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EL LABRADOR, LA VID Y LOS PÁMPANOS

Índice del Tema

 Introducción
 Los “psikikoi”
 El que no nació de nuevo, no puede permanecer en Cristo
 Conclusión

(Juan 15: 1-6) “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva
fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis
limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no
puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en
mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto;
porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como
pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden”

Introducción

Jesús, dirigiéndose a sus discípulos les habla a través de esta extensa metáfora, buscando el que
entendieran los principios cristianos por medio de esta figura agrícola, la cual conocían bien, cual es la
vid.

Cristo se compara a sí mismo con una vid, pero esta vez no es la viña de Israel (Is. 5: 1-7), que en lugar
de uvas dio agrazones. Ahora, todo el contexto de viña, está concretizado en Jesucristo, la vid genuina
(lit. gr.), y de este modo se presenta ante sus oyentes.

Por otro lado, la vid, que es Cristo (o simboliza a Cristo), no surgió espontáneamente en esta tierra
humana, o por obra de hombre, ni siquiera por obra de Israel, sino que fue plantada por el labrador, el
Padre. Nótese que la obra de la vid no es producto del hombre, ni de su obra o mérito, sino que es obra
exclusiva de Dios.

La vid que es Jesús fue plantada en la viña que es Israel cuando se cumplieron las palabras del
Evangelio: “el verbo se hizo carne y acampó entre nosotros” (Jn. 1: 14). Vemos por tanto, que por
principio hemos de entender este texto de cara a su contexto: los judíos: “A lo suyo vino, y los suyos no
le recibieron” (Jn. 1: 11)

Para los que en estos momentos estén levantado las cejas, les tranquilizaré diciendo lo siguiente: Así
como la vid es una planta que tiende a extenderse por doquier, Jesús envía la “salvación hasta lo último
de la tierra” (Hchs. 13: 47), por lo tanto, el “efecto vid” no sólo hay que entenderlo de cara a los judíos,
muchos de los cuales decían creer en Él, aunque no eran de Sus ovejas (Jn. 10: 26), sino de cara
también a los gentiles, aplicando este mismo principio: no todos los creyentes son verdaderos creyentes.
En cuanto al labrador de esa vid, el Padre, lo es de toda la tierra (S. 24: 1). Eso no significa que toda la
tierra da fruto, o que puede dar fruto por sí misma. Por otro lado, así como la tierra no puede pedir dar
fruto, y menos si no se planta buena semilla en ella, nadie puede venir a Cristo, si el Padre no le trajere a
Él (Jn. 6: 44).

No obstante siendo el Padre un buen labrador, previsor y eficiente, buscó desde antes del principio de las
edades el que un buen fruto surgiera en la tierra por medio de esa vid genuina; por eso: “nos escogió en
Cristo antes de la fundación del mundo” (Ef. 1: 4) – esto es – a todos y cada uno de los salvados, los
cuales fuimos escogidos según Su presciencia (1 Pr. 1: 1, 2), según antes nos conoció (Ro. 8: 29).

“Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará…”:

Estos pámpanos sin fruto, son – aunque en apariencia - pámpanos, es decir, que su razón de ser lo que
pretenden ser, es porque son aparentemente parte de la vid, pero no son conforme a la vid, ya que no
llevan la evidencia de ser lo que se espera han de ser, por lo que deberían tener, es decir, fruto. El fruto,
en términos espirituales, evidencia unión con Cristo.

Son pámpanos que no cumplen el propósito de ser lo que parecen ser; así pues, en realidad no lo son. La
evidencia de ser lo que debiera ser, cual es el fruto, no se encuentra en ellos.

Todo pámpano vivo en la vid, cuál recibe la savia de la vid y todo lo suficiente como para dar evidencia de
ser pámpano, producirá conforme a su naturaleza, en este caso, fruto. Si no da fruto, ese pámpano, no es
pámpano.

Cuando un pámpano está realmente unido a la vid, y por tanto, recibiendo todo lo necesario de parte de la
vid, ese pámpano cumple con la función asignada a su naturaleza: dar fruto.

Cuando un creyente lo es verdaderamente, al estar unido a Cristo, como el verdadero pámpano lo está a
la vid, da fruto que evidencia esa unión: “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos
siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna” (Romanos 6: 22)

El Señor dijo (v. 1) “todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará”; es decir, ese pámpano no lleva
fruto en Cristo. Alguien que no lleva fruto en Cristo no es de Cristo.

El fruto no es el del pámpano en primera instancia, sino que es de la vid, es decir, Cristo. El fruto lo
proporciona Cristo, no el creyente; el creyente hace su parte, pero siempre es función de Cristo, no al
revés.

Esos pámpanos que son quitados de la vid, no pertenecen de hecho a la vid (a Cristo) ya que no existe
esa unión como tal, y por eso son quitados. Son sólo creyentes profesantes, pero no nacidos de Dios.

Leemos en Juan 8: 31, 32; “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros
permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad
os hará libres”.

