda en el fondo del alu-
del, es iseniza inferior, vituperable, condenada, hez, escoria
y negrura obscura, que para nada se necesita en el magiste-
rio. Debe cojerse cautaa^eíite lo que se encuentra en njedio
de lo sublimado, para que no seeacape eo humo, porifaees-
— 410 —
to es lo aprobado, buscado, bueno, mejor, tierra blanca folia-
da, coagulante, como coágulo de lo aquí coagulado, ceniza de
las cenizas, piedra y mercurio, arsénico y azufre blanco, sal
próxima á la naturaleza, infante generado y nacido, alumbre
nuestro, género, primera y próxima materia de los metales y
primar sujeto, en el cual sus elementos propios, esto es, de su
znisma propia naturaleza naturados, húmedo y temperado, que
debe reducirse y fijarse en y con su fuego, por medio de su
nutrimeoto, hasta qu« fluya con su fermento, como cera sin
bÚQiedo, y todo parezca fuego &c.
Testamento.—Este tratado, ma* extenso que el ante-rior,
66 divide en parte Teáriea y parte Prédica; la primeva con-
tiene noventa y seis capítulos, y la segunda treinta y dos.
Ambae van acompañadas de figuras simbólico-cabalisticas para
mejor inteligencia del contenido. Las principales materias de
la primera parte son;•—Definición del arte y llanto de la na-
turaleza, división de la Teórica y Práctica.—Temperamente é
intemperamento de los cuerpos, medicina é instrumentos na-
turales é innaturales &c.—Principios de la naturaleza univer-
sal, con objeto de reducir su formación á la del magisterio.—
Forma y principios de la naturaleza mineral &c.—Principios
del magisterio y de que se hace.—De que se extrae.—Sobre
Ja piedra y su preparación.—De sus cuatro elementos.—Cam-
bios.—Resolución.—Multiplicación y digestión.—-Su división,
•—Colores.—'Como se trasmudan los metales.—Muerte de la
piedra.—•Corrupción y putrefacción de las cosas,—-La ciencia
es solo páralos filósofos, y su secreto es el merüurio.—*To-
das las cosas dependen del azogue y azufre &c.—-Impregnación
déla quintaesencia.—Buscar el menstruo.—Modo de obr«i: del
azufre.—Naturaleza del azogue, y de las aguas fuertes ó aci-
das.—De los espíritus buenos y malos y comose conocen.—Fer-
mento.—Preparación de la piedra.—»Efacto del fuego en el ar-
te.—Como ha de entenderse el magisterio respecto del mundo.
—Que la tierra está llena de inteligencia.—(Siguen vario»
capítulos hasta la confección del magisterio, que no se hace
por milagro, y sí por ciencia y naturaleza &c.)
_ 411 —
La segunda parte, eu resumen, se dirige á explicar las
cuatro operacioues principales del magisterio que son: disol-
ver, lavar, congelar y fijar la materia, mediante) disolucio-
nes, calcinaciones, mixtiones, &c. apelando igualmente á r a -
zones teóricas siempre que es necesario.
Aun cuando en este libro abunden las antiguas hipótesis
filosófico-metafísicas, con todo, no se apercibe la menor seme-
janza con las doctrinas lulianas de las que disiente completa-
mente. En cambio ofrece la mayor analogía con las teorías de
los alquimistas, expresadas con el mismo lenguage obscuro
y simbólico. Las citas que hace de varios escritores, incluso
el célebre Arnaldo de Villanueva, inducen á sospechar que la
época de su redacción es muy posterior á Lulio.
Al principiar el libro, invoca la divinidad para que le pres-
te su auxilio, diciendo: que lo compone para vindicar la cien-
cia de la crítica y difamación de sus enemigos, sobre lo cual
insiste en otras ocasiones.
Bajo el nombre de Temperamento, una de las tres partes
principales de la Teórica, comprende las cosas naturales, ó lo
que bajo su complexión, es de partes sutiles y juntas, y adu-
nas; diciendo que se ha disertado mucho para comprender la
agregación de las partes, cuando aquella continuidad recibe
su composición ósea disposición natural de los cuerpos, por
la cual las acciones naturales son perfectas en la perfección
de la medicina (elixir,) er. la que se perfeccionan sin otro me-
dio, entrando por todo; y por eso debe ser disposición de la
naturaleza de la calidad de todos los cuerpos y no de acción.—
El Intemperametilo ó no Temperamento, ó segunda parte; es
una innatural disposición corruptible, que se hace por diso-
lución elementar, por la cual inmediatamente se corrompen
las acciones de las cosas individuales y de la naturaleza, por
elongación ó flogedad de su temperamento, lo que venia por
continuidad y coligancia de sus partes compuestas en compo?-
sicion. \j& neutralidad, neutrahienCe ó mediocridad ó tercera
parte; es disposición en la que por modo del medio, se habi-
litan las acciones del sujeto, paca conservar la.especie e» cuíiu-
— 412 —
to al sentido del principio de la experiencia.
Hablando de la composiciou del mando dice: Dios creó de
la nada libremente esta naturaleza, primero en cierta pura sus-
tancia llamada Quinta esencia, en la que se comprende toda
la naturaleza; de la mejor y mas pura parte de esta sustancia,
divida en tres partes, creó el Altísimo los ángeles; de otra el
cielo y astros, y de la otra menos pura, hizo el mundo infe-
rior.—De la parte mas pura, crió Dios la quinta esencia de
los elementos, partícipe de las cosas celestes, y de ella hizo
cuatro partes; el fuego, aire, agua y tierra.—En resumen, los
cuatro elementos tienen la quinta esencia en su ser; se van per-
diendo con el tiempo, hasta acabar con el fin del mundo, en-
tonces el fuego puro irá al cielo y el corrupto al infierno.—La
tierra, como puro elemento, del cual descienden los demás cuer-
pos elementados, salidos de él y de su elemento primordial.—
El primero y principal medio, extremo ó extremidad, son los
cuatro elementos, que son las extremidades elementadas.—21
segundo, los vapores compuestos de otros elementos inmedia-
tt de la primera composición de la naturaleza, y sin medio de
los dichos, eo cuyos vapores se resuelven los cuerpos elemen-
tados para nueva generación.—El tercero, agua clara compues-
ta de dichos vapores por consideración de su naturaleza, que
viene en dichos vapores de los cuatro elementos, y es la mas
cercana al azogue, que se encuentra sobre tierra cúrrente y
fluente. Y este es propie generado en todo cuerpo elementado
sucedente á la materia del aire. Y por eso su humedad es muy
ponderosa, homogénea por aeridad, discurrente por movimien-
to del viento, por venas perforadas subterráneas, y cae en mi-
nerales sulfurosos causados por vapores cálidos y secos.—^El
cuarto, cierta sustancia procedente de sus mineros, y bajo ella
mas propincua á la naturaleza de los metales, que se llama
calcante y azotA vitreo, que es tierra y minero de metales, y
por otro nombre se llama urisitis luciente y albo; en oculto
rúbeo, negro y verde en público, tiene color de lagartija ve-
nenosa, generado inmediatamente del mismo azogue de la
naturaleza ó materia antedicha, impregnado jpor este vapor
— 413 —
cálido, seco y Sulfuroso en su resolución, congelado en lagar-
tija, en la que hay forma y especie de espíritu fetente en mix-
tión, en el cnal está multiplicado el calor que es Tida de los
metales.—El quinto extremo, extremidad ó medio, son los va-
pores generados inmediatamente por resolución y rarefacción
de dicho vitriolo vitrificahle, y es la primera y mas próxima
materia degeneración de todos los metales, impregnada y pren-
dida por el calor natural vivificativo en forma y especie de
ag-ua viva, de la que deben tener conocimiento todos los a r -
tistas, pero no es tal cual se encuentra sobre la tierra.—El
sex(o con azufre, hecho por sucesión generada inmediatamen-
te por naturaleza de sustancia viva de dicha agua, por c a -
yos vapores todo azogue es coagulado, y es el retinaculo rec-
to de dichos vapores en aquel metal del cual es el vapor.—
El séptimo, metales generados de dichos vapores sulfurosos y
azogue, por decocción sucesiva y son verdaderos extremos ó
extremidades.
Admitía tres géneros de cosas naturales:—Jnimalqne se
multiplica en su especie y se divide en tres diferencias, á sa-
ber: esperma activo ó natural, esperma pasivo ó innatural y
en sangre menstrual que es contra natura.—Vegetal que exis-
te en las siembras, semilla&y raizes, que son naturales, conte-
niendo no naturales, y por complexión de estas es hermafro-
dita ó macho y hembra, conjuntos por humedad del menstruo
pluvial de la tierra, por el aire conteniendo agua que son
contra natura.—Mineral con tres diferencias de las cuales son
todos los metales, y salen de una materia, y asi son de com-
plexión bermafrodita.—La primera diferencia natural es co-
mo el oro y plata, por que el azogue vivo contiene en sí su
propio azufre, el que por si es congelado, por medio en oro y
por otra medieidad en plata, después de su conversión en azu-
fre, de blanco en rúbeo; y por esto son dos espermas natura-
les, ó. saber, oro y plata.—El esperma innatural es como el
plomo, y de los metales inmundos é innaturales, como plomo,
estaño, cobre, hierro, azufre, azogue y las cosas que son con-
tra natura, como atramento, salea, alumbre, tutia, marcasita
— 414 —
y arsénico, y todo lo que se albifica con otros faeneros de ve-
getales y animales, de loa cuales se puede hacer húmedo mens-
trual, según mas y menos, tendiendo á la perfección 6 imper-
fección.
Hablando del magisterio, dice, que sus principios radica-
les son agua viva y espíritu fetens de que se saca la piedra;
refiriéndose á esta añade: Y aquello que está mayor cocido con
mayor continente de naturaleza, de alto desciende en el aire
en forma de cuervo negro, con cabeza roja, pies blancos y
ojos de záfiro. Y este todo no es mas que el aire y el húme-
do radical.—La piedra se forma por virtud celeste, crece por
virtud multiplicativa, pulula y se cria por virtud vegetativa,
muda por virtud mutativa; corrompe por virtud corruptiva, y
se genera por virtud generativa de corrupción en geaeraclon.
—Al tratar dala digestión de la piedra {cap. XVII.) dice: Se-
guimos las operaciones naturales, imitando la digestión de la
que la 1." Q'&y^Pepantica, que se significa por H. y escomo
la estomacal.—2.'' la Yecoralis que es el baño y se significa
por I. y se divide en dos, una en Eptesi y en ella se trabe 1&
disolución en Periminel y se significa por K, que son las ce^
nizas; y otra llamada Optesis, que está entre Scaoptesis y Sea-
tesis, y por este calor se deseca mejor el espíritu resolviendo,
y la resolución se llama AdulplAwc, y se expresa por L. que
es cenizas y arena.—3.^ y última, que es la consumación de
nuestra]tierra ó su eterna disolución; es digestión hecha cuanr
do el azogue se convierte en esencia pura de azufre, y se'lla-
ma Scaoptesis, por que está entre OjBíeiis y Scatesis, y, se
significa por M. que es la U^ma, y con ella de N. que es el
hornillo secreto, se hace nuestra decocción de dicha medicina
que se llama ¿"ítfaímw.
Celebrando una de sus preparaciones escribe: oye lo que te
digo, que ni panal, ni azúcar, ni bálsamo aromático, te,dará
tanto placer como nuestro decocto; si naa vez tan solo, gusr
tares un poco de su sabor, tejuro que tendrás mas ganas de
comerlo que antes.
Sobre el raagisterio consigna como todos los alquimistas,
— 415 —
pensamientos que aun llaman la atención por su extrañeza
y obscuridad, así es que liablando de él dice en el cap. XI
tratando de su división y resolución en piedra filosofal: 1.° que
es corporal y en lengua oritana, se llama Recfage: 2.° que es
espiritual, y se llama Aga%oph: 3.° que es espiritual y corpo-
ral y se llama Ubidrugal, y en ella descansa nuestro dragón.
—Recfage es solución húmeda en el cuerpo, y seca en el espí-
ritu. Agazoph se divide en dos partes, Periminel y Adulfur.
Ubidrugal- es consunción final de nuestra disolución trina. •
Misterioso, como alquimista, dice lo siguiente (cap. VI.)
Ten esto secreto, que todo es arte y ciencia, y no lo digas,
por que es acusar la majestad y secretos de la naturaleza, y si
lo dices serás condenado.... Por que si revelases estas pala-
bras.... en el dia del Juicio te condenarás como reo de lesa ma-
jestad divina.... Mas adelante insiste sobre lo'mismo, expo-
niendo que es ciencia y arte &c. pero solo para los filósofos;
que sus libros hablan con palabras calladas &c. que este se-
creto solo debe manifestarse á losfil(5sofosy á los hijos de la
Filosofía, que son inquisidores é indagadores de la verdad y
sus amadores; pero no á los sofistas llenos de mentiras, ni á
los avaros ni á los amadores mundanos, como usureros, reno-
vadores de moneda, cambistas, atesoradores, condenados y en-
cantados por el diablo.—Luego añade, que lea y glorifique sus
lecciones para enteuderle, diciendo: cuando nos hayas enten-
dido, cúbrete con la túnica de la Filosofía, coje la cobertera
con ambas manos, y deja asi la doctrina á otros, como nues-
tros padres &c. Si obrases de otro modo serás maldecido....
y no quieras revelarlo de viva voz, por que nadie debe poseer
el arte sin trabajar; y sin consideración de ninguna clase no
ha de manifestarse actualiter, sino por la cobertera de la Filo-
sofía.—y tu que deseas ser nuestro hijo y nutrirte en Filo-
sofía, debes indagar por revelación de tu noble intelecto, que
te decimos verdad de nuestro raagirtterio: esto es, que el hu-
-mo de nuestro oro fermentado, después de la fijación de su re-
ducción en su tierra, aparece visible en el fuego de la Filoso-
fía. Loque concuerda cuando añade en otra parte, que peí" la
— 416 —
revelación aprendió gran parte de la ciencia y que por eso lo
participa á los buenos fieles.
Sobre la obscuridad simbólica del arte dice"á su discípulo,
sabrás hijo mió: que muchos leen nuestros libros y no pueden
comprenderlos, por que en ellos están escondidos y encubiertos
los principales términos de nuestro verdadero intelecto. Así
se lee en el cap. VI: de estas tres cosas extraherás un dragón
que es húmedo radical y principio de firme alteración—En
el-IX. En este licor se rectifica el magno dragón, y se arro-
ja al gran desierto de Arabia, por que inmediatamente se aho-
garia en el mar muerto; por que ya puedes saber, que gran
frialdad estingue calor, viértelo y mándalo al reino de Etio-
pia, de donde es &c. En el X. salió del dragón y de vientre
fétido &c. guárdalo de los gigantes y tiranos del mundo &c.
—Esta sustancia se llama león verde y serpiente leporariá, y
azogue, y parto del basilisco filosófico, pero este vapor se lla-
ma humor menstrual derivado del mercurio.
Como prueba de la gerigonza alquímica, continuaré lo que
dice en cierta ocasión. La primera distinción que es A. B. C.
en primera operación, A. significa Dios nuestro Señor que todo
lo creó y de quien todo procede.—B. significa azogue, que es
sustancia común, estante en todo cuerpo corruptible, según
por BU propiedad aparece, por que tiene acción de corromper
y generar, de conjugar, dividir, espesar, grosificar, rarificar,
indurar, blandificar, aumentar, disminuir, disolver, congelar,
calcinar, mortificar, vivificar, crudificar, madurificar, abluir,
desecar, humectar, calentar, refrigerar, suavizar, asperificar,
dulcificar, amarificar, confortar, debilitar, de entrar, de hacer
agresión, de teñir, dar peso, incerar, de apacentar, impregnar,
engrosar, sublimar, hacer primera materia, desposar y hacer
el primer matrimonio del cuerpo, y fijar el espíritu, obscure-
cer, y ascender &c.
En la segunda parte mas reducida que la anterior, y dedi-
cada á cuatro operaciones principales que son: disolver, puri-
ficar, congelar y fijar, define la Alquimia diciendo que es: Par-
te de la Filosofía natural oculta, celestial, muy necesaria, que
— 417 —
constituye y hace una ciencia y arte, no conocida de todos, que
enseña á mudar y purificar todas las piedras preciosas no per-
fectas pero cortadas, y ponerlas en verdadero temple; resti-
tuir á todos los cuerpos humanos relajados y enfermos el ver-
dadero temple, y volverlos á perfecta sanidad, y también tras-
mutar todos los cuerpos metálicos en verdadera Luna, y des-
pués en verdadero Sol, por un cuerpo medicinal, al que se
reduceu todas las particulares medicinas que son y que fueron_
No me entretendré en analizar lo concerniente á las ma-
nipulaciones, por ser la repetición de lo que dicen todos los a l -
quimistas. Igualmente, he suprimido las numerosas'Jy compli-
cadas figuras que emplea el autor pava comprensión de sus doc-
trinas, acompañando las siguientes por ser de las mas sencillas.

FIG. 1." FIG. 2.*

Fig. 1." E. menstrual.—G. mercurio.—C. salpa.—D. Vi-


triolo.
Fig. 2." T, Tierra del compuesto rúbeo &c.—P. agua de
dicho compuesto.—Q. aire.—R. fuego de tierra rúbea ó pie-
dra.—C. S. composición del Sol ó de oro.
Fig. 3 . ' L. tierra.—M. agua.—H. aire.—O. L. compo-
sición de Luna ó plata.
De los secretos de la naturaleza 6 sea de la Quinta Esen-
cia.'—^Tal es el titulo de uno délos mas reputados libros de
Alquimia atribuidos á Lulio, y que en sentido figurado, pue-
de considerarse como la Quinta esencia de la- sabiduría del
— 418 -
autor, atendida la celebridad de que lia gozado y goza aun
entre los críticos modernos, en vista de los principios que en
su doctrina creen encontrar. Va acompañado este escrito, de
numerosas figuras y combinaciones simbólico-cabalisticas, ex-
presadas por los distintos colores asignados á los elementos,
las que difieren notablemente de las consignadas en el Testa-
mento, y llegan en varios casos á ser completamente indes"
cifrables, si bien algunas son repetición ó copia de las emplea-
das por Lulio en sus escritos genuino?. Cuando se examina
este libro con detención, y se compara á los escritos lulianos,
si al pronto ofrece una semejanza notable, con todo, luego se
advierte que en unos casos sus doctrinas son puras interpola-
ciones ó copias de ciertos escritos de aquel autor, y en otros
simples imitaciones mezcladas con los principios generales de
la Alquimia, dando lugar á que en su conjunto falte el carác-
ter peculiar de las obras de Lulio. Lo que se corrobora con las
frecuentes citas que hace su autor de varios escritores, como
Avicenas, Galeno, Geber, Hipócrates, Damasceno &o. y délos
textos de libros sagrados, costumbre de que carecía Lulio, y
mas aun, por los extensos conocimientos médico-quiriirgicos
que ostenta, ágenos á los que poseía Raimundo, pues eran en
extremo menguados según se desprende de los que consigna
en sus obras médico-filosóficas.
Los que np conocen á fondo ni la antigua Filosofía ni la
Alquimia, han supuesto equivocadamente, valiéndose al efec-
to de gran copia de razones, que por su poco peso no resisten
al esfuerzo de la crítica, como fundadas en falsas interpreta-
ciones, que el autor de este tratado buscó lo que no podia ni
menos pensaba encontrar. Y es digno de notar, que los moder-
nos, empleando torcidamente hasta cierto punto, el erróneo
principio de ex hoc ergo propter hoc, se esfuerzan frecuente-
mente en suponer en los antiguos, pensamientos y fines que
jamás pasaron por sus mientes. Para comprender este e-icrito
y señalarle su verdadero valor, preciso es retroceder á los co-
nocimientos anteriores, y repetir en parte lo que se expuso en
el libro del Caos. Es sabido que los antiguos, después de di-
— 419 —
versas teorías sobre la calidad y número de los principios ó
elementos, que en su sentir salieron del Caos ú origen primor-
dial de las cosas del Universo, para formarla composición de
los cuerpos combinándose de distinta manera, fijaron en cua-
tro el número de aquellos, denominándolos fuego, aire, agua
y tierra, según el orden sucesivo de la pureza de su esencia y
colocación en que se encontraban, á partir de las altas regio-
nes. Cuatro principios ó elementos admitidos generalmente
por la edad media, y que han venido figurando hasta el pa-
sado sig-lo.
Al admitir los filósofos estas entidades, mas de razón, que
de realidad física, pues nunca se demostraron palpablemente,
y que se suponían colocadas en la inmensidad del espacio, ad-
mitieron igualmente otro principio, hasta cierto punto g e -
nerador, situado roas allá de la rejion del fuego y mas cer-
cano de la celeste e>fera, denominado quinta esencia, y al que
consideraron mas puro y superior, y de naturaleza intermedia
entre el espíritu y la materia; el éter, en una palabra, al que
se llegó casi á divinizar concediéndole una inteligencia. Éter
que hasta cierto punto equivale á la materia cósmica moder-
na, y que ea otro tiempo, algunos y especialmente los alqui-
mistas, reputaban como elemento generador y comprensivo
de la esencia de los cuatro elementos, y denominado con razón
Quinta esencia generatriz. Esta esencia pues, es la que el au-
tor de este libro pretendía encontrar y extraer de todos los
cuerpos.
Aun cuando los antiguos reconociesen la existencia de es-
te principio, sin embargo, le daban poca importancia como
elemento constituyente de los cuerpos, siendo los alquimistas
los primeros que contaban con él para especificar la natura-
leza íntima de los cuerpos, dándole el mencionado nombre de
quinta "esencia; y suponiéndolo mas puro que los cuatro ele-
mentos generadores. El Árabe Artefius en el siglo XII, ya
escribió sobre esta Quinta esencia, y sucesivamente debió fi-
gurar en los libros de Alquimia, dando lugar á este tratado y
á otro no menos célebre del francés Juan de Rupescisa, (Fo-
— 420 —
que-Taillade) franciscano, que figuró en el siglo XIV, Lulio,
al tratar de esta materia, no supone que él sea el inventor, y
habla como de cosa corriente en la ciencia, como de un prin-
cipio admitido, y que va á buscar en todos los cuerpos, eu los
que reconoce otros principios ó elementos, comenzando por el
del vino, que parece llama su atención. Esto se comprende,
por que siendo el alcool un cuerpo tan sutil, evaporable, in-
flamable y combuátible, sin dejar residuo alguno; nada mas
natural que suponerlo una quinta esencia, que cual otro éter,
se inflama y desaparece.
Otra de las creencias generales, admitidas por los sabios,
era que las calidades y propiedades intrínsecas y extrínsecas
de los cuerpos, se debían á las combinaciones de los elemen-
tos constituyentes, fuego, aire &c. según el grado ó cantidad
en que cada uno -estaba representado. Así las virtudes de las
plantas se explicaban por el predominio de lo cálido, seco,
húmedo, frió, debido al modo de combinarse los elementos &c.
Y como el fin de la Alquimia era combinar, separar, ó ex-
traer uno ó mas de todos los elementos, que se encontraban en
los cuerpos que sujetaban á sus operaciones, era muy natu-
ral que biiscasen la extracción de la quinta esencia de las
cosas, ya que se consideraba como la mas pura y eficaz, pero
que hasta cierto punto, era una materia igual en todos, y por
consiguiente, diversa del principio químico activo, que los mo-
dernos pretenden extraher de las sustancias medicamentosas.
El fin si se quiere, era igual; pero la esencia variaba. El au-
tor bien lo expresa diciendo: que la quinta esencia está com-
puesta de los cuatro elementos, en la que estos se encuentran
actualitery agregados con todas sus propiedades &c. Era pues,
el extracto de los elementos, ó verdadera esencia de las cosas,
así minerales, como vegetales y animales, y que debia servir
para la Alquimia y para la Medicina. •
El autor de este libro dijo y con razón; Que la forma es
la calidad mas esencial de la materia y la que influye mas
en su acción.—Sin embargo, se ha disertado en vano sobre
esta proposición, conceptuando que el escritor se referia á la
— 421 —
figura ó forma esterior, como en el día se denomina á su con-
figuración visible. Todos los que han dilucidado este tema,
partian de un errado principio, por que no recordaban, ó me-
jor, ignoraban como ya se dijo en la pág. 190, que según los
antiguos filósofos, l&/ortna era un ente de razón, un principio
metafísico, interior, que residía en los cuerpos, constituyendo
por decir así su alma, su principio vital, que no puede con-
fundirse con la hechura y figura del cuerpo, en (¡ue está mode-
lada la materia. En mas de una discusión se ha podido ver en
este escrito, que los filósofos admitían en los cuerpos l a y b r -
ma, la materia y \9. flgura; y que la forma era una esencia
activa, hasta cierto punto, y superior á la materia; llegando
á decir pág. 191. Que Dios es forma y fin &c. esto es vida
y alma. Esto solo bastaba para desistir de comentar la enun,
ciada proposición, quees en extremo fundada y en conformi-
dad con la antigua Filosofía.
No llevaré mas adelante el análisis de este libro, por que
lo que de él trascribiré á continuación, ya copiándolo ó ex-
tractándolo, y procurando conservar su mismo lenguage, en
cuanto lo permita la obscuridad y mal latin en que está redac-
tado, será mas que suficiente para comprender su mérito é
importancia.
Este libro se escribió en un monasterio extramuros de Pa-
rís, (Sancii Benedicti Zemurensis) k ruego de un monge
que encontró á Raimundo en un parage solitario lleno de aflic.
cion, quien por su conversación conoció que era inteligente
en la grande ciencia. Lulio le decia; hace veinte y siete años
que no ceso de trabajar y escribir, pero con tan poco frute
que ya mi alma se cansa de trabajar sin utilidad. Con todo,
escribiré el libro que me pides, en cuya doctrina encontrarás
no solo remedio milagroso para los cuerpos humanos, sino el
medio de convertir en oro y plata los metales mas imperfec-
tos. Lo denominó: Secretos de la naturaleza ó Quinta esen-
cia, por que en él trata de las cinco esencias de las cosas com-
pletamente, según viene una de otra; y en último término, re-
sulta la trasformacion de los metales y elixir que proviene de
— 422 —
la acción del] calor. En él hace referencia hasta á veinte y tan.
tos libros] de otras materias de las reputadas por obras de Lu.
lio, así filosóficas como alquímicas.
Comienza el prefacio invocando á Dios y diciendo:—«Prin-
cipia el libro de los secretos &c. con la doctrina de su extrac-
ción y aplicación á los humanos, para procurar las terribles
obras de todo el arte médico, y terminar la via filosófica, que
es imagen de todos los libros que de ella tratan, mostrados á,
nos por Dios glorioso, para que procuremos en cuanto sea po-
sible, guardar nuestros cuerpos de la corrupción y conservar
por la naturaleza, hasta el término constituido por Dios, y tam-
bién para que los metales imperfectos se transformen en oro y
plata. Y como mi deseo es que los artistas de este arte contem-
plen á Dios con buenas obras, entiendan mejor á Dios, reco-
jan y amen á los pobres, viudas y huérfanos, socorriéndolos
sin interés alguno, haciendo obras de este modo, sin imitar al
que escondió el talento de su Señor, sin darle el fin que de-
bía, como dice S. Mateo cap. 26. Confiando ademas en aquel
que dijo á Moisés: ero in ore tuo, ut te doceam quid lo-
quaris; &c. os declararemos varones evangélicos, por inspi-
ración diviüa, este secreto de los secretos, este arcano de los
arcanos &c.»
Está dividido en tres partes ó distinciones: La 1.*—Inten-
ción y conocimiento de la quinta esencia, y su extracción de
todas las cosas elementadas. 2."—Modo de practicarla y apli-
carla á los cuerpos humanos. 3."—Modo de obrar con ella en
los cuerpos de los metales, ó sea en su trasformacion ó tras-
mutación en oro y plata.
En la primera distinción se recitan primero la posibilidad
de la quinta esencia, y segundo lo que se dijo antea; y co-
mo la Sagrada Escritura es uno de los miembros teológicos, por
eso la pone en las dos primeras distinciones; y en la tercera se
expresan las palabras filosóficas.
1." DISTINCIÓN.—Posibilidad de la Quinta esenciainge-
nere.-—PAKTE PRIMERA, DE sü CONOCIMIENTO.—Para Bsto SB n e -
cesita conocer los primeros principios filosóficos, según los
— 423 —
cuales síí da la r£^on de la radicalidad inmediata, y para
obrar el artista se proporciona los instrumentos necesarios:—
Los principios indispensables para el artista son tres. 1,"—La
materia que debe conocer, que es piedra y medicina por la
cual recibe ser sustancial, por que si la materia es según exi-
ge la naturaleza, será forma aceptable, lo que por defecto de
impresión, nada se puede prolongar, cuando allí se opera la
virtud, que es el medio principal entre dicha materia y otras
ciencias según luego se verá. 2.°—Este es muy, sencillo res-
pecto al primero, toda vez que es medio del mismo primero por
el cual debe perfeccionarse. El 3.°—Es la esencia quinta de
cuya virtud dependen otras siete, operativa informaúive, en
las quintas esencias, y en las inferiores materiales que están
medíate. El mismo principio ó materia de él, es el azogue con
todos sus metales alterables en su aligación, según se revele-
rá en la tercera distinción.
El segundo principio de aquella materia, está en las lin-
fas) sutiles en las que se resuelven las limosidades ó los prin-
cipios de mediocre sustancia y materia sutil, en la que des-
cansan las verdaderas virtudes minerales. Por que la materia
es demasiado esencial eu la existencia de las virtudes de las
estrellas fijas y no fijas &c. y estas por la diaria influencia se
infunden en la materia apropiada con el aíte, según los prin-
cipios, que inmediatamente descansa en la virtud mineral,
asi en las plantas como en los animales y metales.
Causa ú obra, pues, el segundo principio, y es convenien-
te aceptable del tercero, y de todas sus virtudes descenden-
tes del cielo, que son de toda cosa generada con perfección y
forma, así como líquidamente parece por los principios ineren-
tes, que se genera materialiter del primero, de donde sale la
virtud mineral que es la esencia quinta elemental, que es ma-
teria simple, y esto verdaderamente se perfecciona al recibir
forma por la quinta esencia celeste aunque en ella inñuya y
se imprima.
Esta virtud pues, grávida por la virtud, aguda artificial-
meate por la materia refluyente perfecciona!, con sus virtu^
38
— 424 —
des del primer principio; pone á. la materia en su ser perfec-
to por la virtud media mineral, que es cosa común á las pie-
dras, metales y vegetales &c.
La virtud mineral es común á piedras, metale? y plantas.
Son única diferencia. Toda la diferencia que una recibe de otra,
ella misma es movida por la información, que se le adminis-
tra de diverso modo, por que dicha virtud necesita una in-
íormacion en la creación de los metales, ó en su generación,
y en su trasformacion en elixir, cual trasformacion se reci-
be por la dirección del color extrínseco, que mueve la virtud
informativa mineral, buscando el movimiento, según la co-
nocida intención natural del operario &c.
No obstante la verdadera intención de formación, que ne-
cesita dicha virtud mineral para la intención de trasmutar la
materia de los metales en piedras preciosas, se hace con ma-
yor y Lanto calor extrínseco, y con un movimiento mas tardío
que se forma pronto por otro grado de calor, como por el co-
mún compuesto conjuncte &e. Ademas, las formaciones restad-
tes que necesita dicha virtud para la composición de la me-
dicina, se hacen con mayor calor y movimiento repentino.
No se debe ignorar la virtud que se causa; la que se cau-
sa por la conjunción de los tres predichos principios, y su
derivación, y verdaderamente su conocimiento principal se
tiene por efecto principal, que viene de la cantidad, y cali-'
dad distintamente del cielo, y de las estrellas, y de las cosas
movibles, corruptibles y generales por ellas informadas. No
por esto se dice que sea trabajo del artista obrar con figuras
ó imágenes del cielo, para conocimiento de sus movimientos,
como algunos pretenden. Bastará tener conocimiento por la
influencia del calor celeste conformado por la figura del cie-
lo y de las estrellas, por cuya razón se infunden virtudes en
la materia apta y apropiada, y ella recibe por la natural in-
dustria del artista, con la resolución que hace igualmente
por arte de la naturaleza. Por que verdaderamente muda la
materia dura en el principio de la naturaleza, lo mismo que
al fin, para que sea apta para la generación y recibir virtudes
— 425 —
en aguas infusas de minerales fuertes &c. (Sijjuen otras teo-
rías aun mas obscuras.)
La naturaleza no puede operar sino en míniíTia sucesión, ni
recibir virtudes sino por sucesión de su operación &c.—Es pre.
ciso conocer «1 movimiento en cantidad y calidad, que final-
mente por el arte recojemos para recibir y probar las •virtu-
des celestes ya dichas, y son comunes á, todas las cosas infe-
riores: y estas también las incluimos en las aguas grávidas
por las virtuales minerales, con este fin, que en poco tiem-
po, podemos exibir muchas virtudes ó introdu«iren él algún
elixir ó medicina humana y piedra preciosa que viene & tér-
mino: y como esta virtud común que antes fué, y que viene
del cielo por curso de la naturaleza á materia prima, perdió
de su propia virtud en la multiplicación laminar terrestre-^
vaporable, sublimada con ingenio artificial, con fuego y dJ*-
minuoion de la misma, por virtud, después del instinte na*^
tural atractivo virtualmeate, recibe las restantes potenciag
terribles, que se llenan por causa invacua; y entran por i n -
flujo penetrativo, sutil en algunas potencias, en potencia es-
piritual utilizada en sencillez por ingenio de la naturaleza y
arte restaurativa.
La atracción de las virtudes simples es igual á las virtu,
des materiales, porque por ellas se operan en lugares mate-
riales y en ningún tiempo pueden atraerse, sino en materies
concordantes y semejantes en naturaleza material. Peroenti&n-
to cuanto se opera, y simplemente en el descenso con la impre-
sión y l a influencia de virtud en dichas materias &. ya por^
que no sean tan divididas, y esto por grande y poderosa s a -
tileza de los entes reales del cielo -y planetas; por la cu^l ver.
daderamente reciben virtud general y comunidad en la na-
turaleza inferior, siempre influyente y en materia determi-
nada.
Entonces reciben es verdad> cierta determinación por cau-
sa de la consideración que recibe por los materiales quQ ellas
retien^Uv, así como el espíritu del alma, siguiendo la virtud
de su género, segnu el mérito de la materia en que son in-
— 426 —
fluidos. Y por esto el basilisco mata, y el rajo funde las mo-
nedas sin dañar la bolsa qu« las contiene. Todo ésto no es
mas qiíe la quinta esencia congregada y recibida en uno,
nacida ya, en la materia simple de los elementos, según lo cual
la materia de un elemento domina en otro, y según lo que la
materia de ua elemento domina sobre otro, según se coadu-
na por las sobre dichas virtudes operativas con las esencias
quintas de los elementos en cierta y propia determinación de
potestad, como se ve én el rayo y basilisco, cüyá virtud es
mas elevada que el elemento simple en materia simple, en
los cuales éstan infundidas las seis dichas virtudes, y por eso
matan de repente, y lo mismo las medicinas compuestas en
sutil y proporcionada materia á dichas virtudes, en el instan-
te casi, mudan los cuerpos humanos y metales, según se prue-
ba por dicha raison. Sobre la naturaleza del basilisco, muchos
filósofos, consideraron que obraban en los metales con sutiliza-
cion de la materia, penetración, retención ó inspiración de di-
cha quinta esencia dentro déla materia del metal, para que
de ella se haga elixir verdadero ííc.
El segundo principio ofrece tres consideraciones: 1."—En
la medicina humana; 2."—En la trasmutación de los meta-
les; 3.°—En las piedras preciosas.—La primera sé ocupa de
las aguas aéreas; y las otras dos de las aéreas y terrestres.
—Las terrestres son de naturaleza que se hacen en tierra, y
las otras corresponden al aire. Las terreas tienen virtud de
fijar y coagultir, las aéreas potestad de indurar y coagular,
así en el elixir como éñ las piedras preciosas, según se propor-
ciona la materia, ya en elixir ya en dichas piedras, y las que
son para coagular, indurar y fijar, necesitan fuerte virtud ilíi-
líeVal, sin otra combustión multiplicada por las Virtudes ce-,
lestes que tienen fuerza constrictiva é iíoitan la propiedad de
la materia, y los lugares; por esto se ponen é inhuman en lu-
gar terrestre por que no compete otro lugar dé otro elemento.
La experiébcia enseña, que los rayos de los cuerpos celes-
tes, no se congregan uniformemente, así como en la tierra; y
tanta es su virtud, que influyen sobre la tierra y por su mis-
— 427 —
ma fuerza se producen cosas tan terribles que no pueden nar-
rarse, por ser receptivo, constrictivo, productivo, firmativo
y general de todos aquellos, imiformemente en figuras y for-
mas diversas sutiles, con auxilio informativo que les da el Sol
de su circulación y de su movimiento, que es el principal i n -
formativo de su toda inmediata naturaleza inferior, que se d i -
vide en tres partes principales, animal, vegetal y mineral, co-
mo se declara en otros libros.—De aquí depende que la tierra
es el lugar eB qUe influyen los rayos sus propias virtudes, y
donde se congregan, y por los cuales influyen en sus propias
virtudes operativas y vivificativas, como que son de sus esfe-
ras, centro y retinaculo principal de sus virtudes, con el cui-
dado sabido, con todas sus partes, así como aquella parte
que muerta está, vuelve á la vida por partes de conjunción
con los espíritus y virtud celeste.
y como según mas se dijo, que nuestras aguas se ponen en
la tierra, sacan sus principales virtudes de las fuerzas de la
tierra, las que recibieron del cielo con su propia virtud y ade-
mas dos arcTii proyecciones, así como el hierro es atraido por
el imán y este lo retiene, por que es propiedad de virtud ce-
leste, todo aquello que tanto cuanto baja el elemento terres-
tre, tanto crece por el espíritu de crecer como por el de con-
densar, hasta que se encuentra con el primero para retenerlo
por la inspiración, por que esto es cierto como que ningún
cuerpo terrestre existente en su solidacion, no es propie apto
para recibir virtud, ni retenerla, como refiere, hasta en el
medio esencial, que es el espíritu, como sustancia del alma,
que recibiría primero del cuerpo, tal que se disolviese.
Después saqúese su espíritu, de su vientre, por que así
lo pide la razón de 1* naturaleza, y por esto, tambit;n por no-
sotros por artificio semejante de la naturaleza,' materia pro-
pia y espíritu altísimo, en cuyas virtudes tienen el retina-
culo del «uerpo en espíritu por resolución, se sacan y traben
con nuestro espíritu, que eStá en el vidrio é inhumado en tier-
ra, con su apetito propio, con condensación, y con tal espíri-
tu congelamos el azogue del vulgo, en tan buena plata como
— 428 —
la de las minas, sin esperar el calor del fuego llamado común
&c. Experimento que es principal y clave de todos los libros
del arle etc.
Teoria de la extracción de la Quinta esencia.-—Debe prin-
cipiarse por la del vino, por que esta es la virtud, con la cual
se cumplen todas las operaciones de este libro. í'n este han
trabajado todos buscando una cosa creada apta al fin, y que
principalmente pueda preservar el cuerpo humano de corrup-
ción, putrefacción y disminución, por que naturalmente n a -
die desea morir.
Seguidamente corresponde revelar el magisterio de la tras-
mutación y el lapidario, según la verdad de la cosa, según
consiste todo en la quinta esencia. Por que como dice S. Pa-
blo, del hombre, Epístola ad Corinthios.—Nam^uid sumus
in tabernaculis nostris oiisi jiigum miseriarum etc. Pocos fi-
lósofos alcanzaron tal noticia y el motivo es por que los mé-
dicos y filósofos de nuestro tiempo, solo desean gloria y d i -
nero, por lo que Dios no se lo quiere conceder, por que son pa-
ra sí contrarios por avaricia y largueza.-—También dice San
Pablo ad Hebreos cap. 4, al final: Constitutuní est hominem
semel mori, por consiguiente es locura buscar la perpetuidad
del hombre, lo que se corrobora por el Génesis, cap. 2.°, vers.
17, hablando de Adán &c. Se desprende pues, que Dios fijó un
término ú la vida que es imposible traspasar, sin caer en pro-
yectos locos. Solo queda por lo tanto el procurar la curación
de los enfermos, impedir la putrefacción del cuerpo, y resta-
blecer al decaido, hasta que llegue la muerte en el término
prefijado por Dios.
La razón natural nos demuestra qna el cuerpo humano no
puede sanarse de enfermedad, ó conservarse de corruptibilidad
por cosa mas corruptible, que por la menos corruptible, ya
que la corrupción, y también el defecto y la perfección se
contrarían, por que los semejantes añadidos á un semejante,
hacen mas semejanza. Ninguna cosa pues, que tiene inclina-
ción al no ser, puede conservarse por cosa consímil. Pero bus-
carse debe la cosa que tenga inclinación al ser, por que cuan-
— 429 —
to la cosa mayor inclinación tiene al ser, tanto menos tiene
en sí de contrariedad y corrupción. Pero ninguna tal medici-
na lia sido revelada á muchos, en la cual haya tanta perfec-
ción al ser, como el casi milagroso efecto hecho en los cuerpos
humanos por miestro menstruo vegetal, animal, mineral, ce-
leste, llamado quinta esencia. Porque guarda las carnes de
corrupción, conforta la elementativa, restablece la juventud,
vivifica el espíritu, digiere lo crudo, endurece lo raro, rari-
fica lo endurecido, engorda lo flaco, enflaquece lo gordo, en-
fria lo inflamado, inflama lo infrígido, deseca lo húmedo, hu-
medece lo seco; y de este modo, por una misma cosa hace ope-
raciones contrarias; por un solo acto de una sola cosa, se di-
versifica según la naturaleza del recipiente, como el calor del
Sol que tiene operaciones contrarias cuando seca el barro y
derrite la cera. Con todo, el acto del Sol es uno en sí, por que
en si no se contraría.
Se ha dicho que este espíritu elevado en materia sutil,
apetece la complexión llamada por los filósofos jormera ma-
teria ó ser de las cosas. Pero así como la forma universal ape-
tece toda forma, así la quinta esencia apetece toda complexión,
por lo cual evidentemente se patentiza, que la quinta esen-
cia de las cosas es de la complexión de lo que se junta: cá-
lida si se une á lo cálido y en el mismo grado, y mas fuerte
por la sutileza de la materia en la cual la forma y acto es-
tan elevados &c. como se dijo del rayo y del basiiisoo.
Dicen de ella que su naturaleza no es cálida, ni fria, ni se-
ca, ni húmeda, por que con todo concuerda, lo que no es cier-
to según la siguiente razón: Todo lo que existe, ó es inte-
lectual ó sensual, es así que la quinta esencia es naturaleza,
erao &c.—No es intelectual, por que esto no existe en los
vegetales y minerales, er^o es sensual. Sensual es todo com-
puesto de los cuatro elementos, conviene que en cualquier
elementado, los elementos estén en acto; otros elementados
solo están compuestos de los accidentes de los elementos, y así
los individuos solo son accidentes y no sustancias, ó son com-
puestos de otra sustancia que no es de los elementos, lo que
— 430 -
es i'.nposible.—Sin embargo, pudiera ocurrir que el acto de
algún accidente fuese inseparable sin sujeto propio en algún
individuo, como si por ejemplo la calididad del fuego, que
es imposible exista en los individuos, sin su propio sujeto, lo
que no puede ser. Luego pues, la quinta esencia está com-
puesta de los cuatro elementos, y en ella están actualiter to-
dos los elementos con todos sus actos, pero en ella todos es-
tan agregados en tan sutil materia, y en tan sutil forma y
en tan propincua sutileza j respectivo modo, como en el ojo del
basilisco, según se prueba por experiencia en la curación d^
los males, en la trasmutación de los metales y confección de
piedras preciosas.—Esto no debe entenderse de un solo espe"
cífico, sino en general de todas las quintas esencias, según su
modo y operación.—Esta naturaleza se llama cielo, por los fi-
lósofos, por que como el cielo influye en nosotros, unas ve-
ces calor, otras humedad &c. así la quinta esencia hace en
los cuerpos humanos, según desea el artista. Otros llamaron
menstruo á esta naturaleza contraída en una, por que retie-
ne las propiedades del menstruo.
Sabemos que esta naturaleza se oculta á los modernos, por
que en verdad apenas la han examinado y tratado.—A este
cielo aplicamos sus estrellas, que son las plantas, piedras y
metales, como comunes para nuestra vida y salud. De ella
habló el Padre de la Medicina, Hipócrates, en sus Pronósticos
diciendo: Est etiam quoddam ccehste, quod ipsutn medicwm,
presidere oportet &c. Que es como si dijese, que el peligro fu-
turo puede evitarse en los cuerpo?, por que la incorruptibili-
dad de la cual nace la enfermedad, expele los humores desi-
guales, después de prosperar el mal. Dios libra al enfermo
con el competente adminículo &c.—^Es admirable la sabidu-
ría del maestro conocedor de esta naturaleza, por que con ella
hace tales obras en Medicina, que parecen milagros.—Lo di-
jo Galeno aunque lo ocultó en la glosa de los Pronósticos (ae-
ris disposiiionem nos continentes) y Juan Damasceno lo ha
revelado á los modernos, en el libro de Simplicibus medici-
n(B, cuando dice: NtiUa est causa querenda nisi in Ccelo. Mas
— 431 —
no dijo que tielo. Pero yo lo revelaré para que entiendan A
Dios y recuerden su fin, todo ad honorem el laudem JDei ap-
plicando.

2 . ' PARTE DE LA PRIMERA DISTINCIÓN QUE ENSEÑA Á SACAR


LA QUINTA ESENCIA DE LAS PLANTAS Y PRIMERAMENTE DEL VINO.

