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Los procesos económicos que vienen afectando a Venezuela por casi 30

años y en donde hay muchas fluctuaciones erráticas en nuestra economía, y


paralelamente a esto, la inestabilidad política, la corrupción a todos los niveles
y la no eficiente administración de los recursos económicos por parte
del Estado, han traído como consecuencia un marcado deterioro en las
condiciones de vida, en general, del ciudadano venezolano.

El fenómeno de la marginalidad ha sido objeto de numerosos estudios por


lo que puede ser descrito bajo los siguientes puntos de vista:

Para las Ciencias Sociales: Fue concebida como una condición sub-
estándar de los núcleos de viviendas de los segmentos de la población urbana
y, más tarde, se refiere a las características sociales de éstos segmentos, tanto
en la ciudad como en el campo.

Para la Antropología: Ha sido relacionada con


los conflictos culturales, producto de las migraciones rural-urbanas, que ha
generado el desarrollo de una cultura propia para la sobrevivencia de un medio
hostil.

Desde el punto de vista legal: Se relaciona con las poblaciones ó


asentamientos no regulados, de origen ilegal, desordenados, producto de
invasiones, cuyo status jurídico es ambiguo.

Desde el punto de vista Espacial: Son áreas carentes de infraestructura


básica de servicios, como asentamientos periféricos no armónicos con
la topografía, las condiciones naturales, el clima, los servicios públicos y, en
consecuencia, como zonas cuyo deterioro ecológico afecta el conjunto del
conglomerado urbano.

Finalmente, desde el punto de vista epidemiológico de la población


marginal: El barrio marginal constituye un área ecológica y socialmente
deteriorada donde habitan la mayoría de los grupos familiares cuyo ingreso es
inferior a la canasta de consumo básica, que se reproduce como
una fuerza de trabajo marginal de ocupación inestable y mal remunerada.

Una gran mayoría de las personas marginadas poseen un nivel bajo de


estudios, situaciones de analfabetismo, una formación general deficiente,
escasa cualificación profesional para afrontar los retos de un mercado laboral
complicado...

Escasez de acciones formativas, menores desescolarizados, jóvenes en riesgo,


mujeres con cargas familiares...

Existen insuficientes programas integrados de formación-empleo, donde las


acciones formativas vayan asociadas al acceso a un puesto de trabajo, a
proyectos de creación de autoempleo...

Carencias de carácter afectivo-familiar:

Es en la familia donde se adquieren una serie de valores y formas de actuar,


donde se encuentra seguridad, compañía, afecto. Fuertes dificultades en el
mundo de las relaciones familiares y sociales. Todo esto trae consigo
desarraigo, ausencia de lazos familiares, conflictividad familiar, disfunciones
familiares, ruptura familiar, perdida de algún miembro, divorcio, malos tratos,
carencias...

Influencia de las compañías, amigos o compañeros:

Los amigos ejercen de modelos e influyen en le origen de conductas, son una


gran fuente de reforzadores, genera identificación con el grupo con la
consecuencia de actuar igual que los amigos.

Experiencias negativas en la escuela o escaso acceso a la educación:


La escuela al igual que la familia es un agente de socialización donde se
transmiten los valores de la sociedad. Puede traer consigo fracaso escolar,
escolarización, analfabetismo, falta de formación...

Deficiencias del entorno:

Muchos colectivos desfavorecidos viven en barriadas, carencia de un hábitat


propio y constante, espacios reducidos, carencia de espacios verdes... Falta de
acceso a una vivienda digna. Algunos no poseen un alojamiento propio y
viven con familiares o amigos, otros acuden a centros asistenciales, otros
poseen viviendas deterioradas, familias que viven en casas-barracas, alquileres
muy elevados... En los países donde existen ayudas en la vivienda para las
familias sin recursos, se han ido favoreciendo al acceso los de rentas mínimas.

Desigualdad en el reparto social de la salud:

No existe una educación sanitaria que cambie los hábitos desviados de


alimentación, higiene, prevención de accidentes, vacunación...

Desigualdad en el disfrute de la cultura:

El escaso protagonismo de algunos colectivos en la cultura dominante les


lleva a ser personas pasivas creando una subcultura paralela...

Discriminación social:

Por raza, etnia, sexo, tendencias sexuales, generando rechazo, violencia,


intolerancia...falta de inserción en la comunidad.

Salud:
La salud es un obstáculo a la hora de realizar cualquier actividad, cerrando
muchas puertas. Se debería favorecer la atención médica y sanitaria, aplicarles
una discriminación positiva, prevenir

