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ENORMES MINUCIAS
El Papa intenta contar con la mujer sin clericalizarla, en línea con su constante anticlericalismo
Centrar la mirada ahí sería errar el blanco y dilapidar energía positiva, el Sínodo
amazónico ha dejado centrados ante el Papa dos temas de gran envergadura: la mujer
y la ecología. El Papa ya ha hecho una sincera y clara apuesta por el verde y lo
femenino, y tira de la Iglesia en esa dirección con convicción. Creo que son temas
urgentes y serios, y además son de todos.
¿Le entienden los católicos? ¿Le entienden los ecologistas? ¿Le entiende el
feminismo? No está resultando fácil para algunos católicos hacerse cargo y aceptar el
mensaje, este puede ser recibido en clave política: “Un papa que se mete en estos
temas, ¿es de izquierdas?, ¿qué hace metiéndose en esas cosas en vez de ir a lo suyo:
lo espiritual y trascendente?” ¿Chirría la fe da algunos hacia el pontífice? Tampoco debe
resultar fácil para alguien no católico, periodista o político -pongamos por caso-,
encontrar claves distintas de las que están al uso para entender y transmitir la noticia:
“Mira, ahora el Papa se hace uno de los nuestros”, o “¿Qué hace este hombre en nuestro
terreno?”, o “¡Por fin, ya era hora de que la Iglesia asumiese estos cambios, aunque
seguro que los de dentro no le dejan!”, quizás se oigan algunos: “¡A buenas horas!”
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¿Es el caso de Francisco?
Con Francisco la Iglesia asume lo verde desde su valoración de la persona: hoy pensar
en verde es cuestión de derechos humanos que son indisociables del ecosistema. Este
es entendido no como un jardín botánico sino como el hogar común, inclusivo de las
personas que formamos parte de él con toda nuestra realidad. Usa una lógica de la ‘y’
que acomuna e incluye, no una dialéctica de la ‘o’ que divide y enfrenta: no “o el hombre
o el planeta”, sino “el hombre y el planeta”.
Lo verde en la Iglesia descansa en tres ideas. Primera, el mundo es creación, esto es:
don, huella, mensaje, criatura de Dios, digno de respeto y cuidado, no plastilina a
disposición del capricho del poder. Segunda, el hombre es persona, esto es: mezcla de
creación y creador, parte a defender, en peligro, agredido en sus derechos, inseparable
del drama ecológico que es también un ataque a su dignidad; de primera mano sabe
Francisco sobre la violación de tantos derechos humanos en la Amazonia vinculados
causalmente con el desastre ecológico; saber humilde que reconoce que la respuesta
eclesial no siempre está a la altura. Tercera, la Iglesia quiere ir en serio porque este
mundo está creado en Cristo y sólo con Cristo es sanable de raíz: si el hombre cura
colaborará a cuidar y curar el planeta, si el hombre está en armonía interior podrá estar
en comunión con los demás y el ecosistema.
La Iglesia de Francisco se perfila como un aliado serio de esta justa causa de todos. No
veo un postureo de empresa que busca un sello verde de corrección política, ni la
impostura de un tacticismo defensor de cuotas de mercado religioso. Hay una asunción
directa del problema que se percibe injertado en el corazón de la Iglesia, aún a riesgo de
ser malentendida por los suyos y a sabiendas de que sus razones no son plenamente
coincidentes con otros. En este mundo global, al católico, como a todos, le toca crecer
en responsabilidad y formarse para un mundo abierto en que el juego de la
comunicación tiene grandes ventajas, pero que no es apto para actitudes comodonas.
Con unas o con otras razones, con todos sus desacuerdos, profundos a veces, los que
se hacen cargo de lo que está pasando pueden unir sus fuerzas y trabajar juntos sin
pretender pensar lo mismo.
La necesidad empuja y pone a la mujer en roles que hace años serían impensables, y no
solo en la Amazonia. También Francisco intenta contar con la mujer en puestos claves
de responsabilidad dentro de las estructuras del Vaticano que le ayudan en su pastoreo
y gobierno. Más allá de la necesidad y de la justicia, nos encontramos en una situación
privilegiada para que la Iglesia aproveche la oportunidad asumiendo el desafío.
Oportunidad de que la mujer des-clericalice ámbitos y funciones que el devenir
histórico ha impregnado de clericalismo, la mujer supone hoy una oportunidad de
superar el clericalismo que tiene mucho que ver con mentalidades de poder. Pero el
riesgo, y ahí está el desafío, radica en acoger a la mujer en ámbitos y funciones, hasta
ahora clericalizados, clericalizándola a su vez. El clericalismo no es patrimonio de curas
clericales, es transversal: hay clérigos clericales, monjas clericales, laicos clericales,
mujeres clericales. También los hay que no. Acoger su don y dar -que ella tome- todo el
juego a la mujer en la Iglesia sin clericalizarla es una gran oportunidad, sería un regalo
en línea con el constante anticlericalismo de Francisco, quizás en la línea del feminismo
de la ‘tercera mujer’ de Lipovetzsky, tan real como discutido. Estaríamos ante una nueva
hora de la mujer en la Iglesia. La Iglesia necesita y se toma sus tiempos. El futuro está
abierto, veremos.
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