CANON \.°z=zQ,iie vegtila al entendimiento en esta opera-


ción.—No nos tengáis por mentiroso en lo dicho en las pre-
misas de la quinta esencia; por que se ha de saher, que ningún
moderno supo ni tuvo noticia de ella, al menos en nuestro
tiempo no hemos oido, que nadie la entendiese en lo que toca
á su secreto y magisterio.—Así pues, en nombre de N. S. Je-
sucristo, tómese vino blanco ó tinto del mejor, y no vinagre.,
y destílese el aguardiente por vaso de cobre, y luego rectifi-
qúese cuatro veces, para mejor rectificación, aunque bastan
tres, tapando bien para que no se escape el espíritu combu-
rente, que es en lo que han errado, que los acon.sejan siete rec-
tificaciones.—La señal evidente de su buena rectificación es
cuando el azúcar mojado én ella se quema juntamente con el
agua.—Cuando se obtenga esta preparación del agua, se ten-
drá la materia de la cual sale la quinta esencia en acto, que
es lo mas principal de que se tratará en este libro.—Recója-
se pues, y póngase en un vaso de circulación ó en el pelicano
llamado vaso de Hermas; tápense perfectamente sus agugeros
con olíbano ó mástico, ó con mezcla de cal y vino, y coloqúese
sobre estiércol de caballo bien caliente, ó sobre orujo, para que
no reciba calor por accidente, colocándolo en un ángulo de
la casa, en cantidad de treinta cargas comunes. Esto es con-
veniente para que no falte el calor, pues se corrompería la
circulación del agua y no se lograría el deseo; pero si el ca-
lor sigue circulando, se separa la quinta esencia en color de
cielo, lo que se puede ver por una línea diametral que separa
la parte superior ó quinta esencia de la inferior, esto es, de
las heces que quedan en el color turbio; su naturaleza es pue?
casi incorruptible é inmutable, por que á tanta gloria llega-
— 432 —
y también la tiene respecto á todo el cuerpo del mundo ya
que por artificio puede mudar la naturaleza.
CANON 2.°=:Que contiene la ciencia para que el artista
conozca nuestra quinta esencia.—Verificada por muchos dias
la circulación en el vaso de Kermes, destápese el agugero, y
si sale con olorsuper admirable, que no ee puede comparar á
ninguna fragancia del mundo, de tal suerte que si el vaso
está situado en el ángulo de la casa, atrae todos sus veci-
nos, y si puesto en la torre, atrae las aves á cuyas naricea
llega, haciéndolas aproximar, se tendrá hecha la quinta esen-
cia, ó sea mercurio vegetal, que ee puede aplicar al magisterio
trasmutatorio. Si no se encontrase el influjo de la atracción,
tápese nuevamente y déjese hasta conseguir el objeto deseado.
—Esta quinta esencia pues, así glorificada, no tiene el olor
y sabor del aguardiente, si- el cuerpo no está disuelto en ella.
Los filósofos la llaman clave de todo el arte filosófico, y tam-
bién tfícío,* que es como nuestra quinta esencia, que con su
ayuda viene á tanta sutileza y noble forma, que por si y con
las estrellas terrestres ante dichas, el operador hace los mi-
lagros de su obra sobre la tierra.
CANON 3.*'=0/ro nodo de obtenerla cotí menos coste para
aqttellos que sonpobres.—Creó el Altísimo, no solo en el aguar-
diente, sino en toda planta, piedra y metal, cierta quinta
esencia durable y admirable, y hasta en los animales, ser-
pientes &c. Abre tu inteligencia y entenderás la verdad, por
que lo generable y corruptible, al instante se destruye, cuan-
do la fuerza de corruj)cion y de los elementos, se exala por
contrariedad. Y esta señal puedes sacarla del vino, por que
luego se convierte en vinagre, y entonces no puede destilar-
se en aguardiente ni en quinta esencia, por consiguiente, por
que se saca de aquel con espíritu combustible: quinta esencia
que mientras está en el vino, este conserva su virtud, de otro
modo se convierte en vinagre &c. (siguen reglas para desti-
lar aguardiente de los vinos inferiores, con tal que no sean
ácidos, pero con cuidado, por que la quinta esencia, que casi
es incorruptible, se corrompe por la mala complexión del vi-
— 433 —
no y luego este aguardiente se destila nuevamente) &c.
CANON 4.°=Bnseña a sacar la quinta esencia de las plan-
tas, raizes, frutas, carnes, sanare y huevos.—Tómese lo que
se quiera operar, tritúrese Lien en un mortero, póngase en
putrefacción en un vaso por un mes filosófico (cuarenta dias,)
después extr'áigase y destílese el agua por el alambique tres
ó cuatro veces, como el aguardiente, y póngase en vaso de
circulación, hasta conseguir el signo citado del olor. Así se
sacan de cualquier cosa los cuatro elementos, y el aire y el
fuego pónganse en dichos vasos, hasta obtener el predicto
signo del olor. Grande es esta obra en el magisterio de la
medicina.—Estas quintas esencias son mil veces mas activas
que las substancias de donde se extrajeron y se reputan por
milagro en todo el orbe.
CANON 5.°=:Extracción de los cuatro elementos de todas
las plantas animales, metales &c.—Por regla general, todo
lo que pueda molerse en las plantas muelaze, y después pón-
gase en vaso vitreo y sobre estiércol para putrefacer, por mes
y medio, pasado el cual, cúbrase el vaso y destílese el agua
por baño maria, hasta que cese la destilación, entonces r e -
tírese la cucúrbita del baño, y reitérese el agua destilada so-
bre las heces, gírese bien y ciérrese, y déjese pudrir por diez
dias, luego saqúese y póngase encima la cabeza del alambi-
que, y destílese por fuego cinéreo, hasta que termine la des-
tilación.—Entonces se habráa extraido dos elementos adpar-
tem, aire y agua, lo-j cuales se dividen del modo siguiente:
Tómese el agua obtenida por segunda destilación y póngase
en la cucúrbita, y vuélvase á poner la cabeza del alambique
y destílese en el baño maria, y lo que se destilare no es mas
que agua, por que es lo único que sale por este grado de ca-
lor.—El fuego del baño se llama de primer grado; el de la
ceniza, segundo, y el de fuego ardiente, tercero; es muy útil
saber esta gradación, especialmente en los metales, por la
confusión del calor. Entonces el aire queda ea el fondo del
vaso, por que no quiere salir sino con el calor del segundo
grado. Vuélvase á reponer conforme, y reitérese el agua ex-
— 434 —
traída de las heces y óbrese como primero, y póngase eu pu-
trefacción sobre el estiércol, como se hizo para el aire por el
mismo espacio, y destílese en fuego de tercer grado, dándo-
le calor hasta que todo se destile, y vuélvase luego á desti-
lar sobre baño maria, y saldrá el affua, queáando el /ueffo
en él fondo del vaso, por que no sale con aquel calor y guár-
dese á propí^sito.
Esta operación es para los vegetales que tienen zumo abun-
dante. Y si se hiciese con metales, primero hágase resolver
con nuestro menstruo sobre fiemo, por una semana, aguán-
dolo con algún vegetal de que luego se hablará. Cuando es-
ten disueltos los metales, destílense á fuego de primer grado,
y saldrá el menstruo, y en el fondo quedará la cal del me-
tal. Luego repítase lo mismo con las heces del metal con nue-
vo menstruo, hasta el peso del metal y hágase pudrir por mes
y medio y después destílese, según se dijo de los vegetales,
I)ero á cada vez, añádase nuevo menstruo sobre las heces.
CANON 6."=2Calcinación de Jos metales.—Muchos filóso-
fos disolvían los cuerpos de los metales en aguafuerte común,
hecha de vitriolo y salitre, y por la evaporación obtenían aque-
lla agua, y la cal de los metales quedaba en el fondo del va-
so, y luego la lavaban con agua dulce, y por esa operación
sacaban aquella agua, disolviendo después la cal con menstruo
para sus operaciones, lo que no daba el mejor resultado; por
que la disolución hecha con agua fuerte, no es tal como pi-
de la naturaleza; y por que los que así obraban, desconocían
los vegetales que aguzaban nuestro menstruo, é ignoraban el
aj^ua de mercurio del vulgo, según se explica en el Testa-
mento, Codicilo &c. Voy á revelar las calcinaciones en las que
ningún metal pierde de su especie y resuelve su menstruo en
poco tiempo. Para este s-icreto, tómese oro y plata reducido
á delgadas láminas, y tómese una partícula con tanto de azo-
gue y póngase á fuego lento, y cuando humee, coloqúense las
láminas y menéense con madera y luego pónganse en una ca-
zuela sobre agua fria, y si la pasta fuese tal, que se rompie-
se como ol metal de campanas, vuélvase la masa al alambi-
— 435 —
que, y déjese de evaporar mas el azogue, y cuando la ma-
sa fuese dura según se ha dicho, póngase en la ^alaiade con
la cuarta parte de su peso, de sal común y mÁjese bien la
pasta hasta que la sal sea bien negra: recójase y póngase en
cazuela sobre fuego, y déjese hasta que se evapore todo él azo"
gue. Hecho esto, póngase la sal en otra cazuela con agua muy
hirviente y menéese con madera, hasta que se junte y con-
vierta en agua negra, déjese reposar y luego saqúese y viér-
tase poco á poco y la cal quedará en el fondo. Vuélvase á
cubrir de agua muy hirviente y viértase segunda vez, y r e -
pítase hasta que la cal quede muy limpia, y luego póngase á
secar al Sol y se tendrá reducida en perfectísimo y sutilísimo
polvo para uso conveniente.—Hay diversas calcinaciones se-
gún los metales; Venus se calcina como el cobre quemado;
Saturno y Júpiter con sal común preparada, agitando en al-
iáis con madera, y poniendo poca sal, y luego lavando con
agua hirviendo, para después secar &c.
CANON 1 .°=:=Ciencia para extraer la quinta esencia de
toias las cosas y aplicarla al cuerpo humano, según fuere
conveniente.—Dios concedió en general tal virtud á la quin-
ta esencia para que se pudiese extraer de todo lefio, fruto, flor,
raiz, hojas, piedras, metales, carnes, semillas y especies, que
creó como artífice de la naturaleza, que el secreto de este ma-
gisterio es el siguiente: luego que estuviere separada la quin-
ta esencia de las heces del vino, con la misma, debe extraerse
la quinta esencia de todas las cosas en el espacio de tres' h o -
ras, para evitar todo fastidio y trabajo. Así pues, tómese en
el nombre de Dios, cualquier cosa de la que so quiera sepa-
rar la quinta esencia, y ponga con nuestra quinta esencia del
vino, colocada al tuerte calor del sol por espacio de tres h o -
ras, y sobre fuego débil, y se obtendrá la quinta esencia de la
cosa mezclada con la nuestra, que se convierte en la misma
naturaleza de aquella cosa. De suerte que si fuese cálida, hú-
meda, seca, laxativa, estíptica &c. tomará esta misma con-
dición. Tendrás pues la quinta esencia déla misma cosa que
mezclares, con igual olor, sabor, complexión, virtud &c. Y es-
— 436 —
to es de niuclio cuidado en Medicina, por que con una y mis-
ma cosa, se hacen diversas operaciones, á lo que no alcanzarán
los de ingenio obtuso. Y asi con las estrellas de nuestro cie-
lo, según se dijo, se hará por la naturaleza lo que parece
milagroso.
CANON Q°=.Enseña las cosas cálidas en primer grado
simpliciter, para hacer de esta naturaleza, nuestra quinta
esencia en su aplicación á los cuerpos humanos.—Ahora os
mostraremos, hijo mió, el secreto de las plantas en su com-
plexión y primeramente de las cálidas en primer grado que
son las siguientes:—Absinta, Coriaadro, Borrajas, Altea, Cas-
tañas, Camamila, Almendras dulces. Avellanas, Alcaparras,
Pichones, Trigo, Panisso, Vidrio, Azafrán, Nueces, Carne de
camello y ternero. Pollos, Gallinas, Faisanes, Moras, Azu-
faifas &o. hasta cuarenta y ocho artículos.
CANON Q.°=zCálidos en segundo grado.—Estos convienen
á los enfermos cuyo grado de frialdad no se corrige con los
calientes en primer grado. Son cuarenta sustancias las mas
diversas, como Almendras amargas, Dátiles, Apio, Judias,
Uvas, Orinas, Ruibarbo, Centaurea, Ámbar, Espárragos,
Apios, Dátiles &c.
CANON 10.z=Cálidos en tercer grado.—Son útiles cuando
la enfermedad es de nimia frialdad &c. Son cincuenta y dos
sustancias bastantes disimilares, como Castor, Pez, Ruda,
Genciana, Momia, Lúpulo, Puerros, Orégano, Sabuco, &c.
CA^?üN II.=Oálicias en cuarto grado.—Son diez y seis
sustancias como Nitro, Azufre, Mostaza, Petróleo, Escamo-
nea, Euforbio &c.
CANON \2.z=:B'úmedas en primer grado.—Doce sustan-
cias hay convenientes á las enfermedades de sequedad, y si esta
fuese mucha se emplean las del segundo grado. Aquellas son:
Florea de altramuzes, Pezes frescos. Goma arábiga, Codor-
nices, Flores de habas &c.
CANON 13.^rffúmedas en segundo grado.—Comprende do-
ce artículos como Malvas, Lechuga, Achicoria, Escarola &c.
CANON W.^IImnedas en tercer grado.—Estas son trece.
— 437 -
p. e. Flores de violeta, Semilla de lino, Castóreo, Flores de
amapola &c.
CANON \h.z=.Húmedas en cuarto grado —Ocho solo tienen
esta propiedad, como el Cerebro, de pichón, la Mercurial, Azo-
gue, Camaleón &c.
CANON 16.=i^nflí en primer grado.—Son ocho, Rosas
verdes, Peras, Tamarindos, Ciruelas, Cebada &c.
CANON 11.^=:Frias en segundo grado.—Son ocho, como
Berberís, Granadas dulces, hojas de Sauce, Moras verdes, Li^
targirio. Llantén &e.
CANON 18.=Fri(is en, tercer grado.—Llegan á diez y sei?,
como Calabaza, Melón, Uvas, Sándalos, Parietaria, Pepinos,
Verdolaga, Manzanas &c.
CANON \%.z=zFrias encuarto grado.—Algunos niegan que
exista esta clase de sustancias, y dice el autor: Todo elemen-
tado y cualquier cosa, apetecen estar en la mayor perfección
que permita su naturaleza, por cuya razón cualquier elemen-
to en lo elementado, apetece el cuarto punto simple, para
contener su contrario &c. Así pues, si el agua por naturale-
za, no se encuentra en individuos en cuarto grado, así como
en primero, segundo y tercero, el agua no apetecería mayor
perfección de simplicidad, de la que puede tener en los in-
dividuos, y la semejanza de su simplicidad en mayor grado
multiplicada, le seria odiable por naturaleza, y su contrario
le seria amable, lo que es imposible. Ademas, ninguna en-
fermedad cálida en cuarto grado seria incurable, por que es
inconveniente y contra el fin de la naturaleza.—Igualmente
la misma agua se destruiría contra naturaleza, y de aquí la
regla, por que no trasmitiría fuera de si, su semejanza por
modo de su perfección, y de sus partes; y con las semejanzas
de las dichas partes, obraría en los individuos.—Y esto es,
por que no consentiría tal defecto por razón de bondad y vir-
tud, por que estas naturalmente apetecen multiplicarse en ma-
yor perfección en los entes reales ea cuanto sea posible, según
su naturaleza, cuyo contrario obraría el agua, si no se en-
contrase en cuarto grado en las cosas naturales, lo que es im^
— 438 —
posible.—Las cosas'frías en cuarto grado son pues las siguien.
tes: Opio, Cicuta, Alcanfor, Ébano, Salamandra, Beleño, Man-
dragora, Siempre viva &c.
CANON 20.=S!ecas en primer ffrado.—(Estas sustancias se
colocan las últimas, por que la esfera de la tierra es la últi-
ma entre las de los demás elementos.) La primera clase con-
tiene catorce como: Espuma del mar, Carne de vaca y cabra.
Camello, Liebre, Ciervo y animales acuáticos, Palomos, Tór-
tolas, Habas secas, Arcilla, Coles, Almidón &c.
CANON 2l.='S^ecas en segundograio.—Son doce como: Ar-
roz, Bolo arménico. Balaustias, Nísperos, Rosas secas &c.
CANON '¡í%.=^8ecas en tercer grado.—Se encuentran vein-
te, p. e. Vinagre común, Mirra, Peras silvestres, Escoria de
hierro. Cárabe, Zumo de malvas, Flor de Sabuco, Pulmón de
Zorra &c.
CANON '2Z.-=.Secas en cuarto grado.—Estas son diez y seis
como: Arsénico blanco y rojo, Cuajo, Sal preparada, Alum"
bre. Bellotas verdes, Mirobolános &c.
Con arreglo á las sustancias citadas, dispuestas según su
simple complexión y disposición de los cuatro grados simpU-
citer, el artista podrá investigar las demás, según su com-
plexión, olor, sabor, peso, y levedad &c.
Ya es conveniente decir algo en general de las calidades
apropiadas, para que el artista conozca las cálidas simples y
las propias, y las que son apropiadas y graduadas en las co-
sas naturales &c. para el uso de las medicinas.
CANON. 2á.=Que contiene la antedicha doctrina.—Dire-
mos algo de las cualidades propias y apropiadas de las cosas,
á saber, en que grado pueden existir según la naturaleza, pa-
ra destruir las opiniones de* muchos, que dicen existir en la
misma cosa dos calidades en igual grado, como en la pimien-
ta que la suponen cálida y seca en cuarto grado, y lo mismo
en el castor.
Hay cuatro masas principales, que son los cuatro elemen-
tos que tienen sus propias esferas (pág. 288, fig.) en las que
la naturaleza de cada uno es mayor que en otra esfera, á sa-
— 439 —
ber, uno por la esfera de todos, y todos por la esfera de uno.
—Esto lo fabrica la naturaleza del orbe para que de la mix-
tión de ellos, salgan individuos de las especies, en las cuales
existen los elementos acttialiter, como ya se dijo que nada
valdrían si no estuviesen mezclados. De modo que si la mix-
tión universal del orbe, estuviese falta de los elementos, fal-
tara la mixtión especial é individual, por que faltando la ge-
neral, la particular vendría á corromperse. Finalmente, cual-
quier elemento en su esfera, según su naturaleza, es de ma-
yor complexión, como la calididad que es mayor en su esfera del
fuego que la sequedad &c.—Cualquier elemento tiene sujeto
propio en los individuos de las especies, en las que su calidad
es mayor que las calidades de otros elementos, como la pi-
mienta, en la que es mayor la propiedad del fuego que en ej
azafrán, y en el aloes, en el que es mayor la complexión del
aire que en los mirobolános &c. De aqui resulta el siguiente
raciocinio:
Conviene á la naturaleza alcanzar todo efecto por so cau-
sa, por que si el fuego que es causa de todas las cosas cale-
factibles, tiene su mayor propiedad en su esfera, y allí se aper-
cibe mas su propiedad que las propiedades de los otros, asi en
las cosas calefactibles de composición de fuego, conviene que
su calididad sea mayor que la humedad, para que resulte con-
cordancia en la diferencia existente entre la causa y su efec-
to, y para que aparezca la diferencia entre la cosa de com-
plexión cálida, y la húmeda y seca &c. Por que si una cosa
tuviese en sidos complexiones iguales, como en la pimi^ta,
la calididad y sequedad ambas en igual grado, seria tan cá-
lida como seca, y asi seria posible tener estas dos calidades
contra la frialdad, y si fuese posible que frialdad y humedad
fuesen iguales contra calididad y sequedad, lo que es impo-
sible, por que asi no se encontrarla ningún individuo especial,
en él cual la calidad de un elemento fuese predominante, pa-
ra que de él tomasen la denominación, como la pimienta que
toma la denominación del fuego por que calienta; el aloes del
aire por que es húmedo, la mandragora del agua por que es
87
— 440 —
fria, los',miroboláno3 de la tierra por que son secos. Esto es
imposible, por que se requería irregularidad en los individuos
naturales, por que no babria nrayor instinto en una calidad
que en otra.
Nótese, que asi como cualquier elemento tiene dominación
propia, según su naturaleza en BU propia esfera, en la que
otro no tiene tal gran dominación, asi la tienen los propios
individuos sustanciales, en los que la mayor calidad de un
elemento predomina eu otro.—Por ejemplo, el fuego es cálido
propie, y seco apropíate, por que la calididad es mayor en el
fuego que la sequedad, por que la calidad propia es mayor en
cualquier cosa que la apropiada. Asi sucede en los indivi-
duos que conviene tengan una calidad propia y otra apropia-
da, por aquello de que el efecto debe corresponder á la cau-
sa. Lo que se prueba por doce reglas, por que si el fuego qiie
es causa de algo calefactible, es cálido y seco, el fuego en
aquel calefactiblft no puede trasmitir fuera de sí su semejan-
za, sino con su calor y sequedad, y por medio de la natu-
raleza del calor y sequedad, es nuevamente de las otras com-
plexiones.—Así pues, en el individuo por causa del fuego,
conviene sea mayor la calididad que la sequedad y esta es
por eso mas deprimida. Y según se dice del fuego, debe en-
tenderse de otras calidades de elementos, así como el fuego
es forma en su esfera propia y otros elementos son materia
por que están calentados; también su propia calidad, existen-
te en los individuos naturales, es forma extensa y difusa so-
bre todas las calidades de los elementos, que son materia para
el fuego.
Diremos pues, que la misma calidad de fuego en sujeto
de fuego, es mayor que otra de las calidades, y asi la calidad
en semejante sujeto es el rey; la que concuerda con la pri-
mera es la reina; la que menos concuerda con la primera, es
el soldado; y la última, que es contraria & la primera, es la
esclava.—^Ejemplo: la pimienta es cálida propie y seca appro-
piate, pero en verdad le conviene que en ella sea mayor la
calididad que la humedad y frialdad. En la pimienta pues, la
— 441 —
calididad es el rey, y como la sequedad concuerda mas con
el fuego que con una de las otras, en la pimienta y en el
fuego, la sequedad en ellos es la reina, y como después de la
sequedad, la humedad es la que mas concuerda con la calidi-
dad, en la pimienta la humedad es el soldado; y como la frial-
dad se contraria con la calididad, el agua ó la frialdad, es
la esclava en la pimienta.
Los grados en las cosas naturales, están situados según
las condiciones de mayoridad y minoridad: y así como la pi-
mienta tiene cierto grado de calididad, a^l esta calididad en
ella es mayor, y las demás menores &c. y de aquí sigue la
distinción de igualdad de los individuos, que algunos suponen
imposible. Esto es, por que la reina concuerda mas con el rey,
que el soldado y la esclava, conviene que la reina sea mayor
en la regia casa, que el soldado y la esclava. Y como al rey
sigue la reina, y esta no es tanto como aquel, ella es menor
é inferior al rey en un grado, y se denomina tercera. Y así
la sequedad en la pimienta está en el tercer grado. Después
de la reina, el soldado es el mayor en la casa del rey, su mi_
noridad es otro grado inferior. El inferior se llama segundo,
y por esto la humedad en la pimienta está en segundo grado.
Y como la esclava es menos que el soldado en la casa del rey,
esta minoridad es otro grado inferior, y se llama primero.—
De donde resulta, que la pimienta es cálida en cuarto grado,
seca en tercero, húmeda en segundo y fría en primero. Lo
que se dice de la pimienta que tiene complexión de fuego, se
dice de otras cosas y calidades, atendiendo á la mayoridad
de concordancia. Sin embargo, no todas las cosas naturales
tienen los cuatro grados completos, por que los tienen de-
gradados. Para comprenderlos, se forman cuatro puntos en
cualquier grado de cualquiera calidad, cuales puntos, son otros
tantos medios que facilitan al entendimiento la comprensión
de la cosa, y cuanto tiene de una y otra composición. Esta es
la ciencia mas atrasada del mundo.
CANON 25. ^sDoctrina de los grados de las medicinas.—
Ante todo sépase que la cosa caliente en cuarto grado, tiene
— 442 —
íntegros los demás grados, lo mismo sucede con las húmedas,
frías &c. pero las cosas cálidas en tercero, son secas en segun-
do, húmedas en primero y frias en dos puntos.—Las húme-
das en tercer grado, son frías en segundo, cálidas en primero,
y secas en dos puntos del primer grado, y así las demás.—
Igualmente, lo que es caliente en segundo grado, es seco en
primero, húmedo en tres puntos de otro grado, y con dos pun-
tos de frialdad.—Lo cálido en primero, es seco en tres pun-
tos de otro grado, y frío en uno &c.
Son varias las opiniones sobre cálido en primero, segun-
do y tercer grado, por que la calididad puede encontrarse en
tercer grado en dos individuos á la vez, pero diferir según
la acción y pasión, cuando en el uno es forma 6 rey, y en
el otro es materia ó reina, esta con todo padece bajo el rey, por
que este siempre es forma, y la reina, el soldado y la escla-
va siempre materia. No es igual pues, la acción de una ca-
lidad existente en diversos individuos.—Entiéndese esto según
la aplicación simple y singular de cada una, y no según ma-
chas de otras medicinas congregadas á un fin, según el si-
guiente ejemplo: La scilla es cálida en tercer grado lo mismo
que el agno-casto (eauzyatillo,) y si uno de ellos se aplica á
nuestro cuerpo, mas calididad influirá en él, el agno-casto
que la scilla. Y es por que en aquel, la calididad es rey, y en
la otra es reina; y tiene uno mas poder que la otra.
Igualmente, la calididad en la scilla, se halla torrificada y
está según pasión, y en el agno-casto según acción, y por ser
de mayor naturaleza la cosa agente que la paciente; y la ca-
lididad en la scilla tiene dos grados de frialdad que se con-
trarían; no así el agno-casto, que solo tiene dos puntos de un
grado contrario. Y en la scilla la calididad que en ella exis-
te, deseca de un modo ultimado, por que es inseparable de su
naturaleza y está formada de sequedad.—En el agno-casto
mas calienta que deseca, por que en él, la calididad es el rey,
y no está formada por ninguno, pero la sequedad en él está
ignificada, y primero calienta por la naturaleza del calor y
luego deseca, por que en todo lo natural, conviene primero ser
— 443 —
acto propio y coesencial de él, que apropiado; y también las
calidades sometidas en algún individuo formalmente por al-
guna naturaleza, primero obran en nuestro cuerpo según na-
turaleza de la forma, que existen formalmente por la suya,
como la calididad del fuego que ignifica la tierra, por que
existiendo la tierra en el fuego, primero calienta y luego de-
seca, lo que depende de que la naturaleza del fuego, á la que
somete la humedad, la mueve.según su naturaleza de igni-
ficacion, ignificabilidad éignificar.—Esta es la diferencia que
existe entre estos grado del cálido &c.—Así sucede en la com-
posición de muchas medicinas dispuestas á un fin, por que la
calididad ayuda ¿ la calididad, el grado al grado y el pun-
to al punto; como por ejemplo, en un compuesto de aloes, pi-
mienta, rosas secas, almáciga, clavillos, escamonea y zumo de
hinojo.
Según esto, el aloes, es húmedo en segundo grado, cáli-
do en primero, frió en dos puntos de grado, y seco en un pun-
to.—La- pimienta cálida en tercero, seca en segundo, húmeda
en primero y fria en dos puntos.—-Las rosas son secas en se-
gundo, cálidas en primero, frias en dos puntos, y húmedas en
uno.—La almáciga es seca en tercero, cálida en segundo, fria
en primero y húmeda en dos puntos.—Los clavillos, cálidos en
tercero, secos en segundo, húmedos en primero, frios en dos
puntos.—El zumo de hinojo, cálido en primero, seco en tres
puntos, húmedo en dos, y frió en uno.—La escamonea, cálida
en cuarto, seca en tercero, húmeda en segundo, fria en pri-
mero.
Para obtener una graduación simple de una medicina se
juntan los grados y puntos, y se miran primero las calidades
del cálido y se dividen sus grados por puntos, y juntan lue-
go de cuatro en cuatro, para reducirloá á grados p. e. En el
aloes hay 2 puntos de calididad, en la pimienta 12, en las
rosas 4, en la almáciga 8, en los clavillos 12, en el hinojo 8;
en la escamonea 16, ó seaQ 58 puntos de calidez en este com-
puesto.—En la frialdad, el aloes tiene 4 puntos, la pimien-
ta 2, las rosas 2, el almáciga 4, los clavillos 2, el hinojo 1,
_ 444 —
la escamonea 4, igual & 19.—En la humedad, el aloes tie^
ue 8 puntos, la pimienta 4, las rosas 1, los clavillos 4, el
hinojo 2, el almáciga 2, la escamonea 8. Total 29.—En la se-
quedad, el aloes 1, la pimienta 8, el clavillo 8, el almáciga 12,
las rosas 4, la escamonea 12, el hinojo 3, que hacen 48.—
Júntense luego los puntos comenzando por los 58 de calididad,
y siguiendo los 19 de frialdad; los 29 de humedad y los 48
de sequedad. Dése un punto contrario á otro contrario, y lue-
go dos puntos de dos calidades que necesitan ser concordantes
&c. Ahora pues, dense 19 puntos de frialdad, y á otro 19 de
calididad y quedarán 39.—Tenemos 29 de humedad á los que
se pueden dar otros 29 de sequedad, y de los 48, quitando 29,
quedap 19.—-Resultan pues, 32 de calidez y 19 de sequedad,
por consiguiente, de 39 quitando 19 de calidez, quedan 20.—
Si se convierten en grados los 14 puntos, teniendo presente
que cada grado consta de cuatro puntos, resultan 3 grados
y 2 puntos; y de este modo la medicina es cálida en cuarto
grado, pero no en su sumo, pero en la mitad del grado, ó sea
en dos puntos del cuarto grado. De tal suerte, que hay mu-
chas medicinas qr.e no tienen el ultimátum de los cuatro gra-
dos, por que pierden un punto en la composición, por la cor-
rupción y generación que en ellas se efectúa.
De aqui resulta, que deprimida una calidad, multiplica-
da con otra agente, produce cierta calidad ultimada en la me-
dicina, que es la forma, por aquello que una calidad ayuda
á su semejante. Por que es de saber, que una calidad que se-
gjun simplicidad del individuo, esto es de medicina simple, es
paciente, según la composición es agente y vice-versa —Es-
to es muy de saberse en las medicinas, y en cualquier arte
médica, para componer medicinas y decidir el grado ultima-
do resultante de muchos grados, y averiguar cuanto puede
calentar, desecar, humedecer y enfriar.—Eran varios los au-
tores que lo ignoraban, por la confusión de los grados que
igualaban, la calidad propia y la apropiada, lo que es impo-
sible y contra natura, por que el rey ha de ser el mayor en
su reino, por que si no fuese así, no seria rey, y se destruiría
— 445 —
la simplicidad de las cosas y la dominación y propiedad, y la
acción y pasión, eegan se trata en el Arte de Medicina, E e -
giones de Sanidad y en la Levedad y ponderosidad de los ele-
mentos, donde se dilucidan detenidamente estas doctrinas.
El autor aconseja que en caso de duda para conocer el gra-
do de las medicinas, que se recurra á lo dicho por otros filó-
sofos, indicando ciertas particularidades y diciendo p. e: En la
pimienta, la calididad es propia calidad, y está en cuarto
grado; conviene igualmente que goze de sequedad y hume-
dad &c. y como la calidez en el rey, se levanta en si aquella
calidad con la que mejor concuerda, que es la sequedad, y no
es igual á la calididad, y es por esto la reina, que es infe-
rior en un grado, luego sigue la humedad que camo inferior
viene después, y no le es igual, y lo mismo la frialdad suce-
sivamente.—De aqui resulta, que lo cálido encuarto grado,
es seco en tercero, húmedo en segundo, y frió en primero.—
Las medicinas pueden ser cálidas, húmedas, secas, frias en
último punto del cuarto grado; otras en tercero, segundo,
primero &c. Toda medicina cálida, húmeda, seca y fria en úl-
timo punto del cuarto grado es mortífera. Como ejemplo de
la calidez, cita el matalobo (napellus), cardo, visco, scilla,
adelfa, que matan á los ciervos. En las húmedas el azogue;
en las frias como la cicuta, cerebro; en las secas como los ar-
sénicos, cardenillo, yeso &c. que son menos mortíferas, cuan-
to mas se separan del cuarto punto; por eso cuando se mez-
clan según las sustancias, disminuyen su mala propiedad &c.
(Para aclaración de esta doctrina se acompañan figuras sim-
bólicas que pertenecen á los libros médicos de Lulio.)
CANON ^.=^lieMedÍ9S atractivos.—Sirven para atraer de
nuestro cuerpo cualquier cosa nociva, como fierro, leño, apos-
tema &c. cuya virtud adquieren mezclándolas con su cielo ó
quinta esencia, y son diez y nueve, como Asafétida, Lolio,
Imán, Dictammo, Azufre, Grasa de Conejo &c.
CiNON '¡¿1.=:Purgantes de humores pecantes.—De estos,
unos laxan el vientre y á veces promueven vómitos, por que
se hacen abominables á la naturaleza; otros atraen los bu-
— 446 —
mores que les son semejantes, como el Ruibarbo, Escamonea»
Psilium, que ayudan la virtud espulsiva, y conducen los hu-
mores al vientre, y de allí los extraen. Otros lo hacen con es-
tiptiquez como el Miroboláno; otros con acritud como la se-
milla del Atriplex; otros con suavidad como la Escamonea, ó
con amargura como el Aloes &c.—Los que purgan la sanare
de cualquier parte del cuerpo son los que siguen: Violetasi
Ciruelas, Suero, Uvas cogidas al amanecer. Malvas, Casia'
Mana, Zumo de mercurial, Tapsia, Azúcar.—La melancoUa
se purga con los siguientes que convienen á las cuartanas,
epilepsia, apoplexia &c. Lapis Iszuli, Armenico, Mirobolá-'
nos. Estocas, Tomillo, Epítimo, Ebulos y Camepitios.—La eó'
lera se purga con Adianto, Endivia, Semillas frías, Buibar-
bo, Tamarindos, Escabiosa, Lengua de Ciervo y Ciruelas.—
Para la flegma ó pituita, sirven el Sabuco, Anacardio, Co-
loquintidas. Pimienta larga. Saxífraga, Hermodáctiles, Pire,,
tro, Euforbio, Eléboro blanco y negro. Polipodio, Sen, Enu-
la, Sabina, Fumaria &c. Todos estos remedios están conce-
didos milagrosamente por Dios &c.
CANON fiS.zsSemedios que constriñen el vientre y la san-
gre.—hos que constrí&en son secas y frios, y constriñen loa
orificios ó poros, por causa de su simplicidad, y obran mila-
grosamente. Se cuentan sesenta entre los cuales los hay su-
mamente varios y extraños, como el Coral, Ciprés, Cristal^
Sangre de Vaca y Drago, Pelos quemados de Liebre, Leche de
Burra, Cubebas, Litargirio, Goma arábiga. Estiércol de Bur-
ro, Antimonio, Almendras, Tutia, Smilax áspera. &c.
CANON 29.=Ca5«í indurativas, ó sea para endurecer las
partes del cuerpo que lo necesitan.—Son las siguientes: Psi-
lio. Agua de Lentejas, Beleño, Mirra, Verdolaga, Solatro.
CANON 30.:::=(Josas que ablandan.—'^an diez y ochó, co-
mo Manzanilla, Meliloto, Galbano, Aceite añejo. Malvas, En.,
jundia de Gallina, y otras grasas, Tuétano de Ternera &c-
CANON 31.:=:M'adurativos para apostemas etc. haciendo'
los stipurar.—Los principales son, simiente de Lino, Malva-
visco, Pasas, Alolvag, Higos secos &c.
— 447 —
CAKON 32.=0':>rrosivos ó gue corroen la carne y la piel,
y ulcerativos ó giie tan solo la rompen.—Los primeros son:
Cardenillo, Coltre quemado, Arsénico, Vitriolo, Caparrosa y
Antimonio: Los segundos son veinte, p. e. Jabón, Alumbre,
Cantáridas, Ranúnculo, Euforbio, Sublimado, Cal viva &c.
CANON 23. = Vulnerarios y mundiflcolivos de las úlce-
ras.—Son diez y ocho, por ejemplo: Serpentaria, Yeso, Ho-
jas de ciprés, Bdelio, Sangre de drago, Cascara de huevos.
Aloes 5i.
CANON S4:.=:Aperitivos.—Son los que especialmente sir-
ven para desopilar el bazo; unos son fuertes y otros flojos. Son
setenta y seis, p. e: Alcaparras, Genciana, Gengibre, Poleo,
Cuscuta, Ciprés, Peonia, Puerro, Scilla, Habas, Harina de ce-
bada. Apio, Orobo, Pepitas de melón. Hiél de Cerdo, Rega-
liz, Miel fresca, Escrementos de perro. Leche de mujer, Cina-
momo, Saúco &c.
CANON 3O.=zAfundi^cativos de las úlceras, y qne hacen re-
cuperar el espíritu y sentido de los miembros enfermos.—'Sion
la Cerusa, la Aristoloquia larga, Asfalto, Oróbo, Raiz de l i -
rio. Mirra, Aloes, Litargirio, Fieltro quemado, Incienso, Miel,
Plomo, Pelos de liebre tostados &c.
CANON 3^.=.Atenuantes.—Son los que adelgazan y d i -
suelven el calor, y separan las partes sobre que obran, y se
cuentan cuarenta y dos, de los cuales algunos son los siguien-
tes: Cinamomo, Abrótano, Bulbo, Cuscuta, Asfódelo, Ajo,
Corteza de limón. Castóreo, Alquitrán, Saúco, Alcaparra, Ru-
da, Sangre de comadreja. Petróleo &c.
CANON 31 .=Incindenies.—Aunque los ácidos sean los me-
jores, se cuentan los siguientes: Camepiteos, Eupatorio, Vina-
gre, Petróleo, Scilla, Yerba de vidrio, Ciprés, Camedrios.
CANON S8.=:Diaforéticos.'—Son diez y ocho como p. e.:
Aceyíe añejo. Ruda, Higos, Rábano, Pez, Nitro, Mejorana,
Piretro &c.
CAMÓN 39.=zRepercusivos de los malos humores que no los
dejan correr.—Son diez y ocho, como Llantén, Acacia, Cin-
co mercurios, Adormideras, Aceite rosado, Solano, Beleño, Be-
as
— 448 —
Ilotas, Cicuta, Parietaria &c.
CANON 40.=zI>ormi{ivos ó que hacen dormir.—Son de ni-
mia frialdad, con la que constriñen los nervios; y con su hu-
medad suavizan el cerebro y los espíritus y son: Simientes de
adormidera y de beleño, Opio, Salamandra, Psilio, Mandra-
gora, Pez, Torpedo, Lenteja acuática.
CANON 4\.:=Mordificantes ó aguzantes.—Se cuentan do-
ce, <como Cardenillo, Azarnech, Puerros, Arsénico, Hojas de
olivo. Alumbre «Sic.
CANON 42.=zOon/ortantes.—Sirven para reanimar el ce-
rebro, intestinos, corazón &c. Llegan á cuarenta y dos, p. e.
Oro, Plata, Alcanfor, Macis, Borraja, Almizcle, Perlas, Aguar-
diente, Azafrán, Limones, Ámbar, Coral, Sándalo, Canela,
Zedoaria, Carvi, Menta, Unicornio, Escarola &c.
CANON 4Z.-^Contra venenos, mas enérgicos que la triaca.
•—Vitriolo, Genciana, Ajo, Dictammo, Asta de ciervo, Sco-
pa regia ó Milefolio.
Todas estas sustancias deben, según se dijo, ponerse en la
quinta esencia, y luego comerlas ó beberías, conforme sean,
para obtener sus maravillosos efectos.
CANON 4.4.^=De la quinta esencia de los minerales.—Así
como se extrae de vegetales y animales, se puede extraer de
los minerales, segnn el orden general; y como el entendimien-
to puede entender mejor de cosas específicas, si hace ciencia
general de la misma especial, por eso de los minerales se pue-
de obtener dicho producto. Tómese pues con la virtud áeFloim,
agua de mercurio, preparada según el Testamento, y confor-
me al libro titulado de Mercuriales, y disuélvase en dicha
agua cinco onzas de Luna purísima; después de destilar y fil-
trar, sepárese el agua de las heces, en la cual va la limo-
sidad del agua. Esta agua resuelve todos los cuerpos y el azo-
gue seco, con cuya virtud se reforma á las margaritas en su
primitiva materia &c.—El agua segunda, se prepara así: t ó -
mese media onza de plomo y suficiente cantidad del agua an-
terior, luego que el plomo esté disuelto, sepárese el agua di-
solviendo y filtrando, viértanse las heces, y luego destílese por
— 449 —
baño de maria y guárdense las heces para tiempo oportuno.
\El agua tercera, se compone coa una onza de cobre d i -
suelto en tanta cantidad de agua primera, cuanta se quiera,
dejándola reposar en su botella en sitio fresco por espacio de
un dia natural, sepárese luego el agua verde por filtro, y
échense primero las heces; luego destílese el agua por alam-
bique y guárdense las segundas heces.—El agua cuarta se
prepara con una onza de estaño purísimo de Cornualles, que eS
el mejor, disuelto en agua primera y destilado con sus li~
mosidades, secando las heces que quedaron, luego se destila
por alambique guardando las segundas heces.—El agua quin'
ta, se prepara como la anterior, empleando una onza de hier-
ro purísimo.—La sexta se obtiene con una onza de oro purí-
simo, disuelto con lunaria, según el Testamento, con tanto
peso de agua de quintaesencia, y del mismo modo que las
anteriores.—Si se obtienen estas disoluciones metálicas en el
orden indicado, cuando se tiene el agua primaria, se disuelve
en ella el metal, según el modo secundario indicado, operan-
do de modo que en la segunda agua, se disuelve el tercer me-
tal, y en la segunda de este, el cuarto &c.
Estas limosidades de los metales, se llaman quinta esen-
cia, ó aquel mercurio mineral, que los filósofos consideran en
la obra alquímica y lapidifica y en obra médica. En el t r a -
bajo alquímico, esta quinta esencia se considera mas sutil que
en la mas sutil materia, por que se trabaja por división de
los elementos, según se dirá después. En cuanto á las piedras»
las quintas esencias no son tan sátiles de materia &c.
CA-NON 45.=:Doctrina de la división de las quintas esen-
cias metálicas en general.—Para este magisterio, cuando es-
tuviesen resueltos los metales, se dividirá el agua de algu-
nos ad parten, y se dividirá cualquier agua en dos partes,
y una parte de cada cual se pondrá con sus propias heces en
alambique vitreo, y se destilará en limo del desierto, que es
aire hecho de dos cuerpos en cierto y determinado horno, con
fuego suave y resplandeciente, con virtud módica mineral.
y con gi-an lim }sidad apropiada á las virtudes célicas reci-
— 450 —
bideras; y cualquiera de estas aguas póngase en ampolla ví~
trea de cuello largo y bien redondo, y luego tápese su boca
con cera común y póngase fuera de peligro.
Tómense las heces materiales, de las cuales se resolvió el
limo, ó sean las segundas evaporadas por sublimación en las
partes de las aguas qu« se pusieron en lugar seguro, y pón-
ganse en botella vitrea de dos palmos de cuello, con agua que
se reservó de aquella humedad ya dicha, y séllese con cera,
aluda y mástico como en la otra, y entierrese en tierra grue-
sa de huerta, á un palmo de hondo, dejándola por espacio de
un año con el cuello fuera bien resguardado.—Así se obra en
Alquimia trasmutatoria, á saber: aire con tierra foliada; y al
mismo tiempo que se entierra una botella, póngase otra al
fuego y coloqúese en lugar sereno &.—Las aguas que se co-
locan en la tierra son de una naturaleza, y de otra las que se
colocan al aire, por que las primeras tienen fuerza y virtud
de indurar, fijar y canalizar, y las segundas tienen igual pro-
piedad, pero pasivamente. Terminado pues el año de su repo-
so, se tendrá lo que se desea en el mundo para este trabajo,
y se puede usar en el magisterio alquímico, lapidifico y me-
dicinal.
La regla general en obra alquímica ó lapidifica es: que
cuando se quiera componer la piedra de trasmutación de am-
bas ó de una cualquiera, se note el color de la piedra y su
virtud; mirando si acaso la piedra trasmutatoria es roja y blan-
ca, y de este modo se condicionan las aguas mezclándolas con-
venientemente. Asi p. e:
La esmeralda se compone de agua indurada de plata y el
duplo de agua indurada de cobre.
El diamante, se prepara con agua indurada de plata y ai-
reada del mismo metal.
El Balaj, con partes iguales de agua aireada y terres-
tre de plata, y agua terrestre de oro.
La Alaiandina, con la^ aguas terrestre ó indurada y ai-
reada de hierro.
El Carhmcíilo, con las aguas induradas y aireadas de oro.
— 451 —
El Topazio, con aguas induradas de hierro y aireadas de
oro.
El Eliotropo, como la esmeralda, solo que con el agua ai-
reada de cobre, se mezcla gran parte de agua aireada é in-
durativa de hierro en partes iguales.
El Berilo, con partes iguales en peso, de aguas aireadas
de plata y estaño y agua terrestre de plata.
Las Perlas, con aguas aéreas de luna y estaño y la indu-
rativa de este metal.
El Záfiro,' como el diamante, añadiéndole agua aérea de
estaño.
El Jacinto, como la alabandina, con adición de aguas aé-
reas de hierro y oro.
CANON 46.r=Q?í5 contiene la misma doctrina.— Toda com-
posición de piedras, concuerda en induración, fijación y som-
bra del Sol y decocción común; pero difieren en cantidad de
fuego y otras cosas.—Aunque diferentes las piedras en du-
reza, color ¿kc. sufren el mismo calor, por que según la dis-
posición de la materia obra la forma, y así las piedras aun-
que diversas en materia, tienen aptitud para recibir acto de
forma, y por esto cualquier materia por acto de aquella, re-
cibe lo que conviene á su naturaleza, como la cera y mante-
ca que se derriten al Sol, y la arcilla que se endurece.—Ade-
mas el movimiento del orbe que se mueve en la generación
de las piedras, y todo en una cantidad de tiempo, y con todo
su acto, de distinto modo se agita y obra en las piedras, ya
en cuanto el mismo movimiento es uno ensly causa diferen-
cias, y de distinto modo &c.—Para componer pues, cualquier
piedra, es preciso componer las virtudes, potencias, colores,
que los minerales recibieron del agua, de las influencias del
cielo, determinación de la forma, en cuanto se muda por pro-
piedad de la ma'.sria el espíritu de sus aguas &c.—Una es la
virtud del agaia aérea de hierro, y otia la del oro, asi como
varia la del agua aérea é indurada, lo que depende de la de-
terminación de la materia de los metales resueltos en espíri-
tus acuáticos óíc. Todo en resumen,, no es mas que el azufre y
~ 452 —
el azogue, de los cuales salen el color y determinación &c.
Termina esta materia con varias reglas y reflexiones en-
caminadas á la preparación de las piedras preciosas, median-
te un molde de cera formado de dos piezas, en cuyo interior se
colocan las aguas citadas &c. Cuando se medita esta doctri-
na se comprende, que á lo mas, se obtendrían algunos cris-
tales debidos á la disolución de las sales formados por los mi-
nerales empleados.
2.* DISTINCIÓN.—LIBRO xi.—De los remedios definiti-
vos generales para utilidad del género humano.—El autor des-
pués de invocar á Dios, manifiesta que el objeto del libro es
aplicar al cuerpo humano la quinta esencia, para curar las
enfermedades que los ipédicos modernos reputan por incura-
bles «&c.—Lo divide en proemio y aplicación &c. la aplicación
se refiere al Magisterio para curar las incomodidades, que á
su vez se divide en tantas partes, cuantas son las curas de las
enfermedades graves y desesperadas, si es que no ha llegado
el último término señalado por Dios &c.
CANON l.°=M'odo de evitar los impedimentos del sueño,
recuperar la primera juventud, y curar todos los males des-
de los pies d la cabeza.—Para lograrlo, se debe examinar y
conocer el género y especie de la enfermedad, su calidad, can-
tidad, si es ó no molesta &c. y luego recurrir á los libros de
medicinas simples; y los remedios convenientes ponerlos en
la quinta esencia para que se tomen en comida, bebida y al
exterior, y la curación será muy breve.—Los grados de la en-
fermedad se conocen por lo que dicen otros libros de Lulio,
y los medicamentos por lo expuesto por otros filósofos &c. Los
impedimentos se evitan, y la juventud se recobra con la quin-
ta esencia del aguardiente, según se dijo en el libro anterior,
en la que se infunde la quinta esencia del oro y de las per-
las ó las mismas perlas y el oro. Esta bebida admirable, pue-
den usarla los ancianos en cantidad de lo que coge en media
cascara de nuez mañana y tarde; y en pocos dias recobrarán
la primera juventud. Es conveniente que en este tiempo usen
el vino con moderación.—El efecto del magisterio será mas
— 453 —
eficaz añadiéndole la quinta esencia del vulgo, usando al mis-
mo tiempo buenos alimentos, igualmente al vino que el indi-
viduo tome, le puede adicionar la quinta esencia del oro y
perlas.—Esto no ha de hacer creer que se logre la inmortali-
dad, pero sí que se alargue la vida, dentro el término regu-
lar, rejuveneciéndose, por que es sabido que muchos hombres
aparecen de mas edad que la que tienen, por estar como gas-
tados &c.
CANON 2.°=.Magisterio para vesuciiar los muertos, que es
uno de los mayores secretos de este libro.—No comprende los
verdaderos muertos, y si aquellos de que últimamente se de-
sespera ó están desauciados; los que se remedian tomando la
quinta esencia por sí sola, pues al instante que la tienen en
el estómago, por movimiento del corazón y vida natural, in-
mediatamente se restablece aquella difunta naturaleza. Y es-
to puede lograrse en la décima quinta parte de una hora, y
casi en veinte puntos del reloj, dejando atónitos á los circuns-
tantes que lo miran como una ilusión; empleando la celido-
nia, y extrayendo los cuatro elementos por el magisterio, y
tomando del elemento del fuego, que es como licor- de aceite
y poniéndolo en nuestra quinta esencia, en cantidad de un
grano, y al instante resucitará el paciente si puede tragar-
lo, y luego confortarse con nuestra quinta esencia por sí, y se
curará perfectamente, si Dios no ha dispuesto lo contrario.
Obrando así, se hacen milagros, y solo hay uno que lo sabe
bien. (Tal vez era Arnaldo de Villaliueva.) Hay quien niega es-
te resultado, asegurando que solo Dios puede* obtenerlo, pero
hemos visto lo contrario y asi debe obrarse.
CANON 3°:=Cienciapara curar los leprosos y volverlos á
su primer estado.—La lepra es uno de los peores males, con
que Dios castiga nuestros pecados, es diíicil y casi imposible
de curar, como la que Dios impuso á Giez y á Constantino
&c.—No se trata de esta clase, ni de la que viene por gene-
ración, y sí deja que proviene de la corrupción de humores,
venenos &c; para esta: Tómese este arcano ó sea nuestra quin-
ta esencia de oro y perlas, y dése al enfermo por espacio de
— 454 —
ocho dias el contenido de una nuez. Su efecto es maravillo-
so &c. Hay otra preparación muy útil hecha con agua de fre-
sas puesta en quinta esencia sencilla, y quinta esencia de oro
y perlas &c.
CA.N0N ^°=iGv,racion de la parálisis humana.—Aunque de
difícil curación y reputada por incurable por los modernos,
no lo es con nuestra quinta esencia, si se infunde en ella la sal-
via, iva, y semilla de mostaza, bebiendola por espacio de nue-
ve dias, y friccionando con ella las partes «xteriores, y em-
pleando al mismo tiempo baños húmedos y cálidos, si así se
hiciese^ronto el enfermo sanará. Es igualmente útil el usar
la quinta esencia con las cosas que purgan los humores vis-
cosos.
CANON h.°=3íedicinz contra los consumptos, macilentos,
éticos, como son los hombres de mala complexión y los niños
consumptos y éticos.—Es sabido que la naturaleza dóbil, se
conforta, que la emprobecida se restablece, y que la restable-
cida logra el aumento de carnes. Para obtenerlo, se separan
los elementos de la celidonia, se toma el del aire que es de co-
lor de aceite bueno y mezclado con la quinta esencia, y des-
pués de usarlo algún tiempo, se verá restablecer al enfermo
milagrosamente y ponerse gordo. El mismo resultado se ob-
tendrá, si se mezclase con carne de cangrejos ó polvos de Ale-
jandría.
CANON 6.°=<7uracion perfecta de los endemoniados, me~
Idncolicos y enfermedades caducas (epilepsias y convulsio-
nes).—Es sabido que los melancólicos se entretienen en pen-
samientos horribles, por que el humor malicioso que del ba-
zo va al cerebro, por medio de los humillos que suben por
los poros, mueven la fantasía é imaginación, y perturban el
entendimiento con visiones y pensamientos terribles, y si el
humor es muy malicioso produce la epilepsia, apoplexia &c.
Frecuentemente se mezcla el demonio en estos males y ator-
menta al paciente.—Unas veces se atonta, otras habla solo, ó
disputa con otros &c. hasta Tegar á producir la desesperación
y el suicidio. La curación de estos males se logra fundien-
— 455 —
do en la quinta esencia por tres horas, la fumaria, centaurea
mayor, epítimo, tomillo, lapislázuli, eléboro negro &c. be-
bido dos veces al dia, y dos por la noche, y untando exte-
riormente todo el cuerpo y la región del bazo con dicha pre-
paración, laque purga la melancolía, mundifica el cerebro y
restituye la alegría, procurando la curación en diez dias.—
Según el autor, aunque los demonios carezcan de cuerpo, pue-
den huir por medicinas y cosas sensuales según la escritura,
así como Tobías hizo huir los demonios, poniendo sobre las
ascuas el hígado de un pez &c. Aduce razonamientos teolá-
gico-'-metafísicos, para probar que los demonios ceden á re-
medios sensuales, llegando á creer en su posibilidad, median-
te la nigromancia de Salomón &c.
CANON 1 °=Ouracion de los tímidos, inconstantes, deli-
litados por enfermedades, para restaurar el valor y fortale-
za aumentándolo &c.—Tan milagrosos efectos, se logran in-
fundiendo en la quinta esencia, la peonía, angélica, azafrán,
perlas y oro, mezclados con la quinta esencia del vino, y dán-
dola en bebida. Su virtud es casi instantánea y milagrosa; el
enfermo desecha la debilidad y el temor, recobra la fortaleza
áw. de un modo que parece increíble. Considera su virtud co-
mo un secreto que no debe divulgarse, para que de él no abu-
sen lo8 tiraaos, empleándose tan solo contra los paganos, y
aconsejando por consiguiente, que se de á los combatientes al
entrar en acción, por que obra con la fuerza y rapidez del
rayo, empero sin lastimar el cuerpo.
CANON ^°=.Curacion de los infectados por veneno toma-
do en comida, bebida, ó de otro «»0(fí).—-Este veneno puede
venir por mordedura de víbora, culebra, perro rabioso, &c. y
aun de otros modos; secura con la quintaesencia del vino y
las de oro, azafrán, peonía, angélica, ruda, rábano &c. en be-
bida, las que aumentan su virtud adicionando las del díctamo
rojo, milefolio, que escosa superior, bolo, genciana, asta de
unicornio, ínfundídos por tres horas y luego usado en bebida-
y untura.
CANON Q.'z^Contralos humoresinjteionados, ardores, pi-
— 456 —
cazoii, y piojos.—La infección y corrupción de Jos humores,
produce estas incomodidades y ademas la putrefacción. Se cu-
ran con nuestra quinta esencia en bebida y en fricción, y mas
aun, friccionando con mercurio y añadiendo la estaBsagra á Is
bebida. Pero esto se entiende cuando no es efecto de castigo
divino, como en Heredes y otros &c. lo que se conoce por que
el remedio es ineficaz.
CANON \0.^=Bemedio contra cuartanas.—Es enfermedad
que da poca honra al médico, y grande será, el que sepa cu-
rarlas, por que son muy prolijas y de naturaleza de tierra.
Se curan en tres ó cuatro dias, bebiendo la quinta esencia y
untando con ella el bazo. Se aumenta la virtud empleando los
purgantes contra la melancolía, y tonvando cada dia por la bo-
ca, tres gotas del jugo de la sabina, y poniendo otras tantas en
los oídos.
C&NON W.^zzRemediopara, las tercianas.—Estas, unas cu-
ran y otras no. Sonde pura cólera, y su curación se alcanza
añadiendo el peso de dos dineros de ruibarbo y uno de esca-
monea á la quinta esencia, y dejándolo tres horas en infusión
y bebiéndola cantidad de lo que cabe en una nuez por espa-
cio de tres dias. Cuando no son verdaderas y se complican con
la flegma, añádase turbit, sen y polipodio.
CANON \2.:=Contra las cotodianas.Sie genwan por cor-
rupción y abundancia de ñegma, y se curan bebiendo tres
dias la quinta esencia, añadiendo los purgantes de la flegma,
y mejor la mercurial anua. Igualmente se corrige el tipo or-
dinario, instilando tres gotas del zumo de dicha planta en la
nariz ú oreja derecha del paciente.
CANON \B.=:Curacioii de todas las calenturas coniinuas.
—Sonde distinta naturaleza, unas proceden de la sangre y
son de dos clases, una de su abundancia y otras de su cor-
rupción.—Otras provienen de 1» cólera y se dividen en unas
que se forman en el cerebro y otras en la región del corazón.
—Las que se hacen en el cerebro son ó anteriores ó posterio-
res; también dependen de la flegma y se divide» en mayor, me-
dia y menor.—Las de sangre, unas se llaman sinocns otra si-
— 457 -
noca; las de cólera se dividen en causones, frenesí y letargía
' &c. Todas se nutren por la flegma.—En la fiebre desangre,
conviene sangrar primero, y luego tomarla quinta esencia con
los refrigerantes en bebida y al exterior; en las flegmáticas
los purgantes contra flegma; en las que residen detras de la
Cabeza, las fricciones de quinta esencia con cosas cálidas, y be-
bidas refrigerantes, y quinta esencia prep arada con la sangre
humana. '
CANON \4:.=:Cieiicia de las flehrespestilenciales.—Su na-
turaleza es ignorada, pero con la ayuda de Cristo, y la quinta
esencia se curan, y mas fácilmente si se infunden en ella por
tres horas el castor, el bolo, la ruda, el milefolio, el cariofilo
y el díctamo rojo, bebiendo media onza diaria.
CANON \Ó.:=zContra el espasmo.—Depende de repleción ó
de inanición, y también da las heridas, en cuyo caso suele ser
mortal. Entonces se emplea la quinta esencia en fricciones y
en bebida, y mejor añadiendo cosas húmedas. Lo mas conve-
niente es, provocar la fiebre con fricciones de quinta esen-
cia en que se haya infnndido la clemátide, sobre las arterias
y espina dorsal, tapando bien al enfermo para que se reac-
cione, luego dése quinta esencia con cangrejos, y si fuere de
inanición coma bien; y si de herida, confórtese con hierro can-
dente, empleando después los putrefacientes, y mas tarde la
quinta esencia para que crezca la carne.
CANON 16. = Í / O Í ? O de administrar los laxativos, y curar
la ciática, podraga y toda clase de gota.—Desde muy anti-
guo se ha procurado que no maten, no hagan caso de vir-
tud, y obren sin peligro sobre los estremos.—Esto se logra
preparándolos con la quinta esencia por espacio de tres horas,
con lo que centuplican su virtud y extraen mejor la materia
pecante del cuerpo, pero cuidando de disminuir la dosis. Igual-
mente, es muy eficaz la quinta esencia de la sangre en bebida
y fricciones, para la gota, y mas aun si se le añaden los ébulos.
CANON \l.^=OtiTas de cirujia y e%particular de las heri-
das.—-En las de cabeza se ha de averiguar el daño; si hay hue-
so roto saqúese ó dt^eáe según se pueda, y cúrese con vemu
— 458 —
de huevo y aceite rosado, y quinta esencia después. .Si hay
fractura quedando la piel entera, sájese en cruz y saqúese si
se puede (cuando hay nauseas, dolor &c.) si nó, cúrese con
quinta esencia consolidativa, con la que se sana en cinco días.
—La herida de la dura mater, se conoce por pustulitas que
salen en los labios, y el individuo no puede apretar los cuer*-
pos duros con los dientes, rostro pálido y de color aplomado;
si la pia-mater estuviese lisiada hay vómitos, vahídos &c. en
estos casos dése la quinta esencia.—En las heridas de miem-
bros, empléense el fuego, trementina, vino con quinta esen-
cia, estopa con clara de huevo &c. Siguen varios consejos cor
muñes sobre las heridas, terminando con la preparación de
un bálsamo compuesto de cuatro onzas de raiz de almáciga,
dos de cortezas de granada dulce, azafrán, ciprés, carpo-bál-
samo, y trementina, cuatro onzas de aceite añejo: se pulve-
riza lo pulverizable, se empasta con la trementina y carpo-
bálsamo, se destila á fuego lento en alambique, y recoge el
producto en un receptorio, que se deja en estiércol por espa-
cio de cuatro dias.—En los apostemas aconseja la quinta esen-
cia putrefactiva, sedativa, mundificativa y la que hace en-
carnar.—En las fístulas, llagas y canceres, debe emplearse
primero la corrosiva, luego la mundificativa y después la car-
nativa &c.
3.* BISTI^CIO'Ñ.—Teórica de la oirá mayor, alteración
y trabajo de los metales, y del magisterio y medicina de su
composición.—Dice en el prólogo, que tiene por objeto la com-
posición de la piedra filosofal en la obra mayor y menor, pa-
ra que se tenga el verdadero conocimiento de la trasmutación
é inteligencia de los secretos, y se eviten las burlas y figuras
de otros filósofos, que de este modo ocultaron su secretó: r e -
probando Alejandro, Hortulano, Geber, Avicenas, Alberto &c.
que envolvieron el arte en muchas burlas y tonterías &c. No
así el libro de los siete sellos de Salomón; haciendo notar,
que escritura que el entendimiento no alcanza, no es verda-
dera y debe despreciarse.—La tercera distinción se divide en
Teoría y Práctica. La Práctica tiene por objeto la combina-
— 459 —
cion de Jos principios del árbql filosofal y í-gura circular, y
la razón del modo de la operación de la obra mayor por el ár-
bol, y figuras triangular y circular &c. La parte teórica está
dedicada á la declaración y conocimiento de los principios, y
sus operaciones naturales &c.
Los principios del Arte, se simbolizan por dos ruedas ó fi-
guras circulares, compuestas de tres circuios concéntricos, que
por medio de radios que van desde el esterno al interno, pro-
ducen diferentes casillas. En 1M menores ó formadas por el
círculo segundo y el interno, se inscribe una letra mayúscula,
y en las. maywes ó externas se escribe un título. En el cea-
tro de la primera figura, está escrita la palabra OaAkos,
por que es la figura A., la que consta de quince casillas con
las siguientes letras .é inscripciones con caracteres negros,
azules, amarillos y encarnados, unas todas de un color, y otras
combinados á «los, ó mas p. e. B. C. D. E. F. G. H. L K.
L. M. N. O. Materia ó Vino, Forma, Cielo ó mercurio vege-
tal. Elementos, Alteración, Mextion, Disolución, Colores, Di-
gestión, Ente perfecto. Fermentación, Separación, Operación,
Transformación del veneno.—En la segunda figura se inscri-
be la S. en el centro, por ser este su título, y en sus veinte y
cuatro casillas se leen las siguientes letras: A. B. C. D. E. F.
G. H. L K. L. M. N. O. P. Q. R. S. T. U. X. Y. Z. F; á las
que corresponden estas inscripciones: Forma, Materia, Cuer-
po, Lunaria, Calcinación, Disolución, Evacuación, Multiplica-
ción, Espíritu, Alambique, Azogue exúbera do, Azufre natu-
ral. Aceite, Inceracion, Piedra, Sublimación, Saturno, Júpi-
ter, Marte, Sol, Luna, Venus, Elementos.
Con estos principios se forma la raiz del árbol filosofal, asi
como la mixtión en la raiz del arte &c. Hay ciertos principios
que son intelectuales como: Caos, Potencia, Operación, Gene-
ración &c. otros sensuales, como: Vino ó primera Materia,
Cuerpo, Forma, Elementos, Fermentación &c. otros sensuales
é intelectuales ¿ l a vez, como: Cielo y todos los principios de
la segunda figura. Los principales de la figura A. se entienden
del modo siguiente;
- 460 -
1.° A. Caos.—Se coloca en el centro déla rueda, para
designar la confusión y obscuridad del arte, que es confuso y
obscuro en el entendimiento del ignorante.
2.° £. Materia.—Es principio sensual, puede ser pasivo,
y puede considerarse de distintos modos &c.
3." C. Forma.—Sufre vanas modificaciones y conside-
raciones.
4." D. Cielo.—Se especifica con letras azules, para sig-
nificar que es celeste y de naturaleza de cielo &c. por que se
mueve como el superior, cuando mueve la forma universal y
primera naturaleza y elementos.—A veces se llama sangré
menstrual rt menstruo, por que es generativo, nutritivo y ha-
ce creer; y mercurio vegetal como sacado de vegetales.—Los
alquimistas le llaman piedra hermética ó filosofal, por razón
de su sublimidad; lo que da á conocer que de dos sustancias
subjetas de que se compone y genera la piedra, este D. es la
parte principal, cuyo principio es como muger y esposa, que
concibe por el semen masculino, y pare en otra virtud y forma
que estaba en el principio de la concepción.
5.° JE. íllemeíitos.—Se marcan por letras azules, amari-
llas, negras y encarnadas para diferenciar uno de otro &c.
6.° F. Mixtión.—Designado por azulado y amarillo; en
resumen, es el símil de la mezcla producida por el varen y
hembra.
7.° H. Disolución.—Se reduce á indicar, que es el equi-
valente del contacto del macho con la hembra, por el cual es-
ta concibe lo que debe concebir, resaltando el principio de la
generación.
8." J. Alteración.—Es la simple conversión que tiene
lugar entre el sujeto y el predicado.
9.° L. Digestión.—Es necesaria en el magisterio para co-
nocer como lo concebido se ha de digerir, asi como el feto en
el vientre de la muger y manzana en el árbol. Por ella el in-
telecto comprende las relaciones que por ella pueden tener efec^
to, tocándolas con el ángulo de la diferencia &c.
10. / . (rGHcmc'iOii.--Vs, imi\[ útil para saber y entender
— 461 —
como la piedra filosofal, y otras como el rubí, záfiro &c. y en
particular las perlas puestas en el vientre JD. (Cielo,) por este
principio salen con igual virtud y bondad que las naturales &c.
U . K. Colores.—Estos varian en el magisterio; cuando
se principia por el negro es mejor y manifiesta el principio del
embrión; luego viene el blanco; cuando pasa al amarillo in-
dica el principio de las partes y de los miembros; al llegar al
rAheo, se verifica el complemento de los miembros y partes
de la piedra, ó sea el oomplíto del infante, d>i cuerpo y poten-
cia vegetal. Entonces la piedra nada, como el feto entre las
aguas de la madre.
12. O. Separación.—'SAX^Q para conocer la mezcla y lue-
go la separación de los elementos &c.
13. F. Potencia.—Contiene distinciones metafísicas, que
se reducen á que el artista sepa conocer el magisterio del a r -
te &c.
14. P. Operación.—Significa las que tienen lugar en el
magisterio, se designan por cuatro colores: El primero azul
(D,) se entiende la que puede tener en C. ó M. L. El segundo
ó rojo, desif<na que el fuego por accidente por fuera con su ca-
lentar puede obrar sobre D. y C. sobre los demás elementos.
El tercero, ó amarillo, indica que C. ó M. tienen acción sobre
D. L. y el cuarto ó negro, expresa las operaciones del artista
sobre otras partes L.
15. M. Ente perfecto.—O sea el conocimiento final de
su perfección, y se expresa por el amarillo, azul y rojo &c. •
16. N. Fermentación.—Se reduce á las combinaciones
por las cuales destruyendo uno se genera otro.
17. P. Perfecto veneno trasformaiivo.—Es lo mismo que
la piedra. Con él se hace la trasformacion ó cura de las en-
fermedades.—Veneno trasformante, es la piedra artificiada
compuesta de metales ó de sutilísima materia, y de menstruo
vegetal, como la hiél del leopardo y la vista del basilisco en
los animales, y el rayo en la fusión délos metales.—Es pie-
dra compuesta por artificio, que trasforma las virtudes de los
animales, y ellas se conservan en ellos, 6 sea piedra compues-
• - 462 —
ta de primera materia por humano artiflcio, multiplicado «¿r-
tualiter 6 quantUalive ó de uno y otro modo.—Se multiplica
corrompiendo la piedra por disolución y putrefacción, y diso-
lución de los elementos, por conjunción de estos é inhuma-
ción en aire ó en tierra, y apreension y retención del curso su-
pra celeste en la materia de los elementos con tierra foliada,
y decocción de fuego común &c.—La multiplicación en can-
tidad, se hace por admixtión de medicina en un crucibulo con
azogue del vulgo, que por admixtión de la piedra, se convier-
te en polvo rojo ó negro; y si de este polvo se pone sobre otro
azogue, también se convier,te en polvo, y así se hacen varias
reiteraciones del azogue sobre otro, hasta que no se convierta
en polvo y si en metal perfecto, y es por que la medicina es-
tá templada con adición del azogue y peso de la piedra &c.
El autor indica que en la primera averiguación de la piedra,
puso un peso de azogue sobre mil, y se convirtió en polvo ro-
jo, y de este sobre otro peso de mil de azogue, se convirtió en
polvo; y así consecutivamente en cien multiplicaciones, hasta
obtener cien mil pesos ó cantidades, de las cuales sacó igual
potestad, en cien mil cantidades de cualquier metal perfecto
ó imperfecto.—Esta virtud se aumenta por las multiplica-
ciones j por la materia que se lleva á tanta sutileza, que mul-
tiplica el espíritu &c. como el humo del fuego que existe en
el basilisco, que aumenta su similitud en el fuego que sale en
los animales, por cuyo motivo los sofoca el calor natural &c.
así la luz del Sol, que se extingue por la luz del Sol &c.

