Sei sulla pagina 1di 2

«La vida de los amantes consiste en la muerte; no obtendrás el corazón del Amado sin

perder el tuyo»

Empléate siempre con pasión en la búsqueda espiritual [...]. Aunque estés enfermo,
ya cojees o estés partido en dos, no desistas jamás y ve hacia Él, aunque sea a
rastras»

En tu alma hay una alma, ¡búscala! En el monte de tu cuerpo hay una perla,
¡encuéntrala!}
}
los dilemas espiritualistas o materialistas carecen de sentido; las falsas dicotomías
de cuerpo y espíritu, espíritu y cuerpo, se han desvanecido para él. El cuerpo es
como el lecho de un río; el alma, el agua que discurre a través suyo vivifi cándolo.
Todo cuanto precisa saber el ser humano yace en su interior, todo cuanto necesita
para vivir en plenitud lo lleva dentro.

Hay un yo en mi, mas alla de mí.

conocerse a si mismo, es el alma de todas las ciencias. entregarse al viaje interior.

Tu remedio está dentro de ti, pero no lo percibes; tu enfermedad viene de ti, pero tú
no lo ves. Crees que eres un pequeño cuerpo, pero dentro de ti se despliega el
macrocosmos.

«No existe el mal absoluto en este mundo, pues el mal es siempre relativo [...]. Así, el
veneno de la serpiente es vida para la serpiente, pero muerte para el hombre» (M IV,
65 y 68)

Es cierto que con cada difi cultad viene la facilidad

En cualquier caso, los opuestos, que son fruto de la infi nitud de la naturaleza divina,
se complementan y fecundan mutuamente. Un derviche sabe que la vida nos educa
mediante los contrastes y los opuestos; se reconoce cada cosa mediante su
contrario. Cuanto más negra es la noche, se dice, más brillan las estrellas.

Ciertamente, el secreto se protege a sí mismo, como reza un viejo adagio sufí. Con
todo, un derviche sabe guardar los secretos de la senda interior. El sufi smo no es
una vía secreta —mejor aún, secretista—, pero sí discreta. La discreción es el útero
en el que se gesta la conciencia espiritual del derviche. No en vano decía el profeta
Muhámmad: «Todo aquel que guarde el secreto alcanzará veloz la unión con el
Bienamado»; del mismo modo que el grano germina cuando se oculta al ser
enterrado. De ahí que los sabios sufíes insten a obrar siempre con discreción entre
las gentes, según el principio de la pia dissimulatio (taqiyya), consistente en guardar
silencio público sobre las particularidades de la senda sufí y sus secretos, en
particular en presencia de no iniciados. Afi rma Sa’dî Shîrâzî (m. 1292): «No te
asombres de que un sabio deje de hablar en presencia de personas viles, pues la
melodía de un arpa no puede imponerse al ruido de un tambor, y el perfume del
ámbar gris sucumbe al hedor del ajo podrido». Y es que las perlas no se hicieron para
los cerdos. «Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va», se dice en el romance
del Conde Arnaldos.

Potrebbero piacerti anche