SALUD VENEZOLANA

La sociedad margina por múltiples sea cual sea la conducta: razones como por
cultura, raza, sexo, conducta, religión, vejez, disminuidos... Desde su
fundación en 1936, el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social (MSAS), que
sucedió al Ministerio de Sanidad, Agricultura y Cría, había logrado éxitos
importantes en el control de los problemas principales de salud de la población
venezolana, tal como la mortalidad infantil, la malaria o la tuberculosis. El
desarrollo del sistema público de salud reflejaba las necesidades de la
población rural y se apoyaba en un modelo económico basado en la expansión
de la frontera agrícola. A partir de 1948 se construyeron y dotaron unidades
sanitarias y consultorios rurales, llamados medicaturas, en todo el país, así
como numerosos hospitales en casi todas las ciudades grandes del interior del
país. La División de Malariología del MSAS inició el Programa de Vivienda
Rural, que se acompañaba de actividades educativas y de participación
comunitaria, con el cual llegaron a alzarse 5.670 viviendas rurales. En 1956,
Venezuela es el primer país en América Latina en anunciar la eliminación de
la viruela. En 1961 se crea el Programa de Medicina Simplificada, en el cual
personas de las comunidades rurales se formaban como auxiliares de
enfermería durante tres meses para que, en los dispensarios rurales,
resolvieran problemas de salud sencillos en las áreas del interior del país
donde no había médicos. Este programa tuvo resultados positivos en el control
de enfermedades transmisibles endémicas. En ese año Venezuela es
reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el primer
país que logra la eliminación del paludismo en dos tercios del territorio
nacional . Durante las primeras tres décadas del sistema político instaurado a
partir de 1958, año en que se inicia en Venezuela la democracia de forma
ininterrumpida, los programas sociales se definieron en términos amplios: en
teoría toda la población tenía derecho a los beneficios de salud, educación,
seguridad y protección social, en forma gratuita, acompañados de la
obligación del Estado de asegurar directamente su provisión. Pero en la
práctica el acceso a los programas sociales dependía de la adscripción a ciertos
organismos, como ciertos partidos políticos, la central sindical dominante o las
fuerzas armadas y, fundamentalmente, de la condición urbana, de la situación
laboral y de la cercanía del beneficiario o beneficiaria a la red pública de
servicios. La inversión pública en servicios de salud se fue deteriorando a
partir de los años sesenta, lo cual afectó la efectividad de los programas de
prevención y control de los problemas de salud prioritarios ligados a la
pobreza rural y limitó el desarrollo de programas nuevos que hicieran frente a
las condiciones de vida de las poblaciones urbanas marginales, cada vez más
numerosas. En respuesta a la demanda insatisfecha de la población en el área
de salud, los servicios médicos privados fueron aumentando. Por ejemplo, el
total de camas hospitalarias públicas pasó de 3,46 por mil habitantes en 1963 a
3,06 en 1973 mientras que, en el mismo período, las camas en hospitales
privados tuvieron un pequeño crecimiento de 0,43 a 0,46 por mil habitantes.
La provisión pública de atención en salud se fragmentó: durante la década de
los setenta se multiplicaron los organismos públicos de salud hasta llegar a
más de cien, entre ellos el MSAS, el Instituto Venezolano de los Seguros
Sociales, la Sanidad Militar, la Gobernación del Distrito Federal y el Instituto
de Previsión Social del Ministerio de Educación. Durante esas dos décadas, la
población se empobreció de forma acelerada. En 1970, el 23 por ciento de las
familias urbanas venezolanas tenían ingresos inferiores a 500 bolívares
mensuales y el 70 por ciento por debajo de 1.500 bolívares mensuales,
mientras que el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social estimaba que el
nivel mínimo de subsistencia familiar requería un ingreso mensual de entre
1.400 y 1.600 bolívares, lo cual coincidía con estimaciones de investigaciones
independientes. El impacto sobre la salud de la desinversión pública y del
aumento de la pobreza fue de tal envergadura que a comienzos de los años
setenta se calculó que por lo menos el 30 por ciento de los menores de cinco
años sufría algún grado de desnutrición. Entre 1968 y 1973 la tasa de
mortalidad infantil se elevó de 46,7 a 53,7 por mil nacidos vivos registrados.
En la ciudad de Valencia, que concentraba a las industrias de transformación,
la tasa de mortalidad infantil llegó a ser de 94,6 por mil nacidos vivos, casi el
doble que la media nacional, y en sus zonas marginales urbanas llegó a ser
hasta cuatro veces mayor que en las zonas de más altos ingresos de la ciudad.
En Ciudad Guayana, principal polo de la industria siderúrgica y de aluminio
del país, la diarrea pasó a ser la primera causa de mortalidad general y, en
servicios médicos ambulatorios urbanos para adultos, el primer motivo de
consulta. Al igual que en muchos otros países de América Latina , a partir de
los años ochenta el sistema de servicios de salud en Venezuela se caracterizó
por el desfinanciamiento agudo de los servicios de salud (Gráfico 1), la
privatización directa e indirecta (por cobro o solicitud de insumos a los
usuarios), la desinversión en mantenimiento de infraestructura y la
fragmentación y desarticulación entre múltiples participantes que debían
cumplir las funciones de regulación, financiamiento, aseguramiento y
provisión de servicios.

Elementos del sistema sanitario venezolano anterior a la Misión Barrio


Adentro :

Desinversión social

Privatización directa e indirecta

Relación salud - mercado

Predominio de los aspectos curativos de la atención

Crecimiento de establecimientos privados

Deterioro de la infraestructura pública

Ausencia de mantenimiento preventivo

Organización del trabajo para satisfacer gremios y sindicatos

Desarticulación y fragmentación del sistema de salud

Abandono de protocolos de diagnóstico y tratamiento

Abandono de la atención de primer nivel Formación de personal de salud para


dar respuesta al modelo imperante

Crecimiento de la población sin crecimiento de la red pública

Congelamiento de cargos

Disminución de la dedicación horaria


Salarios poco atractivos

Seguros privados de hospitalización, cirugía y maternidad

Obsolescencia de los equipos médicos

Entre la década de los ochenta y noventa el sector público de salud tuvo muy
poco crecimiento pero se expandió el sector privado de salud. Por ejemplo, en
esos veinte años se construyeron 50 establecimientos públicos de salud nuevos
y alrededor de 400 clínicas privadas. Con ello se abandonó cualquier
aspiración a la universalidad en la prestación de los servicios públicos de salud
y los programas sociales dejaron de plantearse en términos de lograr objetivos
amplios de reforma social (o de compensar las desigualdades) para plantearse
objetivos más limitados en términos de focalización y de compensación
parcial del impacto negativo de los Modelos de atención en salud en
Venezuela y exclusión social 11 programas de ajuste económico y de las crisis
financieras, postergando la satisfacción de las aspiraciones públicas más
trascendentes, tales como la equidad o la redistribución del ingreso. La
inversión pública en salud, que en 1970 fue el 13,3 por ciento del presupuesto
nacional, pasó a ser el 9,3 por ciento en 1990 y 7,89 por ciento en 1996, lo
cual representaba el 1,73 por ciento del producto interno bruto (PIB) . El
sistema de recuperación de costos, fomentado por el recorte presupuestario, se
convirtió en una gran barrera para que la población accediera a los
ambulatorios y hospitales públicos, ya que requería el pago de una
“colaboración” en dinero o en material médico-quirúrgico . Como la pobreza
iba aumentando en la población, esa barrera afectó a un número cada vez
mayor de habitantes. En 1990, el porcentaje de viviendas sin servicio de agua
a través de conexiones domiciliarias alcanzaba el 32 por ciento en todo el país.
Según la definición nacional de línea de pobreza extrema, ésta era de 42,5 por
ciento en 1996, con una inflación ese año que alcanzó a ser de 106 por ciento
y se mantuvo alrededor del 30 por ciento en esa década, lo cual afectó
gravemente la capacidad de las familias pobres de cubrir sus necesidades
alimentarias y de atención en salud . La salud pública había estado manejada
desde la perspectiva médica, con un modelo de gestión, organización y
atención orientado a la enfermedad y con menor énfasis en la promoción de la
salud y la calidad de vida-enfoque contrario a los principios de Atención
Primaria en Salud (APS). El resultado de esta orientación fue la configuración
de un modo de atención centrado en una capacidad limitada de la oferta de
servicios, desarticulado y poco productivo, que estaba organizado alrededor de
la atención hospitalaria y curativa, con baja cobertura y una atención primaria
prácticamente inexistente, con diferentes horarios y sistemas de consultas que
afectaban la calidad, accesibilidad y oportunidad de la respuesta. Se trataba de
un modelo de atención parecido a los que predominaron en muchos países
europeos durante el siglo veinte, que más adelante se sustituyeron por sistemas
de salud pública universalizados y gratuitos . Desde la década del sesenta, el
número de hospitales públicos en Venezuela no ha variado excepto por la
construcción de un hospital en los años ochenta. En total suman 296
establecimientos: 214 dependientes del Ministerio de Salud o de las Capitulo 1
12 gobernaciones, 33 del Instituto Venezolano del Seguro Social, 13 del
Instituto de Previsión Social de las Fuerzas Armadas, 3 de Petróleos de
Venezuela (PDVSA), 29 de Instituto Nacional de Geriatría, 2 de la
Corporación Venezolana de Guayana, 1 de la alcaldía de Miranda y 1 de la
Policía Estatal de Caracas . Muchos de estos hospitales estaban desabastecidos
o en vías de colapsar por falta de reposición de cargos profesionales y
técnicos, falta de mantenimiento y dotación, infraestructura insuficiente, falta
de control y supervisión oficial, burocratismo gremial a todos los niveles, y
abandono práctico del personal a pesar de las horas de contratación. En un
estudio realizado en la ciudad de Caracas en 1983, se describen varias
dificultades de acceso a la atención en salud: lejanía del servicio, servicio no
organizado en función de las necesidades de la población, falta de contra
referencia, predominio de lo curativo sobre lo preventivo y atención provista
por médicos y médicas recién egresados y con poca experiencia . En 1999, el
55 por ciento del total de médicas y médicos existentes en el país trabajaba en
los cinco estados de mayor ingreso per cápita de un total de 24 estados del
país. Para atender una población de 23.867.393 habitantes en todo el país se
contaba con 4.804 establecimientos ambulatorios públicos.