2 , * PABTE PKINCIPAI, DE l A PRIMERA DISTINCIÓN Ó SEA TEORÍA


DE LOS PRINCIPIOS DE LA SEGUNDA FIGURA S .

La explicación de varios de estos principios se funda en el


Árbol filosofal de Lulio, y es tan confusa y abstracta, que es
imposible darla á entender; y así me limitaré á indicar alguno
de sus mas interesantes articñloB p. e.
5." E. Calcinación.—Se designa con cinco colores que
indican el tránsito por donde deben pasar los cuerpos, como el
— 463 —
viaagre con el hierro ó azafrán de hierro, azufre y auripi-
mente &c.
7.° G. Evacuación. —Expone varias suposiciones para in-
dicar, que la piedra después de la evacuación del mercurio,
se compone de espíritu oculto en todo cuerpo metálico, y se-
gún que dicho espíritu tiene mediante dicho principio, que vol-
verse en acto, cuyo espíritu G. se llama limo del desierto, he-
cho por sublimación del aire &c.
8." H. Multiplicación.—Es la reducción del mercurio á
su tierra, ó sea iteración, por cuya razón, la medicina se mul-
tiplica en cantidad y virtud &c.
9.° L. Espíritu.—Es aquello que inmediatamente se eva-
cúa de los cuerpos; estos se convierten en espíritus para con
ellos componer la piedra.
10. L.Á zogue exuberado.—Es lo que se exúbera por mens-
truo por sublimación del alambique, y no es mas que el espí-
ritu destilado esa menstruo.
11. M. Aiufre de la, naturaleza.—Es el espíritu de los
metales después de su exaltación en tierra foliada, convertida
por sublimación de fuego de tercer grado; de este modo se se-
para lo mundodelo inmundo, lo sutil de lo gruesoy terrestre,
para que el espíritu vivifícantK pase á sutilísima materia, y
obre en el metal menos perfecto, como la vista del basilisco
sobre los animales, y el rayo fundiendo los metales.
12. N. Tintura.—Esta es la composición de la piedra, de
fuego y aire, oro y plata, ó sea cuerpo que tiñe, nacido y com-
puesto de dos elementos, aire y fuego, de oro á rojo, y de
plata á blanco.—Primero es verde y amarillo, luego rojo y
amarillo, verde y negro &c.—Los colores sufren varias altera-*
clones y dan lugar á que el autor diga: que M. revista tal
tintura que tendrá la potestad del padre y madre de quienes
salió; esto es su vestidura, y podrá luego sentarse en silla re-
gia, por que no viene de asientos reales. Y si se juntasen dos
M. como hermanos, y vistiesen cualquiera de los dichos ves-
tidos á la vez, los padres los pondrán en su asiento, cubrién-
dolos y adornándolos con sus vestidos, y los harán sentar á
60
— 464 —
la regia mesa iSic.
13. O. Aceite.—Es la limosidad de los metales, que na-
da sobre el menstruo por disolución de aquellos, conversión
que es necesaria &c.
14. P. Inceracion.—Así llaman á la conjunción del cuer-
po que tiñe, con la tierra foliada sobre el fuego común, ó sea
la conjunción de elementos indurables, congelables. Según su
preparación, la piedra convierte todos los metales.
lo. R. Sublimación.—Es la purificación de la cosa sutil,
ya por disolución &c. Dice el autor, que no conviene que caiga
este arte en manos de ignorantes, para que por falta de tiloso-
fía encuentren la pobreza y la miseria, y venga la ilusión y
privación del fin del arte. Separa, pues, lo inundo de lo inmun-
do, lo sutil de lo grueso, lo raro de lo compacto, con lo que la
naturaleza da mas de lo que le piden y saben.
16. Q. La, Piedra.-^Sü fin es como la salamandra en el
fuego. Es cuerpo conmixto, compuesto de la quinta esencia de
loá metales ó plata viva (azogue,) deducida de potencia en ac-
to, por magisterio de todos los principios de este arte. Los de-
ceptores dicen en sus libros, que se compone del azogue de los
metales y no del vulgo; Búsquelo el artista en la naturaleza
de cualquier metal, y sáquelo en acto por el magisterio del ar-
te, y así compóngase la piedra filosófica y también la precio-
sa; y de este modo no errará, por que el azogue de los alqui-
mistas lo contiene todo. El plomo, oro, estaño, plata y cobre,
son principios de los cuales se saca el azogue de los alqui-
mistas, por que según la naturaleza, contienen azogue espe-
cial.—El oro tiene su azogue propio, y es bueno para una
operación y no para otra; y según sea el metal que se emplee
en la operación, tómese dicha azogue &c.

2 . " PAUTE PRINCIPAL BE LA TERCERA DISTINCIÓN Ó PRACTICA


DE LA OBRA MAYOR L .

El autor después de teorizar confusamente sobre esta parte,


que es el fin y complemento del arte, aconseja la siguiente
— 465 —
operación: Tómese vino blanco ó tinto, y llagase lo dispuesto
en el Canon I." &c. Obtenido nuestro cielo ó mercurio vege-
tal, tómese oro ó plata calcinado por el magisterio, y luego
divídanse por los elementos, pero notando el peso de D. y si
llegase á tres libras la lunaria, pónganse dos onzas de C. so-
bre las duplas catorce de C. y si ;C.) fuere de X; sobre media
libra póngase dos onzas y media de C. y hágase la conjunción,
poniendo D. con C. ó C. con Q. cerrando perfectamente el va-
so con cal y clava de huevo. Luego coloqúese en baño maria
ó en horno secreto, ó con estiércol caliente en cantidad de vein-
te á treinta cargas en un ángulo de la casa, de modo que
siempre haya calor, hasta que principie á nacer un color que
será negro, pero no de encausto y si de granada subida. Con
este signo se conoce que C. ó (C.) D. pasa por H. J. I. y que
está verificada la coligación del amor entre C. y D. L. Con-
vertido está en D. y D. en (C.) L.; continuada la decocción,
D. comienza á entrar L. I. y siguen hasta K. y M. por que se
mortifica el color negro, y por esta continuación K. se vuel-
ve blanca.
Y camo cuando en C. (C.) y D. K. aparece blanco, es se-
ñal de demostración que principian á conjuntarse en tercer nú-
mero los huesos y nervios de nuestro infante, cuya operación
dura hasta K. amarilla; y cuando llega á este color, el artista
comprende que el cuerpo del infante está formado, completo
y organizado, y principia á prepararse para que entre en él,
el espíritu vegetal; y esta natui'aleza dura Ínterin se desva-
nece el amarillo de K. y aparece el rojo, y nuestro nacido eg
la K, roja, y en el cuerpo del infante es el alma vegetal, y en-
tonces el artífice debe comprender que dicho infante se halla
en fin de terminación de cuerpo y alma. (Siguen varios con-
sejos sobre el grado del fuego.)^—Llegado el término, déjese
enfriar el fuego, y entonces se encontrará el infante redondo
como un huevo, que se extraerá y mundará, y se colocará en
vaso vitreo puesto en horno de decocción, ó sea baño .seco ó
estufa purseis dias naturales, administrándole fuego sucesi-
vamente y de tal grado, que pueda resistirlo la mano coloca-
— 466 —
da dentro. Luego se extrae y se encontrará muy precioso en
tiempo oportuno; de modo que con una parte de él se puede
multiplicar hasta dos mil &c. Nótese que la palabra Q. E. M-
con Q, E. V. mezcladas juntas en la composición de la pie-
dra, según el peso tomado, hace una fuerte solución que acor-
ta la obra magna.
Hay otro secreto de M. y Q. y es el siguiente: Tómese
una libra de dicho menstruo y dos onzas de C. ó (C.) ó dos
onzas y media según predicha condición, y una dracma de M.
y en el espacio de treinta dias se convierte en Q. aplicando
fuego lento sin parar, y regulando por K., según mas ó menos,
hasta ver un cuerpo redondo con rubicundez si va al rojo, y
6i es al blanco, con blancura metalígera. Y con esta K. debe
salir y nacer del vientre de la madre: y con una parte de su
peso se puede multiplicar sobre tres mil en S. T. L.—Sépase
que en toda obra no hay tiempo fijo, por que aveces el infante
nace antes, y es porque el calor por accidente fué mas-fuerte;
y aveces nace mas tarde, si el fuego es mas débil, como su-
cede en el feto humano, que nace á los siete ó nueve meses,
siendo mas frecuente en las jóvenes por ser mas fuerte el ca-
lor natural.
K. es señal de toda obra en magisterio, y for él se pue-
de regular como es el iafante en H. mientras es todo líqui-
do y principia la K. á ennegrecer, entonces sépase que está
en G. y pasa por F. y cuando la K. amarillea, está organi-
zado y el cuerpo formado; y en K. roja tiene cuerpo y al-
ma, y debe darse fuego para nacer y salir &c.
Continuación de la práctica de ia oirá mayor.—Se redu-
ce á varias tablas en que se combinan las letras figurativas
de los principios para explicar diversas preparaciones p. e.
Fig. 1.^ Modo de preparar el elixir de Saturno y Júpiter
para obtener el Sol y Luna &c.

