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Pastorela Solo Para Mujeres

SOLO PARA MUJERES... ¿DÓNDE ESTÁ SAN JOSÉ?

PERSONAJES

Virgen María / Arcángel Miguelina / Arcángel Gabriela / Satanela / Ana


(coqueta) / Isabel (chismosa) / Nohemí (avariciosa) / Sara
(envidiosa) / Rebeca (dominante)

PRIMER ACTO

Campamento de pastores con fogata al centro y algunas cazuelas y


jarros para preparar alimentos. Vestuarios típicos de pastores, Época
del nacimiento de Cristo. La escena está vacía. Entra Satanela
temblando de frío, se dirige a la fogata y se calienta con placer. Habla
hacia el público.

SATANELA. ¡Que frío! ¿Por qué no escogería el Redentor el tibio


verano para nacer? ¿o, al menos, otras tierras con clima benigno en
donde no me atormentara el gélido invierno? Estoy comenzando a
sospechar que todo esto fue fríamente planeado porque no quieren
diablos aquí. ¡Qué desconsideración! Al menos estos simpáticos
pastores aman el calor. ¡De buena gana me pasaría la vida aquí!

(Descubriendo al público)

¡Hola! Perdonen mi distracción, ahora me presentaré. En esta


pastorela el diablo soy yo. Soy Satanela, ángel de la oscuridad. ¿Y
Satán, dónde está? Está muy ocupado viendo un invento al que
llamarán televisión. ¿Saben?: él trabaja mucho, todo el día atiza el
fogón y dice que termina tan cansado que no quiere saber nada de
Dios.
Revisando yo los libros que hablan de la redención, me encontré que
ésta es la fecha en que nacerá el Salvador y ¡aquí estoy! Me di a mi
misma la misión de impedir que los hombres conzcan al Hijo de Dios.

¡Qué importa que nazca, si no nace en sus corazones!

Cristo nacerá esta noche en Belén y yo deberé impedir que allá vayan
los estos pastores, haré que estén cansados, con ganas de divertirse,
les ofreceré ricos bocados, frescos vinos y cervezas, haré que sus
ojos se cierren con arenas de pereza y al oído les murmuraré:
“mañana, tal vez, cuando amanezca...”

Que descansen todos los diablos en suaves lechos de carbones


encendidos, que descansen si están cansados que aquí está
Satanela. ¡Demonios, qué frío hace! Tendré que dejar este fuego pues
allá veo a los pastores que vienen a calentarse.

(Desaparece de la escena, entran las pastoras, traen leña, canastas


con comida, mantas, escobas, etc.)

ANA. ¿Y dónde están los pastores?

ISABEL. Pues yo no quería decirte pero fíjate que vi a tu marido que


se marchaba al pueblo con tu prima. No creas que soy chismosa, solo
soy comunicativa.

ANA. Gracias Isabel por la información. ¿Así que ese pillo me daja el
campo libre? Lo sabré aprovechar. ¿Y tu marido, Isabel?

ISABEL. ¡Ay, mi marido es muy bueno, se ha ido a confesar!

SARA. ¿Y para eso quería la botella que llevaba escondida? (Risas)

ISABEL. Que mal pensada Sara, si era agua bendita. (Risas).


REBECA. ¡A callar! Tenemos que preparar la comida y si siguen con
sus chismes cuando lleguen los pastores nada van a encontrar.
Nohemí, regálanos un poco de azúcar para endulzar el café.

NOHEMÍ. Perdóname Rebeca, sólo traje para mí.

SARA. Algún día seré tan rica como tú. Ojalá te quedes pobre y
tengas que mendigar.

REBECA. Calla ya, envidiosa, que males no debes desear. Si Nohemí


no quiere darnos, ¿por qué la has de obligar? Vamos, a trabajar
todas.

ISABEL. Pues yo no quería decirlo porque luego dicen que soy


chismosa, pero pienso que está noche los pastores no van a venir.

REBECA. ¿Qué sabes de ellos, Isabel?

ISABEL. Pues, me da mucha pena decírselos pero vi a tu marido y al


de Nohemí jugando dominó en el pueblo.

NOHEMÍ. Ya le he dicho que no juegue, que el dinero no se da en


árboles. ¡Ay, diosito, hazlo que gane!

ISABEL. Y sin que tampoco parezca chisme también vi al marido de


Sara ir con el alcalde.

SARA. ¿Qué les parece amigas? ¡mi esposo con el alcalde!