Esos judíos habían creído en Cristo, por eso Cristo les dice “si permanecían en él”; era una condición.
Lógicamente sólo se puede permanecer en Cristo si se es de Cristo. Esos judíos a los que se dirigía el
Señor, no eran suyos. Esos son los pámpanos sin fruto.

El fruto no son las obras, aunque por las obras se ve el fruto. El fruto es la evidencia de que esa salvación
es real. Un organismo vivo, crece y se desarrolla, ese el fruto.

Los “psikikoi”

Un claro ejemplo en la Palabra de esos falsos creyentes, a los cuales se les puede comparar con los
pámpanos infructuosos, lo encontramos en la epístola de Judas:

“Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de
nuestro Señor Jesucristo; los que os decían: En el postrer tiempo habrá burladores, que andarán según
sus malvados deseos. Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al
Espíritu”(Judas 17-19)
Nos centramos esta vez aquí en el hecho de que esos llamados creyentes, son “sensuales”, y que no
tienen el Espíritu Santo. Son creyentes en Jesucristo, eso dirán, pero son mundanos, no son espirituales,
son falsos creyentes. La palabra que se traduce por “sensuales”, es “psikikoi” en griego, y significa aquél
que es llevado por el alma, que vive su cristianismo conforme a la carne siempre, aunque trate de
disimularlo ante los demás creyentes.

Llevándolo de nuevo a la metáfora de Cristo, esos serían pámpanos sin fruto. Jamás tuvieron fruto,
porque jamás fueron de Cristo.

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El que no nació de nuevo, no puede permanecer en Cristo

“Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. 4 Permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si
no permanecéis en mí”:

El permanecer en Cristo significa el quedarse en Él, el ser con Él, o estar en Él. Esto sólo puede ser así,
si así fue desde el principio, y ese principio fue el de la conversión; el pasar de la naturaleza de pecado a
la nueva vida en Cristo (2 Co. 5: 17). Obviamente, lo contrario también es verdad. El que no nació de
nuevo, no puede permanecer en Cristo.

Nótese además que nadie puede permanecer en Cristo si el Padre, como buen labrador le quita de la vid
por no ser realmente pámpano, por no cumplir con la función propia de ese pámpano.

Nótese también que nadie puede permanecer en Cristo si no es de Cristo. Sólo se puede permanecer en
Cristo, si se es de Cristo. Como vemos, muchos lo intentan, pero no lo consiguen, porque jamás fueron de
Cristo.

Vemos la siguiente descripción en la epístola a los Hebreos:

“Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos
partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo
venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí
mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio” (Hebreos 6: 4-6)

Aquellos hebreos a los cuales se está dirigiendo el autor de la epístola, habían recibido de parte del Señor
cinco cuestiones, las cuales analizamos a continuación, pero que eran insuficientes para su salvación.
Esas cinco ventajas, las reciben a diario miles y miles en todo el mundo, operando el asunto de la misma
manera. Unos son salvados, otros rechazan la luz definitivamente (Jn. 3: 19, 20).

 a) Fueron iluminados.
 b) Gustaron del don celestial
 c) Fueron partícipes del Espíritu Santo.
 d) Gustaron de la buena palabra de Dios.
 e) Gustaron de los poderes del siglo venidero.

Al hilo de lo que leemos, pareciera como que el autor está tratando con personas que realmente son
verdaderos creyentes, es decir, hijos de Dios, pero no es así. La pregunta es esta: ¿Puede alguien haber
sido iluminado, gustar del don celestial, ser partícipe (o participar) del Espíritu Santo, gustar de la buena
palabra de Dios y gustar de los poderes de lo eterno, y jamás haber nacido de nuevo, y por lo tanto no ser
salvo? La respuesta, es: Sí.

En los versículos anteriores en este capítulo de Hebreos, el autor anima y exhorta a los hebreos a
proseguir en la doctrina de Cristo, dejando atrás los rudimentos de la misma. Es una exhortación a la
madurez cristiana.
En estos siguientes versículos, el autor advierte que, a pesar de haber experimentado el conocimiento de
la doctrina de Cristo, y de haber experimentado la acción del Espíritu Santo, si el individuo supuestamente
creyente vuelve atrás en clara apostasía, esto demuestra que tal persona jamás fue de Cristo.