Los informes de la Organización Mundial de la Salud sobre la situación de


salud en el país señalan que para el período entre 1990 y 1998, el acceso a
medicamentos de la población más pobre se redujo por las políticas de
recuperación de costos . La comercialización de medicamentos se realizaba a
través de una red de droguerías y farmacias privadas con excepción de algunos
tratamientos muy costosos, como es el caso de antineoplásicos,
antirretrovirales y hormonas, para los cuales los y las pacientes tenían como
opción obtenerlos a través de fundaciones privadas sin fines de lucro. A través
del Instituto Venezolano del Seguro Social, los venezolanos y venezolanas
asegurados tenían acceso a un conjunto básico de medicamentos, pero debido
a la falta de financiamiento público progresivo del Instituto la disponibilidad
también estaba muy limitada. En el año 2000 se censaron 40.675 camas en el
ámbito público gubernamental (1,76 camas por mil habitantes), de las que más
del 50 por ciento se ubicaban entre el Distrito Capital y las ciudades capitales
de los estados más desarrollados . Las profundas inequidades sociales se
habían trasladado al acceso a la atención en salud y a medicamentos. A lo
largo de la década de los noventa, la capacidad resolutiva de la red asistencial
se hizo críticamente insuficiente . Las listas de espera para cirugías y atención
ambulatoria especializada fueron extensas y fue frecuente la carencia o
insuficiencia de insumos esenciales para la atención de las personas. La red no
contaba con planes de mitigación y prevención de emergencias y desastres.
Esta situación, creada por la desinversión pública, sirvió para justificar la
decisión de privatizar los servicios de salud y la renuncia al derecho a la salud
como responsabilidad del Estado.

El gobierno bolivariano, amparado en la Constitución de 1999, desarrolla una


política económica que cambia el curso del sistema sanitario venezolano. Con
la “siembra del petróleo” [38] como inversión social en el sistema de salud se
ha logrado detener el proceso de privatización de la atención en salud. La
inversión de la renta petrolera no sólo abarca el financiamiento de la atención
directa en salud sino también las misiones sociales (5.000 millones de dólares
para misiones sociales, incluyendo Barrio Adentro, en 2005 al que hay que
añadir el presupuesto del Ministerio de Salud) que mejoran las condiciones y
la calidad de vida como determinantes de la situación de salud y enfermedad
de la población venezolana. Al mejorar la prestación de atención en salud a la
población, se pone fin al anterior predominio de lo curativo sobre lo
preventivo, que había tenido como unas de sus consecuencias el abandono de
los servicios de primer nivel de atención en salud, la ausencia de apoyo pre-
hospitalario y el abandono de los protocolos de diagnóstico y tratamiento. En
2004, la Presidencia de la República anunció diez estrategias de política social
para la consolidación de la nueva etapa de desarrollo venezolano. El cambio
en salud pública, que ve su expresión actual en Barrio Adentro, empieza con
el plan estratégico de la nación. Con el objeto de avanzar en la conformación
de la nueva estructura social, el Estado desarrolla estrategias para
universalizar los derechos sociales, combatir la inequidad social, erradicar la
pobreza, combatir la exclusión, aumentar la eficiencia del sistema integral de
la salud pública y promover programas de prevención de enfermedades. Entre
las herramientas destacadas para alcanzar estos objetivos se especifican estas
acciones: la reforma del sistema de seguridad social, el fortalecimiento y la
consolidación de las misiones sociales, la mejora del conocimiento estadístico
sobre las condiciones de vida, el diagnóstico situacional participativo sobre las
condiciones de pobreza en los municipios y la promoción de los mecanismos
locales de seguimiento al desarrollo de las misiones. Se enfatiza la
organización y la contribución progresiva al aumento tanto de la capacidad
social para involucrar a las y los actores concernidos y para identificar nuevas
asociaciones necesarias, como su poder para tener un impacto sobre las
situaciones que se proponen transformar. Este hincapié por establecer una
forma de democracia directa, no sólo representativa, subyace en la
Constitución de 1999 y en el desarrollo de Barrio Adentro.