S. T. D. E. S. T. D. F. S. T. D. G. S. T. D. H.
S. T. D. L S. T. D. L. S. T. D. M. S. T. D. N.
S. T. D. R. S. T. D. 0. S. T. D. P. S. T. D. Q.
— 467 ~
La S. se figura con el color negro. La T. y D. con el azul,
y las restantes, con estos dos colores mas el rojo, combinados
de en dos en la misma letra.
Fig. 2." Elixir de Saturno y Marte.—Fig. 3." De Satur-
no y Venus &i:.—Fig. 4." De Marte y Venus.—Fig. 5.* de
Saturno y Júpiter y Marte.—Fig. 6." De Saturno, Júpiter,
Marte y Venus, por que de todos puntos se salga Sol y Lu-
na, y así de otras combinaciones, acompañadas de correspon-
dientes tablas.—Advierte el autor, que cuando el oro está pu-
trefacto y reducido á su mercurio, es de tanto esplendor, que
no hay fuerza humana que lo pueda mirar, y es mas paten-
te de noche cuando existe en su agua.
Práctica de la oirá menor ó de la figura S. segiin las ta-
llas etc.—Comprende la doctrina abstracta de las combinacio-
nes de las letras, cuyo significado tiene distintas explicacio-
nes &c.
Práctica de la obra filosófica menor, ó espejo de la misma
para que el artista pueda componer elixir y piedra filosofal.
—El contenido de esta parte, es la indicación práctica de las
manipulaciones encaminadas á la trasmutación, y en el fondo
no difieren de las aconsejadas por los demás escritores, tomo se
verá por el. siguiente traslado de alguna de ellas.
1." Solución de los cuerpos.—Esto es el modo de licuar-
los según sigue: Tómese, en nombre de N. S. Jesucristo; cal
de cualquier cuerpo, póngase en una ampolla de cuello lar-
go, y sobre ella cuatro dedos de jugo de lunaria, coloqúese
sobre cenizas, y hierva levemente jor un dia natural; pásese
luego á la estufa ó estiércol caliente por el espacio de dos
dias, para que se digiera mejor y se separen las partes suti-
les de la üiateria &c. Seguidamente sepárese la botella y pón-
gase esta agua clara en una cucúrbita, cuidando que no se en-
turbien las heces al inclinarla, y en seguida cúbrase con la
tapa y póngase en estufa ó estiércol como antes, con vaso bien
tapado; y hecha la evacuación, infúndase otra agua igual á
la primera y hágase hervir, y colocada en estiércol, repítase
hasta separar el espíritu del cuerpo &c. Si faltase agua, t ó -
-_ 4G8 —
n;ese la cucúrbila en que cstau las liquefacciones, sobre pón-
gase el alambique y destileíe á fuego lento o por baño, mien-
tras haya dos partes de liquefacción, y de esta agua póngase
sobre la materia del cuerpo que está en la ampolla, hasta la
dicha cantidad de cuatro dedos, y repítase hasta que la tier-
ra quede vacua, lo que se conoce tomando un poco y secán-
dolo al Sol, y poniéndolo luego sobre una plancha candente, y
si se fuese en humo, repítase la operación hasta que no h u -
mee. Guárdese lo licuado en parage caliente y húmedo.
2.° Modo de utilizar mejor Ja tierra.—Practicada esta
operación, extráigase la materia de la ampolla con algo de
la citada agua, y póngase un-cucúrbita; superpóngase el alam-
bique para que se deseque la materia, logrando estcJ se ave-
rigua su peso, y sabido ya, téngase lunaria para la mejor
rectificación en vaso circulatorio, y póngase el triple de ella ó
sea de la tierra, coloqúese en alambique, ciérrese bien y des-
tílese á fuego lento, luego refrigérese, y cuando estuviere bien
seca la tierra, póngase otra vez agua nueva en igual rectifi-
cación y peso &c. y todas las aguas que así^e extraigan de
la tierra, coloqúense en botella bien tapada, hasta que la tier-
ra se reduzca á polvo sutilísiuio ó impalpable.
3 . ' Exiiberacion del agua extraída de la tierra.—Prac-
ticada la operación anterior, cójase el vaso en que están todas
las liquefacciones y sobrepóngase al alambique y destílese el
agua por baño, hasta ver en el fondo una como cera derreti-
da ó miel, y entonces déjese enfriar el baño y luego póngase
sobre del agua que se extrajo de la tierra, hasta cuatro de-
dos por encima, hágase mhumar en estufa ó estiércol por un
dia en el vaso bien cerrado, luego póngase en alambique y
destílese el agua aparte, con poco fuego; verificada la desti-
lación y enfriado el vaso, héchese sobre la materia remanen-
te cuatro dedos de la misma agua sacada de la tierra, y repí-"
tanse las operaciones hasta destilar toda la materia por el
alambique, que es lo que se llama azogue exuberante de los
filósofos, leche virginal, ó vinagro de los filósofos.
4." Redacción de esta agua ó menstruo sol/re su cuerjw.
— 469 —
—Verificad» la oxuberacion, averigüese el peso del citado pol-
vo sutilisimo, embébase con la mitad de su peso de agua de
la predicha exuberacion, y póngase á inhumar.y nutrir en es-
tiércol por ocho dias, y al cabo se en centrará la materia muy
húmeda, coloqúese en alambique, destílese y seqúese la ma-
teria con fueg'o lento recibiendo el agua; la que se deseca en
ceniza con moderado fuego, recibiendo agua; indagúese su pe-
so y conocido, repóngase el agua que de este modo se recu-
peró y con la exuberante, complétese basta la mitad de su pe-
so.—Repítanse estas imbibiciones é inhumaciones, hasta que
la tierra beba hasta cuatro partes de sí, lo que se conoce si,
poniendo un poco sobre lámina caldeada, se va en humo. Si
no tuviese el punto, repítanse las operaciones hasta lograrlo;
después coloqúese sobre ceniza principiando con poco fuego y
aumentándolo poco á poco, hasta que la materia superior lle-
gue á los bordes del vaso, y cuando sublimado estuviese, to-
da aquella materia, se llama cuerpo eoouherado en sal admi-
valle, á la que los filósofos dicen piedra y azufre de la na-
turaleza. Incérese con aceite de Luna hasta que fluya, y en-
tonces será medicina perfecta, si se proyectase una parte de ella
sobre ciento de estaño, si la sal fuese hecha con Júpiter; pe-
ro si fuese de Saturno proyéctese sobre ciento cincuenta de^
mismo Saturno, y la obra será perfectísima y mejor que toda
la natural. Ademas el aceite de Luna tiene virtud fijativa, y
da fijeza leve sobre todo lo hecho con S. T. V. Z.
Modo general de hacer el aceite de Luna ó de otro cual-
quiera y primeramente de su liquefacción.—Tómese una on-
za de Luna desmenuzada, limada ó foliada, y calcínese como
se ha dicho; extráigase su humedad ó sea su azogue, conju-
go de lunaria como antes se indicó, y sacada la humedad por
liquefacción, cójase el vaso en que estén todas las licuaciones,
y puesto en alambique, destílese en el baño toda la humedad,
hasta que toda la materia quede á manera de miel espumada
y caliente iic.
Licuación Jtecha con la lunaria.—Complétese primero la
licuación según lo dicho, y después de enfriado, infundase so-
- 470 —
bre materia líquida de lunaria bien rectificada en cantidad
que sobre pase cuatro dedos, póngase á inhumar en estufa ó
estiércol por un dia, y luego extráigase y déjese enfriar, y.
lo que se disolviese por la licuación, póngase en un vaso y
después en el alambique, y en baño muy templado deséquese
la materia, y luego repóngase del agua de arriba y de otra lu-
naria fresca rectificada, dése complemento, de modo que h a -
ya cuatro dedos por encima é inhúmese por un dia. Segui-
damente, evácuese y repítase hasta que la materia se convier-
ta en agua, inhúmese después por ocho días, coloqúese lue-
go en vaso, póngase el alambique, extrayendo primero los ele-
mentos, comenzando por baño de fuego suave, recíbase cuanta
agua se quiera destilar por calor, terminada la disolución, en-
fríese, y todo lo destilado póngase sobre las heces y tápese
bien y déjese siete días sobre el estiércol. Coloqúese después
sobre cenizas, y dése fuego de serrín ó en hornillo en que ha-
ya dos aberturas, y cerrada una, destílese el aÍ7'e ó el aceite
y guárdese en botella bien cerrada; pero si no bastase el ca-
lor de una abertura ábrase la otra, y destilado, enfríese, ábra-
se el vaso, y lo que destilase hágase destilar en baño, y el
agua clara saldrá, y en el fondo quedará el aceite, que será
el elemento del aire; destílese nuevamente aquella agua que
se destiló antes sobre la materia remanente en el fondo, que es
el agua que sobre el baño se recibió, repóngase é inhúmese
por ocho días; luego destílese por fuego caliente y recíbase
toda el agua que se pueda sacar por el calor, y después h á -
gase como antes, y recíbase el aceyte que será el elemento/iKfi-
go, y póngase en otro vaso con el primer calor conservado.
Con todo, no se crea que así deba ser de color de aceite ni de
agua, un tanto mas espesa que la primera &c. opérese de es-
te modo hasta destilar toda la humedad ó azogue con el«gua,
y déjense en el vaso las partes secas á manera de polvo im-
palpable, y se haya convertido en aceite, la mayor parte del
agua.
Reducción de la dicha humedad del azogue ó menstruo i
su tierra.—Hecha la evacuación y sabido el peso del polvo
— 471 -
producido y bien notado, embébase con la mitad de su peso
del citado azogue producido por él por cenizas, y verificad»
la imbibición en vaso bien cerrado, digiérase en estufa ó es-
tiércol por ocho dias, perfeccionado según lo dicho &c.
Reducción al agua clara llamada aceiíe.—Hecha la subli-
mación, cójase lo sublimado de los lados y altos del vaso con
sumo cuidado, póngase en cucúrbita bien tapada y lutada, y
déjese ocho días sobre fiemo ó bailo maria, y remuévase cada
cuatro dias, hasta que se disuelva y la materia se ponga casi
como agua, y entonces se le llama aceite ó ungüento de los fi-
lósofos; si la solución fuese dura, añádase un poco de sal n i -
tro dos ó tres veces disuelto y congelado, que es nuestro cielo,
ó lunaria cuatro veces rectificada y en seguida se disolverá.
Jnceracion de la sal ó aaufrepredicto con el citado acei-
te.—Tómese sal de cualquier metal mencionado, ésto es, de S.
T. V. Z. todo ó alguna cantidad del mismo, y póngase en cru-
cibulo sobre cenizas calientes, y cuando se hubiese calentado,
póngase de dicho aceite á gotas hasta que se espese como
miel fría; saqúese del fuego, y enfriado ya, tómese un poco
de la masa y pruébese á la llama de una vela, y si se funde
suavemente estará á punto, sino, repítase la inceracion co-
mo antes, hasta que tenuisimamente fluya ante la fuga del
mercurio. Esta inceracion puede hacerse en la "quinta esencia
del oro y plata y obrar como en lo demás. Este aceite se lla-
ma incombustible. Practica y trabaja, y encontrarás la perfec-
ción sin falsedad.
Tablas abstractas del árbol filosofal y de la figura de l^s
individuos.—Dedica el autor algunas páginas y repetidas com-
binaciones de letras, para explanar algunas teorías, que hasta
cierto punto son incomprensibles y difíciles de extractar, y que
por su poco interés dejaré de mencionar.
JDe las cosas de que se puede extraer nuestro mercurio.—
Ck)nviene mucho al artista saber donde existe y puede encon-
trarlo en toda cosa elementada, pero en unas está mas próxi-
mo que en otras, y antes acabarla la vida del hombre qué lle-
gar á extraerlo. A Dios entienda, ame, y conseguirá el flti de-
(il
— 472 —
seado &c. Al efecto traza una rueda <3 figura llamada M. por-
que en su centro está escrita dicha letra. La componen cuatro
círculos concéntricos de desigual circunferencia, y divididos
en nueve casillas por medio de radios. Cada casilla presenta
tres divisiones correspondientes á los espacios intercirculares;
en la mas céntrica se inscribe una letra, y en las otras una
sustancia y una calidad en el siguiente orden: C.—Miel nue-
va... Igualmente cercano.=E.—Flor de romero... Medio igual-
mente.=G.—Lirio rojo... Menos cercano.=1.—Sangre huma-
na... Igualmente cercano.=:K.—Vino blanco... Mas cercano.
—H.—Tártaro... Mas cercano.=F.—Mercurial... Menos cer-
cano.=0.—Celidonia.=Igualmente cercano.=B.—Vino ro-
jo... Principio mas cercano.
Sabiendo algunos que se extrae de todo lo elementado, pre-
tendían sacarlo de piedras, pajas, leños, flores &c. y antes mo-
rian que lograrlo. Otros se le aproximaban, y por esto decian:
Alquimia belberizate: quienes lo imitaban y guardaban el se-
creto; pero tomaban C. D. E. F. G. I. y con sus jugos lo imi-
taban &c. Pero si se tomase nuestro mercurio convertido en
tal especie ó el del vulgo, y se redujese en agua sin otra ma-
teria, lo que puede hacersecon flegma de medio, y se le die-
re su aire debajo del vaso, se obtiene la luz de las perlas que
es su parte homogénea, pero que no es de ordenación de nues-
tra piedra... Si no se obra según arte, se pierde el fin prima-
rio por falta del secundario.—Dicho mercurio, tiene libre ope-
ración en uno de los individuos de un solo modo, y en otros de
dos; por que H. es individuo en el cual, nuestro mercurio tie-
ne operación libre existente en la misma H. según se ve en la
fabricación del oro, esto es, en su dealbacion, asi como en Z.
hay algo módico de Y. si Z. se pusiese en dicha H. L. Hay
una operación que se hace poniendo carnes, peces, frutos, ho-
jas, pan &e. en D, la que está en especie bajo agua, y real-
mente se convierte, y es signo evidente y admirable de la po-
tencia vegetal, por cuya razón de potencia se trasmutan las
sustancias &c.
Otro modo de operar, consiste en poner sobre pórfido, C.
— 473 —
seco, con oto ó plata fuertemente molido hasta reducirlo á
manera de amalgama, la que puesta en un paño deja salir real-
mente mercurio, por que el mercurio que existe en X. ó Y. so
mueve al existente en O., y el existente en C. se mueve al
que existe en X. ó Y., y se coligan en el ángulo de la con-
cordancia, así como nuestro D. se multiplica en X. por que el
mercurio existente en X. ó Y., no puede resistir y se disuel-
ve su lazo, y dichos X. é Y. se reducen á. especie de amal-
gama &c.
El fin de este magisterio, es, que nuestro mercurio esté
puesto en la esfera del cielo, por que de otro modo el artista
no sabe trabajar bien. El intelecto extraña que nuestro mer-
curio puesto en lugar sobre celestial, no retiene color, peso,
cantidad y calidad, aunque todo esto sea de sn naturaleza; pe-
ro baja á la vista y nota que el elemento del fuego estó en
los elementados con su color, levedad y lucidez; igualmente
observa que es ponderoso contra levedad, frío contra calidez,
obscuro contra lucidez, y amargo contra dulzura; por que allí
existe mercurio confracto y puesto bajo otra forma, extraído
del individuo cuyo es.—El entendimiento se admira que nues-
tro mercurio teniendo así dulzura suya en cielo célico, aun-
que mixta en él, y otros accidentes de él, no existen en acto,
pero baja al sentido que por su virtud visible siente y vé, que
en las especies de los elementados, se diversifican las opera-
ciones de los elementados que allí existen, reteniendo unos
las operaciones de ciertos accidentes &c. según se vé en el
aloes, en él que predomina el aire, y con todo, es amargo con-
tra su naturaleza; es negro contra diafaneidad, y es leve, cu-
ya levedad es por causa de la vacuidad que es contra el aire
que es impletivo, solamente no retiene de su razón actuali^
ter, sino la humedad; porque en el cristal solo accidentalmen-
te tiene diafaneidad; y en el agua de fuentes, la dulzura, dia-
faneidad, humedad é implecion &c.
El autor contiuua varios razonamientos metafísicos, poco
interesantes y menos inteligibles, terminando con un Ouestio-
nario sobre las figuras abstractas del Árbol filosofal, y del cual
— 474 - -
transcribiré algunos párrafos mas ó menos reducidos.
iLa Alquimia es ente real?—Después de disertar metafisi-
camente afirma que sí, porque trabaja sobre la vegetativa del
oro y plata, que son entes reales y positivos.
¿Puede generarse el mercurio vegetal sin oro y plata?—
C. es oro y plata existentes en forma en el ser de la piedra
filosofal: Q. principio eficiente y formante, con la cual forma,
Q. tiene el ser que es L.—Por esto dicho mercurio no puede
generar Q. en ausencia del oro y plata, por que faltarla el su-
jeto de la influencia, y por consiguiente Q. Y si Q. pudiese
generarse con dicha condición y formarse, por lo mismo se
siguiria entonces que dicha formación seria propiedad propia
del mercurio vegetal, que es apropiada al oro y plata, lo que
es falso según declaración de la forma &c.
¿Que es el mercurio vegetal en el oro y plata?—Es sustan-
cia simple en M. ó Q. de sus especiales concretos, cuyos con-
cretos existen inductos en dichas partes y calidades.
¿Que tiene el mercurio vegetal en el oro ó plata?—Tiene
su acto propio y operación, con cuyo medio disuelve y vege-
ta aquella y las propiedades de aquellos, porque la vegetabi-
lidad del mercurio, está en el sujeto suyo propio en el cual
está sustentado, y sep:un este arte está él mismo en ellos y ha-
ce ella misma ser vegetables en M. ó Q. por razón del cual,
dichos oro y plata multiplican sus semejanzas en las sustan-
cias que están fuera &c.
¿Debe el mercurio entrar crudo ó evacuado en la opera-
ción?—C. no puede entrar crudo por que C. E. F. C. no pue-
den entrar como en él esté mixta la terreidad con aeridad, lo
sutil con lo grueso, lo espiritual con polvo condenado. Con-
viene pues evacuar, y tómese lo que sube en el aludel, lo de-
mas arrójese como inútil. Se sabe que conviene que el artista
deduzca los cuerpos de su primera materia, por que otras no
pueden estar en concordancia del medio entre C. y D., por
que se impediría por V. condenado, por cuya razón M. ó Q.,
de tal compuesto no tendría potestad de multiplicar sus es-
pecies en las sustancias que están fuera, por que al ponerlo al
— 475 —
fuego, liuiria con toda su especie, y por aquello de haber
impedido el medio de la conjunción.
iComo se unen el oro y menstruo vegetal en unidad, de nú-
mero ultimado, de suerte que el oro quede vegetado y el mens-
truo aurificado^—El agua mezclada con vino, queda agua vi-
nificada, y el vino aguado se hace con agua vinificada: y las
carnes y yerbas puestas en miel, se convierten en especie de
miel, y la miel queda bajo el gusto de las cosas mezcladas,
por aquello de que parte mínima con mínima se mezcla. Así
la vegetativa está plantada en la elementativa, y por eso en
cualquier elementado está la vegetativa en acto ó en potencia,
como la llama del fuego existe en potencia en el leño quema-
do. Y la vegetativa que igualmente existe actnaliter en mens-
truo vegetal, deduce en acto la vegetativa existente en poten-
cia en el oro, y por lo mismo, luego que es deducidla actnali-
ter en acto, existe también; por que el oro de ciertp modo t o -
talmente existe actualmente vegetado. Y el menstruo vege-
tal que estaba anú^c&^opotentialiler en tiempo, existe actna-
liter aurificado, moviéndose al aurificativo potencial, actual y
vice-versa. Ademas, existe conjunción de estos en tercer nú-
mero, moviéndose el aurificativo que está dentro del oro, al
vegetativo que está dentro del menstruo vegetal, para que
este mueva su vegetal menstrual á deaurar y vegetar y al
contrario; moviéndose-el vegetativo que está dentro del mens-
truo vegetal al aurificativo que está dentro del oro, para que
el vegetativo ó aurificativo mueva su menstrual vegetal á ve-
getar y aurificar, y asi se revela que la unidad del número
ultimado de dichos, existe por modo de mixtión de correlati-
vos esenciales, y de acción y pasión de los mismos.
¿Gomo se vegeta la piedra filosofal, no recibiendo alimen-
to de afaeraí—B. C. en los vegetales es simpUciter diferente
de la vegetativa, y por consiguiente, naturada según propie-
dades de los sujetos, en los cuales está plantada, y si en algu-
nos no se puede unir sino por el radical húmedo al sujeto en
que está plantado, se conservarla recibiendo aumento de los
elementos compuestos.
— 476 —
¿Pueden los metales perfect os convertirse necesariamente
en elementos, y ser materia áe la piedra, ó nacen aptos para
ser materia de lapiedraí—C. E. es necesario que los meta-
les se dividan en elementos para que su materia se aproxi-
me á su género, que es primera naturaleza de ellos, y entonces
la tal materia de los mismos, es suficiente al magisterio para
nueva generación; tanto cuanto los metales se aparten de E.
tanto se apartarán de su primera naturaleza, y por consiguien-
te, de nueva generación artificial que es el medio por el cual
los metales con D. deben terminar en M. ó Q. L.
¿Como se compone elfermento'i—C. F. fermento compues-
to, se hace de primera materia y naturaleza de metales y acei-
te, goteando gota á gota, y después con nuestro mercurio é
inceracion natural, que es medio de unir el mercurio con di-
cha primera materia, otras veces pues la operación y potencia
faltarían en la piedra, por la razón de que no puede haber otra
potencia en otro. Por esto pues, humedézcase y endurézcase
hasta que se haga verdadera goma, y entonces por este m e -
dio se compone perfecto fermento que se llama goma &c.
iQ,ue es fermento simple y fermento compuesto'^—C. y G.
fermentos simples, son los que con nadase mezclan, como son
los elementos simpliciter tomados por sí. Los compuestos son
los que se mezclan con otros, por que está revelado que si los
cuerpos perfectos no se pueden reducir á su primera materia,
no se podrá tener un fermento simple no compuesto, y enton-
ces la piedra será sin evacuación.
¿Cuales son los colores aparentes en la obraf—C K. cual-
quiera de las cuatro causas elementales, tiene su propio co-
lor, cuya semejanza aparece en los elementados, según lo que
cualquiera tiene mayor concordancia con alguna de aquellas, ó
contrariedad, como sean los colores que aparecen por la dife-
rencia y concordancia &c.... y por esto como la piedra en su
perfección tiene naturaleza de fuego simple, tiene color se-
mejante y concordante con el fuego, cuyo propio color es el
rúbeo. Y como antes de llegar á la esfera del fuego, debe pa-
sar por la del aire, por eso antea del rúbeo aparece color diá-
— 477 —
fano algo cetrino, por estar el fuego mezclado con el aire; y
como antes de llegar á la esfera del aire pasa por la del agua,
tqjna el color de esto, que es el blanco, así como principia
su ascención por la tierra, Ínterin pasa por su esfera recibe el
color negro &c.—Son pues cuatro los colores sucesivos unos
tras otros, según las esferas, y en caso de cambio, el resulta-
do es malo.
¿Por que es la separación^—Para que la primeva materia
de los vegetales y minerales, se traiga primero por lo míni-
mo, como en el vino por rectificación, por destilación y circu-
lación de los cañoneí ó tubos; en otras cosas por separación
de los elementos &c. principiando por la putrefixccion sin la
cual la piedra no se hace.—Por ella se separa lo mundo de
lo inmundo, lo sutil de lo grueso, lo leve de lo ponderoso &c.
Siguen diversas cuestiones en las cuales se dilucidan pun-
tos obscuros, y se dan consejos varios seguidos de reflexiones;
diciendo p e. que algunos farsantes obcecados, entienden com-
poner la piedra sin reducir las cosas á su primera materia, y
como no saben dt;spojar su primera torma, no pueden llevar,
la á primera forma, por que la división de los elemenios es
posible por artificio.—Los metales no se corrompen por que no
se generan como laa plantas y animales.—La piedra filosofal
es el ente perfecto.— Dios es la primera causa de esta opera-
ción.—En la materia se considera aquello de que sale el raer,
curio filosófico, los elementos y el azufre de la naturaleza.—
El cielo es de triple consideración, primero por cielo mayor,
segundo por ser mercurio vegetal, y tercero como alma de los
metales.—El menstruo vegetal, uno es resolutivo y otro r e -
soluble; el primero es doble, celeste y no celeste; el segundo
es vapor potencial existente en cualquier cuerpo metálico, (por
cuyo olor se convierte el azogue en metal) conjuntivo del azu-
fre y azogue, que solo por resolución se deduce al acto. Mens-
truo resolutivo celeste, es la quinta esencia del vino ó saca-
da del tártaro» cuya naturaleza resoluble se produce en acto.
—El menstruo no celeste, es agua ardiente perfectamente r«5-
tificado j salido del vitio, con cuya viftud; se resuelvefi todos
— 478 —
los cuerpos; se putrifican, purifican y dividen los elementos.
y la tierra se exalta en sal admirable y atractiva por su vir-
tud ó tierra foliada, que se llama azufre de la naturaleza.
Menstruo general, es medio conjuntivo entre S. T. V. X. Y.
y piedra principal de que se deriva todo &c. Hay vegetales
que tienen menstruo resolutivo para dividir los cuerpos; por
que D. G. calidad del menstruo, es cálida hasta el segundo
punto del cuarto grado, y conviene que se aumente su virtud
hasta el último punto con vegetales cálidos hasta el último
punto como son: apio silvestre, acónito, adelfa, anacardio, sci-
11a, pimienta, piretro, euforbio &c. sin los cuales no basta la
fuerza del menstruo &c. El elixir es medicina compuesta de
aire, agua y tierra, y difiere de la piedra por crudo y cocido &c.
Las copias y extractos que he presentado de este pondera-
do escrito, ala par que ponen de manifiesto el verdadero mé-
rito de las doctrinas que proclama, demuestran igualmente,
que su autor concedió á la parte médica una notable exten-
sión, involucrándola por decir así, en una materia que como
la Alquimia, le es hasta cierto punto enteramente extraña,
y de la que la separaban por completo los buscadores de la
piedra filosofal. Y si bien con frecuencia parece basada en los
principios médicos de Lulio, cuyos tratados copia ó imita en
ocasiones dadas; con todo, en otras les concede un ensanche
que si no está en Consonancia con los limitados ¿infundados
conociaiientos de aquel filósofo, se armoniza por el contrario,
con las doctrinas greco-arábigas de la escuela dominante en
los siglos XIII y XIV. Es masque probable, que esta expo-
sioion de la Quinta esencia, parezca difusa" y sobrado larga;
y de seguro la hubiese reducido á menor extensión, sino hu-
biese tenido en cuenta la dificultad que hay en poder encon-
trar este libro; los desmesurados elogios que se le han tribu-
tado; y la necesidad que hay de ponerlo de manifiesto, para
que los lectores puedan juzgar acerca del mérito y originali-
dad que le han señalado los biógrafos de Lulio, y los histo-
riadores críticos de las ciencias; quienes de seguro, en mas de
una ocasión, ó no lo han leido con despreocupación, ó no han
- 479 —
profnndizado ni conocido completamente la esencia de la filo-
sofia luliana, dando lugar ^ falsas apreciaciones.
Compendio del Arte ae'iii trasmutación del alma de Ios-
metales.—Dedicado este libro á Eolierto rey de los ingleses, el
autor le índica, qne ha recogido varios modos de practicar eli
magisterio déla piedra filosofal y d é l a s piedras preciosas, y
le aconseja tenga presente: 1.°—El' principio dé que se com-
potte la piedra filosofal y las otras llamadas preciosas^ 2 . ' —
t o s ínstnimentos coü que se haoe; y 3.°-¡-CÓ¿ÍO se deBe d p ¿ -
rat y practicar esta, matefia, medíante sus co^respOíidiéntéé
jnstftimentbs. 'Páíá este éljjeto que en rigor se.reducé á la
prepaíaicion de' lá piedra filosofal, y l a de-fes piedras preciosas-,,
enüípléfa «1 autor sobte- cuarenta articulos, qiié contienen l a r e -
petidbn de lag doctrinas conocidas, ésp^étalmente las áe lá
Qtiiittét es'ékcia, p6í cuyo motivo, creó ésdusad&'estrácfáflás;
E l aiutor éni eáte fííftOr ál éjí*presar-cttte pai'a T»Corapdáwioñ 'd^'
las perlas,'sott útiles ciertos^ mariscos-, Lacé- feférénciaái süs
v í a l e s á Famagu'st», P o r t u g a l é InglateTrá, ásl eo'nío día á en-
tender que es de fecha posterior al de Qui/ufa esencia'.
De lo expuestoc se desprende como se dijo al jJfiíicripiar es-'
te articulo, 1.°—Que-Luliono fué alquimista. Si'-^'Que iós-H-*
httiÁ déf- Alifüimiaí qué drculatí' •éón su ttoió'bré,'soh' áa; g e n e -
raT, posteriores á Su muerte. 8l°-^Qtie la Alquimia d-tfiére no-
tabfeüVente de te Química, aun cuafido esta le deba' su origen.
4."—Que el objeto dé lá Alquimia, única y exclusivamente e s ; '
la preparación'del oro, plataiy piedras preciosas, por meditf
de ót¥{)9 cuerpos distintos, valiéndose de un supuesto'cTlt« l i a - ,
maído iEUxí.r ó Piedra filosiyfal. S.*—-Qáé-los eméritos sftp»res-'
tos de LuliO, sotl ew g-énérarun- reotéd&die!-'los'démsís''li-
bros d-e xVlí^uimiai, aritériéres y posteriores á su existeñckv"
siendo el titulado Quintil esencia, e\ único que comprende ad«-
mas'üna parte médica, explanada con arreglo á'süadoi'tpihasi
fllostíficas, pero sin contener novedad alguna digna de'tenerse*
en Ca9rita;'y limitándose tan solo á realzar las propiedft'ííés'dé'-
los'médicamiehtoá. • ^ '. •'•• ''''• • { ' , ;¡..'rií-:¡--1


— 480 —

, Es dificil concebir el silencio que aobre esta parte de la Fi-


losofía aatu'cal, guarda la fecunda pluma de Lulio; porque pa^
recia regular, que en su afanoso deseo de abrazar-todo lo sabi-
ble, no, debía dejar olvidada tan interesante y extensa mate-
ria, y en la que habian obtenido justa celebridad, di.versos ea-
critores. En efeqto, desde el profundo é incomparable Arjstó-r
teles, funda^r de una. ciencia en la que inmortalizó su jaom-
bre, y el erudito compilador Pliuio, hasta S. Alberto y V, de
Beauvais,, que enriquecieron sus interesantes escritos, con los
libros qiie sobre el particular nos han legado; sobrados mode-
los tenia Lulio á la vista, si hubiese entrado en su proyecto
el estudio de la ciencia en cuestión. Pero es muy presumible,
que la desechase, por la imposibilidad de doblegarla á sus doc-
trinas mets^fisicas, como enteramente cimentada en la expe-
riencia y observación.
Sensible es semejante vacío, que una vez mas, hubiese puesr.
to de manifiesto 1* superioridad del gran Alberto y4el estu-
dioso Vicente, cuyos escritos, ademas del mérito que encier-
ran,, son muy á propósito para demostrar la marcha del sa-
ber humano, y ladiferencia que va de ayer á hoy, Excusado
parece mentarlos, toda vez que no hay motivos de compara-
ción, pero es justo recordar, que los del primero, deben con-
ceptuarse como los de un hombre innovador, que en ocasiones
dadas, superó el gran Aristóteles, á quien en otras corrigid
con acierto; y que los del segundo, son la fiel y completa ex-
posición de la ciencia en sus días, por que en ellos se encuen-
tra consignado cuanto dijeron de notable los griegos, árabes
y latinos. En su Espejo natural, dedicado á este ramo, brillan
pensamientos profundos que llaman hoy día la atención de los
inteligentes, y se dilucidan las mas interesantes cuestiones de
— 481 —
la historia natural de los animales. Allí se encüetitra expli-
cado de un modo general, la forma, org^anizacion, costumbres,
instinto y nacimiento de los principales individuos de esta sec-
ción; se describen las aves, peces, animales domésticos y sal-
vages; las serpientes, reptiles, gusanos, insectos &c. juntamen-
te con la AniatO;nía y Fisiología comparadas, analizando la
naturaleza común de estos seres, su conformación, funciones
&c. especialmente en los vertebrados,'& los que les dedica un
libro, para examinar sus principal^-fúncionés orgánicas, sen-
saciones, relacioaes, nutrición, sueflo, vigilia, generación &c.
No se olvida la indagación de ciertos fenómenos y sus leyes;
y ée indica por fin, la utilidad que de ellos saca el hombre
en sus necesidades. Siempre metódico, racional y observador,
lo demuestra definiendo al animal: Ser animado que vive, sien-
te y mueve con apetito, instinto, y principio vital internos, es-
pecie-de alma t5 espíritu, cuyas evoluciones son: ñaéimiento,
nutrieion, crecimiento, movimiento, sensaciones, apetito,, ins-
tinto, generación, sueño, vigilia, salud, enfermedad,' vida y
muerte. Y ea su lenguage sencillo pero exacto, nunca se en-
cuentran las divagaciones, confusiones y puerilidades de Lu-
lio, siempre abundante en suposiciones obscuras é ipiproba-
ble8, y escaso en hechos y óbseirvaciones.

(Mae^íciucü,
3Í-
Consecuente Lulio con su atrevido proyecto de encadenar
todas las ciencias, eslabonándolas por sus principios filosófi-
cos, comprendió entre sus estudios, el de la Medicina, conside-
rándola, ségunsu costumbre, bajo un punto de vista abstrac-
to y contrario álkr&zotí y á lá experiencia, en éV cipe arntil-'
gamaba lo sagrado Con lo astrológico, lo cabálísticd, cótt ló
— 482 —
metafísico, y apai'taudpse por coQsiguiente, de las doctrioas
clásicas,que imperaban., en su tiempo. A este olvido.y, á esta
eonsideraclou, se debe.el que sus escritos bayan pasado; der^
^apercibidos en la historia,de la ciencia, aun cuando alg.u.no
de sus panegiristas haya asegurado, que determinados médi-
cos adquirieron gran reputación por haber ado|)tado sus priiv
cípios.. .
Como es consiguiente, Lulio no alcanzó eltítulo de ra-
formador, ni menos de fundador, por que ni presentó la cjen-
eiabajo un nuevo punto de vista, ni la redujo 4 fprma, tal,
que pudiese reputarse como innovación digna de atenderse y
estudiarse. LA .única npvedad que en esta materia se lereco^
noce, es el esfuerzo que empleó para explicar mediante sus doc-
trinas, la naturaleza y, esencia de ciertas partee •de la. ciepcia, •
cuando intenta analizarlas y ex,plicarlas á eu manera. De aquí
resulta, que en sus manos se reduce á un estrecho cuadro,
en él que solo tienen cabida varios principios iaeapazes de
satisfacer las necesidades del módico, y en los que faltan por
completo las bases fundamentales, ya sea que el autor las ig-^.
npr^se, como es presumible, ya que supusiese 4^.biau ser co-
nocidas de sus lectores. No- perteneco pues, á ninguna de
las escuelas admitidas, si bien recurre á la arábigo-galéni-
ca de su época, cuando trata de aclarar determinadas par-
ticularidades. El lenguage empleado en esta clase de escritos
es el que acostumbra, confuso, vulgar, trivial y enigmático.
Y si no se detiene en pormenores,, anatómicos, fisiológicos y
otros, con todo, de vez en euaiíád, los .consigna en otros l i -
bros esparcidos al acaso, y suficientes pava formular un con-
cepto rebajado de esta clase de conocimientos, como mas ade-
lante se verá al trascribir algunos en prueba de este dicta-
men.. ,
. Los. tratados médicos de Lulio, escasos en d.Qgfu^'tismo ra-
cional, abundan en empirismo ideal; y,su atraso es tanto mas
gensible, cuanto mas notable era el estado floreciente d.e la; Mer
dicina en aquella época, profesada con visible ejítension, por
hombres que alcanzaron distinguida y duradera celebridad, y
— 483 —
á cuyas loccLones concurrían presurosos los hijos de todas las
naciones cultas de Europa. Y aun cuando á su estudio solo se
dedicaban hombres especiales, con todo, los grandes enciclope-
dista» como S. Alberto y V. de Beauvais, la comprendieron
en todo ó en parte en sus escritos, demostrando sus adelantos,
y el extenso conocimiento que de ella tenian aquellos varones
eminentes.
La Medicina, según Lulio, es ayuda con que se logra la
sanidad; y es arte de sanar el cuerpo enfermo,Ly puede repu-
tarse naturalmenteiComQ una especie de Filosofía.—--El médico
indaga las superñuidades é indigencias naturales^ y tralmja
para templar las complexiones contrarias; él dispone, y la n a -
turaleza obra.-—La salud es el fin de la Medicina, pero no por
los dineros y honra.—La Medicina igualmente, tiene por ob-
jeto, un compuesto de potencia eleaientativa, vegetativa y sen-
sitiva. El que no conoce los principios, no conoce sus actos.
(ProverHosíJ SsgaQ &[ Ariolde las ciencias: La Medicina, tie-
ne la salud por objeto» y considera las calidades de los entes
nectarios para conservarla, y destruirlas enfermedades cau-
sadas, contra las cosas naturales por los accidentes &c. Dispo-
ne y ordena la naturaleza del paciente para recobrar la salud.
Considera igualmente los emplastos, Jarabes. &€, grados de 1»
calentura y de las plantas, y la simplicidad,é interpelación de
las calenturas; las horas del principio y fia del mal &c. La:fal-
ta de conocimientos de los primeros principios, es causa de los
errores de los médicos, y de la muerte de muchos enfermos, que
sin ellos vivirían, poif la concordancia que es superior, y por
los apetitos é instinio natural en la industria para rejir su
particular. Foreste instinto, el perro y gato comen yerbas pa-
ra arrojar por el vómito las materias nocivas.
En otro libro expresa, que el médico ha de recurrir á los
principios generales, para saber y conocer los de los. medica-
mentos &c. Y como los principios superiores obran en los in-
ferior^, debe averiguar la constelación celeste bajo la cual
padece' el enfermo; igualmente hade indagar la oriiift, heéé'é,'
color del enfermo, respiración, quejidos, y en ciertos puntos,
— 484 —
seguir los consejos de Hipócrates, Galeno, Avicenas &c. pero
con el mismo cuidado, que el ensayador examina el oro en la
piedra de toqu«}.—Al indicar que'tiene por objeto la salud del
enfermo (Árbol de las ciencias,) para que el cuerposensuádo
pueda efectuar las operaciones que le competen; dice, que tie-
ne tres principios, y se ocupa de las cosas naturales ó alimen-
tos, complexiones, humores, miembros, virtudes, operaciones
y especies; y cuatro cosas que le son anexas, como edad, co-
lor, figura y distancia entre varón y hembra. Las cosas na-
turales son diez: vianda, aire, bebida, sueño, vigilia, ejer-
cicio, acción, repleción, vacuidad y accidentes del alma. Las
cosas contra naturales son: enfermedad, causa y accidente. &c.
Para facilitar el conocimiento del hombre, aconseja el es-
tudio de los anímales, con preferencia á los vegetales; entre
aquellos escoge el oso, el mono y la foca; y entre los otros,
la mandragora (*). Según el mismo, el embrión principia por
vida vegetativa, y luego adquiere la sensitiva.—El corazón,
hígado y cerebro, son los principios intrínsecos déla vida.—•
El alma reside en el corazón como la araña en su tela.—Los
bermafroditas se engendran, cuando el sétaen ciEte ál triisnio
tiempo en los lugares donde se producen el varón y la hem-
bra.'—Se conocen dos miembros superiores y dos inferiores,
jwr la concordancia dé los cuatro elementos; dos superiores que
suben y dos que bajan.—La monstruosidad es un-éxtrávio ó
desencadenamiento que sobreviene á la naturaleza del princi-
pio al fin, por superioridad ó gran indigencia, como,' en los
casos de cuatro ó seis dedos.—El valor ílumano, depende de
la sangre húmeda y caliente esparcida abundantemente poj.
el corazón sobre los miembros, con lo que se fortalecen los es-

