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Ley de Víctimas y Restitución de tierras no contempló qué hacer con familias que hoy
habitan predios abandonados y despojados, y no tienen relación con actores armados
ilegales, testaferros o compradores de mala fe. Muchas de ellas son tan pobres como los
reclamantes. Esta es otra 'pita' que enreda el proceso.
Inicio
Las explicaciones de por qué esas familias viven en esos predios son variadas: se puede
trata de personas que compraron sin malicia pues el vendedor acreditó documentos; o que
siendo desplazadas de otras regiones encontraron un terruño abandonado y sin más
opciones de trabajo, decidieron ocuparlos; o que el antiguo Incora (hoy Incoder) les
adjudicó una parcela que en el pasado había pertenecido a otra familia y no lo sabían; o que
por supervivencia o miedo un grupo armado los ubicó en esas tierras.
Vacios
“La complejidad del despojo no fue contemplada por la Ley. Se pensó que todo había sido
un despojo masivo a sangre y fuego y que podía resolverse a punta de sentencias”, advierte
Pilar Peña, coordinadora del Observatorio de Restitución y Regulación de Derechos de
Propiedad Agraria, una alianza de las universidades Nacional y El Rosario.
Por su parte Yamile Salinas, de Indepaz, resalta que la ley no contempló que los predios
reclamados estuvieran ocupados por personas en situaciones de vulnerabilidad similares a
los de la víctima inicialmente despojada. “Esto es de cuidado porque en principio se ve a
los opositores como de mala fe y no siempre es así”, precisa.
Otro tema, explica esta experta, es que la ley no incluyó a los tenedores, es decir, a aquellos
campesinos que con el permiso del propietario explotaban una porción del predio: “Esta
situación es común en la Costa Caribe. Y ahora algunos de esos tenedores que resistieron
están reclamando la tierra”.
Naciones Unidas advirtió en un informe que los segundos ocupantes eran frecuentes tras los
conflictos armados y que estos habían impedido los retornos en Azerbaiyán, Armenia,
Ruanda, Bután, Bosnia Herzegovina, Croacia y Kosovo. En Colombia, en regiones como
Sucre, la Asociación de Usuarios Campesinos (Anuc) se ha opuesto a la restitución
alegando este tipo de inconvenientes.
Contradicciones
Uno de los mayores problemas que representa la falta de definición en la Ley de Víctimas y
Restitución de Tierras de lo que son los segundos ocupantes, llamados también en los
procesos judiciales “terceros intervinientes”, es que las sentencias sobre reclamaciones no
guardan una misma línea jurídica: varias de ellas han dado diversas órdenes sobre si se
debe o no indemnizar a estas familias, y en caso de ser positivo, cómo y con qué dinero o
tierras se deben compensar.
Sobre los casos de Tillavá, Meta, y Tibú, Norte de Santander, los jueces rechazaron las
peticiones de los segundos ocupantes porque, a su juicio, no actuaron de buena fe. Pero en
un caso similar, esta vez en San Alberto, Cesar, los jueces les dieron la razón, no obstante,
las compensaciones fueron distintas: para uno ordenó la indemnización según el avalúo
comercial del predio; para otro ordenó ser beneficiario del Subsidio Integral directo de la
Reforma Agraria del Incoder; y a uno más lo dejó en el predio con consentimiento de la
víctima reclamante, ya que esta última iba a ser compensada con otra finca.
Yamile Salinas, de Indepaz, advierte que la ley no incluyó partidas presupuestales para
atender este tipo de indemnizaciones y compensaciones, como tampoco lo hizo para
familias que reclaman predios afectados por protección ambiental o para comunidades
étnicas que por riesgo no puedan gozar de su territorio colectivo.
“El Fondo de Tierras de la Unidad de Restitución está constituido por predios de extinción
de dominio. El problema de tierras de este país siempre se quiere solucionar con esos
predios, que además nutren los Fondos de Tierras del Incoder, de la Unidad de Víctimas y a
futuro, el fondo de tierras acordado en La Habana. Pese a estar extinguidas, son tierras con
líos, enredadas, que muchas veces no tienen vocación agrícola”, expone Salinas.