Las bases de la política social venezolana, fundamentada en principios de


derecho y justicia social, se desarrollan de acuerdo al Plan Nacional de
Desarrollo Económico y Social (PNDES) 2001-2007. En el capítulo sobre
equilibrio social de este plan se establece que la inclusión social es la gran
estrategia para alcanzar la justicia social, sobre todo para los sectores
tradicionalmente excluidos: infantes, adolescentes, mujeres, población
indígena, población rural, población en situación de extrema pobreza. Este
punto de partida para lograr el desarrollo y alcanzar el equilibrio social
considera que la lucha contra las desigualdades sociales y la pobreza no
contradice la eficiencia económica. Las líneas generales del PNDES sostienen
que la participación favorece el autodesarrollo, genera la corresponsabilidad y
estimula el protagonismo de ciudadanas y ciudadanos, considerando que éstas
y éstos son los pilares sobre los cuales se levanta una sociedad igualitaria,
solidaria y democrática.
Los años ochenta y noventa coincidían en América Latina con el crecimiento
de la marginalidad y desigualdad social, con la migración del campo a la
ciudad debido al empobrecimiento del empleo rural y el desarrollo de los
monocultivos industriales, y con la consecuente urbanización rápida de las
metrópolis. Se produjeron distorsiones del concepto y la práctica de la
atención primaria en salud, cada vez más alejados del espíritu original de la
“salud para todos” y se dio prioridad a la estrategia de contención de gastos
en el sector público. Esta influencia fomentó una dirección uniforme a las
reformas de los sistemas de salud en América Latina, incluyendo a Venezuela,
y limitó los avances en la instrumentación de la APS. Sin embargo, por
encima de esas interferencias y en seguimiento a la Declaración de Alma Ata,
entre 1978 a 1990 se desarrollaron reformas curriculares en las escuelas y
facultades de medicina de América Latina. En toda Venezuela, durante esa
época el movimiento de APS contó con un fuerte apoyo en el interior de las
universidades. Mientras tanto, a nivel político el apoyo fue tan débil que no
permitió ni trasladar los cambios a las instituciones de salud ni mantener el
espíritu y la práctica de las reformas curriculares dentro de la academia. Ese
movimiento académico se extendió por toda América Latina, donde en cada
caso ha tenido una historia particular. En Venezuela, con la excepción de
espacios reducidos en donde se mantuvo el movimiento de APS, el modelo
médico tecno-científico se volvió a imponer y los estudios de medicina se
alejaron del contacto directo con las condiciones de vida de la población. A
partir de 1999, Venezuela empezó a dar un nuevo empuje a la APS, pero esta
vez desde el interior del sistema de prestación de atención en salud a través del
Modelo de Atención Integral (MAI) de Salud y poco después con el desarrollo
del Plan Estratégico Social que recoge los principios constitucionales del
derecho a la salud, la equidad y la solidaridad. En 1999 se implanta el MAI,
que brinda atención preventiva y curativa a todas y todos los miembros de
cada familia en el mismo momento en que reciben la atención, lo cual elimina
las barreras de división del trabajo por días y especialidades en los
establecimientos de salud ambulatorios. En consecuencia, esta estrategia
disminuye las oportunidades perdidas y mejora el rendimiento y la calidad de
los servicios. Con esta visión renovada, la APS recobra vigencia como
instrumento válido para promover la salud. La Misión Barrio Adentro,
expresión de la APS, sólo es posible porque se sustenta en una política
económica y social integral, que apunta al desarrollo completo de las personas
y las comunidades, donde el desarrollo nacional se enlaza con la cooperación
internacional solidaria. Estos esfuerzos son coherentes con la Carta Social de
las Américas de la Organización de Estados Americanos , que propone que:
“Todas las personas tienen derecho a la atención y protección integral de su
salud, entendida la misma como parte del derecho a la vida y, en
consecuencia, como un derecho humano de carácter inalienable e
irrenunciable”. “Los Estados asumirán el firme compromiso de asegurar a sus
poblaciones el acceso permanente e ininterrumpido al sistema público
nacional de salud, conforme a los principios de equidad, universalidad,
solidaridad, gratuidad, calidad y eficiencia tendentes a la promoción,
protección, conservación, restitución y rehabilitación del completo bienestar
físico, mental y social del ser humano”. “Los Estados reconocen la
participación protagónica de los Pueblos como actores corresponsables en la
planificación, ejecución y control de los sistemas públicos nacionales de salud
y, en consecuencia, se comprometen a promover la participación comunitaria
en el desarrollo de los programas y servicios destinados al control de los
agentes biológicos y sociales que ocasionan riesgos a la salud”. El conjunto de
las misiones sociales que se desarrollan en Venezuela constituyen una
estrategia integral de atención primaria de salud y la práctica tanto de la Carta
de Ottawa sobre promoción de la salud como de la más reciente Carta de
Bangkok sobre la promoción y protección social de la salud y con la
Declaración del Milenio adoptada por las Naciones Unidas en septiembre de
2000, cuyos diez Objetivos de Desarrollo del Milenio definen los principales
elementos de la agenda mundial para el siglo XXI.
La Educación en la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela

En una democracia plural, la Constitución establece un marco de principios,


derechos y deberes que, en el caso de la educación, deben estar claramente
reflejados en una Ley Orgánica de Educación (LOE) que sea, a su vez, marco
consensuado para la elaboración de leyes específicas, reglamentos y
normativas sobre la orientación y funcionamiento del Sistema Educativo. Así
como hay que evitar iniciativas educativas que no se ajusten a la Constitución
o que promuevan antivalores como el racismo, el fundamentalismo religioso,
la xenofobia, la discriminación, hay que evitar formulaciones legales que
puedan ser utilizadas para imponer ideologías políticas o intereses de personas
o de partidos a toda la sociedad, a través de su Sistema Educativo, o que no
estimulen la necesaria apertura, iniciativa y libertad en la construcción del
conocimiento y en el desarrollo de la sociedad y su cultura.

La LOE (Ley Orgánica de Educción), entonces, además de los fines y


valores superiores del Estado arriba enunciados, debe asegurar el
cumplimiento de los siguientes mandatos:

a. La educación como derecho personal y deber social fundamental con las


características de: democrática, gratuita hasta el pregrado universitario y
obligatoria desde el maternal hasta el medio diversificado, de servicio
público, fundamentada en el respeto a todas las corrientes de
pensamiento, integral, de calidad, permanente, en igualdad de
condiciones y oportunidades (Art. 102 y 103).
b. Sobre los planes de estudio: la obligatoriedad de la educación
ambiental, la lengua castellana, la historia y la geografía de Venezuela,
así como los principios del ideario bolivariano (Art. 107), el
conocimiento y aplicación de las nuevas tecnologías (108), la educación
física y el deporte (Art. 111) y la apertura a la educación religiosa como
derecho de las familias según sus convicciones (Art. 59).Los derechos
al libre desenvolvimiento de la personalidad, a la justicia social y a la
igualdad sindiscriminación (de raza, sexo, credo o condición social) ni
subordinación alguna, de conformidad con la Constitución y con los
tratados sobre derechos humanos (Preámbulo de la CNRBV, Art. 19,
20, 21 y 23), incluyendo a los niños y adolescentes como sujetos de
pleno derecho y su interés superior en las decisiones y acciones que les
conciernan (Art. 78). El derecho de las personas a la expresión libre de
pensamientos, ideas u opiniones (Art. 57), y el derecho a la libertad de
religión y de culto, así como a la manifestación pública de las creencias
y a su enseñanza (Art. 59).