(*) La Mandragora, planta narcótica del género piropo, ü la que los anti-
guos atribulan piropiedades secretas, y eniplesbao en tus conjnros y otras prác-
ticas sopersticiosas; tiene la ^pafticutaridad dé' producir una raíz prolongada,
librosa, gruesa, que en algunas ocasione!) remeda groseramente en su bifurcación
las extremidades humanas entrelazadas, de uno ó dos individuos. ¡Buen mode-
lo para estudiar el hombre fijico!
— 485 ~
píritus; y la cobardía está sostenida por la sequedad y frial-
dad.'—El amor materno es mas fuerte por los dolores del par-
to y certeza de la legitimidad de los hijos.—La voz femenina
es mas sutil y aguda que la masculina; y la muger habla mas
claro y aprisa que el hombre, por tener menos deliberativa
que este; por eso es menos constante, tiene menos fuerza en
el entendimiento y mayor voluntad, al contrario del hombre;
y de aqui el que ella no pueda servir de testigo &c..
El hombre para Lulio, es: un ser acto de humanidad, do-
tado de sustancia corporal; hombre por la humanidad; cayo
acto es lo que de ella sigue. Como consecuencia de la misma
es por accidente, y es sustancia en cuanto es de humanidad .
Es de alma racional y cuerpo puesto en tercer número. Todo lo
corporal ha sido creado para él, para que tenga mucho con
que servir á Dios.—Según varias reglas del ^,j-/« general úl-
tima; ^?¡: animal racional &c. que tiene sus correlativos pro-
pios, á saber, homhrificante, hombrijicable, y hombriflcar, co,
mo el fuego, que tiene ignijicativo, ignificable é ignificár;&%
animal agente en mecánica, como escribiendo escritos, cabal-
gando en caballo &c. Sustancia por su humanidad; creado pa"
ra servir á Dios con,vegetativa y sensitiva, imaginativa y ra-
cionativa de las cuales es.—En él existen cinco potencias que
son partes discretas por ser diferentes.—Es ente á qrxien pro-
pie compete hombrificar; es igualmente, ente reible, escribi-
ble, cabalgante &c. que caba en las viñas y sirve á Dios en
la Iglesia. Es sustancia generante con la muger; y con el
raartillo, agente que clava clavos. (En verdad que este modo
de considerar al hombre, tiene mas de vulgar que de filosófico.)
Según el libro que acabo de citar; el hombre es animal
del cual se predican muchas mas bondades y magnitudines
de diferente especie que de ningún otro animal; es animal en
el cual una parte es incorruptible; que tiene mas potestades
que otro; que con su órgano hace especies inteligibles y ama-
bles; que usa de virtudes y vicios, artes liberales y mecáni-
cas; que tiene muchas delectaciones, diferencias, concordancias
y contrariedades; en él que la naturaleza usa mas del prin-
._ 486 —
cipio; que con todo lo corporal sirven á Dios, está dispuesto A
mayor fin que todo animal, que puede mas minorificarse; es
Süstaocia mas compuesta, que obra de muchas cosas, en la que
hay. mías cantidades de diferente especie; ea sustancia subsis-
tente con calidades corporales y espirituales, con mas relacio-
nes, acciones corporales y espirituales, y pasiones espiritua-
les y corporales; sustancia habituada en virtudes y vicios, y
existente en sitio recto, mientras va y está sentado; teniendo
en sí alguna parte sin sucesión de tiempo, y en la que se co-
locan mutuamente el cuerpo y alma racional; es sustancia
hombrificante y multiplicante su especie.
En el sentir de Lulio, el alma racional, es una misma co-
sa, con la misma vida del hombre; por que lo que es alma
racional es vida; esto es, que la memoria, entendimiento y vo-
luntad'i son de naturaleza de vida espiritual, y su vivir es un
ser, que es el alma, así como el ser del Sol, que es lucir en
forma y naturaleza de luz.—Por el raciocinio y racionalidad,
elalma que es criada nuevamente cuando se une al cuerpo^
lo es por la vegetativa, sensitiva é imaginativa engendradas
por los padres &c. Gomo los límites de este artículo,' no me per-
miten entrar en ciertos pormenores, trascribiré como en otras
ocasiones, algunos de sus pensamientos mas notables.
Ajífmacion,—Es vocablo &c. que exiensive, significa ne-
cesidad: y la Negación significa inconveniente é iaiposible.
La afirmación es mas fuertfe de diaqne de noche. (Este pen-
samiento es bastante nuevo.) ,
J}ociiva.z=zApre!idiíiva,—La primera, es la potencia con la
cual enseñan los maestros, y la segunda con la que aprenden
los discípulos; el a/ato es instrumento para enseñar; y el oi-
•do para aprender. La doctiva coiüienza en concepción de raen-
te y se extiende por: el afato; y en el que aprende, princi-
pia por el oido y se extiende por la concepción de la mente.
Ninguüa doctiva mecánica está tan cerca del natural, como
la música. La fabril empieza en los ojos y manos. Las espe-
cies enseñadas oííe?iíií?e, se conservan; por ellas los discípulos
son sutiles; pero las positivas son rudas.—El médico supone
- 487 -
por los libros y demuestra por experiencia.—El lógico ense-
ña en el aire, y el naturalista en cielo y tierra.—La doctrina
que comienza en primer pfincipio no es gíande.
Duda,—Es confusión igual de afirmación ó negación, y asi
como la privación es principio de corrupción y generación,
la duda es principio de afirmación y negación.
Capacidad.-^E?, la forma con la que el capaz puede conte-
ner y recibir cuanto le puede venir. Incapacidad, es lo con-
trario.
Comprensión.—Es semejanza de la infinidad y aprensión
de la finidad.
Memoria.—Potencia que repone y vuelve las especies que
adquiere la voluntad; y el intelecto coje una y otra especie
por inteligibilidad y amabilidad; pero no vuelve las especies
que recibe, sino sus semejanzas. —Compete á la memoria pro-
piamente recojer.—Esencialmente tiene sus correlativos que
son: memorativo, memorar y memorable &c.—Sus términos
son: potencia, objeto y acto &c.
Opinión.—Suposición de alguna cosa con duda, toda opi-
nión vale poco, es de afirmación 6 negación, es mas por se-
mejanzas estrínsecas que intrínsecas, y es por virtud ó vicio.
—Duns Scott, mas esplícito y exacto, decia, que era un acto
del intelecto deducido de principios, que no manifiestan evi-
dentemente la verdad ó falsedad; del mismo modo que la can-
tidad difiere de la cosa cwanta.
Verdad.—Es aquello que es verdadero de la bondad y
grandeza, y verificar es aquello que es verdad del bonificar,
grandificar &c. El fuego, es, y después que es, es verdad que
él es, por que si su ser no fuese verdad, él no seria. Luego el
fuego es de tal modo en lo verdadero por la verdad, como
por el calor en el calentar, y en el lucir por la luz.—Esta ver-
dad que pone las cosas primarias en lo verdadero, es la raíz
universal de todas las demás verdades, que se hallan j con-
sisten en el ArM elemental.—Sin la verdad nada puede ser^
y sino existiese todo lo que es, seria falso.
Imaginación.—Es potencia con la cual el animal imagi-
63
— 488 ~
na en su intrínseco ¡mag-inable, lo imaginable, peregrino, ó
sea la semejanza ó semejanzas que se presentaron al sen-
tido ó sus semejantes.—Es buena, porque din ella no hubie-
ra ciencia de las cosas pasadas, ni los animales supieran vol-
ver á las fuentes &c... Tiene instinto natural como en el bru-
to, que por ello tiene industria para vivir y huir del mal,
como la cabra del lobo &c.—Es parte de sustancia animada,
con la cual la misma sustancia imagina.—Es potencia con la
cual el animal imagina cuantos con cantidad, y con la que por
los correlativos de la imaginación, alcanza el objeto imagina-
do en el imaginable intrínseco.—Es activa por el imagina-
tivo existente bajo razón de forma movida por el animal, pa-
ra que el objeto sea movido en el intrínseco imaginable de
su misma imaginativa.—Es pasible en su imaginable, lo mis-
mo que en la materia, para que en el mismo imaginable esté
el objeto caracterizado, é imaginado.—Es hábito animal con
el cual hace especies imaginables.—Es potencia en tiempo
por el sujeto en que está, sin el cual no pudiera ser, ni el
objeto usarse: es potencia existente en lugar para imaginar
el objeto en su lugar &c.—La imaginación en los brutos di-
fiere de la del hombre, por que este puede imaginar, crecien-
do y aumentando los objetos, &c. haciendo ciencia, en una pa-
labra; y aquellos, solo el objeto cuanto es en sí &c.—La ima-
ginación reside ó tiene por órgano, una película tejida en la
cabeza, en la que aparecen las imágenes de los objetos en su
imaginativo, como las imágenes de los ojos en el espejo. Esta
película ó telilla, anteriormente ó hacia la cara que mira á la
frente es porosa, por razón de sequedad, que es propiedad de
la tierra, y abstractiva y evacuativa. En cuya frente el hom-
bre con el intelecto encuentra las especies, los brutos con el
instinto, en las especies presentadas por el intelecto ó instin-
to en la cara de la mencionada película; por que es de saber,
que el intelecto y el instinto, son los presentadores de las es-
pecies de la predicha cara por su especie, como el imán atrae
al hierro por su especie; y entonces la película, se colora,
pinta y cubre de las imágenes por su especie, como el plomo
— 489 -
(azogue) del espejo &c.
iSensitiva.—Sentidos.—La primera es potencia con la que
el animal siente y es sensado y por la que es sentido común;
y tiene los seg'undos como particulares. Es potencia buena y
grande &c. causa apetito; tiene virtud de sentir, siente por la
verdad, por la diferencia; tiene sentidos particulares &c. Co-
mo compuesta de los cuatro elementos, siente de distintos mo-
dos, según sus contrarias calidades &c. El sentido común es el
medio, los sentidos particulares son las extremidades &c.—La
sensitiva es de generante, y cuando muere, va á sus princi-
pios universales en los que permanece, y queda milagrosamen-
te en número, para que en la resurrección la justicia divina
y su misericordia, tengan sujeto en que poder obrar.—Es pro-
pio de la sensitiva sentir, pero esto por medio de órganos, co-
mo ojos, oídos &c.—El hombre tiene placer en los sentidos»
en gustar p. e. por que cuando come y bebe, por ser el gus-
to un poder de la p arte sensitiva, siendo el sujeto en que se
mueve la vegetativa, que está compuesta de los cuatro ele-
mentos, por forma unida desús cuatro formas, bajo las cua-
les está unida la materia de los elementos, el placer que la
sensitiva siente y recibe de la vegetativa, se le ofrece á la vo-
luntad, que se deleita en el gusto de la sensitiva; y es ma-
ravilla que el placer sensual se convierte en espiritual ó pla-
cer de la voluntad, por que asi como la potencia visiva re-
cibe por el objeto el color, y lo ofrece por imaginativa á la in-
telectiva para que lo entienda, así la sensitiva por el gusto,
recibe la dulzura ó amargura, y la pasiva á la intelectiva, que
por ella entiende lo dulce ó lo amargo; y lo mismo hace con
la conmemorativa para que lo recuerde, y por eso las poten-
cias del alma se deleitan por el gusto &c.—El gusto de oler
cosas buenas, y el disgusto de las malas, significa el placer
de amar y conocer á Dios; y el desplacer de desagradarle»
significa el hedor y corrupción de su corrupción.
El placer del tacto es corporal, para que lo haya igualmen-
te espiritual. Los hombres mundanos prefieren el primero, y
¡justan de tactos suaves, camas blandas, ropas delica'das &c.
— 490 —
apetecen sentir placer calentándose cuando tienen frió, y vice-
versa &c. Pero como Dios ha ordenado por naturaleza, que el
hombre se refresque cuando tiene calor suspendiendo el tra-
bajo y movimiento, con el cual se calienta, depende de que
el fuego entra en el aire, en el agua y en la tierra; en fin,
que un elemento entra en otro, de donde se origina el tacto;
y verificado este en el cuerpo del hombre, el sentimiento del
calor, frió, hambre y sed, cuyo sentimiento se forma por la po-
tencia sensitiva sobre la vegetativa, y según la disposición
de otros tocamientos, que interiormente ejecutan los elemen-
tos entre sí, de donde nace el placer ó desplacer sensual.^El
hombre cercano á la muerte pierde el sentido natural, y la
naturaleza quiere recobrar lo perdido; y por esto ei enfermo
desea sentir fresco; pero su naturaleza no desea frío, al con-
trario, el calor natural que ha perdido por el innatural.—La
calentura coa frió desordenado, es causa de que se destruya
el calor natural, y de aquí el enfermo desea calor contra el
frío que siente, y desea igualmente su naturaleza calor natu-
ral que destruya el frió que la oprime.
Cuando la vela al encender el farol, una llama engendra
otra, mediante el movimiento y mezcla de la llama con la tor-
cida; la vista lo significa al afato, para que lo anunóie al en-
tendimiento para que discurra y,adquiera ciencia de ello. Ad-
mirado ei entendimiento por la causa de esta generación, mo-
vimiento y mixtión, recurre al tacto que siente, que cuando
el agua está fria, existe en ella la calidez en potencia, que se
convierte en acto, cuando el fuego la calienta. Así la vista
vé arder la llama en acto, y arde incesantemente á la que
está en potencia, y el entendimiento conoce que la llama de
la vela, multiplicando su especie, mediante la torcida, ea cau-
sa del movimiento y generación de la llama de la lámpara.
Basta de sentidos en general y pasemos á los particula-
res. La visía, es cierto particular compuesto de la virtud de la
misma S. E. L animado eu la Q, de donde la vista se hace
por triángulo al aire, hasta el objeto que recibe virtud visi-
va, y conviene que el mismo objeto tenga color y luz, y que
— 491 —
la luz, esté en triángulo y en los ojos; por que sin estos el hom-
bre no verla, ni existirian las tinieblas en su lugar, de don-
de todo lo predicho en N. conviene á la virtud visiva. A. es-
ta le conviene quedos elementos sean el objeto interior, y dos
el exterior; y por el húmedo y cálido, se ilumina el triángu-
lo, y por el aire el objeto, conteniendo el aire c\ calor y es-
plendor del Sol, y por el fuego en el triángulo y en los ojos,
en los que hay complexión húmeda y cálida, en los que se
representa el objeto, mediante el triángulo, el color y la for-
ma. Dentro délos ojos, se hace recepción en sequedad y frial-
dad, donde está la línea que es de complexión seca, para que'
en ella esté la vacuidad mas cercana á la N. y que la frialdad
restriña aquello que recibe en sí la sequedad.
Según el Árbol de las ciencias: la vista es un brazo triple
del Árbol sensiial, reside en los ojos; y. lo que tiende á ser
visto y tocado por ellos, es de la esencia del Árbol elemmtal,
y principalmente déla naturaleza del fuego y,aire; siendo la
luz del fuego y la diafaneidad del aire, instrumentos para ver
y remover las sombras que invaden, y son por el agua y tier-
ra. Y lo que es vegetado eu los ojos, es de la naturaleza vege-
tal en la cual están aus cuatro brazos, de que se habló, y no
pueden ser vistos ni tocados en loa ojos, siendo así que la ve-
getativa es invisible é intocable. Y cualquiera de sus brazos
tiene su oficio eu los ojos, como por la apetitiva la potencia
visiva se tiene y refiere á su objero propio, es á saber, á la vi-
sibilidad; y por la retentiva retiene la luz del fuego y la dia-
faneida'd del aire, en la línea que hay entre la visibilidad y
visitividad. Y la digestiva digiere las especies sombrías para
que sean claras y lúcidas, y la expulsiva remueve las som-
bras, como el fuego que remueve la frialdad del agua calien-
te. Y es forma superior á las otras y está sobre ellas, en gran-
deza de Bondad, Poder, Duración 'kc.—Tiene cuatro partes
principales á saber: msUivo, visible, ver y visible común, del
cual visible particularizado es el individuado, como el visiti-
vo de los ojos do Pedro, que es una parte de su vista; y la vi-
sibilidad que es de la esencia de la vista, y el ver que es ac-
— 492 -
to de los dos; lo cual es interiormente, de manera que la vis-
ta de Pedro, consiste en aquellas tres partes, y esta vista es
brazo del sentido común. Y la visibilidad que está fuera, es
como la visibilidad de la manzana, la cual es objeto remoto
en cuanto no es de la esencia de la vista de Pedro, pero par-
ticipa en la especie con la visibilidad, que es parte de la vis-
ta de Pedro, y que es sensada y sustentada en los ojos.—Y la
digestiva digiere la visibilidad de afuera en la visibilidad de
adentro, de la manera que digiere (convierte) el pan en car-
ne y el vino en sangre. Y de esto se sigue otro acto que es
el ver, y operación accidental para que se vea lo que es de-
seado ser visto, y en el cual visivo tiene reposo. Los ojos de
Pedro son elementados, vegetados y sensados, y su caballo
es visible, al cual vé Pedro. Y entre los ojos de Pedro y el
caballo, hay una línea extendida por el aire y espacio, que
media entre los ojos y caballo, y está compuesta de los tres
naturales, elemental, vegetal y sensual, y es línea existente,
terminada entre dos puntos. Uno en los ojos y otro en el ca-
ballo; y esta contigüidad y terminación, es por la cantidad
discreta, en cuanto los ojos y el caballo, son cuerpos en dis-
tinto lugar y reciprocamente diferente*... El caballo es visi-
ble por su visibilidad, que es una de sus partes esenciales, por
lo cual es visible en su color, en el cual la línea que está fue-
ra participa por la contigüidad &c. Y por eso los ojos de Pe-
dro ven el caballo, y el visitivo no pasa al caballo por linea,
ni el color del caballo viene á los ojos de Pedro, cuyo color
no puede venir, por que dejara su propio sujeto que es el ca-
ballo &c.—La vista es necesaria á los animales, por razón de
los hábitos que reciben por la vista, que son necesarios para
ver, y para los hábitos de las ciencias. Y la visibilidad es im-
presión de la imaginación, que imprime en si las semejan-
zas de las visibilidades, para que la imaginación las reten-
ga, de modo que el hombre puede volver á su casa y el león
á la fuente. &c.
Tratando de la visión dice: que el color es calidad exis.
tente eo el objeto de 1» vista, y hábito en lo cjlorado, y la
— 493 —
figura de este es hábito del color, pero lo coloreado es sustan-
cia en la que se sostiene el color, y tiene correlativos sus-
tanciales; pero el color es hábito de los sustanciales correlati-
vos. Es de si mismo y del coloreado; es calidad propia en el
hombre y planta en realidad, pero apropiada cuando están en
pintura. La calidad del color, le es mas apropiada que pro-
pia.—La Luna hace sombra por que es cuerpo diáfano en él
que aparece la sombra de la tierra; pero no sucede así en el
Sol, aunque sea diáfano, por que se colorea por su propia luz,
la que es del Sol, como la calidad del aire es calidad del fue-
go.—El color verde es el mas abundante en las plantas, por
que está compuesto de agua y tierra, que es lo que mas abun-
da en ellas.
El oido S'} explica con semejantes, vagas, inexactas y confu^
sas teorías, y dice; que hay dos elementos exteriores y dos
interiores proporcionados al oido, por que en el aire se hace
la percusión, y se lleva por el calor que tiene naturaleza de
diversificar; el sonido se retiene y conserva por el agua que
es retentiva; se siente en la sequedad que lo lleva al vacio, y
por eso lo seco percutido, suena mejor que Iq húmedo, con mas
ruido y estrépito. Del Afato de que ya se habló en la pági-
na 130, dice ademas, que es sentido incógnito y potencia que
manifiesta la concepción de la mente. Su objeto la manifes-
tación de la mente y la lengua su instrumento. La lengua es
instrumento común ad afandum y gustar, como el sonido pa-
ra oir y hablar. Por este nuevo sentido, se participa mas del
alma racional que por otro; y los hombres se entienden mas,
y por él se aprenden mejor las artes mecánicas. Ningún sen-
tido significa todo como él, por que produce sonido que el oi-
do oye, y al que lleva la ciencia; por él se ama y odia mas
&c. es sinónimo de locución de palabras.
El hombre considerado físicamente, es un círculo compues-
to de los cuatro elementos, interior y exterior; el exterior
aparece en el cuerpo y su figura; el interior en la forma h u -
mana, la cual forma es de los cuatro elementos, y es for-
ma multiplicada de las cuatro formas elementales, y bajo de
— 494 —
ella la naturaleza común de las cuatro materias de los cuatro
elementos. Estos circulan en el hombre, y como vegetado es
elementado entrando el fuego en el aire, éste en el agua y
esta en la tierra; verdadero círculo continuo formado por un
cuadrángulo. Como su forma es de la multiplicidad de las
formas generales, y con materia común de las materias ge-
nerales, es cuerpo elementado, resultando un compuesto de
su forma y materia, en la que está la sensualidad que le da
los cinco sentidos. Esta sensualidad produce la forma sensi-
tiva, cuyo sujeto es el cuerpo vegetado, sensado é imagina-
do, racionado y movido á tener ser humano.
Hay en el hombre cinco sustancias: elementativa, vege-
tativa, sensitiva, imaginativa y racionativa, que constituyen
una sola sustancia general, en la que cada cual mantiene sus
accidentes y propiedades inseparables. Las de la elementativa
son calidez, frialdad, humedad y ligereza, pesantez &c. La
vegetativa, tiene amargura, dulzura, atractiva, retentiva, di-
gestiva, expulsiva, generativa, aumentativa, nutritiva &e.
—La sensitiva comprende: ver, oler, gustar «Síc. sintiendo lo
visto, olido, gustado &c. (vid. pág. 125.) En la elementati-
va, vegetativa y demás, hay simple elemeutable, vegetable,
y simple elementar, vegetar &c.—En el hombre el alma r a -
cioional es cosa misma con su misma vida, por que lo que es
alma racional es vida; esto es, que la memoria, entendimien-
to y voluntad, son de naturaleza de vida espiritual, y su vi-
vir es un ser, que es el alma, así como el ser del Sol, que es
lucir de forma y naturaleza de luz.—Por la racionalidad y ra-
ciocinio, el alma que es criada nuevamente, cuando se une al
cuerpo, lo es para la vegetativa, sensitiva, imaginativa &c.
engendrada por los padres.
La nutrición es resultado de la vegetativa, cuyo objeto es
crecer y generar, tomando lo conveniente de los alimentos y
bebidas, que cuando se efectúa mal, produce la consunción y
la muerte. Cuando el cuerpo ha de crecer, retiene mas que ex-
pele y vice-versa. Ordena el cuerpo dando calor, frió y h u -
medad á las partes, y produce la flaqueza ó gordura, según'
— 496 —
h » % ser. Le convienen vegetales y alimenits mortificados,
Bflos-cooidos y otros crudos; unos mascados y otros bebidos,
para mejor dividirlos, distribuirlos y convertirlos en orgános;
Tiene el hombre cuatro humores que son: cólera, melan-
colía, bili» y sangre, para tener apetito de comer y beber, y
vivir según el tipo de ellos; con cuatro potencias, <rp«ít#íip«
para teijer deseos de comer y beber, retentiva para guardar
&c. |vid. pág. 124.)—La buena salud se«onoce cuando el hom-
bre está ligero ó pesado&c. triste &c.' Caandola apetitiva pi-
de lo n«»sarioconstituye la salud; cuando su deseo es desor-
densidola enfermedad.—La vegez dimana de la continua en-
trada de los elementos en el cuerpo que lo gastan, como las
máquinas que se corrompen y pudren &c. La apetitiva se ve-
rifica por lo cálido y seco; por que el calor natural consume la
humedad, de Cuya composteio^iene ít^ sequedad, que en «u
vfiduidad apetece la repleción. La retentiva obra por frío y hu-
medad, reattiüeodo la frialdad lo lleno de humedad,—La di-
gestiva se hace por calor y humedad, que son los que dan la
vida.—La expulsiva por frió y humedad, por que el calor na-
tural divide y disuelve en humedad, frialdad y sequedad.
Dormir.-^-^ exitaree es para tocar y clamar, sentir ma-
los olor^&Ci y eLdoraaií per el contrariOv—Es imagen de la
muerte, y/1» »i^/í» de la vida.—El que vela da mucho al tiem-
po, y nada el que duerme.—^Oonío la naturaleza de los en-
fermos tfabaja mtícho, tiene gran placer en dormir.—Y co-
mo el'velar es fin del mismo dormir, el hombre deberia dor-
mir poco. Como el día es para velar y 1» líoche para dormir,
por. «so d velar es^|>6r («mplexion cálida y seca, y el dormir
por húnwsia y fría;—*Ei' dormir es el reposo del sentido, y la
vigilia ea el discurso.-^Mientras el cuerpo elementado duer-
me, la elementativa, vegetativa y sensitiva no cesan de ve-
getar y sentir &c.—La vigilacion de la imaginativa y racio-
nativavoi la consecuencia de la vigilacion sensitiva, por que
esta no pttédekstener el gran apetito que tienen la imagi-
nativa y racionativa, recibiendo semejanza y especie de *«n-
tir: la senlitiva duerme^ por que su sentir no impide el acto
6*
— 496 —
de-la elementativa y vege4;ativ«; asi como pe?^ri^ abusáao-
cia d« imí^inar y racioQÍnar, es impedimento de*sentiri tam-
bién, por gran 8;b«ndaneia de sentir es impedimento de ca-
lentar y digerir.:,Se duerme por restricción de któ actos de las
potencias, cujos actos se restriñen en ellas mismas;- y se ve-
la por la distio^ion de sus actos.—El velar depende de la aber-<
tura de los poros, debida á los vapores frios y secost,y cáli-
dos y secos^gue exitan Ja sensitiva á sentir, y en el cerebro
la imaginativa i imaginar^ y i^r eso los coléricos y melan-
cólicos, velan mas que otros, Y ^ por que los vapores se-^
eos cierran, los poros, y suben á exítar la imaginativa^i ©!•
cerebro que es húmedo y hace los animales; y por esto ntís-
mo, los vapores frios que cierran los poros contra vapores car-
lientes en el corazón, este exita la voluntad al amor.-r-El amar
mucho favorece la vig^ilia, y % no amar el sueño.—Los mu-
chos ayunos quitan ei sueño, por que los instintos y apetito
naturales, requieren procuración de alimentos, y si los que
comen y beben poco, no pueden dormir, es por que la.natu-
raleza requiere vacuidad de repleción por vómito ó sudor, en
baño, trabajtmdo, caminando &c.:_ ::; •«
Soñar,—^^Es acto confuso de velar y;:dí^mij|..^sí como el
mulo e^ tercera especie del caballo y burra, el soñar es tw-
cera especie de dormir y velar. Tiene lugar, segua los dife-r
rentes actos de. las potencias.—Si en eí hombre abunda mas
una complexión que otras, soñará las sem^aezas dft«8u oami*
plexioo; el: epl^ico soñará cosas cal idas' y amarillasj el í saa-?
g«íoeo rojas y hámedas; elfilegmáticoagua, y cosas.blsaicas y
frit^jvy eline^cóliconegras y secas... Por- la,vegetati»a^:se
sueñan influencias y renuencias necesarias para vegetar yíra«I^
tipticar Istespecie hamana; por la sensitiva, seiaé|étBza áe api^
titos particulares de sentidos. Si los ojos eétan «n g ^ á po-
tencia de ver, apetecen ver colores; y por este-i^^ito, má-
xime sisón sanguíneos, sueñan cerca de la vigHia cosa*her-
mosas; pero si participan de comple^cioQ melancólica, cosas
torpes cerca de media noche &c.
El soñar es como el otoño en las plantas. Los hombres sue-^
~ 497 -
fisti mas que los animales por vatotí del alma racional, ^r ^or
(fue Qsan mas las especia fantásti(^.—Lda suMos son def tres
dasesí 1°—Según las imptesiones supertereiB; 2."—Gonfot-
me la disposición ds la raeiónativtt, qiíé ffequiere'en la dor-
aiicion aquellas especies que tuvo en lá Vigllta; y^3.°-—Por
la revelaeron dé'DÍM, ángeles y demonios, qué disponen'é pe.
cai: altíiftpestarse.*—Ladormicion feside en la sensitiva, pior
que esta reside en la vi^etativírj y estft en la elementativa;
y ¡MÍ está en la primera "para qué se haga la preparación y
digestión, y pueda tener efecto la renovación por la trasmu-
tación de alimentos efí carne y saagre, preparación que se ha-
ce especialmente de noche, por razón de la dórmicióudel ani-
nial, que duerme por los vapores encerrados que no pueden
subir á la fantasía, la cual es el sujeto del velar peculiar a^
dia.—S. Alberto, mas razonable, suponía que los sueños eran
paro^«fecto del org^anismo; y V. de BeaavíiSi' en uno» ca-
soá'l^ creta actoisiíaplémente orgánicos, y en otros, efecto
de la divinidad, ¿ngeles, demonios &c.
Bl temblor, es impulsión del aire que mueve las partes
del cuerpo en las que está incluso, y de las que desea salir.
-^Esti compuesta de partes contrarias que mutuamente se sá-i-
c^dea ó «JEtremeoen, y délas que d^ea salir.—Es movimien-
to desordenado que con frecuencia es por extensión y restríc-
ciOH. El temblor de la llama, es de' las partes que en ella mu-
tuamente se dividen.—Los gallos y otros animales, se sacu'
den ó estremecen, para que el aire que tienen encerrado sal-
ga: por eus-poros, con el cual entra el temblor. Aveces los
horakres tiemblan súbitamente por percusión de partes, como
el airé qtf« se extremece ípor el trueno, la casa por el terre-
moto.—El frió ciérralos poros, y el cuerpb tiembla, porque
el aire no puede salir.—La fievre haCe temblar, pOr qrte en el
cawrpo hierve el agua movida por el aire, que luego mueve
el cuerpo.—^En el temor, el hombre tiembla, por que se reS"
ti^íiéft las par^s del cuerpo por causa de la restricción.—liOs
pat«MtH503 tiemblan por laa partes indigestas de las cuales no
puede sáMr el aire, y están «n ebi*Mi<^0«.—'El tetafeloí* eii la
— 498 —
muerte, depende de que uoas partes eon impulsadas y otras
restriñidas.-^Los ojos tiemblan pe»* la ver^üenzGk, el cora^oa
por los suspiros, la cabeza por restricción de los navios.*-?*
El temblor es de movimimito minuto de las partea xxiñj untas,
por diversas rectitudes,—-El cuerpo tiembla por .debilidad, y
hambre, por que sus partes apetecen •alimentos.-^Asi como lá
sangre hierve por alegría, tiembla el hombre en la risa, por
que calienta el calor natural.—<3omo Mánplemento de estas
generalidades, no creo fuera del caso.trascribir algunos por-
men(Mres sobre las causas de las m/ermedades &C. extracta-i-
dos del tratado de Contemplación, (tom. 9.° lib. 5.°,diser**
39. cap. 293;) obra inclasificable por la multitud y diversidad
de materias que comprende, consideradas bajo un punto,de
vista mas ascético y místico, que científico, al» hablar de la
necesidad y deseo que tiene el hombre de amar la salud y
huir de la enfermedad; con lo que se comprueba el afán del
autor de amalgamar lo sagrado y lo profano en los asuntos
mas disimilares.
Las raizes y causas de las enfermedades Uegfan á ta-einta
y siete, demostradas en ocho cosas: L'-r-üaidadifinimal y ra-
cional. 2."—Dualidad de naturaleza sensual é intelectual. 3."
f^Cinco potencias, vegetativa, sensitiva, imaginativa, imeky-
nativa y motiva. 4.°—Potencia vegetativa consiacho circunsr'
tancias de las cuales cuatro son cálidas, frías, büraedas y se-
cas; con otras cuatro potencias apetitiva, retentiva, digestiva
y expulsiva. 5."—Los cinco sentidos corporales de ia,poten-T
fiia sensitiva. 6.°—Las cuatro potencias de la;imaginativa ¿
íaber: vegetativa, sensitiva, racionativa y motiva; Í?^^—-^!^
virtudes de la potencia racional y los cinco sentidos intelec-
tuales de la misma. 8.°—La potencia motiva dividida en-ve-
getatlva, sensitiva, imaginativa y racionativa. Enc^to se en-
ci«?ranlas treinta y siete causas, y elque.«aae la salud, lle-
ve la memoria y su intelecto y voluntad» por estas ocho í o -
sas que las contienen, juntamente con las raizes dei sanidad
sensual é intelectual, y así puede percibiv, conocer y amar
ambas sanidades, recordando, entendiendo, y amando la sa-
-ém —
m^, j Biemoraado, «ntoidieado, y l^vyeiido lík «Eíferiaw
-' 1." Unidla-del indiinid«o Uamiüó\-]^qtm99ñ$iu^iter
ekámm, fet^ex^Tm» inteisstwiUíari ^ e i^faemtitéesvu&o^
^(tviduo compttatto de MASTS i^scn^' éintelecttiad; por lo
que el que ame la easidad, ba ¿efsabi^'memmu!;^; entéad^^
y querer «midad éensualé intelectual, 'p«tB.i(^<Wsi^&se-
retnpa en. unidad, ípor que ^ando el hombre no Mbe iseWonr
y dsltndar ambas sanidades, aoiMíbe ^lóaaiBift «midM del cuer^
p0:y:ala3a, y ni unir ni ísmmi^vmt wiSim!, ni éabe. «aitMr su
euerpo de enferfiaedadi seosualj' ni su alma de enfermedad in-
telectuíid^T'-'%-•'* ?-• ;•••-'.;. •"^••-f:' : -•••>• . •; ••••.•}.
2.° Dualidad de naturaleza sensual y ñster^^arltf^ec^
tual; de donde cocno el hombrt está compuesto y dividido en
estas dos natural«zas, le es posible estar sano en una ó en am->-:
bas; pues quúQ ama laiBaiadrCerpQ«Éil,'inqiiÍerálft.iiifflBarai3^
dé y «Ql^^uii^^.yAiñimdo la natwaleza-seasi^Jf y^^B»
ss»p(«;ter:8aales se encamina i la sanidad-, y el que ama la
salud del alMa que la inquiera meraiorando, «ntendiendo y
amaudola materia intelectual, y las causas por que enferma;
de que proviene la enfermedad sensual movida por materia
elemental» que por los humores perturbados-s» iaclioa ¿«or»
Ttiasgm IkJDBiMkdé saaidadry la «afermedad intel&etüal a»H
soda por parte de cctrrepcion dé la atetmoria,' intelecto y vo-
luntad.—-Quien ama la sanidad corporal, sepa memorar, en-
t^der y quererlas cosas corporales, por las cuales se dirigef
la potencia vegetativa, y guárdese que los cinco sentidoS'SeBí'
siaales no obedesscan la potencia racional,, que ordena ISiTege-
tatiVft'-por diflcredoB de ordenada'memoria, etilesdimiento y
voluntad, é n t r a t e y .salientes del'cuerpo por COM» naítuvales
y sensuales, por gusto, oido &c. J- ';«.!'
3.** Las cinco' potencias &c. £1 que amala sanidad,.'se>
pa memorar» entender y amar la ordenación de las cinco poten<
cias^ qne se forman cuando la potencia racional es señora de
la> d«mas, po»».- «joe esté dirij ida á recordar, entender y amar^
á su honrado Dios-&C..V Entender y amar; y querer la e»de~
naciOQ «)nocida de las-einco itoteosias per virtud que reoibie-
- - 500 —
ron dei Griaáórv ;pc»r q^ue cuímdo el hombre sabe que tiene
potencia veg'etatiyaeujeta ¿ lá sensitiva, y esta ¿ l a itnagi-
nativa¿ laeg» íacional motiva &CÍ y esta se maeve ordmate
púr la racional, entonces está ordenado á tener y conservar
la salud i sensual é intelectual.
4." Potencia vegetativa. De aqni decimos que sensual^
mente sentimos^ é inteligentemente entendemos, que de las
cuatro calidades generales, d<» son activas y dos pasivas; eu
cuanto el calor y el frió tienen mayor acción sobre la hume-
dad y sequedad; en tanto que el cuerpo está en mayor corrup-
ción y enfermedad, y en cuanto se hace el temperamento en-*
tre las cuatro calidades, de tal suerte que entre ellas, no ha-
ya ni gran acción, ni pasión, mientras que el cuerpo esté en
mayor vacuidad, de donde esta cosa es contraria en signifi-
cación contraria á la potencia sensitiva y racional; por que
en cuanto estacional, tiene mayor acción y dominio sóbrela
sensitiva, mientras que el alma está sana en su memorar, en-
tender y querer; esto por que la potencia sensitiva fué ocasión
al primer hombre, para que corrompiese su voluntad, memo-^
ria y entendimiento.-T-Asi como la potencia vegetativa se en-
ferma ó débüita en el cuerpo humano, por acción nimia que
tienen las dos calidades activas sobre las dos pasivas, asiuee
enferman y corrompen cuando una calidad activa sobrepuja
á otra mas de lo que conviene, teniendo acción sobre la con-
traria pasiva; así el que amala sanidad corporal si tiene ni-
mio calor natural, le conviene saber, memorar, entender y que-
rer comer poco y beber mudio, por que el mucho beber cosas
húmedas yirias, genera humedad y frialdad, que resisten al
calor natural, para que su sujeto no se destruya por seque.dad
privándole de humedad; y como por muchobeber y pococo*
mer, se multiplica la humedad y se mortifica la sequedad, en
tanto que ayuda á la frialdad, para que .ti»iga ts^ta acción
sobre laicaüdad que le está sujeta^ cuanto el calor tiene so-
bre la suya, y porqEwambftS «cciOBes se igualan al tempe-
ramento, asi la sanidad en el cuerpo humano &C.
La potencia vegetativa enferma por nimia Maldad; se cu-
— 501 —
ía comiendo mas que bébiénd», por que lascostts ctíüjidas tío
teniendo humedad como iM beWdas, se vivifica el éaldr' y
amortigua la frialdad; y por el calor aumenta la 86<ineáa<tí
y como el cale» sabe, y baja la frialdad, y aumenta la se-
quedad, las calidades acceden al temperamento en la poten-
>cia vegetetiva.^^Tiene esta, cuatro potencias que le sirven:
apetitivai?retentiva, digestiva y expulsiva; si la apetitiva pot
eJemfAo,'!apetece ó desea mas de lo que le corresponde, enfer-
ma y*ice-versa. • • '• ~ ,-;.;-:..
. ) La sensitiva se sana ordenando y dirigiendo lavegelati-
va en sus calidades y humores, y haciendo que la imagioit ^fW
tiva imagine las causas de que viene el mal y la salud, y ha-
ga razonar, memorar, entender y dar á la motiva el movi-
miento, de tal modo que cure la sensitiva. &c,
5.° Potencia sensitiva. Para sanarla conviene darlo por
los cinco sentidos corporales > que sirven á dicha potencia; por
que wsi como el hombre con una mano ayuda & otra, asi h a -
cen las potencias. Cuando enferma y corrompe por desorden
dé la apetitiva, retentiva &c. enferma sensualiter, por enfer-
medad de la vegetativa que de ella depende.
6.° Potencia imaginatí^va. Paca curarla es ineai^tei*'di-^
ri|k k» <^tss! caátra-^teásKáas, |>&fii q^laimagtnativ^á iéa
dir)»:ta ón su imáginacioQ.-¿*Caando^ Itk vegetativa enfernia"
por mucho calor ófrio, enferma la imaginación sensual ó inte-
lectualmente; y si proviene de calor, imagina frió &c. y v l -
ce^-versa. • - ,. ^ . •: ^. ., • • ,;,:•;; ,•' --^ m :•<
•tt.^." ^oional. Ou«ndo e s t a e s esc?«i>«,'y 1» sensitiva se-
ñora, « n ^ c e s «enferma en sút memorar, ^atotiaéf y querer,
por que así como J el 'demonio retiíííé falsa formó oorpór'Éíl',
cuando se presenta en figüjra de alguü fcuerpo,' así tó potetí^^
cia racional se trasfigura&c.
8.° Motiva. No es mas que movimiento dé vegetativa;
seiMitiva, imaginativa y racionativa; puede enfermar sensual
é intelectualáient%Ac.-^iguen teorías parecidas á las atíté-r
riopes y desprovistas de'fedo intefés. ÍÍ^ÍÍ'
En el libro de Proveriiogi dice: efttw ótíSétííisóiáí'Que el
— B02 —
cuerpo paciente, exige beneficio de aquello de que es.—El
beneficio que recibe de loa elementos el cuerpo del hombre,
pasa por la ve^^etativa á la sensitiva.—>E1 médico sabio ayu-
da á la vegetativa con fmtoa sanos.—El porqué el enfermo
quiere comer frutos, y no puede comer pan, es por que la ve-
getativa ama su semejanza, mas en sujeto natural que en eU
ifeí wtificial.'—^La vegetativa del enfermo,: tieneiíaaa apetito al
-|?.^^ fruto que a l a carne.—La sensitiva ao enfermara, si estavie-
• .^^p*^ se sana la vegetativa.—La carne conforta mas quo la frota,
por que tiene triple virtud.—En la swisitiva hay virtud de
elementar, vegetar y sensar. La enfermedad ahuyenta la s a -
nidad por. elementativa, vegetativa y sensitiva.—La sanidad
huye de la enfermedad en aquella potencia en que l a virtud
está mas restaurada.
Al terminar estas generalidades que se refieren á la Me-
dicina, debo recordar, que Lulio, con frecuencia dirijia sus
invectivas é. los módicos, si bien con el aparente correctivo
de estar encaminadas taasolo á los ignorantes. Entre sus cen-
suras cuenta la que se refiere al interés con que ejeroian la
profesión, poco fundada por ciecte,;pue9 no siempre es posi-
ble practicarla gratuitamente; y imando el clero recibe esti-
pendio, bien pueden los médicos exigirlo. En el tomo IV. cfel
tratado de Contemplación, en él que examina moral y cris-
tianamente, todos los estados y catreras del hombre, seña-
lando sus defectos; &c. dice entre otras cosas, que la; Medi-
cina es la ciencia en que mas se obra fortuitamente, y que
los médicos quieren curar el cuerpo y olvid&a-su alma; que
diariamente, ignoran lo que es enfermedad; que hay médicos
por honra y gloria de Dios... que los del cuerpo andan b b s
vestidos y montados, reuniendo grandes riqmezas( frwadálosa-
mente, por que engañan á los enfermos, jaetoaác»» de cono-
ces/elmAlque descoaocfflj, ó eatretieaeny riargañ, para mas
lucrar, rwsetaaio. oa-uchos- rwa«iÍQ9, para que los boticaric» les
gratifiquen &c. ÍVoL 2.°; Ub.< 3, Disert. 22, cap. 115.) Los
tiempos mudan pero no los hombres; por que en nawtros diaa,
pudiera encontrarse algo parecido á lo que dice Lulio.
- 803 -
Desde luego los inteligentes habríÉü'notadb'y confirmado
m k)= expuesto, la iaferiorláiwlíítea i«tóri en les tbéoéiiáieátcM
^ « 6d conáidePíin tíctóo f*<éffiiÍHiáreá' d^^ne:¿os á ISÉ' Médiíáii*
Dft, la vulg>aridí9iá^'á#ife6á *^tíd09, penáütóiéntós, la treftkj^
sidadj eoB^ftítón'% i«€íi%(étitad lie suá definietoneá yéxpii^
caieÍGn^i'^^í^*(íliin la escasez de ^üatoíióéiiniSéhtos én una
ciedeJaifíftiédéseguró TÍO profundissó,'y^üé «n sus tüanos'sé
redueO" 4 tiñ cífcul© estrechó y Vaátpéí^.' Ea éfikrtiói tSóítfpáihB-
(Seíj^ el •etadító» laétónicd y pfdfíiíMd DMá¿í;'«6n éí'Veírbostr

c^tMnporatití(«|«V Se véfá Cuan á'^rásááo ésta'ba éBí'i;cwÍó"'íd


qtté'ié refiéí%% está materia/La-íAiratotíííá de Galeno/estét
ftiíidada eñ la deltocfláoy otros'waitiialésvy-iiK) se debe extttt-'
ftár que Lttliolb reeoaientfése jtfntatHetíteíéÓn eloao y lafoca,
para so eslildióiv|itoo<^:^tíW'qtiéla^¥Mtó^
papa efefe e»^étdí' M^úétt^'^éü^ ^^^'tíéíti <^mé&dl&^im&^'

y vulgaridaddeáüseotoodmtótítbáerieUa'/
Lulio copiando éotrós escritores, señalaba como principios
intríQsecosde la vida, el coraísson, hígado y cerebro. En efec->-
to, estaÉ ent^aaiffi éí^n'sé^^:6M<Qlím,líÉ8-foéntés'd^

/cji-Els «óraítóBiV éoa^fctóé-diPíefalWJMt^ di*ij*a' M 'p&*^


sionés del alma y moviíiiitíatoarterial.' EÍWgado, fiibrica del
cambio de lá-íaíttígre éh álimétttO^ tenia lías fQncidñ5é3"nú'triti^
vas; yieí^xiérebro, faente ^ los seritiniiehtós y'DíoVttóentOi'
A^^iIrtíSMc^f y aeñsiMHdald g^tti^frl, eleAmr&^a lá' Iriteligétiicta
y léi^áéfiiftíúii ptií* medtó d#lW'n«it^vio»^ qoe diá él naéiahi
Apartiíidttróí'^llffei^^jdá.Stóftíafl k^tír fié losfilítóofosidíP»o
tietopo, dic^ |(:l^«íi|/1íl^<****¿^^ tónil Pééidé. éíi %Í
corazoti, cuaiSdo actttelloá áí0iteral, le séfialabaneí cerebro'
pw Wsidetieiáv pensamiétito, qtíe • si tío es cierto, al meaos eS"
naü^INrtáád qué £íl< dé Liilioj por ser el órgano rtíaá nóble-^"
^ ^ á « ^ % fA^^^^adáaífttQciones. l o cuanto .4 sus teéria^ioii'^^
b«%í^«&aattiiS^¿ííi*ÍÍíj^^ <á«»or*88^ fM*tó;'W)ri%iefí''
tas talsi»"Jéieeéiííiias del '^fttal^ f'tóñ iltó é^ié s ^ pte<saíie¥es

- ,504 -
li §us extrañas .floctrinas'.. ,i ,. - ..,.!.
, , Xt09 ponuenpres que ss re^eceit ,»1 bombare/dejan macho
q^ue; tlesear, se ,fe&ieoten de la-ji^ca eleTacioa con que. suele
t r ^ r todas las-¡materjijas, y ckd ÍAftuj9';desu£k;f^.a«cip|Q8 filoso*
ÜQoa ppco acordes con la verdadera.naturaleza,, ?Q<I^,1Q invo-
lucra y rebaja,, e'Hflj en la parte de relapipp que bay eqtre
PU>s J el bombre, materia que otros escritores4U>i<¡^d^°'*®™-
preen,<qapit^lo»8eparados, ycuaado tratan por dec^ir.as^,,^^.
Dios ,y xlel ipaunda superior ó invisible, joon e^ inferior visible;:
expresando e:Ti pero, sus {tensamientos am íi^a eJ|evj»4op y.gxan-
déz^ nunca bacante, .eaando se refiere al Ser Supremo, de qi^n.
dijo, Empédocles con,raxonr que era una e^era-ouyo centrp,
toca en todas partes, y la circunfereocia en ninguna. Que
cosa mas sencilla que 4^ir que Diqs hadado al hombre, al-
mar para coaecetíe, amarle, cQnteiziplar,le y. ^ e f i ^ para siem-
pre, -por la visión intuitiva, en elext&sis de UQ| eterna feli-
cidad» dotándole de. cuerpo y a j ^ para ponerlo, en relación
con el mundo físico,, y qniéudolo al, aUqa p^ra que fuese un
medio wtre el mundo superi(»;y el in&ripr^^Cí^Q dice V.. de
Beanvuí, y no^recurrir á la vida,vegetativa y sensitiva, pa<
ra de^ir que. el hombre ha de servir,á ^w .&e, ^< alma s e -
gún el mismo» yave ^.laaoosae celestes y terrestres; np ocu-
pa.en ^ . cuerpo lugar circunstanciado» geometría», comp dice.
Lulio, está unkUfef^ cuerpo, con el qne,no, se identiñca^ auu;,
que de su umoti resulte la sola naturaileaa hus^^i^i—El piu^r}
po y- alma son-de naturaleza muy .diversa para^unireq s u i ^ -
termedio, y este, según, el citado V. de Beauv^, 8% encuen-
tra >eQ los fluidos igneos«.iaéreoa.,^,etáreq) d^;. que .equivalen
& esp'{rit^(;y,^^tÍT0, natural y animt^, q u e l ^ a c e n j ^ ^ , yi-r
vlgc^ry vegetar el ejiwpo.r-^El alma^ ;ur es «in^ple forma 4el,
cueFpef<,m como sustancia espUltsal, ni entidad ab§|ir%g|/sfe9.
algo mas« y. opera mas; es un^principip^vivo^ siu||HÍteV peur-
santa,, que anima al cuerpo y le hao«f vivir,^!|é sient^y pi^>
sa por. 80^^ órganos, .^9c.que la mateeia;j pl cuerpo p^;.al so-
los, ni piensan, ni sienten, x^ viven. El cuerf^ vij^p, siente»
piensa, se anima,por el alma. 1^,mismo Vicpote decia,, que-
— 805 -
eVilin» vegeta, ieüsíficSi y "^i^^^** Ctefíío'. LalMcDa alma
piefasaCdn ó sia laf r*á0ai'-í)é''l%'ihíiiíitt «iijion del émt^i^
alma, résoltaa ^ á«oi ^l*^^aflés y leBiñíitualés. Sü^flíOtí
con el t>uéri«)|f%í tísz stf veHfiqué if>6í^ un medió plástico, p^^-
rúho Biy üífe étláaá céttió %upoiiian tóg'üáos P; P. d e l a t g t ^
áiá.'^íSdiífoi'noiidadcoü las creetíciás-friegas y orientaleá^ y
sí uiyi sola, principio de la vida, d* la existeüiíia/ de la sén-
8a«ft»tt-yaél"pen§8mieÉtd?<'"' '*'•'•* ^" - '-""• •''"'-'•' ^'Í- ---;>
\ í í^étópííi qtw M i b tfísM^tíel ítlbíB'y «ui fiícül«éd^,ríi&Ü*
ca é^ tah'iSéitóüld;! tiíiS'ciáró, tan explícito y elévaáo,• cófflb
S: Alb«*to; Sautó Tbniag, y V. '<ie BeatiVátí. Prééiso «éfi a
coñfeoiltiBit' cuáritíO estós-liaft dicho para déiaostrtírtó; pero co-
mo estenos lletaíia muy-lfeJí^,Tíáó'lrtiíítaré'á citar parte de
lo qtíe el álllibiCf éséíM* cóQ-fAo^-aiSértepeobo^^^^ de
lasiaó(m%ítóJ=«ÉíiMBáaf^^é* sttgío XIH. ^^ .- ¡^ « i
%iaa i«^(<r#liittiíd&'»i8iWé^Sé éonSfp^ Aé étiico'elementos
y citícd''régiorie9, ti8fir8i agoá,* airej éter y éieío éftipiriéG; así
el alma'desterrada en éste pequeño mundio, llamado sü cuer-
po, pinédé élevariíé progreáitámente hasta la sabiduría y has-
ta Dioa mismo, por cinco facalta^éspria^íi«}ti#,'l£^'idntid(^t

• «Porífaé ^íritna^'faeÉ^c» «lé'í'atnGá dé-iá* ciáias infSí-ió--


res alas superiorea, pHlicipiatíios por lá sensación, y seguimos
por la imaginación, la rtizon, el entendimiento y la inteligen-
cifti Él éupírefiad gt«4o d^ e»*a escala del alma,^ la pí^0ílaad,
Ift'^iíübidtffía, el miam» iMosi^^r qae la piedad-es la isabidü-
ríadsel-MnílSfé, y ia ««iptema stójWteria es Dios mismo.»
aLaS-'^íl^#^if)éli la faeitltaá que tiene el alma d&«fer<^
cibír las formas tSdrpoialeá defeiscosas corpo*,aiés,^^ro AÍÍS^-
tasj'por q\ie la sensación apercibe las formas en la iñateria, y
\9¿ iifuiffiMci&n fuera de la materia; y esta facultad qué al
a|le«iWrlas formas, obra sobre los objetos exteriores, sella-
miir|fí»s^feri^l^%ií^aea>la intimidad del alma, se dWi©BQÍ^

riWéirta lódaf étts vafkctott» y tlci»íta#i«.t!> " J


~m -
ó/pote^a f&ptáiitúsfk* Se es^tíeadei imQ#«<^ para; d se agita, co-^
mQf^s^ <das deV Bifr» tpdp ^ r p i p t m j abraza #H»; salir 4é ,3i
mwma; pera es • ^n ^sf ;pi^a,., coia&f en i\w iomeoso : e^p^i%
^e-varifica^us evo]^i^jaep.y,peregPHíaci(Mí«?i para jri áloft
objetopj no sale de el, pei^ se I09. representa por<mia;es>pecie de
atracción-,:propÍ^.»/ - •;, , ' ,. ^: , ,,-.1 \,: ..;^,'-;;r; •••im ¡i-:-: :
«Hasta cierto punto, el alma gozaide; una espeqie.de loor
gitud, latitad y profandidad; por q«e pesiante la citcidad,
abraza en si ;á Dios jr/á,todos loa Jiel^;, por la nieditaeioq,
co^Jipara todas las jOQsasí q»e Dios ha opesadí^fdepde^VípJfin-
cipio del mai^do para nuestra j^\faci»n;:iyp(»rf]l4.contesQ,p}jar.
clon, se elft^^ hasta las cosas celestes y divinas.» .i i.,,! ,-:••
«La facultad que tiene el alma de:,qaaocer la •naturaleza
de las formas, las dif^ieDCÍas,r:,propiedade&:y a(*cid(^aS:dj9las
cosas corporales sf Uatoa mz0%' la que igualpieote a^^rcibe
las cosas incorp^eas 00 "fuera denlos ,cuerfQS| si npen-su sus-
tapcia, por q;fte,la naturaleza de Ips ctierpos,,:pop;ia ícijftVitp*
do cuerpo.(P* <y*erj^, ^ incorpát^ii por sí inpiiftaj!.3í np.psue-
de ser un cqeEpocualquiera.»: • i rr ^ í r .
, nftifUelecío ó entendimienio, es la facultad que ti<H)eel, alr;
ma de apee^bi? por loS; sentidos las cosas i invisibles/ como
los ángeles, las almas y todo espirita creado.» ,1 ,.
. «Otra pptencia del alma, es la mt0li0ncia<, quesfl.ir^ece
inmediatamente á Dios; ppr que ella concibe la eapr«i^aéimvi-
table verdad.--+La razón, el eaí«ndiBaiepto y.te»i,ateligencia»
ameaodp^i^. toman por ana sola; y stisiiiiafl^ultad»: conocidas
en general,pfi^r estas pakbct^^ fmoíitr^ei^naliiiad, '^míelij^en-

eic._^(iEspejq naiurai.J» Para el mismo, la-razonsdlwle-todas


las lig^ltade^ mentales^, la voluntad, iiy^ftaá^i (^eciencia, jnir
CÍO* msnkEBiisb. i»teUgi9BB»> ¡el HEií^it»víde avetiguaciewiy-iáe
invención, y 4 «jerciiáct fFigobteroerde^ ^ a s nuestrasáaeul^
des, de donde depende hasta cierto punto el ilibee alvbdríos*:
porque Dios ha concedido al hombre la ¡potestad de obcarr
— mn —
[1 üíiádjB.laamííepj*4OTtd»«ii»/ae-]p»tentÍMi ;la infariririfad
^;jí»b3Ciuriíl{^^ft<y}ii!o^f#»;efiia!le0i'ii dek)8tseQtido&, Ss^efeo^
tdl,r d^edet^ jBrft^i|g^i])foldiS>íÁFdbc8,> ivlosoóalesi jántaiventé con
Aíiatót»k>^ij)ai®íw el indicado Vif de IfeisuTsW», íáíquioííefieo-
jeré Síelliip»«par»' leomparár las doctrines de ttiKo, > comot el
liBliS; jt¿l6i«ado pam liaieer résaltar.'la origiiMMad dereátey:^
1^ íei^pfWioB;; geocííkn«irte admiíida );poeji i(»'eoa(kím.pdráfaw>B
a#iJ|9joqr^r ftt^foniai^tté los^ítMátóSés seí>iiQffic!ianr>inediante el
céa^rtty ilea uerviosrqite d«41 afl^iaBirí;.eoQ a f r e ^ éiAeetm
leyesfísicas^.EQ^as é> meóos aeeftodaa^^rVi deBQ«ü«ai&dice, que
los sentidcB y movimientos voluntacios'dependen del céi^nií
adraiteuaa especie de fluido tiewí)feo que facilita su ejeea-w
cion. %Sala la ¡parte!«^t(^iocpai'at l ^ seáktidDs, lia ^posterior
p?W».al.fl(iovimiestQ, ¡yola .<3tetri<» parwíafiaefiaoi'in? y.^aawtev
que el tacto se ejecuta con It» nervios de la níédnlaje^i^alj
-^jgi^la ,vi6ioafiñ(tflrv^enenflos jaewpioaftéptL^aílaxpufftla^>de-
m«s4rgaQos da Ita misión, exaaiaiaiido la. partea qn<e toiua «1
cristali^. Entra en^ pormenores sobre it>8. rayos visuales &c.
y se detiene largameate en las, partienlaridadíis de la tieioB,
cq^si^adi^ 6n^0is anomalias y>aiiu difeFei^^jS0ee8f:4t(í. ^ilio
p(l»í^iE;#^WÍQ>'>^i^£Éít(i^ dbt#fjg|iaoM8M»(-fb^ ürf^iosf-ge^
neraliipar» ji^SjseiQder ¿ pofffii9aoi!e8;^Í9ÍMles, |íefO'<iii«)in-<'
prensibles ó inadmisibles, • . n-i-tí^/••).-r.
: Vicente nose limi^ ála^parteAsko-anatómica para la ex-
plicación de loseentidits^pues annqne digl^que/ti^i^Kírelm^
ci£^especial:con los elemenV^, ens«a>ptfn^^leií pr^ieda^
des J^adam^Q^es yi mlidade» .éai jba^^wpQe^ttwpofaiendo? qu»
la viata se r^«M^«[coa le^cW'^ he :ú(¡^iB^iÜf!^mto amel
agna y tierra; 'elioití&eotí di airé ^y sncnrfinririiftÑlQBi 'el\>tM!io
Oan los cuerpos y mt^ería grosera&irí yíqiíe aaí-ignora snímo^
do de ser y hacer; con todo, hace interVeoit al «Ima eo sua ope-
rapionwjr.d^jgaandola como cansa y origen de todas las fa-
ca||ad^í«$BíÍt|ispíi éintuitivaa; íqne siente por l<as íentójcsf;
coáo/iiiu1^um«í»tQdide ik mism&jAs^ <^t akú» diséterBe
las atmwroaas vftrie(kttiefr4«4o5! «ÍKírés; <d¿ftreí^^ fop-
- 608 —
mas &c. 7 en todo desea las qae se^cofifónoian coa la oatát^
leí» de so cuerfK); en ciertas ocasiones «if Aleja de éstas sen-
samoDBs &c.-^EatÓQce8 Dios desdeode al alstaí por ís ¥«v^la^
oioQ éiinspiraeióD diTJoa, pe» qae la med^aciofi él la isvestíí^
gacion ¡estudiosa de una Terdad oéultá; y la eontempláeioév 14
pl&cida adinirácioQ de una verdfud dsruit^at» apeMIada^ ;vj
Bios Uumiiusí ^ «Ima coa la revelación; - para qoé ^^Miiozea tai
verdad... Los sentidos no son mas q«e el iostrumentOMyt ór-
gano dé la sensibilidad y el principio de la-itoaginneion; delta
Bi^sacion nace la imaginación, está prodnce el pensaiBfaEtlCí,
y del péoséraientio sé origina la meditacioé qne ag'Oza hl iü-
^luoj qoeásufez esitala^nuióu, la cuftl lÍainsal'eQtéiidi>^
mleate qae llega á la inteligencia ñiente de )ft cont^ihplacidá;
con la cual' se adcañra la^ misma verdad, y leí carídá;á y él
amor procara el deleite'en la verdad i en la i^é se encbéáffrá'
lAidicba.» • •* •' •" '•'''
> «La sensación es una pasión ó afección del alma en él éuer-
po, que proviene de las calidades qneiiC):están en ella, "per^
faera de ella; por medio de la imaginación, el alma íeaAai^
cel»rfoi%)W> de iai^iMas a>rporales, áttndufaütb WÉiüteélúicia
y sin sensación exterior:*'el pensamiento es lA ocupadon del
espíritu sobre una cosa cualquiera; la meditación 6s el pensa^I
miento Tefl4<*^<* <^"^°^i°uo que busca el modoi fe cattsa f tú
razón de las cosas en que piensa; el espíritu d ingenio, es una;
potencia natirralmente innata en el alma, que con ella puede
encontrar la verdad. La raaon es otraíde Sus potencias supe-
riores con la qtM discierne y jaíga de todo, pero éSpecial-
mniteen lascosas ospirituales, y conserva en si miUma la
imagen éektdivteidsdrel intelecto es la percepción de laü
cosas que verd¿Hlen»|teiite existen; laiuteligencia solo sé, «fiM-
cailos principios de l8sc(»as, estoes A Dios, i li^44eftS, á
la^imer»materia (Ay/tf)&o.» ^ , ,«;
Esté «I)^rto,íccráodfceü«-Boi>^e8f hablando de Yüeéíf-
te; por ^ueén kis seirtidosy^c^ los sentidos; se formaií y de-
sarrollan el alma y sus facultades; y sin embargo^ «S-dífer«tt^
eiaui lo mismo fia« «1 principio pensante erdi»tffito dül itas-'
— 509 —

m ^1 sujetooy-í^S)fe'4¿: eotMWimisot©. Así %sesOoaeife^ qa$.


compuesta^r^ #«^II^Q^ ícl^ e9pritiaali,y BQ&sibte^tse í¡m^
viertan .eii; *p^[»a,piii^t0s,; coopepcioo^, ideas do átdt^n ekva-
do, pa#$^Qdo poü diversos grados la imaginación, «1,genio, la
inteMgswsia y 1* pura, fsjsojv ^Q, , • Í ;, o -.
j.l^oípsto #8 coiapp^isiW«,j»2<WMtWeiy^
canze de todas las inteligencias; mucho mas que las oscwfi^,
ezplicacioites de,Lu%«
Entregado sieiBpr0 Lulio á. sus &b8tracciones metafísicas,
deBCuida los pormenores orgánicos, cuando trata de la estruc-
tura y funciones dpi hombre. E^abla.tansolo y con^referenr
cia deju$iaucion«s;,y pot^l9Íii9#: tpcaikadaT a^ae^iaAdo de-
baa con^deri^ae.coiao ^ijapl^i propiedad.^ íte la,Vjida,i8egan
y^f (MtftlájBíl^J^ftle»^ qMÍeft IÍWÍ ¡BupuaOiiguale^i A otros tantos
fenómeno» que, se. efectúan^Q el ciierpo vivo, .y vienen en pos
de los espíritus animales, vitales y naturales. Estas faculta-
des son la.degenerar, que cambia y forma las partes; la de
nutrir^ qufi atfa§, retiene, .altera ó. digiere y expele; y la de

nómepo9i:iPbif^ >4s ;,pr^i?ndo$ ponsa^lentoa jy proÍoBgad«#.


me^tfieioQesparaotr<^ escritores, le.pasadiQ8a.porcibida y pres-
cinde, de ella por completo.
,X^ (mtígaos adiaiti.an el hombre como ci^rpQ, 4^P^R1%T-4
do^;4 ocppi^atQ de 1(^,cuatro-:eleinentoi, .p$rO l^t^s^^^b^A^^qa
faerapi.nfllBEftl generMíef »UítmBt9»iíti»l'fe^eificrecery obr»-,
ba desde el pírji#pip d#.|lpi, gSiii^ft^qa íd€A,;fet^« n|§4iai»te|f|9.
fusrzpks apetitim., retmtym, 4^4$^%¿iJ^'P0i!ítPQ4g.t^^pe^
^e.t^dqiitian vM^y\d*prwo¡i;^l,^ pfiuoip»!, íA&ai^tf^ divina,
pa0 1» cual venia \9.fDegetatvDa cm la iiatricioa> creciniieoto
y rfpjfodttceioiipon vitalidad propia; la animal, carx apetítO|¿;
deseos, seosacioaes,,iiiiov.imientps espontáneos^a^ de i^|<^--:
ligenc^, inclinae^Bpol^^^^..,}iMti;^r&i?ji.^ipori^Jmi 1»
racimifli msWti^l dalkoiBbiBii #i;^I^Í0|f,¿í,;|q^(hniTE?icuan-
to& 1« generados, «ajp^oian qué »l«(iMts®«3K^'«^auQdo, con-
cedió eeita &ett]tod íib «¿do» los seras' p»ra^i|ll«:]^¿ád'a3éiMHb otros
vgtoAw,' di| é&tnütf^JMsaltd' «1 Biimdo y,.los^«SM^^^e co&teni»,-
ll«06ú¿dü ÚQ'rasoMs itminalef |>arft^plisdiícir'. otros Qoevoá
seréB, ten ítiego cotnoSfi p^seaiabaMóet^biitt-opttftcrnái'y asi
como las madres gtáviéU» ll((«ttii')«l feto «a'éf, también él
nwndo^osíta^ ^grávido (preñado) ^e las <iausaS'^ ráíones se-
minales, de lo3 que nacen Stó-. V^rdadére^ vida, usiveteal j
continuad'» la>materia cósmi<ía, que Wat^ consigo'todo lo'qae
existei-' • '•; •
Demasiado prolijo seria el parangonar los escritos de Ltt-
lio 003 los' de ia antigüedad y- edad media, £1 qne^'dude de
Bü inferioridad en Medicina y Antropología;''MpaseiÁ 'eetagi>>
rita, áQal«ttio', S. Alberto, Sto. Tomás, V. de Beaávais,'A vi-
cenas, Averroes 5ic. ytiottprenderá'de partede qaien está la
ventaja, ya se les considere en general^ ya en partiéalar. En
este último sentido, y referente é l a parte-"puratnenté médi-
ca, veredu>3Jel ^lot" real/d^ los que ha legado á la posteridad,
especialmente en tos'siguientes: •' -,rji ; •
Art« eompmdiotó de la Mídicifüti-^lÁhro de 5^ 'p%ig«s
en 4." espiifiol, que tiene por objeto el que mé^MSo^t^^editr tui-
quirit y ^Qse&ar edpeeulatiiramente la cienoia en poco tiempo:
enoóntrftf'Httifícialaiente las enfermedades 'ca4!tt;na<4iatürales;
y las prOpi^a3ei^losr4riiMiíÍMtos y mediettttidntbe, -d£t !é^i%óe
están mixtos los mismos elementos^-y. disponen á sanidaila
naturaleza morUfica: Este tratado se d^i^ft á«A¡^Arf4'é»dos-
tratiü^ fiUiéficof y asi 6omo este sif v^^'^para enconlív la ver-
dádi el otro es para encontrar la naturaleza y catiáa 4e^ las'
enferdiedádea sostaneial -y acKiidentalmente. Para comprender-
lo, es preíiiko^ar versad&'«a'eas doctrinas filosóficas, en lae
cuales estriba p » completo. Consta 4e dos partes; la {«lifítttra
comprende lad figuras; y k segunda,'las cueaticnuMrr^údas ó
preguntas. Las figuras sobaco, «ireular, trianigular, cuadran-
guiar, tos'duadrángulos, gradóÉ'y^i»^^.
Lafigura*<éoi»tadedos circuios concéntricos),-'uno mayor
y otro menor, diViáidoe por ocho radiosfCein igaal número de
- sil -
casillas eoiilasiqae se u^m%e«l8lfebeto, qué MpreséBiá otros
tantos términos á saber: en el círculo esterior A; airei^-í-B'.
fuego.—C. tierra.—D. ftgua.-^E. cálido y seco.—E. seco y
ftsy:—G-. seco yfnd^-^HTftio y húirí&So. Eii eT círculo lü-s
tisrior ó movibleise tlfaza A. E.—E. B.—B. F.—F. C—C. G.^
•^G. 9.—D. Hi—H. A. íntimamente, fuera 4el primer cír-;
culo sejcóloca la A. en su parte superior, Tpáva. iddicar el Orien-'
tp; en pa, opuesta é inferiori la C. para el Ocdd^te; y 1»B. y
I|. kderechaé izquierda para el Septentrión j Hediodia. En-
c|rcii pequeño círculo del cebtro, se leen otras ^cho combina-'*
4ones. i !
La isegunda figura la componen tres triángulos superpues-
tos y cruzados, verde,^ rojo, y amarillo, qtie se emplean como
en los artesfilosóficos,para encontrar la razón de la diferen-
cia, conm^danciay cmtrarieáeséíéteí í
£ La 1ieecBca,.eompreiide4iéz casillas que sirven conibinadas
con loft;<^togt]ílos,:pa7a varias indagaóoiws, respecto de los
elementos y sa mixtíton, en la diferencia, concordancia &c. y
se traz^ en el siguiente orden:

1. A. B. C. D..--/=F;'.Í D*:í.: e. -^ '. F.' •. • € . = •ñG%I>.


a. E. F. 0* H¿"'': • --7. . G. G. B. H
3. A. E. B. F. 8. G. D. H. A
4. E. B. F. C. 9. D. H. A. E
&. B. F. C. G. 10. H. A. E. B

'rtiRí^OíiftPtarepreaentadiez y seis combinaciones de tres le-


tras, por el estilo de la anterior," encaminada á facilitar elco-i
nocimiento especulativo-áecotíiosecomportan loaelraaentc» y
8118! calidades en los mixtos y en las horas, para aumentar
ó disminuir la medicación. - r;
, Lftsquiatar tiene por objeto inquirir comu están situados y
gradoadoilf» elstaentos según las complexiones &c. y el oía-*
do d© gntduar los tfted^meotóa. Al efecto> $e trisan bmv6
combinaciones de letra» y pantos, t{«e indican el grado de los
66
— 512 —
dichos medicamentos, segan demuestran las tres siguientesiqíie
son las primeras:

Ai, B< B C. A. B.