Estas son las personas que gustaron el don de Dios. Es decir, realmente tuvieron una experiencia mística
con Dios, pero en definitiva no eran de Dios. No dice que nacieron de nuevo, sino que tuvieron una
experiencia con Dios, pero luego recayeron. Veámoslo con cierto detenimiento:

a) “…fueron iluminados…”: Es decir, habían recibido instrucción en la verdad bíblica por medio de su
intelecto; pero “entender el Evangelio” no equivale necesariamente a “ser regenerado” (ver Hebreos 10:
26, 32)

En Juan 1: 9 leemos; “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo”.
Claramente vemos que a pesar de que Cristo, la Luz del mundo, alumbra a todo hombre, todo hombre no
es de Cristo. Judas Iscariote es un buen ejemplo de un discípulo a quien no le faltaba conocimiento pero
que carecía de fe verdadera, y llegó a convertirse en el peor apóstata. Habían recibido instrucción en la
verdad bíblica por medio de su intelecto; pero “entender el Evangelio” no equivale necesariamente a “ser
regenerado” (ver He. 10: 26, 32)

b) “…gustaron del don celestial…”: En el N.T. “gustar” significa experimentar algo de forma consciente.
Escribe John McArthur: “Cristo gustó la muerte (He. 2: 9) sólo por un momento, y no fue una experiencia
continua ni permanente. Todos los hombres experimentan la bondad de Dios, pero esto no significa que
todos sean salvos (cp. Mt. 5: 45; Hchs. 17: 25)”

Esas personas aludidas gustaron por un momento o por un tiempo del don celestial, lo que llamaríamos,
tuvieron una experiencia mística con Dios, y nada más.

c) “…fueron hechos partícipes del Espíritu Santo…”: En el mismo sentido que “gustaron del don
celestial”, estuvieron en el mover del Espíritu Santo (muchos incluso profetizaron, como Saúl, y echaron
fuera demonios, etc.), pero eso no les convirtió en verdaderos creyentes, como no lo fue Saúl.

No nacieron de nuevo, porque apostataron de la fe. Otra vez, conforme a Dios, si no fueron salvos al final,
tampoco lo fueron al principio.

Estos versículos de Hebreos nos hablan de la realidad espiritual. Sólo pueden ser cristianos aquellos que
son de Cristo. Los otros no.

“y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero…”:

Gustaron la sana doctrina de nuestro Señor Jesucristo. Hablando de esos “creyentes” de la actualidad,
como aquellos judíos, van a la iglesia, oyen la Palabra, dicen amén, amén. Hasta lo creen en su cabeza,
pero no baja al hombre interior ese mensaje divino. Sólo gustan la Palabra, como aquel que gusta un
buen guiso y dice, ¡está bueno!, pero no se lo come, o no se lo puede comer porque no es suyo. La
Palabra de Dios sólo tiene efecto de vida en aquél que es de Dios.

Acerca de los poderes del siglo venidero; esa expresión en el griego viene a hablar de lo que todavía no
se ha manifestado, aunque se manifestará. En este caso es acerca del poder de Dios que será manifiesto
en el estado eterno. Estas personas gustaron del poder de Dios en sus vidas. Posiblemente está
hablando de sanidades, milagros, y demás prodigios de Dios, los cuales serán normales y cotidianos en el
siglo venidero.

¡Cuántos han experimentado el poder de Dios en sus vidas en diversas formas muy perceptibles, y sin
embargo esas personas no eran de Dios, y por tanto, no permanecieron en el Señor!

“… y recayeron…”: Este término griego, sólo lo encontramos aquí en el NT. Es el vocablo griego
“parapipto”, y se traduce por: “caer o apostatar”. Tiene el sentido de caer para no levantarse, ni poderse
levantar. No es como el caso del Proverbio acerca de que el justo cae siete veces, y vuelve a levantarse
(Prov. 24: 16). Este es otro sentido muy diferente como decimos.

“y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo
de Dios y exponiéndole a vituperio”:
El sentido aquí es el de comprender que el sacrificio de Cristo en la cruz no fue suficiente para estos
apóstatas; como que perdió eficacia a causa de su incredulidad, y que Cristo debería volver a venir al
mundo para volver a dar de nuevo su vida, y así ellos tener una nueva oportunidad. Esto es imposible,
claro está. Si uno rechaza en su corazón la obra de Cristo, eso es todo.

Si uno, como pámpano infructuoso, es quitado de la Vid por el Padre, no puede volver a la Vid para seguir
siendo algo no deseable por el Labrador, es recogido y “echado fuera como pámpano, y se secará; y los
recogen, y los echan en el fuego, y arden” (Jn. 15: 6)

Conclusión

Las palabras de Cristo en su metáfora de la vid, debieran constituir un gran consuelo y un aliento muy
grandes para todos aquellos que somos de Él, ya que nos asegura que la permanencia en Él, no depende
de nosotros, sino del Padre, y nadie puede venir a Cristo si no le fuere dado del Padre (Jn. 6: 44). Los que
somos pámpanos, seremos podados y eso duele, pero es bueno para la obra de Dios y necesario para
nuestra santificación.

Podremos dar más o menos fruto (aunque es glorificado el Padre en que llevemos mucho fruto); no
obstante, así como es la vid la que dirige su producto vital a los pámpanos para que estos den fruto, es
Cristo quien produce ese fruto en nosotros por medio de Su gracia, para que la gloria sea sólo para Dios.
Ningún mérito tiene el pámpano en llevar fruto, sólo la vid que lo produce. Es la vid la que da el recurso, el
pámpano lo recibe, lo sostiene y lo manifiesta; de ese modo la gloria se la lleva sólo Dios, y no el
creyente.

SOLI DEO GLORIA

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