c. La adopción de medidas positivas a favor de personas o grupos que puedan


ser discriminados, marginados o vulnerables (Art. 21), la atención educativa a
las personas con necesidades especiales, los privados de su libertad o que
carezcan de condiciones básicas para su incorporación y permanencia en el
sistema educativo (Art. 103), el derecho de los pueblos indígenas a mantener y
desarrollar su identidad étnica y cultural, cosmovisión, valores, espiritualidad
y sus lugares sagrados y de culto (Art. 121).

d. El deber irrenunciable de las familias de formar y educar a los hijos (Art.


76), la familia como el espacio fundamental para el desarrollo integral de las
personas (Art. 75) y el derecho a que los hijos reciban la educación religiosa
que esté de acuerdo con sus convicciones (Art. 59).

e. Los principios de cooperación, solidaridad, concurrencia y


corresponsabilidad (Art. 4) y de democracia, participación y pluralismo del
gobierno y sus entidades políticas (Art. 6).

f. El rol rector del Estado, que asume la educación como función indeclinable
y de máximo interés en todos sus niveles y modalidades, promoviéndola con
la participación de las familias y la sociedad, (Art. 102), que debe realizar una
inversión prioritaria de conformidad con las recomendaciones de la
Organización de las Naciones Unidas, crear y sostener instituciones y
servicios para asegurar el acceso, permanencia y culminación en el sistema
educativo (Art. 103), estimular la actualización permanente de los docentes y
garantizar la estabilidad en el ejercicio de la carrera, pública o privada, en un
régimen de trabajo y nivel de vida acorde con su misión (Art. 104) y
garantizar servicios públicos de radio, televisión y redes de bibliotecas y de
informática, con el fin de permitir el acceso universal a la información (Art.
108).
g. La participación de la sociedad en la fundación y sostenimiento de
instituciones de instituciones educativas privadas bajo la estricta inspección y
vigilancia del Estado, previa aceptación de éste (Art.106), la descentralización
y transferencia de la gestión a las comunidades y grupos vecinales
organizados de servicios educativos entre otros (Art. 184), el incentivo de
desgravámanes a particulares y empresas que contribuyan a proyectos y
programas educativos (Art. 103) y la obligación de los medios de
comunicación social a contribuir a la formación ciudadana (Art. 108).

h. La idoneidad académica y la moralidad como requisitos para el ejercicio


docente y el criterio de evaluación de méritos en la carrera profesional (Art.
104).

i. La autonomía universitaria para planificar, organizar, elaborar y actualizar


los programas de investigación, docencia y extensión (Art. 109), lo que
implica su participación protagónica con el Estado en la formulación de las
políticas de formación docente.

12) Estos son los mandatos constitucionales a partir de los cuales presentamos
nuestros aportes a la construcción de un texto que, con amplitud de miras,
trascendiendo posiciones polarizadas e ideologizadas, pueda unir al Estado,
las familias, los educadores y a la colectividad, para convertir la educación en
un instrumento de humanización del pueblo y la sociedad venezolana.

2. Qué Educación para qué país

La educación es el medio de desarrollar integralmente las potencialidades


humanas del individuo en todas sus dimensiones vitales, intelectuales,
creativas, sociales y espirituales, y de alcanzar la plenitud, como personas
libres y solidarias, para la ciudadanía responsable y la capacitación para el
trabajo productivo que le permita una vida digna y su contribución al
desarrollo sustentable y equitativo del país.

La educación es formación integral de las personas en relación con los


demás. Es un bien en sí mismo y
una necesidad de la sociedad, es un proceso para superar la conciencia
ingenua y lograr la conciencia crítica, pero también es un poderoso
instrumento de identificación y control social. Por ello, el respeto al ser
humano y a sus derechos, en especial durante la niñez y adolescencia, obliga a
las familias, a los educadores, a la sociedad en general y al Estado, a través de
los distintos Poderes y Órganos Públicos, a asumir la función educadora en su
ámbito de competencia, con la mayor responsabilidad, delicadeza y cuidado
posible.

Si bien, en las legislaciones nacionales se formulan enunciados generales


del concepto y fines de la educación, la materia que se regula en las leyes
orgánicas y especiales se refiere casi exclusivamente a la educación que se
imparte en los Sistemas Educativos, a través de estrategias escolarizadas
graduadas de enseñanza-aprendizaje conducentes a certificaciones de validez
nacional y otras alternativas para grupos de población que no pudieron
acceder al sistema regular en su oportunidad o con necesidades especiales. Se
deja a la familia, al individuo, a las empresas, a las organizaciones de la
sociedad civil, a las comunidades, a las distintas ramas y niveles de la
administración pública y a la sociedad, el ejercicio de sus responsabilidades y
derechos en la procura, oferta o escogencia de procesos y oportunidades
formativas. Y, por supuesto, la auto educación y la influencia de la historia y
ambiente de vida del individuo no son controlables por regulaciones y menos
pueden serlo en Estados democráticos. Por ello es importante clarificar de
entrada el alcance y ámbito de la LOE y el rol del Estado, a través del Sistema
Educativo, en la formación humana del venezolano.