4 2 3 4 4 2 3 4 4 1 3 .3

8 1 3 3 1 3 3 I 2

2 1 2 2 1 2 2 ... 1
1 1 1 1 I

En el primer compartimieato A. significa una planta, en


la que E. se encuentra en el 4.° grado de humedad? F. en
3.° de calidez; H. en 2." de frialdad y «íi 1.° de sequedad^ y
esto es, por que E. y G. se encuentran en oposición segunlá
figura circular. En el mismo lugar/B. indica una plaq|a en la
cual F. está en 4.° grado de calidez; C. en 8.° de 8eq«(edad;
E. en 2." de humedad, y H. en l.°de frialdad. Y & este te-
nor siguen las demás combinaciones.
La sexta se compone de tres círculos concéntricos, con víein-
te y cuatro radi* é iguales casillas, que corresponden á las
horas del día, puntos cardinales, y varias combinaciones de
letras de la primera figura. Especie dé astrolabio para inda-
gar las horas en que deben suministrarse los remedios, el
principio y terminación de los paroxismo, y ^ verificación
de los ¡«mwSaticos &e; ;; • r , • •;
La segunda parteó el cuestionario, comprende AitTíftief'^
guntas, que según el autor, sirven de tipo para ttsmky^f las
numerosas cuestiones del Arte y son las sigoíeateb:^''
L €oQko d»»be d íQ^co md^gf^ la enferiiiedad, pai«^te-
ner conocimiento de ella. Debe recurrir á las citadas figu-
ras.—11. De las potencias apetitiva, retentiva, digestiva y ex-
pulsiva.—III. Del aumento y nutrición.-*IV. Como se gene-
— 513 —
ri^Ítt'^d«jeBior».<^V. Como se cone^ la orisá y el pulso.^—
VL Gomo pierde el apetito el en£«iBO.—VII. Como Ba de in-
vestigare! médico el grado de la enfermedad.—^VIIL Coíuo
«sfam sitiítóos el parosáaÉ» y el dlft de la <»f8Í8>~IX. Go-
mo porgan lá cólera el raiburbo, y la>:triaca él veneno.-^X, €o-
tto ^ b e él médixso graduar les meftkiamrofbs.
i La'sbliicion se bosca en las combinaciones de los elemen-
tos, segnñ las que resultan de las trabadas por las letras y fi-
guras. Especie de roeda de la fortana, ^ue segnn donde cae
l&'letra, resuelve la duda por un golpe de azar (^balístico.
irr; Jí$ iéu rtfiúmea it sumidad y e^ftrmedad.—^EÍfin'de este
libro ^ue ccwsta de^Skpliíg^Dte á i ^ . ° S^psfiol, terminado en
1800, es la investigación de los principios generales de los
principios muy secretos de la Medicina.—Se divide en tres par-
tes ó distinciones que bien sabidas, dice el autor, hacen la
ciencia, muy f&cU, brevs'y. cl«r&^[^a ló» estudiosos. TieUe su
alfabeto de ecbo letras iguales al del anterior tratado y con
las mismas significaciones, .
La primera distinción, que comprende las regiones infe-
rwres ó sea las de los elementos y las del cuerpo humano, es-
tá basada en una figura circular compuesta de dos ruedas, una
mayor- fij»^ ji .&ktm¡immfít w^bi^^esta y movible ó^ girato-
cia sobre la otra^'mediante un eje que la fija completamente.
En «uia usa de estas ruedas, y en otras tantas casillas separa-
das por iguales radios, se iuscriben de derecha & izquierda,
las ocho letras de su alfabeto en el siguiente orden: A. S. B>
f. C. 6. D. H. El circulo mayor significa el movimiento de
Is ^octs1nk«afer&, por que és movible de Orienté á Occidente;
y el menori corresponde al; de los planetas que se mueven al
revés; ys^unestos doímoyirnientos, se ejecuta el del cuer-
po humano, natural yelementalmente constituido, por que
IM cuerpos superiores, naturalmente mueven á los inferiores;
y.pov-.B8to« moviéndose á sí, se obvian, y causan composición
y mixtí<ísíeBk)*Miferiore6. Cada casilla se llama región, y la
que se entiende entre A.: y Q^ es del amanecer hasta tercia,
y se llama mañana; la de B.es-de tercia hasta víspera, y se
— 514 —

4egt^p|ofl^ileJ:aflo. A. pcimayefa, B» teraiio, Ct;iOtofiQ^ y


i», invjerao &o. ; ; í / ,. c.
Las viíéltw que da elcíículo menor soJ^re el-iaayor, |B»T
49cep si^te Qornbinaeitíoea fle leta-asil» Ai ¡por ejémpto-y, suíf
biendo sobre la E; Juago la B. &Ci que equivalen & los lias de
la jeímaaaty cada^unft tiene eu carácter, asi A . Í E . es sana
en la primera vuelta,.por, que A. e» háitneda y cálida. B..Ft
id. y cálida y seca j&c. por ¡qaa cada letra £ coacuerda coQ:^ot!ra
p<» calidad según 8l&bei».*-*LadeK.B,;ea'en porte sana y
en parte enferma, lo primero en cuáoto concuerda,.yiosegun-
do por que desacuerda &C., La sainidad'.éenfermedad, depende
pues, de la mezcla dé las propiedades dp los eleaueatos, únaé
con otroe.—^De estas circulaciones, resultan cincuenta yi sais
combinaciones en extremo gratuitas, cotBO íiindadiBs en sa»
puestas calidades, difícil^ d^ comprender ann para los: mas
versados en esta materia. :
Consecutivamente, se presentan los siguientes capítulos:
1.°-—Curación de las enfermedades, vorifiéac^ sogun qse el
el eoferiújo, sosupone.estar colocidQiflO'tt^ lia:la8^>áákaHUn
casillas por tres modos, los, s^>¿ejaitteat ha contrarios, y los
compuestos. Se logra por contrarios, cuando por ejemplo, la
enfermedad QÍ por nimia abundancia, como si, A. > ]pi Bsütisséa
nimia abundanetft, so d^imi naultípli^r O. y &. en alimentos
y remedios «jn su correspondiente rejion. Si es por semfijanv
tes, se vé si el paciente está en casilla cfó A.^iy S» isn; primea
t& circulación} y la enfermedad en D. y H. &c. y jentóncea áé
proponen maii|ament(» de A. E. &c.iíí.'r-«-Mfiíicladerlos con?
venientes y coatrarios. 3.°--.Dies y seia electuarioa gsneralesí
ó sea cuatro paratodaa combisacioses de los elemmtost y/m
otMitra de los del paciente y enfermedad. 4.'''*^BegioB8»d8 las
calenturas que están en armonía con laa oombioaeiones del al-
fabeto. .^^—Balones á&i pulsio. 6.?-^EvtícaiBiion y reple^w».
7.°—Regiones J e la orina. 8.''%-'Digestion. 9.'—De Iw dolo'^
res. 10.—Regiones del apetito. 11.—Graduación da las me?-
dicinas.
— 515 —
ijÁte^ndadistiwisioH, ií^jtíi&nti l&s esfera» {f6ig. 288,)
mas én:Gítro cifcqle para loa signos plauetarioe, tóOtiipí'eÉae
estos misiñoSylc».placetas jsQséoojuQciottea.foáó i'edücidb
á teorizar astrológicamente, sobre los elementos *y propieda-
dfaa; 7áote&'8Ui>i^lM|o448«»éj;aii2ad8 lo e^t'^tíés^ en k As-
tronomía, "•I^Ü'^^'!;' •'- •' '•••' •'-•
£m tercera distinción, se redube 4 187 preguntas Só!jre
las aoteriore» materias, como por e^mpilo:r^Gttales #dtí las can-
saa áe los diaá die-la.'seiróiíaí^^éQtlé-triángnlo eausa la ter-
danSI—jEiiqu© <&8iila8igQiflfeála ttuerteí-i^lEl püléo déla
melancolía 681 mas largo que el de-«angre?—¿Pttede él clis-
ter procurar tanta sanidad como el vómito?-i-iPorque el éü^
fenao hosca las fuentes y las sombras?—¿Porque apetece mas
líB higos, pasas y frutas, que las carne»'y peces?—¿Es lícito
sangrar en la conjunción de-Aries y Júpiter; ó í» me^risA
lo» jaeveai^áe en otro dia?-í«*ífP(Mfqia8 la constelaéion de Sa-
tarao y XaurO, es causa de que ks hombres tengan pc^sos pe-
los en la Imrba y se asemejen á las mugeres?
J}¡e la levedad p ponderosidad de los elementos.—^Librode
42 Inginas en4.° español,escritoá ruego délos médicos de
NápoléSi y arreglado ú'Arte inmeniivo y t&iU:ff¡íneml. Coü$-

liA primera contiene las^figurasií sean cuatro cuadres con


diez y seis combinaciones una para Cada elemento, á saber:

Fuego. Aire.
Faegtkr'íaire, agua, tiéira, lAire, fuego, IH?U*> ti^i^»»
Aire, "fa^0, tierra, agua>;' Fuégov aire, tierra, agua.
Agua, tii^ra, fdegoi aire, • A|foá,' tierra, aire, fuego,
Tierra, agua, aire, fuego. Tiaíra, agna, ftiego, aire.

Affua. • Tierra.
^gsoa, i tiwfca; aire, fuego, Tierra, agua, aire, fuego.
Tienfa^ ag»»í/f-ftíe^ó,- airé, Agua, tierra, fuego, aire,,!
Aireii fuego, agaar^yerra^^ Aire, fuego, tierr»¿ «gem,
Fuego, aire, tierra, agua,- FuÉ^o, aire, agua, tierra,
_ 51% —
Segaidameote, se especifican la levedad y pemáerosidad de
estos elementos, sus grados y pantosenlas plftatas.&Ct Éter»-
pa y fastidiosa repeticioD, de una doctrina dUacidada en infi-*
Hidad de libros, r
La segunda parte, encierra treinta cuesliones s^icas de
diversa clase, como por ejemplo: ¿Si los laxantes hacen su
(^ración por Scu^tDa especifica, ó por razón de la proporcioá que
media entre elatrayente y el atraído, cómo entre el imán y
elfaierro? &c.—¿Si el semen que influye en la mujer jj entra
formaliter j uiaterialiter, ó tan solo maieñaliteT.—¿Puede
concebir unamugerenun bafio donde un hombre haya der~
ramado el semen? No.^ ¿Como de tan escasa (entidad de se-
men pueden generarse todos los miembros espermáiicos duen-
do así que todos lo son, exeptola carne y grasaí-^Pueden exis'
tir dos hombres ó dos plantas de igual complexión dei caler,
humedad? &c.—Si el hombre cuando come, debebeber antes ó
después, ó pocoé mucho? A esta responde con la siguiente:
Solución: En el alimento hay mas forma y materia que en
la bebida, y como el hombre es un árbol inversooen cuanto al
cuerpo, es preferible se le dé nMM;^a.jBWi gruesa lie^K^uÉtt,
que es cálida y seca, la que permanece en el fondo del estó-
mago, mas que el alimento, que es muy sutil, para que los va-
pores suban al cerebro, que permanece arriba^ á finde^^e en
él «©haga la digestión de complexión fria y húmeda, y se
digiera la flema en la boca del estómago; y por esto el fuego
sube y el agua baja, y está la melancolía sobre la sangre, y
b9Ja inferiormente por la ponder(»idad; y la sangre sute por
levedad. Y como por que el hombre ^ árbol inverso, y la vir-
tud de los amentos, está situada en el hombre contrariamen-
te, á saber: la virtud del- fuego está debajo, la del aire infe-
riormente, la del agua arriba, lo mismo que la de la tierra; y
por esta causa se sitúan los cuatro miembros principales se-
gún la inversión de la situación de las esferas; por lo que el
hígado está mas iirferior, el boaó sobre el hígado; y sobre el
bazo el corazón, y sobre este el cerebro. Todo por que las
complexiones participen entre si. y es conveniente que el hi-
- 817 -
gadd Bet^ÚQ complexión húmeda y c&lida, por qne la hume-
dad está bajo frialdad; y el bazo (jae sea de lafria y seca, por
q«e la frialdad «Bt& bajo la sequedad; y el corazón de la cá-
lida y seca, por que la sequedad está en la calidéiS, y por úl-
timo, cooTÍeae-que el cerebro sea dd complexión fria y húme-
da, por qitóla calidez está bajo humedad.—Esta posición con-
traria alas esferas, significa que el hombre debe comer pri-
mero que beter; y beber mas en el fin que én el {irincipio; y
de aqoi es, que en la salud la'apiatitivá tiene mas :moTimiento
áccnner que á beber, y id contrario en lá enfermedad; y el mé-
dico en este caso debe preferir la comida á la bebida. (Conse-
jo que está én contradicción con la sana práctica.)
¿Porque no hay Calenturas quintanasí Por que no habien-
do mas que cuatro elementos, no pueden p&^T de tercianas ó
cuartanas, pues que se opone á eUo la levedad y pcmderosidadf
y jHirticipacion de las esferas.—¿Si entre la enfermedad y la
salud, puede haber un estado intermedio que no sea ni uno ni
otro? Después de varias razones termina diciendo: qud asi co-
mo en el vaso puede haber mas agua que vino, y vice-versa,
también en el cuerpo puede haber mas de enfermedad que de
salud^y vice-versa.—¿Mientras el hombre está enfermo á doñ-
ee va 8a-salttd?f-¿Porqu8 el' opio en peqüefla caotidadí cal-
ma masía cól^á^el enfermo, que la mucha cantidad de agua
que bebe? El opio tiene forma confusa y extensa, y es mate-
ria para muchas formas especificas, como la tierra del campo
para muchas plantas, y por su forma confusa tiene mtiy^
friaMi^ que el agua impuesta, y como la cólera és'déf f(MT-
m^espeelfieaé itttensa, hay mi¿yot'^conttíiiriedad entre ella y
el ©pío, fafee^ elagtttt^deíttctíalla^íaldadTttdioálrecibe
e r húmedo ántrlíáéntal, según'ol grado de frialdad <[ué está
bfcja especie de cólera, ebmo él gíadó de frialdad que existe
en lia «speciede la pimienta, y por que lá materia del opio,
dimite su especie y se trasmuda en especie de cólera; y de
aquí en peqoeña cantidad jnortifica mejor la cólera, que lá
mucha cantidad do agtM> comoel hierro candente que tiene
mayor calor que los carboniBS ó IMasas.
~ 618 —
Arfe de lo$ipHn,cipiQs y grados iela Medicina: Está^aca-
miaado á ejaten^er los secretea madicipalea J nfcturalea,! méí-
diantft la apliofteion de las v^loa MI AHe:iifiWí^ndioso ds
encontrar la v(rdad. ; i , ir
1,' DISTINGION.—DISPOSICIÓN xm, usm.-'&e^tMh 1°
—Disposición del árbol.—Consía de die? par-tea: 1 .*—Diepo-
siqion j(^ todo el libro. Si.*, 3." y 4.*—TjriáagúVc» rojo, ver-
de y amarillQ, 5.*—Investigación de ks grados. 6.*—Genera-
ción y corrupción. T.^—Oalentoraa, 8.*—Orinas* 9,*—Pulso.;
10,—Metáforas.
Como las cosas se entienden mejor por la vista que por el
oido, traza el autor un árbol de los principio3> de la Medicina.
La raizes una^ rueda de las cuatro letras, que significan
los cuatro humores, dividid» en cuatro partes ó cuadrantes;
Cólera, Sanares Flema y Melancolia.—A., Calidez, 8. Se-
quedad, C. Humedad, D. Frialdad.—Cada cuadrante demues-
tra la operación del mismo humor, y de la fievre que de él sa-
le; mayor acción de esta fievre, y mezcla de elementos y d©r
más> , . :;
li9 mezcla de las letras. indica las reuniones y meéela de
humores entre si, siendo la rueda como la raíz del árbol. De
ella nacen dos ramas: La primera, es de los principios déla
Medicina según la opinión de los antiguos médi«>9,i4ividi«la.
en tres partes, natural, innatural y contra natura.—La natu^
ral se divide en siete partes ó flores, que son las siete: «es»»
naturales: elementos, cpmpdexion, humores, timmkii^', virtu-
des, operaciones y espíritu. Se le añaden,cuatro florea, q<(tei
contienen cuatro eosas natural^ anexas,; eomo son r edades»
colores, figuras y; diíer^ci^ sexualía.—-Lo inoataraV ccmTrt.
prende seis-floresf, q^esoí^: aiire,^ ejercicio,, aJlia).Wj^,y líüfeiáaí
sueño y vigilia, evacucion y repleciop;i y _acci.d«?yt«ic#VfklBaa'
ó asa. t^egria, tristeza, ira, y semíáfknt8fí<|-lio (jontra natur.a,
son trea ífeoffes qíi<?j^r?esp0o4M;jé!,JfkíMrfeHnedad, suseaiifaa
y accidentes.
La segunda rama, nuevamente inventada y a0§#ia, mm.
para exponer la primera artificial y metafóricamente, y se di-
- 510 —
Miám en dbs partea, ia primera en A. B. C. D., la seganda
Qn los tres triángulos^del -dfíe eon^enÜioiode éncohtrar la
fiefdúdi y en un cuadrángulo de las Sguras de predestinación
del mismo libroMia primera parte sé divide según lo conteni-
do, en cuatro leta-as, -una para cada parte; y la segunda en otras
cuatro: cbrréspondientes á tres -triángulos y un cuadráiOgulo.
—A. se divide éii cuatro grados que se denotan por las cua-
tro priments figuras del Algoritmo de este modo; 4i 9, 2/ 1;
y.lo mismoB. ,C. y D^Eesbltándoque^par»'denibátrarittadi-
chos grados, conviene elegir entre diez y seis plantas ó'tíie--
dieinas simples generales, equivalentes cada Una á lai^ deoias -
de igual complexión; siendo conveniente el apropiar & cada
una la letra necesaria para distinguirla, y poderse demostrar
mejor, excluyéndola I. y la X., la^primeí-*por ser algorit-
mo y la segunda, por que equi^tale él número diez, y; así Sé
adañteaiiE. F. GvB. E; L. M. N. O. P. O R. S. t . V. Y ; ^
SigueUi vacias explicaciones robre estas letras; por ejemplo:
Si E. es una especie de medicina simple en la que Ai está en
4." grado, B. en 3.°, C. en 2.°, y D. en 1.°, &c. resulta tal ó
cual efecto.—Nada puede entenderse ginestas letras, por laj»
cuales discurre el arte; y es muy «onvetiieíite 'détnoátrár'lttó
fl(^ por medio dd^tvii»; adóptáí»ii> «¿'(^lo# pEtra ca^á ¿ual,
él rojo para el A. E. F. G. H., y á todo lo que; signiáqué ca-
lor; el negro por la sequedad, á B, K. L, M. y N: el azul por
lá humedad, á C. O. P. Q. R. y el verde por k frialdad, 413.
S.^Tw: V. Y. • • /;• ••^-••í
Deseada triángulo salen tres flores: en las del rbjo se es-
cribe: priucipio, medio y fin; ¿n las del verde, diferencia, con-
cordancia" y coatrAriéd¿d; en las del amarillo, mayoridad,
igualdad y minoridad. Del cuadrángulo parten cuatro flores,
en las que está inscrito: ser, privación, petfebúion, defecto,
conlos siguientes colores, cada uno el suyo, rojo, negro, azul,
verde.-ríiBBte alfabeto debe saberse perfectamente para trans-
ferir y liiezéfetr laéfloreamudables aumentando, disttiiiniyen-
do &c. para conocer y ¿alifiéát, y componer las iBéáiéiÉ»s&c.
Capitulo 2.'''-ConMc(onér,-^WkfhoHieiie íéié fcotídiciio-
67
— 520 —
ues: La lüteSi.que si A. se encuentpa én E, en 4." grado, B.
sea en 3,°> C. en 2.° y D. en 1.°; súcedeí&iBegBn el curso na-
^ufali [([üt como cada elemento tiene por sf solo, nna calidad,
ot?"* Itt; recibe de otío. El fuego pues, ea cálido por ai, perb
la ¡sequedad la recibe de Ja tierra; el aire húmedo yait síj re-
cibe calor del fuego; el agua íria por sí, recibe la humedad
del.*ipe} k tierra seca por 8Í, recibe la frialdad del agua; De
aguí; resulta, que en cada elemento y complexión, hay una
calidwd dqiaiiíiaiite y mayor; sin lo que los eleiñentos serian
iguales, lo que equivaldría á negar, los principios generales
y los médicos. Sabiendo esto se pueden conocer los medica^
meQtos. La 2.° condición, sobre entiende: las calidades de los
r^emedioa aun cuando DO sean sensibles &c.
. La 3.% es relativa á las condiciones del cuadrángulo; waa
para qiieel ÍÍÍ* y defecto convengan á la mayoridad, y lajorí-
vacion :ydefecto á la minoridad; y otra que conviene mas el
ser y menpf imperfección, como la privación, y la mayor iw-
pfrfeccion^: j
•, í ¡La 4.% es que el gradoy eltriánguloisigaaaljiíMiffiintó-
gnlQ, y luego tcid«i< la ^•é^oaokm de la ÍIÍÍB; ordenación á la
queestá sujeta la primera rama con sus flores.
• La 5'*. que todas las distinciones de este, libro, se dirijian,
según las djaposicicfnes. y condiciones.del ArbdL •;TÍ [ f^; fe
La 6.", conocer siempre'la ^iátera y segunda intención^
para saber á que elemento tocan ambas^ intencionen; por quela
primera, se refiere á la causa final; y la segunda á la nmte-i-
ría, y lo ¿ella semejante: así existiendo A. eñ E., su prime-
ra inteifcion es destruit D.; del miámo modo se d& á »i migm«
á la C. por la segunda, como D. recibiendo C. recibe A.; por
que el mismo D. sujeto, se mortifica &c. E^to hace ^ténder,
como el 4." grado está en tal cosa por primer*'iatencion; y el
3.° por la segunda, y el 3.° por la pciioéta con respeto al se*
gundo; y «pi^.,por Ja sprJB^a-respecto de la primera..
Capitulo 3.'—2?e la intención según la cual, el grado y
triángulo están en este arte.—Como la intención de la Medi-
cina es conservar la salud y destruir la enfermedad; y que las
- 5^1 —
cosasmedicioales y plfiatftSr sc«'SiiatÍQStraQ)eQt(^, tieoeaigra-
dosf según la dlsposicioQ^e loe tri¿Q^alos, éonvidneqtíB el mé-
dipo se{)>a aujaaeQtar, diwainuir y 6alificar"festos fiados con
Qpcs», por ja tmi&tioQ de 1M Qiedi«iQ&s imples y de laéplari»
tasjysepapriBcipiíir y conocer »l|arinGÍpioi mcsdio y fin de los
gradcp^ fWft ^ue poeda diferanciai!, concordar y- eon^ariar
los f^i^^^s entre si; de tal modo, que con su operación nattrf
ri^.y .artiiSoial, convengan y c^ocuerden para «oneervar la fa-
llid y destruir la enfermedad^.por 4|ae aisi oomo el martillot y
tenazas son instrumentos d^ arte fabril, también el grado y
triangule^ Bon instrumentos de; la Medibcina. Y del mkmo- ino>
do que el cuerpo humano es el sujeto de los Artes médicoSü e^
grado délos mismos A. B. C. D. son igualmente el sujeto y
mateiria del Arte de loa triájDigulos, los cuales sé- mueven & la
CKnsa final por elgfftdc; -fH^ificial^^naQ.l^ matiQtsiá se ftiRpAt,
de potencia ;en matA, y,se mueve nátaralm^te'á<ía causa-fi-
nal. Conviene, en e^te Arte, investigar IQS grados de las cosas
medicinales en los triángulos, para omitir dudas y contrarie-
dad de acciones; y que el grado y el triángulo se sigan mu-
tuamente.
. Capitulo 4!.''—l»te)iáon, átl em^rdi^ul^^, ra^f 4ifí A^íf^ip
fff^ra^n, $..fipfJPftpffi<^''^ÉÍ,&? éá médico es |ortific^rfe en,
la perfección, y como el defecto y privación, son sus efectos,¡con-
trurios, y conio el ser y perfección convienen con la genera-
ción; y e^ defecto y privación con la corrupción^ por eso ¡"^^y,
el cuadrángulo p^r^ que con el se pueda inveatigiai; ^,.ii;i|i^n-
tar^.Jp» gríkd.os y triángulos, «egun U,.djÍ8gp8Í,c|o9 áf la,raiz
del Árbol, ^t^jconata^de A^ñ,C. pi.,'piw» yft.^pio.hi hu-.
mores se qift^^n ifn.las mSñm^t^i^.fót su ácoion y p99ÍonV,
por que los bnmores j^e mesdlm* y upjp pt^ca maa .gue otrp,
PQS cólera, fiema .&c. por esOrCn los Quadrángulps, ó^sea en
W ,ci;iatro partes de la raiz, con el auxilio de los grados y
cudiránjgjB^ji, si? .puede conocer, como y de que moda ^e wez-
clan los.ho^ojTf^, T ¿í?tt,.q.ue dia gerá mas fuerte el parc^^o^
y 1» intei^íiipn d^ Ip^linjs^Qi^ coa^ ,B^ c^9t^»ri¿a y, ^ ^ » * -
ten naturai^a.y enferpaedtá; y . J J T J ^ Íiamqi]es l^,.existan A
— 823 —
la generación y se indinan & la corrupción ¡j&e.
Capitulo 5."—Intensión se^tt» la cual setrUta mestcAr^
tt, de la Jt^re, orina, pulso y metáfora.—^Como la flevree»
el mqrbo mas univerBal, y esteArte^ompendi0so,h&!sho patía
que con él puedan los estudiantes pobres, iquienessu lítise-
ria apenas permite dedicarse 4 la Medieina, en poco tiemp©
aprOTOchar&c; por qne principios universales.sm ^iúdipit^
y^mostracion^ para principios particulares. Po* tsosolose
trata de fievresy node otros morbos en general, piOf que esta
haría el Arte muy prolijo. Por un principio se conoce otro; y
por el Arte se puede fácilmente descender del Universal &i
particular.
Y como el médico por los accidente» ct^oeé las caüs&s del
morbo, y por las causas conoce el morbo, por eigo Be trMsde
metáforas, pulso y orina, que son accidenta y signos quíS de-
claran la causa del morbo; y conviene que ségun las causas y
accidentes, se muévanlos triángulos y grados, con laS diver-
sas virtud^ y operaciones existentes en las plantas y cosas
médicas contrarias á las causas del morbo para déstruirlol A
la manera que el pulso, orina y metáfora, son accidentes y
signos, por los cuales se patentizan las causas del morbo; así
el triángulo y él grado, y las virtudes de las plantas y cosas
mMicinales, son accidentes ó signos, por los cuales se maní-
fiestl'tá' <»usa de la sanidad, siguiendo la ordenación de los
grados y ttltógolos, y conservando la condición del Árbol.
La metáfora se considera co'mú Arte de bialtar eliútelec-
io, eu esté y otros Artes; por ella se corrobora jpues, el inte-
lecto,jmrai entender; y por ella gira al propio tiempo sobre
diverstó especies. De aquí es, que la primera Tama del Árbol,
en este Arte/se entiende metafóricamente por la segunda, y
éir'{Muña que los estudiantes en Medicina y otros Artes/|ttfédíau
tenerla "itM intelecto por la segunda ramal, ' s ^ ^ ^ %eron ya
de la primera, y «|$4r(kiáiéiíon con lós'róiiotés médicoa.J—No
obstante, siendo la metáfora el ligamento y nexo día las ope-
racionéá de las tres potencias del alma, que soi'Ptii: él fin de
recordar, entetider y amar, por la miWiííit iníeiicion que el
.-,823 -
éatetüiimientú hace, cuando- sé' édliénd^ oyendo & oti'os, ^ r
esto hay metáfora en esté AirtéV'^rfe i^iie por ella 'se pueda
entender lo queTOgungrad<¿ y tiángTiIos, y demias di^jkcio-
nes, se hadiclio^ti eéte Arte, y especialmeritó en h que íaj^
dé otras cietidas.ícomó Teología, Derecho y filosofía nátuirai,
por lisís cüalefs el intelecto sé exalta segun el siguiente ejem-
plo médico:
Sé vé que el imán atrae el hierro^ se desea saW por que
c¿tiSs,'y es, por que la tierra- eú él inian está nías próxima á
la sencillez, qué en él hierro ó en íótra especié; y coátíenéés'^
te mas de tierra que de otros elementos; por estb existiendo la
tierra en el hierro, se mueve á su simple que existe en el imán;
con k» que el entendimiento se exalta á entender metafisica-
mente, por que la escamonea en la que dominan A. y B. atraen
y purgan la cólera. Diremos puéS: cómo la cólera abunda en
el cuetfio, sé dirije á la escamonea'recibida en el. mismo, y lá
eacaíiíónea á la cólera, lo que se viérifica buscando el puntó seu-
cillo que se encuentra en la 1S^ y 6.* distinción; y cotübla
cólera se descompone y se separa de la potencia vegetativa, y
la escamonea no entra en la composición vegetativa del cuer-
po, naturaleza no puede sostener la simplicidad de dos pun-
te» «tmplés, por que en A; y B.^sé unéíí'juiitds,^ flésq^i lá
naturaleza, pui:^ ^ expele juntamente la éécaínoneá y calerá!
Por esta razón el tur bit purga la flema, por que abunda
en A. B. lo mismo que la flema, cuya composición se di-
suelve y destruye y va ala simplicidad, y es por laéloága-
cion dé lo& mismos A. y B. por si mismos, por qüéla líátup
raleza odia la disolución de los huiíiorés templados, y no quie-
re sostener én sí, discordancia dé' hnraóres disüélt'os; pcáf^ es-
to disuelta la flema, se expele reteniendo cuánto píiédé dé
A. y B. para fortificarlo, á fin de destruir su superabundancia
C. D. &c.—^Este ejemplo, en Teología, demuestra metafórica-
mente, jque Z<w virtudes en medio de dos extremos convienen;
^ lé/svicioi 'mlói extremos.
Mientras mayor «A el mimeíó dé los divéjfsós niítaíéiKis cóm-
puest(tó asi por esta metáfora^ pueden signí6cáiré¿ díSrás meta-
— B2é —
IQ^I^S eQ.la ciepcia zpé^iqs,^ s^ter: c^ue ^1 ixij^áico ppeiw^ ,eon
más ge^uriddd mientJias componga muchas zaedÍGinas simples
&(?, La virt»Í de esta Arte es dÍ8CU|rrir, fiaalmente, ppr ]a
xoe^ájfpTfi, por qiiejbs eiemeBtps y ciencias universal^ escoQ'-
den al intelecto 8U| operaciones y secratos», y la revelan muy
sutilmente;; y convíenie (jue el intelecto se exalte para eotearr
der taetafisicamente y se le revelen los secretos. ; ,i= :
. 2,* DISXJííCION,—MIXTIÓN DB LOS OBAIXW SEGIJN EL TBlÁN-
etrioBOjQ.—Capitulo Q '—Delpñncipio.—D. E. según sedi*'
jo, pertenece esta distinción al triángulo rojo, (lue contiena
principio, medio y fin, y el principio se bailará deE. A . ^ Í E ,
e§ principio de Jos flúsmpsB. C, por medio de operaciop^y es^
recibiendo del mismo B. y dando al i^iamoC. pero en yerdfdrí^l
principio del mismo D, en E., es B. y C. mediante, operación
y sustentación; Por operación, en cuanto C. se da al mismo
D. y I), recibe de B: Por sustentación, por que el mismo B.
O, ayudan al mi^mo D..contra A. y porq-ue A. convienÉjCQO,
la mayoriaen E.;en cuanto está en 4,° grado, por lo mismo
conviene que A. aea el principio del mismo B. por estar en Z°
grado, y del mismo, C: por estar en el 2,°: Ni pqRvjiene que
A, sea principio del mismo D. por que es su contrario, pues
loa principios de D. son A. y C ; y si D. fuese principio en JE^^
del láiámp í|, seíi» mayor JBI prix^cipio, po; m^or ^n .mayor,
que es A. contrario al rpenor que e? D. l« que és iipppsible
y contraías condiciones del 4 fío?. i / ,
Mixtión de E. F., cuando s^mezclaii, el 4." gy^do de, E.
es principio del 3.° de F., y el 3.° de E. és prii^pipip del.?."
d^^Fí yel2.°(ieÉ. es principio4eir. de F,,;,y lel^f.^jieg,'
es líriocipi,^ intelectual,# alguna parte intelig^pt^, gr^^iía-
da que cbntijen^,de;í?r,íi!F; por qs],e existiendo D. en F. no ba^-j
ta para, estar en grado, por lo que no puede sep,sihlf^ípefttf te-
ner pjjucipio. De modo, que sise quiere, bacejjjfincipiosen-j
sual ^l'in|eiie!(^tu|^ ^s^^ d^bp, |fla§^¿|Ú^^f"-W Joaismoá E.,,í",
para que de F^tír se haga igáaW.a| con el mi^mo ^,.^,e^ Ip
que tiene E, principio sensual. .;•.>>!<;.
Mixtión de E. G.—El autor discurre,.eq. el.óídpn anterior^
- 825 -
cotabíéattló pHncipios y condíd6tftó de! cüudráüj^áló.; '
líteiotí de E.' H.-^SiftóeMó W mistóo si«tetii¿j' áitaSéj
qtiééégiitt el ArlKJl, Ciertos grtóM, afegun son inAyói'es, ¿on^
vierten á su semejante en caHdad ó Kumór, á la esTpecife qne
esiáfeiyor, y -l^^^^^ P'^op^^*^» ciertas cómpíeXionés y cali-
dadéSi se'iéOtiVieírten en otras. A este tenor van siguiendo las
mixtiótíí» de E. L.—E. M.—E. N. &c.—En la de E. O. aña-
dé -qw tinos principios y grédosj séül príridpiós dé ótiros &c.
qafe ii coríoiDptóndótfflftespeéifeÉfe'ig^ftihi btrai éillaij^^^ ótrá
& 1* í^ezfeotivienéüy conftüefdati &i;. La iiátarfeléza ésfegía
y cofldícioó de est* Arte, pata qué un pnñciíJio sea 'princi-
pio en Otros niüéhos principios.—'Lo exTfíuesto en los princi-
pios del 4.°, 3-°. 2.°y 1." grad63,tóTve para conocer loa •prin"
cipiós de los triángulos, cuadrángsalos y'flores déla segunda
rama, siguiendo las condioioneé ¿el miímtíj'ArWali '
€apUulü3 .*—^«í ttteMo.J-Sé^n el cítrád tiíMráí [ la siifi-
fh ttfaftiéri» del fiie¿0 y' la «étíiilla déla tierra, son medio dé
Gonjuncioü. A. B. éxiatentés^elmismoE. y porfesté^mez-
clándosela materia ijgnea y la terrestre; el fuego del)é- ser eá
calidad seca y cálida, eü cuya calidad no existen O.D. nilá
iB»t«»itt de loS mÍ8mbs;*poí qtt* Ai Bv se contráriati, y lo tóií-
mp K, y'XJ£déíd^d«í^»id.©. féííiiü fiifeaiódé.édnjtínc^^
k. B.j Be-í^gttirta 4^6 la causa'áériacóntrátia y principio dé
su Contrario; lo que es imposible y contra natura y aun COTI-Í
tra las (audiciones del cuadrángulo y triángulo &c.—Sigue
el autor discurriendo sóbrelas proporcioiies y mMio de cóni*
jumeion, y sObre secretos de la ordenación de la nía1ieria¿ tan
«Ksfü«a y emgmaticatíiénteqüéUega áhaCei^ ininteligible.
—De este modo aüade, sé" rt^vela como los cuatro elemetítttii
son medio entre la mafória ordenal primera, y loe individuos
de la ^pecie &c.
Siguen las mixtiones de E. F., diciendo: que cuando se
•mezdlaá en alguna decocción ó electuario, entonces la mat&-
tla au3<^:Aihí|mi8iai« A. 'existente en E. y la sujeta á la niia-
ma A. existente eil l^wr^ataín y toeiclani aate8'q«6 óirós
mediosv'y esto pw q-oe el '8.?"y4.''^«dí«, esttti en mayor
- 526 —
cantidad ea aquel decocto que«12.° y eM.", por que la for-
ma d^ ellos A- B. está antes y tiene mayor maieijia: en E. y
F- que laformade los mismos C. D.—ContíBuan laa mixtio-
nes de E,.?:.—E. O.—y E- S. &c,
Ca^iÍMlfi S.^-^Pel Jin.-^S^an el A ríe compendioso tieuQ
tres especies, privación, terminación y cmsa final. ^\^M
la que; aquí se, busca, y así se dice, que'E-.en 4.° grado exis-
tesegun causa,final;y el 3.°, '2.° y 1.°, están en E. según la
materia, según igualmente por la comparación del pismoS.-,
2." y l.%,el,m.Í3mo ¡B. existente en E. existe en la forana y
C. p . están,onl^ materia, y esto por que en unai^spi^ie de
cierto grado existen otros mayores &c. A este tenor continúan
las misma» teorías, para que ú. médico al componer Í09 medi-
camentos sep^ al fin á que se dirije &c. Segui^tmente teori-
za sobre las mezclas de E. F. G. H.—E. K. E. O. E. 3.—E.
O. S,-^E1 hombre, del principio llega al fin con ayuda del me-
dio, y por esto A. no puede pasar á destruir su contrario sin
el medio que 03 B. C,; lo que significa que no se puede des-
truir Uignorancia de este Árbol, si falt^ el medio; el ciial
es las condicione» ded mi^mO; A P W Í por, \m míales se. Ikf n ÍBÍ
fin del saber de este Arte;, que es el ^pejo de la sMedicinat—
Apl,p<Mno está en mayor grado en E. que en F. y en F; que
en G. y «n G, qpj? enH-, por lQ,que la cólera esomajwr en un
colérico que en otro; de modo que si la cólera en uoOiestá en
3.° grado j se ;quiere reducir al 2.° ó 1.°, es manifiesto que
se ha de obrar contra el principio de la complexión, y con-
tra la final intención del mismo, por que la naturaleza eon'-
Tí^e meijor con el principio y final intención^ que con eline-
dio &c. por esto conviene á la salud tener hambre y sed, de
Tez en cuando, para que la naturaleza tenga tiempo y opor-
tunidad para destrair sus contrarios por falta/de alteento y
bebida. En la repleción se ha de pasar por íolníedio que es
la templanEft» .^«tes! de llegar al fin 4elii perfección deila sa.
lud. Por esto las cuatro«staoione».tienen los principies A. B.
C. D. en E. F. G. H., y es conveniente dar al tritogulo rojo
en algún tiempo del año, lo que conviene al principio, medio
— 528- —
y húhiedo por la inordéioacion de C. D. &c. Con lo qüó ée co-^
noce lo que se ha de curar por contrarios óseiriejaótes.
Según las simples esferas de los elementos, cbntíuerda y
conviene que la esfera del aire venga después de la del ñiegó,
pero la del agua participa 6on la dfel aire y dé la tierra, y por
esto el fuego es elemento supi-emo y la tierra Ínfimo; lo que
lio es igual en los cuerpos elémétítados, por que A. B. par--
tiéipan contra las diébas disposiciones de las esferas. A, C.
en los elementados, participan según dichas esferas &c. En los
elétnentados los lugares dé lijs esferas están mixtos por con-
cordancia natural. A. bajando á 6. y B. stibiéndo & A: &c.
(Concordando bien A. B. C. D. se pueden destruir y remover
loshnmores supérflüos y graesós, bajando y subiendo.
(Mpituló ll.-^De la contrariedad.—Biegpn el Ar¿e éom-
pendiosú V ías figuras dé la predeátiuacion, ¿Teces és sin me-
dio, (jué eá cuáíndo Ai D. se contrarían HmpUcUei^ élÁE:c&-
lentandó; A.la a'iniple 'tnáteria-^é'p.,'y mortificáiidoÜ.:á\A..-
en'la materia'Sencilla dérmisnJóAv • '•-•- '* '" ' ' ' - ' '
¥ don kiédióes.'-'cnéttidó claléritlÉmdo'A.* 1» raaténá^é C. |
mortifíéítedó B^étf fríaiaad, tíááBáb 'rltíW^%*t«Wá'fíífrei^TO^
reéíibé & í>.^W&hm*aí^;»iit¿fémO>Iíi'^pfei^*6^^^
trarla al mismo A..en cuanto loí^nortifica en matera'^«ÍÍ''C.^
réííibiéndé materia Se Bi |(araNdé^rüir B; en Al^Dé-ttfÓdb q»e,
si nd; hubiese tnédib éxiStfeftté entré: A. D*.', '8it''ticítíti*ríé'aaii'
sérití' ttfntá, que ningún téoipérnWénto p^íer* salir'eritt'e la
riÉÉít€*iá de A. y D; Así el médico pviedé'éufar'pioír lo» cdn'^:
trarios delmal; y por esO en líi' terciana qiie es Ü^'A? B": sér
dá O. D., y eomoto ella A. es mayor que B. conviene 4aí ínás
de D. contra A. qtte de O. contra B. &c... A. B. 0: D. Be con-
trarían de nr&chos-moáois, por virtud', poiideí*osidad, levedad,
sutilidad, y espesura dé Ift materia; por color; olor, sabdr, há-
bito y otras ni uchaa calidades. Ejemplo: el gaiivae^'ó y el mer-
curio «B^^jaagan de igual natar»l©«a dé 0 . ^ r qWté C. eS^tria-
yor en nl mercario'qutf én- el g^rVanzo, y B. D. estaií éh ma-
yor ponderosidad en el mercurio que en el gái^íízo; y co-
mo O. B. se encontrarían simplmiér, y D. %M} Medióte (XÍér
— 829 -
t r a C , por esto por que D. conviene con B. y con C. sea con-
tra D.. en cuanto C. concuerda con A., de aquí es que en eV
rnerourio hay mayar cantidad de virtud y materia que en e^
garyanzo; y la uxateria resiste mas fuertemente contra su pon-
•^erosidad y espesura de virtud en el mercurio, que en el gar-
vanzo.•^,por esto. conviene qne 0. esté en mas alto grado de
virtjid„enel nEjercnrio que en el garvanzo, y si no fuese,así,
nPipwdiera resistir á lá maypr ponderosidad dO;agua y tier-
ra existentes en dicho mercnrio. Se dice que, la. ro^a tiene
complexión frja y el garvanzo hi'imeda, y con todo, mas pe-
sa] este, y es porque en él tiene la tierra mas materia que
en la rosa, y mas virtud en esta que en el otro; el aire pe-
ro, máSívirtud en él, que en la rosa,-si bien esta tiene mas ma-
teria. ,
4 . ' DISTINCIÓN.—DE W.MiXTION DB¡:^9 ^RAflO^ SEatlUBL
TaiANGiDi,o \nmu.o.-~CapiMQ Í2--—-l^e Ja inay^rikeid.yiffuai-
dad y minoridad,—ÍOesTpuea de lameacla y combinación de
varias letras dice: Cuando el médico busque.la mítyoridadjy
minoridad, incline aquella á esta y vice-versa, hasta que al-
canze la igualdad.—Si se quiere multiplicar la B. cómase
mucho y. bébase poco, por que Ja C. se genera betiendp, y la
B, cpmienclQ, sucedierido Ip mismo con A. B. y C. D.,; pero
A. B. convienen meJOT al comer que al beber y C. D. .al be-
ber &c,
5." DIStlNCION.—DEM0STRA.CI0N DEL MODy DE INVESTI-
qt^,•f^ LOS QRKí>o3.—Capitulo 13.—Número de los grados.—SQXÍ
cij^íf|o,.,ppr.^er esto? los elementos y no poder ser mas, y es-
tar así en los medicamentos; suponer otro, seria destruirlo jto-
dp.—En el Q^pítiilp 14.indipa,el piodo de inveatigarlos.segun .
Ips autores j principia maíeris^les, diciendo que Jkvicenas,
Platearlo, y otros se equivocaron, por quj? no Ips buscaron se-
gún estas doctrinas.
CapUiflo 15.—De los principios naturales ó comunes, con
los que se deben investigar los grados de las cosas medici-
nales.-^BOÜ'v&rios como virtud, materia, color, sabor, olor,
lugpr, pe¡gp, levedad, tiempo, sutileza, grosor, hábito, leve-
- - 530 —
dad, áspei'ezií, sotitdo, cátór^' frialdad/séqiietlW,hutnedátJ,
cantidad, 'ir algfun'os muchos %ás.-i-Lá virtnd^y la máteHa',
íiór éstáb éii'igüál óantiflaá,' estó es,'nb CóTí'éyfjo'ridéiíi—Eí ái-
"¥é !cciíl^;'l6bfe óori jél"ag'a'á' y la tieirácbííi él'ftfegcf, porestí)',*6.
^ t á en -ináyor gWdb qiie es hütíiedo j ' cMM'o/'íiáé'fící'^en'fel
•ñ-io 'y liúmedo '&'c:!ii-íír-lletío cóttVft'iíe ttíÜs'foTí íá' báteíM'del
tñre y )ág;ua,"'y el vacío'ccin el filégo y'titífta érc.'Üé'ytld" i'e-
8tilta'.qüb las plpÉtitas son de diVétáb gradb se^n^eriiigSt'-M-
' íbbáoi frío, secb &c. dé donde'^íóvienen. ' ' ' " ' . '. '
' Uapitiílo Í^.—Módo deinéestiparhs t^fadds en la esphcie
Aiimethd.—'Vo'c \&5 flores del'cuádrárigulo Se «leva'el enten-
dimiento á considerar la gratidé y e^elerité perfección' y teíh-
péíramentó, que dio el Altísimo al cuerpo humano Siibrélodos
los elementados, cuerpo que participa con todas las c.riatiiraé,
y para queso alrha sea'fortñyy (ínateíia más'hoblé; cbn lo
que se significa que en cuanto lo que es necesarib ú lafórtiia
y materia, testen enéiéiierpo humano actual y pütencialméri-
te todos los grados de A, B; C. D;-^Por que si no estuvieren
siicederia que E. F. Q. H., convendriiVn y ccmcbrdarian ma-
yor ^ mejotmente con el íéi* y'iperfBCcíott,' qtré'él;cnér{i¿)hu-
mano, lo que es imposible y contra las condiciones' d'e las flo-
res; como sea que dichas letras no tienen tan noble fortóa co-
mo el cuerpo humano, ni se ordenan filan' Übtle'flh.—Y Cij-
mo el ser y perfección, convienen mejor en la forma y tíiaté-
ria mayor y ínas noble, q^ue en la menop, pbr efeto sé signifi-
ca'que algunos dé aquellos A. B. G D. ésten püi'Sí solos én.
el cuerpo humano en 4.* 3.° 2." y 1." gradb, ség'Uñ eVáétó y
;^0tEmcÍ£i. '' ',' '' *• ' . • • " ' " ' , /
De mayor diferencia sé hace mayor con<5ofáa:ncia contra
mayor contríariedad, para generar mayor' igualdad y té'tfpéira,-
mento. Y si en el cuerpo humano no existiesen tqáoa'loS gtd-
dos de A. B. C. D. no tuviera tan gran di'féfeiitíia'y cónc(n'-
dan'cia como hay contra el iñtémpefamerito, y no se signi-
íicaria lasanta distinta pluralidad de las divinas persionas con-
cordantes ó igualmente remotas de toda contrari'éeríid. Y ésto
debe afirmarse para que mejor se entiendan, y con e t i n t e -
— «31 —
-lédíH'k élgtíifícati por tó'ÁisiÜó; tbdos-fós gíadé^' áé ''A. *B: C.
-él'qfiB '^ón:''afemdstra;ttéír''btii eí étiferpb y ésí)fecié t'tJiflátfa^ en
%*'cÉfál'%• níiffiá'^A^" Bv'e. ÍDv''*tienéH- ma^óf-té¿ií)érá'tó'éiíto
%ú\i étt tití* é^étíéi É» éllá'éátatt p^íiBs^lOé•'¿dátrb•gi•¿M
AiétH''fptéM%^''gégxmm ^rWáas' ¿¿ítóíltóxi>'ijeií"&c'.^T5íá-
c^iyníf(r',k^Íftibá;S(ft!rW él' partiiííííiír/'á%é qné éiiéM 'ÚW^o
Dioé'tóriiH'fiWinihuitiatia, eó; la qué existen^ Icis cíüeÉtrtJ^íá-
'ñÚ^'két^ Ib 'i¡né se •rír*'e!á''éifeéferytó^'ée'ik éííiÍ9,¥és&fa''^iíe Jésú-
•cíf^¿í''sÓÚÜ"íb''aj^tttiá'iiáb'etf'éí'ifeá^
cná^eífta toéaMáá dtól''gi*aa'tí &'é'.'A^adé' desjHies qieí iái.'C;! cdn-
(jtjériláti'^ai'a ^^éHéT^rkl ^cátór'ríatut-al, ijbr efcuál 'gé'tíótoláWVa
la,''víáa-'ííMfeáí;-^fif'^Vconcuelfdan par¿'^Bnei*áí-'U énferiiie-
dá4'qiiié'es^dbótbáijfa á la vfda;' De módb qué éuandá A. C.''e*s-
'tan en 4." gradó,' son'ma^ cout'ráriák á la muéíte'^ne éti'i&l
• ^.*i 5 * y' 1 .* Por Bdifei'ga'iéhiíé',! éá lá' éipécí¿•feTiíriianáírtiáieí-
itaií^#8téEf'eü'4.Vé.*^-ái-'y V-*difgrétftetótiiíéí'c¿ítí't(^f>íjr fi-
'tiSfétíMk'ke^iá(3^oÚtíiñ&ftieikpo, y'^óiás éeí itfatiiféltai'iala
' diVitíá''j'üStíBiá;,^^üe"pór culpa'dél 'priniéi' ]()écad6i' Hace'i&a^^'ór
• contrátieídad'étifré vida y mlierté, segtíü' curso -nntu'ral, q*áe
haíria si no pudiesen estar el'4.°, 3.°, 2." y 1.* en alguna
coipplexion en la especie bumans... Si cuaíidú| él?^ Jíqmtre éb-
tóríilillifetlfefe'30-41"'^feidó,tfo'ÜííViéfee$ot'feüíteo étó 'ptíténcia,
lé fueran tttó coótraríos y ctincoi-Bantés, queíjajo el 4.**iSedés-
ti*óírtá" Ift étinipléxion que está en 3.°, 2." y I." contrarío al
4 . ° ' & c . ' ' ' '•' •' •• • • '''•^•^^•-

