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1 ¿Qué es una mala palabra? Aquella por cuyo uso se nos regaña, a grito pelado,
cuando somos niños: ¡Eso no se dice! Como el regaño furioso de los padres nos
aperpleja, como tardamos en reaccionar ante la furia, nuestros padres aprovechan la
perplejidad y la reacción tardía para amenazar. Una amenaza que duplica la
participación repentina del odioso dedo índice: -Si repites esa barbaridad te hacemos
carne para pasteles.
No obstante el mal rato, ascendido a tragedia griega por los padres exagerativos,
el niño acaba de confirmar la existencia de un mundo ajeno a las inocencias de acceso
controlado, tales como Santa Claus y los Reyes Magos. Y es la confirmación que,
efectivamente, existe un mundo de “barbaridades”. Mejor, un mundo que suele abrirlo
una llave obtenida de repente: la llave de la mala palabra.
Los padres se horrorizan de tener que aceptar ante los hijos la existencia de las
malas palabras. Mas, los condiscípulos, los amiguitos y la vida tumultuosa fuera de las
inocencias de acceso controlado, hubieron de descubrírselo muchísimo antes. Nunca
olvidaré el sonsonete que repetía un compañero de segundo grado, en la escuela
Antonia Sáez de Humacao: -Teatro Oriente, La mujer sin diente. Teatro Victoria, Diplo y
Juan Boria. Teatro Llona, La mujer tet….
Conocer la palabra que nomina la ubre en las hembras de los mamíferos,
aumentada de volumen por el sufijo ona, nos supuso despojar a la exclusividad adulta
de una mala palabra. Tanto así que, cuando llegaba la inspectora de nuestro dominio del
idioma inglés, ocurría un sainete mudo. Una sonrisita se atornillaba en las bocas de los
niños mientras observábamos las dos malas palabras de Mrs. Colbergh llegarle hasta la
cintura.
2 ¿Qué es una mala palabra? Aquella cuya enunciación zafia permite al abusador
atacar a su víctima por partida doble: por un lado la demoledora golpiza, por el otro los
insultos demoledores. En boca del agresor la mala palabra se emplea como arma de
combate. De ahí que, con preferencia, se la enuncie en voz alta, se la grite, se la
proclame. Canto de cabr… le gritaba un bandido, tan reciente como la semana pasada, a
la mujer a quien golpeó, mordió, dislocó la mandíbula, canto de put…
Sobra decir que el bandido recurría a las malas palabras con el propósito ruin de
liquidar la autoestima de la mujer, de criminalizar su moral, de ensuciarla en el fuero
interior. En resumen, de estigmatizarla y debilitarla de pies a cabeza, mente y alma
incluidas, asegurándose así de que el ataque sería “exitoso”.
Peor que coñ... y puñ... 2
3 ¿Qué es una mala palabra? La que por remitir, en su gran mayoría, a las partes
del cuerpo que realizan funciones de índole sexual o excrementicia, se tacha de vulgar,
bajuna, obscena. Y por ello se prohíbe su uso en sociedad.
¡Con la prohibición hemos topado!
Toda prohibición interesa al artista. Si se trata de un escritor será natural verlo
desmontar los mecanismos de lo vulgar, bajo y obsceno; de escucharlo interrogar las
posibles claves sociales contenidas en la vulgaridad, la bajeza y la obscenidad. De ahí
que, si una mala palabra le sirve como síntesis explicatoria de un mundo en proceso de
descomposición o transformación, no hay que correr a avisar que el cielo se está
cayendo y que principia la condena al fuego de los libros malditos. Tampoco hay que
corear Jesú Manífica si una segunda mala palabra le vale al escritor como ventana
abierta hacia universos precarios, cuya existencia podría ignorarse aunque jamás
negarse.
A fin de cuentas, más allá de las malas palabras aprendidas en la edad tierna,
más allá de las apocopadas en la prensa y que recuperan la agresión verbal de un
canalla contra una mujer, más allá de las que la literatura canibaliza, levanta su sombra
la peor mala palabra de todas. Incluso una peor que coñ…y que puñ… Por supuesto que
dicha mala peor palabra es censura.
Preguntas guía
[Este texto se publicó en el libro Abecé indócil con el título “Cabrona”, 2013]
21-febrero-2010 | Luis Rafael Sánchez
deja de ser efectivo si no se vocea con alma, vida y corazón? Que respondan los
fonetistas.
Mientras los fonetistas responden confirmo que el uso de la
palabra cabrona trasciende las habituales barreras divisorias de nuestras clases sociales:
mujeres con apariencia de damas y hombres con apariencia de caballeros las usan, por
igual, en el negocio donde desayuno. Por ello me arriesgo a afirmar que a
decir cabrona se apuntan la burguesía, más el proletariado, más el gentuzaje. También
quienes ametrallan el idioma español y quienes lo hablan con propiedad y corrección.
También los disparateros que, por dárselas de fisnos, dicen los víruses en vez de los virus
y las crísises en vez de las crisis.
En resumen, que la palabra cabrona se encuentra en su apogeo, disgústele a
quien le disguste y a pesar de su definición harto dificultosa: la del Diccionario de Voces
Coloquiales de Puerto Ricome insatisface porque ser cabrona no significa ser
pendenciera. Como tampoco significa hacerse de la vista larga ante la infidelidad de la
pareja, cosa que hace a gusto el cabrón, según el dictum sapiente de los diccionarios
citados.
Como el amor, el idioma es servidumbre, ahí está el ejemplo de cabrona. De
sierva de la miseria expresiva la acusarán, de introductora al saber deficiente y
conductora de la nulidad idiomática, de muestra de la chatarra a que se reduce el habla
popular. Más cauto, menos severo, yo la acuso de arma de fabricación casera para
ensayar en la guerra civil sin declarar que peleamos los puertorriqueños, día a día.
Preguntas guía