En los sistemas educativos, la educación se concibe siempre en función de


la concepción de ser humano que la motiva y en función del modelo de
relaciones sociales que se quiere alcanzar. Una auténtica discusión de la LOE
debe partir de la explicitación de la concepción antropológica que la inspira y
del modelo de sociedad al que pretende contribuir eficientemente el sistema
educativo diseñado. Sería grave que se pueda llegar a ampliar las brechas
sociales ya existentes o que las mismas se profundicen por la vía de la
revancha sin límites.
En Venezuela, la concepción del ser humano y de relaciones está plasmada
en los valores supremos que señala la Constitución y que compartimos, como
ya se indicó. Pensamos que no es difícil lograr un consenso de la sociedad en
torno a características como las siguientes, que se derivan de los valores, los
derechos y deberes constitucionales:

a. El ser humano como persona que realiza su individualidad integralmente, en


relación con sus semejantes a quienes reconoce como iguales.

b. Vive la variedad de capacidades y la pluralidad de culturas y visiones como


riqueza personal y social.

c. Busca la armonía con el medio ambiente natural del que depende la vida
humana

d. El amor y la libertad son las características fundamentales del ser humano


como persona capaz de salir de si mismo y elegir en función de los valores
éticos que guían su vida.

e. Pone todo su empeño en desarrollar sus propias capacidades y es ciudadano


responsable de alcanzar los objetivos comunes de la sociedad de la que forma
parte.

f. Porque busca la justicia social, es solidario al poner sus capacidades


personales al servicio del bien común.

g. Contribuye con su participación organizada y responsable a la toma de


decisiones colectivas, a través de los canales propios de un régimen político
democrático de derecho.

Una LOE, concebida en este marco, permitirá una auténtica educación en


valores compartidos de la sociedad, coherentes con la concepción
antropológica que la anima. Por ejemplo, amor en un mundo egoísta e
indiferente, justicia frente a tantas formas de injusticia y exclusión, cultura de
la paz en oposición a la extensión de la violencia, honestidad frente a la
corrupción solidaridad en oposición al individualismo y a la competencia,
sobriedad en oposición a una sociedad basada en el consumismo,
contemplación y gratuidad en oposición al pragmatismo y al utilitarismo.
Formación en valores: Que debe estar aunada al fomento del pensamiento
crítico y autocrítico frente a un mundo que vive un cambio de época, que pasa
de la sociedad industrial a la sociedad del conocimiento, que ha roto las
barreras de los Estados Nacionales en el que se desarrolla una lucha por una
integración que favorezca de la vida de todos y una globalización
humanizadora, contra las fuerzas que pretende convertir sus ventajas en el
punto de partida en nuevas formas de dominación política y cultural.

Con estos consensos sobre el ciudadano y la sociedad que queremos formar


y sobre la realidad que nos envuelve, más allá de la discusión sobre doctrinas
sociológicas o pedagógicas de autores particulares, sería posible diseñar un
sistema educativo que sea espacio de realización de las capacidades de cada
individuo y de aprendizaje práctico de la vida social solidaria, en un ambiente
democrático en la toma de decisiones. Así será posible la concertación de la
participación protagónica, activa y organizada, de la familia, los educadores
profesionales, la sociedad y del Estado en la tarea de educar a sus niños y
jóvenes. Ciertamente, el acervo doctrinal venezolano es de gran riqueza y
debe ser conocido por los educadores en su formación y tenido en cuenta en la
práctica educativa, pero también ha sido y es importante en nuestro desarrollo
educativo, la apertura universal a las corrientes modernas del pensamiento
pedagógico, así como el estudio de las experiencias pedagógicas exitosas y la
construcción de conocimiento práctico por los propios educadores.

3. La Educación es una necesidad y un bien público, es derecho y es deber

La educación se plantea como una necesidad personal, un bien público, un


derecho permanente e irrenunciable de la persona, una obligación ineludible
para la familia y el Estado y un reto a todos los recursos y potencialidades de
la sociedad para responder adecuadamente a esa necesidad, derecho y
obligación. Para enfrentar este reto, Venezuela necesita reordenar de manera
novedosa la coexistencia entre la educación oficial y la educación de iniciativa
social (denominada “privada” en la Constitución).

Una educación de calidad es necesidad vital para todos los ciudadanos y


toda la sociedad. Su carencia lleva a las personas y a las sociedades al fracaso.
Como lo afirma la Exposición de Motivos de la CNRBV, la educación “debe
estar orientada al desarrollo pleno de la personalidad para el disfrute de una
existencia digna” (p.22). Para ello “la educación debe ser integral, de calidad,
permanente en igualdad de condiciones y oportunidades para acceder a ella”
(p.23). Así mismo, la educación de calidad para todos, hasta terminar el nivel
secundario, es fundamental para el desarrollo nacional con todas sus
potencialidades, para superar la pobreza y la exclusión y lograr el trabajo
productivo en condiciones dignas.

Además, la educación es un bien público prioritario para todos los que


viven en la República. Lo público supone el todo, el espacio común donde se
construye ciudadanía civilizada, lo que pertenece a la comunidad, lo que se
tiene en común. Bienes públicos son aquellos que se consideran
imprescindibles para todos los integrantes de la república y que de alguna
manera el colectivo se compromete a facilitarles. Todos los miembros de la
sociedad tienen el derecho y el deber de contribuir a su formación y
producción. La manera de producir esos bienes públicos varía, pero ningún
ciudadano (individuos y habitantes con responsabilidad y sentido de la res-
pública, de la polis y de la civis) es tal sin deberes y derechos públicos.

Partiendo de estas definiciones se puede entender a la educación no como


un mero servicio que se presta o administra, sino como un bien que le
pertenece a la comunidad o sociedad y que puede ser administración por el
Estado o por particulares, pero que en todo caso es una realidad que pertenece
a la comunidad en general. El que sea público no significa que sea estatal, ni
que los educadores se conviertan en funcionarios de la administración pública.

La educación, sin dejar de ser una realidad y deber familiar, es realidad


pública de toda la sociedad. En esta surgen y se forman maestros (docentes)
especializados que educan a los jóvenes y que les transmiten los valores
sociales y también los oficios y la capacitación como productores. Toda
educación es pública, sea impartida en planteles de gestión oficial o de gestión
privada, y toda se debe ajustar a los principios y metas constitucionales y de
bien común. La educación, al ser un bien público, debe proporcionar la
participación de la sociedad y generar conciencia ciudadana.

Por otra parte, la educación es un derecho humano y social del que todos
debemos disfrutar en igualdad de condiciones, pues el cumplimiento de este
derecho va a posibilitar el disfrute de los otros derechos esenciales. El derecho
a la educación es innato al niño y produce en correspondencia unas
obligaciones y responsabilidades en los padres, en la sociedad y en el Estado.
Nuestra Constitución establece un “Estado democrático” con la “preeminencia
de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político” (Art. 2) y entre
losfines primordiales del Estado están “la defensa y el desarrollo de la persona
y el respeto a su dignidad” (Art. 3).

La socialización de los niños y jóvenes de manera solidaria, como


ciudadanos creadores de una república soberana, es un objeto compartido por
la familia, la sociedad y su Estado y por los propios educandos. Los derechos
educativos “inherentes a la persona” genera obligaciones y la
“corresponsabilidad entre sociedad y Estado” para satisfacerlos Así se
“desarrolla la tríada solidaria entre sociedad, familia y Estado” (Exposición
deMotivos CNRBV, pp. 20-21).