ISABEL. Fue con el alcalde para un trabajito, pues está noche hay
fiesta en palacio y no había nadie para servir. (Risas.)

REBECA. Estaremos solas esta noche, nuestros maridos no vendrán.


El descanso, el placer, el juego, la embriaguez y, hasta el mismo
trabajo les impide venir esta noche. Comencemos a servir los platos,
amigas.
ISABEL. ¡Ay, amigas! hay otra cosa que les quiero decir.

ANA. Dilo ya, si no, no descansas.

ISABEL. Esta vez no es un chisme, ¡vean hacia allá!


(Todas voltean)

TODAS. ¡¡Es un Ángel!!

GABRIELA. Soy una arcángel, soy Gabriela; Gabriel no pudo venir,


había ensayo del coro y me encargó que bajará para estar con
ustedes... ¿y dónde están los pastores?

REBECA. Todos tienen motivos para no estar aquí.

GABRIELA. Escuchen buenas pastoras lo que les voy a decir: esta


noche les ha nacido en el portal de Belén, un niñito precioso que es el
Mesías Redentor. Es el hijo de María y es Hijo de Dios. Vayan pronto
amigas, así lo reconocerán:

(Canta)
Envuelto en pañales
y recostado en paja está
Él, tiembla de frío.
Ella solita está.
Son de lejanas tierras,
váyanles a acompañar.
Gloria a Dios en las alturas,
a ustedes, las de buena voluntad.
(Se va)

SARA. Cómo envidio a María. Ha de estar muy contenta.

REBECA. Sara, no es bueno ser envidiosa.

ANA. ¿Será guapo San José?


REBECA. Ana, tu marido te puede oir. ¡Vamos pronto al portal! y
llevemos al niño y a la madre lo que permite nuestra pobreza.

NOHEMÍ. Ahora yo soy la que los voy a envidiar.

REBECA. No seas envisiosa tú también. Vamos, vayan a preparar los


regalos.

Salen todas menos Ana que se queda recogiendo algo junto al fuego.
Entra Satanela cuando Ana va a salir.

SATANELA. Espera Ana. ¿A dónde vas?

ANA. Voy al portal de Belén a adorar al niño-Dios que ha nacido.

SATANELA. ¿Así? Mira, si hasta tienes tizne en la nariz.


(Se lo quita)

ANA. ¿Qué quieres decir?

SATANELA. El que ha nacido es un príncipe y si es príncipe con toda


seguridad allá va a haber reyes, embajadores, condes, duques y uno
que otro marqués. ¿Y tú vas así, Anita? No, no, no... ponte tu vestido
deminguero, píntate, perfúmate. ¡Es una noche especial!

ANA. Tienes razón, amiga. Me pondré tan guapa que voy a conquistar
a más de uno.

(Sale Ana y entra Isabel)

SATANELA. ¿A dónde vas, Isabel?

ISABEL. A adorar al niño que nació en el portal.

SATANELA. ¿Al de María?


ISABEL. Sí.
SATANELA. ¿Pero, no sabes? Ven para contarte. ¿No sabes que
María esperaba al niño antes de vivir con José?

ISABEL. No me digas, quién lo iba a pensar. ¿Y qué más? cuenta,


cuenta.

SATANELA. Pues a mi me parece muy sospechoso que vengan reyes


desde oriente a visitarla. ¿No habrá intereses políticos
internacionales?

ISABEL. ¿Y Herodes ya lo sabe?

SATANELA. También dicen que el que ha nacido será el Rey de Judá.

ISABEL. ¡Válgame Dios! Voy a investigar bien para poder pasar


información fidedigna.
(Sale)

SATANELA. Isabel es buena aliada, es buena candidata para que me


haga compañía por siempre... un chismoso es más que un demonio.

(Entra Nohemí ocultando algo bajo el manto)

NOHEMÍ. ¿Dónde lo ocultaré?

SATANELA. ¿Qué llevas ahí, Nohemí?

NOHEMÍ. Llevo mi azúcar y ando buscando dónde esconderla. Si las


otras se dan cuenta me van a pedir. Le llevo un poquito al Niño para
que no hablen mal de mi; lo suficiente para un tecito. ¿Dónde la
esconderé? ¿Dónde?

SATANELA. Ponla ahí entre esas piedras. Tienes razón en ser así,
hay que cuidar nuestros bienes porque uno no sabe cómo será el
futuro.
(Se va Nohemí)

No se sirve a Dios y al dinero porque con alguno se queda mal. Ni


falta hago aquí mientras haya gente como Nohemí.