6.* BISTINCIGN.—DE t i CfENERAdioK'r có^xíxMio-ff.^&a-


•JJ^#?oHTf.—Está desttnaab é üémostífat quéfeW%iáe'líuicáí ide
cuíáfit)' miodfegi éstoeé e n í l . y en la nsÜtion fie E : K G . &fc.
yJeá'lós áñfraal^ y métiálé^, en cuyas íuattó'cosas Se ériisíéf-
tkh todos üuá secretos; ségutí sé revela poi:ItiS flores déVArbÓl.
Capitulo IS.-^&e'n'eréciohycbrrupóionekúix^ón-'dé tér-
minos'. JE".' i ' ; G'/i).—Dispuso la divinidítd qué itidós los seres
tén^sti"Virtudes diversas, por lo tanto, seguolas mexclaBÍ se
generan ó corroinpen los humores conforme á lá'niedíeiyia'tó-
inada íiCi—Así cbWél ttié'^^o visilblé éti unli ^réí¿ étó^ádida,
estáéní íEicto', Otros cléirientos están'allí invisi'blés-, y bajo la
— 632 —
forma del ;^ueg<í visible; y del faego que se yé, y i^e^os elemen-
tos^^uc nOi ?e yeOf y delf^ego potencial existent^jen la vela
9ujftj^,al jtgego,,ardi,eiíjB, sale.jy nace el misigp, qu« es.o'^
supuesto; cual humo 63 fuego que-se mueve de. gener/^pion A
corrupción, pM.q|ie,en, la, íijizttOpuede ciomprettd^se jufttar-
nj|>Rte con jel fuego q^ae y^Q^e; de potencia.en fipto,.EQteQd^
¿9 e§tfl|».8ft comprende, pqrquedel 9UQrpo del áiapl^o y, iierar
t)r8^, yiene len acto eí cuerpo.4el infante,.que ^^tabí^ ^^pot,^fl-
qla. en la maj^^^ia.^e lo^ mismpSt y,poj^ que, cpmo.la maJ;eria
de ja^ cual ge genera el infante» no puede, conceptuarse jun,-
.tamen;lie de j }^ materia de loa.pa^fCís;^ y como el .g/jadoi^i^^-
iflO djB los mencionados tiene apetito pa^a eer, y iapfttecen.d^s-
íar .á no^^er; j comp tainbien la influencia de losc.uerpo^^ce-
lestjBS^ ^^i^a A esta generapion,^ por e^to el. adyutorio de la
divina potencia f.qM^ es ot.FOSupjues,to,, se genera y copserys4 y en
^l.esiá el n^pyimiento natural, por el cual ^ s formas poien-
piales.se, jnueveí} a^. ticto.—De-, modo <jv»ejSegun la,;^i?¡posicÍQn
(de Ips grados^u el p^dre y madre, y seguri íos,alimentos que
,^^PJ. y, según ,1^ proporción y tiempo íe los, ^c^erpps ^ ^ | t e 8
y,de, los,,«latro elimeiitosi, jres^be^^^lnfjpte.^n coapplexioxi,de
los cuatro grados,
.; j^j^I plaper del,coito, nace,del 4." grado que existe en poten-
cia» en ll^ ,ipí^teria,del macho y ílelnbr^^ y, sf re|d,Ufi(^; é «cto;
por cuya actiialidad resulta placer en uno,y,otro, lo quÉ^^ne-
taforicamente dice que el ser es apetecible y no irascil^le.r-
La generación conviene con la concuspiceopit^rl^ioerrupcion
pop la irascibilidad;, aquella se foripa por adicáo», la o^f^t^ ppr
diminueiott, la primera se forma y conserva por aíimei^itp y
bebida,, la, segunda, por.defecto de nutrición; y asf CQmQ,jPpr
l^.junpipn y mixtioade los elementos, viene la generf^pn»
la corrupción nace, de su desagregación.. La^pri-^ri^ «©.con-
serva por operaciones potenciales, esto es: apeti|ivaí, retenti-
va, dige^tiyaiyexpplsiy.a, y l%,segvipda por privación de es-
tas potencias- ,
Capitulo 19.—Generación de, los animalfs.—^^Sigu^ las
mismas condiciones que la anterior, interviniendo el influjo ce-
— 53á —
Iróté IJ^ de la materia aníroafla^^f^^^
en U» vegfetales; sucedefetíiisiiúio.^ r que los elementos tósíán
mezclados eü las píártes deVlvaftas de laS sémillaáV divididas ém-
átomos que pe'mtieveo y lilezciaü por los ^ires: ' "^ ^ ' ' •
: Capitulol ^:—&8neracion y d'^rüpcioh de losmttalés.-^
El naoviiiitentó eá ttiple: circular, superior é inferior, y jibir
estos tdes movimientos, los elementos se encaminan á toátuei*^
p«B Alemafñtádos de tres especies, veg'etálés, ahiájaléá, y níSé-
táles, en los que se tnoeveii y soiS movid<^ loe 'elementos, ge*
néraúdo jr corróttípieiidóí lasfórmas de los individuos dé lisiáí
especies,'en las cuáles son otrds los elementos átc—El mt/vi'^^
miento circular pertenece al firmamento, planetas, dias, hora's
y puntosVpero el movimiento de^rriba y abajo', -és delevedad
y ptínderosidad de los elemeútoá'.'^y apetito natural de los mis-
mós. De aqui réáulta qóiefesto*'ittíViitfiétiítti* ochidos', 'tWtotíí
é"iOTWartl, •éáteáó élidfel ftíegt'^te^sé rt lia
piéd¥a háctt'iiMjd;-^La^g'énePactóii nietáíicá'sé'V
ciáhtr6'a¿*'llíí'tierra feegiíti'ltt'disposicíitinde díclíbs\)iiétáles,'ta¿
mBndtí ciada áiiétalstí"pecüliat planeta y asi coirto los cderpoái
an'iiiaáilÉlS ge isoátitíden con los 'álin^titos -6 costó «xteíriófeS'^^tiié
l€^-«kk*»;'tós^toéíÉaleá'ééí^aiíífídtíén'Cbti4
ia%ft{}^^'t^fífef*it*-<fíyaí^*^^¿'^aéá)áimd^^ nstwr¿i m»
rfiírfeí'e? fuera dél'á^ifít'ilú3;itietaleÉ'^^blíre íá t^eWaietóft'é^etf
á (árriipcicin poriter^riní' y po'r lá'^gféüiBráíCion se'donfvíé^téfj éít'
otVai ieS^Bies, cbmb'lbs éíéiüéntó^ ?eni<m-Mnitiíáleíj¿^ If M''#'
lidíhliire ^ vá al'nó iér por la (»leatart,'ipéáitiéfíiá'dcy.'Eóé'ttrér-
tales 88 corrompen por el órin^—El bW faff^é tbitía'fbiidá} por
que eS meBo^-cóVrüptíbÍg~qüé el ;líífei¥o^&ci--ÉÍ^ íhet'fel tíd se
convierte efl otro po^'^^tínerateión, ni~digpB^i6n drc' estiiéí^dá
para ^as necesidades hüniátia§7y coüíó su genei^ión eíd' leíi-
ta, lo mismo su corrupción; y de aqui toBtafoi.'ícáménte sé en-
tíéiffiB^ #iw¡'i6amD lá generación del hijo de Dios, protiftfiy de
Bíi6i'i^te¿^'4ébíWrptible f cé;t^ce de todo prinéipio/W^tifr»
eT'ttiistító^Tiijo^lséá'^iáíiriteé!^'""' ^^'Í-^J-!'-'- --i- ;>vi a/;ííi«t¡-; };';!
'^
cuatro elementos ^ u p - SH.,s^gÍipijia^,,^, .t^R^r
presejpite^.p^^ta, figur^-^^,§wnd.o ..v^dad, q^ué ]^ elq-T_
^ j Bi^
n)ent9s se; í»ezplaa cte cierto .^íniQiiQ en Ip? cwerpop
Di
eíeíBiai^aidps,, segwu ,^u mezcla., ,se mezelán l8s |tí-
traPiyen Ift fig";^* circular, con la.,q,u^,sQ,(íeq3ue^^
B. A.<
tran láafievres, y por ella, se conocen s,u^ Cirlsis
laudables, terajinacioó y muer^,, con; cuyq,í!Qr)pcii:9Íei:}ljg, s§.,
proí^tica la capación ola muerte. Si, la,^g.uracir,culíutcpn,-.
tuviese en sí sus letras,rseg4i},e^5<5rden ./¡le If^fig^um^ ,
guiar, SjB seguirla q.üe e]lj,íuejgp s^. inezcjar^ia^.pnpierjo^^q^u el
a^ua que cpt^.-la tierra,por jju^l^ esfera, del agua estáre^t^e,
1^. ti^^ra y fp^go, paro .ppi^p^^teí es S]ecp ycáli^^.^Si fl^esa,-'
rjj? ^Ui^ilos elernentos 6e.meziQ|ao en eJj <;jíerpp,.?]^eotad9,,.se-,
gun* }a,.i)»i?^tio^.d^,;^s,jfttir^,,^pg^tas^,en.J^;^^^^
coj^i cuya,roezeljir.se,pue4j>q;conpoer ; 1 ^fieyr,e^,j;t7MP%^?jffifl-i

aQCiííiieíitQ,[del,,4," grado,,sppl^,.íy:tj;al ,,ag.e.i?¡te^yi ^9fF^i^>j ^^>i


gí^ft J4,9í^R,: n!i„jeoiiioque sede!mu.^8tra,(^¡afe,4,4í,^¿^^^^

l^.^^fii^,. y ,a3í,íle ,19a 4ewaa,g;c§(Í0s^f7j-E;ft;.í^si|j0a,ef].,, la. c;^iií^ft¡


de, Ifr^eyre, .es,la ,des,tiruccion,4el. ;4.°. graijpj ,ctff p, e^t^ba,^,po7.
tepda bajo.íjlrps jgrjMfcoa. para,,qHe4á ogeraqigí^ aia,;Í<:^,jj.ua,trq,
grfwjos, que .estabfta, §n 4,^,%; 2,° ,.y 4,1^»^ P^ÍHÍV^P '?Í' %¡^Rlf
4.^gí;fi¿9,aQ^ua^iqas,inpl>lejy.forma,!.;., ..,., ;, ,,::„•!-- ;:^ .-ú:;

Tg^fifipa doiih.rr-Capitulo 26.—UoH4iiína..j-r(^¡^i^ifk¡'pÍ..~.

.,,, Tp4a|i,^ gej3«|^:sf i^Boyí^,ea,;pL,prsid^ de.lc^s ,|^a,rr.


t^o btumoreSí^gun.iftjcppii^pfflion yiposícipn ^Jas,Ipjias^epi
las casillas &c. La cuartana viene de cuatro .^..¡q^^a^q^'^ias,
pQí (jiie principia .en B. D. d^ la figufa cirpifl^¿pj.(madp¿n-
— 835 —
guio de melancoUa; cuando es doble, principia en B. D. y pa-
sa á la casilla de A. y C , y luego vuelve á B. C , y por esto
es peor en B. D. que en A. C.—La terciana principia en A.
B. ó en el cuadrángulo de la cólera, y al tercer dia se pasa
á C. D., y al quinto vuelve á A. B., y eso es por el quinto
dia. Es de cólera. Si es doble, entre dia y noche recorre va-
rias casillas, dejando algunas según las horas &c. de aquí re-
sulta que dejada en las casillas la naturaleza, opera y ordena
lo que sea contra la misma según por donde pasa: y C. D. des-
cansan para recobrar las fuerzas, y como la naturaleza no tie-
ne tan largo tiempo ni espacio contra la enfermedad en las ca-
sillas, cuando es doble, como cuando es sencilla y no salen A.
B., tan solo descansa cuando es simple &c.
La cotidiana recorre todas las casillas.—La que es diaria
difiere de la doble terciana, por qne puede ser del cuadrán-
gulo de la flema.
8." DISTINCIÓN.—DE i.k9 om-Ñks.—Capitulo 28 al 21 in-
clusive.—Están destinados á significar las cuatro especies
demostradas por los cuatro colores de los elementos, que cor-
responden á los cuatro humores.—En la que predomina la
cólera es clara y roja, por predominio del fuego &c. Cuando
depende del predominio de la sangre, es rúbea en color y es-
pesa en sustancia.—Sobrepuja la flema blanca y espesa, y en
parte algo roja, como lavadura de carne &c. El dominio de la
melancolía se manifiesta por la blancura y claridad &c.—^Todo
demostrado por las combinaciones de los elementos.
9.» DISTINCIÓN.—DB LOS VULGOS.—Capitulo 32 aZ 35.—
En estos cuatro examina el pulso que como la orina, es de cua-
tro especies debidas al humor que lo predomina y agita. Sus
especies corresponden al A. B. C. D. Su operación principia
en el corazón que envia dichas A. B. C. D. á todas las par-
tes del cuerpo, dándoles A. para fortificarlas con el calor na-
tural, y atrayendo á sí la D. &c.—En el de cólera, como A. y
B. dominan, se conoce, por que da en los cuatro dedos que lo
tocan dos golpes, y es por que en la composición de la cóle-
ra, las mismas A. B. existen con predominio, délos cuales,
69
- 536 —
uno hacia un lado cualquiera da un solo golpe, pero uno pre-
cede al otro, y uno mayor que otro, golpeando en distinto la-
do; siendo la percusión de A. mayor y primero que la de B.
con todo, ambas son inmediatas y seguidas, y son mas agu-
das y veloces, con mayor vacuidad de la arteria, que las per-
cusiones del pulso de otra complexión.—Por movimiento del
corazón, A. da una percusión á C. para que pase á D; y O. la
da á D. para que A. pueda pasar á D. y D. á B. para pasar á
A.; pero B. percute al dicho A. para que se ponga en D. &c.
De modo que de todas, solo se sienten las dos percusiones de
A. y B, por ser mayores que las de las demás en la cólera.
Siguen varias razones sobre la velocidad, afianzadas en los
triángulos y comparación de la orina.
En el pulso de predominio de sangre, es grande, lleno y
suave, con dos percusiones, una por la O. y otra por la A.
Por su espesura no pueden ser tan veloces, ni tan cercanas co-
mo en el anterior, y de aquí resulta que la enfermedad san-
guínea es mas larga que la colérica. La percusión de C. es
mayor que la de A., y esta mas sutil y aguda que la de C.-^
La D. es mas fuerte que la C. en el pulso flemático, por que
está en tercer grado, y D. en 4.°; la percusión es mayor, mas
llena y mas dura por esta razón, y no es tan veloz ni fre-
cuente como la de O. y A. por que su materia es mas pon-
derosa y espesa en la persona flemática que en la sanguínea.—
En el pulso melancólico, da dos golpes sencillos, el mayor es
de B. y el menor de D., aquel es mas agudo y duro, y es an-
tes que el de D., y ambos son mas frecuentes que las de C.
y A. En los sanguíneos son mas tardíos y uno mas remoto,
que otro &c.
10. DISTINCIÓN.—DE LA. uMTkvo&k.—Capitulo 26.—üfff-
tá/ora 1.* Apetito en Jievre.—Significa la metáfora una co-
sa por otra, como el enfermo cercano á la muerte que está frió
y sin embargo, busca la frialdad de la cama, lo que da á en-
tender, que el sentido de la frialdad está destruido por gran
abundancia de calor, y por esto la naturaleza en el apetito
que tiene este enfermo, indica que quiere recobrar el sentido
— 537 —
que perdió, que el enfermo tiene y no siente.
2.* Apetito.—Cuando en ella hay frió, y el enfermo bus-
ca el calor, aunque en él domine mas A. que B.. signifícalo
mismo que arriba en el sentido pervertido &c. Y por lo mis-
mo el enfermo desea alimentos contrarios á la salud.
3." Números, duodenarios y septenarios.—Los días de
la semana y planetas, significan siete puntos, en que se divi-
de A. que está en 4.° grado, y por siete puntos de A. tres de
B. y dos de C. y uno de D. existentes en E., significan los
doce Apóstoles y Jesucristo que es su cabeza; así como el sép-
timo punto simple, que es forma de otros doce en E. ó en K.
y O.; y también por el séptimo punto simple, que no entra
en composición con otros puntos, se significa el séptimo dia en
que Dios descansó, cual dia es forma de otros seis dias de la
semana, lo mismo que el séptimo punto simple de A. que es
forma de otros seis puntos que se mezclan con B. C. y D.
4.* Dos encarnaciones de Dios.—5.* De la unidad y tri'
nidad de Dios.—6.'' Elementos simples y compuestos.—Por
sus combinaciones se revela la salud, enfermedad y resurrec-
ción &c.
7." Virtudes y vicios.—LQ% grados, triángulos y con-
diciones del Árbol, revelan porque una virtud confronta con
otra, y un vicio con otro vicio, y como virtudes y vicios son
contrarios entre sí... como el árbol cargado de frutos, metafó-
ricamente significa el hombre que debe hacer buenas obras,
y el ave que vuela por el aire, significa la cruz de N. S. Je-
sucristo, y con el leproso y el asno, que mientras no quiera
ser leproso ni asno, por lo mismo no debe pecar por amor de
Dios, que lo puede convertir en leproso y asno; así metafóri-
camente la segunda rama del Árbol significa la primera, por
que los secretos de aquella, revelan los de esta &c. por esto
la intención final del Arte es, que el intelecto por un prin-
cipio exalte, otro principio, entendiéndose artificialmente &c.
8.* Movimiento de la circunferencia y purificación del
centro.—El pensamiento se mueve cerca de la tierra: el cuer-
po humano es mas noble que los demás elementado?, por que
— 538 —
en él es mas noble la operación de los elementos, y de aquí
metafóricamente, cierto séptimo punto noble, en las extreme-
didades del cuerpo, mueve los demás puntos, en los cuales
está la forma, y se sutiliza en el corazón, y purifica cuanto
puede para ser simple.
9.* Ayunos.—Por el séptimo punto, se demuestra que
se debe ayunar y comer, y beber menos en un día de la se-
mana, para que dicho punto se rectifique, y ordenen los demás
puntos, que por la superfluidad de los alimentos y bebidas dis-
cordan y se desordenan, por ser materia con la que el séptimo
punto es forma de ellos &c.
10. Del temperamento y •producción de Dios y encarna^
cion etc.—Se reduce á la discusión de grados y puntos, por lo
que Dios se encarnó para hacer semejantes á sí las criaturas.
11. Primera materia.—12 Venenos.—En las plantas ve-
nenosas, los elementos están muy cercanos á su simplicidad,
y cuando se ingieren, se contrarían las naturalezas de los
elementos compuestos, y esto es por que atraen así el símil
y destruyen el disímil. La Triaca, compuesta de venenos, mor-
tifica el veneno, y metafóricamente, los laxantes están mas
cerca de la sencillez de la simplicidad de los elementos, y mas
remotos de la composición, que los no laxantes; y por esto la
naturaleza humana que no los puede soportar, ni retener, ni
convertir en potencias vegetales, los expulsa. De aquí el po-
der curar los envenenados con purgantes socorriéndolos pron-
to, y es por que los laxantes concuerdan'con el veneno, y co-
mo la naturaleza expele las medicináis laxantes, puede al mis-
mo tiempo expulsar con Qllas el veneno, por que convienen
y se mezclan con él.—'Esto se opera por la ordenación del
triángulo verde y del cuadrante, pues los laxantes al entrar
en el cuerpo se juntan á los malos humores.
13. Cuaresma.—Así como en primavera el árbol florece»
hecha nudos, &c. y conviene cavar á su alrededor &c. el hom-
bre metafóricamente, debe bañarse, sangrarse y comer poco,
y beber, para que no se impida el tránsito y mezcla de A. B.
C. D. para conservar la salud &c... y divinamente se orde-
— 539 —
nó para ayunar, pues está en el mejor tiempo del año.
14. Intemperancia y dieta.—Como todo lo que se hace
aprisa sale mal, el hombre debe comer y beber poco, y usar
escasamente del coito, de donde viene la dieta en la enferme,
dad.
15. Apetito natural é innatural.—El primero es cuando
se desea lo bueno y provechoso; y el segundo lo contrario,
por que se pierde la virtud.
16. Las veinte y cuatro horas del dia.—Salen de la com-
binación de las letras, grados &c. La E. en 4.° grado, tiene
cuatro puntos; en 2." seis, eu 1." cuatro, y por esto se divide
E. en veinte y cuatro puntos, uno para cada hora &c.
17. Unidad de la esencia en la divina distinción.—18 Be
la resMrreccio».—Contienen mas Teología que Medicina.
19. Nutrición.—Metafóricamente, así como el agua n u -
tre los vegetales y la sangre al cuerpo; si aquella está com-
puesta de vapores, y sale del aire en lluvia; esta de cosas ex-
trínsecas, y de ella sale el calor natural que corte por todo &c.
20. Tentación.—21. Greacion.—ll. Perpetua voluntad.
—Todas son suposiciones mas metafísico-teológicas que mé-
dicas.
23. Coléricos y sanguíneos.—Según las combinaciones de
las letras, los primeros suelen durar mas que los segundos.
24. Mortificación y vivificación.—Mortificar ó aumen-
tar en las cuatro estaciones, por los predominios de las l e -
tras, por que las estaciones son como medicaciones simples
con cuatro grados ascendientes y descendientes, y en ellos de-
be obrarse en alimentos y bebidas con arreglo á dichos gra-
dos.
25. Ascenso y descenso.—.Es la subida y bajada de las
medicinas, según las letras y grados, en sus combinaciones.
26. Orden de medicar.—Los grados demuestran que se
principie por la sangría, que después siga el vómito, y por
último las purgas &c.
27. Apetito de curar por agua.—Como por el curso na-
tural, el que mas bebe agua que vino, come mas; en la falta
— 540 —
de apetito padece por A. B. ó B. D. y para multiplicar D. C.
se debe beber al principiar la comida.
28. Medicina qtie se conoce ó no se conoce.—Conviene
que en la repleción sepa, y no desprecie el enfermo, la medici-
na, por que entonces cuando está sofocado el calor natural por
superfluidad de alimentos y bebidas, divídase lo que acostum-
bra á comer diariamente, en siete partes y adiétese por sie-
te dias, dándole una ó dos partes de aquella cantidad de be-
bida y comida, poniendo secretamente- algún polvo de cali-
dad simple, no medicinal, ni aguda ni astringente. Si no sa-
nase al séptimo dia, continúese uno ó dos dias mas, basta que
se sienta debilitar menos, y luego aumente sucesivamente bas-
ta el total de alimentos acostumbrados. Termina discurrfendo
confusamente sobre la calidad del polvo, los colores de los trián-
gulos &c.
29. SalamancLra filosófica»—La salamandra vive en el
fuego, lo que demuestra metafóricamente, que la C. en ella
templadamente recibe A. respirando fuego, como el hombre
respirando aire recibe aire, cuya respiración de la salamandra
cierra la entrada del fuego, como hace el viento con las ven-
tanas &c. lo que ha de tenerse presente en la Medicina &c.
30. Ástrolalio.— Circulo metálico, para conocer por la es-
trella polar la hora de medicar &c.
Tal es la Medicina de Lulio, á la que no han faltado, aun-
que escasos, apasionados elogiadores que le han encontrado
un mérito y una superioridad indemostrable, como ha suce-
dido con los libros de determinadas personas, por obscuros,
Inútiles, y disparatados que fuesen. Con todo, se puede asegu-
rar, que los elogios no han salido de reputadas plumas, por
que ningún médico distinguido se ha entretenido en analizar-
la y valorar su verdadero precio. Falta que se hace notar en
el i\ustre historiador y bibliógrafo de la Medicina española,
el Sr. Hernendez Morejon, quien al colocarle entre las celebri-
dades del siglo XIII, solo habla de sus conocimientos en g e -
neral, sin descender á pormenores sobre sus libros médicos,
cuyos títulos se contenta con citar. ¿No los estudió por ven-
— 841 —
tura, ó no los comprendió? Difícil es resolver esta duda, pero
de todos modos, semejante omisión no deja de ser muy signi-
ficativa, en un escritor critico que se entretuvo en analizar
escritos mas insustanciales y menos originales que los de Lulio,
¥.n el tercer tomo de la Revista de Madrid, se insertó en
1842, un artículo mas histórico-apologético, que crítico-mé-
dico, sobre esta parte de los escritos lulianos, en él que su a u -
tor, el bien reputado profesor de aquella corte, D. Jaime Sal-
va, consagró trece páginas á las generalidades biográficas» y
particularidades filosóficas, reservando once tan solo, para tra-
tar de su Medicina, limitándose 4 citar parte de lo que sobre
ella dijo el autor en sus Proverbios, y á tocar como de paso,
uno de los puntos de la Quinta esencia, de que se habló en la
pág. 420. Este escrito demasiado breve y superficial, no da una
idea de la Medicina luliana, pues no la analiza para reducir-
la á su justo valor. Tal vez el autor no la comprendió, co-
mo fundada en su obscura Filosofía, no de todos conocida.
Los libros, unos tienen un mérito real, constante, positivo,
cuyo valor es de todos los tiempos; pero otros, y son los mas,
solo lo tienen relativo, como hijo de las circunstancias refe-
rentes á la época en que aparecieron, ó al motivo que los h i -
zo publicar. Ambos faltan en esta Medicina, pues ni tiene va-
lor en la actualidad, ni lo pudo tener en la época de su apa-
rición, por que desprovista de las grandes calidades que lla-
man la atención, no fué capaz de sostener la competencia con
los ecritos que entonces circulaban, ni con las lecciones que
se profesaban en las afamadas escuelas de Toledo, Granada y
Córdoba, dirijidas por los médicos árabes, cuyos preceptos han
sido el canon sacramental de los médicos europeos, durante
varios siglos. " *
Lulio, no se presentó ni como aclarador ni como innova-
dor; y lo que es aun mas notable, ni como expositor de la cien-
cia conocida en su época; y lo poco que de ella trató, en sus
manos se achica, obscurece y embrolla, haciéndose incompren-
sible por la confusión en que la envuelve. Sus conceptos 'y
explicaciones, son las de un hombre que solo conocía la cien-
— 542 —
cia, por la lectura superficial de escritos ágenos, á quien fal-
taban las bases ó principios en que se apoya esta rama de los
conocimientos humanos, la que desfiguró por completo con
su mezcla de aplicaciones imaginarias, metafísicas y nebulo-
sas, en vez de aclararla, coordinando y sistematizando racio-
nalmente los hechos pasados y la experiencia propia. Esto le
era imposible, por que desconocía el arte, base del método
que explica el arreg'lo de los principios generales; y la ob-
servación que pesa y examina los pormenores. Observación, que
extrictamente hablando, no es mas que la práctica, que si por
un lado, descansa en los principios, á su vez los afianza y for-
talece, quitándoles lo que tengan de suposición, por que es un
hecho incontestable, que la Medicina se apoya en la obser-
vación, y que por la inducción llega á ser ciencia que progre-
sa, y se afirma por la experiencia.
En todo tiempo los eistemas á priori, han causado la rui-
na de la Medicina. Defecto capital de los griegos, siempre
ávidos de sistematizar, fundados tan solo en lo que existia en
su imaginación, y no en la naturaleza. De aquí esas sutile-
zas metafísicas, que los envuelven, y que de tal modo los obs-
curecen y enredan, que sus mismos fautores, no siempre fue-
ran capazes de aclarar y explicarlos satisfactoriamente, por
que aveces se cree raciocinar con acierto, y se disparata por
completo, pues la vanidad hace levantar los mai atrevidos
proyectos sobre las bases mas sutiles y falsas.
He dicho anteriormente (pág. 482.), que en Lulio escasea
el dogmatismo y abunda el empirismo ideal; esto merece ex-
planar y rectificar; por que realmente hablando, fué mas dog-
mático que empírico, al tratar de teoría, por que en práctica
no fué ni uno ni otro. No pasó de escritor especulativo y de
gabinete; sin ejercer la ciencia, y por consiguiente, sin poder
decidir la preferencia que debía dar á las doctrinas conocidas.
En este concepto pues, no era ecléctico, ni empírico, y si dog-
mático, é imitador de Galeno, de quien tomó la parte pura-
mente teórica que ostenta en sus escritos. Así pues, no hay
inconveniente en rechazar el dictado de empírico si se le apli-
— 543 —
-cese ét) eVséútidó que tiene ^ t » ' iiálabra eü Medicioá, itoda
^ez, cfae por tal, sé entiende el que la practica sin sujetarse á
los dogmas é hipótiesis admitidos, lo que hb tuvo lugar en nñ
lítmbre, que sejéfün noticias, no se acercó á las camas'de los
enferttiós paréf'f^antear sus suposiciones. El empirismo ai Ilit^
lio, solo existe en esas suposiciones que emite,'baío la impre-
sión de un pensamiento simplemente práctico, y Hasta cierto
puBtoí ideal, imaginario. N6 tengo inconveniente en despojar-
le de esté titulo, y admitttletán «OloebnW dó^&ticé, y fun-
dador dé nuevas hipótesis, asentadas sobre las ya conocidiils.
Desdé luegOi como dogmático, es inferitírá Galeno á quien
en parte cbpió, por que este, no solo presentó el estado de la
ciencia en sus dias, sino que la abrazó por completo, adelan-
tándola visiblemente en todas Sus partes; sistematizándola y
dogmatizándola con cierta Originalidad, tjue aunque fblsa y
péij^diciW, Éitt émbMlgo, fué tan aééptada, que llegó á ser
el Tcottstanté y ünitérsal modelo dé los médicos hasta el siglo
XVíl, debiéndose á este servflistao la detención de sus pro-
gresos. Y si aquel genio; solo comparable al gran Aristdte-
ieá, por el influjo que ha ejercido en la inteligencia huma-
na, cotaprendió en Sus estudios todas las partes de la' Medi-
^oA, Oé/ fué M Lalíé, tqMliáíiiyidtí i una;p6queoá'fracdbii,
ni áió conocimiento dé lo (jüé era ésta en general', ni áíclaifó
pninla alguno, úi ejerció el métóor ibflujo, pues BUS teorías fue-
ron completamente desatendidas.
lia parte puramente dogniática dé Lulío, en lo'que se íe-
fiei^ á la n&turaleia de las eáfermedades, y remedios con,que
deben cuifarse, es idéntica a l a doctrina de Galeno. Ségun es-
te, los cuerpos se compotíén dé los cuatro elemento», y poV
(wnsigúiente, poseen Itócuatro calidades que los cáxactérizaD,
él cálido, seco, frib, hilmedo &c. En el cuerpo humano y en
los elementados, estas calidades, no siempre presentan Igual
eomfeinacíon, por que unas veces domina el calor, otras el frip,
Otras él húmedo y seCO &c. La salud consiste en el éqnííibfio
de cada elemento, sostenido por los alimentos'y bebidas', "cu-
yas calidades han de adecuarse á las del cuerpo, para evitar el
70
— í>M —
pfpe^ouiiaio d^l gi^e d^perjcl^.:1a, etiferrinedíKJL De.^quí.el yr^r
porcioparjiUw^Pi^os.y bebidas, cálidos, frioa, húmedos &C.«|B.-
g'ijinJa_,prepoadiqfaQcia ó defecto de Iqs delifldividiip. Ej^i ,e««-
tacopdicioase apoya la medicación ett,la.s.enferaiedade&,,qi^?
tieoeppr obj^tabuscar remedios xáUdo3,fr}qs&.c,; que sapean
eldefectp ^eque fpovieae la. dolencia. La falta de calo^Éfecur-
ra con lo9.remedios cálidos, el exeso coa los fripsA?-; Toda ejp-
ferni^ad depende pues, del exeso ó defecto de upa de» estas
calidades. p]l secreto.de Jos remedios, consiste en¡ conocer la
propiedad, conibiBapion y preponderancia de l^s calidades que
}f)s componen. Se d^yidianen cálidos, secos, fríos y,húmedos &c.
en pálidos en primero, frips en s^undo, .¡hiimpdps en .^efcer-
rp, &a seguo aobresaliá mas una ú otra calidad. -Calidades
arbitraria?,, no visihlea, y debidas 4 supjuestas pi?;^iedad.e8 g»?
tendían á unir los mas opuestos remedios. ' ;; - ;
E P el cuerpo existíanpuatro-Jtoutnores, sangre, bilis <^có-
lera, ratíabilis ó melancolía, y íj^it,uita ó flema; cada «pp re-
presentaba un elemento ó su calidad, principal. -De sp al^e^'a-
ciqp ó, abundancia, se,príginaban Ifts varias dolendas íic,j
, .Besult&pues, que ia ñpyedad ;pí^}ca,;4e,i^li(P» 9pIo«i? en,t
cuentra en la exageración, de la Medicina galénica, y en el
empeño d,e-expUcar|lo que trata por medio de su obscura piaT
tafi^íca, sujetándolo á combinaciones arbitrarias., mepánicasi
astrológicas;,,La medicina en su?, mapps, falta de elementas»
cuadros sintomáticos, y cuanto constituye la verdadera ciepr
cía, se reduce á up estéril formulario de obscura» y cooipli-
cadas combinaciones, en las que debían existir todo^ sus aptos.
Médipipa incompletaj raquítica, ,ponfusa„ippapáz, de, bastar por
si sola paraformar médicos acertfidps, como salían cop los li^-
brpsgalénÍGOs,,que aunque Uepps.de falsas teorías, contenían,up
fondo práctico de subido valor. Con todo, á Lulip, l^<qpedfi el
extraordinario mérito de haber .sujetado,á sus di^trinas filo-
sóficaa, ciertos dogmas y principips, que no tan fácilmente se
plegan á especuiaciopes metafi^cas. Esfuerzo que solo er,aace-
quible á la imaginación de aquel hombre extraordínajrip,
;'' .''.(i-< ''."' . ilfunii -^í;^ -'-yy ;;./_../ w::,; f.'1-irii; .«;n¡i

.•••/¡r: RlflMliGO.
•tí.í!

'j.i;

, , una lección Bgena ysi la mjii;j)orlo'tanto, nóse


' ' nié áéSígrádte^
' Ji lutmé ha setvidoy paérá per caanalidad^kflr-:
••' ,..•• vit i, 9tfo. f^-^.'.v : ~: . . . , . , , , . „ , . - . , j ,
M0NI4IGN8.

^'••l'- - - -i-jj^' '•:^ !::-!^•''^'; •:-• • :•- ,• '•*•-• ;- ,. o!; -• • . - [ i ay-U:-.