La familia tiene el derecho irrenunciable a procurar la educación para hijos.


La sociedad tiene el derecho de que sus ciudadanos sean educados para la
convivencia, la vida democrática y para ser productivos. El Estado debe
garantizar los medios para que estos derechos y su disfrute sean realmente
vividos por todas las personas sin discriminaciones.

Las sociedades y sus autoridades políticas en sus diversas instancias dan


prioridad a la educación escolarque viene a apoyar, reforzar y complementar
aquel primer derecho del niño y deber de la familia. Hoy la socialización de
los niños y jóvenes, su formación como ciudadanos, su educación y
capacitación como productores son objetivos compartidos de la familia, la
sociedad y el Estado. Hay otros factores educadores muy decisivos que no
aparecen formalmente pero que modelan al niño y al joven. Nos referimos a la
TV, al Internet y otros medios electrónicos a cuya influencia están sometidos
durante miles de horas al año. A medida que crece el niño, va asumiendo la
educación también como un deber personal.

Educación con Inclusión y Calidad.

El derecho a la educación implica derecho de todos no a cualquier


educación, sino a una buena educación, a una educación de verdadera calidad,
en condiciones de equidad. Si garantizamos buena educación, estaremos
poniendo los cimientos para que las personas puedan conquistar los otros
derechos esenciales. Cuando el bien existe de igual manera para todos en
calidad y oportunidad se posibilita la equidad, la justicia y la solidaridad, lo
que contribuye a fortalecer la convivencia y el pacto social. Pero si un bien
público se ofrece de una manera para unos sectores y de otra manera para
otros, el bien deja de ser público.

No podemos aceptar que la reflexión sobre la calidad se haga de una forma


aséptica y neutra, sin considerar las muy diversas condiciones en que viven y
estudian los educandos. Ni podemos aceptar como de calidad una educación
que discrimina, que excluye a los necesitados, que deja en el camino a los más
débiles, que mantiene y alimenta la conciencia de superioridad. Si bien es
cierto que la educación debe contribuir a la calidad de vida, no es menos cierto
que no va a ser posible una educación de calidad si los educandos no cuentan
con un mínimo de vida de calidad. Mientras no superemos mediante políticas
eficaces el hambre, la miseria, la inseguridad, la violencia en que viven las
mayorías, va a ser imposible alcanzar una educación de calidad para todos. De
ahí que toda propuesta de elevar la calidad de la educación de las mayorías,
que no vaya acompañada de unas políticas sociales y económicas eficaces,
orientadas a aumentar la productividad y el empleo para así erradicar la
pobreza, está condenada al fracaso.

En Venezuela, con más de la mitad de la población en pobreza, son


mayores las obligaciones de la sociedad y del presupuesto público con los más
pobres, a fin de que el financiamiento privilegie mecanismos compensatorios
para los más débiles, a aquellos que no tienen recursos, y contribuya a
fortalecerlos educativamente. No se trata de financiar cualquier educación
para los pobres, sino educación de calidad para que ésta les potencie y les
ayude a la igualdad de oportunidades y condiciones en la vida. El derecho a
una educación de calidad debe ligarse, en consecuencia, a la equidad y a la
justicia.

Responsabilidad pública educativa de la sociedad y de su Estado.

Si realmente estamos convencidos de que la educación de calidad para


todos es exigencia para la dignidad y libertad de las personas, clave de la
democracia política, del crecimiento económico y de la equidad social, debería
ocupar el primer lugar entre las preocupaciones públicas y entre los esfuerzos
nacionales. De ahí, la necesidad de asumir la educación de calidad como tarea
de todos, como proyecto nacional objeto de consensos sociales amplios y
duraderos, que pasa a ser la estrategia fundamental del Estado, las familias y
la sociedad, para incorporar plenamente a todas las personas al quehacer de la
vida pública contemporánea.

En la Constitución se señala que la educación es una “función


indeclinable” y prioritaria en los fines del Estado y es “deber constitutivo de la
raíz más esencial de la democracia”; también que el gobierno “desarrolla la
triada solidaria entre sociedad, familia y Estado” y que “la educación es plural
en su apertura a todas las corrientes del pensamiento universal” (Exposición
de motivos de la CNRBV, p. 22). El Estado es el ente rector de la educación,
sin embargo debe cumplir con su deber respetando los derechos
constitucionales, es decir, en primer lugar debe valorar el principio de la
participación del ciudadano (Art. 62), así como los derechos y deberes de la
familia en lo referente a la educación (Art. 76). 35).

En una República democrática, el Estado es una creación de la


responsabilidad pública de la sociedad. Nace de un acuerdo, un pacto
expresado en una Constitución para ayudar a la convivencia de los integrantes
de la República y al logro de los fines y metas compartidos. El Estado, como
expresión organizada, no puede pretender agotar en sí mismo la participación
del pueblo que busca desde las familias y el resto de las organizaciones
intermedias, variadas formas de participación en el verdadero poder popular.
El Estado, como órgano derivado de la sociedad y encargado de velar por los
fines de ella y de garantizar las posibilidades de desarrollo de todas las
personas, tiene como justa razón de ser el bien común de todos. El Estado no
constituye un fin en sí. Su función no es la de dominar o controlar la persona,
la familia, la sociedad articulada en diversas formas de agrupación, sino
ayudar y estimular la especificidad y el desarrollo de cada instancia. Ni el
Estado ni ninguna otra institución determinan el derecho educativo del niño o
las características y condiciones básicas para satisfacerlo, sino el hecho mismo
de ser una persona humana necesitada de un aporte específico de la familia y
de la sociedad para realizar esa condición de persona. Tampoco el Estado se
puede abrogar el derecho de imponer formas particulares y únicas de
agrupación entre los ciudadanos, violentando su libertad de escogencia y de
conciencia.