Lío agrario
Si algo tienen claro las expertas consultadas por VerdadAbierta.com, es que el tema de
segundos ocupantes aflora los problemas históricos agrarios del país. Según Pilar Peña,
Coordinadora del Observatorio de Tierras, la solución de reformar la ley o de crear un
programa para atender estos casos será “sólo un paño de agua tibia”, pues ni siquiera el
catastro está actualizado y no hay un inventario de baldíos, situación que también ha
dificultado los procesos de restitución.
Al respecto, Yamile Salinas, de Indepaz, considera que la falta de claridad sobre quiénes
son los segundos ocupantes, si actúan de buena fe o no, tiene que ver también con el
Incoder, entidad que antes de que existiera la ley no cumplió con la tarea de llevar un
registro de predios abandonados. Y lo que complica aún más el panorama, según ella, “es
que en los casos de parcelaciones, la restitución no se está haciendo de forma colectiva sino
fraccionada”.
“El problema de fraccionar las demandas en casos colectivos es que va en contravía del
principio de la ley, que es en favor de las víctimas. Retornar así, de a uno, genera
inseguridad”, indica Salinas. Según esa investigadora, ese factor hace más difícil encontrar
los patrones de despojo y poner en evidencia a los opositores que aparecen comprando
predios en varios municipios.
Otra inquietud que plantea la existencia de los segundos ocupantes es que si la Unidad de
Tierras no se toma el tiempo suficiente para documentar bien los casos, pueden terminar
cometiendo injusticias. Según la Ley, el tiempo para ir a terreno, recabar pruebas y redactar
la demanda es de hasta cinco meses.
Un obstáculo para la Unidad de Tierras y para los jueces a la hora de documentar y decidir
sobre los segundos ocupantes es la falta de información y la carencia de bases de datos. Si
bien la ley se refiere a la “interoperabilidad de los sistemas de información”, es decir, que
las diversas instituciones del Estado debían tener bases de datos actualizadas y garantizar su
acceso para facilitar los procesos de restitución, en la práctica eso no existe y, por tanto,
investigadores y jueces terminan enviando oficios que tardan días en llegar para poder
saber, por ejemplo, si una persona está registrada como víctima o si un predio es baldío.
Alternativas
Aunque la norma le fija a la Unidad un máximo de 150 días para documentar los casos,
redactar la demanda y presentarla ante un juez, Sabogal acepta que han tenido que
replantear esos tiempos porque el trabajo de campo ya no se limita a los datos del
reclamante sino también de los nuevos ocupantes, cuando los hay. Pero considera que la
complejidad también tiene que ver “con la debilidad o inexistencia de la institucionalidad
en lo local y de la falta de información sobre derechos de propiedad rural”, refiriéndose a la
desactualización de bases de datos sobre predios y sus propietarios.
El funcionario acepta que, además, fue una fórmula para darle celeridad al proceso. “Si
hubiéramos, por ejemplo, esperado a documentar todas las parcelas de El Toco, Cesar, para
presentar el caso colectivo al juez, todavía no estaría lista la demanda”, dice.
Sobre el cuestionamiento de dónde van a salir el dinero y las tierras para indemnizar y
compensar a los segundos ocupantes, Sabogal asegura que será del Fondo de la Unidad de
Restitución, que tiene un presupuesto asignado y una bolsa de predios transferidos por el
Consejo Nacional de Estupefacientes. Según datos del Fondo, el presupuesto de 2015 es de
27 mil millones de pesos para indemnizaciones y cuentan con 20 predios, 15 de ellos de
extinción de dominio que suman 233 hectáreas, avaluados en 18 mil millones.
Sin embargo, aclara que estos predios están dispuestos para compensar a las víctimas y lo
que tienen previsto es que el Fondo pueda comprar predios para atender los casos de
segundos ocupantes. “Consideramos que los recursos están”, afirma Sabogal.
www.verdadabierta.com/las-pitas-que-enredan-la-restitucion
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