(JTRACIAS á una decidida voluntad, he llegado al térmiiío 'de


mi propósito. ¿Lo hédiesempefiadti, caal correspofide'á' la im-
portancia del asuntó? Cieítamente que nó. Aunque la pre&utt^'
cié* éeá^ üO déslfeal (;oBfeé}eFO, 00^66ttíélOCnlta líí^erdtó. €!¿tl--
fiéSÍB^ «íiá'aet una Véf l^á fltt^eííidoüiis-ftíétíaisíífaiMrcftg»
uníí Véss há afesfalíéddtí''nii'&nlrá'GV'**cottt®»|>íaF J«'atí«!tiá«>í
y^Éftóaé''fié'M^mpre^,'CUJEAS diStultft'd^ óó Wpeí bowofií*'
hasb' desalíes dfe'^ííftbarlalaéótaéliaÉí^Lft o óflfiatizaitfe'hizó^^^^
vídaif 'elpküetíte cdnsíé5ki=dé^ra<íi'é,¡a€ tktitóai* lié fuieííatfíaiii-''

detHáSía§tí élévirsé; Ti#íé lb''»8fioi[íí f^ímmeme, *f«!]p*08B^uir'

hócíáelté^'qóeláicíékáftík'J'liucattD dijdüjüeía<¿aAí»ioícJWfli:
tálba, y Nápofóc/n I. qü« con ella toád'^'podia'etnpremder. f 1
^'"PáttSItfeimiilar el cial reSültaáo dé la ejecución, y obfa*>
tteí la''tfé¿fe*éléííi6iafíle los lecíóíes, nó pfocuparé excuitó*iaei
con la poireza de mi ingenio, ni la humildad de mi taU^tt^vx
con ótffts tantas (frases ti»iviál#'yrtóraar5asi^e«staiien'bso
— 546 -
eotre los escritores, y con las que inútilmente procnran ocul-
tar una vanidad mal avenida con sus humildes protestas. Ni
menos recurriré, aan que pudifr»,. 4 lat ocupaciones y obliga-
ciones de mi destino y p^siérolr, qUef uó siempre me conceden
el tiempo y tranquilidad q»»-i«qaieren semejantes trabajos;
por que todo debia figurar anticipadamente en el capitulo de
los impedimentos. Nada de eso diré. Demasiado se compren-
derá, que habré llegado hasta donde alcanzaba mi saber. Tal
cual es mi ttábajo, lo someto'al piSrtjlico, como expresión de-
sapasionada de la verdad, y. como el primero hasta el pre-
sente que te ha>tF«9sado en su ckse; únicas circunstancias que
le hacen acreedor á cierta considér¿tcíóta. Si se censura, respe-
taré á los verdaderos Aristarcas; pero á los críticos de oficio,
á los que todo lo tachan sin entenderlo, les repetiré lo que.
de ellos decia Juvenal, que perdonaban á los cuervos y aco-
saban á las palomas; esto es, que se cebaban ^n determinadas
personas. Para los tales, el silencio es la mas prudente eon-
ta8ta<áon< . 'r .•• ." • i .' .^ ••J>: •••-'; ••i,. . , : . - ; •'
La censuradla critica» como se quiera denominarv podrá en-.
eootpat,4osobjetos en este escrito* Uno la formar- y otifo la tuar
teria. £n: cuanto á la primera, que e» la corteza ó vestido fu^
ouhfe;;l09 pensamientos, jComprendo que no es vistcaa aljg|!%j;
tajipero como-stopertenfjfco.á la ilustre- arietpcra^ dei ^f^r
1}eT'.!«]t las Wlla% ^ ^ s » (ni^pieikOB.á I&de las jpi^c^gs})!^! pre-,
tetid(»ji¿ieato-en b:^lt% c^^tar^ra <^ los fi^óofl^^ de^f j^i2<3i^;^:
driiniíO.«ie ex^ferprni^íeré-p^^li^s bw^a^rdias que ii^ lapí^^n^rjOfi/
por 1^ (}0p)r0coi9nes qufl:Bit'4ifijaa. Al contrat|o,;:j^%ji9(4bis^
cofe|kftmild*d,Míágtt^o^ y agsadec|p?jienta^,|)O5iqueji»0j&C^^
vidQ el' ^^tllfe que esy^ftlieíi;}». Í9itrji34gcci<?n>iDfiS?^f|íyiB|bf|;
7 «oeptoiré lee«ieif9s 4e:todo im^e^iieí .q|ae4«M^con dig^fán
y cordura; 3(do observ^, iii*a el^v^d^psor huDS^IÍ<|jq[«t<«!ft, r
no quita la hers$j^i|ra del sujeto, asi cojeóla jiíJ^j^uTa deja,
certera, nor disminuye U- á^'0>yi^w^4^$f^^•^ ^^:^Q0^9^(:ia
la falta de i i ^ s y peosamientos, se oculta con lo^jloi^o del
lenguage. # s; ;
•Por lo que respecta áí l<a materia ó sea el contenido» hay,
— 547 —
qoe tnofte?,presente, que 1» muyorU^eftinda-^O heQhosy.eo,
la lústorU^, y &a este co|>ce]i^inq he ^tert^do ,1^ oqnlt^Q l^i
verdadj N0podi»:o}'TÍdt^'<luel& historiAeis im tgsti^to, io^p^jrt
citdv que iQQ se aaMM>& ¿ coaccionase siempre d^pueetai^res-
ponder en^l atiemo tonp, -al que tqiueel.tralbifljpxd^rinterrpf*.
garle copaflofQ'Mtaluzde la verdad que la alumtea decoflti-
i»io, at;/S^ obscurece ni se apaga tan fácilmente, ^ a ha sido
el constante exitadonr que me ,h^«o|t9pidoi;en!^te pei^fíO tra^
bajo. Si he ^idp, en,tri;oreE^.8(»i^«seusa1:des, por se$!inv(4u^.,
tarios, tods^ vez que he •pbrHdpjde buena fé. IT si.t-vav^- np he
alcanzado, es por que sabia.menos de lo quoi^bi^t £n este_su<,
pnesto, espero tranquilo iQsayjsM y correcciones, siempreque
se dirijan con razón y cortesía; Si viniesen envueltos en in-
sultos, según acostumbranalgunosQial.llamadoscri^lcos^ ffil-
tando á la dignidad de escritores, diría que los insultos no soq
razones, ó mejor, que como dijo Cervantes,- las iiqtiriaff ron
la única razón del que carece de ella. Semejante cpQjporta-
miento, dísgustay pero no daña i la honran por que l^^persp*
ñas sensatas, cuyo aprecio y cuyo voto ra el único quesede-»
be apetecer, se ponen siempre dé parte del qué es blanco de>
las iras d«,e»l^ descomedidos censores,' C!9n,j^^eáw*^c¡,a Jíp^iJiea
asi' oT5ralaf<míko ticaen^'hk'iiiira d»>«i»bi^wi¿(ilÉs^pen9onn»^ 3P< ' iM<!
este iríádó' etKju'Bréh los' verdadetos íñóviles de etió ceüsüfá^;'
. vOtript fpperq y .no fundada, potcierto, si bien por tal, ja ju?-.,
gan valias personas, y es la que fermularin los qu6 4eapr0^'
vistoá de rá¿6ti y tdleraticiíf",tfdnsidferan'boinólünaWíñiálim'-^f
per4ona,hK jsá eiamína? y rebajar la. soibiduri» da Xulw,,r^^
talesi enando 1« ¿ipooresí&:no ies-maev«,>eonfQiidea'l»«&Dti-«'<
dad {5|#lá iüt^|éJc*iárfo' tt^^ Cónto, s i ^ ^
hombre lipc eleyaia^ y 4^ajipl|¿f,t^^^^
sesef muy bajo y meQg«rikdo-ak:tdí«ito«f sabiáttfdaa itt^xsvm*
tidád'^ lia sabiduría, sdn dos ca)i88laéS''qie%i6' Wempíé cütini-;
nah iáe„ft?fterdo. La primera la he respetado y admirí^OfiRÍi
I^lio; «liOuamtO'i'la segunda, si la he puesto; en el crisol fMMi>
aqüilatatlíi, no sb'y ci^éttainenté el priraerBiihé' b h » e)!Ssa3[l^^^
Antes ya lo habían probado distinguidos crftiftQfi^'iéñire^
— 5tó—
l%i6sá.^fel'itaáttnd'Ballcf' eíi kl A¥b9l ié'las eieiiciaé, '^•Utkéa^'
ta!*iáráálP¿áTllei^/po*''(}lléUlefVabá tteíritá 'sáéB>Siéf{ta.\k.jh J' •
le téaiaínp<Jt'ílóco^lo''dftié le hiEittliÉkPídfc«tí'a>f4i». E^tó'détauestiíü'
seg^üó'diie en íÉrtwt ¿cásion; qúiéSuB cónt^-pórénebs-líegra^dü
sí-tíltimio eíÉtktiío, píuéS j4 sti BabíáuTia la llíamatoíi'deiiiéa^
cia; Y si eslío bcurria éii 6« tiétopo, bieb pcnltá la' jiost&ridad
ex&ininar él vtAot áé sos escritos, y rebajar' efl que' Infandá-^
dá'nJéftttSf le Hayan señalado sus extravMds ádttííi'ádbi'es, (*)-
'"•'• A'la gjrán r*íputación dé l/ñlfe, cóütribu^'extráiéídlaisHft-'
mente, el^tétiéí^ta&íiáe'ro de sn%' ésctítos, la,di*7#sidad dé ína-
tet^s <|úé é n é l M tt'ííftKÍ, y especíialmen^ la "obscuridad cos-
qué las presentó, qUééOáfündid&pciir'müijhbs con la sublimi-
dad; llegaron á suponer que solo la intérTenéioñ divina podía

' {*] Gs tan frecuente y extensa la intoíeraríci'a, qitc arcaníé á toáoslos ta-
mmj tep^almonté á laa éíeWa^ y letras. Ericlék1)¥é; Pl tsMen stisCbrta^i:
acoÁBeJatniíin Jílrsnc¿« qve Jatieiitaba,jpablicar «n perjójlipo crltico^Hutnarlft,-
que cl^(Í^Ue,áe,(le ga,()royeetq,p.or qac los Españoles no.sa|)i9n sgbre llevar laa,
críticas/pior Instas qiié fae'seii. Áuh sé puedédeclrcasl tomismo, por que no sa-
ben coiihtpren<Iertodo^;^aéÜna co^a es la penotii, y otras las obras t]üre se'Sah-»!
pétíie0.l*ímBore^Bi9fa„tbns^n»i^smo entre e);erltjcojy«l c^spr.44n.,Ni» lia»
cuerdan,que lo qj^e/se <^ a|^biicq,,.e8 d.q| .público;;y ^ji|e8|(gxj^e taiii,de mo^a^
está cppijif 4 los ektraógcr'ps, padiera imitariéfes.eii la l>uena a'rnbbníá que ^uar-
daü'éntré st^íÁs^orc^y'losvrHti^dé'baeriálé^KJltbdái'aréB^liilstiffch r^zo-
BHtv^.tm Jo^ misAios éwióe úf lílsíprpaiídones c(iBti(<fi$*4. entj5íé»n «I ^r^::;
bljq^Joijfl^g^ ^íjicoj4t Ip iei;p^estp.p,Qf sj3a cp^iCRpañvosiep ei|í\no de B.(|y§r',
lias, ^^to éstcomprepder la'liber'ta'd' 4eí'pensamiento, ta verdadera critica s'^pó-'
né'í«t«ml<)í^ft'W céttioiri y ínééifér-¿fr cí'efetóstt^^
•R-Us.riiraii Yolgiira: ord» cemonite I» bontrlhóeirojqi^ sé pag» al páblicf».póc;

raaos, que las mónadas densaras. Entre los^qúe servíln^iité V prodigan á los í
míMUtéÚé«»e^rt^>y raJitt(H<»ácrHt!aífettfi'JÍM<íliÉeVi(¿',' bptM^^ WW^-
ma.porjvae sqittUiíitiMedtBtiitaTéBi l<n)re|)irtMores;4e lasjiíéii^yiy la otra
yl£q^d/a,pe;:soDat autori^da^, q^e Atqcjvparse de ljQ8,irabaifts)iS«W¥f°^R9^
qae soló son perfectos íbjS que salen de las manoS de t>(ós. Eí célebre Alfonso
Kiri-, íéW*ííé«tóo 4n fW*; piúT Ibs ghimíe»' tíítííérifi'pfcVá que cnifiíésc'julcfói'
eritieos desús obrssipetHqnei-saMaBiqiie «afestlnaé ibdmlinta.plama, mincaf
•eidctavq ea las producciones de la medianía. No o|?ideraqs por fi^ qiif Iq lo-,
leraifipía es el único remcdiotontra la diversidad de opiniones, y iqitic en su res-
peta eíítrHmhi tranquilidad social. : ' : - , - i-
- 549 -
ppp4»^ ÍMi por^ntqsife.mMav^i{iB,iTpd^ h ,c|««sfl%.^?,^
den.infKtural, llam a, }& ^ al^epcjsi?! derJo% ,]i(3m}í?«8!,» ejeiffipííp j w f
¡penspf á,,.laadiiiiraQÍO(|i | e . 1©,<jue-np¡coiííprei){l9P»)-y 4 laioír
dif^rpncia p^t;álo,4ttf¡;8Ígue el carao .natural de4a*^s?«,,l«9S
escrit»? profoftflqft^, pero gibaros é int^igibleft, 4en^§rdte%áf3Mí?e'
lebridadei,, b w pasado desa,peroibidos, por l,|i solaírazon-íft^O^
de tpdpfi) ^pn compreadidosi y sin embargo, ¡los de; Luljef ÍI.I*M
.:y^cf^'CojifosQS^ otras ind€scif^able$s«,8e^rbf^n <!09C^pitij^d<)i;C!0^
ji?«BWa¿^:por l»,diviaidaj4,,,::' -,; .••^;:. :-.Ü-^UJ H-OTÍ;. ; , , '
j.,,t^ecbai5ad.í^ p\ifs, esta iJiuniiBacioB,, ve^ei^líOfRle i&n J w
cijei^ias gue liap^motivaáo este escrito; HM^|»aQic«ft:(jv|0,eiií»af
da disminuye, su. cantidad, por que nlng^na^ pisrsona siene^t
ptjede admitir la inspiración divina en la .ppod^iipcion !4e los
pensamientos, teorías, trivialidades y ridioujaa ereenoiaiS', -qu©
de la pluma brotan de este; escrito?;, desde luego, n!0.ii«ify fc
ficult«áea;dudar.4e su extraocdinaíio ^ b e r y origlORlididi M
eat|i¡,ma^fiFÁa, f^la fue trabajó coinobpnib?e,: y pftf ktiin.tfis-
8,u¿f^^ alserpor 'y é f U posibilidad ¡de ser. iQfecioti ooa»o M
e|ecto ,l0:fuié,.!á varios, de^us antefiespiJe^iy coat^miporáBeofli
Esta.inferioridad, depende á mi entender,: da laimalft y .tardía
djr'eccipftj.jde^^us estudios,, q,vii»,ie las
I^iá¡^^^i4J|d|^JÍfti)as,;5ie wltktt&Vi) ÍÓÍOWQBW
superáckiles y jpurameute especuladlas;' así %iotn^ sus ?itffH^
Qac^Q dolos falsos juicios á que tanírecuen^eniejate se o^pctr
neu los íjyie. faltos,de .sólidos principiog^i &e dej^iiíkrrasttw .poj
lacp^ñentede «ufogosa imaginación., De tQd!0sii^üdf9e».'!(IOiái9;<
b^mcjs pxtjaf arlo por q^u^ solo Dios es infaliblftí ;' . v •.: i:':
,. Gr?D4e fué, Lulloen;: sp, rtiompo; m, puedeí • dudarsei E l «o*
lase ^zo» y él solo se ele vi), y[;adqaipi<5iiun«iadmiir*bionynomí
brad^a, que §6 explica por ;las t^odeapia^ e&^eiéstícoTftttf^flt-
siCjfts de la época> y laa.circ;u,iJ9tanQÍa3 ¡quele íoáewpw»,¿yí pop
lag /Vicisitudes qu e atravesó duraoíteí su . k r f a {.y agitajííi; vi*f
^ ;4'i%d}ir.a! ,el QCQ de su aclamación. Eco COD&MQ y lejattosc
qt^i^^isipí^cAial empuje del vie»ntP,de la.erítjcíq;. Sobte-Af.
a>ft,4^ Jopí boiobrflp ver^ftdertMnept^úliles.y sftbjsgi.ef» (4iM*deí-
T,% ,Iia^ lObras ^ aQciones de LsUo,, «o l»ao feporMkíU íaingttft
.-> m -
Y6nti^bdolíiiltijb álfrBociedsd. Su aa1»dtíri& és probléa^tica.
;P«ró É\ ististrtibajc» han sido imitíleaV si sos esfuerzos Ktm si-
do estéfilés faralá (áéhcia, no por eso débé despírefcíarBéte;' El
fia eía grandey y el fin enaltece los medios. Traibajabá con
sineéfideÉdj con entusiasmo, con delirio; y ésto basta 'psiátes-
piejterle y admirarie. Y á tanto llegó su exalt^ioii,'iilueá8e-
gutab* b«ber encontrado Ift verdad con el a.uxilió dó Dios.
Y«i desgtítciadataente, no dio con la verdadfilosófica,menos
la encontró en otras ciencias. Beservádo estaba á los moder-
nos el víslumbíarla y sorprenderla en alguta de sus partes.
Y si Lulio no &ddlá%!tó las ciencias ñsicas, y si'por el contra-
rio, bajt) su pluma sé extraviaron y desmerecieron, sin ejér*
cer influjo a%aBo en la sociedad cotí s ^ aplicaciones y con*
secnezMÍas, cidmo ha sucedido con los sisteiúas físicos, qtiiihi-
cos, tisfronómicos &c. de otros sabios, que han'producidoCam-
bios sensibles en la sociedad, no por eáo se rebaja su garande-
za. Solo UU; genio extraordinario xióma ú suy^, pudo cbnce-
bk éó su tiempo el profútxdo pensiamiento de encadenar iodos
los conocimientos, sujetándolos á un método, que aun que es-
íitéahb y metdinico, no excluye^ el mérito de íá iniretiS^^
Apoyada Lulio en sus principios, todo lo explicaba á su
manera. Todos los conocimientos se sujetaban á sus eómbiáa-'
clones. La Medieiüa, la Aátn)noMa, la Fiáica, la Hidtoriéi na^
tural, perdían su originalidad y adquirifin la misma fisiono-
mía al trazarlas. Sem^antes esfuerzos denotan una imagina-
ción fecunda, extraordinaria!, y dignado óoupar üti puesto'pre-
ferente en la histoiriá de la inteligencia. El que abarcó tantos
conocimientos^ el que escribió tan numerosos libros, no era un
hombre vulgar. Sus extravíos filosóficos, no deben amenguar
su gloria; A'veces los grandes extravíos, son tan célébreá có-
mo las grandes realidades.' Ambos son hijos de rios taleaitos
privilegiados, de fogosas imíginacionea. Las ebras de éste va-
ron, sih (8imb*rgo, son poco conociáai, y sii teputacioü tióh to-
do es extraordinarias LOÉ elogies que se le han diápen sedo has'
t» cierto punto desmesurados, por que se los haii tribu-tadó
sus «fiasioní^os admiradores, sin teder etí bd^nta el cionteiiido
— 551 —
y.diversidaddesua escritos, no tcid(» elogiables. El faaatistíáo
7 espirita, de p&rtido,.baateiiidb gván voto en esto aeünté. La
pereza de examinar sua obras,;hB motivado la continua repe-
tición de los eiogioSr copiándose de continuo sus historiado-
res y bibliógrafos; Y'8i mi opinión difiere de esta mayoríáv
cúlpese & los elogiadores, qae yo creo haber obrado bajo el
impulso de la exactitud, q^úe es ante todas las consideraciones
humanas. ••• •:-c.r'.\ .-•
,'-.fcagran divergencia qne se nota en los Juicios.científicos
de liulíoi depende á mi entender, de que unos ban tenido en
cuenta, mas al hombre que á sus escritos; y otros tan solo al
escritor prescindiendo de la personalidad. Conmovidos los pri.
meros por los desvarios y extravíos juveniles déla época ro-
manesca del autor, tan atnargamente llorados y borrados pior
tijidas penitencias; teniendo en cuenta sus fervientes preces
al itltisimo, demandándole ciencia para enaltecerle y prócla-
maií'le; las creídas apariciones y ptorgaciones de la divini-
dad; su acendrada caridad; sus prolongadas y repetidas pere-
grinaciones; sus disputas y predicaciones á los infieles; sus
exortBciones y ruegos á los príncipes y pontífices, para arran-
car: daSos.ttesocddos, la sagrada rejiOú que presenció los saú^
grientré misterios denaésti» redención; y jíor último, el mar-
tirio con ífuprátificó'sus cteeneiM y aspiraciones, juntamente-
coé los libros.hainerosps que brotaron de su Inagotable plu-
ma, en medio de los azares de sú agitada vidaj y en los qtte
E»;}éia ufli» iEWZclaÍBiíeva,^'tóBfuRa, áó'ójíatic©, sagrado; sim-
bó|ii«H cabali8ti©3 y profano-pftía eiÉptlcar las ciénci&s, no pu-
dieróíismeBOs ele asombrarse y tributarle una admiración, que
ae'haidb.trasmitiendo bastamiestrOs-dias, y qué alejababas<(
ta elpensamientú de dudar.del metwr tómbre de la gloria, que
IB i acarrearon estas eitrtu^rdinárias ciroütí^^táncias.
.^jLciaiqae solo consideran al escritor, los que leen sus obscu-
MftyíaÉBtaflsicáa: combinaciones, sus exageradas pretensiones,
la: trÍTÍalidai,-'pa6rlliáad y á vecés ridiculez de sus conceptos;
loivulgar de su lenguage, y %u maníer* de interpretar las cien-
cias, le califican de dementé, fanático, sofiador y bosta de char-
71
— 552 —
latan despreciable, como el célebre Sprengel eníDiiestrosdias;
y rechazando todos, la 9ublimidiad> originalidad é'ikimiBapion
qae aquellos le conceden. Porqñe.jBi le cuentan entrer^osrpro-;
fuñidos teólogos, niegan que su imtoridad haya servido para
decidir las dudas de la ciencia, ni que sus doQ:trinas hayan
entrado en las escuelas. Si le llaman diatirigoido iuñsconsal"
to, afirman que nunca su nombre ha iresófiado en el foro. Si
le titulan inteligente médico, responden que no hay ua solo
.libro de suposición, que haya mencionado el mas insignifiéan-
te de sus pensamientos. Si le aclaman reputado astrónomo,
preguntan, que problema, que ley, que observación'ha consig-
nado en el catálogo de la ciencia, que en su mano es:una pura
Astrologia. Y razonando de esta suerte, repiten,Kqíie no hay
escuela, academia, ni libro de conocido valw^;donde se haya
tomado nota de una hipótesis ó teoría razonable, de iina ley,
descubrimiento, ú observación que acredite su:elogiada ntdnbra-
día. Mientras que otros hombres como Platón, Aristóteles, Teo-
frasto. Galeno, Euclides, Arquímedes, S- Alberto, Sto. Tomás,
B. Bacon y otros, griegos, árabes,y cristianos, siguen fl^ii-»'
raudo y figurarán mientras la ciencia existaj porqueaóa nom-
bres, van ligados & una conquista d«l saber; Triste-v'eidad' por
cierto, qu% no tan facilpieote se rechaza, poc-qiteá ¿Buhan
supuestoinventor del aguardiente, del áctóó nitEÍco|ideia agu-^
ja náutica>hA,6Ído equi?oc«dwaente,p«es 1» historia há de^
mostrado la ine:Xactiti*ddetesta y ottaacreenciasíiiJüm nn .• u:
El; gran err¡or: d$.I;iUÍ|o,/<50íi8Mite en haJjeháítiaginadafíqu»:
Isis ciencias fisicaa y exactas, ¡podian siujetarse á s a i OOHCÓÍI*»:
clones metafísicas,, eistériles foímnlario» y arbitcatáas o(»nhiiu(-
clones, en las que se encuentcfin jtrazaH^as.Ms 8olüaidii8Std&
todas la^ duda» y dificoltades. Creyó sin; dbda,: qno:f«fa'po'^
seer esas ciencias y tr^ac >de ellas^ bastaba cooocerlas por la.'
simple lectura^ y no tuyo preseata qué eatoscéonocimientos
se adquleren.por la experÍ4neieir,(iVLQ abraza todos los' hechos;
por el análisis, que & su vez descompuMie los qbjeilóá'Temcln-:
téndose á su origen para someterlos 4 la nfisamn; y. por Ift'
inducción, que reooje los hechos trabajados y purifiéadospor eV
— 583 —
aJiálisis;lo& compara y se apodera de loa rasgos de su geme-
janzs, ipara deducir las oossecuencias mas exactas &c.
i No hay duda que 1« Filosofía es la base de las teorías cien-
tíficas, pDro la i^ejor es la que anatomiza y estudia la natu-
raleza en cadananá de BUS partes. Las teorías abstractas y me-
táfÍ8K»8»fnunca* darán razón de ciertos hechos y leyes natura-
les;. Desacertados proceden los que intentan sujetarlas cien<-
oiai9 Batmráles y exactas & otra ciencia que no lo sea. Cuando
nuestros mayores lo sometían: todo á la Dialéctica, cayeron en
una cima tenebrosa. Todo fué un, encadenamiento de estéri-
les discusiones, sutilezas y falsedades. La Dialéctica podrá ser
útil alas ciencias del pensamiento, como decia Baglivi, pero
las naturales rechazan su dominio, y con ellas resaltan mas
BH3 errores y flaqueza. S. Gregorio nazianceno escribía: «To-
do el mundo sabe que lap sutilezas de esta ciencia hieren á
diestra y siniestra; lo mismo derriban la verdad, que ensal-
san la mentira; y cuando la verdad se presenta sostenida por
ella, siempre inspira sospechas; pues parece que su oficio es
desviar la vista de la inteligencia de la verdad.» Lo que se di-
ce de la DLalecta, puede aplicarse completamente á les prin-
cipios lulianos, por que hastacierto punto descienden de ella.
V No'fbios los hoiñbres tienen iguales facultades intelectua-
les, ni todos piensan y observan del mismo modo. Hó aquí
por que se engañan y construyen los mas absurdos sistemas;
si bienes verdad que siempre suelen estar arreglados á las
necesidades de los inventores, que solo admiran y contemplan
lo que está á su alcanze. Es muy dificil encontrar inteligen-
cias claras y rápidas, que sepan raciocinar con exactitud, aun
qutt sean muchos los que piensan g/^ie piensan. Dice un céle-
bre escritor, que no todos poseen el pensamiento del pensa-
miento, como llamaba Aristóteles á esta facultad por exelen-
cia; esto es, saber y conocer que se piensa conforme, que es
lo que obligaba á exclamar á Sthal: iCuantos hay que pien-
eait qae^ienéanl
Encabezado este libro con el titulóte de I.ULIO !JOZ6AI>O POR
sittisuo, me he limitado mas á expon«r sus'doctrinas que á
— 554 —
refutarlas, pues no olvidaba el siglo en que vivió. Mi priii<á-!>
pal objeto ooera combatir las doctrinas en sí, sino irer hasta
donde alcanzaba su ofigijialidad ó.supcemf^cia eo ciencias fí-
sicas y naturales, y coaprobar si era: ó no áuperibr ¿ l o s an-
tiguos y contemporáneos. Con el contexto de sus libros» jy los
testimonios de otros escritores, se ha manifestado encaras <dé
una ocasión, que ai en • unos casos les igualaba, en otros qué
son los mas, Jes es inferior como indiqué desde el principió;
Para demostrarlo por completo, y obrar cual corresponde, de»*
hiera haber puesto página por página, lo dicho por uno y otros.
Esto hubiera prolongado extraordinariamente ellibro, y ha-»
cerlo puede el que desconfie de mis asertos, y desconozca la
ciencia antigua para juzgar solo por ellos. Los hombresde sa»-
ber se califican oyendo á sus contemporáneos, y conociendo el
siglo en que vivian. Por mi parte, puedo asegurar que oadá
he interpretado, nada he atribuido al autor, que no se Tea
confirmado con el occéano dé palabras en que flotan á veces
sus pensamientos. He preferido la verdadera censura dios men-
tidos elogios que suelen'prodigar muchos comentadora, Ueú
vados á su vez del deseo de ser elogiados»' Amante tteda jus^
ticia, he puesto de manifiesto sus conocimientos, para que se
noten sus bellezas y fealdades. Cada cual podrá calificar se-
gún su gusto. No se crea por eso que rebajo á Lalio, porser
antiguo; rechazo semejante suposición. Venero y admiro a l a
antigüedad, por que si en ella se encuentra la sabiduri», lo
mismo que éntrelos modernos, aventaja á estos exttaordina*
riamente, por que fué la creadora de las ciencias.
No sé me oculta, que esta manifestación, no satisfará á to-
dos los lectores, y que algunos, y serán los mas, supondrán
que este escrito encubre un fin oculto, un objeto no ostensifaiei
ya político, ya religioso, ya interesado. Nada de. eso. Ni me
mueve la religión, ni me incita la política,- ni me seduce' el
lucro, ni me anima en una palabra, sentimiénlo alguno per-*
Bonal. Solo me inspira el amor A la exactitud histórica^ y ¡el
odio á las preocupaciones y falsas apreciaciones, nacidas por
lo regular de un exesivo fanatismo, ó sisa quiereáifínopancia.
— &55 —
origen-de tq¿k)8 los madessocaleasi^iíortineii^V c(tf«!^*=«i^cfft
debe combatir & -todo fbesáioev ígntlmetítB' 'm» íÉipi^a el del
seo de sacar del dlvidcDidonde jscaivr'nombrss: veiúbdeJVsmeQté
célebres, cuja reputación ha'ddo injastatnentie ¡ofoséáda, EsfÓ
pareberá carov Mereible^ 3^ aati deatgPadsblQ á'«tétéifminada»
personas, portsnponerioperjtHiicíriél»»intebeswJtefiniiíiasqdé
dirigen; sos acciones. Nb será 'exirafioi^tie filgünos; 'ivci ^pu-
dieaii^rirecfaazar la verdad ypaTezác'déímis^iBteneiooeSj ál^^
len ál ridiculo, y aun ;á'la caiÜBiBÍa-¿iiwtii"idefeacpe!flttariíi^
porque no siendo .capaces de ábrigM- ^seíitittíktDtts i^eBer08b|i'
miden á todos con é. mismo rasero. ^La.ig'i^raQda'y'el ft]^0^
mo eston imposibilitados de sentir oón. eiévucion'!, E^a9-'«(3tt|^
eaciones no me sorprenderán. Las esperó éon Is conbiendatratf-
quila, y Dólasrebhazaréj^^porque odio los controversias Cuaü'-
do son puramentepersotiales. El qae jo8gam'Bl,'esi3bloielf[ñd
sé engaña; él solo cree tener iazon¿ y loicaiM pradente ésáe-
jarle en su falsa creencia. : , ' . • ! ] . : •;
Impulsado por el citado programa €61 líi 'ÁéaideáMa'pW-
vincial de ciencias y letras, emprendí esta tarea. Si ntí he coki
probado el mérito que aquel sópotiia, cúlpese al autora'Lo (jue
yo he encontrado en Lülio, pateiite ei^Abü^-y espáísnéocstá^
& lostpw tfttieran i^rificárln». ^verdMd-^ad^lcKOSiiS) íes da'^
masiado áspero^ y machos preferirán seguir el ctUDOdo^de*
ro de las creencias agenas, y entregarse ; en cé^poy ahna á
la fé humana ó: autoridad de la aiayorta'> nOÍ sieoipTe de bne^
na ley, antes que rwsurrir al propio exáifiea, tan contrario 4
la pereza, y en armonía con la escasez de ciencia y expe-
riencia. Y como en esta clase de heéhos'noNca^ invención ni
alteración, preciso era presentarlos cuales son en sí, que es
como he obrado al formular este incompleto juicio. No me he
fiado de libros ágenos, por que suelen ser puras copias y re-
peticiones; eterno circulo en «I qne-rara vez se encuentra la
exactitud. Los elogios de Lulio, vienen siendo un tema obli-
gado que todos cantan, sin tomarse el trabajo de examinar el
tono de la composición. Bien hiciera pues, la Academia pro-
vincial, si redactase su parecer para saber á que atenerme.
— 656 ~
nofaese'fiMQi fjno jobuBlesejOiido eiv injustas: «predaciones.
Este es jal; 4Ítimo;ile86o«i 7> 'terminaré aCadiendo loa siguientes
peosamietotos, quo aun que ágenos» los adoptó y apadrino,
por qud> llenan completamente mis cooTiceionra y aspiracio-!^
•nes eientifícte, j qué i i seguirlas Lultó, no bubiese caido¡ en
IQ«& d^; un«ñ»r de los qué obsdorecen sus escritos: ^
-r Destruyen y v^roduecion .son las ^ leyes, que seguí]
I^laton^ imperan'en el universo y eín la ciencia. Descomponed
yfecoiUponedi yiUegareis á la verdad que solo viene de Dios,
to ety de la ^naturaleza su hechura. No sed crédulos j por que
f credulidad «S'precia de los que faltos d« Filosofía, soto ob-
|er>v«& con ouciottdíkd,.' fijándose en las cosas que aparentan
ser raras-.:Desconfiad siempre y areriguadlo todo con saga-
cidad y discemimientd, y ^canzareisls verdad; Si las cien-^
olas modbrnas.i^ogresan; esipor qué^iel ingenio se vale de dos
métodos de ínvestigAcion y verificación para coordinar lc»ob-
jetos que desea conocer. El primero, emplea dos modos dis-
tintos^^^' aaaUtioo y elcientifico; -unova del sigular al plu-
ral, otro del general al particular. Aquel camina deOieate
¿fjOkJcidente»: yf«8t»;ftl coütdrark, ooiTOtKee-Proodhoní.^A
bos«e auxilian; y sirven de prueba reciproca. El segundo mé-
todo j recurre á comparar, entre sí la relación que nace del
espíritu y djelfénómenorsücitmal, engendrado por el heého an-
terioí, para determinar por la experiencia ú observación, si
Ift cdnefxioQ-hipotética que de él se forma, expresa realmente
la relaoion> que existe entré los fenómenos.

10 <ft agosto 1866. >


ADVERTENCIA'BJS¿ÍOlKRÍ¿HéÁÍ'^^
»4«*M

OoMO el presente escrito se ha redactado con los conocimientos


que el autor poseía, conservados los mas en simples notas y
apunta, fruto dé'áatoi'ióüi estuliós, y '¿áée\óá^iéúl^^>'á^ los
que recientemente kiai ¡MPaóticado eos e^teol^éti»',-sédeja'ritn^di^
citarlos originales de donde dimanan, por la imposibilidad díe
(Verificarlo con acierto y exactitud, por lo que toca á los prime-
ros; y en ouant» i los se^iHks, por 8^ éh extremó Miáerbsos
y conocidos los más, como referentes ¿ materias demá^ado vul-
gares. No obstante, se ha juzgado indispelo^áblé'sé^ar'de^iebtá'
exclusión los siguientes, como mas adecuados para comprobar lo
que se ha intentado demostrar.

BEATIALBERTIMAGNI RATISBONENSIS EPISCOPI, OR-


DINIS PR£DIOAfjDfiMv(^eitá<qOte <l»(Aéhúi haierii póiuénint

BIBLIOTHECA MÜNDI, SEÜ SPECÜLIMAJORIS VICENTII


BURGUNM PR^SÜLIS^üHLOVAtCEKSIS^OBíDIMSri^ifiDI-
GAISWtUMfHEOLOGr AC De«m)WS5EÍXIMttMilháa« eitTl^
pos^il^ía MthazáriS Beileri, ^uij ctrdio>i<aUfeo;^A&ño MW'S».
C. X. X. I. V. (4 tomos eníiHéé mayor.) ^ ' ¡ >- ¡-^ n i .-hí

R. P. Fr. JOANNIS DUNS SCOTI, DOCTORIS SUBTILIS,


ORDINIS MÜíORUM.—Opera ómnia quae hucuique reperi po-
tuerunt.—Lugdni Sumptibus Laurentii Durand.—M. D. C. X.
X. I. X. (12 tomos en 16 volúmenes fóleo mayor.)
— 558 —
CESAR CANTU.—Historia universal.—Madrid, Gaspar y
Roig

CÜVIER.—Histoire des sciences naturelles de puis leur ori-


^ne jus qu' á nos jours.—Paris 1841. (5 tomos en 4,°)
• '¡]i('íi';ti'!!:;•• - ' ' í í\u-í i.K',1 •'••i¿x^ ^ i _ 'lu^'í-'v = "'. ••:•••..

;,! DJGTIQtoWBi m SCIES€ES PH¥SIQiIES..-Par une so-


ciet^:4e._psofBS9wr?!et dei savantí*—Paris 1$44. (Gitomos.) ;

•!i..r;:! ---i H :,'Í:'] ^HÍI -I- -I-..; .•••..:^ ; I . / - > , • , ; • : ^ :•;••••»• ; Í , ; ^ ' . .

,,.«S^EIlA^DO<T-Hi>s^re compáireé.des sy^éme» do philoso-


pMei rOOimd^n^s j-^^s^vement auxi principes des oonnaissances
hiUmainefti-r^Parisal&ÍSi, (4toni08.)r! i
;li: ' .>.'iiil'

RAIMUNDO LULIO.—Varios libros de distintas ediciones.

.,, R , P . M., 1 . ANTONIO RAIMtJNDO*PASí»JAL, Monje cis^


terciense iádiJíottasteño de ¡Níié^raiSefiofa de ía Real &c.—Di-
ferentes escritos.

SOaBRO^EíPOSO/fiARA!IOD!Q».K4?oii eiiKMiFii lá^sátf


NffiQWDQlg^diUQf mispa«^tait^ltapreimiétt Akialái,'étíclisa'^
Gracian, que sea en gloria.añoi l ^ í . - Ü < i . i >' ' >*

/ i !•>' -'-S
8B LAS PRINCIPUBS MATERIAS CONTEXIDAS EN ESTE IIBJU).

.-£;i,:í3a!iU

PAGS.

I. CONSIDERACIONES fiENEBALES SOBRE LOS ESCRITOS


LUIíIANOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. ,
Reflexiones generales sobre Jas ventajas del li-
bre examen cieptifico.—Su persecución en cierto
tiempo.—La edaA media, y los inconvenientes que
produjo al adelanto científico,—Para conocer la
grandeza de Lulio, es preciso referirse á sus obras.
—Se discute su pretendida iluminación divina en
las,|[ji«nf;i^.r-Se prueba que estudió.—Juicios exa7 ., > .
gei^ps sobre íji iaí?iduria.^Su;reputacio
es dpsacato examinar y juzgar sus escritos.-—Fuer
ron numerosos, pero es imposible señalarlos con ;
exactitud.—Su gran celebridad se refiere á la par- i
le filosófica.—Para juzgarlo es preciso compararlo
y recordar su época.-T-Su estilo.—Lengua c» que
escribió.—Jui9iip sobre,su po€!sía.. . . . . . . . l i 35.
II. DlVISI0NJ9i;i.0S JSCRlTOSiüUANOS. . . . . . 35.
Capitulo I.•^TXm^VikS FttOSÓFlCAS , . . . . . ,, id.
Gemprende dos-clases ó secciones. . . . . . . id.
§. I. Estado de la Filosofía en tiempo de Lulio.
—La queflorecíaal aparecer este en el mundo cien- ,,
tífico.—Aristót^era^j^jlj^premo dominador ,T-Sus
elogiadores é impugnadores.—Reflexiones sol^e la
Fil^^ía en general. . . . . . . 38.
72
60
§. II. Sistema filosófico de Lulio.—Como con-
cibió la ciencia y sus esfuerzos para hacerla gene-
ral.—Consideraciones sob^^BSfctl^ís.—Su me-
canismo.—Sus artes de enconYrwTii^verdad.—Par-
ticularidades sobre la misma materia.—Sus princi-
pios lÍlBÍ*c¿S^t S¿ dfetínifcí^^rííifcí^oá''tóMy«^^ ' ' « ';^«
sales y su definición.—Lib^-o-de: lumine; extracto
parcial y juicio sobre el mismo.—Trivialidades.—
Preguntas.—Proverbios.—Ejemplos.—Alegorías.—
Varios pensamientos 52 á 105.
§. III. Complemento d el sistema filosófico. . . . 106,
A.—Z(i^íc«.—En que consiste la de Lulio id.

cialde este libro. , . . •. , . . . . . , . . . . . 110'.'


G.—Pensamieiitói ff'ené'r'díleg^ikdr'eélhtíktfé.^^ ' " ^ ' ''
Definición.---Stts'pbteMa^'t-'á^fjíártícütaiidÉédés: » ' '- '
—El alma, considéracitihes áébr'éí^elfó, antes de ex- •'— ^''^ '
poner los pensáMénlos dte Ltflibjyóditio la'céiíéfepi^' ''^ ' '• '
tuaban los antiguoá.—Resüméb del lilífti''de tuIiOj ' ' ' •-
sobreestá matMa^^éínáiflbfááttttáá ael'exiyííiUW y'^^ • ií' ' - -
sobre la misma . : ' 1 ' ; ' . . 'r . I ^ ; •; 'i .•:' . ^ t23f'a 186.
Capitulo /f.^-«ciSíl(tfAÍ^¡'»ítti»Btitó.ó«feW'*iáí tcMd. ' vmi'-
Consideracionó^ígenerales . . ^ . ; O j .• . . V^V^ '^•'•''id'; "
§ I. Con8Ídét'4ci(Mí)rkÍtórit*¿Miire'la#dÍéitóias ' ^ ' " i " "'"
físicas exactas y'nattiráles eri la éptiíjádé- tulló ; - ^ ' ~ ^ ' ' -''
Se desarrollaron" en €fi^ia;'^Árisfot€ís!Íaáré(^píld'V ''' * '
ensanchó.—Stííi*t«doí(*-16^ priiiáfef<)s'''aIto*'dtflTa' ' • i ' -
criatiandad.—Su persecución-eriditíha épobá'J^Soh:''' " ' ' •-
cultivadas por los Árabe»y ttáa larde'pdf los' éüW-''' • '''= ''
peos.i—Sobre salen en •ellaíij'S.Alfi*to',RÍ-Bitóon, v' •
V. dé.Beauvais á¡c. .-.•.•.^';'"^ r'v V :r^ :-'.'\'ímmit
§. II. Conoelmitentoá eápífáles dé'Ltiíiíi éíi éétáíl*''^'-' • á
ciencias.—Su nWÉé'dtí'éütódáilf lá-^éíféíál-^iSii dé- '' " i ' ' *
flnicion y la déíArt€íI^MM6dé exáftinár ciertbs'j ' " - ' ' ' ' ' '
objetos.—Defitíciónesdesvariosprincipyá'iretféiféi-^ ' » s. M
lest--Pr¡ncipales libros ó materias de que trató. •; " l ' J S l ' '
— 561 —
¡Ai—El Oaos 6 composición del Universo.—TéOn^.x, \ \
rííis ¡griegas sobro esta I^ail^riai.—Otra» do escrito*
res posteriores..—,El€aoft,segiin el misiB.o iuliOi , , 208
i^;—Jííro.«<?»í/«.—Noticias históricas sobreest?i ,.,; . .,,/
ciencia entre:l<)^!íifl|:iguoa!y,jCQBt^.|Hírteeos:(leXurv ; - í
lio, especialaipiQ;;(Íe AIIQÍISO elí.Sabio.-^LossBíJ-
po4fp.—Pensamientos sueltos de Luliosobre la mis-
ma materia.-r,E^tt^t%id?,?.»;,ybM 4#i 4?kí"ioíol*
que solo mereqQjf^.>íl«|(>i|^e_i§tiCftqgíaJs#(}iariia,, ..í
C. ~Botimipa,--^Q^^^% bi^jípa, ;de ^st* jQipxicia.;.„,: „ i ;¡ ¡j
epti» los antiguos griegos, y principales cont^pOT;, ; ,;,,!
rímeos de LuUo,—Este no. escribió verdaderdjpante , ,, i ;
spbr© esta ciencia.—PensamieBtos.sjielJtos sobre ella
yjpxtracto de su titulada Botánica,.. v, . v . . . ^ _ 301.
D.—/'^íííc«,.TV-CongideracionesAhistórieo-^enera--, \ tv
les sobre esta ciencia^í-rfJSo.aparítee tratado espe-i
cial de Lulio, sobre esta parte de la¡ Filosofía nalu-
r£¿,—Varios pensamientos sueltos sobre ella del ,
mismo autor.—?U arle ttáutico.—lío inventó la .agu-
ja náutica, ni presintió la América como algunas ,
suponen 308.
E.—Geología y Minerologia.—No existen tra-
tados especiales de Lulio.—Como defínelos metales. 341.
^.—Oeometria.— ^\X9. definiciones sobre algunos
puntos.—Cuadratura del circulo 344.
G.—i/inicia.—Como la defmia y entendía.—No
fué estratégico ni táctico.—Su proyecto de conquis-
ta de la Tierra Santa, según el libro de Fine. . . 3S4.
VL.—Quimica-Alquimia.—Lulio no fué alqui-
mista.—Pruebas según el mismo que condena la pri-
mera.—No son suyos los libros que corren con su
nombre.—La Química y Alquimia no son la mis-
ma cosa.—Historia de esta última y sus principales
teorías 361.
Supuestos escritos de Lulio 406.
Godicilo ó Vade-necum id.
— 562 —
Testamento . . . . . . . . . . . . . . . . . . 410.
Secretos ¿^ la naturaleza 6 Quinta esencia'. . '417'.
(Compendio del Arte de la trAsmntacioi'nrdel < i ''
alma de los metales . . . . . .• . . * . . . . . . 4'¥9.
\.—Zooloffiit.—%6 conocian tíatados eápeeialés '"' HÍH i»
en tiempo de líülio, pera este no escHbió sobre di-' ^i • • ü
cha ciencia. . ¡ I . , ? . . . . . . ; • : ; ; / . . - ; ' • WSA
1.-^Medicina.-^hvXvino ftiéinfiovádor ai fúñ- ' ' Í ' '«
dsídor de verdadéi^o sist^á Médicoi-^GíJitto cénfci- <^ 's Í'
bió la ciencia.-^Varios pensamieiailds átíVds Sobre ía '•'' •'
Medicina y sus partes. . . V . . . . ¿ : ; ; . :•. 'iSli
Escritos especiales. . . . . . . . . J . . . . . 510.*
.4ríe compendioso de la Medicina. ; . . j . . 510.
Be las regiones de sanidad y enfetmédad. . . 513.'
Be la levedad y ponderosidad de los elementos. 51^5.
Arte de los principios y grados de la ihédieina. 61S.i
Juicio sobre la medicina luliana. . . . . . . .' . ' 640'.
Epilogo ; . . . . . 545;'
Principales libros consultados para la redacción '
de este tratado. . ,'. v Ml}\
J •»;,.

PRII!IGIMIES;¡E|ÍPES QUE I ) E B E N , i H M $ .
ir, i
-ni ;.!•«•> n ; SI

.ffl'>rf?y"1-r •!•,!
);WG(!''<Í:'; si) ~pi-jj;;b J;IÍ) lOU.ryj'. <~<n í - uU
;;i ii •:hnii(\c'>r:'Xi ,'itT,-iU: •tU.'ñ U'. Íi-¡>J.
INTRODUCCIÓN. '

no sus invectivas;
KDÍ,.') if, TEXTO.
i líts'm"^'^':'*'; ]l,
8 2 Juaa Escoto, 'ÉVlgenes, Juan Escoto (Étígeí(4) fMi-
.iiiVI
guel . .
34 4 Duns-Scott; En esta y^ásjtíéiíias'dtas* léa-
se sieéwtüinsTScot"'"
10 3 cor1ré|ió"' cáWí^if^'•;'•; :^ '';'|:
13 32 áeMMsú deiiitJstracídtí' ' '.•','•
18 7 perpetdá^ o / . j perpetua'hM)
';.;t:
19 26 saber "'•"'"; ' sabor "'
21 27 fanática^''' ' ' fantástiida^, [,
24 13 Epjtecto ' ' '^ ' Epicteto ' "^
30 33 ét'iti^tiilá'yíliijo el l^tf^ge ábéfe éét b||¡
':Í'
38 34 Roberto! Bacciií' Rogéifo ia,córi
41 2 que no' iáé 'd\)6le^a no se doMéga ^ " •
81 10 se fecundé ' ' se fecunda' '. ''
82 13 ordena, áü- "• ordena, an- ' ' '
83 16 Dos largos añbs' Tres años lár^^S '
88 10 es este '""• • 'Bá'énté''" • ":^ / - '
89 17 lo bondad ia bondad '^
100 1 TrivifiéámWiulio TriviaHéiies (fe' Lúlio
Id. 8 y otros al deseo y otras al deseo
114 21 acto ó polencia acto á potencia
120 21 por las liberales por las artes liberales
123 7 Fénix Félix
129 23 lODios? \0 Dios!
131 21 un guid m quid
135 11 rendían en el resij^Mi en el
146 7 Localidad 9^!^ Localidad
564 —
Id.
ISO' f !|ijl^/ü!;hi m ff y dala
158 6 ciadelalma """ -'detaima
1S8 11 tar ciencias tas ciencias
166 11 Diococórides Dioscórides
Id, .«""Sllífifro ..__- .._. —lÉ^.!Isidora „.. 1 ' .'- '
167 23 era preceptor era director de enseñanza
180 35 Aquí se vé &c. ^oij^ ,A;Í; ^. Este aparte, corresponde á la
página anterior, después de
;<fií:)y)íni nu. oii
212 7 el Caos oi>;;' al Caos
81S 17 tiene en i^en}$^| se tiene eacu^fnla^. j
m nM .u,..Z„vi
291 7 y pjan^^rs..
del . ^';' 'i ;
y planetas
-.

.306 23 friílose'. , • frUtO,;„,,v ,,,,,í| ; . ,;,


307 8 j{|B<)o la . jando á lá
300 11 van verdaden^ ian verdfideras . ¡
333 7 tal 1^ repál^n, ,, tal le repv,ia,^
3i4 28 ti va par^ tivo,pa¡rsy.;,;
369 15 á quien á quienes ,.' , ,,
360 4 vidospa^ , „ , vidopar^,,. .,, -. ,.
369 21 credido ,,,, crédito \ . ,,,i.^,.( !•; ;Í
370 34 te del anticuo grado del antiguo
3Ú 7 ei^re. y ¡$01, , ;< C'ílW'S'^^tv/oH ii •
486 23 Cotoiumas Ci^iflKanai?,, „ , ,
Id. 31 otras de , otra de ,¡,. ', . ;
4S9 18 Mención MiicliQi^ ¡.
461 *i y"í8?; .• , vqlj^ol
486 24 Navegación (fia 9.\günos e¡em- Negmon
piares.) • - . ; , • .

541 26 . ios ccritos , ; los escrilois

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