Hoy nadie cuestiona la responsabilidad indeclinable del Estado en materia


educativa. Nadie sueña con una sociedad en la que el Estado nada tenga que
ver con la educación. La discusión y preocupación sobre el tema está en que a
través de la LOE, con una reinterpretación ideologizada de la tesis del Estado
Docente, el Gobierno estaría buscando el poder político y control social
absoluto en la educación. 39) Pareciera que el modelo de sociedad que inspira
la redacción del articulado de la última versión de la LOE está concebido
desde una visión que tiende a asociar la sociedad y el pueblo con el Estado, sin
distinguir a éste del gobierno y transformando al propio Estado en la expresión
única de la sociedad y, por tanto, en el fin de la educación. Si está lectura es
correcta, estamos ante una concepción absolutista del Estado, que no tiene
fundamento en los valores y principios de la Constitución. 7 40) El
“irrenunciable” papel primordial del Estado, incluso con el calificativo de
Docente, debe ser ejercido de acuerdo a los valores y principios
constitucionales; la sociedad así lo exige de sus gobernantes y de todos los
actores que educan, porque “la soberanía reside intransferiblemente en el
pueblo”. A su vez, los gobernantes le deben exigir a la sociedad y a la familia,
que sus responsabilidades educativas sean ejercidas conforme a los “valores
superiores” que reconoce la Constitución que, a su vez, “es la norma suprema
y el fundamento del orden jurídico” (Art. 7) 41)

Queremos clarificar que no estamos contraponiendo a la tesis del Estado


Docente que se propugna en el proyecto de LOE ninguna otra tesis, ni siquiera
la llamada tesis de la Sociedad Educadora. No estamos de acuerdo con las
simplificaciones y contradicciones con que se presenta esta última tesis en el
debate público, a manera de contraste, para demostrar la supuesta mayor
coherencia y relevancia de la tesis del Estado Docente. Entre los pensadores
de la educación hay muy variadas posiciones en lo que denominan Sociedad o
Ciudad Educadora, para describir una tendencia social o para proponer
estrategias políticas que involucren más responsablemente a los distintos
agentes de la educación. Las leyes de educación, en su formulación, deberían
enmarcarse en los valores superiores y principios constitucionales de una
sociedad democrática y participativa, no en ideologías particulares o tesis
educativas específicas.

Pensamos que el papel principal del Estado es convocar y complementar


todas las potencialidades educativas de la sociedad (que es decir el pueblo: las
familias, los educadores profesionales, los educandos, las comunidades, los
empresarios, las organizaciones sociales, los partidos políticos, las iglesias, los
distintos estamentos y órganos de los poderes públicos, los ciudadanos en
general) para la transformación de la educación.

También creemos que en este esfuerzo colectivo, al Estado le corresponde


la más amplia responsabilidad como órgano rector con funciones como las
siguientes, respetando siempre la responsabilidad de los padres, del mismo
individuo y la exigencia de la participación protagónica: a. Liderar la puesta
en marcha de un verdadero proyecto educativo, capaz de movilizar las
energías creadoras, la participación activa y el entusiasmo de toda la sociedad,
para combatir de frente la ignorancia, la mala educación, la exclusión, la
ineficiencia, la corrupción, la retórica, la mediocridad. b. Dictar las políticas
educativas y facilitar el seguimiento y la contraloría social que de esas
políticas la sociedad hiciere. c. Vigilar y garantizar que el derecho a la
educación integral de calidad para todos se cumpla en términos de igualdad de
condiciones, derechos, deberes y oportunidades con equidad, lo que implica
compensar las desventajas de los más pobres para que las diferencias de
origen no se conviertan en desigualdades y se reproduzca la pobre oferta
educativa para los más pobres. d. Garantizar los recursos suficientes para una
educación de calidad, para el pago de personal, para la construcción y
mantenimiento de plantas físicas con dotación suficiente para todos y todas,
así como la eficiencia en su utilización. e. Articular con los ministerios del
Gabinete Social y los diferentes organismos de la administración pública
nacional, estadal y municipal, el cumplimiento de las acciones colaterales que
se suman al proceso educativo (alimentación, salud, vestido), que permiten el
disfrute de ese derecho, de todos y de todas. f. Estimular la responsabilidad y
la participación de los padres, los proyectos pedagógicos, experiencias
innovadoras y el perfil de cada centro educativo, siempre dentro del
acatamiento de los principios constitucionales. g. Garantizar la cohesión del
sentimiento nacional dentro de las diferentes corrientes del pensamiento y de
las múltiples culturas, etnias, lenguas y género. 8 44) Esto en modo alguno
indica que el Estado debe ser el único ejecutor de las políticas educativas, sino
que debe coordinar y apoyar los esfuerzos de las familias y de la sociedad para
garantizar educación de calidad a todos, en especial de los más pobres,
respetando el derecho que tienen las familias a seleccionar el centro educativo
de su preferencia.

Es fundamental, para la buena educación ciudadana, la participación plural


en la creación y funcionamiento de planteles educativos. Cabe destacar que la
educación privada es una alternativa que permite a las familias la posibilidad
de elegir el tipo de educación que quieren para sus hijos. Es un modo concreto
de dar cauces al respeto por todas las corrientes de pensamiento en la
educación. 46) Por eso, la Constitución reconoce el derecho de las personas
naturales y jurídicas de fundar y mantener instituciones educativas privadas,
previa aceptación del Estado y bajo su estricta inspección y vigilancia (Art.
106). Así “el Estado, con la participación de las familias y de la sociedad,
promoverá el proceso de educación ciudadana, de acuerdo con los principios
contenidos en esta Constitución y en la ley” (Art. 102).

Hoy hay que superar el estéril debate entre educación oficial y educación
privada, pues de lo que se trata es de aunar esfuerzos para garantizar a todos
una educación de calidad. El problema educativo es de tanta importancia y es
tan grave, que no podemos darnos el lujo de prescindir de nadie que quiera
contribuir a su solución, especialmente de aquellos que han demostrado con
hechos que les preocupa la educación y que tienen algo que aportar. 48) No
hay que olvidar que la educación privada surge y se desarrolla como
emprendimiento social que contribuye a llenar vacíos y necesidades de la
población muchas veces difíciles de atender por los órganos públicos y los
presupuestos del Estado, al menos en los plazos y con la flexibilidad
requerida. Surge de preocupaciones y compromisos de familias y
organizaciones sociales, entre ellas de misiones de Iglesias, y si se mantienen
en funcionamiento es porque atienden una demanda social. Por otra parte, este
sector constituye un ámbito para el ejercicio privado de la profesión docente,
como posibilidad consagrada a todos los ciudadanos en la Constitución en
todos los sectores de servicios y de producción.
Pero con igual fuerza que defendemos los valores de la educación privada
como opción que complementa la educación oficial, declaramos que la
educación privada debe asumir su función de bien público y cultivar, en los
alumnos y representantes, la conciencia ciudadana y la responsabilidad social,
en el espíritu de los valores de la Constitución vigente.

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