(Entra Sara)

SARA. ¡Qué coraje! ¡Qué envidia!

SATANELA. ¿Qué te pasa, Sara? ¿Qué es lo que envidias?

SARA. ¡A María! ¿qué acaso yo no lo merezco? ¿por qué no fui yo la


madre de ese Niño? ¿por qué yo no y María sí? Ella pasará a la
historia y de mí, ni quién se acuerde. ¡Qué envidia! ¡qué envidia!

SATANELA. Lo dicho: con estas pastoras mejor me regreso al


infierno... no hago falta... todo el trabajo está hecho. Solo falta
Rebeca.

REBECA. Ana, Isabel, Nohemí, Sara. ¡Por Dios, mujeres!, ¿qué


esperan? Corran, que si nos tardamos llegaremos cuando ya ese
Niño dé los primeros pasos.

SATANELA. ¡Eso es, Rebeca, exígeles! Hábrase visto mujeres tan


ineptas, si no fueran por tí no harían nada. ¡Vamos, exige, manda,
gobierna!, para eso naciste.

Ellas son unas tontas e ignorantes, sólo piensan en hombres, en


chismes, en dinero, en fama. Tú eres la única sensata, por eso tienes
el don de mando. Mira, allá vienen, ¡exígeles!

REBECA. Vamos, caminen. No ven que se hace tarde.


(Llegan todas. Ana exageradamente arreglada, Isabel chismorrea en
voz baja, Nohemí trae aferrada una bolsita de azúcar, Sara mira con
envidia y Rebeca las ve con desprecio.)
MIGUELINA.
(Con espada)
¡Alto ahí! ¿a dónde van?

REBECA. A adorar al Niño que está en el portal.

MIGUELINA. ¡¿Y así van?!


Llevan de ofrenda al Niño su miseria y su maldad,
mejor regalo merece el que por ustedes nació.
Él quiere corazones puros, no quiere corrupción.
Ana, ¿qué llevan en el corazón? llevas impuros deseos, la corrupción
de tu amor. Despíntate esa cara, pareces payaso, por Dios.
Tienes tu marido, Ana; busca de él sólo su amor.

Y tú, Isabel, deja de chismear.


El chisme corrompe y pierde al que lo ha de escuchar,
hace de tí un mal bicho de esos que hay que pisar.
Deja ya la ponzoña, deja ya de odiar.

Busca lo bueno, amiga; dedícate a la verdad


Nohemí, ¿qué llevas ahí?

NOHEMÍ: Un gran regalo para el niño, gracioso Arcángel de Dios.

MIGUELINA ¿A eso llamas regalo? lleva también lo demás


Regalar lo que nos sobra es a Dios ofender.
Aunque tú seas pobre, algo puedes regalar.
No lo que te sobra regales, ni guardes para tí lo demás.
No sirvas a dos señores; sirve a Dios nada más.

SARA. Ahora si no las envidio.

MUGUELINA. Ni las envidiarás más. Por envidiar Satán perdió,


pues quería ser como Dios. Conformáte con lo que eres
y si quieres ser más, lucha, trabaja y esfuerzáte y lo que deseas
serás. Valórate a tí misma y nada tendrás que envidiar. La envidia
envilece, denigra y hace sangrar, ella amarga tu vida. Pierdes la
felicidad.

¿Y tú, Rebeca?

REBECA. Mande usted, general.

MIGUELINA. Si en verdad quieres mandar aprovechando el don de


Dios, aprende a ser humilde, aprende a decir: “por favor”
y trata de comprender a los que has de mandar.
No se te olvide, Rebeca, que mandar es servir y que el primero es el
último si en verdad quieres mandar.

(Al ver a Satanela)


¡Lárgate de aquí, Satanela.! Ya nada puedes hacer.
El Dios niño ha nacido, ha nacido aquí en Belén.
Ahora nacerá en los hombres, si ellos lo dejan nacer.
Es tan grande se amor; es tan débil criatura
que al hombre conmoverá y lo hará entrar en cordura.
¡Largo de aquí, Satanela, si no quieres la piel dejar!

SATANELA. Hace tanto frío que sin piel me congelaría,


me voy pues por mi gusto, al fin que yo ya me iba.
Me voy porque tengo frío y no por temor a ti.

MIGUELINA. ¡Largo de aquí, Satanela!


