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al pleno desarrollo del amor del Padre. En efecto, lo que ahora actœa
ocultamente, accesible slo a la fe, aparecerÆ en una revelacin plena:
desde all ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
3. Su venida gloriosa
a Parusa
e «Expectativa»
Es bien conocido el gran papel que desempeæ en el cristianismo
primitivo la expectativa sobre la parusa de Jesucristo, sobre el final
de los tiempos y sobre el juicio universal en un futuro inmediato,
inminente4.
Desde la perspectiva actual, la expectativa pospascual del cristia
nismo primitivo es una apreciacin errnea e ilusoria, al menos en el
sentido de que implicaba unas ideas temporales equivocadas. Pablo
describe en la primera Carta a los tesalonicenses 1 Tes 4, 15-17,
uno de los textos neotestamentarios mÆs antiguos, en forma incisiva
y contundente la inminente parusa de Cristo, en un marco apocalptico,
como algo que Øl espera presenciar en vida. En todo caso, Pablo resume
tambiØn en esa carta lo esencial de su esquema, el nœcleo de su idea
de la parusa: «Entonces estaremos siempre con el Seæor» 1 Tes 4,
17. La comunin definitiva, inalterable, ininterrumpida con el Seæor
4. Cf. II. J. Venetz, De, Glaube weiss am dic Zeit. Zum pauiinischen Ver
stdndnis der «Ietzten Dinge». Einsiedeln 1975; 0. Schneider, Parusiegleichnisse im
Lukas-Evangelium, Stuttgart 1975.
EstÆ sentado a la derecha de Dios 289
d Reserva escatolgica
Bajo esta reserva final, «escatolgica», se realiza nuestra vida de
fe en Jesucristo: ya ahora sabemos y nos abandonamos a la certeza
de que Dios se nos ha aproximado por medio de Øl, de que su mano
«No es cierto que nosotros mismos hemos oscurecido no pocas veces este
sentido liberador del mensaje del juicio final de Dios proclamando, s. muy
alto el mensaje del juicio ante los humildes e indefensos, pero haciØndolo en
voz baja y sin conviccin ante los poderosos de este mundo? Pero si hay una
palabra de esperanza destinada a ser proclamada con valenta ante «goberna
dores y reyes» cf. Mt lO. 18 es precisamente Østa. Entonces aparece toda su
capacidad para infundir esperanza y Ænimo. Esa palabra habla del poder jus
ticiero de Dios y afirma que no slo el amor, sino tambiØn la justicia es mÆs
fuerte que la muerte. Habla, en definitiva, de ese poder justiciero de Dios que
destrona a la muerte como dueæa de nuestra conciencia y que garantiza que
con la muerte en modo alguno queda sellado el dominio de los amos y la
servidumbre de los siervos. ¿Y eso no debera ser una palabra de esperanza?
¿Una palabra que nos ¡ibera para reclamar esta justicia en cualquier circuns
tancia? ¿Un estmulo que nos haga resistir las circunstancias de flagrante in
justicia? ¿Un criterio que nos prohba hacer ningœn pacto con la injusticia y
nos comprometa constantemente a gritar contra ella, si no queremos denigrar
nuestra propia esperanza»5.
«No olvidamos que el mensaje del juicio de Dios habla tambiØn del peligro
de condenacin eterna. Ello nos impide contar de antemano con una reconci
liacin y redencin para todos y para todo lo que hagamos u omitamos. Pre
cisamente as influye constantemente este mensaje en el cambio de nuestra vida
y aporta seriedad y dramatismo a nuestra responsabilidad histrica»9.
8. Ibid.
9. ¡bid., 93.
Estdsentadoa ¡a derecha de Dios 293
como juez, para dejar en claro el criterio que debe orientamos. «Cuan
do el Hijo del hombre venga glorioso, acompaæado de todos sus Æn
geles, se sentarÆ en su trono real y reunirÆ ante Øl a todas las naciones».
As comienza la descripcin del juicio final en el captulo 25 del
evangelio de Mateo. El texto utiliza la metÆfora de la separacin de
las ovejas y los machos cabros por el pastor para expresar la divisin
en dos grupos que luego responderÆn de sus actos. No necesitamos
investigar en detalle lo que este texto puede sugerir sobre la predicacin
prepascual de Jesœs. Basta leerlo como exponente de lo que crea el
cristianismo primitivo. ¿CuÆles son los criterios por los que se esta
blecen los dos grupos? El texto parece claro: el Hijo del hombre
examina, si cabe hablar as, el «humanitarismo» de las personas: el
criterio es la conducta concreta con los hambrientos, los sedientos,
los desnudos, los presos y los enfermos. Pero hay dos extremos sor
prendentes. En primer lugar, el texto no habla simplemente sobre la
necesidad de compartir los bienes con espritu humanitario y fraternal,
sino que introduce inequvocamente el aspecto cristolgico. El texto
dice: tuve hambre y me disteis de comer... estuve desnudo y me
vestisteis. Jesœs mismo es el punto de referencia inmediato, la conducta
con Øl decide nuestra relacin con Dios. Pero -este es el primer ex
tremo- nuestra conducta con Jesucristo y, por tanto, nuestra conducta
con Dios, que le envi, se realiza de modo inaparente y nada preten
cioso en nuestra conducta con los mÆs humildes de «sus hermanos».
Porque todos los hombres son hijos de Dios, porque todos los hombres
son hermanos y hermanas de Jesucristo, porque Dios es un Dios de
todos los hombres, porque Øl ama y quiere perfeccionar a todos los
hombres, por eso no se puede poseer ni afirmar a Dios y a Jesœs al
margen o en contra de los hombres que son afirmados o queridos por
Øl. La amistad de Dios con los hombres y su encamacin convierten
a cada ser humano en posible lugar de la relacin con Dios, de la
actualizacin de mi opcin fundamental. El juicio, pues, pondrÆ de
manifiesto lo que la carta a Tito llama «aparicin de la bondad de
Dios y de su amor a los hombres» Tit 3, 4. El texto utiliza para
expresar el amor de Dios a los hombres en la vida y muerte de Jesœs
el mismo tØrmino, «epifana», que emplea para designar su parusa
gloriosa al final de los tiempos: «Porque el favor de Dios se hizo
visible, trayendo salvacin para todos los hombres; nos enseæ a re
chazar la vida impa y los deseos mundanos, y a vivir en este mundo
con equilibrio, rectitud y piedad, aguardando la dicha que esperamos:
la venida de Jesucristo, gloria del gran Dios y salvador nuestro» Tit
2, 11-13.
El segundo extremo del texto mateano sobre el juicio reside en la
pregunta de los salvados, de los justos, de los fieles, de los orientados
Esed,euadnladencha*Dioz 295