(La amenaza con la espada)

SATANELA. Sí, sí, ya me iba.


(Sale)

REBECA. Dinos quién eres tú... por favor.

MIGUELINA. Soy la Arcángel Miguelina; Miguel no pudo venir


pues tuvo un encuentro importante con el equipo de diablos.
Pero vengo yo en su lugar y ahora las he de llevar hasta el portal de
Belén al Niño Dios a adorar.

(Salen todas)

SEGUNDO ACTO
(El portal de Belén. María con el Niño, solos. Puede estar Gabriela)

MARÍA.
(Cantando)

A la ro, ro, niño el sol ha nacido


a la ro, ro, ro es lluvia y rocío
Duérmete mi niño que los cielos abiertos
duérmete, mi amor... sobre el surco esparcieron
Señora Santa Ana, Sssh, se ha dormido
¿por qué llora el niño? por favor no hagan ruido.
Por una manzana Dejen por hoy que descanse.
que se le ha perdido. Mucho trabajo le espera,
Vamos a la huerta hoy es apenas un niño,
y cortaremos dos, dejen que sus ojos cierre.
una para el niño Dejen que en sus sueños
y otra para Dios. recuerde
A la ro, ro... el cielo del que ha bajado.
Sssh, se ha dormido. ¿No ven cómo sonríe?
Será que sueña a su Padre?
¡Qué bello es mi niño ¿Será que sueña conmigo?


Por favor no hagan ruido, dejen que por hoy descanse.

MIGUELINA.
(Entrando con las pastoras que llevan ofrendas)
Hasta el portal de Belén mi espada las ha guiado. Allí está el Niño
Dios y su madre al cuidado. Ahora, humildes pastores, entren, pues, a
adorarlo.
ANA.
(Ya sin tantos arreglos)
Niño Dios, Jesús mio, mi corazón te entrego, yo quiero que
esté limpio, que limpio tú lo encuentres. Está hecho para el amor,
para que pongas en él el tuyo.

ISABEL. Yo te ofrezco mis labios que anuncian buenas noticias que


alegran el corazón de los que están en tinieblas.

SARA. Qué dichosa soy de poder llegar a tus pies ¡Cómo me van a
envidiar! con la envidia de la que es santa, las generaciones futuras al
recordar esta noche de gracia.

NOHEMÍ. Yo te traía un don que era mísero y ruin. Todo lo que tengo
te doy, y mejor, me ofrezco toda yo.

REBECA. Tú me diste un don que pongo a tus pies, yo lo quiero


convertir en el don de poder servir a todos.

ANA. ¿Y dónde está San José?

TODAS. ¡Ana!

ANA. Por favor, amigas, no piensen mal, les juro que no hay mala
intención. Con todo lo que está pasando de mi mal me estoy curando.
Sólo demuestro extrañeza de no ver al Santo varón. No han venido
nuestros maridos, los arcángeles no están, no está San José ni
tampoco Satanás. ¿No les parece algo raro?

MARÍA.
(Caminando hacia el público, explicando)

Ustedes acaban de ver esta especial


pastorela que titulamos “Sólo para mujeres” o “Dónde está San José”.
En ella quisimos marcar lo que es una verdad muy triste: los hombres
huyen de aquello que es importante. No asisten ni participan en juntas
y reuniones de la escuela. Y en lo religioso, ni se diga, es de lo que
menos quieren saber.

Siempre tiene excusas a manos llenas y siempre tienen pretextos,


sobre todo cuando se trata de las cosas de Dios.

Unos porque trabajan mucho, otros porque están cansados, otros


tiene negocios más importantes. Hay la mala costumbre de creer que
las custiosnes religiosas son solo para las mujeres y los niños y que
los hombres, por sus responsabilidades, están exentos de ellas.
Señores que están presentes, jóvenes, amigos nuestros, Dios cuenta
con ustedes, quiere que de vez en cuando se acuerden de él y lo
visiten. Así que ya no busquen más pretextos. Imaginen lo que
pasaría si ustedes quedaran fuera del plan salvador de Dios.
Den a Dios un poquito del mucho tiempo que le dedican al futbol, a
los amigos, al trabajo, a la televisión... sólo un poquito, pero que
nunca suceda que no tengan un tiempito para responder a todo ese
gran amor que Dios nos tiene.

¡Qué tanto será! que “nadamás” DIO SU VIDA POR TI. ¡FELIZ
NAVIDAD!

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